Mujeres en desigualdad

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La periodista que se adentró en una ‘escuela del bosque’, la secta secreta que realiza la ablación
Las denuncias públicas de Mae Azango consiguieron que durante un año se prohibiera la mutilación genital en Liberia, aunque luego se volvió a permitir e incluso está hoy amparada por el Gobierno




La periodista Mae Azango fotografiada en Monrovia.

La periodista Mae Azango fotografiada en Monrovia. Valeria Scrilatti / ZONA

Emanuela Zuccalà
Monrovia 1 MAR 2020 - 08:06 ART

En Liberia, la mutilación genital femenina es una práctica legal, incluso fomentada por el Gobierno.

Sí, han leído bien.

En este país africano situado a orillas del Atlántico, la circuncisión de las niñas constituye el rito de iniciación a una sociedad secreta exclusivamente femenina llamada Sande, implantada en 11 de los 15 condados liberianos. Se considera que esta sociedad es la guardiana de la cultura de los ancestros y, por ello, es intocable. Las jóvenes pasan entre unos meses y tres años en sus escuelas del bosque. El rito iniciático consiste en extirparles el clítoris, para aprender el respeto a los ancianos y sus tareas como futuras esposas y madres. Cuando salen, siguen siendo a menudo analfabetas.
Estas escuelas son inaccesibles para cualquiera que no forme parte de la sociedad secreta, pero cuentan con la autorización del Ministerio del Interior.

Hasta ahora, la enorme influencia política de Sande ha impedido que el parlamento apruebe una ley que penalice la ablación. Esta atroz costumbre patriarcal sigue siendo legal en seis países africanos. La presidenta liberiana Ellen Johnson Sirleaf fue la única que logró que se prohibiese, aunque solo durante un año, gracias al encendido debate que abrió la primera periodista del país que se atrevió a denunciar el horror.

Su nombre es Mae Azango, tiene un temperamento impulsivo y decidido, y trabaja para FrontPage Africa, el periódico digital más leído de Liberia. Durante la primera guerra civil (1989-1997), pasó mucho tiempo refugiada en Costa de Marfil. "He visto cómo pisoteaban mis derechos, y por eso quiero escribir sobre los últimos, los marginados, y denunciar cualquier violación de los derechos humanos", afirma. Ha sido premiada en Estados Unidos por el Comité para la Protección de los Periodistas (en 2012) y por el Centro Pulitzer por sus valientes investigaciones sobre la mutilación genital femenina, que le han costado amenazas de muerte y meses de clandestinidad. Nos recibe en su despacho en el centro de la capital, Monrovia.

Pregunta. ¿Cuándo y por qué decidió comprometerse con un tema tabú en su país?

Respuesta. A una amiga mía la abandonó su marido. Los dos eran de un pueblo y a ella la habían circuncidado en una escuela del bosque a petición de la familia de su futuro marido. Para casarse tenía que estar limpia, y para ello tenía que pasar por el rito de la ablación. Las líderes espirituales de la sociedad Sande, llamadas zoe, tienen mucho prestigio en los pueblos. Las familias quieren que sus hijas reciban sus enseñanzas, porque si no, la comunidad las discrimina. Pero cuando mi amiga y su marido se mudaron a Monrovia, él la engañó con otras mujeres no circuncidadas, lo cual le proporcionaba una experiencia o placer sexual diferente. Entonces la dejó. Ella me lo contó y yo escribí la historia porque me parecía una injusticia tremenda, una violencia que sufren muchas mujeres. Era 2010, y el artículo pasó inadvertido, a diferencia de otro que publiqué poco después.
Me explicó que practicaban la ablación a 25 niñas usando el mismo cuchillo, con el peligro que eso supone de transmitir diversas enfermedades, entre ellas el virus del sida. Me contó que el dolor era insoportable

¿De qué hablaba ese segundo reportaje?

De las graves consecuencias sanitarias de la mutilación genital femenina; de las niñas que, después de la ablación, mueren desangradas. Entrevisté a una joven que había estado en una escuela del bosque cuando tenía 13 años. Me explicó que practicaban la ablación a 25 niñas usando el mismo cuchillo, con el peligro que eso supone de transmitir diversas enfermedades, entre ellas el virus del sida. Me contó que el dolor era insoportable, y que, para curar las heridas, las zoe usan hojas silvestres que frotan contra el corte para aplicarle el jugo. ¿Se imagina la cantidad de bacterias e insectos que acaban en la herida? Un médico me confirmó que estas mujeres padecen toda su vida infecciones del aparato genital, y que algunas incluso desarrollan una fístula. Al final, en 2012, entré en una escuela del bosque.

¿Cómo lo consiguió? Nadie puede entrar en ellas si no es miembro de Sande.

Participé en una ceremonia de graduación, la fiesta que la sociedad secreta organiza cuando concluye el ciclo de un grupo de niñas. Es un acontecimiento público, importante para toda la comunidad. Las niñas llevan vestidos blancos, joyas, tobilleras que suenan al ritmo de sus danzas. Entre ellas vi a algunas que tenían cinco años. Me presenté a una zoe diciéndole que era madre de una niña y que estaba deseando mandar a mi hija con ellas. Me dio la bienvenida y me dijo que le llevase 10 lapa (la falda tradicional), dos latas de aceite, dos sacos de arroz y 50 dólares, y que entonces admitirían a la niña. Al cabo de unos días fui a visitar la escuela, sin mi hija, claro; solo quería recoger información. Cuando salió el artículo en primera página con ocasión del 8 de marzo, mi jefe de redacción me llamó alarmado y me dijo que me fuese inmediatamente de allí, que estaban recibiendo muchísimas llamadas amenazando con practicarme la mutilación genital en cuanto me encontraran.
Y desde entonces tiene que vivir escondida.

La mujer que me alquilaba el piso en Monrovia informó a las miembros de Sande, así que no podía volver a casa ni alojarme con nadie que fuese liberiano. Aquí nunca sabes con quién te vas a encontrar, si pertenece o no a Sande. Por eso me escondí con unos amigos periodistas extranjeros. Las mujeres de la sociedad me buscaron en el periódico, y como no me encontraron, fueron a por mi hija, que entonces tenía nueve años. Fue espantoso. Mi hijo mayor la escondió fuera de Monrovia; estuvimos tres años separadas. Al final, en 2015 decidí mandarla con mis primos a Estados Unidos, donde le han concedido asilo político.
Cuando salió el artículo, mi jefe de redacción me llamó alarmado y me dijo que estaban recibiendo muchísimas llamadas amenazando con practicarme la mutilación genital

¿Y a usted el Gobierno liberiano le ha dado alguna clase de protección?

No, ninguna. Recurrí al Comité para la Protección de los Periodistas, una asociación estadounidense que defiende a los periodistas amenazados, y a Amnistía Internacional. Las dos organizaciones escribieron a la entonces presidenta del país, Ellen Johnson Sirleaf, pidiéndole que me pusiese a salvo. Yo no he recibido protección, pero fue imposible hacer caso omiso del debate que sacudió al país durante un mes, de manera que el Gobierno decretó la prohibición de las mutilaciones genitales, pero solo durante un año. Después se volvió a la situación anterior.

¿Por qué tiene tanto poder la sociedad Sande?

Las zoe mandan en los pueblos. Si los políticos les piden que digan a su gente que los vote, pueden estar seguros de que ganarán. Por eso la política tiene que complacer a las escuelas del bosque, que se esconden detrás de la defensa de la cultura tradicional, pero que, al fin y al cabo, no son más que un juego económico. Las zoe cobran a los padres, las familias se endeudan, las niñas dejan de ir al colegio y se convierten en analfabetas. Además, a diferencia de lo que parece, es un sistema patriarcal. Los hombres de las sociedades secretas masculinas, llamadas Poro, son quienes mueven los hilos. Los que quieren la mutilación genital de las mujeres son los hombres. Y hasta ahora, ningún político ha demostrado verdadera voluntad de acabar con todo esto.

De hecho, el año pasado Liberia aprobó la primera ley contra la violencia contra las mujeres, pero dejó fuera de ella el tema de la mutilación genital.

Es una ley hueca. Excluyeron la ablación, que arruina la vida de mujeres y niñas pero que, según ellos, no es violencia, sino cultura tradicional. La vicepresidenta Jewel Taylor peleó para abolir las mutilaciones, pero fue inútil. Todos los países africanos se han adaptado a las resoluciones internacionales menos nosotros y pocos más.

¿El nuevo presidente George Weah ha tomado partido?

He oído que había hablado con miembros de Sande para decirles que había que esperar a la mayoría de edad de las niñas, pero no ha dicho que hay que acabar con la mutilación genital de una vez por todas. El problema es que nadie controla a las sociedades secretas, que siguen mutilando a pequeñas de tres, cuatro y cinco años. Bastaría con que el Ministerio del Interior retirase la autorización a las escuelas del bosque.
Como no me encontraron, fueron a por mi hija, que entonces tenía nueve años. Fue espantoso. Mi hijo mayor escondió a la pequeña fuera de Monrovia y estuvimos tres años separadas

¿Usted no ha padecido la mutilación genital?

No. Mi padre es del condado de Lofa, uno de los epicentros de Sande, mientras que mi madre es de Monrovia y siempre se ha preocupado por los derechos de las mujeres. Cuando mi padre quiso que me iniciasen en la sociedad secreta, ella se opuso categóricamente. Ya vivíamos aquí, en la capital, pero si hubiésemos estado en la zona rural de mi padre, a lo mejor mi madre no habría podido decir nada.

¿No ha pensado nunca en abandonar su país para sentirse más libre de expresarse y quizá reunirse con su hija?

No, de ninguna manera. La echo muchísimo de menos, pero allí está bien, y yo quiero ejercer mi labor de periodista aquí, para intentar cambiar las cosas y ser útil a mi país. Creo que el periodismo es eso: comprometerse con temas importantes para la sociedad, dar a conocer, generar un debate para un cambio posible. La mutilación genital femenina sigue siendo un tema tabú, y mi deber es seguir aquí.

Esta entrevista se realizó gracias al apoyo de la ONG ActionAid Italia como parte de sus programas de fomento de los derechos de las mujeres en África.

 
Cirugías que cambian la vida a las víctimas de la mutilación genital femenina: “Ahora mi clítoris baila”
Francia es pionera en la operación de reconstrucción para víctimas de ablación y desde 2004 la cubre la sanidad pública. El inventor de la técnica quirúrgica, Pierre Foldès, ha tratado a más de 6.000 mujeres desde los ochenta. Para ellas es un renacimiento



Dia contra la mutilacion genital femenina

Kakpotia Marie-Claire Moraldo, de 36 años, fue víctima de la mutilación genital femenina. Considera que volvió a nacer en 2016, cuando se sometió a una intervención de reconstrucción del clítoris. Simona Ghizzoni


Marie-Claire recuerda cada detalle del día en que le amputaron lo que llama "la feminidad". Una aldea de Costa de Marfil, una puerta cerrada. “Hay una fiesta”, le decía su tía. Y ella, aturdida con sus nueve años, se preguntaba por qué lloraban todas las chicas. La puerta se abrió. Tres mujeres la empujaron contra el suelo manteniéndola quieta, mientras una cuarta le cortaba el clítoris con un cuchillo. Una humillación fulminante y desgarradora. “Sé fuerte, no llores”, le repetían. Y la sangre, las vendas, la confusión, la inmovilidad. “No entendía nada”, recuerda Kakpotia Marie-Claire Moraldo, que ahora tiene 36 años. Vive desde hace mucho tiempo en Francia, en Burdeos, donde ha fundado la asociación Les Orchidées Rouges que ayuda a otras africanas para quienes, igual que para ella en su vida anterior, la mutilación genital es una marca de dolor.

Francia es pionera en la cirugía de reparación del clítoris; desde 2004 la cubre la sanidad pública. Un caso excepcional en Europa, junto con Bélgica, que la incluye en su atención desde 2009. “Hemos luchado por la gratuidad demostrando que cuando una mujer que ha sufrido esta amputación recupera una anatomía normal, se adapta mejor a la sociedad”, explica el inventor de la técnica quirúrgica, el urólogo Pierre Foldès, que, desde la década de 1980 ha operado a más de 6.000 mujeres.

El doctor francés Pierre Foldès.

El doctor francés Pierre Foldès. Emanuela Zuccalá

Con la exgerente Frédérique Martz, hoy activista a tiempo completo por los derechos de las mujeres, fundó hace cinco años el centro piloto Women Safe en el hospital de Saint-Germain-en-Laye, al noroeste de París, para dar apoyo sanitario, social, psicológico y legal a las supervivientes a cualquier tipo de violencia. De las más de 2.000 mujeres acogidas hasta ahora, un tercio ha sufrido la ablación y llegan desde todos los rincones de Francia y del extranjero en busca de recuperación física y psicológica, así como de una “restitución” simbólica del daño sufrido.

“Me casé con el hombre equivocado, convencida de que nadie más me querría así, sin clítoris”, cuenta Marie-Claire mientras habla de la angustia, durante el s*x*, que le provoca el recuerdo opresivo a la cuchilla de su infancia y la vergüenza diaria de la ablación. “Cuando logré reunir fuerzas para superar la infelicidad, también reparé mi cuerpo con una operación de reconstrucción del clítoris. Fue el 7 de diciembre de 2016: mi segunda fecha de nacimiento”.

Según Unicef y la Organización Mundial de la Salud, más de 200 millones de mujeres han sufrido mutilación genital en 30 países de todo el mundo; 27 de ellos, en el continente africano. Aunque el ritual es ahora un delito en casi toda África (solo en seis Estados sigue siendo legal), diferentes grupos étnicos continúan practicándolo como “sello” de virginidad que purifica a la mujer a través de la negación del placer; una antigua costumbre patriarcal que ninguna religión prescribe y que tiene sus raíces en el Egipto faraónico. En Europa aún no hay estadísticas detalladas, pero tres estudios del Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE) sostienen que 16 países acogen a inmigrantes que han sufrido este desgarro, incluida España. Las investigaciones también indican que cada año 20.000 mujeres procedentes de países en los que se practica la ablación tradicional buscan asilo en la Unión Europea.

En Francia, una investigación realizada por varios organismos universitarios calcula que en ese país viven 125.000 víctimas de la ablación, un número que en Europa solo superaría el Reino Unido. Pero también hay gran presencia en Suecia, Holanda y Alemania. En España rondan las 70.000, según un estudio de la Fundación Wassu, de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Me casé con el hombre equivocado, convencida de que nadie más me querría así, sin clítoris

“Los efectos de esta mutilación pueden ser terribles”, explica el cirujano Pierre Foldès. “Dolores crónicos, complicaciones en el parto, a veces incontinencia y fístula. Para la OMS, la forma más grave es la infibulación, que implica coser la vulva. Pero es absurdo establecer una escala de gravedad: en ciertas operaciones vemos clítoris bien conservados, mientras que en las variantes consideradas más leves, el corte suele ser tan rudo que produce destrozos. Cada mujer es un caso único, y la cirugía reparadora del clítoris no es una varita mágica: es solo una etapa en el camino para volver a ser dueñas de sí mismas”.

En Francia la mutilación genital está disminuyendo, gracias también a la mano dura que se aplica en el ámbito judicial desde la década de 1980: más de 40 juicios y un centenar de condenas por el delito de daño permanente previsto en el Código Penal. Otros Estados han preferido aprobar leyes ad hoc contra la ablación, pero con malos resultados: dos condenas en España y dos en Suecia; solo una en Italia, desde que se aprobó la ley de 2006; y una en el Reino Unido, en 2019, a pesar de que la norma existe desde 1985.

Foldès ha transmitido su técnica a más de 200 cirujanos de todo el mundo: “El clítoris puede repararse porque, en la mutilación, el nervio principal permanece intacto. Sin embargo, cada acontecimiento íntimo, desde las relaciones sexuales hasta el parto, añade lesiones al corte inicial, por lo que también es necesario cuidar los tejidos”. A los 45 minutos en el quirófano, le siguen tres meses de recuperación y cicatrización. El resto, el descubrimiento de una nueva sexualidad y la adquisición de una identidad sana y completa, tiene duraciones y resultados subjetivos, pero exitosos en la mayoría de los casos. “Atiendo lo mismo a jóvenes de 18 años que a mujeres de 60, que son las más decididas”, sonríe el médico. “La verdadera revolución es que aquí la mujer verbaliza su dolor y abandona la condición mental de víctima. No soy yo quien repara; son ellas las que se auto-reconstruyen”.

En Francia estas mujeres heridas provienen de Malí, Guinea, Costa de Marfil y Senegal, donde, además del clítoris, a veces se les extirpan los labios menores. Hoy varios hospitales ofrecen cirugía reconstructiva, pero Women Safe, en Saint-Germain-en-Laye, “sigue siendo un lugar único por su enfoque multidisciplinario”, subraya su directora, Frédérique Martz. “Con las africanas recién emigradas, que han pasado por viajes dramáticos, no tiene sentido hablar de cirugía: sus traumas son lo primero. En cambio, las que han nacido aquí de familias africanas o las que viven en Francia desde hace tiempo, a menudo buscan la reparación por razones de identidad, para encontrarse a sí mismas y su lugar en la sociedad. En lo que llamamos nuestros 'círculos de palabras' comparten su intimidad sin tabúes, intercambiando experiencias con otras que han seguido su mismo camino y ahora son activistas”.
Cada mujer es un caso único, y la cirugía reparadora del clítoris no es una varita mágica: es solo una etapa en el camino para volver a ser dueñas de sí mismas

Como la escritora de origen senegalés Halimata Fofana, que en el libro Mariama, l’ecorchée vive confía a un alter ego doloroso y furioso su autobiografía: ablación a los cinco años; el sentimiento de ser una mujer a medias, que ha condicionado todas sus relaciones; el intento de matrimonio forzado por parte de los padres; la liberación gracias al estudio, la escritura y la psicoterapia... Hasta llegar a la cirugía a manos del doctor Foldès.

“Después de la ablación, el cuerpo y el espíritu se disocian”, trata de explicar Halimata. “Tu cuerpo te repugna; ha sido ensuciado, violado. Yo tardé años en reconciliarme con él”. A la espera de un nuevo libro que lanzará HarperCollins, Fofana da conferencias “para concienciar sobre la atrocidad del acto y el contexto que lo permite. Nací en Francia de padres emigrados; su bagaje de tradiciones chocó con una sociedad a la que le cuesta aceptar la diferencia. Los inmigrantes se sienten excluidos y, en su desarraigo, se apegan a la cultura de sus orígenes, defendiéndola ante quienes la critican. De modo que hay que someter a la hija a la ablación, para que llegue virgen al matrimonio y se integre en el grupo familiar. Perdoné a mi madre por el daño que me infligió. Para evolucionar, tuve que dejar que la ira fluyera”.

Hoy, en el "círculo de palabras" del centro Women Safe, una joven de Malí confiesa que descubrió que había sufrido la ablación cuando, como enfermera, vio los genitales de una mujer francesa: “Había borrado ese episodio de mi infancia; revivirlo fue un shock”. Otra, de Costa de Marfil, habla de una cicatrización difícil después de la cirugía, “pero ahora mi clítoris baila”. Para Agnès, una senegalesa de 40 años, es triste no poder revelarle a su madre que se ha operado: “Me repudiaría. Para ella, sería una mujer impura”. Y Kakpotia Marie-Claire Moraldo, que ha llegado de Burdeos para compartir su renacimiento con ellas, pronuncia unas palabras sencillas y terribles: “Pensad siempre que hemos dejado atrás lo peor. Hemos sobrevivido al horror de la mutilación genital”.

Este artículo forma parte del proyecto multimedia Uncut sobre activismo femenino en África y Europa contra la mutilación genital. En el Espace des Femmes, en París, del 6 al 29 de febrero, Uncut protagoniza una exposición con fotos de Simona Ghizzoni, con el apoyo de las asociaciones Zona, Peace Withouth Justice y Women Safe

 
«Chozas menstruales»: La indignante costumbre que sigue causando la muerte de mujeres y que Nepal busca erradicar

¡Indignante! esa es la más exacta calificación y pese a haber sido prohibido en 2005 en la nación del Himalaya, dichas acciones se siguen dando en las zonas del oeste.



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Las autoridades de Nepal, han visto necesario endurecer las penas contra la terrible tradición de las ‘chozas menstruales’ que consiste en forzar a las mujeres a quedarse en estos espacios reducidos mientras están con su período menstrual y se les impide tocar objetos de índole religiosos, leche o ganado, bajo la creencia que se encuentran impuras.


Esta costumbre conocida como ‘Chhaupadi’ ha llevado a la muerte a varias mujeres en los últimos meses. Debido a esto, el gobierno de Nepal ha modificado sus leyes contra esta práctica, la cual implica la pérdida de beneficios estatales y hasta tres meses de cárcel para quienes aíslen de estas manera a las jóvenes.


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Uno de los casos más recientes y que muestra lo inhumano de esta práctica, ocurrió en el distrito de Achham, cuando Parbati Buda Rawat, una joven de 21 años, fue enviada a una de estas chozas y por intentar mantenerse caliente ante las temperaturas extremadamente frías, prendió un poco de fuego dentro y terminó asfixiada.


Buda Rawat, era una muchacha que se había casado recientemente y se mudó con la familia de su esposo; sin embargo, por motivos de trabajo, su marido no vivía con ella, y en una de esas noches en las que se quedaba con su cuñado, él la mandó a dormir a una de las chozas durante su ciclo menstrual. Tras su muerte, el hermano de su esposo fue detenido.


ESFUERZOS DEL GOBIERNO


Chozas mestruales


Kedar Nath Sharma, portavoz del Ministerio del Interior de Nepal, señaló que el gobierno exigió a los jefes del distrito, jefes de policía y abogados del gobierno en los 19 distritos que practican ‘Chhaupadi’ iniciar una campaña para informar sobre las penas y así erradicar esta tradición.


radha paudel foundation


Radha Paudel, creador de ‘Fundación Radha Paudel’ inició la campaña ‘menstruación digna’ y denunció haber encontrado a muchas mujeres que aún viven en esa situación de aislamiento durante su período.


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“Es necesaria una campaña sostenida e integrada para poner fin a la práctica.”(…) “De lo contrario, las mujeres continuarán practicándolo y sufriendo”, sentenció Paudel, quien es una de las jóvenes que en el pasado escapó de su hogar por temor a ser obligada a realizar esta práctica.

Una Nota informativa desde nuestra Mesa de Redacción
Fuente: Agencias

 
Nepal urge a abolir las 'chozas de menstruación' tras la cuarta muerte en un mes

La tradición conocida como 'chaupadi', que prohíbe entrar en casa a las mujeres que tienen la regla, es ilegal desde hace más de una década

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Foto de archivo de una de las 'chozas de menstruación' nepalí. EFE

Nepal ha llamado a acabar con la costumbre hindú que prohíbe a las mujeres habitar en su hogar mientras tienen la regla. La tradición 'chhaupadi', una tradición prohibida por ley desde hace más de una década, ha provocado la muerte de cuatro mujeres en un mes.
La última víctima, Parbati Bogati, tenía 17 años. Falleció asfixiada tras encender un fuego para intentar calentarse en la choza de barro y piedras, sin ventanas, en la que fue obligada a pasar la noche.

Su muerte la semana pasada se suma a la de una nepalí de 35 años y sus dos hijos, de doce y nueve, que murieron en circunstancias similares a principios de enero. "Murieron asfixiados porque no había ventilación y habían hecho la sala hermética para combatir el frío", explicó el portavoz policial Uddhav Singh Bhat en declaraciones a la Thomson Reuters Foundation. "Sacamos sus cuerpos con las piernas quemadas", agregó.

Los sucesos han impulsado una investigación parlamentaria y una iniciativa para que las autoridades oficiales adviertan a las familias de que si se descubre que practican el 'chhaupadi' se les denegarán las ayudas estatales.

Activistas de los derechos humanos han declarado que el Gobierno no está haciendo suficiente para abolir esta costumbre. "El castigo no es suficiente y el Gobierno carece de políticas específicas para eliminarlo", ha dicho Mohna Ansari, miembro de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Nepal.

El 'chhaupadi' fue declarado ilegal en 2005, pero sigue prevaleciendo en el oeste del país. Algunas comunidades temen que mantener a mujeres con la regla dentro de la casa traiga mala suerte o desastres naturales. Por eso, mientras tienen la menstruación, a las mujeres se les prohíbe tocar un amplio catálogo de objetos, desde leche hasta ídolos religiosos o ganado.

Mientras menstrúan, estas tampoco pueden ver a otros miembros de la familia.

Esta costumbre hindú deja a las mujeres en riesgo de sufrir mordeduras de serpientes, ataques de animales salvajes y violaciones. Su práctica ha provocado múltiples muertes, a pesar de que el Gobierno estableciera penas de tres meses de cárcel y multas de 3.000 rupias (27 euros).

 
El viaje de una madre para librar a una generación de niñas de la mutilación
Asha Ismail, que fue víctima a los cinco años de la ablación, es la fundadora de la ONG Save a Girl Save a Generation, con la que quiere romper el tabú de su propia vida para ayudar a erradicar una práctica que constituye una de las peores formas de violencia contra las niñas




Si la historia de Asha te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo
ACTÚA

Al compartir su relato, el de una niña de cinco años a la que acaban de someter a la infibulación (uno de los cuatro tipos de mutilación genital femenina), las palabras de Asha suenan como el verso suelto de un poema desgarrado:

Y dejas de correr,
de jugar como antes,
de buscar los mangos en los árboles.
Ya todo es miedo a caer,
que se pueda romper,
que se repita la misma operación;
ya no saltas a la cuerda,
ya no quieres jugar con los niños
ni descubrir lo que hay entre tus piernas.

Objetivo cumplido:
ya eres intocable.

A los 52 años, una buena parte de la vida de Asha Ismail (nacida en 1968 en Garissa, Kenia, y de etnia somalí) se quedó en aquella niña de cinco años que una mañana descubrió que el dolor era inherente a su condición de ser niña. “Aunque era una práctica presente en mi familia durante generaciones, yo me enteré el día que me tocó a mí”, explica.

En aquella escena, estaban dos de las personas a las que Asha más quería: su madre y su abuela. “Mi madre me bañó y me puso un vestido muy corto, luego me mandó a comprar cuchillas y yo compré dos. A la vuelta me encontré a mi abuela, una señora y mi madre en lo que era la cocina de mi abuela. El suelo era de barro y habían cavado un agujero”, detalla Asha quien, a medida que avanza en su relato, irá alternando el tiempo presente con el pretérito, como si aquel día nunca se hubiera terminado.

Asha Ismail imparte talleres para erradicar la ablación.

Asha Ismail imparte talleres para erradicar la ablación. Cedida por Save a Girl Save a Generation

Dolor. El dolor insoportable de aquel día nunca se fue. Aquel día, aquella niña de cinco años a la que obligaron a hacerse mujer a través de la violencia, se prometió que nunca obligaría a pasar por eso a ninguna hija suya.

Mucho tiempo después, en el año 2007, y ya en España, esa promesa se convertiría en el nacimiento de la ONG Save a Girl Save a Generation, desde la que Asha y su hija, Hayat Traspas Ismail, trabajan para prevenir y erradicar la mutilación genital femenina, evitar los matrimonios prematuros de niñas y denunciar la explotación infantil.

Asha está convencida de que romper el tabú sobre la ablación entre las comunidades que la practican (dentro y fuera de sus países), es la única forma de prevenir esta forma de violencia. “Las leyes que la prohíban son necesarias, pero tienen que ir mano a mano con la voluntad de las personas y hay que conseguir esa voluntad”, explica. Su convicción no va desencaminada: según Unicef, desde 2008, más de 15.000 comunidades en 20 países distintos han abandonado la práctica de la mutilación genital femenina.

30 millones de niñas en riesgo

A pesar de estas cifras esperanzadoras todavía queda mucho por hacer. Más de 200 millones de niñas y mujeres han pasado por alguno de los cuatro tipos de mutilación genital femenina en los 26 países de África y Oriente Medio donde se practica, así como en otros 33 países donde hay población inmigrante potencialmente vinculada a esta práctica. Durante la próxima década, 30 millones de niñas se encontrarán en riesgo de pasar por esta puerta de entrada al dolor que va asociada a otras formas de violencia contra la infancia, como el matrimonio forzoso.

Asha imparte un taller en Nairobi (Kenia) a niñas con riesgo de sufrir ablación.

Asha imparte un taller en Nairobi (Kenia) a niñas con riesgo de sufrir ablación. Cedida por Save a girl save a generation

“En realidad, la mutilación genital femenina y el matrimonio forzado van de la mano, porque la finalidad de la mutilación es asegurar la virginidad, es intentar quitar esa necesidad sexual, que la mujer no tenga voluntad sobre su sexualidad para que conserve esa virginidad hasta que encuentre marido”, explica Asha.

“Ya todo es miedo a caer, que se pueda romper”, como contaba en su verso desgarrado.
En la noche de bodas con un hombre que ella no había elegido, Asha tenía 20 años y un miedo terrible a que algo se rompiera. “Mi vida cambió por completo ese día; si tenía alguna duda de pensar que lo que me había pasado era bueno, murió aquella noche”, relata emocionada.
De aquel encuentro con un hombre al que Asha no volvería a acercarse, nació una niña. “Me dieron a esa criatura en los brazos y yo solo pensaba: ¿por qué, por qué tenía que ser una niña?, ¿a qué mundo la he traído para que pase por todo lo que yo he pasado?”.

El despertar de un movimiento

Asha eligió llamar a su hija Hayat, que significa vida en suajili, porque con ella nació el convencimiento de que algo tenía que cambiar. Nació la fuerza para revolverse sobre sí misma y sobre toda la estructura que sostenía aquel dolor. A partir del nacimiento de su hija, Asha empezó a tejer una red de mujeres –sus hermanas, sus primas, sus vecinas– dispuestas a cuestionar una práctica que solo las había hecho sufrir y que no querían imponer a sus hijas.

Después de trasladarse a Tanzania, Asha siguió rompiendo ese silencio con más y más mujeres. La fuerza de su revolución personal iba creciendo, hasta que un día logró convencer a una madre, que iba a hacer pasar por la mutilación a sus cinco hijas, de que no lo hiciera.

Asha Ismail y la actriz española Maggie Civantos, embajadora de la ONG.
Asha Ismail y la actriz española Maggie Civantos, embajadora de la ONG. Cedida por Save a Girl Save a Generation

Años más tarde, esa red de mujeres y madres en contra de la ablación que ya formaba parte de ella, se fue con Asha cuando se trasladó a España con sus hijos.

“La primera vez que fui a la ginecóloga en España me avergoncé y me sentí mal, empecé a temblar, a sudar... ¿Por qué me tenía que sentir así? Entendí el desconocimiento que existía y pensé: ‘¿Cuántas mujeres en mi situación no acudirán al ginecólogo?”.

Con el apoyo de su hija Hayat, Asha fundó Save a Girl Save a Generation, la ONG desde la que ofrecen información sobre la ablación a personal sanitario y educativo, a policías, a jueces y, sobre todo, a mujeres y familias que no han tenido la oportunidad de romper con el tabú y hablar sobre la ablación. En España hay 18.000 niñas expuestas a la mutilación genital. El siguiente paso en este viaje será construir un refugio en Nairobi para acoger y dar educación a todas las niñas que tuvieron que dejar a sus familias para huir de la mutilación genital femenina.

Niñas asisten a uno de los talleres que imparte la ONG.

Niñas asisten a uno de los talleres que imparte la ONG. Cedida por Save a girl save a generation

“Creo que tenemos que ser nosotras, las supervivientes, las que digamos ‘¡Ya está bien!’. Que salgan y que digan: ‘Esto ha acabado conmigo y mis hijas no lo conocerán. Ni para mí, ni para mi hija. Es una generación salvada; para mis nietas es historia’”, explica.

Cuando Hayat convirtió a su madre en abuela de una niña, Asha supo que algo había cambiado: “Ahora quería una niña porque estaba segura, sabía que no corría ningún peligro”. El viaje de esta madre por poner a salvo a muchas más niñas como ella continúa.

¿Quieres conocer la historia completa?



Contenido adaptado del vídeo de Asha


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200 millones de mujeres y niñas han pasado por la mutilación genital en todo el mundo. Asha Ismail es una de ellas. Hoy dirige la asociación Save a Girl Save a Generation para concienciar, educar y erradicar la ablación en las nuevas generaciones.


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MÁS INFORMACIÓN

De niña, la mujer [de etnia] somalí es enseñada a obedecer, a ser ama de su casa. Ya te dicen cómo comportarte, cómo sentarte, cómo tienes que vestir, cómo tienes que reír. Te enseñan todo eso porque te están preparando para algún futuro que ellos consideran el mejor futuro para ti. Ese futuro es casarse, tener un marido; eso es importante. Y para tener marido también hay que asegurar la virginidad.


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Sabía que existía la palabra “gudniin” pero no sabía en qué consistía. Era secreto total. Yo me enteré el día que me tocó a mí. Yo desperté a mi madre aquella mañana: “Mami, mami, ¿ya?”. Se levantó, me bañó y entonces me mandó a comprar cuchillas.


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Cuando entré y me quitaron la ropa interior, ahí, un poquito me asusté. Y cuando grité, me metieron un trapo en la boca.


01:29


¿Por qué lo hacen, algo que nos hace tanto daño? Las madres lo hacen como un deber. Lo hacen incluso por amor. Porque ninguna madre haría daño a su hija.


01:42


Cuando existe una mutilación genital femenina, existe un matrimonio forzado, porque la finalidad de asegurar esa virginidad es intentar quitar esa necesidad sexual para que conserve la virginidad hasta que encuentre ese marido, y ese marido no lo encuentra ella; la mayoría de las veces lo encuentra la familia para ella.


02:04


Llega mi matrimonio y me tengo que casar con este señor que nunca lo había visto. Mi vida cambió por completo porque lo que pasó fue una violación.


02:21


Me quedé embarazada y tuvimos relación solo esa noche. Y el momento más duro de mi vida fue cuando me dieron esa criatura en los brazos y yo pensando: “¿Por qué?, ¿por qué tenía que ser una niña?, ¿en qué mundo la he traído para que para que pase por todo lo que yo he pasado?'. Porque eso era el destino”.


02:49


Empecé a convencer a mis hermanas, primas, vecinas, amigas, que todas se unieron a mí al decir: “Que sí, Asha”. Tenemos una cosa en común, que esto no era justo y no lo íbamos a hacer a nuestras hijas.


03:04


Y finalmente fundó como asociación, en 2007, Save a Girl Save a Generation porque, salvando solo a una niña, salvas a toda una generación. Y ya empezamos a formar médicos, policías, jueces… Hemos intentado formar en todos los sectores y seguimos ofreciendo ese servicio para cambiar esa norma social.


03:29


Yo cuento mi vida, mi experiencia, mi vivencia, para invitar a otras mujeres que se atrevan a contar su historia. No tienen nada de qué avergonzarse, pero sí que ayudaría a muchas más a rechazar esa tradición. Y creo que tenemos que ser nosotras, nosotras, las supervivientes, las que digan: “Ya está bien”. Y no repetir, no repetir lo mismo.




Este contenido ha sido elaborado por Yoigo.

 
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Si la historia de Asha te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo

Link de su fundaciòn:


 
Ni una niña sin educación



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Save a Girl Save a Generation colabora junto al grupo ‘Caminando juntas hacia la igualdad’ de Acción en Red en el proyecto Ni una niña sin educación. Acudir a la escuela supone en muchas partes del mundo mantener a las niñas alejadas del analfabetismo, el matrimonio forzado, el embarazo prematuro o la mutilación genital femenina, entre otras lacras. Actualmente, el proyecto se desarrolla en Guatemala y en Kenia, donde Save a Girl Save a Generation colabora activamente en un colegio internado que se encuentra en el condado de Garissa, en la provincia Nororiental de Kenia, una región dominada por comunidades de tradición nómada que gradualmente tuvieron que adaptarse a su actual vida en asentamientos urbanos, después de que su ganado se viese mermado por diversas sequías, un entorno severo y factores económicos.
La proporción de niñas es muy baja en el colegio, lo que está mejorando gracias al proyecto Ni una niña sin educación, desarrollado por Save a Girl Save a Generation, cuyo objetivo es que todas las niñas y mujeres jóvenes en el área del colegio tengan acceso a estudios oficiales en función de su edad y de sus capacidades.

Gracias al proyecto se ha conseguido apoyar a seis niñas que fueron seleccionadas por su vulnerabilidad, falta de recursos y por su disposición y voluntad de continuar sus estudios. A través del proyecto se cubrieron los gastos escolares de seis niñas, y más de cincuenta fueron indirectamente beneficiadas, del siguiente modo:
  • Distribución de material de lectura, incluyendo libros basados en el sistema educativo de Kenia.
  • Lámparas solares: como las familias de las niñas no disponen de electricidad en sus casas se compraron lámparas que se cargan con energía solar para que pudiesen estudiar por la noche.
  • Uniforme escolar: se adquirieron seis uniformes escolares, de uso obligado en Kenia, para asegurar que las niñas pudiesen asistir al colegio.
  • Intercambio de cartas con chicas en España, en las que conversaron sobre diferentes temas como sus aspiraciones, aficiones o costumbres.
  • Safia Ahmed, una de las niñas, tras unos buenos resultados en sus exámenes finales de la escuela primaria fue becada para asistir a una de las mejores escuelas en la capital de Kenia, Nairobi.
  • El proyecto ha tenido beneficios indirectos en más de 50 niñas y mujeres jóvenes gracias a que las seis niñas fueron ubicadas estratégicamente en diferentes clases y barrios donde podían interactuar y servir de referente para sus amigas y compañeras, así como compartir los recursos que les fueron facilitados gracias al Proyecto (por ejemplo los libros de texto).
  • También es importante señalar que los líderes de la comunidad estuvieron involucrados en la implementación del proyecto para asegurar su sostenibilidad y su sentimiento de pertenencia. Por ejemplo, el representante de la asamblea del condado fue el invitado principal al acto de entrega de los artículos a las niñas, al que también asistieron la junta directiva de la escuela, el oficial de educación de Dadaab, el segundo administrador del condado y miembros del comité de desarrollo de la comunidad.
  • Muchas niñas que temían ser casadas por sus padres con el mejor postor, ahora pueden ver la luz al final del túnel. Se han dado cuenta de que este proyecto puede protegerlas del matrimonio precoz forzado, practicado por sus padres que, por tradición, no ven ningún valor en la educación de las niñas.

CONTÁCTANOS
Calle Martin de Vargas 13 - 28005 Madrid
Mobile: +34 658 977 641
Email: info@saveagirlsaveageneration.org
 
muchisimas gracias por traer tanta informacion de estas aberraciones y salvajadas contra las mujeres y niñas q lamentablemente en pleno siglo veintiyuno siguen existiendo ,creas concienciacion en luchar contra ellas del modo q se pueda,sepa y dejen.siempre q firmo peticiones de ongs ,asociaciones ,fundaciones etc etc etc para estos temas y otros de toda indole lo hago con absoluta confianza en que valdra para algo (si no ,no daria mis datos bajo ningun concepto) y otras formas de ayudar al alcance es colaborar aunque sea humildemente con las ongs (yo prefiero colaborar cada año con varias distintas por causas diferentes q centrarme solo en una).
 
muchisimas gracias por traer tanta informacion de estas aberraciones y salvajadas contra las mujeres y niñas q lamentablemente en pleno siglo veintiyuno siguen existiendo ,creas concienciacion en luchar contra ellas del modo q se pueda,sepa y dejen.siempre q firmo peticiones de ongs ,asociaciones ,fundaciones etc etc etc para estos temas y otros de toda indole lo hago con absoluta confianza en que valdra para algo (si no ,no daria mis datos bajo ningun concepto) y otras formas de ayudar al alcance es colaborar aunque sea humildemente con las ongs (yo prefiero colaborar cada año con varias distintas por causas diferentes q centrarme solo en una).
Gracias por tus palabras tan amorosas Felices50! Bienvenida al hilo.
Sabes? yo no creo en ese feminismo de tribuna polìtica pues para nada piensan ni remotamente en las necesidades reales y urgentes de tantas mujeres que viven en medio de bajezas semejantes.
Creo que un real movimiento por las mujeres radica en ocuparse y preocuparse por las realidades y problemàticas de todas las mujeres del mundo.
Que ganar los mismos sueldos que los hombres es importante? sì, claro, pero quizà es màs urgente o, al menos concomitante, el ocuparse de "recordar" que estas cosas existen, que muchìsimas mujeres son tratadas peor que animales maltratados, que son obligadas a vivir totalmente tapadas merced a ideas retrògradas e instaladas por hombres aùn màs retrògrados. Se trata de un problema filosòfico cultural, duro, arduo, profundo. Aquì es donde hay que dar las màs importantes y fuertes batallas. Aunque vivamos en lugares muy lejanos y nosotras tengamos vidas muy alejadas de todo ello. Que mueran en esas horrorosas chozas porque estàn menstruando? no solo ellas, sus hijos tambièn! Seguramente la raìz de esas creencias tenga que ver con èpocas remotas en que la sangre era resistida por temor a pestes. Todo ello ya ha quedado en el pasado, pero esa gente aùn las sostiene.
Y no solo se trata de temas tan radicales como en Nepal y sus chozas, tambièn en algunas religiones sufren discriminaciones durante su menstruaciòn.
Muchas mujeres de la religiòn judìa son obligadas a llevar pelucas para que no se les vea el pelo (similar a las musulmanas), deben usar medias para que no se les vean las piernas e ir vestidas de manga larga incluso en verano. Serà por la misma razòn que la mujer musulmana: para no incitar al pecado al varòn...No serà momento en que todas nos unamos y logremos que instale el autocontrol en esas mentes masculinas en lugar de taparlas? los responsables de la tentaciòn son ellos, que pareciera no pueden sostener una conducta civilizada ante una mujer.
Cada dìa que veo esas cosas siento màs rechazo e indiganciòn. No puedo verlo, me cuesta.
Que las mujeres deban obtener permiso para estudiar!!!
Que miles o millones de mujeres a lo largo de su vida jamàs puedan ser atendidas por un@ gnecòl@... es criminal.
Como mujer de una sociedad occidental me siento indignada ante todas esas cosas.
Tambièn hay que investigar las costumbres de los pueblos originarios pues parece haber similitudes en estos temas.
Claro que los hombres y las mujeres tenemos distintas funciones, las mujeres podemos engendrar y parir, por ejemplo. Pero eso no significa que se deba estar sometida al hombre. Ni ser abusivamente tratada.
El hombre y la mujer, segùn mi punto de vista, deben ir a la par. Complementarse y asì formar una gran uniòn. Creo en el hombre masculino y la mujer femenina. Nadie por delante ni nadie detràs.
Ojo, no se tome este comentario como de contenido discriminatorio respecto de otras preferencias sexuales, que no nos ocupan en este hilo.
Mi intenciòn al abrir este hilo ha sido esta: la de mostrar todos esos temas, horrorosos, reales y que tanto daño causan a tantìsimas mujeres y niñas en el mundo.
La labor de estas mujeres maravillosas, Mae y Asha nos muestran algunos de estos calvarios.
La descripciòn de Asha de su propia mutilaciòn aùn hoy me causa horror. Y ahora entiendo el por què de esos rostros siempre sombrìos...si desde pequeñas son sometidas a tales vejaciones y sufrimientos!!!
Coincido contigo en dar mis datos en campañas para colaborar. Quizà no he encontrado aùn otra forma de ayudar. Pero este hilo ha sido un descubrimiento para mì: investigar, mostrar y recibir comentarios tan maravillosos como el tuyo. Y si al menos una mujer que lo lea decide aportar de alguna manera a la soluciòn de estos temas...habrà valido la pena!!!
Un gran abrazo para ti.
 
Última edición:
Las mil y una discriminaciones de las mujeres árabes
Arabia Saudí levanta la prohibición de conducir, pero quedan muchas otras medidas más lesivas para las musulmanas

FRANCISCO DE ANDRÉS Actualizado:27/09/2017 13:32h

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El entusiasmo despertado dentro y fuera de Arabia Saudí por la orden real que permite a las mujeres conducir un vehículo no oculta la realidad de la larga lista de discriminaciones que aún pesan sobre las saudíes y, en general, sobre todas las mujeres árabes de los países del Golfo.

Estas son algunas de las más lesivas:

1. La libertad de movimientos de la mujer está determinada por el guardián varón (mahram), el marido o algún pariente. En los países donde la sharía es más rígida, como Arabia Saudí, la mujer no puede abandonar la casa -ni siquiera para ir al médico- sin permiso del guardián varón. Tampoco puede viajar ni abrir una cuenta bancaria sin esa autorización.

2. No puede casarse con un no musulmán. Sin embargo, el varón mahometano puede casarse con cualquier mujer. La razón de la discriminación es sencilla: es el hombre quien transmite la condición de musulmán a los hijos.

3. Poligamia. El hombre puede casarse hasta con cuatro mujeres a la vez y tener concubinas. La ley islámica se lo permite, aunque son pocos quienes la practican por razones personales o económicas. El varón no tiene obligación de consultar a su primera esposa su decisión de tomar una segunda.

4. Para el divorcio, el hombre no tiene necesidad de acudir a los tribunales civiles: la sharía le simplifica el procedimiento. La mujer no tiene, en la práctica, la misma facilidad para conseguir el divorcio.

5. El hombre tiene un derecho amplio de recriminar a su mujer, incluso con castigos físicos.

6. El contrato matrimonial no lo firma la mujer, sino su tutor masculino. Normalmente es su padre, pero si no vive lo hace su pariente masculino más cercano.

7. Su testimonio en un juicio vale la mitad que el de un hombre.

8. La custodia y manutención de los hijos corresponde exclusivamente al padre a partir de una edad temprana, que puede ser incluso antes de que cumplan los 7 años.

9. Las hijas reciben la mitad de la herencia que corresponde a sus hermanos varones.

10. Mostrar su belleza con la ropa o el maquillaje. El código de vestimenta en Arabia Saudí es estricto. Las mayoría de las mujeres se ven obligadas a llevar una túnica negra -la abaya- y un velo que deja al descubierto solo el rostro. La policía religiosa saudí controla estrictamente esta norma en las calles y centros comerciales.

11. Darse un baño. Hay playas solo para mujeres. En los hoteles de lujo, las piscinas y gimnasios son solo para los varones.

12. Relacionarse con hombres. Las mujeres deben limitar al máximo su conversación con un varón que no sea de su parentela. Todos los edificios públicos tienen entradas diferenciadas para hombres y mujeres.

13. Practicar deportes a la vista de todos. En las raras ocasiones en que atletas femeninos saudíes han acudido a competiciones internacionales, lo han hecho acompañadas de guardianes masculinos y con ropa deportiva que les cubría todo el cuerpo y el pelo.

14. Probarse la ropa durante las compras. La mera idea de que haya probadores femeninos en las tiendas escandaliza al clero wahabí saudí, fuente de legitimidad de la monarquía de los Saud. Hasta enero de 2012, los empleados de las tiendas de lencería en Arabia Saudí eran hombres, por lo general empleados asiáticos; tras una revuelta de las mujeres, ahora se exige que sean chicas.

15. Leer una revista femenina, que no haya pasado previamente por la censura.

16. Entrar en un cementerio. Los camposantos saudíes están abiertos solo a los varones.

17. Comprar una muñeca barbie. En su día fueron prohibidas en el reino, que las considera provocativas por su ropa, accesorios y posturas.

 
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