No cuadra. En EEUU hay muchisimos veteranos con trastornos de PTSD estres post-traumatico y en casi todos los casos acaba en su***dio...pero solo el de ellos.
Fijate si no en la cantidad de militares, decenas de miles, que han estado en guerras en Afganistan e Irak...y la cantidad de refugiados de esas dos guerras. No escuchas historias como esta de Canarias. Suicidios si. Matar a toda la familia, no.
eso es mentira. Hubo una noticia que además la dio Santiago Camacho en milenio 3 hablando sobre suicidios en militares de Estados Unidos y que encima matan a sus familias, me acuerdo perfectamente de eso.
Veteranos de la guerra en Afganistán matan a sus esposas Asesinatos en casa
3 Ago 2002 | 19:00 h
Afganistán para derrocar a los talibanes y capturar a Osama bin Laden. Tres efectivos que regresaron de la guerra recientemente mataron a sus esposas. El cuarto asesinato lo protagonizó otro efectivo del mismo cuartel, aunque no estuvo en la guerra pero recibió el mismo entrenamiento que el resto. Después de Vietnam, ahora se habla del trauma post-Afganistán
Escribe ANGEL PÁEZ
El sargento Rigoberto Nieves, miembro del Tercer Grupo de Fuerzas Especiales, una de las primeras tropas que penetraron en Afganistán, retornó a su base de Fort Bragg, Carolina del Norte, con una sola idea fija en la mente: salvar su matrimonio. El mismo día que retornó, el 9 de junio, pidió a sus superiores que lo relevaran de su puesto ìpara resolver urgentes problemas familiaresî. Cuarenta y ocho horas después, el 11 de junio, alertada por los vecinos que escucharon gritos y llantos, la policía irrumpió en la vivienda del militar. Había matado a tiros a su esposa, Teresa, y seguidamente se disparó a la cabeza con la misma arma. Ella le había pedido el divorcio.
ìHacía tiempo que no se reportaban incidentes domésticos en la comunidad militarî, opinó ìThe Fayetteville Observerî, el periódico de la ciudad más cercana a Fort Bragg, donde la población está compuesta por familias castrenses.
Pero el 29 de junio ocurrió lo impensable. El sargento William Wright, perteneciente al 96º Batallón de Acciones Civiles de las Fuerzas Especiales, quien había regresado a su hogar en mayo luego de combatir durante siete meses a los talibanes, estranguló a su esposa Jennifer. La familia relató que la víctima le había insistido para separarse porque no soportaba sus celos. Wright mató a Jennifer y abandonó el cuerpo en un baldío, luego reportó a la policía la presunta desaparición de su mujer. Cuando fue hallado el cadáver, durante los interrogatorios negó haberla liquidado, pero los detectives encontraron evidencias de su responsabilidad y lo detuvieron.
La madre de Jennifer, Vilma Watson, informó a la policía que desde la vuelta del sargento Wright estaba atemorizada ìpor los constantes arranques de ira de su maridoî, explicó la mujer: ìYo le pedí que viniera conmigo, pero ella siguió con él porque estaban muy enamoradosî. Watson no podía creer lo que había pasado con la pareja que se habían conocido desde niños en la escuela. ìÉl era como mi propio hijoî, dijo de William Wright, quien había peleado además en Arabia Saudita, Bosnia y Haití antes de ir a Afganistán.
Cuando la comunidad de Fort Bragg era devorada por una vorágine de tristeza y dolor por los casos de Nieves y Wright, y los altos mandos estudiaban la aplicación de programas para las familias de militares con problemas, otro crimen devastó a la comunidad. El mismo día que la policía arrestó al estrangulador William Wright, otro veterano de Afganistán, el sargento Brandon Floyd, baleó a quemarropa a su esposa Andrea, y a continuación se suicidó. Floyd era parte de la Fuerza Delta, la unidad antiterrorista de élite que realiza operaciones secretas y que tiene como tarea capturar vivo o muerto a Osama bin Laden. Floyd también sufría conflictos maritales, los que no pudo solucionar debido a su larga permanencia fuera del hogar. ìSiento en mi corazón que ese entrenamiento que reciben para matar no pueden controlarloî, expresó la madre de Andrea, Penny Flitcraft, quien se quedó a cargo de los tres huérfanos de 8, 5 y 4 años. Ella confirmó que su hija le pidió la separación a Floyd.
El 9 de julio se reportó otro crimen, aunque no se trató de un veterano de Afganistán. El paracaidista Cedric Ramon Griffin, quien pertenecía al 37º Batallón de Ingenieros, estranguló y apuñaló al menos cincuenta veces a su mujer Marylin, y después incineró su casa. Griffin, que había recibido entrenamiento para la lucha antiterrorista, estaba preparándose para su eventual desplazamiento a territorio afgano.
Las autoridades militares han desmentido que exista relación entre la crisis postraumática de los ex combatientes con los cuatro crímenes de Fort Bragg, pero el alto mando ha ordenado la ejecución de programas de ayuda para los veteranos de la guerra contra el terrorismo.
Sin embargo, los asesinatos de esposas en Fort Bragg no son casos aislados. La codirectora del Equipo Especial para la ViolenciaDoméstica del Departamento de Defensa, Deborah D. Tucker, le dijo al diario ìThe New York Timesî que mientras en la sociedad civil los incidentes se han reducido notablemente, en las familias militares han subido. En 1990 se registró casos de violencia doméstica en un 18.6 por ciento de un millar de familias encuestadas, mientras que en 1996 este índice llegó al 25.6 por ciento.
La vinculación entre el estrés de permanecer durante largos meses en el frente de combate y la inseguridad de los hombres respecto a sus mujeres fue admitida por el vocero del Comando del Ejército de Operaciones Especiales, el mayor Gary Kolb, quien reconoció que ìlos asesinatos podrían tener relación con las condiciones en que regresan nuestros hombres de Afganistánî.
Uno de los responsables de los programas de ayuda a las familias de Fort Bragg, Henry Berry, declaró al periódico ìThe Charlotte Observerî que los asesinatos lo habían dejado perplejo porque no habían ocurrido antes.
A la luz de la experiencia de los veteranos de Vietnam, es difícil que no se vuelvan a cometer más crímenes domésticos. El presidente de la división de psicología militar de la Asociación Estadounidense de Psicología, Henry Taylor, explicó a la prensa que los hombres entrenados para matar cuando regresan a sus hogares afrontan duros problemas para reinsertarse. ìDespués de cumplir con ese trabajo para el que fue entrenado, usted regresa a una sociedad donde ese comportamiento no es la norma, y donde ocuparse en otras actividades que no sean las que recibió como instrucción crea un trauma. Superar eso toma mucho tiempoî, explicó Taylor.
Un oficial de las Fuerzas Especiales que hace poco retornó de Afganistán dijo a The New York Times: ìnosotros somos tipos de Clase A que no hablamos de asuntos emocionalesî. Y en relación con los asesinatos señaló: ìson noticias del pasado. Además, los problemas maritales se han reducido porque cada unidad cuenta con numerosos teléfonos que te permiten comunicarse con facilidadî. No obstante, admitió que ìalgunos soldados se preocupan mucho por lo que hacen sus esposas, si están metidas en relaciones extramaritales o no pagan las cuentasî.
Precisamente, el motivo que impulsó a los veteranos de Afganistán a matar a sus esposas fueron de índole sentimental. Cuando ellas les comunicaron que querían el divorcio, comprendieron que mientras combatían a los talibanes y a los secuaces de Osama bin Laden, aliviaban su soledad en brazos de otros hombres. E hicieron lo que más sabían. Apretar el gatillo.