Autoestima y otros temas de psicología

Cambia el hábito…¡Habla de tus alegrías!



¿Qué tal si empezamos hoy mismo ha cambiar algunas pequeñas costumbres? Vamos a empezar el día con el sencillo propósito de hablar únicamente de cosas buenas, de aspectos positivos de tu vida y de este presente que te envuelve ahora mismo.




¿Lo ves complicado? Es posible, puesto que en ocasiones, y aunque nos cueste creerlo, hablar de cosas negativas resulta algo bastante común entre todos nosotros. Común e incluso funcional. “¿Te das cuenta de lo mal que va todo?” “Ya no sé lo que voy a hacer con esta persona, cada vez me hace la vida más imposible”, “Desde luego, tienes razón, a mi pasa lo mismo y cada vez me angustia más”.


Hay veces en que parece que los problemas de unos y los dramas cotidianos de otros, unen sus fuerzas para crear una especie de círculo vicioso donde lejos de propiciar el cambio y una mejora, enquistan aún más realidades. Y esto no es nada saludable.


Hablar de alegrías no es ser egoístas ni cerrar los ojos a las dificultades, en absoluto, es una actitud, una visión más constructiva que nos puede ayudar más en el día a día. Intentemos comprenderlo un poco mejor.


Hablar de alegrías no es ignorar la tristeza



Hablar de alegrías no es ignorar la tristeza. Yo asumo mi realidad, comprendo cada aspecto que me ha hecho daño por dentro, y sin embargo, elijo mirar a la vida con fortaleza y optimismo, porque de ese modo, puedo vivir de un modo más pleno e íntegro. Aportando además, bienestar a quienes me rodean.


“Mirar el lado bueno de las cosas” no es en absoluto el típico slogan de cualquier manual de autoayuda. Es ese apoyo cotidiano en el que dejarnos caer a modo de salvavidas para seguir a flote. Pensemos en ello durante un momento: es posible que muchos de nosotros hayamos pasado momentos difíciles, y que el presente que tenemos ahora mismo, no sea precisamente próspero. No obstante, si yo focalizo mi día a día en la negatividad, no habrá manera de avanzar, no habrá modo de salir de ella.


Y hemos de ir con cuidado, porque la negatividad es como una enfermedad que se adhiere y que asixia, y no solo eso, en ocasiones hasta es contagiosa. ¿Cuántas veces hemos tenido que huir de ese familiar o de ese amigo que nos hacía un listado interminable de sus pesadumbres? Mantener una distancia “higiénica” de estas personas no es ser egoísta, es un sencillo acto de supervivencia.




Focalizar nuestras miras en lo positivo, y hablar de alegrías, nos cauteriza por dentro y a su vez, aportamos positividad a quienes nos rodean. Es posible que en ocasiones cueste, que haya días en que hablar de alegrías sea casi tarea imposible, pero te aseguramos que es un ejercicio realmente saludable, tanto para tu cuerpo como para tus emociones. Las penas duelen, la tristeza ahoga, pero en el negativismo ya hay una dosis de rabia que hiere. Hemos de ir con cuidado.

Como focalizar mi realidad en las alegrías cotidianas


¿De qué modo puedo fijar mi día a día en ese lado positivo y alegre cuando en realidad, no me siento así? No es fácil, eso lo tenemos claro, de ahí que sea importante que intentes aplicar primero estas sencillas estrategias.


1. Ahonda en tus preocupaciones, en tus penas. Compréndelas y descubre cuál es “su forma”, qué las origina y qué puedes hacer para afrontarlas. Si no te es posible solucionarlas, si en tu caso debes asumir por ejemplo, una pérdida, una desilusión, una traición o un simple “adiós”, asúmelo cuanto antes, para después…. Dejar ir.


2. Elimina la charla negativa. Todos nosotros caemos en ocasiones en esos pensamientos casi obsesivos que nos hacen pensar en cosas negativas y hasta fatalistas. ¡Evítalas, no sirven de nada!


3. Construye afirmaciones positivas: hoy va a ser mi día, hoy me van a salir las cosas bien, hoy me voy a sentir bien…


4. Sustituye las afirmaciones negativas por las positivas: “soy un fracasado”— “Soy alguien que merece lo mejor”.


5. Céntrate en el presente: no focalices tu bienestar en el mañana, en “el cuando yo consiga esto entonces…”. No lo hagas, disfruta de tu presente, sé feliz aquí y ahora, disfruta de tus alegrías cotidianas.

Por Valeria Sabater

 
Contagio emocional: ¿Cómo transmitimos nuestras emociones a los demás?



¿Te ha ocurrido alguna vez que, cuando sonríes a la persona con la que estás hablando, te devuelve una sonrisa? ¿Has notado lo que sucede cuando alguien cercano a ti se encuentra triste y te cuenta qué le pasa? ¿Qué le ocurre a los aficionados del fútbol cuando su equipo marca un gol? Las respuestas a estas preguntas puedes encontrarlas en un fenómeno conocido como contagio emocional. Veamos de qué se trata.


Cada vez que interactuamos con una o varias personas los mecanismos de contagio emocional se ponen en marcha. Ya sea con nuestra pareja, en nuestro grupo de amigos o en el lugar en el que trabajamos, nuestras relaciones se ven afectadas por la forma en la que nos dirigimos al otro.




De esta manera y de acuerdo con Daniel Goleman , cada uno de nosotros es en buena medida responsable de cómo determina los sentimientos de las personas con las que día a día interactúa, tanto a nivel positivo como negativo. Pero… ¿cuáles son los mecanismos responsables de que esto suceda?


Las emociones se contagian

Cómo nos saluda el conductor del autobús o nuestra pareja al comenzar un nuevo día puede hacernos sentir ignorados, resentidos o en cambio, valorados. Las emociones, a pesar de ser invisibles, se contagian como si fueran un virus, y lo hacen a través de un intercambio subterráneo en cada una de nuestras relaciones, percibiéndolas como negativas o nutritivas.


El contagio emocional es un proceso imperceptible y sutil que ocurre constantemente en el que se emiten señales emocionales afectando a las personas de nuestro alrededor.

La transmisión de emociones es un proceso primitivo e inconsciente que actúa como una sincronía y parte de nuestra supervivencia. A través de diversos mecanismos las personas se desenvuelven en una danza emocional para entrar en sintonía mediante la mímica de la expresión facial. Todo comienza por una sonrisa, una expresión de rabia o algunas lágrimas. Basta con ver a alguien expresar una emoción para que en nosotros se evoque ese mismo estado.




A pesar de que genéticamente todos estamos preparados para ser partícipes de este contagio, hay personas que tienen mayor capacidad para transmitir emociones o de contagiarse por los demás. Personas hipersensibles que son como esponjas emocionales capaces de absorber cualquier ápice emocional que se produzca a su alrededor como las PAS (Personas altamente sensibles). Por el contrario también existe la otra cara de la moneda, aquellas personas incapaces de sentir emociones como los psicópatas. Pero ¿quiénes son los responsables de que este contagio emocional se produzca?


El papel de las neuronas espejo en el contagio emocional

En nuestro cerebro existen un grupo de neuronas que según Daniel Goleman funcionan como una especie de “wifi neuronal” para conectar con otros cerebros y reflejan en nosotros lo que observamos en los demás. Son las neuronas espejo. Ellas son las responsables, por ejemplo, de que nos emocionemos cuando vemos una película o del sobresalto que sentimos cuando vemos a una persona darse un golpe.


Cuando las neuronas espejo se activan ponen en funcionamiento los mismos circuitos cerebrales que los que están activos en la persona que observamos. De manera que se puede sentir una emoción como propia, aunque no estemos ejecutándola. Así, gracias a ellas y a otras zonas de nuestro cerebro, como la ínsula, se puede explicar el fenómeno del contagio emocional.




Pero, ¿qué persona es la que marca el tono emocional en un grupo? Según diferentes estudios, el miembro más expresivo emocionalmente si es un grupo de iguales. Ahora bien, cuando se trata de un contexto como el trabajo o una clase, en el que hay diferencias de poder, será la persona más poderosa la que marque el estado emocional del resto.


El contagio emocional se produce siempre que se interactúa. Su hilo conector es la empatía.

Empatía vs contagio emocional

Muchas personas al hablar del fenómeno de contagio emocional lo asimilan a la empatía pero aunque tienen ciertos puntos en común y en algún momento uno se sirve del otro no son lo mismo.


Empatizar es ponerse en el lugar del otro, tener en cuenta su perspectiva sobre la vida y sus sentimientos. Todo un arte que no todo el mundo es capaz de encender en sus relaciones con los demás pero que serviría de mucho si lo hicieran. Pero este ponerse en lugar del otro no implica deshacerse de los sentimientos y emociones propios. Simplemente es tener en cuenta que existe e intentar comprenderlo.


Por otro lado, el contagio emocional significa hacerse como propias las emociones de los demás y no saber cómo desprenderse de ellas, sufriendo sus consecuencias.


Para comprender la diferencia podemos pensar que la empatía es como sumergirse en el agua y el contagio emocional es como beberse un vaso de agua. En la primera experiencia lo hacemos para conocer y comprender el comportamiento de este fluido y en la segunda para que forme parte de nosotros.


Ahora bien, esta diferencia no implica que en algún momento no se necesiten y es que para llegar a empatizar se necesitan unas pequeñas dosis de contagio emocional, pero sin llegar a experimentar un secuestro emocional. Esto no quiere decir que el contagio emocional sea malo; lo cierto es que nos resta autonomía, pero si las emociones que se contagian son positivas ¡bienvenido! ¿A quién no le agrada esa risa tonta que somos incapaz de parar y que otros nos contagian?


Para reflexionar te dejamos un vídeo sobre el tema y una pregunta: ¿Qué emociones quieres contagiar a los demás?

Por Gema Sánchez Cuevas
https://twitter.com/intent/tweet?te...-transmitimos-nuestras-emociones-a-los-demas/
 
Inteligencia emocional: la importancia de aplicarla diariamente



La inteligencia emocional es mucho más que un conjunto de enfoques y estrategias que sirven identificar y gestionar mejor nuestras propias emociones. Hablamos ante todo de adquirir una auténtica conciencia emocional con la que poder construir relaciones más sólidas y respetuosas, además de ser una llave de poder con la que nos percibirnos más seguros, exitosos, productivos y felices.


Todos hemos leído sobre el tema, hemos hecho algún curso o nos han hablado de la Inteligencia Emocional en muchos de esos entornos que conforman nuestra vida social: la escuela, la universidad, el trabajo… Gran parte de la población relaciona este término casi al instante con un nombre, el del psicólogo y divulgador, Daniel Goleman.




“La clave para alcanzar un alto cociente intelectual colectivo es la armonía social”
-Daniel Goleman-

Bien, en realidad, mucho antes de que Goleman publicara su conocido libro “Emotional Intelligence” en 1995, este término ya había aparecido en el mundo científico de mano de Michael Beldoch en 1964 y en varios artículos. En ellos, se hablaba de la comunicación y la sensibilidad emocional, de sus implicaciones y de la forma en que determinan nuestras relaciones y personalidad. Desde entonces a esta parte, el tema a avanzado de forma notable, dando lugar a diferentes enfoques y críticas.


Hay muchos expertos que no ven rigurosidad científica en el tema, que no aceptan la idea de que la Inteligencia Emocional sea “otro” tipo de inteligencia, sino un dominio más de la misma, una habilidad. Sin embargo, la implicación que esta perspectiva psicológica, social y motivacional ha tenido en nuestro día a día supera las posibles brechas que puedan o no puedan existir en la teoría de Daniel Goleman.


La Inteligencia Emocional mejora nuestra calidad de vida, las relaciones interpersonales, nuestra autopercepción e incluso nuestra competencia laboral. Es, además, un enfoque que debería vertebrar la mayoría de áreas curriculares de las escuelas, ahí donde educar personas más competentes, seguras y felices.


La importancia de aplicar este enfoque y esta conciencia emocional es clave para mejorar nuestra realidad personal y social. Te explicamos por qué.

1. Inteligencia Emocional, la clave para una vida más satisfactoria

Desde nuestras infancias a muchos nos guiaron por el sendero de la contención emocional. Casi sin saberlo, nuestros padres y educadores nos recomendaban aquello de “no llores, que ya eres mayor”, “si estás enfadado, te aguantas” o eso otro tan habitual de “es que te lo tomas todo a la tremenda”.


La escasa sensibilidad al mundo emocional propio o ajeno determina aún hoy muchos escenarios en lo que habitamos día a día. En el ámbito familiar sigue muy presente ese hostigamiento para camuflar las emociones, por no hablar también de nuestros trabajos, ahí donde siguen triunfando las organizaciones jerarquizadas encumbradas por lideres enfocados a conseguir objetivos inmediatos y que crean un clima laboral opresivo y estresante.


El doctor Goldman nos recuerda que la Inteligencia Emocional está presente en cualquier ámbito relacional, y que tiene a su vez un objetivo esencial: ofrecernos una vida más satisfactoria. Estas serían las claves.


Razones por las que las personas emocionalmente inteligentes son más felices

Imaginemos por un momento la Inteligencia Emocional como una antena. Una antena de doble captación: interna y externa. Gracias a ella aprendemos a conocernos mejor, a comprender el ovillo de nuestras emociones y a su vez, a entender el de los demás.


  • Gracias a la Inteligencia Emocional tenemos una mayor conciencia de nosotros mismos.
  • Manejamos mejor nuestros universos emocionales.
  • Desarrollamos una mejor empatía emocional y cognitiva.
  • Estamos más comprometidos con nosotros mismos.
  • Construimos a su vez una mayor conciencia social.



2. Competencias de la Inteligencia Emocional en el trabajo

El paradigma del trabajo está cambiando. Realidades, ya tan cercanas como la " Gig economy" o la perspectiva de unos trabajos más automatizados o desempeñados por máquinas o robots, hacen que los expertos en este campo nos adviertan de algo muy concreto: en el futuro los conocimientos técnicos no se valorarán, sino que se priorizarán las habilidades personales.


De ahí que competencias, como la creatividad, el pensamiento crítico, el ingenio y la Inteligencia Emocional, sean piezas clave para un mundo laboral más automatizado. Un ámbito para el que los trabajadores deben ser buenos en partes del curriculun que hasta ahora no se tenían demasiado en cuenta, como la Inteligencia emocional

Desde la Inteligencia Emocional aplicada la trabajo nos proponen desarrollar las siguientes competencias:


Autoconciencia


  • Conciencia emocional: saber reconocer nuestras emociones y las emociones ajenas en todo momento.
  • Autoevaluación emocional: saber reconocer nuestras fortalezas y limitaciones.
  • Autoconfianza.



Autorregulación


  • Autocontrol: la capacidad para mantener el control en situaciones críticas.
  • Confiabilidad: la importancia de ser honestos e íntegros.
  • Adaptabilidad: flexibilidad para asumir el cambio.
  • Innovación: la importancia de aceptar y ser promotor de nuevas ideas y enfoques.

Motivación


  • Orientación al logro para conseguir la excelencia.
  • Compromiso para ser parte de los objetivos de la organización.
  • Iniciativa y anticipación.
  • Optimismo y persistencia.
Inteligencia emocional como “combustible” en la educación de los niños

La Inteligencia Emocional es una llave de poder con la cual, desarrollar en los niños su capacidad para construir relaciones más positivas con su familia y sus iguales, para desarrollar una perspectiva más equilibrada de la vida, y para alcanzar a su vez un buen potencial académico en la escuela. Al fin y al cabo, poder gestionar y entender el propio mundo emocional supone tener a mano un canalizador excepcional para el aprendizaje, la atención, la memoria, para controlar la frustración…


https://twitter.com/intent/tweet?te...villosa.com/inteligencia-emocional-aplicarla/
Por otro lado, algo interesante que advirtió el célebre médico del siglo XIX William Osler, es que los niños hacen de sus emociones su primer lenguaje, es así como entienden el mundo, así como se comunican, demandan, expresan, interactúan y exploran, y así como empiezan a desarrollar su conciencia.


Debemos ser por tanto sus guías, sus mediadores y los traductores de esos laberintos emocionales que a instantes los arrinconan en la esquina de la indefensión o en el cubículo de esa frustración que en ocasiones, arrastran hasta la edad adulta.


Desde la Inteligencia Emocional nos aportan estas claves básicas y vertebradoras que deberían formar parte de ese sustrato cotidiano donde se mueve el niño en su día a día. Son semillas de poder y de bienestar que deberíamos sembrar en sus mentes y corazones:


  • Identificación de las propias emociones. Los niños deben aprender de forma temprana a reconocer y discriminar cada una de sus emociones, etiquetarlas y ponerles nombre.

  • Gestión del estado emocional. A medida que un pequeño va creciendo y madurando debe adquirir adecuadas competencias a la hora manejar y controlar sus emociones.

  • Automotivación. Otra estrategia sensacional es la de poder canalizar sus emociones hacia un objetivo puntual, en un motivación cotidiana que lo lleve a alcanzar sus objetivos, sus deseos.

  • Empatía. La importancia de reconocer los sentimientos de los demás y sintonizar con sus señales verbales y no verbales es clave en la Inteligencia Emocional.

Por último, una estrategia esencial en la educación de nuestros niños es potenciar en ellos el adecuado manejo de la interacción interpersonal, ahí donde la asertividad y las habilidades sociales para negociar y resolver conflictos, le ofrecerán sin duda adecuadas fortalezas en su día a día.


Para concluir, tal y como hemos podido ver, el campo de la Inteligencia Emocional enlaza, nutre y revitaliza cada área de nuestra vida. Hagamos de ella nuestro combustible, el viento con el impulsar las velas de nuestra vida en estos mares complejos y cambiantes.

Por Valeria Sabater

 
La religión es un enigma que nuestra mente explica


La religión surgió como una necesidad ancestral, o al menos eso se cree, y se ha mantenido hasta la actualidad sin ningún indicio de que vaya a desaparecer. Si miramos a la historia, nos daremos cuenta de que la religión -si es que se puede hablar de esta de una forma unificadora- ha experimentado muchas variaciones. Así, por ejemplo, hemos asistido al nacimiento de las religiones monoteístas, en las que se adora a un único Dios.


Estos dioses también han cambiado a lo largo de los siglos y han adoptado distintos nombres y formas. Existen dioses de los cuales no se pueden hacer representaciones, así como otros a los que se atribuyen formas fantásticas, en ocasiones, relacionadas con los animales.




“Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas”
-Miguel del Cervantes-

La religión también ha llegado a institucionalizarse y en su nombre se han creado instituciones sociales con el propósito de prestar o mejorar servicios, como la educación y salud. La parte negativa es que también se han sucedido grandes guerras bajo su nombre y se han cometido gran cantidad de crímenes e injusticias en base a dictámenes de fe, mal interpretados en muchas ocasiones.


Explicaciones de la religión

Muchas son las explicaciones que se han esgrimido para intentar explicar el nacimiento y la vida de la religión a través de los siglos. Una de las más defendidas es la que ya expusimos al principio -la religión cumple la función de dar respuestas a aquellas cuestiones que no hemos podido responder de otro modo-, pero esta no es la única explicación que se ha dado a la religión.

A continuación, exponemos algunos de estos intentos por explicar el nacimiento y la subsistencia de la religión:




  • La religión surgió como causa del consumo de drogas. Las personas que consumían sustancias alucinógenas tenían visiones anormales que acababan por interpretar como mensajes del más allá. Algunos chamanes y brujos tomaban drogas pera estar más cerca de los dioses o para comunicarse con ellos a la hora de tomar decisiones. También se considera que el consumo de estas drogas no era intencionado en algunas ocasiones, por lo cual resultan plausibles las interpretaciones que introducen seres divinos.
  • Otra explicación considera que la religión aparece para dar explicación de los fenómenos de los cuales se carecía de una interpretación lógica. Algunos fenómenos, de los cuales nos era tan fácil encontrar una explicación convincente como la lluvia o los truenos, eran interpretables desde un racionamiento lógico y la motivación por explicar su causa llevó a la gente a crear dioses. Así, los dioses eran los que provocaban esos fenómenos para los que se carecía de explicación racional.
  • El surgimiento de la religión también aparece como una forma de idolatría. Algunas personas llegaron a ser idolatradas por sus actos y palabras. Esta adoración llevó a que se crearan religiones entorno a estas figuras.
  • La última explicación aquí recogida nos viene a decir que la religión aparece como una adaptación cognitiva. Por cognición se entienden las funciones, procesos y estados mentales, con un enfoque particular en procesos tales como comprensión, inferencia, toma de decisiones, planificación y aprendizaje. Esta perspectiva es una de las más aceptadas dentro de la biología y de la psicología.
In gods we trust

Según el libro de Scott Atran, “In gods we trust”, la religión trata de trasladar genes con predisposición hacia ciertos comportamientos, hacia la selección grupal y hacia la mimética o imitación. Desde esta perspectiva, la religión no es una doctrina o una institución, ni siquiera una fe. Según esta visión, la religión sobreviene de las labores ordinarias de la mente humana cuando ésta lidia con inquietudes vitales como son el nacimiento, la vejez, la muerte, los imprevistos y el amor.


Para entender esta perspectiva hay que comprender que la religión es costosa y sus doctrinas, en muchas ocasiones, contradicen a la intuición. Por ejemplo, el significado que se da a los sacrificios que proponen algunas religiones. El seguir una religión u otra representa un gran coste y en ciertas épocas podía costar incluso la vida. La comparación entre las características positivas que la religión aporta y las negativas puede dar un balance negativo, lo cual nos indica que la religión no se selecciona simplemente por sus beneficios.


“El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”
-Albert Einstein-

En su lugar, se entiende que la religión es una consecuencia no adaptativa de las características adaptativas de la cognición humana. Esto es, la religión es una adaptación a nivel cognitivo que, por sí sola, no es adaptativa si miramos a los costes y beneficios que reporta. La religión, al igual que otros fenómenos culturales, es el resultado de una confluencia entre medios cognitivos, conductuales, físicos y de limitaciones ecológicas que residen en la mente.


Facultades psicológicas que crean la religión

Como se ha dicho, la religión es desarrollada por ciertas facultades psicológicas que sirven para adaptarnos a las condiciones de vida. Algunas de estas facultades son:


  • Programas afectivos primarios y secundarios: las emociones que sentimos y cómo las interpretamos tienen consecuencias de cara a las interacciones entre personas. Las creencias en una religión hacen que tengamos una respuestas afectivas con nuestro grupo diferentes a las que tenemos con otros grupos, siendo más afectivas hacia los miembros del propio grupo. Esta forma de expresar las emociones era evolutiva en la medida que beneficia al grupo de pertenencia.
  • Inteligencia social: la vida en grupo dio lugar a diferentes interpretaciones que servían para la protección del grupo. El seleccionar un dios u otro está determinado por la pertenencia a un grupo y esta elección, a la vez, crea las diferencias con los otros grupos. La diferencia en esta elección a su vez sirve para regular y legitimar las relaciones que se establecen con aquellos grupos que han elegido un dios diferente, lo cual beneficia al propio grupo.
  • Módulos cognitivos: estos son esquemas mentales que regulan la interpretación de las acciones y los rituales que se realizan. Estos módulos se justifican y entienden desde la religión. Los rituales que se realizan dentro de nuestra religión son comprensibles y aceptados mientras los que realizan otras religiones vienen a parecernos extraños e incomprensibles. Mediante estos esquemas, los rituales y acciones del propio grupo se perpetúan.

En resumen, los humanos contamos con una tendencia para detectar la agencia, o la causa de una acción, allí donde no está presente. Por ejemplo, la creencia en lo sobrenatural puede ser explicada, en gran medida, por la misma adaptación cognitiva que causó que nuestros antepasados interpretaran el sonido de una brisa moviendo un arbusto como la presencia de un tigre dientes de sable.


Esta interpretación era útil en la medida que beneficiaba la supervivencia. Así, los agentes sobrenaturales vendrían a ser un subproducto evolutivo provocado por el esquema de detección de depredadores.


Desde esta interpretación, la religión sería el instrumento que nuestra mente usa para dar interpretaciones plausibles de aquellos eventos que nos son inciertos. A su vez, la mente reproduciría estos mecanismos o esquemas a través de la evolución para cerciorar la pertenencia a un grupo al igual que su supervivencia.

Por Roberto Muelas Lobato
La religión surgió para controlar a las masas.
Desde pequeños nos hacemos preguntas que no tienen respuesta científica sino que tú tienes que hallar tu propia explicación en función de lo que creas.
Excarbar un poco en todas las religiones , todas son cortadas por el mismo patrón y desde hace miles de años , casi ninguna ha evolucionado .... no os llama la atención que ninguna religión tenga como personaje principal a una mujer?
 
Cuando la familia afecta a la relación de pareja



Cuando la familia afecta a la relación de pareja, los cimientos se tambalean y el escenario se complica. Es entonces cuando aprendemos a lidiar con situaciones para las que, tal vez, no estábamos preparados. De este modo, empecemos por hacer una reflexión: en el momento en el que elegimos con quien compartir nuestra vida, de alguna manera también elegimos a su familia.


El tema no es nuevo, lo sabemos. Sin embargo, en medio de este tipo de situaciones orquestadas por las dinámicas interfamiliares, los conflictos, choques y discrepancias siguen siendo (por término medio) bastante recurrentes. Es más, tal y como nos revelan varios estudios, como el publicado en la revista Psychology Today, tres de cada cuatro parejas experimentan problemas significativos con sus suegros, y un 60% de las mujeres suelen experimentar discrepancias con las madres de sus parejas.




“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”.

-Leon Tolstoi-

De algún modo, esto nos hace recordar a aquella maravillosa película de Stanley Kramer “Adivina quién viene a cenar esta noche”. En ella, los padres de la joven -que acababa de comprometerse con un hombre de color- realizan un razonamiento que resumiría la esencia de estas situaciones conflictivas. Uno cree haber educado a la perfección a sus hijos; les inculca unos valores y unas directrices, pero al final estos eligen parejas afectivas que no siempre se ajustan a las expectativas familiares.


A menudo, los padres no definen a sus hijos como personas libres capaces de elegir sus propios caminos, metas o a las personas a quien amar. Los ven más bien como proyectos personales sobre los que proyectar una serie de ideales. Así, cuando estos inician una relación de pareja, suele asomar la sombra de la decepción, el sonido incómodo de que hay algo que falla y sobre todo, esa sombra alargada amenazando el proyecto familiar…


Cuando la familia afecta a la relación de pareja los cimientos pueden balancearse si no se habla sobre el tema.

Entre la espada y la pared: el rechazo de la pareja por parte de la familia

Familias las hay de muchos tipos. Es más, tal y como decía Oscar Wilde, nada es tan hermético y misterioso como ese hogar donde uno cubre las cortinas y nadie llega intuir lo que allí se orquesta, lo que allí se vive. Habrá padres, cómo no, caracterizados por ese principio de salubridad emocional donde entender que hay límites, donde saber facilitar y respetar al máximo la relación de sus hijos con sus parejas.


Ahora bien, en ocasiones ocurre todo lo contrario. El afecto de la familia se vuelve tóxico, controlador y hasta autoritario. Aun más, a veces, iniciamos una relación sin saber que en el lote nos llega la mochila de una familia donde habitan las rivalidades más envenenadas, las dinámicas más adversas. Porque, aunque siempre se hable de la clásica y antagónica relación con los suegros, se obvian los problemas heredados, esos con forma de rivalidad entre hermanos, esas donde pululan primos conflictivos, tíos y yernos, criticones, consuegros que en todo se meten…




Así, podemos hablar de una familia como un microcosmos cargado de múltiples significados y dinámicas. Podemos chocar con parientes mayores tratando de mantener su posición de autoridad o con madres habituadas a comportamientos pasivo-agresivos. Podemos tener roces con las ideas sobre cómo criar a un hijo, sobre ideas religiosas o políticas o lidiar de forma constante, con el convencimiento de que para esa familia no somos lo bastante buenos. Y cuando algo de esto surge y nos afecta, todo empieza a desestabilizarse. Cuando la familia afecta a la relación de pareja y se cruzan los límites de nuestra intimidad, tenemos que enfrentarnos al reto de reconducir la situación sin dañar.

Cuando la familia afecta a la relación de pareja: ¿qué puedo hacer?

Hay quien opta por decisiones extremas, por poner a la pareja entre la espada y la pared y obligarla a elegir. Hay quien crea bandos y con ello, obtiene auténticas tempestades. Otros, eligen el silencio y el dejar hacer, el dejarse llevar hasta ser el centro de todos los agravios, la marioneta que todo lo aguanta por amor a la pareja. Así, tarde o temprano todas estas situaciones acaban afectando a la propia relación hasta llegar a situaciones tan tristes como decepcionantes.


Aunque nos encantaría en muchos casos poder borrar o desactivar la presencia de esas familias conflictivas que a veces acompañan como un apéndice a nuestras parejas, cabe decir que hay mejores opciones. Veamos algunas estrategias sobre las que reflexionar:


  • Mantendremos una comunicación constante con nuestra pareja. Es necesario expresarles cómo nos afecta determinadas palabras, actos o circunstancias. Evitaremos la crítica, se trata solo de evidenciar realidades sin caer en el desprecio o la ofensa.
  • La situación de cada familia es particular. Partiendo de esta idea, es necesario diferenciar entre lo que es aceptable y lo que no, entre lo que es comprensible y lo que es abuso.
  • Llegaremos a un acuerdo con nuestra pareja sobre dónde están nuestros limites. Sobre lo que aceptaremos y lo que no estaremos dispuestos a permitir. El consenso entre ambos debe ser muy alto, pero lo más importante es pautar pronto esos límites con la familia para que queden claros entre todas las partes.
  • Asimismo, es necesario evidenciar siempre aquello que nos hace daño o lo que nos molesta ante esa suegra que nos critica, hacia ese hermano que no nos acepta o hacia ese padre que todo lo quiere saber y controlar. Practicaremos la asertividad para que entiendan el impacto de sus comportamientos, para que vean nuestros límites y comprendan que hay alternativas para mejorar la relación.

Para concluir, aunque en ocasiones la familia influya en la relación de pareja, no siempre lo hace para mal, de hecho muchas familias políticas hacen de lugar de reflexión en los momentos de crisis. Por el contrario, si la influencia es negativa, es importante alcanzar un acuerdo con la pareja sobre cómo actuar, ya que de esta forma conseguiremos que nos brinde su apoyo. Si lo hacemos así, lo más probable es que la pareja salga fortalecida del desafío y que el conflicto se resuelva.


Cuando la familia afecta a la relación de pareja lo importante es establecer un acuerdo sobre cómo actuar.

Por Valeria Sabater
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El miedo que se disfraza de pereza



Quizás, alguna vez, has sentido una tremenda pereza para quedar con tus amigos o asistir a ese curso de oratoria en el que con tantas ganas te habías apuntado. Una parte de ti desea ir, pero llegado el momento o unos días antes parece que la pereza hace acto de presencia. Pero, ¿y si no es pereza? Hoy vamos a descubrir cómo es el miedo que se disfraza de pereza.


Muchas de nuestras emociones se esconden bajo otras y nos confunden. Es como si se pusieran un disfraz para evitar que las descubramos y nos perdamos así en un laberinto emocional. Si lo hacemos, si entramos en su juego y nos perdemos en su realidad, es porque de algún modo no nos conocemos y todavía nos queda por caminar para madurar a nivel emocional.




¿Por qué sentimos pereza?

La pereza no es más que una manera de protegernos y de evitar aquello que no queremos hacer. Cuando se acerca el día en el que vamos a quedar con nuestros amigos o se inicia el curso de oratoria al que nos apuntamos, un gran sopor nos invade. Es entonces cuando empezamos a dar vueltas a muchos pensamientos hasta llegar a la conclusión de que hemos aceptado algo que no queríamos hacer de verdad.


Ahora bien, hay que tener mucho cuidado con este tipo de situaciones. Si la primera reacción que hemos tenido ha sido positiva, pero la pereza asoma cuando se acerca el momento de la verdad, no es que no queramos hacerlo, es que estamos huyendo de algo. ¿Nos sentimos cómodos con nuestros amigos? ¿Ha pasado algo con ellos? ¿Tenemos miedo a hablar en público o a conocer personas nuevas?





El miedo que se disfraza de pereza nos advierte de un posible peligro, de eso que no queremos enfrentar y en lo que no hemos pensado mucho hasta que la situación está a punto de hacerse realidad. Por ese motivo, cuando se acerca el momento, en nuestra mente se dispara una alarma. ¿Qué es lo mejor que nos puede pasar para no enfrentarnos a algo que nos da miedo y no salir de nuestra zona de confort? Está claro, la pereza.




La pereza puede convertirse en una gran trampa cuando está intentando camuflar un gran miedo. Porque expresiones como “en realidad no me apetece”, “tengo que aprender a decir no” o “debo ser más asertivo” quizás estén escondiendo un intento de evitar algo que nos produce un gran temor.
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La pereza se convierte en un salvavidas. Es una reacción para huir del miedo. Pero no podemos caer en la trampa de creer que en realidad deberíamos ser más asertivos con nuestros amigos y decirles “no” si realmente lo sentimos. Hay algo que no estamos queriendo mirar. Un miedo profundo que está usando a la pereza para que nos quedemos en casa y no podamos enfrentarnos a él.


Quitándole el disfraz al miedo

El miedo puede disfrazarse de múltiples formas para que no sepamos detectarlo y no tengamos que enfrentarnos a él. De ahí que trabajar con nuestras emociones nos ayude a destapar y quitar sus disfraces. Veamos qué podemos hacer al respecto.







Imaginemos que hemos tenido relaciones fallidas que han terminado de manera traumática. Nos encontramos solos, disfrutando de nuestra soledad, no obstante cada vez que nuestros amigos quieren quedar (ellos traen a sus parejas), cuando llega el momento nos invade la pereza. La pereza nos insta a quedarnos en casa.


En esta situación podemos pensar que no queremos quedar con esas personas o que no nos apetece. Pero puede que no sea sí. Por ejemplo, puede dolernos ver a nuestros amigos felices con sus parejas, mientras nosotros solo hemos tenido experiencias de fracaso. O quizás, que nos moleste que siempre tengan que traer a sus parejas.


Aunque disfrutemos mucho de la compañía de nuestro amigos, somos víctimas de un miedo atroz que no está superado. Fruto de las experiencias, de aquello sobre lo que no hemos aprendido aún, lo que este miedo nos está diciendo es que volveremos a caer en viejos errores o bien, nos aislaremos para no tener que enfrentar esa desagradable sensación.


El miedo que se disfraza de pereza intenta esconderse para que no podamos quitarle el disfraz y enfrentarnos a él. Creer en su mentira durante mucho tiempo impedirá que vivamos libremente.
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El miedo que se disfraza de pereza lo que busca es protegerse para que no tengamos que enfrentarnos a él. Por una parte, es un mecanismo de protección de nuestra mente para evitar el sufrimiento, pero por otra es un límite a nuestro crecimiento personal.


Empecemos a hacer aquello que tanta pereza nos da. Comprendamos nuestras emociones y, sobre todo, pidamos ayuda. Es importante terminar con ese miedo que se disfraza de pereza. Permitirle que continúe solo hará que vivamos limitados, y esto es incompatible con el bienestar y la felicidad.

Por Raquel Lemos Rodríguez
 
Cómo convertir tu sensibilidad en tu mayor fortaleza



Según la investigadora Elaine Aron, alrededor del 15-20 por ciento de la población son personas altamente sensibles debido a la naturaleza de su sistema nervioso. Estas personas, que generalmente tienen una inclinación hacia la sobreestimulación, la reactividad emocional y la empatía por su sensibilidad, no siempre son bien acogidas por la sociedad


La negación de la sensibilidad es un problema de nuestro tiempo, ya que a menudo se asocia sensibilidad con debilidad. Por eso la mayoría de la gente suprime su sensibilidad, sin darse cuenta de que desarrollada y potenciada de la manera adecuada es una virtud de incalculable valor.




Pero negar la propia sensibilidad y reprimir los sentimientos, especialmente los negativos, solo hace que estos persistan y se conviertan en problemas no resueltos. Sin embargo, ser consciente de la propia sensiblidad y expresarla nos permite liberar una energía emocional que puede ser canalizada de forma creativa y constructiva.


“Nunca te disculpes por sensible o emocional. Esto es una señal de que tienes un gran corazón y no tienes miedo de dejar que otros lo vean. Mostrar tus emociones es un signo de foraleza”


-Brigitte Nicole-





La sensibilidad es algo natural

La sensibilidad es la capacidad para recoger la información sensorial con el sistema nervioso. Es neutral y, por lo tanto, no es ni buena ni mala. Es como un micrófono sensible que recoge los sonidos más sutiles.







El sistema nervioso sensible puede recoger las emociones de la gente, el clima, la iluminación, sonidos, olores y mucho más, para a continuación procesar los pensamientos, sentimientos, emociones y acciones que se han generado en su propio interior.


Aceptar las emociones

Para convertir la sensibilidad en una fortaleza es necesario aceptarse a uno mismo y saber ponerle rienda a nuestras emociones para que estás actúen a nuestro favor y no como un caballo desbocado. Estas riendas no son para reprimirlas o negarlas, sino para liberar a las emociones en el tiempo y en la forma adecuadas.


La represión o la evitación de las emociones a menudo da lugar a lo que se conoce como meta-emociones, es decir, emociones acerca de las emociones, como estar enojado por estar triste o sentirse culpable porque está excitado.




Para convertir la sensibilidad en una fortaleza es necesario experimentar la emoción como es y aceptarla como lo que es.

Muchas personas atesoran toda una serie de comportamientos de evitación conscientes o inconscientes que les impiden sentir tanto las emociones negativas y como las positivas. Su sensibilidad puede hacer que parezca que las experiencias son demasiado abrumadoras, por lo que intencionalmente las destruyen.


Esto puede ser algo tan simple como encender el televisor después del trabajo para evitar la reflexión sobre los problemas del día, o beber o consumir ciertas sustancias para adormecer la estimulación de los entornos sociales complejos. Estas son algunas de formas de ignorar o intelectualizar las emociones, una excusa para no tener que tratar con ellas. Pero no son las únicas.


Para contrarrestar esta tendencia hay que reconocer una emoción cuando está ahí, aceptarla como lo que es, sentirla sin hacer juicios y aceptar las reacciones físicas que nos provoque a fin de dejarla ir.


Sensibilidad, pasión y creatividad

Un rasgo que a menudo viene con ser sensible es ser apasionado y creativo. Las personas sensibles son a menudo los artistas, y viceversa, ya que son más conscientes de sus emociones y son más capaces de comunicarlas a otros a través de su trabajo.





Por desgracia, la educación tiende a valorar más las habilidades científicas y aquellas relacionadas con los negocios desde una edad temprana, lo que aleja a los niños de la expresión artística, quedando esta como un mero complemento del que se prescinde cuando otras cuestiones “más importantes” demandan más tiempo.


Sin embargo, todos en nuestro fuero interior sentimos pasión por algo, a pesar de lo que opinen los demás. Ahí es donde hay que volcar cualquier sentimiento fuerte, que servirá como una brújula que te dice lo que quieres hacer con tu tiempo.


Descansa y reflexiona

Las personas sensibles a menudo tienden a ser muy reflexivas, especialmente si pasan demasiado tiempo en ambientes intensos que son potencialmente abrumadores para ellas. Una buena idea para las personas sensibles consiste en buscar tiempo para hacer prácticas de reflexión, e incluso ponerlas por escrito en forma de diario, consiguiendo así más tiempo para que el nivel de saturación por la estimulación exterior descienda.


Al tomar un tiempo concreto para detenerse y pensar, podemos llegar a ser más conscientes de nuestra situación y los matices sutiles que impactan en nuestro día a día, de forma constante, como la gota de agua sobre la roca.

Por Eva Maria Rodríguez
 
6 consejos para tratar con personas hipersensibles


Las personas hipersensibles son personas extremadamente intuitivas que sienten todo antes y con más intensidad que los demás. Esta extremada sensibilidad suele hacer de estas personas bastante críticas, puesto que los efectos también son mayores.


Los ruidos, los olores o la forma de actuar de los demás suelen ser un punto clave para las personas altamente sensibles. Además, como son plenamente conscientes de esa sensibilidad extrema, suelen estar incómodos y reaccionar en cuanto notan el primer cambio. Muchas veces, su reacción puede parecer exagerada para los demás y no es raro que empeore con el paso del tiempo.




Un problema que suele presentarse con las personas hipersensibles es que no son comprendidas y pasan por ariscas y malhumoradas. La gente no suele entender el motivo de su reacción ni consideran adecuada su intensidad, lo que empeora la situación y crea un ambiente incómodo y desagradable.


El respeto, clave para tratar con personas hipersensibles

No entender la forma de reaccionar o de vivir los estímulos de otro, no es razón para enfadarse o marginarle. Tampoco es razón para burlarse de él o para buscar la manera de hacerlo reaccionar violentamente. Esto, que a muchos les parece divertido, hace sufrir a las personas hipersensibles e influye en su autoestima. Muchos pueden volverse tímidos e introvertidos a causa de ello.


Si vives o pasas mucho tiempo con una persona hipersensible y sus reacciones viene cargadas de mal humor o actitud negativa, tal vez deberías preguntarte en qué medida provocas tú esas reacciones y qué puedes hacer para favorecer reacciones más adecuadas.


El otro no tiene la culpa de ser tan sensible, igual que tú no puedes evitar sentir dolor y alejarte bruscamente cuando una llama se acerca tu piel o un aguja te pincha un dedo.


En todos los casos, respetar la forma de sentir y de recibir los estímulos de las personas hipersensibles es la clave para tratar con ellas y favorecer una relación saludable y clima agradable para todos.






Cómo tratar con personas hipersensibles

Aplicar este principio del respeto puede no ser fácil siempre, sobre todo porque las personas altamente sensibles suelen estar acostumbradas a no ser tratadas adecuadamente. Esto supone que pueden estar predispuestas o hacerse cada vez más sensibles ante la falta de comprensión de la gente de su entorno.


Los siguientes consejos te ayudarán a tratar y también a cuidar a esas personas altamente sensibles que pueden sufrir ante hechos o situaciones no solo que no entiendas, sino que puede que ni imagines.


Habla en voz baja y evita los ruidos

Puede parecer obvio, pero muchas veces no somos conscientes de lo que puede alterar a los demás el volumen al hablar o de los aparatos que tenemos encendidos o el ruido que podemos hacer. Respetar a los demás implica algo tan básico como controlar la intensidad de los sonidos.


Con el ruido y el volumen alto invadimos el espacio personal de los demás y creamos un clima propenso al mal humor y las reacciones bruscas en el que el diálogo y la empatía dejan de ser una opción para los demás.


Cuando el volumen o el ruido nos molesta no somos capaces de pensar con claridad y las emociones empiezan dominar nuestra mente racional. Nos pasa a todos, hipersensibles o no. La diferencia es que el hipersensible acusa antes el estímulo.




No le consideres un quejica

Si hay una cosa que molesta a las personas hipersensibles es que los acusen de ser unos quejicas. Ellos reaccionan igual que tú cuando algo les molesta. La diferencia, una vez más, es que ellos perciben el estímulo antes y con más intensidad.


No pienses en lo que el otro se queja, sino en lo que puedes hacer tú para no irritarlo o cómo puedes conseguir que el entorno no le afecte tanto.
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Pídele que te informe de lo que le molesta

Uno de los problemas de tratar con gente hipersensible es saber qué es lo que le molesta y hasta que punto le afecta. Muéstrate comprensivo y dispuesto a ayudar y pídele de buenas maneras a la persona hipersensible que te explique qué te le molesta. Es más, pregúntale también que puedes hacer para evitarlo si el modo de hacerlo no te parece obvio.


La persona hipersensible también debe saber que no percibes las cosas igual, pero que tienes interés por no molestarle, que lo que haces lo haces sin ser consciente de que le molesta.


Respeta su tiempo y su espacio

Las personas nos adaptamos al entorno. Es una regla básica de la supervivencia. Pero no todos los hacemos igual. Las personas hipersensibles también desarrollan su propia forma de adaptarse a las circunstancias. Y, como le ocurre a cualquier persona, unas lo hacen de una forma y otros de otra, no siendo todas igual de eficaces.


En cualquier caso, las personas hipersensibles desarrollan su propia forma de adaptación y muchas ponen de su parte para intentar llevar una vida normal. Pero necesitas su tiempo y su espacio. Sus estrategias pueden requerir altas dosis de concentración, alejarse un poco de la multitud durante un rato o mantener cierta distancia. Respétalo y será más fácil.





No provoques discusiones sobre temas delicados

Temas como la política y la religión (y en algunos ambientes el fútbol o el deporte predominante en ese país) son temas sensibles en los que hace falta muy poco para terminar discutiendo.


Alimentar conversaciones sobre estos temas puede ser muy delicado para las personas hipersensibles, por lo que no es recomendable enredarse en este tipo de conversación con ellos. Les afectará emocionalmente más que la mayoría.


Pero para las personas hipersensibles puede haber otro tipo de temas delicados. Eso dependerá de cada persona. Por eso es importante intentar detectar esos temas para no discutir sobre ellos y aprender a identificar las señales de que un tema de conversación es delicado para esa persona.


Cuida los detalles

Las personas sensibles son muy observadoras. Al observar los detalles les dan sentido al mundo que les rodea. Los detalles más insignificantes para los demás pueden ser muy importantes para ellos. Cuidar los detalles te permitirá empatizar más con esa persona, mostrarte comprensivo y ayudarla a que se sienta mejor.


Por Eva Maria Rodríguez
 
Los 5 pilares del amor en las personas altamente sensibles


La alta sensibilidad fue descrita por primera vez en 1975 por la psicóloga americana Elaine Aron. Su idea era ahondar en los rasgos de la introversión, descubriendo de pronto algo muy llamativo: las personas altamente sensibles.

La personalidad introvertida no disponía de un patrón clásico y común en todas las personas. De hecho, a día de hoy y gracias a la investigación de Jonatham Check, sabemos que hay 4 tipos muy diferentes entre sí.


Por su parte Elaine Aron, en su libro “The highly sensitive person”, nos explica que una de cada cinco personas es altamente sensible, no se trata pues de un rasgo dentro de la propia introversión. En absoluto: es un tipo más de personalidad.

Experimentar la tristeza o la alegría con mayor intensidad, sentir el sufrimiento ajeno, ser muy intuitivos ya desde nuestra infancia, disfrutar de la soledad, ser muy sensibles al dolor, a la luz o sonidos intensos... Todos ellos son rasgos que suelen definir a las personas altamente sensibles, las cuales, no suelen saber que lo son hasta que son adultos. Hasta que la vida, les ha hecho ver que parecían ir siempre a “contracorriente”.

Ahora bien, dentro de todas estas dimensiones, hay una emoción que las personas altamente sensibles, viven de una forma más compleja. Estamos hablando del amor.

¿Cómo mantener una relación con una persona que no siente las cosas con la misma intensidad que nosotros? ¿Cómo gestionar toda esa amalgama de emociones sin perder el equilibrio? ¿Cómo afrontar una desilusión o un fracaso? Te damos 5 claves para que las tengas muy en cuenta.

La alta sensibilidad es un rasgo, un don que a veces abruma, desborda y hace que te sientas como en una isla solitaria rodeado por un océano lleno de alfileres…

1. El amor a uno mismo

El amor, el respeto a uno mismo es un pacto que debe durar toda la vida. Si hay algo que es cierto, es que las personas altamente sensibles, han pasado mucho tiempo " sintiéndose diferentes", “sintiéndose casi un bicho raro”.

¿Por qué te tomas las cosas tan a la tremenda? ¿Pero por qué eres tan sensible si no ha pasado nada?


Es muy posible que estas frases te sean conocidas. Al final, si a lo largo de mucho tiempo siempre hemos recibido los mismos reproches de nuestras parejas y del resto de personas, lo más probable es que nuestra autoestima se debilite.

Debes pensar que la alta sensibilidad no es algo que tienes. ES LO QUE ERES. Y como tal, debes aceptarlo, porque asumiendo ese don te aceptas también a ti mismo/a.

Puede que estés cansado/a de sufrir, de ver cómo los demás van en una dirección, y tú avanzas a contracorriente. Deja de apegarte al sufrimiento, libérate de las emociones negativas y acéptate con toda tu plenitud, valorando todas tus facultades positivas.

La vida de una persona con alta sensibilidad, puede ser maravillosa, intensa y sutil, porque se experimenta desde su corazón

2. Acepta que los demás no puedan experimentar las cosas a tu misma intensidad

Es muy posible que te hayas sentido frustrado/a porque tus parejas no se daban cuenta de las mismas cosas que tú. No eran tan perceptivos, tan sensibles a los detalles, a las miradas…


Tú sabes leer en los gestos, atiendes cada aspecto, te preocupas por cada palabra y cada movimiento… Sin embargo, tu pareja parece ser ciega a esos múltiples detalles. ¿Significa esto que te quiera menos? En absoluto.

El amor no se experimenta siempre de la misma forma, pero ello no quiere decir que no nos amen. Lo hacen, pero a su manera y tú a la tuya.

Debes aceptar que no todo el mundo viste tu mismo traje ni lleva tus maravillosas gafas. Tu amas a otra escala, acepta que los demás lo hagan a la suya porque el amor seguirá siendo sincero.

3. Gestiona las emociones negativas, no permitas que te hagan prisionero

Cuando una persona altamente sensible sufre una desilusión, cuando experimenta una ruptura, una traición o una mentira, su sufrimiento puede llevarle a la indefensión, y a una depresión. Si la felicidad y el amor se vive de una forma realmente intensa, el fracaso se experimenta de igual forma. Y la caída interior puede ser muy grave.

No lo permitas, acepta desde muy temprano la adversidad, la existencia del fracaso, el conocimiento de la tristeza… Entiende que la vida tiene estos agujeros negros en los que nunca deberás dejarte arrastrar.

Haz que tus emociones sean el aliento de tu día a día, sé resiliente. Aprende de tus pérdidas


4. La sabiduría de la soledad

Si hay un aspecto en el cual, tienes ventaja, es en tu sabiduría de la soledad. Eres de esas personas que encuentran un gran placer estando solas, creando, leyendo, escuchando música… Tienes un conocimiento interior muy vasto, sabes escucharte y atenderte. Sabes hilar el conocimiento de la soledad, porque en ella, te encuentras bien. Eres tú mismo en toda tu grandeza.

Recuerda siempre que quien disfruta de la soledad y de sí mismo, no es dependiente de los demás. No tiene vacíos que llenar porque se ve a sí mismo seguro y realizado.

Elige a la persona con quien desees construir una vida, pero no desarrolles un apego obsesivo o dependiente. No te aferres. No pierdas el placer de tus instantes de soledad.

5. El amor a tu lado siempre merecerá la pena

El amor es una aventura que siempre merece la pena vivirse, y si es al lado de las personas altamente sensibles, puede ser tan increíble como bella.

Tu aportas esa sinceridad que nace del corazón, que intuye y complace, que sabe afinar la felicidad al máximo y que no sabe de mentiras… No cierres las puertas de tu corazón por haber vivido algún fracaso. Una vida que se experimenta desde el corazón tiene mucho que ofrecer al mundo.

Por Valeria Sabater
 
5 señales de que eres un “adulto índigo”


Durante los últimos 10 años, el término “niño índigo” se utiliza para referirse a niños que representarían un estado superior de la evolución humana en el contexto de la corriente de la Nueva Era o New Age. Los que defienden esta hipótesis señalan dicha evolución como un progreso espiritual ético y mental. Una especie de “raza” cuya misión es luchar contra el sistema establecido.


“Al finalizar la Segunda Guerra Mundial empezaron a nacer índigos , aumentando su número en los años 70 y 80”, nos explica la psicóloga Esther Morales León. Muchos de estos jóvenes, a estas alturas, ya han alcanzando la madurez. Ahora se trata de adultos que desconocen si pertenecen a este grupo y, debido a ello, sienten dificultades a la hora de entenderse y saber gestionarse emocionalmente.




La doctora Morales León nos explica que la tarea de las “personas índigo” es aceptarse, valorarse y descubrir su particular misión en la vida, empleando para ello todos los talentos que tienen a su disposición de forma innata, así como su elevado nivel de conciencia. “Todo ello para ser un real aporta a la evolución planetaria”, expone la psicóloga. Hoy compartiremos contigo cuales son las principales características de los “adultos índigo”.


El alma es aquello por lo que vivimos, sentimos y pensamos”
-Aristóteles-

1. Se sienten diferentes a los demás

La personalidad de las “personas índigo” se construye sobre una alta sensibilidad, inteligencia y creatividad. Son, por ello, unos apasionados creando elementos y experiencias, empleando para ello una gran empatía con su entorno. A pesar de ello, las personas índigo se sienten diferentes a los demás, dificultando su adaptación al modelo de vida social impuesto.




Les cuesta tolerar aquellas acciones realizadas a desgana o sin emplear todo el talento por parte de la persona en cuestión, generándoles bloqueos a la hora de gestionar la ira y el enfado. Prefieren escoger el trabajar solos y las posiciones de liderazgo, así como cooperar con grupos pero de forma individual por su parte.


2. Perciben fácilmente la mentira y falsedad

Es cierto que a nadie le gustan las mentiras, por pequeñas que sean. No nos hace sentir bien que decidan por nosotros lo que debemos o no debemos saber. En este caso, “las personas índigo”, al tener un alto desarrollo del sentido de justicia, no les gusta la mentira y la falsedad a la hora de relacionarse con su entorno y ellos mismos. Al percibir sensaciones que otros no ven, son más intuitivos y detectan fácilmente otras realidades ajenas a ellos, pudiendo detectar sin apenas esfuerzo las falacias.


Wendy Chapman, escritora norteamericana de varios libros relativos al tema, nos aporta otras características según resultados de sus investigaciones.


“Son inteligentes, aunque tal vez no hayan tenido las mejores notas. Siempre necesitan saber por qué; especialmente, por qué se les está pidiendo que hagan algo. Les disgustaba y quizás incluso odiaban gran parte del trabajo repetitivos y obligatorio en la escuela”

3. Espirituales a la hora de mejorar su interior y el mundo

Desde pequeñas, las personas índigo gozan de un alto nivel de consciencia de sí mismos, logrando ser perceptivos e intuitivos. Disfrutan de una sabiduría interior innata sobre nuestro sistema vital, desarrollando el pensamiento abstracto desde edades tempranas. Además, poseen gran capacidad a la hora de realizar aquello que sueñan y se proponen. Debido a estos talentos, necesitan llevar a cabo acciones para cambiar y mejorar el mundo, pero pueden tener obstáculos a la hora de identificar su camino.


Buscar la felicidad interior de forma consciente, como prioridad diaria, es una de las señales básicas de las personas con una alta sensibilidad y capacidad para entender la vida, como es el caso de los índigo. Comprender el mundo a través de la espiritualidad, las sensaciones de quienes más queremos o consejos de autoayuda, como el te que presentamos a continuación para trabajar nuestro desarrollo interior, son elementales en su día a día:




5. Son personas altamente sensibles

Las personas índigo comparten una personalidad emocional extremadamente sensible, expresando sus sentimientos ante el menos motivo o pudiendo ser lo opuesto nos mostrando ninguna expresión de emoción. Son muy expresivos sexualmente o pueden rechazar la sexualidad por aburrimiento o con la intención de lograr una conexión espiritual más elevada. Buscan el significado de sus existencias, su misión vital y comprensión del mundo.


Es cierto que no todos los días nos sentimos de la misma forma y afortunadamente contamos con diversos mecanismos para expresar lo que nos sucede. Pero el problema reside en la magnitud de la variación de nuestros estados emocionales. Debido a esta sensibilidad tan desarrollada con las emociones propias y ajenas, las “personas índigo” fluctúan desde la tristeza a la desesperación total.


“El cuerpo humano no es más que apariencia, y esconde nuestra realidad. La realidad del alma”
-Víctor Hugo-

Por Paula Díaz
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7 hechos por los que ser altamente sensible es un regalo


Seguramente ya sepas como yo que ser altamente sensible o PAS tiene sus pros y sus contras. Ha llegado el momento de cambiar la eterna visión que socialmente solemos tener de que la sensibilidad no es algo bueno a la hora de gestionar nuestras experiencias. Y entender que ser altamente sensible tan solo quiere decir que estás conectado de una forma mucho más activa y productiva contigo mismo.


Si continúas pensando que después de toda una vida percibiendo hasta lo más mínimo no es algo positivo, me encantará invitarte a estos 7 hechos por los que ser altamente sensible es un regalo.




“La verdad es para el sabio; la belleza, para el corazón sensible”
-Friedrich Schiller-

Porque te hace más honesto/a

Ser altamente sensible te empuja a ser congruente con lo que sientes interiormente porque sino, emocionalmente te bloqueas. Eso quiere decir que compartimos más fácilmente aquello que sentimos, demostrando por cada poro de nuestra piel la emoción que estamos disfrutando, por muy positiva o menos buena que pueda ser concebida.


Nos permitimos ser auténticos, y ser lo que en verdad eres, sin tapujos y bloqueos. Muchas personas podrán pensar que esta forma de percibir la vida denota cierta estridencia, pero en realidad lo que vale es lo que tu corazón siente. Aquello que los demás no podrán callar nunca. Y con más fuerza te hará ser libre para vivir como quieras.


La intensidad reina en tus emociones

Cuando sientes por duplicado al resto de los mortales, entonces es cuando la intensidad se convierte en la mejor amiga de todas tus emociones: el amor, el dolor, la decepción y la alegría.


Socialmente nos hacen percibir a la intensidad como algo malo, ya que si no sabemos gestionarla nos lleva a no controlarnos y hacer todo aquello que deseamos o necesitamos


Pero, entonces es cuando me pregunto ¿qué hay de malo en no dejarte pendiente nada en tu vida? Aprende a gestionar tu intensidad en cada emoción, en cada palabra, en cada momento de tu vida y entonces tu existencia será increíblemente maravillosa.




Te conectas con la vida

Para mi uno de los inmensos regalos que supone el ser una persona altamente sensible o PAS es que te conectas con la vida. Tus días, absolutamente todos, tienen un inmenso sentido. Todo vale, porque todo tiene un por qué. El ser así te permite ver la magia de lo que te rodea y comprender por qué eres quién eres. El para qué de tu persona y aquellas a las que amas.


Las acciones dejan de convertirse en algo común, estereotipado y aceptas. Aceptas que la vida es fluir, que las cosas cambian, que agradeces lo que sientes y disfrutas. Y sobre todo te permites “dejar ir” y por tanto, ser libre. Libre para ser consciente de que todo, absolutamente todo tiene su para qué.


Tu corazón brilla para ti y aquellos que amas

Ser sensible te hace percibir cualquier emoción a un grado inmensamente excepcional. Por ello, tu empatía se desarrolla a niveles inesperados, volviéndote mucho más compasivo si decides usar ese don positivamente.


Puedes hacer tuya cualquier sensación ajena, porque la vida te entrega la misión de escuchar y ayudar incondicionalmente. Aprendes que tienes permitido decir no, pero siempre te encantará ofrecer tu ayuda a aquella persona merecedora de tu amor incondicional y brillante corazón.


Tu intuición es como una estrella caída del cielo

Tienes un grado de sensibilidad tan alto que puedes permitirte sentir más allá de lo establecido. Te confesaré que cuando fluyes y dejas ir lo más elemental, tu intuición despierta de una forma sobrenatural. Y la conviertes en una herramienta potente para sentirte pleno, feliz.


Te permites intuir situaciones y sentimientos, tanto tuyos como ajenos. De esta forma gestionas tu propio YO, tu esencia y lo más importante, tu amor hacia ti mismo y la vida por aquellos que amas. Les permites una ayuda eficaz inconscientemente, algo que creeme, agranda tu corazón y te hace aún mejor persona.


Sabes relacionarte con los demás

Te confiaré que últimamente a mí me sucede con mi pareja. Y es que cuando eres una persona altamente sensible percibes pequeños brillos de las personas con las que te estás relacionando, como si de un mapa del tesoro se tratase. Esos brillos que te guían hacia donde se encuentra el verdadero potencial de esa persona, sus necesidades, secretos inconfesables…


Eres alguien muy perceptivo, lo cual te permite conocer mucho más y adelantarte a lo que los demás requieren de una forma mucho más intensa que lo habitual. Todo ello te permite crear vínculos inconscientes llenos de intensidad con tus seres amados y entorno
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Ser altamente sensible constituye tu verdadera esencia

Habrá muchas personas que no te entiendan, incluso se propongan desanimarte en un intento de infravalor el hecho de que ser sensible implica algo hermosamente bueno.


Recuerda que cuando algo nos da miedo, los seres humanos tenemos tendencia a infravalorarlo y rechazarlo directamente, sin pararnos a pensar si puede verdaderamente o no ayudar a la persona en cuestión.





Probablemente, como me ocurrió en mi vida, te hayas sentido infinidad de veces incomprendido o que “algo no iba bien” en tu vida. Espero que con estos 7 hechos comprendas el potencial tan inmenso y regalo vital que puedes y tienes derecho a gozar como ser humano que eres.


“La sensibilidad constituye el egoísmo mismo del yo. Se trata de lo sensible y no de lo sentido. El hombre como medida de todas las cosas -es decir, medido por nada- que compara todas las cosas, pero incomparable, se afirma en el sentir de la sensación”
-Emmanuel Lévinas-

Por Paula Díaz
 
Respira y no temas, porque lo que es verdadero… perdura



El amor verdadero nace del choque entre dos almas semejantes que se encuentran y se afianza gracias a dos mentes maduras y conscientes que se respetan, que se quieren libres pero que eligen caminar juntas. Así que confía y no temas, no siembres tu corazón de miedos e inquietudes porque lo que es auténtico perdura, lo que es hermoso se cuida y no tiene por qué doler.


Sabemos que a día de hoy muchos no terminan de creer en esta idea del amor por las decepciones que han sufrido cuando le han dado vueltas, pero en lo que menos sí confían es en la siguiente palabra: “perdurabilidad”. ¿Cómo hacerlo? Vivimos en la era de la obsolescencia programada, casi todo tiene fecha de caducidad. A su vez, corrientes filosóficas como la de Zygmunt Bauman, padre de la modernidad líquida o la del siempre desafiante Slavoj Zizek, trayéndonos su ácido desencanto social, nos dibujan una realidad donde nada dura, donde todo lo que trasciende tiene poco de positivo.




Así, en este presente donde la mayoría conectamos con el descontento social y donde los cambios siempre están a la orden del día…¿Cómo confiar en que aún existen dimensiones realmente perdurables? ¿Cómo creer en sentimientos firmes, en amores eternos, en relaciones que nunca se dan por vencidas?


Decía Sir Francis Bacon que las personas estamos dispuestas a creer aquello que nos gustaría que fuera cierto. Por tanto, para construir algo verdadero, una relación satisfactoria, feliz y perdurable necesitamos no solo confiar en el amor, sino creer en él, invirtiendo esfuerzos, tiempo y cariño del bueno en esa persona especial, en esa persona amada. Porque lo que se quiere, se cuida, y lo que se cuida, tiene más posibilidades de perdurar.

El amor verdadero en tiempos de crisis y neurociencia
Amor en tiempos de crisis no es fácil.
No lo es cuando hay dificultades económicas, cuando nuestros millenials, por ejemplo, carecen de medios y recursos para independizarse, para crear un proyecto firme de pareja que tenga razonables expectativas de futuro. Tampoco es fácil para quien afectado por el desempleo se sumerge en un periodo de crisis, en una etapa de incertidumbres y angustias que impactan en su propio auto-concepto, que ataca directamente a su proyecto de vida y repercute en su propio desarrollo personal. Dimensiones que afectan a ese lienzo rico en matices que es una relación de pareja.

El amor verdadero es aquel que ha aprendido a caminar con soltura por la cuerda floja. Porque la vida no es fácil, lo sabemos, pero el amor del bueno, ese de 24 kilates y dureza 10, sabe estar ahí manteniendo el equilibrio a pesar e las embestidas, a pesar de las crisis externas y sobre todo las internas. Esas donde uno termina dudando de sí mismo, donde se descalzan las esperanzas, las convicciones y se diluyen las autoestimas…

La buena pareja, el amante consciente y persona excepcional sabe bien cómo ser nuestro centro, como nuestra estrella Sirio, la más brillante de todo el cielo nocturno, esa que nos guía para que volvamos a casa…


Porque, admitámoslo, en realidad no nos importa demasiado que la neurociencia nos explique que amar es el simple resultado de tres ingredientes: dopamina, oxitocina y norepinefrina. No nos importa porque la realidad neurobiológica no empaña ni un ápice la magia ni aún menos el saber hacer.


El amor verdadero: una suerte inesperada que hay que cuidar
Stephen Hawking dijo una vez que el amor es mucho más complicado que la física, y que a veces, pasamos tanto tiempo mirando el cielo que olvidamos que lo más preciado está en la Tierra. Sea como sea a veces lo hacemos, lo descuidamos aún sabiendo que el sentimiento es auténtico y que es la persona elegida, pero la razón de por qué nos comportamos así es compleja, variopinta y instantes incomprensible para la razón.

“Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender”
Françoise Sagan
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El amor es extraño, no hay duda, pero como dijo Haruki Murakami en “Sauce ciego, mujer dormida”, algo así solo ocurre en contadas ocasiones. Esas en que encontramos a alguien a quien podemos trasmitir nuestro estado de ánimo con exactitud, a alguien con quien es posible comunicarnos a la perfección… Y esa, es una suerte inesperada de la que no todos llegan a disfrutar y tampoco siempre, por supuesto.


Así pues, si esto ocurre y experimentamos esa maravillosa casualidad… ¿por qué no hacerlo bien? ¿Por qué no poner nuestros pies en el suelo, nuestro corazón en el centro y nuestra mente en ese nivel donde vibra la madurez y la responsabilidad?


Sin duda merece la pena, porque quien nos vio, cuando éramos invisibles para el resto, lo merece todo. Porque quien te prefiere sin necesitarte te cuidará como mereces, a fuego lento, a viva llama y de forma paciente, dejando que el propio tiempo y la felicidad hagan de ese amor algo perdurable.

Por Valeria Sabater

 

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