Autoestima y otros temas de psicología

"Múltiple" (Split), una película sobre el Trastorno de Identidad Disociativo
Analizamos este thriller psicológico de Shyamalan sobre el Trastorno de Personalidad Múltiple.
por Alex Figueroba

La personalidad múltiple o trastorno de identidad disociativo (TID) se ha tratado en la ficción de forma recurrente. La novela "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde", de Robert Louis Stevenson, y la película "Psicosis", de Alfred Hitchcock, influyeron en un gran número de obras posteriores, en especial en el cine americano.

Múltiple (Split), la última película de M. Night Shyamalan, guionista y director de "El sexto sentido" y "La visita", es el ejemplo más reciente de la utilización de la personalidad múltiple en la ficción. No obstante, existe una gran controversia con respecto a las películas que utilizan el TID para narrar historias sobre violencia y locura, y sobre la misma existencia del trastorno.

El trastorno de identidad disociativo
Según el DSM-IV-TR, en el trastorno de identidad disociativo coexisten dos o más identidades en una persona. Estas personalidades controlan el pensamiento y los movimientos alternativamente y pueden tener recuerdos y pensamientos distintos, por lo que cada alter ego no necesariamente tiene la misma información que el resto.

La personalidad múltiple se debería a perturbaciones que impedirían el desarrollo normal de la identidad, más que a la ruptura de una personalidad formada. Mientras que la identidad primaria de las personas con TID normalmente es pasiva y depresiva, el resto tienden a la dominancia y a la hostilidad.

Fine atribuye el trastorno de identidad disociativo a un proceso de sugestión similar a la hipnosis que provoca la amnesia selectiva. No obstante, las personalidades pueden estar jerarquizadas de modo que algunas controlen al resto y puedan acceder a sus recuerdos y pensamientos. El cambio de una identidad a otra se atribuye normalmente a grados variables de estrés.

Asimismo las distintas identidades pueden interactuar entre ellas, entrar en conflicto y manifestarse a las otras como alucinaciones visuales o auditivas; son típicas las referencias a los alter egos como voces. Esto puede sugerir ciertas similitudes entre la personalidad múltiple y los trastornos psicóticos como la esquizofrenia.

El trastorno de identidad disociativo se diagnostica más frecuentemente en mujeres que en hombres. Las mujeres además suelen tener más personalidades. En general las personas a las que se diagnostica personalidad múltiple tienen entre 2 y 10 identidades distintas.

La controversia en torno al TID y la disociación
Se considera que el trastorno de identidad disociativo es una manifestación extrema del trastorno por estrés postraumático. En estos casos suele haberse dado un trauma en la infancia, normalmente abuso o negligencia paternos. Los síntomas se producen como defensa ante emociones y sensaciones que el menor no es capaz de manejar de forma consciente. Asimismo es frecuente que se dé conjuntamente con trastornos depresivos, trastorno límite de la personalidad y adicciones.

En general los síntomas de TID son atribuidos o a la disociación o a la simulación. Un dato que parece reforzar la perspectiva de que la personalidad múltiple es fingida es el hecho de que se diagnostica con mucha más frecuencia en Estados Unidos, donde se han producido la mayoría de películas que giran en torno a este fenómeno.

Hay quienes afirman que el trastorno de identidad disociativo es un diagnóstico quimérico usado sólo por el Psicoanálisis, al que en muchos casos se condena desde otras orientaciones argumentando que genera creencias falsas en los pacientes.

El término “disociación” hace referencia a la desintegración de la vida mental: la conciencia, la percepción, la memoria, el movimiento o la identidad. La disociación, propuesta a finales del siglo XIX por Pierre Janet, fue utilizada por los teóricos clásicos del psicoanálisis para explicar la histeria.

Aun hoy en día se utiliza frecuentemente la disociación como constructo explicativo. Autores de orientación cognitivista como Hilgard y Kihlstrom afirman que la mente humana es perfectamente capaz de provocar fenómenos disociativos como la personalidad múltiple a través de un proceso cerebral similar a la hipnosis focalizado en la conciencia o la memoria.

Las 23 personalidades de Kevin en "Múltiple"
(Atención: este apartado contiene spoilers moderados.)

Múltiple es un thriller psicológico en que un hombre llamado Kevin secuestra a tres chicas adolescentes, aparentemente con la intención de usarlas para alimentar a un ser imaginario o real conocido como “la Bestia”. En Kevin coexisten 23 personalidades, pero las que vemos durante la mayor parte de la película son las más hostiles y peligrosas, que han logrado tomar el control de su cuerpo sustituyendo a las identidades más adaptadas.

El actor protagonista, James McAvoy, se pone en la piel de 9 personajes distintos durante la película. Los que más interactúan con las jóvenes secuestradas son Dennis, un hombre con trastorno obsesivo-compulsivo que disfruta viendo bailar a chicas desnudas, Patricia, una mujer inquietantemente cordial, y Hedwig, un niño de nueve años que cecea –y que es un gran fan de la música de Kanye West. Estas tres identidades rechazadas son conocidas por el resto como “la Horda”.

Buena parte de la tensión de la película, especialmente durante los primeros minutos, reside en el hecho de que, como las tres chicas, el espectador nunca sabe cuál de las identidades va a tomar el control en siguiente lugar, ni cuándo.

El trastorno de identidad disociativo en la película
Según describen las identidades de Kevin, todas ellas esperan sentadas en una habitación oscura hasta que Barry, un hombre extrovertido y sensible que constituye la personalidad dominante, les “da la luz”, es decir, les permite controlar el cuerpo que comparten. A Patricia y Dennis, las “personalidades indeseables”, les está prohibida la luz por el peligro que suponen.

Por contra el pequeño Hedwig, que también es rechazado por la mayoría de las identidades, tiene la capacidad de estar “en la luz” siempre que lo desee. Hedwig representa una regresión a la infancia que se produce en momentos en que Kevin no puede hacer frente a la realidad de sus acciones; es interesante que, en la estructura de personalidad del protagonista, estas regresiones tengan prioridad no sólo por encima de las personalidades “sanas”, sino también de los deseos violentos.

De entre las personalidades aceptadas por la conciencia de Kevin, las que llegamos a conocer durante la película son Barry, ya mencionado, Orwell, un hombre obsesionado con la historia y que habla de forma grandilocuente, y Jade, la única de todas las identidades que tiene diabetes. Estos alter ego mantienen una especie de alianza con los que no aparecen; juntos han logrado mantener a “la Horda” fuera de la experiencia consciente, o al menos del control de Kevin, hasta poco antes de que empiece la trama de Múltiple.

Barry y sus aliados visitan de forma regular a una psiquiatra, la Dra. Fletcher. Ésta mantiene la hipótesis de que las personas con personalidad múltiple pueden alterar la química de su cuerpo a través de la autosugestión, debido a las creencias que mantiene cada una de las identidades sobre su propia naturaleza. Para la psiquiatra, las personas con TID pueden desarrollar el “potencial humano” en un grado mucho mayor que quienes no tienen el trastorno.

¿Es realista la trama?
Buena parte de las características del trastorno de Kevin están basadas en los criterios diagnósticos y el curso clínico habitualmente descritos para el trastorno de identidad disociativo. Las identidades alternativas se empiezan a desarrollar debido a los abusos físicos que el protagonista recibe de niño por parte de su madre, en particular las más hostiles, que guardan rencor a las otras porque fueron ellas quienes soportaron el sufrimiento durante esos momentos.

Tanto en el trastorno por estrés postraumático como en el TID es habitual que se haga referencia a experiencias de disociación que tuvieron lugar en los momentos traumáticos; se establecería así el hábito de utilizar mecanismos disociativos para escapar de la realidad en momentos de estrés intenso. El conocido pianista James Rhodes, autor del libro autobiográfico "Instrumental", refiere experiencias disociativas similares pero sin presencia de personalidades múltiples.

La estructura de personalidad de Kevin resulta bastante coherente con las de los casos diagnosticados como personalidad múltiple. Las distintas identidades están jerarquizadas de modo que algunas de ellas (o al menos Barry, la personalidad dominante) pueden acceder a los recuerdos del resto, mientras que, por ejemplo, el niño Hedwig desconoce completamente los pensamientos de los demás. Estas diferencias en el acceso a los contenidos mentales generan las lagunas de memoria de cada una de las identidades.

A priori, la posibilidad de alterar la neurobiología en función del estado de personalidad es uno de los aspectos menos creíbles de la película. No obstante, en muchas ocasiones las personas con personalidad múltiple no sólo afirman que sus distintas identidades tienen trastornos mentales distintos, como es el caso del TOC selectivo de Kevin, sino también que algunas pueden ser diestras y otras zurdas, unas necesitan gafas y otras no, etc.

Como hemos dicho al principio del artículo, un gran número de profesionales cuestionan los testimonios y los estudios que dan apoyo a estas posibilidades. En cualquier caso, en Múltiple Shyamalan utiliza el trastorno como excusa para jugar con los límites entre la realidad y la ficción, como ha hecho durante toda su filmografía.

Controversia en torno al cine sobre personalidad múltiple
La película Múltiple ha sido criticada por grupos que trabajan por la salud mental, como la asociación australiana SANE, y se han registrado peticiones de firmas online en su contra. Desde estas plataformas se advierte de que Múltiple y otros productos de ficción similares, en particular provenientes de Hollywood, son dañinos para las personas con trastornos mentales complejos. Argumentan que se induce a personas que no tienen más información sobre los trastornos que la que obtienen a través de películas a pensar que las personas que los sufren son peligrosas y de naturaleza agresiva.

Si bien conviene saber separar realidad de ficción y entender que el cine no deja de ser un entretenimiento, es cierto que la utilización repetida del trastorno de personalidad múltiple en películas de terror ha transmitido una imagen sesgada de éste –en caso de que realmente exista tal entidad diagnóstica.

https://psicologiaymente.net/cultura/multiple-trastorno-identidad-disociativo
 
Las relaciones son el espejo en el que nos vemos a nosotros mismos



El mundo de las relaciones humanas irremediablemente nos interesa y nos afecta, no podemos permanecer indiferentes a este hecho. Vamos aprendiendo a descubrir quiénes somos a través de los ojos de los demás, y cada persona que conocemos durante el transcurso de nuestras vidas nos puede aportar algo diferente.


¿Permaneces abierto a la posibilidad de que cualquier persona puede aportarte algo importante en tu vida? Dependiendo de nuestra apertura, esto será más o menos cierto, lo importante es reconocer que cada persona tiene este potencial en nuestras vidas, al igual que nosotros en la vida de los demás. Estar atentos a esta posibilidad y aprovecharla ya depende de cada cual.




“El encuentro de dos personas es como el contacto de dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman.”
-Carl Gustav Jung-

Las relaciones como oportunidad de aprendizaje

Cada relación que vivimos es potencialmente importante. Cualquier encuentro que tengamos puede hacernos descubrir muchas cosas acerca de nosotros mismos. Ya sea en nuestras relaciones de pareja, con familiares, con nuestras amistades, relaciones esporádicas y relaciones de trabajo. Cualquier tipo de relación puede tener un impacto en nosotros.

Toda relación se convierte en una oportunidad para comprobar cómo reaccionamos ante cada persona; cómo nos comunicamos, qué sentimos, qué nos produce malestar; qué conductas nos agradan, cuáles nos producen rabia y enfado, etc.




Todas nuestras reacciones en los vínculos que creamos tienen que ver con un aspecto nuestro, muchas veces inconsciente, que no conocemos o incluso rechazamos

Cuando ponemos el foco de atención en la otra persona con respecto a cómo nos sentimos estamos perdiendo una valiosa perspectiva. No es la otra persona la que me ha generado esta emoción, si no que he sido yo el que ha tenido esta reacción frente a su conducta, lo cual puedo indagar y ver de dónde proviene; como una oportunidad para saber qué tiene esto que ver en mi vida.


Reaccionar así supone ser muy consciente de que no es la otra persona quien provoca rabia, malestar o tristeza en mí, tampoco la que me genera felicidad, alegría o entusiasmo. Todo el repertorio de emociones, ya sean agradables o desagradables, las generamos nosotros mismos a través del vínculo. Son respuestas que emitimos con respecto a nuestra experiencia y sistema de creencias.



La relación como espejo de mí mismo

Existen muchos sentimientos, deseos, intenciones que por ciertos motivos nos avergüenzan y rechazamos de lleno. Son partes de nosotros que no estamos dispuestos a ver; y para defendernos de esto utilizamos la proyección. Proyectamos en otras personas lo que no estamos dispuestos a ver en nosotros.

“Todo lo que nos irrita de otros nos lleva a un entendimiento de nosotros mismos.”
-Carl Gustav Jung-

Tenemos reacciones emocionales que activan la proyección, y pueden ser tanto positivas como negativas. En las positivas te estás reflejando en la otra persona con una parte que te gusta de ti, que valoras y aprecias y de la cual no eres consciente.

En las negativas estás reflejando algo que te censuras, una parte de ti que no te gusta, haciendo todo lo posible por reconocerla, lo que supone un conflicto interno que interfiere en las relaciones.

Siempre es interesante reconocer nuestras proyecciones porque vemos cómo nuestras actitudes e impresiones hacia las personas y el mundo que nos rodea son esencialmente las ideas rechazadas que albergamos hacia nosotros mismos.

Las relaciones que mantienes dicen mucho de ti
Donde menos esperamos encontrar, resulta que cualquier persona puede proporcionarnos un gran amor, una hermosa compañía e importantes aprendizajes. Nos volvemos exigentes esperando a que esto nos llegue del exterior, sin embargo, es una cuestión interna. Todo lo que es significativo para nuestras vidas aparece cuando estamos en disposición de poder albergarlo.

Suele ocurrir a menudo que precisamente las personas con las que tenemos relación son las que mejor que nadie pueden incitarnos a poner en juego todos nuestros recursos. Por frustrantes que sean, tal vez sean justamente las que necesitamos: la persona ‘menos adecuada’ suele ser nuestro mejor maestro.”
-Elisabeth Kübler-Ross-

La integridad, entereza y estabilidad no nos la puede ofrecer nadie, y no es justo que carguemos a los demás con esa responsabilidad. Todo esto procede de nuestro interior, y es facilitado a través de las relaciones que mantenemos.

Por Rafa Aragón

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¿El optimismo es una cualidad innata o aprendida?


Ser una persona optimista va mucho más allá de ser alguien alegre o divertido. El optimismo es un hábito de pensamiento que nos permite ver lo positivo de todo aquello que nos rodea o nos toca pasar.

Qué NO es el optimismo
El verdadero optimista no es un iluso que vive soñando con fantasías. No se trata de un querer ver todo “en color de rosa” a toda costa y sin razón, o sin aceptar la realidad tal cual es.


Alguien optimista puede ver y reconocer perfectamente las dificultades, pero no se hunde en ellas, sino que las considera una oportunidad para cambiar, mejorar y crecer.El optimista es confiado y está seguro de que cada problema presenta nuevas posibilidades.

Aunque el optimismo se relaciona mucho con el buen humor, ambas cosas no son exactamente lo mismo. El optimismo es un hábito de pensamiento positivo. Etimológicamente, el optimismo está definido como la tendencia a esperar y ver el aspecto más favorable de las cosas.


A qué conduce el pesimismo
Una persona pesimista se cierra al cambio, reduce la autoestima, sepulta las posibilidades de transformación y no sabe valorar los logros adquiridos en cualquier terreno de la existencia. Al pesimista le cuesta disfrutar, pues siempre estará viendo aquello que falta, el “medio vaso vacío”.

Ventajas del optimismo
De acuerdo a la investigación realizada por el psicólogo Martin Seligman, tanto con adultos como con niños, la gente optimista es menos propensa a sufrir depresión, generalmente son personas más exitosas en los ámbitos educativos y laborales y suelen disfrutar de un mejor estado de salud.


¿Se puede aprender a ser optimista?
El optimismo representa una verdadera cualidad de la inteligencia emocional. Este hábito de pensamiento positivo puede aprenderse, o no, desde pequeño en el seno familiar, cuando el entorno del hogar lo incentiva. De hecho, es muy común ver en los hijos el mismo tipo de visión ante la vida que tenían sus padres o familiares, ya sea un enfoque que tienda al pesimismo o al optimismo.

Ser optimista es manifestar una actitud positiva frente a la realidad, es un estado de ánimo que, sin dudas, debemos y podemos cultivar. El optimismo nos permite valorar las mejores cualidades de los demás y de nosotros mismos, sin exageraciones ni juicios extremos. Se trata simplemente de ver las cosas tal cual son, dando a los errores e inconvenientes el lugar que le corresponden, ni más ni menos.

Y tú, ¿qué tendencia tienes?
Es muy importante que cada uno de nosotros podamos descubrir cuál es nuestra tendencia en la forma de pensar y ver la realidad. En el caso de que observemos una tendencia al derrotismo, al pesimismo, deberemos re-educarnos para poner en práctica el pensamiento positivo.

Cuando alguien trae un hábito de pensamiento muy arraigado, es lógico que cambiarlo no resultará una tarea sencilla. Pero es necesario saber que tampoco se trata de algo imposible. Siempre estamos a tiempo de cambiar, mejorar y alcanzar una mayor plenitud en la vida.

Por Paula Aroca
 
Hay que dejar ir a quien nunca ha estado


No hace falta irse para no estar. Hay muchas maneras de ser impuntual e incluso de no presentarse en la vida de alguien. La ausencia en la vida de quien te quiere es algo que se elige. Entonces debemos plantearnos aquello de dejar de buscar excusas para quedarnos y decir adiós o dejar ir. Pero un ADIÓS de esos que se visten con tilde y mayúsculas, y así cierran todos los huecos por los que se pudiera volver a entrar. A cal y canto.

O sea, que igual en vez de dejar ir lo que debemos aprender es a marcharnos nosotros cuando vivimos en una situación que nos desgasta y no tiene solución.

Cuando eres capaz de desligarte de algo que te ha aprisionado durante mucho tiempo consigues aclarar tu mente y deshacerte de las ausencias que no comprendías y mantenían tu vida pendiente de un hilo.


Crecer es aprender a decir adiós
Conseguir decir adiós o dejar ir a quien nunca ha estado significa no retroceder, separar lo que nos enriquece de lo que nos desgasta, cuidar nuestra propia valía y dejar de arrastrarnos suplicando migajas de un amor que solo existe en nuestra mente.

Cuando no hay reciprocidad o la balanza se inclina hacia el dolor la relación pierde todo sentido y, por lo tanto, lo único que consigue es que agonicemos a la espera del sello que finiquite el final que estaba entretejiendo sus hilos.

En el momento que soltemos nos daremos cuenta de que dar el paso y soltar significa liberarnos, crecer y crear una nueva vida. Esa nueva atmósfera propiciará que podamos sembrar nuevas emociones en un terreno que hasta entonces no era fértil.



“Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo.

Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.


¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!”

-Paulo Coelho-

Pensar que alguien siempre va a estar ahí es un gran error
Hay veces que las personas desaparecen de nuestra vida por momentos pensando que pueden volver cuando les plazca, pues están seguros de que siempre estaremos aquí. Pero eso no es así, todos merecemos un respeto y las ausencias tienen un alto precio.

El amor ciego no es garantía suficiente para que una relación prospere. Por eso a veces a las historias de puntos suspensivos hay que quitarle dos y dejarlo en punto y final. De ello depende nuestro bienestar emocional.

Es difícil afrontar un adiós decisivo teniendo la certeza de que vamos a tener que luchar para sanar la herida del abandono. Tememos en el proceso por nuestra autoestima, nuestra autoconfianza y nuestro bienestar.


Pero el crecimiento implica cierta desorientación que nos puede angustiar. Tenemos que ser conscientes de que parte del camino lo vamos a tener que recorrer de la mano de la incertidumbre.

Esto no es cómodo, pero merece la pena teniendo en cuenta que el intercambio dará como resultado la reconstrucción de uno mismo y la armonía con nuestro interior. Se trata de ser honestos y exigentes en nuestras compañías emocionales. No siempre es fácil, pero lo necesario no siempre lo es.

Desapegarnos de aquello que supone egoísmos, intereses y ausencias injustificadas nos ayudará a comenzar una nueva etapa en nuestra vida, a sembrar y cosechar sustento para nuestra autoestima y crecer emocionalmente.

Por Raquel Aldana
 
Luchar contra el pesimismo

Mirar el mundo teñido de gris. Pensar que quienes están a nuestro alrededor conspiran contra nosotros. Prestar más atención a nuestras emociones negativas. Encontrar dificultades en todo y creer que, incluso los pequeños problemas son insuperables. Cuando alguien se siente así es porque el pesimismo se ha instalado en su vida.

“Ningún pesimista ha descubierto nunca el secreto de las estrellas, o navegado hacia una tierra sin descubrir, o abierto una nueva esperanza en el corazón humano.”
-Helen Keller-

El pesimista se hace, no se nace
Algunas personas piensan que son pesimistas “por naturaleza”. Pero están equivocadas. Nadie nace así, sino que es la vida la que nos enseña a serlo. Conforme vamos acumulando frustraciones y experiencias que nos cuesta trabajo asimilar, “aprendemos a ser pesimistas”.

El pesimismo es una actitud que no nos acarrea ningún beneficio, sino todo lo contrario, nos sumerge en un laberinto sin salida. El pesimismo puede llevarnos a vivir en un círculo vicioso del que podemos no ser capaces de escapar.

Hemos de saber que nuestros pensamientos y nuestras actitudes influyen poderosamente en el resultado de todo lo que hacemos. No podemos cruzarnos de brazos y esperar a que lleguen las soluciones o depositar toda nuestra confianza en el azar para que la buena suerte se cruce en nuestro camino.

Cambiar la actitud frente al pesimismo
Las personas pesimistas creen que no merece la pena luchar, porque hagan lo que hagan nada va a cambiar. Se refugian en la pasividad y la desesperanza. Ven la botella siempre medio vacía.

Pero podemos poner remedio a esta sensación de pesar. Cambiar de actitud frente a la vida está en nuestras manos. Cualquier persona que se lo proponga puede tomar las riendas y apostar por ver las cosas de una manera más positiva, algo que repercutirá en nuestro ánimo y nos recompensará satisfactoriamente en nuestro día a día.

Luchar contra el pesimismo implica modificar los hábitos que nos llevan a centrarnos en los pensamientos y emociones negativas.

Recapacitar sobre lo que nos hace sentirnos así será el primer paso que tenemos que dar para reorientar nuestra actitud frente a la vida. Muchas veces se trata de descubrir que el pesimismo es una actitud heredada, tal vez, por la educación que hemos recibido en nuestra familia.

El siguiente paso es darnos cuenta de que podemos transformar este hábito y cambiar la inercia de pensar en negativo. Para alcanzar nuestra meta hay que intentar convertirnos en personas más positivas para disfrutar de los momentos felices y vivir de manera menos traumática nuestra vida.

¿De verdad es gris el futuro que nos espera?

Siéntate y reflexiona sobre esta creencia. ¿Está fundamentada en algo sólido o solo es una idea que nos ronda en la cabeza? Es habitual que una persona pesimista siempre vea con dramatismo el futuro, pero en la mayoría de las ocasiones no se trata más que de un temor.

Piensa que las cosas no siempre van a salir como nosotros queremos, pero no es más que una situación pasajera.

Hay que cambiar el chip, transformar nuestros pensamientos negativos en otros más constructivos y positivos. Debemos analizar qué sentimientos nos producen malestar y nos llevan a esos pensamientos negativos y decidir cambiarlos por una respuesta más ajustada el problema o a la realidad.

Un ejemplo que puede ser muy ilustrativo: en lugar de pensar “voy a suspender el examen”, sustituirlo por “he estudiado mucho y haré todo lo posible por aprobarlo”.

Por último, una persona que lucha contra el pesimismo ha de aprender a no darse por vencido ante las dificultades o cuando las cosas no salen como había planeado. Debe aprender a buscar alternativas para superar los problemas.

Es importante interiorizar la máxima de que “de todo se aprende, incluso de las experiencias negativas”. La clave radica en aceptar una derrota sin sentirse culpable o frustrado.

Por Marian García

 
Las corazas se rompen al acariciar el alma


Las corazas son el símbolo de las personas que han sufrido demasiado. La protección que eligen para detener su desgaste, evitar rasgarse de nuevo y terminar rompiéndose. Son su mecanismo de seguridad, su salvamento momentáneo y su forma de decir al mundo “¡Basta ya!” en silencio.

Vivir con una coraza no es nada sencillo porque detrás de ella se esconde el miedo a ser heridos. Este es uno de los temores más paralizantes que una persona puede albergar y que la impulsa a crear muros, detener su corazón y vivir anestesiada. Pero a veces, la fuerza de las circunstancias no deja otra opción a quienes son más sensibles o vulnerables. La vida cansa y agota hasta tal punto que prefieren protegerse y dejar de sentir lo máximo posible en lugar de experimentar el escozor de sus heridas.

“Sin duda, tu coraza te protege de la persona que quiere destruirte. Pero si no la dejas caer, te aislará también de la única que puede amarte”.

-Richard Bach-

El desgaste que produce el sufrimiento
La vida no es un camino expedito que nos garantice la felicidad. La incertidumbre, la inestabilidad y el sufrimiento son condiciones de su recorrido y las afrontaremos mejor si somos capaces de anticiparlas y prepararnos. Nadie es inmune al sufrimiento, por eso es esencial que aprendamos a gestionarlo, de lo contrario la oscuridad puede devorarnos.

Vivir es afrontar riesgos, aceptar que no siempre todo sucederá como deseamos, abrazar los momentos de felicidad pero también aceptar que el sufrimiento llamará a nuestra puerta de vez en cuando y nos pondrá a prueba.

Gestionar los golpes y cicatrizar heridas no es una tarea fácil, no siempre contamos con el mejor apoyo, recursos o estrategias y, aún teniéndolas, en ocasiones no sabemos utilizarlas. Hay quien afronta mejor las decepciones y los imprevistos, quien deja que estos se apoderen de su estado de ánimo y quien decide protegerse para poner un límite a su sufrimiento. Ahora bien, el método que utilicen influirá de una u otra forma en su día a día.

No obstante, con independencia de la forma que tengamos de afrontar el sufrimiento, cuando este decide quedarse a nuestro lado genera una serie de consecuencias tanto físicas como emocionales. Por un lado, nos atrapa en su desgana, en esa falta de motivación y placer absolutos (anhedonia), que si no vigilamos bien puede cambiar nuestro rumbo hacia la depresión o la ansiedad. Por otro, nos desgasta físicamente, nos agota, terminando con toda la energía que tenemos. De hecho, a niveles profundos disminuye la segregación de serotonina y aumenta la cantidad de cortisol.

La falsa protección de las corazas
Cada uno de nosotros tiene su propia coraza, su mecanismo de defensa, su escudo personal para blindarse contra el dolor. Es normal. De algún modo, tenemos que mantener a salvo nuestra parte más delicada y hacernos fuertes frente a las posibles amenazas y contratiempos.

El problema surge cuando estas corazas se generan y después no se destruyen. Es decir, toman el control de nuestras vidas y terminamos convirtiéndolas en un filtro muy conservador a través del que observar el mundo. Muros que se levantan y nos aíslan, ya no solo del sufrimiento y la incertidumbre, sino también del afecto y de cualquier experiencia social.

En un intento de protegernos, acabamos boicoteándonos de tal manera que nos bloqueamos a nivel emocional. Ese no sentir, para no sufrir, es una estrategia errónea que repetimos porque en algún momento aseguró nuestra supervivencia. Así, cuidado, porque cuando la utilizamos pagamos un precio alto: quedarnos vacíos por dentro. Esta es esa letra pequeña del contrato que no siempre leemos o que no siempre tenemos en cuenta antes de empezar a cimentar barreras.

Por otro lado, ese vacío se traduce en la ausencia de emociones, de esa capacidad de sentirse vivos y conectar. Así, no es raro que en un corto espacio de tiempo terminemos siendo presa de eso que tanto temíamos, el propio sufrimiento. Porque ¿quién ha dicho que no sentir nos aleja de pasarlo mal?

Las corazas son trampas inconscientes que nos atan al malestar disfrazadas de sentimientos de protección y seguridad. De ahí que sea tan importante identificar y reflexionar sobre cuáles son nuestros mecanismos de defensa.

“Hace falta más valor para afrontar el sufrimiento que para morir”.
-Marlene Dietrich-

El arte de acariciar el alma
A menudo, quienes se esconden bajo corazas suelen abusar tanto de la actitud defensiva que acaban por distanciar a los demás. Su temor a ser heridos es tan grande que, aunque no lo deseen, alejan a todos aquellos que se acercan sin más intención que la de conocerlos y, en algunos casos, amarlos. Esto sucede porque quien se protege tan duramente también es víctima de una grieta en el amor, generada por alguna experiencia pasada.

Así, para evitar revivir el escozor de sus heridas se muestran furiosos como ciertos animales cuando protegen su territorio. El otro, cualquier otro se convierte en su enemigo. De ahí que un mínimo contacto con la armadura de quien se protege pueda producir dolor.

¿Cuál es el antídoto para revertir tanto daño? ¿Qué remedio existe para romper las corazas de quienes tanto sufrimiento han soportado? ¿Cómo podemos ayudarles a deshacer tal hechizo? Antes de nada, es importante decir que las corazas se derrumban poco a poco. Es un proceso que necesita dosis de amor, comprensión, paciencia, aceptación y por supuesto, esfuerzo.

Como vemos, no hay soluciones mágicas pero sí la profundidad de conexión con otra persona y por supuesto con uno mismo. Así, quien se relaciona con una persona protegida por una coraza debe comprender que la mayoría de las veces no es ella la que habla, sino su miedo, ese monstruo inmenso que la posee y la hace creer que anestesiarse es la mejor manera de afrontar la vida para terminar con el sufrimiento. De ahí que comprender sus miedos sea una parte muy importante de la relación a la vez que demostrarle afecto, mientras se abandonan las actitudes de exigencia a mejorar. Es decir, hay que aprender a acariciar su alma, tocar su sensibilidad y hacerla sentir acogida.

“El amor no tiene otra lógica.

No es a la fuerza,

sino acariciando, como se abre una armadura”.

-Marwan-

Ahora bien, el mayor esfuerzo viene por parte de quien ha construido la armadura. Esa persona es la que tiene que comprender que evitar sufrimiento a medio y largo plazo genera más y que a pesar de que la vida no sea siempre fácil, el sufrimiento es un capítulo más que hay que integrar en nuestra historia. Para ello, tiene que liberarse de la culpa y de esa actitud dura y rígida hacia ella misma para abrazarse y dar paso al amor. Porque no hay nada más sanador que acogerse a uno mismo cuando se está herido y tratarse bien.

“La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?”
-Proverbio chino-

Por Gema Sánchez Cuevas
 
A cada decepción le llega su olvido


Cada vez cuesta más creer en en las personas y en esos sentimientos que son tan reales mientras duran y luego parecen transformarse. Cuesta la decepción y el desengaño, duele la desilusión. Sobre todo porque alguna vez pusiste ahí tu alma entera, pensando que era alguien y no tú quien la llenaba de vida.

Pero te encuentras una y otra vez con que aquello que creíste que no cambiaría, cambia. Entonces, esa persona en la que tenías fe ciega te demuestra que ni ella era infalible ni tú veías tan claro con los ojos abiertos. Es más, te das cuenta de que la decepción es producto de esa ceguera por esperar demasiado brillo de los demás y olvidar, en parte, el tuyo.

Primero el entusiasmo y la confianza
Con el tiempo uno se da cuenta de que las decepciones pueden ser plurales, con las mismas personas o con distintas. También que dependen de las relaciones y de la gravedad de la situación: por ejemplo, hay decepciones que escuecen pero no rompen y otras que duelen tanto como para que solo quede el espacio de una despedida o ni siquiera.

La vida es un eterno dejar ir
y solo cobra sentido cuando escuece.



Lo cierto es que somos humanos racionales, pero igualmente emocionales: la mente controla los pasos y sin embargo son la sensibilidad, la empatía, el amor quienes deciden la dirección. Por esta razón uno se entusiasma con la gente que conoce: descubre si le despierta confianza o no y, si es afirmativo, construye con ella la base de una relación llena de expectativas.

A medida que la confianza es mayor, la exigencia de que sea recíproco también lo es: así se crean los círculos sociales cercanos a uno mismo dentro de los cuales no hay huecos para pensar en que uno va a fallar al otro.

Una posible decepción
Sin embargo, no se podría escribir sobre ello si no existiera: llega un determinado momento en el que el entusiasmo y la confianza pueden flaquear por algún lado. Si se ha sufrido en más de una ocasión o el golpe ha sido muy duro, la posibilidad de una nueva decepción provoca miedo y falta de entusiasmo por intentarlo otra vez.

En el caso en el que una persona decepciona a otra se corta un lazo que parecía inalterable y ocurre que el decepcionado se siente cojo y desorientado. De hecho, si el error cometido no tiene solución, se entra en un proceso lento de reconstrucción de autoestima y valores que dependerá mucho de la personalidad de cada uno.

“La decepción debería estar catalogada como arma blanca;

puede fácilmente atravesar el corazón”

-Anónimo-

De las traiciones y de los desengaños uno es capaz de resurgir más valiente y menos ingenuo: la decepción es un punto de inflexión que obliga a tomar las riendas de la situación para salir con la cabeza alta y el corazón lleno de fuerza.

Perdonar para olvidar y seguir
Con todo tenemos que decir que a cada decepción le llega su olvido, aunque se tenga que pasar primero por el filtro del perdón: ocurre cuando se le da la tregua suficiente para sanar el dolor y para salir fortalecidos de la experiencia. Se trata de aceptar, dejar atrás y seguir con la moraleja de lo sufrido.


Ante los obstáculos complicados como una decepción, es beneficioso actuar para uno mismo: desahogarse si se necesita, salir con otros amigos para confirmarse que aún merece la pena creer, ocupar la mente en actividades que distraigan, aprovechar para conocerse más y ver de qué se es capaz, comprender que cada etapa tiene su momento.

“Lo más difícil

es conseguir

que se vaya del todo

todo aquello

que ya se fue.”

-Marwan-

Se necesita darse la oportunidad del perdón para pensar en el bienestar individual: las decepciones no son justas para nadie, pero tienen que servir para enseñar la cara más humana de las equivocaciones y para aprender de ellas.


Por Cristina Medina Gomez

 
Psicología budista para afrontar las emociones difíciles



Las situaciones emocionalmente difíciles y dolorosas forman parte del ciclo de la vida. Por otro lado, este tipo de situaciones, o suelen escapar a nuestro control o son consecuencia directa de nuestras decisiones o acciones. Por eso, normalmente tendemos a encerrarnos en nosotros sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Este es uno de los casos en los que la psicología budista puede ayudarnos.

Para afrontar cualquier desavenencia, a menudo es el apoyo de las personas de nuestro alrededor el que nos mantiene a flote o nos ayuda a seguir avanzando. Pero, ¿y cuándo no queremos o tenemos a amigos o familiares cerca? Es momento de que conozcas más en profundidad los beneficios que te puede reportar la psicología budista.


Surgió para acabar con el sufrimiento humano
Se suele considerar al budismo como una de las principales religiones del mundo oriental. Hace 2.500 años, esta corriente nació como un sistema filosófico y psicológico, sin ningún tipo de pretensión religiosa. De hecho, según el asceta Siddharta Gautama, conocido como Buddha, el budismo es la ciencia de la mente.

Buddha fundó esta escuela con la finalidad de dar a conocer un método que erradicara el sufrimiento, el nuestro. Para ello, parte de una serie de postulados y de una estructura de pensamiento muy útil para entender y aceptar tus emociones.

4 nobles verdades de la psicología budista
La psicología budista parte de una idea que, aunque puede parecer pesimista, es esperanzadora: la naturaleza de la vida humana es el sufrimiento. A partir de ahí, propugna cuatro nobles verdades. Estas contienen la mayoría de las enseñanzas de la psicología budista y son la base sobre la que se sustenta este tipo de meditación:

  • El sufrimiento existe.
  • El sufrimiento tiene una causa.
  • El sufrimiento puede acabarse, extinguiendo su causa.
  • Para ello, debemos seguir el noble camino óctuple.
Erradicar nuestro sufrimiento o “dukkha”
Para poder afrontar estas situaciones difíciles y erradicar el dolor, Buddha propone que necesitamos conocer su origen. Y solamente cuando hayamos establecido esa causa podremos liberarnos de nuestro sufrimiento. Solo así seremos capaces de ver la inutilidad de nuestras preocupaciones y desalientos.


“El 10% de nuestra vida está relacionado con lo que nos ocurre, y el 90% restante, con la forma en que reaccionamos ante ello”


– Stephen R. Covey –


Según la psicología budista, las personas llevamos a cabo numerosos hábitos que nos han convertido en unos ignorantes de la vida. Desconocemos cuáles son los procesos y etapas de la vida y eso es lo que nos causa sufrimiento.

“El dukkha proviene del deseo, apego y la ignorancia. Pero puede ser vencido”

-Buddha-

Los postulados prácticos
La última de las cuatro verdades habla del Noble camino óctuple. Un sendero o camino compuesto por 8 ramas o postulados prácticos que permiten lograr la armonía, el equilibrio y el desarrollo de la conciencia total. Se suele representar con la rueda del dharma, donde cada uno de los rayos simboliza un elemento del camino. Estas ramas se pueden agrupar, a su vez, en tres grandes categorías:

  • Sabiduría: comprensión y pensamiento correctos
  • Conducta ética: palabra, acción y ocupación correctas
  • Enrenamiento de la mente: esfuerzo, atención consciente y concentración, meditación o absorción correctos.
Estas 8 postulados no deben ser interpretados como una serie de pasos lineales. Sino que han de ser desarrollados de manera simultánea, dependiendo de las capacidades de cada uno.

La mal incomprendida felicidad
Todos queremos ser felices, pero nadie está de acuerdo en cómo definir la felicidad. Cada persona tiene una idea diferente de lo que es: ascender en el trabajo, abundancia material, tener descendencia… Esta corriente asegura que ni siquiera cuando conseguimos todas esas metas que nos proponemos, nos sentimos en plenitud.

Cuando uno de nuestros deseos se cumple pasamos a otro y después a otro. Y así poco a poco vamos sumiéndonos en un círculo que no parece terminarse. Todo ello con la falsa esperanza de ser felices.

Necesidad de liberarnos del apego
La psicología budista considera que los deseos instaurados en nuestra mente nos llevan a derivarnos psicológicamente y desembocan en el apego (a personas, a bienes materiales, a creencias…). Es precisamente esta una de las causas de mayor sufrimiento, porque al apegarnos, nos identificamos con objetos o personas y perdemos nuestra identidad. Nos olvidamos de nosotros mismos y las verdaderas necesidades humanas.

El budismo nos da herramientas para poder trabajar sobre el apego y buscar el conocimiento. Solamente a partir de él podemos entender qué más requerimos (desarrollo personal, vida afectiva armónica…) y movernos en la escuela de la vida con mayor conciencia.

¿Cómo dejar de sufrir?
A través de la meditación. Como hemos visto, las prácticas de reflexión budista pretenden aumentar la comprensión y la sabiduría y erradicar el sufrimiento. Aunque las técnicas, dependiendo de cada escuela y tradición varían, todas tienen el fin común de alcanzar de un estado de máxima atención y tranquilidad.

Estas son las principales corrientes del budismo que te pueden ayudar a dejar de sufrir en aquellos momentos especialmente difíciles emocionalmente:

  • Theravada: se define a sí mismo como analista. Por eso anhela describir los diferentes estados psicológicos o de meditación para sistematizar la experiencia meditativa.
  • Zen: se centra en la espontaneidad e intuición de la sabiduría. Su práctica busca una armonía natural en el individuo y evitar el dualismo en la comprensión de la realidad.
  • Tibetano: busca aumentar la comprensión de la realidad a niveles profundos. Por eso, se focaliza en los mecanismos simbólicos e inconscientes de la mente. Es la más simbólica y mágica de todas las tradiciones budistas.
  • De la Tierra Pura: resalta la devoción, humildad y gratitud como vías directas de realización espiritual. Es un tipo de meditación devocional donde los mantras son los protagonistas.
En definitiva, el budismo trata de que te relaciones con tus emociones abiertamente. De que las hagas conscientes, las designes y las aceptes. Son parte de tu existencia pero, como todo, son cambiantes, por eso no hay necesidad de controlarlas.


Por Sara Clemente
 
La dialéctica del amo y el esclavo de Hegel



La dialéctica del amo y el esclavo es el nombre que se le da a una construcción teórica de Friedrich Hegel, considerada como uno de los elementos claves de su filosofía, que ha influenciado a muchos filósofos posteriormente. No solo se convirtió en la base de la dialéctica materialista desarrollada por Karl Marx, sino que también tuvo una fuerte influencia en el psicoanálisis.


Para Hegel, la realidad humana se condensa en lo que llamamos historia universal. A su vez, lo que ha marcado esa historia es la relación desigual entre los seres humanos. Entre tiranos y tiranizados. De este modo, la dialéctica histórica es la dialéctica del amo y el esclavo. Lo que ha movido la historia es esa contradicción entre unos y otros y ha dado lugar a una desigualdad en la autoconciencia de los seres humanos.




El pueblo es aquella parte del Estado que no sabe lo que quiere”.


-Friedrich Hegel-


Recordemos que en Hegel la dialéctica es una forma de razonamiento en la que se oponen dos tesis, que a su vez conducen a nuevos conceptos que superan esa contradicción. De este modo, hay una tesis que plantea ciertos razonamientos. Le sigue una antítesis, que expone los problemas o contradicciones que hay en la tesis. De la dinámica entre tesis y antítesis surge la síntesis, que viene a ser una solución o una nueva perspectiva sobre el asunto.




El deseo y la dialéctica del amo y el esclavo

En la dialéctica del amo y del esclavo de Hegel, el deseo juega un papel muy importante. Este filósofo señala que los animales tienen un deseo que se satisface con un objeto inmediato. El animal no es consciente de que desea. En el ser humano, en cambio, las cosas son diferentes.





Para Hegel, la historia es la historia de las relaciones sociales. Esta se inaugura cuando hay dos deseos humanos enfrentados. Lo que el ser humano desea es ser deseado por otro ser humano. En otras palabras, ser reconocido por el otro. Entonces, el deseo humano es fundamentalmente deseo de reconocimiento.




El ser humano quiere que los demás le den un valor autónomo. Esto es, un valor propio, que diferencie a cada uno de los otros. Esto es lo que define la condición humana. Por lo tanto, según Hegel, lo propio del ser humano es imponerse sobre los demás. Solo cuando el otro lo reconoce como alguien autónomo se crea la autoconciencia. A su vez, las autoconciencias libran entre sí una lucha a muerte.


La historia según la perspectiva de Hegel

Con base en esos conceptos, que hemos expuesto de forma muy somera, Hegel construye su dialéctica del amo y el esclavo. Esta consiste en proponer que desde el primer momento de la historia se conforman dos figuras: el amo y el esclavo. El primero se impone al segundo. La forma de hacerlo es negándolo, es decir, no reconociendo su deseo. Lo domina anulándolo. El dominado debe renunciar a su deseo de reconocimiento, básicamente por temor a morir.


De este modo surge una forma de conciencia en el dominado. Esta conciencia es la de aquel que reconoce a otro como amo y se reconoce a sí mismo como esclavo de este. Por lo tanto, no logra conformar una autoconciencia como tal, sino que se asume a sí mismo a partir de una lógica en la que impera la mirada del amo. Esto constituye la esencia de la dialéctica del amo y el esclavo.





Todo ello tiene importantes repercusiones sobre la producción. En esta, el amo no entra en contacto con la materia prima, o “la cosa”, que el esclavo transforma con su trabajo. A su vez, el esclavo entra en contacto con ella solo para transformarla, pero no es suya, ni está destinada a su consumo. Como el obrero que produce ladrillos, pero no tiene casa.


Amos y esclavos

De este modo, lo que Hegel propone es que la dialéctica de la historia es la dialéctica del amo y el esclavo. Desde el comienzo de la historia ha habido dominadores y dominados. Una entidad reconocida, el amo, y una entidad reconocedora, el esclavo. Ese esclavo deja de ser una entidad autónoma y se convierte en algo cosificado por el amo.


Debido a ese dominio, el amo coacciona al esclavo y lo obliga a trabajar para él. Dicho trabajo no es un proceso creador del esclavo, sino una imposición que lo convierte a él mismo en objeto de trabajo. Sin embargo, el amo termina dependiendo del esclavo para su propia supervivencia. Y siempre hay un momento en el que los papeles se invierten, dado que el esclavo resulta indispensable para el amo, pero este no lo es para el esclavo.





La dialéctica del amo y el esclavo es un concepto que marcó un antes y un después en la historia de la filosofía. Sentó unas bases que, por más que han sido revisadas y reinterpretadas, mantienen esencialmente su validez.







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Edith Sánchez
 
¿Cómo superar y perdonar a quien te ha lastimado una y otra vez?



¿Por qué a mí? Pareciera que existen personas que se presentan en nuestra vida para probar lo resistente que somos, ya que nos hieren una y otra vez sin importarles como lesionan la autoestima y la salud. Sin embargo, ¿es posible superar y, sobre todo, perdonas a quien nos dañan?

Una de las razones por las que se nos dificulta perdonar es porque no entendemos qué significa perdonar. Existe una terrible confusión, pues muchos piensan que perdonar es justificar lo que la otra persona ha hecho, dejarlo pasar o seguir tolerando una situación. Y esto nos lleva a una confusión muy grande porque, obviamente, hay cosas que son injustificables. Y a veces no perdonamos porque indirectamente pensamos que a través de ello estamos cobrando algún tipo de venganza" , así lo afirma Rosa Rivas, sicoterapeuta clínica.

Déjalo ir…


Todos tenemos heridas y traumas, pero es necesario que esto sea parte del pasado. Por ello de damos algunos consejos para superar y perdonar a esa persona, con información de Rosario Matte, experta en psicología.



1. Ve en tu interior. Para comenzar a sanar es necesario a que no te aferres al odio o ira que sientas por la persona que te agredió. Si mantienes la rabia o rencor crónico hacia alguien, lo más probable es que esto sea porque no quieras perder la relación con esa persona, o perder el poder de tu rol de víctima frente a esa situación.



2. Cada persona es 100% responsable de sus propios sentimientos. Independiente de lo que te hayan hecho, cada uno tiene el poder para transformar sus vivencias en aprendizajes y crecimiento personal. Al ser consciente de este poder que se encuentra en toda experiencia humana, lograras un cambio en tu percepción, valorando a las personas y circunstancias que te han causado dolor.



3. Es por ti. Perdonar no quiere decir en ningún momento que haya que justificar o reanudar la relación con quien te lastimó, tampoco cambiar tu comportamiento o dejarte vencer, es una acción que hacer por ti, no por la otra persona.



4. Amate. Revisa tu autoestima y trata de fortalecerla. Piensa que si te sentiste o fuiste incapaz en esa época, hoy eres diferente y puedes aprender a actuar y pensar de una manera distinta.



"El perdón es un acto personal, de tu interior; cuando perdonas no estás liberando al otro, te estás liberando a ti mismo”, así lo indica Matte.

Recuerda que tu salud está en tus manos. ¡Cuídate!

http://www.salud180.com/salud-dia-dia/como-superar-y-perdonar-quien-te-ha-lastimado-una-y-otra-vez
 
Tensar la cuerda



Es un dicho popularmente conocido el que dice que el ser humano no tiene límites, y que puede llegar hasta dónde se proponga. Esto es cierto, siempre y cuando, seamos realistas con nuestra propia realidad, física, psicológica, material y ambiental.

Es por ello, que podemos aprender a superar límites “mentales o psicológicos”, exponernos a nuevos retos, y llegar cada vez más lejos, sin embargo, esto no debe suponer que olvidemos nuestra realidad, en términos de salud, de necesidades, de nuestro organismo y de nuestro cuerpo.


¿Dónde está el límite?
El límite lo tiene que poner cada persona, teniendo en cuenta el derecho que tenemos cada persona a considerar nuestras propias necesidades. Esto supone tenerse en cuenta a uno mismo, y a nuestra propia realidad.

¿Cuánto puedo hacer?
Realmente, me atrevo a afirmar, que siempre podemos hacer más, y que tenemos más capacidades de las que conocemos o de las que creemos que tenemos. Y esto significa que podemos hacer más cada día, superarnos y romper bloqueos y miedos, superar límites y ponernos retos.

Sin embargo, nunca tenemos que olvidarnos de que cada persona tiene que mirar por sí misma, y que todo aquello que haga acompañe su bienestar y su felicidad.

Para ello, podemos hacer todo aquello que decidamos hacer, siempre que sea nuestra propia elección, no una obligación, y siempre que nos aporte la satisfacción de la superación.

Tensar la cuerda y no romperla…
Podríamos decir que tensar la cuerda, es exponernos a nuestros límites, bloqueos o miedos, para superarlos, para llegar más lejos, para ayudar a otros. Y si tenemos en cuenta una serie de pautas, el resultado será beneficioso para nosotros y para los demás, si no es así, la cuerda puede romperse, es decir, las consecuencias para nosotros serán perjudiciales para nuestra salud, mental y física.


Cuando rompemos la cuerda…
Cuando rompemos es por un esfuerzo desmedido, por agotamiento, por estrés excesivo, por no tener en cuenta las propias necesidades físicas y mentales, y también por unas auto-exigencias excesivas y poco realistas.

Cuando esto ocurre, las consecuencias son devastadoras:

-Veremos perjudicada nuestra salud, por el exceso o el agotamiento.

-No encontraremos sentido al esfuerzo, ya que no seremos capaces de disfrutarlo.

-Cualquier esfuerzo es en vano, ya que no reportará ningún beneficio ni satisfacción.


-Si nuestro reto era ayudar a otros, nos quedaremos a medias, ya que al no tenernos en cuenta, la consecuencia será el abandono.

Reponernos nos llevará un tiempo, ya que hay que empezar desde cero, aprendiendo a ser realista con uno mismo y sus necesidades.

Para no romper la cuerda, es importante saber que:
-No tenemos obligación a hacer todo aquello que nos pidan los demás.

-Tenemos derecho a tomar nuestras propias decisiones, basándonos en nuestras necesidades y nuestro bienestar.

-Cada persona tiene sus propias circunstancias y su propio cuerpo, tenemos que ser realistas.

-Tenemos derecho a decir No, ante una petición que pone en riesgos nuestra salud física y mental, o el bienestar.

-Tenemos derecho a hacer menos de lo humanamente posible.

-Cada persona es quien conoce sus motivos, sus necesidades, sus circunstancias y prioridades en su vida, sólo a ella le compete tomar sus decisiones.

En conclusión…
No olvides quien eres y desde dónde partes, para que el esfuerzo sea adaptado a tus posibilidades reales.

-Haz una exposición medida y programada, así irás entrenando tus capacidades y superando tus límites.

-En primer lugar, cuenta contigo mismo, busca tu equilibrio y que aquello que hagas te aporte bienestar.

-No hagas nada por obligación, decide lo que quieres hacer y disfruta hasta dónde puedas hacerlo.

-Recuerda que antes de romper, tienes tiempo para retirarte. Escucha a tu cuerpo y a tu mente, te avisarán de cuando ya no puedes más con la situación.

-Y aunque otros puedan, ten en cuenta, que todos somos diferentes, y que cada uno elige, quizás otras personas no saben que a ese ritmo, un día pueden tensar demasiado la cuerda y romper. No hagas tú lo mismo.

Por Dolores Rizo
 
Lo peligroso de aceptar como normal aquello que nos hace daño


“No era la profundidad lo que me ahogaba,

sino el tiempo que pasé debajo del agua”


-Frida Kahlo-

El temor al daño personal
Muchos de nosotros tememos sufrir algunos eventos que se dicen “traumáticos” en la vida. Y a veces por ese temor intentamos encaminar nuestra trayectoria vital lo más lejos de una “zona de conflicto“.

Y así, mientras intentamos evitar grandes estresores vitales que pueden causarnos un gran daño (accidentes, enfermedad, divorcios, agresiones, pérdidas,situaciones de guerra o conflicto, etc), suceden a nuestro alrededor otros con apariencia más leve.

Sin embargo, numerosos estudios sobre el estrés (Sandín y Choroit,1991) y el impacto de los estresores vitales o contrariedades varias (“hassless” en inglés), han puesto de manifiesto que son los estresores menores diarios prolongados los que llevan a un mayor número de problemas de salud mental.


¿Cuáles son los estresores diarios que nos influyen?
Existen numerosas rutinas en nuestro día a día que pueden estar siendo altamente perjudiciales para nuestro bienestar físico y emocional.

Las rutinas diarias son aceptadas por compromiso social, costumbre, necesidad, miedo al cambio o por obligación. La mayoría de las veces casi de manera inconsciente.

Algunos de los factores que con el transcurso del tiempo no nos están aportando calma, ni beneficio y por lo tanto sería conveniente ponerle fin, pueden ser:


Además, tenemos que tener en cuenta que dependiendo de la persona habrá unas situaciones o experiencias más estresantes que otras.

Es en este punto en el que cualquier persona debería preguntarse… ¿En qué medida esto que acepto como normal o cotidiano me está mermando como persona?

¿Es lícito y justo permitir en mi espacio personal continuas faltas de respeto o educación? ¿Dónde está el límite de la actitud beligerante o agresiva con la actitud asertiva, que me permitiría tratar con todo esto que me desagrada?

Las consecuencias de los pequeños estresores en nuestras vidas
Es interesante darnos cuenta de que muchos de estos agentes externos desagradables pasan inadvertidos en un primer momento de nuestra vida, para luego expresarse de forma más evidente.

Existe por tanto una sensación de indefensión y de culpabilidad al darnos cuenta que muchas de las cosas que hoy nos causan desagrado, anteriormente nos producían bienestar.


Pero aunque esa sensación sea normal al intentar enfrentar y terminar con el problema, no debe ser un obstáculo. Todos sabemos que muchas cosas de nuestra vida pueden cambiar y otras permanecer estables.

  • Actitudes sobrepotectoras.
  • Celos de pareja.
  • Conflictos laborales, de pareja, familiares o con nuestros amigos.
  • Mala comunicación con los demás.
  • Ruidos y gritos que no nos dejan descansar.
  • Exención de las responsabilidades.
  • Acumulación de tareas.

Lo importante es que sintamos que nuestro entorno es afín a nosotros, y no hostil.

Esto no tiene nada que ver con la capacidad de sacrificio, lucha y entrega. Es una cuestión de pura inteligencia emocional:

Es difícil remar fuerte y seguido, por tanto intenta en la medida de lo posible encontrar un clima favorable para ti y no uno que te lo ponga aún más complicado

De lo contrario, este sentimiento de indefensión ante los estresores que nos rodean se cronificará, nuestro carácter se volverá más irascible, nuestro humor será cambiante, somatizaremos el malestar y nos sentiremos incapaces de llevar a cabo cambios productivos para nuestra vida.

Nuestras rutinas se harán cárceles para nuestros sentidos y deseos.

Incluso, la tendencia depresiva aparecerá como una consecuencia inevitable de estos pequeños “sinsabores diarios”.

Por lo tanto, procura buscar momentos de descanso y relax para recuperar las fuerzas y poder continuar.

Tómate un respiro y ten momentos para ti. Desconectar nos ayuda a conectar con más energía más tarde, con las ideas y los sentimientos más claros. Nos permite renovarnos.



Cuida tu rutina,

cuida tu día a día,

cuídate


Por Cristina Roda Rivera
 

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