Autoestima y otros temas de psicología

El lenguaje corporal de la ansiedad


El aspecto más notorio en el lenguaje corporal de la ansiedad es la actitud rígida, tanto en el rostro, como en todo el cuerpo. También son muy dicientes la forma de mirar, el gesto de las manos y los movimientos compulsivos y repetitivos.

Todos los sentimientos y emociones humanas se reflejan, de un modo u otro, en la mímica y la postura de cada persona. Por eso se habla de un lenguaje corporal de la ansiedad, así como también hay un lenguaje corporal de la depresión, de la alegría, del miedo, etc. Todos, a la vez, estamos capacitados para leer, sin poner en marcha la voluntad, el significado de dichos lenguajes.


Esa comunicación a través del cuerpo le da un cierto tono a nuestras interacciones con los demás. Otorga un clima específico, en el cual prima la espontaneidad, la tensión, el desinterés o un tipo determinado de emoción. Lo que se expresa a través de las palabras es solo una parte de la comunicación. Lo demás, y más profundo, corre por cuenta del lenguaje del cuerpo.




En el lenguaje corporal de la ansiedad hay varios elementos que revelan el estado de nerviosismo o inquietud. Tienen que ver con la expresión del rostro, el movimiento de las extremidades y la postura general del cuerpo. Veamos cuáles son algunos de esos elementos.


Por cada pensamiento apoyado por una emoción hay un cambio muscular. Los patrones musculares primarios han sido la herencia biológica del humano, todo el cuerpo humano guarda un registro de su pensamiento emocional”.


-Mabel Ellsworth Todd-






Las manos en el lenguaje corporal de la ansiedad

Las manos son uno de los elementos más importantes en el lenguaje corporal de la ansiedad. Uno de los gestos que delatan la inquietud interior es el de esconderlas. Desde tiempos remotos, dejar las manos a la vista del otro es un gesto de paz, de concordia y de amistad. Da a entender que no se esconde nada, que no se lleva un arma o algo que pueda hacerle daño a otros.


De forma inconsciente, las personas dejamos las manos a la vista de los demás cuando estamos tranquilas. En cambio, cuando sentimos miedo, desconfiamos de la situación o queremos expresar nuestras reservas, hacemos lo contrario. Ocultamos las manos, bien sea guardándolas en los bolsillos, poniéndolas atrás o dejándolas bajo la mesa, etc.




La mirada, otro elemento revelador

La mirada es otro de esos elementos que siempre revelan el estado de ánimo. Cuando una persona está ansiosa, todo su rostro y todo su cuerpo en general denotan cierta rigidez. Lo usual es que tengan el entrecejo fruncido, por lo cual es muy habitual que a una persona en ese estado le pregunten si está de mal humor, o si le preocupa algo. También es común que esta manifestación pueda hacer que los demás nos vean como personas serias.


Hay un gesto en particular de la mirada que muestra ese estado de angustia. Tiene que ver con que se combina una mirada totalmente fija, con momentos en los cuales se reduce el área del ojo expuesta y se baja la cabeza. A veces predomina más lo uno que lo otro, pero en general son gestos que están presentes en las personas con una ansiedad estado elevada.


Hay que recordar que en la ansiedad hay un sentimiento de preocupación que es constante, pero a la vez indefinido. Esto también incluye cierta irritación e intolerancia generalizada con el entorno. Por eso la mirada fija, que denota cierta agresividad, se combina con la mirada gacha, que es una señal de introspección.




Otros gestos que denotan ansiedad

El gesto de morder es uno de los más típicos en los estados de ansiedad. Es más evidente cuando, por ejemplo, se muerden las uñas. Sin embargo, no todo el mundo tiene ese hábito, pero sí podría tener la costumbre de morder otros objetos como lápices, borradores o cualquier objeto que tengan a la mano. También es muy frecuente que, cuando alguien está nervioso, se muerda los labios. Es un gesto de contención que denota inquietud. Lo mismo ocurre con acciones como masticar chicle o acciones similares.




Otro elemento que revela la ansiedad son los movimientos continuos y compulsivos. A veces se trata de la famosa pierna cruzada que se mece y no se deja quieta un instante. En otras ocasiones es un objeto con el que se juega en las manos, sin parar. También puede tratarse de algún tic, dar golpecitos al piso con los pies, tamborilear los dedos, o algo por el estilo. Todo ello denota inquietud y nerviosismo.


Con la ansiedad ocurre algo particular y es que se contagia fácilmente, especialmente si el o los interlocutores también están en tensión. Por eso el lenguaje corporal de la ansiedad es más que algo anecdótico. Se trata de una señal delatora de la propia ansiedad. Por un lado, muestra que hay inquietudes por resolver. Por el otro, puede estar perjudicando la comunicación con los demás.

Por Edith Sánchez
 
El lenguaje corporal de la depresión



En el lenguaje corporal de la depresión tienen especial importancia las microexpresiones faciales. La persona deprimida muestra su estado de ánimo con los párpados, los ojos, la boca y los músculos de la frente.

El lenguaje corporal de la depresión comprende microexpresiones, posturas y gestos que dejan ver el estado de ánimo decaído. Vale la pena conocerlo porque muchas veces esos estados de tristeza neurótica pueden pasar desapercibidos a primera vista. Lo que la boca no dice, muchas veces el cuerpo lo grita.


La depresión, como todos los estados de ánimo, tiene un impacto sobre el cuerpo. No solo lo va moldeando y dándole una forma específica, sino que también muchas veces incide sobre la salud. Cuerpo y mente conforman una unidad y lo que ocurre en un ámbito tiene efectos en el otro.




El lenguaje corporal de la depresión es inconsciente. Sin embargo, también los demás pueden leerlo, aunque lo hagan de forma intuitiva. En tanto el lenguaje comunica, también construye una percepción en los demás. En otras palabras, el entorno percibe ese abatimiento y esto, por supuesto, también incide en la relación con los demás. Veamos esto más detenidamente.


La depresión es alimentada debido a heridas no curadas”.


-Penélope Sweet-




El rostro, un punto clave en el lenguaje corporal de la depresión

Las microexpresiones faciales son particularmente reveladoras del estado de ánimo. Son aquellos gestos mínimos que aparecen en el rostro y que nunca mienten. Hablamos de respuestas involuntarias controladas por el cerebro límbico y que aparecen sin que la persona se dé cuenta de que están ahí y sin que pueda manejarlas a voluntad.


En el lenguaje corporal de la depresión, las microexpresiones más características son las siguientes:


  • El párpado superior caído. La piel del párpado superior se ve algo flácida y por eso da la apariencia de que el músculo está caído. El vórtice, o punto donde se unen el párpado superior con el inferior, hace una curva ligera hacia abajo.
  • Falta de enfoque. El aspecto de la mirada también es diferente en una persona deprimida. Los ojos no se ven enfocados en un punto, sino que hay una cierta indefinición. Como si la mirada estuviera algo perdida, aunque se fije en un punto.
  • Comisuras de los labios hacia abajo. La forma de la boca es como la de un semicírculo abierto por abajo. Los extremos de los labios se ven ligeramente caídos. Este es quizás el gesto más habitual en el lenguaje corporal de la depresión.
  • El entrecejo. Usualmente las personas deprimidas arrugan ligeramente el entrecejo. No tanto como cuando hay gran preocupación y enojo, sino solo levemente. Su rostro en conjunto, parece sorprendido por algo que les decepciona.





La postura de la cabeza

En el lenguaje corporal de la depresión también cuenta mucho la posición que adopta la cabeza en relación con el resto del cuerpo. Lo habitual es que la cabeza esté, en alguna medida, inclinada hacia abajo. Mientras que el cuerpo se echa un poco hacia atrás, la cabeza sale ligeramente hacia adelante.


También es frecuente que la cabeza se incline hacia un lado, casi siempre hacia el lado derecho. Esto ocurre principalmente cuando la persona deprimida está escuchando a alguien a quien le otorga poder o autoridad.


El tono de voz y la forma de hablar

En el tono de la voz de una persona deprimida aparecen rasgos que dejan ver su estado de ánimo. Además de que por lo general hablan en tono bajo, también hay una especie de llanto en su forma de hablar. La voz se les quiebra ligeramente, o tiene una suerte de ronquera apenas perceptible. El tono recuerda la voz de alguien que llora.


De la misma manera, la forma de hablar de una persona deprimida tiene rasgos diferenciados. En general, son parcos con el lenguaje y poco emotivos al hablar. Es usual que les cueste trabajo vocalizar y articular las palabras de forma definida. Es como si a la persona le diera pereza manifestarse.




La postura del cuerpo y otros detalles

La postura también es uno de los aspectos más visibles en el lenguaje corporal de la depresión. Lo habitual es que la persona tenga el cuerpo flácido. Su columna forma una curvatura, como una concha. Es como si estuviera replegada sobre sí misma.


También es muy común que sus movimientos sean lentos, combinados a veces con movimientos secos o agresivos. Puede que arrastren un poco los pies al caminar, como dando a entender que les cuesta trabajo avanzar.


Finalmente, las personas deprimidas tienden a incrementar la frecuencia con la que suspiran. Lo hacen en cualquier momento y varias veces al día. Esto se puede leer como un deseo frustrado de sentirse a gusto con la situación en la que se encuentran.

Por Edith Sánchez

 
Aprende a encontrar la alegría cada día

“¿Qué es la alegría y cómo la encuentro?” Esta es la pregunta que pasamos la vida intentando responder. Llenamos nuestra vida de listas, retos e ideas que, creemos, nos darán felicidad.




Hay quienes trabajan desde que amanece hasta que anochece para tener el dinero que les permita hacer las cosas que los haga felices.


Otros toman el riesgo de dejarlo todo y lanzarse a vivir el sueño de su vida… Y están los que viven deseando cómo encontrar la alegría cada día.


“Ser feliz no significa que todo es perfecto. Significa que estás decidido a disfrutar sin importar las imperfecciones”


-Anónimo-




La vida moderna te distrae

Todos estamos tan ocupados hoy en día que no es difícil sentir que estamos perdidos. Seguro que lo que te preocupa cada día son tus ocupaciones, alcanzar el éxito, tener cada vez más cosas y satisfacer todas tus necesidades.


El resultado es que al final del día estás tan cansado y ocupado que ni te enteras de los motivos de felicidad que tienes. Los momentos de alegría pasan delante de tu vida y tú no los ves.


“Miro la vida moderna y veo que la gente no quiere asumir la responsabilidad por sus vidas. La tentación de culpar para encontrar causas externas a los problemas es algo muy moderno. En lo personal me parece una visión de la responsabilidad muy interesante”


-Edward Zwick-


Creemos que la alegría llega cuando el momento es ideal. Según la creencia popular esto es cuando no haya desastres, preocupaciones ni carencias.


El asunto es que la alegría se forma de pequeños momentos que te pasan a lo largo del día. Deja de creer que serás feliz cuando bajes esos 15 kilos o tengas el salario que anhelas.




Los verdaderos motivos de felicidad son pequeños actos: tomar un helado con los amigos, abrazar a tus hijos, ver la cara de tu pareja cuando encuentra la nota de amor que le dejaste escondida.


Tienes que buscar tus momentos de alegría







La alegría no es constante. Te apuesto que incluso si logras bajar esos kilos extra que tanto te agobian, al cabo de unos días tendrías otra meta.


La alegría no es un destino final lleno de perfección. En realidad, se trata de descubrir lo que la vida tiene para ti. Claro, de descubrirlo y valorarlo.


“La alegría es la manera de demostrarle a la vida que no puede con nosotros y es la mejor manera de achicar a la tristeza”


-Anónimo-




¿No sabes por dónde comenzar para encontrar la alegría cada día? Sigue estos consejos y empezaras a encontrar la alegría en tu día a día:


  • Vive el presente
  • Desconecta de las redes sociales.
  • Sal con tus amigos
  • Habla con tu familia
  • Libérate del pasado






Sé agradecido

Me he dado cuenta que mucha gente que es incapaz de encontrar motivos de alegría no agradecen lo que tienen. Cuando no aprecias todas las cosas que tienes y pasas el tiempo quejándote, el panorama es oscuro.


Vivimos en una sociedad tan consumista que vamos hambrientos por adquirir más cosas cada vez. Con esto, es fácil creer que la alegría se define por los bienes materiales que tienes.


¿Cuántas veces has agradecido hoy por tener un trabajo? ¿O solo te has quejado de que tienes que ir mañana?


La siguiente vez que estés atorado en el tráfico no empieces a quejarte, respira profundo y piensa en una sola cosa que puedas agradecer.


“…Gracias a la vida que me ha dado tanto


Me ha dado la risa y me ha dado el llanto,


Así yo distingo dicha de quebranto


Los dos materiales que forman mi canto


Y el canto de ustedes que es el mismo canto


Y el canto de todos que es mi propio canto…”


-Violeta Parra-





No esperes a la felicidad, ¡búscala!




Es muy cómodo quejarnos por lo que no tenemos o no nos gusta. Esto no te ayuda a encontrar la alegría cada día. En lugar de seguir con este patrón dañino, cambia el chip y busca motivos para sonreír.


La felicidad al fin y al cabo es una actitud, pero no llegará sola para encontrarse en tu camino, hay que salir a buscarla.


La felicidad es estar satisfecho contigo mismo.

Por Okairy Zuñiga

 
Tu cerebro también te puede curar


Tu cerebro también te puede curar. Álzate como escultor de este órgano cultivando relaciones positivas, reduciendo el estrés, alimentándote de forma correcta y aplicando un enfoque mental resiliente.

Tu cerebro cambia con cada nuevo pensamiento, con cada nuevo aprendizaje y experiencia que integras en tu vida. Este órgano plástico, complejo y fascinante puede ser nuestro aliado a la hora de prevenir y tratar un sinfín de condiciones. Así, entender que tu cerebro también te puede curar -influir de manera positiva en un proceso de curación- puede abrirte la puerta a aplicar nuevas herramientas y enfoques mentales.


Uno de los mayores expertos en materia de plasticidad cerebral es sin duda el doctor Alvaro Pascual Leone. Investigador, profesor y decano asociado de Ciencia Clínica y Traslacional de la Escuela de Medicina de Harvard, es una de las referencias más inspiradoras en el conocimiento del cerebro humano y de su potencial.




Somos conscientes de que la frase “tu cerebro también te puede curar” puede llevarnos a más de un equívoco. Este órgano no hará, por ejemplo, que podamos curarnos de una enfermedad crónica. Sin embargo, sí nos puede permitir prevenirla en muchos casos e incluso paliar su impacto si mejoramos nuestros hábitos de vida.


Así, tal y como nos revela el profesor Pascual-Leone, debemos ser capaces de entender que está en nuestra mano “esculpir” nuestro propio cerebro para que sea un buen benefactor y no un enemigo. Rodearnos de una red social de personas significativas, ser curiosos, receptivos, pensar de manera positiva o reducir el impacto del estrés nos permitirá sin duda ganarle territorio a la salud y el bienestar.


“No tenemos porqué conformarnos con lo que nos ha dado la naturaleza”.


-Álvaro Pascual-Leone-




Tu cerebro también te puede curar, seamos escultores de nuestro propio cerebro

El cerebro es como un universo lleno de complejas constelaciones. Al igual que cada día conocemos más datos sobre ese océano cósmico que se extiende más allá de nuestro pequeño planeta, también ahora nos alzamos ya como habilidosos astronautas explorando y descubriendo relevantes datos sobre los procesos de nuestras redes neuronales.


  • Sabemos, por ejemplo, que cada experiencia, pensamiento y conducta puede modificar nuestro cerebro.
  • Hemos descubierto a su vez, ese proceso esperanzador llamado neurogénesis, esa muestra evidente de que nuestro sistema nervioso central puede seguir generando nuevas neuronas en cualquier momento de nuestra vida.
  • Estudios, como el llevado a cabo por los doctores Chunmei Zhao y Fred H. Gag, de la Universidad La Jolla, California, nos indican la relevancia que este proceso puede tener a la hora de prevenir y paliar el impacto de realidades como la depresión, la pérdida de memoria o las enfermedades neurodegenerativas.

Este aspecto es sin duda una de las áreas de la neurociencia más interesantes. Sobre todo, si pensamos que hasta hace muy poco dábamos por sentado que la capacidad de generar nuevas neuronas estaba restringida hasta los primeros años de la infancia.




Los genes no determinan la química de nuestro cerebro

Hay dos aspectos que siempre deben tener en cuenta cuando hablamos de neurobiología: el de la genética y la epigenética.


  • Tanto si lo queremos como si no, estos factores siempre determinarán que nuestro cerebro tenga una mayor o menor probabilidad a la hora de sufrir determinadas patologías.
  • Sin embargo, a la hora de prevenir estas realidades no debemos perder de vista un aspecto: los genes no nos determinan al 100%. En nuestra mano está iniciar nuevas prácticas y mejores enfoques mentales.

Alzarnos, en esencia, como auténticos escultores de un cerebro más sano y sobre todo, más plástico, nos ayudará a reducir el impacto de un gran número de enfermedades físicas y psicológicas.




Un cerebro plástico es un cerebro sano y resiliente

Tu cerebro también te puede curar porque tiene una capacidad asombrosa: la de la plasticidad. Ahora bien, ¿qué significa exactamente este término?




  • Plasticidad es la capacidad que tiene nuestro sistema nervioso de modificarse a sí mismo para responder al entorno que le rodea.
  • Es además, una ventaja evolutiva con la que podemos adaptarnos mucho mejor a los retos, a las dificultades.
  • Así, si hablamos de neuroplasticidad hacemos referencia a todos esos cambios que aparecen en nuestro cerebro en base a nuestras experiencias.
  • La resiliencia, por ejemplo, es un claro ejemplo de neuroplasticidad porque define esa capacidad excepcional para superar las adversidades generando nuevas estrategias y aprender de ellas después.

¿Cómo podemos “esculpir” al cerebro para que medie en nuestra salud?

Tu cerebro también te puede curar, pero ¿cómo? te preguntarás. Sabemos ya que la plasticidad cerebral es esa herramienta clave para afrontar los retos de nuestro entorno.


Asimismo, también se ha descubierto que factores como la reserva cognitiva, nos permite lidiar mejor con las enfermedades neurológicas.


Las claves para para ser esos arquitectos de nuestra salud cerebral, son en realidad asequibles para la mayoría de nosotros. Son procesos con un gran beneficio para el cerebro, para generar nuevas conexiones, para estimular, cuidarlo, optimizarlo…


Veamos esas dimensiones que nos aconseja el neurólogo Pascual-Leone.


Alimentación adecuada

Una alimentación variada y equilibrada es sinónimo de salud. Busquemos siempre productos frescos de cultivo orgánico, evitemos el abuso del azúcar, de las grasas saturadas.


Asimismo, pongamos en nuestra lista los alimentos ricos en omega 3, magnesio, triptófano, vitamina K, en antioxidantes…


Ejercicio regular

El sedentarismo es un enemigo voraz para la salud e incluso para el estado de ánimo. Es por tanto recomendable que incluyamos en nuestra rutina algún tipo de ejercicio. Bastaría incluso con salir a caminar media hora cada día.




Meditación y pensamientos positivos

La ciencia lleva años estudiando el impacto de la meditación en nuestra salud. La universidad de Harvard nos revela por ejemplo en un estudio, los beneficios del Mindfulness para reducir la sintomatología de la ansiedad y el estrés.


Por otro lado, si tu cerebro también te puede curar es porque en algún momento, has logrado mantener un enfoque de vida positivo y resiliente. Los pensamientos positivos mejoran la salud cerebral, regulan tensiones y mejoran incluso la capacidad para asentar nuevos aprendizajes.


Sueño profundo y reparador

Habrá personas que tengan bastante con 6 horas, otras con 9. Sea como sea, lo más importante es que nuestro descanso nocturno sea siempre profundo y reparador. Algo imprescindible para ganar en salud cerebral.


Relaciones positivas

Este consejo es sin duda el más conocido. Nuestro cerebro necesita de la conexión social para experimentar bienestar y satisfacción vital. Es más, contar con una red de apoyo significativa en la que confiar, nos ayuda a hacer frente a la depresión, fortalece las conexiones neuronales y ganamos también en reserva cognitiva.


La amistad es salud, el amor es energía, las relaciones que nos despierta felicidad y no preocupaciones, son sinónimo de salud.


Para concluir, ahora que sabes que tu cerebro también te puede curar, no lo dudes: mejora tus hábitos de vida. Recuerda a diario que tú puedes ser el escultor de este órgano prodigioso capaz de mediar en tu bienestar, e incluso prevenir que desarrolles ciertas enfermedades.

Por Valeria Sabater
 
Así es como el cerebro combina recuerdos para resolver problemas


Las teorías actuales no explican fácilmente cómo las personas pueden usar sus recuerdos episódicos para llegar a nuevas ideas. Una nueva investigación abre una ventana para descubrir cómo el cerebro humano conecta memorias episódicas individuales para resolver problemas.



El cerebro alberga nuestra mente y nuestros recuerdos, y confiamos en sus capacidades de procesamiento de información cuando nos proponemos aprender algo nuevo. Pero, ¿cómo consigue el cerebro combinar recuerdos para resolver problemas?


Los seres humanos tenemos la capacidad de combinar de manera creativa nuestros recuerdos para resolver problemas y obtener nuevos conocimientos. Este proceso depende en buena medida de los recuerdos para eventos específicos. Estos recuerdos se conocen como memoria episódica.




Aunque la memoria episódica ha sido ampliamente estudiada, las teorías actuales no explican fácilmente cómo las personas pueden usar sus memorias episódicas para llegar a estas ideas novedosas. Una nueva investigación ofrece una nueva forma de entender la forma en que el cerebro humano conecta individualmente recuerdos para resolver problemas.


El estudio, realizado por un equipo de neurocientíficos e investigadores de inteligencia artificial en DeepMind, Otto von Guericke University Magdeburg y el Centro Alemán para Enfermedades Neurodegenerativas (DZNE), ha sido publicado en la revista Neuron.


Nuevo mecanismo cerebral para recuperar recuerdos

Los investigadores proponen el siguiente ejemplo para explicar cómo se activa la recuperación de recuerdos. Imagina que ves a una mujer conduciendo su coche por la calle. Al día siguiente, ves a un hombre conduciendo el mismo coche en la misma calle. Esto podría desencadenar el recuerdo de la mujer que viste el día anterior y podrías razonar que se trata de una pareja y que viven juntos, dado que comparten un automóvil.


Los investigadores proponen un nuevo mecanismo cerebral que permitiría recuperar los recuerdos para activar la recuperación de otros recuerdos relacionados de esta manera. Este mecanismo permite la recuperación de múltiples memorias vinculadas, que luego permiten al cerebro crear nuevos tipos de ideas como estas.







En común con las teorías estándar de la memoria episódica, los autores postulan que las memorias individuales se almacenan como trazas de memoria separadas en una región del cerebro llamada hipocampo.


Según Raphael Koster, investigador de DeepMind y coautor del estudio, los recuerdos episódicos pueden decirnos si ya conocíamos a alguien o dónde aparcamos nuestro coche, por ejemplo. “El sistema del hipocampo es compatible con este tipo de memoria, que es crucial para el aprendizaje rápido”, explica.


A diferencia de las teorías estándar, la nueva teoría explora una conexión anatómica desatendida que sale del hipocampo a la corteza entorrinal vecina, pero luego vuelve a entrar de inmediato. Los investigadores pensaron que esta conexión recurrente es lo que permite que los recuerdos recuperados del hipocampo desencadenen la recuperación de otros recuerdos relacionados.


La asociación de recuerdos para resolver problemas

Los investigadores idearon una forma de probar esta teoría mediante la toma de imágenes por resonancia magnética funcional de alta resolución. El estudio se realizó con 26 hombres y mujeres jóvenes mientras realizaban una tarea que les exigía obtener información sobre eventos separados.




A los voluntarios se les mostraron pares de fotografías: una de una cara y otra de un objeto o un lugar. Cada objeto y lugar individual aparecía en dos pares de fotos separadas, cada una de las cuales estaba asociada a una cara diferente. Esto significaba que cada par de fotos estaba vinculada con otro par a través del objeto compartido o la imagen del lugar.


En una segunda fase del experimento, los investigadores probaron si los participantes podían inferir la conexión indirecta entre las dos caras vinculadas mostrando una cara y pidiéndoles que eligieran entre otras dos caras. Una de las opciones, la correcta, se emparejó con el mismo objeto o imagen del lugar, y una no.


Los investigadores predijeron que la cara presentada desencadenaría la recuperación del objeto o lugar emparejado y, por lo tanto, provocaría una actividad cerebral que pasaría del hipocampo a la corteza entorrinal. Además, los investigadores también esperaban encontrar evidencias de que esta actividad volvería después al hipocampo para activar la recuperación de la cara enlazada correcta.


Usando técnicas especializadas desarrolladas por ellos mismos, los investigadores pudieron separar las partes de la corteza entorrinal que proporcionan información al hipocampo. Esto les permitió medir con precisión los patrones de activación en la entrada y salida del hipocampo por separado.


Los investigadores programaron un algoritmo informático para distinguir entre la activación de escenas y objetos dentro de estas regiones de entrada y salida. El algoritmo fue aplicado solo cuando se mostraban caras en la pantalla. Si el algoritmo indicaba la presencia de información sobre la escena o el objeto en estos ensayos, solo podría ser controlado por memorias recuperadas de la escena vinculada o fotos de objetos.


Según explican los investigadores, estos datos mostraron que cuando el hipocampo recupera un recuerdo, la activación no pasa al resto del cerebro, sino que recircula de vuelta al hipocampo. Este mecanismo sería el que desencadenaría la recuperación de otros recuerdos relacionados.





Los investigadores piensan en los resultados del algoritmo como una síntesis de teorías nuevas y antiguas. “Los resultados podrían considerarse como lo mejor de ambos mundos: preservas la capacidad de recordar experiencias individuales manteniéndolas separadas, mientras que al mismo tiempo permites que los recuerdos relacionados se combinen sobre la marcha en el punto de recuperación”, dice Dharshan Kumaran, coautor del estudio.


Según Kumaran, esta habilidad es útil, por ejemplo, para entender cómo encajan las diferentes partes de una historia, algo que no es posible si solo recuperas un recuerdo de la memoria.


Los autores creen que los resultados de este estudio podrían ayudar a la inteligencia artificial a aprender más rápido en el futuro. Martin Chadwick, coautor del estudio, explica que, aunque hay muchos dominios en los que la inteligencia artificial es superior, los humanos aún tenemos una ventaja cuando las tareas dependen del uso flexible de la memoria episódica. En este sentido, dice Chadwick, “si podemos entender los mecanismos que permiten a las personas hacer esto, la esperanza es poder replicarlos dentro de nuestros sistemas de inteligencia artificial, brindándoles una capacidad para resolver algunos problemas en mucho menos tiempo”.


Por Eva Rodriguez
 
La única forma de llegar a otro lado es cambiar de camino


No hay vía para encontrar un camino que nos haga felices sin que comencemos a aprender cómo gestionar y superar las piedras que distorsionan la trayectoria. Estos obstáculos siguen en medio y tropezamos con ellos más de una vez, aún cuando tratamos de salir de dónde estamos e ir hacia otro lado.


Esto ocurre porque nos hemos obsesionado con volver a atrás: seguimos anclados con los pies en ese camino que tanto daño nos ha hecho, en lugar de tomar otro que nos permita avanzar. Sin embargo parece lógica la dificultad que nos supone hacerlo pues hasta la lluvia más suave, si moja, se nota.




Mirar atrás solo para futuras repeticiones

Nos cuesta un esfuerzo muy grande conseguir que el pasado sea solamente aquel sitio donde mirarse para saber que ya no somos los mismos. Nos cuesta mucho trabajo sentarnos a reflexionar y darnos cuenta de que ya no podemos mirar lo que fue desde la perspectiva del hoy, porque el mundo sigue y tenemos que seguir con él.


“No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros.”


-Paulo Coelho-





Es teóricamente fácil decirle a alguien: solo tienes que olvidar y pasar página. En la práctica complicado decirse a uno mismo las mismas palabras: porque somos nosotros los que hemos sentido y los que sabemos cuánto supone dejar eso que escuece en un cajón de recuerdos sin usar.


Porque la verdad es que lo más beneficioso que podemos hacer, cuando el camino nos ponga los mismos obstáculos una y otra vez, es dejar esos recuerdos únicamente para la memoria: para que no se hagan dobles, ni triples; para que lo que ha dolido no se repita y, si lo hace, saber cómo salir de tal círculo doloroso.



El nuevo camino no se hace en un día

Hacer el camino al andar o buscar uno nuevo. El símil es diferente pero el objetivo del mensaje es común: es necesario ser valiente y seguir adelante, pero eso nos llevará el tiempo oportuno según la intensidad de las vivencias amargas que hayamos tenido.




Dejar el pasado a un lado implica sanar heridas y las heridas necesitan también su periodo de cicatrización y sutura: los bloqueos emocionales que se ocasionan a raíz de ellas nos obligan a parar en seco y volver a reconocernos, pues solo de esta manera seremos capaces de entablar nuevas relaciones o ser felices con lo que hacemos.


En este sentido, nos sentimos desprotegidos cuando descubrimos que nuestras verdades se modifican continuamente y que tarde o temprano todos nos vemos forzados a perder para poder seguir ganando: con tiempo, con constancia, poco a poco.


“Al andar se hace el camino


y al vover la vista atrás


se ve la senda que nunca




se ha de volver a pisar.”


-Antonio Machado-





La decisión está en tus manos

La única realidad es que aunque suponga todo un reto la decisión de cambiar de camino está en nuestras manos, ya que nadie más lo hará. Tras mucho sacrificio, solo así podremos sentirnos libres y plenos: llegarán principios nuevos y estaremos abiertos a entregarnos a ellos.


Ciertamente, estar preparado es media victoria y eso significa que llegará un día en el que querer cambiar de lado nos llevará justo hacia él: construiremos nuevas emociones y si nos equivocamos al hacerlo podremos recordar cómo lo hemos superado otras veces.


Al final quedarán estelas en la mar, es decir, lo que vivido como parte de lo que somos y dejarán de ser obstáculos. El nuevo camino será la prueba de que necesitamos pagar un precio por el bienestar emocional y a veces este llega en forma de curvas pronunciadas y baches que hay que aprender a manejar.


“Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú.


Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú.


Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú.


Sé tú el que aparta la piedra del camino.”


-Gabriela Mistral-

Por Cristina Gómez
 
El asco, una emoción olvidada



Normalmente sentimos asco cuando vamos a comer algo que no nos gusta, pero en ocasiones también podemos sentir asco hacia una idea o forma de vida, ¿puede llegar a tener el asco un condicionamiento cultural?

Poco se habla del asco o la repugnancia, sin embargo es una de las emociones básicas. Cuando vamos a comer algo y percibimos un olor desagradable, de forma automática soltamos la comida. Lo mismo ocurre cuando olemos algo desagradable en la cocina, sabemos que algo se está pudriendo y debemos deshacernos de ello porque puede perjudicar nuestra salud. Pero, ¿qué es realmente el asco?


¿Recuerdas la última vez que experimentaste asco? ¿cómo te sentiste? ¿fue con algún alimento? ¿lo has vuelto a probar? ¿Serías capaz de comer algún insecto? ¿Crees que sentir asco por unas cosas u otras puede ser una experiencia cultural?




Desde que somos pequeños el asco está presente en nuestras vidas, independientemente de su intensidad. Por esta razón, es importante conocer qué se esconde detrás de esta emoción, ya que a veces se oculta algo más que lo puramente tóxico, como nuestra forma de percibir el mundo. Profundicemos.


¿Cuándo experimentamos asco?

Sentimos asco cuando comemos algo tóxico o estamos cerca de ello. Es una reacción adaptativa que nos evita vivir situaciones desagradables y perjudiciales para la salud. Ahora bien, esta emoción también puede surgir a partir de una idea que nos provoque repugnancia. Por lo tanto, en el trasfondo de esta emoción se encuentra la intención de evitar el riesgo a ser contaminados.


Por ejemplo, cuando abrimos la nevera dispuestos a comernos una buena tajada de sandía y encontramos que está medio podrida, no barajamos la posibilidad de comernos ese trozo, simplemente solemos tirarla. Su mal estado nos ha informado que puede dañar nuestra salud y ponernos en peligro. O quizás, al querer echar leche al café y abrir el envase hemos percibido un olor agrio demasiado fuerte. Acto seguido hemos tirado la leche por el desagüe.


El mal aspecto y olor de muchos alimentos nos indican que es mejor tirarlos que comerlos, ya que pueden poner en peligro nuestra salir. De esta forma, podemos considerar el asco como una emoción adaptativa que nos aleja de vivir este tipo de situaciones intoxicantes.


Como curiosidad, decir que el asco se relaciona con la corteza insular según diferentes estudios. De hecho, lesiones en esta estructura impiden tanto la experimentación de esta emoción como su reconocimiento en los demás.







¿El asco es cultural?

La experiencia de asco puede variar entre culturas. A pesar de ser una emoción que nos ayuda a evitar peligros para el organismo, sí es cierto que dependiendo de la cultura, hay alimentos que a pesar de no ser tóxicos, nos pueden producir más o menos repugnancia. No obstante, es importante señalar que esta emoción tiene una expresión facial característica que incluso se puede observar en personas que son ciegas de nacimiento, además de tener una respuesta fisiológica, psicológica y conductual típica.


En España poco son los que dudan de la exquisitez que supone comer un plato de gambas, pero ¿te comeríais un plato de grillos o un plato de saltamontes? En algunos países los insectos pueden suponer auténticos manjares, mientras que en otros despiertan la aversión más profunda.


Incluso dentro de un mismo país una receta puede representar un placer para muchos y un horror para otros. Los caracoles son un claro ejemplo de ello. No me baso en ningún estudio científico pero sí me he percatado que hay gente que les encanta y gente que no los puede ni ver. Así que esta emoción también está implícita en la personalidad y en la educación que recibe cada individuo.




Sí es cierto que existen cuestiones más básicas que suelen generarnos asco a la mayoría de nosotros, como un mal aspecto u olor nauseabundo, pero es importante tener en cuenta la influencia de la cultura. Dependiendo de esta, podremos sentir más o menos rechazo.


Asco ideológico

Sin duda, experimentar asco nos ayuda a mantener nuestro organismo alejado de la toxicidad, pero esta emoción va más allá de lo puramente alimenticio y se traslada al ámbito ideológico. Muchas personas expresan el asco que sienten hacia otra cultura, raza, religión, países… Y es que debajo de estas ideas, es decir, en el trasfondo de esta emoción, también se esconde el pensamiento de toxicidad.


“El miedo surge ante una amenaza corporal, mientras que el asco aparece ante un peligro espiritual”.


-Paul Rozin-


Algunas personas perciben otras ideologías como tóxicas para sí mismas. Piensan que de alguna forma pueden dañar sus creencias o su vida en general. De este tipo de asco se deriva, por ejemplo, el racismo y la xenofobia. Al considerar otras razas y a otras personas como tóxicas, tendemos a rechazarlas y a evitarlas.





Según los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por Paul Rozin, psicólogo dedicado al estudio de esta emoción, “el asco elaborado es una reacción de rechazo a eventos que nos hacen recordar nuestra naturaleza animal”.


Rozin y sus colaboradores señalan que a pesar de que el asco sea un mecanismo de defensa que se originó para evitar contaminantes animales en sus inicios, poco a poco se ha ido desvinculando de esos elementos orgánicos y podemos llegar a sentir asco por alguien que viola las reglas morales. Como vemos, esta emoción tiene una interesante historia evolutiva.


Además, según estos autores, el hecho de sentir asco por aquellos que son racistas, maltratadores o cualquier persona cuya conducta se considere negativa podría significar que estamos asumiendo el papel de protector de la dignidad humana dentro del orden social. ¿Qué piensas?

Por Francisco López
 
Hambre emocional: qué es y qué se puede hacer para combatirla


Un día alguien me dijo que siempre iban a haber personas con obesidad, y a pesar de que lo mencionó en un contexto de trabajo, la realidad es que esa frase, además de ser verdad, no es nada alentadora.


De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), en 2016 el 73% de la población adulta en México ya padecía de sobrepeso u obesidad; ocupando el segundo lugar en el mundo por detrás de Estados Unidos, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).


Se sabe que el problema recae en la clase de alimentos que ingerimos, la frecuencia y las cantidades. Sin embargo existe un factor que, de alguna manera, interfiere en el arte del buen comer, ya que no siempre se come por sentir hambre realmente, a veces se hace para tapar ciertas emociones. Esto último se conoce como hambre emocional o comer emocional.


Diferencia entre hambre fisiológica y hambre emocional

El hambre física o fisiológica, una vez que aparece, tiende a incrementarse gradualmente y puede satisfacerse con cualquier tipo de comida, de manera que se puede elegir una comida saludable sin problemas. Una vez que comes, no necesitas más, ya que experimentas la sensación de saciedad.


Por el contrario, el hambre emocional se presenta de manera repentina con deseos de comer un alimento en específico, especialmente comida no saludable; sin embargo, una vez que logras satisfacer el antojo, esa “hambre” aparente no desaparece, pues quieres seguir comiendo.


La relación entre el hambre y las emociones

Desde pequeños, consciente o inconscientemente, vamos asociando la comida con las emociones. Por ejemplo, la sensación de seguridad de un bebé al tomar su leche en los brazos de papá o mamá; las recompensas con dulces o comida no saludable por haber obtenido un logro, ya sean buen comportamiento o altas calificaciones. Incluso, existe una frase popular que dice: “las penas con pan, son menos”, de manera que aprendemos que la tristeza, el abandono, el resentimiento, entre otras, se reducen con comer.


En situaciones de tristeza o felicidad, la comida puede activar reacciones en el cerebro que son placenteras. Un ejemplo de esto son los chocolates, que desencadenan un compuesto llamado feniletilamina, la cual genera un estado de bienestar; además, el chocolate libera endorfinas y serotonina, por lo que es considerado un antidepresivo natural.


Llenando el vacío

Tal como se mencionó anteriormente, no se trata de una sensación real de hambre, sino del deseo inconsciente de llenar un vacío, el cual no se encuentra en su estómago... se trata de un malestar emocional. En este caso, la persona no puede hacerse cargo de dicho malestar, ya que, en ocasiones no es consciente de ello, por lo que confunde esa sensación con hambre y trata de compensarla comiendo.


Por otro lado, existen ocasiones en que la persona logra estar consciente de esas emociones específicas, pero no ha tomado la decisión de atenderlas, por lo que esa insatisfacción continúa.


Quizás si la persona se cuestionara sobre esa hambre que siente, pudiera llegar a la conclusión de que puede ser hambre de cariño, necesitar un abrazo; tal vez miedo a ser abandonado, a sentirse solo, a ser rechazado; o simplemente estar pasando por un momento de mucha preocupación o ansiedad. Por más que lo intente, es algo que la comida nunca podrá saciar, y en consecuencia contribuye a aumentar de peso y se provoca sentimientos de culpabilidad.


Cómo se sacia el hambre emocional

El primer paso puede ser el darte cuenta de lo que estás sintiendo o pensando en ese momento en el que no logras quedar satisfecho; quizás estés pasando por una situación en tu vida que te genera preocupación, tristeza, estrés, felicidad. Ponle un nombre a eso que estés sintiendo, descubre qué pensamientos invaden tu mente, y qué necesidad tienes en ese momento.


Acude al nutriólogo. En temas de alimentación es necesario aprender cuáles son las porciones adecuadas para ti, además de llevar un control de las horas en las que tienes que comer. De esa manera, podrás identificar con más facilidad cuándo las emociones comienzan a confundirse con el hambre.


Haz ejercicio. Esto te permitirá, además de mejorar tu salud, descargar emociones negativas como el estrés y la ansiedad. También funciona como antidepresivo natural, ya que libera endorfinas y serotonina que mejoran el estado de ánimo. Busca ayuda para trabajar ese malestar emocional. Puedes empezar compartiéndolo con alguien de tu confianza; si el problema persiste, no dudes en acudir al psicólogo, quien te brindará la ayuda necesaria.


Lo principal en este tema es prestar atención a las necesidades emocionales que puedas presentar. De lo contrario le das a tu cuerpo una sobre ingesta de alimentos, lo que termina por ser perjudicial para tu salud. Escucha a tu cuerpo y atiende su necesidad. Dale a tu área emocional la importancia que requiere, de manera que encuentres el bienestar que mereces.


Autor: Psic. Angel Ximenez.
 
¿Existe la pareja ideal, o solo es una fantasía?



Es muy normal que, cuando nos paremos a valorar lo que las otras personas significan para nosotros, extraigamos conclusiones muy radicales, sin medias tintas. En lo que se refiere a los sentimientos, tendemos a no ver grises: todo es o blanco, o negro. Puede que esto tenga que ver con nuestra necesidad de creer que nuestras vidas tienen un significado por el hecho de estar ligados a personas excepcionales, pero al fin y al cabo, en la mayoría de las ocasiones la experiencia nos demuestra que todos tenemos defectos.


Ahora bien… ¿qué pasa cuando específicamente nos centramos en el mundo de la búsqueda de pareja? Al fin y al cabo, aunque todas las personas tengan imperfecciones, podemos llegar a creer en la pareja ideal. Simplemente, esta sería aquella que independientemente de sus defectos, encaja con nosotros a la perfección.


¿Pero es esta una idea razonable, o es una simple fantasía? A fin de cuentas, del mismo modo en el que podemos creer que no existen las personas perfectas, podemos considerar que tampoco existen las relaciones libres de cualquier fallo. ¿Existen de verdad las parejas ideales?



¿Qué es una pareja ideal?

Tal y como hemos visto, la principal característica de una pareja ideal es que, en teoría, es 100% compatible con nosotros. Alguien que, por ejemplo, tiene unas debilidades que se ven compensadas por las fortalezas de la persona con la que mantiene un vínculo amoroso. O, por otro lado, alguien que es capaz de adaptarse a las necesidades de la otra persona.


Esta descripción de lo que es una pareja ideal debería alejarnos de esa idea estereotipada de los maridos o de las esposas que están todo el día sonriendo y mostrando constantemente una faceta propia de un personaje de televisión en una serie para toda la familia. Una pareja ideal tiene sus malos momentos, pero estos no rompen por completo la dinámica de la relación.


Esta idea no es del todo descabellada, pero encierra una trampa. Esta trampa es que el simple hecho de tener como referencia el concepto de “pareja ideal” nos puede llevar a menospreciar a aquellas personas que realmente son perfectamente válidas para ocupar un puesto esencial en nuestras vidas. Tener las expectativas fijadas en un ideal nos distrae de las personas de carne y hueso, aquellas que de verdad existen.



El refugio de las expectativas

Con el concepto de la pareja ideal ocurre algo parecido a lo que se da en personas que en vez de cambiar su realidad, se contentan imaginando una mejor.


Fantasear con estar con una persona perfecta puede ser agradable, pero no puede ser un sustitutivo de una vida afectiva verdadera. A fin de cuentas, de por sí, alguien que solo existe en nuestra imaginación no tiene por qué tener características que nos decepcionen. El hecho de imaginar a alguien perfecto implica que imaginaremos a alguien incompleto.


En cambio, alguien de verdad sí que tiene cientos de características que no resultan ideales, pero eso es porque existe: porque su físico es de una manera y no de otra según nos convenga, porque su personalidad no depende de nuestros intereses en cada momento, y porque sus habilidades tienen que ver con toda una historia de aprendizaje y de paso por la vida, no con la improvisación de la actividad de fantasear.


Un tipo de soledad disfrazada

La búsqueda de la pareja perfecta es, aunque resulte paradógico, una manera de comprometerse con la soledad y perpetuar el aislamiento. Mientras una persona tenga en mente la idea de que su vida amorosa debe estar centrada en la búsqueda de alguien ideal, no solo se sentirá separada del resto de personas a causa de una barrera emocional.


Además, puede esa situación puede entrañar el peligro de que se comprometa a largo plazo con ese aislamiento que en realidad no disfruta, pero que se esfuerza por alimentar.


¿Por qué? Porque si alguien cree que está esperando a la pareja ideal, encuentra en esa creencia una justificación para su soledad. La viste con un disfraz de nobleza, de romanticismo, como si pasar por esa larga espera nos hiciera mejores o nos expusiera más a las posibilidades de llegar a una persona que por definición no existe.


Cuando alguien se da cuentas de que ha estado invirtiendo tiempo y dinero en una búsqueda que no muestra señales determinar pronto, acostumbra a obsesionarse con continuar con ello, para darle sentido a los sacrificios del pasado.


Esta obsesión puede llegar a ser aún más peligrosa si tiene que ver con la búsqueda de la persona ideal. El motivo de esto es que quien se toma en serio la idea de la pareja perfecta, probablemente le habrá reservado a esa figura imaginaria un rol muy importante en la vida que uno se espera tener en el futuro.


Una trampa en el amor

En conclusión, la idea de la pareja ideal no solo es poco realista. Además, puede resultar dañina para ciertas personas propensas a tomarse muy en serio este concepto. Vivir de un futuro imaginado no suele compensar por las frustraciones del presente.

Por Arturo Torres
 
Las expectativas en el amor: ¿cómo saber si son realistas? 7 consejos



Las relaciones de pareja no solo se basan en el amor. Además, van siempre de la mano de una serie de compromisos y esfuerzos orientados a crear un clima de mutua confianza. Y esto, a su vez, hace que aparezcan expectativas acerca de lo que sucederá en el futuro en esa relación.


Ahora bien, hay ocasiones en las que las expectativas en el amor no se ajustan a la realidad, ya sea porque se basan en un optimismo injustificado, o porque nos hacen caer en algo que casi puede ser considerado paranoia y miedo al abandono. Saber analizar si se ajustan a la realidad o no es uno de los elementos más importantes para que el vínculo amoroso se mantenga, en caso de que ya se tenga pareja, o para corregir ciertas actitudes si no se cuenta con una relación amorosa estable.


¿Qué son las expectativas en las relaciones de pareja?

En el mundo de las relaciones amorosas, la expectativas son el conjunto de creencias que delinean un futuro esperado o probable en lo que respecta a la convivencia y el acompañamiento mutuo con personas reales o imaginadas (en el caso de que se piense en una pareja que aún no se ha encontrado).


Así pues, no se limitan a ser un conjunto de ideas “guardadas” en el interior del cerebro de cada uno de los amantes, sino que están afectando constantemente a la forma en la que las personas que participan del vínculo afectivo interactúan entre sí día a día, aunque no se hable de forma explícita acerca de los planes de futuro.


Es por ello que es vital ver hasta qué punto estas expectativas son compatibles y encajan entre sí, o hasta qué punto esas ideas no son demasiado exigentes con lo que la vida nos ofrece. Hay que tener en cuenta que estas expectativas no son solo acerca de cómo será o podría ser la persona enamorada de nosotros, sino también el contexto material en el que tendrá lugar la relación. Por ejemplo: ¿es sensato esperar una vida en pareja llena de lujos si en el presente no se gana dinero? Probablemente no.


A continuación examinaremos, dependiendo de si son expectativas en el amor existiendo ya una relación o no, de qué manera podemos ajustarlas a lo sensato. En primer lugar, empecemos por el caso de quienes tengan ya un vínculo amoroso correspondido.


Cómo valorar las expectativas en el amor si ya tienes pareja

Sigue estas pautas para llegar a una comprensión lo más objetiva posible, ten en cuenta estas ideas clave en tu día a día.


1. Analiza las causas de los posibles miedos

Muchas veces, la incertidumbre hace que tengamos miedo a sentirnos frustrados depositando demasiadas esperanzas en una relación. Está claro que cada caso es único, pero a pesar de ello es posible valorar una serie de criterios objetivos para asegurarnos de que realmente hay causas razonables parar dudar.


En primer lugar, empieza pensando en tu situación y creando una lista. En segundo lugar, piensa en hasta qué punto son miedos asociados a indicios reales o imaginados, probables o no. Puedes ordenarlos siguiendo este criterio, y valorar la importancia que para ti tiene cada uno.


2. Piensa en tu autoestima

Algunos temores pueden surgir no de las características de la relación en sí, sino de la autoestima. Esto es muy frecuente en personas que tienen un concepto poco amable de sí mismas y creen que serán abandonadas porque no valen mucho. Detectar en esta causa el problema ya es un gran avance, y la terapia psicológica suele ayudar.


3. ¿Has fantaseado demasiado?

Hay ocasiones en los que el hecho de entrever un futuro muy feliz hace que nos obsesionemos con esas ideas, y pasemos a hacer que nuestra propia felicidad depende de ella. A su vez, aparece el temor a no alcanzar esa meta.


Por eso, reflexiona sobre si realmente, en caso de tener en mente un mañana marcado claramente por una felicidad muy superior a la del presente, hay motivos para asumir que esto será así, y qué estás haciendo para conseguirlo.


4. Habladlo

La puesta en común de estas ideas resulta crucial. Hablar de vuestras ilusiones y vuestros miedos puede resultar algo estresante, pero es necesario si existen sospechas de un desajuste en este aspecto. Eso sí, es crucial hacerlo desde una óptica constructiva.


Y si estás en la soltería…

A la hora de revisar tus expectativas de amor estando soltero o soltera, sigue estos consejos.


1.. ¿Tienes un filtro muy marcado? Revísalo

A veces, descartamos la posibilidad de iniciar relaciones con ciertas personas simplemente porque no cumplen una o varias características muy delimitadas. ¿Tiene esto sentido?


2. ¿Estás intentando dar una imagen que no es real? No lo hagas

Hay quien espera tener relaciones amorosas atrayendo al perfil de novio o novia ideal comportándose de una manera que se supone que atrae a ese tipo de personas. Se trata de una impostura que a la práctica no lleva a ningún lado.


3. ¿Has asumido la soledad? Cuestiónala

Nadie tiene por qué estar solo o sola, si bien ciertas personas lo tienen más fácil para llamar la atención del resto Pero el derrotismo hace que efectivamente el resto de personas no perciba ningún interés en uno mismo.

Por Arturo Torres
 
Soy incapaz de expresar mi enfado



¿Te cuesta expresar que estás enfadado? Te contamos qué puedes hacer para superar esta barrera.

¿Eres de las personas a las que les cuesta mostrar que están enfadados o enfadadas? Si tu respuesta es “yo nunca me enfado”, esto es poco creíble. Como psicóloga veo cada día personas que sí se enfadan, pero que no pueden expresarlo, personas que incluso se esfuerzan en autoengañarse y creer que no están enfadados/as cuando sí lo están. Diferentes estudios demuestran que el enfado tiene componentes culturales, pero es un sentimiento normal y forma parte de aprender a crecer emocionalmente.


En este sentido, tendrás enfados y lo importante es qué haces con ellos. Por ejemplo, saber expresar tu enfado es algo necesario para un buena salud emocional, digamos que es necesario para “estar bien” psicológicamente hablando. Por ello, en este artículo abordaremos las razones por las que las personas son incapaces de expresar su enfado y nos centraremos también en las posibles consecuencias de no demostrar tu malestar o tu rabia.




Así pues, pasaremos a ver las frases que he escuchado con frecuencia en consulta y te explico qué he encontrado detrás de ellas en cada una de estas situaciones. Este pude ser un buen punto de partida para identificar por qué no podemos de expresar el enfado y qué se puede hacer para superar esta barrera.


¿Cuáles son las razones para que no puedas expresar tu enfado?

“No puedo expresar mi enfado porque no sé cómo hacerlo”

Si eres de los que dicen “no puedo expresar mi enfado”, la razón principal puede ser que no eres asertivo/a. Esta falta puede ser una manifestación de:


  • No tienes capacidad para decir lo que piensas cuando esto que piensas va “contracorriente”.
  • Te sientes incapaz de hacerlo sin perder los nervios.
  • Temes quedarte paralizado a la hora de comunicarte.






Reseñar que solo sobre asertividad podemos encontrar varios libros que se dedican a hablar de ella; sin embargo, la mayoría de ellos se quedan en la teoría. Pues bien, entrando en el ámbito práctico, para poder expresar tu enfado es necesario que tengas claro: qué quieres decir, qué sientes y cómo tienes que decirlo.


La preparación a la hora de expresar tu enfado es la clave para el éxito. Imagina que tu enfado está fuera de ti, realiza un ejercicio de externalización y objetivación del miedo o de la ansiedad. Pregúntate: ¿para qué sirve mi enfado?, en la mayoría de los casos las respuestas girarán en torno a la inseguridad, las dudas sobre uno mismo y el no afrontar la situación y dejar pasar la oportunidad de crecer.




“No puedo expresar mi enfado porque en realidad sé que no tengo motivos para sentirme así”

La primera pregunta que tienes que hacerte es “¿qué me está diciendo mi enfado?”. Es muy importante llegar a la razón última del enfado. Si lo haces por motivos de egoísmo o “sin razones”, simplemente porque las cosas no salen como tú quieres, es normal que te cuesta demostrarlo.


Ya que, en el fondo sabes que no tienes motivos para sacar fuera ese enfado y por tanto, evitas hacerlo. No expresar tu enfado en estas circunstancias es un mecanismo de protección, te protege de quedar en ridículo y de arrepentirte luego de lo que hayas dicho o hecho.


De este modo, es fundamental que cuando te enfades seas capaz de tener bien claras las razones de este malestar, que te plantees “¿tengo motivos reales para mi enfado?”. Obviamente, podrás darte cuenta de que la estrategia es: me enfado, no digo nada, analizo y si tengo motivos seguros y claros, ahí si digo lo que pienso. Porque si te paras a analizar los motivos de tu enfado y realmente los tienes, ello te impregnará de seguridad y fuerza para sacar la rabia que llevas dentro.


“Si expreso mi enfado me siento culpable”

Si realmente tienes motivos para estar enfadado/a y te sientes culpable: hay algo que no va bien. Es decir, has de aceptar que enfadarte no te hace ni mejor ni peor persona y si estás enfadado/a lo has de manifestar de manera productiva y adecuada. Has de trabajar tu autoestima porque en este caso el pensamiento que tienes (que te impide expresar tu enfado) es “mi enfado no es tan importante, mejor no digo nada”.


Todo lo que sientas y vivas es lo suficientemente importante como para que lo asumas y lo transmitas, es más, eres responsable de transmitir tu malestar y no tienes que sentirte para nada culpable. La culpa es un sentimiento que has de gestionar, porque sólo te hace estar anclado en el no-hacer, en la inmovilidad. El mejor pensamiento y la mejor interpretación que puedes hacer de un enfado es “mi enfado tiene que ser transmitido y si lo hago correctamente tengo todo el derecho de hacerlo”.





“Aunque exprese mi enfado, no vale para nada, todo sigue igual”

Finalmente en este punto, estamos frente a una situación de indefensión aprendida, has aprendido que hagas lo que hagas no puedes cambiar la situación y todo seguirá perjudicándote. Si te sientes identificado/a con este tipo de dificultad a la hora de expresar tu enfado tienes que ponerte manos a la obra. Puede ser que requieras de hacer borrón y cuenta nueva con las personas que te rodeas, con tu pareja, tu familia o tu trabajo.


En este sentido, el Dr. Martin Seligman explicó cómo la indefensión aprendida no es sana, te desgasta a nivel psicológico y va minando tu capacidad de cambio y desarrollo personal cada día. Así, primero has de validar las razones de tu enfado, saber si están justificadas o no, tienes que saber si estás expresando tu enfado correctamente y de manera educada. Porque si todas éstas son tareas cubiertas y bien hechas, has de darle una solución a aquello que te hace sentir la indefensión aprendida, ponte manos a la obra: no te arrepentirás.



Por Julia Marquez
 
La molesta verborrea: gente que nunca se calla



Una persona que habla sin parar, o bien se encuentra en un estado de agitación patológico, o bien es presa de un egocentrismo sin límite. En ambos casos la verborrea es un síntoma de imposibilidad para establecer comunicación con los demás.

Algo va de ser comunicativo a tener frecuentes ataques de verborrea. No tiene nada de malo que a algunas personas les guste hablar, pero lo cierto es que a veces se pasan. Hablan tanto que si les cosieran la boca, les saldrían letras por las orejas. No pueden guardar silencio, al punto que terminan hablando con el televisor si no encuentran interlocutor.


Esta conducta a veces resulta muy agobiante para los demás. Intentan mantener una conversación con ellos, pero se rinden al poco tiempo. No hay manera de que paren. Generalmente escogen a sus “víctimas” con acierto. Estas suelen ser personas calladas y afables, que no se atreverían a pedirles que callen o a dejarlos solos en pleno ataque de verborrea. Por eso los sufren abnegadamente.




Otro punto que define a estos amantes de la verborrea es el tema de conversación. Esta, casi siempre tiene un eje definido: ellos mismos. Quienes les rodean tienen que aguantar una exposición detallada de sus opiniones, vivencias, apreciaciones, planes, recuerdos y todo, absolutamente todo lo que gira en torno suyo. Esto, finalmente, termina agotando a cualquiera. Entonces, ¿por qué no pueden callarse?


No sabe hablar quien no sabe callar”.


-Pitágoras de Samos-




Saben de todo… y más

Los ataques de verborrea son muy frecuentes en quienes tienen un rasgo que va de la mano: saben de todo y más. Al menos eso es lo que creen. No hay asunto en el que no hayan incursionado ni área en la cual no tengan una opinión para compartir. Todo lo que ha sucedido en el mundo ya les ha pasado a ellos o está por sucederles.


Aunque no tengan estudios en un tema y hayan leído poco del mismo, no tienen problema en impartir cátedra. Ahora que si conocen el tema y tienen un título relacionado, el asunto pinta todavía peor. Son como un seminario ambulante, que pontifica y ofrece datos minúsculos que nadie les está preguntando. Pueden llegar a ser una verdadera pesadilla.


Este tipo de personas adoran las palabras raras y los discursos floridos. De alguna forma es como si sintieran que el mundo entero es un gran auditorio que está expectante sobre lo que van a compartir. No creen que tengan algo que aprender a los demás. Por otro lado, su intención de fondo es enseñar. Básicamente, quieren ser el centro de atención y lucirse.






La verborrea no ilustrada

La verborrea también es un mal de aquellos que no intentan proyectar una imagen de ilustrados. También los hay que no quieren dar cátedra sobre todo tipo de temas, sino que necesitan informar a los demás de toda su vida o de la de otros. Ponen un énfasis desmedido en cualquier suceso cotidiano y lo narran detallando hasta el más mínimo aspecto, como si este tuviera una importancia trascendental.


También están los que suponen que todo el tiempo les estás pidiendo una opinión o un consejo. Ni bien alcanzas a hacer un comentario sobre algún aspecto de tu vida, e inmediatamente se deshacen en apreciaciones, diagnósticos y conjeturas sobre lo que pasa en tu vida, lo que debes hacer, las causas, las consecuencias y todo aquello que se les ocurra. Igual sucede con los que deciden quejarse sin parar.


El problema es que una vez que caes en su red de palabras, la inercia va a hacer que tiendas a permanecer en ese lugar. La otra opción es pasar por la desagradable situación de pedirles que se callen. Ellos difícilmente elegirán por sí mismos momentos para la escucha.




¿Qué hacer con un verborreico?

Una persona que hace de la verborrea su estilo de comunicación con los demás podría tener un trastorno psicológico, o simplemente un egocentrismo sin límite. Este último no puede catalogarse como un trastorno en sí mismo, pero definitivamente tampoco es una señal de salud mental.


Hay algunos estados de manía, ansiedad o agitación que llevan a hablar, hablar y hablar. El discurso sin descanso es una manera de expresar esa angustia. Su inquietud les impide callar y/o escuchar. Su forma de hablar es compulsiva, y muchas veces desordenada. Pueden pasar de un tema a otro sin que haya conexión. En esos casos, escucharles puede ayudar. Quizás seguir su discurso con comentarios puede ser una actitud que les ayude a tranquilizarse.


En el caso de los egocéntricos, que es el más frecuente, lo que sucede es que la persona no ha desarrollado las herramientas psicológicas para establecer una comunicación de doble vía. Lo suyo es un monólogo y los demás un contenedor. Una audiencia. En esos casos lo mejor es no prestarse para formar parte de su juego narcisista.

Por Edith Sánchez

 

Temas Similares

4 5 6
Respuestas
64
Visitas
3K
Back