Anécdotas de aberraciones culinarias

Mi madre la pobre, no tenía mano para la cocina:
Acompañaba los cocidos con una carne con hueso que le vendían nunca supe quién era la hijaputa de la carnicería donde la compraba, pero era para denunciar a Sanidad, que dejaba los cocidos con sabor RANCIO, es que nunca me gustaron los cocidos que hacía mi madre.
Y encima, a ella le parecía la bomba y un día me enjaretó una pila de aquellas perlas, "que sí, que sí, que daban muchísimo sabor", que fueron casi directamente a la basura...me intentaba dar clases de cocina (a mis 30s por ejemplo), y yo intentando explicarle que sus cocidos sabían fatal por esa pu.ta carne que era para echar a las gallinas y poco más (y ahora ni eso, los animalistas se me echarían encima).

Y nunca se me olvidará la JARRADA de vinagre que le echaba a las lentejas, que les mataba el sabor.

Se salvaban sus fabas con almejas, que al ser con molusco se salvaban del trozo de carne rancio que la pobre mujer siempre pensó que le daban un extra de sabor.
También la pobre, siempre se pasó con el aceite...todo encharcado de aceite, dichas fabas a veces se libraban (no todas). Y su arroz con pollo no quedaba mal, pero siempre se le iba la mano con el aceite...Todavía recuerdo los chorros que le echaba.

Es que como en cualquier sitio (incluso lo poco que yo cocino), y todo me sabe mejor que lo que me cocinaba ella.
Mi madre era/es igual. Suerte que cuando no teníamos comedor escolar nos cocinaba nuestra cocinera...
 
Nos invitaron a dos bodas que se celebraban el mismo día y tuvimos que acabar decidiéndonos por ir a una de ellas; la de unos vecinos de toda la vida. La ceremonia fue muy pitiminí, hasta el punto de que yo no sabía ya si estaba en la boda de mis vecinos o en la de Jennifer López. Saliendo de la Iglesia nos encontramos con la madre de la novia y nos agradeció que fuésemos, porque "éramos como familia, íntimos amigos" (literalmente dijo eso). Y menos mal que éramos como de su familia, porque cuando llegamos al recinto para la celebración nos sentaron en las mesas más alejadas, junto con los compañeros de trabajo de la novia. Un poco más y comemos en el parking sobre el capó de un coche.

Como la boda había sido tan pitiminí, desde luego la celebración no podía ser menos. El menú fue el siguiente:
  • De entrante, una ensalada enfrascada en un bote de vidrio, que consistía en hojas de lechuga y un tomate cherry cortado por la mitad. La ensalada llevaría días hecha, porque la lechuga estaba oxidada y babosa.
  • De primer plato, un pimiento asado con un huevo crudo dentro. No me refiero a que estuviese poco hecho con la yema líquida. No. Me refiero a que la clara era transparente.
  • De segundo plato, carne carbonizada. Yo supongo que aquello era costilla, pero para saberlo con certeza habría que hacerle la prueba del carbono-14.
  • De postre, nada. No llegó, porque como comenté anteriormente, nos sentaron casi fuera del recinto en la mesa más alejada de donde se sacaba la comida.
Cuando mi madre y yo llegamos a casa nos abrimos una lata de atún. Desde luego nunca me supo tan bien una lata de atún.

Unos días más tarde unos conocidos nos comentaron que la otra boda había sido una fantasía, con comida clásica pero que estaba buenísima. Suerte la nuestra!!
 
Nos invitaron a dos bodas que se celebraban el mismo día y tuvimos que acabar decidiéndonos por ir a una de ellas; la de unos vecinos de toda la vida. La ceremonia fue muy pitiminí, hasta el punto de que yo no sabía ya si estaba en la boda de mis vecinos o en la de Jennifer López. Saliendo de la Iglesia nos encontramos con la madre de la novia y nos agradeció que fuésemos, porque "éramos como familia, íntimos amigos" (literalmente dijo eso). Y menos mal que éramos como de su familia, porque cuando llegamos al recinto para la celebración nos sentaron en las mesas más alejadas, junto con los compañeros de trabajo de la novia. Un poco más y comemos en el parking sobre el capó de un coche.

Como la boda había sido tan pitiminí, desde luego la celebración no podía ser menos. El menú fue el siguiente:
  • De entrante, una ensalada enfrascada en un bote de vidrio, que consistía en hojas de lechuga y un tomate cherry cortado por la mitad. La ensalada llevaría días hecha, porque la lechuga estaba oxidada y babosa.
  • De primer plato, un pimiento asado con un huevo crudo dentro. No me refiero a que estuviese poco hecho con la yema líquida. No. Me refiero a que la clara era transparente.
  • De segundo plato, carne carbonizada. Yo supongo que aquello era costilla, pero para saberlo con certeza habría que hacerle la prueba del carbono-14.
  • De postre, nada. No llegó, porque como comenté anteriormente, nos sentaron casi fuera del recinto en la mesa más alejada de donde se sacaba la comida.
Cuando mi madre y yo llegamos a casa nos abrimos una lata de atún. Desde luego nunca me supo tan bien una lata de atún.

Unos días más tarde unos conocidos nos comentaron que la otra boda había sido una fantasía, con comida clásica pero que estaba buenísima. Suerte la nuestra!!
Dios, no tengo palabras 🤣
Y me quejaba yo de la boda en la que pasamos tanta hambre que acabamos unos cuantos invitados en el McDonald's y otros en el kebab 🤣🤣🤣
 
Mi madre y su obsesión por el bacalao de Navidad
Es que era cantar y machacar todo el año que sólo el de ella estaba bien hecho, que solo su receta de su abuela, y era un trabajal, quitarle la sal días antes, guisarlo, litros de aceite de oliva...que guindillas no, no, que aunque a muchos les guste, eso no ...en fin
y para que al final, a nadie le gustaba, mas que a ella. Mi padre se lo comía por que imbécil no era, prefería comerlo que la retahíla que le tocaría si no probaba ni una cuchara. Mi hermano y yo caímos de niños, ya para los 14 pasamos de largo. Primero un pan con sal que el bacalao.
Era llevar el bacalao a la cena con la familia extendida y mi madre hirviendo de coraje que nadie lo apreciara.

Luego, para mas inri, en estos tiempos modernos, una sobrina le pide la receta por el grupo familiar de whatsapp, mi madre se derretía de emoción de que alguien por fin la apreciara
Días después le preguntó a la sobrina que qué tal, y dijo que lo había arreglado al gusto de su suegra, con menos aceite y las guindillas :ROFLMAO:. Ofensa absoluta.

A sus 83 ya desistió hace varios años de hacerlo, y mis padres ya no cenan ni conviven, solo quieren estar en casa y dormirse a su hora de siempre.

En casa de mi familia política la cena es mas sencilla pero al gusto de cada quien, vamos a un lugar donde venden para llevar, y compramos cada quien (somos pocos) lo que nos gusta, que las niñas quieren pasta, pues un botecito de pasta. Los mayores queremos otra cosa, pues eso. Yo en algun año me he hecho unas verduras salteadas y listo.
 
Última edición:
Otra anecdota, fiesta infantil, la abuela de la criatura se jacta de ser chef gourmet, y preparo una mousse de chistorra. Si, para niños de 8 años. o_O. Los crios pasaron de largo, yo sali con 2 tapers, que entregue en la primera esquina donde vi unos migrantes que mira tú, si apreciaron a la gourmet. Cosas de la vida.
 
Mi madre y su obsesión por el bacalao de Navidad
Es que era cantar y machacar todo el año que sólo el de ella estaba bien hecho, que solo su receta de su abuela, y era un trabajal, quitarle la sal días antes, guisarlo, litros de aceite de oliva...que guindillas no, no, que aunque a muchos les guste, eso no ...en fin
y para que al final, a nadie le gustaba, mas que a ella. Mi padre se lo comía por que imbécil no era, prefería comerlo que la retahíla que le tocaría si no probaba ni una cuchara. Mi hermano y yo caímos de niños, ya para los 14 pasamos de largo. Primero un pan con sal que el bacalao.
Era llevar el bacalao a la cena con la familia extendida y mi madre hirviendo de coraje que nadie lo apreciara.

Luego, para mas inri, en estos tiempos modernos, una sobrina le pide la receta por el grupo familiar de whatsapp, mi madre se derretía de emoción de que alguien por fin la apreciara
Días después le preguntó a la sobrina que qué tal, y dijo que lo había arreglado al gusto de su suegra, con menos aceite y las guindillas :ROFLMAO:. Ofensa absoluta.

A sus 83 ya desistió hace varios años de hacerlo, y mis padres ya no cenan ni conviven, solo quieren estar en casa y dormirse a su hora de siempre.

En casa de mi familia política la cena es mas sencilla pero al gusto de cada quien, vamos a un lugar donde venden para llevar, y compramos cada quien (somos pocos) lo que nos gusta, que las niñas quieren pasta, pues un botecito de pasta. Los mayores queremos otra cosa, pues eso. Yo en algun año me he hecho unas verduras salteadas y listo.
Ufff, no puedo con el bacalao.

Lo que veo en muchas de estas historias (y lo digo porque en mi casa también sucede) es que hay poca humildad a la hora de reconocer que a la gente no le gusta tu plato estrella y punto. No insistas y deja de tirar el dinero en ingredientes caros cuando tu familia ya te ha dejado claro que no les gusta tu superplato. Nadie es perfecto, acepta la derrota y mira hacia delante con la cabeza alta.

Cuando tenga un rato os cuento sobre el cumpleaños que le arruinó mi madre a mi hermana por insistir en hacerle ella misma la tarta. 🙊
 
Mi madre es una cocinera maravillosa. De esas personas que tienen un don para los fogones y los sabores, con inventiva y capacidad de improvisación. De unas acelgas mustias te saca un platazo. Da igual el día que sea y vaya quien vaya, ella siempre tiene listo en 20 minutos un festín de comida rica, sabrosa y muy saludable.

Mi suegra le pone buena voluntad, pero es absolutamente inútil en la cocina. Capaz de quemar un huevo duro. Ella misma te lo decía, y como le ponía ganas, pues haces el esfuerzo de tragarte la ternera zapatilla, las verduras recocidas y el pescado rebozado grasoso que son la base de su dieta.

El problema llegó cuando mi madre decidió invitar a mi familia política a comer en una visita. Mis cuñados son conocidos por especialitos con las comidas, de no comer verduras ni pescado. Pues en la mesa de mi madre, mi familia política casi ni habló. Estaban todos salvo mi suegra comiendo a dos carrillos, que parecía que no habían comido en una semana. Y como son así de nulos emocionales, insistiéndole a mi suegra que le pidiera la receta a mi madre de todo. Y que si se quería quedar a recibir clases, tampoco pasaba nada. Mi madre y yo intentando pararles, diciéndoles que qué exagerados

Os podéis imaginar cómo le sentó a mi pobre suegra, que toda la vida ha dado de comer a su familia sin nadie que la eche una mano, semejante baño. Así que decidió ponerse creativa. Desde entonces siempre tiene puesto algún programa de cocina y se esfuerza por hacer cosas nuevas.

Para sorpresa de nadie, hemos ido a peor. He comido filetes a la plancha de sandía, lechuga a la parrilla, pollo teriyaki con salsa casera hecha con cuatro litros de aceite de sésamo y he tenido el valor de probar un baba ganush quemado a mechero con bizcocho de microondas.

Echo mucho de menos la ternera zapatilla, las verduras recocidas y el pescado rebozado. Eso, a malas, me lo podía comer. Ahora paso hambre.
 
Mi madre es una cocinera maravillosa. De esas personas que tienen un don para los fogones y los sabores, con inventiva y capacidad de improvisación. De unas acelgas mustias te saca un platazo. Da igual el día que sea y vaya quien vaya, ella siempre tiene listo en 20 minutos un festín de comida rica, sabrosa y muy saludable.

Mi suegra le pone buena voluntad, pero es absolutamente inútil en la cocina. Capaz de quemar un huevo duro. Ella misma te lo decía, y como le ponía ganas, pues haces el esfuerzo de tragarte la ternera zapatilla, las verduras recocidas y el pescado rebozado grasoso que son la base de su dieta.

El problema llegó cuando mi madre decidió invitar a mi familia política a comer en una visita. Mis cuñados son conocidos por especialitos con las comidas, de no comer verduras ni pescado. Pues en la mesa de mi madre, mi familia política casi ni habló. Estaban todos salvo mi suegra comiendo a dos carrillos, que parecía que no habían comido en una semana. Y como son así de nulos emocionales, insistiéndole a mi suegra que le pidiera la receta a mi madre de todo. Y que si se quería quedar a recibir clases, tampoco pasaba nada. Mi madre y yo intentando pararles, diciéndoles que qué exagerados

Os podéis imaginar cómo le sentó a mi pobre suegra, que toda la vida ha dado de comer a su familia sin nadie que la eche una mano, semejante baño. Así que decidió ponerse creativa. Desde entonces siempre tiene puesto algún programa de cocina y se esfuerza por hacer cosas nuevas.

Para sorpresa de nadie, hemos ido a peor. He comido filetes a la plancha de sandía, lechuga a la parrilla, pollo teriyaki con salsa casera hecha con cuatro litros de aceite de sésamo y he tenido el valor de probar un baba ganush quemado a mechero con bizcocho de microondas.

Echo mucho de menos la ternera zapatilla, las verduras recocidas y el pescado rebozado. Eso, a malas, me lo podía comer. Ahora paso hambre.
Si es que a veces es mejor quedarse con los platos tradicionales que gustan a todo el mundo y seguir las recetas de gente como Arguiñano. Que por cierto, me suelen aburrir sus recetas por eso mismo, por clasicorras, pero desde que hago las lentejas siguiendo su receta (con un sofrito previo de cebolla, pimiento y tomate) me salen tan ricas que hasta rebaño el plato. Y yo era la que de pequeña lloraba porque no se las quería comer 🤣🤣

También el problema de mucha gente es que no respetan los ingredientes y los pasos de las recetas y luego se quejan porque no les sale igual. Que yo he visto comentarios del tipo "¿Y pasa algo si en vez de nata le echo leche de soja? Es que soy vegana/intolerante a la lactosa/etc." Y claro, la leche de soja y la nata no podrían parecerse menos a nivel nutricional y organoléptico, pero en su cabecita piensan que da lo mismo una cosa que otra.

O la gente que por su papo moreno quitan el azúcar de una receta y lo sustituyen por edulcorante, siendo que el azúcar no solo está para endulzar sino para dar estructura y color al bizcocho, etc.
 
Bueno, os cuento sobre el día que mi madre le arruinó el cumpleaños a mi hermana:

[Que quede claro que yo a mi madre lo mismo que la quiero también reconozco sus defectos entre los cuales están la cabezonería, el orgullo y la tacañería ocasional. Pero como cocinera tiene muy buena mano, los bizcochos y los postres le salen súper buenos y los hace de cabeza sin pesar ni medir nada.

Pues cuando mi hermana iba a cumplir doce años se le metió entre ceja y ceja que quería una tarta de una pastelería de mi pueblo que por entonces estaba de moda. Pero a mi madre le entró la vena tacaña y le dijo que para que iban a gastar dinero en un pastel comprado si ella podía hacerlo en casa mucho más rico y más barato. Entonces mi hermana accedió a que mi madre hiciera una tarta de galleta que normalmente le salían muy ricas.

Llega el día D. Íbamos a hacer una fiestecita en casa con los amigos de mi hermana. Mi madre se dispone a hacer el pastel pero no sabemos qué cable se le cruzó ese día en la cabeza que en vez de hacer la tarta de galletas tradicional a la que nos tenía acostumbrados hizo un mejunje extraño y trambóliko que todavía me entran temblores cuando lo recuerdo.

Le dio por mojar las galletas en café en vez de leche y luego rellenó la tarta con nata y mermelada de melocotón. Que leyéndolo parecerá una combinación deliciosa, pero ya os digo que no. El café combinado con el melocotón sabía a rayos. Encima el café que chorreaban las galletas dejaba reguerillos marrones en la nata y eso mezclado con el melocotón daba una imagen visual muy poco apetecible.

Las caras de los críos cuando probaron su tratado trozo de tarta no daban lugar a dudas. Veías que muchos probaban un trocito y se dejaban el resto, unos disimulaban mejor que otros las caras de asco. Yo probé un bocado se mi trozo y pensé "Que put* bazofia es esta". Sobró un 80% de la tarta sin tocar. Como era de esperar nadie quiso repetir ni llevarse un trozo para sus hermanos.

Mi hermana se estuvo aguantando las ganas de llorar durante lo que quedó de la fiesta y cuando se fue el último invitado, se rompió y estalló contra mi madre (encima estaba recién entrada en la edad del pavo 🤣). Que como se le había ocurrido hacer esa mezcla tan asquerosa, que por qué no hizo la tarta que hacía todos los años, que menuda vergüenza le hizo pasar con sus amigos, que si hubieran comprado la tarta como mi hermana había insistido en un principio esto no habría pasado.

Y por una vez me puse del lado de mi hermana, tenía toda la razón. Pues mi madre, que a orgullosa no le gana nadie, encima se lo tomó a mal, diciendo que mi hermana era una desagradecida. Y a mí y a mi padre también nos cayó lo nuestro por darle la razón a mi hermana y decir que la tarta estaba incomible. Pues mi madre se tiró dos días que casi ni nos hablaba, y como "castigo" nos hizo legumbres (que las odiábamos) varios días seguidos. Tirando de pasivoagresividad, con casi 40 años que tenía la mujer por entonces.

La tarta maldita se tiró varios días en la nevera sin que nadie la tocara hasta que un día a mi madre se le cruzaron los cables y la tiró a la basura. Nunca jamás reconoció su error ni que la había cagado haciendo experimentos del Quimicefa para el cumpleaños de su hija. Su versión siempre fue que lo de la tarta fue una manía nuestra, que tan mala no estaba y que tanto mi hermana como los demás niños que estaban invitados eran unos desagradecidos.

Todavía me sigo preguntando qué cable se le fundió en la cabeza para salir con esa mezcla tan espantosa y creer que saldría algo rico de ahí. Nunca más se atrevió a volver a hacerlo, gracias a Dios.
 

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