La relación con un hombre casado es tan normal como con uno que no lo está, es un placer, un entendimiento, un lo que sea.
Cuando eso ocurre, la amante pasa a ser la primera y la esposa pasa a ser la segunda, lo sepa o no lo sepa, le guste o no le guste.
Esa imagen del hombre rico, poderoso, triunfador que puede elegir a la mujer que desea y esa mujer solitaria, triste, necesitada que se siente como una reinona por enamorar a un hombre casado son propias de los culebrones del siglo pasado. En la actualidad, los casados que se enamoran de otra mujer pueden ser electricistas, bomberos, reponedores de supermercado o empleados de banca decepcionados con su matrimonio y las amantes son mujeres que tienen un trabajo, un piso, un coche, amigos, amigas, que practican deporte o pintan cuadros, que salen, que se visten con jeans y con zapato plano para andar cómodas.
En muchos casos, la amante es una antigua novia o antigua amiga que se reencuentra después de mucho tiempo y con la que se retoma la confianza, con la que se hace muy fácil el camino.
Parece que has hecho una tesis sobre este tema. Ya nos dirás de dónde sacas estos datos