¿Alguien quiere perder peso?

En Mens Healh...


Todo lo que aprendí renunciando al alcohol durante un año
No siempre es fácil, pero podría ser la mejor decisión que tomes en tu vida.

POR JOSH BOLTON
12/01/2020
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AMC
Cuando comencé 2019 con una resaca implacable, un mes sin consumir alcohol parecía una decisión sensata. Había pasado el período festivo pasándome de la ralla a menudo, y como si fuera un despiadado prestamista, mi cuerpo se cobró posteriormente todas las facturas pendientes. Tras las fiestas, se estaba cobrando todo lo que le debía.
Siendo sincero, esperaba que pasar todo el mes de enero sin probar una gota de alcohol sirviera para reiniciar mi sistema. Hacerlo limpiaría el cuerpo y repondría la mente. Pero, lo más importante, es que provocaría una reflexión sobre mi relación con el alcohol. No me consideraba un alcohólico, pero probablemente no había pasado una semana sin tomar una pinta desde que cumplí los 18. Por tanto, ¿sería algo muy complicado de llevar a cabo?
Ahora, tras haberlo llevado a cabo, puedo confirma que es algo bastante difícil. En una era donde mucha gente que me rodea practica el teetotalismo, puedo confirmar que he pasado todo un año sin alcohol, completamente sobrio y un poco presumido. Esto es lo que he aprendido.

El alcohol era mi vida social
El tiempo que pasaba fuera de la oficina consistía en salir a tomar una cerveza o tomar algo rápido antes de comenzar mis planes de ocio (que generalmente implicaban más consumo de alcohol). Mi tiempo libre era monótono y predecible. Dejar de lado este hábito fue algo complicado y extraño al principio, ya que significó redescubrir lo que significa tener tiempo libre sin decir la famosa frase: "¿entramos a este bar a tomarnos una birra?".
El problema era que nunca quedaba con mis mejores amigos fuera de un garito. Mis colegas suelen quedar en un pub de aspecto deprimente donde se sirve cerveza barata llamado Wetherspoons. Sí, ese es el único lugar donde quedamos todos. No nos ponemos al día tomando un café. No quedamos a comer (a menos que sea quedar a picar algo en el pub, obviamente). Y ahora, que yo no estaba ni siquiera con el puntito que te da beberte unas cuantas cervezas, comencé a preguntarme si mis amistades desde la infancia se habían basado exclusivamente en emborracharnos juntos.

Sin duda, es algo que duele cuando lo piensas, pero al final tienes que superarlo. Comencé a quedar con mis amigos para ir a eventos deportivos o conciertos, y todo comenzó a ser diferente, porque el no beber cambió radicalmente la situación. De repente, no todo eran eventos borrosos en mi memoria, comencé a disfrutar todo y a recordarlo. Y lo que es más importante, dejé de perderme momentos importantes de todos esos eventos por tener que esperar a la cola para comprar un mini de cerveza por 10 euros. Eso, y no acabar derramando la mitad del mini por encima de la gente y de mí mismo mientras regresaba con mis amigos entre la multitud. Un dos por uno.



La cerveza sin alcohol tiene mala reputación
Al contrario de lo que dicen los puristas, la cerveza sin alcohol no está tan mala y sin duda te ayuda a echar de menos con menor intensidad una pinta de cerveza con alcohol. La Heineken 0.0 y la Free Damm son sobresalientes; la Beck's Blue tiene un toque amargo y Peroni Libera tiene un sabor extrañamente dulce. Descubrir estas cervezas sin alcohol significó no tener que estar todo el tiempo pidiendo refrescos o cosas similares para "encajar" con otros que estaban bebiendo alcohol, una extraña sensación de ansiedad que realmente se apodera de ti. Los refrescos y los zumos también están bien, obviamente, pero pronto te darás cuenta de lo absurdo que es todo lo que rodea el mundo de alternar en garitos cuando te encuentres peleando con la quinta copa de zumo de naranja.
Perdí peso y me sentí más saludable
Ya lo sabía, pero tengo que confesar que me sorprendió. Comencé a tener ganas de nuevo de salir a correr, y perdí un buen montón de peso. No beber más Guinness equivale a no tomar multitud de calorías invisibles. Comencé también a dormir mejor,sentí un cambio positivo en mi salud mental, y durante este año apenas he enfermado.
Las resacas son ahora un recuerdo lejano. Al igual que el temor de volver sobre las interacciones y transacciones nocturnas durante la mañana siguiente. Los domingos ya no son como aquellos domingos donde no paraba de revolcarme en el sofá dándome atracones de temporadas enteras de series en Netflix antes de pedir una pizza para redondear un domingo sencillamente absurdo. Por si fuera poco, los lunes ahora son un poco menos lunes.
La incomodidad social se desvaneció
El alcohol siempre fue una manera de relajarme cuando conocía a gente por primera vez. Ahora, en lugar de esperar a que surta efecto esa embriagadora ola de relajación, al rechazar la primera ronda de cervezas simplemente acepto que estas situaciones no son tan incómodas como antes pensaba que eran. Cuando dejas de usar el alcohol como muleta, tus habilidades sociales se fortalecen para compensar. ¿Quien podría pensarlo?
James Bond Sean Connery




No todos te apoyarán
La mayoría de mis familiares y amigos se mostraron colaboradores, pero una minoría, como si fueran un jefe de la mafia al ver rechazada su mano extendida, se tomó como un insulto personal que ya no quisiera compartir con ellos una bebida "de verdad" con ellos.
Explicar a la gente por qué lo estaba haciendo fue la parte más difícil. Mi intento por estar un año sobrio protagonizó muchas conversaciones. Mis amigos, al escucharme contarlo de forma persistente, probablemente pensaron que la sobriedad ahora me definía; la gente que no me conocía tanto seguro que pensó que era un alcohólico en recuperación que quería volver a la senda correcta. Tal vez todo estaba en mi cabeza. Pero la aburrida verdad es que simplemente estaba exhausto después de una década de consumo excesivo de alcohol.
No me veo bebiendo en un futuro próximo
Los expertos dicen que se necesitan hasta 30 días para dejar un hábito, por lo que ese mes de enero sin alcohol fue lo que cerró la puerta. Al escuchar a la gente hablando de sus resacas infernales tras la Nochevieja, y al recordar que yo estaba en su lugar hace un año, me pregunto: ¿quiero volver a pasar por eso?
 
ya ha pasado una semana... snif, snif...
mi rey a contraluz en el time lapse dos veintidós besando a una niña al inicio del recorrido en el atardecer, y luego en el dos cuarenta y siete...
es una pasada ver la cara de pequeños... y de mayores..
Nada puede sustituir a las emociones...

Nunca, nunca, renuncies a llorar, a sonreír, al abrazo de una persona querida, al contacto piel con piel...


 
En fin, en 45 minutos entreno, antes de que me caigan los mocosssssssss...
hay que estar fuertes por si puedo volver a repetir la experiencia, que los niños cada vez pesan mássssssss...
maldita sociedad obesogénica de alta densidad calóricaaaaaaaa...
 
Vivimos en un entorno obesogénico

La obesidad ya es una epidemia mundial, según asegura la OMS (Organización Mundial de la Salud). La OMS afirma además que la obesidad infantil es uno de los problemas más graves de salud pública del siglo XXI.
epidemia mundial obesidad

Tradicionalmente se pensaba que la obesidad era responsabilidad exclusiva del individuo, de su dieta y del ejercicio físico.. Pero hoy en día sabemos que la obesidad es una enfermedad multifactorial en el que el entorno del individuo tiene una gran influencia.
La industrialización de la sociedad y los cambios de hábitos han favorecido la creación de un entorno obesogénico, es decir, un ambiente que promueve el desarrollo de la obesidad de los individuos.
Los principales riesgos del entorno obesogénico son: disponibilidad en todo momento de alimentos procesados ricos en azúcares (supermercados, máquinas de vending, gasolineras, aeropuertos,...), alimentos de alta densidad calórica, cadenas de comida rápida, trabajos sedentarios y, en general, un estilo de vida con poca actividad física (no nos movemos).
El ambiente obesogénico empieza en el seno familiar, donde el niño aprende desde pequeño los hábitos de alimentación y de actividad física de sus padres. Aprende a priorizar unos alimentos frente a otros y a adoptar conductas activas o sedentarias.
Después de adulto se enfrenta a un entorno en el que la tentación es omnipresente. La industria alimentaria en busca de maximizar su beneficio propio en lugar de priorizar la salud de los individuos se encarga con todos los medios disponibles de favorecer e instaurar hábitos poco saludables.
Por ello, los legisladores deben de dejar de culpar al individuo por sus problemas de obesidad, tomar consciencia de la existencia del entorno obesogénico que nos rodea, y legislar en consecuencia. De modo similar a lo que se hizo con las campañas contra el consumo de tabaco a finales del siglo XX.
Mientras tanto, intenta alejarte del ambiente obesogénico lo máximo posible, incorpora hábitos de alimentación saludables y muévete más. Tu salud te lo agradecerá!
 
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