Pues ya me gustaría a mi estar harta de que me regalen joyas días si día también, que me traten con esmero y que me adivinen los deseos y se me adelanten hasta para pedirme otra copa en una terraza. Yo a él lo veía muy enamorado. Pero fallaba lo que fallaba, claro. Lo de acostarse con el maromo en el tálamo conyugal es de pena mora.
No seas cría Naranjiña, esas atenciones extremas en público, se suelen corresponder con frialdad y desapego en privado.
Mucha copa y mucha chaqueta, pero llega a casa y se enciende la tele o se mete en el baño dos horas.
Desconfía de los prettywomanizers.
En un matrimonio, ese estilo no tiene cabida.
Las joyas son más baratas que dejarte hacer y deshacer con la economía familiar