SISTEMA DIGESTIVO

DÍA MUNDIAL
El futuro contra las enfermedades que inflaman tu intestino, más cerca
Más de 300.000 personas están afectadas en España por estas patologías crónicas (enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa). En el Día Mundial de las EII, Alimente contacta con dos expertos que enumeran los últimos avances


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Por
Patricia Matey
19/05/2020


Puede que no sea momento de celebraciones, de días mundiales, pero claramente no se le puede dejar más espacio al covid-19. Por eso, es importante tener en cuenta que hoy, en plena celebración del Día de laEnfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) -un conjunto de enfermedades inmunomediadas que afectan al aparato digestivo, desde la boca al ano provocando procesos inflamatorios en alguna de sus partes de una forma crónica-, es importante tener en cuenta que se estima que más de 300.000 personas en España están afectadas por ellas, siendo las más prevalentes la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa.

"Un 45% de los pacientes tarda más de un año en tener un diagnóstico definitivo, pero hasta un 17% de los casos lo logra 5 años después"

“Al ser enfermedades crónicas, que cursan con brotes, el tratamiento tiene como objetivo conseguir espaciar lo más posible en el tiempo la recurrencia de los brotes y disminuir la severidad de los mismos. Tienen una duración media de entre 2-4 semanas, lo que merma de manera muy importante la calidad de vida de los pacientes”, explica el Dr. Fernando Luca de Tena, especialista en aparato digestivo del Centro Médico-Quirúrgico de Enfermedades Digestivas (CMED), en declaraciones a Alimente.

Reconoce, además, que "el principal problema es que los últimos estudios apuntan a que hasta un 45% de los pacientes tardan más de un año en tener un diagnóstico definitivo, pero un 17% de los casos lo logra 5 años después".

E insiste: "La edad media del diagnóstico se encuentra en los 30 años (entre los 20 y los 40), aunque hasta un 25% de los pacientes diagnosticados tienen menos de 20. También es destacable el hecho de que los diagnósticos en la edad pediátrica van en aumento en las últimas décadas".

En la actualidad, no se conocen exactamente las causas que originan este grupo de patologías, lo que dificulta la efectividad de los tratamientos utilizados hasta el momento. Se cree que puede deberse a un grupo de factores genéticos, ambientales y relacionados con el modo de vida, y a cambios en la microbiota intestinal.


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Se sabe, no obstante, que "prácticamente afectan por igual a hombres que a mujeres, aunque sí podría decirse que la colitis ulcerosa es ligeramente superior en hombres y la enfermedad de Crohn ligeramente mayor en mujeres", recuerda el especialista.

En los últimos años se han desarrollado algunas pruebas que permiten identificar desencadenantes de la EII y predecir la respuesta del paciente ante determinadas terapias a medio y largo plazo.

  • Biomarcador HLA-DQA1*05. La detección de este alelo (en sangre) mejora los resultados de los tratamientos de los pacientes al ayudar a los médicos a seleccionar terapias combinadas y anti-TNF (fármacos contra el factor de necrosis tumoral).
  • Predicción del fracaso del tratamiento anti-TNF. Prueba en sangre que identifica los factores clínicos y farmacocinéticos que predicen la falta de respuesta primaria en la semana 14 después de comenzar el tratamiento, la no remisión en la semana 54 y los eventos adversos que conducen a la retirada del fármaco.
“Uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos los especialistas es que los fármacos utilizados en los tratamientos no tienen la misma respuesta en todos los pacientes: cada caso es diferente. Esto, unido a la falta de adherencia a los tratamientos y a unos hábitos de vida inadecuados, hace que puedan fracasar y que hasta en el 85% de los casos los pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal requieran al menos una hospitalización cada 5 años”, añade Luca de Tena.


Novedades en las terapias
Afortunadamente, las opciones terapéuticas han avanzado mucho en las últimas décadas. "Existen cada vez más tratamientos anti-TFN y nuevas moléculas con mayor índice de efectividad y menores efectos secundarios para los pacientes. Entre los tratamientos más novedosos y con mejores resultados se encuentran:

Ustekinumab: indicado para el tratamiento de la enfermedad inflamatoria intestinal activa, de moderada a grave, en pacientes adultos que hayan tenido una respuesta inadecuada, presenten pérdida de respuesta o sean intolerantes al tratamiento convencional o a antagonistas de TNF alfa o presenten contraindicaciones. El fármaco participa en la regulación de la inflamación y respuesta inmunitaria de los linfocitos T.

Vedolizumab: es un fármaco utilizado como tratamiento de mantenimiento en pacientes con patología activa de moderada a grave. Puede ser administrado vía intravenosa o subcutánea. Tiene un perfil de seguridad y tolerabilidad favorable (mínimos efectos secundarios). Es un anticuerpo monoclonal que inhibe la integrina α4β7 selectiva intestinal.

“En los próximos años veremos muchos avances en el tratamiento de la EII, ya que cada vez se conoce más la etiología de estas enfermedades. Además, están produciéndose múltiples líneas de investigación, no solo en nuevas moléculas sino también en posibles agentes desencadenantes o participantes en el desarrollo de la enfermedad, como la microbiota intestinal. Todo esto unido conseguirá mejorar de forma importante la calidad de vida de estos pacientes crónicos”, finaliza el doctor.


Cómo alimentarse
El doctor Domingo Carrera, médico especialista en nutrición del CMED, recuerda: "La dieta que debe seguirse en la EII ha de tener en cuenta que esta entidad comprende una serie de enfermedades del aparato digestivo en las cuales se produce un proceso inflamatorio en la mucosa del aparato digestivo, como consecuencia de una reacción del sistema inmune contra la mucosa intestinal. Para determinar cómo debemos comer y qué, debemos determinar qué zona del intestino está afectada e inflamada ya que en función de si se afecta al colon o al intestino delgado, se va a ver afectado uno u otro nutriente en su absorción. También debemos examinar la alimentación para una fase aguda en la cual hay inflamación, dolor y diarrea; o si se está en un periodo entre brotes, en que no hay síntomas y la alimentación tendría menos restricciones".



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Otra cosa importante, subraya, "es individualizar el plan de alimentación según cada persona y el estado de su enfermedad. Para ello hay que hacer una buena historia clínica y exploración y saber a qué partes del intestino le está afectando. Se debe incluir un cuestionario dietético para definir qué come la persona habitualmente y qué nutriente debemos suplementar".


Pero, en términos generales, se recomienda "en los periodos agudos de brote inflamatorio mantener una alimentación balanceada pero con pocos residuos, ya que suele haber diarrea y una dieta rica en fibra insoluble va a empeorar la misma. Es decir, una alimentación blanda sin fibra insoluble, sin mucha grasa, sin picantes ni alimentos flatulentos como las coles, brócoli, coliflor, repollo, puerro, etc".


Cuando llegan los brotes
Cuando el paciente está en un "periodo entre brotes sin síntomas debe tener una alimentación muy sana y balanceada cubriendo todos los grupos de alimentos. Debe comer 5 o 6 veces al día comidas de cantidad pequeña o moderada, para no sobrecargar de trabajo al intestino. Debe ingerir los alimentos cocinados con muy poca grasa (plancha, horno, vapor, cocido, guisos con poca grasa, etc)", recalca.

No se debe descuidar ningún grupo de "nutrientes ya que, a largo plazo y a medida que la zona afectada por la enfermedad es más grande, puede verse deteriorada la absorción de proteínas, grasas y carbohidratos. No debe faltar ninguno de estos nutrientes. En el caso de los micronutrientes (vitaminas y minerales) también se puede ver afectada su absorción. Los déficits más comunes son la vitamina D, el ácido fólico, la vitamina B12, el hierro y el calcio. Debemos incluir en la alimentación de estos pacientes alimentos ricos en vitamina D. También se ve una disminución de absorción de vitamina B12 y zinc, selenio y magnesio. Por eso deben comer de todos los grupos de alimentos frescos ya que así se aseguran un buen aporte de todos los nutrientes. Llega un momento en que algún paciente, por la extensión en el intestino de su enfermedad, debe tomar suplementos multivitamínicos y de proteínas a través de batidos", apostilla.



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Otro factor que se altera en estas enfermedades es la "microbiota ya que al haber un proceso inflamatorio en la mucosa del intestino puede hacer que algunas bacterias de la misma crezcan exageradamente y otras disminuya su presencia, generando un desbalance en la microbiota que favorecerá que se altere más el sistema inmune. Es adecuado consumir prebióticos (fibra vegetal) y probióticos (yogur, kefir, leche fermentada, kombucha, etc) con frecuencia. Después de un brote agudo con diarreas repetidas, el paciente debe tomar entre 15 días y un mes de probióticos en cápsulas para restablecer su microbiota. Su alteración puede empeorar el curso de la enfermedad y de ahí la necesidad de reestablecer su equilibrio", aclara el experto del CMED.

El futuro saludable de estos pacientes pasa por "cuidar mucho la alimentación tratando de que sea muy sana y variada. Reducir la fibra insoluble en periodos de crisis y mantener la misma soluble e insoluble en periodos intercrisis. Comer de todos los grupos de alimentos, pero no exagerar el consumo de grasas saturadas, azúcares y harinas refinadas, alcohol ni alimentos ultraprocesados. Retirar solo de la dieta aquel alimento que claramente y siempre nos produce síntomas".

Se debe, además, "reforzar la microbiota con alimentos prebióticos y probióticos a diario y suplementando vitaminas y minerales y probióticos en cápsula después de una crisis. Con todo esto el paciente podrá llevar una alimentación relativamente normal y sana mientras combate la enfermedad con el arsenal terapeútico actual", recomienda el doctor Carrera.

 
NUEVO ESTUDIO
Edulcorantes en la dieta: una trampa para tu flora intestinal
La investigación apunta a que su consumo está detrás del auge de dos de las cepas más resistentes y virulentas de una bacteria que ataca a nuestro intestino. ¿Excluidos de la dieta?


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Por
Alicia Calvo
19/05/2020


El artículo apareció en 'Nature' en enero de este año y desde su publicación está causando un gran revuelo. No es para menos. La hipótesis que exponen el profesor Robert Britton y su equipo del Colegio de Medicina Baylor (EEUU) tiene todos los ingredientes de un capítulo de 'Juego de tronos': hay un malo malísimo (la bacteria 'Clostridium difficile', que aparece en la lista de los 15 agentes infecciosos más comunes en hospitales españoles, según datos del informe EPINE); un reino que vive ajeno a la que se le viene encima (nuestro pobre colon) y un 'traidor' inesperado, la trehalosa, uno de los muchosedulcorantes artificiales que emplea la industria alimentaria en helados, galletas, embutidos...

Cómo han conseguido estas tres variables conectar entre sí para narrar unahistoria médica de misterio (y un poco de terror) lo explica el propio Dr. Britton, el cual, intrigado por el aumento de infecciones provocadas por 'Clostridium difficile' que se están produciendo en América del Norte y Europa en la última década (qué casualidad, en muchos países, coincidiendo con la aprobación de la trehalosa como edulcorante de uso humano), pasó a analizar cómo reaccionaban dos de los subtipos más virulentos de esta bacteria (el RT027 y RT078) al exponerlos a más de 200 azúcares y aminoácidos diferentes. Y la alarma sonó cuando le llegó el turno a la trehalosa, un derivado del almidón de tapioca al que la industria alimentaria recurre desde que los japoneses lograron abaratar su coste de producción y Europa y Estados Unidos aprobaron su utilización en nuestra comida allá por el año 2000.

La trehalosa, un edulcorante, podría estar detrás del aumento de infecciones causadas por la bacteria 'Clostridium difficile'

Pues bien, ambas cepas de esta bacteria, adaptándose en un tiempo récord, habían conseguido desarrollar mecanismos para metabolizar cualquier pequeña porción que llegara al colon de este disacárido y lo aprovechaban para medrar y crecer, enfermando al huésped, en este caso, unos pobres ratones de laboratorio.

La conclusión que extrajeron los autores del estudio de esta desafortunada relación es, cuando menos, digna de tener en cuenta. Los expertos del equipo de Britton proponen que ha sido la implementación de la trehalosa como un aditivo alimentario habitual en la dieta humana lo que ha fortalecido a los dos linajes más tóxicos del 'Clostridium difficile', que se han convertido en el azote de los hospitales occidentales. O lo que es lo mismo, podríamos haber alimentado a la bestia sin saberlo y ahora no sabemos qué hacer con ella.


¿No a los edulcorantes artificiales?
La respuesta a esta pregunta nos la ofrece el resto de expertos y es no… hasta que no haya nuevas pruebas. “Este es un estudio muy bueno y original, y levanta la liebre sobre algo que hasta ahora no se había pensado al analizar el aumento de infecciones por 'Clostridium difficile'. Por eso ha llamado tanto la atención, porque, ¡ojo!, que como esto sea así, el lío comercial e industrial que se puede montar es importante. Pero antes de llegar a esos extremos, debemos ser prudentes y comprobar estos resultados en humanos y a nivel poblacional. Meter el miedo en el cuerpo a los fabricantes sin una mayor evidencia científica es injusto”, asegura el Dr. Juan Pablo Horcajada, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital del Mar y líder de un grupo de investigación en el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas. Él es una de las personas que se enfrentan a diario a estas dos cepas resistentes de la bacteria que aprovecha los antibióticos (y parece ser que la trehalosa) como sus propios anabolizantes.



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Su llamada a la calma es compartida por la doctora Carmen Peláez, investigadora del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación, que añade, además, una advertencia: la línea que lleva de los datos recogidos por Britton y sus conclusiones no es tan recta como podamos creer a simple vista. “De hecho, el estudio no demuestra que la entrada en el mercado alimentario de la trehalosa haya sido el factor determinante del aumento epidemiológico de infecciones por 'Clostridium difficile' observado en los últimos años. Hay que ser cautos con la interpretación de resultados, ya que pueden intervenir otros muchos factores que aún desconocemos”, afirma.

Aunque sí que hay una recomendación del Dr. Britton en la que todos los expertos están de acuerdo: debemos tener más cuidado con lo que ponemos en nuestro plato, porque de lo que comemos, estamos criando en nuestro propio intestino. ¿Pero alguien sabe qué estamos criando? Ese es el quid de la cuestión.


Conoce las bacterias que hay en tu intestino
El doctor Francisco Guarner, investigador del grupo de Fisiología y Fisiopatología Digestiva del Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR), nos explica todo lo que la ciencia sabe hasta el momento de este complejo microecosistema que portamos en nuestro interior sin hacerle demasiado caso… aunque ignorarlo nos puede salir caro. “En nuestro intestino grueso conviven unos 1.300 tipos de bacterias distintas, de las cuales 150 especies son las dominantes. Que manden unas o que manden otras depende mucho de lo que comemos. Por ejemplo, se ha comprobado que si seguimos una dieta en la que predominan los productos de origen animal [huevos, leche, queso, carne…], que son productos que se absorben rápido, antes de llegar al colon [que es donde viven las bacterias], en la microbiota intestinal empieza a proliferar uno de los tres enterotipos que existen, el bacteroides, que vive de la degradación del moco que recubre de forma natural el intestino”, sintetiza el Dr. Guarner.

Las bacterias intestinales pueden volverse oportunistas y penetrar el epitelio, provocando inflamación

Que las bacterias que están pegadas a nuestras paredes intestinales medren a costa de que otras especies más 'vegetarianas' se mueran de hambre tiene sus consecuencias. Porque ese moco está ahí por algo y no debería formar parte del menú. El moco intestinal es una barrera que recubre toda la superficie del epitelio intestinal y su función es impedir la entrada de agentes externos nocivos para nuestra salud. Constituye la primera barrera de defensa del sistema inmunitario, y la microbiota intestinal, en condiciones de equilibrio, colabora con ella favoreciendo su formación e impidiendo que los agentes patógenos que entren en el sistema digestivo se propaguen. Pero si esa barrera mucosa se erosiona, muchas bacterias de la microbiota pueden viajar adonde no deben y en caso de que haya patógenos en ese momento en nuestro intestino, también se les está facilitando una puerta de entrada al resto del organismo. “En estas circunstancias, algunas bacterias intestinales que en situación normal no nos perjudican pueden volverse oportunistas y penetrar el epitelio. Con la entrada de bacterias, se provoca una respuesta del sistema inmunitario con inflamación y un desequilibrio en la microbiota que si se prolonga puede desembocar en disfunciones intestinales crónicas importantes, tanto metabólicas [obesidad, síndrome metabólico] como inmunitarias [inflamación crónica]”, advierte la Dra. Carmen Peláez.

Para que nos hagamos una idea de la importancia de que en nuestro intestino gobierne un enterotipo que come moco u otro que adore la ensalada, basta un dato: de los cinco problemas típicos que enferman a la sociedad occidental, como son las alergias, la obesidad central (con acumulación de grasa intraabdominal), la diabetes tipo 2, las enfermedades inflamatorias del intestino y el cáncer de colon, en todos ellos se ha observado que hay más predominio de bacterias que se pegan a la pared intestinal (enterotipo bacteroides) que de los otros dos que pueden 'gobernar' el intestino: el enterotipo B, dominado por las bacterias prevoleta, y el C, en el que predomina el rominococo. En cambio, cuando manda el enterotipo B, que es el que se aprovecha de las dietas ricas en fibra y vegetales, se ha observado un menor índice de obesidad central y menor riesgo de diabetes tipo 2.


Edulcorantes artificiales: ¿a quién alimentan?
Y entonces llegan a nuestra dieta alimentos que no son ni vegetales ni animales y el panorama se complica aún más. “Realmente conocemos mejor cómo influyen en la microbiota los productos naturales, fibras vegetales, polifenoles, licopeno, resveratrol, el lignano de las semillas de lino… Curiosamente, los productos que durante miles de años ha estado consumiendo el ser humano. Nuestra microbiota está acostumbrada a recibir estos productos y procesarlos. En cambio, los químicos de síntesis son relativamente nuevos y no sabemos cómo funcionan, y nos pueden dar sorpresas”, indica el Dr. Francisco Guarner. Algunas de esas sorpresas son las que estamos descubriendo ahora, y los edulcorantes artificiales son una muestra. Cuando el hombre los creó, pensó en el sabor dulce y en calorías, o, más concretamente, en conseguir lo primero prescindiendo de lo segundo. Y el truco para que estos productos no aporten calorías no es otro que el organismo no los absorba. La cara B de esta idea es que, al no absorberlos, estas sustancias llegan íntegras al intestino grueso y una vez allí, ¿a quién están dando de comer?




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“En los últimos 10 años han aparecido varios estudios sobre el efecto en la microbiota intestinal y la salud de otros edulcorantes artificiales como la sacarina, el xilitol o el aspartamo. Algunos resultados apuntan a que el consumo crónico de edulcorantes no calóricos en modelos animales puede afectar la composición de la microbiota intestinal favoreciendo la presencia de unas especies bacterianas en detrimento de otras. Estos cambios parecen tener consecuencias funcionales, como el desarrollo de alteraciones en el metabolismo de la glucosa. Sin embargo, los intentos de extrapolar la investigación a humanos son contradictorios”, explica la Dra. Carmen Peláez.

La trehalosa no es, ni mucho menos, el primer aditivo alimentario que se ha estudiado, ni será el último. La lista es larga y el goteo de publicaciones al respecto no cesa. Como muestra reciente, podemos citar un estudio llevado a cabo el año pasado en Estados Unidos en el que se analizaba cómo respondía el microbioma intestinal a la sucralosa, el edulcorante artificial más empleado en ese país. Sus conclusiones: que la sucralosa afecta a la microbiota intestinal y a su dinámica de desarrollo. Además, los resultados que obtuvieron en sus ratones parecen sugerir que consumir sucralosa durante seis meses, sin superar la dosis máxima recomendada, aumenta el riesgo de desarrollar inflamación tisular precisamente por esas alteraciones que provoca en la microbiota intestinal.

Para convivir en armonía con nuestras bacterias tendríamos que hacer bien las cosas desde la primera infancia

Aunque el rey de los estudios sobre edulcorantes lo realizaron en 2014 científicos del Instituto de Ciencia Weizmann en Israel, que descubrieron que, en ratones, tomar sacarina no solo causaba resistencia a la insulina, sino que cuando trasplantaban microbiota de ratones alimentados con sacarina a ratones que no habían consumido este edulcorante, los animales receptores también desarrollaban dicha resistencia, lo que sugiere que el microbioma alterado por el edulcorante es el causante del problema. ¿Se pudo demostrar este mismo efecto en humanos? Pues la respuesta es ni sí ni no. El mismo equipo decidió hacer una pequeña prueba con un grupo de siete voluntarios humanos sanos y delgados que normalmente no tomaban edulcorantes artificiales. Después de consumir la dosis máxima de sacarina recomendada durante cinco días, cuatro de los siete sujetos mostraron una respuesta reducida a la glucosa, curiosamente los mismos que habían sufrido un cambio abrupto en su microbiota intestinal, mientras que los tres voluntarios cuya tolerancia a la glucosa permaneció estable no mostraron cambios en sus microbiotas. Pero la muestra es tan pequeña que el resultado no se puede considerar relevante.


¿Qué podemos hacer entonces?
En realidad, más cosas de las que creemos. Porque, gracias a la naturaleza,nuestra microbiota tiene posibilidades de cambiar siempre y a mejor. Aunque para convivir en armonía con nuestras bacterias habría que hacer bien las cosas desde el principio. Se sabe que el enterotipo dominante no se asienta del todo casi hasta los 10 años de edad y que si no hemos sido muy fans de lo verde durante esa etapa, de adulto incorporar más frutas y verduras a nuestro régimen puede provocar molestias digestivas, pero insistir merece la pena. “Cambiar el patrón de dieta supone un periodo de adaptación que vale la pena pasar, en vez de seguir excluyendo los vegetales complicados. En Vall d’Hebron estamos haciendo estudios de adaptación, y comprobamos cómo poco a poco crecen algunas bacterias que ayudan a tolerar mejor los vegetales en esas personas que no están acostumbradas a esos alimentos y sufren hinchazón y gas”, explica el Dr. Francisco Guarner.

Si se ha perdido la oportunidad de dar de comer a las bacterias correctas durante la infancia, nunca es tarde para conseguir buenos resultados. Y un poco de gas no debería impedir que consigamos ese objetivo. ¿Pero servirá una dieta rica en vegetales contra enemigos como el 'Clostridium difficile'? Pues, según el especialista Juan Pablo Horcajada, aún es pronto para afirmar algo así, porque para vencer a esta superbacteria la clave no está tanto en analizar edulcorantes ni dietas como en (por fin) usar los antibióticos solo cuando se necesitan.

“España es uno de los países del mundo en el que más antibióticos se utilizan. Tenemos que usarlos menos y con más criterio, porque son los ciclos de antibióticos, que acaban con el resto de la microbiota intestinal, los que le dan al 'Clostridium difficile' su oportunidad. Otro problema es que somos uno de los pocos países del mundo que aún no tienen la especialidad de enfermedades infecciosas en el MIR: para combatir a estas infecciones complejas, hace falta formación, y eso tampoco lo estamos haciendo bien. Con una buena formación, un uso adecuado de los antibióticos y una buena higiene ambiental hospitalaria, está demostrado que bajan las infecciones por 'Clostridium difficile'. Puestos a dar miedo, los antibióticos sí sabemos que son una bomba para esta infección y le dan mil vueltas a la trehalosa. Estamos ahí mirando que a lo mejor un azúcar influye o no en los brotes en vez de centrarnos en lo que sabemos que sí tiene consecuencias, que es usar los antibióticos mal”, concluye el Dr. Horcajada.

 
FALTA BASE CIENTÍFICA
Nuevas guías de EEUU: los probióticos solo sirven para esto
La Asociación Americana de Gastroenterología se muestra tajante en sus últimas pautas sobre estos microorganismos. Establecen que no hay evidencia científica suficiente para respaldar su uso en muchas enfermedades digestivas


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Por
Patricia Matey
10/06/2020



Llevan años de moda y se les atribuyen grandes beneficios, pero no en muchos campos de salud en los que se creía que aportaban sus ventajas. Hablamos de los probióticos: microbios vivos que pueden agregarse a la fórmula de muchos y diferentes productos, incluyendo alimentos, medicamentos y suplementos dietéticos. Se estima que solo en EEUU más de3,9 millones de adultos han tomado algún tipo de probióticos, y muchos pacientes buscan en ellos mejorar su salud gastrointestinal.

"Dado el uso generalizado y las fuentes de información a menudo sesgadas, es esencial que el público se oriente sobre los probióticos"

Sin embargo, después de una revisión detallada de la literatura disponible, laAsociación Americana de Gastroenterología (AGA, por sus siglas en inglés) ha publicado sus nuevas pautas clínicas, que encuentran que para la mayoría de las afecciones digestivas no hay evidencia suficiente para respaldar el uso de probióticos.

Esta es la primera directriz clínica que se enfoca en los probióticos enmúltiples enfermedades gastrointestinales y, al mismo tiempo, considera el efecto de cada formulación de probióticos de una o varias cepas de manera independiente en lugar de agruparlos a todos bajo el paraguas único de 'probióticos'. Estas pautas se publican en 'Gastroenterology', el diario oficial de la AGA.




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Como aclara a Alimente Guillermo Álvarez Calatayud, presidente de la Sociedad Española de Microbiota, Probióticos y Prebióticos (SEMiPyP): “Cuando salió la guía de hace un año, estuvo abierta a las críticas por parte de los profesionales expertos en el tema, que argumentaron su extrañeza de que la AGA indicaba su empleo en ciertas aplicaciones, pero no en otras donde la evidencia científica de su uso es mayor como, por ejemplo, la diarrea aguda o los trastornos funcionales digestivos (síndrome del intestino irritable). Es verdad que, como ellos afirman, sus recomendaciones son para la población norteamericana, un país donde la gravedad de los síntomas suele ser menor y no incluyen los estudios realizados en otros países”.


Los inicios
Relata la Guía Práctica de la Organización Mundial de Gastroenterología: Probióticos y Prebióticos que fue hace un siglo cuando “Elie Metchnikoff (un científico ruso galardonado con el premio Nobel y profesor del Instituto Pasteur de París) postuló que las bacterias ácido lácticas (BAL) conferían beneficios a la salud capaces de promover la longevidad. Sugería que la autointoxicación intestinal y el envejecimiento resultante podrían suprimirse modificando la flora intestinal y reemplazando los microbios proteolíticos tales como Clostridium—que producen sustancias tóxicas, entre las que se encuentran los fenoles, indoles y amoniaco a partir de la digestión de proteínas— por microbios útiles”.

"No todos los probióticos son iguales y hay algunas cepas que sí tienen evidencia científica de su eficacia para ciertos procesos avalados"

Y desarrolló una dieta con leche fermentada con la bacteria que denominó Bulgarian bacillus. “En 1917, antes de que Alexander Fleming descubriera la penicilina, el profesor alemán Alfred Nissle aisló una cepa no patógena de Escherichia coli a partir de heces de un soldado de la Primera Guerra Mundial que no había desarrollado enterocolitis durante un brote severo de shigelosis. Los trastornos del tracto intestinal frecuentemente eran tratados con bacteriasno patógenas viables, con el fin de modificar o reemplazar la flora intestinal. La cepa Nissle 1917 de Escherichia coli es uno de los pocos ejemplos de un prebiótico no BAL. El primero en aislar una bífidobacteria fue Henry Tissier (del Instituto Pasteur), quien la obtuvo de un lactante alimentado al pecho, y le dio el nombre de bacteria Bacillus bifidus communis. Tissier postulaba que las bífidobacterias desplazarían a las bacterias proteolíticas que provocan diarrea y recomendaba la administración de bífidobacterias a los lactantes que sufrían de estos síntomas”, agregan.

Y entre sus conclusiones destacan: "Los probióticos son microorganismos vivos que cuando se administran en cantidades adecuadas confieren un beneficio a la salud del hospedador. Las sustancias 'constituyentes de' o 'producidas por' microorganismos no deben considerarse probióticos, aun cuando tengan efectos biológicos saludables. Para que un microorganismo sea calificado de probiótico es imprescindible demostrar científicamente que produce efectos beneficiosos en la salud del hospedador. Los efectos beneficiosos para la salud deben demostrarse mediante estudios realizados en población humana con metodología científica adecuada. Los estudios de laboratorio o en modelos animales son un requisito imprescindible antes de realizarlos en humanos y proporcionan información sobre mecanismos de acción, pero por sí mismos no son prueba suficiente de eficacia en nuestra salud. Los efectos saludables demostrados para una cepa microbiana específica no son extrapolables o atribuibles a otras cepas de la misma especie. Una cepa microbiana con categoría de probiótico por haber demostrado eficacia en una indicación concreta (por ejemplo, prevención de diarrea) no es necesariamente válida para otras indicaciones (por ejemplo, prevención de alergia).

E insisten: "La eficacia de algunas cepas probióticas está ampliamente documentada para indicaciones concretas de salud gastrointestinal (por ejemplo, algunos tipos de diarrea, estreñimiento, intestino irritable, inflamación intestinal). Existen cepas probióticas con eficacia demostrada para indicaciones concretas sobre el sistema inmune (por ejemplo, prevención de infecciones). Las evidencias científicas observadas sobre un tipo de población no son extrapolables a otra población que varíe en edad (niños y ancianos) o en estado fisiológico (por ejemplo, gestación y lactancia).


Nueva guía de EEUU
La guía respalda el uso de ciertas formulaciones de probióticos en tres entornos: para la prevención de la infección por Clostridioides difficile (C. difficile) en adultos y niños que toman antibióticos, para la prevención de laenterocolitis necrotizante en prematuros, lactantes con bajo peso al nacer (nacidos antes de las 37 semanas o con bajo peso al nacer <2500 g), y para el tratamiento de la pouchitis, una complicación de la enfermedad inflamatoria intestinal. No hubo pruebas suficientes para recomendar probióticos para el tratamiento de la enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa o síndrome del intestino irritable (SII, de sus siglas en inglés). Y para la gastroenteritis infecciosa aguda en niños, AGA recomienda no usar probióticos.




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Dentro de nuestras fronteras, y como recuerda el doctor Álvarez Calatayud, se reconocen como útiles los probióticos en "procesos digestivos como diferentes tipos de diarrea, sobre todo, en la infancia, asociada a los antibióticos o trastornos funcionales como el cólico del lactante o el colon irritable. Pero también se emplean en patología de la mujer como vaginitis y mastitis, en alergias como la dermatitis atópica o en la prevención de ciertas infecciones. Hay que tener claro que no todos los probióticos son iguales y que hay algunas cepas que sí tienen evidencia científica de su eficacia para ciertos procesos avalados por estudios con rigor científico".

"Los pacientes que toman probióticos para la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa o el SII deberían considerar dejar de hacerlo", dice Ann Arbor, presidenta del panel de las guías de la AGA. "Los suplementos pueden ser costosos y no hay evidencia suficiente para probar un beneficio o confirmar la falta de daño. Hable con su médico", recalca.

Dado el uso generalizado y las fuentes de información a menudo sesgadas, es esencial que el público tenga una orientación objetiva sobre el uso apropiado y las indicaciones para los probióticos. AGA empleó el 'estándar de oro' para el desarrollo de guías, metodología GRADE, para evaluar la evidencia disponible sobre la eficacia clínica de los probióticos.

El término 'probióticos' fue introducido por primera vez en 1965 por Lilly y Stillwell; a diferencia de los antibióticos, los probióticos fueron definidos como factores de origen microbiano que estimulan la proliferación de otros organismos. En 1989, Roy Fuller destacó el hecho de que para considerarse probiótico, el microorganismo en cuestión debía estar presente en estado viable, e introdujo la idea de su efecto beneficioso sobre el huésped.


Consenso español
En España, la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (SEFAC) y la SEPyP, con la colaboración de STADA, cuentan con la 'Guía de actuación y documento de consenso sobre el manejo de preparados con probióticos y/o prebióticos en la farmacia comunitaria'. En la redacción de esta obra han participado expertos de ambas sociedades científicas, con el objetivo de hacer “posible la indicación terapéutica de los cada vez más numerosos ensayos clínicos contrastados con evidencia científica que en la actualidad se realizan sobre el papel de la microbiota y el empleo de probióticos/prebióticos en diferentes edades y situaciones patológicas”.

"Hay repercusión en la prensa sobre el uso de probióticos. Unos días lo curan todo y otros no valen para nada. Es importante seguir los consejos de los sanitarios"

"Si bien nuestras recomendaciones destacan algunos casos de uso de probióticos, lo más importante es que subrayan que las suposiciones del público sobre los beneficios de los probióticos no están bien fundamentadas, y que también hay una gran variación en los resultados basados en la formulación del producto probiótico", explican los científicos.
Los gastroenterólogos deberían sugerir el uso de probióticos a sus pacientes solo si existe un beneficio claro y deberían reconocer que los efectos de los probióticos no son específicos de la especie, sino de la cepa y la combinación.


Expectativas
En este sentido, el presidente de la SEMiPyP, recuerda: "Deben ser el médico o el farmacéutico quienes recomienden su uso tanto para prevenir o tratar diversos procesos. Se pueden consumir a cualquier edad (desde el recién nacido al anciano), durante el embarazo y tanto la población sana o enferma. Solo hay que individualizar su empleo en las personas inmunodeprimidas"

 
Este tipo de microbiota es capaz de matar las células cancerosas
A pesar de la inmensa cantidad de estudios sobre la microbiota de los últimos 15 años, uno de los últimos promete ser de los de mayor relevancia, pues ha descubierto que determinadas bacterias son capaces de lograr lo imposible


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Por
Álvaro Hermida
18/08/2020

Desde hace milenios en la mitología del ser humano han existido soluciones mágicas a todos los problemas de salud. Desde los chakras a la fuente de la eterna juventud, la gente necesita de soluciones mágicas para remediar cualquier problema de salud que tengan. Cierto es que cuando las opciones científicamente probadas se agotan, algunos siguen buscando más allá de las fronteras del conocimiento.

Pero... ¿y si existiera lo que parece ser una solución a gran parte de los problemas de salud que padecemos y dependiera principalmente de nuestra dieta? En efecto, todo cambiaría. Pues hoy en día, gracias a la increíble investigación científica llevada a cabo en los últimos quince años, podemos decir que existe y se llama microbiota. Este no es uno de los términos que más aparecen en los artículos de Alimente, pero es imposible ignorarlo si cada dos por tres aparecen nuevos estudios realizados por grandes investigadores y publicados en revistas científicas de prestigio.


"Los 39 billones de bacterias de la microbiota representan más de dos kilos de nuestro peso total"

El último de todos y uno de los más importantes acaba de ser publicado por la revista Science y se trata del descubrimiento por parte de un grupo de investigadores del Snyder Institute for Chronic Diseases de la Cumming School of Medicine de la Universidad de Calgary en Canadá sobre cómo nuestra microbiota juega un papel fundamental en la inmunoterapia y en la lucha contra el cáncer. Pero vamos por partes:


¿Qué es la microbiota?
Se trata del conjunto de bacterias que viven en nuestro intestino (que denominamos normalmente 'flora intestinal') y con las que mantenemos una relación de simbiosis. Nosotros les proporcionamos todo el alimento que necesitan y ellas, a cambio, producen reacciones químicas que nuestra biología necesita pero no tiene la capacidad de realizar. El mejor ejemplo de esto último es la capacidad de deshacerse de la sangre vieja. Cuando los hematíes están demasiado desgastados como para seguir llevando a cabo su función, el hígado los filtra y los rompe. El producto de esto es una molécula llamada bilirrubina. Esta es excretada hacia el intestino para ser eliminada. El problema es que este órgano la reconoce como 'amiga' y vuelve a absorberla. La pescadilla que se muerde la cola. Es aquí donde entra en juego un grupo de bacterias presentes en nuestro tracto intestinal que se alimentan única y exclusivamente de bilirrubina. Lo que desechan estas bacterias es otra sustancia que no es reabsorbida de un intenso color marrón, que es lo que le confiere a nuestros desechos ese color tan característico.

Y no se trata de un par de bacterias sin más. Según explica a Alimente Javier Cuervo, director general del Instituto Español de Nutrición Personalizada: "Los 39 billones de bacterias de la microbiota representan más de dos kilos de nuestro peso total". Eso es una cantidad más que considerable.


El gran descubrimiento
Los investigadores han hallado (al fin) cuáles son las bacterias de nuestra flora intestinal que ayudan a nuestro sistema inmunitario a luchar contra las células cancerosas. El hallazgo demuestra que la combinación de la inmunoterapia con tratamientos microbióticos específicos aumenta la habilidad que tiene nuestro sistema inmunitario para reconocer y atacar las células que se replican sin control en algunos melanomas, en el cáncer de vejiga y los colorrectales.

Una de las autoras, la doctora Kathy McCoy, una de las principales expertas en el terreno de la microbiota explica que "determinados estudios recientes han proporcionado evidencias de que la microbiota puede afectar positivamente a los efectos antitumorales de nuestro sistema inmune, sobre todo en determinados cánceres. El problema es que, hasta ahora, no sabíamos las razones por las que esto tenía lugar". Y continua: "Hemos sido capaces de demostrar que algunas especies de bacterias son capaces de aumentar la capacidad que tienen las células T para atacar y destruir las células tumorales".



Foto: Unsplash/@nci


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Para llevar a cabo su estudio, los investigadores identificaron las especies bacterianas asociadas con los cánceres de colon en los pacientes tratados con inmunoterapia. Después, gracias al trabajo realizado en ratones de laboratorio sin flora intestinal, introdujeron esas bacterias específicas junto con el tratamiento inmune. De este modo demostraron qué tipo de bacterias eran las esenciales para que el sistema inmunitario funcionase. "Descubrimos que estas bacterias producen una molécula llamada inosina, que es capaz de interactuar directamente con las células T, mejorando la eficacia de la inmunoterapia y, en algunos casos, destruyendo todas y cada una de las células del cáncer colorrectal", explica otro de los autores, el Doctor Lukas Mager.

Después de probar su efectividad, los investigadores comprobaron que este sistema de fortalecer la respuesta inmune también funcionaba en tanto en el cáncer de vejiga como en el melanoma. El siguiente paso, explican, es comprobar que estos resultados también son efectivos en pruebas con humanos. "Identificar cómo los microbios mejoran la inmunoterapia es esencial para diseñar terapias con propiedades anticancerosas. El microbioma es una impresionante colección de miles de millones de bacterias que viven dentro y alrededor de nosotros todo el día. Estamos en las primeras etapas de entender cómo podemos usar este conocimiento para mejorar la eficacia y la seguridad de los tratamientos del cáncer y, de esta manera, mejorar la supervivencia a esta enfermedad y el bienestar de los pacientes", explica la doctora Kathy McCoy.


 
MUCHOS AGUJEROS
La medicina capaz de corregir tus genes y evitar el intestino permeable
Aunque las causas no están del todo claras todavía, es una enfermedad capaz de empeorar sobremanera la calidad de vida de los que la padecen. La muralla que debería protegernos se llena de agujeros y no nos defiende de nada



Foto: Foto: iStock.


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Por
Álvaro Hermida
02/10/2020


El intestino, por complicado e intrincado que pueda parecer, es un gran filtro. Está diseñado para dejar pasar lo bueno y parar lo malo. Por supuesto, sus funciones van más allá de esta breve descripción y su complejidad es tremendamente notable. Pero, a grandes rasgos, eso es lo que es.

Dado que es un órgano de nuestro cuerpo con tanto trabajo diario, expuesto a agentes externos de forma continua que pueden poner en peligro su funcionalidad, también es de los que más se estropean.

El intestino se llena de agujeros, dejando pasar a la sangre cosas que nunca deberían entrar ahí

Prácticamente, el 100% de la población ha sufrido algún tipo de enfermedad gastrointestinal, desde cortes de digestión a gastroenteritis o intoxicaciones alimentarias. En la mayor parte de los casos, todo se acaba arreglando ya sea gracias al paso del tiempo o a la utilización de medicamentos.

Pero hay otras enfermedades gastrointestinales que sí ponen en serio peligro el bienestar de las personas que las padecen y, en ocasiones, su vida. Algunas de las más populares son las enfermedades inflamatorias intestinales, entre las que destacan la de Crohn y la colitis ulcerosa. Pero en los últimos años se ha empezado a diagnosticar una nueva patología llamada síndrome del intestino permeable. Esta se caracteriza por una alteración en la pared intestinal que permite que determinadas sustancias que no deberían atravesarla lo hagan. Estas pueden ser tanto toxinas como algunos microorganismos patógenos (o que en el interior de nuestro intestino no son malas para nosotros, pero cuando llegan al torrente sanguíneo, sí).

Los síntomas asociados a esta enfermedad son la cefalea, el cansancio, la diarrea, la hinchazón abdominal, diversas intolerancias alimentarias, la dificultad para bajar de peso y el dolor articular. El descubrimiento de este síndrome es relativamente nuevo, tanto las causas como el tratamiento de la enfermedad están todavía en entredicho.





Ilustración: Alexandra Nikolaeva.


Ilustración: Alexandra Nikolaeva.



Una de las teorías que tienen más fuerza es la que habla de la implicación de un factor genético en el desarrollo de una pared intestinal porosa. Por otra parte, se ha relacionado el desarrollo del síndrome de permeabilidad intestinal con los niveles muy elevados de estrés, lo que significaría que la enfermedad podría ser un síntoma físico de una enfermedad psicológica.

Como explican desde el CMED, la lucha contra esta enfermedad se basa en la reducción de los niveles de estrés, el consumo de probióticos naturales como el yogur o el kéfir, una alimentación con niveles muy altos de zinc y aminoácidos como la arginina o la glutamina, y evitar determinados productos como el café, el té, las bebidas alcohólicas, las bebidas con gas o los medicamentos que afectan a la mucosa intestinal.

Por supuesto, es absolutamente necesario el diagnóstico y la supervisión por parte de un médico especializado a la hora de hacer frente a esta patología.

La parte buena es que la ciencia es absolutamente imparable. Ahora un equipo de investigadores de la Universidad de California en Riverside ha descubierto que un medicamento aprobado por la FDA estadounidense y utilizado para tratar la colitis ulcerosa y la artritis reumatoide es capaz de reparar los defectos intestinales que convierten a este órgano en permeable.

El medicamento en cuestión, llamado tofacitinib, es capaz de reparar las células de la mucosa intestinal cuyo deterioro se debe a una mutación del gen PTPN2. Es el mencionado deterioro el que permite que elementos que circulan por el interior de intestino atraviesen la barrera intestinal y entren en nuestro torrente sanguíneo provocando los síntomas anteriormente mencionados.

Todavía es necesaria mucha más investigación al respecto dado que, por ejemplo, este estudio solo se ha realizado en animales y las causas y mecanismos que convierten a la permeabilidad intestinal en un riesgo de salud tan importante como lo es hoy en día (aproximadamente una entre 360 personas lo padecen) son, en gran medida, desconocidas. Como siempre, es necesaria mucha más investigación, pero vamos por buen camino.


 
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