Esta es una de mis breverías, para las que teníais curiosidad por leer algo mío. Escrito hace años, e incluido en alguna recopilación de varios autores que ya ni recuerdo. Se titulaba "El deseo":
"Las copas proporcionadas por un tedioso sábado casero con Jennifer López como plana anfitriona, habían sido las culpables de que Nico respondiera con brutal honestidad sobre qué deseaba para su próximo cumpleaños. Abigail, su mujer, no daba crédito.
-¿Lo dices en serio? -preguntó, muerta de miedo, sin apartar la mirada del televisor-. Supongo que bromeas. Nunca tengo claro cuándo estás de broma y cuándo no. Nunca te tengo claro, Nico.
-Has preguntado tú -contestó la curda de su marido, repasando visualmente el apetitoso culo de la actriz-. Y siempre me pides, o más bien me exiges, sinceridad. No te preocupes: mañana, cuando se me haya pasado el pedal, te pediré disculpas y todo irá bien. Como siempre.
Y así, finalizado el espectáculo, el matrimonio ocupó una vez más su vieja cama para soñar, y dar comienzo al bronco recital de Nico, y a la obligada meditación de Abi. Esta, aún asustada por la demanda de su marido, se dedicó a pensar qué tan anómalo era su deseo. Qué tan aberrante era pretender un trío sexual para celebrar cuatro décadas de vida. Entonces, contra toda lógica, quiso observar a dos señores de impecable aspecto que, sin mediar palabra, se recostaron junto a ella, haciendo caso omiso a la presunta presencia marital. Abigail, lejos de remilgos, se dejó besar, lamer y acariciar de pies a cabeza, colaborando encantada en aquellos trabajos manuales que requerían de firmeza y humedad. La piltra, de repente, era para ellos tres, y la ahora atrevida señora se repartía en cinco dedos para cada uno. O, siendo puristas de la lengua, para cada una...
Cercano a culminarse el enredo, Abigail fue tomada a la par por aquellos dos extraños que tanta pericia demostraban, y al compás fusionado de los mejores ritmos, llegó al final de un maravilloso viaje sin retorno, al menos, inmediato. Una, dos, tres, y cuatro convulsiones yuxtapuestas sobre una pelvis dormida, consiguieron abrir los soñadores ojos de la mujer, que corrió a la cocina a reponer todo el liquido empleado.
-Buenos días, Abi. ¿Café?
-Muy buenos, Nico. Sí al café y sí, también, a tu deseo.
Mientras Abigail del Solar observaba la cara de sorpresa, estupefacción y complacencia de su marido, no podía dejar de pensar en que apenas si quedaban cinco meses para su propio cumpleaños..."
Ma-ra-vi-llo-sa.
No lo dejes, jamás lo dejes, nunca.