Grande Marlaska purga cúpula de la Guardia Civil

Un ambiente pre golpista

El cese del coronel era la única salida por la que podía optar el ministro. Y eso es lo que hizo. Pero Grande-Marlaska no se ha atrevido a reconocerlo abiertamente

Carlos Elordi
28/05/2020 - 22:24h
Grande-Marlaska saluda a la bandera durante la toma de posesión de la directora general de la Guardia Civil, el pasado enero. EFE/ J.J. Guillén

Grande-Marlaska saluda a la bandera durante la toma de posesión de la directora general de la Guardia Civil, el pasado enero. EFE/ J.J. Guillén
No hay prueba alguna de que los hechos que atropelladamente se han producido en la última semana se inscriban en el marco de una conspiración destinada a derribar al Gobierno y quien sabe a qué más. Pero es bastante evidente que la concatenación de los mismos no es fruto de la estricta casualidad, sino de que en ciertos ámbitos de la derecha y de algunas instituciones existe una predisposición a responder sin miramientos de ningún tipo a cualquier situación favorable a sus intenciones desestabilizadoras. Eso es lo que caracteriza a un ambiente pre golpista. Y a eso hemos llegado.

La rapidez con se fabrican las patrañas con las que se pretende justificar cualquier ataque al Gobierno sugieren que existe un operativo muy bien articulado para vender a la opinión pública los movimientos destinados a desequilibrar la situación. Algunos medios deben de estar desempeñando un papel protagonista en este apartado, que es decisivo para la operación en marcha.

Y sus resultados son evidentes a poco que se hable con ciudadanos corrientes. Porque la gran mayoría de ellos está confundida, vive ajena al juego de maniobras en la oscuridad que se está produciendo o, en el caso de la derecha fanática, que no es pequeña, apoya acríticamente la postura de sus líderes, sean del PP o de Vox. La cosa viene de lejos y la actitud de los políticos democráticos también tiene su parte de responsabilidad en ello. Sea por lo que sea y a menos que cambien mucho las cosas, en estos momentos es impensable que pueda producirse una respuesta popular masiva en defensa de la democracia.

El espectáculo cada vez más angustioso de los debates parlamentarios para la prórroga del estado de alarma sugería ya desde hacía algunas semanas que de un momento a otro había de producirse un acontecimiento que rompiera ese estancamiento imposible de superar. Algo que supusiera un salto cualitativo y agravara drásticamente la situación.

El Gobierno ya era incapaz de provocar un movimiento de ese tipo. Atrapado por su dedicación absorbente a hacer frente a la crisis sanitaria, debilitado por sus desavenencias con algunos de sus socios de investidura y, en algún momento, superado por los acontecimientos, como ocurrió con su pacto con EH-Bildu, Pedro Sánchez y los suyos carecían, y hasta el momento siguen careciendo, de un rumbo alternativo. Aunque la opinión pública dé, cada vez más, muestras de estar harta de las medidas de confinamiento y empiece a hacer cada vez más responsable al Gobierno de su desazón. Y aunque los mensajes de que es necesario mantener alta la guardia contra la epidemia tengan cada vez menos eco. Y, por supuesto, sean ignorados por una oposición que cada vez entona con más fuerza la demanda falsaria y demagógica de "libertad".

El elemento disruptivo ha sido el cese del coronel de la Guardia Civil, Diego Pérez de los Cobos. Un personaje destacado, no solo en el ejercicio de las altas funciones a las que ha sido llamado en el pasado, no precisamente con gran éxito en el caso del referendo del 1 de octubre en Cataluña, sino también por su protagonismo en el juicio del procés, en el que su larga intervención hizo girar el ambiente a favor de los acusadores, muy desacreditados hasta ese momento. En la sala del Supremo, Pérez de los Cobos apareció con una persona con un articulado pensamiento político orientado hacia las posiciones tradicionales de la derecha.

A la espera de que se confirmen los detalles del asunto, si es que alguien los puede confirmar, todo indica que el coronel había santificado una investigación realizada por dos de sus subordinados sobre los precedentes de la autorización de la manifestación del 8M en Madrid y ordenada por la jueza Carmen Rodríguez Medel. Podía haber parado ese trabajo a la vista de las muchas irregularidades y subjetividades que contenía ese informe en el que el Gobierno terminaba apareciendo como responsable culposo de haber permitido la propagación del coronavirus.

Pero no lo hizo. Y se convirtió en protagonista de una operación política. Y se negó a echarse para atrás, aunque varios responsables políticos del Ministerio del Interior le pidieron que lo hiciera. Cabe sospechar que alguien le animó a que no tirara la toalla, porque ese informe podía ser útil a determinados propósitos antigubernamentales.

Su cese era la única salida por la que podía optar el ministro del Interior. Y eso es lo que hizo. Pero Fernando Grande-Marlaska no se ha atrevido a reconocerlo abiertamente. Puede que porque pensara que corría el riesgo de que un fiscal le acusara de injerencia en la labor de la jueza Rodríguez Medel. O porque no quería dar más pábulo a la maniobra de Pérez de los Cobos. Lo cierto es que dijo que el coronel había sido cesado dentro del marco de una reordenación de la cúpula del cuerpo, aunque en un primer momento el ministerio había argumentado "pérdida de confianza".

Y eso destapó la caja de los truenos. La derecha se lanzó a por el ministro, sin reparar en barbaridades y falsedades, al unísono PP y Vox, clamando contra quien había ofendido "el honor la Guardia Civil" y pidiendo la dimisión de Marlaska. Todo el arsenal más tradicional de la reacción española fue expuesto en el hemiciclo. Y a la cabeza, la sacralización de la Guardia Civil, que en ese ambiente siempre se ha considerado tan intocable como la Iglesia Católica, aunque en ambos casos sin argumentos mínimamente sólidos desde una óptica democrática.

La dimisión del número dos de la Guardia Civil, Laurentino Ceña, en solidaridad con el cesado Pérez de los Cobos, dejó de ser argumento de ataque poco después de ser anunciado. Porque el hecho de que el general estuviera a punto de jubilarse le restaba eficacia. La derecha tenía bastante con llamar mentiroso a Grande Marlaska.

Este aguantó el formidable ataque. Insistiendo en que él no se había injerido en la acción judicial. Argumento que parece bastante sólido, porque injerencia habría sido parar el informe y éste llegó a manos de la jueza. Pero al día siguiente, el ministro dio un paso más hacia delante: el de cesar al número tres de la Guardia Civil.

Por lo tanto, Marlaska sigue firme. Pero se mueve en un terreno muy pantanoso. La Guardia Civil es un entramado en el que la democracia sólo ha penetrado muy superficialmente y en el que la autonomía de sus mandos, si no formalmente decisional sí de hecho, sigue siendo grande en un cuerpo en el que mayoritariamente jefes y tropa simpatizan con las ideas de una derecha que cada día es más extrema. Hasta el punto de que no se pueden descartar nuevos episodios de tensión. Pablo Casado parece empeñado en que eso ocurra, pues en las últimas horas se ha reunido con prácticamente todas las asociaciones vinculadas al cuerpo y seguramente no para apoyar al Gobierno.


El momento es por tanto muy inquietante. Porque el ataque de la derecha, que cuenta con fervientes simpatizantes en todo el entramado institucional del Estado, puede aparecer por cualquier otro frente. El Gobierno no tiene más remedio que resistir. Un renovado apoyo parlamentario por parte de sus socios más díscolos en los últimos tiempos debería ayudarle. Si no a salir plenamente victorioso, que eso es difícil mientras no pase algo en el interior del PP, sí a capear este temporal. Lo que está claro es que el éxito económico apenas logrado en Europa no va a cambiar mucho el signo del momento. Aunque a medio plazo puede influir más de lo que se cree.


El PXXE es timorato y pusilánime respecto a las pasadas de frenada de la derecha. No le planta cara y se van creciendo cada día demás.

El único que ha sido capaz de decirle a la cara a un dirigente de VOX que les gustaría un golpe de estado ha sido el vicepresidente Pablo Iglesias. Por supuesto que las críticas van a ser para él, ¡Faltaría más!

Hacen lo que les da la gana sin que nadie les ponga límites. En tiempos de alarma se permiten una concentración de sus diputados enfrente de la puerta del Parlamento cuando todo eso estaba prohibido.

Se le permiten concentraciones y manifestaciones con cazuelas en plena calle cuando por ley estaba prohibido hacerlo en la calle.

Nadie les pone coto. El único que ha sido valiente en decirle de frente lo que pasa es quien al final va a ser criticado.

Así tenemos éste país de pandereta, circo, futbol y toros.
Pero que horror. Donde vais a llegar? Esto era una democracia y estáis convirtiendo el país en una dictadura chavista. Apoyar lo que dijo el Coletas riendose del tercer partido mas votado! Encima el, que está de vicepresidente y no le voto ni Dios.
Y te digo una cosa : no somos tontos. Tenemos muy claro que el Gobierno de ineptos que tenemos es el responsable de que España sea el país con más muertos por habitantes del mundo. Es lo
Un ambiente pre golpista

El cese del coronel era la única salida por la que podía optar el ministro. Y eso es lo que hizo. Pero Grande-Marlaska no se ha atrevido a reconocerlo abiertamente

Carlos Elordi
28/05/2020 - 22:24h
Grande-Marlaska saluda a la bandera durante la toma de posesión de la directora general de la Guardia Civil, el pasado enero. EFE/ J.J. Guillén

Grande-Marlaska saluda a la bandera durante la toma de posesión de la directora general de la Guardia Civil, el pasado enero. EFE/ J.J. Guillén
No hay prueba alguna de que los hechos que atropelladamente se han producido en la última semana se inscriban en el marco de una conspiración destinada a derribar al Gobierno y quien sabe a qué más. Pero es bastante evidente que la concatenación de los mismos no es fruto de la estricta casualidad, sino de que en ciertos ámbitos de la derecha y de algunas instituciones existe una predisposición a responder sin miramientos de ningún tipo a cualquier situación favorable a sus intenciones desestabilizadoras. Eso es lo que caracteriza a un ambiente pre golpista. Y a eso hemos llegado.

La rapidez con se fabrican las patrañas con las que se pretende justificar cualquier ataque al Gobierno sugieren que existe un operativo muy bien articulado para vender a la opinión pública los movimientos destinados a desequilibrar la situación. Algunos medios deben de estar desempeñando un papel protagonista en este apartado, que es decisivo para la operación en marcha.

Y sus resultados son evidentes a poco que se hable con ciudadanos corrientes. Porque la gran mayoría de ellos está confundida, vive ajena al juego de maniobras en la oscuridad que se está produciendo o, en el caso de la derecha fanática, que no es pequeña, apoya acríticamente la postura de sus líderes, sean del PP o de Vox. La cosa viene de lejos y la actitud de los políticos democráticos también tiene su parte de responsabilidad en ello. Sea por lo que sea y a menos que cambien mucho las cosas, en estos momentos es impensable que pueda producirse una respuesta popular masiva en defensa de la democracia.

El espectáculo cada vez más angustioso de los debates parlamentarios para la prórroga del estado de alarma sugería ya desde hacía algunas semanas que de un momento a otro había de producirse un acontecimiento que rompiera ese estancamiento imposible de superar. Algo que supusiera un salto cualitativo y agravara drásticamente la situación.

El Gobierno ya era incapaz de provocar un movimiento de ese tipo. Atrapado por su dedicación absorbente a hacer frente a la crisis sanitaria, debilitado por sus desavenencias con algunos de sus socios de investidura y, en algún momento, superado por los acontecimientos, como ocurrió con su pacto con EH-Bildu, Pedro Sánchez y los suyos carecían, y hasta el momento siguen careciendo, de un rumbo alternativo. Aunque la opinión pública dé, cada vez más, muestras de estar harta de las medidas de confinamiento y empiece a hacer cada vez más responsable al Gobierno de su desazón. Y aunque los mensajes de que es necesario mantener alta la guardia contra la epidemia tengan cada vez menos eco. Y, por supuesto, sean ignorados por una oposición que cada vez entona con más fuerza la demanda falsaria y demagógica de "libertad".

El elemento disruptivo ha sido el cese del coronel de la Guardia Civil, Diego Pérez de los Cobos. Un personaje destacado, no solo en el ejercicio de las altas funciones a las que ha sido llamado en el pasado, no precisamente con gran éxito en el caso del referendo del 1 de octubre en Cataluña, sino también por su protagonismo en el juicio del procés, en el que su larga intervención hizo girar el ambiente a favor de los acusadores, muy desacreditados hasta ese momento. En la sala del Supremo, Pérez de los Cobos apareció con una persona con un articulado pensamiento político orientado hacia las posiciones tradicionales de la derecha.

A la espera de que se confirmen los detalles del asunto, si es que alguien los puede confirmar, todo indica que el coronel había santificado una investigación realizada por dos de sus subordinados sobre los precedentes de la autorización de la manifestación del 8M en Madrid y ordenada por la jueza Carmen Rodríguez Medel. Podía haber parado ese trabajo a la vista de las muchas irregularidades y subjetividades que contenía ese informe en el que el Gobierno terminaba apareciendo como responsable culposo de haber permitido la propagación del coronavirus.

Pero no lo hizo. Y se convirtió en protagonista de una operación política. Y se negó a echarse para atrás, aunque varios responsables políticos del Ministerio del Interior le pidieron que lo hiciera. Cabe sospechar que alguien le animó a que no tirara la toalla, porque ese informe podía ser útil a determinados propósitos antigubernamentales.

Su cese era la única salida por la que podía optar el ministro del Interior. Y eso es lo que hizo. Pero Fernando Grande-Marlaska no se ha atrevido a reconocerlo abiertamente. Puede que porque pensara que corría el riesgo de que un fiscal le acusara de injerencia en la labor de la jueza Rodríguez Medel. O porque no quería dar más pábulo a la maniobra de Pérez de los Cobos. Lo cierto es que dijo que el coronel había sido cesado dentro del marco de una reordenación de la cúpula del cuerpo, aunque en un primer momento el ministerio había argumentado "pérdida de confianza".

Y eso destapó la caja de los truenos. La derecha se lanzó a por el ministro, sin reparar en barbaridades y falsedades, al unísono PP y Vox, clamando contra quien había ofendido "el honor la Guardia Civil" y pidiendo la dimisión de Marlaska. Todo el arsenal más tradicional de la reacción española fue expuesto en el hemiciclo. Y a la cabeza, la sacralización de la Guardia Civil, que en ese ambiente siempre se ha considerado tan intocable como la Iglesia Católica, aunque en ambos casos sin argumentos mínimamente sólidos desde una óptica democrática.

La dimisión del número dos de la Guardia Civil, Laurentino Ceña, en solidaridad con el cesado Pérez de los Cobos, dejó de ser argumento de ataque poco después de ser anunciado. Porque el hecho de que el general estuviera a punto de jubilarse le restaba eficacia. La derecha tenía bastante con llamar mentiroso a Grande Marlaska.

Este aguantó el formidable ataque. Insistiendo en que él no se había injerido en la acción judicial. Argumento que parece bastante sólido, porque injerencia habría sido parar el informe y éste llegó a manos de la jueza. Pero al día siguiente, el ministro dio un paso más hacia delante: el de cesar al número tres de la Guardia Civil.

Por lo tanto, Marlaska sigue firme. Pero se mueve en un terreno muy pantanoso. La Guardia Civil es un entramado en el que la democracia sólo ha penetrado muy superficialmente y en el que la autonomía de sus mandos, si no formalmente decisional sí de hecho, sigue siendo grande en un cuerpo en el que mayoritariamente jefes y tropa simpatizan con las ideas de una derecha que cada día es más extrema. Hasta el punto de que no se pueden descartar nuevos episodios de tensión. Pablo Casado parece empeñado en que eso ocurra, pues en las últimas horas se ha reunido con prácticamente todas las asociaciones vinculadas al cuerpo y seguramente no para apoyar al Gobierno.


El momento es por tanto muy inquietante. Porque el ataque de la derecha, que cuenta con fervientes simpatizantes en todo el entramado institucional del Estado, puede aparecer por cualquier otro frente. El Gobierno no tiene más remedio que resistir. Un renovado apoyo parlamentario por parte de sus socios más díscolos en los últimos tiempos debería ayudarle. Si no a salir plenamente victorioso, que eso es difícil mientras no pase algo en el interior del PP, sí a capear este temporal. Lo que está claro es que el éxito económico apenas logrado en Europa no va a cambiar mucho el signo del momento. Aunque a medio plazo puede influir más de lo que se cree.


El PXXE es timorato y pusilánime respecto a las pasadas de frenada de la derecha. No le planta cara y se van creciendo cada día demás.

El único que ha sido capaz de decirle a la cara a un dirigente de VOX que les gustaría un golpe de estado ha sido el vicepresidente Pablo Iglesias. Por supuesto que las críticas van a ser para él, ¡Faltaría más!

Hacen lo que les da la gana sin que nadie les ponga límites. En tiempos de alarma se permiten una concentración de sus diputados enfrente de la puerta del Parlamento cuando todo eso estaba prohibido.

Se le permiten concentraciones y manifestaciones con cazuelas en plena calle cuando por ley estaba prohibido hacerlo en la calle.

Nadie les pone coto. El único que ha sido valiente en decirle de frente lo que pasa es quien al final va a ser criticado.

Así tenemos éste país de pandereta, circo, futbol y toros.
Luego no os quejéis cuando os hayan arruinado del todo vuestros líderes. Creéis que a vosotros os van a dar una dacha? Sois los primeros a los que van a dar la patada.
Una comisión para la reconstrucción económica y el Coletas se dedica a meter bulla. Claro, como no tiene ni idea de economía, otra cosa no puede hacer.
Y ahora ya no tenemos a Espinosa de los Monteros en la comisión, el único que sabe algo de economía.
Genial!
 
Pero que horror. Donde vais a llegar? Esto era una democracia y estáis convirtiendo el país en una dictadura chavista. Apoyar lo que dijo el Coletas riendose del tercer partido mas votado! Encima el, que está de vicepresidente y no le voto ni Dios.
Y te digo una cosa : no somos tontos. Tenemos muy claro que el Gobierno de ineptos que tenemos es el responsable de que España sea el país con más muertos por habitantes del mundo. Es lo

Luego no os quejéis cuando os hayan arruinado del todo vuestros líderes. Creéis que a vosotros os van a dar una dacha? Sois los primeros a los que van a dar la patada.
Una comisión para la reconstrucción económica y el Coletas se dedica a meter bulla. Claro, como no tiene ni idea de economía, otra cosa no puede hacer.
Y ahora ya no tenemos a Espinosa de los Monteros en la comisión, el único que sabe algo de economía.
Genial!
Si, Espinosa si sigue en la Comision.
 


La Unión de Oficiales de la Guardia Civil pide entrar en la causa contra Franco por la manifestación del 8-M
Ha registrado su solicitud en las últimas horas. Tomó la decisión en plena crisis interna de la Guardia Civil por el cese de Pérez de los Cobos.

J. Arias Borque Seguir a ariasborque
2020-05-29

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Ha registrado su solicitud en las últimas horas. Tomó la decisión en plena crisis interna de la Guardia Civil por el cese de Pérez de los Cobos.

Un agente de la Guardia Civil. | Europa Press

La Unión de Oficiales (UO), una de las asociaciones profesionales con representación en el Consejo de la Guardia Civil, ha solicitado en las últimas horas poder personarse en la causa que se sigue en el Juzgado de Instrucción número 51 de Madrid contra el delegado del Gobierno en la región, José Manuel Franco, por autorizar la manifestación del 8-M en plena crisis sanitaria por el coronavirus. Piden poder entrar en la causa como acusación popular.
La decisión fue tomada en la Junta Directiva de la asociación el pasado miércoles, cuando ya se había iniciado la crisis interna en el Instituto Armado por el cese fulminante del coronel jefe de la Comandancia de Madrid, Diego Pérez de los Cobos, por negarse a facilitar datos, precisamente, sobre el informe que realizaron agentes bajo su mando para esta causa, y la posterior dimisión del Director Adjunto Operativo (DAO) de la Guardia Civil.
La petición ha sido registrada a través de la plataforma jurídica LexNet e incluye un escrito en el que solicita la incorporación a la causa a la magistrada Carmen Rodríguez-Medel, titular del juzgado en el que se ha imputado al delegado del Gobierno en Madrid por un presunto delito de prevaricación administrativa.


El portavoz de UO, Jesús Martín Vázquez, ya anunció ayer que su asociación iba a presentar acciones legales en una causa que estaba relacionada con la polémica del 8-M y el informe judicial elaborado por la Guardia Civil, pero no especificó en cuál. Lo hizo en una entrevista en Es la Tarde de Dieter, en esRadio, en la que además vio normal la crisis interna en la Guardia Civil porque "es complicado dirigir caprichosamente a un cuerpo en el todavía quedan hombres de honor"
- Seguir leyendo: https://www.libertaddigital.com/esp...anco-por-la-manifestacion-del-8-m-1276658569/
 
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