Escritores, por sus escritos los conoceréis.

JALEOSAS ANDADAS ( Trouble dans les andains - Boris Vian, 1966)



Jaleosas Andadas by Boris Vian



Sipnosis


Los personajes buscan un objeto misterioso: el "bárbaro bifurcado". Bajo la pluma de Vian, se convierte en una investigación policial bastante divertida, donde nadas en corrientes de sangre de sapo, una historia para divertirse. En este libro aparecen personajes recurrentes de Vian, como Antioche Tambrétambre o el Mayor (reutilizado en Vercoquin y Plankton), así como él mismo bajo el anagrama de "Brisavion" o "Baron Visi".
 
CALLE DE LAS ARREBATADORAS ( Los guiones cinematográficos de Boris Vian, 1992)


CALLE DE LAS ARREBATADORAS



Sipnosis

Selección de guiones que recoge el territorio completo de la escritura fílmica de Boris Vian desde sus comienzos. Se podría decir que el guión de cine fue el primer género al que se entregó al decidir escribir. Como Raymond Queneau, no estaba lejos de pensar que el cine constituía el medio de expresión, el arte más evolucionado de nuestro tiempo. El lector descubrirá primero sus ensayos iniciales, a veces ingenuos y de oficio tentativo. Pero la parte más importante del libro, al menos cuantitativamente, reúne los textos escritos a partir de los años cincuenta en los que el escritor de cine revela una total posesión de oficio.
 
Otoño en Pekín ( L'Automne à Pékin - Boris Vian, 1947)


Amazon.fr - El Otono En Pekin - VIAN, BORIS - Livres



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Esta mañana Amadís Dudu ha perdido el autobús. Tal inconveniente, lejos de resolverse normalmente, supone para Dudu el comienzo de una serie de extraordinarias aventuras que no tardarán en conducirle al gran desierto de Exopotamia. Allí, precisamente porque se trata de un desierto, Dudu entabla conocimiento con una multitud de personajes pintorescos, al tiempo que se ve involucrado en el extravagante proyecto de construcción de una línea ferroviaria. Naturalmente, ni Pekín ni el otoño tienen nada que ver con todo esto. De hecho, aquí casi nada tiene que ver con nada, y no se hace necesario que nadie saque conclusiones. No obstante, si el lector se empeña en ello, no será difícil que, a través de la delirante y cómica peripecia de Dudu, llegue a ese centro secreto en torno al cual gira la obra entera de Boris Vian y en el cual, entrelazados, se esconden el amor y la muerte. Edhasa recupera de uno de los autores míticos del siglo XX, símbolo de la bohemia y la intelectualidad, con la traducción revisada de Juan García Hortelano.
 
Escritos pornográficos ( Écrits pornographiques - Boris Vian, 1980)


Escritos Pornograficos par Boris Vian: Rey Lear 9788492403189 ...



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«Leer libros eróticos, darlos a conocer y escribirlos es preparar el mundo del mañana y abrir la senda de la verdadera revolución». Con esta premisa, Boris Vian se enfrenta al erotismo, convencido de que la literatura pornográfica sólo existe en la mente del pornógrafo: «No podemos pretender que la descripción, pongamos de un árbol o de una casa, sea menos erótica que la de una pareja experta de enamorados». Construida la teoría, Vian se lanza a la práctica con una serie de textos que según el escritor Félix Romeo, prologuista de esta edición, «calientan, divierten y subvierten []. Nos devuelven a un Boris Vian en plenitud, que encuentra otro significado, mucho más gamberro, al clásico enseñar deleitando».
 
No me gustaría palmarla (Je voudrais pas crever - Boris Vian, 1962)


No me gustaría palmarla



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La primera edición de Je voudrais pas crever (No me gustaría palmarla) es de junio de 1962, tres años después del fallecimiento de Boris Vian. En 2003, el ilustrador de Montréal Thierry Martin (Martin Matje) ideó el proyecto de una versión ilustrada de estos poemas de Vian. Brigitte Bouchard, la editora de Les Allusifs, fue la encargada de implicar a toda una comunidad de ilustradores cercanos a Martin Matje en las dos orillas del Atlántico.

Para celebrar el 50 aniversario del adiós de Boris Vian en nuestra lengua estos versos que les presentamos aquí. Varias generaciones de poetas, músicos, escritores, traductores, forman este Vianteam que se ha encargado de planear con irreverente elegancia por encima de unos poemas que han cobrado vida propia en nuestra lengua. Porque Vian inventa palabras, sí, para reírse de la muerte, con ironía y un especial sentido del humor (del mismo modo que inventan algunos de los participantes), porque ese lenguaje que le es propio también es absolutamente universal, accesible, como lo demuestran en este libro todos y cada uno de sus adaptadores y traductores.
 
Charles Bukowski ( 1920 - 1994)


Une visite littéraire du Los Angeles de Charles Bukowski ...




(Andernach, 1920 - San Pedro, California, 1994) Escritor estadounidense. En la línea del anticonformismo californiano de la generación beat y utilizando un lenguaje agresivo y una temática marginal, a menudo obscena o violenta, elaboró una obra singular, entre cuyos títulos destacan El cartero (1971), Escritos de un viejo indecente (1969), Ordinaria locura (1976) y Música de cañerías (1983).


Hijo de un oficial norteamericano y de una alemana, su familia se trasladó a Estados Unidos cuando tenía tres años. El joven Bukowski creció en un barrio pobre, y durante la gran depresión económica iniciada en 1929 hubo de soportar la miseria y los castigos de su padre. Estudió periodismo mientras trabajaba en varios oficios, desde lavaplatos hasta aparcacoches, pero no llegó a graduarse y llevó una vida dispersa, entregada al alcohol y a un vagabundeo sin rumbo. De aquella época son sus primeros poemas y también algunos cuentos, que publicaría a partir de 1940.

En 1956 comenzó a trabajar en el servicio de correos, lugar que le serviría de inspiración para su primera novela, El cartero (1971), que protagoniza por primera vez Henry Chinasky, un alter ego destinado a reaparecer en todos sus trabajos posteriores, excepto en la novela Pulp, publicada póstumamente en 1994. A los cincuenta años abandonó el empleo en correos para "sobrevivir con el oficio de escritor".

En sus obras retrató toda una galería personajes estrafalarios y marginales: prost*tutas, alcohólicos, vagos, buscavidas, jugadores arruinados y bravucones que circulan como sonámbulos o pícaros por una ciudad que los rechaza. Varios títulos de sus obras hablan por sí solos de sus líneas argumentales: Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones (1972) o Escritos de un viejo indecente (1969).

Estos temas también serían también los de sus libros de poesía, escrita en un verso rudo, escasamente lírico, de mensaje claro y áspero, pese a que en ocasiones afloran en sus poemas los sentimientos y hasta un estado de felicidad. Sus relatos breves, como sus poemarios, están escritos en un lenguaje directo, funcional, que cuenta ágilmente una historia con un final por lo general subido de tono y con una atmósfera una veces sórdida y otras atravesada por la comicidad y el habla coloquial más descarnada.

De sus recopilaciones de relatos destaca Música de cañerías (1983); las treinta y cuatro narraciones de que consta el volumen ofrecen al lector un sórdido recorrido por la vida nocturna de Los Ángeles. Personajes marcados por todo tipo de fracasos se cruzan durante unos minutos en una habitación, un bar o una esquina para compartir soledad y alcohol. El tono general es de un humor grotesco, y el estilo narrativo resulta siempre muy económico, espontáneo y directo. Muchos de los personajes esbozados son artistas y escritores de escaso éxito hasta el momento, entre los que destaca de nuevo su alter ego, Henry Chinaski, cínico intelectual y amante incansable que protagoniza varias de las narraciones.

El elemento autobiográfico es en el fondo el aglutinador del conjunto de la obra de Bukowski, quien se empeña en magnificar, incluso con recursos cómicos, su condición de bebedor y mujeriego empedernido, de habitante de submundos relacionados con sus numerosos empleos y ambientes deportivos como el de las carreras de caballos, el boxeo o el béisbol. Como los de Raymond Carver, sus relatos describen siempre realidades degradadas (en realidad, incluso sus novelas no son más que secuencias de narraciones breves unificadas por un yo narrador), reflejo de la monstruosidad de ciertos ámbitos de las ciudades norteamericanas, especialmente Los Ángeles. Aunque su prosa pueda recordar a la de Henry Miller, sus continuas variaciones sobre pocos temas predilectos lo relacionan, más que con los escritores de su generación (como Jack Kerouac), con los pintores del hiperrealismo.

La obra de Charles Bukowski recibió tantas críticas negativas como positivas. Se le acusó de practicar un estilo soez como mero exhibicionismo literario y de reiterar sus obsesiones de modo efectista. Otros críticos, en cambio, realzaron su autenticidad y su condición de escritor maldito. El "fenómeno Bukowski" irrumpió en Europa con grandes triunfos editoriales, pero permaneció prácticamente ignorado por los críticos y los lectores de su país. De hecho, el Bukowski poeta (a menudo convocado para lecturas de versos en las universidades norteamericanas) gozó de mayor popularidad en Estados Unidos que el escritor, al contrario de lo que ocurrió en el viejo continente.

 
Cartero ( Charles Bukowski, 1971)


Cartero - Bukowski, Charles - 978-84-339-2063-8 - Editorial Anagrama




Resumen

Publicada en 1971, esta novela del escritor estadounidense de origen alemán Charles Bukowski es una divertida pero también amarga sátira sobre el monótono trabajo de un oficinista de correos. La obra es un retazo de la vida del autor, quien, a lo largo de doce años, desempeñó este oficio en una de las estafetas de correos de la ciudad donde vivía: Los Ángeles.

Con este texto irrumpió Bukowski en el mundo de las letras, en el que destacó con estilo propio. La novela está presidida por el código de ética que deben respetar todos los empleados de la Oficina Postal de los Estados Unidos. Henry Chinaski, el protagonista y alter ego del autor en muchas de sus obras, es un eterno aspirante a trabajos ocasionales y un bebedor empedernido, lo mismo que su novia, Betty, la tercera mujer con la que convive. A través de un borracho amigo suyo, se entera de forma casual de que todos los años la oficina de correos contrata personal temporal para atender la sobrecarga de trabajo de la campaña de Navidad.

Tras esa primera toma de contacto y creyendo que se trata de un oficio cómodo y fácil, que además le permite desahogar sus impulsos sexuales con algunas de las mujeres con que topa, decide presentarse a las pruebas de admisión a cartero suplente. Aprobados los exámenes, comienza a trabajar en un oficio que, poco después, considera obsesivo y duro, pero que mantiene durante algo más de tres años.

La realidad es que en ese tiempo apenas descansa por las noches, y parte del día la dedica casi por completo a dos de sus pasiones favoritas: la bebida y la actividad sexual, con especial preponderancia de la primera. No es extraño que la constante resaca y el cansancio hagan mella en él y que, por otra parte, su contumaz rebeldía atraiga la ira de sus jefes, a quienes provoca con sus agudas y sarcásticas respuestas. Sin embargo, cumplido el primer trienio, se convierte de forma automática en cartero "regular", categoría a la que acompañan notables prebendas, como pagas extras, vacaciones, dos días de fiesta semanal, etc. Pero una defensa empecinada e irracional de su punto de vista le conduce medio año más tarde a presentar su dimisión.

Se abre entonces un paréntesis en el que Betty trabaja como mecanógrafa y aporta un dinero fijo a la pareja, mientras Chinaski se dedica a descansar y a apostar con suerte insultante a las carreras de caballos, otra de sus pasiones. Pero esta situación no se mantiene por mucho tiempo, pues Betty se muestra incómoda frente a los chismorreos de los vecinos, que piensan que lo está manteniendo. Se separan y él alquila un nuevo piso.

Pronto conoce a una texana ninfómana, Joyce, con la que se casa en Las Vegas. Se instalan en una casita en el pueblo de su mujer y Chinasky empieza a trabajar como mozo de carga en un almacén, a pesar de que su familia política es extraordinariamente rica. Poco después solicita el ingreso como oficinista en Correos. De nuevo supera los exámenes de ingreso, pero resurge el obsesivo fantasma de la monotonía. No obstante, este trabajo lo desarrolla a lo largo de doce años. Cuando decide dejarlo, en su mente barrunta la idea de dedicarse de forma exclusiva a escribir.

Durante en este período, Joyce, que trabaja en las oficinas de un departamento de policía, se enamora de un compañero de trabajo y solicita el divorcio. Chinasky vuelve a encontrar a Betty y de nuevo sienten una gran satisfacción charlando y gozando juntos los efluvios del alcohol, pero algo ha cambiado entre ellos. Han envejecido por separado y nada es como antes. Se separan, y mientras Betty se hunde cada vez más hasta fallecer de un coma etílico, Henry, sin abandonar la adicción a la bebida, supera las pruebas técnicas que le dan acceso a la categoría de empleado regular.

Paralelamente y de forma sistemática, se dedica a jugar en las apuestas hípicas, que como siempre le aportan suculentos beneficios, y a relacionarse con todas las mujeres posibles. Le entusiasma el mar, y en sus sueños acaricia la idea de vivir en una casita en la costa. Conoce a una escritora ya madura, Fay, con la que tiene una hija, Marina Louise, que le da estabilidad emocional durante los pocos meses que vive con ella. Pero la madre se la lleva cuando abandona a Chinasky y se va a México.

Con un carácter más y más agrio a consecuencia de su progresiva alcoholización y del creciente deterioro de su salud, de pronto le resulta insoportable seguir trabajando en la Oficina de Correos y presenta la renuncia definitiva. Entra en una gran depresión que cura a base de bebida y más bebida, hasta que decide escribir una novela. Y escribe ésta. En ella se vislumbran muchas de las características que convirtieron a Charles Bukowski en uno de los máximos representantes de la "literatura basura", sobre todo por los extraordinarios retratos que traza de los ambientes marginales que tanto frecuentó y que lo convirtieron, a su pesar, en el heredero natural de la generación beat, a la que, con un realismo lindante con lo soez, desprendió de cualquier tipo de romanticismo utópico.

 
Citas del libro Cartero, de Charles Bukowski



- Había empezado de cartero a los veintipocos años y ahora andaba ya por los sesenta. Había perdido la voz. No hablaba. Graznaba. Y cuando graznaba, no decía gran cosa. No era apreciado ni despreciado. Simplemente estaba allí.



-Tenemos que conseguir los dos trabajo --decía- para probarles que no vas detrás de su dinero, Para probarles que somos autosuficientes.
-Nena, eso es de parvulario. Cualquier imbécil puede tener un trabajo; vivir sin trabajar es cosa de sabios. Por aquí lo llamamos chulear. A mí me gusta ser un buen chulo.


- Miré dos anuncios, fui a un par de sitios y en los dos me aceptaron. El primero olía a trabajo, así que escogí el segundo.


-No me despedían. Incluso les caía bien a los vendedores. Ellos le robaban al dueño al otro lado de la puerta, pero yo no decía nada. Era un juego de enanos, a mi no me interesaba. Yo no era un robaperas. Yo quería el mundo entero o nada.



- ¿Seguridad? Podías tener mucha seguridad en la cárcel. Tres paredes y ningún alquiler que pagar, nada de utilidades, ni impuestos, ni mantenimiento infantil. Nada de licencias de circulación. Nada de multas de tráfico. Nada de sanciones por conducir en estado de ebriedad. Nada de pérdidas en el hipódromo. Atención médica gratis. Camaradería con gente con intereses similares. Iglesia. Funeral y enterramiento gratuitos.



- Y al final del pasillo habla un supervisor, otra Roca, con aquel aspecto en su cara... debían practicarlo delante del espejo, todos los supervisores tenían aquel aspecto en sus caras, te miraban como si fueras una plasta de mierda humana. Sin embargo habían entrado allí por la misma puerta. Habían sido antes empleados o carteros. Yo no podía entenderlo. Se habían transformado en tornillos.



-Me despido
-¿Que te despides?
-Si, no se le puede culpar a un hombre por querer prosperar.
Entré en la oficina y recogi mi cheque. Estaba de vuelta en la Oficina de Correos.




-¡Pero es tan caballeroso! -dijo ella.
-Mira, nena, no quiero herirte, pero...
-¿Pero qué?
-Mire, tú vienes de un pueblo pequeño. Yo he tenido más de 50 trabajos, quizás lleguen a 100. Nunca he estado mucho tiempo en ningún sitio. Lo que estoy tratando de decirte es que hay un cierto juego que se practica en las oficinas de toda América. La gente se aburre, no sabe qué hacer, así que juegan al juego del romance de oficina. La mayoría de las veces no es otra cosa que una forma de pasar el tiempo. Algunas veces se las arreglan para echar un polvo o dos en un aparte. Pero incluso entonces, no es más que un pasatiempo, como jugar a los bolos o ver la televisión o celebrar una fiesta de año nuevo. Tienes que comprender que no significa nada y de esta forma no acabarán hiriéndote. ¿Entiendes lo que digo?
 
Última edición por un moderador:
-Subí en el coche y empecé a deambular por las calles buscando un anuncio de "Se Alquila". Me parecía ya una cosa bastante corriente.


-Te he visto con esa perra hace algún tiempo. No es tu tipo de mujer.
-Ninguna lo es.


-Bebimos un poco más y luego nos fuimos a la cama, pero no fue lo mismo, nunca lo es. Habla un espacio entre nosotros, habían ocurrido cosas. La observé mientras se iba al baño, vi las arrugas y pliegues bajo sus nalgas. Pobre cosa. Pobre pobre cosa. Joyce había sido firme y dura, agarrabas un pedazo de su cuerpo y era cosa fina. Ahora ya no estaba tan bien. Era triste, era triste, era triste. Cuando Betty salió, no cantamos ni reímos, ni siquiera hablamos. Nos sentamos a beber en la oscuridad, fumando cigarrillos, y cuando nos fuimos a dormir, yo no puse los pies sobre el cuerpo o ella los suyos sobre el mío como solíamos hacer. Dormimos sin tocarnos. Algo nos habían robado a los dos.


-¿Cómo puedo trabajar 12 horas por noche, dormir, comer, bañarme, hacer los viajes de ida y vuelta, ocuparme de la lavandería y la gasolina, el alquiler, cambiar neumáticos, hacer todas las pequeñas cosas que han de hacerse y todavía estudiar el esquema?
-le pregunté a uno de los instructores
-No duerma -me dijo.
Le miré. No estaba tocando el trombón. El condenado imbécil hablaba en serio.


-Cerré la puerta y subí un piso más. Abrí mi puerta. No había nadie allí. Los muebles estaban viejos, todo desconectado, la alfombra prácticamente descolorida. El suelo lleno de latas de cerveza vacías. Estaba en el sitio correcto.


-Varios días después de Navidad me pasé a ver a Betty. Estaba sentada en su habitación, borracha, a las 8:45 de la mañana. No tenia muy buen aspecto, pero tampoco yo lo tenia. Parecía como si cada cliente del hotel le hubiera regalado una botella. Había vino, vodka, whisky, escocés, coñac barato. Las botellas llenaban su habitación.


-Acabé de vestirme. Fui al baño y me eché algo de agua en la cara, tepe peiné. Si sólo pudiera peinarme la cara, pensé, pero no puedo.
 
- Yo solía refugiarme en la música clásica porque era la única casa que podía escuchar mientras bebía cerveza en la cama por la mañana temprano. Si la escuchas mañana tras mañana te haces capaz de recordar cosas. Y cuando Joyce se divorció de mí, yo me había guardado por error dos volúmenes de Las vidas de los compositores clásicos y modernos en una de mis maletas. La mayoría de las vidas de estos hombres habían sido tan tortuosas y sufridas que yo disfrutaba leyendo sobre ellas, pensando, bueno, yo también estoy en el infierno y ni siquiera puedo escribir música.


-Sigo diciendo lo mismo, enciérrate en una habitación y escribe.
-¡PERO NECESITO COMER!
-Menos mal que otros no pensaron lo mismo. Menos mal que Van Gogh no pensaba así.
-¡A VAN GOGH LE COMPRABA LAS PINTURAS SU HERMANO! -me dijo.


-Eres tan amable. Eso ayuda.
-Me gustaría ser siempre amable, pero es esa maldita Oficina de Correos...
-Lo sé, lo sé.


-Estos números indican el número de cartas que deben clasificarse por minuto. Una cesta de medio metro debe ser clasificada en 23 minutos. Te has pasado por 5 minutos. Señaló al 23.
-23 es lo fijado.
-Ese 23 no significa nada -dije yo.
-¿Qué coxx estás diciendo?
-Quiero decir que un tipo vino con un bote de pintura y pintó ese número ahí.
-No, no, esto ha sido cronometrado y comprobado a lo largo de los años.
No contesté. ¿Qué sentido tenía?


Bueno, como decían los chicos, tenias que trabajar en algún sitio. Así que aceptaban lo que había. Era la sabiduría del esclavo.
 
La senda del perdedor ( Charles Bukowski, 1982)


La senda del perdedor



Sipnosis:
Una novela autobiográfica, contundente como un preciso uppercut, que nos muestra una visión bien distinta del «Sueño Americano», una visión «desde abajo», desde los pisoteados y humillados: la infancia, adolescencia y juventud de Henry Chinaski, en Los Ángeles, durante los años de la Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Un padre brutal que cada día finge acudir puntualmente al trabajo para que sus vecinos no sospechen que está en paro; una madre apaleada por el padre, que sin embargo está siempre de su parte; un tío a quien busca la policía; un mundo de jefes, de superiores aterrorizados por otros superiores.

El joven Chinaski algo así como un hermano paria de Holden Cauldfiel, el dulce héroe de Salinger en The Catcher in the Rye (al que Bukowski parece aludir en el título original Ham on Rye) tiene que aprender las reglas implacables de una durísima supervivencia. En este libro inolvidable, escrito con una ausencia total de ilusiones, se transparenta, evitando la autocompasión, una estoica fraternidad con todos los chinaskis, todos los underdogs de la «otra América» de los patios traseros, los bares sórdidos, las oficinas de desempleo.
 
Frases de La senda del perdedor

No sé qué era pero teníamos algo especial, y lo sabíamos. Lo podías ver en el modo que nos movíamos y hablábamos. No hablábamos mucho, lo dábamos todo por sobreentendido, y eso era lo que ponía negro a todo el mundo, el aire de seguridad que desprendíamos. Ojalá algún día coincidamos en otras vidas, ya no tan tercos, ya no tan jóvenes, ya no tan ciegos ni testarudos, ya sin razones sino pasiones, ya sin orgullo ni pretensiones, ojalá. Y es que tenemos la mala costumbre de querer a medias, de no mostrar lo que sentimos a los que estan cerca, tenemos la mala costumbre de echar en falta lo que amamos, solo cuando lo perdemos es cuando añoramos. Tenemos la mala costumbre de perder el tiempo, buscando tantas metas falsas, tantos falsos sueños. Tenemos la mala costumbre de no apreciar lo que de verdad importa, y solo entonces te das cuenta de lo que de verdad importa.


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Podía ver el camino que se abría frente a mí. Yo era pobre e iba a continuar siéndolo. Pero tampoco deseaba especialmente tener dinero. No sabía qué es lo que quería. Sí, lo sabía. Deseaba algún lugar donde esconderme, algún sitio donde no tuviera que hacer nada. El pensamiento de llegar a ser alguien no sólo no me atraía sino que me enfermaba. Pensar en ser un abogado, concejal, ingeniero, cualquier cosa ipor el estilo, me parecía imposible. O casarme, tener hijos, enjaularme en la estrucutra familiar. Ir a algún sitio para trabajar todos los días y después volver. Era imposible. Hacer cosas normales como ir a comidas campestres, fiestas de Navidad, el 4 de Julio, el Día del Trabajo, el Día de la Madre... ¿acaso los hombres nacían para soportar esas cosas y luego morir? Prefería ser un lavaplatos, volver a mi pequeña habitación y emborracharme hasta dormirme.
Mi padre tenía un plan maestro. Me dijo:

- Hijo mío, cada hombre debería de comprar una casa en su vida. Cuando muera, su hijo heredaría esa casa. Más adelante ese hijo compra su propia casa y luego muere. Entonces su hijo hereda dos casas. Ese otro hijo pronto adquiere la suya propia y entonces ya tiene tres casas...
La estructura familiar. O cómo vencer a la adversidad a través de la familia. Él creía en eso. Coge la familia, mézclala con Dios y la Nación, añade diez horas de trabajo diario, y tienes todo lo que necesitas.

Observé a mi padre, sus manos, su rostro, sus cejas, y supe que ese hombre no tenía nada que ver conmigo. Era un extraño. Mi madre no existía. Yo era un maldito. Mirando a mi padre no vi nada más que una insipidez indecente. Peor aún, él tenía mayor miedo a fracasar que el resto de la gente. Siglos de sangre campesina y de educación campesina. Las características sanguíneas de los Chinaski se habían debilitado por unos cuantos siervos de la gleba que empeñaron sus vidas en pequeños logros fraccionarios e ilusorios. No hubo ningún hombre en el arbol genealógico que dijera: "¡No quiero una casa, quiero mil casas y las quiero ahora mismo!"

Mi padre me había enviado a ese instituto para ricos deseando que se me pegara el aire de los dirigentes mientras observaba a los muchachos ricachones haciendo chirriar sus cupés color crema y acompañando a chicas de trajes brillantes. Sin embargo, aprendí que los pobres normalmente permanecen en la pobreza. Que los jóvenes ricos husmean el hedor de los pobres y aprenden a encontrarlo divertido. Tienen que reírse, porque de lo contrario sería demasiado aterrador. Han aprendido eso a lo largo de los siglos. Nunca perdonaré a las chicas por meterse en esos cupés color crema con los rientes muchachos. No podían evitarlo, por supuesto, pero siempre pensabas que tal vez... Pero no. No había tal vez. El bienestar económico significaba victoria, y la victoria era la única realidad.
¿Qué mujer elige vivir con un lavaplatos?



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Necesitaba algún sitio aislado para esconderme. Los barrios bajos eran desagradables. La vida del hombre normal y sano era tediosa, peor que la muerte. Parecía no haber alternativa posible. Y la educación también era una trampa. La poca educación a la que me había permitido acceder me había hecho más suspicaz. ¿Qué es lo que eran los doctores, abogados y científicos? Tan sólo eran hombres que habían permitido que los privaran de su libertad de pensar y actuar como individuos.
 
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