Follow along with the video below to see how to install our site as a web app on your home screen.
Se debe tener en cuenta: This feature may not be available in some browsers.
El Caso Cursach y la "información vaginal" de las cloacas
Los escándalos, que no casos, Cursach y Salamanca explican muy bien el significado de la "información vaginal" de la que se jactó Villarejo ante Dolores Delgado y el dueño de su copa y ministerio, Baltasar Garzón. Que Bartolomé Cursach, rey del hampa nocturna balear (seguir llamando "ocio" al negocio de un acusado de dieciocho delitos y todas las variantes de corrupción, violencia y el crimen organizado, me parece un eufemismo ridículo), siga en libertad sólo se explica por una sistemática corrupción judicial y policial.
Y ha hecho falta que la policía, por mandato de un juez, se presentara en el Diario de Mallorca para incautarse de los móviles de periodistas con datos de los infinitos delitos fiscales de Cursach, para que el escándalo saltara, por fin, el muro de silencio de un archipiélago en el que la omertá periodística ha ido de la mano de la política e institucional.
¿Acaso pensaban los protectores durante décadas de ese vertedero político llamado Unión Mallorquina, aliado del PP y del PSOE y socio sempiterno del catalanismo que ahora arrasa las Baleares, que el delito común y el chantaje generalizado se detendrían en la actividad diurna? ¿Creyeron que el encubrimiento político, fiscal, policial, y finalmente, judicial, se limitaría a los culiparlantes del parlamento regional? Para mí, el Caso Cursach es la continuación del de María Antonia Munar. Y ambos, el síntoma de un cáncer que, si llegara el cambio a la política española, habría que afrontar con absoluta urgencia y con la más extrema contundencia.
Cuando el delincuente instruye su propio caso
Hay veces en que un titular periodístico sustituye ventajosamente a un tratado de Derecho Penal. Es el caso de una columna de Matías Vallés en el Diario de Mallorca: "Cursach instruye su propio caso". O el de su vídeo sarcástico: "Cursach será nombrado juez sustituto plenipotenciario". El sarcasmo, en este caso, no es hiperbólico, sino descriptivo. Es tal el poder del "padrino" balear en la policía, la fiscalía y la judicatura –en los medios, la corrupción se advierte por la precaución informativa– que ha conseguido algo sólo al alcance de las cloacas policiales y judiciales, unidas indeleblemente en la celebérrima grabación de Villarejo. Porque, hasta ahora, para corromper los más altos niveles de los organismos del Estado había que estar dentro, con uniforme o toga. Cursach ha conseguido instruir su caso sin ser juez ni policía. Le basta comprarlos o chantajearlos.
Nadie es inmune al chantaje
Yo no creo que casi todos los jueces, fiscales y policías en Mallorca, aunque sean muchos los que aseguran el ámbito de impunidad de Cursach, estén sobornados. Sí creo que todos los ciudadanos podemos ser objeto de chantaje sexual, con fundamento o por algún tipo de montaje. El resultado es el mismo. Cualquiera puede resistir un soborno de muchos euros, pero no es fácil, y menos aún si se lleva uniforme o toga, resistir un chantaje de tipo sexual, al margen de que venga de una conducta habitual o una trampa.
Esa es la "información vaginal" de la que presumía Villarejo, con el aplauso y la complicidad de la cúpula policial y judicial de la Audiencia en la cinta célebre, que muestra que, en España, como en la Roma imperial, hay una Cloaca Máxima en la que desembocan todas las alcantarillas. En tiempos de Garzón era, sobre todo, la Audiencia Nacional. Pero hay otras evidencias de corrupción al máximo nivel, el del Supremo, que Delgado misma delata al revelar a Villarejo supuestos comportamientos sexuales delictivos con menores en Colombia. Por cierto, aquellos viajeros aludidos anunciaron querellas contra la ministra y su entorno. ¿Presentaron alguna?
Acostumbrarse a la corrupción
Las acusaciones a Cursach, que incluyen el asesinato, tenían un punto clave: la corrupción de políticos, jueces y policías, invitados a orgías de s*x* y drogas a todo lujo, que los convertían en rehenes del hampa. No extraña que la testigo protegida que lo denunció pueda desaparecer o perder la memoria o que la Fiscalía actúe contra un fiscal que no se rinde, aunque eso y mucho más se da en el Caso Cursach; y algo debería hacer el CGPJ al respecto. No hace falta, aunque nunca falte, el sobre que completa el magro sueldo. Basta la grabación, la "información vaginal" a una o un profesional del s*x*, la confidencia del borracho, o pasado de coca o enamoriscado. Basta una sola noche. Una sola vez. Cuando pasa una, pasa mil y una. Y los que no aceptan el trato, son orillados y difamados por los que sí aceptan. Luego hay medios y periodistas sin escrúpulos que completan el círculo del chantaje. Y así, con los años y los silencios, se teje una trama inextricable.
Dos imputados del PP por el caso Cursach asistían a bacanales de s*x* y cocaína
Una testigo asegura que el expresidente del PP de Palma, José María Rodríguez, y el diputado autonómico Álvaro Gijón, asistían a fiestas con droga y s*x* en una finca propiedad de Cursach o en prostíbulos. Según este testimonio, cada lunes se organizaban partidas de póker en la finca Puntiró, propiedad del empresario Bartolomé Cursach, y que cuando concluía la partida "había auténticas bacanales". En estas fiestas se daba cocaína a las chicas, que "cobraban muy bien", pero "tenían que someterse a vejaciones como palizas, sobredosis de drogas y a prácticas sexuales violentas" en las que empleaban "juguetes eróticos" o las ataban y mantenían s*x* con varios hombres a la vez.
La declarante afirma que sabe por sus compañeras que Rodríguez "pasaba tardes enteras" en un prostíbulo de Palma, donde consumía "botellas caras" y "constantemente iba seleccionando chicas para mantener s*x*", con las que "se encerraba". Siempre según esta versión, las chicas se negaban a mantener s*x* con él porque tenía "unos gustos extraños y peligrosos" por lo que Rodríguez "mandaba traer chicas de la calle e incluso chicos" para presenciar cómo tenían s*x* entre ellos o con las chicas. En este sentido, precisa la testigo que "Gijón también iba a este piso" aunque "de forma más esporádica" que Rodríguez. Asimismo, manifiesta que vio "en numerosas ocasiones" a Rodríguez saliendo del piso "en un estado lamentable" y "totalmente pasado de cocaína y alcohol", mientras que Gijón se iba "en coche oficial" también en un estado "deplorable".
Afirma que Gijón "seleccionaba a las chicas" y exigía que tomaran cocaína, y que quien se negara "no entraba con él". Las que lo hacían estaban "días enteros sin salir del piso", mientras que Gijón "alguna reunión de la policía la hacía por teléfono desde la casa" y cuando se cansaba "llamaba al chófer y se iba". La testigo también asegura que en otra fiesta, organizada en Mega, Gijón le ordenó ir a "buscar más cocaína" al haberse acabado la que tenían y que quien le pagó por la droga -500 euros- fue el actual abogado defensor de Gijón en el caso, José Ramón Orta, que entonces trabajaba en el área de Seguridad Ciudadana.
La mujer sostiene que en una de estas fiestas, en la que estaba presente Rodríguez, a una amiga suya le acabaron rompiendo el bazo y fue conducida por la dueña de la casa de citas a Son Dureta echando "sangre por la boca y la vagina". La describe como una chica "mulata, brasileña y muy guapa". La testigo fue a visitarla a Son Dureta y más tarde esta chica "desapareció del mapa" después de que, según confesó a la declarante, Cursach "le dio mucho dinero para que se marchara a Brasil".
https://www.20minutos.es/noticia/30...iestas-con-s*x*-drogas/#xtor=AD-15&xts=467263