Cuadernos de Psicología.

Sonámbulos homicidas: 5 casos insólitos de muerte accidental
Este trastorno del sueño suele ser poco problemático, pero a veces aparecen situaciones peligrosas.
por Oscar Castillero Mimenza
Esta alteración del sueño no acostumbra a generar situaciones de riesgo, pero hay excepciones.


En todo el mundo existe una gran cantidad de gente que padece sonambulismo; es conocido el hecho de que estas personas deambulan por la casa y en ocasiones realizan acciones complejas, e incluso tareas del hogar, estando inconscientes, de forma automática.

Por norma general es un problema que puede resultar molesto y generar confusiones y sustos para quienes lo observan; en el peor de los casos, la proximidad de ventanas o puertas que dan a la calle puede llevar a situaciones peligrosas.

Sin embargo, en algunas ocasiones las actividades que se llevan a cabo son más extrañas: existen pintores que únicamente son capaces de crear en estado de sonambulismo, o bien personas que llegan a cometer crímenes en dicho estado, como violaciones o asesinatos. En este último caso estamos hablando de sonámbulos homicidas.

El sonambulismo
Antes de entrar a hablar en detalle de lo que supone un sonámbulo homicida, es necesario hacer un breve repaso sobre qué es exactamente eso del sonambulismo.

El sonambulismo se define como un trastorno del sueño incluido dentro de las parasomnias, o trastornos de la conducta durante el sueño, que no altera la cantidad de sueño y vigilia total. En el caso del sonambulismo nos encontramos con sujetos que llevan a cabo actividades motoras en estado de inconsciencia, generalmente durante la fases 3 o 4 de sueño no REM. Estas acciones generalmente se limitan a levantarse y caminar, a veces incluso con los ojos abiertos.

Se trata de un trastorno relativamente habitual en la población, especialmente durante la etapa del desarrollo infantil. Se produce una alteración en los ciclos del sueño, concretamente entre el paso del sueño no-REM al REM. El sistema motor no se paraliza, como ocurriría en la mayoría de los casos, y el cuerpo actúa sin que la conciencia pueda hacerse cargo de la situación.

Del sonambulismo al homicidio
Es en este contexto en el que pueden aparecer conductas anómalas. Y es que el sistema motor está activo mientras que la conciencia sólo lo está en parte con lo que podrían llegar a realizarse diferentes acciones ajenas a la propia voluntad. Y dependiendo del caso esto podría generar conductas violentas en personas sujetas a una gran estrés, frustración y que generen respuestas agresivas.

Un sonámbulo homicida es aquella persona que comete un homicidio en un estado no vigil: es decir estando dormido. El sujeto no tendría conciencia de la situación y esta sería ajena a su voluntad y control. Como ocurre en la mayoría de casos, el sonámbulo no recuerda lo sucedido posteriormente, aunque puede conservar alguna imagen fragmentada de la situación.

Se trata de un fenómeno que no es muy frecuente, pero que técnicamente es posible (se han comprobado alteraciones cerebrales durante el sueño en algunos sujetos estudiados) y de hecho ha ocurrido en varias ocasiones a lo largo de la historia (existiendo más de cincuenta casos registrados). Ahora bien, es necesario reiterar que son casos muy poco frecuentes: la mayoría de sonámbulos no cometen este tipo de actos y se limitan a deambular.

Algunos sonámbulos homicidas conocidos
A pesar de que puede parecer una excusa utilizada para solicitar la inimputabilidad o ser usada como atenuante en un juicio, lo cierto es que han existido ocasiones en las que se ha dictaminado que un homicida actuaba dormido o en estado de semiinconsciencia, resultando el sujeto declarado inocente. Algunos de los casos de sonámbulos homicidas que se han registrado al respecto se muestran a continuación.

1. Robert Ledru
El caso de Robert Ledru es uno de los más antiguos de los que se tiene constancia. En 1887, este inspector jefe de la policía francesa (considerado uno de los mejores investigadores franceses del siglo XIX) fue enviado a investigar un asesinato ocurrido en la playa de Le Havre. La víctima fue André Monet, que había muerto de un disparo. No se apreciaba ningún móvil evidente, y el sujeto no era conocido en la zona y conservaba encima todas sus pertenencias.

La única pista que se encontró además de la bala (la cual pertenecía a un tipo de arma muy común en la época) fue una serie de huellas cerca del cuerpo. Cuando el inspector se acercó pudo observar que en dichas huellas se apreciaba la falta de pulgar en el pie derecho. Tras un momento en que pareció asustarse, ordenó que sacaran un molde en yeso de las huellas, que posteriormente examinó. Tras dicho examen comunicó que ya sabía quien era el asesino.

Una vez en comisaría Ledru se entregó: la mañana posterior al asesinato se había sorprendido al notar que sus calcetines y ropa estaban húmedos, y tras analizar la escena del crimen observó que a su arma le faltaba una bala del mismo calibre que la que acabó con la víctima. Y lo más destacable: le faltaba el pulgar del pie derecho, correspondiendo las huellas halladas con la suya.

El inspector declaró no tener conciencia de haber cometido el crimen, realizado probablemente durante el sueño. Sin embargo, solicitó ser detenido al considerar que podría ser un peligro para la seguridad de otros ciudadanos. Para comprobar este hecho, se decidió encerrarlo en una celda con una pistola con balas de fogueo. Una vez el agente se quedó dormido, se levantó y empezó a disparar contra los guardias que lo vigilaban antes de volver a tumbarse para seguir durmiendo. Se consideró cierto y se decidió que pasaría el resto de su vida recluido en una granja a las afueras, vigilado bajo control médico.

2. Kenneth Parks
Uno de los casos más famosos y conocidos es el de Kenneth Parks, en 1978. Este hombre, jugador compulsivo y con numerosas deudas, salió de su casa para coger el coche y ir a casa de sus suegros. Una vez allí, mató a su suegra con una barra y estranguló a su suegro. Tras ello condujo hasta una comisaría y se entregó. El suceso tiene la particularidad que durante todo el proceso, el sujeto se encontraba dormido.


Kenneth, que era sonámbulo desde hacía mucho tiempo, fue analizado con la técnica de la encefalografía y la medición de sus ondas de sueño reflejó que cambiaba de ciclos de sueño de manera rápida y brusca. Estando en un periodo de sueño no profundo, pudo cometer los actos sin tener conciencia real de llevarlos a cabo. Fue declarado inocente.

3. Simon Fraser
Otro caso conocido es el de Simon Fraser, quien estando dormido soñó que una criatura intentaba asesinar a su hijo. Aparentemente intentando protegerlo, atacó a la criatura, y poco después recobraría la consciencia, para descubrir con horror que había matado a su hijo, aplastado su cabeza contra la pared.

Fraser tenía un historial previo de actuaciones violentas durante el sueño; había atacado a su padre y a su hermana, e incluso se había autolesionado mientras dormía. En una ocasión llegó a sacar a su mujer de la cama por las piernas, al soñar que había un incendio. Tras una serie de estudios el sujeto fue finalmente considerado inocente y absuelto, si bien se estableció que debía dormir separado de otras personas en una habitación cerrada con llave.

4. Brian Thomas
Un caso más de sonámbulo homicida lo encontramos en Brian Thomas, un hombre con un amplio historial de parasomnias que en 2009 estranguló a su esposa mientras dormía. Este británico había estado sometido a estrés, tras haber discutido con unos jóvenes en un momento en el que él y su esposa estaban celebrando la conclusión de un tratamiento contra el cáncer. Tras acostarse, Thomas soñó cómo uno de los jóvenes entraba en su habitación y se situaba sobre su esposa, por lo que se abalanzó contra el supuesto joven y peleó con él. Poco después se despertaría, para observar que durante el sueño había matado a su esposa. Fue declarado inocente.

5. Scott Falater
Un caso de un presunto sonámbulo homicida lo encontramos en la figura de Scott Falater, quien en 1997 apuñaló hasta en 44 ocasiones a su esposa, tras lo cual la arrojaría a la piscina y guardaría el vestido manchado de sangre en el coche. Tras ser detenido, Falater no encontraba explicación a los actos que consideraba que en base a las pruebas debía haber llevado a cabo él.

Un experto en trastornos del sueño examinó al homicida y dictaminó que podría ser posible que el autor de los hechos los hubiese cometido estando sonámbulo. Sin embargo se consideró que sus acciones fueron excesivamente complejas para haberse hecho estando dormido y sin planificación y tras ser declarado culpable fue condenado a cadena perpetua.

¿Causas?
Ante los ejemplos que hemos visto, cabe preguntarse qué puede originar que una persona mate a otra estando inconsciente.

Como hemos visto, el sonambulismo se produce por un desajuste en la activación e inhibición de las diferentes regiones cerebrales que se van sucediendo a lo largo de los diferents fases y ciclos del sueño. Concretamente, el problema se encuentra en la tercera y cuarta fase del sueño (correspondiente al sueño profundo de ondas lentas) y el posterior paso a fase REM. Sin embargo las causas de este hecho son desconocidas.

Sí se conoce que el sonambulismo tiene cierta relación con el nivel de estrés psicosocial. En adultos, también puede aparecer ente trastornos mentales y orgánicos, o como consecuencia del consumo de sustancias. Un factor que puede tener cierta influencia a la hora de alterar los patrones de sueño es la presencia de factores como el estrés o la depresión. Además, en casi todos los casos de sonámbulos homicidas se ha visto cómo el agresor padecía o había padecido grandes niveles de estrés o tensión y algún tipo de conflicto emocional previamente al acto.

Por ejemplo, en el caso de Ledru, el inspector estaba sometido a un gran estrés y sufría cierto nivel de depresión y fatiga por su trabajo, además de padecer sífilis desde hacía una década. Algo parecido ocurría con Parks (con problemas económicos y de juego), Thomas (una pelea previa y la situación de estrés generada por el cáncer de su esposa) y Fraser. También es habitual que tengan un largo historial de parasomnias.

Pero el estar inconsciente no explica porqué en algunos casos este sonambulismo acaba degenerando en conductas violentas o cómo puede llegar a generar un asesinato u homicidio. Se especula que en estos casos el prefrontal puede encontrarse inactivo y no regir la conducta adecuada y la moral personal, mientras que la amígdala y el sistema límbico permanecerían activos y generando la respuesta agresiva.

La gran duda
Teniendo en cuenta las definiciones anteriores y los casos mostrados, puede surgir una pregunta que puede parecer obvia: ¿estamos ante casos reales de asesinatos cometidos de manera inconsciente durante el sueño, o ante un intento de justificar o conseguir ser declarado inocente? En la mayoría de casos se ha contado con la asesoría de expertos en el sueño y sus trastornos y se han realizado registros del sueño para comprobar la posible existencia de este problema, así como el funcionamiento cerebral durante el sueño.

La respuesta a esta pregunta no es sencilla: como ocurre con otros trastornos mentales, se tiene que tener en cuenta el nivel de conciencia del acusado en el momento de cometer el crimen y si en ese momento su afección generó su conducta. Esto solo se puede saber de forma indirecta, y con un margen de error a tener en cuenta.

De hecho, en algunos de los casos citados ha habido una gran controversia: el caso de Brian Thomas, por ejemplo, ha suscitado en algunos expertos la duda de si realmente estaba inconsciente (estrangular a alguien requiere mucha fuerza y una situación de resistencia o lucha por parte de la otra persona), y la condena de Scott Falater que suscitó controversia al considerar el experto que no estaba consciente pero que se aplicó debido a la consideración del jurado de que sus actos eran demasiado detallados como para ser realizados sin ninguna conciencia.


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Oscar Castillero Mimenza
Psicólogo en Barcelona | Redactor especializado en Psicología Clínica

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Actualmente finalizando el Máster de Psicopedagogía por la misma, así como preparando el examen de acceso a las oposiciones P.I.R.
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Doxing: una nueva forma de acoso por Internet que se ceba con las mujeres
Este fenómeno se basa en las extorsiones a través de la red. La mujer está más expuesta a él.
por Arturo Torres
Este fenómeno es un método para dominar a otras personas de manera remota.

El doxing es uno de los últimos ejemplos del acoso adaptado a los tiempos recientes. Es una muestra de cómo nuestra manera de dañar a los demás evoluciona a la vez que se van desarrollando las nuevas tecnologías.

Concretamente, se trata de un tipo de acoso basado en el udo de Internet y del poder que este espacio virtual tiene a la hora de perjudicarnos, hasta el punto de hacer que le tangamos miedo. Lamentablemente, además, el doxing es cada vez más común, y se ceba especialmente con las mujeres. En este artículo veremos en qué consiste.

¿Qué es el doxing?
Una de las características por las que Internet suele ser valorado más positivamente es que nos deja hacer casi de todo manteniendo un relativo anonimato. Sin embargo, este anonimato puede llegar a ser, en realidad, un espejismo. Puede que la red de redes sea un lugar en el que resulta habitual navegar con una máscara puesta, pero también es cierto que da la posibilidad de que miles de personas vean datos privados sobre nosotros o que, incluso, algunas consigan averiguar cosas de nuestra vida que difícilmente podrían llegar a saber si no fuese por Internet. Con algunos conocimientos de informática o programación, unos cuantos clics bastan para retirar la máscara que se antepone entre una eprsona real y un foro o una red social.

El doxing es, técnicamente, un conjunto de estrategias destinadas a recopilar información de un objetivo, ya sea persona física u organización. Sin embargo, a la práctica no tiene por qué quedarse simplemente en almacenar estos datos, y se utiliza este tipo de información privada como una forma de acoso por Internet, amenazando y extorsionando con hacer público lo que se ha descubierto sobre la víctima.

Normalmente, el doxing se aprovecha de la huella digital que dejamos al navegar por Internet, al dejar comentarios y al registrarnos e interactuar con páginas web para, a partir de esos pocos datos, ir estirando del hilo y encontrar cosas como el lugar de residencia, el nombre de los amigos más cercanos, las aficiones, las opiniones políticas… o incluso confesiones y vídeos comprometedores.

Una forma de acoso por Internet de largo alcance
En una época en la que una fotografía desafortunada publicada en Facebook puede costar el despido del puesto de trabajo, el doxing supone una manera de extorsión que prácticamente no tiene límites. Si una fotografía, un vídeo o una historia publicada en Twitter llegan a alcanzar unas cotas de difusión que se acercan a lo viral, una persona puede pasar a recibir docenas de burlas y amenazas de la noche a la mañana, de parte de personas que no conoce y no conocerá pero que, a la vez, tienen el poder de maltratarla psicológicamente.

El doxing es especialmente utilizado para eliminar la influencia de competidores en el ámbito político o el laboral. La información sobre el pasado de ciertas personas puede ser publicada a la vista de todos desde cuentas anónimas de Twitter, por ejemplo, y hacer que cada vez participe más gente en su difusión, mediante una especie de efecto de bola de nieve.


Además, en estos casos la verdad puede juntarse con la mentira. Acompañar las falsedades con unos datos, vídeos o imágenes que son de verdad permite darle veracidad a un conjunto en el que la mayor parte de las cosas son inventadas, y todo esto para dañar a alguien de manera remota. En todo caso, independientemente de la veracidad de lo difundido, la huella dejada por este tipo de información en Internet es permanente, y se puede llegar a ella años después de que todo haya ocurrido.

Los menores son los más expuestos
El doxing frecuentemente va de la mano del ciberbullying, y sus efectos en los jóvenes son especialmente perjudiciales. Por un lado, el final de la etapa de la niñez y la adolescencia son momentos de la vida en los que la pertenencia al grupo suele tener una importancia capital, y verse expuesto de esta manera puede llegar a ver peligrar la posibilidad de recibir aceptación social o, incluso, a hacer que sea más posible que el bullying aparezca o se intensifique. Además, al ser un tipo de amenaza para el que no se está preparado, la indecisión sobre el qué hacer y la dependencia de los adultos llevan a la aparición de unos niveles de estrés y ansiedad muy altos.

Sin embargo, los adolescentes y los niños no son el único grupo demográfico especialmente vulnerable a este tipo de prácticas. El doxing es un tipo de violencia simbólica que también afecta mucho a las mujeres.

Un problema que afecta especialmente a las mujeres
Según un reciente estudio, el doxing como forma de amenaza por revelación de datos personales afecta sobre todo al s*x* femenino. Concretamente, una de cada 4 mujeres españolas que han sido acosadas por Internet han sufrido alguna vez de sus efectos, a través de amenazas por difundir datos que pueden dejarlas en una situación de vulnerabilidad.

¿Cómo se explica esto? Parte de ello tiene que ver con la facilidad con la que se estigmatiza a las mujeres. El efecto de difundir cierta información privada no tiene el mismo efecto si la víctima es una mujer, dado que sigue estando relativamente normalizado que se juzgue a las personas asociadas a ese género. Esta disparidad hace que la eficacia de este tipo de amenazas sea mayor a la hora de dominar a las víctimas, que en el caso de hacer lo que se les pide, pueden llegar a estar cada vez más expuestas, al ir generando más y más información confidencial.


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Arturo Torres

Psicólogo

Licenciado en Sociología por la Universitat Autónoma de Barcelona. Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona. Posgrado en comunicación política y Máster en Psicología social.
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¿Qué es un peritaje forense en Psicología?
Explicamos las características de este tipo de procesos ligados al ámbito judicial.
por Julia Uliaque Moll
Este tipo de procesos suelen ser encargados a psicólogos con especialización en Psicología Forense.


Cada vez se hace más evidente la necesidad de colaboración entre el Derecho y la Psicología para el buen funcionamiento del poder judicial. La Psicología y el Derecho tienen en común su objeto de intervención, que no es otro que la conducta de la persona. De hecho, la Psicología es una “aliada” del Derecho, pues ante las preguntas de la Justicia la Psicología coopera en el foro (juzgado o tribunal), y mejora el ejercicio del Derecho.

Uno de los roles de un psicólogo forense es la de emitir informes periciales, es decir, ser perito forense. El perito forense se encarga de realizar una evaluación psicológica asociada directamente al caso judicial encargado en función de su experiencia y conocimientos específicos.

En este sentido, un perito psicólogo forense no podrá emitir opiniones personales sin base científica, no debe emitir opiniones profesionales (p. ej., presencia de psicopatología) sin haberlo evaluado de forma apropiada, no debe utilizar métodos inapropiados de evaluación, debe ser imparcial y está obligado a utilizar información contrastada. Además, el informe que emite el perito forense debe ser replicable.

Definición de peritaje forense
Puramente, el peritaje forense es la acción derivada de un reconocimiento técnico de un especialista o varios especialistas que sirve como prueba para un Juez o un Tribunal. El objetivo de los peritajes forenses es ayudar y facilitar la labor de los jueces y Tribunales. Es decir, se trata de poner a disposición judicial los conocimientos técnicos de un experto en forma de informe y testificación oral (ratificación del informe pericial).

Hay que hacer hincapié en que los peritajes forenses no son vinculantes para el órgano jurisdiccional, pero a menudo son una herramienta muy útil para los jueces para esclarecer algunas dudas que puedan plantearse sobre el caso que están juzgando. Por poner un ejemplo en Psicología, destacan los peritajes forenses psicológicos en el área del análisis de la credibilidad de los testigos, así como peritajes realizados en víctimas de abuso sexual infantil.

En España, la ley que regula la emisión de peritajes forenses en su amplitud es la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

¿Quién puede pedir este servicio?
En España, normalmente son 2 las vías por las que un psicólogo puede ser contactado para realizar un peritaje:

  • A instancia de parte (art. 632 LECr): tanto por parte de la acusación como de la defensa.
  • A instancia de jueces, Tribunales o interesados (457-458 LECr).
Temas tratados
Son varias las razones por las cuales se puede necesitar de la elaboración de un peritaje forense por parte de un psicólogo. En términos generales, existen dos grandes áreas en materia judicial que delimitan las temáticas que son susceptibles de requerir estos peritajes: los peritajes en ámbito civil, familiar y laboral, y, por último, los peritajes en ámbito penal.

Ámbito civil, familiar y laboral
  • Patria potestad.
  • Guarda y custodia.
  • Efectos psicológicos y riesgos de la separación o divorcio.
  • Incapacitaciones totales o parciales.
  • Daños y secuelas psicológicas derivadas de accidentes.
  • Idoneidad parental para la adopción.
  • Capacidad testamentaria.
  • Mobbing.
  • Incapacidad laboral o invalidez laboral.
Ámbito penal
  • Credibilidad del testimonio.
  • Delitos de violencia doméstica y violencia de género.
  • Evaluación de imputabilidad (capacidades cognitivas y volitivas).
  • Secuelas psicológicas victimológicas.
  • Acoso escolar.
  • Abuso sexual infantil.
  • Delitos contra la libertad sexual.
  • Peligrosidad y reincidencia delictiva.
¿Qué trabajos suele realizar el psicólogo forense?
Algunas de las cuestiones que con más frecuencia se le suelen encargar al psicólogo forense en el ámbito penal son:

  • ¿Por qué esa persona cometió ese delito? (motivación).
  • ¿Cuáles son las secuelas que presenta la víctima?
  • ¿La persona padece un trastorno mental? (se evalúa la imputabilidad de la persona).
  • ¿Qué características de personalidad definen al acusado?
  • ¿Cuál es la probabilidad de que el acusado reincida?
  • ¿Qué grado de credibilidad tiene el testimonio del menor en relación a los abusos alegados?
Etapas del peritaje forense psicológico
Grosso modo, se pueden delimitar cinco grandes etapas para la elaboración de un peritaje forense en Psicología. En función de la complejidad del asunto y del número de personas a evaluar, el proceso será más o menos largo, así como los honorarios.

1. Contacto inicial

Se recibe la demanda y se intentan aclarar los puntos esenciales de la misma. En este momento el psicólogo forense decide si acepta o rechaza el caso.

2. Documentación sobre el caso
Exploración de fuentes de información, lectura y estudio del expediente judicial, documentos, autos, etcétera.

3. Evaluación psicológica
Se evalúa a las personas implicadas en el objeto del peritaje. En el informe este apartado es muy importante, ya que debe constar de forma muy clara la metodología empleada por el perito, las entrevistas realizadas, las técnicas empleadas y la fecha y el lugar de cada sesión de evaluación.

4. Informe escrito
Es absolutamente imprescindible la claridad expositiva, la estructura del informe y dar respuesta de forma clara y concisa a las preguntas formuladas por el juez o cliente. Al final del informe deben aparecer las conclusiones y las recomendaciones que hace el perito en base a lo evaluado.

5. Testificación en sala
Se trata de la ratificación del informe en juicio oral. Es habitual el interrogatorio al perito forense por parte de abogados, e incluso se puede producir el “careo” (interrogatorio junto con otro profesional de la Psicología que normalmente mantiene una postura distinta a la nuestra).

Uno de los puntos que más controversia genera en los informes periciales psicológicos son los diagnósticos psiquiátricos. Debemos resaltar que las descripciones de personalidad, los diagnósticos, predicciones de conducta... deben estar siempre limitados a la situación en que los datos han sido obtenidos, y se debe tener especial cautela al hacer afirmaciones basadas en opiniones personales (ya que pueden derivar fácilmente en denuncias contra el profesional de la Psicología).

¿Cualquier psicólogo puede ser perito forense?
A diferencia del ejercicio de la Psicología Clínica (en la que para ejercer en el Sistema Nacional de Salud se requiere el PIR y para ejercer en consulta privada se requiere el Máster Oficial en Psicología General Sanitaria), en España no existe, por el momento, una regulación vigente sobre el ejercicio de la Psicología Forense. Esto quiere decir que cualquier licenciado o graduado en Psicología puede emitir una pericial psicológica ante un Juez, un Tribunal o un Jurado Popular.

De hecho, en la mayoría de Colegios de Psicología existe una lista de peritos elaborada por los propios colegios, la cual se suele abrir dos veces al año. En algunos colegios, como el Colegio de Psicólogos de Cataluña, existe la posibilidad de acreditar la especialización en Psicología Forense, después de haber cumplido una serie de requisitos. Hace unos años que grandes profesionales destacados dentro de la materia, como María José Catalán, exigen un marco de regulación estatal.

Debemos resaltar que seguramente pocas especialidades de la Psicología exigen tanta preparación y conocimientos variados como el ámbito de la Psicología Forense, y se recomienda encarecidamente, de cara a evitar posibles denuncias, la preparación formal de los futuros peritos forenses.


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Julia Uliaque Moll
Psicóloga Forense y Sanitaria

Psicóloga graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona. Ha realizado el Postgrado en Peritaje Forense y Asesoramiento Psicológico en Derecho Civil, Familiar y Laboral y el Postgrado en Peritaje Psicológico Penal Forense en la UAB.

Cuenta con el Máster Universitario en Psicología General Sanitaria (MUPGS) de la UB y dos años de formación intensiva cognitivo-conductual como psicoterapeuta en la Unidad de Terapia de Conducta de la UB.

Además de haber trabajado con personas que padecían trastorno mental severo, está especializada en terapia en depresión, ansiedad, relaciones tóxicas, baja autoestima, control de la ira, traumas, víctimas de violencia de género, etc. También realiza peritajes psicológicos en materia civil, familiar, laboral y penal.

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Los 3 principales tipos de motivación homicida en asesinos
Hablamos sobre las motivaciones más comunes tras los asesinatos.
por Julia Uliaque Moll
A veces los homicidios responden a un gran estado de malestar. Unsplash


Posiblemente, el acto de arrebatar la vida a otro ser humano sea de los más mediáticos y repudiados en nuestra sociedad, y de los más difíciles de comprender. En este artículo vamos a tratar de dar respuesta a qué procesos psicológicos internos guían la comisión de un asesinato, qué motivaciones “mueven” a los asesinos en serie y por qué se mantienen dichas conductas homicidas; si bien hay que tener en cuenta que en cada caso estas motivaciones variarán en mayor o menor grado.

El concepto de la motivación homicida
La motivación homicida es un constructo multidimensional, esto quiere decir que existen varios conceptos clásicos a tener en cuenta vinculados a la motivación de los asesinos en serie, como por ejemplo: el modelado (aprender o mejorar una conducta por imitación), las técnicas de ensayo y error (perfeccionan su modus operandi), el aprendizaje vicario (ver una conducta para aprender de ella), el autorreforzamiento y condicionamiento de la conducta y las propias justificaciones del asesino que perpetúan la comisión de estos asesinatos.

Así, los asesinos pueden llegar a aprender y a modelar sus conductas. De hecho, uno de los “problemas” que existen en prisiones es que muchos presos penados llegan a aprender a cometer asesinatos de forma más precisa gracias a las explicaciones de otros delincuentes.

Los 3 tipos de motivación en homicidios
Aunque los procesos motivacionales básicos son parecidos a los de otras personas no homicidas, los asesinos suelen tener unos objetivos determinados, unas atribuciones distintas y, sobre todo, cogniciones erróneas o sesgadas. Digamos que los procesos cognitivos asociados a unos actos son reevaluados mediante los mismos procesos cognitivos distorsionados.

Los homicidas en general, y sobre todo los asesinos en serie (concepto introducido por Robert K. Ressler en los años 70), suelen hacer aquello que satisface sus necesidades, y usan la violencia como medio para alcanzar sus fines. Esta afirmación se encuadra dentro de los procesos básicos motivacionales de cualquier persona, pero en vez de utilizar la violencia como método de actuación, las personas no homicidas emplean otras estrategias.

El foco para conocer la motivación delictiva en homicidios está en el tipo de violencia utilizada. El modo y los medios empleados nos proporcionarán pistas cruciales sobre su motivación. Por esto el análisis de la escena del crimen es tan sumamente importante, pues nos refleja el estado de ánimo del agresor y sus sentimientos, lo que nos puede dar pistas para saber por qué ha cometido ese crimen.

A continuación vamos a describir los tres tipos básicos de motivación homicida. Obviamente, no son mutuamente excluyentes, pero en unos agresores puede ser más intensa una u otra.

1. Venganza y justificación
La motivación principal de estos homicidas es vengarse de forma más o menos específica de aquellos que creen que han contribuido a sus desgracias.

Estos asesinos justifican sus actos como lícitos y justos; para ellos, el asesinato es una consecuencia natural por el maltrato o el rechazo injustificado que han padecido. Sienten que deben castigar a un perfil de personas por algo que han hecho o por lo que representan (p. ej., un agresor que de joven ha sido rechazado en varias ocasiones por mujeres, años más tarde se vengará por estos hechos asesinando a varias mujeres que no tienen nada que ver con el asunto, pero que se parecen a las que inicialmente le rechazaron).

2. Control y poder

Si hay algo que es totalmente reforzante para un asesino es la sensación de poder, aunque esta sea fugaz. Tienen el control y el poder absoluto sobre la víctima, sobre su vida o su muerte. Es común el sentimiento de ser “omnipotente”, es decir, ser como una especie de Dios. Se trata de una experiencia que se puede volver totalmente adictiva para el agresor, convirtiéndose en una fuente muy potente de satisfacción personal. Puede suplir el vacío que sienten en otras esferas de su vida, como por ejemplo el aburrimiento, el pasar desapercibido, el ser “uno más”...

Esta sensación de control-poder refuerza y mantiene las conductas agresivas, por lo que es muy probable que si el asesino se mueve por este tipo de motivación vuelva a la acción.

3. Éxtasis-Alivio
Ante un estado general de malestar o excitación no aliviada, se intenta buscar una conducta o actividad que los libere de esa tensión. Presentan un estado de ansiedad, nerviosismo e intranquilidad que en muchas ocasiones se manifiesta en alcoholismo o en comportamientos antisociales, y otras veces acaba en un acto homicida.

El momento catártico de expresión de sentimientos y de ira es el asesinato en sí, y es habitual un sentimiento intenso de euforia y éxtasis. Después del acto homicida sobreviene una sensación de calma intensa y placentera, de alivio. Sin embargo, esta sensación de alivio no dura para siempre, y lo más habitual es la aparición al cabo de un tiempo de nuevos sentimientos de intranquilidad, ansiedad, tensión, ira acumulada… Han aprendido que para “aliviar” estas sensaciones una vía infalible es la comisión de un asesinato.

Reflexión final sobre la motivación en asesinatos
Debemos hacer algunos matices sobre la motivación delictiva en homicidios: la motivación de un asesino es implícita, individual y no justificada. Encontraremos tantas motivaciones como asesinos existan: es difícil identificar todas las motivaciones de los homicidas dentro de los tres tipos anteriormente citados, aunque dicha clasificación puede ser de ayuda inicial de cara a entender sus motivaciones.

En este sentido, las motivaciones para cometer un asesinato han sido siempre muy heterogéneas: existen motivaciones ideológicas, religiosas (prueba de ello es el terrorismo del ISIS), motivaciones pasionales, egoístas, económicas, venganzas, etcétera. Obviamente, la mejor manera de conocer las motivaciones de homicidas seriales es hablar directamente con ellos, realizar una entrevista meticulosa por parte de un profesional entrenado y sacar conclusiones. Algunas entrevistas muy famosas dentro de este ámbito son la realizada a Jeffrey Dahmer y a Ted Bundy.

Lo más importante, más que poder encuadrar al homicida en un tipo de motivación u otro dentro de la clasificación, es poder predecir qué es importante para él y por qué lo hace, poder entender cuál es su motivación criminal personal, cuál es su historia. De esta manera podremos predecir con mayor seguridad su comportamiento, analizar con mayor detalle sus conductas y poder detenerlo.


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Julia Uliaque Moll
Psicóloga Forense y Sanitaria

Psicóloga graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona. Ha realizado el Postgrado en Peritaje Forense y Asesoramiento Psicológico en Derecho Civil, Familiar y Laboral y el Postgrado en Peritaje Psicológico Penal Forense en la UAB.

Cuenta con el Máster Universitario en Psicología General Sanitaria (MUPGS) de la UB y dos años de formación intensiva cognitivo-conductual como psicoterapeuta en la Unidad de Terapia de Conducta de la UB.

Además de haber trabajado con personas que padecían trastorno mental severo, está especializada en terapia en depresión, ansiedad, relaciones tóxicas, baja autoestima, control de la ira, traumas, víctimas de violencia de género, etc. También realiza peritajes psicológicos en materia civil, familiar, laboral y penal.
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Los 5 asesinos criminales más conocidos de España
Varios asesinos en serie conmocionaron el país por sus terribles crímenes.
por Julia Uliaque Moll
Casos criminales que indignaron a la sociedad española.


Si hay un acto moralmente reprobable en nuestra sociedad, este es el de quitarle la vida a otra persona. Los motivos por los que algunas personas son capaces de cometer un acto de esta magnitud no se estudian solamente desde la Psicología Forense, sino desde múltiples ciencias sociales.

Sea como sea, ha habido casos absolutamente dramáticos en que una sola persona ha sido artífice de asesinatos brutales que han conmocionado a todo un país.

Asesinos criminales tristemente célebres
En este artículo vamos a hacer un repaso de los asesinos criminales más peligrosos de las últimas décadas en España. Por un motivo u otro, sus actos han trascendido en los medios de comunicación y han despertado el interés de múltiples expertos en la Psicología Criminal.

1. Manuel Delgado Villegas, “El Arropiero”
Es posible que Manuel Delgado Villegas -conocido como “El Arropiero”- haya sido el mayor asesino de la historia de España. Su apodo, Arropiero, procede de que su padre se dedicaba a vender arrope y él le ayudaba.

Este hombre confesó el asesinato de 47 personas, cometidos entre 1964 y 1971, entre las víctimas estaba su pareja. Según los investigadores del caso, con algunas de sus víctimas practicó la necrofilia.

Su modus operandi era un golpe de karate mortal en la cara anterior del cuello, justo a la altura de la nuez, que aprendió en la Legión. Otras veces empleaba objetos contundentes, como ladrillos, o armas blancas. Algunas de sus víctimas murieron estranguladas. Se llegó a decir que la elección de sus víctimas era totalmente aleatoria e indiscriminada, sin planificación alguna.

Parece ser que no mostró remordimiento por sus actos; los investigadores del caso lo tacharon de egocéntrico y megalómano, con una carencia total de empatía hacia sus víctimas. El Arropiero tiene el récord de arresto preventivo sin protección legal en España, llegando a estar pre****so sin abogado durante 6 años y medio.

Debido al padecimiento de una supuesta enfermedad mental, nunca fue juzgado y se ordenó su ingreso en un hospital psiquiátrico penitenciario.

El Arropiero murió en 1998, pocos meses después de haber sido puesto en libertad.

2. Andrés Rabadán, “El asesino de la ballesta”
Andrés Rabadán (Premià de Mar, 1972) mató a su padre con una ballesta medieval que había comprado para Reyes. Después del homicidio, se entregó a la policía, y reconoció ser el autor de tres descarrilamientos de trenes de cercanías, los cuales realizó un mes antes de matar a su padre. Se trataba de un sabotaje que no generó heridos, pero sí mucho miedo. Podría haber sido mortal para cientos de personas.

Asesinó a su padre, aparentemente, por una discusión sobre la temperatura de un vaso de leche. Lo mató con tres disparos de flechas. Rabadán declaró que quería a su padre y que lo mató sin saber lo que estaba haciendo, guiado por las voces que escuchaba. Al ser consciente de lo que acababa de hacer, le disparó dos flechas más para acabar con el sufrimiento de su padre.

Parece ser que la infancia de Andrés Rabadán no fue sencilla, pues tuvo que lidiar con el su***dio de su madre y el hecho de quedarse mucho tiempo solo con su padre, sin sus hermanos ni amigos.

Durante las pruebas periciales para el juicio se le diagnosticó esquizofrenia paranoide. Por orden judicial, se le ingresó en un centro penitenciario psiquiátrico a 20 años de internamiento. Según los forenses, dicha enfermedad mental no era suficiente para no ser consciente de sus actos mientras manipulaba las vías de tren, pero sí durante la comisión del parricidio.

Existen todavía hoy muchas especulaciones sobre si Andrés Rabadán supone un peligro para la sociedad o si está socialmente rehabilitado: algunos profesionales afirman que fingió la enfermedad mental con el fin de ser inimputable a la condena de parricidio, y otros sostienen que se trata de un psicópata narcisista que sabía lo que estaba haciendo en todo momento, y que actualmente su autoestima se sostiene a través de las creaciones artísticas y literarias que realizó desde prisión.

En el año 2012 cumplía el máximo de tiempo que podía permanecer encarcelado, y se le permiten salidas programadas y controladas.

3. Alfredo Galán, “El asesino de la baraja”
Alfredo Galán Sotillo, conocido como el "asesino de la baraja", puso en vilo a toda la sociedad española en el año 2003. Es uno de los asesinos en serie más peligrosos que han circulado por España.

Perteneció al Ejército de Tierra de España desde el año 2000 hasta el 2004, por lo que tenía habilidades militares. Curiosamente, parece ser que tenía tendencia a padecer crisis de ansiedad, algo no muy habitual en personas con un perfil psicopático.


Mató a sus víctimas con un arma muy potente, una pistola Tokarev yugoslava, que llevó consigo a España desde su paso militar por Bosnia. Comenzó a matar en febrero de 2003, y su primera víctima fue un joven de 28 años. Al lado de sus víctimas dejaba un naipe, el as de copas, que se convirtió en su “firma” y pasó a ser conocido como “el asesino de la baraja”.

Según un testigo que declaró en el juicio, el asesino de la baraja siempre daba los buenos días a sus víctimas, y luego les pedía “por favor” que se arrodillaran. A continuación, procedía con el disparo. Lo hacía así porque según él, “la educación es lo primero en la vida”.

En 2003 Alfredo Galán irrumpió estando borracho en una comisaría de la Policía nacional y confesó ser El asesino de la baraja. Fue condenado a 140 años de prisión por 6 asesinatos y tres intentos de homicidio, aunque siguiendo las condenas aplicadas según las leyes penales españolas, únicamente llegaría a cumplir 25 años de condena.

La sentencia condenatoria no reconoció la existencia de ninguna patología psiquiátrica en el asesino de la baraja, por lo que era plenamente consciente de sus actos y los ejecutó con planificación.

4. Javier Rosado, “El crimen del rol”
En el año 1994 un estudiante de Química de 22 años, Javier Rosado, y un estudiante de 17 años, Félix Martínez, asesinaron a Carlos Moreno asestándole 20 puñaladas, un empleado de limpieza de 52 años que volvía a su casa de noche en autobús.

Javier Rosado inventó un juego de rol muy macabro llamado “Razas”, y convenció a su amigo Félix para seguir las instrucciones que él mismo ideó.

El gran error que cometió el asesino inductor fue recoger todo lo que sucedió esa madrugada en un diario personal, el cual incautó la policía durante la inspección de su vivienda. Rosado se propuso ser el primero de los dos que mataría a una víctima, y debía ser una mujer: “Yo sería quien matara a la primera víctima”, “Era preferible atrapar a una mujer, joven y bonita (esto último no era imprescindible, pero sí muy saludable), a un viejo o a un niño (…)”, “si hubiera sido hembra ahora estaría muerta, pero por aquel entonces seguíamos con la limitación de no poder matar más que a mujeres”.

Reconoció abiertamente que querían matar sin conocer previamente a la víctima, pues así lo establecían las reglas marcadas por él mismo: “nuestra mejor baza es que no conocíamos de absolutamente nada a la víctima, ni al lugar (al menos yo) ni teníamos ningún motivo real para hacerle algo (…)”; “pobre hombre, no merecía lo que le pasó. Fue una desgracia, ya que nosotros buscábamos adolescentes, y no pobres obreros trabajadores”.

Durante el juicio se afirmó que Javier Rosado tenía una mente fría y calculadora, que carecía de remordimientos y de empatía, y que encajaba con el perfil de un psicópata al que le gustaba sentirse admirado y ser obedecido. En el siguiente extracto del diario se aprecia la nula empatía y el desprecio hacia la víctima, e incluso un componente sádico en su forma de proceder: “metí mi mano derecha por el cuello en una labor de exploración que esperaba yo le acabara causando la muerte. ¡Qué va!, ese tío era inmortal”, “(…) haciéndole sangrar como el cerdo que era. Me había cabreado bastante”, ¡lo que tarda en morir un idiota!”, “¡qué asco de tío!”

Los medios de comunicación no tardaron en otorgar a los juegos de rol connotaciones sensacionalistas negativas que alimentaban las acciones criminales.

A Javier Rosado se le condenó a 42 años de prisión, y se le concedió el tercer grado en el año 2008. Durante su estancia en prisión se puede afirmar que aprovechó el tiempo, pues se licenció en Química, Matemáticas e Ingeniería Técnica informática.

5. Joan Vila Dilme, “El celador de Olot”
Joan Vila Dilme, celador de un geriátrico de Girona, fue condenado a 127 años de prisión por asesinar a 11 ancianos de la residencia en la que trabajaba entre el 2009 y 2010. Envenenaba a los ancianos con cócteles de barbitúricos, insulina, y productos cáusticos, provocandoles la muerte.

En un inicio el celador de Olot alegó que pensaba que de esta forma estaba “ayudando” a sus víctimas a descansar y a dejar de sufrir, le daban pena y les quería dar “plenitud”. Él estaba convencido de que estaba haciendo un bien, ya que no soportaba ver las condiciones en las que vivían sus víctimas. Cuando tomó conciencia de lo que había hecho y del método que había empleado (ingesta de sustancias abrasivas, algo especialmente cruel y doloroso para las víctimas) se sintió muy culpable.

Según él, desde hacía años tomaba muchos psicofármacos porque le diagnosticaron un trastorno obsesivo compulsivo con episodios depresivos, y tendía a beber alcohol de forma simultánea en sus turnos de trabajo.

Más adelante, los peritos psicólogos y psiquiatras que lo examinaron sostuvieron que con sus crímenes buscaba el poder y la satisfacción que le proporcionaba controlar el paso de la vida a la muerte, como una especie de Dios, y que era consciente de sus actos en todo momento. Uno de los focos de sufrimiento y ansiedad más potentes para Joan Vila era que siempre se sintió una mujer encerrada en un cuerpo de hombre, y lo vivía con secreto hasta que cometió los 11 asesinatos.

La sentencia condenatoria firme probó que en los 11 crímenes Joan Vila tenía el objetivo de matar y que actuó sin que los ancianos pudieran defenderse. Además, destaca que en tres de los once casos existió ensañamiento, pues aumentó innecesariamente y de forma deliberada el sufrimiento de las víctimas. No se consideró que el celador de Olot tuviera ningún problema psicológico que afectara a sus capacidades cognitivas y/o volitivas, y actualmente está cumpliendo la pena en una prisión catalana.


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Julia Uliaque Moll
Psicóloga Forense y Sanitaria

Psicóloga graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona. Ha realizado el Postgrado en Peritaje Forense y Asesoramiento Psicológico en Derecho Civil, Familiar y Laboral y el Postgrado en Peritaje Psicológico Penal Forense en la UAB.

Cuenta con el Máster Universitario en Psicología General Sanitaria (MUPGS) de la UB y dos años de formación intensiva cognitivo-conductual como psicoterapeuta en la Unidad de Terapia de Conducta de la UB.

Además de haber trabajado con personas que padecían trastorno mental severo, está especializada en terapia en depresión, ansiedad, relaciones tóxicas, baja autoestima, control de la ira, traumas, víctimas de violencia de género, etc. También realiza peritajes psicológicos en materia civil, familiar, laboral y penal.

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