Cuadernos de Psicología.

¿Las claves para cuidar la memoria? Dormir bien y estar de buen humor

Por qué es importante descansar y matener el ánimo para que la memoria de trabajo no se debilite
img_slozano_20190606-235112_imagenes_lv_otras_fuentes_istock-545989442-kGfE-U462712867909tCI-992x558@LaVanguardia-Web.jpg

La memoria de trabajo es aquella capacidad que nos permite almacenar al vuelo datos para utilizarlos en tareas concretas (iStockphoto)
SERGIO LOZANO, BARCELONA
14/07/2019 08:00


Si no nos acordamos de dónde pusimos las llaves de casa al salir, o cuántas manzanas debíamos comprar, tal vez se deba a que no hemos dormido lo suficient e, o a que no estamos pasando por un buen momento emocional. Un reciente estudio de la Universidad de California ha demostrado la relación entre el sueño, el estado de ánimo y la memoria de trabajo. Según las conclusiones de esta investigación, dormir bien y estar de buen humor puede hacer que nuestra memoria de trabajo se mantenga en forma durante más tiempo y goce de más capacidad y precisión, aunque no impide que se debilite con el paso de los años, como por otra parte sucede con todos los elementos de nuestro organismo.

Pero, ¿qué es la memoria de trabajo? Al contrario de lo que su nombre indica, no se trata exactamente de un tipo de memoria, sino más bien de “ un proceso cognitivo que se encuentra presente en la mayoría de actividades de nuestra vida diaria”, como explica la neuróloga Clara Carvalho. La memoria de trabajo es aquella capacidad que nos permite almacenar al vuelo datos para utilizarlos en tareas concretas, y a continuación desecharlos. “Cuando tratamos de recordar un número de teléfono como hacíamos antiguamente, cuando no había móviles”, esto es una tarea en la que está ampliamente implicada la memoria de trabajo, “que se define por el mantenimiento activo de la información”, ejemplifica. También se aplica esta memoria cuando debemos realizar una actividad determinada, pues “continuamente debemos tener presente la información acerca de lo que tenemos que hacer para poder realizarla correctamente.”

img_slozano_20190606-235101_imagenes_lv_otras_fuentes_istock-476612752-kGfE--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Se sabe que las personas que duermen poco o de mala calidad tienen menor atención, menor concentración, menor memoria de trabajo y más irritabilidad (E+)
La importancia de dormir bien para mantener la memoria en forma es una cuestión que ya había sido estudiada con anterioridad. “Se sabe que las personas que duermen poco o tienen un sueño de mala calidad tienen menor atención, menor concentración, menor memoria de trabajo y más irritabilidad”, explica el doctorAlejandro Iranzo, neurólogo del Hospital Clínic y presidente de la Sociedad Española del Sueño. Estos síntomas aparecen además congran rapidez, pudiéndose ver “en personas sanas a las que se priva de sueño durante dos días”.

De ahí la necesidad de tomarse un descanso después de una larga jornada de trabajo, como explica el propio doctor Iranzo recordando a sus colegas de profesión: “Los médicos que hacen guardias, que han dormido poco tiempo, que han trabajado 24 horas, al día siguiente libran porque no están capacitados para tomar decisiones tan importantes como las que hacen referencia a la salud de las personas”.

Existe una relación entre los problemas de sueño y el estado de ánimo

Otra de las afirmaciones del estudio al que hacemos referencia es que existe una relación entre los problemas de sueño y el estado de ánimo, un extremo que nos confirma Iranzo, recordando que los estados de ánimo alterados, ya sean depresivos o eufóricos, pueden afectar a la calidad del sueño, lo cual puede reflejarse de diferentes formas. Así, la persona que sufra un exceso de euforia, también conocida como hipomanía, “que está súper activo, que está con la cabeza a toda velocidad y haciendo muchas cosas a la vez”, sufrirá problemas de insomnio. Por otra parte, las personas conproblemas de depresión pueden desarrollar diferentes problemas relacionados con el sueño.

Están por un lado los casos de somnolencia diurna: “gente que va al médico porque tiene mucho sueño durante el día y se queda dormido en situaciones inapropiadas como conduciendo, viendo la tele, estando en una sesión clínica o en una reunión”. Estos síntomas pueden ser indicativos de una depresión. “ Cuando esta persona explica su estado de ánimo te dice que lo tiene más bajo, que está triste, que no disfruta con las cosas, que no tiene ilusión ni iniciativa, y así se le puede diagnosticar una depresión”.

Pero también hay personas que padecen insomnio de conciliación, que no pueden conciliar el sueño cuando se van a la cama. Y las que tienen insomnio por despertar precoz, personas que van a la cama de forma normal, a las once-doce de la noche, “cogen el sueño inmediatamente, en cinco minutos, pero se despiertan a las cuatro o cinco horas y ya no pueden conciliar de nuevo el sueño”.

Y todos estos trastornos, esa falta de descanso, tienen reflejo en el estado de ánimo, la capacidad de atención, de concentración y lamemoria de trabajo que uno tiene al día siguiente.

img_slozano_20190606-235052_imagenes_lv_otras_fuentes_istock-137925861-kGfE--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

La realización de pasatiempos es una buena manera de mantener en forma la memoria (Vetta)
En cuanto a los datos del estudio de la Universidad de California que relacionan la memoria de trabajo y el estado de ánimo, Clara Carvalho destaca que, de revalidarse en futuras investigaciones, tendrán una gran relevancia a la hora de tratar a personas con problemas psicológicos o de salud mental. “Los pacientes que sufran algún tipo de trastorno relacionado con el ánimo como puede ser una depresión, ansiedad o trastornos bipolares, no únicamente van a tener que recibir intervenciones centradas en estas sintomatologías mencionadas”, sino que “deberán recibir además algún entrenamiento cognitivo para paliar y sobreponerse a esasdificultades relacionadas con la memoria de trabajo”, reflexiona la neuróloga.

La investigación también analiza el impacto de la edad en la memoria de trabajo, y ahí sus resultados son menos novedosos. En concreto, las pruebas realizadas, que se llevaron a cabo entre un grupo de personas de entre 21 y 77 años, destacaron un empeoramiento en la precisión de esta memoria de trabajo. “Todo con la edad se deteriora”, todo disminuye, como la altura, la velocidad al caminar o los órganos, que envejecen, comenta el doctor Iranzo. El deterioro con la edad “es un estado natural del ser vivo; también empeora la calidad del sueño, la irritabilidad, la memoria, pero no llega a situaciones patológicas”. Porque una cosa es que se reduzcan algunas capacidades, y otra que envejecer sea sinónimo de pérdida de memoria o de demencia. Eso sólo ocurre cuando la persona tiene una enfermedad, como por ejemplo el alzheimer.

Con la edad empeora la precisión de la memoria de trabajo, sin que sea patológico

Sobre el deterioro de la memoria de trabajo a lo largo de los años Clara Carvalho explica que el mecanismo de plasticidad del cerebro que hace que estemos continuamente activos a nivel cognitivo sigue un patrón invertido: “Durante nuestros primeros años de vida está plenamente activo, pero a partir de los 30 años este patrón comienza a descender, por ejemplo en lo relativo a la generación de nuevas neuronas”. La consecuencia de esta falta de plasticidad es que “nos resulta más difícil realizar determinadas tareas que previamente llevábamos a cabo sin ningún tipo de dificultad, como por ejemplo recordar el número de teléfono de un familiar al que llamamos todas las semanas”.

Claro que los últimos hallazgos en neurociencia podrían echar por tierra estas creencias. El profesor Terry Sejnowski, de The Salk Institute for Biological Studies, publicó el año pasado un estudio que demostraba que a través del ejercicio somos capaces de crear nuevas neuronas a cualquier edad en algunas zonas del cerebro, como el hipocampo, así como establecer nuevas conexiones entre las neuronas ya existentes.

img_csaez_20160721-080424_imagenes_lv_getty_gettyimages-587169667-kZVF--656x405@LaVanguardia-Web.jpg

Los últimos hallazgos en neurociencia sugieren que en el hipocampo se siguen creando neuronas y sinapsis a cualquier edad (Ian Cuming / Getty)
En cualquier caso ¿Es posible preservar la memoria de trabajo? “Es necesario dormir bien”, responde Alejandro Iranzo, “entre siete y ocho horas, y que estas horas sean de sueño de calidad, sin nada que las puedan alterar, como dolor o apneas, y también tener un estado de ánimo normal, no estar enfermo o deprimido”.

Clara Carvalho también recuerda la importancia de “una alimentación saludable, estar activo físicamente y, por supuesto, la formación intelectual, ya sea a través de la lectura, de la realización de pasatiempos o de cualquier otra acción que incluya la puesta en marcha de los mecanismos cognitivos”.

“A la vista del estudio, quizá haya que ofrecer entrenamiento cognitivo a las personas con trastornos del ánimo”

CLARA CARVALHO Neuróloga

https://www.lavanguardia.com/vivo/20190714/462712867909/claves-cuidar-memoria-dormir-buen-humor.html
 
La ciencia de la envidia
BIENESTAR
    • Compartir en Facebook
    • Compartir en Twitter
    • Enviar por email
  • 14 jul. 2019 02:03
15617163918068.jpg

4 comentarios Ver comentarios

Lo que está por venir nos emociona mucho más que lo que ya quedó atrás. Y esa misma regla se aplica a la envidia, que es mucho más intensa cuando desearíamos para nosotros lo que está a punto de ocurrirle a otra persona. Ya sea un anunciado ascenso, un emocionante viaje a África, la inminente entrega de un precioso coche descapotable o un bebé a punto de nacer.

De demostrar que el futuro nos provoca más "pelusilla" que el pasado se encargaron investigadores de la Universidad de Chicago (EE UU). En un ensayo con 620 participantes demostraron que el mismo acontecimiento deja de ser envidiable una vez que ya ha sucedido. O al menos, deja de provocar envidia insana. "Si queremos evitar envidias malsanas y rencillas, es mejor que publiquemos en nuestro estado de Facebook '¡De vuelta de las Maldivas!' que anunciar a bombo y platillo '¡Equipaje listo para viajar a las Maldivas!'", asegura Ed O'Brien, al frente del estudio. El investigador aclara también que cuando lo que envidiamos ya ha sucedido se reduce la frustración y el odio hacia el objeto de nuestros celos, y su ejemplo se convierte en fuente de inspiración y motivación.

Lo que la ciencia ha dejado bastante claro es que la envidia y el afecto son dos caras de la misma moneda. Detrás de ambos sentimientos está la producción de oxitocina, popularmente conocida como "hormona del amor", implicada también en los gestos altruistas y en la empatía. Una molécula que, del mismo modo que amplifica el amor romántico y filial, o la generosidad, puede aumentar la ojeriza que nos provocan las personas a las que envidiamos.

PROFUNDO DOLOR
La envidia tiene un efecto curioso: baja el volumen de nuestro propio éxito. En un original experimento llevado a cabo con macacos, científicos japoneses demostraron que si a un sujeto le ofrecen una recompensa a la vez que otro camarada gana un premio similar, las áreas del cerebro asociadas a la sensación de recompensa se activan muy débilmente. ¿Conclusión? Que la valoración subjetiva de nuestros triunfos depende en gran medida de lo que les ocurra a nuestros semejantes. O lo que es lo mismo, que vivimos en constante comparación.

Es lógico que nuestra sesera responda así. La envidia era el modo que tenían nuestros ancestros de evaluar su posición frente a los demás en la competición por los recursos. De compararse para saber dónde estaban y si tenían que hacer algunos ajustes para recuperar posiciones en la lucha por la supervivencia y la reproducción. En ese contexto, si alguien conseguía lo mismo que nosotros, eso significaba que quedaban menos recursos disponibles. Y eso agriaba el dulce sabor de boca que habría dejado nuestro propio logro "aislado". Y aún lo hace...

Que ponernos verdes de envidia sea natural no quita que también duela profundamente. Los escáneres cerebrales revelan que este sentimiento activa la misma zona de la sesera que se ponen a funcionar cuando sentimos un daño físico. Es decir, la corteza cingulada anterior. La intensidad con la que bullen sus neuronas es proporcional a cómo de inferiores nos sentimos cuando nos comparamos con alguien, según un estudio nipón del que se hacía eco la revista Science.

Cuando la envidia es extrema da vía libre al 'schadenfreude', un término alemán difícil de traducir que significa algo así como obtener placer de las desgracias ajenas. Un sentimiento a todas luces insano. Sin embargo, cuando no sobrepasa esta frontera, la envidia puede ser bastante benigna. Estudios recientes apuntan a que quienes la sienten se establecen objetivos más ambiciosos y alcanzan metas académicas y laborales más altas. Algo que, paradójicamente, no consigue la simple admiración.

https://www.elmundo.es/vida-sana/bienestar/2019/07/14/5d15e6b421efa0c42d8b456e.html
 
Inventario de Personalidad NEO Revisado: (NEO-PIR) : qué es y qué mide

upload_2019-7-15_6-55-52.png

La Psicología de la Personalidad se ocupa de buscar los factores universales de la personalidad, que puedan definir cómo son las personas. El modelo más ampliamente aceptado ha sido el Modelo de los Cinco Grandes, de Costa y McCrae (1992).

En este artículo conoceremos el Inventario de Personalidad NEO Revisado (NEO-PIR), una prueba de personalidad que evalúa estos 5 factores. Conoceremos estos factores, así como los rasgos o facetas que los conforman. También veremos qué características tiene el NEO-PIR.

Inventario de Personalidad NEO Revisado: ¿qué es?
El Inventario de Personalidad NEO Revisado (NEO-PIR o NEO-PI-R) es un instrumento de medida de la personalidad; es decir, una prueba que evalúa la personalidad. Concretamente, evalúa 5 factores de personalidad; a su vez, cada factor se compone de seis rasgos o dimensiones.

Este inventario fue desarrollado en 1999 por Paul T. Costa y Robert R. McCrae. La versión original de esta prueba de personalidad pertenece al año 1983, y fue desarrollada por los mismos autores. El modelo teórico en el que se apoya esta prueba es el Modelo Big Five (o Modelos de los Cinco Grandes, 1992) de personalidad (los 5 grandes factores), también de los mismos autores.

Modelo Big Five
El Modelo Big Five es de los modelos más importantes en psicología de la personalidad, y propone varios factores que conforman la personalidad de todas las personas; las puntuaciones más altas o más bajas en cada factor, determinarían las diferencias individuales en personalidad.

Estos 5 factores que propone el Big Five son: el Neuroticismo (representado con una N), la Extraversión (E), la Apertura a la Experiencia (O), la Amabilidad (A) y la Responsabilidad (C). Como veremos a lo largo del artículo, estos factores también pueden adoptar otros nombres, utilizados como sinónimos.

Características del NEO-PIR
A nivel de formato y estructura, el Inventario de Personalidad NEO Revisado es un inventario de autoinforme, formado por 240 ítems en escalas tipo Likert de 5 puntos (de 0 a 4). Cada uno de los 5 factores que evalúa está formado por 48 ítems. A su vez, cada factor está formado por 6 rasgos, que detallaremos más adelante, y que conforman 30 escalas específicas (cada una de 8 ítems).

Como hemos visto, el Inventario de Personalidad NEO Revisado evalúa el total de los factores propios del modelo “Big Five” (5 factores), ampliamente conocido en psicología de la personalidad y en evaluación psicológica.

La diferencia principal con la versión anterior (el NEO-PI), es que el Inventario de Personalidad NEO Revisado evalúa los dos últimos factores introducidos (conformidad y consciencia) de forma explícita, y no implícita. Más adelante veremos las características de la versión del NEO-PI y las de su precedente (el NEO).

Factores de Personalidad
Concretamente, el NEO-PIR evalúa los 5 factores mencionados, y que veremos a continuación. Vamos a ver también qué implica obtener altas y bajas puntuaciones en cada uno de los factores:

1. Neuroticismo
El neuroticismo es un factor de primer orden que está formado por los siguientes rasgos: ansiedad, hostilidad, depresión, autoconciencia, impulsividad y vulnerabilidad.

El neuroticismo es un factor o rasgo de la personalidad que indica cierta labilidad e hipersensibilidad emocional, así como una tendencia a experimentar emociones negativas de forma frecuente y a padecer alteraciones somáticas. Estas características aparecerían en personas que han puntuado alto en neuroticismo.

Por contra, obtener una puntuación baja en neuroticismo, indica ser una persona estable emocionalmente.

2. Extraversión
El segundo factor de primer orden, como todos los factores del Inventario de Personalidad NEO Revisado, corresponde también el Modelo Big Five. La extraversión (también llamada surgencia) está formada por seis rasgos: calidez, gregarismo, asertividad, actividad, búsqueda y emocionalidad.

Puntuar alto en extraversión indica ser una persona expansiva, desinhibida, social, con tendencia a la acción y a experimentar emociones fuertes. También es un rasgo propio de personas impulsivas. En cambio, puntuar bajo indica ser una persona introvertida, más bien tranquila, reservada, reflexiva, ordenada y retraída.

3. Apertura a la experiencia
El tercer factor del Inventario de Personalidad NEO Revisado es la apertura a la experiencia. Este factor está formado por los siguientes rasgos: fantasía, valores, ideas, estética, sensibilidad y acción. Este factor también se ha hecho llamar “cultura” en ciertas ocasiones.

Una puntuación alta en apertura a la experiencia es propia de personas que buscan y aprecian las experiencias, que sienten un gusto por lo desconocido y a las que les gusta explorar nuevos terrenos o ámbitos.

Puntuar bajo en este factor es más propio de personas “caseras” (a las que les gusta estar en casa), a las que les cuesta salir de su “zona de confort”, que no están interesados en probar cosas nuevas y en experimentar, etc.

4. Conformidad
El factor conformidad también presenta sinónimos en el Inventario de Personalidad NEO Revisado; así, también se conoce como cordialidad o amabilidad. Su opuesto sería en antagonismo/oposicionismo.

La conformidad está formada por los siguientes rasgos: confianza, altruismo, cumplimiento, ternura, modestia y obediencia.

Obtener altas puntuaciones en este rasgo implica ser una persona empática y cooperativa. Este factor corresponde en realidad a una cualidad de las interacciones sociales y a un concepto de uno mismo, a una actitud social y a una filosofía de vida, que tienen relación con esta empatía y esta cooperatividad. Es propio de personas sensibles con los demás y con actitud colaboradora.

Por contra, una puntuación baja en conformidad indica personas más bien egoístas, que no piensan tanto en los demás, e incluso un poco altivas (poco humildes o modestas).

5. Conciencia
El último factor del Inventario de Personalidad NEO Revisado es la conciencia (también llamada responsabilidad). Sus rasgos son: orden, competencia, libertad, logro, disciplina y reflexión.

Las personas que presentan este factor son personas organizadas, persistentes, que controlan las situaciones y que están motivadas por conductas dirigidas a metas. Según el Inventario de Personalidad NEO Revisado, el factor opuesto sería la negligencia.

Versiones anteriores
Existen dos versiones que preceden al Inventario de Personalidad NEO Revisado (NEO-PIR); el NEO y el NEO-PI, así como una versión reducida del NEO-PIR. Vamos a ver qué evalúa cada una de ellas:

1. NEO (McCrae y Costa, 1983)
Así, como comentábamos, la versión original de este inventario fue el NEO de McCrae y Costa (1983), que evalúa los siguientes factores: neuroticismo, extraversión y apertura a la experiencia.

2. NEO-PI (McCrae y Costa, 1985)
La segunda versión del Inventario de Personalidad de NEO fue el NEO-PI, que se elaboró el año 1985. Evalúa los factores anteriores, junto a otros dos nuevos: conformidad y consciencia. Estos dos factores se evalúan de forma implícita en el inventario.

3. NEO-FFI (versión reducida)
Existe una versión reducida del Inventario de Personalidad NEO Revisado, llamada NEO-FFI; esta versión se compone únicamente de 60 ítems, y evalúa los mismos factores que el NEO-PIR.

Referencias bibliográficas:
  • Bermúdez, J. (2003). Psicología de la personalidad. Teoría e investigación (vol. I y II). Madrid: UNED.
  • Buela-Casal, G.; Sierra, J.C. (1997). Manual de evaluación psicológica. Ed. Siglo XXI. Madrid.
  • Costa, P. T., & McCrae, R. R. (1992b). The five-factor model of personality and its relevance to personality disorders. Journal of Personality Disorders, 6: 343-359.
  • Moreno, C. (2005). Evaluación psicológica. Concepto, proceso y aplicación en las áreas del desarrollo y de la inteligencia. Ed. Sanz y Torres. Madrid
TÓPICOS



Laura Ruiz Mitjana
Psicóloga

Graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona, con Máster en Psicopatología Clínica Infantojuvenil por la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializada en Trastornos del Neurodesarrollo. Actualmente trabaja como Psicóloga infantil en la Associació Catalana del Síndrome X Frágil. Autora del libro "Vivir de memoria" (Editorial Círculo Rojo, 2018). Aficionada del deporte y la lectura.

https://psicologiaymente.com/personalidad/inventario-personalidad-neo-revisado
 
Identidad oculta: El costo emocional de esconder quien eres

esconder-quien-eres-1024x721.jpg


Sé obediente. Estudia. Trabaja. Cásate. Ten hijos. Hipotécate. Mira la tele. Pide préstamos. Compra muchas cosas. Y, sobre todo, no cuestiones jamás lo que te han dicho que tienes que hacer”, escribió el monologuista estadounidense George Carlin.

Vivimos en una sociedad que, aunque parece cada vez más permisiva y liberal, sigue juzgando cada uno de nuestros actos, condicionando así nuestro modo de ser y actuar. A veces esa presión social llega a ser tan fuerte, que podemos sentirnos “obligados” a esconder quiénes somos, características que nos definen pero que creemos que – por una u otra razón – no encajan en el entorno donde nos desenvolvemos.

Psicólogos de la Universidad del Sur de Illinois nos alertan de que mantener una identidad oculta tiene un alto costo emocional, un costo que quizá no vale la pena pagar.

Los riesgos de esconder quien eres para intentar encajar
Tenemos dos identidades: una visible y otra oculta. Hay cosas prácticamente imposibles de esconder que, de una u otra manera, conforman nuestra identidad. Tal es el caso de nuestro origen étnico, el s*x* y la estatura. También hay características de personalidad que nos resultan difíciles de ocultar, como la extroversión o la timidez. Todas esas características, sumadas a aquellas que dejamos entrever sin problemas conforman nuestra identidad visible, la que perciben los demás.


Sin embargo, también tenemos características que no queremos sacar a la luz, como puede ser nuestra orientación sexual, determinados problemas psicológicos, ciertas motivaciones o la pertenencia a grupos religiosos minoritarios. Esas características conforman nuestra identidad oculta.

Existen muchas razones que nos llevan a querer ocultar algunos aspectos de nuestra identidad. Podemos pensar, por ejemplo, que quienes conforman nuestra red social nos rechazarán si supieran la verdad, o quizá solo queremos evitar conflictos porque sabemos que piensan de manera diferente. Quizá nos sentimos obligados a ocultar ciertos aspectos de nuestra identidad porque representan un estigma a nivel social o simplemente porque queremos seguir disfrutando de ciertos privilegios que estarían vetados para nuestra auténtica identidad.

Sin embargo, un estudio realizado en la Universidad del Sur de Illinois reveló que las personas con “estigmas” visibles – como puede ser el género, la raza o una discapacidad según el contexto cultural en que se desenvuelven – siempre están expuestas, por lo que se ven obligadas a prepararse psicológicamente para gestionar esas interacciones sociales nocivas.

Eso significa que, si bien esas personas se exponen a un mayor número de conflictos, también desarrollan más herramientas para afrontar la adversidad, de manera que al final, esas características supuestamente negativas se convierten en un aliciente para crecer emocionalmente y desarrollar la resiliencia. Aunque parece paradójico, lo que inicialmente era una desventaja, se transforma en una situación que genera ventajas añadidas.

Las personas con “estigmas” que se pueden ocultar, como puede ser la depresión o la orientación sexual, tienen la posibilidad de esconder esas características y pasar como uno más para encajar en el grupo y evitar las consecuencias negativas. Sin embargo, ocultar partes de la identidad puede llegar a ser extremadamente agotador porque nos vemos obligados a usar continuamente una especie de disfraz o máscara social, lo cual demanda un enorme “trabajo emocional”.

Tener una identidad oculta nos obliga a estar en guardia en todo momento, atentos a lo que decimos o no decimos, a que nuestras actitudes no desvelen lo que queremos ocultar. Eso nos aboca a una “actuación superficial” en la que intentamos adaptarnos lo más posible a los demás, lo cual hará que experimentemos una sensación de falta de autenticidad.

En algunos casos, cuando los rasgos que escondemos son pilares esenciales de nuestra identidad, podemos llegar a sentir que somos un “fraude”, lo cual terminará minando nuestra autoconfianza y autoestima. El hecho de ocultar una parte de nosotros, de cierta forma, también indica que usamos la vara de medir de los demás y que no aceptamos plenamente esa característica. A la larga, para evitar los conflictos con los demás, desarrollamos conflictos internos. Ya lo había dicho Rita Mae Brown: “La recompensa por la conformidad es gustarle a todo el mundo excepto a ti”.

Estos psicólogos advierten: “ocultar la identidad puede hacer que nos sintamos socialmente aislados, deprimidos y ansiosos, afectando nuestro rendimiento y salud”. De hecho, aunque ocultamos ciertas cosas para encajar en el grupo, en el fondo sabemos que no encajamos plenamente, por lo que podemos sentirnos aún más aislados, aunque resulte paradójico.

La “explosión” por agotamiento emocional
Según la investigación, es probable que terminemos sacando a la luz esa identidad oculta debido al agotamiento emocional que experimentamos. La tensión que se genera por ocultar esos rasgos termina causando un estado de agotamiento psicológico que nos hace “explotar”.

En ese caso, lo más probable es que desvelemos nuestra identidad oculta de la peor manera posible, confirmando así nuestros mayores temores, ya que ese acto no estará marcado por la madurez psicológica sino por el resentimiento, la ira y la tensión. Culparemos a los demás por habernos “obligado” a ocultar lo que somos, lo cual solo ahondará aún más la brecha.

También seremos más propensos a revelar esos rasgos ocultos si solemos mantenernos en contacto con nuestras emociones. Si tenemos una elevada Inteligencia Emocional, es menos probable que ocultemos rasgos importantes de nuestra personalidad ya que seremos capaces de gestionar los posibles conflictos y discrepancias que surjan.

Otra condición para revelar los rasgos ocultos es la importancia que le concedemos a mantener un sentido de la identidad bien integrado. Si para nosotros la congruencia es un valor importante, la disonancia que experimentamos ocultando partes de nuestra identidad es tan grande que nos llevará a revelar – más temprano que tarde – esos rasgos.

Culturas intolerantes promueven identidades ocultas
Por desgracia, aún existen contextos en los que algunas personas se ven abocadas a ocultar algunos rasgos de su identidad. De hecho, estos investigadores confirmaron que la apertura social, la tolerancia y la posibilidad de expresar los verdaderos sentimientos son determinantes para que una persona decida revelar su identidad oculta.

Si el entorno no es favorable, es muy difícil ser auténtico. No es casual que Ralph Waldo Emerson escribiera que “el mayor logro en la vida es ser uno mismo, en un mundo que está constantemente tratando de hacerte alguien diferente”, simplemente porque quiere que todos encajemos en unos moldes predeterminados.

Al contrario, una cultura que acepta la expresión individual favorece que sus miembros sean auténticos y permite normalizar las identidades ocultas. Esa cultura necesita aceptar que todos somos diferentes, que no nos gustan las mismas cosas, que no opinamos de la misma manera y, sobre todo, que no aspiramos a lo mismo.

El único límite es aquel en el que la libertad de uno invada la libertad del otro. Esa cultura de auténtica aceptación redunda en un bien para todos porque la autenticidad implica riqueza y diversidad, el terreno fértil para que todos podamos crecer y aprender de los demás.

Una cultura que condena a los miembros diferentes y los segrega es una cultura que se autofagocita y se condena al empobrecimiento intelectual y emocional. En esa cultura, el problema no reside en las personas que luchan por vencer sus miedos e intentan mostrarse al mundo por lo que son, reside en los grupos y mecanismos de opresión que son alimentados por prejuicios y se muestran reacios al cambio.

La libertad no significa nada, a menos que puedas ser auténtico
El miedo a ser rechazados nos paraliza, empequeñece e incluso hace que nos olvidemos de quienes somos realmente, convirtiéndonos en una triste sombra de lo que podríamos haber sido. Cuando algo que forma parte de nuestro ser no nos deja ser, tenemos un problema que necesitamos resolver cuanto antes.

Expresar nuestra verdadera identidad puede ser un proceso desafiante, pero a la larga nos sentiremos más satisfechos con nosotros mismos, menos ansiosos y deprimidos e incluso podríamos encontrar más apoyo social, o al menos un apoyo más genuino, un apoyo a nuestro verdadero “yo” y no a la máscara social que habíamos contruido.

Para dar ese paso, en realidad el mayor obstáculo que debemos superar son las inseguridades que hemos ido alimentando en nuestro interior.

La clave radica en preguntarnos si necesitamos más energía para ocultar que para revelar nuestro verdadero ser. Si el costo emocional que estamos pagando por ocultar nuestra identidad realmente vale la pena. Enfrentarnos a esos miedos puede ser extremadamente liberador e incluso puede cambiar la realidad que nos rodea.

Aunque quizá todo puede resumirse en esta genial fras de Fritz Perls, quien sabía en primera persona lo que es pertenecer a un grupo marginado, cuando dijo: “Sé quién eres y di lo que sientes, porque aquellos que se molestan no importan y los que importan no se molestarán”.

Fuente:

Berkley, R. A., Beard, R. & Daus, C. S. (2019) The emotional context of disclosing a concealable stigmatized identity: A conceptual model. Human Resource Management Review; 29(3): 428–445

https://rinconpsicologia.com/identidad-oculta-esconder-quien-eres/
 
Cómo ser más pragmático: 10 consejos de consecución de metas

upload_2019-7-17_7-28-20.png

Muchas veces, las personas no consiguen alcanzar sus metas por el hecho de no saber organizarse correctamente; y es que para cumplir nuestros objetivos no es suficiente con pensarlos o desearlos, hace falta llevarlos a la práctica de una manera factible y estructurada.

En este artículo vamos a revisar algunos consejos para aumentar nuestra efectividad en cuanto a la elaboración y consecución de nuestros proyectos. En otras palabras, vamos a ver cómo ser más pragmáticos en la vida diaria.

¿Qué significa ser pragmático?
Para entender cómo ser más pragmático, es necesario ver exactamente en qué consiste este cambio de hábitos y de patrones de comportamiento. El pragmatismo indica la capacidad que tiene un sujeto para seguir procedimientos de una manera eficiente y regular, evitando improvisaciones y postergaciones.

Por lo general, las personas de conducta pragmática son capaces de conseguir cosas importantes en sus vidas; buscan la manera de cumplir con sus objetivos de una manera práctica y evitan tomar riesgos poco calculados o irracionales.

Sí eres capaz de entender que para que las cosas funcionen correctamente se debe tener un nivel de compromiso elevado y asegurarse de que todas las piezas necesarias funcionen correctamente, y llevas a la práctica esta filosofía de trabajo, entonces puede que tengas tendencia al pragmatismo.

Los métodos existen por una razón, y son efectivos porque han sido diseñados y probados para serlo. Por ello, en muchas ocasiones lo mejor que podemos hacer es ser fieles a esos métodos y seguirlos con la mayor firmeza posible para poder obtener resultados satisfactorios.

¿Cómo ser más pragmático?
Ahora vamos a revisar algunos consejos efectivos para fomentar nuestro nivel de pragmatismo y conseguir los mejores resultados en nuestros proyectos.

1. Busca fuentes confiables
La mejor manera de asegurarnos de que estamos siguiendo el procedimiento de la manera correcta es asegurarnos que la fuente de donde obtuvimos la información es confiable.

Evitemos sacar información de la primera fuente que encontramos, vayamos a corroborar en otras partes para asegurarnos bien de la veracidad de la misma. De este modo, nos acostumbraremos a ser más pragmáticos a través de la búsqueda de información útil.

2. Comprométete con el proyecto
Para alcanzar un nivel de pragmatismo aceptable hace falta comprometerse con la meta que queremos alcanzar, luego ya podremos buscar las mejores formas de llevarla a cabo de una manera eficiente y con un método que podamos cumplir sin mayores complicaciones.

El estado de motivación que nos generan las tareas es lo que hace que queramos realizarlas, es decir, la motivación hacia algo es lo que nos hace querer seguir un procedimiento para conseguir ese objeto de deseo, que puede ser cualquier cosa.

3. Básate en la evidencia real
Cuando vamos a buscar un método pragmático para llevar a cabo nuestras metas, es necesario revisar si ese método ha sido empleado en el pasado, y qué resultados ha dado en situaciones iguales o parecidasa las que nosotros nos sometamos.

De esta manera, evitaremos resultados decepcionantes, que nos puedan desmotivar y hacernos desistir prematuramente de nuestros proyectos. Lo mejor siempre será tomar en consideración la evidencia pasada para llevar a cabo nuestros planes.

4. Comparte las ideas
Cuando se nos ocurre una nueva idea, lo ideal es compartirla con otras personas que también tengan el mismo entusiasmo que nosotros por hacer las cosas de forma pragmática. De este modo podrás tener diferentes puntos de vista que te permitirán hacer una nueva evaluación respecto a la factibilidad de tu proyecto.

5. Aprende de los errores
Nadie está libre de cometer errores en algún momento, incluso cuando tomamos precauciones para no cometerlos, siempre algo podría salir mal.

Es importante entender que esta es una circunstancia normal de la vida, y que lo mejor es sacar el lado positivo de las equivocaciones para evitar cometerlas nuevamente.

6. Asume que somos lo que hacemos
Para realizar nuestros proyectos no basta con desearlos o decir que los haremos, hace falta llevarlos a la práctica. Es entonces cuando podemos comenzar a actuar de manera más eficiente en nuestras vidas. La acción siempre supera a las ganas, aunque lo ideal es que vayan de la mano.

7. Evita el conformismo
El conformismo es el enemigo silencioso del pragmatismo. Y es que cuando comenzamos a conformarnos de manera frecuente, nuestro nivel de entusiasmo baja y con él también se va nuestra capacidad de acción. Para ser pragmático hace falta tener aspiraciones, y estarse reinventando constantemente.

8. Colócate metas
Cuando nos ponemos metas estamos haciendo una estructura organizativa de los objetivos que debemos cumplir antes de acceder a otras nuevas, ya con eso estamos teniendo un pensamiento y una acción pragmática que nos permitirá ser eficientes.

Sin importar si son metas a corto, mediano, o largo plazo, es importante evaluar la factibilidad de todas ellas para evitar vernos expuestos a la frustración de no poder realizar nuestros proyectos tras haber invertido una gran cantidad de tiempo en ellos.

Este es uno de los consejos sobre cómo ser más pragmático que resulta más fácil seguir, porque se basa en el establecimiento de fechas límite y definición de metas concretas.

9. Evita subestimar los retos
Cuando subestimamos una circunstancia significativa para nosotros, estamos saboteándonos a nosotros mismos, teniendo en cuenta de que al restarle importancia a algo nuestro nivel de entusiasmo por realizarlo disminuye gradualmente.

Si no tenemos cuidado con esta situación, podría pasar que cuando nos demos cuenta de que el asunto tiene más importancia de la que pensábamos ya sea demasiado tarde y no tendremos oportunidad de emplear ningún método para conseguir solventar el asunto.

10. Planea con tiempo
El tiempo es un factor determinante en la consecución de metas, y para poder obtener resultados adecuadas es necesario entender que un procedimiento estructurado requiere de tiempo de planificación, lo ideal es comenzar a ponernos horarios para cada una de las actividades que pretendemos hacer.

Referencias bibliográficas:
  • Peiró Silla, J.M. (1990). Organizaciones: Nuevas perspectivas psicológicas. Barcelona: PPU.
  • Truxillo, D.M., Bauer, T.N., y Erdogan, B. (2016). Psychology and Work: Perspectives on Industrial and Organizational Psychology. Nueva York: Psychology Press-Taylor & Francis.
TÓPICOS



Andrés Carrillo
Psicólogo

Graduado en Psicología por la Universidad Bicentenaria de Aragua, Venezuela. Diplomado en Psicología Criminal por la Universidad de Carabobo, Venezuela. Redactor en temas de psicología.

https://psicologiaymente.com/psicologia/como-ser-mas-pragmatico
 
7 buenas razones para estudiar Psicología

Estudiar-psicologia.jpg


Una de las decisiones más importantes que tomamos en nuestra vida es la elección de la carrera porque no se trata simplemente de lo que vamos a estudiar, sino de la persona en la que nos queremos convertir. Una carrera nos cambia. Por eso debemos elegir una profesión que nos apasione y nos ayude a sacar a la luz nuestra mejor versión.

La psicología es una de esas carreras. De hecho, ahora la Universidad Isabel I ofrece la posibilidad de cursar un Grado en Psicología online a través de una formación personalizada, flexible y accesible que nos permite ir avanzando a nuestro ritmo. Además, tenemos la posibilidad de elegir una especialización en algunas de las áreas más demandadas en la actualidad: Psicología Clínica y de la Salud, Psicología y Educación, Criminología y Psicología Laboral y de las Organizaciones.

¿Por qué es una buena idea estudiar Psicología?
1. Abre una ventana al autodescubrimiento

A medida que profundizamos en los diferentes enfoques del desarrollo humano, el impacto de la cultura en nuestro comportamiento y los mecanismos inconscientes que rigen algunas de nuestras decisiones, aprendemos a conocernos mejor. Estudiar psicología es un viaje de autodescubrimiento, una aventura de deconstrucción personal que nos permitirá descubrir nuestras verdaderas necesidades y deseos, dándonos a la vez las herramientas para alcanzar nuestras metas.


2. Nos ayuda a comprender mejor a los demás

Carl Rogers, pionero junto a Abraham Maslow del enfoque humanista de la psicología, dijo: “cuando miro el mundo soy pesimista, pero cuando miro a la gente soy optimista”. No cabe duda de que estudiar psicología nos ayuda a comprender mejor a las personas. Conocer las motivaciones, emociones y creencias que guían sus comportamientos nos permite ponernos en su lugar, asumir una actitud más empática y, sobre todo, centrarnos en su potencial, más que en los errores o defectos. Ese cambio de perspectiva nos permite mantener relaciones más satisfactorias y desarrolladoras para todos.

3. Nos enseña a no juzgar

Uno de los principios fundamentales de la psicología radica en no juzgar a la persona que tenemos delante. Todo juicio de valor aleja. La aceptación, al contrario, acerca. La psicología nos enseña a escuchar sin juzgar y acompañar sin invadir. La capacidad para afrontar la realidad sin realizar juicios de valor nos permite afrontar las situaciones sin ideas preconcebidas ni prejuicios, lo cual nos ayudará a desarrollar una perspectiva más objetiva, racional y madura.

4. Mejora nuestras habilidades comunicativas

Nos han enseñado cómo hablar con palabras, pero no nos han enseñado cómo hablar con nuestros gestos”, dijo Paul Ekman, uno de los primeros psicólogos en estudiar la expresión facial de las emociones. La psicología, sin embargo, nos permite aprovechar el enorme potencial de la comunicación, tanto a nivel verbal como extra-verbal. Aprendemos técnicas comunicativas que nos permitirán mantener un diálogo más asertivo y resolver cualquier tipo de conflicto interpersonal. También aprendemos a estructurar mejor nuestros argumentos, discutir de un tema de manera clara y desarrollar la escucha activa, una habilidad tan esencial como rara en nuestros tiempos, que implica mostrar auténtico interés por el interlocutor y validar sus emociones.

5. Desarrolla el pensamiento crítico

Nunca pienses que lo sabes todo. Por mucho que te valores, ten siempre el coraje de decirte: soy ignorante”, dijo Ivan Pavlov, Premio Nobel de Medicina y Fisiología. La psicología es una carrera que estimula el pensamiento crítico y la reflexión. Estudiar la influencia de la sociedad, la cultura y los grupos sobre la personalidad nos anima a cuestionar todas las cosas que habíamos dado por sentadas, desarrollando un pensamiento menos condicionado que nos permite ver la vida desde una perspectiva más amplia y enriquecedora.

6. Marca la diferencia en la vida de las personas

Cuando las personas acuden a un psicólogo, suelen atravesar un estado de vulnerabilidad emocional. Como psicólogos, tenemos la posibilidad de marcar una diferencia importante en sus vidas. De hecho, ese es precisamente uno de los mayores retos y satisfacciones de esta profesión. No importa si ayudamos a una persona a salir de la depresión, a un deportista que se prepara para una competición o a un niño que necesita superar sus fobias, podemos poner nuestro granito de arena para que las vidas de esas personas sean más plenas.

7. Brinda diferentes perspectivas de futuro

A la psicología, nada humano le es ajeno. Eso significa que su estela está presente allí donde estén las personas, lo cual expande enormemente el universo de oportunidades laborales. Más allá de la Psicología Clínica existen otras ramas igualmente fascinantes que tienen como objetivo lograr que las personas puedan dar lo mejor de sí en las diferentes esferas de su vida. Eso significa que podemos cursar un Grado en Psicología y luego, según nuestros intereses, especializarnos en una u otra rama.

https://rinconpsicologia.com/razones-estudiar-psicologia/
 
El consejo de Nietzsche: Que la prisa por hacer, no nos impida ser

Huir-de-uno-mismo-1024x576.jpeg


La gente vive para el presente, con mucha prisa y de una forma irresponsable: y a eso le llama ‘libertad’”, escribió Friedrich Nietzsche a finales del siglo XIX. Si el filósofo hubiera sido testigo de la prisa contemporánea probablemente habría dicho que estamos locos – a secas – y se hubiera retirado a vivir en el bosque, como Thoreau, para recuperar la necesaria calma que demandan la reflexión y la introspección.

Lo cierto es que la prisa se ha convertido en una condición sine qua non de la modernidad, de manera que nuestra vida suele transcurrir en un frenesí de actividades supuestamente imparables, ineludibles e inalienables. En ese mundo, la pausa es un lujo. Demorarse, una virtud perdida en los recovecos de la memoria. Y mientras centramos nuestra mirada en el hacer, nos olvidamos del ser.

La prisa nos aleja de nosotros mismos
La velocidad con que vivimos no es más que una ilusión sustentada en la creencia de que nos ahorra tiempo cuando en realidad la prisa y la rapidez lo aceleran. Vivimos en un estado peremne de “estimulación violenta y compleja de los sentidos, que nos hace progresivamente menos sensibles y, así, más necesitados de una estimulación aún más violenta. Anhelamos la distracción, un panorama de visiones, sonidos, emociones y excitaciones en el que debe amontonarse la mayor cantidad de cosas posible en el tiempo más breve posible […] Y a pesar de la tensión nerviosa, estamos convencidos de que el sueño es una pérdida de tiempo valioso y seguimos persiguiendo esas fantasías hasta altas horas de la noche”, escribió Alan Watts.

No nos percatamos que, mientras corremos de un lado a otro nos perdemos la vida. Así caemos en una contradicción: cuanto más pretendemos aferrar la vida a través de la aceleración, más se nos escapa. Víctimas de la prisa, no tenemos tiempo para mirar dentro, nos desdoblamos para funcionar en modo automático y poder con todo. Y esa forma de vivir se convierte en un hábito tan arraigado que no tardamos en desconectarnos de nuestro “yo”.


Nietzsche lo resumió magistralmente: “la prisa es universal porque todo el mundo está huyendo de sí mismo”. Cualquier intento de volver a reconectar, impulsado por la calma y la demora, nos atemoriza, por lo que buscamos refugio en la prisa, inventamos nuevas cosas que hacer, nuevos compromisos por cumplir, nuevos proyectos en los cuales enrolarnos, con la esperanza de que nos devuelvan al estado de sopor preconsciente, porque no sabemos qué vamos a encontrar en ese ejercicio de instrospección, no sabemos si la persona en la que nos hemos convertido nos gustará. Y eso asusta. Mucho.

La introspección exige demora
No es fácil desaprender algunos de los hábitos que hemos desarrollado. Víctimas de la impaciencia, consumidos por el incesante tic-tac del reloj, hemos aprendido a llenar nuestra agenda y sentirnos orgullosos de ello. Condensamos experiencias en el menor tiempo posible para hacer más, como si la vida se resumiera a una competición en la que gana quien complete más tareas.

Sin embargo, si nos detenemos apenas un segundo y lo pensamos bien, la prisa en la que vivimos no responde casi nunca a cosas realmente importantes y urgentes, sino que se debe a los requerimientos de un modo de vida que intenta por todos los medios mantenernos distraídos y ocupados la mayor cantidad de tiempo posible. La prisa actual consiste en llenarnos la vida con actividades febriles y velocidad, de manera que no quede tiempo para afrontar las verdaderas cuestiones, lo esencial.

¿Cuál es el antídoto?

Nietzsche, quien llegó a calificar la prisa como “indecorosa”, señaló los pilares imprescindibles para sentar las bases que nos permitan vivir de manera más calmada y plena, convirtiendo la propia vida en una obra de arte que se disfruta con esmero y lentitud.

En “El crepúsculo de los ídolos” señaló:“Se ha de aprender a ver y se ha de aprender a pensar […] Aprender a ver implica habituar el ojo a la calma, a la paciencia, a dejar que las cosas se nos acerquen; aprender a aplazar el juicio, a rodear y a abarcar el caso particular desde todos los lados”.

Nietzsche explicaba que debemos aprender a “no responder inmediatamente a un estímulo, sino a controlar los instintos que ponen trabas, que nos aíslan”, ser capaces de aplazar las decisiones y acciones. En el extremo contrario ubicaba a quienes eran incapaces de oponer resistencia a un estímulo, aquellos que reaccionaban y seguían los impulsos, considerando que esa prisa por responder “es un síntoma de enfermedad, decadencia y agotamiento”.

Con estas líneas Nietzsche nos invita a hacer las necesarias pausas para reflexionar, de manera sosegada, permitiendo que la realidad se desvele poco a poco, siendo conscientes de que la razón exige demoramientras que la prisa funciona a base de prejuicios e ideas preconcebidas.

Aunque el pensamiento rápido puede ser adaptativo en ciertas circunstancias, la falta de reflexión y de sosiego nos aboca a la irracionalidad y a las malas decisiones. Precisamente por ello, la lentitud puede llegar a ser tremendamente subversiva en el mundo actual: necesitamos ir más despacio para poder vivir, para poder pensar, para poder decidir por nosotros mismos qué queremos – y qué no queremos.

Es en esos instantes de calma y paciencia es cuando emerge el sentido de la vida. Ese “dejar que las cosas se nos acerquen” al que se refiere Nietzsche es un intervalo de tiempo precioso entre el hecho y nuestra reacción, entre el pensamiento y el acto, una especie de “vacío” que puede llenarse inesperadamente con la existencia plena. Así, y solo así, podremos hacer las paces con nosotros mismos. Aprenderemos a disfrutar de la compañía de ese “yo” que habíamos descuidado y ya no tendremos la necesidad de huir de nosotros mismos.

Fuente:

Nietzsche, F. (2001) El crepúsculo de los ídolos. Madrid: Alianza Editorial.

https://rinconpsicologia.com/huir-de-uno-mismo/
 
Síndrome de Madame Bovary: ¿qué es y cuáles son sus síntomas?

upload_2019-7-20_8-23-14.png

A lo largo de nuestra vida, todos y cada uno de nosotros vamos desarrollando nuestra propia visión del mundo, en base a la experiencia y al aprendizaje que extraemos no solo de lo que vivimos sino de los que nuestros semejantes y nuestra cultura nos enseñan.

Esta visión incluye entre otros aspectos cómo deben ser nuestras relaciones con los demás, algo que nos lleva a tener expectativas respecto a las interacciones socioafectivas que mantenemos.

Sin embargo, a veces nuestras expectativas no son realistas, y nos encontramos con una realidad que no nos gusta y que nos puede generar insatisfacción. Aunque por lo general todos tenemos alguna decepción que acabamos superando, algunas personas viven en un estado de frustración permanente, afectados por unas expectativas excesivamente idealistas y románticas que cuando son confrontadas con la realidad no pueden llegar a satisfacerse.

Es lo que ocurre en el llamado síndrome de Madame Bovary o bovarismo, del que vamos a hablar a lo largo de este artículo.

El síndrome de Madame Bovary: ¿de qué estamos hablando?
El bovarismo o síndrome de Madame Bovary es un patrón desadaptativo de comportamiento y cognición que se caracteriza por la existencia de una insatisfacción persiste y crónica derivada de la fuerte discrepancia entre la realidad y las expectativas que tenemos del mundo, especialmente dentro del ámbito de las relaciones afectivas y románticas. Si bien las relaciones románticas son un elemento común en su tipo de pensamiento, lo definitorio del trastorno es la insatisfacción crónica y la persecución de un ideal de felicidad poco realista.

Este síndrome, una alteración conductual que si bien no tiene consideración oficial es cada vez más conocido, puede generar un alto nivel de infelicidad y sufrimiento psicológico a quien lo padece, y es mucho más frecuente en mujeres que en hombres, a pesar de que cada vez hay una mayor tendencia a un equilibrio entre ambos sexos. El nombre del síndrome parte de la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert, en que la protagonista mantiene unas expectativas excesivas ante el amor (debido a la idealización de éste derivado de la lectura de novelas románticas) y busca satisfacerlas ante lo que considera una vida monótona y aburrida y un matrimonio sin amor, sin lograr jamás satisfacerlas.

Quien padece el síndrome de Madame Bovary suele mantener una visión idílica y utópica del amor y las relaciones, una visión que no resiste su contrastación con la vida real y que les genera por un lado una gran insatisfacción y por el otro un rechazo de dicha realidad, no pudiendo aceptar la gran divergencia entre sus expectativas y el mundo. Es habitual que mantengan una búsqueda compulsiva de la felicidad y de su visión de una vida y relaciones perfectas. Suelen buscar a su media naranja, su alma gemela o pareja ideal. También suele existir un miedo extremo a no hallarlas, e incluso la negación de esta posibilidad.

Suelen desarrollar una personalidad melancólica y dependiente, esforzándose al máximo por lograr que sus relaciones se aproximen lo máximo posible a su ideal.

expectativas-amor-default.jpg

Consecuencias psicológicas y relacionales
La afectación que genera este síndrome puede ser enorme. La persona en sí suele sentirse insatisfecha e infeliz de manera constante, y tiende a negar los aspectos del mundo que no se corresponden con sus ideales. Es habitual que aparezcan síntomas ansiosos y depresivos, con tendencia a la melancolía y la distimia, y en ocasiones derivan en comportamientos agresivos y autodestructivos.

Sus relaciones sociales y de pareja son altamente insatisfactorias, marcadas por la posesividad, los celos y las recriminaciones, a la par que tienden a centrarse en el otro (de un modo altamente dependiente) de tal modo que se deja de lado gran parte de los propios intereses con el fin de no ser abandonado. Existe cierto egocentrismo, valorando la relación por la manera en que esta le afecta únicamente al propio sujeto.

Síntomas principales de esta alteración
Entre los principales síntomas de esta alteración, destaca en primer lugar la presencia de la citada insatisfacción permanente, así como el mantenimiento de unas expectativas y perspectivas rígidas y poco realistas. Hay una fuerte disonancia cognitiva. No es infrecuente que la persona se vea a sí misma como sacrificada y idealizada, con tendencia a considerar ser merecedores de lo mejor.

Suele existir una visión del mundo sesgada, procesando únicamente la información que apoya su visión del mundo e ignorando el resto, e incluso se niegan a reconocerla. Asimismo, a nivel emocional tiende a existir asimismo una profunda sensación de vacío producto de la imposibilidad de alcanzar sus deseos, así como una sobrevaloración y una reacción emocional exagerada ante conflictos y divergencias. Suele existir neuroticismo y dificultades para tolerar la monotonía y la frustración, manteniendo también expectativas excesivas respecto a cómo debería ser su vida.

A nivel romántico estas personas tienden a buscar de manera compulsivo un amor ideal, dedicando una gran cantidad de tiempo a buscar el amor o bien a mantener a alguien a su lado. Hay gran dependencia emocional y a menudo el sujeto se centra exclusivamente en su pareja, con la cual se busca una identificación. La identificación con el otro llega al nivel de que los gustos y maneras de ver el mundo del cónyuge son copiados y asumidos como propios.

Sin embargo, cuando esta no cumple con sus expectativas pueden pasar a buscar a otras personas aún teniendo pareja, de tal manera que no es infrecuente la infidelidad y el no cesar una relación hasta poder saltar a otra considerada mejor. Amores imposibles y complicados suelen atraerles, dado el desafío que suponen.

Posibles causas
El síndrome de Madame Bovary no es un trastorno reconocido y sus causas no son enteramente conocidas. Sin embargo, la propia definición del trastorno establece que el origen de esta insatisfacción crónica se encuentra en la falta de adecuación entre las expectativas de la persona y la realidad.

Estas expectativas pueden deberse a una visión excesivamente utópica de las relaciones románticas, a menudo exacerbadas por la literatura u obras cinematográficas o teatrales. Asimismo, se ha observado que existe una tendencia a que las personas con este síndrome tienden a haber padecido situaciones de abandono, privación del afecto o maltrato en la infancia, algo que puede haber llevado a idealizar una situación de pareja o afecto normativa y un miedo extremo a no conseguirla.

¿Tratamiento?
El síndrome de Madame Bovary es una alteración conductual cuyo tratamiento implica trabajar sobre las creencias más profundas en lo que respecta al valor de las relaciones, la modificación de sesgos cognitivos y creencias poco realistas y el trabajo en autoestima. Es necesario hacer reflexionar y analizar sobre la manera de pensar, sentir y relacionarse tanto con uno mismo como con el entorno, así como sobre la manera esta ha afectado a la vida del sujeto y de quienes le rodean.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que este síndrome se ve profundamente afectado por características de personalidad y concretamente con el trastorno de personalidad dependiente, con lo que el tratamiento debe tener en cuenta que van a tener que trabajar aspectos profundos de la manera de ser y el mundo por parte del paciente, algo que puede requerir trabajar el porqué de la necesidad de un cambio antes de pasar a tratar los puntos problemáticas en sí.

Referencias bibliográficas:
  • Gaultier, J. (1892). Le Bovarysme, la psychologie dans l’œuvre de Flaubert, París, Francia.
TÓPICOS



Oscar Castillero Mimenza
Psicólogo en Barcelona | Redactor especializado en Psicología Clínica

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Máster en Psicopedagogía con especialización en Orientación en Educación Secundaria. Cursando el Máster en Psicología General Sanitaria por la UB.

https://psicologiaymente.com/clinica/sindrome-madame-bovary
 
Tipos de dislexia: definición, síntomas y causas.

upload_2019-7-21_10-40-49.png



La dislexia es el trastorno más prevalente en cuanto a trastornos del aprendizaje se refiere. Se detecta especialmente durante la etapa escolar, y afecta a los procesos de lectura, que acaban repercutiendo y dificultando los procesos de escritura.

En este artículo conoceremos los tres tipos de dislexia según la vía de lectura afectada, y los dos tipos de dislexia según su origen. Analizaremos las características de cada uno de ellos y veremos las diferencias que presentan, así como sus síntomas.

Tipos de dislexia
La dislexia consiste en un trastorno del aprendizaje caracterizado por la dificultad de leer correctamente. Dicha dificultad se traduce en síntomas como intercambiar letras al leer, confundirlas y/o omitir palabras durante la lectura. Además, también puede (y suele) conllevar dificultades en la escritura.

Se trata de un trastorno muy prevalente entre los niños y los adolescentes (especialmente en los niños). Concretamente, constituye el 80% de los casos de trastornos del aprendizaje. Se estima que su prevalencia se sitúa entre el 2 y el 8% de los niños escolarizados.

Sin embargo, encontramos diferentes tipos de dislexia. Podemos clasificarlas según diversos parámetros. Nosotros nos centraremos en dos: según la vía de lectura afectada y según el origen. Pero antes, vamos a ver qué se entiende por vías de lectura a través de la teoría de la doble vía.

Teoría de la doble vía
Cuando aprendemos a leer, lo podemos hacer a través de diversas vías de lectura: la vía directa o visual y la vía indirecta o fonológica. Estas dos vías son los conceptos que plantea la teoría de la doble vía de la lectura.

Para entender los diferentes tipos de dislexia que existen según la vía afectada, primero deberemos entender bien cómo funcionan cada una de las vías posibles de lectura, ya que en función de si está afectada una u otra vía, el tipo de dislexia será uno u otro.

1. Vía visual
La vía visual también se denomina vía directa o vía léxica. Cuando utilizamos esta vía, nos fijamos en la representación gráfica de las palabras, y la relacionamos con el significado de las mismas. Como su nombre indica, es una vía centrada en la vista, y hace que leamos las palabras “globalmente”, sin deletrear letra por letra.

A partir de esta vía, pasamos de las palabras (mediante una percepción gestáltica y global de las mismas) al significado del término, y posteriormente a su pronunciación (leemos).

2. Vía fonológica
Esta segunda vía también se denomina vía indirecta o secuencial; cuando la utilizamos en la lectura, nos centramos en los sonidos de las letras para transformarlos en palabras, mediante un proceso de conversión grafema-fonema.

Es decir, nos basamos en utilizar una codificación fonémica, deletreando letra por letra, sonido por sonido, has formar la palabra. Es por ello que recibe también el nombre de secuencial o indirecta.

A diferencia de la vía visual, el mecanismo de la vía fonológica pasa por acceder a la palabra, decodificarla fonema a grafema, pronunciarla y finalmente acceder a su significado.

Según la vía afectada
El primer parámetro o criterio que utilizaremos para clasificar los diferentes tipos de dislexia es según la vía afectada. Así, como ya anunciábamos, según si esté afectada la vía léxica, la fonológica o ambas, encontramos tres tipos de dislexia:

1. Dislexia léxica
El primero de los tipos de dislexia es la dislexia léxica, donde la vía afectada es la vía léxica. Siempre debemos pensar que el nombre de la dislexia corresponde a la vía afectada. Este tipo de dislexia también se denomina dislexia superficial.

Un sujeto que la presente, tendrá dificultades en leer palabras irregulares; es decir, palabras “atípicas”, con reglas especiales de escritura, que se alejan del modelo habitual (como por ejemplo verbos irregulares).

Esta dislexia también se denomina dislexia perceptivo-visual, al estar afectada la vía visual. Lo que ocurre en este tipo de dislexia es que la persona, al no poder leer globalmente, porque tiene la vía visual afectada, tiene que leer letra por letra, decodificando fonema-grafema.

Otros síntomas asociados
Además, la dislexia léxica suele aparecer a los 7 u 8 años (a diferencia de otras que aparecen de forma más tardía). Viene acompañada, además, de déficits en psicomotricidad y en memoria inmediata (la que nos permite recordar hechos que acaban de ocurrir). La persona confunde las letras al leer, manifiesta problemas de comprensión lectora y tiene una escritura alterada (escribe con inversiones).

Finalmente, otro síntoma característico es la alteración en destrezas perceptivo-visuales a la hora de resolver problemas visuales o de ubicar objetos.

2. Dislexia fonológica
El segundo de los tipos de dislexia según la vía afectada es la dislexia fonológica, en que la vía fonológica (no léxica, indirecta o secuencial) está afectada. Las dificultades principales son, en este caso, leer pseudopalabras (es decir, palabras que no existen, inventadas).

Esto se explica de la siguiente forma: la persona que la padece, al no poder leer letra por letra accediendo al significado de las palabras, porque tiene la vía fonológica afectada, deberá usar la vía visual o directa. Y, al no poder decodificar fonema-grafema, tendrá dificultades en leer palabras que no existen en realidad, ya que las deberá leer globalmente, y como no existen (y no está habituada a ellas), ahí aparecerá la dificultad de procesarlas.

Otros síntomas asociados
Este tipo de dislexia también se denomina dislexia auditivo-lingüística. Suele aparecer más tarde que la anterior, en niños de entre 9 y 12 años. Las alteraciones que la acompañan se relacionan con la memoria auditiva inmediata. Además, la persona confunde las palabras que tienen un sonido similar y se salta letras al leer (las omite).

Por otro lado, igual que ocurre en la dislexia visual, el sujeto presenta cambios en la escritura, cometiendo errores sintácticos, así como una comprensión lectora deficiente.

3. Dislexia profunda
La última de los tipos de dislexia es la dislexia profunda, la más grave. También se denomina dislexia mixta, ya que ambas vías están afectadas; la visual y la fonológica. Concretamente, pero, la más afectada es la vía fonológica (que no se puede usar en absoluto); en cambio, la vía visual está parcialmente preservada, y es por ello que el sujeto es la única que puede utilizar (en parte).

En este caso, el sujeto tiene dificultades para leer todas las palabras, ya sean regulares, irregulares o pseudopalabras. Es por ello que la comprensión lectora en este caso sea nula.

Según el origen
El segundo criterio que utilizaremos para clasificar los diferentes tipos de dislexia es según su origen. Así, encontramos dos tipos de dislexia, los conocemos a continuación.

1. Dislexia evolutiva
Esta dislexia también se denomina dislexia del desarrollo. Su origen es desconocido, pero se ha relacionado con alteraciones genéticas y un retraso madurativo. Afecta desde el nacimiento; sin embargo, obviamente se puede empezar a detectar cuando el niño o la niña empieza con el aprendizaje de la lectura. Es más común que el siguiente tipo de dislexia (dislexia adquirida).

2. Dislexia adquirida
En este caso, la dislexia adquirida tiene su origen en una lesión cerebral que afecta a una o más zonas del cerebro implicadas en los procesos de lectoescritura. Dependiendo de la edad que tenga el niño en el momento de la lesión, de su plasticidad cerebral, de la estimulación cognitiva que reciba posteriormente y de otras variables, la dislexia que aparecerá será más o menos grave, y más o menos temporal.

Referencias bibliográficas:
  • American Psychiatric Association –APA- (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid: Panamericana.

  • Asociación Andaluza de Dislexia (Asandis). (2010). Guía General sobre Dislexia.

  • Tamayo, S. (2017). La dislexia y las dificultades en la adquisición de la lectoescritura. Profesorado, revista de currículum y formación del profesorado, 21(1): 423-432.
TÓPICOS



Laura Ruiz Mitjana
Psicóloga

Graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona, con Máster en Psicopatología Clínica Infantojuvenil por la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializada en Trastornos del Neurodesarrollo. Actualmente trabaja como Psicóloga infantil en la Associació Catalana del Síndrome X Frágil. Autora del libro "Vivir de memoria" (Editorial Círculo Rojo, 2018). Aficionada del deporte y la lectura.

 
Trastorno de la conducta alimentaría no especificado: ¿qué es?

upload_2019-7-22_7-57-10.png

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) engloban aquellos trastornos mentales centrados en la comida, la percepción del cuerpo y el miedo a engordar. Los TCA típicos son la anorexia nerviosa y la bulimia.

Sin embargo, cuando no se cumplen todos los criterios para los mismos, pero sí aparecen síntomas importantes, hablamos de un trastorno de la conducta alimentaria no especificado. En este artículo conoceremos ocho de ellos. También hablaremos de las causas y tratamientos de los TCA.

Trastornos de la conducta alimentaria (TCA): ¿qué son?
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son trastornos mentales que pueden llegar a ser muy graves. En ellos, las preocupaciones fundamentales del paciente son la comida y la percepción de la silueta corporal.

Los TCA por excelencia son la anorexia nerviosa y la bulimia. En ambos aparece un miedo excesivo a engordar; son trastornos similares, aunque con sintomatología diversa. La diferencia entre estos dos trastornos, a grandes rasgos, es que en la anorexia nerviosa el peso corporal corporal suele ser menor que en la bulimia (y por extensión el Índice de Masa Corporal [IMC] también).

Además, en la bulimia aparece como criterio diagnóstico la presencia de atracones y conductas compensatorias inapropiadas (vómitos, uso de laxantes, diuréticos...), cosa que no ocurre en la anorexia. Esto no significa que en la anorexia no puedan aparecer estos síntomas.

Trastorno de la conducta alimentaria no especificado
Sin embargo, puede ocurrir que aparezcan síntomas de uno de estos dos trastornos de la conducta alimentaria, pero no todos. Es decir, puede suceder que una persona cumpla algunos criterios diagnósticos para la bulimia o la anorexia (o para otro TCA), pero que no los cumpla todos.

En este caso, hablamos de un trastorno de la conducta alimentaria no especificado (TCANE), un tipo de trastornos que afecta al 3-5% de la población. Además, frecuentemente también se han usado los términos de “anorexia nerviosa atípica” o “bulimia atípica” para hacer referencia a la existencia de un Trastorno de la conducta alimentaria no especificado.

Por otro lado, además de los casos comentados, el trastorno de la conducta alimentaria no especificado también engloba aquellos casos en los que el paciente está en la fase inicial de un TCA, o en proceso de recuperación del mismo.

Son trastornos que pueden ser igual de graves que otro TCA especificado, o incluso más. Es por ello que siempre debe otorgarse a los mismos la importancia que se merecen.

¿Qué trastornos incluye esta categoría?
Vamos a ver los tipos de Trastorno de la conducta alimentaria no especificado que recoge el DSM-IV-TR (Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales).

1. Anorexia nerviosa con menstruación regular
En este tipo de TCA no especificado, aparecen todos los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa, menos el criterio que hace referencia a las menstruaciones ausentes (amenorrea) o irregulares. En este caso, la paciente tiene una menstruación regular. Cabe mencionar que el criterio de amenorrea presente en el DSM-IV-TR, se elimina en la 5ª edición del manual (DSM-5).

2. Anorexia nerviosa con normopeso
El segundo tipo de Trastorno de la conducta alimentaria no especificado hace alusión a la presencia de una anorexia nerviosa (con todos sus criterios), pero que no cumple el criterio que indica que el peso es menor al esperado en relación a la edad, estatura y talla del/la paciente.

Es decir, aunque el/la paciente haya perdido una cantidad de peso considerable, en el momento actual su peso es normativo (se encuentra dentro de los parámetros de la normalidad).

3. Bulimia atípica
Otro tipo de trastorno de la conducta alimentaria no especificado es la bulimia atípica, en la cual se cumplen los criterios diagnósticos para la misma, menos el criterio de la frecuencia y duración de los atracones y de las conductas compensatorias inapropiadas; en este caso, éstos se dan menos de 2 veces a la semana (el criterio exige un mínimo de 2 veces por semana), o duran menos de 3 meses.

Podría darse el caso, también, de una bulimia atípica donde no se cumple algún otro criterio diferente el mencionado, pero sí se cumplen todos los demás.

4. Conductas compensatorias inadecuadas regulares
Este trastorno de la conducta alimentaria no especificado implica la aparición de conductas compensatorias inadecuadas de forma regular, tras ingerir cantidades pequeñas de comida. El/la paciente que lo padece tiene un peso dentro de la normalidad según su edad, talla y estatura.

Sin embargo, no aparecen otros síntomas propios de algún otro trastorno de la conducta alimentaria para que pueda diagnosticarse bulimia o anorexia, por ejemplo.

5. Masticar sin tragar
Puede darse el caso de que el paciente mastique la comida y posteriormente la expulse, sin llegar a tragar nada. Esto se da con grandes cantidades de comida, y conforma otro tipo de trastorno de la conducta alimentaria no especificado.

6. Trastorno compulsivo
El llamado trastorno compulsivo en el DSM-IV-TR (propuesto a investigación en el Apéndice B del mismo, e incluido finalmente como “trastorno por atracones” en el DSM-5), constituye otro trastorno de la conducta alimentaria no especificado.

Éste se caracteriza porque la persona que lo padece come grandes cantidades de comida sin aplicar posteriormente ninguna conducta compensatoria inapropiada (típicas de la bulimia nerviosa).

Otros TCA no especificados
Más allá de los manuales diagnósticos de referencia (DSM), y en la práctica clínica, podemos encontrar dos tipos más de trastornos de la conducta alimentaria no especificados que, aunque no aparecen como diagnósticos oficiales en los mismos manuales, sí existen (y cada vez se dan con más frecuencia) en la población.

Hablamos de la vigorexia y la ortorexia. Pero, ¿en qué consiste cada uno de ellos?

1. Vigorexia
La vigorexia es la obsesión patológica por estar musculoso o musculosa. Afecta con mayor frecuencia a los hombres que a las mujeres, y es un trastorno de reciente aparición (relativamente), que va aumentando su prevalencia.

Esta obsesión por el cuerpo musculoso se traduce en conductas como mirarse repetidamente en el espejo a lo largo del día (ya sea el del gimnasio, el de casa, el de los escaparates…), y en comer sólo aquellas sustancias que favorecen el crecimiento del músculo (proteínas e hidratos de carbono). Es decir, la persona reduce su ingesta de grasas (o la elimina totalmente) para evitar perder músculo.

Las personas con vigorexia están tan obsesionadas con verse musculosas que, paradójicamente a lo que se cree, pueden llegar a sentir vergüenza de que les vean o les miren (por ejemplo en el gimnasio), ya que sienten que nunca tienen “el suficiente músculo que desearían”.

2. Ortorexia
El segundo nuevo trastorno de la conducta alimentaria no especificado, y de aparición también reciente, es la ortorexia. A diferencia del anterior, en este caso la obsesión está en comer única y exclusivamente alimentos saludables (es decir, alimentos biológicamente “puros”). A diferencia de los TCA “clásicos” (bulimia y anorexia), donde la obsesión radica en la cantidad de comida (que sea la mínima), en la ortorexia la obsesión está en la calidad de la comida (que debe ser la mejor y la más saludable).

Así, las personas con ortorexia convierten las dietas y la comida saludable en el centro y objetivo principal de sus vidas; todo gira en torno a ello. Si deben levantarse antes para cocinarse, lo hacen; si deben ir a una boda, se llevan un tupper para no comer nada que no sea saludable, etc. Todas estas conductas se vuelven patológicas y sólo hacen que alimentar la obsesión por lo sano.

Son personas que pueden pasarse varias horas al día pensando en la dieta que deben hacer, en los alimentos que deben cocinar, etc. Todos estos síntomas les acaban causando un importante malestar psicológico, además de físico, ya que acaban abandonando productos y alimentos esenciales para un funcionamiento correcto y saludable del organismo.

Causas
Las causas, tanto de los trastornos de la conducta alimentaria como de los TCA no especificados, suelen ser multifactoriales, englobando factores sociales, personales, biológicos, hormonales, etc. Sin embargo, suelen haber factores causales especialmente relacionados; la presión social por estar delgado y las modas se encuentran en la base de la anorexia, por ejemplo, especialmente entre las mujeres.

Por otro lado, las conductas de atracón, por ejemplo, se relacionan con mecanismos de afrontamiento deficientes, caracterizados por la impulsividad y por una personalidad ansiosa.

Tratamiento
Lo ideal es que, para tratar el trastorno de la conducta alimentaria no especificado, se siga el tratamiento para el trastorno de la conducta alimentaria que más se asemeje al propio TCA no especificado. Por otro lado, siempre será recomendable abordar los pensamientos disfuncionales relacionados con la comida, el peso y la silueta corporal, a través de terapia cognitivo conductual.

La terapia de conducta, por su parte, también es ampliamente utilizada en este tipo de trastornos, a través de economía de fichas, refuerzo positivo, refuerzo diferencial, etc.

Referencias bibliográficas:
  • Ackard D, Fulkerson J, Neumark-Sztainer D. (2007). Prevalence and utility of DSM-IV eating disorder diagnostic criteria among youth. International Journal of Eating Disorders.; 40(5): 409-17.

  • APA (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid. Panamericana.

  • Muñoz, R. y Martínez, A. (2007). Ortorexia y vigorexia: ¿nuevos trastornos de la conducta alimentaria? Trastornos de la conducta alimentaria, 5: 457-482.
TÓPICOS



Laura Ruiz Mitjana
Psicóloga

Graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona, con Máster en Psicopatología Clínica Infantojuvenil por la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializada en Trastornos del Neurodesarrollo. Actualmente trabaja como Psicóloga infantil en la Associació Catalana del Síndrome X Frágil. Autora del libro "Vivir de memoria" (Editorial Círculo Rojo, 2018). Aficionada del deporte y la lectura.

https://psicologiaymente.com/clinica/trastorno-conducta-alimentaria-no-especificado
 
Síndrome de Klinefelter: causas, síntomas y posibles tratamientos

upload_2019-7-24_8-30-57.png

Los trastornos genéticos son aquellos originados por una alteración en el cromosoma o en los genes. Uno de ellos es el Síndrome de Klinefelter, un síndrome que aparece sólo en el s*x* masculino, y que se caracteriza porque los varones presentan cromosomas XXY en lugar de XY.

Esta X de más origina diferentes síntomas y en diferentes niveles (a nivel físico, conductual, de personalidad…). En este artículo veremos en qué consiste el síndrome, cuáles son sus síntomas habituales, sus causas y posibles tratamientos a aplicar.

Síndrome de Klinefelter: ¿qué es?
El Síndrome de Klinefelter es un trastorno genético que afecta únicamente al s*x* masculino. Es causado por un error aleatorio en los cromosomas; concretamente, se crea una X adicional en los cromosomas sexuales del varón. A raíz de ello, el varón, en lugar de presentar XY, presenta XXY, lo que conlleva una serie de signos y síntomas característicos, como testículos más pequeños y la reducción o ausencia de testosterona.

Este síndrome afecta a 1 de cada 500-1.000 bebés nacidos. En cuanto a factores de riesgo, sólo se conoce como uno de ellos el hecho de que la madre tenga más de 35 años al quedarse embarazada. Sin embargo, es un factor que sólo aumenta levemente la probabilidad de padecer el Síndrome de Klinefelter.

diagnostico-sindrome-de-klinefelter-default.jpg

Síntomas
Los signos y síntomas del Síndrome de Klinefelter pueden variar mucho de una persona a otra. Además, según la franja de edad, los síntomas serán unos u otros. Por otro lado, es frecuente que los síntomas no se detecten hasta la adolescencia o la adultez.

Generalmente, los síntomas frecuentes que origina este síndrome son unos testículos y un pexx más pequeños de lo normal. Además, en este caso los testículos son firmes. Por otro lado, puede aparecer un agrandamiento del tejido mamario (ginecomastia) y una debilidad en los músculos y los huesos.

Estos síntomas mencionados aparecen en general en todas las edades, pero vamos a ver cuáles son los síntomas típicos del Síndrome de Klinefelter en cada franja de edad.

1. Nacimiento
Durante en nacimiento y cuando son bebés, los síntomas habituales del Síndrome de Klinefelter son algunos retrasos, especialmente en el habla y el desarrollo motor. Así, estos bebés pueden tardar más de lo habitual en sentarse, gatear y caminar.

Por otro lado, aparece la debilidad muscular ya mencionada, así como unos testículos que no descienden al escroto. A nivel comportamental suelen ser bebés que no hablan mucho y que presentan una conducta dócil.

2. Niñez y adolescencia
A medida que se hacen mayores, y especialmente durante la niñez y la adolescencia, aparecen otros síntomas, tales como una pubertad alterada (que puede ser ausente, retrasada o incompleta).

A nivel físico, son niños más altos que la altura media, con unas piernas más largas, un torso más corto y unas caderas más amplias. Su pexx y sus testículos son más pequeños, y también pueden presentar ginecomastia (agrandamiento del tejido mamario).

Cuando crecen, los adolescentes con Síndrome de Klinefelter pueden presentar menos pelo facial y corporal que los adolescentes de su edad. A nivel muscular siguen presentando debilidad; esta debilidad también aparece en los huesos.

Por otro lado, pueden tener algún tipo de dificultad de aprendizaje relacionada con las matemáticas, la escritura, la lectura y/o la ortografía. A nivel comportamental, suelen ser niños y adolescentes un tanto apáticos, con bajos niveles de energía. En cuanto a su personalidad, pueden tener problemas para expresar sus sentimientos o para interactuar con los demás, siendo en general tímidos y especialmente sensibles.

3. Adultez
En la época de la adultez, los hombres con Síndrome de Klinefelter siguen presentando la debilidad muscular y ósea ya mencionada, así como los síntomas de ginecomastia y pexx y testículos pequeños. También suelen ser hombres más altos de lo habitual. Por otro lado, siguen teniendo menos vello corporal y facial de lo esperado. Además, presentan un aumento de grasa en el abdomen.

En esta etapa, pero, el síntoma más característico y que suele preocupar más a las personas con el síndrome es la poca cantidad de esperma que segregan, debido a la disminución del tamaño de sus testículos.

En algunos casos, incluso, es posible que no segreguen nada de esperma. Esto afecta a su fertilidad y hace que tengan dificultades para tener hijos; sin embargo, con métodos de reproducción adecuados pueden llegar a tenerlos (por ejemplo con técnicas de reproducción asistida). Finalmente, los adultos con Síndrome de Klinefelter también presentan un deseo sexual hipoactivo, es decir, un bajo deseo sexual.

Causas
Como hemos visto, el Síndrome de Klinefelter es un trastorno genético ocasionado por un error aleatorio en los cromosomas. Es decir, no es un trastorno hereditario (no se transmite de padres a hijos), sino que es una alteración genética.

La mayoría de las personas, tenemos 46 cromosomas (23 pares de cromosomas), los cuales contienen nuestro material genético (ADN). El ADN define nuestro fenotipo (es decir, nuestras características físicas, de personalidad, conductuales, etc.); es decir, configura “quiénes somos” y “cómo somos”. De estos 46 cromosomas, 2 son sexuales; en la mayoría de mujeres, estos dos son XX, y en la mayoría de los hombres, estos son XY (por lo tanto es la Y la que determina el s*x*).

En el caso del Síndrome de Klinefelter, sin embargo, la alteración genética hace que los varones afectados nazcan con un cromosoma X “extra”, y que en lugar de presentar XY en sus cromosomas sexuales, presenten XXY.

Variantes
Por otro lado, existen tres posibilidades en cuanto a la alteración genética que comentamos como la causante del Síndrome de Klinefelter. Cada una de estas tres posibilidades influye en la manifestación de los síntomas de síndrome:

1. Afectación de todas las células
Una primera posibilidad es que la X “extra” aparezca en todas las células del varón afectado. En este caso, los síntomas serán más marcados.

2. Afectación de algunas células
Una segunda posibilidad es que la X “extra” aparezca sólo en algunas células de la persona. De esta manera, los síntomas serían más leves. Sería el llamado Síndrome de Klinefelter de tipo mosaico.

3. Más de una X “extra”
Finalmente, puede ocurrir que en lugar de aparecer la X “extra”, aparezca más de una X de más. En este caso, los cromosomas en lugar de ser XXY, serían XXXY, por ejemplo. Se trata de casos raros, que aparecen con muy poca frecuencia. Lógicamente, a nivel sintomático los síntomas serían mucho más notables.

Tratamiento
El Síndrome de Klinefelter no tiene cura; es decir, en la actualidad es imposible cambiar los cromosomas de un niño con Síndrome de Klinefelter. Sin embargo, sí se pueden tratar los síntomas que el síndrome produce. El tratamiento, en este caso, deberá ser multidisciplinar, recurriendo a profesionales de la psicología, médicos, logopedas, fisioterapeutas, etc.

Existen diferentes terapias que se pueden realizar, dependiendo de los signos y síntomas de cada paciente. Algunas de ellas son:

1. Reemplazo de la testosterona
La terapia de reemplazo de la testosterona está enfocada a estimular los cambios típicos que aparecen durante la etapa de la pubertad. Esta terapia puede mejorar la densidad ósea y muscular, así como estimular el crecimiento del vello corporal, agrandar el tamaño del pexx y cambiar el tono de voz a uno más grave.

Sin embargo, no resulta efectiva para tratar la fertilidad o para aumentar el tamaño de los testículos.

2. Logopedia
En los casos donde aparezca un retraso en el habla, puede recurrirse a la logopedia para estimular y facilitar la expresión del lenguaje oral.

3. Fisioterapia
La fisioterapia puede ayudar a mejorar la debilidad muscular que aparece frecuentemente asociada al Síndrome de Klinefelter.

4. Psicología
En caso de que exista una necesidad de asistencia psicológica, la intervención psicológica estará enfocada a tratar las dificultades personales y sociales del niño, adolescente o adulto con Síndrome de Klinefelter. Por otro lado, la infertilidad causada por el propio síndrome, es un problema que afecta especialmente a los hombres, por lo que deberá abordarse siempre que el paciente lo requiera.

5. Soporte pedagógico
Finalmente, en el caso de que aparezcan dificultades de aprendizaje (como hemos visto, algo frecuente), una buena opción de tratamiento será una reeducación pedagógica personalizada. También se pueden emplear diferentes estrategias de soporte educativo.

Referencias bibliográficas:
  • Pacenza, N., Pasqualini, T., Gottlieb, S., Knoblovits, P., Costanzo, Stewart, U., Rey, R., Martínez, M. y Aszpis, S. (2010). Síndrome de Klinefelter en las distintas edades: experiencia multicéntrica. Revista Argentina de Endocrinología y Metabolismo, 47(4): 30-39.

  • Rosenweig, M., Breedlove, S. y Watson, N. (2005). Psicobiología: una introducción a la neurociencia conductual, cognitiva y clínica. Barcelona: Ariel.
TÓPICOS



Laura Ruiz Mitjana
Psicóloga

Graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona, con Máster en Psicopatología Clínica Infantojuvenil por la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializada en Trastornos del Neurodesarrollo. Actualmente trabaja como Psicóloga infantil en la Associació Catalana del Síndrome X Frágil. Autora del libro "Vivir de memoria" (Editorial Círculo Rojo, 2018). Aficionada del deporte y la lectura.

https://psicologiaymente.com/salud/sindrome-de-klinefelter
 
Tríada luminosa: Los 3 rasgos que nos convierten en buenas personas, según la ciencia

Triada-luminosa-1024x683.jpg


Que el mal y la desgracia resultan fascinantes no es un secreto para nadie, o al menos no debería serlo para las mentes más agudas. Aunque todos los días pasan pequeñas y grandes cosas maravillosas en el mundo, los titulares de los diarios y noticieros están colmados de desgracias. No es que el mundo se esté acabando o que de repente la maldad se haya apoderado de todos, es un simple sesgo cognitivo provocado por un mecanismo evolutivo que nos hace centrarnos en el peligro, más que en las cosas positivas, de manera que podamos urdir estrategias que nos permitan evitar esos riesgos.

Ni siquiera los psicólogos han podido escapar a la fascinación que ejerce lo oscuro. En 2002, los psicólogos Delroy Paulhus y Kevin Williams profundizaron en la mente de lo que popularmente calificaríamos como «malas personas» y descubrieron la “tríada oscura de la personalidad”, tres rasgos que subliman la esencia del mal. Desde entonces, el núcleo oscuro de la personalidad – compuesto por el narcisismo, maquiavelismo y la psicopatía – ha recibido mucha atención.

Caminando en la oscuridad, nadie se había vuelto a la luz para preguntarse qué caracteriza a las «buenas personas». No se trata de aquellas que hacen donaciones solo para obtener reconocimiento o que brindan su ayuda para después cobrarse el favor sino de esas personas que brillan con luz propia, que comparten lo poco que tienen, que mejoran nuestro día y que transmiten una agradable energía positiva cuando estamos a su lado.

La tríada luminosa
Un grupo de psicólogos de las universidades de Pensilvania y Háwai se preguntaron si podía existir una tríada luminosa que diferenciase a las «buenas personas». Ni cortos ni perezosos, sometieron a 1 518 personas a diferentes tests de personalidad, además de evaluar otros aspectos como la satisfacción con la vida y los resultados alcanzados.


Descubrieron que existen tres rasgos que sobresalen y caracterizan a las buenas personas:

  1. Humanismo. Implica comprender que cada persona es valiosa por sí misma, que tiene algo que aportar en su unicidad, y tratarla con la dignidad que merece, sin menospreciarla.
  2. Kantismo. Implica relacionarse con las personas de manera auténtica, por el placer que se obtiene de la propia relación, no usarlas como medios para alcanzar un objetivo personal.
  3. Fe en la humanidad. Implica creer en la bondad humana, creer que todos – incluidos nosotros mismos – tienen algo bueno y, sobre todo, que tenemos el poder de cambiar y crecer.
Lo positivo – y lo negativo – de ser una buena persona
La tríada luminosa fue más común en las mujeres, personas con un elevado nivel de espiritualidad y que habían tenido una infancia feliz. Los psicólogos descubrieron que estas personas también eran más conscientes, autónomas y competentes. Otros rasgos que acompañan a la tríada luminosa son: la compasión, la empatía, la amabilidad y la apertura a las nuevas experiencias.

Las buenas personas mostraron una mayor satisfacción con su vida, tenían un ego más calmado – lo cual significa que no necesitaban buscar continuamente la aprobación externa – habían desarrollado un apego seguro y experimentaban más gratitud hacia la vida.

Sin embargo, todo no es color de rosa. Las buenas personas también suelen experimentar más culpa, pueden pensar que no merecen esa felicidad o los éxitos alcanzados. También suelen padecer lo que los investigadores calificaron como “responsabilidad omnipotente”, que implica preocuparse mucho por las personas que quieren, aunque aparentemente estén bien.

La tríada ligera también se relacionó con una mayor “bondad amorosa”, que en algunos casos puede hacer que esas personas sean más vulnerables a la manipulación y la explotación por parte de los demás ya que tienden a excusar sus comportamientos.

Las luces y las sombras coexisten en cada uno de nosotros
Estos psicólogos constataron que todos tenemos un lado oscuro y otro luminoso, aunque afirman que la persona promedio está ligeramente más inclinada hacia la tríada luminosa en sus pensamientos, comportamientos y emociones cotidianas.

Si queremos avanzar en el camino del crecimiento personal, debemos ser conscientes de nuestras luces y sombras abandonando las etiquetas de buenos y malos para comprendernos como seres únicos. De hecho, puedes realizar el test de la tríada luminosa y comprobar también cómo puntúas en la tríada oscura.

Fuentes:

Kaufman, S. B. et. Al. (2019) The Light vs. Dark Triad of Personality: Contrasting Two Very Different Profiles of Human Nature. Front. Psychol; 10:467.

Paulhus, D. & Williams, K. M. (2002) The Dark Triad of Personality: Narcissism, Machiavellianism, and Psychopathy. Journal of Research in Personality; 36(6): 556-563.
https://rinconpsicologia.com/triada-luminosa-rasgos-personas-buenas/
 
Back