Cuadernos de Historia

Los secretos de la Garduña: ¿Fue creada la Mafia italiana por criminales de la España imperial?
Tres hermanos castellanos, Osso, Mastrosso y Carcagnosso, llegaron a las costas italianas huyendo de la justicia de Toledo que les acusaba de asesinato. Pertenecían a la misteriosa Hermandad de la Garduña




Representa el momento en que uno de los combatientes cae mortalmente herido, en un lance del siglo XVII


Representa el momento en que uno de los combatientes cae mortalmente herido, en un lance del siglo XVII




César Cervera
César CerveraSEGUIR Actualizado: 15/11/2019




La fundación del denominado como crimen organizado remonta su origen, según leyendas populares todavía vigentes en Italia, al naufragio en el siglo XV frente a las costas de la isla de Favignana de tres hermanos españoles: Osso, Mastrosso y Carcagnosso, fundadores legendarios de la Cosa Nostra, la 'Ndrangheta y la Camorra, respectivamente. Los tres caballeros, miembros de la poderosa Hermandad de la Garduña, venían huyendo de España por un feo asunto de honor cuando arribaron en una tierra supuestamente incorrupta.

La leyenda relata que los tres caballeros, procedentes de Toledo, se habían visto obligados a huir tras vengar con sangre el honor de su hermana violada. Consiguieron escapar de Castilla y se embarcaron hacia Italia, recalando después de un naufragio en Favignana, una pequeña isla próxima a Trapani, en el extremo occidental de Sicilia. El cuento asegura que Osso, el mayor de los tres hermanos, permaneció en la isla y dio origen a la Cosa Nostra. Mastrosso atravesó el estrecho de Messina y se estableció en Calabria, donde surgió la 'Ndrangheta, mientras que Carcagnosso, el más ambicioso de los tres, logró llegar a Nápoles, una de las grandes plazas del poderoso Reino de Aragón, para fundar la Camorra.

Los tres hermanos serían, según esta fábula, los creadores de los códigos de honor basados en valores como valentía, lealtad y fidelidad que se atribuyen las organizaciones clandestinas italianas, pese a que su actuación dicta de tener ningún ápice de nobleza.



Osso, Mastrosso y Carcagnosso, los tres náufragos españoles


Osso, Mastrosso y Carcagnosso, los tres náufragos españoles



La teoría sobre la fundación española de las grandes mafias italianas cumple la apariencia de la típica fábula nacionalista para achacar a la influencia externa un problema local. Así ocurre en el imaginario nacionalista catalán, donde la Inquisición –vigente en la Corona de Aragón dos siglos antes que en Castilla– ha quedado vinculada únicamente a los castellanos, junto a otros defectos y problemas que eran anteriores a la unión dinástica de los Reyes Católicos.

En el caso de las mafias italianas, la tradición de grupos criminales con una organización profesional en la Península Itálica se remontan prácticamente a la Antigua Roma, donde el sistema de clientelismo empleado por las grandes familias patricias daban sombra a todo un séquito de carroñeros y personajes fraudulentos. Si hay prosperidad no tarda en avanzar y refinarse el crimen, siempre que no existan los instrumentos para ponerle fin.

El surgimiento de las mafias modernas está más que documentado por los historiadores italianos que emplazan su génesis a la región de Sicilia. En el siglo XIX, surgió la figura clave de los «gabellotti» (recolectores de impuestos) en esta región italiana para administrar las propiedades de los aristócratas. Ellos obtenían a cambio un porcentaje de las cosechas, pero para acrecentar sus ganancias dividían las tierras en pequeñas áreas y las arrendaban a los campesinos, quienes también les otorgaban un porcentaje del botín.

Poco a poco, estos capos se volvieron cada vez más poderosos e incurrieron en actos de corrupción: extorsionaban a los labriegos, se apropiaban indebidamente de pastizales para dar de comer al ganado y organizaban grupos de ladrones y cuatreros. Por esta razón se les considera a los «gabellotti» como antecedente directo de la Mafia. Sus prácticas no tardaron en ser imitadas en otras regiones empobrecidas del país.

El surgimiento de las mafias modernas está más que documentado por los historiadores italianos que emplazan su génesis a la región de Sicilia.


El mito de la fundación española de las mafias italianas tiene nexos con la leyenda negra que envuelve también a la familia Borgia, calificada sin fundamento de primera familia criminal de la historia. La realidad es que los crímenes de los Borgia (abusos en el poder, nepotismo, tráfico de influencias, etc) fueron idénticos a los de otros Papas, con la salvedad de que pocos pontífices han sido de nacionalidad no italiana.


¿Existió la Hermandad de la Garduña?
Es difícil encontrar indicios razonables que corroboren la existencia de la Hermandad de la Garduña –la supuestamente más longeva sociedad criminal de Europa– y menos en los términos románticos que se ha transmitido. Hasta hace pocos años, el debate se centraba en definir cuál fue su papel en la España de los Austrias, puesto que su existencia se daba por segura. Y es que para sostener la autoridad española en Nápoles, Sicilia, Cerdeña y el Ducado de Milán se requerían aliados a todos los niveles. Por esta razón, su rol quedó vinculado al de organismo subterráneo al servicio de los virreyes españoles en Italia. No obstante, la Hermandad de la Garduña ha quedado a día de hoy, tras más investigaciones, reducida al mundo de las leyendas y las especulaciones.

De obedecer a éstas, aún muy vivas en el sur de Italia, la Garduña fue creada en Toledo sobre el año 1412, ligada a los asaltos a las casas de musulmanes y judíos que habían sido previamente señaladas por la Inquisición. Después se habría desarrollado mucho en Sevilla, hacia donde iban a parar las perlas, gemas, esmeraldas, oro y plata de la recién conquistada América. Con el consiguiente auge de la industria del lujo y la banca aumentó, a su vez, la criminalidad asociada a la riqueza. Como gremio de ladrones contaba con una estructura inspirada en las cofradías religiosas, en cuya apariencia se escudaría para operar con impunidad.

El personaje de Monipodio en la novela ejemplar de Cervantes «Rinconete y Cortadillo» podría estar, pues, inspirado en un personaje real, al cual tuvo la oportunidad de conocer el escritor cuando estuvo en la cárcel. Las referencias sobre esta secreta y todopoderosa hermandad se alargan hasta el siglo XIX, cuando habría vivido sus episodios finales.




Fotografía de los miembros de la Mafia Calabresa en 1928


Fotografía de los miembros de la Mafia Calabresa en 1928



Muchos investigadores han sostenido su influencia sin el menor atisbo de duda. Es el caso del importante sociólogo alemán Georg Simmel o el intelectual Enzensberger, que defendieron su gran impacto en las sociedades mediterráneas. Más lejos llegó el historiador y policía Manuel de Cundías que aseguró que el Gran Maestro de la hermandad tuvo una vivienda reservada en el Palacio de la Monarquía de los Austrias, lo cual daría cuenta de su influencia dentro del Imperio español.

La policía de los Reyes Católicos
En contraposición a la Garduña –de ser cierto que existió– se creó en 1476 la Santa Hermandad, uno de los primeros cuerpos policiales organizados de Europa, que fue desarrollado en los años posteriores a la guerra civil que enfrentó a los partidarios de Isabel de «Castilla» y a los de Juana «La Beltraneja». En 1476, las Cortes de Madrigal decidieron unificar las distintas hermandades de este tipo, que venían existiendo a nivel local desde el siglo XI en los reinos cristianos, para combatir el problema del bandolerismo en los campos castellanos. Carentes de tropas propias, los futuros Reyes Católicos reclamaron a los procuradores de cada región que levantaran ejércitos leales a la Corona para perseguir a los bandoleros y a los nobles que habían apoyado a «La Beltraneja».

«Por ella [Isabel] fue destruida la soberbia de los malos caballeros que eran traidores e desobedientes a la corona real...»


La efectividad de esta unidad permitió limpiar Castilla de ladrones «e robos, e bandos, e salteadores de caminos, de lo cual era llena cuando comenzó a reinar. Por ella [Isabel] fue destruida la soberbia de los malos caballeros que eran traidores e desobedientes a la corona real...», proclamó en una de los cantos a la Reina Andrés Bernáldez, el cura de Los Palacios. De ahí lo injusto de la expresión «¡A buenas horas, mangas verdes!», que tiene su origen en el color de su uniforme, un coleto, o chaleco de piel hasta la cintura con mangas de color verde, y en su carácter rural. Dado su rango tan amplio de actuación, este antecedente remoto de la Guardia Civil solía llegar tarde siempre al lugar del crimen, de modo que el pueblo castellano acuñó esta expresión popular como chanza sobre su lentitud.

 
UN HÉROE DE SU MOMENTO
La historia de Pedro de Zubiaur, un marino gigantesco y una leyenda
Valiente, osado y espía a las órdenes de la Corona en los tiempos del Felipe II, su intrépida vida ha hecho que su nombre quede forjado a fuego en la historia de España




Foto: Foto: Wikipedia


Foto: Wikipedia


AUTOR
ÁLVARO VAN DEN BRULE
Contacta al autor

16/11/2019



"El opresor no sería tan fuerte sino tuviera cómplices entre los propios oprimidos"


Simone de Beauvoir



Winston Churchill definió el éxito como la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el ánimo. A juzgar por sus enormes derrotas en las guerras contras los Boers, las derrotas infligidas por los imperios centrales en la I Guerra Mundial en la batalla de Galípoli, y la perdida de la Europa del este a causa de la defensa de Polonia; el hecho de que se perpetuara como primer ministro del Reino Unido dice mucho de su camaleónica adaptación.


Algo parecido le ocurrió a un vizcaíno de incuestionable pelaje marinero'comme il faut', 'trending tópic' y héroe en alza en su momento, aclamado por un pueblo desatado que con fervor le aclamaba cada vez que pisaba tierra. Era más grande él que su leyenda y su leyenda era legendaria. Se llamaba Pedro de Zubiaur.


El hombre y la leyenda
Fuera de algunos especialistas que han glosado su figura, Pedro de Zubiaur es un personaje novelesco donde los haya. Ojo derecho de Felipe II y III, a este intrépido marino se le encomendó la delicada tarea de proteger las riquezas que España ingresaba desde todas las latitudes. Ora abastecía con suministros y refuerzos a los tercios españoles destinados en los frentes de guerra, ora combatía el corso extranjero con idénticos procedimientos sin reparo alguno. Rescató a cientos de cautivos españoles en poder de los ingleses incluso a costa de su propia fortuna, y llegó a actuar como agente secreto de la Corona protagonizando posiblemente el primer caso de espionaje industrial en la Historia de España.

En aquella España del Siglo XVI, fue uno de los marinos estrella junto conBazán, Juan de Austria, sus congéneres Oquendo y Rekalde, ambos también vascos y conocedores del mar profundo desde que dejaron la teta para salir a pasear por sus acuáticos dominios. Felipe II un rey entregado a la seducción innata de este formidable elemento de la naturaleza, lo colmó de parabienes. Pero el tiempo (sobre todo el que habita en España) se ha encargado de borrar su nombre como el de tantos grandes sin títulos aristocráticos pero con gónadas acreedoras para ello.
Rescató a cientos de cautivos españoles en poder de los ingleses a costa de su propia fortuna y llegó a actuar como agente secreto de la Corona
El Conde de Polentinos en su publicación de la correspondencia de Pedro de Zubiaur con Felipe II, encontrada accidentalmente en un mugriento baúl en el que las telarañas parecían habitar en un cinco estrellas a juzgar por la calidad de la documentación que albergaba aquella madera (Esto ocurría en 1946), argumentaba que fueron “tantos y tan relevantes sus servicios, que pudieran ser asunto de una particular monografía”.

Bolívar era en el siglo XVI una aldea de caseríos diseminados en esa verde alfombra con que ha dotado la creación al País Vasco. Esta circunscripción estaba a unas cinco leguas de Bilbao (una legua venía a ser una medida equivalente a unos 4.800 metros de distancia) y la familia Zubiaur estaba dedicada al comercio discrecional y por los pactos con Castilla, a canalizar las exportaciones de lana de la Mesta aunque en el siglo en cuestión estaban más volcados en los fletes que en temas más discrecionales.
Pedro de Zubiaur -convienen los entendidos- , en que por la complejidad de su apellido –fonéticamente hablando-, tiene una difícil pronunciación de este topónimo, ya que sus letras vocales forman un triptongo, lo que hace que se le mencione en la documentación de la época de diversas maneras, tales como: Pedro de Cibiaur, Çibiaur, Cubiaur, Çuuiaur, Zubiaur, Zubiaurre o Çubiaurre, cuyo significado viene de la definición topográfica del huerto o manzanal que estaba delante del puente que se orientaba a Bilbao. Tras esta “chapa” sobre la ortodoxia gramatical del apellido de nuestro héroe, solo cabe recalcar que él prefería ser llamado y firmar como Pedro de Çubiaur, pues la c con cedilla equivale a la z vasca de pronunciación silbante y también a la expresada en la zona vasca del sur de la Aquitania Francesa, parte de la cual en su momento configuró el Reino de Navarra con fuerte predominio del euskera.


Un portento
El que se casara a una edad avanzada para su tiempo era normal en muchos marinos. Era creencia general que los deberes y atenciones familiares estaban en abierta contradicción con las duras exigencias de una agitada vida militar, con abundantes y prolongados períodos de servicio en el mar, por lo que muchos preferían postergar tal decisión de casar hasta un momento en su vida en que consideraban se habían asentado en la profesión (Rodríguez González, 2018).

En lo físico, su estatura superaba ampliamente los 195 cm y se cree por datos indirectos y dada su fuerza física, que era muy dado al noble “arte” de levantar piedras (en todos los caseríos vascos de aquel tiempo había una de ellas, tradición que aun hoy perdura en bastantes), este Harrijasoketa (voz compuesta del euskera harri, piedra y jaso, levantar) cada vez que llegaba de hacerles alguna “faena” a los ingleses, se relajaba levantando en tres tiempos una piedra rectangular de 200 kilos (Perurena tiene el récord en 306 k a día de hoy en varias arreadas). Mas, es Mieltxo Saralegi, con 320 k de un arreón el que tiene el record mundial. Juzguen ustedes lo que da una dieta de txistorras, sidra y marmitako.

La época de Felipe II fue una etapa tremendamente turbulenta. Hay un cambio de dinastía en Francia, una guerra de la independencia holandesa...
La vida de nuestro personaje abarca desde los años 1540 al 1605, y en 1568 inicia su carrera militar en la Armada española, en los años coincidentes con el reinado de Felipe II, el llamado Rey Prudente, algo con lo que este juntaletras discrepa rotundamente. Tras tres décadas de conflicto armado permanente debido a la vulnerabilidad del vasto Imperio español, se inicia la pax hispánica (una paz armada ante sus oponentes históricos).

La época de Felipe II -según los historiadores Carnicer y Marcos-, fue una etapa tremendamente turbulenta en la historia Europea. Es la época de la reacción de la Contrarreforma versus la Reforma luterana; de las guerras religiosas a tutiplén, del cambio de dinastía en Francia en el que los Borbonessuceden a los Valois; asimismo, la gravosa e inútil guerra de independencia de los holandeses contra el rey de España que nos costó un ojo de la cara por el empecinamineto del monarca español cuando tuvo opciones de parar aquella sangría humana y económica (leer la historia de los condes de Egmont y Horn); de la consolidación de los protestantes insulares y el despegue de Inglaterra como gran potencia bajo la batuta de Isabel I; y por si fuera poco, del tremendo impacto del poderío turco en el Mediterráneo. Y ya puestos a sumar, podemos añadir las escaramuzas de la conquista. En fin, que éramos el perejil de todas las salsas. A título meramente informativo, cabe recordar que ningún imperio a lo largo de la historia conocida tuvo tantos frentes como el español. Para mear y no echar gota.

Este período en que nuestra monarquía multinacional acrecienta su dependencia respecto al factor humano o levas provenientes de Castilla lleva su poder militar y expansión territorial a su cenit, pero una política exterior tan lastrada de gastos y cargas terminarán por agotarla. Cabe recordar aquí que a Gulliver se lo llevaron por delante los liliputienses. Un siglo de esfuerzo titánico con el consiguiente desgaste en conflictos continuos acaba con el trágico remate de la difusión en Castilla de la peste bubónica, que acaba diezmando su población, en aquel entonces base de su poderío como reino.



Felipe II


Felipe II


Pero en este galimatías geopolítico y bélico también hubo noticias buenas. Durante el hermanamiento hispano portugués bajo la férula de Felipe II, la flota hispano lusa instalada en Lisboa recibió el nombre de Armada del Océano, uno de cuyos capitanes generales será Pedro de Zubiaur. La colaboración de ambos reinos en materia de seguridad permitiría cubrir de manera eficaz el mar del Norte y el Océano Atlántico con un conglomerado naval reforzado tras la integración de ambos países que para 1585 alcanzaba ya las 300.000 toneladas, en oposición a las 232.000 de Holanda, 80.000 de Francia y 67.000 de Inglaterra. Con las naos y galeones de la Corona de Portugal más las sucesivas incorporaciones de carabelas de más calado y pataches cantábricos se implementó a partir de 1580 la armada más formidable que habían visto los mares hasta ese momento. Con base en Lisboa, la logística militar en la fachada Atlántica permitió la conquista de las Azores por Álvaro de Bazán -una posición estratégica en el control del comercio oceánico- que garantizaría la llegada de las flotas de ambas Indias (la portuguesa y la española) durante la década de los ochenta al tiempo que defenderse eficazmente de la incipiente piratería y de la depredadora Inglaterra.

Se adjudica la invención del galeoncete, un pequeño galeón muy rápido de proa de cuchillo, extremadamente ágil, algo así como una especie de fragata muy maniobrera a este gran marino que fue Pedro de Zubiaur. No obstante, el historiador Fernández Duro asigna a Cristóbal Barros el papel de gran impulsor de la construcción naval en la España de este tiempo obviando este detalle de vital importancia, pues la nave en cuestión era sumamente polivalente.

Debió de sentir el deseo, como les sucedía a todos los segundones de casas nobles, de servir al rey y a su patria con las armas como marino
Como hemos visto, eran muchos los frentes de lucha, pues parecía que nos habíamos clonado a lo bestia y multiplicado en mundos paralelos El estratégico sector Atlántico desde Gibraltar hasta Pasajes y desde las islas Azores hasta el Canal de la Mancha, eran el escenario de este espadachín de los mares, llamado Pedro de Zubiaur. El control del Atlántico adquiere en esa época un valor extraordinario para el manejo de los recursos, aprovisionamientos, productos y aplicación de la doctrina militar del momento.

Nos explica el Conde de Polentinos, en el Epistolario del general Zubiaur, que "viviendo este señor en una época en que Bilbao y toda Vizcaya tenían la fiebre del comercio y la navegación", debió de sentir el deseo, como les sucedía a todos los segundones de casas nobles, (se hace necesario que la injusta ley de mayorazgo adjudicaba al primogénito la casi totalidad de los bienes en herencia) de servir al rey y a su patria con las armas como marino, y seguramente conseguiría de su padre no sólo el consentimiento para hacerlo, sino también el dinero suficiente para armar dos zabras con las que se ofreció al rey don Felipe II, inaugurando de este modo sus servicios marineros.

Los marineros vizcaínos eran los primeros entre los españoles en cuanto a habilidad en la navegación costera y en la defensa de sus naves contra los enemigos -no olvidemos la inmensidad de las distancias, el riesgo de la furia de sus tempestades y el acecho pirático como problemas específicos de la navegación por el océano- lo que era una buena carta de presentación ante el Rey, en una época en que España dedicaba una atención creciente al frente atlántico. En ese año de 1568 tenía Pedro de Zubiaur 28 años. Entonces la Real Armada se apostaba en el puerto de El Ferrol y su Capitán General era Alonso de Bazán y Guzmán. Su sueldo con cargo a la Armada empezó por ser de 80 escudos al mes.



Una misión
A primeros de diciembre de ese año de 1568, la primera misión que le encargó el rey fue, como Jefe de Infantes y Marinos, que llevase al Duque de Alba (Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel), en los Países Bajos, 450.000 ducados -85.000 libras-, repartidos en 155 cofres con un peso de 13.800 kilos, con orden de arribar a Inglaterra si en el Canal de la Mancha sobreviniese mal tiempo o se viese en peligro de encontrar navíos franceses por estar en guerra con aquel país. A la expedición encargada de ello se sumaron cuatro embarcaciones de Lope de la Sierra. El dinero, en monedas de plata, fue cargado en las naves en los puertos de Santander y Castro Urdiales. Parte de esta cantidad pertenecía a mercaderes genoveses, otra a comerciantes españoles y parte a la Corona española, que enviaba el dinero para el pago de las soldadas de los tercios acantonados en Flandes. Se transportaba además un cargamento menor de perlas, oro en barras y dinero en varias acuñaciones, así como mercaderías diversas, entre ellas algunas balas de lana. La mayor parte de la tripulación estaba formada por “vizcaínos”, nombre que también se daba a los guipuzcoanos, que eran mayoría.

Se adjudica la invención del galeoncete, un pequeño galeón muy rápido de proa, a este gran marino nacido en Vizcaya
La primera misión encomendada a Zubiaur, fue el transporte de las pagas a los tercios a Flandes, lo demuestra el hecho de que tenía la experiencia necesaria por haber hecho con anterioridad aquellas derrotas, pues de otra manera, habría sido inconcebible entregar fondos, que con carácter tan urgente necesitaba el Duque de Alba a alguien con escasa preparación en las cosas del mar Además, se hace necesario recordar, que en eso momentos existía la posibilidad de ser interceptado por las naves francesas.

Era el mes de diciembre de 1568, y la primera misión que le encargó su rey fue la de llevar al Duque de Alba (a la sazón Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel) 450.000 ducados repartidos en 155 cofres con un peso de más de trece toneladas. Parte de esa cantidad pertenecía a mercaderes genoveses, a la Corona española, y a comerciantes españoles varios que mercadeaban con flamencos, ingleses y estados del norte pertenecientes a la Antigua Liga Hanseatica. La mayor parte de los tripulantes estaba formada por “vizcaínos”, nombre que por extensión se daba a los guipuzcoanos, que eran mayoría en la expedición.

Pedro de Zubiaur había comenzado su carrera como armador y era dueño de varias naos mercantes sin artillar con las que comerciaba con Inglaterra Sevilla y Flandes por lo que aquellas singladuras no le eran desconocidas. En 1580 ejercía aun como armador, tenía una nao de gran calado en Bilbao de 860 toneladas y otra procedente de las Indias apresada a los ingleses. Los vizcaínos, según el historiador francés Priotti, no eran solo audaces marinos, sino también hábiles comerciantes, incluso, al nivel de los habilidosos castellanos.

Total, que Zubiaur por encargo del rey intenta llevar las pagas y vituallas a los tercios y los franceses les salen al paso a la altura de L´Orient, los españoles se escabullen y van a parar a Londres y a Southampton, pero es peor el remedio que la enfermedad. Los ingleses se incautan de todos los bienes del rey de España así como los de los particulares; Zubiaur es literalmente despojado y preso en un penal cutre donde los haya, el hospital –penal de Bridewell, en un recodo del rio Fleet, un afluente del Támesis-. Isabel II aprovecha aquella ingente masa de dinero que le llueve del cielo para financiar las acometidas del infumable Drake en Vigo, Cartagena de Indias y Santo Domingo, aun hoy héroe nacional inglés, un asesino en serie más bien tirando a genocida. La guerra ya no es un atisbo, sino un clamor. El Canal de la Mancha queda bloqueado por la extraña alianza de conveniencia francoangloflamenca, y España responde aúnando a los dispersos y pendencieros clanes irlandeses y consigue poner un poco de orden para que los ingleses claven tropas en su patio de atrás.

Mientras estas cosas sucedían, la posición social relevante de este tapado del espionaje filipino –Pedro de Zubiaur-, en Londres en funciones de comerciante, militar sin uniforme de un prestigio inconmensurable, disponía de una vasta autonomía para organizar redes de espías que funcionaban con la precisión de relojes suizos al tiempo que le avisaban de los preparativos navales de los “privateers” o corsarios ingleses como Francis Drake o Walter Raleigh.



Zubiaur, espía de la Corona
Las peripecias de Zubiaur como jefe del espionaje español en Inglaterra dan para una docena de volúmenes mereciendo un tratamiento novelesco por lo alambicado de sus hazañas entre los sagaces elementos del contraespionaje inglés. Pero este vizcaíno que ameritaba integridad y honradez a raudales, era de rabo, dos orejas y puerta grande. Por ello, y obviando el tiempo que residió en las cárceles inglesas y holandesas vamos a dar un salto de pértiga sobre aquellos hechos que convierten al espionaje actual en una cosa de parvulitos.

La guerra ya no es un atisbo, sino un clamor. El Canal de la Mancha queda bloqueado por la extraña alianza de conveniencia francoangloflamenca
Lo que siempre caracterizó a Pedro de Zubiaur, fue su osadía extrema. El corso era un modo extraordinariamente eficaz de hacer la guerra en los mares durante todo el tiempo que duró el contencioso anglo español, esto es, durante cerca de trescientos años ininterrumpidos. Al fin y a la postre, se trataba de arriar una bandera reconocida por otra de conveniencia; esto es, que Inglaterra jamás respetó un pacto. Podrían ser un conjunto de operaciones secundarias quizás, pero el conjunto era de enorme importancia por el impacto que causaba sobre un adversario desprevenido pues las fragatas, filibotes, urcas, etc. dedicadas a tal efecto crecían como setas en los océanos. La patente de corso era un modo barato de obtener pingues beneficios para el rey, pues ora se pagaba al armador, ora al capitán corsario poniendo el barco a disposición de su majestad. El corso era un entrenamiento de primera y en él se formaban buenos capitanes, marineros y artilleros, se mantenía un “espíritu de ofensiva” y a la par, una contraofensiva. A la postre, aunque España llegó a usar estas técnicas de corso tardíamente, los corsarios enemigos, azote de nuestras costas, nos llevaban años luz en este artero arte fuera de los mínimos aceptables en la “cultura” de lo bélico.

Autorizado para ello, Pedro de Zubiaur convirtió sus galeones y fragatas en unas herramientas muy productivas en su rol de corsario haciendo que el mes de agosto durara todo el año. Cerca de cuatro centenares de cántabros y vascos armados hasta los dientes y con hambre atrasada, bien engrasados con artillería ligera (bombardas con piedras caniconas o residuos de las ferrerías, esto es, metralla), y con armas de fuego “le dernier cri”, habían convertido el cantábrico en un lugar intransitable. Si llegaba septiembre con sus feas mareas, a puerto y a chatear.

La escuadra de Zubiaur, hacia 1590, llegó a constar de hasta seis filibotes de proa de cuchillo y velocidad punta con viento de empopada de hasta 20 nudos y una tripulación en conjunto de alrededor de 1.200 hombres en su momento álgido. Hacia el 6 de mayo de 1592, Walter Raleigh -muy leído él-, y almirantes como Hawkin, Clifford y Frobisher se hicieron a la mar desde Falmouth con sendas escuadras en busca de fortuna. A la altura de Finisterre, Pedro de Zubiaur le hecho el guante a seis fragatas de la escuadra de Raleigh y tras hacerse con este jugoso botín y las seis banderas, pensó que ya se lo había currado y que había que volver a Santoña y Pasajes a tomar “txiquitos”. Ni más ni menos, así era Zubiaur, leal al rey debajo de su txapela.

Un poco aburrido de tanta zarandaja marina, le dio un subidón cuando Alonso de Bazán le sugirió fortificar Blavet, un firme baluarte en la zona de Bretaña. Esta espectacular fortaleza estaba sitiada por los hugonotes franceses, unos protestantes muy ruidosos y allá que fue Zubiaur con su tropa de rudos cántabros y su bosque de txapelas. Las comunicaciones con Flandes quedaban reaseguradas con esa cuña en medio del corazón de Francia; además, podía servir como base para el plan de Felipe II de atacar Inglaterra. La posición de Blavet se fortificó siguiendo los planes del extraordinario ingeniero militar Cristóbal de Rojas que construiría dos solidos fuertes a resguardo del puerto con fosos abiertos e inundados para ahogar a cualquier humano con ínfulas de tunelar y colocar minas. Así, Blavet se transformó en un superpuerto extremadamente seguro y base de la Armada española y barcos de cabotaje además de refugio ante cualquier acoso enemigo o tempestad cantábrica, que suelen ser muy cabronas las condenadas.

Convirtió sus galeones y fragatas en unas herramientas muy productivas en su rol de corsario haciendo que el mes de agosto durara todo el año
Historiadores de la talla de Martínez de Ysasti, 1625; Fernández Duro 1897; Bereciartúa 1953 y Zurutuza 2006, dicen de este capitán vizcaíno literalmente que obraba milagros, que era terror de los enemigos, y “hombre de mar muy nombrado en su tiempo por las victorias y buenos sucesos” Los cronistas franceses atribuían estos triunfos de Zubiaur al valor y habilidad de aquellos legendarios españoles y a sus barcos por ser mejores veleros que los bajeles franceses e ingleses. La derrota no tiene padres, que decía Napoleón.

Pedro de Zubiaur sería nombrado Capitán General de la Armada Real del Mar Océano un 3 de junio de 1597 dedicándose a la protección de los convoyes provenientes de las Indias a los cuales acompañaba hasta Cádiz en una travesía plagada de piratas y corsarios que acechaban como buitres sus presas. Es probablemente uno de los grandes pioneros y adelantados en el modelo de protección de convoyes, ejemplo a tomar incluso, por los ingleses durante la II Guerra Mundial.

Pedro de Zubiaur podría pasar a la historia por los cientos de actos contadosen que ya fuera en superioridad o inferioridad, dio auténticos recitales de estrategia y repasos a franceses, holandeses e ingleses. En el caso de la Armada española que partió de Lisboa para Irlanda el 18 de septiembre de 1601 con 33 navíos, al mando de Diego Brochero de Anaya, el reemplazo del Almirante de Castilla al frente de la Armada del Mar Océano, llevaba este como segundo a Pedro de Zubiaur, y la infantería con su maestre de campo Juan del Águila; ambos, capítulos aparte ya tocados –el segundo- en esta paginas sabatinas de El Confidencial.


Para mayor abundamiento, decir que iban en socorro de los sitiadosespañoles en Kinsale (a 25 kilómetros de Cork) pues las acciones que Felipe II no se atrevió a emprender en la retaguardia inglesa, si las afrontó su hijo Felipe III. El 3 de enero de 1602, el ejército inglés inmensamente superior en número, se enfrentó a Juan del Águila en Kinsale, dejando al maestre del campo sitiado y la muralla muy maltrecha. Para empeorar las cosas, tenía además 900 heridos y enfermos y solo contaba con 1800 hombres útiles y recursos para tres meses. En una salida desesperada don Juan del Águila y su gente causaron severas bajas al enemigo en número de 400 hombres caídos y les arrebataron siete banderas. Juan del Águila finalmente y ante una situación dantesca, consiguió un acuerdo el 2 de enero de 1602 por el que rendir las plazas tomadas pudiendo repatriar a los supervivientes, entre ellos, multitud de irlandeses que llegaron a La Coruña en condiciones más que lamentables.

La monarquía española entregó una enorme cantidad de suministros militares y apoyó a la fuerza expedicionaria tanto como a los aliados irlandeses con una entrega y compromiso que en otras circunstancias, podrían haber sido utilizadas para llevar a cabo una exitosa campaña. La tremenda inversión efectuada en logistica en esta apuesta no puede desligarse del hecho de que durante el invierno de 1601 y 1602 a pesar de los enormes esfuerzos invertidos, los réditos fueron más que magros. Poco se logró en Kinsale y Castlehaven, a pesar de que los irlandeses no estaban preparados para el empleo de las novedosas armas y equipo que se les proporcionó; además, en segundo lugar, quizás un liderazgo más resuelto bien podría haber conducido a una probablemente victoria casi segura y muy incómoda en la trastienda de Inglaterra detrayendo muchos recursos de los que invertían en tocarnos nuestras partes pudendas. Tal vez, fue el fracaso colectivo por no diseñar un plan con visión de futuro para Irlanda lo que condujo a una batalla trabada y a la subsiguiente rendición de estas dos localidades con fortificaciones muy fáciles de defender y más, con los tercios en liza.



El Tratado de Londres
El caso es que en el Tratado de Londres del 28 de agosto de 1604 entre Felipe III y Jacobo I, hijo de María Estuardo y por ende, heredero de la corona de Inglaterra tras la muerte de Isabel I Tudor, que marcó el final de la guerra anglo-española (1585-1604), España se aseguraba la hegemonía mundial renunciando a restaurar el catolicismo en Inglaterra, mientras, que los anglos desistían de prestar ayuda alguna a los Países Bajos y se abría el Canal de la Mancha al trasiego marítimo español, prohibía a sus súbditos mercadear de España a Holanda y viceversa, y prometía suspender todas las actividades de sus piratas en el Atlántico, promesa que duro lo que el canto de un gallo. España como contraparte, concedía facilidades al comercio inglés en las Indias españolas. De hecho, en 1607 los ingleses fundaban su primera colonia en el Nuevo Mundo, Jamestown.

Fue nombrado Capitán General de la Armada Real del Mar Océano dedicándose a la protección de los convoyes provenientes de las Indias
Los mejores marinos de aquel siglo, con el tiempo, fueron devorados por la amnesia tópica de los historiadores que son los que vehiculan el alma de una nación sin entrar en patriotismos, pero si rindiendo homenaje a aquellos que alumbraron el futuro y la pervivencia de esa importante identidad telúrica y emocional tan necesaria para verse complementados en un tejido o placenta amable.
Al final, todo es nada. Tras una herida en combate desigual, cuando llevaba suministros a la guarnición de Dunquerke, una flota holandesa se cruzó en su rumbo o derrota. Tras un cañoneo infernal en superioridad numérica manifiesta, Pedro de Zubiaurre que iba muy tocado por una sepsis y probablemente por una neumonía de repetición se vio abocado a refugiarse en Dover donde al cabo, dejaría a su alma, explorar otros pagos más etéreos.

Desde aquella opaca bruma de una mañana inquietante en la que la torva muerte nos arrebató a unos de los mejores marinos que hayan hollado los mares; España está obligada a recordar este nombre, Pedro de Zubiaur.

 
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Las olvidadas armas biológicas de Vlad el Empalador, el verdadero Drácula, para aplastar a sus enemigos

La leyenda cuenta que disfrazó a decenas de sifilíticos con trajes turcos para que extendieran una plaga en el campamento turco de Mehmed II



Manuel P. Villatoro
Manuel P. Villatoro Actualizado:11/11/2019



El Conde Drácula es un vampiro clásico en la literatura. Pocos habrá que no hayan oído hablar en alguna ocasión de la obra del escritor Bram Stoker. El personaje real que hay tras la leyenda es, sin embargo, más interesante si cabe. Vlad III, hijo del soberano del principado rumano de Valaquia, pasó a la historia como Tepes (traducido como «el empalador») por su obsesión por asesinar a sus enemigos clavándoles en una pica. Aunque era su método predilecto, tan real como eso es que -para aterrorizar a los turcos, que invadieron su reino en 1462- expuso los cadáveres de presos desollados y descompuestos frente a las tropas del sultán Mehmed II.

Su cruel imaginación le llevó también (según algunos autores) a enviar al campamento otomano a un grupo de infectados de sífilis y lepra para que expandieran su mal entre el ejército enemigo.

Es difícil saber de dónde le venía a Vlad esa macabra imaginación. Aunque es probable que ese resentimiento naciera en 1442, año en el que su padre (apodado Dracul -demonio-) le envió (junto a su hermano Radu) a vivir bajo la tutela del sultán turco Murat II, entonces su aliados contra los húngaros. Con la ayuda de los musulmanes asesinó a su progenitor y logró hacerse con la poltrona de Valaquia en 1448. Pero su ambición le impidió mantenerse fiel y, poco después, se enfrentó a ellos durante más de una década. Durante ese tiempo demostró su barbarie al acabar, según se cree, con hasta 100.000 personas mediante el cruel empalamiento. Estas triste técnica le gustaba tanto que solía agasajar a los dignatarios extranjeros con grandes banquetes rodeados de cadáveres en picas.


Ataque biológico

Pero, aunque el empalamiento siempre fue el método de tortura y guerra psicológica preferido por Vlad III de Valaquia, no fue el único que puso en práctica. En las crónicas de la época (la mayoría, elaboradas después de su reinado, todo sea dicho) se afirma también que hervía a personas vivas y desollaba a cientos de sus víctimas para escarmiento público. Incluso se baraja la posibilidad de que fuera uno de los precursores de la misma guerra quimica que, a la postre, utilizarían los británicos contra los nativos americanos en el siglo XVIII e inauguraron de forma oficial los franceses -a gran escala- mediante los ataques con gas de cloro contra los búnkers enemigos en la Primera Guerra Mundial.

La presunta guerra biológica de Vlad III fue mucho más rudimentaria y se dio durante la guerra que mantuvo contra los invasores turcos en el siglo XV. Así lo afirma, al menos, el arqueólogo e investigador Matthew Beresford en una de sus primeras obras, «From Demons to Dracula: The Creation of the Modern Vampire Myth». En la misma (publicada en 2008 y replicada a la postre por otros tantos autores) se especifica que Draculea («hijo de Dracul», como también se le conocía) utilizó al pueblo valaco para tender una trampa a sus enemigos. «Usó a aquellos que estaban infectados con sífilis,tuberculosis o lepra, les vistió como otomanos y les ordenó que se internaran en los campamentos enemigos para infectarles», explica en la mencionada obra.

En España, el historiador y periodista Jesús Hernández (autor del blog «¡Es la guerra!» y de una infinidad de libros sobre nuestro pasado) ha recogido también esta posibilidad en su obra «¡Es la guerra, las mejores anécdotas de la historia militar!». Según el experto, Vlad reunió a «tuberculosos, leprosos, sifilíticos y demás enfermos contagiosos que habitaban su reino», les proporcionó vestimentas turcas y «los infiltró tras las líneas enemigas» para que extendieran sus males. «Se les dijo que, por cada uno que muriese, ellos recibirían una recompensa», desvela. Aunque, para demostrar su éxito, estaban obligados a regresar con el turbante del soldado otomano fallecido.

¿Fue efectiva la treta? Según ambos expertos, es difícil saberlo. Aunque Beresford especifica que el problema de esta última técnica es que estas curiosas «bombas biológicas» deberían haber infectado a un número exagerado de soldados enemigos para que la diferencia fuese palpable. Además, si se hubiera producido un brote de una de esas enfermedades (destacando sobremanera la lepra) habría quedado constancia en los escritos por su importancia. En el caso de la sífilis la idea es todavía más extraña, ya que se puede convivir con ella años hasta que empieza a provocar problemas severos como ceguera o parálisis. Aunque eso no impide que la rocambolesca idea fuese real y se llevase a cabo.

Ninguna de las referencias, eso sí, habla del año en el que se pudo producir esta mascarada. De lo que podemos estar seguros es de que una de las formas en las que se habría extendido la sífilis es mediantetransmisión sexual. Así lo afirma el «Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades» en su página web: «Se puede contraer sífilis mediante el contacto directo con una llaga de sífilis durante las relaciones sexuales anales, vaginales u orales. Las llagas se pueden encontrar en el pexx, la vagina, el ano, el recto o los labios y la boca. La sífilis también puede propagarse de una madre infectada a su bebé en gestación».



Mehmed II


Mehmed II



El medievalista Florin Curta (autor, entre otras tantas obras, de «Eastern Europe in the Middle Ages, 500-1300») no hizo referencia a esta posible táctica en una entrevista que trataba en profundidad la figura de Vlad en la revista especializada «Live Science». El experto sí hace referencia, por el contrario, a un episodio parecido en el que Vlad disfrazó a un grupo de sus más versados soldados como turcos para que penetraran en el campamento otomano y acabaran con la vida del sultán Mehmed II. No lo lograron, pero sí generaron un caos tal como para que los invasores se mataran entre ellos durante horas al considerar que sus compañeros eran unos traidores y habían traicionado a su líder.

En todo caso, este episodio parece una ironía. Y es que, se sospecha que el autor que creó Drácula (Bram Stoker) pudo morir aquejado de sífilis. Así lo sugirió su sobrino en una biografía sobre el escritor publicada en 1975; obra en la que explicaba que el certificado de defunción especificaba que la causa del fallecimiento pudo ser «ataxia locomotora de seis meses» (un eufemismo para no desvelar el verdadero nombre de la enfermedad de transmisión sexual a la prensa). No obstante, la verdad es que existe todavía cierta controversia en relación a las causas por las que abandonó este mundo.

Encerrado y asesinado
Vlad resistió, en primer término, la embestida turca mediante una mezcla de valor y guerra psicológica. El ejemplo más clamoroso de esta última se dio en 1462, cuando Mehmed II llegó hasta la ciudad de Targoviste en su avance hacia el corazón de Rumanía. En las cercanías de la urbe, a orillas del Danubio, se encontró con miles de estacas (las fuentes más exageradas afirman que unas 20.000) en la que había empalados otros tantos presos turcos, húngaros, rumanos y búlgaros. En los palos más altos había ubicado a los nobles. La visión de los cuervos comiendo la carne de los fallecidos estremeció a los invasores hasta tal punto que los cronistas dejaron constancia de la escena sin omitir detalle.

Ese mismo año, sin embargo, la aristocracia alzó hasta el poder a su hermano, Radu el Bello, como monarca de Valaquia. En ese punto comenzó una nueva guerra, ahora, contra uno de sus familiares. «En noviembre 1462, tras haber combatido contra su hermano y agotado sus recursos, fue arrestado por Matías Corvino [rey de Hungría]», explica Antonio Contreras en «De Vlad III, príncipe de Valaquia, a Vladislaus Szeklys, historia y leyenda». Pasó los siguientes años encarcelado.



Vlad Tepes


Vlad Tepes



Según Hernández, durante este tiempo no perdió su pasión por empalar, aunque lo hizo con los ratones y los pájaros que entraban en su celda. «Sin embargo, en 1475, el rey magiar consideró que, ante la amenaza turca, Vlad era más útil fuera que dentro de la prisión», añade el autor español. De esta forma, fue liberado para que se enfrentara, una vez más, a los otomanos.

Aunque logró detener, de nuevo, el avance otomano, Vlad fue traicionado en la Navidad de 1476 y asesinado, de forma presumible, por la espalda. En la actualidad se desconoce quién fue su verdugo, aunque se sospecha que habría sido enviado por el sultán. Su cuerpo sin vida fue enterrado en un convento cerca de Bucarest. «Aunque algunos lo consideran un héroe de la resistencia rumana frente a la expansión turca, de lo que no hay duda es de que, gracias a su desmedida crueldad, se ganó para siempre un lugar destacado en la historia de la infamia», añade el historiador español en su obra.

 
La guerra de África: imperialismo de andar por casa
En 1859, hace 160 años, llegaban a Marruecos las primeras tropas españolas dispuestas a librar una guerra hinchada ridículamente por gobierno e intelectuales



FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS
19/11/2019




La guerra de África: imperialismo de andar por casa


'El general Prim en la guerra de África', obra de Francisco Sans Cabot. (Dominio público)




A comienzos del siglo XIX, tras perder la mayor parte de las colonias americanas, España dejó de ser un gran imperio ultramarino para convertirse en una potencia de segundo orden. Bajo el reinado de Isabel II, se quiso compensar esta situación con una política de prestigio, en forma de expediciones militares al Pacífico, a Cochinchina o a México. La más célebre de estas aventuras exteriores fue la guerra de África (1859-60), contra el vecino Marruecos.

Este interés en el Magreb imitaba la política de Francia, que no hacía mucho que había ocupado el territorio argelino. Desde Madrid se temía que los franceses amenazaran los intereses hispanos en la zona y emparedaran la península entre los Pirineos y el Rif. Había que evitar que el área del estrecho de Gibraltar estuviera controlada por una potencia que no fuera España.

Los periódicos se sumergieron en una marea de exaltación patriótica

Ceuta y Melilla debían convertirse en las plataformas para una futura expansión. El pretexto se encontró en 1859: había que vengar el ataque de los musulmanes a un destacamento. Aunque se trataba de un incidente menor, el gobierno y la prensa afirmaron con solemnidad que el honor nacional estaba en juego.

Desenterrando a don Pelayo

Los periódicos se sumergieron entonces en una marea de exaltación patriótica: España, como en tiempos de la Reconquista, vencería al islam y llevaría la civilización a un pueblo que supuestamente vivía en el salvajismo. Según un artículo aparecido en La Gaceta Militar, los marroquíes, belicosos y sufridos, estaban sometidos al mal gobierno, víctimas de la ignorancia y de “las ridículas supersticiones de su religión”.




'Recibimiento del Ejército de África en la Puerta del Sol' (c. 1860) de Joaquín Sigüenza y Chavarrieta.


'Recibimiento del Ejército de África en la Puerta del Sol' (c. 1860) de Joaquín Sigüenza y Chavarrieta. (Dominio público)




Todo el Parlamento, incluidos los diputados republicanos, estuvo a favor de la intervención en África. Los mejores intelectuales del momento fueron los eficaces propagandistas del belicismo. Pedro Antonio de Alarcón, en su Diario de un testigo de la guerra de África, presentó el conflicto como un camino para que el país superara las divisiones internas de sus “mal avenidos hijos”.


Concepción Arenal, por su parte, dijo en una oda de 1.200 versos que aquel era el momento de resucitar las glorias de Pelayo, los Reyes Católicos o Cristóbal Colón. El general Prim, desde la óptica de la escritora, era el nuevo Cid. Esta opinión reflejaba el entusiasmo popular por un militar que se había distinguido en la batalla de los Castillejos y otros combates.


Se consiguió la ampliación de Ceuta y Melilla y la entrega de Santa Cruz de Mar Pequeña y las Chafarinas

Pocas fueron las voces discordantes. Para el republicano Francesc Pi i Margall, era absurdo utilizar la violencia para intentar destruir las tradiciones religiosas islámicas. Absurdo e hipócrita, porque un país que solo permitía la expresión pública del catolicismo no podía dar lecciones a otros.

Mucho ruido y pocas nueces

Finalmente, el esfuerzo bélico sirvió de poco. Marruecos solicitó el cese de las hostilidades y se vio obligado a ofrecer una compensación de 400 millones de reales, de los que Madrid tendría que descontar los 236 millones invertidos en la contienda. En términos territoriales, los resultados fueron exiguos. España consiguió la ampliación de Ceuta y Melilla, la entrega de Santa Cruz de Mar Pequeña (Ifni) y el reconocimiento sobre la soberanía de las islas Chafarinas.



'La batalla de Tetuán' (1894), por Dionisio Fierros, uno de los choques de la guerra de África.


'La batalla de Tetuán' (1894), por Dionisio Fierros, uno de los choques de la guerra de África. (Dominio público)




Pedro Antonio de Alarcón dijo entonces que aquella había sido una paz pequeña para una guerra grande, pero lo cierto es que el sueño de conquistar todo Marruecos, como se propuso desde la prensa, estaba fuera de la realidad. El gobierno de Madrid sabía que Gran Bretaña, el gran gendarme mundial, no iba a permitir la ocupación de Tánger, y menos una expansión que pusiera en peligro el equilibrio de poder en la zona.

Además, pese a las victorias, las tropas hispanas no estaban en buenas condiciones. Como señaló Frederick Hardman, corresponsal del Times, la campaña se había realizado de una forma chapucera, con precipitación y recursos insuficientes. ¿Cómo se explica, entonces, el resultado positivo? Solo por la poca capacidad militar marroquí. En otras circunstancias, la desorganización y el impacto de enfermedades como el cólera, que provocó el 69,7% de las muertes, hubieran desembocado en una derrota segura.


En una medida triunfalista, con el bronce de los cañones enemigos se fundieron los leones del Congreso


Los supervivientes regresaron a la península en un estado penoso, demacrados y con el equipo prácticamente inservible. Desde las instancias oficiales, se procuró silenciar esta verdad incómoda a base de triunfalismo. El bronce de los cañones arrebatados al enemigo en la batalla de Wad-Ras sirvió para fundir una pareja de leones, los que podemos ver en la actualidad a la entrada del Congreso de los Diputados.

Una historia con epílogos

Marruecos, en las décadas siguientes, seguiría condicionando la política española. En especial, durante la guerra del Rif (1909-1927), un conflicto tremendamente impopular, sobre todo porque los que marchaban a combatir eran los más humildes, aquellos que no podían satisfacer la elevada suma de dinero que les permitiría librarse del servicio militar.




Los leones de las Cortes fueron fundidos con los cañones capturados en la batalla de Wad-Ras.


Los leones de las Cortes fueron fundidos con los cañones capturados en la batalla de Wad-Ras. (CC BY-SA 3.0 / Selbymay)



En Barcelona, el descontento popular dio lugar en 1909 al estallido de la revuelta conocida como Semana Trágica. En paralelo, en el conflicto marroquí se estaba formando una nueva generación de militares, los denominados “africanistas”, que se distinguían por sus ideas políticas ultraconservadoras. Muchos de ellos, empezando por Francisco Franco, apoyarían en 1936 la rebelión contra el gobierno de la Segunda República.


 
El triste martirio de Cecilia, la santa de la música por error
Martirizada entre los siglos II y III, consiguió que más de medio millar de personas se convirtieran al cristianismo



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La historia de Santa Cecilia de Roma navega entre la realidad y el mito. Según explica el doctor en Historia de la Música Víctor Pliego de Andrés en su dossier «¿Por qué Santa Cecilia es la patrona de los músicos?», nuestra protagonista (hija de un famoso senador del siglo III) llegó virgen al matrimonio con su esposo, Valeriano. Durante su noche de bodas se negó a mantener relaciones sexuales con él debido a que había abrazado el cristianismo y se había consagrado a Jesús bajo voto de castidad.

Valeriano, en principio extrañado por la decisión, se dejó cautivar por su esposa, abandonó el paganismo, se bautizó y se unió a la nueva religión que seguían los cristianos. «Estaban asqueados de Roma y la fe daba sentido a su existencia pero, en vez de mantenerla oculta y guardar las apariencias, la joven pareja la manifestó y contagió entre familiares y amigos», explica el experto en el mencionado dossier. A partir de entonces se propusieron convertir a todos aquellos que estuvieran dispuestos a escucharles.

Al parecer, su ayuda fue determinante para extender el cristianismo en Roma. El experto español, por ejemplo, afirma que el papa Urbano Illegó a bautizar a 400 personas en el cuarto de baño de la vivienda de la pareja. Semejante trasiego atrajo la atención del prefecto de Roma, Turcio Almaquio, que atrapó a Cecilia y Valeriano poco después y se propuso conseguir que confesaran su traición al gobierno romano.

Según se detalla en las «Actas de Santa Cecilia» (unos textos anónimos hallados en el año 480 d. C.) Turcio Almaquio sometió a martirio a Cecilia para que admitiera su culpa después de asesinar a Valeriano y a su hermano (también convertido al cristianismo).

Tal y como se recoge en estos textos (romances píos, según la Enciclopedia Católica) fue condenada en principio a morir ahogada en el baño de su propia casa. Como sobrevivió, fue hervida viva. Pero tampoco funcionó. Al final, fue decapitada. A día de hoy la fecha exacta de su fallecimiento es un misterio y se ubicaría entre el año 180 y 230.

Pero... ¿cómo es posible que Santa Cecilia sea la patrona de la música? Este es uno de los grandes enigmas de la historia. En palabras de Pliego, «uno de los embrollos más enrevesados del santoral».

Según el experto, es cierto que en las actas del martirologia «se describe que durante el festejo nupcial sonaron instrumentos musicales» y que «cantaba en su corazón al Señor pidiendo conservar su pureza». No obstamte, la realidad es que el nombramiento (realizado en 1594 por parte de Gregorio XIII) se debió a un error de interpretación. Al parecer, cuando se tradujo su historia, se entendió el término «órgano» (entonces fuelle) como un instrumento musical.

 
Los cinco presidentes españoles asesinados
Desde Prim hasta Carrero Blanco pasando por Canalejas, cinco jefes de Gobierno fallecieron en atentados realizados por anarquistas, republicanos o etarras




Foto: Foto: montaje El Confidencial.


Foto: montaje El Confidencial.



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ÁLVARO VAN DEN BRULE
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23/11/2019




Cuando doy de comer a los pobres me dicen que soy un santo, cuando comienzo a preguntar por qué hay tantos pobres, me dicen que soy comunista"

-Hélder Pessoa Cámara



En esta jaula de grillos que es España -no desearía ofender a nadie por muy susceptible que sea- cuando no estamos liados echando a los romanos, a los godos, a los árabes o a los franceses; todos muy unidos y en comunión como si fuéramos una fraternidad de angelitos, cuando lo que somos en realidad es unos perillanes de tomo y lomo; para mantenernos en forma y no aburrirnos, no cesamos en nuestro ardor guerrero y armamos algún pollo para que no decaiga el asunto sanguíneo -de nuestro temperamento- ni tampoco ese oficio tan entrenado ancestralmente de ver correr sangre, algo que no se sabe por qué, nos tiene hipnotizados. Cuando no tiramos a una pobre cabra desde un campanario para estamparla contra el pavimento, le arreamos a un morlaco una docena de banderillas y unos buenos arreones con puntilla incluida para rematar. Pero si se pone a tiro un presidente de gobierno, nos pega un subidón que "ni pa qué"… Eso ya son palabras mayores.

Al pobre Juan Prim, le sorprendió la parca en el Paseo del Prado allá en las navidades de diciembre del año del señor de 1870. Al pobrecillo no le había dado casi ni tiempo a posar sus reales en su asiento de diputado; solo un año después de acceder a su cargo, cuando Amadeo de Saboya era elegido Rey de España en medio de una gran polémica -"era italiano"(como si los Borbonesfueran de las islas Samoa)- se hace necesario recordar que el coronado transalpino acabó hasta las gónadas del predio nacional por entender que esta plaza era ingobernable, y no le faltaba razón cuando decía que esto era una jaula de locos.


A tiros
El caso, es que a Prim tras retirarse del Congreso un día cualquiera, anodino como otros muchos, fue asaltado en la calle del Turco (actualmente Marqués de Cubas, entre el museo Thyssen y el Congreso). El carruaje, que lo conducía a él, sus guardaespaldas y colaboradores, fue interceptado por una banda de asesinos ocultos en dos coches. Al crear deliberadamente una obstrucciónpara dificultar la maniobra del vehículo del gobernante, este, aminoró la marcha y se formó una balacera que más parecía una granizada súbita de inusitada violencia. Los asesinos del presidente se bajaron de los coches y con las culatas de las carabinas quebraron los cristales del vehículo presidencial disparando a quemarropa, calculándose en más de un centenar los casquillos que sembraron el adoquinado aquel infausto día para España.

Los etarras que intervinieron en el asesinato de Carrero Blanco fueron sometidos a una cacería sin precedentes y finiquitados de diferentes maneras


En apariencia, el atentado no daba visos de gravedad inicialmente, pero una sepsis galopante lo dejó tieso al tercer día de aquella macabra forma de hacer justicia o lo que fuera que pretendían sus asesinos. Justamente el día en el que el nuevo rey desembarcaba para atender sus obligaciones patrias, el tranquilo y taciturno ministro, va y se muere.

Prim, había sido militar de carrera y liberal, en una institución en aquel tiempo, bastante rancia y poco oxigenada. Su carruaje fue asaltado por anarquistas, -¿teledirigidos por intereses más oscuros y elevados quizás?- Esa fue la respuesta casi inmediata de la policía de la época en la que los libertarios solucionaban igual un roto que un descosido. Pudo haber otros que llevarían a este escribano a la redacción de un ensayo, pero adjudicar a los anarquistas cualquier fechoría era lo más cómodo y manido. El tejido arácnido de la policía no daba para muchas alegrías y la cosa quedó así, los malos eran los anarquistas y ya está.

Pero con esas calenturas políticas tan irreflexivas y más dadas a retroalimentar rumores y diretes, un señor muy atildado de estos que parecían con el traje hecho a medida en Saville Road o en una sastrería de la calle Velázquez, un tal Cánovas del Castillo, conservador el caballero y presidente del país en seis ocasiones en la época del turnismo, sería asesinado un 8 de agosto del 1897 en un relajado balneario de Guipúzcoa, por un tal Michele Angiolillo, otra vez, por un anarquista italiano tras descargarle un fatídico tiro a placer y un par de ellos más por si el afectado no se hubiera percatado del asunto. Luto y más luto, y suma y sigue en arreglar las cosas por las bravas.

Tensión social


José Canalejas. (Wikimedia)


José Canalejas. (Wikimedia)



La figura más importante de la política española en las postrimerías del siglo XIX, artífice de la Restauración, moría en venganza, Angiolillo dixit para honrar a los anarquistas detenidos y ajusticiados en Barcelona meses antes a raíz del atentado contra la procesión del Corpus en el año 1896.

A los pocos años, vino un señor muy culto y sesudo, de excelente oratoria y con ideas progresistas, tema que en España equivale a predicar en el desierto o, a que te arren una somanta de palos. El señor en cuestión se llamaba José Canalejas, y estaba en un lugar donde iba a suceder algo. Así las cosas, murió tras recibir un tiro en la espalda que le dejó la columna sin eje sobre el que pivotar; otra vez, un anarquista en la Puerta del Sol de Madrid hacia su peculiar forma de entender la justicia en un desgraciado ritual un 13 de noviembre de 1912.

A poco de aquello, metidos hasta el cuello en la guerra de África y con pérdidas escandalosas por parte de un ejército que de ello solo tenía el nombre y de unos generales que parecían galanes algo escorados de tanta medalla lucir; los de los turbantes, bien dirigidos por un experto guerrillero del Rif, nos estaban dando de lo lindo. Un señor llamado Eduardo Dato, conservador a su decir, fue tocado de muerte en la elitista calle Serrano de Madrid el 8 de marzo del año 1921, otra vez, por anarquistas catalanes. Al parecer, era un venganza orquestada por el febril movimiento libertario de Cataluña, perejil de todas la salsas en respuesta a la durísima represión ejercida contra los huelguistas de la ciudad de Barcelona, torturados a centenares, a los que se les neutralizaba con matones profesionales por parte de los empresarios locales a los que no satisfacía ni un pelo eso de que estuvieran sindicados sus “currelas “

Ocurrió casi a cámara lenta. Una motocicleta potente (al parecer una de las primeras Guzzi de la época) se pegó como una lapa al costado del auto del futuro interfecto y desde la góndola del sidecar le dieron un roción de metal por el costado y por detrás, huyendo la moto a toda pastilla por la calle Serrano hacia la Puerta de Alcalá, que además, tiene la ventaja de ser cuesta abajo. La versión oficial dijo en su entonces, que se recogieron 18 casquillos.Todavía no había despuntado la primavera y rápidamente un médico republicano que pasaba por el lugar intentó lo imposible requisando foulard, pañuelos y todo lo que estaba a su alcance. Pero todo fue inútil. La opinión pública, mas sagáz de lo que pretende hacernos creer la casta política que nos jibariza con los medios todos los días intentando que tengamos cerebros del tamaño de una nuez, rápidamente estableció vínculos entre la brutal represión ejercida por el gobierno militar de Barcelona contra los huelguistas. El presidente del Consejo de ministros era un trapo recogido sobre sí mismo ante la terrible fatalidad de esa triste espiral de acción- reacción.

Lo cierto, es que aquellos años críticos de la posguerra mundial y el flamígero ambiente político de nuestro país, hacían insoportable el enfrentamiento entre los patronos y las centrales sindicales. Dato apostó desde su torre de marfil por la mano dura contra los revoltosos que lo convirtieron en su diana preferida. Los fantasmas de la Semana Trágica (1909), se volvían a reencarnar una vez más.

Prim, tras retirarse del Congreso un día cualquiera, fue asaltado en la calle del Turco e interceptado por una banda de asesinos ocultos en dos coches


Y lo mismo con Maura, pero este tenía más vidas que un gato, en un breve lapso de tiempo se escapó de la muerte en Barcelona pues un anarquista lo quería hacer picadillo con un cuchillo de cocina y otro que actuaba por su cuenta le pegó un tiro con tan buena/mala fortuna que le hirió en la pierna.

Otro anarquista acabaría 15 años más tarde, con el presidente Canalejas, magnicidio imputado en primera instancia a los masones que para los conservadores intransigentes, eran poco menos que demoniacos descendientes de Bafumet.; Franco, ya estaba enredando en la tramoya en un documental de la época dejando su huella. Un elemento llamado Manuel Pardiñas le disparó por la espalda al desgraciado Canalejas, un alma de cántaro, en la Puerta del Sol enfrente de la famosísima librería San Martín (dedicada a la historia militar) hoy desaparecida.

Pardiñas disparó por la espalda a Canalejas en el mismo instante en que este se detuvo enfrente del escaparate, fue visto y no visto. El mandatario se dirigía a su domicilio, en una época en la que los mandamases volvían andando a su casa discretamente y sin escolta (ahora los políticos van acorazados entre una pléyade de “armarios “no vaya a ser que la turba inflamada por tanto agravio les haga una avería importante). Era un 13 de noviembre de 1912, y un disparo con una pistola automática Browning acabaría con la vida de aquel discreto y enjuto político. El criminal al ver que la gente se arremolinaba a su alrededor, y tras recibir un par de buenos palos por parte de un uniformado que andaba por las cercanías, trato de huir sin conseguirlo, al menos tuvo el valor de pegarse un tiro letal.

Como hermanos
Otra cosa fue lo de Carrero. Carrero Blanco era el sucesor natural de Franco, entre ambos había una amistad profunda y reconocimiento mutuo y el hecho de haber vapuleado intensamente a “los rojos”, con lo cual ambos compartían endorfinas y dopamina a tutiplén.

Quizás por su proximidad en el tiempo, este espectacular magnicidio tan destacado en la historia de España por su elaboración, osadía y ejecución puntera, elevó en el plano internacional a la ETA; grupo terrorista lleno de malvados separatistas camuflados debajo de txapelas, a los cuales en contraposición a la mayoría, Aznar, ex presidente de gobierno dixit-, llamaba “Movimiento de Liberación Vasco”-, así, con un par.



Fotograma de 'El asesinato de Carrero Blanco' de TVE. (EFE)




Sea cual sea la interpretación o el sesgo que se le quiera dar en función de la longitud de la lengua del dicente o de la apretura de la soga que recorta hasta límites insospechados la propia voluntad; de la capacidad de sincerarse ante el miedo o callarse para sobrevivir, todo tiene un adjetivo; cada uno puede buscar el suyo allá donde la verdad yace fuera del alcance de la iluminación. Fue la misma tensión social, el hartazgo ante un status quo esclerotizado y el previsible estallido ante una explosión social de gran magnitud ante la posibilidad de la perpetuación o posible continuidad de la dictadura franquista y la incertidumbre política subyacente en los mercados que interactuaban con nuestro país, la que propició el asesinato o fue su coartada para que una nueva España debidamente blanqueada entrara en instituciones VIPS para adultos.

Por los aires
Carrero Blanco era el representante más puro, duro y extremista del franquismo, y por ende, se convirtió en objetivo de ETA desde su elección como presidente del Gobierno. Muchas son las veces que haría caso omiso de las indicaciones de los servicios de información de la Guardia Civil y de la inteligencia militar, negándose a diversificar itinerarios y a aumentar sus medidas de seguridad. Lo suyo era del despacho oficial a misa y de misa al despacho oficial. Quizás, en su tremenda contradicción humana en busca de un eje religioso o espiritual que le redimiera de sus imperfecciones, buscaba alejarse de lo terrenal para conquistar cotas más altas como lamentablemente así fue para mayor regocijo de sus ejecutores.

José Canalejas murió tras recibir un tiro en la espalda mientras miraba la desaparecida librería de San Martín en la Puerta del Sol


Se calcula que en su destino final ascendió de manera imprevista y contra su voluntad a más de 50 metros de altura en uno de los atentados más escalofriantes que se recuerdan. En la madrileña calle de Claudio Coello en el señorial barrio de Salamanca en Madrid, tal que un día 21 de diciembre, un Dodge Dart blindado se elevaría por encima de un templo- el de los jesuitas de la calle Serrano- , yendo a parar tras un segundo potente impacto al tejado del sacro edificio. Ironías del destino llevaron a aquel rígido uniformado y su fe a acabar sus días en territorio sagrado describiendo una impecable parábola para la que es mejor no buscar asociaciones.

Hoy se sabe a ciencia cierta, que las órdenes para deshacerse del finado militar apuntan sin duda alguna al otro lado del Atlántico. Todos los etarras intervinientes, elementos instrumentales a la postre, fueron sometidos a una cacería sin precedentes y a su vez finiquitados de diferentes maneras sin indulgencia alguna. Un refrán taoísta dice “no mires a la mano que mata si no a la mano que la dirige”. Lamentablemente en este intrincado atentado con tantos flecos por resolver, solo hay una certeza y esta, es muy castiza; de Madrid al cielo. In memoriam.

 
ASÍ ERA LA VIDA EN LAS CORTES DE EUROPA HACE 101 AÑOS, SEGÚN UNA INFANTA ESPAÑOLA

Eulalia de Borbón fue testigo excepcional de cómo vivía la realeza europea antes de la Primera Guerra Mundial, cuyo final se selló en noviembre de 1918.


POR DARÍO SILVA D'ANDREA
24 DE NOVIEMBRE DE 2019





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Guillermo II de Alemania, el zar Nicolás II de Rusia y Francisco José de Habsburgo.




ESPAÑA
REALEZA
PRIMERA GUERRA MUNDIAL
KAISER GUILLERMO II



A través de sus viajes, la hija de la reina Isabel II conoció a los reyes de Suecia, Noruega y Baviera, al último emperador de Brasil, a la reina Victoria de Inglaterra y a los líderes de los grandes imperios que regían la Vieja Europa: se inclinó ante el emperador Francisco José de Austria, compartió diversiones con el último káiser de Alemania y conoció la vida íntima del último zar de Rusia.
Aquí, unos fragmentos de sus increíbles Memorias:

La vida en el palacio de Viena, como un reloj
A principios del siglo XX, antes del estallido de la Gran Guerra que acabó con los imperios europeos, la vida de la Corte de Viena giraba en torno a la poderosa figura de Francisco José de Habsburgo, que durante sus más de 60 años de reinado supo imprimir su propia huella de majestad y dramatismo en todo el imperio: “Aquel mundo nutrido, uniformado, elegante y mundano giraba todo en torno al emperador Francisco José, el hombre melancólico de los extraños destinos, a quien se trataba con respeto tan extremado que llegaba a la veneración”, escribe doña Eulalia de Borbón en su libro.

“El grado de parentesco no rezaba en las relaciones de los príncipes con Su Majestad Imperial y Real, que ceñía la doble corona austrohúngara. Su aparición en cualquier sitio obligaba, aún a sus hijos, a hacer una reverencia que era casi una genuflexión. La conversación debía concretarse con él, exclusivamente, a dar respuesta a las cosas que preguntara, sin extenderse en comentarios ni, mucho menos, haciendo preguntas. El tiempo que Su Majestad dedicaba a cada uno a quien hablaba estaba determinado por el grado de estimación, y ningún cortesano osaba dirigirse a su vecino mientras Francisco José permanecía en el salón (…) El protocolo no permitía la conversación, el cambio de impresiones, la amable charla ágil, ligera y suelta que hacían el encanto de otras cortes. En palacio estaba casi mal visto que un marqués hablara con un conde o que una duquesa sonriera a una baronesa”.




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Francisco José de Habsburgo© CORDON PRESS




La vida hogareña de los zares
“Contra todo lo que pudiera pensarse y lo que se ha escrito, en aquel escenario suntuoso la vida era sencilla“, relata doña Eulalia. “El zar Nicolás, la zarina Alejandra y sus hijas llevaban una existencia tranquila, casi burguesa, apartados todo el tiempo del exceso de ayudantes, de mayordomos y de cortesanos. Se almorzaba a las doce y media, y se cenaba a las ocho, aunque la velada solía prolongarse hasta la madrugada después de la retirada de sus majestades.

Los trajes de la familia imperial carecían del lujo que era frecuente entre los cortesanos. Excepto en las horas de audiencia, ni el emperador ni su familia acostumbraban a mostrarse en público, y pasaban a veces semanas enteras sin que se les viera trasponer las verjas altísimas de Tsarskoie Selo, residencia habitual y discreta en la que transcurrían con hogareña placidez las horas.

“El mismo Nicolás II vigilaba la educación de sus hijas, atento a su progreso, y, como buen padre burgués y complacido, se deleitaba a veces escuchando al piano una romanza ejecutada por una de sus hijas o entretenía las largas horas del invierno haciéndoles relatos históricos (…) Eran los soberanos gente sencilla. El lujo que los rodeaba era una necesidad en Rusia. Había que impresionar al pueblo, tardo de imaginación, con el fasto, porque no concebía la majestad sin esos aditamentos. En público, sí hacía la zarina derroche de pedrerías deslumbrantes, como Nicolás de cruces y condecoraciones. Todo lo que se refería al autócrata tenía que ser brillante y lujoso con derroche, llamativamente a lo oriental, es decir, sin medidas ni limitaciones de buen gusto”.




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El zar Nicolás II de Rusia© GTRES ONLINE




El káiser, un músico frustrado
Del emperador Guillermo II de Alemania, Eulalia cuenta que “se dedicaba a vigilar la limpieza de la ciudad, anotando en una libreta los lugares que hallaba descuidados para llamar la atención tan pronto regresaba a palacio”. “A veces”, continúa la infanta, “él mismo detenía el coche para ordenar al cochero que recogiera un diario abandonado, un papel arrastrado por el viento o un pedazo de tela descolorida que colgara de una ventana”. Una vez, detuvo su coche al escuchar a un músico callejero interpretar pésimamente una pieza de música clásica con un violín: ‘Es una infamia deshacer una obra maestra‘”, dijo.
“Descendió del carruaje y le pidió al ciego el violín, que apoyó en su hombro fuertemente, pese a su mano izquierda defectuosa, y con arco sabio comenzó a tratar de ejecutar en el modesto instrumento del ciego. Fue imposible escuchar aquella sinfonía, pues los dedos de la mano izquierda carecían del movimiento adecuado y las notas seguían desentonando aún más que antes”. “Yo no pude evitar una sonrisa ante aquel emperador que hacía templar a Europa y no podía someter medianamente a Bach”, dijo doña Eulalia. El humilde ciego fue más duro: “Démelo señor, él y yo nos llevamos mejor”.




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El último káiser de Alemania, Guillermo II.© GETTY IMAGES







 
300 MONEDAS Y NUMEROSAS JOYAS
El secreto tesoro vikingo de 15 millones que ya no reescribirá la historia de Inglaterra
Dos 'cazatesoros' se encontraron por casualidad con un enorme botín de monedas, oro y plata: lo que no sabían es que podía reescribir parte de la historia de Inglaterra




Foto: El tesoro secreto vikingo que acabó con sus descubridores en la cárcel. (EFE)



El tesoro secreto vikingo que acabó con sus descubridores en la cárcel. (EFE)



RUBÉN RODRÍGUEZ
25/11/2019



Las maldiciones asociadas al descubrimiento de tesoros ocultos han hecho correr muchos ríos de tinta a lo largo de los años. Sin ir más lejos, el caso de Tutankamón es el más conocido. Pero, ahora, otro tipo de 'maldiciones' son las que se han puesto de moda, con la cárcel como resultado: eso es lo que ha ocurrido en Reino Unido, cuando en el año 2015 unos aficionados encontraron un enigmático alijo de oro que, a la postre, le ha condenado a la prisión.
Todo comenzó hace cuatro años: por aquel entonces, George Powell y Layton Davies se encargaban de recorrer buena parte del país con un detector de metales, buscando 'secretos' bajo el suelo que pudieran reportarles grandes beneficios económicos. Lo que en ningún momento podían imaginar es que la fortuna les iba a sonreír, poniendo a su disposición un increíble tesoro de hace más de un milenio valorado en más de 15 millones de euros. Pero ignoraban que sería su condena.

Se encontraban en un campo de Eye, cerca de Leominster (Herefordshire, Reino Unido), cuando el detector de metales comenzó a pitar constantemente, claro síntoma de que habían encontrado algo. Excavaron con la pala con la que iban pertrechados para descubrir una serie de monedas de extraña forma, pero que aparentaban tener gran valor. Fue entonces cuando siguieron horadando la tierra para ver con qué más se podían encontrar... y sus ojos se iluminaron.

Bajo la tierra, acababan de aparecer 300 monedas y una gran cantidad de joyas de oro y plata. No tenían muy claro de qué se trataba, pero intuían que era de gran valor. Así, decidieron acudir a un experto, que les explicó lo que tenían entre manos: un increíble tesoro vikingo del siglo IX. Powell y Davies decidieron acudir a diferentes anticuarios para vender el tesoro encontrado, hasta que uno de ellos les explicó que no era legal lo que hacían, avisando a las autoridades.

Se calcula que ambos obtuvieron algo más de un millón por la venta del tesoro, algo que es ilegal en Reino Unido pues, en casos como este, es obligatorio avisar a las autoridades de lo que se ha descubierto. Esa situación es la que llevó a las autoridades a estudiar el caso y a denunciar a ambas personas, cuyo juicio ya tiene resolución: Powell ha sido condenado a 10 años de cárcel; Davis, a 8 años y seis meses. ¿El motivo? Ocultar el increíble descubrimiento.







Los investigadores consideran que el tesoro estaba valorado en unos 15 millones de euros, pero a pesar de rastrear las pistas solo han conseguido encontrar unas 30 monedas y un puñado de joyas, menos de un diez por ciento de lo descubierto. Pero, por si fuera poco, los expertos creen que se trata de un tesoro único que serviría para explicar una parte desconocida del pasado de Inglaterra, precisamente del momento en que se estaba formando como nación.

Los historiadores consideran que el tesoro fue enterrado por un jefe vikingo mientras huían hacía el este de los sajones, quienes a través de una alianza de fuerzas se decidieron a expulsar a los invasores de sus tierras. "El tesoro representa un conjunto de importancia nacional creado en el mismo momento en que Inglaterra se estaba formando y convirtiéndose en una nación con una identidad única bajo la visión del Rey Alfred el Grande", explicó el fiscal Kevin Hegarty.

Pero la 'maldición' del caso está en la ironía que les guardaba el destino. Si hubieran comunicado el descubrimiento, por ley les correspondería al menos un tercio del valor del hallazgo, es decir, unos cinco millones -cuatro más de lo que obtuvieron vendiéndolo- y, en ningún caso, hubieran acabado en la cárcel. La avaricia rompe el saco y, ahora, Powell y Davies deberán de pasar una década en prisión por 'perder' un tesoro que podría explicar parte de la historia desconocida de Inglaterra.

https://www.elconfidencial.com/cult...metal-carcel-historia-inglaterra-521_2350887/
 
LA BODA DE ALFONSO XII Y MARÍA CRISTINA DE HABSBURGO: LA HISTORIA QUE COMENZÓ CON UN REY DESEANDO A SU FUTURA SUEGRA

Él había perdido a su adorada esposa. Ella tuvo que mudarse de Austria a España y soportar las infidelidades de él. Juntos formaron un matrimonio improbable que acabó funcionando.


POR RAQUEL PIÑEIRO
23 DE NOVIEMBRE DE 2019




Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo.


Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo.DOMINIO PÚBLICO



Fue una boda celebrada a lo grande, pero sin ilusión. El 29 de noviembre de 1879 se casaban en Madrid el rey Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo-Lorena. Estaba demasiado reciente el recuerdo de la primera esposa del rey, María de las Mercedes. Hoy, estos nombres parecen de personajes de copla u opereta, pero lo que hay detrás es una historia real de adulterios, atentados, intrigas, hijos ilegítimos y amores truculentos.

“¿Te ha gustado? A mí tampoco”. De esta poco prometedora manera se dirigió el rey Alfonso XII a su hombre de confianza Pepe Osorio después de entrevistarse por primera vez con su futura esposa María Cristina. Y luego soltó un “Te habrás dado cuenta de que la que está bomba es mi suegra”. Habían acudido al pueblecito francés de Arcachon un 22 de agosto del 79 para comprobar en persona si la que sonaba más fuerte como su prometida le repelía o podría soportar el matrimonio. A juzgar por sus palabras, María Cristina no le produjo mucho entusiasmo –no era su tipo; a Alfonso le gustaban morenas, de cara redonda y metidas en carnes, y María Cristina era rubia, muy delgada y esbelta–, pero la joven le pareció lo bastante agradable como para continuar con el proyecto de la boda de estado. Nadie se engañaba sobre esto. El matrimonio de Alfonso y María Cristina iba a ser una de tantas bodas pactadas en la realeza con el objetivo de parir un heredero. Además, el rey había tenido ya mucho más de lo que habían podido soñar otros hombres en su posición: había conseguido casarse una vez por amor.


El primer matrimonio del rey había sido tan romántico que contaba con todos los elementos de las novelas de la época: dos amantes jóvenes y hermosos, la oposición familiar, terribles impedimentos en contra, una resolución feliz… y un desenlace desgraciado. En la historia de Alfonso y Mercedes habían existido encuentros nocturnos junto a la reja del hogar sevillano de la joven, el palacio de San Telmo, billetitos secretos citándose a escondidas y todos los elementos de unos Romeo y Julieta modernos, porque ellos pertenecían también a dos familias enfrentadas que resultaban ser la misma familia.

Había que remontarse años atrás para entender el origen de la animadversión. Cuando tocó casar a Isabel II, madre de Alfonso XII, el rey Luis Felipe de Francia maniobró con astucia para asegurar el trono para sus descendientes. A su hijo, el duque de Montpensier, lo casó con una hermana de Isabel, y a ella la prometieron a su primo Francisco de Asís, homosexual notorio. Se cuenta que la joven, cuando supo quién iba a ser su marido, gimió “¡No, con Paquita no!”. Pensaba Luis Felipe que la reina no tendría hijos con su marido tan poco proclive al s*x* femenino, y que la corona acabaría en su hijo el duque de Montpensier o al menos en sus vástagos, pero se equivocó de lleno. La reina sí tuvo hijos, doce embarazos de hecho, de los cuales cinco niños llegaron a la edad adulta, cuatro mujeres y el futuro rey. Lo que ocurrió es que ninguno era hijo del rey consorte Francisco de Asís.


Isabel II se las arregló para tener una larga lista de amantes –empezando quizá por Serrano, “el general bonito”– que aseguraron la continuidad dinástica y de paso sanearon un poco de tanta endogamia la casa de Borbón. La vida licenciosa de la reina era tal secreto a voces que hasta los hermanos Bécquer, Valeriano y Gustavo Adolfo, publicaron un libelo llamado Los borbones en pelota lleno de ilustraciones pornográficas sobre la vida en la corte. En él aparecía la reina fornicando con varios amantes (entre ellos un burro), a personajes de la corte como Sor Patrocinio y el padre Claret, confesor real, enredados en una orgía con otros personajes y a Francisco de Asís se le colocaba el título de “el rey consorte, primer pajill*ro de la corte”. Hoy se baraja el nombre de Enrique Puigmoltó como probable padre de Alfonso XII. Mientras, Francisco de Asís, –“Paco Natillas es de pasta flora y se mea en cuclillas como una señora” o “Isabelona tan frescachona y don Paquito tan mariquito” para el sentir popular– mantenía una relación estable con su secretario Antonio Ramos Meneses. Pese a salirse este tiro por la culata, Monstpensier montó una especie de corte alternativa real en su palacio sevillano de San Telmo –actual sede de la junta de Andalucía–, desde donde llegó incluso a contribuir económicamente al golpe militar que derrocaría a la reina Isabel, la revolución de 1868 La gloriosa, con la esperanza frustrada, de ser nombrado él rey.

Con estos antecedentes, es normal que Isabel II se la tuviese jurada a su cuñado, y cuando se enteró de que su hijo bebía los vientos por Mercedes, tildó a la joven de “mosquita muerta” y se negó en redondo a que se casasen. Cánovas del Castillo, artífice de la restauración borbónica, era de la misma opinión, aunque no hacía extensible su crítica a la joven. “¡Los ángeles no se discuten!”, exclamó de forma caballeresca, haciéndose eco del cursi mote que tenía Mercedes de “carita de ángel”. Cuando se supo que el joven y popularísimo rey y su todavía más joven y hermosa prima estaban enamorados, el pueblo vibró de emoción. El júbilo estalló cuando finalmente todo se resolvió en boda, celebrada el 23 de enero de 1878. “¡El rey se casa por amor, como los pobres!”, gritaban los madrileños en una apoteosis del triunfo del amor romántico. A la boda no fue Isabel II, retirada en su exilio en París. Montpensier sí acudió, exultante. En su descripción de la boda, Ana de Sagrera refiere “Como en los cuentos felices, el relato debía terminar aquí”.




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María Cristina de Borbón Dos Sicilias con su nieto el príncipe Alfonso (futuro Alfonso XII) en el regazo junto al rey consorte Francisco de Asís, la reina Isabel II y su hija Isabel de Borbón y Borbón, popularmente conocida como 'La Chata'.© GETTY IMAGES




Solo cinco meses duró el cuento de hadas. Mercedes se quedó embarazada, tuvo un aborto y pronto quedó claro que estaba enferma de gravedad. “Mercedes lo mismo. Cabeza algo mejor. Me gustaría teneros aquí” telegrafiaba Alfonso a sus tíos, como señala Carlos Seco en su biografía del rey. Los padres de Mercedes se apresuraron a ir a Madrid desde Normandía, y al llegar comprobaron que su hija no tenía curación. Dos días después de cumplir 18 años, el 26 de junio de 1878, moría la reina. Se evitó mencionar la causa, el tifus, probablemente provocado porque las aguas del pozo del palacio de San Telmo estaban contaminadas. Galdós refiere el luto nacional que sintió la ciudad identificada con el rey en la alegría y sobre todo en el dolor: “No exagero al decir que medio Madrid desfiló por la capilla ardiente”, y cuenta cómo ese verano las niñas cantaban ya la copla: “¿Dónde vas, Alfonso XII? ¿Dónde vas, triste de ti? Voy en busca de Mercedes que ayer tarde no la vi. Tu Mercedes ya se ha muerto, muerta está que yo la vi. Cuatro duques la llevaban por las calles de Madrid”. La historia se hacía leyenda y folclore.

En su biografía de Alfonso XII, Carlos Seco incluye unos fragmentos del diario de caza del monarca, encontrados por el historiador Javier Tusell, que incluyen anotaciones escritas en aquel momento: “En estos días en que, muerta Mercedes, me he quedado como un cuerpo sin alma, nada me interesa, a nadie veo; paso el tiempo solo, leyendo, despachando los urgentes negocios o cogiendo algún día la escopeta y llamando a Clavel (su perro) para dar una vuelta por el campo”. Escribía sobre “el sombrío” Felipe II al recorrer el monasterio de El Escorial: “Al menos, tenía la suerte de ser creyente. Él hubiera creído que yo volvería a encontrar a Mercedes en el cielo”. La realidad nos presenta a un rey agnóstico o ateo bastante más y escéptico que el monarca de la obligada e intachable fe religiosa de puertas para afuera. Su vida sentimental tampoco iba tan acorde con la moralidad del momento ni con la historia romántica sin tacha.

Algunas fuentes aseguran que ese mismo mes de septiembre comenzó un idilio en el palacio de Riofrío con la soprano Elena Sanz, idilio que de hecho existió y que algunos datan en la primavera del año siguiente. Elena tenía 38 años y Alfonso 25, pero en realidad se habían conocido diez años atrás, durante el exilio, mientras Alfonso estudiaba en el colegio Theresianum de Viena. Cuenta Pérez Galdós un encuentro de la famosa cantante con la reina Isabel en País: “Ello fue que al ir Elenita a despedirse de Su Majestad, pues tenía que partir para Viena, donde se había contratado por no sé qué número de funciones, Isabel II, con aquella bondad efusiva y un tanto candorosa que fue siempre faceta principal de su carácter, le dijo: “¡Ay, hija, qué gusto me das! ¿Con que vas a Viena? ¡Cuánto me alegro! Pues, mira, has de hacer una visita a mi hijo Alfonso, que está, como sabes, en el Colegio Teresiano. ¿Lo harás, hija mía?”. Así lo hizo por indicación de la reina celestina, ella ya una mujer hecha y derecha, descrita de nuevo según Galdós como “Dama elegantísima, guapetona, de grandes ojos negros fulgurantes, carnosa, espléndida en hechuras, bien plantada”. Tanto era así que “el joven Alfonso, pálido y confuso, no podía ocultar la profunda emoción que sentía frente a su hechicera compatriota”. Se dice que aquel encuentro supuso la iniciación sexual del quinceañero monarca, y así parece insinuarlo Galdós cuando escribe: “Las bromas picantes y las felicitaciones ardorosas de “los Teresianos” a su regio compañero quedaron en la mente del hijo de Isabel II como sensación dulcísima que jamás había de borrarse”.

Según algunos biógrafos, Elena Sanz fue el verdadero y más duradero amor del rey, uno prohibido de verdad y que jamás podría desarrollarse de forma plena, porque aunque fuese muy fantasioso y hasta simpático tener a un monarca empeñado en casarse con una prima con un padre intrigante, tener a un rey que hiciese lo mismo con una cantante 12 años mayor que él hubiera sido, directamente, un escándalo que habría acabado de la peor de las maneras. Elena renunció a su carrera musical para vivir en un piso de la antigua Cuesta del Carnero, hoy calle de Goya esquina con Castellana, pagado por el rey, que también le hacía llegar una pensión en cualquier caso inferior a sus ingresos como cantante.




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María de las Mercedes, alrededor de 1875.



Y llegaba ya el momento de pensar en casar de nuevo a Alfonso para que empezase a tener hijos. Cánovas prefería a Beatriz, hija de Victoria Eugenia, pero al final se optó por María Cristina de Habsburgo-Lorena, archiduquesa de Austria de 21 años. No venía directa de una vida ociosa en palacio, sino que a los 18 años había sido nombrada abadesa de las nobles canonesas de Praga, lo que hizo creer a los españoles que “el rey va a casarse con una monja”. En realidad la institución no era un orden religiosa, sino una especie de asilo para damas de alta nobleza que no estuviesen casadas ni fuesen monjas de verdad, lo que significaba entonces, en la mayoría de las ocasiones, no tener acceso a ningún medio económico ni forma de sufragar sus gastos. Al frente de la institución, María Teresa demostró carácter, paciencia, comprensión y sentido del orden. Todos hablaban bien de ella y la reina Isabel II estaba entusiasmada por la elección: “Generosa, de talento y educada bajo el santo temor de Dios, su bienhechor influjo ha de dejarse sentir”. Durante el encuentro en Arcachon con Alfonso XII, María Teresa, en vez de evitar toda referencia a Mercedes, la nombró con un “haré lo posible por reemplazarla sabiendo que nunca podré ocupar su lugar”. El rey convino y se preparó la boda.

El enlace se celebró el 29 de noviembre de 1879, con gran fasto y boato; esta vez Isabel II sí acudió. La ceremonia se celebró en la basílica de Atocha, y luego hubo un gran banquete en el palacio real, en el comedor de gala recién inaugurado, no en el salón de columnas donde se había velado el cuerpo de Mercedes. El conde de Romanones, biógrafo de la nueva reina, escribe: “La señora no tuvo buena atmósfera a su llegada a la corte. Se la miraba como algo exótico”. Un mes después de la boda, se produjo un atentado contra los reyes. Un panadero anarquista disparó dos tiros fallidos cuando regresaban en coche de caballos a palacio. Para entonces, María Cristina ya estaba embarazada. Al mes siguiente, nacía Alfonso, hijo del rey Alfonso XII y de Elena Sanz. El primer vástago oficial será una niña, para desilusión de toda la corte y de sus propios padres. La reina le pone el nombre de María de las Mercedes, como homenaje a su predecesora y tal vez en un caso agudo de síndrome de Rebeca. En el 82 nacería una segunda hija, María Teresa.

En lo superficial, el matrimonio discurría de forma plácida. El rey llegó a apreciar a María Cristina, “Crista”, por sus valores, pero nunca llegó a sentir nada parecido al amor por ella. No sabemos si por parte de ella hubo amor, pero sin duda, sí muchos celos. Su marido, como se daba por supuesto en los hombres, tenía una agitada vida sexual en la que alternaba a la amante oficial, Elena Sanz, con la que tuvo un segundo hijo, Fernando, con numerosos amoríos de una noche con mujeres de todo tipo y condición. Sus correrías nocturnas acompañado por Pepe Osorio, marqués de Alcañices y duque de Sesto, se hicieron célebres y se contemplaban como una muestra de llaneza, majeza y viveza. “Hasta es simpática a los madrileños esta debilidad que ante el s*x* femenino siente el monarca. Los pueblos siempre han disculpado los pecados de amor de los Reyes. Lo que no perdonan, en cambio, es el mismo pecado en las reinas”, escribe José Montero Alonso.

En obras como Elena y el rey o Elena Sanz: tú serás mi reina, biógrafos de la favorita aseguran que ella amó de forma sincera al monarca y nunca quiso aprovecharse de su situación en lo económico. No pasó lo mismo con otra cantante, Adela Borghi, “La Biondina”, con la que el monarca llegó a pasearse en 1884 por los jardines del Retiro para escándalo público y dolor de la Reina, que has amenazó con fugarse a Viena. Según Romanones, exhortó a Cánovas con estas palabras: “¡Estoy harta de ser humillada por el Rey! Hasta ahora he soportado con paciencia todos sus devaneos, pues aunque eran del dominio público, él procuraba entrevistarse con sus amantes en lugares apartados, sin ser vistos, debiéndose la propagación de sus aventuras a no pocos cortesanos que no han vacilado en hacer bandera de lo que debía ser para ellos un motivo de vergüenza. Comprendo que se alegren de tener un Rey tan “castizo” que les regocije la idea de que la víctima de tales hechos es una extranjera, “¡la austriaca!”. No obstante, hoy se ha colmado la medida: acabo de saber que hace dos días se paseó con ella por el Retiro. Le doy de plazo una semana para que Adela Borghi abandone España”. Según otras fuentes menos fantasiosas, lo que le dijo fue: “Si no expulsan del país a esa put*, la que se marcha soy yo”. Hay que tener en cuenta que en una larga tradición que nunca muere, las primeras palabras que le había enseñado su marido en castellano eran tacos. Hasta el final de sus días, María Cristina soltaba cosas como “Hace un viento de la sierra que corta los coj*nes”. Según Carlos Rojas, cuando le reprocharon la frase, la reina respondió que aquello era lo primero que decía el rey al despertarse.

Pronto quedó claro que en la vida del monarca había problemas más serios que los líos de cama. Algunos personajes de la corte comenzaron a imitar su costumbre de llevar pañuelos rojos, un detalle algo excéntrico que ocultaba una realidad dramática: el rey tenía tuberculosis y utilizaba pañuelos de ese color para disimular la sangre que echaba al toser. Hasta en eso era un rey emblemático de su época, contagiado de la “enfermedad del siglo”. El estar enfermo no le impedía llevar un ritmo muy acelerado. Salía por las noches, despachaba los asuntos de estado y se presentaba en lugares en los que se requería su presencia, como cuando unas inundaciones y terremotos asolaron Granada y Málaga –en lo que supuso que pasase varias semanas cabalgando por la sierra, durmiendo en posadas a cero grados, a veces con nieve– o visitando a los enfermos de cólera de incógnito en Aranjuez. A pesar de todo se supo la noticia, y las multitudes fueron a recibirle a la estación de tren de Atocha y le acompañaron hasta el Palacio en medio de aclamaciones y aplausos.

Existe cierto consenso en torno a la mala suerte de que el único rey competente que tuvo España en 100 años tuviese que morir de forma tan prematura, el 25 de noviembre de 1885, tres días antes de cumplir 28 años. Los médicos le habían dicho a la reina que no corría peligro, por lo que ella acudió al Teatro Real en compañía de su suegra. En medio de la función, le pasaron una nota “El rey se muere”. María Cristina salió de forma apresurada, mientras que Isabel II se quedó llorando desconsolada, diciendo: “Mi hijo se muere y el gobierno le deja morir solo como un perro”. En una carta a su hermana Paz, la infanta Eulalia, hermana del rey, narra su agonía: “Cuál fue mi horror cuando vi cómo hablaba, parándose en cada palabra, ahogándose; lo peor fue que nos dijo “No creáis, estoy muy bien, fue anoche cuando estaba malo, cuando me vaya a Sanlúcar me fortaleceré”. Señal infalible de tísico”. Y cuenta que, justo tras su muerte, “Tuve que volver a abrir la puerta a las dos niñas que chillaban desde fuera: “¿Tía, por qué estás encerrada?”. En cuanto me vieron, me dijeron que habían besado la mano a papá, que estaba dormido. Todo el día no hacen más que preguntar cuándo despierta papá. No hablan más que de él”. Se le atribuye a Alfonso una remachadora frase final a su esposa: “Cristinita, si muero, guarda el coxx y ándate siempre de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas”. La historia probablemente sea falsa, pero define muy bien al personaje y a una época entera.



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María Cristina de Habsburgo.© GETTY IMAGES



Justo después del fallecimiento, Cánovas presentó su dimisión a la viuda, que firmó su primer decreto como regente y reina. Así llegaban los liberales al poder, comandados por Sagasta, en un claro ejemplo de ese orden constitucional –amañado mediante pucherazos– que caracterizaba la Restauración. Para sorpresa de algunos, la reina anunció que estaba embarazada, y cinco meses después de la muerte de Alfonso XII daba a luz al ansiado niño, Alfonso XIII, monarca desde la cuna. En lo político e institucional, María Cristina fue intachable, respetando de forma escrupulosa la constitución y la alternancia de partidos, sin hacer caso a los que le indicaban que era más conveniente dar un golpe militar incluso en momentos de gran crisis como el año 98, con la pérdida de las colonias que quedaban. En lo personal, con su viudez llegó la hora de la venganza.


A Pepe Osorio, marqués de Alcañices duque de Sesto, le echaba las culpas de la vida disipada que había llevado su marido y que quizá, había precipitado su muerte. Él había sido más que un consejero real, en los tiempos del exilio durante la Primera República y el reinado de Amadeo de Saboya, se había encargado de los gastos de la familia real. Ya nombrado rey, Alfonso XII iba pagándole parte de esa cantidad, sin llegar a satisfacerla nunca. María Cristina le exigió cuentas; él, orgulloso, le presentó una relación de todas sus propiedades y dimitió de sus cargos en la Corte. Ella tomó nota, se quedó con el ducado de Osorio, años después lo vendió y se quedó con el dinero de la venta para su bolsillo personal. Para entonces Elena Sanz vivía en París con sus dos hijos bastardos reales, por los que recibía una pensión para mantenerlos por parte de la casa real. María Cristina se la retiró; al final llegaron a un acuerdo en el que la mujer percibía tres millones de reales a cambio de entregar toda la correspondencia que le había enviado el rey, donde quedaba claro que todo lo que reclamaba era cierto. El banquero Prudencio Ibáñez se encargaría de gestionar ese dinero. Por suerte para nosotros, varias cartas quedaron sin entregar, por lo que podemos leer hoy: “Idolatrada Elena: Cada minuto te quiero más y deseo verte, aunque esto es imposible en estos días. No tienes idea de los recuerdos que dejaste en mí. Cuenta conmigo para todo. No te he escrito por la falta material de tiempo. Dime si necesitas guita y cuánta. A los nenes un beso de tu Alfonso”. “Tú estás que te hubiera comido a besos y me pusiste Dios sabe cómo. Daría cualquier cosa por verte más no es posible”.

ún hay más. Según el libro de José María Zavala Elena y el Rey. La historia del amor prohibido entre Alfonso XII y Elena Sanz, podría haber otro giro de acontecimientos, porque existen pruebas para sospechar que Elena podría ser hija ilegítima del duque de Sesto, con lo que todo adquiría tintes de conspiración culebronesca. El destino de los niños Sanz no estaba asegurado. Cuando su madre murió descubrieron que Prudencio Ibáñez había malbaratado su fortuna, el título nobiliario que el rey había reservado para su hijo mayor se había retirado y ambos niños se encontraban sin un duro. En 1907 llegó a haber un juicio en el Tribunal Supremo que estaba claro que los Sanz iban a perder. Al final, Alfonso Sanz salió adelante por sus propios medios: se convirtió en director de la Peugeot en París y se casó con una pariente del presidente de México; Fernando disfrutó por Madrid la vida bohemia, sacando provecho de su enorme parecido con su padre y mantenido por su hermano.

Los años de la regencia de “Doña Virtudes”, como la llamaban de forma tan elogiosa como malintencionada, fueron convulsos en lo histórico pero tranquilos en lo íntimo. Protegió mucho la intimidad de la familia real y sobre todo la salud de su adorado hijo Alfonso XIII, “Bubi”, que corría peligro por no tener una gran salud y por los continuos atentados e intentos de asesinato por parte de anarquistas y miembros de sociedades secretas (el más famoso fue el que perpetró Mateo Morral el día de su boda con Victoria Eugenia). La reina regente se levantaba a las siete de la mañana, oía misa diaria, desayunaba, leía la presa y recibía a varios ministros a la vez. A las once y media despachaba con el presidente del gobierno de turno. La familia comía a la una, por las tardes paseaba por la Casa de Campo o el Retiro, porque era gran amante de la naturaleza, de hecho convirtió el campo del moro, que estaba abandonado, en un jardín. Por las tardes despachaba su correspondencia, tocaba el piano, que era su gran pasión, y cenaba a las diez de la noche. En el Palacio real instaló agua corriente y ascensores, redecoró (de forma muy fea según opiniones), e instauró un preciso orden germánico de horarios inapelables. Los veranos los pasaba primero en San Sebastián, luego, cuando Alfonso XIII accedió al poder en 1902, en La Magdalena en Santander.

Cuando su hijo se casó, quiso retirarse a un palacete en la calle Pintor Rosales, pero Alfonso XIII sentía gran dependencia de ella y le pidió que se quedase en palacio. Sus años como reina madre fueron agridulces, pese a contar con el respeto, y al final con el cariño, de políticos y población por su irreprochable conducta como regente. Sus dos hijas mayores murieron después de los partos, la mayor de 24 años, la segunda a los 29. Le quedaba el consuelo de los nietos. La I Guerra Mundial marcó el final del mundo que conocía. El imperio austrohúngaro en el que había crecido se deshizo, lo que en su caso suponía que sus primos y parientes desaparecieron, muertos, exiliados o en la ruina. Hasta la institución de las nobles damas canonesas de Praga, que había dirigido, fue disuelta en 1919. Era un nuevo mundo, sin duda, tan complejo como el suyo, pero mucho más ajeno. La reina madre también fue contraria a la decisión de su hijo de aceptar el golpe de estado de Primo de Rivera, porque veía que ponía en duda todo el papel de la corona y el valor de la constitución. María Cristina murió el 6 de febrero de 1929. Dos años después, se proclamaba la segunda república y su hijo Alfonso XIII tenía que huir de España. No se equivocaba en su predicción, desde luego.

Hoy, la visión que tenemos de aquellos acontecimientos mezcla de lo amoroso y político está condicionada por dos artefactos culturales sencillos y edulcorados: la copla y el cine. Si ya de forma inmediata a la muerte de la reina Mercedes el sentir popular había adaptado unas coplillas a la tragedia, Quintero, León y Quiroga cogieron esos mimbres para componer uno de sus temas más famosos, el romance de la reina Mercedes. Entonado por Concha Piquer, funciona como un resumen que lo condensa todo en tres minutos, desde el incipiente enamoramiento -“De Madrid con chistera y patillas vino un real mozo muy cortesano/y a Mercedes besó en las mejillas pues son los niños primos hermanos/Un idilio de amor empezó a sonreír/Mientras cantan en tono menor/por la orillita del Guadalquivir”- hasta el sobrecogedor final - “Te vas camino del cielo/sin un hijo que te herede./España viste de duelo/y el Rey no tiene consuelo/María de las Mercedes”. También María Cristina tuvo su propia copla, igual que su antecesora. “Reina y señora”, de los inefables Quintero, León y Quiroga, funciona como una suerte de segunda parte que explica que en el dolor y la humillación, María Cristina encontró la simpatía del pueblo: “De pie tras los ventanales/a veces llega la aurora/ sufriendo celos mortales/ igual que una reina mora”. “Tú sabes que el soberano pidió tu mano sin alegría. Y en cambio cual velo triste, ya lo quisiste el primer día/ Señora siempre callada, Señora siempre prendada de un hombre que no te adora/ Por eso de sur a norte se inclina ante ti la corte diciendo ¡Reina y Señora!”.

Cuando el éxito de las películas de Sisí Emperatriz hizo desempolvar los libros de historia patria en busca de algo que pudiera emularla, fue fácil recurrir al amor de Alfonso y Mercedes. Primero iba a llamarse Carita de cielo, pero al final se estrenó como ¿Dónde vas, Alfonso XII?, y fue un éxito inmediato que consagró como estrellas a sus protagonistas Vicente Parra y Paquita Rico. Dirigido por Luis César Amadori, que acababa de dirigir el hit de Sara Montiel La violetera, y basado en obra de Juan Ignacio Luca de Tena, el filme tenía un espíritu cándido y muy monárquico en medio de la España franquista en la que el regreso de la monarquía todavía era dudoso. De hecho, a Don Juan de Borbón le encantó la película sobre su abuelo y así se lo hizo saber a los actores. Dos años después se rodó una segunda parte, ¿Dónde vas, triste de ti?, que al tener un regusto más amargo y cínico que su predecesora –y no poder contar con Paquita Rico, muy molesta por que se hiciese una segunda parte sin ella (su personaje había muerto)-, no logró repetir el éxito. Las películas son almibaradas y melodramáticas, pero reúnen de forma ágil un buen puñado de anécdotas y plasman de forma ingeniosa, por ejemplo, la alternancia de partidos en esas escenas de las escaleras en las que se ve cómo Sagasta y Cánovas se reparten del poder sin estridencias.

Coplas y películas no es que sean del todo mentira, pero no son la entera verdad. Nos hablan no solo de lo que pasó sino también del tipo de historia que quiere contarse: la Restauración como una etapa de armonía y estabilidad, obviando que fueron también unos años de una pobreza terrible, enormes diferencias sociales, represión sangrienta, un campesinado empobrecido que ocupaba dos tercios de la población y no veía solucionados sus problemas, rampante analfabetismo, caciquismo enquistado… unos años que vieron la implantación de una Constitución moderna y adecuada a su época y el fin de las guerras carlistas, pero también los de un gobierno que no gestionó las demandas de la incipiente clase obrera o del movimiento anarquista. Años en los que abundaron huelgas, revueltas o atentados como el del Liceo o el del general Martínez Campos, que pudieron costarle la vida a cualquiera de los dos Alfonsos. Cánovas acabó siendo asesinado, también Canalejas, el sustituto de Sagasta en el partido liberal. Los años del desastre del 98 y de la generación del 98. Con las luces y las sombras de la época que vivieron, en sus deberes como monarcas y garantes de la legalidad impuesta, Alfonso y María Cristina cumplieron sin tacha. Su hijo Alfonso XIII, a tenor de la dictadura y la proclamación de la República, falló de forma estrepitosa como monarca.


 
Traicionó el Rey Felipe II al mejor marino de la historia de España?

En esos preparativos de la mal llamada Armada Invencible murió Álvaro de Bazán, sin que el Rey le agradeciera sus servicios, sino al contrario, le relevara de malas formas y pusiera a su familia un tiempo en cuarentena



Retrato del aristócrata y marino español Álvaro de Bazán


Retrato del aristócrata y marino español Álvaro de Bazán




A Don Álvaro de Bazán tras vencer a los turcos en Lepanto, a los franceses en las Azores y a un sinfín de corsarios por el Mediterráneo se le acabó apodando el «Invicto» porque, en efecto, no se le conoce ninguna derrota en sus treinta años de servicio a la Corona. Un hito solo empañado, si se quiere, porque la planificación de la mal llamada Armada Invencible, en verdad Grande y Felicísima Armada, corrió de su cuenta y se le atribuye a él algunos de los errores de base que provocaron el desastre naval de 1588, fruto de la mala cartografía que portaban los españoles sobre las costas irlandesas, las tempestades, unos objetivos mal dibujados y, en menor medida, por el hostigamiento de la flota británica.

En los preparativos de esa Armada murió, además, el que fue uno de los mejores marinos de la historia, sin que Felipe II le agradeciera sus servicios, sino al contrario, le relevara de malas formas y pusiera a su familia un tiempo en cuarentena.

El german del plan contra Inglaterra
El germen de la Gran Armada y de esa tragedia empezó en 1582. Tras su victoria en la isla Terceira, considerada por muchos expertos la primera gran batalla entre galeones en mar abierto, el Rey Felipe IIrecompensó a Bazán, ya en su madurez militar, nombrándole grande de España y dándole el rango inédito de capitán general de la Mar Océano. Las Cortes castellanas le recibieron con una ovación y se entonó un tedeum en su honor en El Escorial. En poco tiempo, Bazán se elevó como el miembro del Consejo de Su Majestad más partidario de atacar a Inglaterra en su propio territorio. Entendía que la guerra de Flandes, que desangraba la Hacienda Real, solo se podía concluir cuando los ingleses dejaran de dar apoyo económico y militar a los rebeldes.



Bazán se elevó como el miembro del Consejo de Su Majestad más partidario de atacar a Inglaterra en su propio territorio
El plan del marino pasaba por desembarcar primero en Irlanda y crear así una distracción, mientras otra flota española se dirigía al sur de Inglaterra y conquistaba algún puerto. Felipe II, al que la posibilidad de atacar Inglaterra hacía que le brillaran los ojos desde hacía un par de décadas, terminó contagiado del entusiasmo de Bazán como si se tratara de un hinchado predicador evangelista. En cualquier caso, no hizo falta que el Rey de España tirara la primera piedra. Tras años de guerra fría, la guerra comenzó de forma oficial en octubre de 1585, cuando el pirata Francis Drake navegó por la costa oeste ibérica, saqueando Vigo y Santiago de Cabo Verde, además de intentar hacer lo mismo en La Palma. En el Caribe se cobró sus mayores éxitos, saqueó Santo Domingo, Cartagena de Indias y San Agustín (en la Florida).

Como respuesta a la agresión, el soberano dio luz verde a la Empresa de Inglaterra, al sueño del marqués de Santa Cruz. El plan de Bazán sufrió, sin embargo, importantes modificaciones: nada de distracciones, se atacaría Inglaterra directamente cuando fueran trasladados desde Flandes el grueso de los ejércitos de Alejandro Farnesio. Una vez se hubiera tomado Londres y derrocada o encarcelada la reina Isabel, Felipe II entronaría a algún monarca católico favorable a sus intereses.



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Los astilleros se pusieron a trabajar a destajo en Sevilla, Cádiz y Lisboa, donde comenzó la concentración de tropas, pólvora y suministros. Galeones, urcas, carracas, galeras, galeazas, naos, zabras, pinazas y pataches inundaron poco a poco el estuario del Tajo, en una estampa repleta de advocaciones religiosas, pues al fin y al cabo se trataba de una cruzada religiosa bendecida por Roma para erradicar la herejía de Inglaterra. Sobre la flota reunida para la cruzada existe la tentación de vincular las pesadas carracas portuguesas, heredadas de la campaña lusa, al plan original de Bazán.

Nada más lejos de la realidad; el experto marino sabía que el futuro de la Armada española pasaba por ágiles galeones de batalla, buques fuertes de formas afinadas y capaces de llevar una potencia artillera de al menos cuarenta cañones. Llevaba años impulsando su fabricación y algunas unidades participarían en la empresa. Sin embargo, la falta de fondos y la necesidad de usar lo que había a mano justificaron que el marino integrara en la empresa las lentas carracas portuguesas y las grandes urcas procedentes de Venecia y Ragusa, cuya vocación comercial obligaba a adaptarlos a la guerra de forma poco eficiente.


Un desastre logístico en Lisboa
Al acumular barcos y suministros en Lisboa sin una fecha de partida, los gastos se dispararon. El bizcocho (el alimento típico para estas travesías marítimas) se echó a perder con el paso de los días y las epidemias diezmaron a los 20.000 soldados que ya se encontraban en el puerto portugués. Las tareas de gestión sepultaron a Don Álvaro de Bazán, sin que vislumbrara un horizonte hacia el que partir. Conscientes de la delicada situación de los preparativos españoles, los ingleses enviaron al inicio de 1587 una flotilla a cargo de Francis Drake con la misión de «chamuscar las barcas al rey de España», atacar Cádiz y hacerse con la Flota del Tesoro de Indias. El conocido como «el ladrón del mundo desconocido» arrasó Cádiz, destruyó algunos barcos preparados para la empresa, entre ellos un hermoso galeón de 1.000 toneladas que iba a hacer de nave capitana para Bazán, y bloqueó durante semanas las rutas que desde Nápoles, Sicilia y el Levante español se dirigían con suministros hacia Lisboa.


El conocido como «el ladrón del mundo desconocido» arrasó Cádiz, destruyó algunos barcos preparados para la empresa, entre ellos un hermoso galeón de 1.000 toneladas que iba a hacer de nave capitana para Bazán
Drake se atrevió incluso a merodear Lisboa, a modo de reto para que Bazán saliera a mar abierto. En cuanto percibió que el veterano almirante no iba a caer en su trampa, el pirata inglés puso rumbo a las Azores, donde el espionaje inglés le había informado de que arribaría en pocos días una carraca portuguesa de 1.400 toneladas, el San Felipe, cargada de mercancías exóticas, desde canela a marfil y oro... El buque luso se rindió sin apenas lucha y Drake regresó a casa con más de 114.000 libras, o lo que es lo mismo, el dinero necesario para sufragar la defensa de toda Inglaterra en la inminente campaña. Bazán salió con retraso en persecución de Drake, aunque en última instancia se contentó con escoltar la Flota de Indias, cargada con 16 millones de ducados, hasta llevarla a salvo a Sevilla.

No era poca cosa para la delicada Hacienda Real. Al final del verano de ese año, el caos cundía más que nunca en los astilleros españoles. Felipe II había calculado que antes de finalizar 1587 estaría todo listo y, ahora que los retrasos se acumulaban uno encima de otro, culpó a don Álvaro de Bazán del desastre en la intendencia. Primero con un tono persuasivo y, al final, de manera intimidatoria: «No hay que gastar tiempo en consultas y respuestas, sino apresurar la ejecución y avisarme si podrían ganarse algunos días». Las lluvias y el frío del invierno empantanaron la flota y arruinaron las cosechas, con un comienzo de año apocalíptico en toda Europa. Lo poco que se avanzaba lo deshacían el viento y la lluvia.

En la senda de su impaciencia, el Rey envió al Conde de Fuentes, sobrino del fallecido y célebre III Duque de Alba, a conocer el estado de la flota y a arrebatar el mando a Bazán si era necesario. A su llegada a Lisboa, se encontró una situación precaria y al marqués mentalmente afectado, sin capacidad de dirigir los preparativos desde su lecho. El granadino había demostrado a lo largo de su vida que era, sobre todo, un hombre de acción, que usaba una energía arrolladora y su experiencia para suplir sus carencias administrativas. Pero hasta aquí llegó la energía arrolladora del anciano, contagiado del tifus en esas fechas. La misma epidemia que provocó la muerte de casi la mitad de los marineros y, a su vez, que muy pocos de los barcos estuvieran listos para salir a la mar.

El mito de la mala gestión
Con todo, el historiador Agustín R. Rodríguez González en su obra «Drake y la invencible» (Biblioteca De Historia, 2012) recuerda que los informes finales de Fuentes fueron favorables y que buena parte de los problemas en la gestión de suministros venían por la decisión de crear un segundo centro logístico situado en Cádiz. Ya entonces se intuía que Felipe II quería involucrar más en la empresa al acaudalado Medina-Sidonia, gerifalte de esta región andaluza. A principios de febrero de 1588, Bazán aprovechó una leve mejoría para enviar una carta al rey en la que proponía que su hermano, Alonso, se hiciera cargo de la operación si se agravaba su enfermedad:

«Pero si no fuera servido que mi enfermedad pasara adelante, suplico… que encargue la Armada a don Alonso, pues por su calidad y no haber ninguno de tanta práctica y experiencia, dará muy buena cuenta…»

El 9 de febrero, en uno de los tan habituales días de lluvia en Lisboa, falleció Don Álvaro de Bazán, cuando parecía que estaba mejorando de su enfermedad. Un destacado oficial de la Armada, Martín de Bertendona, tuvo ocasión de visitarlo en su lecho de muerte y lamentar juntos que en «esta jornada, donde es menester pelear con la mar, vientos, tierra y enemigos» faltara una dirección clara sobre muchos asuntos y los detalles quedaran a merced de la voluntad divina. Felipe II así lo deseaba, sin apreciar que en los detalles no está Dios, sino el diablo, como presume un refrán anglosajón.

El hombre elegido por Felipe II para sustituir a Bazán se mostró diligente solo hasta que se echaron a la mar
Aún moribundo el anterior comandante, el monarca escribió sin perder tiempo a un Alonso, sí, a Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, VII Duque de Medina-Sidonia, para comunicarle que él se haría cargo de la Armada. No pasaba por su cabeza nombrar al hermano de Bazán, que cayó en desgracia varios años sin saber por qué. Ni siquiera Medina-Sidonia se consideraba el hombre idóneo para conducir la escuadra a las Islas Británicas, porque sus conocimiento militares, sobre todo a nivel marítimo, se reducían a una escaramuza al sur de Portugal durante la conquista de este reino y a la defensa de Cádiz, además de reconocer que se mareaba en la mar a causa de sus «muchos reumas». Sin embargo, Felipe II se enrocó en su decisión y el duque no tuvo más remedio que desplazarse a Lisboa.

Allí el trabajo organizativo del noble castellano —las tareas administrativas eran su mayor talento— dieron pronto sus frutos y en cuestión de meses la flota empezó a tornar de otro color. De los 104 barcos y 10.000 efectivos disponibles en febrero, se pasó a 130 barcos y 19.000 soldados en mayo. El milagro administrativo, eso sí, fue posible con el dinero que el duque puso de su propio bolsillo. Santa Cruz ya no sabía de dónde más sacar. «Tengo enormes deudas. Mi familia debe 900.000 ducados, y yo no tengo ni un solo real para gastarlo en la expedición», acabaría escribiendo al rey un desesperado Medina-Sidonia.

El hombre elegido por Felipe II para sustituir a Bazán se mostró diligente solo hasta que se echaron a la mar. Al atardecer del 31 de mayo de 1588, el último de los barcos de la «Armada Felicísima» abandonó Lisboa en dirección a los Países Bajos, donde Medina-Sidonia debía «darse la mano» con los Tercios de Flandes y transportar a los soldados a Inglaterra. Tras un duro viaje donde los barcos tuvieron que reagruparse varias veces, el 29 de julio la escuadra que dirigía Medina Sidonia se internó en aguas inglesas. A esas alturas, tras dos años de preparativos, los planes de Felipe II se suponían conocidos por toda Europa. Era el secreto peor guardado del continente.



Derrota de la Armada Invencible, pintura de Philippe-Jacques de Loutherbourg (1796)


Derrota de la Armada Invencible, pintura de Philippe-Jacques de Loutherbourg (1796)



Como medidas defensivas, Isabel I había organizado un sistema de vigías para avistar la llegada de los barcos españoles al instante y había autorizado a su almirante Lord Howard y al corsario Francis Drake a aprovechar la confusión para contraatacar en las costas españolas. Querían repetir el éxito del ataque a Cádiz del año anterior y los ingleses contaban con una flota superior a la española en número, aunque no en experiencia. No fue así, la meteorología también castigó a la flota inglesa y la obligó a retornar a Inglaterra poco después de su salida, en concreto al puerto de Plymouth, justo unos días antes de la llegada de Medina-Sidonia a ese mismo lugar.

La tradición inglesa asegura que Drake jugaba a los bolos relajado cuando llegaron los buques españoles y que, flemático, se limitó a comentar: «Tenemos tiempo de acabar la partida. Luego venceremos a los españoles». Una de las muchas mentiras propagandísticas que rodean al relato de esta guerra anglo-española.


La tumba de una generación brillante
El corsario y sus hombres reparaban y aprovisionaban sus barcos tras el malogrado intento por llegar a España, cuando el marino Thomas Fleming trajo la terrible noticia: la flota enemiga estaba a la salida del puerto y solo la indecisión española podía salvarles del desastre. A primera hora del 29 julio, el duque convocó un consejo de guerra en el buque insignia de la Armada, el San Martín, donde algunos oficiales como Miguel de Oquendo, Pedro de Valdés y Juan Martínez de Recalde —la vieja guardia de Álvaro de Bazán— propusieron atacar a Drake en el puerto, como había hecho el propio pirata en Cádiz un año antes. Esto posiblemente habría supuesto una victoria abultada para los españoles, puesto que el viento en contra impedía que escapara ningún buque. Sin embargo, Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Zúñiga decidió, bajo la influencia de su pésimo consejero Diego Flores de Valdés, ceñirse a los planes de Felipe II y dirigirse a Flandes sin mediar combate con los británicos.

De alguna manera Bazán murió por segunda vez en este llamado minuto eterno de Plymouth. Aquella oportunidad perdida de destruir la flota inglesa sentenció la suerte de la Felicísima, que recuperó el rol de pesado convoy de transporte de tropas que Felipe II le había otorgado erróneamente. Una misión que ni las comunicaciones de la época, ni los ágiles barcos enemigos iban a permitir llevar a cabo. «Darse la mano» con las tropas de Alejandro Farnesio, apostadas en un puerto flamenco aún por determinar, iba a resultar una tarea imposible.

Una misión que ni las comunicaciones de la época, ni los ágiles barcos enemigos iban a permitir llevar a cabo
Los ingleses no pudieron hundir casi ninguno de los buques atlánticos en la campaña, pero Medina-Sidonia no alcanzó de ninguna manera a «darse la mano», ni las yemas de los dedos, con los ejércitos hispánicos en los Países Bajos y se vio forzado a bordear las Islas Británicas. Su absoluta falta de conocimiento sobre la realidad de la guerra naval, algo difícil de imaginar de ser Bazán el comandante, y la incapacidad de comunicarse con tierra de una forma fluida mataron toda posibilidad de contactar con el ejército de Alejandro Farnesio.

Las pérdidas humanas del viaje de la Armada por Escocia e Irlandaenvilecieron a las materiales. Entre 10.000 y 15.000 hombres murieron en la empresa inglesa, entre ellos algunos de los miembros más destacados de la primera gran generación de marinos españoles que habían acompañado a Álvaro de Bazán en los albores de la nueva guerra atlántica. El Imperio español terminaría ganando aquella guerra con Inglaterra, como demuestra el beneficioso Tratado de Londres de 1604, pero a costa de perder de un plumazo a estos ilustres mandos.


¿Derrota póstuma?
Don Álvaro de Bazán murió en los preparativos. Miguel de Oquendo capitaneó la escuadra de Guipúzcoa en la Empresa Inglesa. Antes había participado en la conquista de Orán, en la batalla de Terceiras y en otra decena de combates junto a Bazán. Su barco fue incendiado en el ataque a Inglaterra y, enfermo, apenas logró llegar al puerto de Pasajes (San Sebastián) entre otros supervivientes que habían perdido sus embarcaciones. Murió en su casa a los pocos días de su vuelta. El también vasco Juan Martínez de Recalde fue un destacado almirante y constructor de barcos al servicio de la Corona Española, cuya carrera también estuvo ligada a la de Bazán.

Él comandó la escuadra de Vizcayacon el rango de almirante de la flota de invasión de Inglaterra, siendo la escuadra dirigida por el vasco la que tuvo ocasión de batirse más tiempo con los barcos británicos en retaguardia. A pesar de ser el segundo al mando, su voz apenas fue escuchada por Medina-Sidonia, obcecado en cumplir con las órdenes reales de forma estricta. De regreso a España recaló en Irlanda para hacerse con víveres y desde allí alcanzar La Coruña. Falleció en el puerto gallego poco después de llegar.

¿Fue el desastre de la llamada Armada Invencible una derrota póstuma del soldado invicto? La verdad es que de falta de iniciativa, que es de lo que pecó Medina-Sidonia en la campaña, nunca se le pudo acusar a Bazán, que hasta le sobraba. El plan originalmente propuesto por el marqués era partir desde España con una flota de transporte y las tropas ya embarcadas hasta las Islas Británicas, como había hecho en Malta y en las Terceiras. Incluso Medina-Sidonia fue capaz de desplazar la flota, de unas 60.000 toneladas de carga, de un extremo del Canal a otro, a pesar de los reiterados ataques ingleses. Aquello demostró que era factible la idea del marqués de una invasión a lo Guillermo el Conquistador, no así el contacto con el Ejército de Flandes que concibió el Rey.

 
SE CREÍA PERDIDO DESDE EL AÑO 1883
Perú encuentra el manuscrito con los secretos de los incas 150 años después
El país andino encontró casi por casualidad un documento único que había desaparecido hace más de un siglo. Ahora, lo s expone junto a otras 800 piezas de su historia




Foto: Machu Picchu, uno de los lugares más misteriosos del mundo. (iStock)


Machu Picchu, uno de los lugares más misteriosos del mundo. (iStock)




AUTOR
RUBÉN RODRÍGUEZ
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PERÚ
HISTORIA
MONARQUÍA
NOBLEZA

29/11/2019



Perú acaba de recuperar un documento único: un increíble manuscrito que se creía perdido desde hacía casi dos siglos que cuenta parte de la historia fundacional del país sudamericano, en el que se incluyen relatos desconocidos de la llegada de los españoles a la zona y los secretos de Machu Picchu y sus descendientes. Ahora, el conocido como Manuscrito de Sahuaraura puede ser visitado por cualquiera que quiera tras volver a manos peruanas.
Este documento estaba en poder del gobierno peruano desde que Justo Sahuaraura Inca lo escribiera en los primeros años del siglo XIX, pero desapareció de manera inexplicable de la Biblioteca Pública de Lima. Todo sucedió durante la Guerra del Pacífico (1879-1883), en la que este documento se esfumó de la noche a la mañana sin que nadie supiera qué había sido de él. Se creía desaparecido e incluso destruido, hasta que se volvió a saber de él en 2015.


En esa fecha, una familia de Sao Paulo se puso en contacto con Sotheby'spara vender un documento que tenían en su poder desde hacía varias décadas. Cuál fue su sorpresa cuando descubrieron que se trataba del Manuscrito de Sahuaraura. Como no podía ser de otra manera, se iniciaron los trámites para devolvérselo a Perú, algo que no se ha producido hasta ahora. Para celebrarlo, el país andino ha puesto en marcha una exposición con 800 piezas incas, entre las que está el documento.

Pero, ¿por qué es tan importante? Pues por tratarse de un documento únicoescrito por un descendiente directo de la nobleza inca, utilizando testimonios y documentos perdidos para siempre. En el libro se muestra una genealogía que cuenta la historia de Perú desde la propia vida de los incas, cubriendo la historia desde Manco Cápac, fundador de la cultura inca, hasta Túpac Amaru, el caudillo que lideró la mayor rebelión anticolonial del siglo XVIII.



Manuscrito de Sahuaraura, el excepcional documento de la nobleza inca que se creía perdido y que Perú recuperó después de más de un siglo




manuscrito de Sahuaraura


Derechos de autor de la imagenBIBLIOTECA NACIONAL DE PERÚImage captionEl manuscrito de Sahuaraura es considerado una parte fundamental de la historiografía y la cultura peruana.




Sahuaraura formó parte de la línea más alta de la nobleza inca -descendiente de uno de los últimos líderes incas, Huayna Capac-, por lo que cuenta de primera mano los secretos de Machu Picchu, cómo fue la llegada de los españoles al continente sudamericano -desde fuentes basadas en la tradición oral que él conoció- y la historia primigenia de Perú y sus primeros pasos como país. Una historia pocas veces contada y, ahora, disponible al público.

Durante más de 150 años, el documento llamado 'Recuerdos de la monarquía peruana o bosquejo de la historia de los incas' estuvo absolutamente perdido, por lo que una parte fundamental de la fundación de Perú quedó en el más absoluto olvido. Ahora, el país andino ha conseguido recuperar un documento único en su especie, de los que son capaces de transformar la historia de una nación. Tras dos siglos desaparecido, los secretos de la historia inca vuelven a ver la luz.

 
El s*x* entre familiares provocó la deformidad facial de los reyes españoles de los siglos XVI y XVII
Un equipo de genetistas y cirujanos confirma la relación entre el prognatismo mandibular y los matrimonios entre parientes



MANUEL ANSEDE
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2 DIC 2019



sexo reyes


Retrato de Carlos II, pintado hacia 1680 por Juan Carreño de Miranda. MUSEO DEL PRADO




Cuenta el historiador Jaime Contreras que el nacimiento de Carlos II, el 6 de noviembre de 1661, sirvió de excusa en Madrid para organizar “una gran mojiganga”, una fiesta popular con estrafalarios disfraces de animales y demonios. “Cientos de hacedores de horóscopos pregonaban sus vaticinios. Contra lo que muchos temían, los augures más conocidos aseguraban que el Príncipe llegaría a ser Rey. La mayor parte de las cartas astrales se mostraban entusiastas: Saturno era el planeta que enviaba sus mayores efluvios, un astro que se encontraba en el horizonte de la corte de España, sin aspectos maliciosos”, relataba Contreras en su libro Carlos II, El Hechizado. Muy pronto se supo que los adivinos estaban equivocados.


Carlos II —el último rey de los Austrias, la rama española de los Habsburgo— nació enfermizo. Accedió al trono a los cuatro años, cuando era un niño con raquitismo y epilepsia que todavía mamaba del pecho de su madre. El secretario del nuncio apostólico describió así al joven monarca cuando tenía 25 años: “El rey es más bien bajo que alto, no mal formado, feo de rostro; tiene el cuello largo, la cara larga y como encorvada hacia arriba; el labio inferior típico de los Austrias [...]. No puede enderezar su cuerpo sino cuando camina, a menos de arrimarse a una pared, una mesa u otra cosa. Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia”.

El genetista Francisco Ceballos recuerda un retrato al óleo de Carlos IIcon su característica mandíbula saliente, pintado por Juan Carreño de Miranda hacia 1680. “No es solo prognatismo mandibular. Carlos II tenía la nariz muy caída, los ojos muy caídos, los pómulos muy caídos. Tenía una deficiencia del maxilar y se le caía toda la cara”, señala el investigador. Ceballos es uno de los 14 científicos que acaban de encontrar una relación directa entre esta deformidad facial típica de los Austrias y la endogamia que practicaron durante casi dos siglos.

Los padres de Carlos II, Felipe IV y Mariana de Austria, “eran tío y sobrina, pero con la consanguinidad acumulada a lo largo de las generaciones era como si fuesen hermanos, como un incesto”, explica Ceballos, de la Universidad de Witwatersrand, en Johanesburgo (Sudáfrica). Carlos II, recuerda el genetista, fue la culminación de la diplomacia de los Austrias, resumida en esta frase en latín: Bella gerant alii, tu felix Austria nube (“Que otros hagan guerras. Tú, feliz Austria, cásate”). Su estrategia para dominar buena parte de Europa eran los matrimonios entre miembros emparentados de distintas familias reinantes, con s*x* entre primos o incluso entre tíos y sobrinas.

Un equipo de 10 cirujanos maxilofaciales ha diagnosticado ahora el grado de deformidad facial de los Austrias gracias a 66 retratos de los monarcas, desde Felipe I (1478-1506) hasta Carlos II (1661-1700), que se conservan principalmente en el Museo del Prado y en el Museo de Historia del Arte de Viena. Los investigadores han calculado el nivel de prognatismo mandibular y de deficiencia maxilar y han confirmado por primera vez lo que ya se sospechaba: “una asociación entre la deformidad facial y la endogamia”. A mayor parentesco entre los padres, mayor desfiguración. El estudio se publica este lunes en la revista especializada Annals of Human Biology.

De izquierda a derecha, los genetistas Francisco Ceballos, Román Vilas y Gonzalo Álvarez, junto a la artista estadounidense Michelle Vaughan.


De izquierda a derecha, los genetistas Francisco Ceballos, Román Vilas y Gonzalo Álvarez, junto a la artista estadounidense Michelle Vaughan.




Florencio Monje, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Oral y Maxilofacial y de Cabeza y Cuello, ha dirigido los diagnósticos, realizados a partir de los retratos al óleo y apoyados en documentos históricos. Monje recuerda la descripción del rey Carlos V que hizo su cosmógrafo Alonso de Santa Cruz: “Su mayor fealdad era la boca, porque tenía la dentadura tan desproporcionada con la de arriba que los dientes no se encontraban nunca; de lo cual se seguían dos daños: el uno el tener el habla en gran manera dura, sus palabras eran como belfo, y lo otro, tener en el comer mucho trabajo; por no encontrarse los dientes no podía mascar bien”.

“La consanguinidad es una puerta de entrada para conocer la arquitectura genética de un rasgo”, explica Ceballos. Una persona recibe dos versiones de cada gen, una de su madre y otra de su padre. Estas dos copias pueden ser diferentes, en cuyo caso se expresará la variante dominante, quedando enmascarada la información del otro gen, denominado recesivo. Los resultados en los Austrias sugieren que el prognatismo mandibular es un rasgo recesivo que afloró en los monarcas porque los matrimonios endogámicos aumentaron las probabilidades de heredar las dos copias igualmente defectuosas.

Ceballos y el genetista Gonzalo Álvarez, de la Universidad de Santiago de Compostela, llevan más de una década analizando a los Austrias. En 2009, señalaron a dos desórdenes genéticos, la deficiencia combinada de hormonas hipofisiarias y la acidosis tubular renal distal, como principales culpables de la pésima salud de Carlos II, incluyendo su infertilidad, que supuso la extinción de la dinastía. Los científicos han estudiado un árbol genealógico de 6.000 miembros de 20 generaciones de los Habsburgo. Si Felipe I tenía un coeficiente de consanguinidad de 0,025, el de Carlos II era de 0,25, lo que significa que el 25% de sus genes estaban repetidos, al haber recibido la misma copia de su madre y de su padre.

“Los reyes son un laboratorio para estudiar los efectos de la consanguinidad humana”, sostiene Ceballos, que en la actualidad estudia junto a sus colegas a los Borbones para ampliar la investigación. “El rey Alfonso XIII [bisabuelo de Felipe VI] tenía un prognatismo mandibular clarísimo”, señala Monje, que en 2016 publicó el libro El rostro enfermo. 50 pinturas universales para comprender las enfermedades de la cara y cuello.

“Este nuevo trabajo sobre la mandíbula de los Habsburgo nos sugiere un patrón de herencia recesiva”, apunta la geriatra Georgina Martinón Torres, ajena a esta investigación y autora de una tesis doctoral sobre la vejez en la obra pictórica de Velázquez. A juicio de esta médica, del Hospital General Universitario de Ciudad Real, ahora serán necesarios análisis genómicos de personas con prognatismo para “ratificar esta sugerencia”.

 
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