Cuadernos de Historia

Cataluña, el principal obstáculo en la centralización de España en cinco siglos de historia

De los Reyes Católicos a Pedro Sánchez, pasando por los Austrias y los Borbones, el debate sobre si el Gobierno central debe despojar de su poder a los diferentes reinos, territorios y comunidades ha causado infinidad de disputas, controversias y guerras hasta la actual crisis independentista



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A principios del siglo XVI, Antonio de Nebrija escribía en la introducción de su «Gramática de la lengua castellana» que «los miembros y pedazos de España que estaban por muchas partes derramados, se redujeron y ayuntaron en un cuerpo y unidad de Reino» gracias a los Reyes Católicos. Lo que no se imaginaba el famoso humanista de Alcalá de Henares, el cual auguraba que aquella unidad duraría «muchos siglos», es que la idea de ese poder central iba a ser origen de tantas disputas, confusiones, críticas y controversias a lo largo de la historia.

Tal es así que Pedro Sánchez dijo hace dos años, en plena crisis independentista catalana, que «algunos tratan de reagitar el fantasma de la centralización». Hasta recordó que las autonomías han sido un «motor histórico» para las regiones que «sufrieron el centralismo ya olvidado» y concluyó que, «en nuestro país no hay democracia si no hay descentralización». Raras palabras para un presidente del Gobierno español, pero que no hacen sino demostrar, que el poder central sigue siendo puesto en duda en pleno siglo XXI. Hablamos del denominado «café para todos», del reparto de la financiación autonómica y de la cesión de competencias en materia de educación, seguridad o hacienda.

La batalla sigue estando en boca de políticos y ciudadanos de uno y otro signo, pero este no es más que el último episodio de un debate, el de la centralización de España, que ha estado presente en los diferentes regímenes que ha tenido el país desde los Reyes Católicoshasta hoy. Da igual que hablemos de las repúblicas, de las diferentes monarquías, de las dictaduras del siglo XX o de la actual democracia. La pregunta siempre ha estado ahí: ¿ debe el Gobierno central desposeer a las comunidades autónomas, regiones o reinos de la mayor parte de su poder o, por el contrario, debe ceder sus competencias a estos para que tengan mayor autonomía?


En los último años, la balanza se ha inclinado cada vez más de por la primera opción, provocando un aumento en el porcentaje de españoles que prefieren un Estado con un Gobierno central y sin autonomías. Eso es lo que se desprendía de los datos recogidos en el barómetro del Real Instituto Elcano publicado el año pasado. Según la encuesta, el porcentaje de los que prefieren esta opción creció desde el 9% en noviembre de 2015, hasta el 21% en noviembre de 2017. Es significa que aumentó más del doble y que una quinta parte de la ciudadanía aboga por devolver a Madrid todas las competencias que ahora ejercen Cataluña, Galicia, el País Vasco y compañía.


Los Reyes Católicos
El problema no es nuevo. El proceso de centralización ha encontrado resistencias, críticas e incluso violencia desde los Reyes Católicos. Ellos fueron los primeros en sufrirlo nada más alcanzar el poder. Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón pacificaron las dos Coronas y asentaron su dominio en la Península tras vencer al rey Boabdil en la guerra de Granada. Una victoria que trajo consigo la integración del último reino musulmán de la Península, el reino nazarí, en la Corona de Castilla; el fin de la Reconquista y, sobre todo, la puesta en marcha del primer Estado moderno de España mediante el establecimiento de un aparato institucional claramente centralizado a través de la creación de los Consejos.

Era el principio de aquella centralización a la que aludía Antonio de Nebrija, aunque el humanista no se refería a las fuertes resistencias que se iniciaron casi de inmediato por parte de los diferentes reinos y territorios de la Península que no querían someterse al poder central. Sobre todo, aquellos con una tradición administrativa y un gobierno regional que se sustentaba en la necesidad de llegar a acuerdos con los otros reinos o con los mismo Reyes Católicos. Este fue el caso, por ejemplo, de todos los territorios de la Corona de Aragón.


La Casa de los Austrias
Los Austrias intentaron socavar estas resistencias periféricas aumentando los territorios bajo su dominio y ampliando las competencias del Estado. Desde la coronación de Carlos I en 1516, los diferentes monarcas de esta casa pusieron en marcha una sofisticada administración. Establecieron también una hacienda pública centralizada, una justicia que llegó hasta América, un mayor control del poder territorial, varias instituciones comunes, servicios públicos nada desdeñables y un ejército capaz de proteger y avalar todo lo anterior.

El camino, sin embargo, no fue fácil. Los Reyes tuvieron que enfrentarse con algunas de las instituciones que velaban precisamente por los fueros de las diferentes regiones. Ese fue el caso del conflicto que Felipe II mantuvo con Juan de Lanuza, el Justicia Mayor de Aragón. Se trataba del hombre encargado de defender los derechos y libertades de los aragoneses, pero excedió sus funciones al esconder y proteger a Antonio Pérez, exsecretario real del monarca, que había sido condenado por tráfico de secretos y corrupción. Cuando el Rey de España supo que Pérez se había refugiado en Zaragoza, exigió su entrega por vía legal, pero Lanuza se negó en redondo. El resultado: ambos fueron decapitados.

Fue finalmente el conde-duque de Olivares quien trató de imponer el modelo de Estados más centralizado hasta entonces, aprovechando su influencia sobre Felipe IV. En 1624, le entregó a este su famoso «Gran Memorial», un informe confidencial en el que le describía la difícil situación por la que atravesaba la Monarquía Hispánica y en la que exponía una serie de medidas para remediarlo. El objetivo de esta era reforzar la autoridad de la Corona en todos sus territorios. Así lo defendía en uno de los párrafos clave del documento: «El negocio más importante de la Casa Real sería reducir los reinos que componen España al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia. Si Vuestra Majestad lo alcanza, será el Príncipe más poderoso del mundo».

La Unión de Armas
Lo primero que hizo fue constituir la Unión de Armas en 1626. Según esta, todos los «Reinos, Estados y Señoríos» estaban obligados a contribuir de manera proporcional en soldados y dinero a la defensa de la Monarquía Hispánica. Olivares creía que España se convertiría así, por fin, en un Estado unitario y centralizado. Pero este modelo nunca terminó de imponerse por completo, sobre todo por la desconfianza y oposición que encontró entre catalanes, valencianos y aragoneses, convencidos todos ellos en que todas esas medidas habían sido impuestas sin consenso y a la fuerza.

Y aunque es cierto que con esa unión militar se reprimieron varios intentos independentistas de la Monarquía Hispánica, como el que se produjo precisamente en Cataluña, lo cierto es que Olivares fracasó en la mayoría de sus planes. Hace unos meses, algunos medios de corte independentista aún recordaban con inquina a esta figura centralizadora del siglo XVII, en reportajes con titulares como este: «¿Por qué el conde-duque de Olivares detestaba a los catalanes?».

Pero no fracasó solo él. Ninguno de los Austrias consiguió abolir los fueros ni las instituciones regionales, ni tampoco implantar un modelo realmente centralizado en la Corona de Aragón. Podemos decir que, aún así, impulsaron un cambio importante en la organización territorial hacia esa centralización y unión de España, aunque no fuera completa. Y que lo hicieron de una forma mucho más intensa que todo lo logrado por los Reyes Católicos anteriormente.

Los Borbones
La cuestión cambiaría profundamente con la llegada de los Borbones a comienzos del siglo XVIII. Lo primero que hizo el primer Rey de esta casa, Felipe V, fue abolir los fueros e instituciones de los reinos y territorios de la Corona de Aragón que tantos problemas había causado a España en el pasado. Como explicaba a ABC el divulgador e investigador José Luis Hernández Garvi en octubre: «Los Decretos de Nueva Planta de 1715 [tras la victoria de los Borbones en la Guerra de Sucesión] querían centralizar el poder político y económico de la España de aquel entonces. Felipe V tenía el ejemplo de lo que se había hecho en Francia: crear un estado que no estuviera sometido a los caprichos de los distintos territorios. Lo que pretendió era unificar, en ningún caso separar. Y creo que siempre es más positivo».

El modelo que implantó este primer Borbón era también absolutista y de raíz francesa. Un modelo que no había existido anteriormente en la Monarquía Hispánica y que estaba formado por un conglomerado de Estados y Reinos con sus instituciones y ordenamientos jurídicos propios, pero que se subordinaban al Gobierno central. «Felipe V quería traer el centralismo francés a España, aunque con matices. Entendía que, para ser una gran potencia, había que estar unidos y que, de lo contrario, el resultado sería un Estado débil. Los asesores lo veían meridiano: debían buscar un pegamento que uniera a todos», añadía Hernández Garvi. Mientras, sus detractores acusaban al Rey de pertenecer a una dinastía que venía de Francia, algo que no tenía mucho sentido si tenemos en cuenta que las otras dinastías que habían reinado sobre una España ya unificada eran extranjeras, como era el caso de los Austrias e, incluso, Amadeo de Saboya.

Javier de Burgos
La mayor aportación borbónica fue la construcción del Estado liberal, que supuso después la consolidación de esa centralización emprendida con los Decretos de Nueva Planta. A lo largo del siglo XIX crecieron las estructuras administrativas del Gobierno, sobre todo las que se refieren al ejército y los funcionarios que vaciaron de competencias a los municipios. También se creó la Guardia Civil, el primer cuerpo policial de ámbito estatal, y la Ley Moyano, con la que se puso en marcha un sistema educativo para toda España.

Todos estos cambios fueron muy importantes en lo que se refiere a reforzar el poder de Madrid, pero una de las medidas que más ayudó a acabar con los problemas territoriales del país y fortalecer el poder del Gobierno central fue la división en provincias de Javier de Burgos en 1833. El objetivo del ministro de Fomento bajo la regencia de María Cristina de Borbón era facilitar la labor de Estado sobre el resto de territorios de la manera más rápida y eficaz posible.

Poco antes, a finales del siglo XVIII, la situación que describía el famoso poeta y pensador valenciano León de Arroyal era muchos más caótica: «El mapa general de la Península nos presenta cosas ridículas de unas provincias encajadas en otras, ángulos irregularísimos por todas partes, capitales situadas en las extremidades de los partidos, intendencias extensísimas y otras muy pequeñas, obispados de cuatro leguas y obispados de 70, tribunales cuya jurisdicción apenas se extienden más allá de los muros de una ciudad y otros que abrazan dos o tres reinos. En fin, todo aquello que debe traer consigo el desorden y la confusión». Todo ello convertía a España en un lugar «abigarrado, complejo, confuso y caótico», según lo calificaba el catedrático de Derecho Administrativo, Aurelio Guaita, en «La división provincial y sus modificaciones». Y por eso la obra de Burgos fue tan importante, sobre todo si tenemos en cuenta que ha permanecido casi intacta hasta el día de hoy.

El siglo XX
El debate de la centralización siguió vigente en el siglo XX. DE hecho, las increíbles cotas de autogobierno que Madrid le concedió a Cataluña a lo largo de ese siglo y el anterior parecían suficientes para los nacionalistas y los independentistas. En 1905, el entonces presidente del Gobierno Montero Ríos echó el primer órdago a estos, al declarar públicamente: «Nada que directa o indirectamente contraríe la unidad de España y su personalidad, puede tolerar ni este Gobierno ni ningún español».

Pero se toleró, hasta el punto de que la cuestión regional se convirtió en uno de los problemas que contribuyó a acentuar la crisis de la Segunda República. El catalanismo –que iba un paso por delante de los movimientos autonomistas vasco y gallego– demostró cada vez más fuerza y ambición, y no dudaron en alzar la voz tras la aprobación del primer proyecto de estatuto, para criticar que este rebajaba sus pretensiones originales. «Sé que es más difícil gobernar España ahora que hace cincuenta años, y más difícil será gobernarla dentro de algunos más. Es más difícil llevar cuatro caballos que uno solo», advirtió Manuel Azaña en 1932. Y añadió: «La desafección de Cataluña (porque no es menos) se ha hecho palpable. Los abusos, rapacerías, locuras y fracasos de la Generalitat y consortes, aunque no en todos sus detalles de insolencia, han pasado al dominio público».

Los nacionalismo comenzaron a representar para la República un problema que había que resolver cuanto antes. España incluso tuvo que soportar varios intentos de golpes de Estado y tres declaraciones unilaterales de independencia en Cataluña, las cuales acabaron en fracaso: 1873, 1931 y 1934. Pero ya lo advirtió el propio Ortega y Gasset poco antes de que se aprobara aquel primer estatuto catalán: «Estamos ante un problema que no se puede resolver, sólo se puede conllevar; es un problema perpetuo y lo seguirá siendo mientras España subsista».

De hecho, el funcionamiento de España se parece hoy mucho al federalismo que el PSOE lleva proponiendo desde hace muchos años para hacer frente al desafío de la Generalitat de Cataluña. Un modelo descentralizado que inició Felipe González, después de la constitución de las comunidades autónomas; que la remató José Luis Rodríguez Zapatero, con su proceso de reformas estatutarias, y que continúa Pedro Sánchez: «En nuestro país no hay democracia si no hay descentralización».

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El brutal asesinato de las hermanas Mirabal que conmocionó al mundo
En honor a estas tres valientes hermanas asesinadas a garrotazos, que se habían convertido en auténticas heroínas de la lucha clandestina antitrujillista, se conmemora cada año en esta fecha el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer



Minerva, Patria y Maria Teresa, las hermanas Mirabal


Minerva, Patria y Maria Teresa, las hermanas Mirabal




El 25 de noviembre de 1960, los cuerpos de las tres hermanas Mirabal se encontraron en el fondo de un acantilado en la costa de la República Dominicana. Aquel acontecimiento, que fue vendido a la prensa como un trágico accidente por Trujillo, el dictador dominicano que dio la orden de acabar con ellas, contribuyó a despertar la conciencia entre la población, que culminó, seis meses después, con el asesinato del caudillo.

En honor a estas tres valientes hermanas asesinadas a garrotazos, que se habían convertido en auténticas heroínas de la lucha clandestina antitrujillista, se conmemora cada año en esta fecha el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1999, a propuesta de la República Dominicana con el apoyo de 60 países.

Patria, Minerva y María Teresa, así se llamaban las hermanas, nacieron y crecieron en el seno de una familia rural acomodada en el paraje de Ojo de Agua, en Salcedo, el municipio más importante de la provincia que se rebautizó más tarde, y en honor a ellas, con el nombre de Hermanas Mirabal.


A causa de su persistente actividad rebelde, fueron encarceladas y torturadas en no pocas ocasiones
Estas mujeres, que habían mostrado un interés muy temprano por los estudios, dedicaron gran parte de su corta vida a luchar por la libertad política de su país, oponiéndose firmemente a una de las tiranías más opresoras y duras que tenía Latinoamérica: la de Rafael Leónidas Trujillo, conocido también como «El Jefe», «El Generalísimo», «El Chivo» o «El Chapita», por su afición desmedida por las condecoraciones.

El mismo hombre, protagonista de uno de los más acusados cultos a la personalidad del siglo XX, que arrebató casi toda la fortuna a su familia cuando llegó al poder. Convencidas «Las Mariposas» –así era conocidas entre sus compañeros de lucha– de que Trujillo llevaría al país a un auténtico caos, decidieron formar el grupo de oposición «Agrupación Política 14 de Junio».

A causa de su persistente actividad rebelde, fueron encarceladas y torturadas en no pocas ocasiones, a pesar de los cual decidieron continuar luchando con el único objetivo de acabar con la dictadura.

Cuando «El Chivo» comprobó que la cárcel no era suficiente para detener aquella actividad clandestina, a la que cada día se iban uniendo más adeptos, decidió acabar con ellas. Eran los últimos años de la década de los 50, en los que se estaba despertando una fuerte inquietud social en toda América Latina, con la caída de varios dictadores y el triunfo de Fidel Castro.

Las hermanas Mirabal habían comentado a sus maridos, en una visita a la cárcel donde se encontraban recluidos, los rumores que circulaban en Salcedo sobre la posibilidad que sufrieran un «accidente», como se denominaba entonces a la manera que utilizaba el régimen de ordenar la desaparición de un opositor importante, con la supuesta intención de ocultar el crimen.

«Después de apresarlas, las condujimos al sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se llevara a una de las muchachas»
Uno de los esposos, Manolo, sugirió que debían acabar con los viajes y marcharse a Puerto Plata para evitar el paso por las carreteras, pero ya era tarde: la orden de asesinar a las hermanas ya había sido dada.

Cinco miembros del Servicio de Inteligencia Militar detuvieron el jeep en el que regresaban de la prisión, las introdujeron a empujones en un coche y las llevaron a un lugar previamente escogido, cerca de La Cumbre.

Eran aproximadamente las 19:30. Allí las mataron a golpes y colocaron sus cadáveres en el jeep, antes de arrojarlo por el precipicio.

Ciriaco de la Rosa, uno de los asesinos, lo contaría más tarde: «Después de apresarlas, las condujimos al sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se llevara a una de las muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó a una de ellas, la de las trenzas largas (María Teresa). Alfonso Cruz Valerio eligió a la más alta (Minerva), yo elegí a la más bajita y gordita (Patria) y Malleta, al chofer, Rufino de La Cruz. Ordené a cada uno que se internara en un cañaveral a orillas de la carretera, separadas todas para que las víctimas no presenciaran la ejecución de cada una de ellas […] Traté de evitar este horrendo crimen, pero no pude, porque tenía órdenes directas de Trujillo y Johnny Abbes García. De lo contrario, nos hubieran liquidado a todos».


 
Las hermanas Mirabal

Nombre secreto: Mariposas, el documental


Filmado en República Dominicana y Cuba, "Nombre secreto: Mariposas" entreteje conmovedoras entrevistas a familiares, amigos y compañeros de lucha de las Mirabal, con recreaciones dramáticas para contar la historia inolvidable de estas tres heroínas, que hoy son ejemplo y símbolo de la libertad. Producido por Accent Media Productions con el apoyo de Mariposa Cultural Foundation.


 
HISTORIA DE ESPAÑA

Quemad la 'Enciclopedia Álvarez': por fin un libro fundamental libera al Cid del mito
El historiador David Porrinas ha escrito una biografía espectacular: 'El Cid: historia y mito de un señor de la guerra', un descomunal trabajo, resultado de veinte años de investigaciones obsesivas




Foto: Recreación del Cid Campeador en la serie de 'El Ministerio del Tiempo'


Recreación del Cid Campeador en la serie de 'El Ministerio del Tiempo'


AUTOR
JUAN SOTO IVARS
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ARTURO PÉREZ REVERTE
FRANCISCO FRANCO
RECONQUISTA

09/12/2019



El Cid Campeador llegó hasta nosotros cubierto de mierda: una figura adulterada por siglos de mito y propaganda. No hubiera sido un personaje fácil de rastrear por los historiadores en cualquier caso, puesto que las huellas de su caballo desaparecieron del mapa hace casi mil años. Desde entonces, muchas figuras políticas, desde Alfonso X hasta Francisco Franco, pasando por nuestros patrióticos románticos del siglo XIX, eligieron a Rodrigo Díaz modelo de arrojo, fe y hombría para construir país, y con este tratamiento distorsionaron más todavía su estela.

Admito que la fascinación era comprensible entonces y que lo sigue siendo. La prueba es el western 'Sidi' de Arturo Pérez-Reverte, que ha elegido un tramo temprano de la cabalgada del Cid para recrear, con conocimiento histórico e imaginación de novelista, la atmósfera fronteriza de los reinos de taifa. En las páginas de Pérez-Reverte, manadas salvajes de tipos duros cabalgan por un escenario violento al servicio de bandoleros con espada. Las lealtades se miden más por el valor en la batalla que por la religión, lo cual es, ya de por sí, una buena aproximación a la realidad del Cid.

Me papeé el libro de Pérez-Reverte en una sentada y, como supongo que pretendía su autor, la lectura despertó en mí un súbito apetito histórico. Leyendo 'Sidi' me di cuenta de que las lagunas que tenía sobre la verdadera historia del Cid eran enormes y de que este periodo de Al-Andalus lo tenía agarrado al cerebro con alfileres. Pensé que mis carencias no pasaban necesariamente por ser un producto de la Logse, puesto que la generación de mis padres, obligados a memorizar el Cantar, terminó viendo al Cid casi como un agente al servicio del Nacionalcatolicismo, cuando el personaje fue de todo menos patriota o buen cristiano.


¿Guerra Santa de 800 años?
Es hora de desmontar mentiras como las de la infame Enciclopedia Álvarez, que en su entrada sobre Rodrigo Díaz dice textualmente: “Hace mucho tiempo entraron en España unas gentes que no eran cristianas. Se llamaban árabes y se apoderaron de casi todo nuestro suelo. Los cristianos españoles lucharon durante ochocientos años con ellos y por fin los echaron de nuestra Patria. Entre los guerreros cristianos sobresalió uno que se llamaba el Cid. Este famoso guerrero venció a los árabes en muchísimas batallas y les quitó la ciudad de Valencia. El Cid es considerado modelo de caballeros porque era muy bueno y todo lo hacía bien”.

Por favor... Hoy en día, cuando la mera idea de que hubiera una Reconquista con ochocientos años de Guerra Santa no resiste ni los análisis históricos más miopes, lo que necesitaba Rodrigo Díaz de Vivar era una nueva biografía, y la casualidad ha querido que se publique en diciembre de 2019 una que es espectacular. La ha escrito el historiador David Porrinas, de la Universidad de Extremadura y la editorial Desperta Ferro la ha publicado. Es 'El Cid: historia y mito de un señor de la guerra', un descomunal trabajo, resultado de veinte años de investigaciones de Porrinas obsesivas sobre el Cid.

La mera idea de que hubiera una Reconquista con ochocientos años de Guerra Santa no resiste ni los análisis históricos más miopes
Desde el prólogo, el autor nos deja claro que su libro no está escrito con el deseo de sentar cátedra, sino con el de aclarar las cosas. Su libro es una mezcla de curiosidad, obsesión y humildad, y a lo largo de sus cuatrocientas páginas, documentadas con infinitas notas al pie y redactadas con la claridad y concisión de un informe, el autor se dedica a contraponer versiones, rastrear fuentes y buscar las incoherencias para liberar al retrato biográfico de Rodrigo Díaz de siglos y siglos de propaganda.



'El Cid'. (Desperta Ferro)


'El Cid'. (Desperta Ferro)


A través de la lente de Porrinas vemos al Cid Campeador descompuesto como un haz de luz blanca que atraviesa un diamante. De la misma forma que “Cid” viene de “sidi” (señor en árabe) y “Campeador” de “campidoctus” (en latinete, sabio de la batalla campal), la figura se nos va presentando como un híbrido entre el héroe, el oportunista, el bruto y el político. Conocemos a un hombre que hacía tratos con cristianos lo mismo que con moros, y con una inteligencia táctica muy hispánica terminó alcanzando una dignidad que quedaba mucho más allá de los derechos que le dio la cuna.

Pero quizás lo más fascinante de este libro sea un aspecto tangencial a la figura central, y es que el Cid, lo mismo que su señor Alfonso, su adversario catalán Berenguer y sus fieros enemigos almorávides, hicieron fortuna gracias a la disolución de un país. Todos ellos supieron cabalgar con oportunismo por las tierras de un Al-Andalus descompuesto en reinos de taifas, es decir, en regiones egoístas y enfrentadas, donde visires de tres al cuarto se enfrentaban entre sí después del colapso del Califato Omeya. Será que estoy neurótico, pero ahí hay un aviso y una lección.

 
'TONATIUH'
Pedro de Alvarado, el conquistador conocido como 'el dios del sol'
Considerado el invasor de gran parte de América Central, era valiente y un gran líder, aunque también cruel, sanguinario y de temperamento difícil



Foto: Fuente: Pedro Alvarado.


Fuente: Pedro Alvarado.



AUTOR
ÁLVARO VAN DEN BRULE
Contacta al autor
07/12/2019




Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero

-Miguel de Cervantes



Absolem es en la controvertida y mágica obra de L. Carroll, 'Alicia en el país de las maravillas' el representante del más alto conocimiento. Al final, deviene su transformación, en mariposa. Es un todo en la naturaleza el propio ciclo vida –muerte– ¿resurrección? y en definitiva, simboliza la transformación.
Hernán Cortés, por muy cuestionado que haya sido en aquellas tierras trasatlánticas, solo aprovechó una guerra civil para ganar él su guerra y en ese quid pro quo, darles la oportunidad de revancha a los atribulados pueblos que configuraban la periferia del horror Mexica o Azteca si se prefiere. Cortés, en su innata sabiduría, ya fuera un malvado o un Dios elevado, era un diplomático con cintura y un estratega genial que como Absolem, superó las barreras más atroces en un medio de una hostilidad brutal donde los corazones de las víctimas eran extirpados en caliente y a mano cruda. Los Totonacas y Txitximecas por ejemplo, pagaban con los más granado de sus jóvenes vírgenes un tributo oneroso, y con sus hijos, el alimento para los más crueles sacrificios que imaginarse puedan.

Hernán Cortés, en su innata sabiduría, ya fuera un malvado o un Dios elevado, era un diplomático con cintura y un estratega genial
Pero Cortés, proveniente de una aldea extremeña que más bien parecía una miniatura en comparación con la omnipotente Technotitlan, sabía lo que hacía hasta que un fatídico día dejó en manos de su segundo, Pedro de Alvarado, el cuidado de la ciudad lacustre más bella y organizada de aquel siglo, que en sus albores iba a dar tanta grandeza a España.


Un imperio y sus mentiras
Sea o no quizás, el Dios de Baruch Espinoza, el que nos salve del ateísmo más radical, pues entre tanto horror y crueldad como la que tuvieron que enfrentar los españoles en su lucha contra el imperio Azteca, los dogmatismosmorales, ideologías y religiones, se quedaban ocultos o subsumidos en ese regusto de sopicaldo en el que la historia disimula lo inaprensible, lo intolerable, y lo inaceptable de ese monstruo que vive en el ser humano y que aletargado, despierta para fagocitar en un extraño patrón ya sea aleatorio, casual o cíclico, predeterminado o accidental a su creación como en aquel terrible cuadro de Goya, en el que Saturno devora a sus hijos. Que no nos vengan con milongas los predicadores de un infierno post mortem; el infierno está aquí en este planeta u orfanato de trayectoria helicoidal o manicomio a cielo abierto en un espacio desolador.



Hernán Cortés.


Hernán Cortés.



La historia tiene esas cosas ocultas en el trampantojo de la verdad correcta y asumible –para mejor digestión– redactada por los ganadores y rubricada por el silencio de los que no se quieren ver envueltos en aquellos inconfesables secretos de armario, o en la miseria moral de los que se confiesan con fervoroso ardor religioso en la misa dominical, banalizando mientras los pecados de los días laborables.

México estaba muy adelantado en muchos aspectos pero se encontró en el campo de batalla a gentes muy entrenadas en el arte de la guerra
Cada imperio tiene sus mentiras y estas, a base de ser repetidas como un mantra están tan bien engrasadas con el paso del tiempo, que más bien parecen rodamientos suizos por su impecable confección. La grandeza que tuvo la conquista española en su casual encuentro con un continente perdido –pues el propósito inicial era ir a Catay y Cipango (India y Japón)– desató una guerra muy pero que muy cabrona contra un imperio de costumbres macabras así como de una arquitectura increíble, un agro avanzadísimo y una astronomía de altísimo nivel. México y los mexicas estaban muy adelantados en muchos aspectos pero, tuvieron un trágico accidente, y este fue, que se encontraron en el campo de batalla a gentes muy decididas, altamente entrenadas en el triste arte de la guerra, en una comunión prácticamente fraternal ante la inmensidad de ejércitos adversarios que literalmente se perdían en el horizonte.

Las tácticas favorecían y se decantaban a favor de los españoles por la superioridad técnica incontestable de muchos de sus hombres formadores en sus tercios con el Gran Capitán, hombres de primera línea. Perros de presa por docenas, caballeros que imponían por su simbiosis entre equino y humano, arcabuceros que venían del infierno, y una tropa que sabía que no había retirada posible, dirigida a su vez por competentes capitanes, eran las credenciales de aquellas pequeñas unidades que se imponían ante masas humanas que desbordaban las funciones de una calculadora.


La 'Noche Triste'
Pedro de Alvarado, obviamente, fue un decidido capitán que para Cortés a la postre, sería algo más que su mano derecha y hombre de confianza. Causante de la famosa 'Noche Triste' un 30 de junio de 1520, se llevó por delante en una interpretación sesgada o indigna de un militar de oficio o por bochornosos intereses de avidez galopante o quizás por un malentendido mal manejado (argumentó que aquella aristocracia se había reunido para conspirar) en un asesinato masivo de la nobleza azteca en Tenochtitlán (actual Ciudad de México), cuyas repercusiones provocarían la ira de los Mexicas alzados en armas causando una grave derrota al ejército de Hernán Cortés, ausente en ese momento de la ciudad.

Alvarado era conocido por los aztecas como Tonatiuh (dios del sol, en náhuatl) debido al peculiar cabello rubio ondulado y su portentosa estatura


Pero todo pasa y Cortés, supo perdonar a un rehabilitado Alvarado tras la durísima batalla de Otumba. Alvarado, era conocido por los aztecas comoTonatiuh (dios del sol, en náhuatl) debido al peculiar cabello rubio ondulado y su portentosa estatura. Tras la pacificación de aquel desaguisado, sería enviado a conquistar las tierra al sur –las que hoy configuran Guatemala–, antiguamente pagos mayas. Con la ayuda del pueblo kaqchikel, derrotaría a los k'iche' y a los tzutijiles en una guerra selvática donde miles de ojos camuflados en un entorno mágico y misterioso te controlaban a cada metro, paso a paso, y en el que una lluvia de cerbatanas arrojando 'curáre' era lo más normal de la agenda cotidiana.

Hasta el ínclito Fray Bartolomé de las Casas lo calificó como un sanguinario militar de personalidad violenta y temible, en palabras del vate: "Un infeliz malaventurado tirano”. Según nos lo describe Bernal Díaz del Castillo, hacia 1510, era un hombre de porte noble y altivo pero hijo de padres con recursos limitados. En esas fechas, se plantó en casa de su tío –a la sazón regidor del ayuntamiento– con sus cuatro hermanos hambrientos de aventura y codicia.


Pedro de Alvarado, era un soldado con ambiciones claras y sin delgadas líneas rojas; en 1511 se enrolaría en la expedición que Diego de Velázquez organizó para conquistar Cuba, ahí, demostró su valía indiscutible y liderazgo así como un temperamento de difícil digestión; en 1513 ya era capitán.

En Cuba obtendría sus primeros réditos dejando en manos de dos de sus hermanos una encomienda de indios que le había sido otorgada por el gobernador y que le proporcionó pingües beneficios.


Su momento de gloria llegaría antes que después con una navegación incierta hacia el oeste llena de incógnitas. Un 25 de enero de 1518 partió de la isla con la expedición al mando de Juan de Grijalva, recorriendo gran parte del golfo de México. Al frente de una nave, se distinguió por sus arriesgados y temerarios enfrentamientos con los indígenas por los riesgos inusuales que tomaba, perfil que siempre le acompañaría en su azarosa vida. El gran fruto de aquella osada expedición derivaría en el descubrimiento del formidable imperio azteca; un futuro esplendoroso se abría ante aquella hueste de ávidos conquistadores de un oeste más épico que el que nos han mostrado los western norteamericanos, épica sin sobresaltos y de andar por casa. En un molde de fortuna, con el oro obtenido de requisas, trueques y obtenciones que es mejor no adjetivar, confeccionaría su primer lingote de oro.
En Cuba obtendría sus primeros réditos dejando en manos de dos de sus hermanos una encomienda de indios que le había sido otorgada por el gobernador

Las noticias animaron al gobernador Diego de Velázquez a organizar una expedición para dirigirse a aquel continente retador y en consecuencia, enviaría once naves con setecientos hombres entre los que había quince caballos con sus jinetes. Un 18 de noviembre de 1518 zarpó la flota a las órdenes de Cortés. Alvarado era uno de los socios y hombre de confianza del extremeño de Medellín. Se abría una ventana de oportunidades e incalculables proporciones en la historia de la humanidad.

En arribando a tierra, lo primero que hizo Cortés fue fundar la Villa Rica de la Veracruz que por su importancia la asentaría como principal puerto para recibir la logística en sus futuras conquistas.

El audaz conquistador inmediatamente se dio cuenta de la magnitud de la riqueza del imperio mexica, organizó meticulosamente la conquista y ninguneo sin más preámbulos a Diego de Velázquez. Combinar pactos iba a ser una constante en su quehacer bélico, y de ahí, sus acuerdos con los reinos indígenas, adversarios seculares de los aztecas. Los tlaxcaltecas, enemigos acérrimos de los mexicas dieron un paso al frente, por ser las víctimas crónicas de los crueles sacrificios humanos que estos ofrecían a sus dioses. Alvarado, pupilo adelantado, aprendió esta táctica de Cortés, aunque a veces desbarraba en el método.

No es oro todo lo que reluce


Tras superar innumerables obstáculos y dejar algunas guarniciones en la costa, la expedición de Cortés formada por cuatro centenares de españoles y miles de indios tlaxcaltecas con hambre de venganza atrasada, logró penetrar un 8 de noviembre de 1518 en el centro mismo del corazón del imperio azteca; Tenochtitlán dejó atónitos a los conquistadores. Cortés, rápidamente se percató de que a los aztecas no les caía bien. El 14 del mismo mes, apresó a Moctezuma en su palacio y ahí lo retuvo de forma indisimulada.
Pero un fatídico día mayo de 1520, Hernán Cortés tuvo que abandonar la ciudad pues le habían llegado noticias de que el gobernador Velázquez –que se la tenía jurada–, había enviado una potente expedición a Veracruz con objeto de castigar su desobediencia.


La Matanza de Tlatelolco
Alvarado quedó con ochenta españoles y algunos centenares de auxiliares tlaxcaltecas en la capital para hacerse cargo de la custodia del joven emperador, y como una cosa lleva a la otra, el 16 de mayo se consumó la tragedia que acompañaría para los restos el nombre de Alvarado. Ese día celebraban los aztecas la gran fiesta del Toxcatl en honor del terrorífico dios Uitchilipochtli a quien sacrificaban anualmente varios miles de víctimas humanas. De forma sorpresiva, Alvarado ordenó a sus hombres irrumpir en la escena y matar a todos los nobles asistentes. Esta carnicería –porque no tiene otro nombre–, ha quedado registrada como la “Matanza de Tlatelolco".

Hay al menos tres narraciones que coinciden con los hechos pero no con las causas. Del examen de lo ocurrido se deduce que fueron varios los motivos que indujeron a Alvarado a tomar tan radical decisión. El primer motivo fue el creciente temor de Alvarado, que al estar rodeado de una ingente masa de poderosos enemigos, presentían ser muertos o sacrificados; otra razón, pudo derivar del deseo de los tlaxcaltecas de vengarse de sus odiados enemigos centenarios, los aztecas. Asimismo, el peligro adicional, a los ojos de Alvarado, de que la fiesta pudiera dar origen a un ataque de los aztecas habida cuenta de que el emperador estaba bajo “arresto domiciliario”. Alvarado no era un sujeto de medias tintas y acorde con su carácter buscó una solución ajustada a sus criterios.
Aquella matanza originó una gran sublevación entre los aztecas. Durante cerca de un mes estuvieron cercados sin opciones de romper el sitio y en medio de una situación de alto voltaje.

A Alvarado le cayó una granizada importante y fue reprendido por su inadecuado comportamiento. Cortés intentó apaciguar los ánimos


Enterado de los acontecimientos acaecidos en Tlatelolco, y con las huestes enviadas por el gobernador de Cuba a su disposición tras alambicadas negociaciones en Veracruz, Cortés acudió presto a Tenochtitlán a donde llegó el 24 de junio de 1520 a uña de caballo. A Alvarado le cayó una granizada importante y fue reprendido por su inadecuado comportamiento, habida cuenta de que la intención del de Medellín era la conquista pacífica del imperio Azteca para no desangrar a su tropa.



Moctezuma


Moctezuma



Cortés, en su línea diplomática y de estratega, a través de Moctezuma intentaría apaciguar los ánimos, pero a la postre el emperador azteca murió de una certera pedrada lanzada por un súbdito acalorado que lo acusaba de vendido, melifluo y cobarde. Viendo Cortés el percal y que el cerco se estrechaba de forma alarmante, un 30 de junio decidió jugársela a vida o muerte. El resultado sería un desastre en toda regla. La famosa 'Noche Triste' engulló en una debacle colosal a más de 700 españoles. Alvarado para redimirse y sumar, se distinguió por su proverbial valor y en medio de aquel infierno creo su propia carnicería llevándose por delante a centenares de guerreros mexicas en acciones absolutamente suicidas.

Con el tiempo, Cortés reorganizaría sus fuerzas y al cabo de unos meses cercó de nuevo la capital lacustre, y en el tiempo del 13 de agosto de 1521, entraría triunfante en la ciudad provocando una masacre sin precedentes. El imperio azteca caía como un castillo de naipes.


Alvarado ejecutaría con diligencia empresas de envergadura en aquella muralla verde sinfin dirigiendo varias expediciones. Áreas de grandes dimensiones como la zona costera de Tehuantepec (similar en dimensiones a Castilla) le hicieron inmensamente rico. Parecía bañado en oro mientras su fama iba in crescendo. En México, hay un mal recuerdo de él, por otra parte obvio, aunque en puridad, los españoles de aquel entonces lo único que hicieron fue tropezarse con una auténtica guerra civil entre los Aztecas y el resto; mayas tardíos, totonacas, txitximecas, etc. Pero su solvencia, la de Alvarado, era incuestionable pues en definitiva de lo que se trataba para nuestras armas, era de liderazgo y eficacia; Alvarado aunaba esa simbiosis con una alquimia singular.

En México hay un mal recuerdo de él, aunque los españoles de aquel entonces lo único que hicieron fue tropezarse con una guerra civil


Alvarado por órdenes de Cortés, se dirige con sus huestes a la costa sur de México, y en los primeros meses de 1524, somete a los supuestamente invencibles quichés, se lleva por delante al afamado líder indígena Tecún-Uman, jefe natural de aquel viejo pueblo imbricado en la espesas selvas centroamericanas y configurado por cerca de un millón de habitantes dispersos en el enclave bajo su control, y más tarde se alía con los cakchiqueles, enemigos declarados de los antedichos.

Pero la cosa no acaba ahí; más tarde penetra en el actual oriente de Guatemala, y el 6 de junio irrumpe en lo que hoy configura El Salvador y acaba, tras durísimos enfrentamientos con los pipiles, muy hábiles con el arco. Tal y como cita Alvarado: “A mí me dieron un flechazo que me pasaron la pierna, de la cual herida quedé lisiado, que me quedó una pierna más corta que la otra cuatro dedos. Así las cosas, este sujeto de dos metros de altura y de una apostura impactante, era rubio, algo infrecuente entre los conquistadores de la época; se hizo en un "abrir y cerrar de ojos" con cerca de dos millones de kilómetros cuadrados.

Alvarado, conquistador valeroso donde los haya, tenía zonas de poderosa umbría. La guerra es la peor desgracia del acontecer humano, pero debería de tener márgenes insalvables y convenciones con los perdedores que tendrían que ser respetadas como en una negociación de mínimos a la luz de los acontecimientos, Alvarado era un sujeto extraordinariamente sangriento. Sobre sus espaldas cargaba acusaciones y juicios a mansalva por su trato indignoy en ocasiones, inhumano para con los indígenas. Y no solo eso, su avidez le llevaba a generar odios entre la tropa y resentimientos por su ambición desmedida. Vamos, un elemento de la naturaleza.

En 1527 vuelve a España a defender su honor alegando que sus averías a los nativos eran los efectos colaterales de la guerra. Su amistad con Francisco de los Cobos, a la sazón secretario del emperador, le libera de los cargos que arrastraba, que no eran pocos. Y no solo eso, además de salirse con la suya, obtiene el título de Adelantado, se casa con la espectacular Francisca de las Cuevas sobrina del duque de Alburquerque que de sobrada que iba, llevaba un par de bigardos como dos armarios para poder zapatear Madrid tranquilamente, y para colmo de bienes, va y le toca otra vez la lotería; el emperador le nombra gobernador de la naciente Guatemala y así, de esa manera, se deshace de las ordenes de Cortés sin más preámbulos.

En una de sus prodigas aventuras, se fue al Perú a desbarrar tocando arena en las playas de Ecuador, pero Pizarro que sabía cómo se las gastaba el mendaz pieza, estaba alerta y su compinche Diego de Almagro lo frenó en seco cuando ya el deterioro y hastío de la tropa embarcada en Guatemala estaba a una temperatura a tener en cuenta. Por las mismas, se dio media vuelta y estuvo un tiempo en su gobernación en aparente tranquilidad, pero solo para disimular.

Como estaba un poco aburrido, le dio por conquistar las Hibueras (actual Honduras). Pero al regresar a Guatemala, se encuentra con un togado con instrucciones del rey emperador, un tal Alonso de Maldonado, que asume el gobierno y deja a Alvarado inmerso en profundas meditaciones metafísicas habida cuenta que un proceso judicial le mordía los talones. Ante el cariz que tomaba el tema, Alvarado en julio de 1536 vuelve a España y como el tema horizontal le generaba necesidades hormonales que desahogar, contrae matrimonio con Beatriz de la Cueva, hermana de su primera mujer. Permaneció en España hasta 1539 y de nuevo la fortuna le sonríe: logra la suspensión, que no la anulación, del juicio de residencia, recupera la Gobernación de Guatemala, contrae matrimonio con Beatriz de la Cueva, hermana de su esposa fallecida, y logra nada menos que acordar con el Emperador una monumental expedición con el propósito de hacerse con las codiciadas islas Molucas donde la elevada concentración de especias tan demandadas en la época daba para que cualquier osado se jugara sus propiedades.

Alvarado sumó cifras e ingresos espectaculares pero a la par dilapidaba sin freno en su pasión por alcanzar más notoriedad que Pizarro y Cortes. Se puso el listón muy alto y en uno de esos retos, intentando someter a una tribu díscola y de fama brava perdería la vida en una agonía atroz.

Los cronistas hablan de una muerte atroz acorde con el sufrimiento que causó a sus propios soldados y oficiales


El caso fue que uno de los capitanes en la zona, Oñate, le había apercibido que había una tribu muy fiera y además, caníbales con denominación de origen. Estos nativos sublevados, lo único que hacían era impedir que nadie pasara por sus lares so pena de padecer en primera persona el protagonismo de una atroz barbacoa. Alvarado, que no era muy de arredrarse se lanzó a conquistar aquel peñasco fortificado hasta que reparó que era literalmente imposible el asalto pues los nativos en cuestión habían suspendido provisionalmente los temas relativos a la pitanza pues la fuerza española y su arrojado y rubicundo jefe no tenían cara de buenos amigos.

Era un 24 de junio de 1541 cuando ordenó la retirada. De vuelta a su campamento uno de los jinetes ve encabritarse su caballo probablemente por la presencia de una serpiente, de tal manera que cae aparatosamente arrollando a Alvarado dejándolo tocado de muerte. Tras una agonía soportada por el alcohol y las pócimas alucinógenas de un chamán muere un 4 de julio del año 1541. Tenía entonces 56 años. Los cronistas hablan de una muerte atroz acorde con el sufrimiento que causó a sus propios soldados y oficiales por no mencionar a los nativos que se cruzaron en su camino. Según quien, es excusado por las dificultades de un medio tan hostil al que tuvo que combatir con recursos extremos; según otros, una encarnación endemoniada. Era creyente, su Dios le juzgará si es que está facultado para ello.

Quizás el mejor juicio fue el manifestado por el cronista dominico Antonio de Remesal, clérigo bien informado, quien escribía: “Porque el Adelantado D. Pedro de Alvarado más quiso ser temido que amado de todos cuantos le estuvieron sujetos, así indios como españoles. Y por esta causa usó con los unos y los otros algunas demasías y desafueros con muy poca justicia y razón”.

Pedro de Alvarado, una verdad indigesta.

Datos extraídos del Archivo General de Indias.

 
La trágica vida de la Emperatriz francesa que nació en Granada y enamoró a Napoleón III por su rebeldía
Matilde Bonaparte censuró con dureza el matrimonio: «Uno se acuesta con una señorita Montijo, no se casa con ella»



Fotografía de la Emperatriz Eugenia, en 1856.


Fotografía de la Emperatriz Eugenia, en 1856.



Eugenia María Guzmán, conocida como Eugenia de Montijo por el título paterno, nació en medio, literalmente, de un terremoto en Granada siendo una noble castiza y segundona, y murió noventa y cuatro años después en el palacio madrileño de Liria como emperatriz viuda y depuesta de Francia cuando del temblor causado por su vida se percibían ya solo pequeñas réplicas. Este ascenso fulgurante en la constelación europea se explicó, en primera instancia, por la proyección internacional de sus padres. Él, un grande de España de filiación afrancesada y sangre de Guzmán El Bueno; ella, María Manuela Kirkpatrick y Grevignée, hija de un antiguo cónsul de los Estados Unidos con sangre malagueña y escocesa.


De la mano del padre, alérgico a esas alturas de su vida a las peleas palaciegas, la niña creció en un ambiente silvestre e impregnado del aire gitano y alegre de Albaicín. Su madre, en cambio, procuró inyectarle el gusto por la pompa y el lujo. Viuda muy pronto, esta madre ambiciosa de enorme carácter procuró una educación cosmopolita y rica en idiomas para sus hijas, la IX Condesa de Montijo, y Eugenia, que alternaron su niñez entre Madrid, Granada y viajes a Inglaterra y Francia. De resultas de esta educación, Eugenia no era excesivamente culta, como apunta el historiador Jaime de Salazar y Acha en la entrada que le dedica en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia, pero disfrutaba de «una impresionante belleza, de una distinción y una elegancia fuera de lo común y de una atractiva personalidad». El novelista Juan Valera, una de las celebridades que orbitaba por el ambiente familiar de los Montijo, describió con veinte años a la joven con una mezcla de amor y aversión:


«Es una diabólica muchacha que, con una coquetería infantil, chilla, alborota y hace todas las travesuras de un chiquillo de seis años, siendo al mismo tiempo la más fashionable señorita de esta villa y corte y tan poco corta de genio y tan mandoncita, tan aficionada a los ejercicios gimnásticos y al incienso de los caballeros buenos mozos y, finalmente, tan adorablemente mal educada, que casi-casi se puede asegurar que su futuro esposo será mártir de esta criatura celestial, nobiliaria y sobre todo riquísima».



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Esa rebeldía innata se percibía igualmente en sus reparos a la hora de relacionarse con las nobles de su edad y de su entorno: «No tengo amigas, pues las chicas madrileñas son tan tontas que solo saben hablar de moda, además de que se critican las unas a las otras». Tampoco tenía parangón a nivel físico, como bien lo reflejó Madame Carette al elevarla a los altares de la princesas de su tiempo: «Los hombros, el pecho y los brazos recordaban a las más bellas estatuas. La cintura era pequeña y redondeada; las manos, delgadas; los pies, diminutos. Nobleza y mucha gracia en el porte, una distinción nata, un andar ligero y suave».

Con sus huesos en París
No iba a resultar difícil casar a aquella dama refinada con algún aristócrata castellano de postín, y sin embargo fueron las negociaciones infructuosas con el Duque de Sesto, célebre por su futuro papel como servidor e instructor de Alfonso XII durante su larga travesía por el desierto del exilio, lo que dio con sus huesos en París. Su hermana, en cambio, se casó con Jacobo Fitz-James Stuart, Duque de Alba y de Berwick, a la que las dos hermanas conocían desde niñas y del que Eugenia estaba enamorada de forma secreta. Tanto le decepcionó saber que el duque se iba a casar con su hermana que la futura Emperatriz de Francia intentó envenenarse comiéndose una caja de fósforos. Una determinación muy romántica, muy de su época, que por suerte no tuvo consecuencias físicas.

Tras el sucesivo chasco matrimonial y aquel amor adolescente frustrado, Eugenia María Guzmán se planteó tomar los hábitos y vivir en un convento: «Dios me dará el valor para acabar mi vida en un convento y nunca se sabrá de mi existencia». Sin embargo, no fue en una templo al final sino en París donde halló lo más parecido a la felicidad. Madre e hija se instalaron en la capital francesas y empezaron a codearse con la alta sociedad europea, entre ellos la dinastía Bonaparte. En el año 1850, vísperas de que Napoleón III, sobrino de Napoleón Bonaparte, iniciara el segundo imperio francés, Eugenia y el estadista se conocieron en una recepción en la casa de la Princesa Matilde Bonaparte. El llamado príncipe-presidente, pronto Emperador de los franceses por medio de un golpe de Estado, quedó profundamente enamorado de esa joven de veinticuatro años con mucho ingenio y sentido común. Tanto que, frente a aquel enamorado que le sacaba un porrón de años, concretamente dieciocho, la española resistió el cortejo y exigió que si quería una dosis de Montijo debía ser mediante matrimonio.

Sin demostrar desprecio por nadie, cedo ante mi inclinación, no sin haber sopesado antes mi razón y mis convicciones.
El 2 de diciembre de 1852, Napoleón se proclamó Emperador y, ese mismo mes, pidió matrimonio a Eugenia, que al aceptar y casarse el siguiente mes en una fastuosa boda en la Catedral de Notre Dame, posterior a una ceremonia civil igual de florida en el Palacio de las Tullerías, se convirtió en emperatriz consorte. El Emperador de Francia justificó su decisión en que «he preferido a una mujer a la que amo y respeto a una mujer desconocida cuya alianza habría supuesto ventajas unidas a sacrificios. Sin demostrar desprecio por nadie, cedo ante mi inclinación, no sin haber sopesado antes mi razón y mis convicciones. Al poner la independencia, las cualidades del corazón y la felicidad familiar por encima de los prejuicios dinásticos no seré menos fuerte, ya que seré más libre».



Fotografía de Napoleón III y su familia.


Fotografía de Napoleón III y su familia.



Desde España, muchos lamentaron, comparándola con la escandalosa Isabel II, que se hubiera exportado a tan valiosa monarca. «Eugenia de Montijo, qué pena, pena, que te vayas de España para ser Reina. Por las lises de Francia, Granada dejas, y las aguas del Darro por las del Sena. Eugenia de Montijo, qué pena, pena...», decía una coplilla de la época.

Un imperio del lujo
Eugenia desplegó sobre la corte imperial un lujo y un refinamiento desmedido, con un ligero toque español propio de aquel tiempo en el que la Península se veía como un lugar exótico, que rememoraron los tiempos del Antiguo Régimen en un país que se movía o a golpes de revoluciones o a esplendores imperiales. El trazado del París moderno cobró forma en este reinado donde la corte correspondió, en grandeza, con mascaradas fastuosas, estrenos de ópera que marcaron época y con los emperadores pasando parte del verano en la ciudad balneario de Biarritz, en el País Vasco francés. La estancia estival de la aristocracia en los lugares con playa abrió el camino a lo que hoy es parte indisoluble del verano de cualquier españolito o europeito medio. Sus detractores criticaron, sin embargo, la frivolidad de la monarca y el pueblo llano nunca conectó del todo con esa extranjera que llamaban de forma despectiva «la española», pero que también dedicaba gran parte de su agenda diaria a obras de la beneficencia visitando suburbios, hospitales y orfanatos.



Retrato de Napoleón III por Franz Xaver Winterhalter


Retrato de Napoleón III por Franz Xaver Winterhalter



En 1858, un revolucionario italiano llamado Felice Orsini, hijo de un antiguo oficial de Napoleón Bonaparte, intentó asesinar a la pareja con la bomba que hoy lleva su apellido, la Orsini, que empleaba de detonador de la carga explosiva fulminato de mercurio. Orsini y varios cómplices lanzaron varias bombas de este tipo cuando los monarcas acudían al teatro Rue Le Peletier, el precursor de la Ópera Garnier, lo que provocó ocho muertos y 142 heridos entre el gentío. No en vano, los Emperadores salieron ilesos y continuaron hacia el teatro sin perder la compostura. El mismo Orsini resultó más herido en el lance que los objetivos y fue pronto arrestado. El conato de magnicidio incrementó la popularidad de Napoleón y de Eugenia.

La granadina ejerció una importante influencia sobre su marido en varias decisiones políticas, entre ellas la desastrosa intervención francesa en México y la actuación en Roma en defensa del Papa, convertido en un islote en medio de una Italia camino de la unificación. En 1869, la Emperatriz representó al imperio francés en la apertura del Canal de Suez en Egipto, proyecto imperial que había apoyando por convencimiento y porque el responsable de la obra, su primo Ferdinand de Lesseps, era un empresario francés, medio español, con el que guardaba una relación de amor odio.

El poder congregado y su carácter independiente aumentaron los detractores de la española, a la que la familia de su marido no tragaba y de la que Matilde Bonaparte llegó a decir que «uno se acuesta con una señorita Montijo, no se casa con ella». Las numerosas infidelidades de Napoleón deterioraron la relación entre ambos e incluso llevaron a la noble española a abandonar una temporada a su marido.

Matilde Bonaparte llegó a decir que «uno se acuesta con una señorita Montijo, no se casa con ella».
Durante la guerra franco-prusiana de 1870, que vivió la caída del segundo imperio francés y el nacimiento del imperio alemán, Eugenia ejerció la regencia cuando su marido fue capturado por los prusianos en los campos de Sedán junto a miles de soldados de su ejército. París se organizó en comuna y proclamó una nueva república, tras lo cual la emperatriz depuesta abandonó París para instalarse en una casa de campo, Camden Place, en Inglaterra.


La viuda de Francia
El Emperador se desplazó allí en 1871 tras pasar un breve periodo en el cautiverio. Murió el 9 de enero de 1873, a los sesenta y cinco años de edad, dejando a la española al frente del partido bonapartista y, sobre todo, a cargo del único hijo de ambos. Del matrimonio nació el Príncipe imperial Eugenio Luis, tras un par de abortos y, cuenta el anecdotario, después de que la Emperatriz británica Victoria le aconsejara que utilizara ciertas posturas que «vendrá muy bien para tu posterior embarazo… por que no te pones estos cojines de esta manera en tus lumbares y así a lo mejor tienes suerte». Después del asunto del cojín Eugenia habría quedado supuestamente encinta.

Eugenia preparó a su hijo para regresar algún día al trono de Francia. Le hizo ingresar en la escuela militar de Woolwich e instruirse para los retos del futuro. No obstante, Eugenio Luis moriría el 1 de junio de 1879 en Ulundi, Sudáfrica, durante la humillante guerra contra los zulúes que el cine se ha encargado de mitificar hasta parecer otra gloriosa victoria de las armas inglesas frente a guerreros armados con lanzas. El joven de 23 años iba armado con la espada de su tío abuelo cuando cayó de su caballo víctima de una emboscada de los zulúes, que le mataron a a lanzadas tras un breve combate. Eugenia nunca llegó a reponerse de la muerte de su heredero y hasta quiso visitar el lugar donde falleció. Abandonó la política y vistió cuarenta años de riguroso negro, pero no dejó de viajar por el globo.

A finales de ese mismo siglo se construyó una villa en la Costa Azul, a donde acudía cada temporada bajo el título ficticio de «condesa de Pierrefonds» para no llamar la atención de nadie. También a Madrid viajaba con frecuencia, alojándose en el palacio de Liria, ese majestuoso edificio rodeado de un pequeño parque de árboles centenarios, propiedad de su sobrino el Duque de Alba, donde murió el 11 de julio de 1920. Su cuerpo fue trasladado posteriormente a Inglaterra para reposar junto a su esposo e hijo.

 
EUGENIA DE MONTIJO (Año 1826) Pasajes de la historia (La rosa de los vientos)

Capitulo completo de la serie "Pasajes de la historia", sección del programa "La rosa de los vientos" dedicado a Eugenia de Montijo (Año 1826), todo el merito es de su director y locutor J.A. Cebrian, d.e.p.



 
Mejor libro de Historia 2019: 'Hambruna roja', de Anne Applebaum

Encumbrada en 2004 con el Pulitzer por su obra sobre el Gulag, la historiadora se consolida como garante de rigor en su último libro sobre la URSS: 'Hambruna roja'



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La periodista e historiadora Anne Applebaum, en Madrid. ÁNGEL NAVARRETE




Antes del transparente impacto de la Glasnost, el historiador británico Robert Conquest quiso clavar con sutileza el bisturí. Estaba convencido de que podría diseccionar, pese al dígase comprometido material oficial a su disposición, uno de los capítulos más oscuros del estalinismo: las purgas comandadas por Iósif Stalin. Pese a la ausencia inducida de luz que había en el quirófano, la incisión primigenia de Conquest no debió de ser imprecisa, cuando la publicación en 1968 de su investigación histórica, El gran terror (Caralt Editores), fue recibida con no poca hostilidad en un mundo cuyo hemisferio izquierdo padecía tal ceguera ideológica -como demostró Martin Amis en Koba el Temible (Anagrama)- que aún condescendía con uno de los regímenes asesinos más exterminadores de nuestra historia reciente: la URSS. Veinte años después, la apertura de los antiguos archivos soviéticos y su revisión crítica llevaron a Conquest a publicar una versión actualizada de lo ocurrido en la Unión Soviética en los años 30: las purgas habían sido auténticas escabechinas.

Para Anne Applebaum, todavía duermen archivos que nadie ha leído. Y, más importante aún, analizado. Especializada y adicta a la historia soviética, estudiosa de esa lógica de represión de masas determinada por la ideología, devoró El gran terrorde adolescente. Ningún otro libro ha influido tanto en su vida. Applebaum (Washington, 1964) es periodista y escritora, dos conceptos de antagónica reputación pero que ella concibe complementarios y semejantes. En ambos, al fin y al cabo, gana la curiosidad. «En el periodismo», explicaba recientemente en Letras Libres, «preguntas a distintas personas, en la historia, consultas distintas fuentes: el partido, la oposición, un diario» para siluetear una imagen lo más inmaculadamente delineada. ¿Una diferencia? «En un caso preguntas al presente y en otro, al pasado».



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Un grupo de campesinos de Ucrania, a principios de los años 30.



Firme liberal, rigurosa historiadora, su campo de excelencia es Europa del Este, ahí está El telón de acero: la destrucción de Europa del Este (Debate). Lo conquistó por proximidad, prueba de cargo de por qué los casos individuales poseen tanto protagonismo en su obra, convencida de que la comprensión de los grandes momentos de la Historia solo se alcanza «cuando empiezas a ver cómo la gente común encaja en ellos». Aterrizó en la Varsovia de 1988 con la acreditación de corresponsal de The Economist para curiosear las transiciones socio políticas de la región. Pero los incontrolables vaivenes de Europa del Este escapaban al presente. Casada con Radosaw Sikorski, escritor y ex ministro en Polonia, con la nacionalidad polaca, 10 años después de su aterrizaje, colapsado ya el comunismo, Applebaum se preguntó: «Pero ¿cómo llegamos ahí? ¿Por qué se pudo instalar? ¿Por qué la gente colabora con esos regímenes asesinos?». Las respuestas, en la estalinización.

Si Applebaum pudiese adoctrinarnos con un libro obligado ese sería Mi vida, de Trotski. Si pudiese teletransportarnos a un instante nos llevaría al Petrogrado de 1917... ¡entre las revoluciones de febrero y octubre! Y es que la historia, los hechos, son lo único que explican todo. Leyendo a Applebaum se fortalece aquello de que a quien no preocupa la repetición de lo ocurrido es porque no lo conoce, no lo recuerda o no lo quiere recordar. Ahora que el Estado iliberal de partido único se localiza por todo el mundo, ella recuerda que el Estado leninista no es una filosofía, sino un mecanismo para conservar al poder que funciona porque define claramente quién es la élite. «En los libros del futuro» escribió en The Atlantic, «el fundador de la URSS no será recordado por sus convicciones marxistas, sino como inventor de esta duradera forma de organización política. El modelo que muchos de los incipientes autócratas del mundo actual utilizan».

Columnista del Washington Post, Senior Fellow de International Affairs, Agora Fellow in Residence de la Johns Hopkins School of Advanced International Studies, profesora en la London School of Economics... su encumbramiento llegó en 2004 con el Pulitzer de no ficción. Pudiendo acceder a los archivos soviéticos, en Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos (Debate), Applebaum se acercó a los primeros campos erigidos nada más triunfar la revolución instaurados por Lenin en las islas Solovetsky, pasando por su expansión con Stalin hasta la etapa final, con el deshielo y su transformación en psiquiátricos. Una aproximación cruda a dos de los pilares en los que se asienta todo sistema autocrático: el miedo y la destrucción del disidente.

Este año se ha publicado en España Hambruna roja. La historia de Stalin contra Ucrania(Debate), otra documentadísima obra, pese a las restricciones impuestas por el viraje de Putin, merecedora de ser posicionada entre las mejores de 2019. Tomando el testigo deEl gran terror, Applebaum desgrana aquí el más que intento de Stalin de borrar de la faz de la tierra a toda una nación, la ucraniana. Un tanatopropósito perseguido a base de represión y, sobre todo, hambre. Casi cinco millones de personas perecieron desde 1931 a 1934 a consecuencia de la colectivización de los cultivos, un trampantojo de Stalin con el que exterminar a una población campesina donde el sentimiento nacionalista estaba fuertemente arraigado. «Stalin», explica Applebaum en una entrevista reciente a EL MUNDO, «conocía la hambruna que sufría el país a comienzos de los años 30. Sin embargo, tomó la intencionada determinación en 1932 de endurecer las condiciones en Ucrania, incluyendo decenas de granjas colectivas y aldeas en las listas negras, bloqueando las fronteras del país para que la gente no pudiera irse y creando unas brigadas de incautación que iban de casa en casa quedándose con la comida de los campesinos». Incluso hoy hay quien esgrime que las hambrunas no fueron ni provocadas ni alimentadas en el tiempo. Pero Applebaum documenta no sólo cómo se intentó con ellas y otros métodos represivos empleados contra las élites cultural, intelectual y religiosa de la república destruir a Ucrania como nación, sino cómo se trató de ocultárselo al veredicto de la Historia.

«Si se dan las condiciones adecuadas», mantiene Applebaum, «cualquier sociedad puede volverse contra la democracia. De hecho, si la historia es algo por lo que podamos guiarnos, es lo que harán todas las sociedades».


ENRIQUE MORADIELLOS
1. Retaguardia roja. Violencia y revolución en la guerra civil española (Madrid, Galaxia Gutenberg, 2019), de Fernando del Rey Reguillo.
2. El Tercer Reich. Una historia de la Alemania nazi (Barcelona, Crítica, 2019), deThomas Childers.
3. Lenguas entre dos fuegos. Intérpretes en la guerra civil española (Granada, Comares, 2019), deJesús Baigorri Jalón.
4. Ascenso y crisis. Europa, 1950-2017. Un camino incierto (Barcelona, Crítica, 2019), de Ian Kershaw.
5. El Orbe a sus pies. Magallanes y Elcano (Barcelona, Ariel, 2019), de Pedro Insua.

JORGE DEL PALACIO
1. La tragedia de la liberación. Una historia de la revolución china (1945-1957) (Acantilado), de Frank Dikkoter.
2. Churchill. La biografía (Crítica), de Andrew Roberts.
3. Mussolini contra Lenin (Alianza), de Emilio Gentile.
4. Carlos V. Una nueva vida del emperador (Planeta), de Geoffrey Parker.
5. Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania (Debate), de Anne Applebaum.

FERNANDO PALMERO
1. Comunidades rotas. Una historia global de las guerras civiles 1917-2017 (Galaxia Gutenberg), de Javier Rodrigo y David Alegre.
2. Hambruna roja: la guerra de Stalin contra Ucrania (Debate), de Anne Applebaum.
3. La soledad del país vulnerable. Japón desde 1945 (Crítica), de Florentino Rodao.
4. La tragedia de la liberación. Una historia de la revolución china (1945-1957) (Acantilado), de
Frank Dikötter.
5. El reino de Hispania (siglos VIII-XII). Teoría y práctica del poder (Akal), de Javier Fernández Conde, José María Mínguez y Ermelindo Portela.

ASUNCIÓN DOMÉNECH
1. Emilia Pardo Bazán (Taurus/Fundación Juan March), de Isabel Burdiel.
2. Demasiados retrocesos. España 1898-2018 (Galaxia Gutenberg), de Santos Juliá.
3. Los campos de concentración de Franco (Ediciones B), Carlos Hernández de Miguel.
4. Un pueblo traicionado (Debate), de Paul Preston.
5. España. Un retrato de grandeza y odio (Espasa), José Varela Ortega.

ISABEL BURDIEL
1. Demasiados retrocesos. España 1898-2018 (Galaxia Gutenberg), de Santos Juliá.
2. Arte y artificio de la vida en común. Los modelos de comportamiento y sus tensiones en el Siglo de las Luces (Marcial Pons), de Mónica Bolufer.
3. Los imperios y la globalización en Europa (siglos XV-XVII) (Galaxia Gutenberg), de Bartolomé Yun.
4. Ascenso y crisis. Europa, 1950-2017 (Crítica), de Ian Kershaw.
5. Los amnésicos. Historia de una familia europea (Tusquets), de Géraldine Schwarz.


 
HISTORIA
Malta, el Álamo cristiano donde una tropa de españoles cambió la historia
En 1565, el ejército turco comenzó una batalla contra el último bastión cristiano del Mediterráneo que tras cuatro meses repelió el ataque con la ayuda de los soldados españoles



Foto: Asedio de Malta


Asedio de Malta


AUTOR
JAVIER BRANDOLI. MALTA
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22/12/2019


Hubo un Álamo, un 300, una Numancia que ocurrió hace unos siglos en una roca en medio del Mediterráneo. Pero nadie ha hecho una gran película en Hollywood, ni tiene eco en la mayoría de libros escolares, ni figura entre las mediáticas gestas militares de la historia, ni siquiera de la española que es especialmente protagonista de este relato de cabezas usadas como proyectiles, cuerpos mutilados crucificados flotando en una bahía y hombres masacrándose por defender su Dios. La guerra es cruel y esta batalla lo fue también, como heroica, irreal, novelesca.
Bajando en la nueva estación de autobuses, ya casi no se ven los viejos armatostes de colores que recorrían esta isla, se llega en La Valeta, capital de Malta, hasta el Auberge de Castilla, sede de la oficina del Primer Ministro. Hace casi 20 años viví aquí unos meses, regresé diez años después, en 2010, y ahora me reencuentro con el viejo edificio "castellano" vallado por las agitadas protestas políticas y jalonado por un parlamento construido por el arquitecto italiano Renzo Piano e inaugurado el 4 de mayo de 2015.
Entre esas murallas y ese mar en 1565 intentaron abrir una brecha más de 40.000 soldados otomanos para conquistar el último bastión cristiano

Girando a la derecha, desde los Altos Jardines de las Barracas, se contemplala bahía rodeada de los fuertes de San Ángel, en la ciudad de Birgu; los restos del fuerte de San Miguel, en Senglea, del que ya no queda apenas nada tras los fuertes bombardeos sufridos en el otro gran asedio que sufrió la isla protagonizado por la tropas nazis en la II Guerra Mundial; y el fuerte de San Telmo, en la Valeta. Entre esas murallas y ese mar en 1565 intentaron abrir una brecha más de 40.000 soldados otomanos para conquistar el último bastión cristiano del Mediterráneo que les quedaba por tomar y que les debía llevar después hasta las ansiadas Sicilia y Baleares. 500 caballeros, 1000 soldados entre españoles e italianos, 100 soldados de galeras y esclavos, algo más de tropa griega y siciliana, y unos 2000 pobladores locales (algunas crónicas hablan de 5000) consiguieron vencerlos.




El sitio de Malta. Llegada de la flota turca, por Mateo Pérez de Alesio


El sitio de Malta. Llegada de la flota turca, por Mateo Pérez de Alesio



El Asedio de Malta comenzó en realidad unos siglos antes. Es la historia de una sucesión de derrotas y asedios previos. Las tropas musulmanas llevan desde la toma de Jerusalén por Saladino en 1187 haciendo retroceder a las tropas cristianas por todo el Mare Nostrum. Acre, en 1291 y Rodas en 1522 habían sido ya dos dolorosas derrotas para los soldados de la cruz que veían como sus dominios se reducían en el Mediterráneo. Tras la derrota de Rodas contra los ejércitos otomanos del temido Solimán el Magnífico, los caballeros de la Orden Hospitalaria de San Juan deambulan siete años sin tener un lugar en el que asentarse hasta que el emperador Carlos V les concede la Isla de Malta. Hay varias versiones sobre el acuerdo: una dice que los caballeros se comprometen a enviar a España al emperador cada año un halcón y otras añaden agua bendita de una fuente natural y ofrecer una misa en una de las islas en las que la leyenda dice que San Pablo naufragó.

El diario de un español
Sea como fuere, los caballeros desde 1530 de la ahora Orden de Malta comienzan rápido a levantar fortificaciones sabedores de que Solimán en algún momento les hará una visita. Felipe II decide hacer de esta isla una base desde la que hostigar a las naves berberiscas que ya han atacado las Islas Baleares. En 1565, tras haber sufrido en 1551 el archipiélago un duro ataque de los musulmanes que acaba con la reconquista musulmana de la cercana Trípoli y la conquista de la vecina Isla de Gozo donde los otomanos se llevan a la mayor parte de habitantes como esclavos, el gran maestre de la Orden, el francés Jean Parisot de La Valette, sabe que el ataque musulmán es inminente. “A nosotros, con la presa de Malta, nos resultarían muchos bienes y grandezas, pues correríamos todos aquellos mares de Poniente con mucha de nuestra reputación y daño de nuestros enemigos y con el tiempo nos apoderaríamos de Sicilia”, había dicho Solimán el Magnífico a sus generales. Desde ese instante, el relato más fiable de los hechos y el único de un testigo directo de lo que acontece en Malta es del soldado italiano españolizado Francesco Balbi di Correggio que escribió un diario con lo sucedido durante cuatro meses de asedio.

El relato más fiable de los hechos y el único de un testigo directo es del soldado italiano españolizado Francesco Balbi di Correggio

Los turcos aparecen el 18 de mayo de 1565. Las tropas otomanas desembarcan en la zona este, en la desprotegida espalda de las tres fortificaciones que hoy son el bello puerto pesquero de Marsaxlokk, Sant Thomas Bay y Marsaskala. Las correlación de fuerzas es complicada de cifrar con exactitud, pero los historiadores hablan de entre 40.000 y 45.000 turcos y entre 6000 y 9000 cristianos. "La Valette había ordenado el adiestramiento militar obligatorio de los pobladores locales los meses previos al desembarco", asegura el relato de Joseph Ellul, 'El Gran Asedio de Malta'. El francés también ordenó hacer acopió de maíz y prepararse para una larga resistencia que esperaba que acabara con la llegada de una flota de rescate mandada por Felipe II. “El Maestre quiso saber la gente que tenía, y tras contar a sus hombres sumó 4.920", escribe Balbi. Entre ellos estaban 400 soldados españoles que llegaron a socorrer Malta el 10 de mayo, días antes de la llegada de Solimán. Según el soldado italiano había “500 caballeros de hábito de todas las naciones”.



Soliman El Magnífico


Soliman El Magnífico


Sobre el número de turcos que desembarcaron hay discrepancias también, ya que el propio La Valette envió una carta a Felipe II a los cuatro días de comenzar el asedio en el que cifraba su número en 17.000, algo que el mismo rectificó días después en una misiva enviada al Prior alemán y en la que se hablaba ya de 40.000 otomanos. (Quizá al gran Maestre le interesó rebajar la cifra ante Felipe II para que pensara que había opciones de victoria).
Tras tomar comunión todos los defensores, asegurar las empalizadas en el mar y esperar a que el virrey de Sicilia, Don García de Toledo, enviara naves para romper el asedio, el Gran Maestre despliega sus tropas sobre las murallas atendiendo a las lenguas de los caballeros. En la parte española se puede leer sobre los muros el Puesto de Castilla y Puesto de Aragón, ya que unos hablaban en castellano y otros en catalán.
Los otomanos comienzan a bombardear las defensas de San Telmo, uno de los errores que les pudo costar la victoria final

El 19 de mayo, una expedición de caballeros enviada por la Valette a Marsaxlokk comprueba que el desembarco es de miles de hombres con víveres suficientes para realizar acometidas durante meses. Los alrededores de la bahía de Marsaxlokk se convierten en el primer escenario de los combates. El capitán español Juan de Guaras está al mando de una pequeña tropa a caballo que logra acabar con la vida de cien turcos. El 26 de mayo, sin embargo, es herido de un flechazo y tiene que pasar a la retaguardia.

Para entonces, el lunes 29 de mayo, “los otomanos comienzan a bombardear las defensas de San Telmo”. Su obsesión durante semanas por atacar este fuerte es estratégicamente uno de los errores que les pudo costar la victoria final. Los turcos creen que si toman el control de este castillo podrán destrozar por su ubicación con facilidad el resto de defensas cristianas. Al otro lado, una tropa compuesta por cien caballeros y alrededor de 500 soldados repele el fuego de los cañones musulmanes. Los generales de Solimán, dos mandos divididos en sus tácticas, el visir Mustafa Bajá y el almirante Pialí Bajá, creen que en tres días habrán tomado la plaza. La situación es tan grave que el 6 de junio los caballeros y mercenarios españoles e italianos que aguantan las embestidas turcas piden a La Valette que les dejé salir a campo abierto a morir luchando con la espada en la mano.



El fragor de la batalla


El fragor de la batalla


La misiva enviada a San Ángel está firmada también por los caballeros españoles y anuncia un posible motín. El Gran Maestre les dice que deben aguantar, que llegarán pronto refuerzos desde Sicilia y apela al orgullo castellano. “Nosotros iremos a defender lo que vosotros no queréis. Los españoles, por supuesto, no permitieron que los franceses hicieran su trabajo”, me explicó Esteban, un profesor de historia maltés que nos hizo de guía sobre las mismas murallas hace 20 años. La feroz defensa que presentan españoles e italianos lleva a que algunos caballeros crucen a nado por la noche la bahía desde el Fuerte de San Ángel hasta el Fuerte de San Telmo para ayudar a sus compañeros.
El 16 de junio, explica Balbi, “al salir del alba, fueron los turcos al asalto general por todas partes, con tanto estruendo de vocería y ruido de atabales, chirimías y clarines y otros instrumentos militares a su uso, que parecía quererse acabar el mundo”. Fue una carnicería en la que perdieron la vida 1.500 turcos y 150 cristianos. Entre estos últimos, falleció el caballero español capitán Medrano, “después de haber peleado todo el día en todas partes y haber hecho maravillas de su persona y animado a sus soldados. Murió habiendo derribado muerto un jenízaro que ya tenía plantada su bandera en un cestón”, relata Balbi. La Valette, al enterarse de su muerte, ordenó que fuera enterrado “con la mayor honra que se le podía hacer”. El desánimo cayó a plomo sobre los valientes defensores que sabían que su derrota era inminente.

El ataque final
El sábado 23 de junio, víspera de San Juan Bautista, los turcos comienzan el ataque final. Los pocos caballeros que aún están con vida se refugian en la iglesia “por ver si hallaran en aquellos bárbaros alguna manera de razón y concierto. Más vieron que degollaban a cuantos topaban y decidieron salir a la plaza donde vendieron muy bien sus vidas y acabaron valerosamente”, señala Balbí. Sólo se salvaron seis caballeros que huyeron a nado. Los otomanos asesinaron a mujeres y niños. “Después de los enemigos gastado treinta y más días sobre San Telmo, 18.000 tiros de cañón y perdido seis mil hombres, los turcos no mostraban mucha alegría por lo caro que les había costado”, narra el diario del soldado italiano. En ese instante Solimán ofrece a los caballeros la rendición y marcharse vivos a Sicilia. La Valette ahorca al emisario turco, rechaza el acuerdo y confía en resistir hasta la llegada de refuerzos.
El 5 de julio, cuatro galeras con 600-700 soldados de los temidos tercios españoles llegados de Sicilia al mando de Don Melchor de Robles desembarcan en el oeste de la isla, los campamentos otomanos están al este. Enseguida consiguen llegar hasta la capital, la ciudad de Mdina, una fortificación lejos de la costa en el centro de la isla, desde la que después rompen el cerco y refuerzan las defensas cristinas en Birgu.

Es entonces cuando “dos prisioneros cristianos fueron hechos presos por los turcos. Tras torturarlos, exigieron que les revelaran el lugar más desprotegido para tomar el fuerte. Los dos caballeros, en una sabia jugada, les indicaron el lugar donde se encontraban los castellanos, que eran considerados los más fuertes y valientes. Los turcos lanzaron allí una gran ofensiva, que fue repelida por los defensores y en la que perdieron la vida muchos asaltantes, engañados por los moribundos presos”, narraba Esteban. Es el conocido ataque al Post of Castille que comienza el 9 de julio, en Birgu, donde los caballeros habían levantado una segunda fortificación interior que los otomanos desconocían y que acabó siendo una trampa mortal para cientos de sus soldados atrapados allí.



Murieron más de 30.000 soldados otomanos


Murieron más de 30.000 soldados otomanos



El combate en ese instante es encarnizado. Los otomanos desmiembran y crucifican cuerpos de los prisioneros cristianos que flotan por la bahía. Vuelan cabezas convertidas en proyectiles. Los cañones otomanos lanzan una durísima ofensiva sobre los dos fuertes cristianos que aún aguantan la embestida. En San Ángel, la zona de Alemania y Castilla, los daños son ya contundentes. Comienza una batalla sicológica, La Valette insiste en que la tropa enviada por Felipe II está ya llegando y los atacantes usan a los prisioneros para que a gritos desmoralicen a sus compañeros. El 13 de julio, un nuevo intento de tomar San Miguel acaba con la vida de uno de los más destacados defensores, el español Francisco de Sanoguera. Su muerte, tras una heroica lucha, provocó el alborozo de miles de turcos que vieron al español luchar herido y seguir animando a sus hombres. Pese al mazazo, las tropas de Melchor de Robles consiguen tras más de cinco horas de lucha repeler finalmente el ataque que acaba con 4.000 bajas otomanas.

Los siguientes días el bombardeo se intensifica y el 25 de julio, La Valette reconoce a los suyos que no espera “ya socorro” e invita a sus soldados a “morir antes que a caer presos”. El 2 y 7 de agosto entre 6.000 y 8.000 turcos comienzan un nuevo asalto a San Miguel que es también rechazado. Las crónicas dicen que los otomanos lanzan más de 130.000 cañonazos sobre las murallas. El Gran Maestre francés se coloca en primera línea de la batalla el 18 de agosto y consigue, pese a ser herido, repeler una brecha abierta por los otomanos en la zona de Castilla. Mientras, desde Mdina, la caballería cristiana lanza algún ataque a los desprotegidos campamentos turcos de retaguardia y acaban con sus heridos y parte de sus provisiones. El desaliento otomano crece. Del 28 al 31 de agosto se producen los últimos masivos intentos de conquista que también son milagrosamente repelidos.

Llegan las naves de Felipe II
El jueves 6 de septiembre llegan noticias de que las naves enviadas por Felipe II están llegando a Malta. Los turcos, muy debilitados, plantean retirarse. El 7 de septiembre la flota mandada desde España se abre paso y desembarca el conocido como Gran Soccorso. El comendador Antonio Maldonado se desplaza hasta Birgu con algunos caballeros y anuncia que al oeste, en la bahía de San Pablo, ha desembarcado el marques de Villafranca, García de Toledo, con más de 9.000 hombres, la mayoría españoles (menos tropa en todo caso de la esperada). Anuncia también que el mismo Juan de Austria quiso venir a socorrer la isla, lo que provoca una gran alegría entre todos los asediados. “El socorro era el más poderoso que podía ser, porque venía en él la flor de todos los soldados viejos que el Rey de España tiene en Italia e italianos escogidos”, describe Balbi. El pánico cunde entre las filas turcas que huyen inicialmente a sus barcos. Los generales, sin embargo, se dan cuenta de que las tropas españolas no son tan numerosas como pensaban y hacen de nuevo desembarcar a los jenízaros, su tropa de élite, a dar batalla. Son arrasados por los tercios y finalmente toda la flota otomana huye despavorida.
Murieron unos 30.000 otomanos. Los musulmanes por primera vez en siglos sufren una gran derrota a manos de los cristianos

Malta había resistido un imposible asedio de casi cuatro meses. 224 caballeros de los 500 iniciales perdieron la vida. Murieron también más de 1.500 soldados, 7.000 malteses y 500 esclavos, explica Balbi, que cifra en más de 40.000 las bajas enemigas. Según el registro de Giacomo Bosio, historiador oficial de la Orden, las bajas otomanas fueron 30.000. Da igual, la clave es quelos musulmanes por primera vez en siglos sufren una gran derrota a manos de los cristianos. La Valette recibe como compensación de su liderazgo una espada del propio Felipe II en la que se lee Plus Quam Valor Valleta Valet (La Valette vale más que el valor). El francés lideró un ejército europeo con caballeros alemanes, franceses, portugueses, valientes pobladores locales y, sobre todo, caballeros y soldados del Imperio español, italianos, aragoneses y castellanos, que unieron sus fuerzas para aguantar un ataque descomunal que cambió la historia porque El Álamo de los cristianos sí aguantó.

 
UNA SITUACIÓN SIMILAR
La revuelta nacionalista que tiñó de sangre Cataluña y propició la I República
Muchos problemas sociales y económicos fueron los culpables de la guerra de los Segadores en 1640, que provocó un levantamiento en el día del Corpus Christi



Foto: 'El Corpus de Sang' de H. Miralles.


'El Corpus de Sang' de H. Miralles.


AUTOR
ÁLVARO VAN DEN BRULE
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VIOLACIONES
NACIONALISMO

28/12/2019


Se llama calma y me costó muchas tormentas obtenerla
-Dalai Lama
Unos brochazos de Apocalipsis por aquí y por allá y todo arreglado. Corría el año de 1640 y en Barcelona se producía un motín tremebundo, desbordante, arrollador e incendiario que con el tiempo se ha dado en llamar la revuelta delsSegadors (1640-1652); este levantamiento conduciría en principio a la proclamación de la primera República catalana, de la que Pau Claris era la cabeza pensante. El levantamiento de los Segadors se originaría inicialmente entre los payeses del Ampurdán y tenía un carácter visiblemente social y anti-señorial, que en pocos meses devino en un movimiento de corte nacionalista contra los castellanos habida cuenta la estrecha relación económica y política entre la basculante y lábil aristocracia catalana y la estructura hispánica dominante en el Principado de Cataluña.

Unos años antes, hacia 1635, el conde-duque de Olivares, a la sazón privado del rey de España Felipe IV, había metido a nuestro ya castigado país en una estéril guerra con Francia y con la excusa de atacar el arraigado bandolerismo en el noreste a la par que dar presencia disuasoria a la presencia francesa al otro lado de los pirineos, había acuartelado a los Tercios de Castilla en aquellos lares. Los desmanes de los soldados para con la población civil habían creado una atmósfera bastante tensa, pues los campesinos estaban obligados por ley a albergar a los espadones pero el comportamiento de estos en su relación con las gentes del medio rural dejaba bastante que desear.


Los campesinos
Los componentes del tercio en cuestión someterían a la población catalana al saqueo, violaciones, asesinatos y otras lacras. La ley brillaba por su ausencia y la población estaba más que alborotada por el carácter de la ocupación militar que sobreactuaba ante los inermes campesinos que reivindicaban cambios sociales ante la aristocracia local pero que encontraron en los castellanos un hueso alternativo para alivio de la nobleza catalana.

La revuelta tenía al principio un carácter social y anti-señorial pero en cuestión de meses viró a un movimiento nacionalista contra los castellanos
Existía además para agravar si cabe, una fuerte crisis económica que actuaba a modo de agujero negro habida cuenta el lastre que comportaba la guerra franco-española que nacía del encajonamiento asfixiante de la nación gala por la enorme cantidad de territorios con los que España rodeaba a nuestros vecinos. Cuando estos consiguieron liberarse de sus demonios internos- los protestantes hugonotes-, dieron rienda suelta a sus ansias expansionistas. Con la Paz de los Pirineos (1659) y la consiguiente pérdida del condado del Rosellón – antigua Marca Hispánica o estado tapón carolingio- y la deWestfalia (1648) parecía que las cosas quedaban en tablas pero los catalanes perdían dicho enclave y la casi totalidad de la Cerdanya (al norte de los Pirineos). Cosas de la vida; y todo esto, en medio de la monumental movida que habían organizado entre las partes, por un lado los segadores, por otra parte una conducta impropia de un ejército que más que beligerante contra el francés parecía de ocupación.

La cosa finalizaba con una mastodóntica 'meleé' en la que se habían solapado la Guerra de los Ochenta años y la Guerra de los Treinta años; esto es, una guerra mundial en toda regla pues habían intervenido cerca de diez países e imperios y una docena de ducados. Tras aquellos acontecimientos, unas semanas antes del Corpus Christi, el ejército castellano había incendiado Santa Coloma de Farners, Riudarenes y otras pequeñas poblaciones causando pavor entre la población de payeses que huían despavoridos monte a través. ¿La causa? La negativa de la población a alojarlos tras los desmanes cometidos en los meses precedentes.




'Batalla de Montjuïc' de Pandolfo Reschi.




A raíz del hecho se produjo una revuelta en el Ampurdán que se extendió como fuego galopante por toda Cataluña. El día del Corpus Christi se produjo una carnicería fuera de control, en el centro de Barcelona en la calle Ample entre cerca de tres millares de segadores y ciudadanos de Barcelona, por una parte, y funcionarios reales –ejército incluido –, por el otro, que acabaría convertido en saqueos e incendios de palacios de la aristocracia local colaboracionista. Según historiadores, la cifra de pasaportados oscila entre la veintena y la centena, incluyendo al virrey, Dalmau de Queralt que se dio a la fuga en medio de aquel monumental “marrón” acabando de mala manera.

Se produjo una revuelta en el Ampurdán que se extendió por toda Cataluña. El día del Corpus Christi hubo una carnicería fuera de control

Aquella frivolidad de las dos grandes guerras europeas del momento, surcada de trincheras por doquier, hambrunas desconocidas por su magnitud, y centenares de miles de soldados caídos en combate, acabaron engendrando una atroz fosa común de envergadura incalculable que en su apéndice final, en sus últimos estertores, llegaría a Cataluña para sofocar una rebelión queoriginariamente tenía visos de levantamiento social contra las prebendas de una aristocracia insaciable ante la tributación casi medieval de sus vasallos además de ser arropada en una impunidad blindada.

Por un lado la vanidad de una clase local privilegiada en connivencia con un rey que no daba mucho más allá del hecho de ser poseedor de un imperio de dimensiones incalculables, sumada el ardor castrense de una prestigiosa formación militar que no tuvo un comportamiento digno de su reputación y del hastío de los Segadors ante tanto atropello, convirtieron la fabril, industriosa y mercantil Cataluña en un baño de sangre. Tras aquella gran arcada, el vasto agro catalán se vio inundado de la noche a la mañana por caravanas de mujeres, ancianos y niños deambulando desorientados hacia ningún lado. Otra vez, la ceguera del nacionalismo a la butifarra- en este caso particular-, y del fanatismo de unos uniformados descontrolados, determinaron que a la postre aquel episodio tuviera una autopsia complicada.

No se puede humanizar la barbarie y responsabilizar siempre a los “malos” de todos los desatinos, pero si se debe de arañar la verdad aunque quede en un mero escrutinio o intento. A veces es imposible llegar a conclusiones certeras pues el miedo está ahí gravitando con su sofocante presión para que la historia quede deformada en su auténtica redacción de manera satisfactoria concluyendo en un relato viciado y a la carta. No se puede tomar una buena merluza con un vino blanco de tetra brik.

Una vez más, el Apocalipsis visitó nuestra tierra patria para regarla con la sustancia de la vida, y todo, por no empatizar con unas reclamaciones que con un mínimo de voluntad se habrían decantado como un vino bien oxigenado. Cataluña, España, Europa; llevamos siglos suicidándonos; por ello, estamos obligados a reencarnar la cordura sopena de que aquellos agitadores ocultos, pero de claro perfil que tanto se esmeran en volar por los aires el proyecto de Adenauer, Monnet, Schuman, y De Gásperi venzan la voluntad de un sueño al alcance de todos si es que somos capaces de detectar las sombras de los saboteadores y de paso moderar nuestro lenguaje para con los “otros”.

El nacionalismo y la ceguera del fanatismo convirtieron la fabril, industriosa y mercantil Cataluña en un baño de sangre

Estos perverso e infames quintacolumnistas penetran el tejido democrático ya sea tunelándolo en un asalto indisimulado, que todo hay que decirlo; pero aunque dejan un rastro difícil, es este perfectamente detectable. Que cada uno saque sus propias conclusiones comenzando por analizar la banalidad de un odio de cartón piedra por no entrar el trasunto o fondo de otras realidades menos aparentes pero tremendamente dañinas por eso, por su sutileza y aparente indetectabilidad.

Alguien en un ataque de lucidez dijo que “cuanta más gente conozco más entiendo por qué en el Arca de Noé solo había animales”. A veces creo que deberíamos de pensar en aquellos aspectos de la realidad común que giran sobre las aspiraciones íntimas y básicas de la humanidad; esto es, paz, compasión, empatía con el otro, evitar hacer daño, y cosas por el estilo. No me parece un sueño inviable, puesto que con un mínimo de tolerancia para con nosotros- ya que a la postre somos el otro, el vecino, el de al lado-, podríamos ser más libres y menos infelices definitivamente. Todo un reto para la humanidad, pues nos falta un hervor.

 
EL MODELO MATEMÁTICAMENTE MÁS EFICIENTE
Cómo se dibujaron las provincias en España: los cartógrafos del s. XIX son insuperables
Muchos leoneses quieren independizarse de Castilla y muchos catalanes de España, pero todo el mundo parece estar conforme con algo: la forma de su provincia. Y las matemáticas lo respaldan



Foto: Javier de Burgos acabó de cincelar el mapa de España en 1833 (Montaje: EC)


Javier de Burgos acabó de cincelar el mapa de España en 1833 (Montaje: EC)



AUTOR
ANTONIO VILLARREAL
Contacta al autor
@bajoelbillete
31/12/2019



No es noticia que muchos españoles preferirían ver las líneas del mapa político del país repartidas de otra manera. A las históricas demandas de los nacionalistas vascos o catalanes por la independencia se unen también otras por la interdependencia, como la voluntad de algunos ciudadanos de León por volver a conformar una región propia y desvinculada de Castilla.

Lo que ni ellos ni los partidos independentistas ponen nunca sobre la mesa es, curiosamente, la división provincial, que seguiría siendo exactamente igual en sus futuros escenarios. Frente a quienes aspiran a modificar la Constitución de 1978 por haberse quedado obsoleta tenemos aquí un trabajo intelectual, el de la división del territorio, con casi 200 años de historia y que sigue funcionando.
Por eso nadie —con pequeños matices que mencionaremos más adelante— ha manifestado querer alterar los límites de su provincia.

Un apunte contemporáneo para respaldar la precisión del modelo provincial desarrollado en el primer tercio del siglo XIX.

Recientemente, el geólogo Jorge Ginés compartió este interesante experimento resultante de dividir la península en regiones de Voronoi. Esto significa tomar unos puntos cualesquiera (en este caso las capitales de provincia) y aplicar el diagrama ideado por el matemático ruso Georgy Voronoi, que consiste en crear tantas regiones como puntos existan asignando a cada región todo aquel territorio que esté más cerca de ese punto que de ningún otro. La matemática Clara Grima explica aquí cómo funcionan estos diagramas y cómo se han utilizado para muchas cosas más aparte de la cartografía.

No es sorprendente que los actuales límites provinciales sean casi coincidentes a las líneas de un diagrama de Voronoi. Nuestras actuales provincias son hijas del racionalismo. Lo que no está tan claro es quién es el otro progenitor.


Prefecturas francesoides
En 1810, durante la invasión napoleónica, José Bonaparte encomienda a José Lanz, ingeniero nacido en México (por entonces Nueva España) y nacionalizado francés, la división de un territorio en el que nunca había vivido y del que fue desterrado. Quizá por eso, Lanz prescindió de reivindicaciones históricas y tiró de pragmatismo y accidentes geográficos para delimitar el territorio en 'departamentos', que los franceses renombraron como 'prefecturas'.



Mapa de las prefecturas napoleónicas de 1810 (Emilio Gómez Fernández / Darz Mol)




Pese a que el trabajo de Lanz (aquí una buena semblanza del sujeto) no pasó de la provisionalidad, algunas de sus provincias nombradas en base a los ríos ya prefiguraban lo que estaba por venir. Por ejemplo el Zújar, afluente del Guadiana, serviría para delimitar el límite de las provincias de Córdoba y Badajoz, por entonces Mérida. Y así sucesivamente, cuenca a cuenca.

Sin embargo, muchas de esas prefecturas resultaron demasiado amplias para ser abarcadas. Al mismo tiempo, habría más de cien subprefecturas con las que interlocutar. Por eso el encargo realizado a Javier de Burgos en 1833 tenía, principalmente, un ánimo centralizador: poder coordinar la organización periférica del Estado a través de las diputaciones y hacer tábula rasa de los anteriores modelos de reinos y regiones.

De Burgos, que fue periodista, traductor de Horacio y, a la postre, Secretario de Estado de Fomento, se apoyó en una propuesta de 1822 que no llegó a entrar en vigor pero dibuja las provincias actuales casi al dedillo, con la salvedad de que incluía tres más: Calatayud, Játiva y Vierzo.



'Geografía política de la España constitucional. La división provincial' (J. Burgueño, 1996)



En el decreto de las Cortes donde se exponía el plan provisional, sus señorías cifraban "todas las almas" del país en 11.661.980 personas. Aquella España era un lugar muy distinto. La provincia de Madrid, con 290.490 habitantes, no estaba entre las más pobladas. Concretamente estaba por detrás de Zaragoza, Oviedo, Barcelona, Córdoba, Coruña, Granada, Vigo, Sevilla y Valencia. La nueva división provincial calculaba un ahorro para el país de 1.046.100 reales con respecto al modelo anterior.


Casi clavando lo de hoy
Once años después, el geógrafo acabó integrando a las tres provincias extra en Zaragoza, Valencia y León (además de cambiar Chinchilla por Albacete) para dar con un mapa clavado al actual.



La división provincial de Javier de Burgos ('Geografía política de la España constitucional. La división provincial' / J. Burgueño, 1996)



En estos modelos se introdujo un doble criterio de eficiencia: las provincias tenían que tener entre 100.000 y 400.000 habitantes y que todos sus municipios estuvieran ubicados a menos de una jornada a caballo de su capital de provincia. Incluso visto con los ojos del presente, teniendo en cuenta las vías de comunicación actuales, el plan de 1833 se demostró bastante preciso, como muestran estas visualizaciones realizadas por @Apariciovich.

"Se ha mantenido que la provincia española era una invención de Javier de Burgos, basada en el modelo de los departamentos franceses y que se realizó la división territorial poco menos que con un mapa y un compás", escribe Enrique García Catalán en su 'Urbanismo de Salamanca en el siglo XIX', que considera además "que esta afirmación es incierta y que debe romperse de una vez por todas con un tópico... pues la provincia es una figura con amplios antecedentes en la historia de España". Expone además que el proceso de división en provincias apareció ya en el siglo XVIII y en 1813 comenzó a reiniciarse el interés, tras el repliegue de las tropas francesas.

Qué curioso. El polifacético Fermín Caballero también criticó la organización territorial de Lanz en 1810 usando una expresión similar; decía que estaba hecha "con el compás y la punta del sable, sin consideración alguna del orden existente". Por ello la de 1833, para la que Caballero realizó la propuesta final como miembro de la Comisión Mixta de División Territorial y Rectificación de Límites Provinciales, incorporaba sutilezas regionales que los proyectos anteriores no tuvieron en cuenta. Fue un proceso de dos décadas en los que todo el país logró alcanzar un 'pacto provincial', como lo describe Jesús Burgueño en su libro 'La Invención de las Provincias'.

Desde 1833 los cambios al dibujo de Javier de Burgos han sido menores, afectando exclusivamente a municipios limítrofes

En 1927, la que por entonces era la provincia de Canarias se dividió en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas. Salvo éste el resto de cambios al modelo decimonónico han sido menores, afectando exclusivamente a municipios limítrofes entre dos provincias. Por ejemplo una pedanía que se separaba de un ayuntamiento para irse con el de otra provincia. Se sospechaba en muchos casos —el de Villena y Sax, incorporados a Alicante desde Albacete y Murcia en 1836— de injerencias políticas y diputados afines, pero al fin y al cabo así se escribe también la historia. El último caso fue el de Gátova, que en 1995 pasó de Castellón a Valencia aduciendo razones económicas y sentimentales.

Este municipio de 400 habitantes expuso que se había demostrado "la existencia de una tendencia natural de los vecinos a desplazarse a Valencia salvo para asuntos oficiales, dada su mayor proximidad geográfica y accesibilidad. Por último cabe resaltar el factor humano y sociológico que de modo natural produce un mayor acercamiento a la provincia de Valencia que a la de Castellón de la Plana".

Ante esas razones no hay racionalismo que pueda aplicarse y así provocó el último retoque al mapa de las provincias, un dibujo que ha pasado de provisional a bicentenario.

 
De Mesopotamia a Napoléon: los métodos de espionaje más sorprendentes en la guerra por la información
Desde hace más de 3.000 años se utilizan las técnicas y estrategias más inverosímiles para averiguar los secretos del enemigo, un arma más peligrosa que los cañones o las espadas



Uno de los soldados de Gengis Khan


Uno de los soldados de Gengis Khan



MADRID 02/01/2020

Desde hace más de 3.000 años, no ha habido ningún régimen que no haya tenido sus formas de espionaje, ya fueran estas repúblicas, monarquías, dictaduras o democracias de todo color. Algunos métodos utilizados con de lo más sorprendente e ingenioso que uno se pueda imaginar. Algunos de los desarrollados en la Antigüedad, de hecho, son tan complejos que aún podrían utilizarse hoy en día y tardarían meses o años en ser descifrados.

Desde que existen los medios de comunicación, tampoco pasa mucho tiempo sin que tengamos noticias de actividades de espionaje. Tras los atentados del 11-S en 2001, la Casa Blanca realizó un seguimiento masivo a sus ciudadanos. En 2006, el exagente de la KGB Alekander Litvinenko murió envenenado con polonio-210. Se estuvo consumiendo en un hospital londinense durante veinte días a ojos del mundo. En 2013, se desveló el control de las llamadas telefónicas y las comunicaciones por internet de los ciudadanos estadounidenses, así como todo tipo de cartas y paquetes personales, por parte de la NSA. En 2017, Trump aseguró públicamente que fue espiado durante la campaña electoral. En septiembre de 2018, tras seis meses de investigaciones por parte de 250 detectives, la Policía británica identificaba a dos agentes de la inteligencia militar rusa como autores del envenenamiento del expía Sergei Skripal y su hija. Hace un mes, Serbia confirmó el descubrimiento de una operación de espionaje que implicaba a agentes de Rusia. Y así se podría seguir hasta el infinito, porque estas prácticas son tan antiguas como la guerra... y la guerra es tan antigua como el mundo.

Ya en Mesopotamia, en el milenio III a.C., encontramos algunas de la primeras referencias al respecto, cuando el Rey Sargón I de Acad tomó conciencia de la necesidad de estar informado de todo lo que ocurría más allá de las tierras de su vasto imperio, que abarcaba desde las costas de Siria hasta el sur de la actual Irán. Para ello utilizó desde exploradores con rasgos de las tierras espiadas, que pasarían desapercibidos entre la población autóctona, hasta mercaderes a modo de espías durmientes que le informaban de las características de las regiones que pensaba conquistar.

«El arte de la guerra»


Desde entonces, la obtención de información secreta se ha convertido en un elemento imprescindible de los gobiernos para ayudar en la toma de decisiones. Un servicio básico tanto en política exterior como en la interior, que sigue siendo fundamental para los gobiernos de todo el mundo.

En el siglo V a.C., Sun Tzu hablaba en «El arte de la guerra» de la existencia de cinco tipos de espías: «El espía nativo, el espía interno, el doble agente, el espía liquidable y el espía flotante. Cuando están activos todos ellos, nadie conoce sus rutas». Para el general chino, el verdadero arte de los conflictos no estaba en exterminar al rival con las armas, sino en vencerlo sin necesidad de recurrir a ellas. «Y la información previa -advertía- no puede obtenerse de fantasmas ni espíritus, ni se puede tener por analogía, ni descubrir mediante cálculos. Debe obtenerse de personas que conozcan la situación del adversario».

Existen pruebas de que los babilonios utilizaron métodos criptográficos en su escritura cuneiforme, de que los antiguos sacerdotes egipcios usaban la escritura hierática (jeroglífica) para poder transferir información sin ser comprendidos por el pueblo, que utilizaba la lengua demótica, y de que algunos escribas hebreos que trabajaban para las elites de poder, entre el año 600 y 500 a.C., invertían el alfabeto como forma para cifrar sus mensajes.

Escítala
El primer método de espionaje en el que se empleó la criptografía es la escítala, un cilindro que los griegos utilizaron durante la guerra entre Atenas y Esparta en el siglo IV a.C. Alrededor del cilindro se enrollaba una cinta de cuero que llevaba escrito un mensaje longitudinalmente. Al desenrollarlo tan solo se obtenía un grupo de caracteres sin sentido en una cinta que se enviaba al receptor, el cual tenía que enrollarla de nuevo en otro cilindro exactamente del mismo diámetro para que las letras formaran un mensaje legible.

Julio César, por su parte, utilizó una técnica de codificación tan simple como efectiva para enviar la información recavada por sus espías: un tipo de cifrado por sustitución en el que cada letra del texto original era reemplazada por la que se encontraba un número de posiciones fijo hacia adelante en el alfabeto (la «a» por la «d» y la «b» por la «e»).

Tras la caída del Imperio Romano, en la Edad Media, las acciones de espionaje se limitaron a los tiempos de guerra, mientras que los métodos no variaron mucho: disfrazaban a consejeros y guerreros de mercaderes o usaban a exploradores que debían traer información de cómo eran los enemigos, cuáles eran sus planes o cómo se debía atacar sobre el terreno. Toda esta información, en los tiempos de las invasiones bárbaras, era crucial, y podemos encontrar ejemplos de espías míticos como Belisario, un general bizantino que sirvió al emperador Justiniano I, cuyo espionaje fue capital para vencer a Cartago.

Gengis Khan
Es curioso que los más temidos y violentos guerreros de la historia, como Gengis Kan, se tomaran también el espionaje como algo primordial. El conquistador mongol pronto comprendió la importancia de poseer una buena información acerca de los imperios que iba a someter, para lo que desarrolló el llamado «yam». Este sistema de comunicaciones consistía en una serie de postas establecidas a un día de trayecto entre sí, en las que situaba a mensajeros a los que proveía de caballos y provisiones que, además de transmitir mensajes, actuaban como agentes encubiertos que recababan información del enemigo.

En el siglo XVI apareció Francis Walsingham, que pasó a la historia como «el maestro de espías». Considerado como uno de los primeros expertos en los métodos de la inteligencia moderna, Walsingham creó una red de espías tan grande y eficiente, tanto en Inglaterra como en el extranjero, que fue capaz de desmontar todas las conspiraciones contra la Reina Isabel I. Las pruebas recabadas por sus colaboradores, que llegaban hasta Constantinopla o Alepo, sirvieron para llevar a cabo la ejecución de María Estuardo. Fue capaz de reclutar para sus tareas desde espionaje desde grupos de exiliados católicos hasta falsos conversos, incluyendo a figuras como el dramaturgo Christopher Marlowe o el criptógrafo Thomas Phelippes, experto en descifrar mensajes secretos, crear escritura falsa y reparar los sellos oficiales sin ser detectado.

A lo largo de la Edad Moderna y la Contemporánea el espionaje se fue perfeccionando. Se crearon desde códigos complejos a técnicas tan inverosímiles como originales que fueron usadas por personajes de la talla de Carlos I de Inglaterra, Napoleón, George Washington o Iván «El terrible», este último con unos servicios secretos formados por soldados vestidos de negro, conocidos como los «Oprichina», que tenían aterrorizados a todos los enemigos del Estado zarista por sus métodos ultraviolentos.

Richebourg
A finales del siglo XVIII y principio del XIX se hizo famoso uno de los espías más peculiares que han aparecido en las crónicas históricas. Su nombre, Richebourg, que prestó sus servicios durante la revolución Francesa. Lo peculiar de este agente francés es que se trataba de un enano de 60 centímetros de altura al que disfrazaban de bebé e infiltraban entre las líneas enemigas con una falsa mamá, que le cubría con una manta o le llevaba con un carrito que era dejado al lado de los oficiales. Otros originales métodos utilizados más recientemente, en la Segunda Guerra Mundial, consistieron en llevar los mensajes tatuados en la cabeza, debajo del pelo, o en los dientes de un peine.

Durante la Guerra Civil americana ambos bandos hicieron uso de las redes telegráficas civiles con mensajes transmitidos en código Morse. La Unión, por su parte, utilizó globos para el reconocimiento aéreo que buscaban obtener ventajas a la hora de plantear una determinada batalla o para enviar mensajes a cortas distancias.

No cabe duda de que, a medida que la ciencia y la tecnología avanzaban, los métodos de los espías también, hasta el punto de que muchos avances tecnológicos actuales surgieron gracias al desarrollo de la industria del espionaje. En la década de los 30 comenzaron a usarse cámaras ocultas de miniatura. En los 50, sistemas de escucha conectados a la cintura, con una pequeña batería sujeta en la pierna. Y en los 60, transmisores escondidos en objetos tan cotidianos como un paquete de tabaco o un pintalabios.

Cirugía
Víctor Marchetti, un exoficial de la CIA, contaba a «The Telegraph» un proyecto de la agencia de espionaje estadounidense: «Desarrollado entre 1961 y 1966, consistía en interceptar conversaciones implantando mediante cirugía un micrófono en las entrañas del gato y una antena en su cola». No había límites en lo que a la experimentación de nuevos límites se refiere.

En la segunda mitad del siglo XX surgía la mayor red de espionaje y análisis de la historia: Echelon. Un impresionate sistema formado por 120 satélites que puede rastrear más de 3.000 millones de mensajes cada día, entre comunicaciones de gobiernos, empresas y ciudadanos. Nada se escapa a su control, desde mensajes de radio y satélite, hasta llamadas de teléfono, pasando por faxes y correos electrónicos de casi todo el mundo. Y por si fuera poco, después los analiza automáticamente y los clasifica, para servir a los intereses de una alianza de inteligencia militar formada por Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Mucho ha avanzado el espionaje, que parece poder llegar a cada rincón del planeta, pero el objetivo sigue siendo el mismo.

 
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