Cuadernos de Historia

HISTORIA

Novela negra y fascismo: nadie asesina en las dictaduras
En los fascismos del siglo XX convivían las premisas de la impunidad de estos regímenes para asesinar por motivos políticos mientras la calle respiraba una seguridad insólita



Foto: Mussolini lee el periódico en Villa Feltrinelli en 1945.


Mussolini lee el periódico en Villa Feltrinelli en 1945.



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JORDI COROMINAS I JULIÁN
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NOVELA NEGRA
FRANQUISMO

04/01/2020



En los totalitarismos de carácter fascista del siglo XX existían varias premisas contradictorias, entre ellas la absoluta impunidad de estos regímenes para asesinar por motivos políticos mientras, en teoría, la calle respiraba una seguridad insólita, tan maravillosa como inexistente.
Buena prueba de ello la tenemos en los primeros tiempos de la España franquista, donde los medios de comunicación debían andarse con mucho ojo a la hora de informar de crímenes y episodios relativos a la crónica negra. Como ejemplo baste el homicidio de Carmen Broto en la Barcelona de la inmediata posguerra. La muerte de esa joven rubia peinada con el estilo de Veronica Lake levantó ampollas al estar vinculada con el empresario teatral Juan Martínez Penas, pero si se convirtió en leyenda fue por la escasez de noticias en los periódicos, perfecta lanzadera para abonar el mito de un suceso donde podía estar implicado hasta el vecino de cada uno, sin olvidar al obispo Modrego, el estraperlista Muñoz Ramonet, las señoras de buena vida y hasta altas instancias gubernamentales cuando, en realidad, todo se debió a la frustración por no poder asaltar una caja fuerte. Todo este cóctel de disparates y rumorología fue bien aprovechado por Juan Marsé en 'Si te dicen que caí', corrosiva por incluir en su título un verso de 'Cara al sol' y demoledora por su retrato de las cloacas de esos años grises y demasiado desconocidos.

La contención a la hora de comentar ciertos temas de carácter escabroso hizo de 'El caso', semanario publicado entre 1952 y 1997, el vehículo idóneo para desafiar la censura, pues a través de la criminalidad podían criticarse aspectos políticos y todas las chapuzas de ese período histórico, si bien los diarios continuaron en su labor de ocultación mientras predominó la autarquía, como en otro asesinato célebre en la Ciudad Condal, glosado en prensa con el silencio sobre el lugar exacto de los hechos para no perjudicar la imagen del Hotel Ritz, santo y seña de los ricos visitantes de la capital catalana en aquel lejano 1956.


Mussolini y el amarillo
El Franquismo pudo tomar muchas referencias de la Italia fascista. Mussolinipodía ordenar el asesinato de los líderes de la oposición como Giacomo Matteoti, cuyo cuerpo fue encontrado a mediados de agosto de 1924 en las afueras de Roma, mientras las urbes permanecían impolutas de fechorías cotidianas. Cuando estas generaban alarma social se inventaba un culpable para proseguir con la sacrosanta normalidad y reforzar la creencia en un sistema impoluto en pos de asegurar el bienestar de los ciudadanos.


Entre 1924 y 1927 fueron violadas y asesinadas siete niñas en Roma, y el hallazgo de los cuerpos cerca de algunas de las Basílicas más importantes de la Cristiandad dio aún más resonancia a tanta sordidez. El cabeza de turco fue el fotógrafo y mediador laboral Gino Girolimoni, quien pese a quedar exculpado de los hechos al cabo de pocos meses devino en la cultura popular romana sinónimo de pederasta. El verdadero culpable nunca fue arrestado, si bien existían pruebas suficientes para arrestar al pastor protestante británico Ralph Lyonel Bridges, a salvo por la voluntad del gobierno fascista de mantener sus estupendas relaciones con su homólogo del Reino Unido.



Gino Girolimoni, el martirizador de niñas.


Gino Girolimoni, el martirizador de niñas.


Cualquier atisbo de sangre en forma de homicidio rutinario era puesto en la picota casi de inmediato. En 1929 la editorial Mondadori dio inicio a su famosa serie gialla, y de este modo el amarillo de sus portadas definió a todo un género entonces en sus pinitos formales y bien popular por los clásicos anglosajones, donde destacaba la omnipresente Agatha Christie. Sin embargo, el primer noir auténticamente italiano se inspiró en el modelo de Georges Simenon y su inefable comisario Maigret. En 1935 Augusto de Angelis publicó 'El caso del banquero asesinado', editado por primera vez en España este otoño de la mano de Siruela.




Portada de 'El caso de...'


Portada de 'El caso de...'


La novela reviste aspectos deinterés tanto por el contexto como por su calidad literaria. Si la enmarcamos en esa década de esplendor fascista comprobaremos cómo no se aparta de lo que, a posteriori, se catalogó como trama de teléfonos blancos al ambientarse en domicilios de alta alcurnia, aquí localizados en Milán tras una noche de ópera en La Scala, cuando el comisario Carlo de Vincenzi de la Brigada Móvil recibe la visita de su viejo amigo Giannetto Aurigi, aficionado al juego y derrochador de dinero pese a su buena reputación, ostentosa hasta al punto de valerle el compromiso marital con una joven de estupenda familia venida a menos.

El problema surge cuando se halla en su apartamento el cadáver de su prestamista, el banquero Garlini. De Vincenzi, protagonista de quince novelas con mucha fortuna en su país de origen, basa sus métodos en el intento de comprender la psicología de todos los implicados en el rompecabezas, renuncia a las deducciones propias de Sherlock Holmes y cultiva un estilo propio bien armado de paciencia. En su debut para el lector centra toda su carga en una habitación, donde recluye a los candidatos hasta dar en el clavo con la inestimable ayuda de un subalterno, la presencia de un mayordomo y la ironía de incluir en el elenco a un torpe investigador privado proveniente de Gran Bretaña.


De América al mañana
De Angelis fue acusado de antifascismo tras la caída de Mussolini, el 25 de julio de 1943. Pasó unos meses entre rejas y murió pocos meses después en Bellagio tras ser agredido por un partidario de la República de Salo.

Su suerte corrió casi paralela a la de los gialli, secuestrados entre 1941 y 1946 al ser juzgados por las autoridades como elitistas y peligrosos para la moral pública, además de tener claras influencias anglosajonas, un riesgo para cualquier producto cultural en aquel instante, como sufrió en sus carnes Elio Vittorini con su antología Americana, prueba de fuego italiana en el intento de algunos de reivindicar el legado estadounidense por su literatura cercana al escucha la vida sin épicas marchitas. Esos mismos condicionantes inspiraron a Luchino Visconti para realizar 'Ossessione', su ópera prima cinematográfica, inspirada en 'El cartero siempre llama dos veces', de James M. Cain, e indudable precedente del futuro neorrealismo por el rodaje en exteriores, unas actuaciones desprovistas de retórica, la desnudez del paisaje y temáticas centradas en el día a día, aquí con una historia de amor con el previsible crimen pasional para romper el triángulo.

Con la conclusión de la Segunda Guerra Mundial las aguas volvieron a su cauce y llegó la hora de ajustar cuentas. Entre los más entusiastas para condenar sin ambages el largo ventennio fascista figura el ingeniero y escritor Carlo Emilio Gadda, quien en 1946 publicó a lo largo de cinco entregas en la revista 'Letteratura quer pasticiaccio brutto di via Merulana', traducido al castellano como 'El zafarrancho aquel de via Merulana', recuperada este año por Sexto Piso.



Carlo Emilio Gadda en una foto de archivo.


Carlo Emilio Gadda en una foto de archivo.



La obra fue publicada por vez primera de manera íntegra en 1957 y se constituyó como una peculiar tormenta literaria al vender, algo notable entonces y ahora en cualquier lugar del Planeta, unos miles de ejemplares. Lo anómalo residía en el tour de force de Gadda, quien a través del lenguaje se posicionaba políticamente, y eso en Italia supone afrontar sin miedo alguno el sinfín de dialectos urbanos para integrarlos dentro de una expresión cultural de alto voltaje.

'El zafarrancho...' es una de las novelas negras más elaboradas de toda la historia del género, constituyéndose como un artefacto más afín al experimentalismo de Joyce que a las convenciones populares más típicas de los grandes nombres de este tipo de narrativa. La síntesis del libro es sencilla, no así su contenido, complejo y repleto de referencias, largas parrafadas casi en el abismo y una recursividad salvaje al hilvanar la investigación con monólogos, diálogos endiablados, juegos topográficos y la promesa de una segunda parte para dar con el asesino, sólo intuido y nunca confesado.




Un fotograma de 'Un maledetto imbroglio'.


Un fotograma de 'Un maledetto imbroglio'.




En este sentido Gadda ejecutó una sinfonía para desmontar todos los tópicos de giallo. La acción esencial se desarrolla en el número 219 de la via Merulana, una avenida romana entre Santa Maria Maggiore y San Giovanni in Laterano. El piso donde se roban unas joyas y poco después aparece una noble degollada en su apartamento parece parodiar la manía por los espacios centrales de tantos escritores de novela negra. Ese inmueble de postín sobrevuela toda esa magnífica y alambicada prosa, y sin embargo es sólo una excusa para navegar en otros mares proclives a mostrar las miserias de la dictadura y la existencia de un universo a omitir para evitar la crítica social, el tercer mundo del primer mundo anunciado más o menos en las mismas fechas por Pier Paolo Pasolini.


El inspector Ingravallo de Gadda es bien distinto al interpretado por Pietro Germi en 'Un maledetto imbroglio', película casi perfecta y antípoda de su inspiración por la dificultad de adaptarla para la gran pantalla. El policía de celuloide tiene más aristas y los secundarios tienen otro cuajo por la obligación de dar cuerpo a cada personaje, algo muchos menos necesario en la novela, donde el escritor lombardo quería desarrollar más bien un sentimiento colectivo en su afán de destrozar al monstruo totalitario, incapaz pese a tantos aspavientos de derrotar esa afición italiana por lo truculento.


 
HISTORIA DE ESPAÑA
Los niños del humo: así era la cultura mestiza y bastarda de las cuencas asturianas
Aitana Castaño y Antonio Zapico publican 'Los niños de humo', una colección de relatos ilustrados sobre la historia de la cuenca minera asturiana



Foto: Ilustración de cubierta de 'Los niños de humo'. (Pez de Plata)


Ilustración de cubierta de 'Los niños de humo'. (Pez de Plata)



AUTOR
RUBÉN CARAVACA
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04/01/2020



Cuentan que cuando los niños de las cuencas mineras asturianas salían de su pueblo, no tenían que decir de dónde eran. Todos lo sabían. ¿Por qué? Su ropa olía a humo.
Aitana Castaño (Langreo 1980) y Alfonso Zapico (Blimea 1981) eran dos de aquellos niños, pero pertenecen a la primera generación –en más de un siglo de historia– que no tienen un trabajo relacionado con las cuencas mineras. Ella es periodista y él ilustrador, historietista y autor de comic.

De la acogida al olvido
Aitana sigue viviendo en su Langreo natal, “una relación directa y diaria”, él en Francia desde hace más de diez años, “pero vuelvo cuando puedo y en el fondo nunca me fui, porque sigo dibujando libros sobre las cuencas mineras, explicándolas y rescatando un poco su memoria, casi se puede decir que Aitana y yo somos vecinos”, comentan. Juntos han publicado 'Los niños de humo' (Editorial Pez de Plata), una memoria sentimental sobre las cuencas, la minería, las vidas y los entornos de unos niños convertidos en hombres y mujeres que no dejan de observar cómo su tierra va cayendo poco a poco en el abandono.



Portada de 'Los niños de humo'


Portada de 'Los niños de humo'



Un territorio que acogió miles de personas de España y Portugal; Andalucía, Extremadura, Euskadi, Catalunya, León… como remarca Aitana en el prólogo denominado 'Jaula', “como el medio que te lleva de la vida al centro de la mina”. “Cambia el escenario, pero no cambia el guion. Si hace sesenta años llegaban aquí jóvenes de Extremadura, Vizcaya o Almería dispuestos a picar carbón para dejar de pasar hambre, ahora son sus nietos los que tienen que hacer la maleta para buscarse el porvenir un poco más lejos. Las necesidades son otras”, afirma Alfonso.


Treinta y siete relatos, diez reales y veintisiete de ficción “aunque a mí me gusta decir que todos tienen un anclaje en la realidad, porque si no son fruto de una conversación, lo son de una sensación al conocer a alguien o al visitar por primera vez un lugar”, remarca Aitana, añadiendo “como autora de los relatos puedo decir que la documentación de la que me serví para escribirlos la llevo compilando toda la vida, y está en el ideario colectivo de los que me rodearon, pero también en sus conversaciones, en sus luchas. Si por ejemplo tenía alguna duda de cómo llamaban a algo en concreto en la mina, bajaba al bar de debajo de mi casa a preguntar a los jubilados. Porque hay que tener en cuenta que los mineros no son una especie que desapareciera hace doscientos años, no, no. Todavía queda alguno en activo, pero es que hace veinticinco años eran 20.000 los mineros en activo. Con esto quiero decir que la gente que trabajó en la mina es aún joven, tiene sus recuerdos muy frescos”.


La mina o el gran sol

El miedo al sonido de los teléfonos en las madrugadas que solo podían traer los peores silencios. El no tener más opciones que la mina o embarcar al Gran Sol, “los mineros entendemos mejor que nadie a los marineros”, les comentó un alcalde de Mieres después de enterrar a un joven de veintiocho años fallecido en el Cabu Peñes, en el naufragio del Santa Ana. Muchos hijos de marineros decidieron encaminar sus vidas de manera reversa, dejar los puertos y dirigirse a las minas, tierra adentro. Una tierra que a Facundo, que llegó desde Córdoba, le parecía que las estrellas estaban muy bajas hasta que un paisano le explicó “no son estrelles, fíu, eso son les luces de los pueblos que tan ahí encaramaos en la montaña”.



Ilustración de Alfonso Zapico para 'Los niños de humo'. (Pez de Plata)


Ilustración de Alfonso Zapico para 'Los niños de humo'. (Pez de Plata)



Historias como la del cura de Caleao que abandonó los hábitos emigrando a Ginebra, “no podía aguantar más la situación que vivían muchos de sus convecinos, algunos de ellos amigos, sistemáticamente perseguidos, asesinados y arrojados –en algunos casos aún vivos– a fosas comunes; la guerra había acabado hacía nueve años”. Lugares donde nadie parecía llamarse por su nombre, conviviendo la vida, la muerte, la frustración, la esperanza, el amor, el abatimiento. Un libro de recuerdos “para que no nos olvidemos de todo aquello que un día nos explicó un colectivo que habitaba este mundo en un lugar concreto” señala Aitana, apostillando Alfonso “la memoria es muy importante para los que estamos lejos. El mundo que dejamos atrás ya no existe, y la sociedad en la que vivimos como extranjeros no se parece mucho a la sociedad en la que crecimos Aitana y yo. Europa hoy está cada vez más fragmentada, la gente cada vez está más sola y vuelven los nacionalismos del XIX. En los valles mineros la gente no se unía bajo una bandera, sino bajo el castillete de un pozo. Estos recuerdos son importantes para construir el futuro”.


El único nacionalismo no excluyente
Historias con muchos protagonistas como rubrica Aitana, “las mujeres en las cuencas mineras han sido el pilar de las familias, de las cuencas y también, por supuesto, de la memoria. No iba a ser menos en 'Los niños de humo'. En mi caso particular, los abuelos son una parte fundamental porque ellos son los que, trazando sus vidas, han llegado hasta aquí, hasta las comarcas, y me han hecho partícipes de ellos, y los migrantes, ¡ay los migrantes!, los que se fueron y los que vinieron. Los exiliados, los repudiados, los fugados… los que tuvieron que huir de estas cuencas porque los perseguía la pobreza o la dictadura, los que tuvieron que venir aquí a buscarse un sustento y un futuro para sus familias. Las cuencas tienen, siempre lo digo, el único nacionalismo que no es excluyente, porque está formado por gentes de muchos lugares: Castilla, León, Galicia, Portugal, Extremadura, Andalucía o el resto de Asturias”.



Las fosas comunes que esconden las cuencas mineras. (Pez de Plata)


Las fosas comunes
que esconden las cuencas mineras. (Pez de Plata)



Memorias afines a las vividas en cuencas de todo el mundo, como comenta Alfonso, “la cultura minera es propia, singular e internacional. Es una de sus cualidades: cultura mestiza, bastarda, la conforma una sociedad de gente sin arraigo, de desheredados de aquí y allá que venían a las minas de carbón en busca de un porvenir. Esa mezcla de acentos, orígenes, lenguas, apellidos y costumbres es la mejor herencia que nos puede dejar esta tierra”.
Cultura y cuencas de incierto futuro, pero con esperanza, como manifiesta Aitana: “las cuencas, que fueron como territorio vilipendiadas, machacadas, arruinadas y vaciadas, deben tener un futuro como tierra para vivir y para trabajar, se lo merecen. Aquí durante décadas muchas empresas, y el gobierno, sacaron mucho rendimiento saltándose a la torera todos los preceptos medioambientales, hicieron lo que les dio la gana, con los montes, con los ríos, pero también con el urbanismo… Ahora toca remediarlo: descontaminar, hacer de este lugar un buen sitio para vivir. Pero no debemos conformarnos con ser ciudades dormitorios. Hay que buscar alternativas al empleo perdido en los nichos que sea necesario. ¿Que es difícil? Pues sí, claro. Yo miro el Pozu María Luisa en el que trabajaban más de mil personas, la gran mayoría bajo tierra, y pienso que es imposible instalar sobre esa misma tierra, en este valle angosto, una factoría donde quepan mil personas, físicamente es imposible, y otras mil en Sotón, y otras mil en Fondón… Habrá que buscar alternativas en crear al menos un empleo sólido en la zona, del sector que sea, pero bueno, estable. Habrá también que convertir estas comarcas en lugares para vivir, con buenos servicios públicos, calidad medioambiental, oferta cultural y de ocio. Pero bueno, no está de mi mano dar las soluciones sino en las manos de los que gobiernan. Si algún día me meto a política, pondré sobre la mesa mis ideas a ver qué parecen”.


La mina, mucho más que un mineral
La cultura minera no va a desaparecer, Alfonso lo tiene claro: “para eso ha escrito Aitana este libro, para contestar las preguntas de entrevistas como esta; ella seguirá escribiendo y yo dibujando. Mientras haya gente que nos siga leyendo, la cultura minera no desaparecerá. Somos el último relevo en el turno de noche, así que seguiremos “dando tira”. Aitana añade: “la mina ya ha desaparecido, la cultura minera, de momento, sigue. En nuestra mano está poder llevar la manera de ser de un minero, de una carbonera, más allá del hecho en sí de sacar un mineral de la tierra”.



Castaña y Zapico dibujados por el segundo. (Pez de Plata)


Castaña y Zapico dibujados por el segundo. (Pez de Plata)



Hace años Aitana y Alfonso se conocieron, “fue un flechazo. Yo estaba de becaria en un periódico de Asturias, Alfonso entró por la puerta con una carpeta bajo el brazo llena de dibujos. Se metió en el despacho del jefe y yo detrás a poner la oreja a ver quién era. Empezó a colaborar con el diario, después tuvo la osadía de casarse con una compañera mía del instituto, todo muy del pueblo. Después coincidimos en un periódico, La Cuenca del Nalón, ahí empezamos a hacer cosas juntos. Alfonso dibujaba, yo escribía o pensaba un tema para la tira cómica, lo poníamos en común y básicamente, además de hacer el dibujo, me aguantaba a mí”.

De aquel “flechazo” ha surgido un libro que es memoria, huella, sentimiento, historia, ternura, apego, pasión. Testimonio de una tierra, de la dignidad de unas personas que han dejado lo mejor de sus vidas en unas cuencas, minas y pozos referencia, para muchas personas y generaciones que hoy sobreviven gracias a publicaciones como 'Los niños de humo'.

 
El espía de los Medici sale a la luz 500 años después
Un estudio desvela la verdadera identidad del agente que pasó información de la corte de Fernando el Católico


VICENTE G. OLAYA
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Madrid 3 ENE 2020





'Retrato de Lorenzo di Medici, duque de Urbino', obra de Rafael Sanzio.


'Retrato de Lorenzo di Medici, duque de Urbino', obra de Rafael Sanzio.




Mata-Hari, Kim Philby o Juan Pujol son algunos de los espías más famosos de la Historia y se les tiene, en teoría, por los mejores. Pero, evidentemente, los mejores son aquellos cuyo nombre se desconoce. Lo contrario de lo que le pasó al cartógrafo Juan Vespucci en el siglo XVI, considerado hasta ahora agente secreto de la poderosa familia Médici en la Casa de Contratación de Sevilla, el establecimiento real que controlaba el tránsito de expediciones a América. Pero este Juan Vespucci (ha descubierto Luis A. Robles Macías, de la Universidad Libre de Bruselas) ni era espía, ni vigilaba el comercio con el Nuevo Mundo. El auténtico infiltrado era su primo, que se llamaba igual que él y lo que espiaba era la corte de Fernando el Católico, los movimientos de sus tropas, la flota del Mediterráneo y las alianzas en Europa: lo que le interesaba en realidad al clan Médici.

En 1988, la historiadora del CSIC Consuelo Varela convirtió erróneamente a Juan Vespucci en espía al creer que tres cartas encriptadas que encontró en el Archivo del Estado de Florencia eran obra suya, ya que estaban firmadas por un tal Giovanni Vespucci y dirigidas a Lorenzo II de Médici. Desde entonces, el dato se ha repetido en numerosas publicaciones y hasta se ha creído que Juan perdió su empleo oficial porque la Corona también pensaba que era un agente. "Yo estaba investigando sobre Colón y los florentinos cuando me encontré las tres cartas. Pensé que eran de Juan. Me equivoqué”, admite Varela.

En el artículo No, mapmaker Juan Vespucci was not a Medici spy (no, el cartógrafo Juan Vespucci no era espía de los Medici), extraído de la tesis doctoral de Luis A. Robles, se explica que el inocente Juan Vespucci (nacido Giovanni di Antonio) era un cartógrafo, navegante y mercader sobrino del famoso Américo Vespucio. Juan trabajó como piloto de la Casa de Contratación entre 1512 y 1525, año en que fue despedido. Se ignoran las razones.




Acta de la Casa de Contratación, con la firma de Vespucci, donde se le paga 6.666 madaveríes por sus servicios como piloto.


Acta de la Casa de Contratación, con la firma de Vespucci, donde se le paga 6.666 madaveríes por sus servicios como piloto.




Para refutar la tesis de que Juan era el confidente, Robles revisó, no tres, sino las 12 cartas que se guardan en Florencia con su supuesta firma. En una de ellas, fechada en Roma el 13 de diciembre de 1513, el informador anunciaba que tenía previsto viajar en breve a España con el nuncio papal Galeazzo Bottrigari. Esta afirmación no la pudo hacer nunca Juan porque en esas fechas ya estaba en Sevilla.

El 11 de abril de 1514, Juan Vespucci embarcó hacia Panamá. Sin embargo, el espía envió uno de sus informes desde Madrid en mayo de ese año. En otra misiva, firmada el 17 de septiembre de 1515, el agente pide un favor para un pariente a quien llama “hijo de Antonio Vespucci”. Antonio era el padre de Juan, lo que significa que Juan no pudo ser tampoco el autor de esta petición porque tendría que haberse referido a la persona para quien pedía la prebenda como "mi hermano". Además, la letra de las cartas florentinas “difiere notablemente” de la grafía que se conserva de Juan en los archivos de Sevilla.

Pero ¿quién era entonces el espía? Robles estudió el árbol genealógico de los Vespucci en torno a 1515. Ahí encontró cuatro hombres llamados Giovanni. Además de Juan, halló a Giovanni di Guidantonio, hijo de un famoso diplomático; a Giovanni di Bernardo, primo segundo del anterior; y Giovanni di Bartolomeo.

La investigación se centró pronto en Giovanni di Guidantonio Vespucci, porque había trabajado como diplomático para Giuliano de Médici, hermano del papa León X y tío de Lorenzo. Por tanto, tenía contacto directo con la poderosa familia. Además, en enero de 1514 acompañó a España al nuncio Bottrigari, como avanzaba el informe secreto firmado el 13 de diciembre. Todo cuadraba. Por otra parte, el embajador florentino en España era Giovanni Corsi, que tenía un secretario llamado Agostino Nettucci, que era el preceptor de Giovanni di Guidantonio. Es decir, el autor de los informes siempre estaba donde señalaban las cartas y tenía acceso preferente a la embajada y a los Médici.

El estudio concluye que, por tanto, Juan Vespucci no era el agente secreto, porque “las potencias italianas no estaban interesadas en obtener información” de la Casa de Contratación. O, simplemente, su espionaje en el establecimiento real era tan perfecto que nunca ha sido detectado. El de la corte, sí, pero se han necesitado 500 años.

 
Calderón de la Barca, última víctima del revisionismo histórico catalán
La «catalanidad» del autor de «La vida es sueño» alumbra un ensayo y corona un lisérgico ciclo de conferencias del polémico Institut de Nova Història


Calderón de la Barca, en un aguafuerte de la época


Calderón de la Barca, en un aguafuerte de la época - ABC





A Cervantes y Leonardo da Vinci, ilustres representantes de lo que el Institut de Nova Història (INH) considera catalanes despojados de sus raíces y sus orígenes por una compleja conspiración española y europea, les ha salido competencia. Y no un rival cualquiera. Hablamos nada menos que de Pedro Calderón de la Barca, poeta, dramaturgo, soldado y archienemigo de Lope de Vega que, como imaginarán, también era catalán. Y de pura cepa.

Lo de Calderón de la Barca, de hecho, no era más que una máscara. Un pseudónimo tras el que se escondía Felip Ramon Calders, un destacado miembro de la nobleza (catalana, por supuesto) que se las habría ingeniado para idear obras como «El conde Lucanor» o «La vida es sueño» mientras bregaba con sus obligaciones como gobernador de Cataluña durante la Guerra dels Segadors. Es más: el de Calderón fue el nombre que se inventó sobre la marcha de camino a Madrid huyendo de sus «crímenes de guerra» contra la población catalana.

Documentada está, es cierto, la participación de Calderón en la Guerra dels Segadors entre 1640 y 1642, pero de todo lo demás no hay más rastro histórico que el que empieza y acaba en «Calder[ón] o la dramatúrgia catalana al servei de la monarquia» (Llibres del Índex), ensayo que sostiene que, como Colón y Santa Teresa antes que él, Calderón de la Barca también era catalán. Un nuevo fichaje para los polémicos y revisionistas postulados del Institut de Nova Històrica que será también uno de los grandes protagonistas del nuevo ciclo de conferencias «sobre la censura y la manipulación de la historia en Cataluña» que impulsa la entidad.

Un pack de seis charlas impartidas en el Centre Comarcal Lleidatà de Barcelona que inauguró ayer una conferencia de título prometedor. A saber: «De Colón a Drake, cien años de catalanes en América». Buceando en la web del INH no cuesta encontrar artículos que fantasean con que, en 1586, Francis Drake atacó el fuerte de San Agustín rodeado de barcos con la bandera catalana, por lo que es fácil intuir por dónde debieron ir los tiros.


Sueño y bostezo
Para descubrir la «verdadera identidad» de Calderón de la Barca habrá que esperar hasta el 13 de febrero, pero tampoco cuesta imaginar qué es lo que defenderá el médico e historiador amateur Pere Coll, autor del ensayo sobre la catalanidad del autor de «La dama duende». En él, el también responsable de «Les identitats catalanes de Cervantes. Cervera o Servent» (Llibres de l’Índex), en el que se identifica al autor de «El Quijote» con el barcelonés Rafel Cervera, basa su teoría en el hallazgo de un supuesto manuscrito de Castillo Solórzano en el que se refería a Calderón como Calders. También atribuye su tránsito de las comedias a las tragedias a su huida de Cataluña tras la Guerra dels Segadors y cierra el círculo detectando similitudes entre el escudo de Calderón de la Barcelona y el de la familia Calders de Segur.

No es esta, en cualquier caso, la primera vez que el INH reclama la «paternidad» de un Calderón que. dicen, habría escrito «La vida es sueño» a partir de textos poéticos de Vicenç Garcia, el rector de Vallfogona. La obra, de hecho, tampoco se llamaba así, sino «La vida és somni». La pista definitiva la encontró otro colaborador del Instituto, Francesc Magrinyà, al percatarse de que en la obra de Calderón los personajes no bostezan ni tienen muchas ganas de dormir, sino que no son capaces de distinguir entre realidad y ficción. Y eso, concluye Magrinyà, no tiene más nombre en castellano que el de «ensueño». «¿Por qué este error en el título? Sencillamente porque los censores tradujeron mal “La vida es ensueño”».

Pruebas sin duda irrefutables y dignas de aparecer en «Pseudohistòria contra Catalunya», libro que se publicará en febrero y con el que un grupo de historiadores encabezados por los doctores en Historia Vicent Baydal y Cristian Palomo se ha propuesto rebatir de raíz las extravagantes teorías del INH así como los esfuerzos de determinado nacionalismo español por relativizar la huella catalana. Una lectura política de la historia que tiene su máximo exponente en la teoría de la que emanan todos los «descubrimientos» del INH y que les ha llevado a afirmar que, cojan aire, El Cid, Marco Polo, Américo Vespucio, Maquiavelo, «La Celestina» y Cristóbal Colón, entre otros, eran catalanes. O valencianos, según el caso.

Y todo porque, según sostiene el principal ideólogo del instituto, el filólogo Jordi Bilbeny, la historia oficial es el resultado de una concienzuda operación en la que censores españoles habrían borrado todo rastro de la supuesta catalanidad del descubrimiento de América y de parte de la literatura del Siglo de Oro. O, como puede leerse en uno de sus manifiestos: «Después de la aplicación de la Santa Inquisición a partir de Fernando II y de todas las acciones de represión, control y censura (...) a las que la monarquía borbónica sometió a Cataluña, Valencia y Mallorca tras la derrota de 1714, sumado al intento de genocidio de lo que quedaba de la nación catalana por parte de la dictadura franquista desde el año 1939, consideramos que hay que dudar de las versiones oficiales». Y los sueños, sueños son.

Blanca Portillo en un ensayo de «La vida es sueño»


Blanca Portillo en un ensayo de «La vida es sueño» - Efe



«Nosotros estamos más cerca de la verdad, pero ellos tienen los medios»
En realidad, Leonardo no era da Vinci, sino «da» Vic. Es más: según Bilbeny, pudo ser el hijo perdido de la casa real catalana. Dicho así puede sonar a chiste, pero si uno enciende la televisión y se encuentra en TV3 un documental dirigido por un miembro del patronato del Institut de Nova História que da bula a la supuesta catalanidad del genio renacentista, es normal que la teoría, por disparatada que parezca, pueda acabar calando.

Tanto es así que el de Leonardo es uno de los ejemplos que Óscar Uceda, presidente de la Associació d’Historiadors de Catalunya Antoni de Capmany, señala a la hora de subrayar lo difícil que lo tienen para competir con según qué teorías. Y es que mientras unos cuentan con respaldo mediático e institucional, a otros, ellos, les toca predicar en el desierto.

«Nosotros estamos más cerca de la verdad, pero ellos tienen los medios y la cobertura, así que nos resulta más difícil comunicar», lamenta Uceda, para quien el Institut de Nova Història no es más que la consecuencia de «una larga tradición de manipulación de la historia desde un punto de vista incluso académico». La paradoja, añade Uceda, es que precisamente el sector más académico de los historiadores catalanes, el mismo que alimentó de contenidos la celebración del Tricentenario de 1714 o ideó el polémico simposio «España contra Cataluña», es el que empieza a estar más incómodo con los estrafalarios postulados del Institut de Nova Història.

Y todo porque su estrategia de exageración permanente y ese apropiarse de la historia española para catalanizar cuanto sea posible empieza a bordear ya lo caricaturesco. «Durante mucho tiempo era un desprestigio intentar debatir con esta gente, pero el problema es que es precisamente lo que buscan: que no se les tome en serio. Y, mientras tanto, sus ideas van calando», subraya Uceda, cuya asociación se presentó el pasado mes de diciembre en la biblioteca del Parlamento Europeo para alertar de los peligros de la manipulación nacionalista de la historia.

 
ESTUVIMOS ALLÍ
La hazaña que permitió a los tercios españoles tomar París
Ninguno de los reyes de aquellos complicados momentos en el devenir de Francia lograría poner punto final a las guerras religiosas que asolaban el país galo



Foto: París bien vale una misa. (Foto: Wikipedia)


París bien vale una misa. (Foto: Wikipedia)



AUTOR
ÁLVARO VAN DEN BRULE
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10/01/2020


Un inquisidor es alguien que busca respuestas a sus preguntas, sin querer responder de ellas.


-J. Richman



Hubo un momento clave en la historia -siglo XVI– allá por el año 1557, en que se perdió una ocasión histórica para certificar la indiscutible hegemonía militar en Europa del Imperio español. Años después, se demostró en la paz de Cateau-Cambrésis que 'la grandeur' de Francia era una natilla de cartón piedra, eso sí, muy estética. Francia estaba postrada ante la arrolladora superioridad hispana al entregar cerca de dos centenares de enclaves y territorios galos en su mayoría sin mayor resistencia.

Tras la tremenda derrota infringida a los franceses en la batalla de San Quintín en 1557, Carlos V, a la sazón retirado en modo monacal a Cuacos de Yuste, preguntaba de manera natural si la capital gala había caído ya. Pero su hijo, Felipe II, un hombre aferrado a la prudencia y con varios errores de calado en la política internacional -caso de los condes Egmont y Horn cuya ejecución pudo evitarnos la prolongada Guerra de los Ochenta Años y un ahorro sustancial para nuestras arcas y vacíos estómagos-; descartó la invasión de París por estimar no aconsejable dejar a sus espaldas San Quintín aún bajo asedio. De esta manera, se perdió una ocasión histórica de que la indiscutible hegemonía militar en Europa tuviera el sello español.

Aquello, sin duda, fue una enorme concesión a un país “tocado”, que tras varias décadas de conflicto infructuoso contra aquella emergente protoespaña, actuaría como una bombona de oxígeno en cruciales cuestiones internas, tales como las guerras religiosas que tenían postrada la nación gala. Elconflicto entre los protestantes franceses y los católicos alcanzaría su máxima virulencia hacia julio de 1566 al ser prohibido taxativamente el culto protestante en Francia, a lo cual, los hugonotes respondieron intentando secuestrar o matar al Rey francés en Meaux. Desde ese momento, el séptimo infierno de Dante albergó una orgía de sangre sin precedentes escenificada en la famosa matanza del día de San Bartolomé de 1572. Ninguno de los reyes que se alinearon cronológicamente en aquellos complicados momentos en el devenir de Francia: ni Francisco II, ni Carlos IX, ni Enrique III lograrían poner punto final a las guerras religiosas que asolaban el país; al revés, es más, la muerte de este último rey a manos de un fanático católico abriría un abismo de imprevisibles consecuencias.

Cuando subió al poder Enrique de Borbón, rey de Navarra, le había tocado la lotería unas cuantas veces. A falta de candidatos varones entre los católicos, era el legítimo aspirante a la Corona gala. Pero este avispado coronado, cambiaba de religión con una facilidad pasmosa, adaptándose camaleónicamente a las demandas políticas del momento. Vamos, que su condición de protestante no era una buena credencial por lo que despertó una gran resistencia entre los católicos del reino, que con el apoyo de España y el Papa, se la tenían jurada.

La derrota de la Liga Católica
Felipe II, inyectando enormes cantidades de dinero a espuertas en la Liga Católica, mantuvo abierto el conflicto en el país vecino. Le horripilaba el mero hecho de que la capital gala cayera en manos protestantes y por ello, pisó el acelerador a fondo.

Como en todo, existe un principio de incertidumbre y por ello, un acontecimiento crucial precipitaría la intervención de los tercios en territorio galo. El 14 de marzo de 1590, tras la carnicería librada en la batalla de Ivry, la derrota del ejército de la Liga Católica a manos de Enrique III de Navarra, seria rotunda. Los protestantes (hugonotes) dejarían aislada a París.

La muerte del rey Enrique III a manos de un fanático católico abriría un abismo de imprevisibles consecuencias en Francia


Felipe II ordenó inmediatamente acudir en socorro de la capital amenazada a su sobrino Alejandro Farnesio, en aquel momento gobernador de los Países Bajos, que mostró su rechazo de manera más que vehemente ya que puesto que en esos momento la gravosa e incomprensible Guerra en Flandes (o de los Ochenta años) estaba siendo favorable a los españoles, por lo que dedujo con buen criterio que no era de recibo abandonar un frente con todas las ventajas y costes logrados hasta ese momento. Aun así, a la postre, Farnesio no tuvo más remedio que aceptar las órdenes de su tío y con cerca de 15.000 soldados españoles, valones, alemanes e italianos, cayó como un puño de hierro desde el norte de Francia en dirección hacia la capital gala.

Farnesio, ordenó a los tercios de Antonio de Zúñiga y del italiano Camilo Capizucchi, que se encastraran entre las tropas católicas que huían en desbandada hacia el refugio natural de la amurallada capital para esperar el envite de Enrique de Navarra. Con una defensa en profundidad muy bien organizada entorpecieran el avance del líder protestante que iba a uña de caballo hacia Paris. Entretanto, procedentes del este, varias compañías del Tercio viejo de Lombardía, veterana tropa de las guerras italianas iniciadas por el Gran Capitán, añadieron un plus de tranquilidad a las tropas en fuga estabilizando la situación.

Farnesio poseía un don de gentes solo comparable a su talento natural para la dirección de la guerra. El entrenamiento no se relajaba, la disciplina encajaba con una autoridad flexible y de buena lectura ante las necesidades de los soldados y el ambiente de camaradería era inigualable en los tercios. Además, las pagas eran puntuales y generosas, Farnesio tenía un valor personal incuestionable, era hábil y de discernimiento rápido y su genio militar era famoso y proverbial.

La superioridad numérica de Enrique, era notable en oposición al entrenamiento de las gentes de Farnesio. Este, evitó un enfrentamiento campal y se atrincheró sólidamente. Los hugonotes aguardaron una semana frente al campamento católico poderosamente fortificado y cuando empezaron a escasear los víveres, dejaron de dar la lata lo que permitió a Farnesio replegarse hacia París. Entonces, el 5 de septiembre, Alejandro Farnesio tomaría Lagny por asalto.

Enrique de Navarra intentó el asalto de París en vano. Los tercios españoles aprestados de las intenciones del volátil navarro conseguirían levantar el cerco de París un 30 de septiembre precedidos por un elongado convoy de salvamento cargado de vituallas, pues el hambre, arrasaba la ciudad hasta extremos indescriptibles. Aclamados por los ciudadanos de la capital gala, entraron entre en loor de multitudes los españoles. Estabilizada la situación, Farnesio retornó a Flandes con parte de la tropas para disuadir a los holandeses de malas intenciones conquistando la pequeña ciudad de Corbeil, asegurando y reforzando así la defensa de París con una guarnición notable de 3.000 hombres de los tercios con una preparación incuestionable.

Enrique de Navarra retoma la batalla
Las discrepancias católicas, que en vez de optar por una gran coalición se enzarzaron en que el rey Felipe II no acabara haciéndose con el país galo,permitieron al decidido rey Enrique de Navarra retomar las operaciones militares recuperando así Corbeil de nuevo. En plena canícula veraniega, el 24 de julio, Farnesio recibiría una misiva confidencial con la durísima y fatídica orden del Rey que lo enviaba de nuevo a Francia a repartir estopa, justo en el momento en que preparaba una potente ofensiva contra los rebeldes holandeses.

Felipe II, probablemente a falta de un hervor, ordenó a Farnesio regresar a Francia de nuevo en el verano de 1591. Las cosas en Flandes iban de mal en peor. Se habían dado motines por impagos a la tropa española, amotinamientos, y por añadidura, una indisciplina generalizada; mientras que en ausencia de Farnesio, un coordinado contraataque holandés progresaba implacable hacia el sur. Muchas de las plazas que en su momento habían costado sangre a raudales, fueron rindiéndose en la zona próxima a Zelanda, al norte de los Países Bajos. Las erráticas decisiones del rey Felipe II estaban conduciendo al desastre el esfuerzo y talento de generales de un prestigio indiscutible.

Los católicos, en vez de optar por una gran coalición, se enzarzaron para que el rey Felipe II no acabara haciéndose con el país galo

Farnesio, el llamado 'Rayo de la Guerra', había concentrado tropas en las fronteras del noroeste de Francia. Pero quiso el azar que una hidropesía galopante (un líquido seroso que se acumula en las zonas cavernosas, en este caso de índole pleural) deprimieran y agravaran la situación de este excepcional hombre de armas. En su situación, sus médicos le aconsejaron que para su mejora, descansara en el balneario de Spa para recuperar fuerzas. Mientras tanto, Enrique de Navarra no estaba de brazos cruzados y acababa de conquistar la ciudad estratégica de Noyon, acercándose a París peligrosamente. La Liga Católica estaba en franca retirada ante la falta de liderazgo y el impasse e indecisión de un general al borde de la muerte. Se perdían ciudades a un ritmo inaceptable.



Alejandro Farnesio. (Foto: Wikipedia)


Alejandro Farnesio. (Foto: Wikipedia)



Aún en una situación tan penosa, Farnesio sacó fuerzas de flaquezay decidió ir a socorrer la ciudad francesa de Rouen, donde el cabroncete de Enrique IV intentó presentar batalla. En medio de la melé, en una trabada escaramuza entre, la caballería gala y la de Farnesio, al mando del famoso albanés Jorge Basta, causaría la muerte de innumerables nobles hugonotes en un intento infructuoso de proteger a Enrique, que se desangraba a causa de un corte infligido por un infante de los tercios que le había rebanado una pierna.
El bando hugonote estaba en franca retirada y Alejandro Farnesio trató de aprovechar la ventaja dinámica o cinética de aquella afortunada avalancha sobre los fugitivos. Se conquistaron varias ciudades pero, la desgracia quiso frenar aquella inapelable victoria. Un disparo perdido de arcabuz le dejo colgando el antebrazo mientras supervisaba las obras de asedio. Herido, desangelado, tocado en su fuero interno por tanta desgracia acumulada en su poderoso ser, sabía que estaba visto para sentencia.


La muerte de Farnesio como cortina de humo
La salud de Farnesio tomaba derroteros inevitables. Para colmo de males, Felipe II le instaba a volver al campo de batalla a un hombre que lo había dado todo por España y que solo era un despojo. La muerte le alcanzó un 3 de diciembre de 1592 en Arras. Pero los males no vienen solos. Felipe II había dado instrucciones precisas para que Farnesio fuera depuesto a la mayor brevedad de su cargo como gobernador de Flandes, argumentando que el dinero destinado para las campañas de Francia se había dilapidado en Flandes. La infamia se había cernido en entre los dimes y diretes de las tramoyas cortesanas contra Farnesio y habían convencido al Rey de que su sobrino desviaba fondos sin aclarar su destino; una faena similar a la que sufrió en sus carnes el Gran Capitán algunos decenios atrás. La muerte de Farnesio ocultó una de las mayores vergüenzas contra un hombre de una pieza, condenado por una pléyade de conspiradores y advenedizos
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Enrique de Navarra, se hizo católico de la noche a la mañana así como quien no quiere la cosa y se acuñó la famosa frase: "París bien vale una misa"
La ausencia del indiscutible talento de Farnesio inclinó la guerra en Francia hacia el bando protestante, pero, por esos inescrutables bucles del destino, Enrique de Navarra, se hizo católico de la noche a la mañana así como quien no quiere la cosa. Su famosa frase "París bien vale una misa", quedará ante la historia como una de las felonías más aviesas jamás pronunciadas. Al no poder concluir el conflicto en su vertiente militar, no dudó en ponerse un camaleónico disfraz de santón accediendo a cambiar de religión y entrando triunfalmente en Paris el 22 de marzo de 1594.

La suerte, el capricho del destino, los extraños vericuetos de la historia, la labilidad innata de un espécimen sin escrúpulos, le llevarían a detentar el poder en una Francia convulsa a la que este sujeto que bien podíamos llamar monarca en puridad, accedió por la puerta de atrás.
Un general español como pocos, holló Paris antes de que este mendaz elemento con botas de cuero vuelto e interior algodonado, tras una serie de carambolas, accediera a algo que no se había merecido. Lo crucial de esta historia, es que la hazaña en cuestión, la toma de Paris por los españoles, quedo relegada a un segundo plano ante las “hazañas” de este bribón camaleónico.


 
La cara oculta de Simón Bolívar: el mujeriego insaciable al que apodaron "Culo de Hierro"
Una nueva biografía del contradictorio Libertador elogia sus heroicidades y repasa sus tiránicas decisiones que le convierten en una figura compleja.


Simón Bolívar, el Libertador.



David Barreira


En 1816, Simón Bolívar pretendía avivar la revolución en el Caribe. El ya bautizado Libertador había fijado la venezolana isla de Margarita como siguiente paso de su estrategia, donde ese mismo año terminaría proclamando el nacimiento de la Tercera República de Venezuela y la liberación de Hispanoamérica del yugo español. Pero en vez de apresurarse por la ruta más directa, el eficaz militar ordenó hacer una breve parada en la isla de Saint Thomas. Lo que en principio parecía una operación para abastecerse de reclutas, era en realidad un descanso para recoger a su amante, Pepita Machado.

Para desasosiego de Bolívar, su querida ya había zarpado rumbo a Haití. La noticia le causó gran pesar y ordenó a un puñado de sus hombres subirse a una embarcación e ir en búsqueda de la mujer. Durante más de dos días, el encolerizado ejército revolucionario estuvo anclado en la costa de Santo Domingo aguardando la llegada de Pepita. Una jornada y una noche más permanecería la expedición en calma mientras el Libertador y dandy se retiraba a sus habitaciones con su amante.

Sus altos mandos, malhumorados, amenazaron con abandonarle, algo a lo que solo se atrevería su primo Florencio Palacios. "Así como Marco Antonio había enfurecido a sus generales al retrasar una guerra por quedarse en el lecho con Cleopatra, Bolívar ahora enloquecía a sus oficiales con su libido insaciable", relata la novelista reconvertida en historiadora Marie Arana en su biografía sobre el ambicioso e idealista comandante, Bolívar. Libertador de América (Debate).

Esta obra, publicada en 2013, estaba dirigida a un público anglosajón y ahora se edita en castellano. En ella, la autora peruana ensalza al carismático Bolívar, le dibuja como a un héroe imperfecto y contradictorio y no solo recurre al tópico del "George Washington de América del Sur", sino que también le equipara a otros grandes conquistadores de la historia como Aníbal o Napoleón. Con un estilo cinematográfico y ameno, Arana construye un relato bien hilado y lleno de detalles curiosos pero con demasiados pasajes recurrentes y partidistas sobre malvado y opresor Imperio español.

Bolívar, apodado por los soldados como "Culo de Hierro" por su legendaria resistencia a galope —se calcula que recorrió unos ciento veinte mil kilómetros a lomos de un caballo— y nacido en el seno de una familia aristócrata, fue un hombre ilustrado, capaz de citar a Julio César en latín o a Rousseau en francés. También se reveló en un conversador ingenioso y en un bailarín soberbio; pero a pesar de quedar viudo en la juventud y realizar un juramento de soltería, entre sus facetas más oscuras sobresale la de mujeriego insaciable, heredada de su padre, todo un depredador sexual.

Después de la muerte de su esposa María Teresa Rodríguez del Toro, con quien se había casado en Caracas en 1799, y una larga estancia en España, Bolívar se mudó a París, donde viviría año y medio. Allí aprendió, en palabras de su biógrafa, "cuánto —y cuán poco— significaban ahora las mujeres para él. Durante el resto de su vida se sentiría irresistiblemente atraído hacia ellas, pero encontraría sorprendentemente fácil conquistarlas y descartarlas".

Allí mantuvo un affaire con la condesa Fanny du Villars, a quien llamaba "prima" tras descubrir ambos una conexión genealógica remota nunca demostrada y que en el futuro le endosaría a Bolívar la supuesta paternidad de uno de sus hijos. Pero no sería la única, como bien recordaba uno de sus generales años después, ya en los campos que presenciaban la revolución: "Con su gran aprecio por el placer y especialmente por el placer carnal, fue verdaderamente extraordinario escuchar al Libertador enumerar todas las bellezas femeninas que había conocido en Francia, con una meticulosidad y precisión que daban fe de su fina memoria".

Democracia utópica
En el plano militar, los éxitos de Bolívar fueron implacables —consiguió la independencia de las actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela—; pero su tiránico gobierno le empujó a morir agraviado, incomprendido y difamado en todas las repúblicas que liberó. Tendrían que pasar unos años para que su figura se convirtiese en leyenda, propulsada todavía más por la mesianización que comandó Hugo Chávez, el líder venezolano que le dio a su país el apellido del Libertador.

"Sus fracasos como político se esfumaron. Sus éxitos como libertador adquirieron notoriedad. En efecto, sus logros eran irrefutables. Fue él quien difundió el espíritu de la Ilustración, llevó tierra adentro la promesa de la democracia, abrió las mentes y los corazones de los latinoamericanos a lo que podía llegar a ser", relata amablemente Marie Arana.

Sin embargo, eso resultó ser una utopía de la que el propio Bolívar era consciente: "Llegó a creer que los latinoamericanos no estaban preparados para un gobierno verdaderamente democrático: abyectos, ignorantes, recelosos, no comprendían cómo gobernarse a sí mismos, habiéndoles arrebatado sistemáticamente esa experiencia sus opresores españoles". Es decir, se necesitaban más tiranos y dictadores. Como él.

Aunque el relato de Arana es benévolo con Bolívar y le tilda de sujeto histórico extraordinario, también cita sus decisiones más cuestionables y las ocasiones en las que abandonó por completo sus ideales justicieros. "Rehízo un mundo", pero a costa de una brutal guerra en la que no dudó en ejecutar y traicionar a alguno de sus generales u ordenó masacrar a ochocientos prisioneros españoles por no contar con suficientes guardas para evitar un motín. No le salió redonda su idea de construir una democracia sobre un modelo de guerra.



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Reinas, metales y muerte en la arena

  • MANUEL HIDALGO
    Madrid


Juana de <HIT>Austria</HIT>, cuadro de Alonso Sánchez Coello (Museo...


Detalle del retrato de Juana de Austria, de Alonso Sánchez Coello.




MONASTERIOS DEL ARTE
Hoy, Día de Reyes, vamos de reinas de la Casa de Austria, con las madres, esposas e hijas de monarcas que estudiaron, fundaron o se retiraron en los monasterios de las Descalzas Reales y la Encarnación. La otra Corte, la exposición del Palacio Real, abundante, exquisita y espléndida, comisariada por Fernando Checa, propone un discurso con rango de tesis: esas ilustres damas no optaron, exclusivamente, por recluirse, en sus momentos crepusculares, para perfeccionar su vida espiritual, sino que fueron protagonistas y artífices de una gran vida social, de gestiones políticas nacionales e internacionales y de una intensa contribución a la cultura y al arte. La muy atractiva visita inmediatamente estimula, por el interés y alto valor de lo expuesto, tanto a visitar los cercanos monasterios -para admirar in situ su arquitectura y su arte- como a leer sobre la actividad cotidiana que en ellos tenía lugar.


DEL DOLOR Y LA PIEDAD
Juana de Austria, hija de Carlos V, fundó las Descalzas Reales en 1564, y Margarita de Austria, esposa de Felipe III, fundó de nueva planta con su marido la Encarnación en 1616. Un retrato de Juana, angulosa y serena, obra de Alonso Sánchez Coello, recibe sobriamente a la entrada. Es el adelanto de una exposición intensa y maravillosa que reúne pinturas de, entre otros, Juan Pantoja de la Cruz, Diego Moro y José de Ribera, esculturas de Pedro de Mena -una Dolorosa conmovedora y bellísima- y Gregorio Fernández o tapices -el hiperbarroco Triunfo de la Eucaristía- de Pedro Pablo Rubens, junto a objetos -relicarios, collares, cálices, arquetas...- de prodigiosa y lujosa elaboración. Pese a esto, entre las penumbras y luces de la iluminación de las salas, se impone una grave consideración del dolor, la muerte, la piedad y la más sobria (y contrarreformista) espiritualidad. Hay un retrato de Rodolfo II de Habsburgo, nieto de Carlos V y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, personaje poco conocido aquí, tan tarambana como cultísimo, que me incita a recomendar las biografías que Jacqueline Dauxois y Philippe Erlanger escribieron sobre él. No se arrepentirán de su lectura.


LEGADO DE LOS ÁRABES
Un paso atrás en la Historia para asomarnos, en el Museo Arqueológico, al fascinante mundo de los emires, los califas, los taifas y el reino nazarí. La exposición Las artes del metal en al-Ándalus documenta las tareas de extracción de minerales y metales durante los casi ocho siglos de presencia musulmana en Andalucía (y mucho más acá) y exhibe más de 250 objetos resultado de su transformación y manufactura. De esta manera, la muestra sirve para certificar la sofisticación científica, técnica, estética y, en definitiva, civilizatoria alcanzada por los árabes peninsulares y para calibrar su inmenso legado. Joyas, armas, monedas, motivos decorativos, útiles para uso personal, doméstico, médico, de recreo o agrícola o para fines religiosos, amorosos o funerarios dejan constancia de una cultura avanzada, productora de belleza y de influencia persistente. El llamado Grifo de Pisa, plantado orgulloso y solemne sobre sus cuatro patas, fantástica síntesis de león y águila, conquista, desde su pedestal y su metro y pico de altura, y aunque sea una réplica, el estrellato de la exposición.


TRAGEDIA EN LOS TOROS
Fuera de temporada, he leído dos libros de primordial asunto taurino y con conexión andaluza. Historia de una tertulia(Renacimiento), publicado en 1952, es un clásico del costumbrismo casticista de mediados del siglo pasado. El crítico taurino y teatral Antonio Díaz-Cañabate levantó salerosa y cañí acta de la tertulia de intelectuales, artistas, bohemios y toreros que, bajo la advocación y presidencia de José María de Cossío (el enciclopedista de los toros), se celebró durante años en el café Lyon d'Or de la calle de Alcalá. Hay en el libro muchas semblanzas y anécdotas de grandes toreros -y de muy importantes figuras de la cultura de la posguerra-, pero el mejor capítulo es el dedicado, a modo de interludio, al tenso y serio ritual con el que José Ignacio Sánchez Mejías -hijo del mítico matador lorquiano- se vistió de luces en un hotel sevillano para tomar la alternativa. En un estilo diametralmente opuesto, seco y áspero, que casi duele, Manuel Arroyo-Stephens, amigo protector de José Bergamín y como él gran aficionado a los toros, ha escrito La muerte del espontáneo (Antonio Machado Libros). En A comienzos de septiembre, una de las seis piezas que componen la obra, Arroyo hace una durísima y escalofriante crónica del accidentado periplo que, bajo un sol de justicia y para ver torear tres tardes seguidas a Rafael de Paula, le llevó de Jerez a Albacete. Si el relato del trayecto y de los prolegómenos de la corrida albaceteña es una muestra magistral de la más cruda e inmisericorde literatura realista (de trazos modernos), la tragedia presentida estalla sin clemencia con la cogida y muerte en la plaza de un desventurado espontáneo ante la pasividad impotente de los toreros y la bronca desquiciada del horrorizado público. Sus cuarenta páginas conforman un relato singular y terrible que trasciende el drama taurino para erigirse, con la muerte de por medio, en una obra maestra, camusiana, sobre el absurdo y la angustia existenciales.

 
La ridícula muerte de Lord Byron, el romántico que quiso liberar a los griegos de los turcos



Lord Byron siendo recibido por los griegos.


El poeta británico, guiado por sus ansias idealistas, reclutó un regimiento para ayudar a derrotar a lo que él entendía como enemigos de Occidente.



Mira: armas, banderas, campo de batalla, y la victoria, y Grecia. ¿No vale un lampo de esta gloria?", escribía Lord Byron al cumplir 36 años, edad a la que, por otra parte, fallecería y dejaría al Reino Unido sin uno de sus poetas más importantes de la literatura británica.

Su verdadero nombre era George Gordon y con apenas 10 años de edad heredó los títulos de su familia y estudió en la prestigiosa Universidad de Cambridge. Allí destacaba por ser un brillante estudiante a la vez que gozaba de una vida lujuriosa y provocativa. Llegó a tener un mono como mascota puesto que en el centro no permitían ni perros ni gatos. A lo largo de su vida se codeó con diferentes autores románticos como Percy Shelley, Mary Shelley o Goethe.

En 1816, en una casa alquilada por Lord Byron a orillas del lago Lemán (Suiza) y donde John Milton se había alojado dos siglos atrás, propuso que sus invitados escribieran una historia de terror ante la imposibilidad de salir debido al mal tiempo. Este pequeño juego fue el desencadenante del libro de la joven Shelley, Frankenstein.

Héroe para los griegos
En definitiva, Lord Byron vivía en consonancia a su obra literaria. Fuera o no un personaje o realmente su forma de vivir, su romanticismo y pasión hacia tiempos y lugares pasados, le llevó a participar en la Guerra de independencia de Grecia, donde revolucionarios helenos se levantaron en armas contra el Imperio otomano en 1823. El poeta no dudó en reclutar un regimiento para ayudar a derrotar a lo que él entendía como enemigos de Occidente, quienes desde hacía siglos habían ocupado la cuna de la civilización.

De hecho, fue recibido por los helenos como un héroe e incluso quisieron otorgarle el rango de comandante. No fue el único helenófilo europeo que quiso aportar su grano de arena en el conflicto. Numerosos aristócratas europeos y adinerados estadounidenses financiaron la revolución. Por otra parte, el historiador escocés Thomas Gordon escribió el libro History of the Greek Revolution para honrar y enaltecer el alzamiento.



Byron en su lecho de muerte.


Byron en su lecho de muerte. Joseph Denis Odevaere



Pero el desenlace del británico estuvo lejos de cualquier hazaña idealizada. "No murió en combate, como correspondía a la leyenda romántica, sino enfermo de fiebres y diarreas", escribe el periodista, escritor y político cubano Carlos Alberto Montaner. Y es que, a sus 36 años de edad, Lord Byron sufrió un ataque epiléptico y enfermó gravemente. Tras negarse a ser atendido por los médicos en primera instancia, finalmente aceptó el tratamiento de los médicos pero no había nada que hacer. Murió el día 19 de abril en Missolonghi, sin haber cumplido su sueño de independencia griega y en un estado lamentable, lejos de cualquier heroicidad.

"Descansa en paz, amigo mío; tu corazón y tu vida han sido grandes y hermosos", escribió Goethe cuando conoció la noticia de que su compañero había fallecido en Grecia. Sin embargo, el descanso eterno Lord Byron no estaba del todo asegurado todavía. Los griegos pretendían enterrarlo allí, puesto que lo consideraban todo un héroe. No obstante, el gobierno británico insistió en la repatriación del cadáver y no llegaría hasta pasados dos meses desde su fallecimiento. Finalmente fue enterrado en el condado de Nottinghamshire, junto a su madre.

 
La gran estafa de Rusia al Imperio español que Fernando VII ocultó por vergüenza
Alfred López publica «Eso no estaba en mi libro de historia de la política», una obra en la que recoge una infinidad de anécdotas y curiosidades sobre este campo




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Los líos que vemos día sí y tarde también en el Congreso de los Diputados son únicos. O eso creemos. Pareciera como si la letanía de los gritos, los 'zascas' y las discusiones entre sus señorías (esa suerte de circo en los escaños) fuera una seña de identidad de nuestra era. Y otro tanto sucede con las corruptelas que, cada poco, asoman la patita por debajo de la alfombra. Pero la realidad es bien distinta a lo que se nos ha insertado en la mollera; como pasa en otros ámbitos, la política y todo lo que orbita a su alrededor es, con permiso de otro mucho más conocido, uno de los oficios más viejos del mundo. No solo eso, sino que ha tenido el privilegio de sorprender, con asiduidad para mal, a los ciudadanos desde hace siglos.




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Un claro ejemplo es el llamado «escándalo de los navíos»: la adquisición de una flota de cinco bajeles por parte del rey Fernando VII a Rusia que acabó en un completo desastre. No por la falta de pago o (haciendo un símil) porque no llegase a buen puerto, sino porque, cuando los buques en cuestión arribaron a nuestro puerto, el monarca se percató de que se la habían dado con queso, pues se hallaban en pésimas condiciones. Este curioso suceso es uno de los muchos que explica el divulgador histórico Alfred López (más conocido con el sobrenombre de «El listo que todo lo sabe» en su más que popular blog) en su nueva obra: «Eso no estaba en mi libro de historia de la política» (Almuzara, 2019).

La obra en cuestión explica, con un estilo rápido y vibrante, una infinidad de anécdotas históricas relacionadas con el mundo de la política (y todo lo que a este rodea). Desde quién tiene el triste honor de ser el representante público corrupto más antiguo de la historia (el orador griego Demóstenes, del siglo IV a.C.), hasta las llamativas aspiraciones atómicas de Francisco Franco. Todo aquello digno de ser nombrado se recoge en la obra, que guarda -como no podía ser de otra forma- un lugar especial para «españoladas» como el instante en que Jordi Pujol prohibió a su predecesor, Josep Taradellas, gritar un «¡Viva a España! en su último discurso o el título olvidado que, en la actualidad, ostenta el monarca Felipe VI (el de rey de Jerusalén).

Una real estafa

Más allá de los claroscuros y la leyenda negra que rodea a Fernando VII, la realidad es que -como bien señala López en su obra- el monarca tuvo que afrontar un reinado plagado de vicisitudes. La principal: reconstruir un país que acababa de expulsar al invasor galo tras nada menos un lustro de enfrentamientos a cara de perro en el corazón de su territorio. Aunque no la única; y es que, las insistentes revueltas protagonizadas por los territorios latinoamericanos a partir de 1809 supusieron también un verdadero quebradero de cabeza para la monarquía. Para este último reto, «el Deseado» necesitaba contar con una armada similar a la que había tenido nuestra España antes de 1808.

«Recibió como herencia una Armada española cuya flota naval había prácticamente desaparecido a consecuencia de la batalla de Trafalgar, que tuvo lugar el 21 de octubre de 1805 bajo el reinado de su padre, Carlos IV», explica López. A su vez, y en sus palabras, la Guerra de la Independencia acabó con los, ya de por sí, dañados bajeles del vetusto Imperio. «La que había sido durante muchísimos años la armada más poderosa y temida de todos los mares se había quedado reducida a unos pocos barcos dañados», completa el divulgador. La pregunta estaba clara, y suponía todo un reto paraFernando VII: ¿Cómo podía el país reconstruir su flota de forma rápida y efectiva?




Zar Alejandro I
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Zar Alejandro I



La solución fue la de siempre: el dinero. A pesar de haber salido de una guerra con Francia, Fernando VII adquirió a los galos en 1817 varios bajeles en buen estado. Pero el número seguía siendo escaso. Poco después, el monarca puso sus ojos en Rusia y solicitó al embajador del país en España, Dmitry Pavlovich Tatischev, que le propusiese al zar Alejandro I la compra de más naves. López se muestra partidario de que el entonces ministro de Marina, José Vázquez de Figueroa, avisó al rey de las «intenciones poco claras» del intermediario y criticó el alto precio que se barajó en principio. No obstante, todo terminó en la firma del llamado «Convenio de compra de la escuadra» a cambio de 13.600.000 rublos. Según el divulgador, «70 millones de reales de vellón». Una cifra, en todo caso, excesiva por cinco navíos y tres fragatas (estas últimas, un detalle simbólico).

Al final, en la adquisición no participaron los principales ministros (entre ellos, De Figueroa, excluido de las negociaciones). El trato, ya de por sí turbio, se convirtió en una auténtica pesadilla cuando los barcos rusos arribaron al puerto de Cádiz el 21 de febrero de 1818. Y es que, aunque en principio el capitán general de la región los declaró «capaces de todo servicio», pronto quedó cristalino que no podían combatir. «La mayoría tenían la madera con la que habían sido realizados podrida, además de haber sido usados en varios conflictos marinos por parte de la Armada rusa. Evidentemente España se encontraba ante una estafa en toda regla», añade López. Según narra, todos los navíos salvo uno fueron destruidos. Y este último fue reparado a costa de una ingente cantidad de dinero. Lo mismo pasó con las fragatas.

«Los rusos se escudaron en que en el contrato firmado por ambas partes no se especificaba por ningún lado que los barcos estarían, o deberían estar, en buen estado», añade el autor. El fraude, a la postre llamado «el timo de los barcos» por los españoles, intentó ser escondido por parte del monarca. «Tergiversó la historia en los diarios y mandó publicar que el acuerdo de adquisición de la flota rusa había sido un éxito», desvela. A partir de entonces existen dos versiones. En primer lugar, la que afirma que el ministro de Marina fue el peor parado por recriminar a Fernando VII su decisión. La segunda, por su parte, explica que su colaboración en el desastre fue mucho mayor y que fue uno de los principales responsables. En todo caso, la estafa ya estaba perpetrada.

Alfred López: «En los años 80, las ventosidades de arenques casi provocaron una guerra»
1-¿La historia de la política española ha sido siempre protagonizada por personajes torticeros e interesados?

La verdad es que ha habido de todo. Desde representantes que han sido honestos con sus ideales y con un gran sentido de servicio hacia los ciudadanos a los que representaban, hasta aquellos personajes que vieron en la política la herramienta perfecta para enriquecerse o convertirse en egocéntricos y déspotas. También los hay que han asumido roles y protagonismos que les tocaba. La historia es cíclica y lo que hoy en día tenemos no es más que un fiel reflejo de lo que hicieron los predecesores.

2-Parece curioso también que, a día de hoy, Felipe VI siga ostentando el título de rey de Jerusalén. ¿Cómo puede ser?

Efectivamente. Es la mar de curioso que un reino como el de Jerusalén, que dejó de existir como tal en el año 1291, siga existiendo como título y que este se continúe utilizando en la Casa Real española como uno más de los numerosos que ostenta el monarca.

La categoría de rey de Jerusalén estaba emparejada a la del Reino de Nápoles y, cuando, en 1504, Gonzalo Fernández de Córdoba (el 'Gran Capitán') se hizo con ella para Fernando el Católico, ambos títulos llegaron a manos de la corona española. Con los años, el de Nápoles quedó fusionado dentro del título del Reino de las Dos Sicilias. Otro dato curioso es que Felipe VI también ostenta la categoría de 'Rey de Gibraltar' (entre otros muchas).

3-La influencia política española ha estado presente no solo en la península, sino también en EE.UU., a través de personajes como Pedro Casanave o Juan Miralles...

Lamentablemente muchos son los libros de historia que han sido injustos con algunos personajes patrios que han realizado grandes gestas más allá de nuestras fronteras. En los últimos tiempos parece que se está haciendo un esfuerzo por recuperar la memoria de muchos de esos nombres, pero todavía la inmensa mayoría de personas desconocen quiénes fueron y qué hicieron. Los mencionados Pedro Casanave y Juan Miralles son mucho más conocidos en Estados Unidos que aquí. En España pocos son quienes saben que Casanave fue uno de los primeros alcaldes de Washington DC y que fue el encargado de poner la primera piedra de la Casa Blanca. Todo ello lo cuento en esta obra, prologada por Javier Santamarta.



Alfred López


Alfred López - Miquel Taverna



4-A pesar de la tradición política de EE.UU., Inglaterra ha dado a la historia grandes personajes en este campo. Uno de ellos fue Churchill, al que dedica un apartado en su obra. ¿Qué hay de verdad y qué de mentira en la imagen de bravucón parlamentario que tenemos de él?

Hay mucho de verdad en la fama que tenía de ser bravucón y malhumorado. Protagonizó algunas salidas de tono a lo largo de su vida, pero no tantas como se le atribuyen. Era un personaje peculiar, de gran ingenio y al que le gustaba salirse con la suya. Por poner un ejemplo, cuando viajó a Nueva York en los años de plena Ley Seca aprovechó un pequeño accidente que sufrió en la Gran Manzana para conseguir una receta médica que le permitiera obtener 'licor terapéutico' y, así, poder beber en EE.UU. sin quebrantar la mencionada norma.

5-¿Era tan ingenioso e incisivo como creemos? Sus frases hirientes son recordadas hoy en toda la red...

Era un hombre dotado de una gran inteligencia y muy rápido a la hora de respnder a la prensa o a sus contrincantes políticos. Pero al ser un personaje tan sumamente famoso se le atribuyen hechos y frases que él jamás pronunció o protagonizó.

Si nos fijamos, las citas que circulan por internet suelen tener casi siempre los mismos protagonistas: las científicas son atribuidas a Albert Einstein, las buenorrollistas y de autoayuda a Paulo Cohelo y las políticas a Churchill. Y eso, a pesar de que la inmensa mayoría de dichas citas no fueron pronunciadas por ninguno de ellos.

6-Leyendo su libro, bien pareciera que la política y los escándalos han estado siempre unidos. ¿Cuál es el lío o el barullo en este campo que más le ha llamado la atención?

Son muchos, pero uno de los más curiosos (a la vez que tronchantes) es el que protagonizaron Suecia y la URSS a lo largo de veinte años. En la década de 1980 los suecos detectaron la presencia de un submarino soviético en sus aguas y, a partir de aquel momento, se emparanoiaron. Estaban convencidos de que los rusos podían invadirlos en cualquier momento.

Invirtieron una auténtica fortuna en radares SONAR para detectar cualquier presencia subacuática en sus aguas y fueron numerosísimas las ocasiones en las que, en las grabaciones, escucharon sonidos de submarinos.

No fue hasta 2003, a raíz de unas investigaciones científicas, cuando se descubrió que los mencionados sonidos no provenían de submarinos soviéticos, sino que eran ventosidades de arenques (la forma en la que estos peces se comunican entre si). Estas flatulencias casi provocan un conflicto bélico.



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7-En plena resaca de la investidura, ¿cree que la política nacional seguirá ofreciendo momentos de chanza para los españoles?, ¿hay alguno que le haya parecido hilarante en las últimas semanas?

Muy a destacar son los repentinos cambios de opinión de algunos líderes (hoy digo una cosa y mañana lo contrario). También llaman la atención las extrañas alianzas con proyectos políticos que están en las antípodas con el fin de alcanzar el poder (o no soltarlo). Todo lo que estamos viviendo ahora será historia dentro de unos años y dará pie para que se escriban interesantes y a la vez divertidísimos libros.

8-¿Es posible divulgar historia (y, más concretamente, historia de la política) de una forma sencilla y amena?

Sí, es posible, aunque no es fácil. Estamos en la era de las 'Fake News', en la que alguien te suelta un bulo en la red sobre cualquier tema y la gente se lo cree a pies juntillas, sin cuestionarse si aquella historia es verdadera o falsa; tan solo les interesa lo llamativa que es.

También hacen un flaco favor a la divulgación algunas 'cuentas parodia' que, en forma de chanza, explican hechos históricos totalmente tergiversados (e incluso inventados) en busca de miles de retuits. Soy de la opinión de que con la Historia se debe ser riguroso. Se puede explicar de una forma divertida, pero para ello no hace falta meterle ningún dato extra e inventado.


VIDEO:

 
SE LE ACUSA DE TENER SESGO CONSERVADOR
La 'leyenda negra' que persigue al 'youtuber' de Historia más seguido de España
Academia Play ya es un veterano de YouTube España. Con sus vídeos hechos con ilustraciones ha conseguido millones de seguidores, pero ahora se enfrenta a un encendido debate



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GUILLERMO CID
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17/01/2020
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HISTORIA DE ESPAÑA
POLÉMICA
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Si llevas un tiempo moviéndote por las redes sociales, ya sea YouTube, Facebook o incluso Twitter, es muy probable que te hayas cruzado con alguno de sus vídeos de Historia. Firmados con un botón de 'play' en color verde y con un estilo bastante particular, centrado en ilustraciones, los clips de Academia Play llevan años ganándose el adjetivo de virales y aglutinando elogios de usuarios e incluso historiadores (en este periódico nos hicimos eco de su éxito). Pero en los últimos meses su creador se enfrenta a una aireada polémica. ¿El motivo? Un libro y una serie de vídeos por los que han empezado a tildarle, según su creador, de "rancio y facha".

Distintos usuarios han comenzado a descalificar el trabajo de Academia Play, ahora mismo el canal de Historia con más seguidores en España con más de 2,5 millones de suscriptores, tanto en sus vídeos como en su web o en su último libro, 'La Historia de España como nunca antes te la habían contado', asegurando que tras su aspecto aséptico y objetivo basado en la pura divulgación, tienen un sesgo conservador y nacionalista español. Javier Rubio Donzé, la persona tras el canal, defiende su trabajo tanto en las redes como en diferentes entrevistas, pero ¿qué dicen los expertos en la materia?¿Hay una clara influencia ideológica en sus contenidos?

En conversación con Teknautas, Rubio niega en rotundo que ninguna ideología dirija sus clips, "no blanqueamos nada", y que intentan mostrar en todos los casos una versión completa, rigurosa y equilibrada de los hechos utilizando todo tipo de fuentes y consultando a expertos de diversos ámbitos, pero eso no es lo que opinan otros historiadores y divulgadores consultados por este mismo periódico. Y es que, según estos expertos, el canal cae en diferentes errores y fallos (intencionados o no) que justifican las dudas sobre la objetividad del contenido.

Aunque los especialistas consultados disienten en la forma de calificar ciertos contenidos (han analizado varios de los vídeos publicados a petición del periódico) sí coinciden en señalar el cuidado trabajo del canal en muchos de los clips, pero señalan puntos delicados. Desde los conceptos utilizados por Rubio y su equipo, sobre todo en lo que a la Historia de España se refiere, hasta la forma de abordar temas y eventos pasando por el tipo de colaboradores elegidos para el desarrollo de los vídeos y otros contenidos, todo hace que, para estos expertos, la sombra que se cierne sobre Rubio coja más solidez.


"Los errores siempre caen hacia el mismo lado"
Guillermo Pérez Romero, historiador y divulgador conocido por su página de Facebook y Twitter Historia en Meme (hace poco también llevó su trabajo a un libro) asegura que lo que publica Academia Play es interesante, innovador y da datos e información correcta, pero los problemas están en el fondo. "Básicamente, Rubio innova a la hora de explicar la Historia en el ámbito técnico, pero en el fondo en muchos vídeos parece la Historia que les explicaban a nuestros padres", apunta este experto. Como ejemplo de ello habla de varios vídeos como el que dedica a la Inquisición, el de la Guerra Civil española o el que va contra la Leyenda Negra española.



La Guerra Civil española

La guerra civil española o guerra de España fue un conflicto bélico que se desencadenó en España tras el fracaso parcial del golpe de Estado del 17 y 18 de julio de 1936 llevado a cabo por una parte del Ejército contra el Gobierno de la Segunda República.







La inquisición en 15 minutos

En este vídeo vamos a hablar de la Inquisición, y sobre todo nos vamos a centrar en la española. Cuando oímos la palabra inquisición inmediatamente pensamos en muertes, torturas, fanatismo, intolerancia, control y miedo... Estas características indudablemente existieron y por ello se ha tendido a explicar este fenómeno desde un punto de vista un tanto sensacionalista y muchas veces deformado. En este vídeo vamos a desmentir una serie de tópicos comúnmente aceptados, la mayoría de las veces por bombardeo de información errónea . Al final del vídeo incluiremos una pequeña bibliografía para quien quiera abordar este tema desde un enfoque riguroso. Hemos sido asesorados por Don César Cervera Moreno.






"Normalmente un historiador al hablar de un tema cualquiera cita fuentes diferentes dejando claro que respecto a este tema uno dice A y otro en cambio dice B, pues aquí parece que el divulgador piensa A y cita a los que piensan A", argumenta el experto. Para él, el clip que más chirría es el de la Leyenda Negra, un vídeo publicado por Rubio para intentar, según su creador, "acabar con las teorías de muchos usuarios que cada vez que hablas de la historia del imperio español en América saltan con algo de la Leyenda Negra". En palabras de Pérez, usa un método bastante "triste desde el punto de vista historiográfico" para desmontar esas teorías.

"En este video en concreto Rubio analiza la Leyenda Negra de dicho imperio, desmontándola, pero en muchos casos la argumentación gira en torno a 'los ingleses fueron peores' para luego decirte que la crueldad de la conquista era normal en esa época". Critica, además, que utilice términos como 'imperio español' que ya están desacreditados en las corrientes historiográficas y que no haga autocrítica alguna. "Parece que todo lo que hizo Castilla en América fue bueno y lo malo es mentira".



Contra la Leyenda Negra en América

El día 12 de octubre, día que Cristóbal Colón puso un pie en el Nuevo Mundo, se celebra la Fiesta nacional de España. Es el día nacional oficial. No obstante, no se celebra una mera cuestión regional, sino el recuerdo del encuentro entre dos mundos diferentes, por ello es un día Universal. No solo es un día de celebración en España, sino también en América. A partir del 12 de Octubre de 1492 se transformó la configuración social y política del mundo para siempre. Actualmente, existe una férrea oposición ideológica expresada principalmente con la rotunda sentencia “nada que celebrar” referida al 12 de octubre. Son frecuentes las citas de Eduardo Galeano para conferir una pátina literaria al mensaje ideológico negrolegendario. También es habitual encontrarse con el término “genocidio” para calificar la relación de España con América. La difusión de esta perspectiva está tan extendida y se expone con tanta vehemencia, que parece que se ha convertido en una opinión mayoritaria. Ahora bien, ¿es acertada esta percepción? ¿Se corresponde con la realidad imperial española? ¿Hubo un expolio y una destrucción de los indígenas? O ¿hubo un mestizaje y una acción civilizadora digna de celebración?







"Hay cosas en las que tiene razón, yo, por ejemplo, no estoy de acuerdo en llamar a lo de América genocidio ya que según la definición que da él, que creo que es la misma que da la ONU, para considerar a un acto un genocidio debe haber intencionalidad, y en la conquista no había una intencionalidad de exterminio explicita de la población, ya que no hay documentos que lo sustenten. Yo si hablaría de genocidio cultural, ya que se hizo todo lo posible para hacer desaparecer toda las culturas que representasen una disidencia, o que se opusiesen a la peninsular". Pérez cree que no es extraño que se trate al autor de cierto conservadurismo y menciona un término clave que, asegura, sustenta esta sospecha: habla de relato "negrolegendario", un concepto usado en espacios conservadores.

Pérez coincide en la mayor parte del análisis con Jorge Benito, historiador y profesor en un instituto madrileño, que confiesa que ha utilizado alguno de los vídeos de Academia Play en sus clases y alaba su trabajo técnico, pero critica con dureza vídeos como el del Che Guevara o el de la Inquisición. "Creo que hacen un buen trabajo en muchos temas, pero hay un sesgo conservador o nacionalista claro en otros con casos que se pasan de la raya como el del Che. En el caso del de la Inquisición es muy claro. No habla del papel político del cuerpo, ni de la última parte de la Inquisición que se sostuvo hasta 1834 y no explica bien la expulsión de los judíos de España".



Che Guevara: la fabricación de un mito

Hoy el Che Guevara es lo más parecido a un santo para cierta izquierda, y, como tal, muchos se encomiendan a él asistidos por la nutrida imaginería guevarista que ha ido apareciendo desde su muerte. El hecho es que cuando murió Ernesto Guevara de la Serna ya era famoso. Y eso que se fue joven de este mundo, con sólo 39 años, seis más que Jesucristo y 12 más que Jim Morrison y el resto del club de los 27. Sin hilar tan fino, hizo bueno aquello tan sesentero de “vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”.







Este último apunte se refiere a la parte en la que dice que en la expulsión de los judíos se les permitió llevarse sus bienes, cosa que está demostrado que no fue tal: "Como explica el hispanista Joseph Pérez, que ha recogido el decreto de expulsión de los judíos, el texto dejaba claro que tenían un plazo para vender sus bienes inmuebles y que lo que sacaran si se lo podían llevar con ellos, pero no como oro sino como letras de cambio. Y es que la ley prohibía que nadie saliese de los reinos de Castilla y de Aragón con oro, así que esta gente no pudo llevarse ni el oro ni la plata que hubiesen ahorrado, ni el oro ni la plata que hubiesen conseguido de vender sus casas", termina Pérez.

Para los dos historiadores el principal problema está en que los errores que pueden existir en la divulgación en este caso siempre caen del mismo lado, siempre parecen favorecen una lectura nacionalista y conservadora de la historia. "La historia es una ciencia social y debe buscar la mayor objetividad posible. Aquí Academia Play toma partido claro en asuntos como el de la Leyenda Negra que se ha convertido en una guerra entre diferentes vertientes historiográficas y eso hace que la objetividad no exista. Van con uno de los bandos, hacen muy poca autocrítica y al final los puntos que dejan por tocar o pasan de soslayo benefician a los mismos", argumenta Benito.


Colaboradores e influencias
Fuera de los vídeos analizados y de las cuestiones más historiográficas ambos expertos también critican algo para ellos clave: ni Rubio (arquitecto y con la carrera de Historia empezada) ni muchos de sus colaboradores o confesadas influencias son licenciados en Historia. A pregunta de Teknautas, Rubio asegura que en el equipo de Academia Play sí que hay un historiador y que siguen fuentes de todo tipo. "Entendemos que hay que hablar con neutralidad, honestidad intelectual y objetividad", apunta Rubio. Eso sí, el currículum de varios de sus colaboradores muestra una tendencia hacia un conservadurismo claro.

Junto a Rubio, el canal tiene como entrevistador y presentador al experiodista de Intereconomía y escritor Gonzalo Altozano y varios de los vídeos (como el comentado del Che Guevara o el dedicado a Blas de Lezo) los ha firmado otro ex de esa casa, esta vez sí licenciado en Historia, orgulloso liberal y ex miembro del Instituto Juan de Mariana Fernando Díaz Villanueva.


Álvaro de Bazán, el "invicto" y otros héroes del Imperio con César Cervera

César Cervera Moreno es licenciado en periodismo y redactor de ABC. También tiene un blog de historia titulado “Una pica en Flandes”. Este es el segundo libro de un joven escritor que cumplió los 30 años en el 2018






Continúa...
 
Blas de Lezo, el héroe de Cartagena

Blas de Lezo y Olavarrieta (Pasajes, Guipúzcoa, 3 de febrero de 1689-Cartagena de Indias, Nueva Granada, 7 de septiembre de 1741) fue un almirante español —conocido por la singular estampa que le dieron sus numerosas heridas de guerra (un ojo tuerto, un brazo inmovilizado y una pierna arrancada)—, considerado uno de los mejores estrategas de la historia de la Armada Española y conocido por dirigir, junto con el virrey Sebastián de Eslava, la defensa de Cartagena de Indias durante el asedio británico de 1741.






Además de ellos dos, Rubio menciona en entrevistas nombres como el filósofo discípulo de Gustavo Bueno Pedro Insua, el directo de DENAES y actual miembro de Vox Iván Velez, el escritor Daniel Arveras, el geógrafo Juan Pérez Ventura, el politólogo y escritor Javier Santamarta, el pensador Antonio Escohotado o la historiadora María Saavedra. Todos ellos son citados o salen tanto en contenidos de la web como en el canal de YouTube, y algo en lo que coinciden la mayoría es en la lucha contra la 'Leyenda Negra española'. Entre las influencias se dan nombres como el propio Gustavo Bueno o Elvira Roca Barea. El propio Rubio Donzé ha defendido la posición de que existe una "xeonofobia hacia lo español".



España contra sus fantasmas. Dialogamos con Pedro Insua.


Hay ideas fuertemente consolidadas en el imaginario español, a modo de grandes verdades: Al Andalus fue una sociedad plural y rica que entró en decadencia con la conquista cristiana, el descubrimiento de América puso de manifiesto el carácter sanguinario español, las ideas de la Ilustración no tuvieron ningún eco en España… Visiones, todas ellas, llamadas a consolidar la idea de una España intolerante y fracasada como nación.

#DiálogosAcademiaPlay Así, según el juicio sumarísimo de muchos, es precisamente esa misma identidad negativa, el único fundamento que justifica su unidad en la actualidad. De tal manera que, España termina por constituirse como sociedad política, pero una sociedad política en cuya base se encuentran, sin más, el odio y la violencia fanática. Este libro busca abordar esos fantasmas instalados en el imaginario español, para, sin omitir ni exagerar nada, revertir cada uno de estos fenómenos históricos asociados a España, y que figuran en la historiografía completamente desquiciados a través de su versión negrolegendaria. http://academiaplay.es/







Héroes y heroínas de la Historia de España con Javier Santamarta

Javier Santamarta del Pozo empezó a trabajar como «plumilla» en un periódico alicantino . Persona curiosa que creció entre libros, le dio por estudiar de todo, desde Derecho a Historia, y acabó colegiado como Politólogo. Pasó años trabajando en el campo de la Ayuda Humanitaria en varios conflictos, y como experto sigue dando formación para expatriados civiles y militares. Fue colaborador habitual en varios programas de radio, con una sección sobre protocolo en el programa “Es la mañana del fin de semana”, en esRadio, y con otra sobre literatura en Gestiona Radio. Como colaborador en el diario Vozpópuli, ha escrito durante años sobre costumbrismo, arte, libros… y, sobre todo, acerca de la Historia de España. Ha sido invitado habitual de podcast de Historia como La Escóbula de la Brújula. Es miembro del Ateneo Escurialense y de la Asociación Escritores con la Historia #DiálogosAcademiaPlay







"Es importante saber que historiador no es cualquiera que lea mucho y vea documentales. La Historia es una disciplina del conocimiento para unos, ciencia para otros, que tiene su propia metodología", apunta Benito. "La aparición de nombres con una posición política clara hace que las dudas sean mayores y más aún si no se buscan contrapesos. Por ejemplo está el caso de que el vídeo sobre el Che lo hace alguien que se ha posicionado claramente como liberal y que tiene una ideología muy marcada. Es imposible que sea del todo objetivo y se nota en la forma de afrontar el tema y el contenido. Faltan datos y análisis, se simplifica al máximo al personaje...".

Los peligros de la divulgación en internet
Algo en lo que coinciden los dos expertos consultados es en la dificultad de divulgar y hacer entretenido un contenido tan denso y hacerlo, además, con objetividad. "Está claro que divulgar no es nada sencillo y que en eso en Academia Play ha tenido un gran éxito, yo mismo he utilizado alguno de sus vídeos en clase, pero también hay cierto peligro en que si no conoces bien los asuntos que se tratan en los clips te quedes solo con una parte de las historias", explica Benito.

En relación con esto, el profesor menciona el peligro de la vuelta de una lectura más nacionalista de la Historia que ya ha sido superada en las corrientes historiográficas modernas y que coincide con la vuelta de debates pasados como ocurre en otros ámbitos como el terraplanismo o las pseudociencias gracias, en gran parte, a las redes sociales. "Obviamente las nuevas corrientes políticas nacionalistas están reactivando conceptos como la Reconquista o la propia Leyenda Negra para justificar sus teorías y afianzar su crecimiento, pero hay que saber que muchos de ellos ya están más que superados en el entorno historiográfico, que no son temas que se traten en charlas o espacios de historiadores".


 
La lección de los años veinte: de la fiesta interminable al auge del populismo


Guillermo Altares
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Periodista EL PAÍS



Mujeres en Berlín (1927).


Mujeres en Berlín (1927). GEORGE RINHART GETTY IMAGES



El mundo regresa a unos nuevos años veinte con la misma mezcla de esperanza, temor y desconcierto tecnológico que hace un siglo. ¿Qué queda del espíritu de aquella época? ¿Qué lecciones podemos extraer de aquella década, loca e intensa, durante la que parecía no existir límites?


Los años veinte del siglo pasado fueron un momento crucial en la lucha por la libertad en Europa y, a la vez, su mayor derrota. Se alzan como un tiempo de grandes esperanzas —y grandes juergas—, la época en que la humanidad creía haber aprendido la lección de la destrucción total de la I Guerra Mundial y avanzaba hacia el futuro de la mano de la tecnología, confiando en que la sociedad sería capaz de dejar atrás la violencia. Nunca los sueños fueron tan grandes y las utopías fueron tan peligrosas como en aquella época en la que nacieron los grandes totalitarismos en medio de un optimismo irrefrenable. Y ahora, casi sin darnos cuenta, en medio de un nuevo acelerón tecnológico, nos encontramos otra vez en unos años veinte. Resulta inevitable preguntarse qué queda de todo aquel frenesí, si existen paralelismos con nuestra época y, sobre todo, si podemos extraer lecciones de aquella década, loca e intensa, durante la que parecía que todo era posible.

En los años veinte, Federico García Lorca visitó Nueva York, Charles Lindbergh cruzó el Atlántico por primera vez en avión con el Spirit of St. Louis, las películas comenzaron a hablar, y Francis Scott y Zelda Fitzgerald se bebían el planeta. “Nueva York tenía toda la iridiscencia del comienzo del mundo”, escribió Francis Scott Fitzgerald en El Crack-Up (Capitán Swing). Las mujeres habían logrado el derecho al voto en numerosos países —la Enmienda 19 de la Constitución de Estados Unidos se aprobó en 1920, aunque las sufragistas ya habían vencido en Nueva Zelanda, Canadá y Austria—. La República de Weimar proporcionó a los alemanes, entre 1919 y 1933, un grado de libertad que en algunos lugares de Europa no se alcanzaría hasta los noventa. Pero las calles de Berlín eran tremendamente peligrosas, sacudidas por la pobreza y la violencia política. Aunque cegados por el resplandor de las fiestas, en Nueva York y Chicago la mafia creció exponencialmente y se mezcló con la política impulsada por la prohibición.




Actuación del cabaret Folies Bergère en Londres.


Actuación del cabaret Folies Bergère en Londres.HULTON-DEUTSCH COLLECTION GETTY IMAGES


“Curiosamente, lo que los estadounidenses no tenían claro era el presente”, escribe Bill Bryson en 1927: Un verano que cambió el mundo (RBA). “La I Guerra Mundial había dejado un mundo que la mayor parte de la gente consideraba vacío, corrupto y depravado”. La prohibición del alcohol solo sirvió para que los gánsteres se hiciesen más fuertes porque el whisky y la ginebra nunca faltaron. Como explica Bryson, “había tanto alcohol que durante una visita a Estados Unidos, el alcalde de Berlín preguntó al de Nueva York cuándo iba a empezar la prohibición”. El historiador Eric Burns ofrece en 1920. The Year That Make The Decade Roar(Pegasus Books) una visión similar sobre la percepción que los estadounidenses tenían de su futuro: “Por primera vez eran optimistas y creían que el siglo XX podía empezar de una vez sin interferencias y que los ochenta años que quedaban por delante iban a ser productivos y provechosos. Sin embargo, también tenían miedo y se preguntaban si el tratado alcanzado en París el año pasado aguantaría y les mantendría a salvo. Al terminar la Gran Guerra, el compositor francés Claude Debussy se lamentaba ante un amigo: ‘¿Cuándo se agotará todo este odio?’. Y no esperaba una respuesta”.

El temor estaba más que justificado. Fue la época en que un personaje de aspecto tan ridículo como amenazante llamado Benito Mussolini dirigió la marcha hacia Roma, la primera gran demostración de fuerza del fascismo, con la que llegó al poder. Mientras tanto, en Alemania, un pintor frustrado y charlatán de cervecería, un austriaco llamado Adolf Hitler, entró en la escena política con un golpe de Estado fracasado, el Putsch de Múnich, que difícilmente permitía entrever que, una década más tarde, llegaría al poder, desataría la II Guerra Mundial y ordenaría el mayor crimen de la historia, el Holocausto. En aquellos mismos años, un georgiano brutal que se había subido al carro de la revolución soviética llamado Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, conocido como Iósif Stalin, logró el control total sobre el Partido Comunista de la URSS y convertiría la vida de millones de personas en un infierno. Todo esto ocurrió entre 1922 y 1924, tres años en los que se sentaron las bases del mayor mal que se iba a abatir sobre la humanidad. Pero se producía mientras se bailaban foxtrot y charlestón y París era una fiesta.

Las grandes voces que nos llegan desde aquella década contemplan los años veinte con esa misma mezcla de optimismo e inquietud. En ‘Ecos de la Era del Jazz’, un artículo recogido en El Crack-Up y escrito en noviembre de 1931, las palabras de Francis Scott Fitzgerald resurgen desde la era del jazz y el crash de 1929 para describir unos tiempos que resultan extrañamente cercanos según avanza el siglo XXI. “Ahora tenemos apretado el cinturón una vez más y ponemos la expresión de horror adecuada cuando volvemos la vista hacia nuestra desperdiciada juventud. A veces, sin embargo, hay un rumor fantasmal entre los tambores, un susurro asmático en los trombones que me devuelve a los primeros años veinte, cuando bebíamos alcohol de madera y cada día, en todos los aspectos, nos hacíamos mejores y mejores (…). Y parecía solo una cuestión de unos pocos años que la gente se hiciera a un lado y dejara que el mundo lo manejaran quienes veían las cosas como eran —y todo eso nos parece rosado y romántico, a nosotros, que entonces éramos jóvenes— porque no sentiremos tan intensamente lo que nos rodea nunca más”.

Entonces, el mundo se levantaba tambaleante después de la I Guerra Mundial (1914-1918), un conflicto que nadie podía haber imaginado hasta que estalló —de hecho, 100 años después, los historiadores siguen debatiendo cómo empezó—. Afortunadamente, en el siglo XXI, Europa no tiene que reconstruirse desde las ruinas, físicas y morales, aunque nunca, desde el final de la II Guerra Mundial, los partidos de ultraderecha han tenido tanta fuerza ni sus discursos racistas tanta aceptación. Tampoco el antisemitismo, un odio que refleja que un mal muy peligroso está surgiendo en algún abismo de la sociedad, había estado tan generalizado. No se debe olvidar, como explican los guías en la visita al campo de exterminio nazi de Auschwitz, que los genocidios empiezan siempre con palabras.

Los años veinte acabaron con una brutal crisis económica, el crash de 1929, mientras que el siglo XXI arrancó con otra, en 2008, y llega a sus propios años veinte recuperándose todavía y preguntándose, con creciente inquietud, cuándo llegará la siguiente. Los sistemas de seguridad social puestos en marcha en Europa Occidental a partir de 1945 lograron mitigar levemente la pobreza provocada por la abrupta caída de los mercados, que arrastró el nivel de vida, pero no fueron suficientes para evitar el sufrimiento de los sectores más débiles de la población. Las clases medias de países como Portugal, Grecia, Italia o España sufrieron un durísimo castigo. Puede resultar exagerada una comparación con lo que ocurrió en la República de Weimar entre 1921 y 1923, cuando una población hambrienta, lisiada en las trincheras, traumatizada por la guerra, todavía sacudida por la epidemia de la gripe española, se enfrentó a la hiperinflación y a una pobreza devastadora. Sin embargo, las imágenes de los desahucios o de las familias esperando a que se llenen las basuras de los supermercados con alimentos caducados se convirtieron en moneda común. Para porcentajes demasiado elevados de la población resultaba imposible llegar a fin de mes, y el hambre y la calle eran amenazas reales. Tal vez no tengamos ejércitos de pobres como los que poblaban Berlín en los primeros años veinte, pero sí tenemos nubes de riders, jóvenes que recorren en bicicleta las grandes ciudades haciendo recados mal pagados, con una nula esperanza de lograr a corto plazo una seguridad laboral y, por lo tanto, vital.




Escena en Wall Street durante el crash de 1929.


Escena en Wall Street durante el crash de 1929. HULTON ARCHIVE GETTY IMAGES



Aún más importante incluso que la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, que estalló en 1917, marcó los destinos de lo que iba a ocurrir durante los años veinte, entonces como ahora. Uno de cada cinco habitantes de la tierra vive en la actualidad sometido a una dictadura comunista que, curiosamente, ha aceptado el capitalismo en lo económico, pero aplica técnicas brutales de control social. Se trata de un régimen implacable que se apoya además en nuevas tecnologías, como el reconocimiento facial, que han crecido de manera exponencial mientras mirábamos hacia otro lado o, mejor dicho, permanecíamos con los ojos clavados en la pantalla del móvil. “La Revolución Rusa desencadenó un vasto experimento de ingeniería social, quizás el mayor de la historia de la humanidad”, escribe el historiador británico Orlando Figes en La Revolución Rusa 1891-1924 (Edhasa). Un experimento que, como demuestran los campos de concentración en los que están siendo internados cientos de miles de musulmanes en China, los uigures, no ha terminado todavía. Un reciente informe de la consultora tecnológica IHS Markit calculaba que en 2021 habrá 1.000 millones de cámaras de vigilancia en todo el mundo, la mayoría de ellas en China. Estas cámaras, que permiten observar, archivar y estudiar los movimientos de cualquier ciudadano, están dopadas por unos sistemas de reconocimiento facial cada vez más sofisticados y por los avances en big data, la capacidad para procesar enormes cantidades de información en muy poco tiempo.

Los años veinte cabalgaron también impulsados por una revolución tecnológica irrefrenable: coches, aviones, transportes públicos, cines, radios, luces eléctricas, inventadas a caballo entre el siglo XIX y el XX, se asentaban en la sociedad. Al igual que ocurre en el siglo XXI, las tecnologías más influyentes y revolucionarias vienen del pasado, como los móviles o la robótica, por no hablar de los efectos de la industrialización en el cambio climático, pero se ciernen sobre el futuro. El gran cineasta Jean Renoir trazó una foto maravillosa de cómo era el mundo justo antes de los años veinte, cuando escribió un precioso retrato de su padre, el pintor Pierre-Auguste Renoir, cuyos cuadros identificamos sobre todo con el siglo XIX. Renoir, mi padre (Alba) representa uno de los mejores retratos que se han hecho de los años anteriores a la gran transformación del siglo pasado. “Murió en 1919”, escribe el director de La gran ilusión y La regla del juego. “Cuatro años antes había pasado mi examen de piloto en la aviación. Habíamos conocido los bombardeos aéreos, el gas asfixiante. El campo había comenzado a vaciarse hacia las ciudades; los suburbios de París ya eran el horror que conocemos. Los obreros trabajaban en las fábricas. Las verduras que se consumían en París venían del Midi, incluso de Argelia. Teníamos un coche. Renoir tenía teléfono. Había sido operado y anestesiado. A los franceses les apasionaba el fútbol. Se había producido la revolución comunista. Existía el antisemitismo. Teníamos un proyector. El divorcio existía. Hablábamos del derecho de autodeterminación de los pueblos. El problema del petróleo dominaba el mundo. Las mujeres se dejaban el pelo corto. Existía el impuesto sobre la renta. Los pasaportes se habían convertido en obligatorios. Las carreteras estaban asfaltadas. Nuestra casa tenía calefacción central, agua fría y agua caliente, gas, electricidad, cuartos de baño”.



Redada en un speakeasy de Washington durante la prohibición.


Redada en un speakeasy de Washington durante la prohibición. BETTMANN GETTY IMAGES


Sin embargo, se trata de inventos que identificamos con la década de los veinte porque fue entonces cuando se apoderaron de la vida cotidiana. En 1912, por ejemplo, solo el 12% de los hogares de EE UU tenía electricidad; en 1925, dos tercios disponían de luz y, por lo tanto, de la posibilidad de albergar neveras, lavadoras o radios. Al igual que el cine, la radio se inventó a finales del siglo XIX, pero su expansión se produjo en este periodo. El 2 de noviembre de 1920 se transmitieron por primera vez en vivo los resultados de las elecciones presidenciales. “Los años entre la I Guerra Mundial y la Gran Depresión fueron un periodo de excitación, movimiento y una nueva, más rápida, forma de vivir”, escribe Marcia Amidon Lusted en el libro The Roaring Twenties. Discover The Era Of Prohibition, Flappers And Jazz(Nomad Press). “Fue el principio de la vida moderna, de las invenciones modernas y del nacimiento de la cultura popular, de una forma que los estadounidenses nunca habían experimentado antes”. Jean Renoir resumía así la creciente confianza en la tecnología: “Íbamos a pasar de la civilización de la mano a la civilización del cerebro”.

Stefan Zweig, uno de los escritores más lúcidos del siglo XX y uno de los novelistas más leídos en los años veinte del siglo pasado, pero también de este, recuerda así aquella época en sus memorias, El mundo de ayer(Acantilado): “La década de 1924 a 1933 —siempre la recordaré con gratitud— fue una época relativamente tranquila para Europa, antes de que aquel hombre pusiese nuestro mundo patas arriba. Precisamente porque había sufrido tantas conmociones, nuestra generación recibió la paz relativa como un regalo inesperado. Todos teníamos la sensación de que íbamos a recuperar la felicidad, la libertad y la concentración espiritual que los años nefastos de la guerra y de la posguerra habían arrebatado a nuestras vidas”. Sin embargo, fueron precisamente aquellos felices años veinte durante los que el fascismo y el nazismo supieron cautivar a la sociedad. Por muchas memorias que se lean de testigos de aquella época, sigue siendo espeluznante, por ejemplo, que la mayoría de los judíos europeos no viesen la que se les venía encima. Como en aquella escena de la película Cabaret en la que después de que los nazis organizasen un acto impresionante en un parque, uno de los personajes sostiene: “Los utilizaremos para librarnos de los comunistas, pero luego nos libraremos de ellos”.

Los años veinte del siglo XX representan sobre todo un recordatorio de la fragilidad de la democracia y de cómo la libertad puede retroceder cuando las fuerzas políticas se olvidan de defenderla día a día. También sirven para medir las consecuencias del odio, cuando se manipula y fomenta, como ocurrió con el antisemitismo no solo en Alemania, sino en toda Europa. Y este horror puede crecer incluso dentro de una sociedad desbordada por la creatividad. Los años veinte vivieron el estallido cultural de la República de Weimar; vieron cómo se formaba en España la generación del 27, el grupo poético más importante desde el siglo XVI, cuyos representantes —García Lorca, Cernuda, Aleixandre, Alberti…— seguimos leyendo y admirando. Fueron asimismo los años de la generación perdida, novelistas estadounidenses que nunca dejamos de leer. Y también son un ejemplo de cómo la tecnología puede transformar la sociedad en sus más pequeños detalles.

Cien años después de haber sido escrito, El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald, sigue hablando del presente. Así acaba la novela que mejor define aquella época: “Gatsby creía en la luz verde, en el orgiástico futuro que año tras año retrocede delante de nosotros. Se nos escapa en el momento presente, pero ¡qué importa!; mañana correremos más deprisa, nuestros brazos extendidos llegarán más lejos… Y una hermosa mañana… Y así seguimos adelante, botes contra la corriente, empujados incesantemente hacia el pasado”. Los que vivieron aquello no podían saber que se encaminaban hacia el desastre, hacia el Holocausto, la guerra civil española, las Grandes Purgas soviéticas y la II Guerra Mundial. Los más lúcidos pudieron intuirlo, sin duda, pero no existía ninguna certeza. Los habitantes de los años veinte del siglo XXI sabemos, con todos los datos que la ciencia es capaz de proporcionarnos, que nos encaminamos hacia el desastre climático y somos precisamente los que vivimos en este periodo la última generación que puede evitarlo. Ojalá no se cumpla la profecía de Gatsby y, un siglo después, la corriente no nos arrastre hacia el pasado y los años veinte sean, efectivamente, la era en que todo sea posible, en que el futuro pertenezca a los que ven las cosas como son.

 
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