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Trans, trens, trins, trons, truns​

Si un hombre se siente mujer, y una mujer se considera un hombre, no puede ser reprimido ni amonestado. Pero si ello le lleva a descomponer la realidad dictada por la naturaleza, a mí, personalmente, me inspira recelos de cercanía​

13/01/2024Actualizada 01:30
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Leo que un amplio sector del feminismo activo recela del movimiento transexual, y con especial rechazo a su dirigente, el «señor» Carla Antonelli, nacido a nacida como Caros Delgado Gómez. Para mí, que Antonelli – no me atrevo a escribir si se trata de él o de ella– no ha leído a ninguna escritora feminista con sentido del humor, como Nathalie Clifford Barney o Madame de Stael. Feministas o 'trans' españolas con sentido del humor no conozco a ninguna, y mucho lo lamento. Nathalie Clifford Barney, norteamericana inmersa en el mejor humorismo inglés –Wodehouse, Wilde, Saki, Katerine Mansfield, Leacock, Shaw, Chesterton y la tira–, desencuadernó con una opinión a las feministas de sus tiempos, y rozó la piel de lo que en su época no se vislumbraba, la moda 'trans'. Escribió doña Natalia: «El feminismo y la feminidad no son cuestiones de s*x*, porque un francés ha sido, es y será siempre más mujer que una inglesa». Madame de Stael era más directa. Su inicial abrazo con el feminismo le llevó, al cabo de los años, a una batalla intelectual contra sus antiguas compañeras, siempre manteniendo la medida y el buen tono. En sus últimos años de vida, regaló la siguiente reflexión, muy condicionada por su Fe cristiana: «Todas las mañanas doy gracias a Dios. Y le doy las gracias desde mi insignificancia con humildad. Gracias, Dios Mío, por haberme permitido nacer mujer. Pues de lo contrario, de haber nacido hombre, me tendría que haber casado con una mujer». Es muy complicado el sentido del humor en la militancia dogmática. La Iglesia Católica, al cabo de muchos siglos, ha comprendido que Dios puede ser alegre, y como Creador del todo, también creador del humor y sus consecuencias. No así el Islam, detenido en el medievo. Léase el Korán, y encuéntrese un tramo dedicado a la sonrisa. No existe. En España, el feminismo de izquierdas, la transexualidad y demás derivaciones, han abandonado el campo de la opinión y asumido con beligerancia las ataduras dogmáticas. Jardiel Poncela, equidistante, se atrevió a definir lo peor de la humanidad. «Lo peor de la humanidad son los hombres y las mujeres». Pero en su definición rebosa el sentido del humor. Para los hombres, las mujeres son seres maravillosos, cuyo mayor atractivo se sustenta en la abismal diferencia de sus criterios y reacciones respecto a los varones. De ahí, que una mujer que desea ser hombre, y un hombre que se siente mujer, pierda –en mi opinión– el singular encanto de la diferencia. Don Fiodor Dostoievski, a pesar de ser ruso, supo sintetizar sus dudas en dos renglones, no en mil páginas, como era su costumbre: «He preguntado a muchos una definición de la mujer, y nadie ha sido capaz de dármela. Se la pedí al Diablo, y desvió la conversación para evitar confesar su ignorancia».
De siempre he defendido la superioridad de la mujer respecto al hombre. Y deplorado que el hombre, a sabiendas de ello, haya impedido que la mujer alcance su nivel de protagonismo. Pero también creo que, con muy escasas excepciones en la historia de la humanidad, han sido las parteras y los ginecólogos los más acertados en dotar a los niños recién nacidos del s*x* correspondiente. Si huchita, mujer; si pirulí, hombre. Convertir la huchita en pirulí y el pirulí en huchita se me antoja un doloroso e inexplicable martirio. Si un hombre se siente mujer, y una mujer se considera un hombre, no puede ser reprimido ni amonestado. Pero si ello le lleva a descomponer la realidad dictada por la naturaleza, a mí, personalmente, me inspira recelos de cercanía. Y creo que la transexualidad nada tiene que ver con el feminismo, y sí con el capricho arriesgado. Un hombre-mujer, no es hombre ni es mujer. Y una mujer-hombre, no es mujer ni es hombre. Y tampoco pertenecen a un tercer s*x*, por la sencilla razón de que ese tercer s*x* no existe. Otra cosa son los gustos y las ilusiones.
El ministerio creado por Irene Montero exhibe en su fachada –ilegalmente– banderas 'trans'. Y las feministas no alineadas en el barullo de las subvenciones, exigen que esas banderas sean retiradas. Estoy con las feministas, aunque tampoco tengan sentido del humor y respeto a la sonrisa.
 

Los pélets de Yoli​

Me ha entusiasmado la agilidad demostrada permaneciendo agachada y con una rejilla de muy limitado tamaño filtrando la arena blanca y recuperando, al menos, catorce pélets​

14/01/2024Actualizada 01:30
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He vivido, crecido, madurado y envejecido sin tener puñetera idea de la existencia de los pélets. Hay confusión al respecto. Unos escriben «pellet» y otros «pélet». La Real Academia Española nos libera de la agobiante duda. Pélet, con acento en la primera e, es la grafía correcta. Superada la angustia, acudo a su significado académico. « Una pequeña bola dura o en forma de tubo de cualquier sustancia». Ya me puedo morir tranquilo.
Sucede que el Gobierno fue informado hace más de un mes de la presencia de sacos de pélets en la mar en las proximidades de las costas gallegas. El ministro de Transportes, el pucelano Puente, no consideró importante la existencia de ese vertido. Lógicamente, si un carguero navega por la costa gallega con sacos de pélets, y caen a la mar, ora por no estar bien amarrados, ora por una ola de través inesperada, los que caen al océano son sacos de pélets, no contenedores con frascos de mermelada. Pero el ministro no informó, y los pélets han alcanzado las playas de Galicia, de Asturias y de Cantabria, dejando en paz a las del País Vasco, gracias a los acuerdos del Gobierno con Bildu. Y como hay inmediatas elecciones en Galicia y el favorito es el PP con mayoría absoluta, los grandes políticos de las izquierdas se han movilizado para limpiar las playas afectadas con esas bolitas. Los pescadores han denunciado el oportunismo político de quienes buscan encontrar paralelismo entre los pélets y el fuel preferido de «Nunca Mais», pero tengo entendido que, a pesar del inhumano esfuerzo de las izquierdas autonómicas gallegas y nacionales, el caso no tiene recorrido, más aún, cuando el Gobierno de España fue informado puntualmente de la anomalía marítima.
No obstante, Yolanda Díaz, acompañada de su candidata gallega, la singular Marta Lois –pronúnciese «Luá» de ser mencionada en francés-, y del inagotable trabajador Íñigo Errejón, han acudido a una playa para limpiarla de pélets, acompañados de una gran manifestación de periodistas y fotógrafos que, casualmente, andaban por ahí. Y lo han hecho, después de adquirir en un comercio de efectos navales, unos cuantos juguetes playeros para niños, y un par de recipientes que por su tamaño, garantizan el depósito de siete pélets por cada taza. Me ha entusiasmado la agilidad demostrada por Yoli Díaz permaneciendo agachada y con una rejilla de muy limitado tamaño filtrando la arena blanca y recuperando, al menos, catorce pélets. ¿Qué son catorce pélets? La respuesta es sencilla. Uno más que trece pélets y unos menos que quince. Posteriormente, y con el fin de no traicionar los ideales de Sumar, fueron invitados a degustar un plato de mariscos, con el fin de reponer fuerzas. Y todo, por amor a Galicia. Su deseo no era otro que recoger unos cuantos pélets discretamente, alejados de los focos mediáticos. Pero eligieron la playa más frecuentada por periodistas subvencionados, fotógrafos subvencionados y asesores de imagen subvencionados. De ahí los gestos de desagrado de los tres o cuatro políticos al verse sorprendidos por el periodismo independiente. –Hemos venido a limpiar Galicia, no a posar-, protestó Yoli mientras Marta Lois – Luá en francés-, aprovechaba un descuido de Errejón para comerse su cigala. Cosas divertidas que mitigan la evidencia de una tragedia.
Por lógica, esta acción será fundamental para dar la vuelta a la tortilla en las elecciones gallegas. Su repercusión ha sido tal, que las encuestas han tenido que reconocer una realidad incuestionable. Que es posible, no seguro, pero sí posible, que Marta Lois – en francés, Luá-, consiga un escaño en el Parlamento gallego gracias al empuje y la naturalidad de Yoli Díaz. Errejón estaba ahí como los periodistas y los fotógrafos. Por casualidad. Cuando la política desciende a ras del pueblo, resulta especialmente emocionante.

Más de Alfonso Ussía​

 

Abuelo, ven en tren​

El señor Ubarrechena siguió durmiendo, cada noche, vía hacia Madrid, vía hacia San Sebastián, en el vagón climatizado del coche-cama​

15/01/2024Actualizada 08:32
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Eugenio Antonio Egoscozábal Ubarrechena fue de los grandes amigos de mi juventud. También del fantástico ilustrador de este texto. Un avanzado de los tiempos. Se adelantó tanto que falleció apenas cumplidos los 30 años. Hijo único y donostiarra puro y duro. Seco en los hablares y con un corazón que no le cabía en su enorme corpachón de vasco antiguo. Ilustrado. Compañero de colegio, donde ya leía a Voltaire, Rousseau, Dalambert y Diderot. Muy afrancesado de gustos. Tenía un loro chivato que despertaba a sus padres cuando llegaba a su casa de Miraconcha con más copas de las permitidas. Gran sentido del humor, y nieto del abuelo Ubarrechena, el mayor accionista de la Unión Cerrajera de Mondragón.
El abuelo sólo podía dormir en el tren. Viajaba todos los días en coche-cama, vagón climatizado, de San Sebastián a Madrid y de Madrid a San Sebastián. Podía permitirse el lujo, como el de tener reservada permanentemente una «suite» en el Hotel Ritz, donde se hospedaba, por su costumbre ferroviaria, la mitad de los días del año. Su hija, la madre de Eugenio Antonio, se enfadaba mucho cada vez que calculaba la inversión irrecuperable de su padre en beneficio de la RENFE. «Aitá, tenemos que buscar una solución que te permita dormir sin que tengas que gastar millones de pesetas para que descanses». «El dinero es mío, y hago con mi dinero lo que me salga de las narices. Por mucho que gaste en trenes, te voy a dejar una herencia más que 'gosha' (agradable)».
Ilustración Barca

Barca
No obstante, la madre de Eugenio Antonio, insistió en su oposición. Y supo de un fabricante de camas de Frankfurt, Aughentaller Bloknik, que era un manitas. Del mismo modo que los almacenes Harrods de Londres presumían de que no había nada en el mundo que no se pudiera adquirir en Harrods, Franz Aughentaller-Bloknik se vanagloriaba de ser capaz de construir las camas más extravagantes. Respecto a Harrods un ejemplo. Un millonario panameño se decidió a retar a los grandes almacenes londinenses. En un viaje de negocios a la capital del Imperio británico, entró en Harrods, acudió al departamento de Información y se estableció entre el millonario y un empleado muy bien educado el siguiente diálogo.
–Buenos días.
–Buenos días, señor.
–Le agradecería que me indicara en qué departamento puedo adquirir un rinoceronte blanco vivo.
–Quinta planta, señor. Pregunte por Mr. Halifax.
Y ya en la quinta planta.
–¿El señor Halifax?.
–Soy yo, señor. Dígame.
–Deseo un rinoceronte blanco vivo. Y grande, adulto. Se lo pago y me lo envían a mi hotel.
–El problema es que, en estos momentos, no tenemos ninguno en nuestros almacenes. El último se lo llevaron anteayer. Pero si es tan amable, me firma la petición y se lo mandamos a su casa. ¿Su nombre y señas, por favor?
Mejor a mi oficina. Fernando Cifuentes Nogueroles, Banco Anglo-Panameño, Avenida de Colón 15, Panamá.
–Son 403.000 libras, portes incluidos. ¿Al contado o con tarjeta?
Y a los quince días le llegó a Panamá el rinoceronte vivo. Y grande y adulto.
De mismo modo se presentó la madre de Eugenio Antonio ante Aughentaller-Bloknik. Con un intérprete le explicó sus penas.
–¿Sería usted capaz de construir una cama con movimiento de tren?
–Nada más sencillo, señora.
Y un mes más tarde, llegó la cama ferroviaria a San Sebastián.
El abuelo la probó aquella noche.
No pegó un ojo.
–Esa cama, esa chapuza, no sirve para nada. El inútil que la ha fabricado le ha incorporado un motor con movimiento de tren alemán. Y a mí, lo que me adormece y me descansa es entrar en agujas en Miranda de Ebro, o Venta de Baños o Medina del Campo. Ya podéis tirarla a la basura.
El señor Ubarrechena siguió durmiendo, cada noche, vía hacia Madrid, vía hacia San Sebastián, en el vagón climatizado del coche-cama.
Para facilitar las cosas, aprovechó que se hallaba en una jornada que le tocó San Sebastián, para fallecer en su ciudad querida. Eugenio Antonio y sus amigos lo celebramos con alegría. No el fallecimiento de su abuelo, sino el montante de la herencia. Y nos convidó a su grupo a Juanito Kojúa donde se ofrecía el mejor changurro de San Sebastián y alrededores.
Llegado a casa, a muy altas horas de la madrugada, decidió celebrarlo con su loro gris, el chivato. Emborrachó al loro, que ya no estaba para muchos trotes y menos para melopeas, y el loro expiró.
Lo siento, pero expiró. Le sentaron mal los whiskys. Y cuarenta años más tarde no puedo cambiar el final del suceso.
 

El zarzal etarra​

Este tipo de zarza, esta truño, pierde las espinas con las transferencias bancarias que provienen de los impuestos que pagamos todos los españoles, incluídas las víctimas de la sangrienta banda terrorista vasca​

16/01/2024Actualizada 01:30
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Ni a mis peores enemigos –incluidos los senderistas– les deseo que tropiecen durante su contaminante paseo y posen involuntariamente su trasero sobre una zarza. De ahí mi admiración por los jabalíes. Se adentran en un zarzal y lo abandonan sin quejas ni gemidos, con toda naturalidad, casi sonrientes. El venado en huida cambia el rumbo cuando advierte la presencia de una zarza en su senda de fuga. Y lo mismo el gamo y el muflón. La zarza es un castigo de la naturaleza, una demostración de que no todo el monte es orégano, que es un tópico popular bastante tonto, dicho sea con el permiso de los amantes de las zarzas, que los hay. Cuando el vizconde de Sutter-Fornoby anunció su separación de Lady Sutter-Fornoby, sus amigos se escandalizaron. Se trataba de la mujer más atractiva y culta del Condado de Surrey. «¿Te ha puesto los cuernos?», le preguntó el amigo A. «No, jamás me ha puesto los cuernos»; «¿Se le ha escapado algún pedete nocturno?» , se interesó el amigo B. «No, es una mujer sin problemas aerofágicos». «¿Colecciona cisnes de cerámica? ¿Se viste de holandesa en las fiestas de disfraces?» «Ni colecciona cisnes ni se disfraza de campesina holandesa», indagó el amigo C. «Me he separado porque su carácter, en la intimidad, es como el de una zarza». Y los cuatro amigos decidieron celebrarlo en la taberna La Ballena Promiscua, célebre por susgin tonics.
En el diccionarioEtimologías de Apellidos Vascosdel muy reverendo padre don Isaac López-Mendizábal, (Buenos Aires, 1958), busco afanosamente el origen y la razón de ser del apellido Ituño. El vascuence es tan español que usa de la letra «ñ» con particular orgullo. Sucede que no se han apercibido de ello los lingüistas independentistas, pero carezco de motivación para esforzarme en ello. Y como era de esperar, don Isaac López-Mendizábal, que unió sus primeros apellidos para no ser López y Mendizábal –era hijo de un López y de una Mendizábal, matrimonio dotado de altas virtudes–, da en el clavo etimológico del apellido Ituño.
«Ituño. En Marquina, Zarzal. Variación de Ituiño. Ituiño, en Bilbao, Zarzal». Cuando en Bilbao y Marquina el significado de un apellido es el mismo, no hay tutía. Claro, que en los aledaños de Ituño e Ituiño, también aparecen Ituarte, Itueta, Itulain, Itulegui, Iturain e Iturbe, con similar significado: zarzal. Sin olvidar a Iturbalzaga, que es zarzal más específico.
El Zarzal Espeso. Coincidirán conmigo que todo lo que antecede a la presente línea es tan aleccionador como interesante.
Y todo ello, para demostrar lo bien que le encaja el apellido a una actriz que vive de las subvenciones cinematográficas del Gobierno de España, que se llama Icíar (ella pone Itziar) Truño, otra versión de Ituño con igual significado: zarza. Nada tengo –o tenía– contra su persona, porque nunca oí nada de ella, ni supe de su existencia, hasta que fue fotografiada durante la manifestación proetarra de Bilbao que exigía la libertad de los terroristas que aún permanecen cumpliendo condena por sus crímenes. Según he leído, esta chica ha rodado diferentes series, y en una de ellas, interpretando a una policía nacional. Muchos policías nacionales y guardias civiles fueron asesinados por sus amigos etarras. Una mujer consecuente, aunque sea una zarza en cuestiones de sentimientos, se habría opuesto a interpretar a quienes visten el decente y sangrado uniforme de quienes fueron asesinados por defender la libertad que hoy disfruta la chica subvencionada. De haberme dedicado a la interpretación, este servidor de ustedes jamás se hubiera planteado interpretar a un hijop*ta etarra. Pero este tipo de zarza, esta truño, pierde las espinas con las transferencias bancarias que provienen de los impuestos que pagamos todos los españoles, incluidas las víctimas de la sangrienta banda terrorista vasca.
Y no tengo más que escribir. Ni ganas.

Más de Alfonso Ussía​

 

La tarjetita​

Alfonso Ussía
La cabecilla etarra Izaskun Lesaca, trató de tragarse una tarjera SD al ser detenida en Francia. No me pregunten en qué consiste una tarjeta SD porque no me da la cabeza, pero intuyo que se trata de una tarjeta de almacenamiento informático con toda suerte de datos comprometedores. Ese frenesí por tragarse el chisme alertó a los agentes policiales franceses y españoles, pero el resultado de la investigación y posterior análisis no parece de importancia. Tan sólo contiene vídeos, fotografías y privacidades.
Me repugna el acceso público a grabaciones privadas o morbosas. No tuve el menor interés en ver lo de Pedro Jota, que tanta alegría produjo en sus adversarios, ni recientemente el de la concejala socialista. El primero se grabó con la financiación de un delincuente y el segundo se extendió por las redes sociales por una venganza o una ingenuidad. El Código Penal tiene que contemplar, desde ahora, la gravedad de estos abusos y elevarlos a la consideración de delito.
Pero en toda actitud firme siempre surgen algunas grietas que delatan la inconsistencia de los principios. Y debo reconocer que en mi muralla contra la morbosidad malsana, se ha abierto una finísima grieta de curiosidad. He visto fotografías entrando y saliendo de los juzgados de la concejala socialista, y me ha parecido una mujer guapa, juncal y atractiva. Y he visto el documento gráfico de la detención de Izaskun Lesaca, y entiendo la expresión de susto de los embozados gendarmes que la detuvieron. No se puede ser más fea. Lloverán sobre mí toda suerte de insultos de las feministas que se callan cuando ejecutan a niñas en los países del Islam o lapidan a mujeres por adúlteras. Estoy preparado para todo y ese riesgo entra en el sueldo. Pero no me negarán que unos vídeos privados e íntimos de esa fiera capturada pueden ser tentadores para cualquier sociólogo o sexólogo con cierto prestigio. Como el que escribe no es una cosa ni la otra dejo abierta la puerta de la posibilidad, renunciando desde un principio a sufrir los mareos que su proyección pudieran causarme. Al escribir que estaba preparado para todo he caído en la exageración. Para casi todo. Y ver una grabación íntima de la etarra detenida forma parte importante del «casi», ese «casi» que tan hermosamente homenajeó Rubén Darío en su epigrama amoroso de la juventud en Metapa. «Casi, casi me quisiste;/ casi, casi te he querido./ Si no es por el casi, casi,/ casi me caso contigo».
Se entiende que la etarra quisiera tragarse su tarjeta SD. Hasta una terrorista es capaz de entender que «todo tiene su límite, hasta la provincia de Badajoz», como le escribió Jardiel Poncela a Miguel Mihura quejándose de algunas coincidencias literarias que Jardiel interpretó como plagios. Estoy seguro de que en toda mujer, por malvada que sea, hay un poso de sensibilidad y pudor que le marca la frontera de lo admisible y lo intolerable. Si alguien me sorprendiera desnudo y la fotografía o grabación tuvieran una posibilidad de hacerse públicas, me humillaría hasta profundas simas porque uno ya no está para nada. Sucede que entre Izaskun Lesaca y el servidor de ustedes se establecen tres diferencias. Que no soy terrorista, que no me han detenido y que, en el caso de hacerlo, no podría tragarme una tarjeta SD porque antes de ello tendría que saber en qué consiste esa tarjeta y llevarla encima en el momento de la captura.
En ocasiones, ser policía es durísimo.
 

Tururú​

A Yoli Díaz, la de las bolitas en la playa, le gustaría que los españoles nos vistiéramos en una especie de «Almacenes Gum» de la Plaza Roja de Moscú en tiempos del comunismo​

17/01/2024Actualizada 01:30
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El conglomerado Sumar siempre se ocupa de lo más importante. Y se ha manifestado en contra del excesivo gasto en ropa por parte de los españoles. Ha denunciado que el gran consumo de productos textiles tienen un enorme impacto negativo en nuestra economía familiar. Es decir, que Sumar ha decidido tocarnos las narices a Yolanda Díaz y a mí.
No se había conocido en España a ministra alguna que luciera más modelos diferentes que Yolanda Díaz. Cada día, un modelito distinto, y en algunas jornadas, doblete. Y es recomendable recordar a Sumar que el derroche textil – normalmente horroroso– de su eximia dirigente también afecta a la economía en general y a la familiar en particular. Son millones las familias españolas que, mediante sus impuestos, le compran a la chica de Fene toda la ropa que exhibe a cuenta de su papo. Yves Saint Laurent, famoso modista francés, era muy crítico al respecto con sus diseños. «Si mis vestidos no realzan la belleza de una mujer, o mis vestidos están mal hechos, o la que está mal hecha es la mujer». Se cuenta de una multimillonaria española que acudió en socorro de Balenciaga para que la vistiera con motivo de la boda de su única hija. Balenciaga era un hombre correctísimo, además de un excepcional diseñador de moda femenina. Pero por encima de la corrección y el diseño, era sincero. «Lo siento, señora. Soy un humilde modista y no puedo hacer milagros». En el fondo, lo que Sumar pretende es fastidiar a Inditex. Yolanda Díaz es muy envidiosa. Y no sólo le hiere y corroe el ánimo el triunfo internacional de Amancio Ortega y su inconmensurable fortuna, nacida de una camioneta de reparto.
Es decir, nacida del trabajo, detalle que todo buen comunista rechaza. Le hiere aún más que, traspasado el poder ejecutivo de la empresa gallega de padre a hija, los resultados de la gestión de Marta Ortega han superado en beneficios a la de su padre, el fundador del imperio. Los comunistas son muy envidiosos. De no serlo, no militarían en el comunismo.
Pero me preocupa que esa denuncia del gran consumo textil también puede perjudicarme a mí, Mi Persona. Con anterioridad a escribir el primer renglón del presente texto, he cumplido con paciencia un deber de coherencia. Contar mis corbatas. Y la suma final me ha llevado a las puertas del escándalo. Poseo 362 corbatas, divididas fundamentalmente en cuatro grupos. Corbatas de lunares –topos– escocesas, lisas, y de campo. También guardo corbatas militares y algunas, feísimas, que me han regalado, y conservo precisamente para ensalzar la belleza, a primer golpe de vista, de la mayoría de ellas. En las «Burlington Arcade» de Londres, eligiendo corbatas, el dependiente me dijo algo que jamás podré olvidar.
«Su gusto está sometido a la elección de la belleza». Gran dependiente al que deseo una larga vida.
Me distingo de Yolanda Díaz en una realidad incuestionable. Mis corbatas me las pago yo. Y los vestidos horrorosos de Yolanda Díaz también se los pago yo como contribuyente víctima del atraco a mano armada de la Agencia Tributaria. De tal modo que se me antoja injusta la situación. Abonaría con gusto la parte que me corresponde del vestuario de Yolanda Díaz si me permitieran elegir sus vestidos con la misma libertad que mis corbatas. Pero no. Los vestidos de Yoli los eligen ella y sus asesoras de imagen, a las que presento mis respetos por su agobiante quehacer. Pero está claro que incumplo con mi deber socioecónomico familiar. A Yoli le encantaría que Inditex desapareciera, y las camiserías con corbatas acertadas se vieran obligadas a cerrar sus comercios. A Yoli Díaz, la de las bolitas en la playa, le gustaría que los españoles nos vistiéramos en una especie de «Almacenes Gum» de la Plaza Roja de Moscú en tiempos del comunismo. Un traje de Plan Quinquenal igual para todos, un vestido también de Plan Quinquenal para todas, una corbata de Komsomol, calcetines cortos y zapatos de rejilla modelo Lenin. Y ella, viajando a París y Roma para intentar simular sus desbordamientos carnales con diseños de los mejores modistas. Lo que se llama el comunismo textil.
Pues tururú. Se me antojó días atrás una corbata de cashmere color Rioja con faisanes iniciando el vuelo. Y a por ella voy. Hará el número 363 en mi colección. Lo repito: tururú.

Más de Alfonso Ussía​

 

Se están arreglando​

Me pregunto para qué sirve una ministra de la Vivienda si no se construyen viviendas, porque lo de la Agenda Urbana me suena a mucha risa​

18/01/2024Actualizada 01:30
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En mi infancia sufrí mucho por culpa de las orejas. Por cada año que cumplía, mis orejas se despegaban aún más. Fui un niño sufriente. En el colegio me llamaban «Dumbo». En la clase de Ciencias Naturales, el profesor don Adolfo Martín preguntó a mi compañero Ramón –Monchi– Noriega, simpatiquísimo, ocurrente, atlético furibundo y posteriormente comandante de Aviaco –DC-9–, por las partes del oído. Y mencionó al martillo, al yunque, la trompa de Eustaquio y añadió: «Y en el caso de Ussía, el estadio Bernabéu». Pregunté a mi madre cuándo dejarían de despegarse mis apéndices auriculares, y me tranquilizó: «No te preocupes, se están arreglando». Y así hasta hoy, si bien, al adquirir mi rostro un aspecto más redondeado, lo de mis orejas ha pasado a constituir un inconveniente secundario.
Durante la campaña electoral, Sánchez prometió la construcción de 235.000 viviendas sociales. Pero cambió de opinión, y en un alarde de sinceridad y modestia, redujo el número de viviendas a 80.000. En un debate, Feijóo le preguntó por esas 80.000 viviendas protegidas, y la respuesta de Sánchez me recordó a mis orejas y las palabras de mi madre. «Se están arreglando». Claro, que no se puede arreglar lo que es la nada, y Sanchez, sin avergonzarse, respondió sin titubeos. «Se están construyendo».
Finalmente, ni las 235.000 viviendas prometidas, ni las 80.000 rebajadas. No se ha construido ninguna, y no existe vocación de iniciar las obras. Pero Sánchez no es un mentiroso compulsivo y enfermizo, sino un modificador de opiniones. Y cambia de opinión con la misma facilicidad y soltura que asciende y desciende por las escalerillas del Falcon.
Cinco años en el Gobierno, y cero viviendas construidas. La ministra de la Vivienda y Agenda Urbana no es otra que la inefable Isabel García, la que fuera ministra portavoz del Gobierno en la anterior gamberrada, que es sinónimo de legislatura. Me pregunto para qué sirve una ministra de la Vivienda si no se construyen viviendas, porque lo de la Agenda Urbana me suena a mucha risa. Sería feliz asistiendo a un Consejo de Ministros, y oír atentamente a la señora ministra García cuando le llegara el turno de intervención. «Tiene la palabra la señora ministra de Vivienda y de Agenda Urbana», diría Sánchez. Y a la ministra informando adecuadamente: «Paso la bola». A lo que Sánchez añadiría: «La señora ministra de la Vivienda y de Agenda Urbana, pasa la bola. Tiene pues, la palabra, la señora ministra de Juventud e Infancia, doña Sira Rego». «¡Está en la Mili!». «Se levanta la sesión».
Decía Joaquín Garrigues Walker, ministro del Gobierno de Adolfo Suárez, que si los españoles pudieran asistir, mediante retransmisión en directo, a un Consejo de Ministros, se montaría un barullo monumental en los aeropuertos. Y lo decía el miembro de un Gobierno en el que todos sus componentes tenían un alto nivel cultural y universitario. Con oquedades mentales como los de ahora, no despegarían los aviones del sobrepeso de los polizones a bordo. Bueno sí, en caso de emergencia, despegaría un avión. El Airbus del presidente del Gobierno con su familia, Conde Pumpido y amigos íntimos rumbo a la República Dominicana.
Cero viviendas y una ministra de Vivienda. Somos más que originales. O mansos. O borregos.

Más de Alfonso Ussía​

 

Odio entrenado​

Nada tiene que ver el amor por Cataluña con el odio a España, o el amor por las Vascongadas con el odio al resto de los españoles, o la militancia en el socialismo y el comunismo con el aborrecimiento de sus compatriotas​

19/01/2024Actualizada 01:30
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El odio es como cualquier especialidad deportiva de alto nivel. Para mantenerlo hay que entrenarlo. Un odio sin entrenar, poco a poco va empequeñeciendo y termina por desaparecer. Se dice que el odio y la envidia van de la mano, pero son infecciones anímicas diferentes. Una vida sometida al odio tiene que resultar agotadora y cruel. Existe el odio caprichoso, que no es el más empecinado. Viene, se instala durante un tiempo, y se va. De niño, y lo reconozco ahora, odié al F.C. Barcelona. Y aquel odio se ha convertido en una amable distorsión del afecto. Odio la violencia, la mala educación, la suciedad, la falta de higiene, la grosería y las camisetas con el rostro estampado de un asesino, ya sea etarra, ya sea el Ché Guevara. Odié el Bolero de Ravel y la Nochevieja. Pero dejé de entrenarme, y el odio se convirtió en una desagradable realidad sobrellevable. Y siempre odié –mejor dicho, aborrecí– a los poderosos que tratan con desprecio a quienes les sirven. Como el que llega al bar o restaurante y reclama la atención del camarero con un «¡eh, tú»! Para Beaumarchais, la vida es demasiado corta para entregársela al rencor y al odio. Quizá por ello, puedo rozar en algunas ocasiones un sucedáneo de odio hacía el comunismo, que es la combinación perfecta del rencor, la envidia, y la estupidez. Pero no me entreno para odiarlo con mayor desahogo. Y sí he odiado a seres vivos, las serpientes, las ratas, las avispas, los mosquitos y las pulgas. En compensación, amo profundamente a los cerdos, a los hipopótamos y a los patos mandarines. Amor puro y enraizado.
«Más se unen los humanos para compartir un mismo odio que para compartir un mismo amor», escribió Benavente. Y Daudet, que «el odio es la cólera de los débiles». Me sirven estos dos pensamientos para preguntarme: ¿qué hemos hecho el resto de los españoles para que los separatistas catalanes y vascos nos odien con tan extravagante acritud?
Para mí, que se entrenan todos los días con el único fin de mantener el odio en su mejor estado anímico. Pienso en Puigdemont, en Turull, en Miriam Nogueras, en Aragonés, en Otegui, en Aitor Esteban…. Y vuelvo a preguntarme: ¿de dónde y por qué nace o crece ese odio? Llevan siendo españoles los mismos siglos que los castellanos, los andaluces, los extremeños, y los asturianos, y no sigo para no extenderme en el texto. ¿Qué le sucede a Miriam Nogueras? Yo no correspondo su odio. No me entreno. Tampoco quiero decir que siento por ella amor, cariño o simpatía. Pero les aseguro que no comparto su dedicación exclusiva al odio, sus entrenamientos cotidianos, su desprecio. Más bien, sufro figurándome su continuo padecimiento, su enfermedad incurable. Y mi comprensión tampoco me lleva a la invidencia. No es una chica agradable de contemplar, y tampoco el resto de los anteriormente mencionados, o la familia Pujol. ¿Odio a Sánchez? En momentos puntuales sí. Pero no se trata de un odio obsesivo. Me consta que a muchos lectores les puedo decepcionar. En el fondo, siento por Sánchez bastante pena. Se trata de una persona grotesca con mucho poder que sabe que, sin poder, volverá a ser una persona grotesca. Y no estoy dispuesto a llenar de ácido mi vida por quien desea mi desaparición. No puedo odiar a quien me enriquece con su animadversión. Porque el odio hacia mi persona me reconforta. Lo que no perdono es el odio a España. Y no lo perdono porque no lo puedo entender. Y menos aún, que odien a España quienes llevan siglos, o decenas de años aprovechándose de ella. Nada tiene que ver el amor por Cataluña con el odio a España, o el amor por las Vascongadas con el odio al resto de los españoles, o la militancia en el socialismo y el comunismo con el aborrecimiento de sus compatriotas que han tenido la fortuna de no ser socialistas ni comunistas.
El odio destruye al que odia, no al odiado. Y yo les ruego a esas criaturas odiadoras, que renuncien a odiarnos y a odiar a España con tanto ardor e injusticia.. Les emplazo, simplemente, a que no se entrenen todos los días. Que descansen, como los futbolistas, después de cada acción de odio. Y serán más felices sin renunciar a sus quimeras.

Más de Alfonso Ussía​

 

El clarinet​

Si en un «grup» alguien toca en español o en un «ochote» un tenor pretende cantar el zorcico «Montañas de Guipúzcoa», serán inmediatamente despedidos​

20/01/2024Actualizada 01:30
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Don Joaquín José Sánchez es un músico andaluz afincado en Barcelona. Su especialidad es el clarinete y lleva 27 años en la Banda Municipal de Barcelona. Termina de ser despedido por no tener el nivel exigido en el lenguaje catalán. Es decir, que la música no es un idioma universal como todos creíamos. Una cosa es dominar el «clarinet» y otra, muy diferente, ser un maestro con el clarinete. Los independentistas catalanes –incluyo a una buena parte de los socialistas del PSC– se comportan muy caprichosamente con la música. A la inconmensurable, diosa universal de la ópera y el «Bel Canto», Montserrat Caballé, artista catalana y orgullosa de su españolidad, la enterraron sin representación oficial por su amor a España. También está prohibido Dalí, que pintaba y dibujaba en español, cuando su obligación era imponer a sus pinceles el idioma catalán. Y a Josep Pla, que escribía tan prodigiosamente bien en español como en catalán. Pero la culpa la tiene don Joaquín José Sánchez, que después de 27 años se empeñaba en tocar el clarinete en lugar del «clarinet». Sucede también con los médicos. Muchos se han largado por no dominar el catalán, como si una rodilla operada en catalán sanara antes que las intervenidas en español. Y algo similar ha sucedido en las Vascongadas.
Si un cirujano, durante una operación a corazón abierto, en lugar de solicitar a la instrumentista el bisturí o escalpelo en batúa lo hacía en español, el paciente tenía más posibilidades de doblar la servilleta. «Bisturia o Itzulpen, mesedez». Y el paciente sobrevivía. «Bisturí o escalpelo, por favor». Y el enfermo entregaba su alma a Dios. Todavía se recuerda la pregunta de Carod Rovira a uno de los arquitectos del edificio de AGBAR en Barcelona. «¿Qué idioma usaban los albañiles para entenderse, el español o el catalán?»; y el arquitecto respondió: «El marroquí». Para formar parte de una banda municipal en Cataluña o las Vascongadas, no se puede tocar el clarinete, por bien que suene su sutil armonía. Es preferible que suene peor, siempre que el instrumento sea un «klarinetea» o un «clarinet». ¡Hasta ahí podíamos llegar! Y el mejor cirujano del corazón, el mayor experto en cirugía cardiovascular, no es digno de operar en Gerona o San Sebastián, si ignora que el corazón se dice «bihotza» en vascuence o «cor» en catalán. Un músico de percusión jamás podrá pertenecer a bandas catalanas o vascas, si se empeña en percutir los timbales y no «els timbals» o los «elhuyar hiztegiat» . El que no lo sepa, que se vaya a tocar el tambor o los timbales a otra parte, faltaría más. Por ese motivo, por aceptar músicos de cualquier origen, un concierto de la Filarmónica de Viena suena cada día que pasa peor. Porque no todos sus profesores son austríacos. Los hay también alemanes, franceses, rusos, italianos, japoneses y ¡chinos! El mundo de la música va de mal en peor.
Claro, que al paso que lleva Cataluña, en pocos años los «grups sardanistas» estarán formados por senegaleses y los «ochotes» vascos por afanosos magrebíes. Pero si en un «grup» alguien toca en español o en un «ochote» un tenor pretende cantar el zorcico «Montañas de Guipúzcoa», serán inmediatamente despedidos. ¡Qué se habrán creído estos españoles invasores! Eso sí, y en prueba de respeto linguístico, tanto en Cataluña como en las Vascongadas se permite cantar en español el estribillo del «la, la, la», por una curiosa circunstancia. «La, la, la» se pronuncia y escribe igual en español, que en catalán, y que en vascuence-batúa. No todo está perdido.
La presidente de Lituania, la señora Nauseda, se ha referido al fallido intento de colar el catalán entre los idiomas oficiales de la Unión Europea. «El catalán en la UE abriría muchas más peticiones. ¿Por qué no el samogitiano?»
Pues nada más. Aprendamos a tocar el «clarinet» para que seamos aceptados como músicos en Barcelona.
Jamás el clarinete, que es otra cosa.

Más de Alfonso Ussía​

 

Montorito​

En España son los mismos lo que sancionan que los receptores de los recursos​

21/01/2024Actualizada 01:30
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Conozco íntimamente a un escritor que, pocos días después del triunfo, con mayoría absoluta, del PP de Mariano Rajoy, tuvo la indelicadeza de escribir de su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Ese escritor se preguntaba en su artículo cómo una promesa electoral, la bajada de los impuestos en España, se podía incumplir apenas un mes más tarde de la decisión prometida. Y que tanto Rajoy como su ministro de Hacienda, se habían comportado como unos mentirosos gañanes.
Pocos meses más tarde, el imprudente escritor recibió una notificación de la Agencia Tributaria anunciándole una investigación de dos años de su declaración de la renta. Había cumplido estrictamente con la Ley, pero fue sancionado con dos investigaciones paralelas. La excusa no fue otra que los ingresos por medio de una sociedad limitada, exigiendo a la persona física la cantidad diferencial entre el IRPF personal y el de su sociedad instrumental, legal a todas luces en aquellos años. La Agencia Tributaria sancionó con dureza al escritor, y el recurso no sirvió para nada, porque en España son los mismos lo que sancionan que los receptores de los recursos. Un contribuyente en su soledad no tiene nada que hacer si no cuenta con el apoyo político del ministro. Y ese escritor se negó a pasar por semejante humillación ciudadana.
Abonada con gran dificultad la injusta sanción, el escritor recibió una nueva notificación. Sería investigado por cuatro ejercicios más. Seis paralelas en total. Para colmo, la inspectora de Hacienda encargada de atracar al escritor, le reconoció que los inspectores de Hacienda percibían una comisión del dinero exigido a los contribuyentes sancionados, que eran todos los sujetos a investigación. El escritor perdió todos sus ahorros y se vió obligado a hipotecar su casa. Recurrió la sanción y recibió la misma respuesta. Recurso inadmitido, y a pagar.
Otros conocidos periodistas y escritores fueron también investigados. Entre ellos, el gran Antonio Mingote. Y sancionado. Pero sus declaraciones paralelas no pasaron de dos. El escritor arruinado se había quejado en otro artículo, de la inacción de Hacienda cuando fue investigado un despacho en el que Montoro tenía, con anterioridad a ser ministro, dependencia e intereses. La inspección recibió la orden de prohibir que fuera investigado el referido despacho.
Montoro arruinó – Amando de Miguel-, a muchos escritores independientes y no sujetos a cordialidades con el poder. Disfrutaba, como buen socialista, con la ruina de sus críticos. Porque Montoro, ministro de Hacienda con Rajoy sometido a los caprichos y fobias de Soraya Sáenz de Santamaría, era un socialista infiltrado en el Gobierno de Aznar y posteriormente en el de Rajoy. Cuando finalizó su cacería a los particulares, la inició contra las sociedades. El Tribunal Constitucional ha considerado contraria a la Carta Magna la reforma del Impuesto de Sociedades aprobada por Real Decreto Ley por el entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, Montorito. Las sociedades tienen muchos más recursos para defenderse, y la Agencia Tributaria se verá obligada a afrontar pagos millonarios, multimillonarios, a las entidades afectadas por la Ley injusta y presumiblemente prevaricadora del ministro Montoro. Se calcula que más de 5.000 millones de euros tendrán que ser devueltos por Hacienda a las sociedades afectadas. Y me quedo muy corto.
He hablado con el escritor. No tiene ganas de luchar. Pero he notado en su voz una cierto deje de alegría: «Nos arruinó a muchos que habíamos cumplido con las leyes. Pero ahora se puede encontrar con un horizonte judicial más que molesto. Es posible que, antes de morir, pueda ver su detención al estilo Rodrigo Rato, con un policía cubriendo su calva para impedir que tropiece su cabeza con el alto de la puerta del coche policial».
Le deseo que cumpla con su ilusión.

Más de Alfonso Ussía​

 

La brava asimétrica​

Esta mujer abrazada a la asimetría, que es más sosa que unas espinacas sin sal, sólo puede superar su indómita heroicidad con una característica no del todo aprovechable en la política. La de ser tontita​

23/01/2024Actualizada 01:30
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Marta o Martiña Lois o Louis –su apellido no se ajusta a la unanimidad– es la candidata de Sumar a la presidencia de la Junta de Galicia, conocida por la «Xunta», del mismo modo que a mi tía Lorenza la conocíamos sus sobrinos como Puchi. Del mismo modo que la Choni Montero se ha referido al popular Miguel Tellado pitorreándose de su calvicie, de su escasa frondosidad pilosa –a ella le sobra el pelo de la dehesa–, creo legítimo referirme a Martiña Lois o Louis como «la asimétrica». Su rostro, ya sea de frente o de perfil, presenta una asimetría encantadora, picassiana, y rebosada de sorpresas atractivas. Se busca su moflete izquierdo para darle un beso de bienvenida, y el beso termina en la nariz, lo cual origina toda suerte de sorpresas sociales. Pero este detalle carece de importancia. Lo fundamental es su arrogante bizarría, su agilidad en la recolección de bolitas de plástico en las playas gallegas y su singular interpretación de la Memoria Democrática. Como era de prever, su arrojo le ha llevado al límite del heroísmo. Y le ha declarado la guerra a Franco. Declarar la guerra a quien lleva 48 años en el otro mundo, no está al alcance de cualquiera. Mi tía Lorenza, Puchi, que era un terremoto de mujer, rompió sus relaciones, inesperadamente, con el Rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León, que falleció en el siglo XII. Algo leyó de don Ricardo que le obligó a tomar tan lamentable decisión. Y sus sobrinos nos quedamos sin tío Rey, de golpe y porrazo, y lo que es peor, sin culpa alguna por nuestra parte.
Doña Martiña ha dado un golpe en la mesa –cualquier mesa sirve para imaginar el histórico momento– y ha anunciado al mundo que, de ganar en las próximas elecciones autonómicas de Galicia, va a retirarle al General Franco su nacionalidad «galega». He consultado con Bieito Rubido y Luis Ventoso, ambos dos hijos de Galicia, y me han informado que «galega» se traduce al español por «gallega». Sucede que la traducción es válida, pero no la nacionalidad. No existe la nacionalidad gallega ni «galega». Retirar a un gallego una nacionalidad inventada puede ser considerado un acto de heroicidad, pero carente de sentido. Como si yo, por desavenencias con sus formas de actuar, le retiro a Iñaqui Anasagasti su nacionalidad venezolana, que, al menos, es una nacionalidad existente. Creo que, para culminar una acción heroica –y combatir contra quien falleció hace 48 años, lo es–, hay que medir los pasos previos con la finalidad de no hacer el ridículo. Y Martiña que, a pesar de su sosería, de cuando en cuando se convierte en un volcán en erupción, en una estufa a punto de explosionar, en una gaita que emite llamaradas en lugar de muñeiras, no ha sabido medir los pasos. El General Franco nació en El Ferrol, allí donde termina el mar, y El Ferrol está en Galicia, siendo Galicia una bellísima región, hoy autonomía, de España, con cuatro provincias, las de La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra. Y a un español, vivo o muerto, no se le puede privar de su nacionalidad, la española, y menos aún la «galega», que es una nacionalidad tan extravagante como inventada. Como si a don Niceto Alcalá-Zamora se le hurta la nacionalidad de Priego de Córdoba y a mi abuelo materno, don Pedro Muñoz-Seca, la andaluza y la del Puerto de Santa María.
Esta mujer abrazada a la asimetría, que es más sosa que unas espinacas sin sal, sólo puede superar su indómita heroicidad con una característica no del todo aprovechable en la política. La de ser tontita. No obstante, su decisión, su determinación de luchar contra un paisano fallecido hace 48 años, merece un especial y analítico detenimiento. Los héroes y las heroínas no están obligados a ser, además de valientes, cultos. Y menos aún, inteligentes.
Le envío mi admiración por su ardor, entereza y bizarría.

Más de Alfonso Ussía​

 

Carlos Sáinz​

Para media España, es un héroe. Y no por decir que Pedro Sánchez es gilipollas. Para eso no es imprescindible ganar el Dakar​

24/01/2024Actualizada 01:30
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Conozco de mucho tiempo atrás a Carlos Sáinz. Desde que se proclamó, creo que en dos ediciones, campeón de España de Squash, un deporte entre el tenis y el frontón, cuya primera cancha en Madrid fue la del Club Financiero Génova. Ahí jugaba Carlos, y también su padre, fuerte y simpático. Y en las horas menos frecuentadas, el Rey Juan Carlos y Manolo Santana. Manolo Santana era amigo del Rey y monárquico hasta las cachas, pero el Rey acumuló memorables palizas del genial tenista madrileño. El que firma jugaba todos los días, y no superó el listón de la mediocridad. Se trataba de un deporte que se puso de moda y constituía un suplicio. Habilidad, resistencia, técnica y fuerza.
Del Squash, Carlos saltó al automovilismo. Y consiguió dos campeonatos del mundo derally, con el gallego Moya de copiloto. Dos, y casi tres. Su coche se detuvo sin posibilidad de reanimarlo a trescientos metros de la meta, cuando su tercer mundial estaba a la vista. Aquel episodio le afectó mucho, pero no se dejó llevar por la depresión. Carlos Sáinz, además de un excepcional deportista, integrado en la lista de los diez mejores deportistas españoles –Nadal, Santana, Blume, Indurain, Bahamontes, Ballesteros, Rahm, Emiliano, el Conde de Teba, Portago y Alonso–, sin olvidar a Gento y Zamora, es madridista hasta los tuétanos, español orgulloso, y monárquico como todos los españoles orgullosos de serlo. Me caerán chuzos en punta por esta última afirmación, pero yo escribo para mí, no para gustar a quienes no lo merecen. Y siguiendo la tradición, es el padre de Carlitos, formidable conductor de Fórmula Uno, ya ganador de dos Grandes Premios, y piloto oficial de Ferrari. Por lo demás, Carlos es un tipo sencillo, educado, reflexivo y sereno, del que se ha escrito mucho en los últimos días no por haber logrado la hazaña de triunfar, con 61 años, en el terrible París-Dakar celebrado en el desierto de Arabia Saudita, su cuarto triunfo en elrallymás difícil, agotador, peligroso y prestigioso de cuantos se celebran, sino por haber sido sorprendido en una charla informal con otros pilotos cuando se refería a Sánchez definiéndole de «gilipollas». Otra de sus grandes virtudes es su madridismo. Algo tendrá el Real Madrid cuando los grandes, desde Nadal a Alcaraz, desde Santana a Alonso, desde Bahamontes a Goyoaga, de Juan Carlos Ferrero a Carolina Martín, son madridistas. Y desde Paquito y Blanca Fernández Ochoa a mí.
Ganar, con su copiloto Lucas Cruz, con más de sesenta años, el París-Dakar, que no sale de París ni finaliza en Dakar, no está al alcance de cualquiera. Sucede que también la prensa deportiva se la coge con papel de fumar cuando el genio, el héroe, no forma parte de la despiadada plaga de los cretinos. Sentirse español siendo español, ser monárquico en una Monarquía constitucional, forofo del Real Madrid, y crítico con la gentuza antiespañola que nos gobierna, resta méritos oficiales a sus méritos. Para colmo, es amigo del Rey Juan Carlos, cabeza de una familia unida y ejemplar, y todo lo que ha ganado ha sido consecuencia de su genialidad y su sacrificio. Es decir, lo contrario de un socialista-comunista-podemita, sumarita, separatista catalán y bilduetarra vasco.
Pero, al menos, para media España, es un héroe. Y no por decir que Pedro Sánchez es gilipollas. Para eso no es imprescindible ganar el Dakar. Es un héroe porque ha demostrado ser un deportista extraordinario que siempre ha respetado y representado el genio español. Sin darse importancia. Vuelta cerrada a la derecha, vuelta cerrada a la izquierda, recta, meta, y vencedor. Eso tan sencillo.
Lo siento por ellos. Por los otros. Sí, por esos.

Más de Alfonso Ussía​

 
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