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La borrasca de Pachi​

La vergonzosa diferencia de fuerza era consecuencia de una decisión del ministro Marlasca –y de más arriba– de desmantelar el servicio contra el tráfico de drogas en aquel punto conflictivo​

15/02/2024Actualizada 01:30
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A don Javier de Ybarra se lo llevaron de su casa un grupo de terroristas de la ETA. Es probable que alguno de sus secuestradores ocupe en la actualidad un escaño parlamentario para apoyar al Gobierno de Sánchez el festivo. Dos guardias civiles de cuerpo presente, y el festivo en Valladolid de fiesta y carcajadas con los titiriteros subvencionados. Don Javier, que no hizo otra cosa en su vida que el bien, alcalde de Bilbao y empresario ejemplar, se encontró con su nuevo domicilio. Una cueva en los montes vizcaínos. Los terroristas pusieron precio a su cabeza. Quinientos millones de pesetas. No pudo reunirlos su familia. Y una mañana lluviosa, los etarras permitieron después de una larga y mortificante temporada en la cueva, que don Javier diera unos pasos en el exterior, sobre un claro, una braña entre robles y hayas. Llovía con fuerza, y los terroristas, después de inmortalizar con unas fotografías su gesto de serena angustia y sufrimiento, le dispararon a la nuca y lo asesinaron. Según Pachi López, lo más probable es que hubiera sido la lluvia la responsable del crimen.
Lo contrario que a don Miguel Ángel Blanco, concejal del Partido Popular en Ermua. «Chapote» y sus compañeros le secuestraron en el andén de la estación. Y también se lo llevaron a un escondite en los montes inmediatos de Ermua –la yerma– y Eíbar. El precio que pusieron por su vida no era económico. Exigieron que en 24 horas fueran liberados por el Estado unos terroristas juzgados y condenados. Corría el mes de julio, y el calor del viento sur quemaba la piel. «Chapote» disparó contra su cabeza y lo dejaron malherido. Todavía respiraba cuando encontraron su cuerpo. Según Pachi López, lo más probable es que el sol ardiente hubiera sido el responsable del crimen.
En Barbate, superado el estrecho de Gibraltar, localidad marinera cuyos pescadores se consideran maestros en el arte de las almadrabas, cerca de la inmensa playa ventosa de Zahara de los Atunes, a bordo de una inservible «zodiac» de tres metros de eslora, los guardias civiles fueron repetidamente abordados por unas lanchas de quince metros, con potentísimos motores, tripuladas por narcotraficantes. Dos de los guardias civiles fallecieron asesinados y un tercero quedó mutilado. La vergonzosa diferencia de fuerza era consecuencia de una decisión del ministro Marlasca –y de más arriba– de desmantelar el servicio contra el tráfico de drogas en aquel punto conflictivo. Pero la causa de la muerte de nuestros héroes y de las heridas de sus compañeros, según Pachi López, se debió «a circunstancias muy especiales debidas a una tormenta». Es lógica su declaración. No son los etarras ni los narcotraficantes los responsables de los asesinatos. Es la meteorología, el inesperado capricho de la naturaleza. De no haber recalado el vendaval tormentoso, los encantadores narcotraficantes no habrían arremetido con sus poderosas lanchas la «zodiac» marlasqueña, el piraucho, con el que la Guardia Civil, después de reducir hasta el máximo sus efectivos por orden de Marlasca –que incumplió según el fiscal general su obligación de informar de tal reducción a la fiscalía–, no estaríamos los españoles, exceptuando a los socialistas festivos, los socialistas catalanes, los socialistas vascos y gallegos y demás grupos políticos de las izquierdas extremas y extremas derechas separatistas, llorando la muerte de nuestros ejemplares servidores públicos.
Servidores que morirían por salvar las vidas de los que se las arrebataron, dicho sea de paso.
Pachi López ha acusado a la tormenta.
Pachi López no ha dimitido ni ha sido expulsado de su cargo.
Marlasca ha anunciado que no piensa dimitir.
Terminará por ser despedido el director del Instituto nacional de Meteorología.
En esta pocilga vivimos.

Más de Alfonso Ussía​

 

Libertad satírica​

Foxá, diplomático, tuvo un mal encuentro en Jerez con dos miembros de su más poderosa familia bodeguera, ganadera y artista. Intentaron trajinarse a su mujer, guapísima, y Foxá les dedicó uno de sus caprichosos sonetos en métrica y rima.​

16/02/2024Actualizada 13:58
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Durante el franquismo, aunque duela, se reunió una de las más ingeniosas y cultas generaciones de poetas satíricos. Entre ellos, el gran Agustín de Foxá, que simultaneó el falangismo, la diplomacia del Régimen, la melancolía monárquica, la prosa formidable y la poesía satírica. Y Juan Pérez Creus, también «Pájaro Pinto» y «Maese Pérez», autor de la décima que celebraba el cambio, en el orden de los apellidos, del nieto varón mayor del Generalisimo, que pasó de ser Francisco Martínez-Bordiú Franco a Francisco Franco Martínez- Bordiú, después de la aprobación en Las Cortes.
Por la alta bondad de Dios
Que en sus mercedes no es manco,
En vez de un Francisco Franco,
Nos encontramos con dos.
El uno del otro en pos
Nos llegan por nuestro bien,
Pero Dios nos libre ¡Amén!
De que, doblada la hazaña,
Salvada por uno España
La salve el otro también.
Pérez Creus era andaluz y republicano, natural de La Carolina, púlpito de Sierra Morena. Se cuenta que el napoleónico general Dupont, ante la vista que se abría desde la Carolina a los interminables olivares del primer dibujo andaluz, ordenó a sus tropas presentar armas en homenaje al paisaje de Andalucía. Y si no es cierto, está bien contado. Pérez Creus, un andaluz, se enamoró de una mujer gallega, aprendió a escribir en gallego y le dedicó un poemario «As Derradeiras Pombas do Serán» –Las últimas palomas del atardecer-, a su galleguiña amada. Pero la galleguiña, que no era tan melosa y amorosa como Yoly, le dijo que ella, más que poemas, neceitaba dinero, y que Pérez Creus estaba más tieso que un lomo de mojama. Y Pérez Creus canceló su romance de esta manera.
Una gallega ambiciosa
Me ha rechazado con saña
Porque no tengo dinero
Para invitarle a una caña.
Si lo ha decidido así…
¡Viva Franco, Arriba España!
Foxá, diplomático, tuvo un mal encuentro en Jerez con dos miembros de su más poderosa familia bodeguera, ganadera y artista. Intentaron trajinarse a su mujer, guapísima, y Foxá les dedicó uno de sus caprichosos sonetos en métrica y rima.
Horda del sur, enriquecida y boba
Que venís con el pelo de la dehesa,
A enamorar a estúpidas marquesas
Que, a cambio de convites, os dan coba.

Tratantes de la Baja Andalucía
Que usáis de propaganda, la tajada,
Y presumís de Genealogía
Teniendo, como escudo, la marca registrada.

Forman vuestra corte de adulones,
Flamencos, tortilleras, maricones,
El Cuerpo Diplomático y Cortés. (1)

Producto de una España en pandereta
¡Idos con vuestro dinero a la puñeta,
Oh Borgias de los vinos de Jerez!
Y por un malentendido – por parte de Foxá-, a Celia Gámez, adoptada en España por su padrino de boda, el General don José Millán Astray, glorioso fundador de la Legión.
Tú, que naciste en las porteñas hampas
Y del amor conoces los oficios,
¡Oh vieja zorra de las viejas Pampas
Que enamoras marqueses pontificios! (2)

Tú, que cantas esos tangos con orejas
Repletos de memeces argentinas,
Te ovacionan los públicos horteras
Y confundes Meninas con mininas.

Los prognatas toreros que complicas (3)
Por ti se tornan en babosos toros.
Vas al teatro con señoras ricas

Y estrenas obras con cretinos coros
Escritas para ti por los maricas (4)
Que sueñan con los culos de los moros.
(1) Clodoaldo Cortés, fundador de «Jockey». (2) El marqués de Amboage. (3) Juan Belmonte. (4) Maestro Moraleda. (5) La Guardia Mora de Franco.
¿ Alguien se atrevería a escribir así en la España de hoy?
Corrían los tiempos de las inauguraciones de los pantanos, gracias a los cuales, ochenta años después, España no se muere de sed.
Juan Espantaleón era un magnífico actor de teatro. Era potómano, adicto a la potomanía, un trastorno consistente en la necesidad de beber agua de manera compulsiva. Y claro, lo que se bebe, se desbebe. En el homenaje que se tributó en el Hotel Menfis de Madrid, tuvo que interrumpir en dos ocasiones su discurso de agradecimiento para visitar el cuarto de baño. Y Foxá, o Eduardo Manzanos, o al alimón porque compartían la misma mesa, le dedicaron estos versos.
Espantaleón
Meando no es manco.
Tiene una minina
Con una turbina,
Que, de conocerla
La inaugura Franco.
Y Julián Pemartín se atribuye y reconoce ser autor de graves delitos en el soneto que dedica al señorito andaluz.
Tengo mucho de Lord y de gitano.
Aunque a veces blasfemo, nunca miento.
A una monja rapté de su convento
Y de diez Hermandades, soy Hermano.

Es mi capa, la capa más raída,
Y mi frac es el frac más elegante.
Con todas las mujeres soy galante,
Aunque a veces le pego a mi querida.

A un marqués extranjero, mi pistola
Defendiendo el honor de una española,
Dejó muerto en el patio de un castillo.

Y en los jardines de una venta maja,
A un gitano tendí con mi navaja
Discutiendo no sé qué fandanguillo.
Libertad políticamente incorrecta. Hoy, todos en la cárcel. Me ha vencido la oportunidad de recordar a tres poetas satíricos del franquismo, porque no se me ha ocurrido nada mejor.

Más de Alfonso Ussía​

 

Incidencia normal​

Me atrevo a aconsejar al señor ministro que, si los trenes incendiados se consideran incidentes normales en RENFE, en lugar de revisores tendrían que llevar bomberos​

17/02/2024Actualizada 01:30
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La normalidad, según el ministro bravucón Óscar Puente, se ha adueñado de los trayectos ferroviarios. Para moverse de un lado a otro de España, la normalidad es muy recomendable si se efectúa el traslado en tren. Y para mí, las palabras de los ministros van a misa. A las 7,12 minutos de la mañana de anteayer, el tren que cubría el trayecto entre Cáceres y Madrid se ha incendiado en la estación extremeña de Cañaveral. Afortunadamente no se han registrado víctimas. Los 17 pasajeros que subieron al tren en Cáceres han resultado ilesos, así como los maquinistas y los empleados de RENFE.
Un viaje en tren desde Extremadura a Madrid y desde Madrid a Extremadura era antaño –antaño es ayer mismo– una fascinante aventura. Se cuenta el caso, algo exagerado por la mala fe, de doña Julia Cotubillo Sánchez de la Atalaya, que cubrió en tren la distancia establecida entre Badajoz y Madrid en su viaje de novios. Su esposo, don Sotero Mármol y Húmera, lógicamente, le acompañó en el viaje. Las cosas de los matrimonios jóvenes, que son fogosos e insaciables. A pocos kilómetros de Badajoz, el nuevo matrimonio procedió a entregarse el uno a la otra y viceversa, en cumplimiento de su nueva situación sacramental. Transcurridos tres meses de viaje, a la altura de Talavera de la Reina, ella experimentó mareos y más de un antojo. Por casual fortuna, iba en el tren un ginecólogo que viajaba a Madrid para participar en un congreso de Ginecología. Después de un pormenorizado examen, el doctor –habían partido de Badajoz cuatro meses atrás– le diagnosticó que se encontraba en estado de buena esperanza con 16 semanas de embarazo. Prosiguió el viaje, y tuvieron suerte. Todo normal, como dice el ministro Puente. El bebé nació en la estación de Madrid. Un bebé ochomesino, que fue concebido al partir de la estación de Badajoz. En los trayectos extremeños ha sucedido en diferentes ocasiones.
Pero acudamos a la normalidad. El ministro Puente, enterado del incendio de la cabina del tren Cáceres-Madrid del 14 de febrero de 2024, y para tranquilizar a los habituales usuarios del referido tramo ferroviario, ha declarado que el incendio hay que interpretarlo como una incidencia que entra en la normalidad. «Hay que acostumbrarse. Son incidencias normales». Y debo afirmar, que me ha tranquilizado.
Los incendios me inspiran mucho susto, y más aún si se producen en un tren. Pero el ministro Óscar Puente me ha sosegado. Si un tren cualquiera se incendia, hay que aceptarlo como una simple incidencia que encaja perfectamente en el ámbito de la normalidad. Como un barco cuando se hunde, o un avión al que se le gripan dos reactores en la mitad del océano Atlántico. Que se incendie un tren entra dentro de las posibilidades que comprende la normalidad. Es lo más lógico. No obstante, me atrevo a aconsejar al señor ministro que, si los trenes incendiados se consideran incidentes normales en RENFE, en lugar de revisores tendrían que llevar bomberos. Porque hay normalidades que asustan a la gente que no sabe establecer la diferencia entre la normalidad y la anormalidad, entre el sosiego anormal de viajar en tren, a la normal incidencia de un incendio ferroviario.
Como en todo, hay ministros malos y ministros buenos. Y para mí, que don Óscar Puente es un ministro claro y contundente. ¿Qué se incendia un tren? Tranquilidad. Es un incidente. Es normal a todas luces.
Mi respeto a tan normalísimo gobernante.

Más de Alfonso Ussía​

 

Tenorio​

Doña Inés, que en la tragedia tendría que estar sollozando, cumplía con el sollozo, pero de risa​

19/02/2024Actualizada 01:30
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Una breve advertencia. Soy muy antiguo y creo que mi narración de hoy no es apta para menores. En caso de versión televisada, tendría la obligatoriedad de advertencia de dos rombos. O de tres.
Con 16 años, en Preu, ya era un enamorado de la Poesía. Recitaba muy bien. Y para celebrar el final de los tiempos colegiales, organizamos en el colegio Alameda de Osuna una representación del Tenorio de Zorrilla. Me lo sabía de memoria, recitaba de dulce y me encomendaron el papel protagonista de Don Juan. Las actrices provenían del colegio de las Irlandesas, y el papel de doña Inés de Ulloa le correspondió a una chica que me encantaba, donostiarra afincada en Madrid. Coro Allendemendiguren, todo junto.
En los muchos ensayos, sentí pecaminosas sensaciones, que a duras penas pude ocultar. El día del estreno, las sensaciones florecieron y me jugaron una mala pasada. A los 16 años, esas cosas ocurren. Don Juan Tenorio –el que aquí firma– vestía con unas mallas negras muy apretadas. Doña Inés, con un vestido blanco algo escotado. Y llegó la declaración. La temida declaración, la escena del sofá. La escena III del acto IV. Alfonso Ussía de don Juan y Coro Allendemendiguren de doña Inés.
Ilustracion Barca

Barca
Don Juan:
Cálmate, pues, vida mía,
Reposa aquí, y un momento
Olvida de tu convento
La triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto ángel de amor
Que en esta apartada orilla
Más pura la luna brilla
Y se respira mejor?
Y don Juan, acercándose en cada verso un poquito más a doña Inés –acercamientos prohibidos en los ensayos–, le hablaba a doña Inés de los olores de las campesinas flores, del agua limpia y serena que atraviesa si temor la barca del pescador. De la armonía que el viento recoge en los floridos olivares, del dulcísimo acento del ruiseñor llamando al cercano día ¿no es verdad, gacela mía, que están respirando amor?
Y mientras don Juan recitaba, al joven actor, metido totalmente en su papel, le comenzó un súbito crecimiento desplazado hacia la izquierda de sus mallas negras, de muy difícil dominio y claudicación. ¿No es verdad, estrella mía, que están respirando amor? Y las líquidas perlas, y para no cansar a los lectores, su declaración plena. ¡Adorando, vida mía, la esclavitud de tu amor!
Pero doña Inés no le quitaba ojo a los imprevistos abultamientos bajo las mallas de don Juan. ¡Don Juan, don Juan, yo lo imploro de tu hidalga compasión. O arráncame el corazón, o ámame, porque te adoro!
Normalmente, al pronunciar tan bellas palabras, doña Inés mira a los ojos de don Juan. Pero Coro Allendemendiguren, algo asustada, lo que miraba era a otra cosa, que por nefas o porfas, crecía sin medida.
El joven actor cambió de postura, dio la espalda al público, e intentó aminorar el crecimiento del bulto, mediante flexiones y acoplamientos. Doña Inés, que en la tragedia tendría que estar sollozando, cumplía con el sollozo, pero de risa. Y del público surgió una voz. La de mi compañero de clase, el cordobés Alberto Bueno Frías, que le gritó a don Juan.
–¡Don Juan, no te «jurgues», que es peor!
Se bajó el telón. Como la Sinfonía Inacabada de Schubert, el Tenorio inconcluso de Zorrilla.
Y un detalle muy desagradable.
El padre de Coro Allendemendiguren, persiguiendo a don Juan Tenorio por el jardín del colegio mientras gritaba.
¡Botarate lujurioso, te voy a matar!
No apta para menores. Ni para enfermos del corazón.
¡Qué tiempos aquellos!

Más de Alfonso Ussía​

 

Los afligidos​

Lo de Podemos y Sumar en Galicia ha sido muy fuerte. Tan fuerte que puede terminar con esta legislatura demencial y cochambrosa​

20/02/2024Actualizada 01:30
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Victoria contundente del PP. Gran resultado de la señora Pontón, del BNG. Ridículo del PSG. Extravagante triunfo en Orense de su partido local. Vox no consiguió ni un escaño. Creo que se desorientó en su empecinamiento. Sabía que no, pero intentó el sí a sabiendas de sus escasas posibilidades de triunfar en Galicia. Y dos tragedias, la de Sumar y la de Podemos. Yolanda Díaz se quitó de encima a la señorita Lois, y la señorita Lois no pudo con la losa de Yolanda Díaz, que en Galicia la conocen mejor que el Papa, que Garamendi y que Pedro Sánchez. Errejón, su escudero, se presentó en Santiago para valorar el resultado de las elecciones, pero no dio la cara. Y Podemos certificó su defunción nacional. Maravilloso el tuit que le dedicó desde su silla capitalina el argentino importado Echenique a su fracasada candidata, Isabel Faraldo, que perdió todas las posibilidades de obtener un escaño desde el mitin que protagonizó Irene Montero. «Gracias infinitas a Isabel Faraldo, y a toda la militancia maravillosa de Podemos Galicia, que han levantado una campaña ejemplar a pulso. A pesar de los resultados, sois las que sujetáis el hilo rojo y morado de la historia, bajo un sol radiante o bajo una noche de luna». Echenique, es usted más cursi que un sobre con un mechón de cabello de su primera novia, que la letra de «El día que me quieras» en la versión de Carlos Gardel, que una gacela de marfil, que una espalda de nácar, que unos labios de rubí, que una mirada encendida, que una luna habitada por los pitufos, que una pitillera de concha, que un sombrero de cazador con plumas de arrendajo y oropéndolas, que un perrito con abrigo, que un meñique alzado al tomar por el asa la taza del café, y que el mueble-bar instalado por Sánchez en el salón principal de La Marismilla, «bajo un sol radiante o bajo una noche de luna».
Lo de Podemos y Sumar en Galicia ha sido muy fuerte. Tan fuerte que puede terminar con esta legislatura demencial y cochambrosa. Los pélets. Ignoro si Isabel Faraldo ha recogido pélets en las playas como Yolanda Díaz. De haberlo hecho, tendría que haber sido acompañada por usted, bajo el sol radiante o bajo una noche de luna. De luna llena y noche estrellada, porque los pélets son muy pequeñitos, berberechos de plástico.
Y tampoco han conseguido escaños los de Pacma, que se dan el morrón en todas las elecciones. Permítame, Echenique, un desahogo coloquial, de la calle que ustedes no pisan, y de la España que ustedes ignoran, porque no la conocen. Los gallegos han tenido el buen gusto de mandarles a ustedes, los señoritos de Podemos, y a Sumar, la de los modelitos, al carajo. Y permítame, ya que me ha permitido lo previamente escrito, decirle que me alegro una barbaridad, porque ustedes, que son los mismos, unos y otros, los belarras y los yolis, muy responsables de haber convertido a España en la nación con más tontos y resentidos del mundo. Pero hasta los más tontos y más resentidos han decidido seguir haciendo el tonto y extendiendo sus resentimientos en otra parte. Y lo siento, Echenique, aunque no se lo crea, y hará bien en no creerlo. Me preocupa usted y su futuro. Su retorno a Argentina con Milei no lo tiene muy claro. Y su permanencia en España, bajo un sol radiante o una noche de luna, no parece tener otro futuro que el de convertirse en un parásito más de la sociedad de los vagos. Le recomiendo que se reconcilie con Errejón, que lleva el mismo camino, y que se olvide de la pareja de Galapagar, que esos, al menos, han hecho huchita.
En fin, que los gallegos han demostrado una vez más inteligencia, listeza y sentido común.
Y mañana, escribiré de Mercedes Milá.

Más de Alfonso Ussía​

 

La pobre pata​

Menos mal que sólo falleció una pata, que de doblar la servilleta dos o tres, Almeida termina huyendo a Waterloo​

21/02/2024Actualizada 01:30
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Ayer, en un arrebato propio de la edad, anuncié que hoy le dedicaría mi texto a Mercedes Montseny. Pero creo que, después del fallecimiento de la pata en la mascletá de Madrid, dedicarle un artículo a la culta chica de los Montseny se podría interpretar como una excesiva chorrada. Ante la imagen pavorosa de la pata fallecida, lo de Mercedes Montseny carece de importancia. Mi idea no era otra que ensalzar su esnobismo de la «Gauche Divine» barcelonesa, y su hondo conocimiento histórico de las figuras de Hernán Cortés y Jenni Hermoso. De Hernán Cortés opinó que fue un animal, y de Jenni Hermoso, que representa el coraje y la valentía de una nueva Agustina de Aragón. Pero confirmado el fallecimiento de la pata por culpa de Almeida, me quedo con las ganas de escribir de la portentosa alforja cultural de la hija mayor de los condes de Montseny.
Lo de la pata ha sido muy fuerte. De antemano, me atrevo a escribir que la ocurrencia de la mascletá en las riberas del Manzanares me ha parecido una tontería. La mascletá para Valencia y la pradera de San Isidro para Madrid. Sucede que un hombre enamorado a un paso de su boda es capaz de cualquier cosa. El Alcalde de Madrid es abogado del Estado y mucho más culto que Mercedes Montseny, pero también puede protagonizar gansadas. Lo cierto es que asistió mucho público, que la mayoría abandonó el río más que satisfecho y que solamente unos pocos, los de Pacma , se apercibieron del fallecimiento como consecuencia de un episodio vascular originado por el susto de la desdichada pata azulona. El pato azulón es el ánade real (anas platyrhynchos), cuyos ejemplares machos lucen un variopinto plumaje –verde en la cabeza, collar blanco y pecho castaño purpúreo–, y las hembras, más modestas, anaranjadas en el pico, todo el cuerpo castaño y cola blancuzca. La fallecida era, por rigor científico, una hembra de ánade real, escasamente preparada para experimentar la cohetería cadenciosa de una mascletá. Aprovechando que el Manzanares fluye por Madrid, conviene recordar que, a su paso por el tramo conocido por «Madrid Río», también viven, vuelan y nadan patos colorados, cercetas, porrones, fochas, zampullines, pardillas y algunos cisnes con mayor resistencia cardíaca que la pata fallecida. Los de Pacma y demás ecologistas «sandías», con la ayuda y el apoyo del influyente partido «Podemos-Madrid», tienen en proyecto erigir un gran monumento en la margen izquierda del Manzanares –a favor del natural curso del agua– en homenaje a sus dos héroes capitalinos, que no son otros que el perro Excalibur y la pata fallecida en la mascletá que asumirá el nombre de «Pradera-Almudena Grandes». El Ayuntamiento de Madrid aprobará en breve un texto de condolencia por el fallecimiento de la anátida y se guardará un minuto de silencio en su memoria en los estadios de fútbol de primera división el próximo domingo 25 de febrero.
Como madrileño en la lejanía, me sumo consternado a la pena de mis paisanos por el súbito fallecimiento de la pata azulona sorprendida por la mascletá. Esos caprichitos municipales se avisan. Me figuro a nuestra pata siguiendo el curso del río desde los altos del Guadarrama, con el fin de instalarse en una de las múltiples casetas que en «Madrid-Río» se han construido para que los patos de todas las especies compartan una vida en paz y con carácter «sostenible». Y me la imagino, feliz y tranquila en su primer amanecer madrileño, eligiendo entre los machos al futuro padre de sus patitos. Y en pleno éxtasis de felicidad, sin aviso ni advertencia, «pum, pam, pim, pim, pam, pum», la mascletá. Un asesinato. Involuntario, pero igualmente criminal. Y menos mal que sólo falleció una pata, que de doblar la servilleta dos o tres, Almeida termina huyendo a Waterloo, habitando la casa que ha cobijado hasta ahora al presidente del Gobierno de España, Puigdemont.
Entenderán los lectores de El Debate mi decisión de incumplir mi promesa de escribir de las cultas apreciaciones históricas de Mercedes Montseny.

Más de Alfonso Ussía​

 

Niños perdidos​

Los niños Íñigo Errejón, de 40 añitos de edad, y la niña Yolandita Díaz, que ha cumplido los 52 añitos, han desaparecido y no hay manera de encontrarlos. Se ruega a sus familiares más próximos tengan a bien buscarlos​

22/02/2024Actualizada 08:43
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En los días de aglomeración humana en la playa de Ondarreta, funcionaba un servicio de megafonía para que los padres acudieran a recuperar a los niños perdidos. «El niño Pedro Melindres Rotaeche, que lleva un traje de baño azul, se encuentra sano y salvo en la caseta de niños extraviados a la espera de ser recuperado por sus padres o familiares». En el mes de agosto, se perdían en Ondarreta más niños por metro cuadrado de arena que en el resto de las playas del litoral cantábrico. En alguna ocasión, los responsables del benéfico servicio de recogida de niños, se permitían la libertad de opinar del aspecto físico de los infantes extraviados. «La niña Dolores Domecq Muguiro, de diez años de edad y más alta de lo habitual con esas primaveras, se halla depositada en la caseta de niños extraviados. Se ruega a sus papás, que según ella responden al nombre de Carlos y Dolores, que acudan prestos a recogerla». Perderse en una playa es habitual. Unos niños quieren ir a las rocas en busca de cangrejos y quisquillas, otros prefieren bañarse y saltar olas, algunos se pierden persiguiendo al vendedor de barquillos, y otros en los chiringuitos que despachan toda suerte de refrescos. Pero que dos niños, un niño y una niña, con sobrada edad de haber jugado a los médicos, de 40 y 52 años respectivamente, se pierdan en Santiago de Compostela, manda narices. No existe en la bellísima localidad compostelana ninguna caseta especializada en acoger niños perdidos. Y se perdieron en la noche del pasado domingo, 18 de febrero, y no han sido hallados ni por sus padres ni sus familiares y amigos más íntimos. No se dio el aviso, como en las playas. «Los niños Íñigo Errejón, de 40 añitos de edad, y la niña Yolandita Díaz, que ha cumplido los 52 añitos, han desaparecido y no hay manera de encontrarlos. Se ruega a sus familiares más próximos tengan a bien buscarlos, y en caso negativo, denunciar su desaparición en un cuartel de la Guardia Civil o Comisaría de Policía». Pero no había servicio de megafonía y nadie sabe de su actual paradero. El único consuelo, agarrándonos al último clavo de la esperanza, es que han desaparecido agarrados de la mano, y según los pocos ciudadanos que los reconocieron y vieron, con dirección a Madrid.
El niño, Iñiguito, de 40 añitos de edad, vestía con una chupa azul y pantalones vaqueros, y la niña, Yolandita, de 52 años, con un vestido «evasé» de color indefinido –entre el blanco, el hueso y el beige–, de la marca Christian Dior, y un abrigo de cashmere de Prada. Los dos niños, según los testigos, sollozaban con amargura y se consolaban mutuamente, detalle que se debe valorar en estos tiempos tan ásperos y en los que los niños se comportan en ocasiones, con tanta extravagancia como rareza.
Por otra parte, tanto el niño como la niña, por causa del resfriado, lloraban con evidentes signos de afonía. Según los familiares, que han sido avisados de la desaparición de los pequeños, el niño es natural de Madrid y la niña de Fene –La Coruña–, y que ambos, uno y otra, son muy queridos en sus respectivos lugares de nacimiento por su simpatía, su gracia natural, su avispada inteligencia y su distinguido aspecto físico. En el momento de escribir el presente texto, continúan desaparecidos.
Esos dos niños pueden haberse cobijado en alguna casa rural, pero también, es posible que la modestia de su capacidad económica les haya impedido encontrar un refugio, o tomar un caldo caliente y reparador. Durante la noche del día de la desaparición, llovió en Galicia, y para colmo, no se descarta un encuentro nocturno con lobos y jabalíes. No puedo ni pensarlo.
En ocasiones, el oficio de escribir se convierte en una tortura. Y agradezco a El Debate que me haya permitido dar la voz de alarma con el fin de recuperarlos sanos y salvos. Insisto en su descripción. Iñiguito, de 40 años, espigado, boca pequeña, algunos granos en la frente y simpatía arrolladora. Y Yolandita, 52 años, rubia de bote y nariz excesiva para su edad. Quien tenga noticias de ellos, por favor, les ruego me lo hagan saber porque llevo dos noches sin poder conciliar el sueño.
Oro por ellos.

Más de Alfonso Ussía​

 

El móvil​

Cuarenta y cinco mil millones de euros dan para mucho. Y en España estamos muy necesitados de que mejoren nuestras infraestructuras. A los enfermos de ELA, este dispendio con Marruecos no les ha consolado​

23/02/2024Actualizada 01:30
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Mis amigos conocen mi alergia a los teléfonos móviles. A punto estoy de jubilar, después de 12 años, mi LG de baquelita con tapa protectora, y sustituirlo por un precioso Samsung GT-C3592, de muy similares características. Llamo y me llaman, que son las funciones primarias y fundamentales de los teléfonos. No abultan apenas y resultan muy asequibles para cualquier bolsillo. El móvil más caro del mundo no pertenece a ningún jeque árabe bañado en petróleo. Su propietario era el presidente del Gobierno de España, pero lo perdió. Lo tiene en su poder Mohamed VI, Rey de Marruecos, y guardan una copia los servicios secretos de Israel, el célebre Mossad. Su precio actual es de 45.000 millones de euros, que es la suma que Sánchez ha prometido invertir en Marruecos a cambio del silencio. Un móvil carísimo. Esa cantidad abrumadora podía haberla destinado a inversiones en España, porque han sido los españoles, mediante los impuestos, los que han reunido ese dineral que se va a perder en Marruecos. Pero Sánchez, inesperadamente, algo alertado por noticias y rumores comprometidos, ha decidido invertirlos en el Reino alauita «para modernizar sus estructuras». Me figuro que los extremeños, que tienen una línea ferroviaria que ya estaba obsoleta en la Primera Guerra Mundial, allá por 1914, se habrán sentido desplazados. Como los enfermos de ELA, a los que se les niega una cantidad menor, 38 millones de euros, para vivir con dignidad y cuidados el último tramo de su vida. Una delegación de enfermos de ELA visitó hace unos días el Congreso de los Diputados y fueron amabilísimamente recibidos por cinco congresistas. La traducción a ese desprecio no es otra que desearles un pronto fallecimiento y que dejen de darles la lata con peticiones inasumibles. Cuarenta y cinco mil millones de euros para mejorar las infraestructuras de Marruecos, y ni un puto euro para aliviar el sufrimiento de enfermos españoles sufrientes de la esclerosis lateral amiotrófica. Cuarenta y cinco mil millones a cambio del silencio del móvil de los Sánchez, y nada para los agricultores españoles. Cuarenta y cinco mil millones para inversiones hidrográficas en Marruecos, y aquí seguimos bebiendo de los pantanos construidos por Franco con una economía lastrada por la Guerra Civil, unos impuestos ridículos, y que simultáneamente dio de sí para levantar cuatro millones de viviendas sociales. Se trata pues, del móvil más caro del mundo, que guarda charlitas y datos de presumibles negocios particulares de cercanísimas personas al presidente del Gobierno. Con este sistema para mantener el secreto de ese móvil, Marruecos hará lo posible para mantenerlo en silencio. El problema es que el Mossad, harto de las simpatías mostradas por Sánchez y su Gobierno al terrorismo de Hamás, decida gastarle una jugarreta. Y al final, va a resultar que los marroquíes se beneficien de esos 45.000 millones de euros a cambio de un silencio que otros no respetarán.
Y de golpe, lo de Koldo, el guardaespaldas de Ábalos, que no se ha enterado de nada. Cobraba, presuntamente, comisiones por vender mascarillas. Y se apunta que a Marlasca le vendió 3.500.000 de euros en mascarillas, y a la presidente de Mallorca, hoy sentada con su ignorante trasero en la presidencia del Congreso, le endilgó una partida de 10.000.000 de euros en mascarillas. Ya hay 20 detenidos y el asunto promete.
Un móvil con un contenido valorado en 45.000 millones de euros tiene su intríngulis. El bien que haría ese dinero a España, a la agricultura, la industria, la sanidad, las obras públicas, la construcción de nuevos pantanos superando las trabas de los ecologistas, la educación, la auténtica Cultura, el alivio fiscal, la construcción de nuevos hospitales Cuarenta y cinco mil millones de euros dan para mucho. Y en España estamos muy necesitados de que mejoren nuestras infraestructuras. A los enfermos de ELA, este dispendio con Marruecos no les ha consolado. Como a la España vaciada, como a la España calcinada, como a la España que lo soporta todo.
Si algo sobra, para Cataluña y su independencia.
Joé con el dichoso móvil.

Más de Alfonso Ussía​

 

No te preocupes​

Todas las historias tristes tienen sus anécdotas divertidas​

24/02/2024Actualizada 01:30
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El 23 de febrero de 1981 se debatía y votaba en el Congreso de los Diputados la investidura como presidente del Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo. Adolfo Suárez había dimitido pocas semanas atrás. España penaba sus peores años de plomo con el terrorismo de la ETA. El Rey Don Juan Carlos y la Reina Doña Sofía habían soportado en Guernica la encerrona grosera de los representantes parlamentarios vascos del terrorismo. Todas las mañanas, los españoles se encontraban en los titulares de la prensa la noticia de un nuevo crimen, con altos porcentajes de víctimas uniformadas. Militares, guardias civiles y policías nacionales. Cuando le correspondió el turno de voto al socialista Núñez Encabo, un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel Tejero irrumpió en el hemiciclo. Adolfo Suárez se incorporó de su escaño y el vicepresidente del Gobierno, el teniente general Gutiérrez Mellado, se puso en jarras y forcejeó con dos guardias civiles, que no consiguieron derribarlo. Confusión absoluta. Se le atribuyó desde el principio la máxima responsabilidad del golpe de Estado al capitán general de Valencia, el teniente general Milans del Bosch y Ussía, primo hermano de mi padre, un gran militar que previamente había sido engañado por un compañero de armas muy cercano a La Zarzuela. Para mí, su participación me produjo una abrumadora tristeza, por el gran afecto y respeto que sentía –y siento– por su persona. Milans del Bosch y Tejero se negaron a solicitar el indulto, asumieron su responsabilidad y pasaron una decena de años en prisiones militares. Cuando fue puesto en libertad, tuve con él una larga conversación. Me dijo que después de diez años de cárcel, se había dado cuenta del ruido que hacíamos los españoles al hablar, del asombro que le produjo el horizonte y que después de su última conversación telefónica con el Rey, durante la cual Don Juan Carlos le ordenó que devolviera a sus cuarteles a los efectivos militares desplegados en la región militar bajo su mando, obedeció las órdenes del Rey inmediatamente. «Sacar los tanques es muy sencillo para un capitán general. Lo difícil es meterlos de nuevo en sus dependencias. Y es lo que hice».
Se les llamó «asesinos» cuando nadie sufrió ningún atentado físico. Asumieron todos, menos tres, sus condenas y responsabilidades. Perdieron sus honores militares y su uniforme. Un comandante de la División Acorazada, Ricardo Pardo Zancada, que se había comprometido a secundar la acción, se presentó con una compañía de la Policía Militar en el Congreso cuando todo estaba perdido para sus ocupantes. También fue llamado «asesino» por Fernando Díaz Plaja en una tertulia de Luis Del Olmo. Salí en su defensa porque Pardo Zancada no había matado a nadie. Aquel golpe de Estado, desafortunadísimo y a todas luces condenable, triunfó en un aspecto. Los principales partidos políticos –con la excepción de Herri Batasuna– acudieron a la llamada del Rey y acordaron unirse para salvar el sistema democrático, incluido el PCE de Santiago Carrillo. Y Leopoldo Calvo-Sotelo fue investido presidente del Gobierno. Leopoldo Calvo-Sotelo apenas se mantuvo un año al frente del Ejecutivo. Era, en mi opinión, consciente de la situación. Culto, irónico, gran señor y notable pianista. En 1982, arrasó el PSOE de Felipe González en las elecciones, un PSOE con un Gobierno preparado y que en nada se parece al depauperado y antidemocrático PSOE de la actualidad, que gobierna en España con la única finalidad de destrozarla. Pero todas las historias tristes tienen sus anécdotas divertidas.
Pilar Ibáñez-Martín, esposa de Leopoldo Calvo-Sotelo, no asistió el 23 de febrero a la sesión de investidura de su marido. Sí lo hizo una íntima amiga. Esperanza Fagalde Luca de Tena. Los Fagalde eran accionistas de Prensa Española –ABC–, y primos hermanos de Torcuato y Guillermo, el viejo y querido «Patrón». Cuando se produjo la entrada del teniente coronel Tejero y sus hombres en el Congreso, después del tiroteo al techo del hemiciclo, Esperanza Fagalde bajó a toda prisa por la escalera de los palcos para invitados, se cruzó con un grupo de guardias civiles, y abandonó el recinto del Congreso por la puerta trasera que da a la calle Fernanflor. Allí encontró una cabina telefónica, y llamó a Pilar Ibáñez-Martín para darle información de los hechos y tranquilizarla. «Pilar, no te preocupes. Leopoldo está bien. Ha sonado algún tiro en el Congreso. Pero insisto, no te preocupes, porque inmediatamente, en menos de un minuto, ha llegado la Guardia Civil».
Pequeña historia sonriente de una jornada que paralizó a España.
Como la fuga de la canoa que partió del muelle de San Sebastián con el portero –ya batasuno– José Ángel Iríbar a bordo, rumbo a Hendaya, y fue interceptada por una patrullera de la Armada. Todos los que huían levantaron sus brazos, en signo de rendición. El comandante de la patrullera les tranquilizó. «No teman nada. Les enviábamos señales porque navegan ustedes a pocos metros de la costa, y temíamos que naufragaran».
Detalles, cosas y hechos para, al cabo de los años, sonreír. Aquella España supo unirse. La de hoy, está quebrada.

Más de Alfonso Ussía​

 

Estrella de Hollywood​

«Koldo» es un personaje. Puede terminar con este Gobierno​

25/02/2024Actualizada 01:30
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Me van a permitir una licencia de muy mal gusto. A mí, personalmente, «Koldo» me hace gracia. «Koldo» es diminutivo cariñoso de «Koldobika» –Luis–, que es sabida la obsesiva preocupación de los vascoparlantes por dificultar las cosas. En un principio, cuando leí que a «Koldo» le habían sorprendido con las manos en la masa pensé en el marido del ministro Marlasca, que también se hace llamar de esta manera.
Y no andaba descaminado, porque uno de los clientes que compró mascarillas ineficaces y sobrevaloradas a «Koldo» fue precisamente, el ministro Marlasca. Y la simpática Armengol, cuya adquisición se mantiene empaquetada en un almacén de Palma de Mallorca mientras ella ha encargado a los carpinteros del Congreso de los Diputados que apliquen un pegamento en su sillón presidencial para que su notable culo no se despegue de su asiento.
Para mí, que «Koldo» es un personaje de película. Portero de puticlub, prostíbulo o piano-bar con final feliz. A un empresario que tuvo la mala idea de despedirlo, le arreó un puñetazo en el pecho. Un joven tronco de la incipiente banda, Santos Cerdán, se lo recomienda a Ábalos. Y Ábalos encuentra en «Koldo» no sólo la seguridad sino la inteligencia estratégica. «Koldo» acompaña a Ábalos a recoger las maletas de la ladrona y cómplice del criminal Maduro, maletas que desaparecen por arte de magia y de las cuales el ministro del Interior no se ocupa ni se preocupa. Y pasa de gorila de Ábalos a consejero de la RENFE, siendo su jefe ministro de Transportes. Con la pandemia y el arresto domiciliario que ilegalmente Sánchez impone a todos los españoles, «Koldo» vende mascarillas y se lleva una comisión fabulosa. Illa le hace rico. Y se dedica a comprar casas en Benidorm, actividad inmobiliaria que hace sospechar a la Guardia Civil. El alcalde socialista de León se niega a comprar las mascarillas defectuosas y caras de «Koldo», y éste acepta el rechazo con enorme elegancia. «No olvides que me quedan tres años para joderte vivo». «Koldo» es un antiguo «aizcolari», y Sánchez y la chica de los Chivite asisten a alguna de sus exhibiciones. En su primer libro escrito por Irene Lozano, Sánchez le dedica un párrafo elogioso a «Koldo», que se especializa en guardar las espaldas y los posibles chanchullos del ministro Ábalos. Y éste, en recompensa a sus servicios, y a sabiendas de la gran experiencia de «Koldo» en el transporte ferroviario, le nombra consejero de RENFE. Negarle a «Koldobika» méritos ascendentes en su trayectoria profesional, es propio de envidiosos. Sucede que el futuro de «Koldo» peligra, porque una considerable parte del Gobierno de España, con su presunto presidente a la cabeza, se hallan en estado pringoso, y si Ábalos y «Koldo» sufren las consecuencias de sus actos y se sienten abandonados por los suyos, aquí puede arder Troya. Inesperadamente, Troya reaparece. Así lo escribió el poeta satírico colombiano Ricardo Carrasquilla
Se robaron una niña,
Y como era linda joya,
Hubo furibunda riña
Y ahí se armó la de Troya.
A los votantes socialistas no les conmueve que España se disgregue. Tampoco que su presidente se haya apropiado de todos los poderes del Estado democrático. No les afecta, mientras cobren su paguita, los 45.000 millones de euros que vamos a pedir prestados para regalárselos a Mohamed VI. No les preocupa que el Tribunal Constitucional y la Fiscalía se hayan entregado al servicio del poder. Les divierte que haya etarras en el Congreso y el Senado, y que un delincuente –posiblemente inmerso en delitos de terrorismo–, sea el autor de la ley que le concede la amnistía. Pero lo de «Koldo» sí puede afectar sus orgullos. ¿Cómo ha podido medrar este pedazo de armario mucho más que yo? Y entonces, viene Troya. Y a Sánchez, «el de los pies ligeros», se lo puede cargar cualquier socialista bien remunerado, pero no tanto como «Koldo».
Si todavía queda algún productor de cine que se atreva a financiar una película que no tenga nada que ver con el franquismo, ahí tiene una historia maravillosa. Todo un Gobierno asustado por un tipo como «Koldo». Un buen guionista le sacaría partido, y por fin, los españoles haríamos colas en los cines para ver una película entretenida libremente, sin haberla financiado con nuestros impuestos.
«Koldo» es un personaje. Puede terminar con este Gobierno, siempre que no sobrevuelen sobre su futuro inconvenientes programados.

Más de Alfonso Ussía​

 

Serviora​

Abdulah se enamoró locamente de una de las bailaoras del cuadro flamenco. Era tímido y metafórico. Y trasladó al sargento su deseo de conocerla personalmente​

26/02/2024Actualizada 08:44
Visitó Granada, en los años cincuenta, el Príncipe Abdulah de Jordania, hermano del Rey Hussein y tío del actual monarca alauita. Y Franco ordenó que se le rindieran honores de Jefe de Estado. Lo que narro me lo contó José María Stampa Braun, el gran penalista nacido en Valladolid y catedrático de Derecho Penal en la Universidad de Granada. El día previo a la recepción organizada por el Jefe del Estado a su invitado en la Alhambra, el Gobernador Civil llevó al príncipe jordano a un espectáculo flamenco en las cuevas de Sacromonte.
Se buscó entre los catedráticos de Árabe de la Universidad un intérprete de tronío. Pero todos rechazaron la invitación por no considerarse adecuados, incluido entre ellos don Emilio García Gómez, ilustre arabista y académico de la RAE. Un sargento retirado de la Legión, con muchos años en Ceuta, Melilla y el Sahara Español, aceptó la encomienda.
Abdulah se enamoró locamente de una de las bailaoras del cuadro flamenco. Era tímido y metafórico. Y trasladó al sargento su deseo de conocerla personalmente. El sargento reclamó su presencia y se la presentó al príncipe. «Niña, 'Su Artesa' Abdulah de Jordania. 'Artesa', Lolita 'la Alpujarreña'». Y el príncipe, mirando a lo alto, soltó la primera parrafada poética: «Ajamalah…» (Los puntos suspensivos me alivian de transcribir el mensaje en jordano). El sargento se lo tradujo a Lolita «la Alpujarreña»: «Mira, niña, que 'Su Artesa' dice que cuando mueves los brazos pareces una palmera cimbreándote por el viento». Y Lolita se emocionó, lógicamente. «Por Dios, que cosa tan bonita me ha dicho 'Su Artesa'. Respóndele que estoy muy agradecida». El sargento tradujo a Lolita y el príncipe, nuevamente, fijó su mirada a las alturas. Y soltó su segundo párrafo metafórico. «Ajamalah…». Y esperó respuesta.
Ilustración Ussía y Barca

Barca
«Mi niña, que dice 'Su Artesa' que al bailar pareces una gacela moviéndote sobre las dunas». «¡Ayyy, madre mía, qué preciosidad lo que me ha dicho 'Su Artesa'! Le dices de mi parte que muchísimas gracias, que nadie me había dicho antes que él una cosa tan maravillosa». El sargento tradujo, y el príncipe clavó de nuevo sus ojos en los techos de la gran cueva. Pasados unos minutos, retomó la palabra. «Ajamalah…». La tercera metáfora era de imposible rechazo. «Oye bien, niña. Que 'Su Artesa' dice que tus labios como son como dátiles maduros, y que le encantaría probarlos»; «Ohhh, qué sensibilidad la de 'Su Artesa', que manera de decirlo, que hombría de bien, que palabras tan bellas… Le dices que me siento cohibida ante tanta hermosura. Nunca, nunca, nunca me habían dicho nada tan precioso». El sargento tradujo, y el príncipe, algo irritado, prosiguió: «Ajamalah…». El sargento, le ofreció a Lolita la traducción literal. «Mira, mi niña. Que dice 'Su Artesa' que tu cuerpo, cuando bailas, lo mueven las estrellas del firmamento y que...». Y Lolita «la Alpujarreña», en este punto y momento de la seducción, elevó sus pechos, reunió sus manos, abrió las piernas, y derretida de emociones imprevistas, le dijo al sargento. «Le dices de mi parte a 'Su Artesa' que jamás olvidaré esta noche. Que es un Príncipe real y un Príncipe de la poesía. Que siempre le estaré agradecida, pero que… ¡serviora no folla!».
Y «Su Artesa» se fue bolo al hotel. Bolo y solo. ¡Faltaría más!

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La plaza de España​

Si el señor alcalde no tiene dinero para conservar una de las plazas más visitadas de Sevilla, lo que tiene que hacer es administrar con mejores criterios las arcas municipales, el dinero de los contribuyentes sevillanos y dejarse de tonterías​

27/02/2024Actualizada 01:30
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La monumental Plaza de España de Sevilla fue inaugurada por el Rey Alfonso XIII en 1929. Se trata de un conjunto grandioso, tan visitado por los turistas como la Giralda, la catedral y los reales alcázares. Joya arquitectónica de la Exposición Iberoamericana celebrada en aquel año. Orgullo del parque de María Luisa. En ella se ubica la sede la Capitanía General. En 1962, la Capitanía General de la Segunda Región Militar accedió a que se convirtiera para la ficción en el cuartel general del Ejército Colonial británico en El Cairo en la película de David Lean,Lawrence de Arabia. Al finalizar el rodaje, la productora la devolvió en perfecto estado de revista. No intervinieron en su rodaje ni Almodóvar, ni los Bardem, ni Penélope Cruz ni actores del cine español, que en aquellos tiempos era infinitamente mejor que el de nuestros días y se producía libremente, sin agujerear los bolsillos de los contribuyentes. Sus protagonistas fueron interpretados por actores del montón. Peter O´Toole, Sir Alec Guinness, Omar Sharif, Jack Hawkins, Anthony Quinn y José Ferrer, entre otros actores secundarios. Una buena parte de los exteriores se rodó en la provincia de Almería. Formidable película sin Franco, la Guardia Civil y los bondadosos «maquis» de protagonistas. No habría ganado ningún Goya.
El actual alcalde de Sevilla, el popular José Luis Sanz, ha tenido una gran idea. Cobrar a los españoles no sevillanos y a los turistas, por acceder a la plaza de España. Es decir, convertir un espacio público en un negocio para el Ayuntamiento. Ha declarado el señor alcalde que el dinero recaudado se invertirá en su conservación, y para dotar de «buenismo sostenible» a su proyecto, que se establecerán diferentes talleres. Talleres de no se sabe qué, si talleres para reparar neumáticos en mal estado, si talleres de confección de vestidos de gitana para la Feria, si talleres de cerámica, o si talleres de objetos taurinos para que los turistas y los españoles no sevillanos puedan adquirir, después de pagar la entrada, muletas, capotes y banderillas. Permítame el señor alcalde de Sevilla que muestre mi disconformidad con su necia idea. Como ciudadano español no estoy dispuesto a pagar ni un euro para pasear, sentarme o leer el periódico en un banco de una plaza sevillana. Una plaza pública no es un museo, ni una catedral, ni un monumento concreto que se financia con el abono de una entrada. Para el señor alcalde Sanz Ruiz, la humanidad se divide en dos categorías. Los sevillanos y las sobras de los que habitan este conflictivo planeta, con el resto de los españoles inmersos en el segundo grupo. Si el señor alcalde no tiene dinero para conservar una de las plazas más visitadas de Sevilla, lo que tiene que hacer es administrar con mejores criterios las arcas municipales, el dinero de los contribuyentes sevillanos y dejarse de tonterías. Por otra parte, dudo que su proyecto sea legal, y por ende, viable.
La plaza de España, obra cumbre del gran arquitecto Aníbal González, pertenece en su totalidad, por este orden, a los sevillanos, al resto de los españoles y a los visitantes foráneos que desean guardar en su memoria la grandeza de su recinto. El mismo derecho –ninguno– tiene el alcalde de Sevilla de imponer esa delirante bobada, que el alcalde de Madrid de cobrar entrada a los visitantes de la plaza de Oriente que no se sientan monárquicos. Más celo en la administración y menos majaderías, señor alcalde.
El día que se establezcan esas desdichadas taquillas de entrada, viajaré a Sevilla, y a ver quién es el guapo que me impide pasear por la plaza de España. Es lo que pasa en nuestro liante sistema. Que empezamos por un Koldo, y los políticos se creen que todo es jauja.
Le dedico al señor alcalde un educado y enérgico corte de mangas.

Más de Alfonso Ussía​

 
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