Yo he sido como tu Beltane. Una juergas total, me lo he pasado muy bien. Como mítica tengo una fiesta en la universidad, despedíamos a u a compi americana que vino a estudiar el renacimiento en la provincia. Se empezó a desnudar en la fiesta y yo explicándole que en España eso no era normal (menos aún en aquella conservadora ciudad del sur) y ella que en Austin, Texas, lo hacia cuando se emborrachaba y no pasaba nada...Esa noche ligue con el chico que más me ha molado en mi vida, molar de ese molar que te vuelve loca, no el amor incondicional que siento por mi pareja, era otra cosa. Ya de mayor también la he liado mucho, hubo una época en la que el compañero de latín y yo salíamos de cañas y volvíamos al amanecer con mil historias locas por mi parte. Mi problema era como vosotras, que luego me rayaba muchisimo. Por eso ahora que estoy mayor y gestando y todo eso me queda lejano os digo que no os rayéis por vivir. No hay que avergonzarse de la alegría y la fiesta. Sobre todo si es como lo que estamos contando aquí. Meras locuras de juventud, sanas y necesarias para llegar a la madurez plenas.
El caso que yo no tuve locuras en la década de mis 20, yo fui rara: me lo pasé muy bien desde los 16 hasta los 18/19, los 20 en adelante por tener pareja la cosa se calmó. Fue quedarme soltera cerca de los 30 y madre del amor hermoso qué manera de retomar el tiempo perdido.
Dependiendo del contexto, mis borracheras son de una forma u otra, por ejemplo está la festiva que baila incluso regetón (cómo no tendré que ir para hacer tal cosa) y luego si hay borracheras de rollo tranquilo (estilo botellón o de pillarte la mona sentada post cena en ambiente suave), me sale la vena profesora. He tenido pedales de contar movidas illuminatis y explicar qué son los reptilianos a toda una audiencia borracha como yo; recuerdo un pedal considerable en la puerta de una iglesia en mi pueblo nada menos, pues era el único sitio alejado para engancharte la mona sin que vinieran los municipales a poner multas que fuera de fiestas no se puede beber en la calle, en esa borrachera y lo recuerdo muy bien, hablando de aborígenes australianos y nativos americanos que eran descendientes de vikingos, qué dices Beltane, que sí que "tengo pruebas" decía yo. Me hacían caso porque al día siguiente me contaron los sermones que conté y me dijeron unos pocos nombres reales que solté yo así como muy enteradilla, así que prestaron atención a la clase. Por otra parte, un amigo nuestro hablaba de espíritus y fantasmas a los del otro "aula"; vamos, menudo cuadro. Y en otra lloviendo a mares tras una cena copiosa, fue tremenda también. Nos vamos a cenar toda la cuadrilla y es que es pronto para irse a casa pero nadie tenía ganas de meterse en un garito, pues a comprar bebida y para una zona apartada a cubierto, ahí ya con 30/31 alguno ya, yo incluida. El pedal fue colosal entre todos y tengo la imagen grabada en mi mente de estar apoyada en un árbol y explicándole a unos pocos por qué había relación entre las pirámides de Egipto, las del Yucatán, y esperad que os voy a contar una movida tochísima que les pasó a los caballeros templarios, según mis amigas y en efecto, todo estaba conectado: extraterrestres o algo así. Recuerdo la charla de los templarios, madre mía, para que me encierren. Nos fuimos a casa todos cantando, no sé cuánta gente había allí y yo "dando clase", de mis habituales, estaban como seis que son amistades, el resto eran amigos de un amigo o realmente no sé quiénes eran. Pues les gustó mi disertación templaria y el santo grial y Jesucristo, no sé si les habré vuelto a ver, si me los he encontrado, yo no los he reconocido.
Mis pedales académicos son legendarios en mi entorno, son los que más me gustan, a mi borracha no se me puede dar conversación porque te hago una tesis doctoral digna de Salamanca. Normalmente son los pedales de botellón, en un local, a los que cada vez es más raro que vaya, no puedo dar rienda suelta a mi sapiencia.