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Para criticar a un padre,hay que saber lo que es querer a un hijo.
Damos por supuesto que todos los padres (y madres) son amorosos y bienintencionados con sus hijos. Y eso no es así. Cuando no es así, soportar su vejez puede ser un perfecto tormento.
Es también un hecho que la edad agudiza las fallas del carácter. Una persona egoísta será aún más egoísta; una persona quejica, será superlativamente quejica; una chantajista emocional, pues aún más chantajista. Y así con todos los defectos.
Sobre el tema del hilo, hay dos edades en el ser humano que exigen especial paciencia a los otros humanos circundantes: la adolescencia y la vejez. La segunda tiene el agravante del deterioro de las facultades. También del miedo existencial. Las personas más jóvenes a menudo pasamos por alto que muchos ancianos viven con el miedo a la muerte, a cómo será su final, delante de los ojos. Y eso influye en todo lo que hacen y dicen y los vuelve también más miedosos con respecto a los allegados, a las circunstancias, a la situación material, etc.
Todo en esta vida se puede hacer con mayor o menor gallardía, también el hecho de envejecer. Yo no soy quien para echarle sermones moralistas a @Trepizia, así que no lo haré. Pero como somos viejos primos de foro si le diré dos cosas:
1) Estamos aquí de paso y casi ninguna incomodidad cotidiana importa demasiado. La gente de hoy estamos enfermos de terribilitis, nos agobiamos demasiado por cosas que, si las miramos bien, son completamente banales. Así que des-terribilizar y mirar las incomodidades cotidianas sin darles demasiada importancia, ayuda a vivir. Y esto incluye a las relaciones familiares.
2) Hay que aprender a no rayarse cuando tenemos a alguien en el entorno que es especialmente pesado. Las personas muy pesadas, las personas que no saben vivir sin dar la turra al prójimo más cercano, existen y pueden ser perfectamente los padres. ¿Qué hacer en ese caso? ¿Enfadarse, echar pestes, montar un drama? ¿Se gana algo con ello? No, van a seguir siendo pesados. Así que mejor tomárselo con un punto de sana indiferencia. Simplemente, quitarse de enmedio un rato para descansar, desconectar mentalmente si no paran de quejarse, callar calmadamente si ellos no callan. A menudo, cuando no paran, observarlos fija y tranquilamente en silencio les corta el rollo pesado al poco rato.
Por último, observar a los que envejecen también es una enseñanza. De los que envejecen gallardamente se aprenden rasgos de carácter y actitudes que se pueden imitar. De los que envejecen no tan bien, se aprende igualmente: en este caso, lo que no se debe ser o lo que no se debe hacer cuando nos toque a nosotros.