Autoestima y otros temas de psicología

En medio de toda dificultad, hay una oportunidad



Las piedras en nuestro camino son dificultades necesarias para ir aprendiendo. No olvides que lo bueno y lo malo siempre van unidos, y es fundamental padecer con uno para poder disfrutar del otro


El mundo te romperá el corazón de todas las formas imaginables. Eso está garantizado y yo no puedo explicarlo, como tampoco la locura que llevo dentro ni la locura que llevan los demás. La vida nunca es justa pero debes afrontar los golpes y seguir adelante.


Y cuando tengas el corazón roto tendrás que volver a construirlo, y no solo eso: tendrás que volver a confiar y esta es la parte más difícil. A pesar de todo esto, aunque la vida rompa todas tus ilusiones, debes seguir soñando.




¿Sabes por qué? Porque si no te ilusionas, porque si no sueñas, porque si no amas, ¿qué clase de vida estarás viviendo? ¿para qué quieres una vida si no la estás aprovechando? No se puede vivir con miedo toda la vida. La vida es así: te caes, te levantas y te vuelves a caer. Pero, si ni siquiera te mueves por temor a caerte, en realidad, ya te has hundido.


El lado bueno de las cosas







Todas las oportunidades marcan nuestra vida, incluso las que dejamos pasar. Puede que nos encontremos cientos de piedras en nuestro camino y que nos tropecemos con ellas cientos de veces.


Sin embargo, el crecimiento emocional está en limpiarlas y construir una casa con ellas. Por lo tanto, se trata de aprovechar las dificultades y los errores que podamos cometer con el fin de dibujar una mapa de superación personal.











La historia de Juan Salvador Gaviota, un ejemplo de resistencia y persistencia

Somos libres de ir donde queramos y de ser lo que somos, la única ley verdadera es aquella que conduce a la libertad, no hay otra.


Juan Salvador Gaviota


En 1970, Richard Bach publicó una de las más hermosas novelas de la historia: Juan Salvador Gaviota. En ella relataba la historia de la vida de una gaviota que no se conformó con lo que le decían que tenía que vivir por haber nacido gaviota.


Su afán de superación y su valentía decidieron el futuro que quería llegar a tener, logrando que volara más allá de lo imposible. Aunque hubo momentos en los que se vino abajo, persistió y resistió. Eso fue precisamente lo que le dio la victoria sobre sí mismo.


De la historia de esta gaviota tenemos que aprender muchas cosas. Entre ellas, que ante una dificultad, no podemos buscar tener razón, sino tener resultados. Esa es la única manera de seguir caminando y de colocarnos las alas.




Si te caes, quítate el polvo de las rodillas y no entierres tu cabeza, pues la única manera de volar muy alto es moviendo a la par nuestras alas y nuestra mente.





No se puede ver el arcoíris sin un poco de lluvia

Lo bueno y lo malo van siempre de la mano. Los senderos por los que caminamos son irregulares, pueden tener barro e incluso pinchos que dañen nuestros pies. Sin embargo, esto no solo no es negativo, sino que es absolutamente necesario.


De hecho, las cosas más maravillosas del mundo se envuelven de esa crudeza. Tras la vida siempre llega la muerte y, con ella, una despedida. El desamor puede ganar la batalla al amor y los momentos más maravillosos también tienen un punto y final.


Esto hace especialmente necesario que tengamos que estar atentos a las señales que nos ofrece la vida, pues siempre nos brinda nuestro momento. Y es que, cuando sentimos la necesidad de hacer algo, la mejor manera de sentirnos satisfechos es perseguir nuestros sueños hasta alcanzarlos.


Por esta razón, no detestes tropezarte con la piedra y no tengas miedo a perder algo por intentar hacer cosas diferentes. Recuerda que en la felicidad también hay momentos de angustia y de tristeza y, simplemente, vive.




Limpia tu mente de “No puedos”

Me gusta el verbo “resistir”. Resistir a lo que nos aprisiona, a los prejuicios, a los juicios precipitados, a las ganas de juzgar, a todo lo que es malvado en nosotros y que solo quiere expresarse, a las ganas de abandonar, a la necesidad de quejarse, a la necesidad de hablar de uno mismo en detrimento del otro, a las modas, a las ambiciones malsanas, al desconcierto ambiente. Resistir, … y sonreír.
EMMA DANCOURT






Por paradójico que resulte, el secreto del éxito está en los fracasos y en los pequeños logros que conseguimos a partir de ellos. Por eso, limpia tu mente de imposibles, porque tus pensamientos tienen el poder de dirigir tu vida.


Esta es la razón por la que en este artículo os vamos a proponer una pequeña guía de salud física y emocional que os ayude a desprenderos de vuestros miedos y a conseguir vuestros objetivos:


  • Sé alérgico a los pensamientos negativos y aléjate de la rendición. Rendirse nunca es una opción real.
  • Como habrás oído muchas veces, quienes aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo. Por eso, libérate de las palabras de personas tóxicas o pesimistas.
  • No pienses que tienes que intentarlo, piensa en que lo vas a hacer. No te des la opción de abandonar antes de tiempo: eres capaz de lograr lo que te propongas si tienes la determinación necesaria.
  • Deshazte de lo que te borra la sonrisa de la cara. Tener motivos para sonreír es reconfortante y nos ayuda a ser felices.
  • Escribe sobre un papel cada una de tus inseguridades y piensa cómo puedes deshacerte de ellas. Ve borrándolas según lo vayas consiguiendo.


El poder de crecer y de avanzar está en nosotros. Por eso, es muy importante que nos ofrezcamos la posibilidad de mirar hacia adelante y de conseguir lo que queremos en la vida.




Por Raquel Aldana
 
Si levantas la vista de tu ombligo verás que no eres el centro del universo


Todos conocemos a ese tipo de personas que se creen que ellos son los únicos habitantes del mundo. Esas personas que pase lo que pase siempre están peor que tú, siempre han sufrido más y su vida ha sido mucho más dura. Esas personas a las que deseamos decirles que si levantan la vista de su ombligo verán que no son el centro del universo.


Carecen de un equilibrio emocional y viven de ser parásitos ante los demás utilizando la pena como arma de seducción. No tienen una sola cara, sino que se disfrazan de aquello que más les convenga para conseguir ser el ombligo de su mundo.




Son niños tratando de llamar la atención, y para ello, no dudan en usar los sentimientos ajenos. Utilizan los extremos de las emociones ajenas para suplantar su dolor, en base a artimañas disfrazadas de historias de su propia invención.


Esas historias que suelen ser exageraciones de alguna realidad que puedan haber conocido, pero que después de pasar por el filtro de su ombligo, si hay algún parecido a la historia original es pura coincidencia. Así, con esas historias tratan de conquistarte apelando a la pena que puedan suscitarte.

El yo-ismo o el arte de mirar solo el propio ombligo

El yo-ismo o arte de mirar solo el propio ombligo consiste en pasarte la vida hablando en clave de yo. Sí, ese yoi-smo caracterizado por el “y yo más”, “lo mío es peor”, “yo solo sé que siempre me pasan las peores cosas” o “yo soy la persona con peor suerte del mundo”.


Estas personas se quejan de que no son escuchadas, que nadie las entiende, pero son ellos los primeros que dejan de escucharte para hablarte de sus penas. Muchas veces este comportamiento es inconsciente, porque es la única manera de no sentirse solos.


En esos casos, se trata de personas de baja autoestima que no saben comunicar sus sentimientos de manera correcta. Además, suelen carecer de habilidades sociales que le permitan comunicarse mejor y, sobre todo, entender al otro y ponerse en su lugar.






En otros casos este arte de mirarse el ombligo lo hacen de forma completamente deliberada. En este caso demuestran su falta de empatía. Son personas egoístas y dañinas. Y es por ese egoísmo por el que se convierten en manipuladores emocionales.









Características de los egoístas emocionales

Estos manipuladores emocionales que son egoístas de forma consciente porque tratan de obtener de los demás un beneficio apelando a la pena, tienen las siguientes características identificables:




  • Insatisfacción vital: no les gusta la vida que viven y por tanto se inventan una realidad paralela. Con esta realidad tratan de llamar la atención de los que están a su alrededor usando para ello cuentos dramáticos.
  • Hallan placer en el lamento: suelen encontrar placer en el acto de quejarse, porque así asumen mejor su papel de “pobres víctimas” y logran llamar la atención de los demás. Pero eso solo ocurre al principio, con el tiempo vuelven a estar solos. Como se suele decir, lo poco atrae, pero lo mucho agota.
  • Chantaje emocional: porque si de verdad aprecias a estas personas no dejarás que sufran solas. Así de simple. Esa es su premisa para continuamente pedirte atención mediante la pena. Se trata, básicamente, de hacernos creer que somos malas personas si no obedecemos a sus demandas.
  • Profundo egocentrismo: derivado de la falta de empatía. Estas personas dan por descontado que merecen más que las otras y, cuando no lo obtienen, se quejan. Cuando no se les hace el caso que creen que merecen, se quejan. En definitiva, ellos son los importantes y el resto está para servirles.




Cómo lidiar (que no enfrentarse) a estas personas

Es muy difícil lidiar con este tipo de personas y evitar los chantajes y enfrentamientos. Resulta complicada una convivencia tranquila con estos manipuladores emocionales porque vampirizan todos tus recursos a la vez que te hacen sentir culpable.


Lo primero que tienes que saber es que, la utilidad de sus quejas o de sus historias, radica en conseguir lo que quiere. En un primer momento, la queja puede haber surgido de un motivo razonable, como, por ejemplo: una pérdida o una experiencia muy negativa.


En aquel momento, la persona se quejó y encontró el apoyo de quienes la rodeaban. Demostró que era una víctima (sufriente y doliente) y probablemente se le prestó más atención. Esta atención suplió las propias carencias emocionales que tiene. Así, la queja y el egoísmo se convirtieron en su manera de relacionarse.


Por ello, es una habilidad que puede corregirse como cualquier otro aprendizaje. Pero requiere de la admisión por parte del egoísta de que está siéndolo al hablar solo de sus sentimientos y al inventar historias para conseguir la ansiada atención de los demás.


Lo que tú, como conocedor y sufridor del egoísta puedes hacer es intentar conseguir que sea consciente de su problema para que, si él quiere, pueda pedir ayuda. Para ello utilizar estrategias comunicacionales como “la técnica del sándwich” pueden ayudar.





La técnica del sándwich consiste en hacer llegar una crítica y lograr que sea bien recibida. Empieza puntualizando una cualidad positiva de la persona, a continuación, menciona lo que crees que se podría mejorar y termina con unas palabras positivas hacia el que recibe la queja.


En este caso podría ser: “Entiendo que lo que te está pasando te hace mucho daño a pesar de que eres una persona muy fuerte, pero estaba hablando yo de lo que me preocupa y me gustaría que me escucharas al igual que yo lo hago contigo, ya que sueles ayudarme mucho”


Así podrás expresar tu malestar y a la vez no permitir que este vampiro emocional te absorva en su círculo del egoísmo. Porque, aunque deseemos decirle que levante la vista de su ombligo, para que vea que no es el centro del universo, no es la manera más adecuada de dirigirse a las personas. Si queremos recibir buen trato, hay que darlo primero, sea como sea la persona receptora.


Por Lorena Vara González





 
El falso altruismo: la emboscada del narcisista




El falso altruismo da forma a una de las hipocresías más dañinas y comunes. Se dice de aquellos que van de salvapatrias: personas que realizan favores no para hacer el bien, sino para nutrir su propio bienestar. Estamos sin duda ante la clásica emboscada del narcisista, ante quien es capaz de manipular al “ayudado” hasta sumirlo en una auténtica esclavitud emocional.


Por curioso que nos parezca, son muchos los psicólogos que nos advierten de algo importante sobre lo que reflexionar. El altruismo puro y desinteresado no es siempre algo natural. No todos estamos conectados por una empatía auténtica a pesar de que tenemos claro que el comportamiento cooperativo como tal nos ha permitido sobrevivir como especie.




El falso altruismo convive de forma abierta entre nosotros. Hay quien muestra amabilidad extrema, interés y atención hacia nosotros con el fin último de conseguir algo a cambio. Lo hacen los políticos, lo hacen algunos de nuestros familiares y lo hacen también los directivos con sus empleados porque saben que la amabilidad y el interés mejoran la eficacia. Hasta que claro está, llega ese día en el que el empleado enferma o tiene una emergencia familiar y el altruismo de su jefe, sencillamente, se esfuma.


Existen, como vemos, múltiples intereses velados tras esos actos de aparente empatía solidaria que deben mantenernos alerta. Es más, también nosotros podemos estar desplegando muchas de esas conductas inconscientes que perfilan al fin y al cabo a la personalidad narcisista, esa que a veces ni siquiera percibimos.







El falso altruismo y la sociedad narcisista

Imaginemos a una madre o a un padre de familia volcado en exclusiva en la atención de sus hijos. Estos ya son mayores, están emancipados e intentan, a duras penas, marcar cierta distancia respecto a esa figura a instantes intrusiva, que bajo la necesidad de prestar ayuda, no deja espacios ni libertad. Esa madre o ese padre son conscientes de que ese hijo puede valerse solo perfectamente; sin embargo, necesita estar al frente de esa atención continua para sentirse mejor, para validarse.


Esto es algo tan común que no es extraño que lo hayamos visto en algún allegado o vivido en carne propia. Sin embargo, la realidad puede ser mucho más compleja si alzamos la vista un poco más allá de nuestro entorno familiar. Una buena parte de nuestra sociedad practica ese falso altruismo nutrido por el narcisismo propio.


Por otra parte, desde la sociología nos señalan que nuestro mundo es cada vez más narcisista y que la generación del “yo y solo yo” no hace más que expandirse. Puede resultar sin duda desalentador, pero nuestras redes sociales, los canales de Youtube o tantas y tantas cuentas personales de Instagram ensalzan esa necesidad última por clamar un evidente “eh, aquí estoy yo”, atiéndeme, sígueme, dame un “like”, aliméntame con refuerzos positivos.







Por otro lado, no faltan tampoco muchos de esos famosos que a través de sus redes sociales nos muestran sus actos altruistas, sus compromisos con diversas causas sociales o sus colaboraciones con diversas organizaciones, ONG´S… La gran parte de las veces se trata solamente de vender una imagen. Practican un falso altruismo con el fin de convencernos de sus bondades para que nuestros filtros no empañen ni distorsionen esas atribuciones ideales que hacemos de ellos/as.
https://twitter.com/intent/tweet?te...com/falso-altruismo-emboscada-del-narcisista/
Un caso concreto, el caso Bill Gates

Un caso concreto sobre el que reflexionar sobre si fue falso altruismo o empatía solidaria, fue el relacionado con Bill Gates. Hubo una época en que empezaron a salir diversos informes sobre la falta de filantropía de una de las personalidades más reconocidas y millonarias de nuestro planeta. Microsoft ganaba una cantidad ingente de dinero y no dedicaba ni una pequeña parte a causas sociales. Después de casarse, Gates y su esposa crearon la “Fundación Bill y Melinda Gates”, una de las que más dinero aporta en la actualidad a diversas áreas sociales, de la salud y la educación.


No hay duda de que tal vez, el propio Gates reflexionara sobre la necesidad de contribuir a este tipo de causas y sacar algo bueno para la sociedad y el mundo en general. En este caso hablaríamos de empatía solidaria. Puede también que sus asesores consideraran que ese compromiso ético era más necesario con tal de mejorar la imagen de la firma.


Por otro lado, puede también que llegara un momento en que el propio Gates necesitara aportar esa contribución económica con el único objetivo de sentirse bien consigo mismo. El reconocimiento social que podría obtener por ello era algo que le satisfacía. En este último caso, estaríamos hablando de falso altruismo.





Las 5 claves del falso altruismo

Tal y como hemos podido ver, lo más deseable para nuestra sociedad es esa dimensión que todos deberíamos practicar a diario: la empatía solidaria. Amin Maalouf, conocido escritor franco-libanés y experto en problemas sociales, discriminación y conflictos étnicos nos señala que educar en empatía desde la infancia nos ayudaría a construir una humanidad más solidaria. Sin embargo, las dinámicas actuales nos empujan cada vez más hacia un narcisismo entrópico y dañino.


El falso altruismo está ahí, reflejando una práctica más de la personalidad narcisista y que por tanto debemos saber reconocer. Estas serían sus principales características:


  • Este tipo de altruismo, con sus actos de falsa o interesada bondad, se rige siempre desde una posición de poder. “Yo soy superior a ti y mi generosidad, lo quieras o no, te supedita a mí”
  • En ocasiones, practican una forma de ayuda casi compulsiva con el fin de cuidar y abrillantar su “ideal del yo”.
  • Muchas veces, con su altruismo, intentan darnos a entender que, si no fuera por ellos, nosotros no seríamos capaces de sobrevivir o de solucionar nuestros problemas.
  • Asimismo, no podemos olvidar que son grandes manipuladores. Chantajean y manipulan al “ayudado” hasta situarlo en auténticas emboscadas emocionales.

Para concluir, a pesar de que todos somos importantes, únicos y excepcionales, no olvidemos nunca nuestro compromiso con los otros, nuestro sentido de cooperación y el gran valor que puede suponer practicar una auténtica empatía solidaria, sin oscuros intereses velados.

Por Valeria Sabater
 
La felicidad está en tu hemisferio izquierdo


El verdadero hogar de nuestros sentimientos y emociones no se asienta en el corazón, sino en el cerebro. Es más, tal y como nos revelan estudios recientes, buena parte de tu felicidad está en el hemisferio izquierdo. Así, cada vez que nos sentimos entusiastas, llenos de energía, positividad y esperanza, el área que presenta mayor neuroactividad es precisamente la corteza prefrontal izquierda.


Por sí mismo, el tema no deja de ser interesante. Daniel Goleman hablaba de ello en un artículo del New York Times y explicaba, por ejemplo, cómo en los últimos años la neurociencia, la psicología, el budismo y la espiritualidad estaban uniendo lazos para hallar respuestas desde disciplinas en apariencia distantes.




Se sabe que en mayo del 2000 aconteció una reunión tan productiva como gratificante. El Dalai Lama se reunió con los mejores neurólogos y psicólogos del momento con un propósito. Con un fin elevado a la vez que práctico: conocer cómo maneja el budismo las emociones negativas, saber qué ocurre en el cerebro de una persona habituada a practicar la meditación y a usar (en apariencia) un enfoque mental basado en la bondad, el altruismo y la felicidad.


Aquel encuentro duró cinco días, en un escenario apartado de Dharamsala, en la India. Lo cierto es que fue muy fructífero para uno de aquellos científicos. El doctor Richard Davidson, director del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin, y autor de libros como El perfil emocional de tu cerebro, se fue de allí con una hipótesis de trabajo.


“Investigaciones recientes han demostrado que cuando simpatizamos, entablamos una amistad o socializamos, el cerebro activa muchas de las mismas redes que cuando experimentamos dolor físico o de otro tipo”
-Richard Davidson-
https://twitter.com/intent/tweet?te...la-felicidad-esta-en-tu-hemisferio-izquierdo/




La felicidad está en tu hemisferio izquierdo

El doctor Richardson es famoso por sus investigaciones en neurociencia afectiva. Después de años de trabajo y análisis en su laboratorio de la Universidad de Wisconsin, repite en sus conferencias una frase, un mismo comentario: la base de un cerebro sano es la bondad. A día de hoy, preside a su vez el Centro de Investigación de Mentes Saludables en la misma universidad y es habitual también que cada poco tiempo nos sorprenda con una nueva revelación.


Por ejemplo, en el 2008, cuando uno de sus estudios se centró en demostrar la relación entre la neuroplasticidad y las técnicas de meditación. Es decir, aquellas personas habituadas a llevar a cabo esta práctica durante una buena parte de su vida (no vale con iniciarse en la meditación de un día para otro) presentan una mayor actividad eléctrica, mayor capacidad para concentrarse, aprender y generar nuevas conexiones neuronales.




Por otro lado, si nos remitimos a su libro The Emotional Life of Your Brain (El perfil emocional de tu cerebro) del 2012, encontramos una de sus teorías más interesantes. Esa que nos dice sencillamente, que la felicidad está en tu hemisferio izquierdo del cerebro. Veamos más datos sobre esta idea.


Los lóbulos frontales y nuestras emociones

A lo largo de nuestra evolución como especie, esa masa de mil millones de neuronas situada en el interior de nuestro cráneo se ha ido especializando. Así, decir que la felicidad está en tu hemisferio izquierdo no es más que un modo de expresar, cómo y de qué manera nuestras emociones postivas se han desarrollado también durante el tiempo.


  • Por ejemplo, no hace mucho se asumía la idea de que todo ese universo de sentimientos y emociones se alojaba en esa área más primitiva de nuestro cerebro interior, la misma que en su día, recibió la etiqueta de “reptiliano”. Es en esta zona donde, efectivamente, se sitúan esas estructuras más antiguas como el sistema límbico, encargada de regular todos esos procesos emocionales.
  • Sin embargo, hace ya más de treinta años que la neurociencia hizo otro descubrimiento. Sabemos ya que las emociones no se quedan en exclusiva en esa caverna profunda del cerebro que es el sistema límbico. De hecho, esta estructura está directamente conectada con los lóbulos frontales (involucrados en el pensamiento más complejo como son las funciones ejecutivas).






La angustia, el estrés y la ansiedad están en el hemisferio derecho

El doctor Richard Davidson ya partía de esta base. Es decir, ya conocía la relación entre el sistema límbico y los lóbulos frontales. No obstante, después de unos años de investigación y a través de pruebas con resonancias magnéticas pudo ver algo muy llamativo:


  • Las imágenes funcionales revelaron que cuando nos sentimos angustiados, estresados o deprimidos, las áreas más activas del cerebro son los circuitos que convergen en la amígdala, así como en la corteza prefrontal derecha.
  • Esta zona, la corteza prefrontal derecha está relacionada con la hipervigilancia, algo muy común en esos momentos en que experimentamos un estrés elevado.

El hemisferio izquierdo y las emociones positivas

La felicidad está en tu hemisferio izquierdo o, más concretamente, en tu lóbulo frontal izquierdo. Así, cuando nos sentimos más tranquilos, optimistas, relajados a la vez que esperanzados, el lóbulo frontal derecho presenta una menor actividad, en contraste con la intensa actividad neuronal del área izquierda.


Es un dato llamativo, una realidad que la neurociencia da por válida y que nos puede servir sin duda para llevar a cabo alguna que otra reflexión.


“En mi investigación, descubrí formas prácticas y efectivas de hacerlo, de modificar nuestro estilo emocional para mejorar la capacidad de recuperación. El hecho sorprendente es que solo a través de la actividad mental podemos cambiar intencionalmente nuestros propios cerebros. La actividad mental, va desde la meditación hasta la terapia de comportamiento cognitivo”.


-Richard Davidson-


Si la felicidad está en tu hemisferio izquierdo, ¿cómo puedo estimular esta área?

El doctor Davidson señala que para modificar la actividad de nuestro cerebro, lo mejor es mejorar nuestros pensamientos, nuestra actividad mental. Esto es algo que avalan enfoques terapéuticos como la terapia cognitiva-conductal, un marco más que idóneo para tratar desde depresiones, ansiedad, fobias, estrés, etc.


Asimismo, si la felicidad está en tu hemisferio izquierdo y deseas “silenciar” esa hiperactividad del área del lóbulo cerebral derecho, es recomendable practicar las siguientes dimensiones:


  • La meditación.
  • La bondad.
  • El altruismo.
  • Dedicarnos tiempos de descanso.
  • Cultivar la amistad.
  • Tener un objetivo, una motivación.
  • Ser entusiastas.
  • Ser positivos, creer en la esperanza.




Para concluir, más allá de dónde se sitúe determinado proceso, cualidad o competencia, hay un aspecto que no podemos dejar de lado. Somos nosotros quienes podemos modificar y optimizar nuestros procesos cerebrales. Nosotros quienes tenemos la obligación de transitar por esa línea de vida más relajada, abierta y flexible donde asentar las auténticas bases neurológicas de la felicidad.

Por Valeria Sabater
 
Autocensura: barreras psicológicas para transmitir información



En ocasiones optamos por no revelar la información que tenemos. Nos callamos sin que exista una barrera que nos impida hablar. Decidimos que es mejor callarnos que compartir la información. ¿Por qué? Todo ello es debido a un mecanismo psicológico denominado autocensura. La autocensura se define como el acto de ocultar intencional y voluntariamente información a otros en ausencia de obstáculos formales.


Cuando se piensa que revelar la información tiene un alto coste, es más probable que no se comparta. La información autocensurada puede mantener la convivencia en una sociedad y ayudar a prevenir la maldad. No obstante, la autocensura puede generar angustia, culpa y vergüenza, además de impedir el libre flujo de información. Por tanto, la autocensura también puede llevar a la sociedad a la ignorancia, empobrecer el debate público y contribuir al deterioro moral.




El libre acceso a la información

El libre acceso a la información eleva el valor de la libertad de expresión y el pensamiento crítico. Asimismo, el libre acceso permite discusiones más deliberadas, además de abiertas y gratuitas, permite la transparencia del sistema y aumenta el alcance de las discusiones públicas.


Todo ello permite que los líderes y los miembros de la sociedad tomen decisiones más equilibradas y mejor argumentadas sobre asuntos sociales, previniendo las transgresiones morales. Así, el libre acceso a la información permite el cambio dinámico de opiniones y facilita el desarrollo de la tolerancia.


Sin embargo, en toda sociedad existe una tensión entre el flujo libre de información y su restricción. En este sentido, pensemos que un flujo desenfrenado de información puede llegar a dañar a una sociedad.


De hecho, incluso los estados más liberales, democráticos e ilustrados consideran necesario suprimir al menos parte de la información y las opiniones. Pero la limitación al acceso de la información no solo está en la leyes, las reglas y los mecanismos formales, sino también en los individuos como miembros colectivos que se imponen la autocensura.









Componentes de la autocensura

La autocensura requiere que el actor tenga una información que no haya sido revelada. Al hablar de información dejamos fuera las opiniones. La información, al contrario que las opiniones, tiene que ser veraz. Se refiere a algo que realmente sucedió y se considera verificado y validado sin depender de opiniones personales. El contenido de la información puede ser diverso, con temas que van desde los negativos a los positivos.


El acto de censura indica que el individuo intencionalmente y voluntariamente rehúsa (no comparte) esta información a pesar del hecho de que no existe un obstáculo formal, como la censura externa, que le impida compartirla.


Esto es, que las personas deciden voluntariamente no compartir la información sin que exista otro tipo de limitación que le impida revelarla. Este comportamiento implica que los individuos controlan y regulan informalmente el flujo de información, o en otras palabras, obstruyen el libre acceso a la información, la libertad de expresión y el libre flujo de información.


Bases psicológicas de la autocensura

La autocensura cuenta con, al menos, tres bases establecidas en la psicología:




En primer lugar, los seres humanos evocativamente tendemos a compartir, comunicar y divulgar información. Los miembros de las sociedades tienen un incentivo psicológico y social para compartir información. Por tanto, para que se produzca la autocensura debe otro motivo que se contraponga.


En segundo lugar, las personas, como miembros de un grupo, se preocupan por él. Esto significa que vamos a tratar de mantener una imagen positiva de nuestro grupo y evitar la información que tiene implicaciones negativas para la imagen de nuestro grupo.


Por último, una persona consciente de poseer nueva información que es relevante y que no ha sido revelada va a experimentar un dilema. Este dilema aparecerá cuando esa información puede causar daño al ser revelada porque viola una norma, un dogma, una ideología o un valor.


El nivel del dilema puede variar de persona a persona y depender del tipo de información, contexto u otros factores. Pero una persona siempre experimenta al menos un nivel mínimo de dilema cuando practica la autocensura.





Factores contribuyentes

Existen cuatro factores que van a contribuir en que se produzca la autocensura. Estos son: el contexto grupal, los factores individuales, la el tipo de información y los factores circunstanciales. La importancia del contexto colectivo radica en el hecho de que este dicta necesidades y los objetivos de los miembros de la sociedad y los desafíos que deben enfrentar para alcanzarlos.


También brinda oportunidades y limitaciones, estímulos e inhibiciones, así como los espacios y límites para el comportamiento humano. En cuanto a los factores individuales, los rasgos de personalidad, la visión del mundo, los valores, ideologías, emociones, actitudes y motivaciones van a influir en la autocensura.


Respecto al tipo de información, van a influir en la autocensura: la gravedad de la información, la relevancia para el presente, el tipo de acto que involucra la información, los objetos de la información y los problemas planteados en la información.


Asimismo, factores circunstanciales relacionados con la recopilación de la información, el número de personas que saben de ella, el tiempo transcurrido desde que se obtuvo la información y las características de la posible audiencia a la que revelar la información (identidad, rol, estado, etc.) van a influir en la autocensura.


En esta consideración, la persona calcula los costos subjetivos y las recompensas por cada decisión y luego se enfrenta al dilema que surge resolviendo la disonancia. El resultado de estas consideraciones personales subjetivas determina si una persona revelará la información, a quién, si una parte o la totalidad, o si practicará la autocensura.

Por Roberto Muelas Lobato
 
Levantarse con el pie izquierdo realmente nos arruina el día, lo confirma la ciencia


Levantarse con el pie izquierdo es sinónimo de mala suerte, aunque esta expresión también se usa para indicar que nos hemos despertado de mal humor. De hecho, es probable que en más de una ocasión, ante una mala jornada, hayas pensado que ese día te has levantado con el pie izquierdo.



El origen del mito sobre el lado izquierdo



Todo parece indicar que la idea de “levantarse con el pie izquierdo” surgió en la Antigua Roma. En aquella época, las personas se aseguraban de levantarse por el lado derecho de la cama y poner siempre el pie derecho en el suelo. Algunas personas incluso creían que ponerse primero el zapato izquierdo atraía la mala suerte.



Lo cierto es que en aquella época existían muchas supersticiones relacionadas con el lado izquierdo. Durante el siglo XIX, por ejemplo, ningún pescador se atrevía a subir al barco por babor; es decir, por la parte izquierda. Aunque era más incómodo embarcar por estribor, nadie iba en contra de la tradición.



El problema es que durante muchos siglos se pensó que cualquier cosa relacionada con la izquierda era sobrenatural, misteriosa y potencialmente peligrosa. De hecho, la palabra siniestro, que hoy usamos como sinónimo de infeliz, funesto y aciago, en realidad proviene del latín “sinister”, que significa izquierda.



Curiosamente, los expertos en Feng Shui, una antigua práctica china que implica colocar los elementos de la casa en ciertas posiciones para estar en armonía con su entorno, creen que es mejor levantarse con el pie izquierdo y por el lado izquierdo de la cama ya que este se asocia con valores positivos.



La ciencia confirma que levantarse con el pie izquierdo realmente puede arruinarnos la jornada



Cuando nos quejamos porque nos hemos levantado con el pie izquierdo y nos sentimos deprimidos o irritables a las ocho de la mañana, tenemos razón en preocuparnos por lo que sucederá durante el resto del día. En realidad, ese problema matutino es una profecía autocumplida: si creemos que el día será cuesta arriba, lo será. Despertarnos mal hace que el cerebro trabaje peor, y todo no hará sino empeorar a medida que avance la jornada.



Lo comprobaron psicólogos de la Universidad Estatal de Pensilvania, quienes reclutaron a 240 personas y les pidieron que durante dos semanas respondieran a unas preguntas que les enviaban al móvil cada mañana: ¿Cómo pensaban que sería la jornada? ¿Cuán estresante y difícil podría ser?



Luego, a lo largo del día, los participantes se sometían a una serie de pruebas para evaluar su nivel de estrés y la memoria a corto plazo, que es la encargada de almacenar la información con la que trabajamos, y es un excelente indicador del funcionamiento cerebral.



Los resultados no dieron lugar a dudas: cuando nos despertamos con el pie izquierdo; es decir, cuando pensamos que será una jornada dura, será una jornada dura. Vamos acumulando estrés y la memoria de trabajo va empeorando a medida que pasan las horas. Eso significa que nos vamos agotando, cualquier tarea se nos hace cuesta arriba y terminamos más irritables o deprimidos de como nos levantamos.



La actitud mental cuenta, y mucho



Cuando pensamos que nos levantamos con el pie izquierdo, ya hemos decidido el destino del día: si creemos que va a ser duro, es bastante probable que la jornada sea estresante. Una actitud negativa hará que exageremos los pequeños problemas y contratiempos, que se irán sumando y empeorarán aún más nuestro estado de ánimo.



Además, pensar que la jornada irá mal nos sume en un estado de anticipación ansiosa que genera estrés e irritabilidad, de manera que responderemos peor ante las situaciones y crearemos nosotros mismos más problemas. Esa anticipación ansiosa también hará que estemos más distraídos, lo cual aumenta las probabilidades de que cometamos errores o tengamos accidentes.



Si el cerebro no descansa lo suficiente, no estarás en forma al día siguiente



Levantarse con el pie izquierdo no es únicamente una cuestión de actitud. Si te levantas malhumorado por la mañana es probable que se deba a que has dormido mal. Y si has dormido mal, tu cerebro no habrá descansado lo suficiente, por lo que no podrá responder con la misma eficiencia.



Un estudio desarrollado en el Walter Reed Army Institute of Research, por ejemplo, reveló que la falta de sueño nos arrebata casi por completo nuestro sentido del humor, además de crear dificultades para gestionar nuestras emociones. Eso significa que una situación que en circunstancias normales incluso podríamos percibir como divertida, puede convertirse rápidamente en un problema.



Otra investigación realizada en la Universidad de Massachusetts descubrió que dormir mal puede provocar tristeza y una disminución de la autoestima. Investigadores de la Universidad de Binghamton comprobaron que cuando dormimos mal se disparan los pensamientos automáticos negativos, los cuales no nos abandonan durante toda la jornada y hacen que veamos las cosas bajo un prisma negativo.



Por si fuera poco, dormir mal nos hace tomar malas decisiones y acrecienta la percepción de cualquier sensación de dolor o malestar físico que estemos experimentando. Con tal revoltijo de “efectos secundarios”, no es extraño que cuando nos levantemos con el pie izquierdo, la jornada realmente se tuerza.



¿Existe alguna manera de mejorar la jornada?



Además de levantarse con el pie derecho :) ser conscientes de que podemos reaccionar de manera exagerada ante los contratiempos porque nuestra mente no está en buena forma, puede ayudarnos a tomar una distancia psicológica del problema y asumirlo con una actitud más objetiva. Recuerda que, al fin y al cabo, no son las circunstancias las que determinan tu jornada sino la manera en que reaccionas a ellas y la importancia que les das.

Por Jennifer Delgado

 
El poder de la sonrisa de Duchenne



Dicen de la sonrisa de Duchenne que es la más genuina, que atrapa por su sinceridad, que encandila por su magia y por las emociones positivas que transmite. Así, de entre todos los gestos que puede reflejar el rostro humano, este es sin duda uno de los más atractivos y llamativos, uno que la ciencia de las sonrisas viene estudiando durante décadas por su poderoso efecto.


Hay quien define las sonrisas como “engrasadores sociales”. Sin embargo, son mucho más que eso: el ser humano llega al mundo con ese mecanismo social impreso en lo más profundo de su ADN, incluso las personas invidentes sonríen de forma automática sin haber visto jamás una sonrisa. Es ese resorte espontáneo el que mejora el ánimo, que optimiza las relaciones y que nos permite transmitir emociones sin necesidad de palabras.




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Ahora bien, cabe señalar que este maravilloso gesto social presenta diversas variedades, que no todas las sonrisas son iguales y que hay una que destaca sobre las demás de manera prodigiosa. Hablamos de ella, de la sonrisa de Duchenne, el epítome de lo genuino y que definió en su día el médico, neurólogo y pionero en fotografía médica Guillaume Duchenne a mediados del siglo XIX.


El doctor Duchenne, experto sobre todo en la fisiología del movimiento, quiso describir y detallar cómo se diferenciaban las sonrisas falsas de las auténticas, y para ello, detalló paso a paso cómo se dibuja y aparece en nuestro rostro. Hablamos de un gesto involucra para su formación a una serie de músculos de nuestra complejísima arquitectura facial.


Un tema sin duda interesante y con notables matices en el que vale la pena profundizar.







¿Qué nos la ciencia sobre la sonrisa de Duchenne?

Es muy posible que una parte de nuestros lectores asuman la idea de que existe una sonrisa genuina y sincera con algo de escepticismo. Para los que así lo crean, cabe decir que no se equivocan, porque tal y como muchos pueden sospechar, la sonrisa de Duchenne puede imitarse y por tanto convertirse en una falsa sonrisa con un fin muy concreto: seducir, convencer, atraer, engañar, etc.


Así, gracias a un estudio llevado a cabo por la Universidad Tufts, en Massachusetts y publicado en la revista British Psychological Society, puedo verse que, tras poner a prueba a un grupo de 98 participantes, casi el 69% de la muestra podía imitar “casi a la perfección” este tipo de sonrisa.


Decimos “casi” porque un buen experto en la sonrisa de Duchenne sí podría advertir la falsedad, porque en este gesto social hay un matiz que va más allá de la boca y que se imprime en la mirada: es la autenticidad emocional.




¿Cómo identificar la sonrisa de Duchenne?

Tal y como el propio doctor Duchenne explicó en 1862, la característica esencial de cualquier sonrisa es la elevación de las esquinas del labio, las cuales se levantan con la ayuda de los músculos de la mejilla. Ahora bien, la sonrisa de Duchenne tiene un matiz singular a la vez que excepcional, y es el generado por la emoción positiva y la alegría, la cual, se transmite mediante una combinación sutil de diversos músculos.


  • Estamos ante un tipo de sonrisa que se origina con la contracción de los músculos cigomático mayor y cigomático menor cerca de la boca, los cuales, alzan a su vez la comisura de los labios. Asimismo, y aquí viene el matiz singular, también se forman unas pequeñas arruguitas alrededor de los ojos al contraerse tanto las mejillas como el músculo orbicular cerca de los ojos (orbicularis oculi).

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¿Cómo diferenciar una sonrisa de Duchenne auténtica de una falsa?

Paul Ekman es un psicólogo reconocido por su trabajo en el campo de las emociones, especialmente en lo que se refiere a su expresión. Gracias a él conocemos hasta 18 tipos diferentes de sonrisa, las emociones asociadas a ella y los músculos faciales implicados en cada gesto.


  • Así, algo que nos señala el doctor Ekman es que la mayoría de las sonrisas (incluidas las falsas) responden a la propia voluntad. Sin embargo, la sonrisa de Duchenne auténtica es el reflejo de las emociones del alma.
  • Esta frase, que nos puede parecer algo poética, manifiesta una idea que él mismo demostró en un estudio publicado en una revista de psicología social. A saber, este gesto se percibe con la sonrisa, pero también con la mirada, porque es ahí donde se refleja la felicidad, el bienestar o la complicidad más auténtica.

De este modo, un aspecto que debemos conocer sobre la sonrisa de Duchenne es que está controlada por la corteza motora y por el sistema límbico. ¿Qué significa esto? Básicamente que es un gesto que implica a la parte más emocional del cerebro. Todo ello nos hace concluir que las sonrisas verdaderas, las genuinas, provienen de esa parte del cerebro donde las emociones positivas hacen que se contraigan los ojos, al mismo tiempo que les confieren un brillo especial.


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Por tanto, cuando estemos ante alguien que dibuja para nosotros una sonrisa, no nos quedemos solo con la atractiva forma de esos labios. Vayamos también en busca de los ojos para ver el brillo que generan las emociones positivas no falseadas, intuyamos la sinceridad, la mirada que no rehúye y que abraza en profundidad…


Para concluir, tal y como señala Daniel Goleman en su libro Inteligencia Social, abundan en exceso las personas tristes con sonrisas falsas. Si trabajamos nuestras emociones e invertimos en bienestar y felicidad, mostraremos al mundo una auténtica sonrisa Duchenne.

Por Valeria Sabater
 
Déjà vu, la sensación de lo ya vivido


Pongamos un ejemplo de lo que podría un ser un déjà vu: Acompañamos a un amigo a ver el piso que ha alquilado, llegamos a esa calle cualquiera de una ciudad cualquiera y tenemos una súbita sensación:… Esos árboles, la forma de los edificios, el modo en que el sol cae en las esquinas….


Hay algo que nos es íntimamente familiar y no logramos situarlo en nuestra memoria. ¿Hemos estado ahí antes? No, es imposible, porque es la primera vez que vemos ese lugar. Entonces, ¿qué está ocurriendo en nuestro cerebro? ¿Por qué estamos convencidos de que lo conocemos de algo, de que lo hemos visto antes?




1. Investigación científica

En los últimos años, el déjà vu ha sido sometido a una serie investigaciones psicológicas y neurofisiológicas que nos permiten tener algunos datos al respecto. Y la realidad es que este fénomeno está ahí, siempre ha ocurrido, en todas las culturas, en todas las épocas y con la misma prevalencia en hombres que en mujeres.


La única diferencia que merece la pena señalar se refiere al corte de edad (entre los 20 y los 25 suele tener mayor intensidad). También es destacable otra cuestión, y es que este fenómeno está más presente entre personas con un carácter más sensible, o individuos más creativos o intuitivos.







¿Tiene explicación?

La primera explicación que se debe tener en cuenta es que el déjà vu no es un hecho sobrenatural. Los científicos lo atribuyen a un solapamiento entre los sistemas neurológicos responsables de la memoria a corto plazo (sucesos que se perciben como pertenecientes al presente) y los responsables de la memoria a largo plazo (sucesos que se perciben como pertenecientes al pasado).


En otras palabras, los científicos explican el déjà vu como un proceso en que la mente inconsciente percibe el entorno antes que la mente consciente. Es decir, que sí se trata de un fenómeno con una base consistente.




Existe un estudio realizado a este respecto, lo realizó Akira O’Connor, de la Universidad de Leeds. O’Connor analizó el caso de un hombre de Sidney, un profesor de literatura ciego desde su nacimiento que manifestaba tener continuas sensaciones de “déjà vu”.


Sus experiencias se basaban en sensaciones, en súbitas sensaciones de ir a un lugar nuevo por primera vez y “sentir” que ya lo conocía, o hablar con personas desconocidas y creer que eran amistades ya consolidadas.


Este estudio les permitió deducir que el “dèjá vu” no se basa exclusivamente en el canal visual, es decir, cuando vemos esa calle por primera vez nos sentimos asaltados por una serie de sensaciones inexplicables que quizá tendríamos igualmente si tuviéramos los ojos tapados. Entonces ¿qué otra explicación se ha propuesto sobre el déjà vu?


2. Déjà vu, ¿memoria de los sueños?




Aunque en los últimos tiempos se han publicado muchas teorías al respecto, hoy en día la investigación prosigue en el campo de los sueños, en averiguar de qué modo “almacena o reorganiza” la información el cerebro cuando nos encontramos en este estado de inconsciencia.


Es un campo de estudios realmente interesante si tenemos en cuenta que la mayoría de los sueños que experimentamos por las noches, casi nunca son recordados… una persona que duerme puede presentar un gran despliegue de actividad en zonas cerebrales relacionadas con el proceso de la memoria de largo plazo; soñamos con viajes, con personas, con extrañas historias y con historias no tan ilógicas…


Es posible que un 5% de lo que recordamos son solo sueños y no realidades. Las investigaciones, sin duda, van a proseguir; mientras, todos seguiremos experimentando este fenómeno que nos intriga y desconcierta a la vez, porque… ¿Quién no ha sentido nunca un pequeño “déjà vu”?

Por Valeria Sabater
 
Hay personas que tienen su propio ombligo en el lugar del corazón


A las personas que actúan con maldad hay que desearles suerte, pues la necesitarán tarde o temprano. Los malos actos no quedan impunes, aunque muchas veces creamos que el merecido obtenido no está ajustado a los actos emprendidos por esas personas que se comportan esencialmente de manera egoísta y malvada.


De todas formas no conviene caer en el autoengaño, por lo que debemos saber que muchas veces esa retribución no es visible. La oscuridad que generan en una persona los actos de egoísmo y maldad obtiene su máximo esplendor a nivel interno.




Una persona que solo piensa en sí misma y que actúa según sus propios intereses sin importarle quién esté delante, acaba pagando un alto precio. Con gran probabilidad su vida se tiñe de soledad y de rechazo, mermando su potencial capacidad de obtener bienestar en la vida.


Están las personas que obtienen gratificación directa a través de la realización de malos actos. Estas personas solo generan sentimientos aproximados de odio y temor a su alrededor y, como sabemos, vivir solo con uno mismo acaba siendo tremendamente doloroso.


Como en todo, hay niveles de egoísmo, de maldad y de despecho. Sin embargo, se haga o no se haga explícita esta vida interior negativa siempre redunda en una gran falta de paz interior, lo que a la persona de buenos sentimientos le genera compasión y tristeza.







La hipótesis del mundo justo, un autoengaño común en las personas

Cuando algo no nos gusta, nos resulta desagradable o injusto siempre acudimos a la idea del destino como justiciero. Sin embargo, esto solo es una manera más de cerrar los ojos para no contemplar aquello que nos gustaría que fuese de una manera determinada pero que, además, no podemos controlar.


Pensar que cada cual recibe su merecido nos hace sentir que todo está bien y que nuestra felicidad no peligra, pues lo malo solo le ocurre a quien lo merece porque se ha comportado con maldad o porque se muestra insensible.




Hay gente llena de maldad a la que nos gustaría que el tiempo diese su merecido, por lo que fantaseamos con esa idea de que el mundo es justo y que cualquier bien que le alcance será solo un espejismo.
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Nos gusta y necesitamos creer en ello para vivir con tranquilidad. Nuestra mente nos hace sentir la necesidad de que lo podemos controlar todo, pero lo cierto es que solo podemos manejar cierta parte de nuestras experiencias.





El egoísmo, manantial de malas relaciones

Hay personas que tienen su propio ombligo en el lugar del corazón. Personas que solo creen en sí mismas y solo se mueven por sus intereses, dejando a un lado los sentimientos de los demás.


Esto genera enorme malestar, por lo que podemos afirmar que el egoísmo es la fuente que genera malas relaciones basadas en la injusticia y el dolor más profundo.


No podemos controlar cómo son los demás, pero sí que podemos lograr que nos afecte lo menos posible. Anticiparnos a lo negativo y mantenernos vigilantes ayuda a que la basura se saque sola.
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Vivir ajenos a la realidad de que hay gente que no siembra buenos sentimientos es algo que solo nos afecta a nosotros. Tomar distancia emocional y observar detenidamente los actos de los demás nos ayudará a anticipar y a no validar aquello que las malas artes de ciertas personas pretenden.

Por Raquel Aldana
 
Me permito el lujo de alejar lo que agota mi paciencia


A mediados de los años 70, una serie de experimentos de laboratorio llevados a cabo por Robert Zajonc demostraron que la sola exposición de individuos a estímulos familiares era suficiente para que éstos fueran calificados de una forma más positiva, en comparación a estímulos similares que sin embargo no habían sido presentados. Este efecto se conoce como el efecto de la “mera exposición” o “efecto de familiaridad” y es algo en los que esencialmente se basa la inversión en publicidad.


Es decir, este experimento venía a decir que aunque algo no sea muy atractivo, nos vamos a acostumbrar a su presencia por el mero hecho de familiarizarnos con ello. Sin embargo, la psicología humana es algo es más compleja. Llegados a un determinado punto, aunque algo se nos presente muchas veces, puede dejar de resultarnos familiar para pasar a ser cargante, pesado y desmotivador.




Ese dicho de que “podemos acostumbrarnos hasta a lo peor” no parece cumplirse siempre en la realidad. Existen hechos que han ido mermando nuestra paciencia y deseamos que dejen de resultarnos familiares, queremos ese malestar fuera de nuestra vida. Es el lujo de alejarte de aquello que agota tu paciencia. Es un lujo, porque a veces está fuera de nuestro alcance y porque sus beneficios resultan ser un completo elixir de serenidad y calma.


Poner al límite a nuestra paciencia: un juego nada divertido

Hay muchas capacidades que resultan asombrosas al ser puestas a prueba en situaciones límite. No ocurre lo mismo con la paciencia, esa capacidad que parece agotarse y consumirse con determinadas personas y situaciones que juegan con ella hasta el límite con demasiada frecuencia.


Personas que piden "perdón" continuamente, que justifican continuos despistes, salidas de tono y faltas de consideración. Situaciones monótonas y eternas, que se reproducen en el tiempo una y otra vez, variando en la forma pero no en el fondo: siempre acabas exhausta, dolorida e irritada.


Ciertas situaciones se reproducen en el tiempo una y otra vez, a veces por parte de las mismas personas. Nos sentimos exhaustos e irritados y nuestra cabeza parece preguntarse…¿Otra vez lo mismo?
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Todo este cúmulo de sensaciones nos llevan a una reflexión evidente en la teoría pero no tanto en la práctica: jugar con nuestra paciencia no es nada divertido, es agotador y frustrante. Hacer “la vista gorda” una y otra vez respecto actitudes que nos dañan es lo contrario a la asertividad, es masoquismo emocional.


Valorar mi paciencia, con los años es una energía que se agota

Antes de analizar y juzgar aquello que colma nuestra paciencia, deberíamos analizarnos a nosotros mismos. Si te vuelves a exponer una y otra vez a aquello que te irrita, estás exponiéndote a cuerpo descubierto a un batallón de cuchillos cada vez más afilados, cada vez más precisos y certeros en el daño que causan en ti.


Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, no es una responsabilidad ajena, sino propia. Ya sabes a lo que te estás exponiendo, recibir una nueva decepción es una cuestión de tiempo. Estás jugando a la ruleta rusa con tu paciencia y dignifidad. Aunque creas que lo haces por no evitar conflictos con personas a las que aprecias, estás concediendo carta blanca a todo aquél que no te toma en consideración.


No somos culpables del comportamiento desconsiderado de los demás, pero somos responsables de no poner los límites que eviten que esas faltan de respeto se den continuamente por parte de las mismas personas.


La paciencia es una capacidad, por tanto, limitada. Es una virtud cuando la ponemos al servicio de algo que nos interesa conseguir a largo plazo o cuando la necesitamos sobremanera en situaciones excepcionales, como una gran rabieta de un niño o soportar un retraso largo de alguien con quien habíamos quedado.


Por tanto, la paciencia no debe definirnos, sino caracterizarnos: tengo paciencia para aquello que lo merece o para lo que no encuentro otro remedio. No tengo paciencia para aquello que me crispa sin motivo aparente de forma continuada, esperando de mí absoluta complacencia y silencio. Eso no es ser paciente, eso es dañarme sin necesidad alguna, sin tener más recompensa cierta que el dolor.


Poner límites a los demás para que nuestra paciencia no llegue a su límite

La clave para conservar nuestra paciencia en aquello que lo necesita es, por tanto, no malgastarla con aquello que no la requiere. Si una amiga siempre cambia nuestros planes a su conveniencia, si un compañero de trabajo llega tarde sin excepción o si alguien nos miente de manera habitual debemos hacerle ver que no nos gusta su conducta y que no estamos dispuestos a seguir tolerándola.


El silencio respecto actitudes y conductas que nos dañan nos convierte en cómplices del dolor que otros nos causan. La bondad y la paciencia tiene un límite y es la pérdida de la ingenuidad de suponer que las cosas van a cambiar solas, sin que nosotros tomemos partido en la situación que nos afecta de forma directa.





Alejarte de lo que agota tu paciencia es un lujo y una buena decisión, pues no tenemos que volver a transitar por los caminos en los que mayoritariamente siempre encontramos excusas, mentiras, desconsideración o desprecio. Querer guardar tu paciencia es quererte a ti mismo.


Algunos se escandalizarán por cortar por lo sano, ya que carecen de sentido de autocrítica y no son conscientes de que tu paciencia es un bien limitado y que la energía para soportar continuos desplantes tiene que ser utilizada para algo mejor.


La paciencia debe dirigirse a algo que no te devuelva siempre malestar y nerviosismo. Por muy familiar que eso haya sido en nuestras vidas, todo el mundo tiene la capacidad para decir “hasta aquí” o “no quiero soportar esto una vez más”. Nuestra paciencia es un valor, pero también un faro que identifica a las personas que solo de manera anedótica la ponen a prueba.

Por Cristina Roda Rivera

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Hay que vivir como se piensa, no pensar como se vive



Nos olvidamos de que la vida se vive tan solo una vez y que no se trata de llevarla lo mejor posible y de sufrir lo menos posible, sino que se trata de luchar por la vida que siempre añoramos. Se trata de hacer de tu vida un camino lo más honesto contigo mismo, elegir y no solo descartar.


Vamos a ver en qué posición te encuentras y como poder cambiar si es lo que realmente quieres.




Todos sabemos en la situación de incertidumbre en la que nos encontramos, pero hay que neutralizar el efecto que esta incertidumbre tiene en nosotros a la hora de tomar decisiones y enfrentar la vida.


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Dos preguntas que requieren dos respuestas sinceras

  • ¿Qué puedes hacer realmente útil en la vida porque lo haces bien y te apasiona?
  • ¿Qué clase de personas son las que quiero que me acompañen, en cualquier terreno sentimental, laboral, de amigos… etc?

Parecen dos preguntas muy simples para tomar conciencia y responderte con la verdad. Inmediatamente, vendrán a tu cabeza pensamientos como “no puedo” , “no debo”, “tengo responsabilidades”.


No te has dado cuenta que buscar la respuesta más sincera te va a colocar en el punto de partida de la vida que realmente quieres vivir a partir de ahora.




Y que por cada excusa que das respondiendo estas preguntas, vuelves a estar más cerca de la vida que llevas y en la que no te encuentras del todo cómodo. Sino, dudo que hubieras llegado a reflexionar acerca de la pregunta.


Entonces entramos en un dilema: ¿Seguir viviendo de la forma que lo hago o arriesgarme a perder cosas de mi situación actual, para mejorar pero sabiendo también que puedo perder todo?


Bueno, no se trata de que un artículo sirva para resolver un dilema de forma tan sencilla y pretenciosa. Por tanto, vamos a exponer los dos tipos de formas de vivir que hemos señalado, con lo positivo y negativo, y tu cabeza y corazón te darán la respuesta.


Pensar como se vive

Cuando pensamos como vivimos, asumimos que la situación es difícil de cambiar.




Quizás estamos envueltos en unas circunstancias inverosímiles desde hace años atrás y lo intentamos solventar y llevar de la mejor forma posible, no nos queda otra o no nos han dejado otra.


Una persona madura va a afrontar toda esta situación con dolor, pero también con ganas para construir una vida mejor.


Nos damos cuenta de que muchas personas se rinden ante la necesidad apremiante, prefieren elegir un camino más seguro y más sencillo, lo que no implica que no haya felicidad en él, pues algunas personas lo aceptan bien . Otras sin embargo, llegada una determinada fase del camino “elegido” se frustran.


Si piensas como vives:


  • Tendrás más seguridad, pues no te importará trabajar en lo que haga falta para poder seguir adelante
  • Tendrás estabilidad, pues las personas que caminan contigo han asumido que “es lo que toca” también y los reproches no deben aparecer.
  • Tu conciencia está tranquila, pues has hecho lo mejor en las peores circunstancias
  • No podrás haber tomado el camino que quisiste pero has hecho de este camino lo mejor que has podido hacer, y eso es un logro incuestionable




Vivir como se piensa

Cuando se vive como se piensa no hay nada que ajustar entre lo que me gustaría hacer y lo que hago, entre las personas de las que pienso que debo rodearme y las personas de las que me rodeo, entre mis decisiones personales y las decisiones que impone la sociedad.


Este es el camino de la voluntad, de la pasión, un camino que a veces no te lleva al éxito precisamente pero sí te hace feliz , ya que los triunfadores tienen el poder y los felices la gloria.


Si vives como piensas:


  • Tendrás menos seguridad o llegará más tarde, pero para ti la felicidad en la vida reside en desarrollar tu pasión
  • No tendrás estabilidad de horarios, residencia o a las mismas personas siempre contigo.Pero estarás ilusionado de que cada día sea una nueva aventura por descubrir
  • No sabemos si tu conciencia estará muy tranquila o no, por optar por este camino. En un principio has podido resultar algo radical y no dar suficientes explicaciones, quizás has hecho algo que la sociedad no ve con buenos ojos pero todo eso se disipa cuando la felicidad por tu apuesta llega
  • Has tomado el camino que quisiste y lo estás disfrutando, no importan tanto las pérdidas cuando uno se siente pletórico en el camino elegido.

Por Cristina Roda Rivera
 
¿Es posible partir de cero sin hacer daño a los demás?



Para cambiar tu vida por fuera, debes cambiar tú por dentro. En el momento en el que te dispones a cambiar, es asombroso como el universo comienza a ayudarte, y te trae lo que necesitas”
Louse Hay



Partir sin dejar dirección…¿Una opción tan idílica?


Miles de personas optan por cambiar cada año su vida, abandonar su casa o distanciarse de su familia. Otras dudan de si hacerlo o no, por sus responsabilidades, el miedo a lo desconocido o al vacío existencial.




¿Cuál es la motivación para desaparecer?, ¿Cómo reconstruyen su vida estas personas sin partir del pasado?, ¿Cuáles son las consecuencias de ese abandono en las personas de su entorno?


Aunque en un principio la idea de “dejarlo todo” y “partir de cero” puede ser muy atractiva para algunas personas que viven situaciones límite; la realidad es que volver a construir una vida plena en condiciones totalmente nuevas, es tremendamente difícil.


Decidirse por un cambio tan radical sin trabajar algunas bases de la historia y la personalidad de cada uno, no hará sino aumentar la sensación de estar a la deriva y de repetir los mismos patrones de conducta que ya han llevado a la infelicidad en el pasado.


Las razones más frecuentes por las que las personas tienden a tomar la decisión de cortar con todo vínculo de su pasado son:


  • Miedo al compromiso.
  • Exceso de responsabilidades (adquiridas o impuestas).
  • Sensación de estar viviendo una vida sin sentido.
  • No sentirse cómodos con ellos mismos.
  • Eventos traumáticos.
  • Dificultades familiares.
  • Crisis económica.
  • Reencontrarse con ellos mismos.
  • Abandonar relaciones afectivas disfuncionales.
  • Búsqueda de emociones.
  • Deseo de progreso laboral.
  • Retomar el control de su vida.
  • Búsqueda de anonimato, liberarse de etiquetas.






Cambiar de vida sin romper con todo

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Una opción con menor impacto vital, pero con mayores garantías de estabilidad es cambiar de vida sin romper con todo.


Numerosos individuos cuentan con el mismo anhelo de romper con todo, pero aún así no lo hacen y optan por un cambio menos drástico, pero no por ello menos profundo en ellos mismos y su entorno:




-Cuentan con las mismas motivaciones para hacer un cambio radical, pero consideran que este no debe implicar dejar todo su ambiente laboral y familiar.


-Empiezan a explorar nuevas fuentes de motivación y de novedad en su entorno, intentando realizar distintas actividades, conocer personas nuevas y no frecuentar los mismos lugares de antes.


-En el terreno laboral buscan un ascenso, cambio de sector o la posibilidad de una mayor movilidad geográfica. Si esto no puede darse, pueden optar por cambiar de trabajo pero no de dominio.


-Ante dificultades emocionales, se puede optar por la ayuda de un profesional que ayude individualmente, en terapia de pareja o en terapia familiar.


-Si finalmente deciden romper una relación, mantener vínculos emocionales y de responsabilidad pero rompiendo lazos de convivencia es algo más equilibrado para ellos mismos y los demás.





La manera de cambiar de vida influye en el entorno próximo

Todo el mundo tiene el derecho a cambiar de vida si no le satisface; pero tener en cuenta los sentimientos de las personas que forman su círculo familiar, social y laboral puede marcar la diferencia en llevar a cabo un cambio personal más o menos dañino para los demás:


  • Para las personas que son abandonadas de forma repentina y sin recibir explicaciones, esta marcha del ser querido puede convertirse en un hecho traumático.
  • No se cuestionan solo el hecho de la partida , sino que comienzan a cuestionarse a ellos mismos con una sensación muy marcada de culpabilidad y angustia.
  • No pueden realizar un proceso de duelo ante esa separación de forma sensata, sino que se produce una sensación de condena respecto a ellos mismos, una sensación de no poder olvidar, un irreparable misterio lleno de dudas y reproches.

Por tanto, cambiar de una manera que implique el abandono total de tus seres queridos sin dar explicaciones ni tiempo para asimilar y entender , engendra una doble pena: la del que parte y la del que es abandonado.


Intentemos por tanto hacer el menor daño posible, aunque creamos que nuestra ruptura y marcha está justificada.

Por Cristina Roda Rivera
 
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