Autoestima y otros temas de psicología

¿Cómo podemos potenciar nuestra resiliencia?



La vida puede ser maravillosa, sí, pero hemos de ser realistas; no siempre lo será, aunque nos esforcemos mucho para conseguirlo. Por otro lado, hay cosas buenas que nos van a pasar por mero “azar”, pero la gran mayoría van a depender de nuestro esfuerzo. ¿Y qué pasa con las cosas malas? La realidad es que vivir implica que ocurran contratiempos y que no siempre obtengamos lo que pretendemos.


Esto nos pasa a todos, pero… ¿Reaccionamos todos igual ante estas situaciones? Obviamente, la respuesta es que no. Y por otro lado, ¿es posible que salgamos reforzados de estos momentos negativos? Si queremos crecer a nivel personal, es precisamente aquí donde se encuentra la clave ¡Continúa leyendo y descubre cómo potenciar la resiliencia!




https://twitter.com/intent/tweet?te...sa.com/podemos-potenciar-nuestra-resiliencia/
Para potenciar nuestra resiliencia, primero tenemos que saber qué es

Empecemos por el principio: ¿qué es la resiliencia? La realidad es que, aunque es un término actual y de uso frecuente, puede que no tengamos del todo clara su definición. Es normal que tengamos nociones vagas sobre lo que significa, pero que no supiésemos definirlo si alguien nos propusiera que lo hiciéramos.


Así pues, la resiliencia es la capacidad de una persona para adaptarse de forma positiva ante situaciones que le son adversas. La gente resiliente, en consecuencia, es capaz de salir reforzada de los momentos complejos que le han tocado vivir. No supone simplemente “ver el lado bueno de las cosas”, sino que la idea va más allá.





La resiliencia implica, entre otras cosas, ser capaces de regular de forma eficaz nuestras emociones, algo primordial para poder hacerle frente a estos contratiempos que nos han surgido. Pero, lo que es más importante, nos ayuda a superar los obstáculos con los que nos vamos encontrando.






Y tiene otra parte positiva, no es una parte determinada genéticamente de nuestra personalidad. Es decir, no nacemos con “x” capacidad de resiliencia. Por el contrario, esta se va desarrollando a lo largo de nuestra vida y en nuestra interacción con el ambiente que nos rodea. Es decir, ¡es posible potenciar nuestra resiliencia!


“Los obstáculos no tienen que detenerte. Si te encuentras con un muro, no te des la vuelta o te rindas. Averigua cómo escalarlo, atravesarlo o rodearlo”.
-Michael Jordan-
https://twitter.com/intent/tweet?te...sa.com/podemos-potenciar-nuestra-resiliencia/

Factores internos que nos ayudan a potenciar nuestra resiliencia

Ahora bien, ¿cómo podemos conseguir potenciar nuestra resiliencia? Para ello, es importante saber qué factores, tanto personales como del ambiente, influyen en esta capacidad. De esta manera, podemos trabajar sus distintos componentes y lograr adaptarnos de manera positiva a las adversidades.


En primer lugar, tenemos que aceptar aquello que nos está pasando. Obviamente, esto no ocurre de un momento a otro, inmediatamente después de ocurrirnos una desgracia. Es algo gradual que se consigue con el paso del tiempo y, en muchas ocasiones, con ayuda de un psicólogo cualificado.




“No sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opción que te queda”.


-Bob Marley-


Por otro lado, es importante poder hacer algo de lo que ya hemos hablado: ver el lado bueno de las cosas. Es decir, ser optimistas. Pero aquí hay que reseñar algo primordial: este optimismo tiene que ser realista. No tenemos que quedarnos solo con lo negativo y despreciar el lado positivo, pero tampoco tenemos que elevar este a un extremo inalcanzable. Si hacemos esto, el choque con la realidad será más duro.


Por último, hay algo que nos ayuda enormemente a potenciar nuestra resiliencia. Es nuestro sentido del humor. Ser capaces de reírnos de nosotros mismos o de las situaciones que nos pasan en nuestra vida cotidiana es una herramienta valiosísima que nos va a facilitar la adaptación a los distintos hándicaps que se nos presenten.





Factores externos que nos ayudan a potenciar nuestra resiliencia

Pero además de factores personales, hay otros externos que pueden influir en que seamos capaces de potenciar nuestra resiliencia. Por ejemplo, cuando estamos ante una situación complicada, contar con apoyo formal (asociaciones, instituciones especializadas, etc.) puede suponer un factor relevante en este proceso de adaptación.


También va a marcar la diferencia el apoyo social con el que contemos. Poder tirar de nuestra familia, nuestra pareja y nuestros amigos. Que estén ahí, tanto a nivel emocional como si necesitamos algún favor o ayuda es un recurso a nuestro alcance que no tiene precio.


Es importante que tengamos en cuenta todos estos factores si se nos presenta una situación complicada. Es normal que en un primer momento nos cueste adaptarnos a ella, pero nadie nace sabiendo. El punto clave de todo esto es que sabemos qué herramientas utilizar para potenciar nuestra resiliencia y crecer a nivel personal con lo que nos ha tocado vivir… ¡Si nos caemos, podemos levantarnos!

Por Laura Reguera
 
El empoderamiento personal: nuestra mejor defensa contra la adversidad



¿Alguna vez te has sentido “pequeño” y que no podías hacer nada contra las adversidades que en ese momento te planteaba la vida? Empiezas a pensar que eres un inútil y que no vales para nada. Crees que las cosas te van a ir mal y que no puedes hacer nada para cambiarlo.


¿Qué conlleva esto? Que no hagas esfuerzos para salir de esa situación: piensas que no van a dar resultado. Se entra así en un círculo vicioso del que es difícil salir y que hace que tu malestar vaya creciendo… ¿Hay algo que podamos hacer? ¡Sí! ¡Para cambiar el chip continúa leyendo y descubre los beneficios del empoderamiento!




“La pregunta no es quién va a dejarme, la pregunta es quién va a detenerme”


-Ayn Rand-


¿Qué es el empoderamiento personal?

Cuando entramos en la espiral de la indefensión aprendida, nuestra situación personal va empeorando cada vez más y más. Sentir que no tenemos poder para cambiar las cosas va minando nuestra salud física y mental. Está claro que puede ser muy difícil hacerle frente a las adversidades de la vida. Difícil sí, pero imposible tampoco.


Si alguien nos dijo que nuestra existencia iba a ser un camino de rosas por el hecho de estar hecho de buenas intenciones, nos mintió. Tampoco es válido el pensamiento de ese diablillo que nos dice que todo va fatal. En este sentido, la felicidad suele ser producto del equilibrio; un equilibrio que rara vez encontramos si no nos esforzamos en trabajar con las fuerzas que hay dentro y fuera de nosotros. Es una cuestión de voluntad…, pero también de habilidad y de inteligencia.


https://twitter.com/intent/tweet?te...personal-nuestra-mejor-defensa-la-adversidad/


¿Qué quiero decir con esto? Que las cosas, por sí solas, no suelen cambiar. Es muy importante que nos veamos a nosotros mismos como seres válidos para reorientar las fuerzas de las que hablábamos antes y llegar a una posición de equilibrio. Eso sí, sin olvidar que hay muchas cosas que escapan de nuestra voluntad. Esto es importante, ya que si tratamos de controlarlo todo nos frustraremos.


En definitiva, el empoderamiento trata de que la persona se vea capaz de tomar decisiones y de afrontar las distintas situaciones que se le presenten. En este proceso, es clave que la persona vea que el malestar no viene simplemente impuesto por hechos externos, sino que es un proceso interno que puede controlar y manejar.







¿Cómo podemos fomentar el empoderamiento personal?

Para conseguir que una persona se vea así, es clave que tenga una autoestima adecuada. Potenciar una visión positiva de uno mismo va a hacer que confiemos más en nuestras capacidades y en el poder de cambiar aquello que nos gustaría. Ahora bien, esa autoestima tiene que ajustarse a la realidad.


Flaco favor nos hacemos a nosotros mismos si creamos unas expectativas demasiado altas que no vamos a poder alcanzar. Entonces nos frustraremos. Por ello, es sumamente relevante que nos conozcamos bien y seamos conscientes de nuestros puntos fuertes y de nuestras flaquezas. Para conseguir situarnos en esta posición y con esta disposición es importante que nos pongamos a prueba.


“Siempre hice algo para lo que no estaba preparada. Creo que esa es la manera en que crecemos. Cuando hay un momento de: ¡Uf!, no estoy totalmente segura de poder hacerlo, y te obligas a aceptar esos momentos, ahí es cuando avanzas”


-Marissa Mayer-


Si no asumimos riesgos, difícilmente vamos a avanzar. Confrontarnos con la realidad nos va a ayudar a ver que nuestros problemas rara vez no son tan terribles como creíamos y que tenemos las habilidades necesarias para hacer frente a las adversidades. Por otro lado, si fallamos en nuestro intento, podremos ver qué hemos hecho mal y modificarlo para conseguir un mejor resultado.


¿Cuáles son las características de una persona empoderada?

Por último, veamos qué características podemos observar en una persona empoderada:


  • Se informa y trata de conocer aquellos temas que le interesan.
  • Buscar formarse y adquirir capacidades nuevas.
  • Es responsable.
  • Se conoce y acepta a sí misma.
  • Tiene una autoestima y una autoconfianza adecuadas.
  • Es consciente de la importancia de cuidarse a uno mismo.
  • Sabe cómo son sus relaciones sociales y cuida aquellas que merezcan la pena, pero sin autoboicotearse, buscando relaciones equilibradas y sin una dependencia emocional tóxica.
  • Es consciente de la importancia de establecer límites en sus relaciones interpersonales.
  • Es capaz de planificar su tiempo, estableciendo objetivos, necesidades y prioridades.
  • Sabe cómo tomar decisiones.
  • Trata de solucionar los conflictos de la mejor manera posible para todas las partes.
  • Se comunica poniendo en marcha sus habilidades sociales y ejercitando la asertividad, de forma que tiene en cuenta los derechos de los demás y los suyos propios.




En definitiva, tras el empoderamiento, las personas somos más capaces de vivir en armonía con nosotros y con los demás, de forma que nuestras relaciones sociales ganan en calidad y su estado psicológico mejora… ¡Trabaja para continuar evolucionando como persona!

Por Laura Reguera
 
La evitación solo te hará sentir peor



Todos hemos pasado por situaciones que nos han generado tal malestar que lo único que queríamos hacer cuando nos encontrábamos en ellas era escapar. Explicaremos por qué esta evitación, que puede parecer a priori el mejor mecanismo de defensa, es especialmente perjudicial para nosotros, sobre todo a largo plazo.


Además, no solo hablaremos de los perjuicios que ocasiona esta forma de afrontamiento, sino que también veremos por qué conductas es recomendable sustituir a las de evitación. Unas conductas de evitación que lo único que buscan es alejar la posibilidad de exposición a la situación que es percibida como desagradable o, incluso, dolorosa.




“Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único”
-Agatha Christie-
https://twitter.com/intent/tweet?te...sa.com/la-evitacion-solo-te-hara-sentir-peor/

¿Qué es la evitación?

Cuando nos encontramos con situaciones que valoramos como amenazantes, cada persona presenta una serie de estrategias de afrontamiento para hacerles frente. Éstas se van configurando e instalando en nosotros a lo largo de la vida. Si se muestran útiles en determinadas condiciones, tenderemos a aumentar su frecuencia de uso e incluso a adaptarlas a nuevos problemas en los que en principio esa estrategia no parece la más adecuada. Por contrario, si parecen ineficaces tenderemos a eliminarlas de nuestro repertorio.





En base a esto, existen distintos tipos de estrategias que se pueden poner en marcha. Una de ellas sería la evitación y dentro de la evitación podemos distinguir entre la evitación por anticipación y la huida. En el primer caso, anticipamos una situación desagradable y hacemos todo lo posible por alejarnos de ella. En el segundo caso, ya estamos inmersos en una situación desagradable y centramos todas nuestras energías en intentar escapar de ella.




Cuando es posible, las conductas de evitación tienen la virtud de restaurar la calma. A corto plazo, cuentan con este reforzador, que en muchos casos es muy potente: el alivio inmediato de esos sentimientos desagradables. Así, las personas van a seguir poniendo en marcha esta estrategia cada vez que pase algo que les haga sentir mal. De esta forma, van a evitar cada vez más situaciones en los distintos ámbitos en los que se encuentren, haciendo que sus vidas cada vez estén más condicionadas por el miedo.


Tanto es así, que esta manera de afrontar las situaciones se tiene muy en cuenta a la hora de tratar distintos trastornos emocionales. Si este comportamiento se modifica, va a favorecer de forma notable la recuperación del bienestar psicológico.


¿De qué forma afrontar las situaciones que nos generan malestar?

Entonces, si a la larga utilizar la evitación de lo que nos produce malestar en realidad nos perjudica, ¿qué podemos hacer nosotros? ¿Acaso debemos abandonarnos al sufrimiento? No, ya que existen otras formas de hacer frente a la situación y que no terminen constituyendo una seria limitación para nuestras vidas.







Folkman y sus colaboradores (1986) realizaron una clasificación de los distintos tipos de afrontamiento:


  • Confrontación: alterar la situación que genera malestar mediante actos directos e incluso agresivos, con actitudes hostiles y de riesgo.
  • Distanciamiento: alejarse de la situación, pero sin salir de ella, de manera que se podamos enriquecer la perspectiva que tengamos de la misma.
  • Autocontrol: la capacidad de poner en marcha las estrategias de regulación emocional que se posean.
  • Búsqueda de apoyo social: tratar que los demás nos informen, aconsejen y comprendan.
  • Evitación: como ya hemos visto, supone huir de la situación en concreto.
  • Planificación: analizar la situación para buscar las alternativas que se pueden llevar a cabo.
  • Reevaluación positiva: ver la situación como un reto que nos ayuda a desarrollarnos personalmente, en vez de como una amenaza para nuestra estabilidad.

https://twitter.com/intent/tweet?te...sa.com/la-evitacion-solo-te-hara-sentir-peor/
De esto se desprende que no solo es malo actuar de forma evitativa, si no que tampoco serían adecuadas otro tipo de estrategias. La confrontación hostil y agresiva sería un ejemplo de ello.


Sin embargo, un distanciamiento que nos permita autocontrolarnos, reevaluar la situación de forma positiva, planificar las acciones que vamos a llevar a cabo y buscar apoyo social (sin llegar a depender de los demás para todo), puede ser beneficioso. Claro está, siempre que no tengamos que actuar de manera rápida.


Como vemos, se trata más bien de utilizar las diferentes estrategias que tenemos a nuestro alcance con inteligencia. Así, evitar determinadas situaciones puede ser una estrategia prudente, pero no podemos ir por la vida saltando charcos cuando llueve a menudo. De hecho, si insistimos en esta estrategia saltarina terminaremos inmovilizados en un lugar, rezando para que no se concentre el agua en el pequeño espacio que ocupamos y sin haber aprendido nada por el camino.


Por el contrario, si insistimos en desarrollar formas de afrontamiento en las que no esquivemos lo retos, desarrollaremos el sentimiento de autoeficacia que aparece cuando realizamos las cosas bien. Por tanto, nuestra autoestima se verá también beneficiada.

Por Laura Reguera
 
Afrontar la adversidad


Todos atravesamos momentos difíciles a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, aunque nos parezcan a veces imposibles cuando nos encontramos sumergidos en ellos, solemos tarde o temprano superarlos para continuar avanzando.


Las dificultades que nos encontramos en uno u otros momentos de nuestras vidas como la pérdida de un ser querido, una ruptura amorosa o la mala noticia de un despido pueden ahogarnos en un mar de malestar del que nos será muy difícil escapar sino ponemos en marcha unas estrategias adecuadas. Ninguno nos encontramos a salvo de los vaivenes que puede tener nuestra existencia en momentos determinados.Y es en estos momentos de adversidad cuando atravesamos emociones muy poderosas como la tristeza, la impotencia, la frustración, etc… produciendo en nosotros un intenso desequilibrio emocional.






Expresar nuestras emociones


Cuando la adversidad se decide a golpearnos y experimentamos esas emociones tan poderosas, resulta beneficioso expresar aquello que sentimos ya sea con algún familiar o amigo, o a través de la escritura, para llegar a hacerlo cada vez más consciente y poder reconocerlo.




Cuando expresamos los sentimientos ya sea hablando o escribiendo, lo que estamos haciendo es liberarlos. Si ponemos palabras a qué o cómo nos sentimos, nos será más fácil aceptar las malas noticias que nos sucedan. Ya que lo que hacemos es asociar nuestros pensamientos con los sentimientos de forma rápida y casi simultánea. Por eso, cuando nuestras emociones sean demasiado negativas, podemos emplear la escritura como medio para expresarlas, librándonos de ellas sin tener repercusiones exteriores.


Cualquier situación adversa puede ser vista como una interrupción de nuestra trayectoria vital, pero si lo relatamos, estaremos más cerca de la posibilidad de aceptarlo y seguir avanzando.




Incluso si tenemos dificultades a la hora de la escritura, también podemos utilizar otro tipo de actividades como la pintura, el baile, el deporte o el teatro, que nos ayudaran a canalizar y reconocer nuestras emociones, puntos imprescindibles para poder llegar a controlar y elaborar lo que sentimos. Y tras esto, poner en marcha todo nuestro propio mecanismo de resolución de problemas en el que utilizaremos nuestros propios recursos para avanzar y hacernos paso ante la dificultad que se nos presenta.


La importancia de reconocer el dolor


Además ante una situación difícil hay veces que nos cuesta aceptar que nos afecta, negándonos a reconocer que en cierto modo nos duele. Pero este dolor, en parte es necesario, porque nos ayudará a elaborar todo lo sucedido, además de poder llegar a asumir la pérdida.


En estas situaciones, las personas de nuestro alrededor quizás puedan intentar con la mejor de sus intenciones que nos volvamos a sentir bien tan rápido como sea posible, pudiendo tener el efecto contrario, ya que pueden originarnos sentimientos de culpabilidad por no responder como los demás esperaban o incluso sentirnos no comprendidos. Todos necesitamos nuestro tiempo de asimilación y elaboración, unos más extensos que otros, lo importante es respetarlo, y no acelerarlo o posponerlo, sino manteniendo un cierto equilibrio. Es como atravesar por un proceso de duelo o pérdida, ya que se necesita un período de adaptación emocional necesario, pasando por una serie de etapas.


Y con el tiempo, tras haber superado ese momento difícil, seremos capaces de confiar en nuestra capacidad de sobreponernos a nuevas dificultades. Cada prueba superada nos irá fortaleciendo. Y aunque las dificultades o adversidades nos muestren nuestras partes más vulnerables, el hecho de superarlas nos ayudará a avanzar con más seguridad y confianza.

Por Gema Sánchez Cuevas
 
Psicología del rencor: ¿qué hay detrás de las personas rencorosas?



Las personas rencorosas sujetan de modo permanente un pedazo de carbón ardiendo. Lo hacen con la idea de poder lanzarlo en el momento menos pensado a todos aquellos que les han ofendido. Sin embargo, quienes se acaban quemando no son precisamente los demás, sino ellos mismos al estar sujetando durante tanto tiempo todo ese fuego, toda esa fuente de rabia, odio y malestar.


A pesar de que ahora mismo nos venga a la mente alguna que otra persona rencorosa que hemos conocido, hay un aspecto que no debemos descuidar. Esta dimensión, este sentimiento profundo (y sin duda autodestructivo) no lo experimentan de forma exclusiva quienes no saben practicar el saludable ejercicio del perdón. En realidad este tema tiene su profundidad, sus matices y dimensiones contrapuestas en las que todos nosotros podemos derivar en un momento dado.




Así, cabe decir que más allá de lo que pueda parecer estamos ante un tipo de sentimiento muy recurrente. Lo experimenta por ejemplo quien ha sido herido, abandonado o traicionado por su entorno familiar. Lo sufre quien ha sido engañado en su relación afectiva. El rencor es también esa sensación permanente que habita en quienes han sobrevivido a una guerra o un conflicto armado. Son situaciones como vemos comprensibles, aunque no saludables desde un punto de vista psicológico.


No lo es en primer lugar porque el rencor se caracteriza por un hecho altamente nocivo: la cronicidad. Son estados angustiantes que se alargan en el tiempo, que se arrastran hasta el punto de interferir en otros ámbitos de la vida. Cambia el humor, se pierde la confianza en los demás, varían las actitudes y se altera incluso el tipo de trato que prestamos a quienes nos envuelven. El rencor es como el óxido, se extiende y termina debilitando toda estructura, toda identidad.


“El resentimiento se deleita de antemano con un dolor que querría que sintiese el objeto de su rencor”.


-Albert Camus-









Personas rencorosas: características y perfil psicológico

Las personas rencorosas tienen una caja fuerte en su interior. En ella esconden el peso de un agravio, el dolor de un engaño, de una traición o incluso de un abandono u ofensa. Esa caja está blindada por una razón evidente: no desean olvidar ni un matiz de lo sucedido. Así, a todo ese daño moral comprimido y a buen recaudo, se le añade esa tristeza que en un momento dado mutó en rabia y más tarde en odio.


Asimismo, en todo ese tejido psicológico se le suele añadir un último componente: el del deseo de venganza. No en sentido directo o con componentes violentos. Porque lo que se desea en la mayoría de los casos es que de algún modo, le sea devuelta a esa persona que nos hizo daño la misma moneda, el mismo sufrimiento y en las mismas condiciones. Por tanto, y sabiendo esto, es común que las personas rencorosas presenten las siguientes características.


Incapacidad para perdonar

A veces perdonar resulta muy complicado, lo sabemos. Sin embargo, debemos tener claro que el perdón es ante todo ese paso que nos permite cerrar una etapa y recuperar el equilibrio emocional. Así, y en lo que se refiere a este tipo de perfil caracterizado por un rencor profundo, cabe señalar que además de no querer perdonar, alimentan su propio sufrimiento recordando a diario el peso de la ofensa o daño sufrido.




Hay por tanto una retroalimentación constante y con ella, una intensificación del sufrimiento. De hecho, estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Pisa y publicado en la revista Frontiers in Human Neurosciencie, nos revelan que el hecho de alimentar el resentimiento abre aún más la herida emocional. Sin embargo, el acto de perdonar regula un gran número de estructuras neuronales, favorece la calma, reduce el estrés y activa áreas como la corteza prefrontal (relacionada con la resolución de problemas).





Pensamiento dicotómico

O estás conmigo o estás contra mí. Las cosas o son blancas o son negras, o me ayudas o me traicionas. Este tipo de enfoque conforma una clara distorsión cognitiva. Es un esquema muy rígido de pensamiento del cual, las personas rencorosas ni tan siquiera son conscientes porque están habituadas a bordear siempre los extremos, a situarse en posiciones muy polarizadas donde lo único que consiguen es establecer enormes y amargas distancias con quienes les rodean.


El orgullo que no deja tregua

El orgullo es un caballo de batalla que todo lo invade, lo arrasa y lo transforma. Esta características hace que este tipo de personas estén siempre a la defensiva, y que a la mínima se sientan heridos y altamente dolidos. No es fácil hacer vida, dialogar o llegar a acuerdos con quien se deja llevar siempre por el orgullo, por esa actitud que todo lo toma de forma personal.


Incapacidad para atender necesidades emocionales y psicológicas

A todos nos pueden hacer daño. A su vez, y como es de esperar, tenemos pleno derecho a experimentar sensaciones negativas hacia quien nos lastimó. Sin embargo hay un aspecto que ya no entra dentro de la normalidad psicológica: mantener de forma permanente esa rabia, ese recuerdo doloroso y la impronta que le acompaña, el mismo que acaba transformándose en amargura crónica.


Tenemos la plena obligación de asumir lo aceptado y avanzar. Avanzar no es olvidar ni mucho menos, sino aprender a valernos de ciertas estrategias psicológicas para lidiar con las heridas y permitirnos nuevas oportunidades. Así, quien no lo hace, quien no es capaz de dar un escape, una salida válida a tanta rabia y amargura termina haciendo del rencor su forma de vida.





¿Cómo acabar con el rencor que nos atenaza y domina?

En un artículo publicado en una revista de psicología conductual, se hablaba de un interesante estudio llevado a cabo en la Universidad de Ontario, Canadá sobre este mismo tema. En él se argumentaba la necesidad de facilitar herramientas a las personas rencorosas para que dieran forma al perdón emocional.


Esta dimensión, este ejercicio de salud, es determinante por una razón muy simple: nos permite liberarnos de las emociones negativas para generar una nueva realidad psicológica desde la cual, empezar a trabajar.


  • Por otro lado es recomendable que este tipo de perfil trabaje la flexibilidad en su enfoque de pensamiento. Con esta dimensión facilitaremos el que puedan ver las cosas desde nuevas perspectivas.
  • Asimismo, también es conveniente ofrecer herramientas para la gestión de la rabia, una dimensión habitada siempre por pensamientos distorsionados y por una activación fisiológica poco saludable.
  • Las personas rencorosas, además, necesitan poner atención en otros aspectos con los cuales poder trasladar la mirada desde el pasado hacia el presente. Alimentarse en exclusiva de los recuerdos negativos del ayer entorpece la oportunidad de vivir con libertad. Por tanto es recomendable que inicien proyectos nuevos, que se abran a nuevas experiencias, aficiones, relaciones, etc.

Para concluir, tal y como se suele decir el rencor es un abismo sin fondo o un páramo sin fronteras. Nadie merece vivir eternamente en semejante escenario. Aprendamos por tanto a construir vías de escape, caminos para liberarnos y respirar con mayor tranquilidad y dignidad.


Por Valeria Sabater
 
Personas carentes de empatía, desinteresados por los demás



Hay personas que son una luz en nuestro camino y otras que se convierten en oscuridad que entorpece nuestro andar. Del mismo modo, existen personas que harían por nosotros hasta lo inimaginable, y otras que no moverían un dedo por nuestro bienestar. Lo cierto es que cada uno de nosotros se relaciona de diferente manera en cada contexto. Por consecuencia, hay relaciones que enriquecen nuestro camino y otras que no tanto, estas últimas pueden darse con personas carentes de empatía.


¿Alguna vez has notado que hay personas que no comprenden que cometas errores? ¿Te has relacionado con personas que no tienen en cuenta tus pensamientos y sentimientos? Se trata de personas que no cuentan con empatía, personas a las que no les interesa ponerse en el lugar del otro.




La empatía es la capacidad de comprender la visión de la realidad del otro al percibir y ser conscientes de sus sentimientos. Ocurre que hay personas que no cuentan con esta cualidad, por lo que pasaremos a contarcómo son esas personas, qué trastornos pueden estar asociados a ellos y cómo relacionarse con ellos.


Cuanto menos empático seas menos amigos tendrás, ponerse en el lugar de otro ayuda a crecer como persona y a que nuestras relaciones florezcan.
https://twitter.com/intent/tweet?te...ntes-de-empatia-desinteresados-por-los-demas/
Cosas que no hacen los carentes de empatía

Las personas desinteresadas en los demás, no podrían llegar a tener ciertas actitudes, porque no cuentan con la capacidad o el interés de comprender y percibir los sentimientos del otro. Hay casos de personas desinteresadas que carecen de empatía, por lo que a continuación te mostramos algunas de las cosas que no hacen:


  • Preocuparse por ti. No te prestan atención, o porque están centrados en sí, o porque no les importa lo que te sucede.
  • Sensibilizarse. Aunque les cuentes lo que piensas y sientes no muestran interés en percibir y comprender lo que te sucede.
  • Confiar. Al no percibir lo que pensamos y sentimos, los carentes de empatía no se sienten seguros de esperar algo de nosotros.
  • Creer en los sentimientos de los demás. Las personas desinteresadas en los demás dudan de nuestras emociones. Por ello, se muestran fríos ante las mismas.
  • Tener compasión. No sienten un impulso por aliviar el dolor o el sufrimiento de otros seres.






Si tienes en mente estás características podrá ser más fácil ver en tu entorno quienes no son empáticos. Ten en cuenta que para todo tipo de relaciones hay matices, hay personas que cuentan con poca capacidad de empatía o demasiada.


Carentes de empatía, egoístas

Las personas carentes de empatía, no se ponen en los zapatos del otro. Por lo cual, desatienden los sentimientos y pensamientos de los demás. Una de las características más sobresalientes en los desinteresados en los demás es el egoísmo.


Así, los carentes de empatía pueden ser muy egoístas, pues piensan en el bienestar propio y dejan a un lado las necesidades de los demás. Entonces, aprovechan la situación para salir beneficiados. De este modo, sacan provecho nuestro.


Además, llevan al límite el hecho de que las relaciones tienen que ser recíprocas. Entonces solo dan si reciben algo a cambio. Así, no dan detalles desinteresadamente. Se relacionan de manera utilitaria, haciendo de la manipulación una forma de vida.




Así, los carentes de empatía pueden resultarnos personas frías, ya que experimentamos con ellas situaciones desagradables en las que nos sentimos poco comprendidos porque están mirando solo su bienestar. Se trata de personas poco amistosas que no conectan con los demás.


Trastornos asociados a los carentes de empatía

Todos podemos ser carentes de empatía alguna vez. Sin embargo, hay personas que suelen llevar esta característica por bandera. Algunos trastornos psicológicos están estrechamente relacionados con la falta de empatía, te hablamos de ellos:


  • Trastorno narcisista de la personalidad. Las personas son egocéntricas, presentan una preocupación extrema por ellos. Y, dejan a un lado a los demás. La falta de empatía en este transtorno de personalidad tiene que ver con que no ven más allá de ellos mismos.
  • Psicopatía. Consiste en que las personas no pueden adaptarse a las normas sociales y les cuesta conectar con los demás, por lo que se entiende que son carentes de empatía.
  • Trastorno límite de la personalidad. La persona suele tener inestabilidad emocional, por lo cual le cuesta mantener relaciones estables. Poseen mayor dificultad para entender y predecir cómo se sienten los otros.

Ahora bien, cuando haces un esfuerzo por explicarle a estas personas la razón por la que te duelen sus reacciones, suelen no comprenderlo e incluso hacerte sentir culpable dándole la vuelta insistiendo que eres tú quién se ha portado mal. Ten cuidado, la falta de empatía puede llegar a causar mucho dolor en quienes sí la tienen.





¿Cómo enfrentar a los carentes de empatía?

A algunas personas carentes empatía no solo les cuesta comprendernos, si no que nos manipulan para obtener lo que desean, te damos algunas ideas para hacer frente a estas personas:


  • Pon límites. Tú decides hasta qué punto pueden llegar las personas contigo, no las dejes pasar de ahí.
  • Elije bien a tus amigos. Si sientes que no ve más allá de sus necesidades, no lo elijas. Te causará malestar.
  • Aplica la asertividad. Comunica lo que quieres decir de la mejor manera. Así, quedará claro lo que sientes. De este modo, no confundirás a un carente de empatía con la dificultad de transmitir adecuadamente lo que quieres decir.
  • Aléjate si no sientes una conexión emocional. Si no percibes que fluye una conexión de tus pensamientos y sentimientos con los del otro, aléjate, puedes estar ante un carente de empatía.

Ahora bien, los extremos no nos llevan a ninguna parte. A veces nos podemos equivocar y ver solo nuestros intereses, lo no significa que no seamos empáticos. Lo importante es saber elegir qué personas tenemos cerca. Y, en quiénes depositamos nuestra confianza, porque así sabemos con quienes podemos contar en los momentos difíciles.


Las personas carentes de empatía son verdaderos desinteresados por los demás. Entonces, no son capaces de ponerse en nuestra piel para entender lo que sentimos y pensamos. Además, no ven más allá de su mundo, así se mantienen en su zona de confort.


Huye de las personas que le dan la vuelta a tu discurso para hacerte sentir culpable. Solo intentan llevarte a su terreno para conseguir lo que desean. Entonces, son personas controladoras, y frías, que ni expresan verdaderamente lo que sienten, ni comprenderán la situación por la que estás pasando.

Por María Alejandra Castro
 
¿Cómo afecta a tu estado de ánimo no dormir?



No dormir todo lo que necesitamos nos hace contemplar la vida como si estuviésemos en un videojuego. Como consecuencia de no dormir podemos tener la sensación de que el mundo se derrite con nosotros dentro mientras nos sentimos inmóviles e incapaces de hacer algo al respecto.


Casi todos hemos pasado en algún momento por etapas en las que no hemos conseguido dormir adecuadamente. Esto puede deberse a que no le hemos dedicado las horas necesarias al sueño o a que hemos tenido la sensación de que no lográbamos descansar.




El sueño no reparador puede ser la queja de que el sueño es de mala calidad y no nos deja descansados al levantarnos a pesar de haber dormido las horas suficientes.
https://twitter.com/intent/tweet?te...aravillosa.com/afecta-estado-animo-no-dormir/
Como vamos a ver, aquello de que tenemos que dormir 8 horas diarias es muy relativo y no vale para todos. O sea, que cada uno necesita algo diferente en relación al sueño y al descanso. Aprendamos un poco más sobre esto…





Cómo diferenciar las variaciones normales del sueño de los problemas de insomnio

Debemos saber que las horas que necesitamos cada uno para dormir varían de forma considerable. Puede que a alguien no le sean necesarias más de 5 horas de sueño diarias pero que otras personas necesiten 10 para sentirse descansadas. No dormir las horas “recomendadas” no implica que no lo estemos haciendo bien. Cada persona necesita descansar más o menos dependiendo de sus necesidades.


A los “dormidores cortos” suele preocuparles la duración de su sueño. Sin embargo, en contra de lo que les sucede a los insomnes, no tienen dificultad para quedarse o permanecer dormidos. Como consecuencia, estas personas no presentarán síntomas diurnos como la fatiga, los problemas de concentración o la irritabilidad.


No obstante, en ocasiones los “dormidores cortos”, al desear descansar durante más tiempo, pueden quedarse horas en la cama y generar patrones de sueño parecidos a los de la persona con insomnio. Esto, como es obvio, generará esa sensación de falta de calidad y cantidad de sueño.


Del mismo modo, según vamos cumpliendo años, la cantidad y la calidad del sueño varía, haciéndose este cada vez “menos satisfactorio”. Por su parte, también podemos encontrarnos en situaciones vitales complicadas que nos impiden “pegar ojo”.


Como vemos, todas estas situaciones no constituyen un problema en sí mismo, pero sí pueden ser el preludio del desarrollo de sintomatología diurna tan angustiante como desagradable.
https://twitter.com/intent/tweet?te...aravillosa.com/afecta-estado-animo-no-dormir/



Lo que nos supone no tener un sueño reparador

Como comentábamos, la queja de la falta de sueño reparador o de no dormir es tan habitual que todos hemos pasado por épocas en las que nos hemos sentido agotados, angustiados y hastiados por no dormir en condiciones.


Así, sabiendo que nuestro cuerpo usa el sueño como una manera de organizarse y repararse, nos podemos imaginar que las consecuencias de su carencia son devastadoras. Veamos algunas a continuación:


Irritabilidad

Esta es una de las consecuencias más notables desde el comienzo del no dormir. Cuando no hemos dormido lo suficiente nos sentimos tan desbordados que todo nos parece desquiciante e intolerable.




Así, acabamos por manifestar comportamientos agresivos con todo lo que nos rodea, incluso con nosotros mismos. La gran parte de lo que sucede a nuestro alrededor nos enfada y hasta el mínimo detalle nos irrita en exceso. Lo peor de todo es que es algo que nos sentimos incapaces de controlar.


Fatiga y estado de humor depresivo

La ausencia de sueño reparador tiene consecuencias nefastas para nuestro estado de ánimo. Así, la fatiga y la falta de descanso mental, lograrán que nos sintamos profundamente tristes e incapaces de llevar a cabo nuestras tareas.


Esto hace que perdamos la alegría y las ganas de vivir, mermando nuestra autoestima y nuestra ilusión por nuevos proyectos. Por consiguiente, nuestra actitud será de rendición y de apocamiento.


Además, la misma fatiga puede llegar incluso a provocarnos alucinaciones y experiencias perceptivas bizarras o extrañas en cualquier modalidad sensorial (auditiva, visual, corporal, etc.).
https://twitter.com/intent/tweet?te...aravillosa.com/afecta-estado-animo-no-dormir/



Labilidad emocional

Como ya hemos adelantado, la falta de sueño nos dificulta el control de nuestras emociones, pensamientos y comportamientos. En este sentido, la habilidad emocional nos impide hacer frente a nuestras emociones y, como consecuencia, nos sentimos en una especie de montaña rusa.


Así, puede que tan pronto sintamos ganas de llorar como que queramos reír o, simplemente, escondernos de un mundo al que no deseamos rendir cuentas por un tiempo indeterminado.


Falta de agilidad mental

Nuestra atención y nuestra concentración disminuyen hasta límites insospechados. Cuando estamos cansados no somos capaces de centrarnos en nada ni de pensar con claridad. Esto nos hace sentir profundamente desconcertados e incapaces de llevar a cabo tareas por nuestra falta de lucidez.




La cabeza algodonosa es la manera de designar a la dificultad para pensar de manera ordenada. Esta confusión no supone una disfunción, sino una sensación que se atenuara cuando descansemos correctamente.


Incapacidad para tomar decisiones

Como es de esperar, la falta de concentración nos impide comprender la realidad que nos rodea. Por esta razón, es probable que si no hemos dormido bien nuestros comportamientos y pensamientos sean mucho más erráticos.





Si las dificultades para dormir o la mala calidad del sueño persisten mucho tiempo, podemos encontrarnos con problemas más graves como un trastorno depresivo mayor, hipertensión e infarto de miocardio, mayor absentismo y menor productividad laboral, menor calidad de vida y más problemas económicos.


Aprende a optimizar tu forma de dormir

Conocer las necesidades de nuestro cuerpo y nuestra mente resulta indispensable para proporcionarnos un buen descanso. Por esta razón, nuestra tarea consiste en examinar cuáles son nuestras costumbres a la hora de irnos a la cama y de qué manera afectan a nuestro descanso.


Así, es preciso que para optimizar nuestro sueño mantengamos ciertas rutinas de manera estable. Repasemos algunos de los consejos que nos proporcionan los psicólogos:


– No tomar cafeína por lo menos 6 horas antes de acostarnos.


– No fumar ni beber alcohol como mínimo 2-3 horas antes de irnos a dormir


– No hacer ejercicio físico en exceso antes de ir a dormir.


– No ingerir grandes cantidades de alimentos y/o líquidos antes de ir a dormir.


– No comer si nos despertamos durante la noche.


– Mantener una temperatura agradable (no más de 23º) y reducir la luminosidad y los ruidos en el cuarto en el que vayamos a dormir.


– No ir a la cama con hambre.


– Evitar dormir en un colchón muy duro.


– Reducir las siestas.


– Retirar el despertador de la habitación para reducir la ansiedad.


– Ir a la cama sólo cuando se tenga sueño.


– Si a los 15-20min no nos dormimos, lo mejor es levantarse y realizar una tarea tranquila para volver cuando se tenga sueño.


– Mantener horarios regulares y acudir a la cama solo para dormir o mantener relaciones sexuales.


Si a pesar de controlar todas estas variables nuestra dificultad para dormir persiste, debemos acudir a un especialista para que nos ayude a resolver nuestros problemas. Recordemos aquello de que “cuando se deja dormir, se acrecienta el vivir” y demos a nuestro descanso el protagonismo que merece en nuestra vida.

Por Raquel Aldana
 
Activando nuestros filtros: la percepción selectiva



La percepción selectiva es una distorsión cognitiva muy común. Afecta al proceso de percepción y nos hace ver, escuchar o enfocar nuestra atención en un estímulo en función de nuestras expectativas, sin atender al resto de la información. Un ejemplo se produce cuando decidimos hacernos con un determinado bien, como un coche, y empezamos a fijarnos más en los diferentes modelos. Otro ejemplo se produciría cuando esperamos a alguien y sabemos en qué dirección aparecerá.


Se relaciona con las ideas preconcebidas, nuestros intereses y con las ganas o miedos que tenemos a qué algo suceda. Es una interpretación sesgada y parcial de la realidad. La función de la percepción selectiva es optimizar la inversión de nuestros recursos cognitivos, aglutinándolos, por ejemplo, allí donde esperamos que ocurra algo.




Además, nuestras emociones tienen mucho que ver con este proceso. Generamos un escenario paralelo con el que trabajamos y que se puede parecer más o menos a lo que en realidad ocurre. Así, en la configuración de esa, nuestra realidad, la percepción selectiva juega un papel importante.


“La percepción está parcial o totalmente determinada por la rutina en la que se fijan estímulos con necesidades”.


-Joseph Thomas Klapper-






¿Cómo se crean los filtros en la percepción selectiva?

Hay dos modelos que intentan explicar este proceso:


  • El modelo Posner que diferencia la percepción del mensaje en tres etapas: cambios en la atención, enganche y desenganche atencional. Es decir, el mensaje capta nuestra atención, empezamos a procesar la nueva información, y fin de la percepción para dirigir la atención hacia otros estímulos.
  • El modelo La Bergue, complementario al modelo de Posner y también en tres etapas: selección, preparación y mantenimiento, está ultima es el tiempo que dedicamos a percibir el mensaje.

En ambos modelos se identifica un proceso por el cual se realiza la percepción selectiva y no sobre una sola acción.







¿Qué nos influye?

Principalmente dos tipos de fenómenos: la naturaleza del estímulo y los aspectos internos de cada uno. La naturaleza de los estímulos se refiere a aspectos sensoriales por los que percibimos más intensamente unos estímulos que otros. Pueden ser característicos del estímulo, como el tamaño, el color, la forma, el movimiento, el emplazamiento o el efecto sorpresa.


Entre los aspectos internos del individuo, como más importantes, tenemos a las expectativas y la motivación. Tendemos a percibir más intensamente lo que esperamos ver o lo que nos interesa. Esto puede activar la atención involuntaria, esa que captura nuestra atención de manera instintiva, como puede ser el llanto de un bebé. La misma que conocen bien los publicistas para hacer que dirijamos nuestra atención a las características más notables de lo que nos quieren vender.


Este fenómeno origina distorsiones perceptivas como:


  • La exposición selectiva, solo vemos y escuchamos lo que nos agrada.
  • La atención selectiva, hace que nos enfoquemos en lo que nos interesa descartando el resto de la información.
  • La defensa perceptual mediante la cual borramos de nuestro campo perceptivo aquellos elementos que nos amenazan.

La percepción selectiva: un arma de doble filo

A pesar de ser un mecanismo que permite al individuo filtrar las informaciones relevantes y evitar así una sobrecarga de estímulos, la percepción selectiva nos hace perder información muy valiosa en muchas situaciones. La cantidad de estímulos que somos susceptibles de percibir es enorme. Solamente, como receptores de mensajes publicitarios, somos objetivo de cientos de mensajes que tendrán gran influencia en nuestro comportamiento.


Se da también en las relaciones sentimentales, donde a priori se puede ignorar información importante porque se tiende a percibir lo que resulta interesante o cumple con las expectativas del individuo. Incluso ocurre a la hora de formar el autoconcepto porque dificulta la objetividad.





Dearborn y Simon estudiaron el efecto de la percepción selectiva en los ejecutivos de grandes empresas y concluyeron que la comprensión de estímulos complejos es más profunda cuando estos no son novedosos.


Estudiaron también el caso de la relación dentro de las empresas entre jefes y empleados y encontraron que la imagen positiva o negativa que los jefes tengan de sus empleados condiciona la manera en la que evalúan el rendimiento de sus trabajadores. Otro ejemplo de que percibimos lo que estamos preparados para percibir. Así, de lo expuesto, podemos deducir que nuestra percepción participa de la configuración del mundo con la que trabajamos.

Por Sonia Budner
 
Cuando las emociones te desbordan: ¿qué puedes hacer?


Cuando notes que las emociones te desbordan, detente y respira hondo. Todos hemos experimentado esa sensación en medio de una discusión o cuando la ansiedad, siempre atenta y al acecho, toma el control de una situación y nos hace prisioneros… Esos secuestros emocionales resultan devastadores; sin embargo, siempre tenemos a nuestro alcance herramientas para no perder el control.


Es posible que este tipo de realidades nos sean sobradamente conocidas. Hay quien es más vulnerable a las inundaciones emocionales, otros en cambio, hacen uso de un férreo autocontrol gracias al que gestionan una por una cada una de esas “amenazas emocionales”. Como quien se traga a la fuerza una pieza de comida, sin masticarla antes. Sin embargo, ninguna de las dos estrategias suele producir los mejores resultados.




La impronta de esos universos emocionales complejos seguirá ahí, en la superficie, robándonos la calma y el equilibrio. Así, un hecho común en la práctica clínica es ver cómo llegan a consulta pacientes que coinciden en sus quejas: “el problema con mi ansiedad es terrible”, “no sé qué hacer con mi ira, me supera”, “tengo problemas con mis emociones, no sé qué hacer para que me dejen vivir”.


Este tipo de declaraciones nos demuestran una vez más el sesgo que evidencia la población en general al respecto de este tema. Seguimos pensando que las emociones son malas, que sentir angustia no tiene ningún propósito, que la vida misma sin la sombra del miedo sería una vida con mayor sentido. Se nos olvida, quizá, que esas dimensiones tienen siempre un claro propósito para nuestra subsistencia y adaptación.


Conocer, aceptar y gestionar las emociones mucho mejor, sin rehuir de ellas o negarlas, nos evitará esas inundaciones emocionales tan recurrentes.





Si las emociones te desbordan, mira el horizonte

Si las emociones te desbordan en un momento dado, busca la línea del horizonte y quédate ahí un instante. Deja que el mundo discurra con sus sonidos, que la discusión en el trabajo siga su curso. Permite que ese estímulo que te asusta quede congelado en el tiempo, atrapado en una dimensión inofensiva. Instala tu mirada en esa línea imaginaria de paz y concede a tu organismo unos segundos donde regular la respiración, los latidos del corazón, la tensión…




Tal y como suele decirse, cuando reina el caos el mejor bálsamo siempre es la calma. Si decimos esto es por un hecho muy concreto. Cuando el ser humano experimenta una inundación emocional quien rige ese mecanismo del pánico es la parte más instintiva de nuestro cerebro; y en esos instantes, todo es caótico, desordenado e intenso. Tanto es así, que en esas situaciones la corteza prefrontal, ahí donde se orquestan nuestra capacidad de análisis, la toma de decisiones y razonamiento lógico, queda “desconectada”.


Veamos a continuación cómo se conforma ese complejo proceso.


La amígdala y el viaje directo hacia el miedo o la ira

Cuando las emociones te desbordan puedes ir de la calma al pánico, la rabia o al miedo en apenas cinco segundos. ¿Cómo puede ser eso? ¿Qué mecanismo hay en nuestro interior capaz de tomar el control de tal modo? Todos nos hemos hecho esta pregunta alguna vez, y la respuesta no puede ser más fascinante a la vez que inquietante: la responsable de todo ello es la amígdala cerebral.


Así, tal y como nos revela un estudio llevado a cabo por la Universidad Emory, en Atlanta y publicado en la revista Biological Psychiatry, la amígdala es quien modula todo nuestro comportamiento asociado al miedo, el estrés o la agresividad. Por ejemplo, se ha demostrado que esta pequeña estructura es la que recopila información de nuestro entorno en relación a las amenazas que nos rodean (sean reales o no); es ella, también, la que nos hace reaccionar con un fin muy concreto: sobrevivir.







Emociones no reguladas, emociones que se desbordan

Las personas que desarrollan trastornos emocionales se caracterizan, en esencia, por algo muy concreto: no pueden o no logran regular sus emociones. Esta situación va creando más angustia con el tiempo hasta dar forma a un tipo de indefensión donde todo escapa a su control. Por tanto, debemos tenerlo claro: las emociones que no regulamos hoy nos desbordarán mañana, y si esta situación se vuelve crónica pueden aparecer condiciones como la ansiedad generalizada y la depresión.


Asimismo, otro aspecto que debemos considerar es el siguiente: en estas situaciones no sirve de nada suprimir las emociones o bloquear los pensamientos. La clásica idea de “no voy a pensar en eso o mejor reprimo esta rabia o este enfado” lejos de ayudarnos nos puede generar más bloqueos y problemas a corto y largo plazo.


¿Qué hacer cuando las emociones te desbordan?

¿Qué estrategia es la más adecuada cuando las emociones te desbordan? A menudo, en cualquier contexto psicológico hacemos uso de la palabra “control emocional”. Bien en lugar de “control” sería más ajustado hacer uso del término “regulación” por la flexibilidad y dinamismo que esta palabra nos transmite.


Cuando las emociones te desbordan, respira hondo varias veces, sin prisas. Poca poco tomarás el control de tu cuerpo para llegar hasta tu mente…
https://twitter.com/intent/tweet?te...esmaravillosa.com/las-emociones-te-desbordan/
De algún modo, quien controla tiende a incluir en esa acción una mezcla de fuerza y dominio. En este caso y en el ámbito emocional, es preferible dejar a un lado resistencias y optar por la aceptación, la gestión, la flexibilidad, la transformación y el movimiento.


Veamos por tanto qué estrategias deberíamos aplicar en estos casos.


  • Un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology señala que la regulación emocional no tiene talla única. Es decir, no hay una única estrategia que nos sirva para cada situación y circunstancia. La ansiedad de afrontar un examen, una discusión, el tener que aceptar una ruptura o incluso una pérdida hará que tengamos que poner en marcha estrategias de afrontamiento.
  • Por otro lado, las emociones siempre están ahí por un propósito y debemos preguntarnos qué esperan o quieren de nosotros. De ahí que levantar la mirada hacia el horizonte siempre sea una estrategia útil frente al estado de alarma, para entrar en nuestro palacio mental y encontrarnos con nosotros mismos. Una vez allí, nos y preguntarnos qué ocurre y por qué ocurre esto.
  • Además, tenemos que señalar otro factor relevante. La amígdala cerebral es ese centinela que en la mayoría de los casos decide movilizar el miedo o la rabia antes que nosotros se lo permitamos. Actúa por instinto y no por lógica. Cuando lo hace, toma el control de nuestro cuerpo y desencadena toda la sintomatología que ya conocemos: taquicardias, mareos, sudoración…




Cuando las emociones nos desbordan, de poco sirve decirnos a nosotros mismos aquello de “cálmate, no pasa nada”. Porque para nuestro organismo y cerebro “sí ocurre algo”. Por tanto, en esos instantes lo más adecuado es calmar al propio cuerpo mediante la respiración profunda. Respirar hondo y exhalar nos ayudará a regular el corazón, a quitar tensiones musculares… Y cuando el cuerpo se equilibra, podremos llamar entonces a la puerta de nuestra mente y conversar con ella.

Por Valeria Sabater
 
El cerebro de un optimista funciona de forma diferente



El cerebro de un optimista enfoca, procesa y entiende la realidad de manera diferente. Esa habilidad para ver rayos de luz donde otros solo aprecian muros y ventanas cerradas proviene de unas regiones cerebrales muy concretas entrenadas en apertura, flexibilidad, resiliencia y en esa habilidad para gestionar mejor el estrés cotidiano.


¿Es verdad entonces que el cerebro de una persona optimista difiere al de una persona pesimista? Bien, cabe decir que anatómicamente (y como es de esperar) no habrá diferencia alguna entre uno y otro. Todos los seres humanos contamos con unas mismas estructuras y regiones cerebrales. Ahora bien, la clave está en cómo se activan y se conectan todas esas regiones.




Nuestro cerebro es, al fin y al cabo, el reflejo de aquello que somos, de lo que hacemos, pensamos y de cómo afrontamos la vida. Se sabe, por ejemplo, que el estrés crónico y un nivel de cortisol elevado durante un largo periodo de tiempo genera cambios en estructuras como el hipocampo, la amígdala o el sistema límbico. Nuestra memoria falla, nuestro nivel de atención decae y nuestra capacidad para tomar decisiones se ve limitada.


Este órgano sensacional que refleja sin duda el éxito de nuestra evolución como especie, sigue teniendo como vemos sus limitaciones. No siempre es tan efectivo como desearíamos; de hecho, se sabe que hay personas que genéticamente tienen mayor predisposición a los trastornos depresivos y de ansiedad. Otras en cambio reflejan actitudes más resilientes y resistentes al estrés debido a una sutil combinación entre genética, la crianza y educación y la integración de herramientas personales de afrontamiento.


Con todo ello lo que queremos transmitir es algo muy simple: el cerebro presenta una plasticidad asombrosa, todos nosotros y dentro de nuestras posibilidades, podemos entrenarlo para desarrollar un enfoque más optimista.


https://twitter.com/intent/tweet?te...esmaravillosa.com/el-cerebro-de-un-optimista/





El cerebro de un optimista ¿nace o se hace?

La mayoría de nosotros conocemos a ese tipo de personas: los optimistas incombustibles. Esas que parecen no ver dificultad alguna cuando tienen un problema, esas que cuya actitud positiva no decae ni en los peores momentos, esas que además tienen la poderosa habilidad de transmitirnos su entusiasmo. ¿Cómo lo hacen? ¿Llegaron al mundo con el optimismo ya instalado de fábrica en su cerebro? ¿O son quizá el resultado de años de coaching y psicología positiva?


Estudios, como el llevado a cabo en el King´s College de Londres, nos revelan algo interesante sobre esta misma cuestión. La actitud positiva viene determinada genéticamente en un 25%, es decir, heredamos de nuestros padres ese pequeño porcentaje. El resto, lo queramos o no depende de nosotros mismos, de nuestra actitud personal, de nuestro enfoque y determinación.




De hecho, especialistas en el tema como la doctora Leah Weiss, profesora en Stanford y experta en mindfulness en el trabajo, nos dice que hay, efectivamente, personas que son optimistas por naturaleza. Sin embargo, una buena parte de este perfil decide en un momento dado qué actitud tomar ante los problemas y qué mecanismos debe aplicar a partir de ese momento para generar un cambio.





¿Cómo es el cerebro de un optimista, qué lo hace diferente?

Antes de definir cómo es el cerebro de un optimista debemos entender algunos aspectos. En primer lugar, optimismo no es lo mismo que felicidad. De hecho la actitud optimista recoge todas esas estrategias y habilidades que pueden mejorar nuestra calidad de vida. El optimismo englobaría, por así decirlo, a un conjunto de habilidades y sesgos que nos facilitarían la felicidad.


  • Asimismo, esa actitud positiva que refleja el cerebro de un optimista surge ante todo a partir de una habilidad: la de gestionar los factores estresantes del día a día.
  • No estamos por tanto ante un tipo de perfil de personalidad que gira el rostro ante las dificultades y oscuridades de la vida. Al contrario, los ve, los acepta y los transforma en su beneficio.
  • Esa visión optimista les permite manejar mejor los sentimientos de tristeza. Son más resistentes ante los trastornos de ansiedad y depresión y disponen de habilidades más efectivas para construir vínculos fuertes y satisfactorios.

El cerebro de un optimista y el hemisferio izquierdo

El doctor Richard Davidson, director del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin, realizó una serie de estudios para demostrar algo tan llamativo como revelador. El propio Daniel Goleman explica en uno de sus artículos estos resultados:


  • Cuando las personas están angustiadas, enfadadas, con una elevada ansiedad, rabia o frustración, las regiones que más se activan son la amígdala y la corteza prefrontal derecha. Sin embargo, aquellos perfiles que se caracterizan por estados emocionales más positivos, optimistas, entusiastas y con energía, muestran una actividad más intensa en la corteza prefrontal izquierda.

Esta investigación demuestra que las emociones positivas activan en mayor grado el hemisferio izquierdo; hay por tanto una lateralización. En este sentido, el propio doctor Davidson señala: “tras realizar numerosos estudios sobre el vínculo entre la actividad en el lóbulos frontales y emociones, hemos descubierto que una buena parte de las personas somos optimistas. Aquellas con mayor tendencia a la infelicidad, la depresión o la elevada ansiedad presentan una mayor activación en el área derecha”.





Para concluir, señalar solo un dato que el propio Daniel Goleman comenta en la mayoría de sus libros y artículos: todos podemos desarrollar una actitud más positiva, abierta y flexible. Se trataría solo de aprender a gestionar mejor el estrés, de manejar nuestras emociones para ponerlas a nuestro favor. Enfoquemos nuestra mirada y orientémosla siempre hacia el horizonte.

Por Valeria Sabater
 
4 técnicas para autorregular las emociones


Las distintas emociones nacen por alguna razón y nunca es buena idea contenerlas por sistema, encapsularas a presión en nuestro interior, de la misma forma que no lo es entregarles el timón sin control de nuestra conducta. Hay técnicas para autorregular las emociones y que nos hacen más inteligentes en este campo.


Una de las emociones más difíciles de gestionar es la ira, por ser una de las que más energía nos aporta. Son muchas las personas en el mundo que se dejan invadir por el enfado y terminan diciendo o haciendo algo que los daña a sí mismos o daña a otros. Así mismo, el miedo a veces toma el control, generando límites que lastran nuestro crecimiento o lastran nuestra calidad de vida.




De ahí que sea tan importante conocer las técnicas para autorregular las emociones. Son métodos sencillos que nos permiten gestionar lo que sentimos, de modo que sea más fácil alcanzar un punto de equilibrio entre la contención y la expresión. Estas son cuatro de ellas.


https://twitter.com/intent/tweet?te...m/4-tecnicas-para-autorregular-las-emociones/
1. Vipassana, una de las técnicas para autorregular las emociones

El vipassana es un antiquísimo método de meditación que se basa en la autoobservación. El nombre significa “ver las cosas como son”. Para las culturas de la India equivale a un medio para desarrollar “el arte de vivir”. La técnica consiste, básicamente, en dedicar tiempo a verse a uno mismo, como si se mirara desde fuera.


La idea es ir a un lugar tranquilo, cerrar los ojos y respirar profundamente. Observar la respiración. Hacernos conscientes de cómo el aire entra en el cuerpo, para salir más tarde. El siguiente paso sería repasar cada una de las zonas del cuerpo para identificar qué se siente al recorrerlas mentalmente. Lo adecuado es hacer esto todos los días, por unos minutos. Es un ejercicio que ayuda a desarrollar el autocontrol.







2. Entornos virtuales

Otra de las técnicas para autorregular las emociones es el empleo de entornos virtuales o imaginarios. Consiste en exponerte, de manera simulada, a diferentes situaciones frente a las que te sientes particularmente vulnerable. El segundo paso, será evaluarlas (tanto a las situaciones en sí como a tus sensaciones). Actualmente hay psicólogos e institutos que cuentan con la tecnología necesaria para reproducir determinadas situaciones de manera digital. Sin embargo, no es el único medio.


Cuando no se dispone de la tecnología necesaria, nada mejor que recurrir a la imaginación. Puedes dibujar o describir con palabras alguna de esas situaciones frente a las cuales sientes que no tienes control. La idea es identificar cuáles son exactamente los estímulos o los momentos que te llevan a sentirte fuera de ti. Luego, tratar de comprender esa emoción, su razón de ser y qué podría sustituirla o aminorarla.




3. Arteterapia

La arteterapia es mucho más que una moda o una de tantas tendencias. En realidad, existe desde siempre, pero solo hasta ahora se le ha dado la importancia que merece. Consiste en emplear los diferentes artes como un medio para expresar las emociones y lograr un mayor equilibrio emocional. Además, también ayuda a elaborar los conflictos psíquicos y a construir nuevos significados.


Esta es una de las más eficaces técnicas para autorregular las emociones porque, principalmente, invita a expresarlas a través de un lenguaje creativo. Este solo hecho ya implica un paso adelante. Las emociones deben pensarse y replantease para ser expresadas mediante la escritura, la pintura, las manualidades o cualquier otro vehículo que se emplee. Practicada de manera constante, nutre el autocontrol.




4. Autovaloración

La falta de control sobre las emociones muchas veces nace de la falta de auto-reconocimiento y de autovaloración. Nos sentimos tensos porque nos exigimos demasiado o porque nos castigamos por nuestros errores, en lugar de concentrarnos en los aciertos. Esa tensión hace que nos volvamos demasiado sensibles a determinados elementos, como la crítica, la diferencia o la exigencia.


Una buena idea es hacernos una evaluación concienzuda semanal o mensualmente. En este caso, no se trata de identificar en qué hemos fallado durante la última semana o el último mes, sino todo lo contrario.


El objetivo es identificar nuestros aciertos, las razones que tenemos para felicitarnos. Este simple ejercicio ayuda a que nos reconciliemos con nosotros mismos. Y reconciliarnos, nos hace más inteligentes regulando nuestras emociones.





Las técnicas para autorregular las emociones no son recetas mágicas. Sin embargo, el solo hecho de ponerlas en práctica ayuda a que se operen cambios visibles en nosotros. Así, aprender a gestionar lo que sentimos nos permitirá vivir una vida más tranquila.

Por Edith Sánchez
 
En el reino de la hipocresía, la sinceridad es la gran incomprendida



En los territorios donde cabalga la mentira vestida de dulce hipocresía, la sinceridad es siempre la gran incomprendida. Es como si comunicar con transparencia fuera un delito, una osadía para quien se quita las armaduras y, con educado respeto, es capaz de ir con el corazón por delante y con la verdad en su boca.


No es fácil. En la actualidad son muchos los sociólogos y analistas que definen a una buena parte de la población como entidades pasivas, como meros testigos de lo que acontece en ese mundo que se enmarca en un televisor. La hipocresía reina en muchas de nuestras esferas políticas, en ciertos escenarios laborales e incluso en la intimidad de algunas de nuestras casas, sin que reaccionemos ante ella.




https://twitter.com/intent/tweet?te...com/hipocresia-sinceridad-gran-incomprendida/
Hay quien opta por el silencio y por esa supuesta pasividad por simple y absoluto cansancio. Porque ya sabemos “de qué pie cojea” ese familiar, ese directivo o ese compañero de trabajo. Sabemos que abundan en exceso aquellos que defienden la igualdad, pero que en su interior desprecian en secreto que otros tengan sus mismos derechos, sus mismas oportunidades.


Sin temor a equivocarnos, podríamos decir que hay una dimensión mucho más tosca, oscura y peliaguda que la propia mentira: la hipocresía. Es nada más y nada menos que una falta de honestidad muy sibilina, ahí donde uno esconde la propia personalidad mientras se exhibe una nobleza moral intachable.


Puesto que estamos seguros de que conoces a más de un persona con dichas características, te proponemos ahondar en el tema para disponer de más estrategias para actuar ante ellas.





Normalizamos la hipocresía casi sin darnos cuenta

De niños los adultos nos enseñan que la verdad es buena y que mentir es una costumbre que es mejor no adquirir. Nos inician en una práctica de la que tarde o temprano descubrimos sinuosos recovecos, afinados matices. Tal y como nos explicó Lawrence Kohlberg en su teoría sobre el desarrollo moral, es en la segunda etapa, en la llamada “moral convencional”, cuando en el niño de entre 10 y 13 años desarrolla ya un inicio de conciencia sobre el sentido de la justicia, descubriendo además cómo los adultos pueden caer en sus propias contradicciones.




Nos exigen sinceridad, pero son muchos los que se ofenden si decimos la verdad. Poco a poco llegamos a unas situaciones en las que nos preguntamos qué puede ser mejor: ofender con la sinceridad o mentir por simple educación. Tarde o temprano asumimos que la hipocresía reina e impera, y que con ella, se construye una falsa convivencia; una convivencia donde exhibir gloriosos principios morales y bellas ideologías bajo las cuales, a menudo, se esconde la cobardía o la simple despreocupación por los demás.


La hipocresía está plenamente institucionalizada en nuestra sociedad, la hemos normalizado. Sin embargo, y aquí llega el dato curioso, la mayoría tenemos un radar siempre actualizado que sabe detectarla. La vemos en nuestros políticos, en alguno de nuestros familiares o compañeros de trabajo y sin embargo no reaccionamos ante ella. De algún modo, somos conscientes de que es una batalla casi perdida: es una tarea difícil cambiar a quien ni tan siquiera es honesto consigo mismo.









A la falsedad se la supera siendo siempre auténticos

Hay varios tipos de hipocresía. Están los que exhiben grandes atributos para esconder oscuros principios morales: el racismo, el machismo, una mente retrógrada. Sin embargo, el tipo de falsedad que más abunda es la de esa persona que busca encajar, ser aceptado e incluso alabado. Por ello, no dudará en defender hoy el color rojo y mañana el color verde y al otro el azul, dependiendo siempre de en qué escenario se mueva.




https://twitter.com/intent/tweet?te...com/hipocresia-sinceridad-gran-incomprendida/
Estar orientados en todo momento por la opinión de los demás vulnera nuestra autoestima y evita que practiquemos, por ejemplo, esa autoevaluación con la cual, vivir siempre de acuerdo a nuestros propios valores a pesar de que a los demás, no les agraden.


Veamos ahora cómo deberíamos actuar ante esas personas habituadas a vivir en el reino de la hipocresía.





Cómo reaccionar frente a la hipocresía

A la hipocresía no se la vence, se la encara. Tal y como hemos señalado con anterioridad, cambiar al hipócrita es una batalla perdida, pero lo que sí podemos hacer es dar ejemplo, ser auténticos y desactivar la influencia que puedan tener sobre nosotros.


  • Recuerda en todo momento que las únicas expectativas a las que debes obedecer son a las tuyas propias. Lo que el hipócrita te recomiende con su falsa vara de medir tiene menos importancia que el polvo que se acumula en las estanterías de tu hogar.

  • Los hipócritas siempre caen en sus propias contradicciones. Cuando las veas, no las ataques, ni inicies discusiones con ellos: te darán mil argumentos para justificarse. Limítate solo a señalar su contradicción, algo corto y firme.

  • Si estás obligado a tratar cada día con una persona hipócrita, ten en cuenta que intentará sabotearte muy a menudo. Calificará tus actuaciones y te etiquetará. Si para esa persona eres un espejo en el que ve lo que no le gusta, una de las opciones que tendrá para terminar con su malestar será acabar con el espejo, o sea, contigo.

Mantén siempre un diálogo interno contigo mismo para recordar quién eres, cuáles son tus valores y cuáles tus grandezas. Lo que diga, haga o piense el hipócrita no vale ni cuenta en tu vida. Solo es aire, solo es el aliento de una marioneta algo cobarde que ha hecho de la falsedad su reino de naipes.

Por Valeria Sabater
 

Temas Similares

4 5 6
Respuestas
64
Visitas
3K
Back