Ya están aquí: Sí, es Navidad, os guste o no.

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A mí me gustaba. Me gustaba la Navidad de mi infancia, que era sencilla, cálida y entrañable. La recuerdo muy en blanco y negro y de intacta ilusión. Era una Navidad de olores, sabores y juegos... de intenso frío y mucha nieve, de inocencia y mucho amor.

Lo de ahora no es Navidad, al menos lo que yo entiendo que debería ser... me resulta más frívola, falsa y vacía que otra cosa.
El cristianismo convirtió la fiesta del solsticio de invierno en Navidad; ahora la gente vuelve a convertir la Navidad en una fiesta de invierno, laica, pagana o como se quiera ver.
 
A mi si me gusta la navidad, pero para vivirla a nivel personal (quiero decir, que a nivel profesional la odio). Me gusta por ir a ver decoraciones, árboles y belenes, actuaciones con la coral...etc. Para mi las fiestas navideñas "acaban" el 31 de diciembre. En mi familia, se regala en la nochebuena, en Reyes no nos regalamos nada. Tradiciones!.
 
¿No te gusta la Navidad? No estás soloDANIEL SOMOLINOS
  • 17 dic. 2017 03:08
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Ilustración de 'Cuento de Navidad' de Charles Dickens en la que aparece el fantasma del señor Scrooge y Marley. TIME LIFE PICTURES
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No hace falta ser el señor Scrooge del cuento de Dickens o sentirse como James Stewart en ¡Qué bello es vivir! para no disfrutar de la Navidad. Cada vez hay más alérgicos al muérdago, a los villancicos y a los Papá Noel que cuelgan de los balcones. Individuos a los que este último no les deja regalos, sino soledad, nostalgia y, en el peor de los casos, lexatines y prozacs.



Este sentimiento no es nuevo. La Navidad, creada por la iglesia en el siglo IV d.C., ha estado muy presente en España desde entonces, aunque cada vez se celebre de una forma más pagana. Fue con el final de la dictadura franquista cuando la sociedad comenzó a evolucionar hacia un laicismo que, sumado a la pérdida de pudor a la hora de expresar nuestras opiniones, ha permitido que haya quien exponga su disconformidad con la que consideran la época más triste del año.

"Es una realidad. En estas fechas se acrecienta el número de pacientes que recurren a especialistas, tanto vía telefónica como presencial. A muchos de los que vienen durante todo el año se les nota más tensos. Y es una prueba de fuego porque, en estas dos semanas, se ponen en juego todas las mejoras que han teniendo durante la anualidad", detalla Sergio García, psicólogo en clínica. "Por otra parte, los nuevos pacientes vienen, sobre todo, a partir del 7 de enero. Lo pasan fatal durante esta festividad. La atraviesan como pueden y, una vez acabada, acuden a consulta para contar todos sus sufrimientos navideños".

Un malestar que se resume en una frase: ojalá me acostara el 20 de diciembre y me despertara 7 de enero. Para García, ésta es una de las expresiones más utilizadas en Navidad por personas que no han aceptado aún algún trauma o pérdida: "Hay quienes recurren al lexatin para estar más tranquilos cuando tienen que convivir con algún familiar que no soportan. Resuelven con farmacología lo que deberían subsanar con palabras. Otros ingieren diferentes medicamentos para intentar pasar dormidos la mayor parte del tiempo. Piensan que de esa manera el tiempo correrá más deprisa, pero consiguen justo lo contrario; descansan peor, lo que les hace estar como zombies y con un estado de ánimo más negativo e irritable".

Quizás ésta sea una de las causas por las que la venta de antidepresivos aumenta hasta un 40% en este intervalo, según el Teléfono de la Esperanza. Un dato que pone en entredicho Julio Bobes, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y miembro del Cibersam, quien le resta dramatismo. "Para nada, es una majadería. La gente puede estar más triste, que no más deprimida. Si acaso, un pequeño porcentaje de la población. Medicamentos se toman durante todas las estaciones... De hecho, si consultamos las cifras de suicidios consumados, incluso los intentos de quitarse la vida, veremos que no se incrementan en Navidad. Mantienen el nivel durante los 12 meses", contrapone.

FENÓMENO 'GRINCH'
Donde no existe discusión es a la hora de determinar el motivo que amarga a más personas cuando llegan estas fiestas: la pérdida de algún ser querido. "A veces, la inercia del trabajo y de la cotidianidad de los días hace que no nos demos cuenta de que se nos ha ido algún familiar, pero en estas fechas su silla vacía te pone frente a la realidad. Es algo que le sucede mucho a viudos y viudas", explica García, sin obviar que es esencial atravesar ese dolor para poder volver al mundo.

Aunque no siempre una pérdida es sinónimo de funeral. También les sucede a parejas que se separan o se divorcian. Que pensaban que su familia era perfecta y, de repente, se dan de bruces con su presente. "Se genera una comparativa entre lo que tuve, lo que tengo y lo que iba a tener... algo que evoca nostalgia. Las expectativas son las principales culpables de que se sufra en Navidad. En muchas ocasiones, se pone el listón bastante alto", apunta el psicólogo.


Son estos dos conceptos, los de nostalgia y exigencia, los responsables de que muchos pasen un mal trago en este lapso de tiempo. Y es aquí donde aparece la famosa hipocresía navideña, acuñada por aquellos que no comulgan con esa norma social no escrita que dicta que hay que ser mejor persona en Navidad o que se molestan cuando viejos conocidos de los que no saben nada durante todo el año reaparecen esporádicamente para desearles felices fiestas.

En lugar de celebrar que se hayan acordado de ellos, a más de uno le descoloca recibir mensajes de individuos que ya no están en su día a día. "Muchas veces se compara cómo era y nos hablaba ese sujeto y cómo lo hace en la actualidad. Y se llega a pensar que, como te ha saludado ahora, lo tenía que haber hecho también ayer. No se debe exigir de esa manera", aconseja García.

Otras razones que desequilibran la balanza a favor de los que no reciben con júbilo la Navidad son la falta de recursos de quienes no pueden permitirse subir al tren del consumo; el exceso de tráfico y de aglomeraciones tanto en la calle como en los centros comerciales; las disputas familiares; y, cómo no, su polo opuesto: el sentimiento de soledad.

"En este periodo, la sensación de abandono se da máxime en mayores de 60 años. El imaginario social dicta que la Navidad es alegría, positividad y amor, pero eso choca con su realidad. Sobre todo les sucede a aquellos que están en residencias o en hospitales", asegura Myriam Fernández Nevado, socióloga y politóloga, quien advierte de que ésta es una tendencia que irá a más, debido al imparable envejecimiento de la población.

CÓMO SOBRELLEVAR LA DEPRESIÓN BLANCA
La Navidad es un estado de ánimo y, como cualquier otro, se puede transformar hasta hacer de estas fechas un periodo más llevadero.

1. Si te invitan a una cena donde sabes que lo vas a pasar mal, vas a estar irritado o, simplemente, no estarás cómodo, di no. Sin miedo. Declinar la invitación es una forma de respetarte a ti mismo y al resto de comensales.

2. No guardes rencor por actos del pasado. Evita hablar de temas polémicos e intenta no entrar al trapo si sabes que la puedes armar. Piensa que la cena familiar sólo durara unas cuantas horas.

3. No focalices toda tu atención en las personas ausentes. En lugar de ponerte triste recordando que ya no están, procura evocar momentos y anécdotas divertidas junto a esas personas.

4. No olvides que las navidades son, ante todo, un periodo de descanso. No te agobies con los compromisos más de lo necesario.

5. Los regalos, mejor entre dos o más personas. Reducirás el gasto y el tiempo invertido en la elección del presente.

6. Las navidades en pareja y con hijos pueden llegar a ser difíciles. Procura ser flexible. Acuerda celebrar las fiestas un año con tu familia y al siguiente con la de tu cónyuge.

7. Trata de no estancarte ni de hibernar cual oso. Sal a la calle, practica deporte y rodéate de tus amigos.

8. Concibe la Navidad como un nacimiento, una oportunidad para que nazca en usted otra forma de ser, pensar o actuar. Ya lo decía Dickens, "honre la Navidad en su corazón y procure conservarla durante todo el año".

En contra: Para aniquiliar al cuñadismo, insumisión
Por Javier Cid No entraré a desangrar con mi pluma 'antisistema' el topicazo de las pantagruélicas sesiones de cordero, las escaleras mecánicas de El Corte Inglés a todo gas, como si aquello fuera la Rue del Percebe, los puñeteros selfies de señores de Murcia en la Puerta del Sol, las uvas, los cuartos, el cuñado insoportable, siempre indestructible. Se conocen ustedes muy bien la matraca. Por más que lo celebren, lo brinden, lo barrunten con el liguero rojo en la pantorrilla, son víctimas de los 15 días más monstruosos del año. Luego no me suspiren en el informativo de Pedro Piqueras, pura crónica de la España negra, por la escalada del precio del percebe. Desembuchen, coman, échenle el resto a la cosa esotérica de la Lotería y bailen al son de José Luis Moreno, pues así lo quisieron ustedes. Yo, que siempre fui un estoico revenido, voy haciendo acopio de orfidales para sobrellevar con la dignidad justa la hecatombe que nos viene. No hace mucho, la negritud de mi espíritu navideño me llevó, incluso, a salir el 30 de diciembre con toda la artillería de gintonics que mi hígado pudo soportar;al volver a casa, cuando la gente se acicalaba para las campanadas, me eché a dormir como una damisela. Recuperé la conciencia el dos de enero, en el delicioso instante en el que la capa de Ramón García ya era polvo, puro recuerdo. Fue la mejor entrada de año de mi turbio existir. A lo mejor repito.

Javier Cid es periodista de EL MUNDO.
[paste:font size="4"]A favor: ¡Larga vida a la Navidad!
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PorMaría Irazusta. Por los que están, no por los que nos dejaron. Por lo que tengo, no por lo que me falta. Por la ilusión de lo bueno que traerá el nuevo año, no por los malos augurios. Así vivo la Navidad, época del año en las que atesoro los mejores deseos y muestras de afecto de quienes amo y de quienes me aman. No hay Dios ni Grinch que me amargue este dulce. Aunque la consigna imperante cool e intensa promueva el odio a la Navidad -a la que reconozco algunos tics astracanados y empalagosos- disfruto con intensidad cada uno de los regalos que me ofrece: el primer abrazo de mi hija en el aeropuerto, nuestra cena íntima de Nochebuena, las risas en las reuniones con mi familia, los encuentros con amigos, compartir suerte con la Lotería, las 12 uvas y los ritos de Nochevieja, las campanadas del reloj de la Puerta del Sol, el roscón de Reyes, Madrid engalanada... Sin olvidar ese placer que ofrece -a los raros especímenes que somos a la vez sentidos y racionales- el cierre del año para hacer balance y ajustar cuentas con la vida, no solo con la báscula. Tengo por costumbre saludar el nuevo año al grito de paz de "Viva mi madre", al que siempre seguían las carcajadas de mi Diosa, mi madre. Las próximas serán las quintas Navidades que no las escucharé, pero las sentiré. ¡Larga vida a la Navidad! María Irazusta es periodista y escritora, autora de los libros Las 101 cagadas del español y Eso lo será tu madre


http://www.elmundo.es/vida-sana/bienestar/2017/12/17/5a33aae446163f380d8b4654.html
 
No las aguanto , me son insoportables , si pudiera me iría de viaje, creo que me sería más llevadero.Y encima somos cuatro gatos , me estoy planteando ir a tomar las uvas en un teatro , creo que es el día que peor llevo y ya es decir , dos meses antes ya me pongo de mal humor de solo pensarlo ,hay veces que hasta me he ido a otra habitación para no escuchar ni las campanadas.
 
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