Mujeres.

LAS OTRAS SON LO PEOR

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Están por todas partes. Las negras, las ricas, las guapas, las gordas, las rubias, las latinas, las poligoneras, las gitanas, las suegras, las rubias, las de derechas, las que se callan...
Construimos un “las otras” en cuanto somos un par de ellas.
Las que piensan distinto, las que votan distinto, las que visten distinto, las que se divierten distinto. Las que no son tan feministas como nosotras, las que son más feministas que nosotras, las que son feministas de otra forma...

En la vida de todas nosotras hay un montón de "otras"... Las ex de nuestros actuales, las madres de nuestras criaturastras, las que se acuestan con tías, las que se acuestan con quien les da la gana, las que se acuestan con quien nos daría la gana a nosotras...

Se nos ha enseñado desde pequeñas a entendernos desde una mirada externa, a percibirnos constantemente observadas y juzgadas. Y así hemos aprendido a mirar, a observar y a juzgar a las demás. Así, hemos construidos muy pocos “nosotras” y muchos “las otras”.

El sistema no nos quiere unidas y solidarias, de manera que nos ha entrenado para percibir en las otras lo que nos diferencia, lo que de ellas nos amenaza.

Las solteras amenazan la seguridad de las emparejadas, las madres amenazan la posición de las que no piensan quedarse embarazadas, las estudiadas amenazan el prestigio de las iletradas, las extranjeras amenazan la libertad de las nacionalizadas, las guapas amenazan la imagen de las menos agraciadas, las que se quedan en casa amenazan las luchas de las que están organizadas... Así todas las mujeres nos convertimos en amenazas y en amenazadas.

Y así perdemos la oportunidad de entendernos como iguales. Como compañeras en la lucha contra un sistema que nos quiere subordinadas y para eso nos necesita separadas.

Y, así, gana un sistema que necesita que construyamos constantes “las otras”. Pero, ¿Y si, un día, fuéramos conscientes de lo que seríamos, si fuéramos “nosotras”?

Mira a tu alrededor. Mira a las mujeres que te rodean. No pienses en lo que las convierte en “otras”. Empieza a construir un “nosotras”.
 
IDEAS QUE MATAN
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El machismo mata. Así como te lo digo. No en plan: “qué fuerte, que piensas que las mujeres somos menos que los hombres, pero, en el fondo, no pareces peligroso”. Las ideas machistas, matan.


Porque los que opinan que las mujeres somos diferentes por naturaleza, que tenemos un don para cuidar, que decimos que no cuando queremos decir sí, que somos bellos animales... piensan igual que, legitiman a, y propician la existencia de los que pegan, violan y matan.

Ser parlamentario y decir que “la mayoría de las denuncias por violencia de género son falsas” mata. Porque esas afirmaciones alimentan una ideología que no cree que exista la desigualdad de las mujeres, que ignora los miles de asesinatos machistas diarios, y son una apología de la violencia contra las mujeres. Y un delito.

Presentar la gala de los oscar y hacer chistes sobre las actrices que “enseñan” las t*tas, mata. Porque las bromas sobre las mujeres que hacen lo que les da la gana -o lo que les pide el guión- con su cuerpo, alimentan una ideología que considera que el cuerpo de las mujeres es propiedad de la moral social, que las mujeres libres se exponen a que les pase “cualquier cosa” y que no hay hombres violadores, sino mujeres que se lo buscan.

Decir “no me gusta el machismo ni el feminismo”, mata. Porque es equiparar una ideología que pretende que todas las personas tengamos los mismos derechos y las mismas oportunidades -el feminismo- con una ideología que considera que las mujeres ocupamos en todas las sociedades una posición subordinada porque es la que nos corresponde, dada nuestra naturaleza inferior.

Considerar que las feministas somos unas histéricas, mata. Porque cuestionar la posición de subordinación en la que estamos todas las mujeres del mundo y los millones de formas diarias en que esa subordinación se nos impone, es alimentar una ideología que considera que las cosas están bien como están, nosotras cuidando y satisfaciendo necesidades y ellos, acumulando deseos que satisfacer. Y a la que no le guste, caña. Una hostia, una paliza mortal, veinticinco euros por el servicio o una palmada en el culo, lo que toque.

El feminismo, por cierto, es la única ideología que nunca ha matado a nadie.
 
Armas de mujer
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Autor: Pablo Herreros 7 November 2013
Por mucha fuerza o inteligencia que exhibamos los machos, las hembras seguirán siendo las que tienen la última palabra. Hasta tiempos recientes se creía que la dominancia que ejercemos los hombres tenía como consecuencia inevitable la subordinación de las mujeres, pero ahora sabemos que ellas también poseen sus estratagemas para darle la vuelta a las cosas.

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Manifestación sufragista del 1912 en Nueva York, en la que las mujeres clamaban por su derecho a votar (imagen: Wikipedia).


La teoría tradicional asume que lo más inteligente para los machos es tratar de reproducirse con el máximo número de hembras posible, mientras que para la hembra la estrategia consiste en centrar los esfuerzos en sacar adelante su descendencia. El argumento proviene de que para un macho producir espermatozoides no es costoso mientras que para las hembras desarrollar un óvulo sí lo es, especialmente si ya está fertilizado, porque conlleva grandes costes de tiempo y energía.

Por ejemplo, los machos de gorila controlan a todas las hembras de su harén constantemente. De esta manera se aseguran de que todos los hijos que nacerán son suyos. Pero las hembras también tienen sus métodos para escapar del despotismo del macho y copular con otros que desean.

Uno de los métodos más empleados es el engaño. Se ha observado cómo las hembras de gorila se esconden detrás de una piedra, asomando la cabeza para que el macho dominante crea que todo está bajo control. Pero en realidad, la hembra está copulando, a escondidas, con otro macho. Otra fórmula consiste en escapar del grupo por la noche y abandonarlo para infiltrarse en otro. Se cree que los criterios para emigrar que usan las hembras para elegir son la mayor seguridad y juventud.

Algo asombroso es la elección de padre a la que algunos datos apuntan. En especies de primates donde las hembras solo están receptivas sexualmente unas pocas semanas al año, estas copulan con varios machos en la época de celo. Algunos machos dominantes presionan a las hembras a copular con ellos. Lo que ha descubierto el primatólogo Cristophe Boesch es que las hembras detectan cuáles son los días exactos en los que son fértiles. Debido a que el esperma no se mantiene activo más allá de un par de días dentro del útero, la mayoría de los encuentros sexuales no fecundan el óvulo. Lo interesante es que en los 2-3 días de fertilidad real las hembras copulan con los que ellas desean realmente. De esta manera, ejercen un control sobre la natalidad y se aseguran de que el ganador es el padre que desean.

Las hembras también ejercen el poder y poseen una la llave para evitar la violencia dentro del grupo. Entre los chimpancés, algunos machos pueden llegar a ser muy violentos con ellas. El colectivo al completo puede ser víctima de la inestabilidad que provocan. En estas situaciones, las hembras y las crías son los miembros más vulnerables. Para contrarrestar esta amenaza, las hembras suelen aliarse entre sí y formar una coalición en contra de los agresivos, evitando de este modo salir perjudicadas.

Este fenómeno siempre me sorprendió con el paralelismo que tiene con los casos más graves deviolencia de género. El agresor, antes de comenzar con el maltrato, trata de aislar a la víctima de su red social: familiares, amigos y compañeros de trabajo. De esta manera rompe las alianzas que la mujer posee con otras personas y que podrían acudir en su ayuda, como hacen las hembras de chimpancé. La lección que podemos extraer de estos datos es clara: hay que fomentar las alianzas entre mujeres y otros grupos discriminados históricamente. La redes sociales son la mejor garantía para que no se abuse de ninguna otra persona o grupo.

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Mural de Banksy en San Francisco, en el que paz y amor se representan como entidades separadas (imagen: Jeremy Brooks / Flickr).
 
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