Yo creo que tenía que haberlo dejado,no lo hizo por llegar a donde está ahora.Yo no es que empatice mucho con las dos, con sus ideas, pero la Clinton, con aquello del marido, si que tuvo que sufrir.
No es amor,es poder.
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Yo creo que tenía que haberlo dejado,no lo hizo por llegar a donde está ahora.Yo no es que empatice mucho con las dos, con sus ideas, pero la Clinton, con aquello del marido, si que tuvo que sufrir.
Yo creo que tenía que haberlo dejado,no lo hizo por llegar a donde está ahora.
No es amor,es poder.
Querida Ambers, yo he leido la autobiografia de Hillary y claro que creo que sopesó que la America tradicional la valoraria más como candidata politica estando casada, pues también la habrian acusado de no haber sabido priorizar lo importante sobre sus propios sentimientos de esposa, a todo se le puede sacar punta, pero que Hillary sufrió por la humillación pública es cierto. Antes le habia perdonado otras infidelidades más privadas, pero aquello fué muy fuerte porque ella le habia estado defendiendo durante ocho meses convencida de que la becaria mentia y era un monigote de los adversarios porque él le habia jurado que no era cierto.
De haber sabido la verdad ella no se habria expuesto al ridículo de defenderle como lo hizo, pero que el marido te venga una noche a la habitación tras ocho meses a confesarte que si, que era verdad, pues al dia siguiente saldria a la luz lo de la mancha del vestido... Ella dice que sintió ganas de matarlo y la creo. Y ni siquiera ser Primera Dama la instó a disimular, durante meses ella no le acompañó en ningún viaje - le tocó a la joven Chelsea hacerlo por no dejar solo a su padre -, dio órdenes para que no pudiese cruzarse con él en la Casa Blanca... A él le costó Dios y ayuda, meses, que ella volviese a dirigirle la palabra mientras sopesó realmente el divorcio... pero ella dice que sopesó todo lo que habian construido juntos, no solo su obra politica comñun, sino el hecho de que él haya sido su mejor amigo y compañero y un padre inmejorable para su hija, vamos, que habria perdido algo más que sus propias ambiciones politicas por una becaria a sabiendas de que la naturaleza de él es incorregible... Yo creo que demostró pensar con la cabeza pero no solo por el tema político, si bien es seguro que en caso de divorcio él estaria ahora igualmente a sus pies ofreciendole toda su ayuda para conseguir la presidencia, eso seguro... Ella se sintió traicionada por su compañero, no por su amante, y es un vínculo muy fuerte que puede ser muy doloroso.
Son una pareja peculiar, pero no les falta una conexion basada en su pasado común, sus recuerdos, las ambiciones que construyeron juntos, que sobreviven a la pasión y el amor romántico -que estoy segura que estos ni entonces dormian juntos ya-... Muchas parejas comunes se mantienen juntos porque, aunque nada sea como en su juventud, es más lo que les une que los que les separa tras toda una vida juntos... Y ella no ha olvidado que renunció en su juventud a su propia carrera política en Washington por seguir a ese joven sureño a su Arkansas natal donde ella seria su esposa y su segundona, y, sin embargo, no lo dudó, la habia camelado hasta las trancas y él no ha perdido ese don de palabreria con los años, aunque ya no le quiera como entonces, claro, que tonta no es...
Gracias @Olivia. Todo muy romántico,pero lo que ella quería era llegar a Presidenta.Me parece perfecto.
Al fin y al cabo son un producto made in USA.Si estuviera divorciada sería más creíble,un auténtico cambio ver a una mujer Presidenta.Asi,estará siempre la sombra de su marido y esa oscura historia.Yo creo que con el divorcio ella también lo habria conseguido porque él la habria apoyado igual. Pensó en el conjunto de su vida, los intereses comunes que tenian, el plan "primero él y despúes yo" inconcluso juntos...El debia conmpersarla más que nunca y cumplirlo tras aquello...y ella también en la America tradicional que prefiere a una mujer casada, pero lo curioso es que otra parte tampoco la traga por no haberse divorciado... Eso podia intuirlo entonces, cuando algunas mujeres le exigian el divorcio, asi que creo que puso en la balanza los pros y los contras, y vio que en los pros tenia más que ganar mientras que en el contra se quedaba divorciada tirando sola con su propia carrera politica, disgustando a su hija...Estar casada tampoco le ha dspertado muchas simpatias entre muchos electores, que ahora prefieren votar a Trump...
Bill Clinton está entregado a la carrera de ella, ha vuelto a ser su compañero, que no verdaderamente su marido, porque he oido que viven en casas diferentes... Son un equipo desde la universidad y tienen la suerte de seguir siéndolo tras haber pasado por semejantes tormentas... Estos dos estarian incompletos el uno sin el otro, esa esla realidad, ahora vuelven a estar unidos por el nuevo proyecto de ella, tienen los nietos... Hillary demostró ser inteligente al ver que con el divorcio tenia mas que perder que ganar.
Gracias @Olivia. Todo muy romántico,pero lo que ella quería era llegar a Presidenta.Me parece perfecto.
09JUL201503:49 h
Alcalde, en Granada debe hacer mucho calor
comentarios6
Está una a sus cosas, que tal y como está el patio puede ser alguna de las siguientes.
Siguiendo la rendición de cuentas del Gobierno de España ante el comité de la CEDAW de Naciones Unidas en Ginebra, y escuchando que las explicaciones del Gobierno de España no convencen al Comité, que seguramente nos va a dar un sonoro suspenso en materia de igualdad.
Interesándose sobre quién podrá ser la próxima Fiscala de Sala contra la Violencia de Género y sobre si finalmente primarán los criterios de conocimiento y especialización sobre el tema o los elementos de rango y jerarquía en la elección que tiene que hacer la Fiscala General del Estado.
Sobreponiéndose del espectáculo sobre las votaciones en relación con la reforma de la Ley de Salud Sexual y reproductiva que se está debatiendo en el Congreso de los Diputados.
Intentando comprender la nueva sentencia del Tribunal Constitucional, donde un magistrado llamado Ollero, considera que no vender la píldora postcoital, mejor que lo decida el farmacéutico según sus preferencias personales.
O, incluso, haciendo las cuentas sobre cuántos fondos menos se van a dedicar a programas específicos en materia de Igualdad este año.
En definitiva, está una tranquila y sosegada, con estos calores, abanico en ristre, y escucha que hay un alcalde en Granada que ha dicho que 'las mujeres, cuanto más desnudas, más elegantes". Y, así de primeras lo primero es pensar, "otro pobre a quien le han pillado con el micrófono abierto y haciendo la gracieta del día".
Pero no, lo peor viene cuando se descubre que las susodichas palabras están dirigidas a un grupo de jóvenes estudiantes, chicas y chicos, y han sido pronunciadas en un acto público de reconocimiento por los buenos resultados obtenidos en el examen de selectividad y con la prensa de cuerpo presente.
Y llámenme rara, o díganme que será el calor del verano, los sofocos de la edad, o que a estas alturas de la legislatura, del año, del verano y de la ola de calor, lo único que me apetece es hacerme un dúo desmelenado y voz en grito con Camilo entonando el "Y ya no puedo más, y siempre se repite la misma historia", pero en lo único que puedo pensar desde el momento en que he tomado conciencia de la escena, es de que tenemos gentes, con mando en plaza, para quienes los estereotipos sexistas y rancios forman parte de la gracia de la vida. Y a partir de aquí, de lo de las políticas municipales de igualdad, como en el chiste, mejor ni hablamos.
Seguramente, después de haberse convertido en noticia nacional, el señor alcalde se estará preguntando a qué viene tanto revuelo y seguramente no aprecia la gravedad del lío que se ha montado, total por una tontería que, desde luego, estará pensando, él no decía en "ese" sentido. Él, que como otros protagonistas de excesos verbales antes que él, se declara profundo admirador de la mujer, y seguro que también de su madre y de la Virgen del Rocío.
Me pregunto cuál será la opinión de alguien así, que casi hace un alegato sobre elegancia y desnudez de las mujeres, cuando las adolescentes que hoy le escuchaban decidan, en unos años, ponerse muy elegantes para llevar a cabo una acción reivindicativa en la capilla de su universidad, en el Congreso o en la tribuna de invitados del pleno del ayuntamiento. Me pregunto si seguirá pensando lo mismo o si, llegado el momento, coincidirá con otros correligionarios de su mismo partido y colegas respetables de fuerzas vivas y poderes públicos, en que, en ese caso, la "elegancia femenina" bien merece una imputación por un delito.
Por favor, que nadie le pregunte al alcalde de Granada su opinión sobre el tema, que hace mucho calor y yo ya no puedo más con la historia de siempre.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2015/07/09/alcalde-en-granada-debe-hacer-mucho.html
GÉNERO
Así se vive un día sufriendo piropos
- Una periodista de EL MUNDO se coloca una cámara oculta y recibe insinuaciones, chascarrillos, provocaciones y miradas lascivas por las calles de Madrid y de Sevilla
Cámara oculta a los piropos
SANDRA JIMÉNEZMadrid / Sevilla
Actualizado:04/07/2015 01:59 horas22«¡Guapa! ¿Quieres casarte conmigo? Rubiaza, quién te pillara... Esta noche te comería...». Un simple paseo puede transformarse en un angustioso trayecto. Como yo, muchas mujeres sienten la inquietud de no saber qué podrá pasar, si alguien te molestará o llegarás tranquila a tu destino. Todos hemos visto alguna vez cómo alguien arroja un piropo a una mujer, sea de un manera sutil o de una manera descarada.
Los hombres que emiten estos comentarios -o las mujeres, aunque en menor medida- ni se paran a pensar en la experiencia que viven quienes reciben dichos piropos. Lanzan sus dardos envenenados para agrandar su ego y, a nosotras, nos dejan en la indigencia vital. Sin recursos, sin saber qué hacer. Quemadas por dentro.
Escuchamos frases gritadas con tanto descaro que se nos hiela la sangre. Frases inyectadas de machismo que la sociedad española tolera en pleno siglo XXI. Soy mujer y me pregunto si debo aguantar tantas situaciones de mal gusto en mi vida diaria, sólo por ser de una manera o por vestir de otra. No soy alta, no soy modelo y no voy por la calle pidiendo guerra. Soy una mujer normal, una periodista que debería pasar desapercibida cuando pasea por la calle. Pero no es así. Los piropos me persiguen y me agreden.
Una tarde del mes de mayo caminaba despacio hacia el periódico con el cuerpo en la tierra y los pensamientos en cualquier otra parte. De repente, algo me sacó de golpe de mis pensamientos. Un grito o un bufido, podría ser cualquiera de los dos, pero que iba dirigido hacia mí. «Vaya rubia», pronunció un hombre desde la otra acera. Unas palabras sin maldad aparente pero que me hicieron sentir incómoda y me sacaran los colores delante de las personas que caminaban junto a mí.
La mayoría de las veces parece que debemos dar las gracias por recibir un comentario de este tipo, por ser algo bueno, se entiende.Las mujeres no podemos elegir si ser o no el centro de una escena en la que te conviertes en el foco de miradas u opiniones, simplemente pasa porque a alguien le apetece enviarte un halago que no has pedido. La contrariedad llega cuando los piropos suben de tono y se transforman en «te haría de todo, tienes un cuerpo...» y un largo etcétera. Palabras duras que, a veces, rozan lo por**gráfico; plasman a la mujer como un jugoso trozo de carne por el que paladean los hombres que ladran esos comentarios.
Muchas de estas genialidades lingüísticas (nótese la ironía) se producen, además, cuando caminamos en solitario y estamos desprotegidas, o eso piensan ellos. Lo cierto es que, aunque esos dardos lascivos nos hagan sentirnos incómodas, son palabras y, como se suele decir, las palabras se las lleva el viento. La cosa se complica cuando la situación te acelera el cuerpo, cuando varios te paran para acribillarte con «¿cómo te llamas?», «¿dónde vives?» o «¿tienes novio?» o sientes algún agarrón del brazo para pararte cuando lo que quieres es simplemente marcharte.
Normalmente, y digo normalmente porque siempre existen casos extremos, todo se queda en una conversación de un solo emisor y sin pasarse de la raya. A veces juegan con la amabilidad para encandilar, pero nunca debemos olvidar la sutileza de la abeja antes de picar. Tras estas situaciones no existe una respuesta universal o una solución certera, lo más normal ante estos comentarios es la indiferencia. La mayoría de las mujeres actuamos así quizás por miedo a entrar en una discusión o por no dilatar la vergüenza, pero me pregunto qué pasaría si todas reaccionásemos de la manera que nadie se espera: plantando cara.
En EL MUNDO hemos querido meternos en la piel de una mujer que camina un día cualquiera por la calle, aparentemente sola, para conocer cuáles son sus experiencias. Un cámara, Giulio Piantadosi, y tres fotógrafos (Alberto Di Lolli, Javier Barbancho y Olmo Calvo), eran mis testigos de excepción. Paseamos por las ciudades de Madrid y Sevilla y pudimos cosechar una retahíla de chascarrillos, insinuaciones, provocaciones y miradas lascivas. Hubo proposiciones, hombres que me paraban, grupos de jóvenes con ganas de hablar e incluso salidas de tono. Entre ellos no existe un perfil determinado, son jóvenes, mayores, vestidos con traje o de calle, en grupo o en solitario.
Pero ha habido muchas ocasiones en las que la cámara no pilló al agresor verbal in fraganti. Una de ellas, muy violenta, fue un viernes volviendo a casa en el Cercanías. Era medianoche y el vagón iba vacío. Para entretenerme, estaba enviando mensajes de voz a mis amigas. Paró el convoy y entró un grupo de jóvenes que iban pasados de vueltas. Fue verles e intuir los problemas.
Se reinició la marcha y comenzaron a lanzar sus palabras con gritos desde lejos («¡Rubia, estás buenísima, me has enamorado, ¿puedo hacerte una pregunta? ¿Eres de aquí? Sólo quiero hacer amigas, nada más!»). Mis amigas lo estaban escuchando todo y no daban crédito. Estaban muy preocupadas por mí y no había ni un viajero al que acudir ni un vigilante en el convoy. El grupo se envalentonó y se acercó. Al final, la cosa no fue a mayores. Les contesté que me dejaran en paz y parece que logré frenarles. El mal rato aún me dura.
Las miradas descaradas son lo más incómodo. En el barrio de Legazpi (Madrid) paré a tomarme un café y, mientras dejaba pasar el tiempo, sentí los ojos de tres hombres clavándose en mí. Sus miradas iban acompañadas de risas compartidas -entre ellos- y algún que otro dedo índice señalándome. No tenía derecho a decirles nada porque no se dirigieron a mí, ni tampoco arrancarles los ojos porque mirar es gratis, pero eso no me libra del mal rato.
En Sevilla, también tuve un buen repertorio de piropos. El salero y el bello acento de los hispalenses se perdía por la alcantarilla cuando las palabras que bramaban se inspiraban en mi melena rubia, en mi cara, en mi culo, en...
En el barrio de La Macarena oí comentarios en cuanto se juntaron al menos dos hombres. Casi todos eran mayores y se apilaban en las terrazas para tomarse algo mientras charlaban. El andar de una chica por su lado era una de sus mayores distracciones. «¡Nos has alegrado el día! ¡Siéntate con nosotros!», gritaban.
También hay piropos cobardes: hablan de ti dirigiéndose a otra persona. Como disimulando. «Madre mía el calor que me acaba de entrar», voceaba un hombre de unos 50 años a su compañero de fatigas mientras yo pasaba por delante en Triana. O aquel otro que subía el volumen para gritar: «¡Ole y ole las cosas bonitas!». También es ya parte del día a día de muchas mujeres las expresiones como el «joder» bastante extendido y acompañado de un tono impertinente que a todas nos ha tocado escuchar alguna vez.
Los piropos en el coche se merecen un capítulo aparte. Gritar «vaya culo» o «estás buenísima» es la técnica perfecta para tirar la piedra y esconder la mano. Lanzan el bufido y aceleran. Siempre que no les apetezca frenar y seguirte hasta que algún coche salvador les obligue a seguir su camino.
Una de las cosas que más me molesta es que me obligan a cambiar de planes. Si para ir a mi destino tengo dos caminos posibles y uno de ellos es una calle en la que tan sólo está un grupo de hombres, escojo la otra alternativa, aunque me suponga tardar un poco más.
No siempre podemos considerar un piropo como un ataque, es más, muchos de los hombres que lanzan sus voces al aire lo hacen para halagar a las mujeres, pero dudo que antes se pregunten si esas mujeres quieren sus halagos, por muy galantes que sean para nuestros oídos.
Porque una cosa está clara: a todo el mundo le gusta gustar, sentirse bien con su físico, pero existen muchas más maneras de sentirse deseada que escuchar bramidos en las calles.
En Sevilla, después de que un hombre me parara para hacerme comentarios sobre mi físico («oye, chica, tienes cara y cuerpo de modelo»), decidí darme la vuelta mientras él me preguntaba: «¿Pero no te molesta verdad?». Por un momento debió pensar que me giraba para agradecerle todo lo que me había dicho. Más bien era para atravesarle con mi mirada encendida.
Muchos hombres se creen que por el mero hecho de lanzarte comentarios bonitos no tienes derecho a quejarte y debes sentirte agradecida. Pero lo cierto es que muchas mujeres no lo agradecemos y por el contrario, nos sentimos tremendamente incómodas.
Y éste es el gran problema.
http://www.elmundo.es/espana/2015/07/04/5596e707268e3eba2b8b459a.html