Matar o morir por turismo

El laberinto de madera que se oculta tras un bosque de La Garrotxa
Las insólitas construcciones que cautivan a los visitantes surgen del imaginario de un artista local
img_lbernaus_20190621-143341_imagenes_lv_terceros_laberint_josep_pujiula-kB5-U463019553124OV-992x558@LaVanguardia-Web.jpg

Laberinto del parque Garrell, Argelager, Girona (Smolera vía Wikimedia Commons)
ARIADNA RECHE
24/06/2019 08:00
Actualizado a 24/06/2019 09:59

Con una extensión de 735 kilómetros cuadrados y un paisaje de ensueño, la comarca catalana de La Garrotxa puede presumir de ser la superficie volcánica más importante de la Península Ibérica. La vegetación exuberante que caracteriza el territorio cubre los cuarenta conos volcánicos dormidos por los que, 10.000 años atrás, circulaban ríos de lava. Parajes naturales de gran interés como la Fageda d’en Jordà o cráteres destacados como Santa Margarida o el Cruscat inundan el montañoso paisaje de esta porción de tierra, situada en el norte de Catalunya, cerca de los Pirineos.

Además de lo estrictamente natural, La Garrotxa esconde construcciones de fábula. Inmerso en el espeso boscaje, cerca del pequeño pueblo de Argelaguer, hay el parque Garrell; un conjunto de construcciones de madera al más puro estilo ‘Tarzán’. Sucreador, Josep Pujiula, se encargó, durante décadas, de levantartorres y elaborar laberintos surgidos de su imaginación. El artista empezó su obra en los años 70 y desde entonces la fue ampliando y modificando, hasta su fallecimiento en el 2016.

img_lbernaus_20190621-143510_imagenes_lv_terceros_escultures_josep_pujiula-kB5--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Esculturas de Josep Pujiula (Smolera vía Wikimedia Commons)
A día de hoy, el conjunto que puede visitarse es el parque Garrell, una de las obras más ambiciosas de Pujiula. La creación es un recorrido circular de cinco paradas: la fuente de la Riera de Can Sis Rals, el laberinto, Casa Garrell, la tumba Faraónica y el huerto Garell; tal y como han sido nombradas por su autor. Cada punto del recorrido es una explosión de formas y composiciones que evocan su fantasía. Madera, roca y elementos reciclados son los únicos materiales utilizados en todas las construcciones.

Esta ruta, que se mantiene en pie desde 2012, es la cuarta formación del artista. La primera creación de 1970 fue las “Cabañas con animales del Tarzán de Argelaguer”, se alzaban entonces en el mismo sitio, con unas cúspides que sobresalían entre las cumbres de los árboles. En 1994, tras un pequeño incendio que arrasó la construcción anterior, Pujiula levantó un grupo de siete torres de madera interconectadas entre sí, con un laberinto en su base. De nuevo, las llamas consumieron su creación y en 2002 se volvieron a levantar torres nuevas. Hace unos años, se desgastaron y quebraron por el paso del tiempo; momento que el artista aprovechó para desarrollar el parque.

img_lbernaus_20190621-143739_imagenes_lv_terceros_jfh-samhernandez-kB5--656x666@LaVanguardia-Web.jpg

Parque Garrell, Argelager, Girona (Sam Hernández vía Wikimedia Commons)
Si tu intención es adentrarte en el bosque para descubrir esta obra amateur, ten en cuenta que deberás dejar el coche en el aparcamiento habilitado para este uso y realizar el círculo a pie. Al entrar, encontraras unos paneles explicativos del recorrido que puede hacerse tranquilamente, siguiendo el sendero arenoso que te pasea progresivamente por los cinco rincones.

Déjate sorprender por las dotes de este artista mientras disfrutas en familia de sus construcciones y del paisaje que las envuelve.
https://www.lavanguardia.com/ocio/v...l-argelaguer-la-garrotxa-lugar-encantado.html
 
Haarlem, el auténtico ‘Harlem holandés’
La localidad todavía conserva un maravilloso casco antiguo del siglo de oro
img_lbernaus_20190702-125209_imagenes_lv_terceros_istock-1093596712-kEMC-U463238475826jJH-992x558@LaVanguardia-Web.jpg

Vista de la ciudad de Haarlem, Holanda (Vladislav Zolotov / Getty Images/iStockphoto)
CARMEN GIRÓ
03/07/2019 06:00
Actualizado a 03/07/2019 08:26

Haarlem es una de las ciudades más coquetas de Holanda. El hecho de estar a escasa media hora de la bulliciosa Amsterdam la ha dejado siempre algo a la sombra, lo que le ha permitido desarrollar su encanto y escapar –un poco- a la masificación turística.

Esta ciudad tiene algunos de los edificios más antiguos del país, un centro monumental, y museos de renombre mundial. El aire que se respira es bohemio, y se celebran regularmente festivales de música con artistas de todo el mundo. Tiendas rompedoras y de diseño único se reparten por las calles adoquinadas, creando un ambiente relajado y sereno.

Art déco y siglo de oro
Si se llega en tren a Haarlem se encuentra la primera sorpresa: la estación central de trenes es una elegante muestra de estilo art déco. Una bonita manera de presentarse al visitante. Pero la época estrella para definir a esta ciudad es el siglo de oro y el florecimiento de las artes que comportó.

img_lbernaus_20190702-125210_imagenes_lv_terceros_istock-577309938-kEMC--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Grote Markt, Haarlem, Holanda (AsianDream / Getty Images)
En el siglo de oro se convirtió en el lugar donde llegaban comerciantes, artistas y mercaderes de todo tipo, propiciando una gran prosperidad económica. Estos nuevos ciudadanos, muy ricos, crearon una alta demanda de arte.

El centro de la ciudad es la gran plaza Grote Markt, con el Ayuntamiento gótico y la iglesia Grote Kerk. La Grote Kerk o iglesia de Sint Bavo es de estilo gótico y cuenta con un órgano, situado a 30 metros de altura y con unos 5.000 tubos, considerado uno de los mejores del mundo. Mozart, de niño, tocó en este órgano, y también Haendel.

Las “callejuelas doradas”


Desde la Grote Markt sale un entramado de callejuelas adoquinadas, con bonitas fachadas medievales. Viviendas particulares y negocios ocupan lo que antes eran almacenes, salas de reuniones de los gremios y mansiones de los mercaderes.

img_lbernaus_20190702-130401_imagenes_lv_terceros_istock-973321662-382-kEMC-U463238475826z1-656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Calles adoquinadas en la localidad de Haarlem, Holanda (f9photos / Getty Images)

El conjunto de estas calles centrales es tan encantador que los ciudadanos las llaman “callejuelas doradas”. El visitante puede encontrar tiendas únicas y preciosas, en edificios del siglo XVII que conservan todos sus elementos decorativos. Pasear por allá es una experiencia muy relajante, especialmente si se acaba con una taza de chocolate caliente en la mano comprada en el puesto ambulante al lado de algún organillo callejero, o en una terraza tomando una cerveza.

Por cierto, la cerveza local es la Jopen, que se puede degustar –entre otros sitios- en la cervecería Jopenkerk, situada en el interior de una iglesia desacralizada. Es muy curioso estar tomando algo mientras a tu alrededor ves vidrieras, bóvedas y decoración sacra.

Museos y patios


Las dos joyas culturales de Haarlem son el Museo Frans Hals y el Museo Teylers. El museo Frans Hals toma su nombre del más representativo de los pintores de la Escuela de Haarlem, Frans Hals. El Teylers, por su parte, es el museo más antiguo de toda Holanda. Exhibe miles de dibujos de grandes pintores de todas las épocas, como Miguel Angel y Rafael, pero también maquetismo, instrumental científico y muestras del coleccionismo de gabinete de los anticuarios del siglo XVIII, desde fósiles a minerales.

Un elemento muy característico de Haarlem son los hofjes(literalmente, pequeños patios). Repartidos por las calles y medio escondidos, son patios en torno a los cuales se agrupaban los edificios, a menudo hospicios y casas de beneficencia, y que conservan el encanto del siglo de oro.

img_lbernaus_20190702-125211_imagenes_lv_terceros_istock-95874245-kEMC--656x418@LaVanguardia-Web.jpg

Molino De Adriaan, Haarlem, Holanda (JanaShea / Getty Images/iStockphoto)

El río Spaarne, canalizado, cruza la ciudad, y se pueden realizar excursiones en barco por los pequeños canales del centro. Así se puede admirar también el molino De Adriaan, del siglo XVIII, y el único que queda en Haarlem.

Haarlem y Harlem


Haarlem es la capital de la provincia de Holanda Septentrional (Noord Holland). Es una zona de Holanda repleta de imágenes icónicas de los Países Bajos: molinos, bicicletas, pólderes y tulipanes.

Además, si a alguien le suena el nombre de otra cosa, debe saber que en el año 1626 un grupo de holandeses emigrados a América fundaron una colonia llamada Nueva Amsterdam, que luego se convertiría en Nueva York. Y la nostalgia de algunos por su ciudad natal Haarlem les hizo bautizar un barrio con el nombre de Harlem, mundialmente conocido.

img_lbernaus_20190702-125210_imagenes_lv_terceros_istock-675931574-384-kEMC--656x438@LaVanguardia-Web.jpg

Centro histórico de la localidad de Haarlem, Holanda (JJFarquitectos / Getty Images)

https://www.lavanguardia.com/ocio/v...os-encantador-centro-historico-siglo-oro.html
 
La Antártida recibe ya más turistas que científicos

Medio ambiente

Medio centenar de países se reúnen en Praga para afrontar los peligros del turismo y la crisis climática en la zona, que ha perdido tanto hielo marino en cuatro años como el Ártico en 34 años
En 2018 se tuvo que prohibir en el continente del sur el uso recreativo de los drones, cuyo sonido tiene un impacto en aves y pingüinos que está siendo estudiado por expertos

Marta Montojo
04/07/2019 - 21:43h
Antarctic_100KM-Antarctic_Ice_Marathon-La_Antartida_EDIIMA20170125_0243_5.jpg

La Antártida

El medio centenar de países que conforman el Tratado Antártico –el sistema de gobierno internacional de la Antártida– se reúnen estos días en Praga para abordar los principales retos que tiene el continente, como la crisis climática o la explotación comercial, y con especial atención al turismo, una actividad que ya supera en número a los científicos que investigan en la zona.

El año pasado, el número de turistas en el último continente descubierto y explorado de la Tierra creció entre un 8% y un 9%. En total, en 2018 visitaron la Antártida unas 56.000 personas, una cifra que, aunque no es muy elevada en comparación con la extensión antártica, ha sobrepasado a la de investigadores sobre el terreno, que asciende a 4.400 en los meses más llevaderos del verano austral.

Son los datos aportados por el el viceministro de Medio Ambiente checo, Vladislav Smrž, en la reunión anual consultiva del Sistema del Tratado Antártico, formado hace 60 años por una decena de países –entre ellos Argentina, Estados Unidos, Chile o Noruega– y que desarrolla normas para gobernar y proteger el medio ambiente y garantizar la cooperación científica y la paz en el continente, donde están prohibidas las operaciones militares o la explotación mineral.

El turismo es uno de los grandes temas que se van a tratar en las sesiones de debate que engloba la cumbre, en la que participa también España. En ellas se harán "intercambios de información para convertirlo en una actividad eficiente y sustentable", señala a eldiario.es el secretario ejecutivo del Tratado Antártico, Albert Lluberas, que recalca que "no son negociaciones, sino reuniones, porque el evento se basa en el consenso".

Los especialistas consultados por este diario coinciden en que el turismo representa un problema, pero no tanto por el número de visitantes sino por la dificultad de que las regulaciones del Tratado para garantizar la conservación del medio ambiente sean respetadas, una tarea que recae en buena medida sobre la IAATO, la asociación internacional de touroperadores de la Antártida, enmarcada en el Comité de Protección Ambiental (CPA), que a su vez forma parte del Sistema del Tratado.

"No hay muchos turistas, pero la mayoría va a los mismos sitios", afirma Antonio Quesada, secretario ejecutivo del Comité Polar Español y delegado de España en el CPA. "A España nos importa bastante el turismo, porque una de nuestras bases, la de Gabriel de Castilla, está en la Isla Decepción, que es uno de los puntos más visitados del continente y siempre tenemos muchos barcos entrando y saliendo".

La presencia turística de España en la Antártida es más bien escasa, alega este experto. De hecho, no hay touroperadores españoles con actividad en el continente antártico. La mitad de operadores provienen de Estados Unidos.

Exceso de turismo
"Los turistas estadounidenses representan un tercio del total", precisa Kelly Falkner, directora del Programa Antártico de EEUU. Falkner subraya que hay una parte positiva del turismo, pero solo cuando los visitantes van a la Antártida a aprender porque, "cuando vuelven, son como embajadores para el resto del mundo". Sin embargo, en su propia base, en el Polo Sur, ya están sufriendo el exceso de turismo: "Tenemos que adaptar nuestras políticas porque hay muchísima gente que viene a visitarnos y tenemos que organizarnos para dedicar nuestro tiempo a enseñarles la estación".

Cuando finalice la cumbre, el 11 de julio, los estados miembro del Tratado emitirán un informe con las medidas, decisiones y resoluciones que cada país deberá después incorporar a su legislación nacional. "Pero eso puede llevar años –agrega Falkner–, en nuestro caso, dependemos del Congreso". En lo que respecta al turismo, asegura que EEUU aún tiene pendiente incorporar a su legislación algunas de las medidas tomadas en las reuniones de años anteriores.

Prohibido los drones recreativos
De qué manera impacta la actividad turística en el medio ambiente todavía se desconoce a ciencia cierta, pero ya se han tomado algunas medidas bajo el principio de precaución. El año pasado, por ejemplo, se prohibió el uso recreativo de los drones, algo que por otra parte España ya tiene asumido desde hace años, dice Quesada, y añade que, de hecho, este país fue de los primeros en adquirir la normativa que los regula.

"Se utiliza una base precautoria para no exponer sin conocimiento a la naturaleza. Ahora estamos trabajando con colonias de aves, de pingüinos, por ejemplo, para ver cómo les afecta el ruido de los drones. Sobre todo nos interesa la interacción con la biodiversidad, porque si el pingüino se asusta por un dron y sale del nido, el ave escúa puede venir y comerse al pollo. Esto es algo que en la naturaleza ocurre normalmente, pero en este caso es forzado por el dron, entonces no es aceptable".

Por ello, el avance en la normativa pretende limitar el uso de drones a la actividad profesional, como ya hace España, que solo autoriza drones con licencias para uso científico, logístico y de gestión, como, por ejemplo: "Si hay que rescatar a alguien, se emplea para ver dónde está, o si hay que abrir una vía en el hielo, para ver dónde está mejor el hielo".

Una enorme pérdida de hielo
El cambio climático es otro de los temas que más preocupa este año a los científicos y diplomáticos del Tratado. Pero es una cuestión compleja, donde no siempre hay consenso científico ni político. El calentamiento global no actúa de la misma forma en el polo norte y en el sur. Es más, durante décadas, a medida que el Ártico se ha ido encogiendo, la Antártida se ha expandido. Sin embargo, tal como expuso hace unos días el diario The Guardian, en 2014 se revertió esa tendencia, y eso ha dejado perpleja a la comunidad científica. En solo cuatro años, la Antártida ha perdido tanto hielo marino como el Ártico en 34 años.

Las causas del declive todavía no se comprenden, aunque se piensa que una parte puede ser consecuencia de la reparación del agujero de la capa de ozono y "hay algunas indicaciones que apuntan a que el cambio climático también ha podido incidir, pero todavía no hay certeza", explica a este medio Stephen Chown, presidente del Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR, por sus siglas en inglés), el brazo científico del Sistema del Tratado Antártico.

En cualquier caso, la Antártida ya está experimentando una rápida transformación en sus ecosistemas. El cambio climático favorece que el entorno sea mucho más benigno para las especies no nativas, desde plantas a invertebrados. "Por ejemplo, las poblaciones de kril (de la familia de los crustáceos) se están moviendo hacia el sur en la península antártica, y están afectando a otras especies", destaca Chown.

También advierte de que la pérdida de masa helada en el continente –que es el "aire acondicionado" del planeta–, junto con los cambios en la temperatura de las corrientes de aire, puede afectar al sistema global climático y, en última instancia, a la sociedad mundial.

"Los humanos estamos ocasionando grandes cambios que van a influenciarlo todo. Si el nivel del mar continúa ascendiendo, hasta llegar hasta los dos metros de aumento, esto va a repercutir sobre la agricultura, las ciudades, los patrones migratorios… La cuestión es si queremos vivir en un mundo al que estamos adaptados o al que no estamos en absoluto acostumbrados", asevera.

Coordinación científica
Además de los asuntos ambientales y el turismo, una pata importante de la discusión anual de los miembros del Tratado es la seguridad geopolítica. El Sistema del Tratado Antártico, que durante estos 60 años ha servido de gobierno de la Antártida, se considera uno de los mayores ejemplos de cooperación internacional para el mantenimiento de la paz y de coordinación científica. "Hoy el cambio climático y el turismo son temas que nos preocupan, pero cuando se firmó el tratado, en 1959, era la Guerra Fría y en aquel momento estábamos detonando bombas nucleares. Si no hubiéramos llegado a este acuerdo entonces, quién sabe dónde estaríamos ahora", abunda Kelly Falkner.

Esta científica ha sido testigo de muchos de los cambios, también sociales, que se han producido desde la firma del Tratado hace seis décadas. Por ejemplo, ha comprobado la evolución de la actividad de las mujeres investigadoras sobre el terreno en la Antártida. "Este año se cumple también el 50 aniversario desde que las mujeres pisaron el polo sur", apunta. "La situación ha cambiado mucho desde entonces. Yo no diría que hay igualdad, pero sí es cierto que cada vez hay más oportunidad y a día de hoy no se me ocurre ningún puesto en la parte operacional de la ciencia donde no haya habido ninguna mujer".

Sin embargo, las oportunidades no se han repartido por igual. En algunos países no se permitió a las mujeres trabajar en la Antártida hasta la década de los 90 (los primeros en permitirlo fueron EEUU y la Unión Soviética), puntualiza Morgan Seag, investigadora en ciencias sociales antárticas por la Universidad de Cambridge. Esta especialista centra su tesis en cómo las instituciones antárticas han ido abriéndose a las mujeres y sobre la aportación de las investigadoras a la ciencia del continente. Cuenta que, en muchos casos, como en EEUU y en el Reino Unido, se negaba a las mujeres el acceso al trabajo científico sobre el terreno en la Antártida no porque se considerara que no estaban preparadas para las condiciones inhóspitas del continente sino porque temían que el entorno social de las bases militares –que de por sí son considerados muy vulnerables al estar totalmente aislados– se viera perturbado por la presencia femenina.

Pero a las científicas en ningún caso se les confesaba el por qué real del rechazo, sino que se les ponían "excusas superficiales". "Les decían que lo sentían, pero que no tenían baños para mujeres ni camas separadas, mientras que en los archivos queda muy claro que su preocupación verdadera era que no querían que en estos lugares tan aislados, con personas difícilmente reemplazables, se configurara un entorno mixto desequilibrado en que se pudieran suscitar celos. No querían exponerse a ese riesgo", concluye.

https://www.eldiario.es/sociedad/Antartida-actividad-cientifica-preocupa-gobierno_0_916908411.html
 
De Fisterra a Muros por la Costa da Morte
Mitología, naturaleza y patrimonio conviven en el espectacular litoral gallego
En busca de los tesoros y las leyendas de la Costa da Morte
img_mantigone_20190701-142144_imagenes_lv_terceros_istock-843577658-048-kH8E-U463294045503LsG-992x558@LaVanguardia-Web.jpg

Playa de Langosteira, Finisterre, Galicia. (KevinAlexanderGeorge / Getty Images/iStockphoto)
PEPE VERDÚ
07/07/2019 06:00Actualizado a07/07/2019 06:21


No se alarmen, pero oigo un tañido de campanas lejano y sordo, como si toneladas de agua y tierra lo amortiguasen. Seguramente procede de alguna parroquia muy lejana. Ojalá. Paseo por la playa de Langosteira, en el pueblo coruñés de Fisterra, y estoy un poco sugestionado por el raudal de leyendas que concurren en estas tierras.

Por ejemplo, un pescador me asegura que el arca que transportó los despojos del apóstol Santiago hasta Galicia varó en esta playa, no en Padrón. Al parecer, el evangelizador conocía la zona, había predicado en vida, aunque con poco éxito. La población estaba satisfecha con los rituales paganos, mucho más entretenidos que la sosez de la liturgia cristiana. El colmo del rechazo sucedió en la ciudad de Dugium, donde Santiago se sintió especialmente ninguneado.

img_mantigone_20190701-142501_imagenes_lv_terceros_istock-623593684-046-kuaG--656x438@LaVanguardia-Web.jpg

Cabo do Fisterra, A Coruña. (Josfor / Getty Images/iStockphoto)
La consecuencia fue un cataclismo, un tsunami divino que sumergió la urbe y ahogó a todos sus habitantes. Caray con el escarmiento. Dicen que, de vez en cuando, las hundidas campanas de Dugium todavía repican como una siniestra advertencia para los vivos; de ahí mi nerviosismo. Supuestamente, la antigua ciudad se encuentra debajo de San Salvador de Duio, un encantador pueblito perteneciente al municipio de Fisterra, tierra adentro. Otras fuentes aseguran que Dugium se oculta bajo la bellísima y salvaje playa de O Rostro, unos kilómetros al norte.

Lo que sabemos con certeza es que nuestros antepasados adoraron al Sol en el monte Facho, la montaña que se desploma sobre el mar en el cabo Finisterre. Con apenas 238 m de altitud, el peñasco se precipita en el Atlántico de una manera dramática. Laspanorámicas que ofrece son sobrecogedoras. Se comprende que ártabros, celtas, suevos o romanos acudiesen hasta aquí para presenciar la muerte de la estrella en las aguas oceánicas cada tarde, y su posterior renacimiento matutino más allá de las montañas del este. Para honrar ese prodigio crónico, los fenicios erigieron el Ara Solis, un altar solar que, durante la antigüedad, atrajo a devotos que acudían a adorar al Sol en el confín occidental del mundo. Dicen que el apóstol Santiago destruyó personalmente ese altar. También que el camino jacobeo no es más que una cristianización de la anterior ruta pagana de peregrinación.

img_mantigone_20190701-140606_imagenes_lv_terceros_istock-950295170-041-kpOC--656x438@LaVanguardia-Web.jpg

Monte do Facho, Cangas de Morrazo, Pontevedra. (Josfor / Getty Images/iStockphoto)
El cabo y el pueblo de Fisterra forman parte de la Costa da Morte, un abrupto sector del litoral coruñés donde infinidad de barcos se han ido a pique. Solo en el municipio hay constancia de 140 naufragios en los últimos cien años. Más suerte tuvo cierta nave que, en el siglo XIV, se vio atrapada por una tempestad frente a la acantilada costa. Sus tripulantes pugnaban para alejarse de los escollos, sin resultado: la embarcación permanecía inmóvil entre las grandes olas, atrapada en un palmo de océano. Hasta que los marineros se desprendieron de cierta caja, la arrojaron al mar. Esa acción rompió el hechizo y les posibilitó seguir su travesía sanos y salvos. Curiosos, los vecinos acudieron para averiguar el contenido de la misteriosa caja, encontrando una talla de Cristo en madera y en tamaño natural: el actual Santo Cristo de Fisterra. Este exhibe un realismo anómalo, un tanto inquietante, ya que el cabello, las pestañas o las uñas son de origen humano, y el cuerpo está parcialmente cubierto por piel de camello. Se venera en la iglesia de Nosa Señora das Areas.

A solo 13 km de distancia, Corcubión ocupa la zona oriental de una pequeña península, al abrigo de los temporales. El núcleo se ha consagrado a la salazón de pescado desde 1755, cuando inversores catalanes impulsaron esa actividad. Una secuela de aquellos negocios es la presencia de algunos edificios modernistas en el núcleo. Después de pasear por el casco antiguo, lleno de casonas con interés, como el pazo de los Condes de Altamira, acudo al Museo Marítimo local. Sus fondos abarcan más de tres mil piezas e ilustran la historia marinera de la ciudad y del conjunto de la Costa da Morte, con aparejos de pesca, motores, antiguos, primitivos equipos de radio o cuadernos de bitácora.

El castillo del Cardenal se erigió a mediados del siglo XVIII a causa de las trifulcas entre los borbones y la armada británica

El castillo del Cardenal es otro hito urbano. Esta fortaleza defensiva se erigió a mediados del siglo XVIII a causa de las trifulcas entre los borbones —españoles y franceses— y la armada británica. Su propósito fue la protección de la ría de Corcubión, objetivo para el que contó con la ayuda del castillo del Príncipe de Ameixenda, levantado en la otra orilla, en Cee. El fuego cruzado entre ambos cerró la ría a cal y canto. La instalación contaba con una batería de doce cañones y una guarnición formada por noventa hombres. Después de un abandono prolongado, el Estado privatizó el baluarte en 1956.

Salto al otro lado de la ría para visitar Cee y su Museo Fernando Blanco de Lema, con una de las colecciones de material científico más importantes de Galicia: incluye instrumental de laboratorio asociado a los estudios de química y biología. La institución también exhibe varios lienzos de Federico Madrazo, el pintor de cámara de la reina Isabel II, y todo tipo de objetos vinculados al pasado de la comarca. El museo lleva el nombre y ocupa la casa de un indiano filántropo que volvió de América a finales del siglo XIX y que se propuso divulgar la cultura en su pueblo natal.

img_mantigone_20190705-120102_imagenes_lv_terceros_istock-950289380-kpOC--656x438@LaVanguardia-Web.jpg

La playa de O Ézaro, Galicia (Josfor / Getty Images/iStockphoto)
Antes de abandonar el término de Cee me doy un chapuzón en su playa de Gures, un arenal sin mácula. El motivo de su conservación es que no se accede en coche, solo a pie o desde el mar. Rodeado por bosque, su forma de concha protege el espacio del viento y del oleaje, propiciando unas aguas bastantetranquilas, inusuales en el aguerrido Atlántico.

Mi siguiente destino es O Ézaro, un pueblito marinero con un atractivo paseo marítimo y un bonito centro histórico. El principal aliciente de mi visita, no obstante, es otro: quiero ver cómo el río Xallas se precipita sobre el Atlántico desde más de 100 m de altura y forma una espectacular cascada. El pertinaz impacto del agua dulce ha abierto una cavidad en el lecho oceánico con más de 20 m de profundidad. La panorámica de la catarata es espectacular, sobre todo cuando el embalse de Santa Uxía abre las compuertas, y el agua baja con toda su fuerza.

img_mantigone_20190701-140944_imagenes_lv_terceros_istock-930779736-kpOC--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Cascada de Río Xallas, O Ézaro, A Coruña. (Alfonso Fernández Gómez / Getty Images/iStockphoto)
Desde O Ézaro, una carreterita serpentea por las laderas del monte Pindo, cuyas graníticas alturas ofrecen esplendorosas panorámicas de la Costa da Morte y de la presa de Santa Uxía. El Pindo es un escenario cinematográfico, parece de cartón piedra. Tiene 627 m de altitud y está a solo 2 km del mar. La tradición popular lo apoda El Olimpo celta por la creencia que fue una montaña sagrada para esa cultura. La argumentación, no obstante, es un poco vaga. Por ejemplo se alude a la presencia de peñascos con formas singulares, que algunos asimilan a antiguos héroes y sacerdotes. Uno de ellos se ha bautizado como El Druida. Dicen que si el visitante le formula una pregunta, la respuesta acude a su mente de manera espontánea.

A Moa, la cúspide del Pindo, cuenta con diversas pías o cazuelas donde se acumula el agua de lluvia, cavidades naturales creadas por la descomposición química del granito. Una tradición sostiene que el agua de esas pías está bendecida por los dioses y tiene propiedades mágicas, sobre todo si se mezcla la procedente de siete pías distintas. Al pie del Pindo se abre la formidable playa de Carnota: con 7km de longitud, es la más extensa de Galicia. También una de las más desoladas y románticas, una de esas playas atlánticas que invitan al paseo, la cavilación o la contemplación, más que a broncearse. En cambio, el espacio tiene unas condiciones pintiparadas para el surf o el windsurf, debido a su exposición a los vientos.

img_mantigone_20190701-141404_imagenes_lv_terceros_istock-1156809570-kpOC--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Playa de Carnota, A Coruña. (jumabufu / Getty Images/iStockphoto)
Carnota también ostenta otro récord absoluto: tiene el hórreo más grande del país, un larguísimo granero en piedra que mide 34,76 interminables metros. Declarado monumento nacional, se construyó en 1768, aunque no se acabó hasta 1783, cuando se incorporaron once nuevos pares de pies a los once ya existentes. Las dos jorobas de granito del monte Louro (241 m) emergen del mar en el confín norte de la ría de Muros y Noia. La laguna de As Xarfas dormita a sus pies, limitada por una lengua de arena en la playa de Area Maior o de Louro. El espacio acoge un ecosistema dunar con una gran variedad botánica y faunística. Llama la atención la presencia de garzas, que, glotonas, acuden atraídas por la abundancia de anfibios y reptiles. La magnífica y cercana playa del Ancoradoiro esta envuelta por frondosos pinares.

Muros es el punto final de mi ruta, el límite entre la Costa da Morte y las Rías Baixas. La ciudad tiene uno de los cascos urbanos mejor conservados de Galicia. Me divierte el espíritu aleccionador con que el Ayuntamiento nombra sus calles: Esperanza, Paciencia, Descanso, Paz...

Muros tiene varias edificaciones de principios del siglo XX con inspiración modernista que contrasta con la sobriedad de las iglesias locales

Totalmente volcada al mar, la ciudad es Conjunto Histórico desde 1970 gracias a su “trama medieval y marinera”. La zona antigua está lleno de calles estrechas, otras sin salida, plazuelas recoletas... El sector que da al puerto se caracteriza por los arcos apuntados de las viviendas marineras y por la presencia de uno o dos pisos de balcones. Muros también tiene varias edificaciones de principios del siglo XX con inspiración modernista. El espíritu jovial de esos inmuebles contrasta con la sobriedad de las iglesias locales.

Culmino mi estancia en el Muíño das Mareas do Pozo do Cachón, un molino que funciona impulsado por los ascensos y descensos del Atlántico. Activo desde el primer cuarto del siglo XIX, es uno de los más grandes de España: la instalación tiene 230 metros de longitud. La misma construcción acogió los Banhos de Santa Rita, adonde la gente de Muros acudía para recibir tratamientos contra diferentes enfermedades mediante baños de algas y agua marina a principios del siglo XX. Una versión popular de latalasoterapia eterna.

img_mbigas_20190705-144439_imagenes_lv_terceros_costa-kaRB--656x381@LaVanguardia-Web.jpg

Las olas golpean con fuerza la Costa da Morte (WillSelarep / Getty Images)

https://www.lavanguardia.com/ocio/v...45503/de-fisterra-a-muros-costa-da-morte.html
 
Espaciosas playas españolas en las que te sentirás casi solo
Arenales tan amplios en los que no hay que preocuparse por encontrar espacio aunque haya mucha gente
img_lbernaus_20190705-125130_imagenes_lv_terceros_istock-1153454267-kJmE-U463296018758mKB-992x558@LaVanguardia-Web.jpg

Disfrutar de la playa en arenales de grandes dimensiones (Jramosmi / Getty Images/iStockphoto)
VIAJES
08/07/2019 06:00 Actualizado 08/07/2019 07:03


Los termómetros suben, el calor aprieta, y la mejor manera de combatirlo es en la playa, junto al agua, con refrescantes baños de mar y algún que otro tinto de verano. Lamentablemente no estaremos solos, seguramente muchos habrán tenido la misma idea, y lo que debería ser un momento idílico y agradable, puede convertirse en una verdadera pesadilla a la hora de buscar un hueco para colocar la toalla, o para encontrar el camino que nos permita llegar al agua sin pisar a nadie.

Por suerte, la costa española está plagada de playas fantásticas, algunas tan amplias que es imposible no encontrar espacio en el que ubicarse, y donde no hay que agobiarse aun habiendo mucha gente.

Playa de Cofete en Pájara (Fuerteventura)
img_lbernaus_20190705-125130_imagenes_lv_terceros_istock-879244184-kJmE--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Playa de Cofete en Pajara (Fuerteventura) (imv / Getty Images)
Cofete es la playa virgen más famosa de todas las Islas canarias. Posee más de 12 km de longitud y 50 m de ancho de arena dorada y fina. Se encuentra protegida por el macizo montañoso de Jandía. No hay servicios por lo que hay que llevar de todo, pero la sensación de tranquilidad es absoluta. También hay que tener cuidado en el momento de bañarse, pues es una zona ventosa y con fuerte oleaje. Se accede en guagua o bien a través de una pista sin asfaltar.

Playa de Nueva Umbría en Lepe (Huelva)
img_lbernaus_20190705-131447_imagenes_lv_terceros_jose-a-flickr-el-rompido-nueva-umbria-kJmE--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Playa de Nueva Umbría en Lepe (Huelva) (Jose A-Flickr)
La playa de Nueva Umbría está en el término de Lepe, con 12 km de largo, desde La Antilla hasta la desembocadura del río Piedras, es una de las más largas de España. Posee una maravillosa arena fina y dorada en un entorno casi virgen. No dispone de muchos servicios pero tampoco hay aglomeraciones, y se puede practicar el nudismo. Una buena forma de acceder a la cala es en ferry, desde el puerto de El Rompido.

Playa Sant Pere Pescador (Girona)


img_lbernaus_20190705-142917_imagenes_lv_terceros_olga-gairin-sant-pere-pescador-kJmE--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Playa Sant Pere Pescador (Girona) (Olga Gairin vía Wikimedia Commons)
Con 6 km de longitud es la más larga de la bahía de Roses. Una playa semiurbana de arena fina formada por dunas de poca profundidad. Dispone de servicios asociados a los campings que hay en la zona, y dispone de espacios reservados para la práctica del windsurf y el kitesurf. Es de fácil acceso, se puede llegar tanto en coche, como a pie o bicicleta desde el pueblo.

Playa de la Bolonia en Tarifa (Cádiz)
img_lbernaus_20190705-132601_imagenes_lv_terceros_10959677474_8272187304_k-kJmE--656x492@LaVanguardia-Web.jpg

Playa de la Bolonia en Tarifa (Cádiz) (Enrique Pesqueira - iStock)
Es una de las últimas playas vírgenes del sur de España, y su principal atractivo es una enorme duna formada por el fuerte viento que sopla en la zona. Y aunque hay servicios, hay poco donde escoger. Es un lugar muy popular y cada año cuenta con más público, pero siempre hay espacio suficiente para disfrutar de las aguas cristalinas y de la arena blanca en sus casi 4 km.

Playa de Muro (Mallorca)


img_lbernaus_20190705-133937_imagenes_lv_terceros_muro-pixabei-kJmE--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Playa de Muro (Mallorca) (Public Domain)
Se trata de la playa de arena más extensa de Mallorca, que tiene, en total, cerca de seis kilómetros. Situada en el pueblo de Muro es de fácil acceso, cuenta con paseos de madera y un aparcamiento cercano, algunos tramos son accesibles en silla de ruedas, por todo ello hay una gran afluencia de gente, además cuenta con todo tipo de instalaciones y restaurantes, pero si caminos un poco, hay abundante espacio para colocar la toalla sin que nos molesten. Sus aguas son tranquilas y poco profundas.

Playa de Trengandín en Noja (Cantabria)
img_lbernaus_20190705-134557_imagenes_lv_terceros_noja_playa_trengandin_-_rpacho-kJmE--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Playa de Trengandín en Noja (Cantabria) (rpacho vía Wikimedia Commons)
Se trata de un extenso arenal que supera los 5 km, por eso también la llaman la playa Grande, y se encuentra situado junto a las marismas de Santoña. Un lugar tranquilo de aguas cristalinas, y arena fina y dorada. Cuando baja la marea aparecen originales formaciones rocosas negras que forman pozas en las que pescar camarones.

Playa de Aigua Blanca en Oliva (Valencia)


img_lbernaus_20190705-135810_imagenes_lv_terceros_oliva-david-adam-kess-kJmE--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Playa de Aigua Blanca en Oliva (Valencia) (David Adam Kess vía Wikimedia Commons)
Son dos kilómetros de playa dunar. Y se extiende desde la desembocadura de la Sèquia Mare hasta el final del Riuet dels Gorgs. Poco urbanizada es muy tranquila, y siempre es fácil encontrar sitio para bañarse en sus aguas cristalinas. Posee una amplia oferta de servicios y chiringuitos.

Playa de los Genoveses en San José (Almería)
img_lbernaus_20190705-140656_imagenes_lv_terceros_istock-628277572-kJmE--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Playa de los Genoveses en Níjar (Almería) (Estellez / Getty Images/iStockphoto)
Se trata de una playa virgen de dunas de arena fina y dorada, situada en labahía del parque natural de Cabo de Gata. Solo tiene un kilómetro de longitud pero casi 80 m de ancho, lo que la hace perfecta para retozar en plena naturaleza. Es un espacio natural protegido por lo que no cuenta con ningún tipo de servicios. Durante los meses de verano el acceso en coche está restringido, pero hay un autobús desde el pueblo que acerca a la zona.
https://www.lavanguardia.com/ocio/v...espana-kilometricas-tranquilidad-belleza.html
 
20 lugares imprescindibles de la provincia de Málaga
Descubre los rincones, monumentos y lugares más fascinantes de las comarcas malagueñas.

Málaga es uno de los lugares turísticos imprescindibles de Andalucía y de toda España, pero su atractivo turístico no se acaba en la capital de la Costa del Sol. Toda la provincia de Málaga esconde lugares muy recomendables para visitar que son un imán para tener una experiencia inolvidable.

https://www.malagahoy.es/temas/lugares-para-visitar-en-malaga/index.php
 
Varsovia, música, ciencia y la dura huella histórica del siglo XX
La capital de Polonia exhibe vestigios del gueto judío, la ocupación nazi y el comunismo junto al legado de Chopin y Marie Curie
img_lbernaus_20190709-160414_imagenes_lv_terceros_istock-534202780-kS0G-U46339494812612F-992x558@LaVanguardia-Web.jpg

Ciudad Vieja de Varsovia, Polonia (querbeet / Getty Images/iStockphoto)
MARÍA-PAZ LÓPEZ
11/07/2019 07:00 Actualizado a 11/07/2019 08:27


Sin figurar entre las ciudades de mayor belleza del centro y este de Europa, Varsovia atesora lugares de visita obligada para los viajeros interesados en la historia contemporánea, para los amantes de la música, y para los aficionados a las ciencias. Desde la caída del comunismo en 1989, la capital de Polonia no ha dejado de desarrollarse y de reinventarse, y se ha convertido en una vibrante urbe que con sus 1,7 millones de habitantes tiene mucho que ofrecer al visitante.

En esta ciudad masacrada por las guerras del siglo XX, es imprescindible visitar el Museo del Levantamiento de Varsovia, que recuerda el histórico alzamiento polaco contra los nazis entre agosto y octubre de 1944, aplastado finalmente por los ocupantes mientras el Ejército Rojo observaba desde la otra orilla del río Vístula. El museo fue inaugurado en el 2004 en conmemoración del 60º aniversario de aquellos sucesos.

img_lbernaus_20190709-160329_imagenes_lv_terceros_muzeum_powstania_warszawskiego_2014_018-kS0G--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Salón del Libertador en el Museo del Levantamiento de Varsovia, Polonia (Adrian Grycuk vía Wikimedia Commons)
Ubicado en una antigua cochera de tranvías remodelada, su lema es: ‘Queríamos ser libres, y debernos a nosotros mismos nuestra libertad’. El museo utiliza recursos multimedia para recrear la terrible atmósfera de los combates y la vida cotidiana de los residentes durante el levantamiento, la destrucción de la ciudad, las historias individuales de heroísmo, y la cronología de los acontecimientos en el marco de la Segunda Guerra Mundial,

En un área de más de 3.000 metros cuadrados, se exponen 800 objetos y 1.500 fotografías, filmes y documentación sonora. La muestra incluye también el destino de los insurgentes –muchos de ellos represaliados- durante el régimen comunista.

Siguiendo la ruta de la historia, otro lugar indispensable es el Museo de Historia de los Judíos Polacos (POLIN), ubicado precisamente en el centro de la zona donde los nazis instalaron el tristemente célebre gueto de Varsovia durante la ocupación. En sus 3,4 km2 se hacinaban unas 450.000 personas, pues además de quienes ya residían en Varsovia -muchos ya dentro del perímetro sellado-, fueron confinados también allí judíos de localidades cercanas.

img_lbernaus_20190709-160700_imagenes_lv_terceros_istock-530257311-kS0G--656x438@LaVanguardia-Web.jpg

Museo de Historia de los Judíos Polacos en Varsovia (jacek_kadaj / Getty Images)
El edificio de hormigón, vidrio y cobre, obra de los arquitectos finlandeses Ilmari Lahdelma y Rainer Mahlamäki, reproduce en su entrada la silueta del mar Muerto, y abrió al público en el 2013. La exposición permanente recorre mil años de la historia judía de Polonia, con sus épocas de paz y sus pogromos, hasta la persecución nazi y el Holocausto.

Frente al museo se alza el monumento al levantamiento del gueto de 1943, sofocado a sangre y fuego por los ocupantes. El monumento, erigido en época comunista, incluiría con los años una foto histórica: la del canciller Willy Brandt arrodillado allí en 1970, pidiendo perdón por las atrocidades perpetradas por alemanes.

img_lbernaus_20190709-160842_imagenes_lv_terceros_istock-692844934-kS0G--656x438@LaVanguardia-Web.jpg

Palacio de la Cultura y la Ciencia en Varsovia (NiseriN / Getty Images/iStockphoto)
Tras el fin de la Guerra y la derrota del nazismo, llegó para Polonia el comunismo y la dominación soviética. De esos largos años ha quedado en Varsovia un edificio que despierta sentimientos tanto de pasión como de rechazo: el palacio de la Cultura y la Ciencia (PKIN).

Regalado por la Unión Soviética de Stalin a Polonia en los años cincuenta, el PKIN se alza airoso en el horizonte de modernos rascacielos de Varsovia, con su estilo monumentalista soviético que difícilmente deja indiferente. Hay que verlo. En su interior alberga teatros, museos, cine, restaurantes, e incluso una universidad privada. La terraza ubicada en la planta 30 permite una espectacular vista panorámica de la urbe.

El palacio de la Cultura y la Ciencia es el edificio más alto de Polonia

El PKIN es el edificio más alto de Polonia: cuando se inauguró en 1955 medía 230,68 metros, pero en 1994 se le añadió una antena, con lo que la altura actual es de 237 metros. En la posguerra, las autoridades comunistas tuvieron que rehacer una ciudad literalmente arrasada, y lo hicieron en la arquitectura típica del momento, con lo que lejos del centro hay muchos bloques de viviendas francamente grises y tristones

Durante la época comunista, la oposición al régimen se apoyó en buena medida en la Iglesia católica, única institución que había logrado conservar sus estructuras, y que apoyó las reivindicaciones del sindicato Solidarnosc. Es posible visitar la iglesia de San Estanislao de Kostka , donde está enterrado el beato Jerzy Popieluzsko, sacerdote asesinado en octubre de 1984 por la policía secreta comunista.

Popieluzsko, que era párroco en esa iglesia, predicaba en misas masivas a fieles en su mayoría obreros, por lo que se convirtió en un personaje muy incómodo para el régimen. En la iglesia hay ahora un centro de documentación, de acceso gratuito, con objetos y casullas que le pertenecieron. También aquí es posible palpar la importancia que tuvo para la Polonia de aquellos años que el polaco Karol Wojtyla se convirtiera en Papa como Juan Pablo II.

img_lbernaus_20190709-161109_imagenes_lv_terceros_istock-450912077-kS0G--656x438@LaVanguardia-Web.jpg

Castillo real en Varsovia (NiseriN / Getty Images/iStockphoto)
Una vez medianamente satisfecho el interés por la historia contemporánea, es recomendable dar un salto atrás en el tiempo yvisitar el castillo real , situado en la Ciudad Vieja (Stare Miasto), que ejerció de residencia de la realeza polaca entre los siglos XVI y XVIII. El castillo fue totalmente destruido por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, y dado su carácter monárquico el régimen comunista no se decidió a reconstruirlo hasta los años ochenta. En la plaza se alza la columna de 22 metros de Segismundo, el rey que en el siglo XVI hizo de Varsovia la capital de Polonia.

La Ciudad Vieja, reconstruida casi en su totalidad tras la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, es patrimonio de la humanidad de la UNESCO. Luego está la Ruta Real (Trakt Królewski), la zona más animada de la capital polaca, que engloba cinco calles en las que se suceden edificios culturales y monumentos. Desde el siglo XVI era la ruta utilizada por los reyes polacos para ir desde el castillo real hasta sus residencias veraniegas en las entonces afueras de la ciudad.

img_lbernaus_20190709-161456_imagenes_lv_terceros_chopin_museum_in_warsaw_03-kS0G--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Museo Chopin en Varsovia (Adrian Grycuk vía Wikimedia Commons)
En el apartado musical de una visita a Varsovia brilla con luz propia Fréderic Chopin (1810-1849), el más famoso compositor de Polonia, autor de bellos nocturnos para piano. En su museo de la calle Okolnikn se exhibe su último piano, y se despliega la vida y obra de Chopin en cinco niveles, con manuscritos, objetos y fotos, y grabaciones de sus piezas.

En la iglesia de la Santa Cruz se custodia su corazón, conservado en coñac, dentro de un pilar. Nacido en una aldea a 60 kilómetros de Varsovia, Chopin pasó buena parte de su carrera musical en París (de ahí que se le conozca por Frédéric, cuando su verdadero nombre polaco es Fryderyk Franciszek), donde falleció a los 39 años. En sus últimas voluntades, el músico dejó escrito que deseaba que su corazón fuera sepultado en su patria. Por ello, sus restos reposan en el cementerio parisino de Père Lachaise, y su corazón está en Varsovia.

img_lbernaus_20190709-162016_imagenes_lv_terceros_istock-1157791905-kS0G--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Parque Lazienki en Varsovia (Artur Bogacki / Getty Images)
Además, una gran estatua en su honor se alza a la entrada del parque Łazienki, un vasto parque diseñado en el siglo XVII en estilo barroco, jalonado por varios palacetes, pérgolas y un anfiteatro neoclásico. Todos los domingos, de mayo a septiembre, el parque acoge conciertos gratuitos de música de Chopin. Sus composiciones resuenan en conciertos regularmente en salas de toda Varsovia, y esparcidos por la ciudad hay bancos negros con botones que basta pulsar para escuchar la música del maestro.

Para los amantes de la ciencia, en Varsovia alcanza la categoría de peregrinaje acercarse al museo dedicado a Marie Skłodowska-Curie (1867-1934), y sumergirse en la vida de esta científica sobresaliente nacida en Varsovia. Ella fue la primera mujer en ganar un premio Nobel: el de Física en 1903 junto a su marido Pierre Curie por su estudio de la radiactividad espontánea, descubierta por Henri Becquerel, que recibió la otra mitad del premio. Más tarde, Marie Skłodowska-Curie se convertiría en la primera persona en poseer dos premios Nobel: en 1911 recibió el de Química por aislar el polonio y el radio. En el museo se exhiben cartas, fotos y efectos personales de la científica.

img_lbernaus_20190709-161918_imagenes_lv_terceros_centrum_nauki_kopernik_-_planetarium_-_warszawa_1-kS0G--656x437@LaVanguardia-Web.jpg

Centro de Ciencias Copérnico en Varsovia (By Alina Zienowic vía Wikimedia Commons)
El apartado de ciencias en Varsovia, sobre todo en su vertiente divulgativa, merece una parada en el Centro de Ciencias Copérnico,el mayor museo científico de Polonia. No por casualidad, este centro lleva el nombre del insigne astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), que formuló la teoría heliocéntrica, según la cual la Tierra y los planetas giran alrededor del sol, y la Tierra no es el centro del universo. El moderno edificio a orillas del Vístula alberga exposiciones, y allí se celebran actividades, laboratorios y talleres para adultos y niños.

Precisamente esa ribera del río Vístula se ha convertido en los últimos tiempos en lugar de esparcimiento muy de moda, con conciertos gratuitos, arenales con tumbonas, bares y locales de ‘street food’. Esa Varsovia alegre también pide a gritos un paseo para echarle un vistazo.

Gastronomía
Stary Dom, cocina tradicional polaca.

Specjały Regionalne, cocina regional polaca.

Besamim (en el museo POLIN), cocina tradicional judía.

Kultura, cocina polaca e internacional.

Wedel, chocolatería con larga tradición.

Plażowa, café junto al Vístula que ofrece conciertos.

Artículo original:
https://www.lavanguardia.com/ocio/v...ia-musica-cultura-ciencia-museos-polonia.html
 
El Maresme estrena seis nuevas rutas turísticas
La mejora de los fondos FEDER permite también ocho intervenciones en equipamientos culturales
img_fcedo_20190518-121722_imagenes_lv_terceros_can_rates_santa_susanna_masia_4_6_2308458238-kAS-U463418761604rWG-992x558@LaVanguardia-Web.jpg

Masía de Can Ratés en Santa Susanna (Turisme Santa Susanna)
FEDE CEDÓ, MATARÓ
11/07/2019 20:36
Actualizado a 11/07/2019 21:04

El Consell Comarcal del Maresme ha conseguido mejorar la financiación de los fondos FEDER para el proyecto “La herencia del Maresme. Rutas turísticas por el patrimonio cultural de la comarca”. Se trata de una iniciativa que quiere contribuir a desestacionalizar el turismo facilitando que los visitantes se acerquen al legado histórico y el patrimonio cultural maresmense a través de la creación de seis rutas y actuaciones de mejora en 8 ocho recursos culturales considerados como singulares. El 50% de los 2.638.954 euros necesarios para llevar a cabo el proyecto serán finalmente recursos europeos, el resto lo aportarán los 27 municipios que se han implicado en el proyecto.

Las alegaciones presentadas por el Consell Comarcal en la resolución inicial del FEDER han conseguido mejorar la financiación europea de este proyecto maresmense que quiere vertebrar el territorio a través de un producto turístico cultural capaz de atraer visitantes de proximidad durante todo el año . Finalmente, la aportación de los fondos europeos se ha incrementado en 121.512 euros respecto a la previsión inicial y asciende a 1.315.427 euros.

img_fcedo_20190518-121722_imagenes_lv_terceros_cadira_bisbe_iberic_premia_dalt_4_6_2308482888-kAS--656x438@LaVanguardia-Web.jpg

Yacimiento íbero de la Cadira del Bisbe en Premià de Dalt (Aj. Premià de Dalt)
El proyecto “La herencia del Maresme. Rutas turísticas por el patrimonio cultural de la comarca” es una apuesta clara de diversificación del modelo turístico de la comarca que sigue dependiendo en exceso de los atractivos de sol y playa, un segmento caracterizado por una elevada competencia y donde, cada vez más, el visitante reclama un turismo más experiencial. Además, la ampliación de la oferta turística cultural permitirá superar la elevada estacionalidad del sector que, tal y como se refleja en el informe “Situación laboral de las actividades turísticas en el Maresme” es uno de los principales retos de futuro de las actividades turísticas en la comarca.

En esta línea, el proyecto tiene tres ejes de actuación. El primero es el diseño y señalización de 6 rutas turísticas temáticas que rescatan la historia de la comarca: el legado iberorromano; torres de vigilancia, defensas y fortificaciones; modernismo; patrimonio indiano; industria textil y el Camino de Santiago. El segundo es la difusión, tanto de estas rutas como del resto de productos turísticos, con la creación de una plataforma digital. Y el tercero es el de la intervención en 8 recursos considerados singulares.

img_fcedo_20190518-121722_imagenes_lv_terceros_burriac_castell_wkiloc_4_6_2308482864-kAS--656x394@LaVanguardia-Web.jpg

Castillo de Burriac en Cabrera de Mar (Wikiloc)
En concreto, se contempla la creación de un centro de interpretación en el Museo Archivo de Vilassar de Dalt y la redacción del correspondiente proyecto museográfico; la activación arqueológica y turística del Poblado Ibérico de la Cadira del Bisbe del de Premià de Dalt; la rehabilitación de la Torre de les Aigües como centro de interpretación patrimonial y punto de información turístico de Dosrius; la adecuación de la accesibilidad del Tancat arqueológic Torre Llauder de Mataró; la exposición permanente del Museo Municipal y punto de información turístico de Can Ventura del Vi de Cabrils, la rehabilitación del edificio histórico de Villa Flora de Canet de Mar; la rehabilitación de la Masía de Can Ratés de Santa Susanna como equipamiento de uso cultural y turístico y la recreación 3D del Castillo de Burriac de Cabrera de Mar.

”La herencia del Maresme. Rutas turísticas por el patrimonio cultural de la comarca”, impulsado por el Consell Comarcal y diseñado por el Consorcio de Promoción Turística Costa del Maresme. El proyecto requerirá de una inversión total de 2.630.954 euros más IVA. El 50% de este presupuesto (1.315.427 €) serán financiados por Fondos Europeos de Desarrollo Regional (FEDER) y el 50% restante lo aportarán los 27 municipios adheridos: Alella, Arenys de Mar, Arenys de Munt, Argentona, Cabrera de Mar, Cabrils, Caldes d’Estrac, Calella, Canet de Mar, Dosrius, Malgrat de Mar, El Masnou, Mataró, Òrrius, Palafolls, Pineda de Mar, Premià de Dalt, Premià de Mar, Sant Andreu de Llavaneres, Sant Cebrià de Vallalta, Sant Pol de Mar, Sant Vicenç de Montalt, Santa Susanna, Teià, Tordera, Vilassar de Dalt y Vilassar de Mar.
https://www.lavanguardia.com/local/...18761604/maresme-nuevas-rutas-turisticas.html
 
Berlín, la ciudad troceada
publicado por Javier Borràs

oie_11172911nZJqnHg2.jpg

El Holocaust-Mahnmal, Berlín. Fotografía: Georgie Pauwels

Decidí leer tres libros antes de viajar a Berlín: las crónicas germanas de Augusto Assía, el reportaje sobre el nazismo de Manuel Chaves Nogales y los artículos berlineses de Eugeni Xammar. Como hoy en día hay que buscar una buena excusa para leer un libro durante horas, sin que te acusen de perder el tiempo, me planteé utilizar las crónicas de estos tres periodistas, escritas hace noventa años, como una guía con la que orientarme por el Berlín actual. También tenía presente cierta advertencia de Josep Pla: «Antiguamente el viajar era un privilegio de los grandes. Solía ser la coronación normal de los estudios de un hombre. En nuestra época se generalizó y abarató de tal manera que un hombre como yo ha podido vivir durante veinte años en casi todos los países de Europa por cuatro duros. (…). Viajaba, ciertamente, mucha gente, pero quizá el número de personas que se desplazaban para formar su inteligencia y enriquecer su sensibilidad ha sido menor en nuestra época que un siglo o dos atrás». Yo iba a viajar con una aerolínea barata que me costaba lo que un autobús de Barcelona a Zaragoza, y contaba con techo y cama en la ciudad, gracias al éxodo internacional al que se ha sometido mi generación. Pero, siguiendo la reflexión de Pla, no quería parecer tan moderno como los que cogen un vuelo de última hora a una ciudad al azar de la que, por supuesto, no saben nada. Los que hacen eso suelen ser turistas que solo buscan impacto visual, es decir, pura por**grafía. Desconfían de los que —como yo— creemos que hay cierto erotismo en entrelazar los conocimientos previos con la experiencia inmediata. Pero, por supuesto, tampoco quería ser un viajero tan antiguo como esos estudiantes románticos que necesitaban varios años para sentirse con el derecho intelectual de salir de su país. En conclusión: una semana y tres libros no estaba tan mal.

Una tropa de hombres de negocios de tipo cosmopolita, encuadrada por capitanes de industria judíos y flanqueada por toda la fauna de arribistas que produjo la posguerra, ha dado el tono a la vida berlinesa desde 1918 hasta la llegada de Hitler. Desde el bar del hotel Adlon hasta la terraza del Eden Hotel —¿conocen ustedes la película Gran Hotel?—, una corriente de humanidad, sedienta de poder y goce, que se lanzaba heroicamente a la especulación y al derroche, ha ido preparando el resurgimiento de Alemania, elaborado a fuerza de despojos feroces en una lucha espantosa en la que triunfaban los aventureros más audaces en la conquista del dinero y los más valientes en el despilfarro.

Cuando ya Alemania ha vuelto a sentirse fuerte —a pesar de la crisis y los seis millones de parados—, gracias al esfuerzo pavoroso de estos hombres sin escrúpulos que sucumbían víctimas de la fiebre de los negocios y del afán sensual de gozar del dinero tan duramente adquirido, han aparecido los nazis con sus camisas pardas, diciendo: «Hay que moralizar todo esto». Y, para moralizarlos, han empezado por quitarles la cartera a estos judíos inmorales.

Los nuevos amos plantaron primero sus reales en el hotel Kaiserhof. Desde allí fueron extendiendo su garra imperial por el centro de Berlín; la Unter den Linden y la Potsdamer Platz fueron poco a poco poblándose de caras duras y mandíbulas apretadas, que se movían bajo el signo de la esvástica de los arios; empezaron a cruzar las calles unos camiones cargados de camisas pardas que iban no se sabía adónde; de cuando en cuando dos nazis se acercaban a un caballero de ojos negros y manos largas y le invitaban secamente a que les acompañase; otras veces se veía formarse un pequeño revuelo en la acera de enfrente —¡las calles berlinesas son tan anchas!— y se sabía vagamente que unos transeúntes estaban golpeando a otro. (…)

Por la Tauentzien avanzan, cada vez más arrogantes, los hombres de Hitler con sus altas botas ferradas y sus camisas pardas. Y la gente que daba el tono a Berlín cada vez va encogiéndose y disimulándose más y más. Pronto no quedará ninguno».

(«La fauna berlinesa», Manuel Chaves Nogales [1933]).

El hotel Adlon, frente al que caminaban con prisa los hombres de negocios berlineses que observó Chaves Nogales, todavía sigue allí. Su fachada color crema está poblada de ventanas vulgares, y el tejado es de color esmeralda desgastada, como el resto de monumentos de la ciudad, siempre recubiertos de ese verde ligeramente mohoso. Entro al hotel y un portero malhumorado me detiene en el hall. El interior del Adlon está modernizado, a tono con el lujo contemporáneo, es decir, sin demasiado interés. Ha renunciado al barroquismo aristocrático de los grandes hoteles, a la nostalgia reconfortante que te hace imaginar señores con puro y pajarita fundiéndose en sofás de terciopelo. Me recuerda un poco a ciertos nuevo ricos que, en su afán codicioso, intentan que sus casas parezcan viejas y tradicionales, pero —en secreto— desean que todos noten que son absolutamente nuevas. La vejez sin decadencia suena un poco a farsa.

Salgo a la avenida principal, la Unter den Linden. A mi izquierda, la Puerta de Brandemburgo, rodeada por un ejército de turistas con palos de selfie al hombro. Leo en un cartel que este monumento se ha convertido en símbolo de la reunificación alemana. Llevo varios días en la ciudad, y cada vez que ojeo alguna información sobre «las dos Alemanias» o el Muro de Berlín me da la sensación de estar leyendo propaganda. En cambio, las informaciones sobre el nazismo están llenas de contexto, de culpas, de causas. Quizá los mitos fundadores, cuando no alcanzan ni los treinta años de edad, tienen que defenderse sin matices. Bajo por una calle lateral, la Wilhelmstrasse. Hay más paneles. Explican cuáles fueron los edificios gubernamentales que poblaban esta calle, hasta que fueron destruidos por los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Otro mito fundador, del que nadie pone en duda su bondad (yo tampoco lo haré), aunque con ello casi arrasara una de las ciudades más pobladas de Europa.

Imagino a Chaves Nogales bajando desde el Adlon, quizá por esta misma calle, camino al hotel Kaiserhof, centro de reuniones de los nazis en el núcleo de Berlín. Chaves fue el enviado especial del diario Ahora para contar los cambios en Alemania e Italia bajo los regímenes nazi y fascista. Por Berlín lo acompañó Eugeni Xammar, corresponsal fijo de Ahora en Alemania. El estilo de Chaves y de Xammar son distintos. Mientras que los reportajes de Chaves son como viajar en un tren en movimiento —excitantes, una magnífica muestra de periodismo de acción—, las crónicas de Xammar son un esfuerzo intelectual por descubrir qué hay de permanente en los hechos —algunos importantes y otros no, con la increíble dificultad de discernir entre ambos— que suceden en la Alemania de Weimar y la de Hitler. Chaves es un reportero con muy buen ojo y Xammar un analista con pocos prejuicios en la mochila. Chaves se puede permitir moralizar porque habla del hombre de la calle, mientras que Xammar relata la fría batalla que suponen las relaciones internacionales en la precaria Europa de entreguerras.

Giro la calle y me encuentro ante un gigantesco edificio, construido sobre las ruinas del hotel Kaiserhof —que también, como casi todo en esta ciudad, fue destruido por los bombardeos aliados—: la embajada de Corea del Norte en Alemania. Sus colores siguen el manual arquitectónico del buen comunista, es decir, que la única libertad cromática sea entre el gris claro y el gris oscuro. Algunas ventanas están tapadas por cortinas blancas con bordados horribles. En otras solo se ve la oscuridad del interior. En la entrada está la bandera nacional, un poco mustia, colgada de un palo muy alto, y un corcho con varias fotos de Kim Jong-un realizando diversas actividades públicas. Si no supiera que es un embajada pensaría que se trata de un edificio abandonado.

La gente pasa con prisa por delante de la embajada. La gente, en Berlín, suele pasar con prisa, y muchas veces te arrastran. De golpe estás ante un monumento prusiano, después ante una embajada del eje del mal, cruzas a toda velocidad ante un restaurante tailandés y acabas exhausto ante un memorial dedicado al Holocausto. De repente, en una calle, una música pueblerina y jovial me libera del ritmo frenético. Una vieja arrugada, embutida en mil pañuelos, toca música eslava en su acordeón y cierra y abre sus brazos de manera ondulada, hipnotizante. Estas viejas —que ya he visto en varias calles— son muchas veces los únicos toques de naturaleza, de cierta felicidad, que uno puede encontrarse recorriendo Berlín.

Hace pocos meses todavía, quien quería obtener una impresión sobre la pobreza que va inundando Berlín tenía que ir a los barrios obreros del norte, el este y el sur, a Wedding, a Steglitz, a Neukölln, recorrer los patios de los cuarteles de alquiler, los Gassen (callejuelas) donde todos los habitantes son obreros parados. La pobreza de Berlín es más impresionante que ninguna otra, porque se muestra con toda su crudeza, desnuda del pintoresquismo y la bohemia que la rodea y la protege en los países del sur. Aun en los lugares donde la miseria es más intensa, más atroz, reina la limpieza y el orden. (…)

Pero ahora ya no es necesario ir a Wedding, ni a Neukölln, ni a Steglitz para encontrarse con los rostros macilentos y el gesto de hambre. Como a una consigna los hambrientos han abandonado sus rincones y se han lanzado a las calles, a las calles más elegantes y de mayor movimiento, a las puertas de las estaciones, a las entradas del metro, se meten por los cafés, por los restaurantes, por los centros de recreo. (…) Hace dos días presencié esta escena: punto de tránsito entre las dos calles más elegantes de Berlín, la Tauentzienstrasse y la Kurfürstendamm; un policía obliga, a golpes de porra, a abandonar el terreno a una troupe de jóvenes obreros parados que se han apostado en una esquina, cantan y piden. Una señora increpa al guardia:

—¿Por qué los trata usted así? Son obreros parados, tienen hambre y no tienen qué comer, ¿qué han de hacer?

—Si yo dejara a estos, señora, tendría que dejar a todos los que quisieran hacer lo mismo, y entonces en media hora se llenaría de tal modo la Kurfürstendamm que usted no podría dar un paseo por ella.

Niños de cinco años son lanzados a la mendicidad. A veces se encuentra una familia entera pidiendo, madre, padre e hijos, jóvenes de quince a veinte años constituyen el mayor porcentaje de los mendigos berlineses, algunos venden cerillas, cordones, automáticos, otros lanzan sencillamente la gorra al pecho del pasante, con una sonrisa desolada.

(«Invasión de mendigos», Augusto Assía [1932]).

Cada día de los que llevo en Berlín veo a mendigos pidiendo. Algunos están hechos un ovillo en un recoveco de la calle, cubiertos con mantas muy gruesas —estos días hemos llegado a los cinco grados bajo cero— y con un platillo delante. Otros mendigan en el metro. He hecho pocos viajes en los que no haya pasado nadie pidiendo dinero. El mismo primer día, cuando venía en el tren que lleva del aeropuerto al centro de la ciudad, una voz melodiosa y suave, casi femenina, se puso a repetir una frase, una vez tras otra, por el pasillo del tren. Cuando pasó por mi lado, vi la silueta tétrica de lo que nosotros llamaríamos el típico yonqui. Obviamente, la situación actual está lejos de la miseria extendida en la Alemania de los treinta. Pero algo es seguro: ni yo ni ninguno de los inmigrantes españoles, latinos y europeos con los que he hablado sobre el tema esperábamos encontrarnos algo así. A todos nos sorprende que en Alemania haya gente así, porque —precisamente— a Alemania se va a buscar trabajo, aun cuando sea precario, para no acabar así.

12841071745_0d74f6b384_k.jpg

Dos visitantes en la cúpula del Reichstag, de Norman Foster. Fotografía: Georgie Pauwels (CC).
Paseo por la intersección entre las avenidas Kurfürstendamm y Tauentzienstrasse, las dos calles pijas en las que Assía vio a los parados berlineses, en familia, pidiendo limosna. Ambas siguen conservando su estatus. Ahora son las típicas avenidas de ciudad europea en las que rusos, chinos y árabes acaudalados van a comprar ropas de marca y productos de lujo. Pero en medio de este cruce de vías, en medio de este consumismo multicultural chabacano, se eleva —y otra vez Berlín vuelve a marear mis certezas— una iglesia medio derruida, de piedra negra, casi quemada, con dos grandes huecos vacíos en su pared, en los que antes hubo —posiblemente— una magnífica cristalera. Los alemanes tienen formas interesantes de mantener la memoria histórica. En el caso de esta iglesia (Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche) se conserva el edificio tal y como lo dejaron las bombas de la Segunda Guerra Mundial. Es un recuerdo grande. Otro ejemplo de memoria —menos perceptible— son las miles de pequeñas placas de latón que hay al pie de muchas casas, en las que se recuerda con nombre, apellido y biografía, a los judíos asesinados o perseguidos que antiguamente vivían allí. Bajo la iglesia medio derruida también hay un homenaje reciente: decenas de velas y fotografías recuerdan a las doce personas que paseaban y compraban en un mercadillo de Navidad a la sombra de esta iglesia, y murieron arrolladas por un camión conducido por un terrorista solitario, hace apenas tres meses. Hay varias personas quietas, frente a las velas, y gente que cruza lentamente y mira de reojo.

Frente a la iglesia derruida se alza el Europa-Center, un centro comercial con una fachada llena de logos publicitarios, construido —de nuevo— sobre las cenizas de un fantasma de la vida cultural berlinesa: el café Romanisches. En sus salas se reunían los intelectuales más izquierdistas, enemigos de la «democracia burguesa» de Weimar. Poco a poco, con la extensión del poder hitleriano en Berlín, fue de los últimos reductos donde la gente de izquierdas o liberal —eso sí, con dinero— podía tomarse una copa tranquilamente, sin temor a ser asaltada por unos camisas pardas.

Assía debió acudir varias veces a este café, que le quedaba cerca de su casa, en el mismo barrio de Charlottenburg. El gallego fue corresponsal de La Vanguardia en Berlín hasta que el Gobierno de Hitler lo expulsó en 1933, después de enfrentarse a Goebbels en una rueda de prensa. Siguió en La Vanguardia desde Inglaterra, donde cubriría la Segunda Guerra Mundial. Fue el único corresponsal bajo el régimen de Franco que dio una postura cercana a los aliados, y también la pluma mejor pagada de la España nacionalcatólica. Cuando leo sus crónicas siento cierto alivio liberador, la esperanza de que un corresponsal en el extranjero pueda escribir con un estilo y voz propia, y no sea una mera copia —un poco decorada— del teletipo de una agencia de noticias. Assía escribe con la autoridad del que no se pierde en los detalles, y con la alegría trabajada del que sabe que escribir bien no es un aderezo opcional.

Del fantasma del café Romanisches me marcho a cierto paralelismo actual, el barrio de Neukölln. Era uno de los barrios obreros, lleno de parados, que Assía describía en su crónica. Ahora es una de las zonas alternativas e izquierdistas de la ciudad. Paseo por sus calles, una mezcla de pisos tradicionales, locales de kebab y de cachimbas con carteles de colores chillones —tan feos que parecen irónicos—, cafés hipsters donde tienen el New Yorker y grafitis, muchos grafitis. Desde que he llegado a Berlín no paro de ver grafitis por todos lados: en paredes, en puertas, en lavabos, en estaciones de tren, en el suelo. Hay algunos interesantes, pero la mayoría simplemente ensucian la calle. Su omnipresencia crea una sensación tétrica en algunas partes de la ciudad, donde los edificios son viejos y no hay demasiada gente. Hay muchas zonas de Berlín que serían perfectas para una película de zombis. Cruzo un río que corta Neukölln por la mitad y entro en un parque del barrio. Los árboles están completamente pelados por el invierno, lo que da una sensación de ciudad recién bombardeada. Hay carteles de madera con letras mal pintadas, que rodeados de vegetación tendrían un toque bucólico, pero que —sumados a los grafitis— ahora solo crean una sensación siniestra, de ocaso de la civilización, de urbe ocupada por bandas de saqueadores futuristas, al estilo The Road. La fauna que puebla el parque es de interés: un montón de punkis estirados en la hierba bebiendo cerveza —los sustitutos de los izquierdistas trajeados del café Romanisches— y un montón de madres —jóvenes, rubias y arregladas— paseando el carrito de sus hijos con total tranquilidad. Esta combinación, que a mucha gente le parece fascinante, a mí me crea una cierta sensación de impostura, de izquierdismo estético y ordenado. Creo que Berlín es la ciudad a donde viene la gente que de mayor quería ser okupa, pero sin que eso le suponga demasiadas preocupaciones.

Con la solemnidad propia del caso tendrá lugar mañana en la catedral protestante de Berlín la entronización del doctor Müller como arzobispo nacional de la Iglesia evangélica alemana reunida. El doctor Müller, excapellán castrense, amigo personal de Adolfo Hitler, personalidad eminente del movimiento “cristiano social”, es autor de un texto reformado del Padrenuestro, en el cual pide a Dios Nuestro Señor que “hable al pueblo y hable al caudillo”. Esa ocurrencia estrambótica de pedirle al Padre Eterno que se ponga en comunicación verbal directa con el jefe del Gobierno alemán indica hasta qué punto son sinceras y entusiastas las convicciones nacionalsocialistas del nuevo prelado. (…)

Hay protestantes alemanes, en número considerable, que no quieren someterse a la autoridad de una Iglesia evangélica única, dirigida y administrada por “los cristianos alemanes”, que son, en realidad, los cristianos nacionalsocialistas. Por otra parte, hay muchos nacionalsocialistas que repudian el cristianismo, tanto protestante como católico, y entienden que la religión del nacionalsocialismo tiene que ser de esencia puramente germánica, inspirada en las antiguas mitologías nórdicas. Recientes están las declaraciones de un jefe de las Juventudes Hitlerianas, afirmando que los jóvenes nacionalsocialistas se consideraban libres del pecado original, y que, por consiguiente, no necesitaban la gracia para nada.

Exageración manifiesta. La gracia —un poco de gracia, cuando menos— le sienta bien a todo el mundo.

(«Hoy será entronizado el doctor Müller en la nueva iglesia», Eugeni Xammar [1934]).

27518262134_2c245b0118_k.jpg

Fotografía: Fleetingpix (CC).
Estoy ante la catedral de Berlín (Berliner Dom). Es una estructura imponente, de color blanco cremoso, verde acuático y negro ceniza. Su techo no es picudo, sino redondeado: parece más concentrada en sí misma que en Dios. Podría pasar por una gran universidad, en vez de por una iglesia. Está absolutamente recargada de esculturas, detalles y símbolos, es decir, genera mucha más curiosidad que espiritualidad. Imagino al obispo Müller en su interior, exaltado, proclamando su doctrina del «Cristo ario», ante la mirada indiferente de apóstoles y ángeles de piedra.

Cuando me alejo unos pasos de la catedral y entro en el Museo Viejo de Berlín (Altes Museum), justo enfrente, me sacude cierto impacto, un leve choque, supongo que por el cambio de temperatura. En su interior hay una magnífica exposición de arte griego y romano. Las estatuas blanquecinas dominan los pasillos y miran desde la altura. Ligero mareo. Los jarrones se ríen, el marrón arcilloso y negro de las figuras es puro teatro, escena. Me paseo un poco perdido entre las esculturas y me fijo en los vestidos femeninos, la ondulación ligera de las curvas. Tengo la sensación, un poco como con la catedral, de que cuando el vestido gana en realismo también gana en sabiduría —el detalle—, pero pierde en belleza —el absoluto—. El misterio es la belleza, cierta ausencia cincelada por la imaginación.

Sigo caminando y me encuentro unos mosaicos de uvas, mediterráneos, dionisíacos, veraniegos. Miro por la ventana del museo, empañada por el frío. El contraste entre la catedral y los mosaicos me hace pensar en Europa, en la historia, en Xammar —un catalán en Prusia— intentando escudriñar hacia dónde iba el continente. El viento helado mueve los árboles. Me da la sensación de que Berlín es una ciudad donde hay que vivir rodeado de estatuas griegas. El ambiente, el frío, estimula la inspección estudiosa y cerrada, al contrario que el Mediterráneo, que favorece la contemplación hedónica, peinada por una ligera brisa. Imagino un estudio en Berlín, poco iluminado, donde un coronel de bigote prusiano observa con minuciosidad una vasija etrusca, contento de poder huir del presente, a pasados más cálidos. Pienso en la comida turca y la comida alemana, las dos tan propias del Berlín actual. La primera es mediterránea, es decir, de filosofía ligera y sensual, más llena de placer que de nutrientes. La barriga se satisface de tiempo, no de cantidades. Las especias erotizan y crean ciertas distracciones periféricas. La comida alemana, en cambio, es matrimonial, contundente, nuclear, bastante segura de sí misma. Es combustible básico y eficiente. Es tan sexy como una patata hervida. Supongo que las diferencias gastronómicas entre lo mediterráneo y lo teutón afectarán al pensamiento filosófico, a las preocupaciones, a la poesía, a la política y a lo bien que uno duerme por las noches.

A los nazis no les divierten demasiado los desnudistas. El desnudista suele ser un tipo que cae en una órbita de preocupaciones nada gratas al hitlerismo; es esa línea ideológica que va del naturismo al internacionalismo y el pacifismo; el hombre que prescinde de la ropa suele tener algo de socialista, pacifista, vegetariano y, acaso, acaso, esperantista. No, no; los nazis no están para monsergas de este tipo; para ser revolucionarios no hay que quitarse tanta ropa; basta con prescindir de la chaqueta y quedarse con camisa parda. Creo, pues, que terminarán dando la batalla a los millares de desnudistas que hoy pueblan gozosos los bosques de Alemania. Y va a ser un conflicto; porque de todas las libertades que los nazis puedan conculcar, acaso la que más sientan perder los alemanes sea esta de poder quedarse en cueros vivos cuando se les antoja.

(«Un poco de ropa», Manuel Chaves Nogales [1933]).

30037986554_18f859f550_k.jpg

Un ciclista en Paul-Löbe-Haus, un edificio del Parlamento alemán en Regierungsviertel, el distrito gubernamental de Berlín. Fotografía: Fleetingpix (CC).
En el club KitKat, un par de jóvenes alegres, ataviadas con una corona de flores, cruzan ante mí. Llevan su torso níveo completamente desnudo, y sus pechos ligeramente rosáceos se tersan con el movimiento de sus brazos, su melena rubia y sus caderas, balanceándose al ritmo de la música. Tengo entendido que los teutones sienten un gran aprecio por la mitología y, en este caso, fantaseo con haberme cruzado con un par de ninfas. Seguramente han salido de la piscina situada en la habitación contigua, donde —en su margen— germanos, negros, pelirrojas y jovencitas de pelo verde fuman estirados cual romano en su triclinium. Tomando un estrecho pasillo, paso junto a una mujer oriental encerrada en una jaula, concentrada en los besos apasionados que —a través de los barrotes— le ofrece un gladiador rubio de espalda mastodóntica. De ahí llego a una gran sala, donde los presentes se liberan a los placeres dionisíacos de la danza etílica y la música sensual, como en cualquier otra discoteca berlinesa. La desnudez de muchos de los asistentes, más que atracción, produce indiferencia o una cierta alegría colectiva. Supongo que algunas tradiciones naturales —como el nudismo germano con el que ironizaba Chaves— son mucho más resistentes de lo que la ingeniería social querría.

Doy unas vueltas por la sala y me doy cuenta que hay una serie de habitáculos laterales, medio oscuros, donde las siluetas y las intenciones son más borrosas. Allí las filias individuales y grupales combustionan con una sencillez inesperada, y presentan los más variados de los erotismos griegos, aunque sin necesidad de amos y esclavos, excepto si las partes llegan a un acuerdo. ¿Qué pensaría Hitler de esta muchedumbre dionisíaca, de orígenes tan lejanos pero deseos tan comunes? ¿Qué pensaría el Führer de estos sátiros liberales, de piel oscura o de apretadísimo cuero negro, que restriegan sus pasiones en plena noche berlinesa? ¿Qué pensaría el líder del Tercer Reich de estos jóvenes arios que se someten —gustosamente— al mando de regias eslavas, orientales o latinas, es decir, que se arrodillan ante el s*x* femenino y, aún peor, ante los muslos de razas absolutamente inferiores, que estaban destinadas a ser las esclavas del Gran Imperio Alemán? Berlín decide reírse burlona y, ¡ay!, el Führer ya no puede hacer nada al respecto.

Salgo del lugar donde Berlín siempre es de noche y me encuentro con el sol de la mañana, iluminando mi cara cansada. Algunas viejecitas van con sus paquetes de pastas recién compradas. Otras personas caminan, como es habitual, con prisa, y les da bastante igual que hoy sea domingo. Paseo soñoliento y miro las casas, y las calles, y los monumentos, y vuelvo a tener esa sensación de incomprensión, de que algo falta. Recuerdo unas palabras de Josep Pla que esclarecen mi mente, como un chapuzón en agua fría:

(…) su delirante anarquía evoca una ciudad en la que sus habitantes no se han puesto aún de acuerdo para vivir entre sí, pasivamente, es decir, como vecinos. Para existir una calle es indispensable un punto de unanimidad. Sin esta condición, una ciudad puede ser muy grande, muy aparatosa y muy rica y faltarle el quid divinum. (…) Una calle no es una sucesión de casas magníficas desligadas y personales. Si las casas son bellas, mejor que mejor. Pero lo importante es su integración. (…) Están unidas por un espíritu común, por una cinta invisible que las funde en un mismo destino ciudadano. Esto las sublimiza. Esto crea la calle.

Pla no se refería a Berlín, aunque eso da bastante igual. Berlín se me aparece fragmentada, bombardeada, dividida, todavía presa de su historia reciente. Una ciudad a la que han creado diques constantemente, para dominar su espíritu espontáneo. Es la sensación del círculo sin cerrar, de un intento apresurado de coherencia. Supongo que el carácter de las ciudades madura con el tiempo y, quizá, con cierta falta de prisa.

Bajo el signo de la esvástica, de Manuel Chaves Nogales.

Salt a la foscor, recopilación de artículos de Augusto Assía realizada por Enric Vila (en catalán).

Crónicas desde Berlín, recopilación de artículos de Eugeni Xammar a cargo de Charo González.

Viaje en autobús, de Josep Pla.

https://www.jotdown.es/2019/07/berlin-la-ciudad-troceada/
 
Los tesoros escondidos en Palma de Mallorca
Un paseo por las más emblemáticas tiendas del casco antiguo

tesoros-escondidos-Palma-Mallorca_1262883728_13639254_1020x574.jpg

Los tesoros escondidos en Palma de Mallorca Pexels
ANA MARCOS
PERFIL
EMAILTWITTER


PUBLICADO 12.7.2019 - 11:11

Más allá de las playas, el sol o las terrazas de última moda hay otra Palma de Mallorca distinta, reposada y atávica. Es esa ciudad del casco antiguo, que vive a su ritmo, formada por pequeñas callejuelas peatonales y habitualmente desconocida por el turismo de masas. Es la otra cara de la moneda que ofrece esta bonita capital balear.

Un sector importante de esta “otra Palma” es la formada por los pequeños comercios de antaño que, contra viento y marea, han permanecido a través de los años

Un atractivo turístico original y distinto que sobrevive con sus tradiciones e historia. Son, además, los testaferros de unos modos y maneras artesanos que perviven junto al trato personalizado al cliente y que dan verdadera vida a las ciudades. Anualmente, el Ayuntamiento elabora un “Catálogo de Establecimientos Emblemáticos” y éstos son algunos de ellos. Volver la vista al pasado para redescubrir el presente.

Can Joan de S'Aigo
Aunque ahora son ya tres establecimientos en la ciudad el más antiguo se encuentra en el barrio de Cort. Una preciosa chocolatería que sigue siendo punto de encuentro en la ciudad, aunque fueron sus helados artesanales los que les dieron la fama; los tienen en numerosos sabores, desde cava a albaricoque o almendra: éste último dicen que el primero que se elaboró en la isla.

helados-especialidad-cafeteria-centenaria-mallorquina_1261683897_13618743_660x371.jpg

Los helados son la gran especialidad de esta cafetería centenaria mallorquina Foto cedida por Fundación Turismo Palma 365.
Coca de patata dulce o coca de trempó en salados son otras de sus especialidades. En las tardes de verano es una buena idea sentarse en alguna de sus mesas para disfrutar del siempre animado ambiente.

C/ Carrer de Can Sanc, 10.

Mimbrería Vidal
Ya es la tercera generación de la familia Vidal la que regenta esta recoleta tienda en el casco antiguo de Palma, donde encontrar capazos de palmito, cestas, sombreros, sillas… o cortinas de malla de algodón y macramé. Inaugurada en 1955, son ya sesenta y cuatro años elaborando artesanalmente productos de mimbre y esparto de todo tipo. Perfecta para regalos.

C/ Carrer de la Corderia, 13. https://www.mimbreriavidal.com/

El Forn de la Glòria
Llonguets (panes típicos de Baleares), empanadas, pasteles y, desde luego la tradicional ensaimada hecha según receta propia; hojaldradita, crujiente, tierna… Pura artesanía detrás de los sencillos escaparates de este antiguo ‘forn’ con más de cien años- se cree que data de 1717-, regentado hoy por Xisca y Sebastiá Camps.

Forn-Gloria-especialidades-afamadas-ensaimadas_1261683898_13618783_660x371.jpg

En El Forn de la Glòria una de sus especialidades más afamadas son las ensaimadasFoto cedida por Fundación Turismo Palma 365
Con guiños modernistas en la decoración y horno antiguo donde se hacen lentamente todas sus especialidades, fue su padre quien trabajó en el establecimiento y se lo compró al propietario. Hoy los dos hermanos continúan el oficio paterno en este local singular.

C/ Forn de la Gloria, 7.

Rellotgería Catalana
Una relojería archifamosa en la ciudad heredada por Juan Serra, quien la regenta actualmente y profesional que lleva desde su infancia en el mundo de los relojes. Le enseñó su progenitor y aún hoy, él sigue utilizando sus antiguas herramientas de trabajo. Un local sencillo donde llevar a reparar los relojes o bien para adquirirlos nuevos, tanto de estilo clásico como más moderno. Y, ante todo, una profesionalidad demostrada durante más de cincuenta años.

C/ Carrer de la Cordería, 26.

https://www.vozpopuli.com/bienestar/tesoros-escondidos-palma-mallorca-isla_0_1261675037.html
 
Cala Cortina compite por ser la mejor playa de España según los lectores de Condé Nast Traveler
 
Menorca o el lujo de ser natural
La isla balear lleva con orgullo su condición de Reserva de la Biosfera, un título que reconoce su apuesta por la sostenibilidad y la calidad
macarellaymacarelleta-k06C--620x349@abc.jpg

Uno de los aeropuertos más sostenibles de Europa está en una isla española

«Hoy en día el lujo está en la tranquilidad, en la buena vida, en la naturaleza… en lo auténtico. Y Menorca lo tiene». La frase es de Alex, una parisina que llegó a la isla como turista hace dos años, tuvo -según sus propias palabras- un coup de coeur y decidió establecer su segunda residencia en el campo, a pocos kilómetros de Sant Lluís. Como ella son muchos los viajeros que han sentido esta attirance por la isla balear, quizá la menos conocida y quizá también, y por eso mismo, la más sorprendente.

Mediterráneo puro
Albufera-k06C--510x349@abc.jpg

S'Albufera des Grau, al noreste de Menorca
El camino realizado hasta hoy habla de un territorio singular, con voz propia. La declaración de la isla como Reserva de la Biosfera, de la que se acaban de cumplir 25 años, lo confirma. Porque Menorca, siendo fiel a sí misma, ha conseguido dar sentido a la paradoja que introduce este artículo: «El lujo de ser natural».

Precisamente, la grandeza de esta pequeña isla reside en esa esencia inalterada, en su pureza. Pocas regiones mediterráneas pueden presumir de tener dos tercios de su territorio protegidos, de contar con amplias zonas de su litoral sin urbanizar (más de la mitad de las playas y calas menorquinas son vírgenes), de tener unas aguas tan inusualmente transparentes, de ser ricas en biodiversidad…

A estas fortalezas hay que sumar la vitalidad de los sectores productivos tradicionales, la existencia de un patrimonio prehistórico único en el mundo y de una cultura y folklore ancestrales; razones de peso en un momento en el que la demanda de experiencias ecoturísticas está en auge.

Viajeros activos
CamideCavalls-k06C--510x349@abc.jpg

Camí de Cavalls
Uno de los elementos centrales de este tipo de experiencias es el contacto con la naturaleza. Entre los reclamos con los que cuenta Menorca para atraer a los viajeros activos ocupa un lugar destacado el Camí de Cavalls, un sendero histórico (GR-223) que da la vuelta a la isla por la costa y permite descubrir parajes de gran belleza.

El mar, de aguas transparentes y con una gran riqueza natural, es otro de sus grandes activos, tanto para amateurs como para profesionales. Al disfrute del mar (kayak, vela, submarinismo…) se une un calendario competitivo cada vez más internacional en el que destacan las regatas de vela.

Y todo ello sin contar la red de instalaciones deportivas que comparten los ocho municipios y que ha sido un argumento determinante para conseguir que Menorca sea sede del World Padel Tour durante los próximos cuatro años. La primera cita ya tiene fecha: octubre de 2019.

Destino gastronómico
Pero el poder de atracción de Menorca como destino «natural» va más allá, siendo una de sus grandes fortalezas la gastronomía. Y es que para conocer una cultura resulta necesario descubrir sus sabores. Y los de Menorca son intensamente mediterráneos.

resizer.php

Puerto de Ciutadella
El producto artesanal más internacional es el queso de la D.O. Mahón-Menorca, un manjar premiado en repetidas ediciones de los World Cheese Awards. Otra creación con carácter menorquín es el vino que con la marca Vi de la Terra Illa de Menorca busca hacerse un hueco en el panorama vinícola.

También la ginebra, los embutidos y otros tesoros como la miel, el aceite de oliva, el azafrán… Con todo, no podemos pasar por alto una de las grandes aportaciones de Menorca a la culinaria: la salsa mahonesa.

Lo mejor de todo es que se puede disfrutar de todos estos productos en los mismos sitios donde se elaboran. Y también, como no podía ser de otra manera, en los mejores restaurantes de la isla, concienciados con el uso de ingredientes locales y de temporada. En este sentido, son interesantes algunas iniciativas como la Mostra de Cuina Menorquina (septiembre) o la Fira Arrels (abril).

Patrimonio prehistórico
Éstas son solo algunas de las razones que hacen de la Menorca un must para todos aquellos viajeros que, como Alex, están abiertos a apreciar el «lujo de ser natural». Hay muchas más, entre ellas el patrimonio prehistórico, del que se conservan más de 1.500 yacimientos en toda la isla; la extensa red de museos, centros de arte y galerías; la artesanía e industria «Made in Menorca»... Pero siempre hay que dejar cosas por descubrir.

https://www.abc.es/viajar/destinos/espana/abci-menorca-o-lujo-natural-201907190117_noticia.html
 
Back