Madres que son adversarias

Enrróllate todo lo que quieras :)
Gracias. Noto que, con estas conversaciones me estoy "vaciando". No se si me explico.
No sabéis lo que es por ejemplo, estar planchando en casa de mi madre, y mi hermana desde el sofá diciendo: te has dejado una arrugita en la sábana. ... no me digáis que no san ganas de tirarle la plancha a la cabeza. Pues no. Había que callar.

El simple hecho de estar las 3 hermanas en si casa. Si en ese momento mi madre iba al baño, dejaba la puerta abierta para escuchar la conversación. Si por lo que fuera bajábamos
 
Si bajábamos el tono, se ponía echa una furia porque pensaba que era una conspiración. Conspiración de la cual por supuesto yo tenía la culpa.
¿sabéis cual es su miedo real? Que sus yernos se cansen y se divorcien. Le horroriza pensar que la gente iba a hablar. Por mucho que diga que pasa de lo que diga la gente.

Otro ejemplo : muerte de cualquier persona joven. Lo primero que piensas es, pobres padres. Pues ella siempre contesta lo mismo: eso es una chorrada. Esos padres no sienten la muerte de su hijo. Seguro que ni les afecta.
Toma ya
 
Si bajábamos el tono, se ponía echa una furia porque pensaba que era una conspiración. Conspiración de la cual por supuesto yo tenía la culpa.
¿sabéis cual es su miedo real? Que sus yernos se cansen y se divorcien. Le horroriza pensar que la gente iba a hablar. Por mucho que diga que pasa de lo que diga la gente.

Otro ejemplo : muerte de cualquier persona joven. Lo primero que piensas es, pobres padres. Pues ella siempre contesta lo mismo: eso es una chorrada. Esos padres no sienten la muerte de su hijo. Seguro que ni les afecta.
Toma ya

Que bien has hecho en alejarte, de verdad, sigue así.
 
Síndrome de la progenitora tóxica: ¿por qué mi madre no me quiere?
Es aquella que llega a la maternidad por caminos poco deseables. Lo ideal psicológicamente es poner distancia emocional y física.
OLGA CARMONA (elpais.com)
19 OCT 2016 - 17:05 CEST
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Es un tabú de nuestra sociedad aceptar que hay madres que no quieren a sus hijas, pero es más real y frecuente de lo que nos gustaría reconocer. Como todo aquello que nos resulta difícil de aceptar y digerir, tendemos a negarlo. Pero existen, vemos a sus víctimas en consulta, peleando por llenar un agujero negro de infelicidad que arrastran desde la infancia y que en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera es consciente, porque duele nombrarlo.

La madre tóxica es una mujer que ha llegado a la maternidad por caminos poco deseables, por convencionalismos, porque así estaba diseñado su guion de vida, porque eso es lo que de ellas se esperaba. Renegar de la maternidad o simplemente ejercer el derecho a no serlo, no era, ni es, algo aprobado por la sociedad. Aquellas mujeres que han decidido libre y abiertamente no ser madres han sido miradas con recelo y suspicacia por la mayoría de su entorno. Siempre. Incluso ahora. Hablamos de una minoría valiente y coherente que decidió por sí misma cual era su voluntad y su camino. Muchas otras sin embargo, aceptaron gestar, parir y criar como algo inevitable. No es tan extraño entender, que algunas de aquellas hijas, no solo no fueran amadas incondicionalmente, sino percibidas como una molestia, un obstáculo, una rival e incluso una proyección de aquello que ellas hubieran querido ser.

“No es fácil encontrar la felicidad en nosotros mismos, y no es posible encontrarla en ningún otro lugar” (Agnes Repplier)

Se trata en la mayoría de los casos de mujeres muy narcisistas o infantilizadas, que nunca asumieron el papel de madre y que siguen filtrando el mundo a través de su necesidad y su deseo. Otras, son mujeres amargadas, cuya vida no se parece en nada a lo que esperaban, profundamente infelices, que usan de chivo expiatorio a sus hijas proyectando en ellas el foco de su insatisfacción. Hay diferentes formas de madres tóxicas, pero todas incluyen la culpa, la manipulación, la crítica cruel, la humillación, la falta de empatía, el egocentrismo puro. Son madres que hacen saber a sus hijas que no están a la altura de lo que se espera de ellas, envidian sus éxitos, recelan su necesidad de independencia, rivalizan con ellas en un patológico escenario vital donde la víctima ni siquiera sabe que lo es.

La madre que no ama, despliega su toxicidad de diferentes formas, así nos encontramos con madres que envidian a sus hijas y tratan de anularlas, madres que sobreprotegen y absorben excesivamente para tratar de evitar el sentimiento de culpa por no haber deseado tener ese hijo, madres centradas únicamente en “la fachada” que exigen a sus hijas que encajen en un molde que ellas mismas han diseñado para exhibirse, madres que utilizan la enfermedad y el victimismo como principal estrategia de manipulación, madres dependientes que invierten los roles y hacen que sus hijas sean quienes se ocupen de su bienestar físico y emocional y madres que, por desgracia, encajarían en varios de estos guiones de película de terror.

La mayoría de las niñas que han sido criadas por este tipo de mujeres no son capaces de entender que toda su inseguridad, falta de autoestima, necesidad de aprobación, autoexigencia brutal, dificultad para la intimidad emocional y vacío profundo, procede de la falta de amor primario. Asumir que tu propia madre no te quiso y no te quiere es uno de los procesos psicológicos y emocionales más difíciles de superar y con consecuencias devastadoras en todos los órdenes de la vida. A esta indefensión crónica hay que sumarle la incomprensión de los otros, una sociedad dispuesta a mirar para otro lado ante una realidad tan antinatural. Aquellas mujeres que fueron criadas por estas madres tóxicas llegan a dudar hasta de su propia salud mental porque a años de maltrato emocional, de tortura psicológica, hay que sumarle el silencio y la falta de apoyos. Ya sabemos hoy por hoy en función de los numerosos estudios que se han hecho que la falta de amor parental crea estructuras psíquicas desorganizadas que afectan a muchas áreas de la personalidad. El rechazo y la falta de amor materno producen un estado crónico de avidez afectiva y un miedo patológico al abandono.

Durante su infancia tratará por todos los medios de ganarse la atención y la aprobación de su madre lo que derivará en una adulta que tratará por todos los medios de ganarse la atención y la aprobación del mundo. No se sentirá digna de ser querida, habrá aprendido que su valor está en lo que hace no en lo que es, la fragilidad y la inseguridad serán compañeras de viaje y, con frecuencia, pasará este perverso legado a sus hijos, cronificando así el círculo de la infelicidad y la dependencia.

Hay muchos ejemplos conocidos de personas que aunque han alcanzado éxitos sociales, laborales, económicos, y exponen al mundo una fachada impecable de éxito vital, son muertos vivientes poniendo toda su energía en llenar el abismo afectivo que llevan dentro; en nuestro día a día estamos rodeados de personas que tratan en vano de llenar ese vacío (que llamamos existencial, aunque realmente es afectivo) por los caminos más diversos, pero naufragando en lo personal con profundos sentimientos de vacío y soledad que produce la incapacidad para amar y ser amados.

Sin embargo, hay salida. Es imprescindible decirles a esas mujeres, que la niña dañada que llevan dentro y parece dirigir su vida, puede ser sanada. Como psicóloga que acompaño a muchas de estas mujeres, no creo en el determinismo y abogo por la capacidad resiliente que habita en cada ser humano. Tenemos el don de la libertad y la capacidad intrínseca para tomar el control de nuestra propia vida. Para ello es necesario tomar conciencia y poner nombre a aquello que nos dañó por difícil y brutal que esto sea. Y es imprescindible hacer un duelo: despedirnos definitivamente de la madre que no tuvimos, que ya no vamos a tener y no seguir buscando con manotazos de ahogado maneras infructuosas de compensar ese oscuro hueco. Asumir sin culpa alguna que la madre no se elige y que venimos al mundo programados para amar a quien nos toque para maternarnos. Tomar la decisión interna de poner distancia emocional y física de la mujer que no supo querernos y sobre todo, hacer del intento de no traspasar la herida a nuestras hijas, un objetivo vital, una cruzada.
 
De los abuelos se abusa demasiado, se comprende que puntualmente estén con sus nietos, y más debería ser por gusto propio que por obligación ( que en realidad no la tienen), pero es vergonzoso cómo se les utiliza no pocas veces porque los nenes cansan, aburren, agobian e incordian.

Si no sabes qué hacer con tus hijos porque te superan, no haberlos tenido, pero en ningún caso los abuelos deben poner remedio a tu cara dura. Es indignante.

Conozco el caso de una pareja que se compró el piso al lado de los suegros. Vamos, que son vecinos de rellano (no había otros pisos en la ciudad, oye). Y los hijos SIEMPRE están con los suegros. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que los he visto a ellos con los críos. La suegra se queja en plan "Uy, todo el día estoy cuidando de los nietos, claro, como viven delante". Eso ya no es tener jeta, es tener un jetuño de hormigón, comprarte el piso en el rellano de tus suegros. No puedo imaginar nada peor para una pareja que tener a los suegro viviendo al lado.

@_Marta gracias por el artículo. Pero aquí hay un problema, muy propio de los tiempos que vivimos, ¿cuando el hijo no puede irse del hogar familiar porque no gana suficiente?
 
Joder. Totalmente identificada con el reportaje.
,Necesidad de aprobación. Ese es mi caballo de batalla.
Os cuento una cosa. Mi trabajo es en una empresa de atención al cliente. Me encanta y tengo fama de ser la persona más servicial del mundo. OJO esto no lo digo yo, lo dicen mis clientes, compañeros etc.
Cuando alguien de la oficina necesita por ejemplo una tirita, un caramelo, lo que sea siempre siempre vienen donde mi. Incluso cuando viene alguien nuevo le hacen saber que si necesita algo recurra a mi.
Tengo inconscientemente esa necesidad de ayudar. Me sale en automático. Esa frase de ¿ en qué puedo ayudarte?
 
Conozco el caso de una pareja que se compró el piso al lado de los suegros. Vamos, que son vecinos de rellano (no había otros pisos en la ciudad, oye). Y los hijos SIEMPRE están con los suegros. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que los he visto a ellos con los críos. La suegra se queja en plan "Uy, todo el día estoy cuidando de los nietos, claro, como viven delante". Eso ya no es tener jeta, es tener un jetuño de hormigón, comprarte el piso en el rellano de tus suegros. No puedo imaginar nada peor para una pareja que tener a los suegro viviendo al lado.

@_Marta gracias por el artículo. Pero aquí hay un problema, muy propio de los tiempos que vivimos, ¿cuando el hijo no puede irse del hogar familiar porque no gana suficiente?

Pues... querer independizarte y no poder hacerlo porque ganas una miseria es profundamente humillante, y si además te rodea gente tóxica, tu vida es una pesadilla. No sé, habría que estrujarse las neuronas y explorar otras posibilidades... años atrás, muchos jóvenes nos íbamos con cuatro duros, sin trabajo fijo, sin pisito, sin coche, sin... igual nos daba comer primer plato, segundo y postre que un bocata de sardinas y dormir tirando un colchón en el suelo, pero valorábamos especialmente la libertad y ser dueño de tu vida. Ya sé que no es fácil, pero tampoco imposible. Hemos sobrevivido a pesar de todo.

¡Ah! tampoco había internet ni móvil, y la vida seguía fluyendo.
 
Pues... querer independizarte y no poder hacerlo porque ganas una miseria es profundamente humillante, y si además te rodea gente tóxica, tu vida es una pesadilla. No sé, habría que estrujarse las neuronas y explorar otras posibilidades... años atrás, muchos jóvenes nos íbamos con cuatro duros, sin trabajo fijo, sin pisito, sin coche, sin... igual nos daba comer primer plato, segundo y postre que un bocata de sardinas y dormir tirando un colchón en el suelo, pero valorábamos especialmente la libertad y ser dueño de tu vida. Ya sé que no es fácil, pero tampoco imposible. Hemos sobrevivido a pesar de todo.

¡Ah! tampoco había internet ni móvil, y la vida seguía fluyendo.
Tienes razón. Seguro que se puede salir adelante. Pero el miedo que te meten en el cuerpo es más fuerte.
Otra de sus obsesiones: si alguien le decía que me habían visto, su pregunta siempre era: ¿ iba sola??
Siempre la preguntita de la dichosa soledad. Ya sabéis, qué dirán los vecinos si te ven sola.
 
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