Libros, libros, libros

Anoche estuve cenando con los escritores Joan Ruscadella y José Luis García Herrera. ¡Qué maravilla escuchar embobada sus ideas, anécdotas, vivencias...!
 

Te recomiendo este libro
BABELIA
23 JUN 2017 - 19:58 CEST

Escritores, músicos, artistas, ilustradores y otras figuras de la cultura proponen a los lectores un título para este verano


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    Javier Cercas, escritor: 'Tirant lo Blanch', de Joanot Martorell (Edicions 62)

    'Tirant lo Blanch', de Joanot Martorell, es una de las mejores novelas que se han escrito nunca. Esto puede parecer una exageración, pero sólo si se olvida que, en el Quijote, Cervantes habla por boca del cura cuando sostiene que éste es “el mejor libro del mundo”. De hecho, yo apuesto a que, sin el Tirant, el Quijote no existiría —no al menos como lo conocemos—, porque Cervantes aprende o vislumbra en él algunas cosas fundamentales. Subrayo dos: la creación de personajes complejos, de esos que parecen querer emanciparse de las páginas que los engendraron; y —ésta es la más importante— la ironía: Martorell se ríe por momentos de Tirant con una risa que es ya casi la de Cervantes. Eso también es esta novela: un libro absolutamente moderno.


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      Alicia Giménez Bartlett, escritora: 'La asamblea de los muertos', de Tomás Bárbulo (Salamandra)


      Estoy un poco harta de que cada vez más novelas negras intenten demostrar profundidad, seriedad y crítica olvidándose de que este género debe fundamentalmente hacer algo no tan simple: entretener. 'La asamblea de los muertos' cumple a las mil maravillas con esa premisa. El autor teje una narración trepidante, divertida, excelentemente ambientada y, al mismo tiempo, dura. Tiene personajes potentes, lenguaje adecuado y diálogos verosímiles. No está exenta de elementos críticos, pero no están subrayados en rojo, sino que se derivan de los hechos. ¡Ay de los pobres delincuentes de clase baja! ¡Ay de los indefensos pero crueles culpables!

      SIGUE:
    http://elpais.com/elpais/2017/06/23/fotorrelato/1498214201_168693.html
 
Totalmente de acuerdo, @pilou12. Tirant lo Blanch es una de las grandes novelas de nuestra cultura. Es una "novela total". Hasta el ahora más conocido por asuntos frívolos, Vargas Llosa, la ha estudiado en profundidad.
 
ARTE
Biografía
El viaje al infierno de Amedeo Modigliani
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Modigliani, Picasso y André Salmon frente al Café de la Rotonde, Paris. JEAN COCTEAU


Se publica el libro de André Salmon que repasa la figura del pintor italiano

Llegó a París desde la Toscana con maneras de burgués y un carnet de dibujos pinzado bajo el sobaco. Había que estar en París, gran cocedero del arte. Aquella ciudad que entre el arranque del siglo XX y hasta la Segunda Guerra Mundial inventó una de las esquinas de la modernidad y despeinó Europa con un ventarrón de vanguardias. Había que estar en París.

El joven Amedeo Modigliani (1884-1920) se hizo a sí mismo ese encargo, vivir aquello como si no hubiese en el mundo otra opción. Quería ser pintor. Tenía 21 años. Era judío y de buenos modales. Atesoraba un talento aún inédito y se ceñía trajes de buen paño con chaleco a juego. Alto, apuesto, callado. Salió de casa en 1906 con un dinero que le dio su madre y cuando llegó al destino pajariteó por los barrios de artistas hasta que recaló en Montmartre, en una casa cercana al Bateau-Lavoir, donde andaba Picasso junto a un planetario de poetas fundando (aún sin saberlo) una nueva astronomía.

En aquella tribu luciferina destacaba el escritor André Salmon (junto al opiómano y cabalista Max Jacob, el extraordinario Apollinaire, el flaco Cocteau, la riquísima Gertrude Stein, que les echaba de comer...). Aquel hombre alto con algo de jefe de expedición clavó la atención en el pintor italiano, siempre apartado, siempre con chicas, siempre a lo suyo en algún tabernazo. Salmon asistió en primera fila al ascenso y (velocísima) caída de Modigliani. Desde los primeros pasos huroneando alrededor de la galería/galpón de Ambroise Vollard (donde acumulaban polvo los primeros picassos, piezas de Matisse, de Cézanne, de los impresionistas y de todo aquello que sirviese para hacer fortuna) hasta los días finales de delirio o el entierro de príncipe desahuciado que le propiciaron sus amigos para vengar tanta miseria. Modigliani se dejaba ver, pero casi nadie lo quiso mirar. Empezando por Vollard, negociante implacable con andar de elefante, que fijó la atención ya demasiado tarde.

París era una rueda de fuego y el joven pintor estaba dispuesto a dejarse inmolar. André Salmon fue el primero en darse cuenta. Y el más audaz para saber contarlo. Antes, mucho antes de que Modigliani fuese icono de la pintura contemporánea, comenzó a armar una biografía que sólo tomó sentido según el protagonista fue abriendo infiernos a su paso. Su manual de abismos. Hasta quedarse a vivir en uno de ellos. El libro de Salmon lleva un título casi vulgar, La apasionada vida de Modigliani. Lo recupera ahora la editorial Acantilado. Y sale de un ensayo previo: El vagabundo de Montparnasse: vida y muerte del pintor A. Modigliani, publicado por Salmon en 1939.

"Modigliani llevaba poco tiempo en París, pero en una sola tarde había visto y estudiado todo lo que se exponía en las galerías Georges Petit, Durand-Ruel, Vollard y Clovis Sagot. Aunque nunca dijo qué pensaba de todo aquello... Todavía no era un gran bebedor, pero sintió que necesitaba un vasito de tinto para reflexionar sobre cosas tan complejas. Le obsesionaba un cuervo de Picasso. Era como si aquel cuervo le picoteara la cabeza... Modigliani había visto una vez a Picasso, de lejos, en las inmediaciones de la place de Clichy", escribe Salmon.

Picasso era un malagueño de 25 años que despertaba curiosidad y espanto en los otros artistas. Iba por la vida a una velocidad inesperada. Se hacía sitio en el arte desde donde nadie antes lo había logrado. El primer vasito de vino fue el kilómetro 0 del desbarrancadero vital en el que fue cayendo Modigliani, como aquel personaje de El bebedor de Hans Fallada. No vendía [pero en 2015 su obra Desnudo acostado alcanzó los 158 millones de euros en subasta]. No despertaba curiosidad. No había encontrado aún la voz de su pintura y sólo acumulaba fortuna entre las modelos de taller, que no sabían (ni querían) escapar de la jurisdicción de aquel italiano con ramalazos prematuros de galán vencido. "El único en aquel París que sabía vestir", dijo Picasso.

La única exposición que tuvo en la ciudad, en la galería Berthe Weill (1917), fue suspendida el día de la inauguración por el escándalo que desataron sus desnudos. Modigliani había encontrado una identidad en la pintura. Retratos de mujeres de cuello infinito. Cuello rosado. Ojos vacíos. Cabeza de almendra. Asumidas desde una sensualidad de líneas suaves. Una delicadeza que a la vez tenía ráfagas de convulsión. Acumuló tantas amantes como borracheras. Cada vez más monumentales. Con Maurice Utrillo entró en las nubes de hachís. Consigo mismo, en la absenta a destajo. Cuando más ebrio mejor recitaba de memoria a Dante, antes de caer aplastado por su propia desesperación. Su intoxicación comenzó, de algún modo, el mismo día en que pisó París.

Pocas biografías tan malogradas. Pocos seres tan dotados para lo nuevo y tan incapaces para asentarse. Tuvo un ángel atento en el italiano Manuel Ortiz de Zárate, que le compraba carbón una vez a la semana. Modigliani quemaba sus dibujos para calentarse. O los regalaba en los cafés. O los rompía por cualquier inseguridad imprevista. La desesperación no tenía más cima que él. Vivía en un círculo diabólico donde sólo lo acompañaba la paciente Jeanne Hébuterne, a la que conoció en un baile de disfraces cuando ella tenía 19 años.

En los últimos años vivieron en un chiscón infecto. La dulce Jeanne se cultivaba por amor en el abismo. Modigliani pintaba cuando las resacas dejaban un hueco entre daño y daño. Tan sólo dos coleccionistas le ayudaron: Paul Guillaume y Zborowski. Lo demás fue miseria. Miseria y malditismo. La bohemia había quedado atrás. Y el pintor sumó la tuberculosis a la masa de su sangre. Según la destrucción lo acecha, su talento se hace más visible y poderoso. "Pero, ¿de qué moría aquel enfermo terriblemente deteriorado por el alcohol y el hachís, extenuado además por demasiadas comidas miserables, por demasiadas incomodidades y también por terribles violencias del espíritu, desde las horas de cruel meditación hasta los instantes de cólera salvaje?", escribe André Salmon. Por tuberculosis y meningitis.

Ortiz de Zárate, tras varios días sin tener noticia de Amedeo y de Jeanne, decidió echar la puerta del estudio abajo. Y ahí estaban. Rodeados de botellas de vino vacías y latas de sardinas. Jeanne embarazada de ocho meses. "Bella y pura hasta dar miedo". Él seminconsciente, tronadísimo. Jeanne retratándolo a lápiz. Él diciéndole que se sumase al viaje del cielo, donde sería su modelo. "Su amigo Kisling conservaría en la memoria el terrible grito, el más desgarrador, el más estridente, pero un único grito. El que ha podido lanzar una mujer ante el cuerpo casi sin vida de su hombre". Modigliani llegó al hospital el 24 de enero de 1920 con aura de mendigo. Murió esa misma noche. Su entierro fue el más fastuoso del momento en París, financiado por los amigos. Amantes, pintores, músicos, poetas, actores, acompañaron el cadáver hasta el cementerio Père-Lachaise de París.

El marchante Ambroise Vollard se acercó pocos días después del entierro a una galería de la Rue La Boétie. Colgaba dentro un desnudo pintado por Modigliani. Recordaba que por uno de esos cuadros pedían, poco tiempo atrás, 300 francos. Iba a la caza. Estaba dispuesto a pagar hasta 3.000. El galerista le dio la medida de su error: "Caballero, la tela está valorada en 300.000". Modigliani había muerto una semana antes. Jeanne se arrojó por el balcón, con el hijo en el vientre, pocos días después. Es la historia de un triunfo. Del revés.

http://www.elmundo.es/cultura/literatura/2017/06/28/5952b6b446163f31038b4642.html
 
LITERATURA
Se publica la obra de la poeta Fina García Marruz sobre la figura de Quevedo
    • ÁNGEL VIVAS
    • Madrid
  • 28 JUN. 2017 02:36
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Francisco de Quevedo retratado por Velázquez.


El ensayo trata de un acercamiento hacia los adentros del escritor y otros del Siglo de Oro español

Ligada al legendario grupo de Orígenes, en el que descollaba Lezama Lima, y conocida en España, donde obtuvo el premio Reina Sofía, sobre todo como poeta, Fina García Marruz es también una aguda y penetrante ensayista. En esa faceta llega ahora a España (no en persona, sus 94 años no le facilitan salir de Cuba), como autora del ensayo Quevedo (Huso Editorial), que poco o nada circuló por aquí cuando lo sacó Fondo de Cultura Económica a principios del nuevo siglo.

Como una pensadora cabal, una inteligencia viva y despierta, ya no sólo de la poesía y de la literatura sino de la lengua, define el crítico mexicano Adolfo Castañón a esta escritora que asistió con admiración a las clases y conferencias que María Zambrano dictó en Cuba en los años 40, sintiéndose desde entonces muy cercanas ambas mujeres. Castañón califica el libro ahora publicado de deslumbrante y lapidario, una obra "de las más ambiciosas y significativas entre las producidas por el ensayo crítico hispano-americano a fines del siglo XX". "No es sólo una lectura histórica y cultural de Francisco de Quevedo", añade el crítico en su obra América sintaxis, "sino una plástica y rotunda recreación de sus adentros, sus íntimas conjunciones y viscerales disyunciones. En esta obra, Fina García Marruz sabe acercarse a Quevedo y a su paisaje -es decir, a Góngora y a Cervantes, a Gracián y a Lope- con un dominio y una familiaridad singularísima, como si Fina García Marruz estuviese salvando a Quevedo y a su Siglo de Oro por dentro y comprendiéndolos plenamente, es decir abrazándolos con el pensamiento".

De su libro dice la propia García Marruz que "bien pudo llamarse este ensayo Relectura de Quevedo, ya que la primera la hicimos en la adolescencia, y fue tan fulminante, que no creímos necesario repetirla; leerlo por segunda vez, sería verlo ya menos". "Fue sólo en ocasión de que se nos pidiese un trabajo para la Revista de la Universidad, con motivo del cuatricentenario del poeta, que volví sobre sus textos", añade. "Los bienamados sonetos, primero, luego, su prosaza, que en verdad no acabé de recorrer del todo nunca, atestada como la veía de sustancia. A manera de la hostia, su palabra estaba entera en cada parte".

"Y leyendo, y anotando, fueron creciendo en desmesura estas páginas, y se nos pasó el tiempo en que debía ser entregado el trabajo, para que entrase en el límite fijado por el año de su centenario", sigue diciendo la autora. "Pero traspasar un límite no parece la peor manera de rendir homenaje a este apasionado que los transgredió todos. Mantuve así el título original Quevedo en su centenario para dejar constancia de esta versión distinta que cada centuria entrega de un poeta, como prueba mayor del fuego que así las resiste. Pasado ya demasiado tiempo de estas eventualidades, no me ha quedado sino llamarlo sencillamente Quevedo, a sabiendas de que no puede pretender abarcar al que, por ventura, permanecerá siempre inabarcable".

Este Quevedo nos trae, pues, una faceta de García Marruz inseparable de su obra poética, aunque su temprana labor de crítica y ensayista, repartida en revistas y obras colectivas, no apareciera reunida en un libro propio sino hasta 1986. Casada con el poeta Cinto Vitier y cuñada del también poeta Eliseo Diego, todos figuras fundamentales de las letras cubanas, Fina García Marruz y su familia de artistas son una institución en la isla. Coincidiendo con la presentación del libro, su hijo José María Vitier, compositor e intérprete, ofreció un recital de sus propias obras al piano.

http://www.elmundo.es/cultura/literatura/2017/06/28/5952a48146163f877a8b464f.html
 
“¡Muévete y te coso a novelas negras!”

05 DE JULIO DE 2017

Es un hecho: si alguien pudiera verle el aura a mi bibliofila estoy convencida de que sería negra. Pero negra, negra. O con algún reflejo turbio, si me pilláis en un buen día.


(Columbia Pictures /La Dama de Shanghai)

Adoro el género policiaco y criminal en toda su extensión, y aunque Reginaexlibrislandia es un reflejo de mi identidad libresca dosifico mis inclinaciones biblio-criminales para que todos los géneros tengan cabida y visibilidad tanto en mi fondo como en mesas y cabeceras.

Hasta ahí todo bien, muy profesional –¡Bravo, Regina ExLibris!-. Pero, claro, otra cosa es que yo siempre tengo títulos de novelas negras cargados en mi recámara, y en cuanto me provocan ¡¡¡PA-PA-PA-PA-PA-PA!!! Desenfundo, apunto y aprieto el gatillo seis veces en una cadencia mecánica para descargar el arma sin pestañear.

Y hoy estaba yo enterrada en papeleo cuando uno de mis libreros, justo el único en mis confines a quien se le resiste lo policiaco y detectivesco, se acerca y me dice con toda su inocencia:

Oye, Regina, esta mañana oí una cosa en la radio que.., bueno, ¿sabes que el viernes arranca la Semana Negra de Gijón?

No había terminado el pobre de cerrar su interrogación y yo ya le había cosido a librazos. Me miró entre dolorido y desconcertado, y antes de que pudiera hablar me adelanté:

Sí, querido, así que montamos una mesa con esos seis títulos, que son de lo mejorcito que he leído últimamente del género. ¡Si Regina Exlibris no puede ir este año a la Semana Negra, que el mítico biblio-evento asturiano venga a reginaexlibrislandia!

Y estos son los 6 novelones de género negro y policiaco que recomiendo en la recién inaugurada Semana Negra Reginaexlibrislandiana.

¿Listos, queridos? ¡Fuego!

1. La sustancia del mal, Luca D’Andrea. Alfaguara. Por suerte este novelón acaba de publicarse en España y ya es carne del boca-oreja, porque es de esos que te corta el aliento, la circulación y hasta las ganas de parpadear para no perder tiempo y leer más. Lo tiene todo: crímenes, secretos, suspense, verdades a medias, celos, giros de órdago, viejos enigmas, personajes poliédricos y un paisaje de una belleza y de un peso en la trama demoledores. Un viaje literario a una localidad alpina donde, décadas atrás, tres jóvenes fueron masacrados sin que se hallara al culpable. Allí se instalan un estadonidense y su familia, y lo que empieza siendo curiosidad por un hecho aislado deviene en obsesión cuando se da cuenta de que allí todos ocultan algo.


La sustancia del mal, Alfaguara

2. Cualquier otro día. Dennis Lehane. RBA. Hojeándolo el lector puede pensar que, por sus más de 700 páginas, nada se va a desarrollar con prisa ahí adentro. Craso error. El talento narrativo de Dennis Lehane es descomunal y se emplea a fondo en esta trilogía completada por Vivir de noche (RBA) y Este mundo desaparecido (Salamandra), un híbrido perfecto de novela negra e histórica. En ésta, que llegará pronto a las pantallas, el escenario es Boston martilleada por el terrorismo anarquista, la incipiente lucha por la igualdad racial, el boom del béisbol, la corrupción política y una huelga policial en 1919, que desató el caos y marcó las relaciones laborales en EEUU. Sobre ese tapiz se proyectan tres historias: la de un joven policía de origen irlandés llamado a ascender en el Cuerpo, la de un buscavidas negro asfixiado por la segregación, y la un paleto bateador catapultado a superestrella del béisbol. Cada uno de ellos entraña y sufre las contradicciones de una época y un sistema que terminarán por reventar. Hipnótica y fulminante.


Cualquier otro día, RBA

3. Ángeles en llamas. Tawni O’Dell Siruela Policiaca. Si de lo que se trata es mantenerte en jaque como lector esta novela es rápida y letal. En ella Dove Carnahan, respetada comisaria en una anodina localidad de Pensilvania, se esfuerza cada día para que nada ni nadie perturbe la paz de su comunidad. Lo que nadie sabe es que tras el uniforme y la placa Dove lucha con furia para silenciar unos demonios internos que la atormentan desde la pubertad. Pero el día en que descubren en una zanja el cadáver calcinado de una joven que pertenece a uno de los clanes más poderosos de la zona, la comisaria Carnahan no imagina que no sólo tendrá que atrapar al culpable y apaciguar a la familia de la víctima, sino que las similitudes con su pasado la colocarán cara a cara con la verdad del caso y de su propio pasado.


Ángeles en llamas, Siruela

4. Camille. Pierre Lemaitre. Alfaguara. Si no conoces al Comandante Camille Verhoeven te pierdes a uno de los gigantes del elenco de investigadores del género negro actual. Gigante a pesar de no levantar más allá de metro y medio del suelo. Sí, Verhoeven es enano, pero también es brillante, huraño, nostálgico, meticuloso, impulsivo, tierno, irritable e infatigable. Con Camille concluye la tetralogía protagonizada por este genial y colérico sabueso, y es el broche de oro a cuatro novelas redondas, adictivas y absorbentes de principio a fin. En ella Anne Foster, la pareja de Verhoeven, sobrevive de milagro a una paliza que recibe durante el atraco a una joyería parisina. Además de las secuelas físicas, está aterrada -con motivo- porque vio a su agresor, un hombre que parece tener una fijación feroz por ella. Así arranca un escalofriante juego del gato y el ratón que Verhoeven trata por todos los medios de finiquitar a contra reloj para salvar a su mujer. Y, por cierto: la literatura de Pierre Lemaitre es de tal calibre que cada giro de la trama te martillea las sienes hasta el final.


Camille, Alfaguara

5. El Santo al cielo. Carlos Ortega Vilas. Dos Bigotes. Este alocado y frenético thriller psicológico es una de las propuestas más originales y sorprendentes del panorama policiaco actual. Con apenas una mano de tres personajes, un viejo alfiler y un cadáver, Carlos Ortega Vilas gana la partida a un lector que llega sin opciones al punto y final. Aldo Montero, inspector jefe de la Brigada de Homicidios y Desaparecidos y fanático del santoral, está Julio Mataró, su enlace con la Guardia Civil, quien le comunica la identidad del cadáver que les observa con mirada aséptica en un piso también aséptico. Es Orion Dauber. Y poco más. No hay huellas ni más pistas pero, eso sí parece estar relacionado con un adolescente desaparecido que obsesiona desde hace tiempo a Montero. Así arranca un baile al que es también invitada Silvia, una mujer empeñada en anestesiar su propia memoria y apegada a un viejo alfiler de sombrero que resultará crucial en la trama. Pasen, lean y disfruten de una novelita que es una bomba de relojería.


El santo al cielo, Dos Bigotes

6. El lagarto negro. Edogawa Rampo. Salamandra Black. Imagina una novela que combine a la perfección lo mejor de Sherlock Holmes y Auguste Dupin, lo aderece con dosis de acción trepidante y lo espolvoree con humor, bastante irreverencia y algún otro guiño al pulp. Pues esa es la fórmula magistral de Edogawa Rampo, el tótem de la novela policiaca japonesa que ha tenidAo en vilo a legiones de lectores nipones desde que se publicó en los años treinta. Prepárate para asistir boquiabierto al fascinante duelo a muerte entre Kogorō Akechi, el sabueso de Rampo, y la sinuosa madame Midorikawa, apodada «Lagarto Negro» y con una querencia enfermiza por coleccionar joyas ajenas. El día en que ella pone el ojo en el pedrusco más preciado de todo el país sabe que la partida no ha hecho más que empezar. El pulso Midorikawa- Akechi no deja títere con cabeza. Ni siquiera la del lector.

R
El lagarto negro, Salamandra

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿qué novela negra que halláis descubierto últimamente añadiríais a la mesa temática de la Semana Negra de Reginaexlibrislandia?

http://blogs.20minutos.es/diariodelibrera/2017/07/05/muevete-y-te-coso-a-novelas-negras/

FELIZ VERANO A TODOS !!:)
 
No es un libro de culto. Pero, sinceramente, es un libro que acaba de publicar una persona, la cual admiro muchísimo, le tengo una profunda estima, y que acaba de lanzarse de cara al público en su gran pasión, que es escribir.
La verdad, es que la conozco desde hace décadas y acaba de darme una gran sorpresa.
Estoy convencida que todo el mundo debe tener la oportunidad de desarrollarse y de darse a conocer en lo que ha soñado siempre desde su infancia.

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No es un libro de culto. Pero, sinceramente, es un libro que acaba de publicar una persona, la cual admiro muchísimo, le tengo una profunda estima, y que acaba de lanzarse de cara al público en su gran pasión, que es escribir.
La verdad, es que la conozco desde hace décadas y acaba de darme una gran sorpresa.
Estoy convencida que todo el mundo debe tener la oportunidad de desarrollarse y de darse a conocer en lo que ha soñado siempre desde su infancia.

Ver el archivo adjunto 542998

Los libros que hay que leer son los clásicos, alguno que otro contemporáneo, y los de los amigos.
 
Acabo de leer Historia universal de la Infamia.
¿Qué opinan de Borges? Me interesa mucho el tema. A todo el mundo le gusta, es un genio, excepcional...

Encuentro que tiene ideas filosóficas, magnífícas. Pero en su conjunto lo veo frío. Y que su poesía es muy superior a su prosa.
 
Los libros que hay que leer son los clásicos, alguno que otro contemporáneo, y los de los amigos.


Gracias por tu aprecio.

Creo que es lícito añadir un libro y apoyar a alguien que está poniendo todos sus esfuerzos e ilusiones en lograr sus sueños de escritora. Hace lo que sabe hacer.

No te voy a discutir la calidad de los clásicos. Que por ser clásicos, tampoco, tienen que ser, por regla de tres, mejores que los contemporáneos.

Pero, creo que también es bueno ampliar el punto de mira, y dar cabida a otros de otro tipo, aparte de los clásicos...

Gracias por saber apreciar el esfuerzo de las personas por cumplir sus sueños.
Así, como saber entender el apoyo que éstas se merecen.

En este caso hablo de libros y escritores, es decir, libros y personas.
 
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