Libros, libros, libros

A la felicidad por la cocina, con el nuevo libro de Karlos Arguiñano: 'La alegría de cocinar'
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El maestro de muchas generaciones de cocinillas recopila cuatro décadas de cocina en su nuevo libro. 'La alegría de cocinar' (Planeta, ya en librerías) reúne más de 200 recetas. También da trucos, consejos y explica técnicas básicas a los principiantes.


ECO Actividad social ¿QUÉ ES ESTO? 50% 3 +1 P.SANZ. 09.11.2017 - 07:16h Mucho antes de que el fenómeno MasterChef convirtiera a media España en gourmet, crítica gastronómica y experta cocinillas, los fogones televisivos tenían ya un rey indiscutible: Karlos Arguiñano (Beasáin, Guipúzcoa, 1948). Varias generaciones aprendieron a freír un huevo viendo su programa, que ahora se emite en Antena 3 (de lunes a viernes, a las 13.15 horas) con el nombre Karlos Arguiñano en tu cocina. Precisamente a "pochar, sofreír, reducir, escaldar, macerar; elaborar una buena salsa, preparar una masa, marinar una carne; combinar ingredientes, gestionar tiempos de cocción, potenciar sabores" nos quiere enseñar esta vez el cocinero vasco –la palabra chef no casa con su estilo campechano– con su nuevo libro, La alegría de cocinar (Planeta). Este miércoles lo presentó invitando a la prensa a compartir delantal en su escuela de hostelería Aiala en Zarautz, donde tiene también su casa y su hotel-restaurante. No es ni mucho menos el primer recetario que escribe. Los últimos los ha dedicado a la sabiduría culinaria que pasa de madres a hijos (En familia con Karlos Arguiñano, 2014), a los grandes platos regionales con su toque "rico rico" (A mi manera, 2015) y a los aromas que nunca deberían perderse (Sabores de siempre, 2016).

El nuevo reto de Karlos Arguiñano, muy en línea con su espacio en televisión, es enseñar cocina "a quienes nunca la pisan" e inculcar el placer de elaborar un plato además de degustarlo. En realidad, como lleva haciendo desde que saltó a TVE en 1992.

El secreto son cuatro ingredientes

Pero hay un elemento que no puede faltar si hablamos del estilo Arguiñano: la alegría que ha querido que titule su libro. Para él, la cocina es un gozo con el que evadirse del estrés cotidiano, una idea que impregna todos sus platos, igual que el perejil. Y en ella –como explica en el prólogo– no pueden faltar "cuatro ingredientes básicos: higiene, productos frescos, cariño y alegría". El cariño "diferencia la buena de la mala cocina", pero esa alegría es el sello indiscutible de Karlos Arguiñano. Cocinar no tiene que ser complicado, tiene que ser un momento bueno" La alimentación saludable es otro de los valores que busca transmitir, pues se declara en guerra "contra la obesidad infantil". "Un niño bien alimentado está preparado para jugar, para estudiar, para amar", defiende. No pierde la oportunidad de criticar los programas de cocina con menores: "Una cosa es que hagan galletas el domingo por la tarde con la abuela o la madre, pero que estén haciendo espumas de jengibre para unos muslos de pintada me parece exagerado", explicaba el miércoles. "Es justo lo contrario de lo que hago yo". Aparte de las más de 200 recetas –como el bacalao ajoarriero con huevo escalfado que preparó con ayuda de los invitados en la presentación de su libro–, en las 448 páginas de La alegría de cocinar también hay trucos, consejos y técnicas básicas. Los inexpertos podrán aprender a lavar una lechuga, escaldar un tomate o pelar alcachofas; los verdaderos cocineros, a preparar algunas de las recetas favoritas de Arguiñano. En su cruzada en pro de la cocina fácil, Arguiñano sigue defendiendo después de 50 libros (desde El menú de cada día, de 1992) que cocinar "no tiene que ser complicado, tiene que ser un momento bueno". Entre estas Recetas para disfrutar y sorprender están algunas de sus favoritas –con perejil, seguro–. Se lanza con 20.000 ejemplares, aunque del anterior vendió 80.000 copias.

http://www.20minutos.es/noticia/3182031/0/karlos-arguinano-libro-alegria-cocinar/
 
Gracias pilou12 por la sinopsis de todos libros que sirven tan bien de orientación a las lectoras empedernidas que son mayormente las que entramos en este hilo tan interesante. Sobre todo me han gustado las dos últimas reflexiones sobre su novela.
Lo pongo por si interesa a alguien.

 
Una gran obra, para mi la mejor del autor, con un final trepitante , que duele que termine, un Javier Marías, que va más allá de una historia, como es habitual en el escritor con grandes reflexiones.


La nueva novela de Javier Marías.



«Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido. A veces creía que sí, a veces creía que no, y a veces decidía no creer nada y seguir viviendo su vida con él, o con aquel hombre semejante a él, mayor que él. Pero también ella se había hecho mayor por su cuenta, en su ausencia, era muy joven cuando se casó.»

Muy jóvenes se conocieron Berta Isla y Tomás Nevinson en Madrid, y muy pronta fue su determinación de pasar la vida juntos, sin sospechar que los aguardaba una convivencia intermitente y después una desaparición. Tomás, medio español y medio inglés, es un superdotado para las lenguas y los acentos, y eso hace que, durante sus estudios en Oxford, la Corona ponga sus ojos en él. Un día cualquiera, «un día estúpido» que se podría haber ahorrado, condicionará el resto de su existencia, así como la de su mujer.

Berta Isla es la envolvente y apasionante historia de una espera y de una evolución, la de su protagonista. También de la fragilidad y la tenacidad de una relación amorosa condenada al secreto y a la ocultación, al fingimiento y a la conjetura, y en última instancia al resentimiento mezclado con la lealtad.

O, como dice una cita de Dickens hacia el final del libro, es la muestra de que «cada corazón palpitante es un secreto para el corazón más próximo, el que dormita y late a su lado». Y es también la historia de quienes quieren parar desgracias e intervenir en el universo, para acabar encontrándose desterrados de él.

Reseñas:
«Javier Marías debe ser un firme candidato para ganar el Nobel.»
J.M. Coetzee

«Javier Marías, uno de los más grandes, más geniales escritores del mundo.»
Claudio Magris

«Un gran escritor.»
Salman Rushdie

«Un escritor profundamente necesario, un caballero andante, divertido, punzante, lleno de ira y amor.»
The Guardian

«De una inteligencia deslumbrante y cautivadora, parece que no haya nada que Marías no pueda conseguir con la ficción.»
Kirkus Reviews

«Javier Marías es un escritor maravilloso.»
John Banville

«Independientemente de nuestras expectativas, al leer elegimos pasar tiempo en compañía de un autor. En el caso de Javier Marías, se trata de una buena decisión: su mente es profunda, aguda, a veces turbadora, a veces hilarante, y siempre inteligente.»
Edward St Aubyn, The New York Times Book Review
«Hechizante... evoca a creadores de acertijos como Borges, y las tramas de Marías, ingeniosas como jugadas de ajedrez, traen a la mente al gran maestro estratega del siglo XX, Vladimir Nabokov.»
Los Angeles Times

«Es uno de esos raros y preciosos seres, un simple novelista que ama las historias e intrigado por el mal.»
Colm Tóibín, New York Review of Books

«Para quienes aman la novela como forma literaria y no sólo como entretenimiento, Javier Marías es sin duda el escritor más gratificante de la actualidad [...]. Nadie desde Henry James ha utilizado la frase con tanta eficacia para explorar el funcionamiento de la psicología humana.»

https://www.fnac.es/a1373861/Javier...GsnAWcB8DZi1SsdlcGkaAuDvEALw_wcB&gclsrc=aw.ds
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Última edición:

“¿Por qué leer El cartero siempre llama dos veces si ya vi la película?”
14 DE NOVIEMBRE DE 2017

Cuidaos de novelitas ligeras de aspecto inofensivo y argumento cautivador.


(El cartero siempre llama dos veces, 1946 / MGM)


Sí, querid@s, son lo que yo llamo las femme fatalede la literatura, y las carga el Diablo. A lo Lana Turner.

A veces, adentrarse en ellas a la ligera es sinónimo de engancharse y de llegar maltrechos al punto y final.

Suelen reflejar escenas cotidianas de cualquier época y localización con protagonistas comunes pero, eso sí, llevados por las circunstancias, el deseo, la avaricia o la necesidad a situaciones límite.

Para mi, el ejemplo más claro de este tipo de “novelle fatale” es, sin duda, El cartero siempre llama dos veces, de J.M. Cain. Con ella el aún autor novel entró por la puerta grande en 1934 al Olimpo de las deidades del género negro, a codearse con sus coetáneos Raymond Chandler y Dashiell Hammett. Ahí es nada.

Apenas dos años después de su primera edición se adaptó a celuloide con Lana Turner y John Garfield. Y cuatro décadas después volvería a filmarse con Jessica Lange y Jack Nicholson. Por algo será…

De hecho, varias veces al comentar esta novela con reginaexlibrislandianos de pro he tenido la misma respuesta que me enerva el pelucón:

Regina: Llévate El cartero siempre llama dos veces, te encantará…

Clientes: ¿Y por qué leerla, si ya he visto las películas?

Pues porque, querid@s, es una novelita que, en apenas cien páginas, te pone la bibliofilia al rojo vivo. Porque leerla supone deslizarte en espiral a una velocidad vertiginosa, y el sonido de tu cráneo al reventártelo contra el suelo al tocar fondo en la última página es absolutamente estremecedor.

A mi, que me la he leído varias veces, no me salva del mamporro ni el efecto amortiguador de mi regio pelucón, y pese a eso en cuanto puedo la prescribo en Reginaexlibrislandia a discreción.


El cartero siempre llama dos veces

En la novela, ambientada en un punto remoto y polvoriento de Los Ángeles en plena Gran Depresión Americana, un buscavidas llamado Jack va a parar a un café de carretera regentado por un griego y su mujer, Cora, un bellezón sinuoso mucho más joven que él, fría y calculadora y tan harta de su marido como del tugurio en la que vive.

Jack y Cora se lían y, en pleno frenesí, ella deja caer que si su marido desaparecieraambos podrían quedárselo todo y empezar de cero en otro lugar. Así que matan al marido y, cuando empezaban a saborear el éxito y la riqueza, descubren el cadáver y cae sobre ellos a plomo la policía y la fiscalía, cuya estrategia es enfrentar a la pareja para que se delaten mutuamente. Dos víboras en la misma cesta. Y aquí, querid@s, empieza el rock&roll…

La novela está contada en primera persona por Jack en un estilo muy directo y está cargada de diálogos que te atizan como latigazos. Además, la trama está perfectamente aderezada con una mezcla explosiva de sexualidad y de violencia contenidas -nunca explícitas- que te cortan el aliento de principio a fin.

Según dicen las malas lenguas del mundillo literario James M. Cain se inspiró en La bestia humana de Zola para engastar ese microuniverso de maldad, de crimen, de turbias pasiones y de fatalismo en la América más castigada por la Depresión. Un aire tiene, no nos vamos a engañar. Pero la de Cain es redonda per se.

Así que si buscáis una novela para pasar un par de horas de frenesí libresco endemoniadamente brillante dejad lo que estéis haciendo y corred a por un ejemplar de El cartero siempre llama dos veces. Da igual si habéis visto alguna de las películas o las dos. La novela es uno de esos clásicos que deben ser leídos sí o sí, porque es sensacional.

Palabra de Regina ExLibris.


(El cartero siempre llama dos veces, 1946 / MGM)


https://blogs.20minutos.es/diariode...siempre-llama-dos-veces-si-ya-vi-la-pelicula/
 
Carolina Maria de Jesus, la escritora que recogía cartones en una favela
Publicado por Sara Mesa
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Carolina Maria de Jesus en la rivera del río Tietê con la favela de Canindé al fondo, 1960. Fotografía de Audálio Dantas.




En 1960, Brasil asistió a un fenómeno editorial sin precedentes. Quarto de despejo, el diario de una mujer que vivía en la favela Canindé de São Paulo y que mantenía a sus tres hijos recogiendo cartones y chatarra de la basura, vendió los diez mil ejemplares de la primera edición en apenas una semana. Luego vinieron cientos de miles de ventas más, apariciones en prensa y en televisión, y la traducción del libro a trece lenguas, entre ellas el español (Cuarto de desecho, en Argentina) y el inglés (Child of the Dark, en Estados Unidos, que vendió trescientas mil copias en una década). Mujer, pobre, negra, madre soltera y autodidacta, la autora de aquel diario, Carolina Maria de Jesus, se erigió como símbolo de la dureza de la vida de los favelistas, alcanzando una fama inesperada, aunque también fugaz. Durante mucho tiempo, Cuarto de desecho fue libro de obligada lectura en las escuelas, convirtiéndose en el más vendido de Brasil en su época. Sin embargo, a los cuarenta años de su muerte, Carolina Maria de Jesús parece haber caído en el olvido —al menos fuera de Brasil— y es complicado encontrar su libro en español en el mercado. Su nombre aparece ligado a páginas religiosas o a estudios menores sobre literatura afrobrasileña y en algunos artículos se sugiere incluso la posibilidad de que su diario fuese un fake, escrito por otra persona que utilizó la figura de la favelista para incrementar la popularidad y las ventas. La información que circula en internet sobre Carolina Maria de Jesus es contradictoria y, en muchos casos, considera que su lugar en la historia literaria de Brasil es anecdótico. El estudio más amplio realizado sobre su persona y su obra fue la biografía de 1995 escrita por Robert M. Levine(director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Miami) y José Carlos Sebe Bom Meihy(de la Universidad de São Paulo), The Life and Death de Carolina Maria de Jesus, en la que se aborda su figura en el contexto político social de los años cincuenta y sesenta en Brasil, caracterizado por los fuertes prejuicios raciales, la desigualdad y el discurso político populista. Otro acercamiento, más artístico, es el de la novela gráfica Carolina, publicada en 2016 por la editorial brasileña Veneta, con textos de Sirlene Barbosa e ilustraciones de João Pinheiro.

Pero ¿de dónde surgió Carolina Maria de Jesus? ¿Cuál es la historia que hay detrás de aquel diario superventas en el que registraba, día a día, la lucha por la supervivencia en medio de la miseria más absoluta? Sin duda hay que referirse a Audálio Dantas, el periodista que «la descubrió» y consiguió darla a conocer en O Cruzeiro, el periódico semanal donde comenzó a publicarse el diario por entregas. La versión más extendida de la historia habla de la inauguración de una zona de juegos en la favela, con presencia de las autoridades locales del momento, noticia que Dantas estaba cubriendo una mañana de 1958. Como solía suceder, tras finalizar el acto las autoridades se marcharon de inmediato, momento en que unos borrachos aprovecharon para aparecer en la escena y hostigar a los niños que estaban jugando. Una mujer negra de cuarenta y tantos años los amenazó. Si no dejaban en paz a los niños, les dijo, lo contaría en su diario dejando bien claros los nombres y apellidos de cada uno de ellos. Dantas quiso saber quién era aquella mujer, a qué diario se refería y qué tipo de amenaza tan inusual era aquella. A pesar de su reticencia inicial, consiguió acompañarla a la chabola en la que vivía con sus tres hijos —dos chicos de en torno a los diez años y una niña de dos—, donde ella le mostró parte de sus escritos —papeles rescatados de la basura que cosía en cuadernos—. Carolina Maria de Jesus no solo guardaba allí sus diarios, sino también novelas y poemas, libros que soñaba con publicar algún día y que de hecho envió a editoriales brasileñas y norteamericanas. Pero Dantas, con el ojo clínico del buen reportero, se dio cuenta enseguida de que la mina de oro no estaba en la ficción, sino en la realidad de los diarios. Y así empezó la historia de Cuarto de desecho.

Carolina Maria de Jesus nació en 1914 en Sacramento, estado de Minas Gerais, al sureste de Brasil. Hija ilegítima de una campesina pobre, pudo asistir a la escuela durante dos años gracias a la intervención de la dueña de la parcela donde trabajaban, que pagó la educación de algunos de los niños del barrio. No era muy frecuente en Brasil que, en los años veinte y en pequeñas comunidades agrícolas, los niños afrobrasileños fuesen a la escuela; menos aún que fuesen las niñas, y menos todavía que el gusanillo de la lectura y la escritura se agarrara tan fuerte en la pequeña Carolina como lo hizo. Más adelante trabajó como sirvienta en distintas haciendas, hasta que se quedó embarazada del primero de sus hijos y fue expulsada. Cuando en 1937 llegó a São Paulo y se instaló en la favela Canindé, tuvo que construir su chabola con sus propias manos y comenzó a subsistir de la venta de cartones y chatarra. En la favela pasó casi el resto de su vida con sus tres hijos, cada uno de un padre diferente: João, José Carlos y Vera, la más pequeña. Al parecer, el padre de Vera fue un hombre blanco e influyente, que solo aparecía de vez en cuando para ofrecer algo de dinero. Cuando la historia de Carolina salió a la luz, él le pidió que no lo nombrase en su diario, petición que ella respetó a regañadientes. Como sucedió con aquellos borrachos el día que Audálio Dantas la descubrió, la gran amenaza de Carolina —que detestaba la violencia y las continuas peleas de la favela— era nombrar a los que se portaban mal en sus diarios.

Los diarios de Cuarto de desecho comienzan el 15 de julio de 1955 (cumpleaños de Vera) y acaban el 1 de enero de 1960, con interrupción de los años 1956 y 1957. La sensación de estancamiento y circularidad que se siente al leerlos resulta desesperanzadora: la monotonía de unas jornadas que comienzan antes del amanecer para buscar agua y se centran en la búsqueda de cartón y chatarra para vender representan no solo la miseria de la vida en la favela, sino también la desesperación ante la falta de horizontes. Con una meticulosidad que vence al cansancio físico y moral, Carolina registra los cruzeiros que consigue cada día, los alimentos que puede comprar, lo que consigue rescatar de la basura —zapatos, comida—, la lucha día a día por alimentar, vestir y enviar a sus hijos a la escuela. «Qué horrible es ver a un niño comer y preguntar “¿Hay más?”. La palabra “más” resuena en la cabeza de la madre cuando mira la olla y no hay nada», escribe en uno de sus días más desesperados. El hambre es una presencia amenazadora y constante, el miedo a la enfermedad, a la lluvia que inunda la chabola, a la suciedad y la violencia es también continuo. Con frecuencia, narra en su diario las peleas entre sus vecinos y otras historias trágicas, como las de niños que mueren por comer de la basura o por beber agua contaminada o niñas que se vuelven prost*tutas y alcohólicas. «La favela es el Ministerio del Diablo», afirma, todo lo corrompe y lo pudre. La imagen del cuarto de desecho —que Dantas escogió como título del diario— representa su visión de la favela, el lugar donde van a parar los desperdicios que nadie quiere ver: «Los turistas no imaginan que la ciudad más famosa de Brasil, São Paulo, está enferma con úlceras —las favelas—».

La conciencia crítica de Carolina es fuerte y, por ello, no se resigna ante su destino. Critica las visitas que hacen los políticos antes de las elecciones, sus promesas que jamás cumplen y no conducen a nada. Critica a Juscelino Kubitschek —presidente de Brasil entre 1956 y 1961—, al que describe como un pájaro que, tras haber embaucado al pueblo con su canto, vive protegido en su jaula de oro —el Palacio de Catete—, y le advierte: «Cuidado, pajarito, no pierdas la jaula, porque los gatos hambrientos piensan en pájaros en jaulas. Los favelistasson los gatos, y están hambrientos». Su interés por la política la lleva a gastarse el dinero que no tiene en hacerse una fotografía para inscribirse en el censo y poder votar. Cuenta que un día le preguntaron si su libro era comunista y que ella respondió que no, que solo era realista. La solución que propone a los políticos es que ellos mismos pasen hambre, porque solo el que está hambriento es capaz de entender lo que significa vivir en la favela. Su sentido de la justicia es elemental e irreprochable: «Me rebelo contra la codicia de los hombres que exprimen a otros hombres como si fueran naranjas».

Cada página del diario trasluce la fuerte personalidad de Carolina, una mujer que se negó a casarse porque los hombres que se lo propusieron eran «mezquinos» y las condiciones que le imponían, «horribles». Testigo de las palizas que los hombres dan a sus mujeres —y que relata en su diario con frecuencia—, afirma: «No envidio a las casadas de la favela, que viven como esclavas indias». Sin embargo, en sus diarios aparece de vez en cuando un tal señor Manuel, con el que a veces duerme y que la ayuda en sus momentos de mayor pobreza, y un gitano, Raimundo, del que se enamora y que consigue despertar su pasión y sus celos. Su relación con las mujeres de la favela tampoco parece fácil: «Quieren saberlo todo, sus lenguas son como garras de pollo, arañándolo todo». En otra ocasión afirma: «En la favela, los hombres son más tolerantes que las mujeres. Las pendencieras son las mujeres». Carolina era, y se sentía, diferente, por lo que evitaba mezclarse con los favelistas, a los que critica por estar siempre bebiendo pinga o por su conducta violenta e inmoral. «Lo único que no existe en la favela es la amistad», concluye. Solo en contadas ocasiones se permite hablar bien de alguien y reserva su compasión para los niños. Orgullosa de su negritud, de su s*x*, de sus hijos y, sobre todo, orgullosa de su escritura, Carolina no se somete al destino que le impone la vida en la favela, y a menudo describe su desesperación y fabula con el su***dio.

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Montaje de Cuarto de despejo. Fotografía vía www.vidaporescrito.com

Para ella la escritura no fue solo una forma de denuncia, sino también de evasión y de desclasamiento. Según explica en sus diarios, escribía en cada rato libre que tenía. Cuando estaba enferma o no podía salir a buscar chatarra porque estaba lloviendo, aprovechaba para escribir. También escuchaba la radio; le gustaban mucho los valses vieneses y los tangos. Entre sus planes estaba publicar sus novelas y ganar dinero suficiente para poder así escapar de la favela: relata con decepción el rechazo del Reader’s Digest de sus manuscritos y se queja de que los editores brasileños se ríen de ella por ser una escritora negra. En las entradas del diario correspondientes a 1959 ya aparece la figura de Audálio Dantas, del que a veces desconfía: «Si no se hubiese llevado mis cuadernos podría haberlos mandado a Estados Unidos», dice. También el señor Manuel piensa que hizo mal confiando en Dantas, pues «todos ganarán dinero con el libro menos ella». Resulta revelador, en este sentido, que el primer día que se habló de ella en el semanal O Cruzeiro, tuvo que reunir con esfuerzo el dinero para comprarlo. También que, pocos días después de que le hicieran una entrevista a raíz de su reciente popularidad, no tuviera nada que comer, como consignó en su diario.

Es innegable que su vida cambió en 1960 tras la publicación completa de Cuarto de desecho, pero también lo es que hay importantes sombras en este ascenso. Por un lado, sus vecinos de la favela, indignados, afirmaron que en realidad Carolina era solo una vieja prost*t*ta negra que se había aprovechado contando las miserias de todos ellos para enriquecerse a su costa. El día en que una furgoneta de los servicios sociales apareció en la favela para ayudar en la mudanza a la escritora, que por fin se marchaba con sus tres hijos a vivir a una casa de alvenaria (casa prefabricada), algunos de los favelistas los apedrearon con ira hiriendo en la cabeza a uno de los niños. Pero también la intelectualidad de Brasil, salvo casos aislados, acogió a Carolina con suspicacia: se ridiculizaron sus delirios de grandeza y se la consideró una advenediza que se beneficiaba de su origen social para llamar la atención. Esta reticencia se ha mantenido incluso hasta hoy día: en una biografía de Clarice Lispector de 2011 en la que se recoge una foto de ambas escritoras juntas, el biógrafo Benjamin Moserdescribe a Carolina Maria de Jesus como «una negra que escribió un angustioso libro de memorias de la pobreza brasileña», y a Lispector como «proverbialmente bella, con su ropa a medida y unas gafas oscuras que le hacen parecer una estrella de cine», al lado de la cual «Carolina parece tensa y fuera de lugar, como si alguien hubiese arrastrado a la empleada doméstica dentro del cuadro». Ciertamente, es difícil ser más sexista y clasista en un simple comentario a una foto.

El valor literario de Cuarto de desecho radica en la autenticidad de la experiencia narrada y, aunque se producen incongruencias, contradicciones y repeticiones que en ocasiones lastran la lectura, quizá estos lastres son los que representan mejor el infierno en el que sobrevivió la autora. El lenguaje simple y directo consigue, como diría Roberto Arlt, el impacto de un uppercut en la mandíbula: no hay disfraces, ni retórica, para la representación de la pobreza. Pero también existe una voluntad de estilo, visible en el uso de estructuras paralelas como «Duro es el pan que comemos. Dura la cama en la que dormimos. Dura es la vida de los favelados», o en las descripciones líricas de sus momentos más optimistas: «La noche es cálida. El cielo está salpicado de estrellas. Me viene el loco deseo de cortar un pedazo de cielo para hacerme un vestido».

Los estudios posteriores realizados sobre los cuadernos de Carolina demuestran que, tal como había asegurado Dantas, el texto no se retocó —únicamente se seleccionaron fragmentos—, y que la expresión era la original de la autora. De un modo similar al de la colombiana Emma Reyes, que también relató su infancia de pobreza en su Memoria por correspondencia, la fuerza de la escritura sobrepasa, con mucho, las posibles imperfecciones de la prosa. Sin embargo, las capacidades y ambiciones literarias de Carolina tocaron pronto techo. En 1961 se publicó Casa de alvenaria, diario de una ex-favelada, que no tuvo apenas repercusión, y su colección de proverbios de 1963 pasó totalmente inadvertida. Todas sus obras restantes (siete novelas, sesenta textos cortos, cuatro obras de teatro y numerosos poemas) siguen inéditos y los cincuenta y ocho cuadernos que los contienen son estudiados hoy día gracias al proyecto Vida por Escrito – Organização, classificação e preparação do inventário do arquivo de Carolina Maria de Jesus, en cuya web (www.vidaporescrito.com) se ofrece abundante material gráfico sobre la autora.

Más allá de la validez literaria o no de estos textos, llama la atención toda la puesta en escena que supuso el ensalzamiento de una autora «sacada del barro» —como forma de espectacularización de la miseria o de concesión al exotismo—, con resultados tan efímeros y contradictorios. La libertad de ideas y expresión de la autora, que en todo momento manifestó su radical independencia, contribuyó, paradójicamente, al repudio general tras aquel primer auge impulsado por la política populista del momento. Así, parte de la izquierda criticó la actitud de Carolina, acusándola de que con su escritura buscaba una solución personal para escapar de la favela, pero no una mejora general de las condiciones de vida de los favelistas, a los que en el fondo despreciaba. Por su parte, la Iglesia católica se apropió de su discurso mutilando aquellos fragmentos del diario donde se mostraba reticente a los parches de la caridad o en los que se rebelaba contra el discurso de la resignación: «Si el cura viera a sus hijos comiendo comida podrida y ya mordisqueada por buitres y ratas, dejaría de hablar de resignación, porque la rebelión viene de la amargura». Incómoda por inclasificable, la figura de Carolina Maria de Jesus fue cayendo en el ostracismo y otra vez en la pobreza hasta el punto de que se vio forzada a vender su nueva casa y, según algunos testimonios, se la volvió a ver recogiendo chatarra al final de sus días. En 1977 falleció de una insuficiencia respiratoria, a la edad de sesenta y tres años, pero casi ningún medio se hizo eco de su muerte. De lo que no cabe duda es de que muchos de los que se olvidaron de ella se habían beneficiado previamente del auge de Cuarto de desecho.

Periódicamente saltan a la palestra casos de escritores (o cantantes, o pintores…) que una personalidad influyente saca de la mendicidad. El caso más reciente es el del francés Jean-Marie Roughol, que, gracias al apoyo del exministro Jean-Louis Debré, ha publicado en 2016 su libro Je tape la manche: une vie dans la rue(Pido limosna: una vida en la calle, aún sin traducción en español), que ha vendido casi cincuenta mil ejemplares en Francia y ha sido traducido al chino, el coreano y el checo. No se trata de trazar la línea que separa el verdadero talento literario del marketing editorial y de la falsa —aunque bienintencionada— imagen de la cultura como tabla de salvación. Más bien al revés, con el recuerdo de Carolina Maria de Jesus en el cuarenta aniversario de su muerte, la reflexión debería ser: ¿Cuántos talentos quedan aplastados y ocultos por la miseria? ¿Quién se aprovecha de ellos, a quién le interesa salvarlos para después volverlos a hundir sin más? Y sobre todo: ¿Qué mérito tenemos los demás, los que nos quejamos de las dificultades de escribir pero a los que, por razón de nuestro origen y formación, se nos da por supuesta la legitimidad para hacerlo?

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Favela do Canindé. Fotografía de Audálio Dantas vía www.vidaporescrito.com.



http://www.jotdown.es/2017/11/carol...escritora-que-recogia-cartones-en-una-favela/
 
Divertidas anécdotas de famosos escritores

¿Cuál es el origen de la expresión ‘echar un polvo’?
ALFRED LÓPEZ 13 DE NOVIEMBRE DE 2012


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La expresión ‘echar un polvo’, como forma vulgar para referirse al acto sexual, es un modismo ampliamente utilizado y cuyo origen tiene dividido a los propios expertos en etimología, si bien la mayoría (entre ellos Pancracio Celdrán en su libro ‘Hablar con corrección’) apuestan a que procede de la costumbre, ampliamente extendida en los siglos XVIII y XIX, de consumir entre las clases burguesas y aristocráticas el polvo de tabaco conocido como ‘rapé’.

Este polvo de tabaco era aspirado por vía nasal, por lo que solía provocar molestos estornudos y para ello, los caballeros que lo consumían en las fiestas y reuniones de sociedad, se retiraban a otra estancia con la intención de ‘echarse unos polvos a la nariz’.



Con el tiempo, esa excusa para ausentarse de la reunión comenzó a utilizarse también para poder tener fugaces y apasionados encuentros sexuales con la amante de turno, quien esperaba al fogoso caballero en otra sala.

De ahí que, al convertirse en una práctica común, se acabara aplicándose el término ‘ir a echar un polvo’al acto sexual y ello propició que cuando dichos caballeros, en uno de esos encuentros fugaces, estaba copulando con su amada y alguien de la reunión preguntaba por su paradero siempre había alguien que respondía que se había ausentado para ‘ir a echar un polvo’.

Pero tal y como indico al inicio del post, el origen de la expresión está dividido, siendo el explicado el más admitido, aunque no podemos obviar la otra versión que, aunque menos extendida, tiene algunos puntos de coherencia en su razonamiento, aunque la falta de enlaces y fuentes me hace tener ciertas dudas de lo explicado por Gabriel Laguna en su blog Tradición Clásica.

Según éste, el término ‘echar un polvo’ no aparece reflejado en ningún diccionario etimológico anterior a 1906, donde se refleja por primera vez en el Diccionario de argot español de Luis Besses (enlace proporcionado a través de una búsqueda mía) en la que dentro de la acepción ‘Cohabitar’ da como resultado: echar un flete, una vaina, un polvo (página 209). Posteriormente aparece en la Enciclopedia Espasa, en su edición de 1922.

La hipótesis de Gabriel Laguna apunta directamente como origen de la expresión ‘echar un polvo’ a la fórmula litúrgica “Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris” (Recuerda hombre, que eres polvo, y que al polvo regresarás). Popularizándose la frase en “Polvo somos, del polvo venimos y en polvo nos convertiremos” y es ese “del polvo venimos” el cual se transforma en sinónimo de acto sexual.

Pero el argumento del Profesor Laguna sobre la nula aparición del término, anterior a la publicación del diccionario de Luis Besset, pierde fundamento tal y como le indican a través de un comentario, apareciendo repetidamente en la obra de teatro de 40 páginas que fue escrita en 1874 y titulada como Don Juan Notorio: burdel en cinco actos y 2000 escándalos escrita por un tal Ambrosio el de la Carabina y en la que el autor la utiliza tanto la expresión como la palabra polvo como sinónimo de coito.

https://blogs.20minutos.es/yaestael...-es-el-origen-de-la-expresion-echar-un-polvo/
 

La carta de Albert Camus dando las gracias a su maestro de primaria después de ganar el Nobel
"Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, nada de esto hubiese sucedido"
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Albert Camus tenía mucho que agradecer a su profesor de primaria. Bettmann


Albert Camus (1913 Argelia) es uno de los escritores más importantes del siglo XX. Es un referente de la literatura en francés, con decenas de novelas, obras teatrales y ensayos. Es posible que El extranjero (1942) o La peste (1947) nunca hubiesen sido escritos si el autor no hubiese coincidido con el señor Germain cuando era un niño. Era su profesor en primaria, al que mandó una carta cuando recibió el Nobel de Literatura. La misiva ha sido recuperada en redes sociales por @literlandweb1.

La carta también fue muy difundida en Twitter en enero de 2016, entre otras ocasiones. Es nomal: una misiva como esa es el mejor reconocimiento que puede obtener un profesor. Esta es la transcripción de la carta, que Camus envió a su profesor el 19 de noviembre de 1957

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Albert Camus.

La carta de Camus a Louis Germain fue difundida 35 años después de su muerte, con la publicación de su obra póstuma El último hombre (1995). Camus falleció en un accidente de tráfico sin terminarla en 1960. Entonces no contaba con demasiado apoyo de las élites francesas, que rechazaban su posición moderada ante la guerra entre Francia y Argelia. De ahí que su familia declinase publicarla, pero cambiaron de opinión tres décadas después, ya que "tendría un valor extraordinario para aquellos interesados en su vida", según su hija.

Se trata de una obra autobiográfica, en la que Camus explica su vida en Argelia cuando aún era una provincia francesa. Allí conoció al señor Germain, "del que se sabe muy poco más allá del retrato que se incluye en el libro", explica Chicago Tribune en una reseña que dedicó al libro. "En la historia de la literatura, pocos profesores han tenido tanto efecto en un alumno", añade.

"Germain no solo estimuló la mente de Camus y le dio clases extraescolares. Además, convenció a su madre para que intentase obtener una beca para que acudiese al instituto. Germain fue el primero de una serie de sustitutos del padre -fallecido cuando era un niño- y mentores intelectuales", indica The New York Times sobre la relación del autor con el profesor en el artículo que dedicaron al libro en 1995. En El primer hombre, Camus también destaca el papel en su vida de su profesor de instituto.

Manuel Vincent contaba en 2012 más detalles sobre la relación entre el profesor y el autor en EL PAÍS: "Aquel maestro de primaria se había empeñado en que un alumno lleno de talento, que se llamaba Albert Camus, estudiara el bachillerato; lo había preparado a conciencia. El maestro le acompañó en tranvía al examen de ingreso, esperó el resultado sentado en un banco en la plaza del instituto y luego se desvivió para que le concedieran una beca".

Germain contestó a la carta de Camus en 1959, en una misiva que también fue difundida con la publicación de El primer hombre. “Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo [...] Tu celebridad no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo el mismo Camus”, dice Germain en su carta, que puedes leer íntegra aquí. El agradecimiento de alumnos a profesores es un clásico de internet.

https://verne.elpais.com/verne/2017/11/13/articulo/1510568133_324739.html
 
Literatura
ENSAYO
Gil de Biedma, la inteligencia recobrada

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Foto del poeta cedida por la Editorial Lumen


La editorial Lumen presenta la edición completa de "El pie de la letra", volumen de ensayos del poeta barcelonés que ahora se recupera con dos artículos nunca publicados.

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Claro que había hedonismo, pero no aquel tan sobado de su biografía hecha de madrugadas fuertes y fondos de vasos vacíos. Tampoco exactamente el del s*x* urgente, febril, soluble, furtivo en noches de hoteles de una noche. Sino esa otra alegría de los libros, de leer («Quien por placer no lea, que no me lea», decía), de pensar, de darse al diálogo y al fervor de la literatura.

Jaime Gil de Biedma (1929-1990) tuvo en la lectura su pértiga hacia el mundo. Más aún que en escribir. Y esa pasión fue ensanchando su aventura en las letras desde distintos frentes, preocupaciones y preferencias. Así quedó fijado ya en 1980, cuando publicó la primera edición de sus ensayos reunidos con el título de El pie de la letra. Un trabajo que fue ampliado ya con el poeta muerto, en 1994, incluyendo nuevos textos escritos en la década de los 80. Pero a pesar de las atenciones que convoca la obra del autor de Moralidades no había hasta ahora una versión definitiva. Ésta que presenta la editorial Lumen a cargo de Andreu Jaume y que reúne un conjunto de textos dispersos, algunos que no se habían recogido aún en libro y otros dos inéditos.

El Gil de Biedma de los ensayos es luminoso, festivo incluso, dotado de una calentura contagiosa al emboscarse en el legado de los creadores que admira. Y, a la vez, se revela como un investigador hondo y riguroso que asume la poesía y la prosa como un espacio único, como una preocupación, como un mismo territorio de tensiones. «La preocupación por el estado de la lengua se le despertó a Gil de Biedma casi al mismo tiempo que su vocación poética, como ya sabemos por su diario de 1956, que empezó a llevar, según él mismo admite, para adiestrarse a escribir prosa, algo insólito en un poeta y sobre todo en un poeta español, educado en una tradición en que la poesía se había desarrollado, con pocas excepciones, en una especie de autarquía estética, de espaldas a los demás géneros», dice Andreu Jaume. De algún modo, avanzó a solas ya de joven por un corredor que no tenía aún demasiados compañeros de viaje.

Asume en sus primeros años de escritura que la tradición española está lastrada, que se ha estrechado hasta el abuso. Y es cuando se afilia a la tradición anglosajona desde la que irá dibujando su voz propia, indagando en sus formas de decir, en sus demonios. En 1955 publica la traducción de Fundación de la poesía y función de la crítica, de T.S. Eliot. Y así demarca su propio laberinto de fortuna. «Aquel interés por la tradición anglosajona era una excentricidad en aquel tiempo», explica el responsable de esta edición. «Gil de Biedma busca entonces hermanarse con esa ambición literaria y crítica de Eliot, pero también de Auden. Relee de otro modo a Baudelaire, a los poetas principales de la Generación del 27, con Guillén a la cabeza. Pero poco a poco muestra un cierto cansancio por las propuestas de los autores de la generación. El único que, para él, escapa a la fatiga es Cernuda, porque es el que huye más lejos de una cierta estética simbolista».

La versión completa de esta autobiografía crítica que es El pie de la letra se suma a esa cofradía ensayística donde también tienen sitio Las semanas del jardín, de Ferlosio; los ensayos de Gabriel Ferrater; La inspiración y el estilo, de Benet... «Pero aun así, las aventuras críticas de Gil de Biedma no han sido bien entendidas. Queda mucho por descubrir en él. Y esta certeza sobre sí mismo no le era ajena. Solía reconocer que los jóvenes le seguían mucho, pero por razones equivocadas», apunta Andreu Jaume.

«Más allá del autor propenso a la transparencias, nada críptico, acumulaba una madurez moral tan extraordinaria que lo convierte en un escritor ciertamente complejo. Él se juega la vida en la literatura». Y esa impresión es la batalla que no ganó del todo el poeta.

De algún modo propuso nuevos rieles para la poesía española, pero su mensaje crítico de transformación no llegó a calar completamente. Es mayor el impacto en su poesía. «Pero también algo superficial», subraya el editor. «Es un poeta de madurez y demasiadas veces se le ha leído como un poeta acondicionado a entusiasmos juveniles. Pero donde no fue bien entendido es en la aventura crítica que emprendió». La que está aquí de cuerpo entero, con textos escritos entre 1955 y 1988. Y donde vuelca el entusiasmo en las cosas de Eliot, Barral, Aleixandre, Cernuda, Juan Ramón Jiménez, Guillén, los bares de la gauche divine, Chéjov, Gil-Albert, Juan Ferraté... Además de los protagonistas de dos textos inéditos: el que echa luz sobre La muchacha de las bragas de oro, de Juan Marsé, y el que se adentra en los primeros libros de los poetas José Agustín Goytisolo y Claudio Rodríguez.

Que la vida iba en serio uno empieza a comprenderlo más tarde. Eso es lo que aprendimos también con Jaime Gil de Biedma. Un español que razona y que esquiva la solemnidad pero no el rigor. Que aplaude la ironía. Que se acerca al mundo con la palabra limpia. «De algún modo impugnó la idea de la poesía como algo sagrado», explica Andreu Jaume. «Sentía un auténtico rechazo hacia la metaforización de los mayores. Consideraba que por razones sociales, políticas o religiosas algunos se veían empujados a hacer una empanada sentimental insoportable, por verbosa, que reflejaba una carencia para llamar a las cosas por su nombre, por ejemplo en los últimos libros de Vicente Aleixandre». Quizá por no caer en la autocomplacencia, por no tener más en lo que insistir, decidió dejar la poesía pronto. «Fue un gesto de enorme valentía», explica el editor de esta versión completa de El pie de la letra. «De valentía y de lucidez».

De lo que también fue consciente Jaime Gil de Biedma es de que llega un momento en que uno no tiene más vida que lo que tiene escrito, y que los estímulos de vivir son básicamente verbales. Por eso: «Se acaba siendo un personaje de uno mismo». Y es entonces cuando la verdad desagradable asoma:/ envejecer, morir,/ es el único argumento de la obra.


Fragmento inédito de la presentación de 'La muchacha de las bragas de oro'
(...) Como escritor, lo que siento de común con el protagonista de la novela de Juan Marsé es algo que yo he vivido en mí mismo, y es que, desgraciadamente, el escritor

-y ésa es su limitación trágica- sólo descubre, sólo conoce la realidad cuando empieza a imaginarla, pero, por otra parte, ese conocimiento de la realidad, ese descubrimiento

de la realidad, que sólo se da en el momento de empezar a imaginarla, a fabularla, es absolutamente inútil más allá de los límites de la propia literatura, que es precisamente lo que ejemplifica Luis Forest, el escritor falangista en trance de rehacer su pasado.

Todo lo que imagina, todo lo que imaginó para falsear su pasado auténtico, para falsear la realidad tal como él la vivió, resulta que fue real, que efectivamente fue así, pero esa realidad que él intentaba falsear introduciendo una serie de desvíos que él creía absolutamente fraudulentos, incluso cuando esos desvíos, cuando esas modificaciones resultan ser reales, la realidad que él intentaba ocultar, que él intentaba desvirtuar, sigue absolutamente inmutable, es decir, que la literatura no sirve jamás para transformar la vida, ni siquiera para transformar la vida pasada.

Es una verdad un tanto amarga pero es una verdad necesaria, sobre todo para los escritores, y creo que Juan Marsé la ha servido y la ha expresado de una forma insuperable y, lo que es muy agradecido también, de una forma enormemente divertida.

http://www.elmundo.es/cultura/literatura/2017/11/15/5a0b47dae2704e6a0f8b46a9.html
 
PUBLICA UNA NUEVA AVENTURA
Mortadelo y Filemón cumplen 60 años. Ibáñez: "No dibujo demasiado bien"
Los detectives de la T.I.A. acaban de cumplir 60 años y están "llenos de achaques", pero siguen luchando contra el crimen en su nueva aventura, 'El 60 aniversario'
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Francisco Ibáñez, creador de Mortadelo y Filemón, presenta 'El 60 aniversario' este miércoles en Barcelona. (Efe)


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16.11.2017 – 05:00 H.
Mortadelo y Filemón acaban de cumplir 60 años y están "llenos de achaques", pero siguen luchando contra el crimen y lo continuarán haciendo "hasta que lleguen a los 100", según ha dicho su autor, Francisco Ibáñez, que a sus 81 años está como sus personajes, mayor pero muy activo. "Ya estoy preparando 'gags' para cuando cumplan 100 años", ha dicho entre risas Ibáñez, que acaba de publicar el álbum '60 aniversario', en el que se dibuja a sí mismo calvo, sordo, con poca vista y dentadura postiza.

"Me levanto por la mañana, me veo lleno de achaques, me río y le paso mis cosas a los personajes", ha explicado el historietista, que en la cuarta viñeta de su nuevo tebeo dibuja a Mortadelo sordo como una tapia. Ofelia aparece en la tercera página y no puede llamar por teléfono porque tiene reuma en el dedo; después llega Filemón y, como no podía ser de otra manera, paga los platos rotos y es objeto de la furia del jefe. Pero, como le pasa al autor, los achaques no impiden a esta pareja de detectives continuar trabajando, y esta vez viajan nada menos que a Kolea d'Aliba para intentar que el mandatario Pxing Pxong haga las paces con el presidente de los Estados Juntitos, Mr. Trompf.



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Portada de '60 aniversario'


"Saco personajes conocidos porque le da actualidad al librito, es como coger lechugas frescas, pero no hago crítica social ni política", ha aclarado el autor, fiel al estilo blanco que le ha hecho famoso. "Yo sólo quiero que la gente se ría un poco, olvide sus problemas y pueda dormir bien. Estoy pensando en venderlo en las farmacias como somnífero", ha bromeado. Ibáñez espera seguir haciendo reír muchos años, pero no descarta que sus personajes le sobrevivan en manos de otros dibujantes y guionistas. "Yo no soy como aquel hindú que quería que enterraran a su mujer con él, me encantaría que mis personajes me sobrevivieran, y hay muchos dibujantes mejores que yo que podrán hacerlo muy bien. Otro tema es los guiones, eso lo veo más complicado", ha señalado. Ibáñez se ha definido a sí mismo como historietista, "que es la unión de dibujante y guionista", y de sus dos facetas destaca la de guionista, que para él es "más importante".

Me encantaría que mis personajes me sobrevivieran, y hay muchos dibujantes mejores que yo que podrán hacerlo muy bien

"No dibujo demasiado bien, pero del guión estoy más orgulloso, porque es lo que hace que la gente se ría, y me alegro mucho de que se sigan riendo y me pidan que siga haciendo historietas, aunque luego me duelan los riñones de estar sentado firmando autógrafos". Ibáñez es uno de los autores más relevantes de la historia del cómic español y tiene la suerte de ser muy querido, pero da la sensación que, aunque su público no se lo pidiera, él no podría dejar de trabajar. "Cuando acabo un álbum ya estoy pensando en el siguiente. Ahora estamos presentando éste del 60 aniversario, pero ya no me acuerdo de los chistes que puse, porque después he hecho dos más sobre los mundiales de fútbol". Su editor, Manuel de Cos, ha anunciado que en abril saldrá a la venta el primer tomo de la antología integral de Rompetechos, que tendrá 384 páginas.

https://www.elconfidencial.com/cultura/2017-11-16/mortadelo-filemon-60-aniversario-ibanez_1478182/
 
9 libros de la muerte que hablan de la vida
La literatura del duelo se afianza como un género propio dentro de la autoficción. En estos días en que se recuerda a los muertos, seleccionamos algunos títulos publicados en la última década

TEREIXA CONSTENLA

1 NOV 2017 - 16:22 CET
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Ilustración de 'La ternura de las piedras', de Marion Fayolle.


Escribir para olvidar o recordar. Escribir para revivir o sepultar. Escribir para curar o sangrar. Escribir porque un escritor no sabe hacer otra cosa. El duelo, un trance universal y al mismo tiempo único, ha alimentado algunas obras excepcionales a lo largo de la historia. Pero es en estos tiempos de la literatura del yo y de la autoficción, en estos días de intimidades descarnadas y públicas, donde el género es más frecuentado. En esta lucha contra los demonios de la pérdida, algunos autores crean pequeñas obras maestras.

A cada momento seguimos vivos. Tom Malmquist. Traducción de Carmen Montes. Turner. 2017.

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Tom Malmquist (Suecia, 1978) era un poeta de cierto éxito. Ahora eso ya no tiene importancia. Después de escribir A cada momento seguimos vivos, hay quien le considera el Knausgard sueco por ponerle prosa a su intimidad. Pero no se parecen. No hay rastro de la introspección intimista que a veces desliza el noruego entre sobredosis de realidad en el libro de Malmquist. No hay poesía, no hay lírica, no hay escapatoria. Karin, la pareja del autor, ingresa en el hospital con un embarazo de siete meses y una infección respiratoria. Las 100 páginas iniciales cuentan la rápida progresión de Karin hacia la muerte debido a una leucemia mieloide. Malmquist parapeta su estupefacción tras una labor notarial –anota en un pequeño cuaderno la jerga médica, los diálogos y la atmósfera con el detenimiento de un cazamariposas- mientras hace kilómetros por el pasillo subterráneo del hospital Karolinska, que conecta la unidad de neonatos con la de cuidados intensivos de cirugía torácica. Se prepara para la muerte al tiempo que recibe una nueva vida. Es un libro sobre la pérdida, claro está, pero también es un registro hipnótico sobre el microcosmos sanitario en Suecia. Los familiares de los enfermos disponen de salas que parecen pequeños apartamentos (camas, microondas, frigoríficos, sofás) y, en el caso de Malmquist, pueden acceder a espacios insospechados como el quirófano donde se practica la cesárea que culminará en el nacimiento de su hija, Livia. El poeta escribe con bisturí sobre el desmoronamiento de la vida que tenía y de la vida que esperaba tener. También de la vida que estrena como padre solitario, y que da lugar a algunas de las derivas disparatadas del sistema sueco. Malmquist tendrá que afrontar un esperpéntico periplo administrativo para que se le reconozca como padre de la criatura.

La ternura de las piedras. Marion Fayolle. Traducción de Regina López. Nórdica, 2016

Después de perder a su padre, Marion Fayolle (Ardeche, Francia, 1988) narró una despedida poética y surrealista –dibuja a su padre a veces como una piedra, a veces como un rey colérico - en la que participaba toda la familia. El feísmo de la realidad –las difíciles relaciones con un padre distante y despótico- se transforma en dibujos oníricos que cuentan sin herir. “Yo creía que la enfermedad y las adversidades acabarían por enternecerlo. Había visto un documental que explicaba cómo las piedras se transformaban en guijarros y luego en fina arena gracias a los embates del mar, el azote enérgico de las olas. Era el principio de la erosión. Sin embargo, yo sentía que, en lugar de pulirlo, la enfermedad se lo había ido comiendo poco a poco, pero sin alisar lo más mínimo sus contornos”. Fayolle no ajusta cuentas, pero tampoco disimula las magulladuras que sufre la familia. “La vida del Rey funcionaba como un reloj. Si alguien modificaba mínimamente sus horarios, se ponía furioso. Suele pasar. La gente que ostenta muchos poderes es temperamental y caprichosa”.
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También esto pasará. Milena Busquets. Anagrama, 2015.

Una rareza. Lectores y críticos se pusieron de acuerdo en celebrar la novela sin ficción que la escritora Milena Busquets (Barcelona, 1972) había dedicado a la editora Esther Tusquets. Una hija escritora tal vez no sea el mayor deseo de una madre editora. Ya no se sabrá. Tusquets no podrá leer un libro donde la ligereza no oculta la pena ni el dolor relega el vitalismo. Pero la protagonista, Blanca, despliega una fórmula para seguir adelante, que nada tiene que ver con el enclaustramiento emocional. La vida, con sus frivolidades y sus pasiones, está afuera, bajo la luz de Cadaqués. A esa vida que sigue, aunque ya nunca volverá a ser igual, se aferra Blanca con el instinto tanto como con la inteligencia. Levedad a raudales, frivolidad burguesa, nostalgia contenida, lealtades justitas. Un libro, el segundo de Busquets, que arrasó dentro y fuera de España. Una carta de amor, según la autora, de una hija a una madre que ni fue una catarsis ni un ajuste de cuentas.

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¿Podemos hablar de algo más agradable? Roz Chast. Traducción Rocío de la Maya. Reservoir books, 2015.

Roz Chast (Nueva York, 1954) quería lidiar con la muerte de sus padres y el resultado fue una novela gráfica divertida, cruda, inteligente y honesta, que estuvo a punto de recibir el National Book Award en 2014 saltándose las convenciones de la literatura. Cuando publicó el cómic, Chast guardaba las cenizas de sus padres, fallecidos con dos años de diferencia, en dos bolsas en el suelo de su ropero, junto a sus zapatos, camisetas, una plancha y manualidades infantiles. “El director de la funeraria me preguntó si quería que mezclaran sus cenizas. Le dije que mi madre había sido tan dominante cuando estaban vivos que sería mejor que él tuviera un poco de espacio propio. Cerca, pero independiente”. Hasta llegar a este epílogo, Chast reconstruye los últimos años de sus padres, un hombre sumiso y una mujer autoritaria, con su imparable deterioro. La vejez sin paños calientes. También el repaso a su odiosa infancia de hija única en Brooklyn y el higiénico distanciamiento que crea cuando se casa y tiene a sus hijos. Apoyándose sobre fotografías, viñetas, distintas tipografías y una voz narrativa, el cómic traslada una veracidad conmovedora, y a veces tétrica, sobre el desmoronamiento de la vida, el sentido de la responsabilidad o la guadaña de la culpa.
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La ridícula idea de no volver a verte. Rosa Montero. Seix Barral, 2013.

En pleno duelo por su pareja, el periodista Pablo Lizcano, fallecido en 2009, la escritora Rosa Montero (Madrid, 1951) descubrió el duelo de la científica Marie Curie por su marido Pierre, atropellado por un coche de caballos en abril de 1906. Ni siquiera un cerebro genial puede mantener a raya los espasmos de la pérdida. Marie Curie enloqueció. Guardó sus ropas ensangrentadas. Vagabundeó atrapada en el remordimiento. Dejó de hablar a sus hijas del padre para hablar con el padre a través de un diario: “Yo me estaba ocupando de las niñas, y te marchabas preguntándome en voz baja si iría al laboratorio. Te contesté que no lo sabía y te pedí que no me presionaras. Y justo entonces te fuiste; la última frase que te dirigí no fue de amor y de ternura. Luego, ya solo te vi muerto”. Al tiempo que avanza en la biografía de la única mujer con dos Premios Nobel (Física y Química), Montero comparte reflexiones, sentimientos y sinrazones ligados a su propio luto. “La pérdida de un ser querido es una vivencia tan dislocada e insensata que resulta increíble cuánto te puede llegar a turbar y emocionar una tarjeta VISA con el nombre de tu muerto escrito en relieve”. La novelista guardó en un cajón el móvil que Pablo odiaba, la agenda, la billetera, el DNI, el permiso de conducir. Los duelos son universales pero únicos. Cada uno lo afronta a su manera. “La muerte”, escribe Rosa Montero, “mancha también nuestros recuerdos: no soportamos rememorar nuestra ignorancia, nuestra inocencia. Esos días que pasé con Pablo en Nueva York, apenas un mes antes de que le diagnosticaran el cáncer, son ahora una memoria incandescente: él estaba malo y yo no lo sabía, estaba tan enfermo y yo no lo sabía, le quedaba un año de vida y yo no lo sabía; ese desconocimiento abrasa, ese pensamiento es persecutorio, esa inocencia de ambos antes del dolor resulta insoportable. Ahora veo la preciosa foto que hice desde la ventana de nuestro hotel en Manhattan y siento cómo se me hiela el corazón”.
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Noches azules. Joan Didion. Traducción de Javier Calvo. Mondadori, 2012.

Hay un libro mítico de Joan Didion(Sacramento, 1935): El año del pensamiento mágico. Se publicó en 2006. Se escribió poco después de la muerte de su marido, el escritor John G. Dunne. Estupor, tristeza, cólera, pensamiento mágico: no tirar la ropa de John porque le hará falta cuando regrese. John sufrió un infarto cuando estaban a punto de sentarse a cenar una noche de diciembre de 2003. Regresaban del hospital donde habían visitado a su hija, Quintana Roo, en coma, que fallecería pocos meses después de su padre. La escritora tardó mucho más tiempo –cinco años– en llevar el duelo por su única hija a la literatura. En Noches azules rehace la vida de Quintana Roo, adoptada, al tiempo que desnuda su propia fragilidad. Didion comparte su conmoción al observar la pérdida del vigor físico y la desaparición de la vida plena que se esfumó sin avisar. Un libro donde confiesa el miedo a la propia muerte.
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Tiempo de vida. Marcos Giralt Torrente. Anagrama, 2010.

En otoño de 2007 Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) anotó en un cuaderno: “El mismo año en que mi padre enfermó publiqué una novela en la que lo mataba”. Lo consideró un buen comienzo. Llenó páginas. Leyó libros sobre padres e hijos, familias y muertes. Pero el buen comienzo no conducía a ninguna parte. “Me faltaba la idea motriz; no la tenía porque lo único que sentía era un gran vacío. Un duelo es una cosa extraña. Un duelo se siente una vez que ha quedado atrás. Un duelo te aísla incluso de ti mismo”. Finalmente contó cosas y calló otras: “Hay lugares que desconozco y lugares a los que no quiero llegar”. Suficientes para reconstruir la vida del padre, el pintor Juan Giralt, fallecido en febrero de 2007 debido a un cáncer. Ocho meses después el novelista escribió: “En todo este tiempo no he escrito apenas. No tenía tiempo ni cabeza. Tampoco he leído. He vivido hacia afuera, multiplicado en tantas facetas y cometidos como exigían sus muchas necesidades. He sido su principal compañía, su interlocutor ante los médicos, su psicólogo, su ayudante, su brazo ejecutor, su camarero y enfermero. He dejado a un lado mi vida, me he anulado y me he fusionado con él (…) He visitado casi a diario farmacias y ambulatorios, le he curado heridas imprevistas, lo he ayudado a levantarse y a acostarse, lo he llevado y traído del baño, he temido su muerte, la he deseado por momentos y, cuando sólo quedaba sufrimiento y ninguna alegría que el dolor no neutralizara, he hecho la llamada que él me había pedido. He recibido a los médicos que ya no venían a curarlo, me he dejado adiestrar por ellos, he esperado su muerte, lo he visto muerto y lo he amortajado. He cumplido, en fin, su voluntad en todos sus términos y el esfuerzo de todo ello me ha dejado exhausto. Exhausto y vacío”. Por esta obra recibió el Premio Nacional de Narrativa en 2011 y el Strega Europeo.

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De vidas ajenas. Emmanuel Carrère. Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama, 2009.

En la Navidad de 2004 Emmanuel Carrère (París, 1957) mascullaba sobre sí mismo y su incapacidad para amar en un bungalow de Sri Lanka cuando la Gran Ola destrozó el Sudeste asiático. Tanto él como su pareja, Hélène d’Encausse, y los dos hijos (no comunes) que les habían acompañado, salieron indemnes. A última hora habían suspendido la clase de submarinismo a la que se habían apuntado. La muerte puede ser así de esquiva. Emmanuel y Hélène pensaban en separarse. Y eso, que era lo más importante de aquel momento, dejó de tener trascendencia alguna ante las dimensiones de la tragedia, que costó la vida de 35.000 personas en Sri Lanka. Entre ellas la hija de otros turistas franceses, Jérôme y Delphine, a los que acompañaran permanentente desde ese momento y hasta su regreso a Francia. Carrére que, a sus 47 años, nunca había visto un muerto, recorrió escenarios donde lo imposible era no verlos. A su regreso a París había más urgencias: la recaída en el cáncer de la hermana de Hélène, Juliette. “En cuestión de pocos meses, fui testigo de dos de los acontecimientos que más temo en la vida: la muerte de un hijo para sus padres y la muerte de una mujer joven para sus hijos y su marido. Alguien me dijo entonces: eres escritor, ¿por qué no escribes nuestra historia?”. Y de este encargo, salió uno de los libros más bellos y generosos de Carrère, que aparca el ensimismamiento de otras obras, para contar historias cotidianas de seres extraordinarios, o tal vez historias extraordinarias de seres cotidianos. Un libro que mantiene viva a Juliette, capaz de sentar las bases de un novedoso derecho del consumo desde su pequeño juzgado de provincias, junto a otro colega, tan enfermo y tan cojo como ella. En Francia lo eligieron en 2009 mejor novela del año.

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El olvido que seremos. Héctor Abad Faciolince. Seix Barral, 2007

Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) descubrió el cadáver de su padre, el médico Héctor Abad Gómez, en un charco de sangre en agosto de 1987. Especialista en salud pública –creía en su poder para transformar realidades–, activista contra la corrupción política y profesor universitario mal visto por los acomodados en la élite, fue asesinado por dos jóvenes que iban en moto mientras asistía al duelo de otra víctima de paramilitares. En uno de los bolsillos de su chaqueta, el médico colombiano llevaba un soneto de Borges: "Ya somos el olvido que seremos". Su hijo rastreó en sus propias vivencias de niño privilegiado, distinguido por el padre entre tantas hermanas, y reconstruyó la biografía del hombre público volcado en una causa. "Fue injusto con nosotros", reflexionaba el escritor poco después de publicar la obra, "los héroes siempre son injustos, porque era consciente de que lo iban a matar, y lo mataron y todo ha sido inútil. La violencia siguió adelante. Pero sólo puedes combatirla con palabras. Contar lo que es".

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https://elpais.com/cultura/2017/10/30/babelia/1509384545_586083.html
El de Rosa Montero : "la ridícula idea de no volver a verte" me pareció maravilloso. Intercala biografía de Marie Curie, con su propia historia. Me gustó muchísimo
 
La gran novela de amor de Camus y María Casares fueron sus cartas
La editorial francesa Gallimard publica reunidas por primera vez las 865 misivas que
se cruzaron a lo largo de sus 15 años de relación sentimental el escritor y la actriz


MARC BASSETS
París 16 NOV 2017 - 12:19 CET


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Camus (derecha), con Casares, el pintor Balthus (de pie) y el compositor Arthur Honegger, tras un pase de 'El estado de sitio', una de las obras teatrales del escritor, en el Marigny de París, en 1948. ROGER VIOLLETGETTY



Parece una vieja película en blanco y negro. Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en un balcón del París ocupado el 6 de junio de 1944, fecha del desembarco aliado en Normandía. La primera noche de dos amantes a los que solo la muerte de él separaría, 15 años después.

Podría ser también el arranque de una novela romántica, pero es el punto de partida de una historia real, contada en minucioso detalle en la correspondencia entre sus protagonistas: Albert Camus y María Casares, el francés de Argelia y la gallega exiliada, el escritor y la actriz. Ambos —el autor de La peste y El mito de Sísifo, figura intelectual central del siglo XX; la actriz de la Comédie-Française y del Teatro Nacional Popular, gran dama de la escena— se escribieron durante años 865 cartas que la editorial Gallimard publica ahora por vez primera en un volumen de 1.297 páginas.

Él tenía 30 años cuando se conocieron; ella, 21. Él ya había publicado El extranjero, la novela que le lanzaría a la fama, y vivía solo en París, donde pertenecía a una red de la Resistencia. Su esposa, Francine Faure, se había quedado en Orán, en la Argelia francesa. Ella, nacida en A Coruña, hija de Santiago Casares Quiroga —ministro y primer ministro de la Segunda República— había llegado a París tras el golpe franquista de 1936. Se conocieron el 19 de marzo de 1944 en casa del escritor Michel Leiris, y la madrugada del 6 de junio, el Día D, se convirtieron en amantes.

Tras una redada de los alemanes, Camus abandona París. Se esconde en una granja en el campo. “Esta noche tengo ganas de acercarme a ti porque estoy triste y todo me parece difícil de vivir”, escribe en una de sus primeras cartas.

La liberación de la capital francesa en agosto abre una crisis. Francine se reunirá pronto con Albert. “Mi deseo más verdadero y más instintivo sería que ningún hombre, después de mí, te pusiese la mano encima. Sé que no es posible. Todo lo que puedo desear es que no desperdicies esta cosa maravillosa que eres tú”.

La relación entre Albert y María se interrumpe a finales de 1944. En 1945, Francine da a luz a los gemelos Catherine y Jean. Cuatro años más tarde, otro 6 de junio, Albert y María se cruzan en el boulevard Saint-Germain. No volverán a separarse.

“Te me apareciste como un último salvavidas lanzado en medio de una vida que a partir de entonces estaba vacía. Me agarré a él con todas mis fuerzas y voluntariamente cerré los ojos a todo lo que podía poner en peligro esta última esperanza”, le escribe Casares. La actriz le detalla el día a día de su vida profesional y le expresa dudas sobre su propio talento. Describe su mundo de exiliados españoles: la enfermedad y muerte de su padre, el papel tutelar del presidente del Gobierno republicano en el exilio, Juan Negrín, y su compañera, Feliciana López de San Pablo. “Don Juan ha sido para mí un maravilloso hermano mayor”, escribe cuando muere su padre en febrero de 1950. España siempre está presente en la vida de Camus —su familia materna era menorquina— y Casares encarna una de las causas de su vida, la de la República.

Estrellas en París
Pero las cartas son ante todo de amor. Escribe ella: “Te deseo, amor, de la mañana a la noche. No sé qué me pasa. Nunca he estado así e incluso me da un poco de vergüenza”. Y él: “Es falso, lo sé por mí mismo, que el amor ciegue. Al contrario: hace perceptible lo que, sin él, no llegaría a la existencia y que, sin embargo, es lo más real en este mundo: el dolor de la persona que amamos”.

Ambos son estrellas en el París de los cincuenta. A él, gran seductor, le agrada que comparen su físico con el de Bogart. “He recibido la foto del diario americano que me has enviado”, escribe la actriz. “En verdad, el parecido se está volviendo prodigioso y peligroso para mí en tus ausencias”.

En la gran novela de amor que es esta correspondencia, Francine Faure es un personaje secundario esencial. “Nunca es pesada; no se la oye y sabe vivir sola”, explica Camus a su amante. “Desagradable con F., tonta e injustamente”, le cuenta en otro momento. “He acabado por excusarme”.

El 17 de octubre de 1957, se anuncia el Nobel de Literatura para Camus. “Qué fiesta, joven triunfador, qué fiesta. María”, escribe Casares en un telegrama. “Nunca te he echado tanto de menos. Tu Alonso”, responde el escritor, conocedor del teatro clásico castellano. A los 44 años, era el galardonado más joven desde Kipling.

Dos años después, pasa la Nochevieja con Francine, los niños y la familia Gallimard en el sur de Francia. El 30 de diciembre de 1959, escribe a María: “Estoy tan contento con la idea de volver a verte que al escribirlo me pongo a reír”.

Casares no fue la única destinataria de las misivas de amor de Camus; hubo otras mujeres en estos años y hasta el final. Olivier Todd cita en su biografía canónica del autor una carta enviada el día anterior a otra mujer, la pintora y modelo identificada por Todd como Mi: “Por lo menos esta horrible separación nos habrá hecho sentir como nunca antes la necesidad incesante que tenemos el uno del otro”. Y el 31 escribe a la actriz Catherine Sellers: “Hasta el martes, mi querida, te beso y te bendigo, desde el fondo del corazón”. Fue su última carta de amor, según reveló Le Monde hace unos meses.

El 4 de enero de 1960, el coche en el que regresaba a París junto a los Gallimard se estrelló contra un árbol. Francine y los gemelos habían vuelto en tren. Camus murió en el acto.

TEXTOS MUY ÍNTIMOS QUE HACEN LA TIERRA "MAS VASTA"
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Portada de 'Correspondance', en la edición de Gallimard.


No ha resultado fácil para Catherine Camus, hija de Albert Camus y responsable de su legado, decidirse a publicar la correspondencia de su padre con María Casares. “He sufrido grandes presiones para que se publique la correspondencia de mi padre con mi madre y con María Casares”, dijo en 2013 al semanario Le Point.“Pero estas cartas son documentos muy íntimos”, añadió.

La historia de las misivas es un epílogo digno del romance entre ambos. Cuando el escritor murió en accidente de coche en 1960, a los 46 años —ella falleció en 1996—, su amigo el poeta René Char se hizo con las cartas de Casares que el autor de La peste había guardado, y discretamente se las entregó a la actriz.

A principios de los ochenta, tras la muerte de su madre, Catherine entabló contacto con Casares y le compró las cartas de ambos, que ahora finalmente se publican. “Gracias a los dos, sus cartas hacen que la tierra sea más vasta, el espacio más luminoso, el aire más ligero simplemente porque han existido”, escribe Catherine en el prólogo.

https://elpais.com/cultura/2017/11/15/actualidad/1510774090_548927.html
 
“¿Sabes qué autor le sugiere la librera al viejo en la película La librería?”
Perdóname por ser un “Gregorio Samsa”
15 DE NOVIEMBRE DE 2017


Rechazar La metamorfosis por etiquetarla como “turbia fantasía entomológica” es uno de los peores patinazos que puede dar un lector, especialmente en Regina exlibrislandia.


(Queen Cristina, 1933 / MGM)


Primero porque se pierde una de las obras fundamentales de la literatura universal. Y segundo porque, si me pilla cerca, en cuestión de segundos se materializa un oscuro nubarrón en forma de hongo en el techo de la librería que descarga un chaparrón bibliófilo-regino de proporciones bíblicas.

Entonces yo me abro paso por entre la cortina de agua metamorfoseada en la Reina Cristina de Suecia para soltar mi perorata gregoriosamsiana al pobre desdichado. Y el atrezzo no es casual porque el personaje que inmortalizó la Garbo fue un ser desgarrado entre lo que quería (huir con su amante español) y lo que debía hacer (consagrarse a su corona). O, como ella le espetó a su amante “Perdóname por ser una Reina”. (Auuchh)

Y de algo así también va La Metamorfosis. Es más, querid@s, os diré que, de alguna manera, todos somos Gregorio Samsa.

La historia del viajante que se acuesta hombre y amanece insecto es una alegoría demoledora de la identidad personal y de la extrañeza del hombre ante el mundo, donde lo esencial no es la mutación en sí, sino las reacciones que detona en los demás.

Eso unido al estilo fotográfico de Franz Kafka hace de ella una obra maestra cuyo punto y final te golpea con la rotundidad de un mazazo en el cráneo.

El caso es que hoy, el hijo de una de mis reginaexlibrislandianas renegaba por tener que leerse por segunda vez La Metamorfosis (al parecer suspendió un ejercicio) mientras se adentraba en mis confines junto a su madre.

Cuando estaban al pie de mi escritorio y me pidieron un ejemplar porque había extraviado el que tenía, hizo su entrada con gran pompa Regina ExLibris de Suecia para tratar de gregoriosamsanizar al joven lector:

Regina: A ver, ¿tú te has sentido alguna vez como una cucaracha en un grano de arroz?

Cliente: ¿Cóoooomo? ¡jajajajajaja!

Regina: Sí, como que no encajabas. O de otra manera: ¿jamás has proyectado una imagen tuya que no es la verdadera, sino la que otros quieren ver? ¿No hay una parte de ti que no te atreves a exteriorizar? ¿No quieres hacer cosas distintas a las que se supone debes hacer?

Cliente: Sí, supongo…

Regina: Pues si es así, tienes más en común con Gregorio Samsa de lo que crees. Porque, en realidad, es de eso de lo que va La metamorfosis.

Cliente: ¿Pero no era una movida de un hombre que se convierte en bicho? ¿Hablamos del mismo libro? Porque yo no he leído nada de eso que dices.


La Metamorfosis (Akal)


Regina: Sí, pero esa transformación tan llamativa de hombre a cucaracha es la que usa Kafka como metáfora de lo que te estoy diciendo y de mucho más.

Cliente: Entonces no va solo de un mutante, ¿no?

Regina: No, la de Gregorio es la historia de un ser humano que por fin se muestra ante los demás tal y como es, y diferente a como esperan que sea. Esa diferencia es tan suya, le brota de tan adentro y con tanta rotundidad que a él no le incomoda su recién estrenada condición de “bicho” y se limita a ir acoplándose a ella con total serenidad. En este sentido, la alegoría de Kafka es tan inquietante como efectiva para evidenciar que cada ser humano es único y especial, y esa diferencia debe ser potenciada, nunca masacrada, a pesar de los demás.

Cliente: Ahhh

Regina: La clave no es la transformación de Gregorio, sino las reacciones de los demás. Eso es lo esencial. Y lo que viene a decir Kafka es que seas quien seas y como seas, y por muy aberrante que le parezca a otros el matiz de tu diferencia has de vivir con ella. Es parte de ti, y te hace ser especial.

Cliente: Vaya tela, entonces no me enteré de mucho, claro.

Regina: Léetelo pensando en lo que hemos hablado y me cuentas… Y, por cierto, ¿te suena algo sobre una manzana en el libro?

Cliente: ¿Una manzana? Mmmmm, pues no. ¿También muta en cucaracha o qué? ¿o es que se envenena con ella y por eso se transforma?

Regina: ¡Jajajajajaja! ¡Qué va! Pues fíjate en la manzana en esta segunda lectura y me comentas si es importante o no.

Cliente: ¡Vale! ¡A ver qué saco esta vez!

Y mientras abandonaban mis confines con su ejemplar de La Metamorfosis yo, aún reginadesuecianizada, observé la manzana que tenía bajo la mesa para el almuerzo.


Cubierta de La Metamorfosis por Barely Sparrow


Y pensé en el pobre Gregorio y en el miserable de su padre arreándole un manzanazo que resultó letal. Se le incrustó en el costado y, como nadie se la retiró, provocó una infección. Todo ello simboliza el castigo que lo lleva a su muerte, no solo por la herida en sí, sino por la indiferencia de su familia.

Y llegados a este punto soy tajante: La metamorfosis es uno de esos libros que todo el mundo debería leer al menos una vez en la vida. Tiene muchos contextos, infinitos matices, una vastedad de interpretaciones única y especial, y está dotado de una carga emocional tan fuerte y tan intensa que es imposible entrar en ese viaje kafkiano y no terminar absolutamente abrumado por la transformación de Gregorio Samsa y por la simbiosis con él.

Ah, por cierto, quien jamás se haya sentido como una cucaracha en un plato de arroz, que tire la primera manzana.

Y a mi, querid@s reginaexlibrislandianos de pro, y parafraseando a la Garbo-Queen Cristina: “Perdonadme por ser una… Regina Exlibris total y absolutamente gregoriosamsanizada

https://blogs.20minutos.es/diariodelibrera/2017/11/15/perdoname-por-ser-un-gregorio-samsa/
 
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