Libros, libros, libros

Para arreglar todo esto hay que leer a Maquiavelo
El autor de ‘El príncipe’ dedicó su vida a tratar de advertir a la gente sobre los peligros que amenazaban sus libertades. Sus reflexiones sobre desigualdad y abuso de poder tienen plena vigencia

ERICA BENNER
22 OCT 2017 - 00:00 CEST
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“Me gustaría enseñarles el camino al infierno para que se mantengan apartados de él”. El famoso filósofo italiano Nicolás Maquiavelo escribió estas palabras a un amigo en 1526, poco antes de su muerte. El infierno al que se refería era muy terrenal, el que surge de malas decisiones políticas e instituciones corruptas. Las personas a las que quería rescatar eran, para empezar, sus propios compatriotas: los ciudadanos de Florencia y de otros lugares de Italia que estaban a punto de perder sus últimos restos de soberanía y libertades civiles.

Así como él había aprendido mucho de la historia antigua, Maquiavelo deseaba que sus enseñanzas fueran útiles a futuros lectores —vivieran donde vivieran— para que evitaran caer ciegamente en sus respectivas pesadillas políticas. Sobre todo, quería enseñar a la gente cómo enfermaban las democracias y cómo podían curarse.

Hoy día, pocos consideran al viejo Nicolás como un sanador de enfermedades democráticas. Incluso podría parecer perverso pedir consejo médico al autor de El príncipe, un libro que muchos consideran un auténtico manual para tiranos. Sin embargo, las reflexiones de Maquiavelo no consisten solo en luchas salvajes por alcanzar el poder o en dominar los medios sin escrúpulos para lograr un fin que lo justifique. Los primeros lectores de El príncipe —filósofos como Spinoza y Rousseau— sabían, sin lugar a dudas, que el libro era una astuta denuncia de los métodos que emplean los tiranos en su ascenso al poder.

En 1585, el jurista italiano exiliado Alberico Gentili dijo que Maquiavelo era “un firme defensor y entusiasta de la democracia”, que pretendía “no instruir al tirano”, sino poner al descubierto “todos sus secretos” ante los ciudadanos. “Mientras parecía educar al príncipe”, decía Gentili, “en realidad, estaba educando al pueblo”.

Los primeros lectores de sus obras sabían que eran una astuta denuncia de los métodos de los tiranos

Si nos detenemos en la dramática historia de la vida de Maquiavelo y en la época que inspiró sus ideas, esta opinión cobra verosimilitud. Los florentinos, como los ciudadanos de las democracias establecidas de hoy, estaban orgullosos de su particular forma de gobierno. Florencia era una república en la que había amplias asambleas populares, cambios frecuentes de magistrados y una aversión oficial a cualquier dirigente que sobrepasara los estrictos límites de su poder. Pero, al mismo tiempo, aquella era una época agitada en Florencia y en Italia, y la inquietud hacía que la gente bajara la guardia. Cuando nació Maquiavelo, la acaudalada familia de los Médicis se había convertido en la dinastía más poderosa de la ciudad, unos auténticos príncipes, pese a que, como los primeros emperadores romanos, mantenían la fantasía de que no eran más que los “primeros ciudadanos” de la República. Con sus relaciones y sus recursos económicos sin igual, y con su habilidad para explotar las divisiones sociales, los Médicis redujeron la famosa libertà de Florencia a una cáscara vacía. Varios familiares de Maquiavelo intentaron impedir sus maniobras anticonstitucionales: uno de ellos murió en prisión, y otro, en el exilio.

Cuando Nicolás tenía poco más de 20 años, los Médicis fueron expulsados de Florencia y se restableció un gobierno popular. Durante 15 años, Maquiavelo fue uno de los funcionarios más fieles de la República. Nadie luchó tanto como él para defenderla frente a los peligros constantes que la acechaban desde fuera y desde dentro. Aquella lucha le llevó a un largo viaje por Francia con el rey Luis XII y a la hermética corte de César Borgia, que amenazaba con atacar la ciudad y restaurar a los Médicis en el poder. El secretario Maquiavelo y su ciudad escaparon por los pelos, pero esto no duró mucho. En 1512, en un golpe apoyado por el Papa y por las temibles tropas españolas, los Médicis volvieron al Gobierno. Despojaron a Maquiavelo de todos sus cargos, le encarcelaron y le torturaron bajo sospecha de haber conspirado contra ellos.

de ejemplos para una dinastía cuyo jefe, Juan de Médicis, acababa de ser elegido líder espiritual de toda la cristiandad, con el nombre de papa León X. Más bien, como pensaron Gentili y otros, El príncipe es un manual de autoayuda retorcido y astuto al servicio de los ciudadanos: parece que elogia a los príncipes más taimados, pero, en realidad, enseña a los ciudadanos a no deslizarse por sus rampas y a protegerse contra la tiranía.

Tanto cuando era secretario de la República como a través de sus brillantes y variados escritos —que incluyen comedias picantes, poemas, canciones festivas y una historia de Florencia—, Maquiavelo dedicó su vida a tratar de advertir a la gente sobre los peligros que amenazaban sus libertades políticas, con la esperanza de que aprendieran a defenderse. ¿Qué diría sobre las dificultades que atraviesan hoy nuestras democracias?

Una es el sectarismo extremo, que no es lo mismo que las discrepancias, por grandes que sean, entre unos partidos políticos organizados. Las discrepancias, subraya, pueden ser síntomas de la buena salud de una democracia: en toda sociedad libre existen valores e intereses distintos, y hay que dejar que se expresen, que ocupen su parte correspondiente del espacio público. La enfermedad aparece cuando la gente confunde la sana discrepancia con unos desacuerdos irremediables y empieza a exigir la conformidad ideológica además de la obediencia a las leyes comunes. Las demandas de conformidad empujan a los más fanáticos a dividir a la gente en bandos enemigos, no a tener en cuenta los intereses comunes y pensar que necesitan la “victoria suprema” sobre sus adversarios. “Quienes creen que así se puede unir una república”, dice Maquiavelo, “están muy engañados”, y aspiran a algo que va en detrimento de la libertad.

La otra gran amenaza es la que generan las desigualdades extremas. Maquiavelo no era un estricto partidario de la igualdad, pero sí pensaba que, para evitar la corrupción, las democracias necesitan tener una vaga “igualdad” de oportunidades, riqueza y posición social entre los ciudadanos. Un exceso de desigualdades destruye la confianza de la gente porque facilita que los ricos dominen a los demás y hace pensar a los pobres que el sistema está manipulado en su contra. Y o, alteran el equilibrio general de las libertades que preserva la estabilidad de las sociedades libres.

Maquiavelo hace hincapié en una cosa: que los ciudadanos corrientes son tan responsables de estas patologías como los dirigentes y los ricos. Después de presenciar los enfrentamientos sangrientos entre partidarios y enemigos del carismático fraile dominico Girolamo Savonarola —cuyos sermones contra la corrupción le convirtieron, durante un tiempo, en el líder real de Florencia—, Maquiavelo se dio cuenta de que el increíble poder del religioso derivaba, más que de sus manipulaciones, de la credulidad de sus seguidores. Entre dichos seguidores había algunos muy educados y otros más “toscos”, pero todos deseaban un drástico cambio, en aquellos tiempos llenos de miedo y corrupción, y vieron a Savonarola, con sus palabras contra el sistema, como su salvador. Sus seguidores y adversarios transformaron la política en una lucha por el alma de Florencia y, en el proceso, casi acabaron con la República.

Respecto a las desigualdades, Maquiavelo señala que, en sociedades de mercaderes y banqueros, con tanta competitividad —hoy habría encontrado muchas similitudes—, todo el mundo se obsesiona con ganar y perder, con las clasificaciones y los títulos, e intenta adelantar a los demás como sea. A menudo, los que proceden de las capas medias, muy preocupados por su estatus, son los que más quieren avanzar, para no quedarse atrás: “Porque a los hombres no les parece que tienen asegurada la posesión de lo que corresponde a un hombre si no adquieren algo nuevo”. Es lo que ocurrió en Florencia, recuerda Maquiavelo en sus Historias florentinas, cuando los ciudadanos de clase media arrinconaron y expulsaron a los trabajadores pobres del sistema gremial que había protegido sus derechos. El resultado fue una guerra civil que destruyó la confianza entre las clases sociales durante siglos.

Si examinamos las democracias liberales de hoy, es fácil ver grietas como las que denunciaba Maquiavelo, que fue testigo de la facilidad con la que el autoritarismo puede arraigar y florecer en unas circunstancias semejantes. Pero, un momento, ¿no nos dice el “realismo maquiavélico” que, en este mundo despiadado, uno debe pensar ante todo en su propia seguridad, y que la preocupación por las luchas civiles y las desigualdades debe pasar a un segundo plano muy distante? Solo si nos tomamos en serio el consejo de algunas frases estremecedoras de El príncipe como que “los príncipes deben saber entrar en el mal”; pero eso es no tener en cuenta la opinión autorizada de que Maquiavelo no estaba elogiando esos métodos, sino enseñando a los ciudadanos los mecanismos de la tiranía. Maquiavelo era un hombre muy divertido, con un irrefrenable impulso satírico, y sus blancos preferidos eran los gobernantes que no respetaban ningún límite en su búsqueda de un poder cada vez mayor. Los argumentos más enérgicos de El príncipe plantean que el unilateralismo egocéntrico es una forma muy poco realista de adquirir seguridad. “Las victorias nunca están aseguradas sin cierto grado de respeto”, dice en un fragmento que la mayoría de los estudiosos suele pasar por alto; “sobre todo, respeto a la justicia”.

¿Qué pueden hacer los ciudadanos para salvar sus democracias acosadas? Si Maquiavelo viviera hoy, quizá empezaría por decirnos que asumamos más responsabilidad por nuestros problemas, en lugar de culpar a determinados líderes o al “sistema”. No cabe duda de que los políticos engañan, inflaman, difunden “noticias falsas” y “hechos alternativos”; pero algunos ciudadanos son tan quisquillosos respecto a su honor, tan propensos a caer en el pánico, que se cumple la máxima de que “quien engaña siempre encuentra a alguien que se deja engañar”. No cabe duda de que las democracias actuales son inmensas máquinas impersonales manejadas por personas a las que parece importar más su carrera que el bien público. Pero los ciudadanos que desean el cambio deben organizarse y trabajar para lograrlo, no dejar todo en manos de extremistas o grandes salvadores que les prometen transformar el sistema. Cuando la gente está harta e irritada, apunta con perspicacia Maquiavelo, le es muy fácil “convencerse” de que un líder de comportamiento ilegal y “vida sin escrúpulos puede hacer que surja la libertad”. Pero el resultado nunca es el esperado. Los ciudadanos, que se dejan llevar demasiado deprisa por “grandes esperanzas y promesas deslumbrantes”, a menudo se encuentran después con que “bajo la superficie se esconde la ruina de la República”.

Maquiavelo pensaba que señalar a los ciudadanos sus errores fuera suficiente para que se despertaran y se alejaran del abismo. Le gustaba analizar los trucos retóricos con los que las personas se engañan a sí mismas para no tener que asumir su responsabilidad democrática: la responsabilidad de juzgar con atención las políticas y a los candidatos, de escuchar a la otra parte, de entablar un diálogo civilizado y de no pretender tener más poder y recursos de los que, con justicia, le corresponden. Sin embargo, a pesar de su brutal franqueza al hablar de los defectos del gobierno popular y sus responsables, Maquiavelo deja claro por qué una democracia basada en las leyes es siempre mejor que un gobierno autoritario: “Un pueblo capaz de hacer lo que quiere no es sabio, pero un príncipe capaz de hacer lo que quiere está loco”. Maquiavelo nos ayuda a interpretar con agudeza las señales de peligro político, y su vida y sus palabras nos enseñan a no crear nuestros propios infiernos políticos, ni empeorar los que ya tenemos.

Erica Benner es investigadora en la Universidad de Yale y autora de ‘Be Like the Fox: Machiavelli’s Lifelong Quest for Freedom’ (2016).

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

https://elpais.com/internacional/2017/10/20/actualidad/1508498280_625709.html


 
Cartas de un gatopardo
    • LUIS ANTONIO DE VILLENA
  • 25 OCT. 2017 10:10


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Se editan las misivas que Lampedusa envió a su familia de sus viajes la europa de entre 1925 y 1930



Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957) fue un aristócrata decadente y culto en la vieja Sicilia llena de príncipes y viejos palacios, que viajó por buena parte de Europa en su juventud -a veces con su madre- participó en dos guerras, vio destruido su principal palacio de Palermo, y se casó con una dama letona, mujer de carácter, Licy Wolff Stomersee, que era psicoanalista y devota de Freud. Aunque pasó largas temporadas en la isla, a Licy les gustaba poco aquel sur lleno de historia, caluroso y soberbio. Tampoco los amigos y parientes de Lampedusa se llevaban en exceso bien con ella.

Para todos Giuseppe Tomasi (que en vida sólo publicó algunos artículos literarios siendo joven) es el autor de una gran novela, El Gatopardo publicada póstuma en 1958, rechazada por varias editoriales, hasta que el gran novelista Giorgio Bassani interesó a Feltrinelli por ella. Una primera edición breve, se vio muy pronto superada con el premio Strega y muy pronto por más de un millón de ejemplares vendidos. Luego vendría la hermosa y fiel película de Visconti.

Giuseppe Tomasi no vio nada de eso, ni la edición de sus pocos y muy notables cuentos ni sus amenísimos ensayos sobre literatura inglesa y francesa. Todo había sido escrito en los años últimos de su vida y llegó tarde, pese a que le había querido ayudar su extravagante primo Lucio Piccolo, cuyos poemas habían gustado a Montale.

Todo en el entorno y el vivir de Lampedusa es vieja Europa. Sus viajes con eje en Londres y Austria, sus claros pinitos literarios, su sensación -creciente- de pertenecer a un mundo tocado de muerte e incluso (en un hombre básicamente liberal) su lejana simpatía por el fascismo, antes del horror, no tanto por estricta ideología sino por un deseo de mantener algo que pudiera llamarse orden. Para los afectos al príncipe de Lampedusa serán muy gratas las cartas suyas que se conservan, Viaje por Europa, la mayoría escritas a sus primos (él se firma el Monstruo) entre 1925 y 1930 mientras recorre el continente y hace gala en su estilo de mucha ironía, una obvia vocación literaria, y de ese mencionado sentimiento de fin de raza, que se verá tan espléndidamente plasmado en El Gatopardo.

Publicadas en español por Acantilado, traducen la muy cuidada y anotada edición de Gioacchino Lanza Tomasi -alumno y ahijado final del príncipe- y de Salvatore Silvano Nigro. Es una correspondencia incompleta pero llena de encanto, donde el Monstruo se queja o bromea entre cultura con sus peculiares primos de Capo d'Orlando, los Piccolo, diletantes de la poesía y la pintura.

Es cierto que si alguien no sabe quién fue Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el conjunto tiene un sentido menor, pero para quienes hemos amado El Gatopardo todo está lleno de la premonición de una escritura y la verdad honda de un mundo. Con estas cartas se cierra la obra conservada de Lampedusa, y queda el sabor (en estos momentos de profundas crisis agónicas) de lo que fue el final, el inicio del fin, de una Europa notable. Otros verán más que atisbos de clasismo, pero la alta cultura europea los tuvo, aunque intentara corregirlos. Hoy, cualquiera puede leer El Gatopardo con deleite hondo, sabiendo que los gatopardos se han extinguido o casi... Temporal!

http://www.elmundo.es/cultura/2017/10/25/59ef8426268e3e514f8b4621.html
 
Alguien de aqui ha podido acabar de leer “Los besos en el pan” ? De Almudena Grandes ...
 
LITERATURA
La poesía como sosiego frente al sinsentido
    • J.M. PLAZA
  • 23 OCT. 2017 03:01
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La abogada y poeta Alicia Aza, fotografiada en Madrid. ANTONIO HEREDIA


Alicia Aza edifica su poemario 'Arquitectura del silencio' desde la tragedia.


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Se dice que la poesía es oficio de juventud. Sin embargo, Alicia Aza llegó a ella en la mitad de su vida, una vez que crecieron sus hijos y se asentó (es abogada) profesionalmente. Tras su primer poemario, El libro de los árboles, de 2010, ha publicado tres títulos más, en los que se notan sus inquietudes culturales y sus preocupaciones sociales. El último de ellos, Arquitectura del silencio (Valparaíso) es un largo poema en endecasílabos blancos, dividido en 13 cantos en los que la autora viaja, en el espacio y en el tiempo, por los horrores contemporáneos de la humanidad. Todo comenzó en una visita a Cracovia y al campo de exterminio de Auschwitz, un lugar que abre y cierra (es un libro circular) el poemario.

"Cuando visité aquel lugar me estremecí al pensar en el Holocausto y me hice preguntas sobre cómo sería la vida diaria de los que allí estaban. En principio iba a ser un trabajo sobre Auschwitz, pero el propio libro me pidió otro recorrido y la historia me fue llevando hacia lugares que he conocido y que también fueron protagonistas del horror y de la crueldad del hombre", dice la autora. Y, quizás por ello, el libro está encabezado por una cita de Pessoa: "¿Qué sería del mundo si fuésemos humanos?".

Porque no lo somos, o al menos, así se desprende tras este viaje poético por Tiananmen, el Viet cong, la operación Tormenta del Desierto, Sadam Hussein, Mao Zedong, Serbia, el 11-S neoyorkino y dos momentos trágicos de la historia de España que a Alicia Aza le afectaron especialmente: el asesinato de Miguel Ángel Blanco y la salida del zulo de Ortega Lara. "Parece que lo estoy viendo. Aún recuerdo aquella imagen y me estremezco", dice la autora, que se ha basado, a veces, en fotografías ya clásicas para fijar el punto del horror, como, por ejemplo, la niña del napalm o la multitudinaria manifestación de las manos blancas tras el asesinato de ETA .

Este viaje poético a los lugares de desolación se mezcla, de una forma sutil y paralela, con un viaje a la infancia y la adolescencia, de modo que tanto horror pueda respirar y, de este modo, un libro que en principio puede ser épico se convierta básicamente en un poemario lírico de oscuras imágenes y un fondo surrealista.

"El libro nace de una sensación de desamparo ante la existencia. La vida no tiene sentido, pero hay que tratar de buscarlo, y a través de la poesía y el arte podemos hallar un cierto sosiego", dice Alicia Aza, quien considera que este es su libro más personal y donde más está su yo lírico, a pesar del tema. También están sus influencias y devociones: Mahler, Pink Floyd, Patti Smith, Paul Celán, Rilke, Pessoa...

"Noviembre, arquitectura del silencio" es el verso del que toma título este libro, que tiene mucho de silencio en el sentido de respeto, asombro o sin palabras, y también de noviembre, el mes de los muertos y de la profundidad del otoño. Hay otras versos que igualmente dan una idea de la atmósfera del poemario: "El castigo es la falta de memoria", "somos agua estancada por la ira, sabemos de la muerte de los otros...". Y un verso y pregunta final que no tiene respuesta: "¿Y qué sueñan los héroes mientras duermen?". Unos héroes del horror, claro.

"Como buena amante de la música, el silencio es fundamental, y aquí tiene un dimensión espiritual. Ante estos acontecimientos que narro sólo cabe el silencio", dice la autora, bisnieta de Vital Aza, aquel poeta, dramaturgo y libretista de zarzuelas que empleó el humor como forma de expresión y fue el primer presidente de la Sociedad de Autores Españoles.

La poesía de su bisnieta no tiene esa ligereza, pero sí esa vitalidad, aquí más soterrada. "Mis libros de cabecera durante muchos años fue ron La voz a ti debida y Razón de amor, de Pedro Salinas. También me interesa mucho el Juan Ramón Jiménez de su última época, y sobre todo, los poetas románticos alemanes". De hecho, su segundo libro, El viaje del invierno, que está inspirado en la música de Schubert, recrea los 24 lieder de Wilhelm Müller en los que se basó el músico austriaco.

http://www.elmundo.es/cultura/literatura/2017/10/23/59ed3f7aca474135468b4578.html
 
Un supermacho en duda: la cara oculta de Hemingway
Una nueva biografía del escritor estadounidense indaga en su identidad sexual, que contrasta con la sobreactuada virilidad que cultivó en su obra literaria y de cara al público

ÁLEX VICENTE
Chicago 22 OCT 2017 - 00:00 CEST
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Ernest Hemingway, en 1953. EARL THEISEN (AP) VÍDEO: GETTY-QUALITY


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A Ernest Hemingway (1899-1961) le volvían loco el boxeo, la caza, la pesca y las corridas de toros. Participó en tres guerras distintas, de las que regresó como un héroe. Exploró el continente africano, donde participó en numerosos safaris. Y trató a las mujeres con la crueldad y violencia conocidas. Se creó, en definitiva, un personaje a medida, con el que encarnó un paradigma de virilidad durante el siglo pasado. También en su obra dejó atrás el gusto por el lirismo, las metáforas y la adjetivación del modernismo literario. Prefirió adoptar un estilo más varonil, fundamentado en frases breves y contundentes como puñetazos. Esa fue su imagen pública hasta el final de sus días. La privada, sin embargo, era algo distinta. Lo dejó dicho Zelda, la inestable pero lúcida esposa de Scott Fitzgerald, autor de El gran Gatsby: “Nadie puede ser tan varón”.

Una nueva biografía, a cargo de Mary V. Dearborn, publicada por la editorial estadounidense Knopf en verano, confirma la inseguridad que Hemingway sentía respecto a su identidad sexual. “Eso fue parte de lo que lo destruyó al final de su vida”, apunta Dearborn, la primera mujer que se ha enfrentado al reto de condensar la agitada existencia de Hemingway, tras haber dedicado sendos volúmenes a otros hitos de la masculinidad literaria como Norman Mailer y Henry Miller.


Esta biografía de 750 páginas examina todos los aspectos de su vida y obra, aunque es su estudio de las cuestiones de género lo que la distingue de sus antecesores. El libro revela la fascinación del escritor por la androginia y sus fantasías sexuales con los cortes de pelo: solía pedir a sus compañeras que lo llevaran lo más corto posible, mientras que él se lo dejó crecer y llegó a teñírselo de rubio y caoba (cuando le preguntaban qué había sucedido, respondía que era culpa de los rayos de sol). Al regresar de su segundo viaje de África, el autor insistió en perforarse las orejas. “Llevar pendientes tendría un efecto mortífero para tu reputación”, tuvo que disuadirle su cuarta esposa, la periodista Mary Welsh.

¿Fue Hemingway un homosexual reprimido? “La respuesta corta es no”, contesta Dearborn. ¿Cuál sería la larga? “Fue indudablemente queer [de género ambiguo]. Superó, si se quiere, el hecho de definirse como gay. Dio la vuelta a las expectativas que se tenían sobre la identidad y el comportamiento de hombres y mujeres”, añade. Recuerda también que en su novela póstuma e inacabada, El jardín del Edén, el alter ego de Hemingway, un escritor llamado David Bourne, pedía a su mujer que se cortara el pelo y luego lo sodomizara con un consolador, ejercicio que el propio Hemingway habría practicado con Welsh. Para Dearborn, esas fantasías “no hablaban de homosexualidad ni de travestismo, sino de adoptar el rol femenino durante el acto sexual”. Hemingway se habría adelantado así a esa fluidez de género que hoy llena todas las bocas.

Antes de asentarse en París, Pamplona, Cayo Hueso y La Habana, Hemingway nació y vivió hasta los seis años en una residencia de tres plantas y estilo victoriano en el barrio de Oak Park, en la periferia de Chicago, que el escritor solía definir como “un lugar de jardines anchos y mentes estrechas”. En él se halla un pequeño museo dedicado a su memoria, en la misma calle arbolada donde se encuentra su casa natal. En el interior del museo se expone una caricatura dibujada para Vanity Fair, en 1933, en la que Hemingway aparece vestido con un taparrabos y echándose crecepelo en los pectorales. En otra vitrina figura una foto del escritor de bebé. Aparece vestido de niña, algo habitual a comienzos del siglo XX, cuando se vestía así a los retoños durante su primer año de vida. Salvo que su madre, una pintora y cantante de ópera llamada Grace, decidió prolongarlo bastantes años después. De hecho, crio a Hemingway y a su hermana Marcelline, 18 meses mayor, como si fueran gemelos, y los vistió indistintamente como si ambos fueran niños o niñas, según su humor.

Trauma
Para Hemingway, ese capítulo sería un gran trauma que terminaría provocando una ansiedad que desembocó en su sobreactuada virilidad, según la biografía que Kenneth S. Lynn publicó en 1987, que permitió alterar su imagen pública y también abrir su obra a nuevas interpretaciones. Cuando se releen las novelas y cuentos de Hemingway, ganador del Nobel de Literatura en 1954, sobresalen menos los superhéroes y más los hombres inseguros. Igual que el protagonista de La breve vida feliz de Francis Macomber, avergonzado de haber salido corriendo cuando intentaba disparar a un león en un safari, muchos de ellos intentan alcanzar un ideal de masculinidad imposible.

Otro de sus biógrafos, Paul Hendrickson, autor de Hemingway’s Boat, sobre el apego del escritor por una barca a la que bautizó como Pilar, no cree que esa hombría superlativa y casi paródica pueda ser vista como una actuación de cara al público. “La hipermasculinidad fue una parte de lo que él era. Fue real y auténtica. Tal vez fuera una máscara conveniente para su ego, pero no era fraudulenta”, asegura este profesor de la Universidad de Pensilvania y antiguo periodista de The Washington Post. “Creo que fue heterosexual, aunque con muchos sentimientos contradictorios respecto a su género. Nunca he encontrado la más mínima prueba que sugiera que se sentía atraído por otros hombres”.

Hendrickson también describe su difícil relación con su hijo menor, Gregory, que practicó el transformismo toda su vida y terminó cambiándose de s*x* a los 63 años. Murió con el nombre de Gloria en una cárcel para mujeres en Florida, en la que acabó por practicar exhibicionismo en la vía pública. Una vez, cuando era pequeño, Hemingway lo sorprendió probándose las medias de su madre. Más tarde le diría: “Tú y yo venimos de una extraña tribu”. Para Hendrickson, Gregory/Gloria llevó a la práctica lo que su padre solo admitía en su fuero interior y en algún texto clandestino. “Por eso existía una relación de amor-odio entre ellos”, sostiene. Dearborn dice que ese fue el calabozo del que nunca lograría escapar: “En un mundo mejor, Hemingway se habría perforado las orejas”.

CIERRE DE SU MUSEO EN CHICAGO

El museo dedicado a la memoria de Hemingway en el barrio de Oak Park, a las afueras de Chicago, ha cerrado esta semana 27 años después de su inauguración. La fundación que controla el museo y la casa natal del escritor aspira a utilizar los fondos que servían para sustentarlo a la construcción de un centro de escritura e investigación en un terreno contiguo a la mansión victoriana donde nació. En meses se lanzará una campaña de donaciones para financiar este lugar, que tendrá una sala de exposiciones y una librería. Su coste, 1,3 millones de dólares (1,1 millones de euros).

https://elpais.com/cultura/2017/10/21/actualidad/1508590742_519728.html
 
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Recomendación de mi Fran, :love::rolleyes:
...el hijo de un torero, y dando vueltas las andanzas por Madrid y Orihuela, bastante entretenido...
me enganchó :geek:
el libro, me refiero, también.
"Sé que estás viva" Nacho Abad.
Me pareció entretenido y de muy facil lectura. Cierto que la idea general del argumento es copia total de "Perdida" de Gillian Flynn pero en contrapartida, explica muy bien el mundo de las comisarias y tribunales y las relacines de policias, jueces, periodistas etc etc. A mí me sorprendió esto. Se ve que Nacho Abad se mueve bien en esos ambientes y da una idea bastante fiel de ese mundo. Recomendable.
 

Siria, literatura bajo los escombros
A pesar de la guerra los escritores sirios se imponen dentro de las letras árabes a potencias tradicionales como la egipcia y la libanesa

LUZ GÓMEZ GARCÍA
27 OCT 2017 - 15:51 CEST


Un miliciano rebelde, entre las ruinas de un edificio en Aleppo (Siria). MOISES SAMAN


Hace tiempo que los sirios han perdido la confianza en casi todo: en las instituciones internacionales, en la política, en la guerra y a menudo hasta en la paz. Es mérito incontrovertible de la brutalidad del régimen de los Asad, con el auxilio impagable de los yihadistas y el mutis de la llamada comunidad internacional. Y sin embargo, esos mismos sirios aún encuentran medios casi imposibles con que alimentar su capacidad de resiliencia frente a la violencia estructural, los bombardeos y las armas químicas. Ni siquiera la reciente caída del bastión del ISIS en Raqqa les garantiza un porvenir digno de tal nombre.

Uno de esos recursos, muy sirio, prácticamente perdido en otras latitudes, es la fe en la fuerza de las palabras, en la capacidad performativa del simple hecho de contar y recontar lo que pasa. Un narrar sin truco, sin grandilocuencia ni argucias dialécticas, dejando que lo que se cuenta discurra por sí solo, para recordarlo uno mismo y recordárselo a los otros, con la convicción de que en contar “lo que pasa” está en juego algo más que la salvación personal de la locura: en la guerra de Siria se juega el futuro de la democracia en Oriente Próximo, que es lo mismo que decir la estabilidad de Europa. Mirar para otro lado, actitud que se ha naturalizado entre los europeos de pro, es querer negar un Mediterráneo compartido y seguir alimentando el fondo de las aguas con refugiados, como si la geografía y la historia pudieran ignorarse
.


NARRAR SIN TRUCO


El caparazón. Diario de un mirón en las cárceles de Al-Asad. Mustafa Khalifa. Traducción de Ignacio Gutiérrez de Terán y Naomí Ramírez Díaz. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2017.

País en llamas. Los sirios en la revolución y en la guerra. Robin Yassin-Kassab y Leila al Shami. Traducción de Begoña Valle. Capitán Swing, 2017.

Diario del asedio a Duma, 2013. Samira Khalil. Edición de Yassin al-Haj Saleh. Traducción de Naomí Ramírez Díaz. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2017.

El loco de la plaza Libertad. Hassan Blasim. Traducción de Amelia Pérez de Villar. Galaxia Gutenberg, 2016.

La frontera. Memoria de mi destrozada Siria. Samar Yazbek. Traducción de Carol Hoffman, Carla López y Silvia Moreno. Stella Maris, 2015.

Fragmentos de Bagdad. Sinan Antoon. Traducción de María Luz Comendador. Turner, 2014.

Yo, el más inteligente de Facebook.Aboud Saeed. Traducción de Eduardo Vetere. Mardulce, 2013.

Elogio del odio. Khaled Khalifa. Traducción de Cora Cebza. Lumen, 2012.


Los sirios no acostumbran a alzar la voz, pero no dejan de pedir la palabra una y otra vez, en los foros internacionales, en los campamentos de refugiados, en el exilio y bajo asedio en su propio país. No se les suele prestar mayor atención. Tres libros recientemente aparecidos dan cuenta de sus penurias: la novela El caparazón, de Mustafa Khalifa, un pequeño mito para la infortunada generación siria de los ochenta que ha sufrido nada menos que la represión de Asad padre y Asad hijo, una narración espeluznante de toda suerte de atrocidades en una cárcel cualquiera del régimen; el ensayo-reportaje País en llamas. Los sirios en la revolución y en la guerra, de Robin Yassin-Kassab y Leila al Shami, dos autores con un pie en Siria y otro en Reino Unido que hacen una crónica, a partir de las voces de sus protagonistas, del estallido revolucionario y su secuestro por asadistas y yihadistas; y el Diario del asedio a Duma 2013, de Samira Khalil, una recopilación de las notas personales de esta activista por los derechos humanos secuestrada junto con otros tres compañeros hace cuatro años, todos ellos desparecidos. Tres libros muy recomendables para conocer desde dentro el infierno sirio.

Mustafa Khalifa no se considera escritor, quisiera no haber tenido que escribir El caparazón (2017), su única novela. Desde el exilio en París, no acaba de explicarse por qué no pudo dejar de hacerlo si él, sobre todo, se considera un mirón o, en términos artísticos, un cineasta. Khalifa casi parece no reconocer su obra, cuya verdad teme, pues El caparazón sumerge al lector en el terror y el odio que se incuban en las víctimas de las cárceles de la dictadura siria, donde el autor pasó 13 años. Con todo, para Khalifa no hay heroicidad ni en la prisión ni en la liberación, ambas son forzadas, pues “el héroe verdadero jamás lo es por surcar un camino que le ha sido impuesto”. Su peripecia personal, la de un cristiano con simpatías comunistas al que las autoridades detienen por hermano musulmán, es un sinsentido que sucede en un tiempo fuera del tiempo y del espacio: en ningún momento se dan nombres de lugares, personajes o acontecimientos históricos, no hacen falta, serían anecdóticos ante la criminalidad sistémica denunciada. Y en ello radica la fuerza de lo contado y su actualidad. Las atrocidades de las cárceles de los Asad no han conocido solución de continuidad. Recientemente Amnistía Internacional ha calificado de “matadero humano” la prisión de Saydnaya, en la que habrían sido asesinados entre 5.000 y 13.000 personas en cinco años (2011-2015).

‘El caparazón’ es todo un mito para la infortunada generación que ha sufrido la represión de los dos Asad

ormación y el arraigo de la dictadura de los Asad son cuestiones fundamentales para comprender el estallido revolucionario popular de 2011 y su posterior deriva bélica. Ignorar el carácter criminal y sectario del régimen, como hace un sector negacionista de la izquierda occidental, es alimentar el falso mito de una Siria antiimperialista, que tanto daño ha hecho a la causa de la libertad en este país y cuyas consecuencias vienen sufriendo varias generaciones desde el golpe de Estado de Hafez al Asad en 1970. País en llamas explica con penetración estos antecedentes para adentrarse luego en la crónica de la revolución desde abajo y en cómo se militarizó el conflicto. En el relato coral que presentan Yassin-Kassab y Al Shami se mezclan voces de toda condición, sin que falte una dolorosa crítica a las élites sirias y una pertinente reivindicación de la nueva cultura creada por la revolución. Si bien la crónica de los autores finaliza en 2015, el epílogo sabe señalar los factores que han condicionado las recientes metástasis de la guerra: la intervención neoimperial de Rusia, la volatilidad de los apoyos estadounidenses a los rebeldes, el enquistamiento del Estado Islámico, las rivalidades entre Turquía, Arabia Saudí y Qatar y la lucha de Irán por consolidar su hegemonía. Todo lo que podía empeorar, ha empeorado.

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Torso de Zakariyya Gazmouz, que intentó eliminar sus tatuajes pro Bachar el Asad con una cuchilla. MOISES SAMAN (CONTACTO)


Samira Khalil desapareció en diciembre de 2013 junto con Razan Zaituneh, Wael Hammada y Nazem Hamadi, secuestrados por milicias yihadistas. Se habían refugiado en Duma, a pocos kilómetros de Damasco, perseguidos por el régimen. Los yihadistas y Asad comparten objetivos, el primero de ellos acabar con la libertad de conciencia. El Diariode Samira Khalil reúne sus notas personales y algunos post de su Facebook, recuperados casi por azar por su marido, Yassin al-Haj Saleh, destacado ensayista sirio que se ha ocupado de la edición de este valioso y emocionante documento. “No tenía intención de escribir: solo escribo para contar lo que pasa” es la confesión con que se abre este Diario del otoño de 2013. Y lo que pasa en Duma es una masacre cotidiana con responsables en distinto grado: el Ejército asadiano, que tiene asediada la ciudad; los grupos yihadistas rivales, que cortan el abastecimiento de productos básicos según convenga a sus rencillas; las agencias de ayuda internacional, que la han abandonado; la Administración norteamericana y sus socios del Golfo, que se sirven de la población asediada para sus mercadeos geopolíticos… Lo más sorprendente de estas páginas es que a pesar de la dureza extrema de muchos retazos, Samira Khalil se repite a sí misma que hay futuro, que la libertad llegará a pesar del hambre, la falta de medicinas y el frío, tanto más letales que las bombas, los francotiradores y el gas sarín. Samira, militante comunista que también conoció las cárceles de Asad padre, encarna en su día a día la convicción de muchos sirios de que la crueldad y la tergiversación histórica acabarán por sucumbir ante la fuerza de la empatía y la solidaridad de los desheredados. Samira sigue desaparecida, y la revolución secuestrada.

https://elpais.com/cultura/2017/10/26/babelia/1509042314_481664.html




 
CULTURA Y OCIO
Libros y películas sobre los enigmas del asesinato de Kennedy
El magnicidio de Dallas, uno de los capítulos más convulsos del siglo XX americano, ha sido llevado al cine y a la literatura en decenas de ocasiones


[URL='https://elpais.com/autor/roger_sabates_ortega/a/']ROGER SABATÉS

JUAN CALLEJA

Madrid 27 OCT 2017 - 21:19 CEST


El 22 de noviembre de 1963, Lee Harvey Oswald, un exmarine desertor, asesinó en Dallas (Texas) al trigésimo quinto presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy. Más de medio siglo después, las incógnitas sobre su muerte pueden quedar resultas tras hacerse públicos ayer jueves 2.891 documentos sobre el caso que permanecían blindados por una ley de 1992 y que el presidente estadounidense, Donald Trump, ha dado la orden de desclasificarlos a pesar de las presiones de la CIA y del FBI.

Estos informes, guardados en los Archivos Nacionales, se suman a los 3.810 publicados el pasado mes de julio. Son investigaciones de la CIA y el FBI sobre el magnicidio y que pueden poner en un apuro a los servicios secretos estadounidenses al revelar documentos que “se refieren a programas que aún seguían activos en los noventa y que podrían exponer a las redes de espionaje”, tal y como explicaba Phil Shenon, autor de JFK. Caso Abierto, en este artículo publicado en EL PAÍS ayer jueves, 26 de octubre. Además, entre los papeles figuran informes sobre un viaje a México que hizo Oswald, semanas antes de que perpetrara el asesinato, lo que lleva a la conclusión de que la CIA y el FBI sabían mucho más de Oswald de lo que declararon en la Comisión Warren —la encargada de la investigación del caso—.

El pasado miércoles, Donald Trump decidió mantener bajo llave 200 documentos que, por razones de seguridad nacional, no serán divulgados hasta, al menos, dentro de seis meses. Hasta entonces, un aura de misterio seguirá rodeando al asesinato de Kennedy y alimentando las teorías conspiratorias. Por este motivo, en EL PAÍS Escaparate seleccionamos los libros y películas clave (en total, diez) que abordan los hechos acaecidos en Dallas e indagan en todos los misterios todavía sin resolver.

Libros que tratan el asesinato desde diferentes perspectivas
Poco tiempo después del asesinato de Kennedy las librerías comenzaron vender títulos que relataban los hechos del dramático suceso y abordaban el caso desde diferentes puntos de vista. ¿Quién era realmente Lee Harvey Oswald? ¿Fueron suficientes las conclusiones a las que llegó la Comisión Warren? ¿Qué pintaba en todo este asunto Fidel Castro? Seleccionamos cinco títulos que tratan de resolver todas estas cuestiones.


JFK. Caso Abierto
Autor: Philip Shenon
Editorial: Debate (2013)

Sinopsis: En el cincuenta aniversario de la muerte del presidente Kennedy, el periodista del New York Times Philip Shenon reabre uno de los grandes magnicidios de la historia para llegar a una conclusión: el asesinato pudo evitarse y la investigación del mismo estuvo torpedeada desde el principio. A lo largo de 752 páginas, Shenon revela con maestría los secretos y mentiras del caso gracias a los testimonios de supervivientes vinculados a la investigación que se atrevieron a hablar después de mucho tiempo.
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Juicio precipitado
Autor: Mark Lane
Editorial: Taurus (1967)

Sinopsis: Las conclusiones de la Comisión Warren, establecida por Lyndon B. Johnson para resolver la autoría del asesinato de su predecesor en la presidencia, no dejaron satisfechas a todo el mundo por no despejar todas las dudas sobre el caso JFK. En este libro, escrito por el abogado Mark Lane, indaga en la veracidad de una investigación que acabó con un solo acusado por tres disparos mortales: el joven Lee Har

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Legacy of secrecy (en inglés)
Autor: Lamar Waldron
Editorial: Counterpoint (2009)

Sinopsis: Basados en registros desclasificados por sus autores en los archivos nacionales de los Estados Unidos y numerosas entrevistas, este libro trata de documentar todos los aspectos que rodearon el magnicidio, como la posible implicación del jefe de la mafia Carlos Marcello o los intentos de Robert F. Kennedy de esclarecer los autores del asesinato de su hermano.
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Los secretos de Castro (en inglés)
Autor: Brian Latell
Editorial: St. Martin's Griffin (2013)

Sinopsis: La muerte del trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos ha dado lugar a numerosas especulaciones sobre quién estuvo detrás del asesinato. Brian Latell, ex analista estadunidense de la CIA especializado en Cuba, reveló en este libro que el ex presidente de Cuba, Fidel Castro, sabía que John F. Kennedy moriría ese 22 de noviembre. Latell asegura que Lee Harvey Oswald era fanático de Castro; su crimen tenía como objetivo proteger al entonces mandatario cubano.


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Libra
Autor: Don Delillo (2014)
Editorial: Seix Barral

Sinopsis: ¿Quién es Lee Harvey Oswald, el acusado por la muerte de JKF? En esta novela, el escritor norteamericano Don de Lillo retrata un personaje lleno de matices y contradicciones profundas, con una atormentada vida interior, de grandes ideales, pero escasos recursos que permanece en una gran confusión vital. Este retrato nos sugiere la caída del que quería a toda costa convertirse en el típico joven norteamericano de la época.



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El mundo secreto de Lee Harvey Oswald
Autor: Edward Jay Epstein
Editorial: Argos Vergara (1978)

Sinopsis: De nuevo, la imagen de Lee Harvey Oswald sale a la palestra para resolver el gran misterio: ¿por qué un chico joven se plantea acabar con la vida del líder de su país? En la compleja tarea de rastrear en la personalidad del inculpado, en este libro salen a la luz numerosas contradicciones y complejidades de la persona que marcaría una de las fechas más señaladas de la historia contemporánea del mundo occidental.

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Films sobre el tema:
https://elpais.com/elpais/2017/10/27/escaparate/1509116325_966218.html

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JANE HARPER / NOVELISTA
Los crímenes de la Australia vacía
Jane Harper debuta en la ficción con 'Años de sequía', una poderosa novela negra sobre lado oscuro de su país

JUAN CARLOS GALINDO
Lyon 31 OCT 2017 - 06:37 CET

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Jane Harper en Lyon en abril. LAURA MUÑOZ




AÑOS DE SEQUIA
(EN PAPEL)
JANE HARPER
, 2017
  • Nº de páginas: 368 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editorial: S.A.) SALAMANDRA (PUBLICACIONES Y EDICIONES SALAMANDRA
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788416237227

Pasado y presente se entrelazan en esta intriga de ambientación opresiva y fascinante que ha sido la revelación literaria del año en Australia

Primera novela de Jane Harper, Años de sequía ha sido la revelación de este año en Australia, donde se ha encaramado a las listas de libros más vendidos, ha alcanzado el favor de la crítica y ha recibido los prestigiosos premios que conceden los editores y los libreros. Capaz de mantener la tensión y la intriga entre pasado y presente, de sorprender constantemente con giros inesperados y dotada de una ambientación excepcional, Años de sequía revelará a muchos lectores un escenario criminal tan despiadado como fascinante.


Hay una Australia vacía, con amplios e inhóspitos parajes que disfrutan y sufren al tiempo de un clima extremo, de una naturaleza indomable. Lugares alejados del glamour de Melbourne, de la imagen de éxito modelo California con la que Australia se muestra al mundo. Lugares claustrofóbicos, ahogados por el calor, donde el alcohol, la frustración y la violencia son ingredientes del día día. Este es el escenario elegido por Jane Harper para situar Años de sequía (Salamandra Black, traducción de Maia Figueroa), un poderoso debut en la ficción que utiliza la estructura de thriller para ahondar en los grandes problemas de la Australia contemporánea y con el que la autora acaba de ganar el Gold Dagger Award.

“Comunidades donde la gente no se fía del prójimo y donde hay odio y resquemor se encuentran en cualquier parte, pero yo quería situar la novela en Australia. Allí, el clima es esencial y las familias luchan mucho, en un ambiente muy aislado, para salir adelante. Son como la frontera con un mundo inhóspito, zonas aisladas, en las que la gente está a expensas del clima, donde no hay mucho que hacer”, contaba Harper a EL PAÍS en el Quais du Polar de Lyon a principios del pasado mes de abril.

Aaron Falk, policía de Melbourne dedicado a estafas financieras, vuelve a su pueblo natal en medio de la estepa, un lugar asolado por una sequía interminable. Allí decide investigar el brutal asesinato del granjero Luke, su mujer y su hijo pequeño e ir más allá de la tesis oficial: que, amargado por la sequía y ahogado por la crisis financiera, el que fuera su mejor amigo decidió matar a su familia y quitarse de enmedio. Las pesquisas chocan con el desprecio de los lugareños hacia quien se fue a triunfar a la ciudad, con los silencios cómplices o amargados del entorno de las víctimas y con los errores y secretos del pasado del propio protagonista.

Dos comparaciones surgen de manera inevitable al leer y hablar de Años de sequía. Por un lado el Lejano Oeste americano, del que Harper tampoco es una entusiasta; por otro, los mitos oscuros y violentos de la España rural, de esa España vacía tan en boga y ante la que la autora australiana se muestra fascinada. Y ahí, con una sonrisa que raras veces desaparece de su rostro, Harper reflexiona: “Quizás la violencia es distinta en estos ámbitos rurales, cerrados, que hay igual en España, en Australia o en Texas. Hay una presión extra y son lugares en los que no es fácil hablar de ello, buscar ayuda, y eso crea la tormenta perfecta”.

Harper, nacida en Manchester (Reino Unido) y cuya familia se trasladó a Australia cuando ella tenía ocho años, se vio sorprendida (que no arrollada tal y como se apresura en aclarar), por el éxito de su primera novela, ya traducida a 20 idiomas y que ha gozado de una gran acogida de lectores y críticos en Estados Unidos. “Nunca pensé ni siquiera que iba a ser publicada en Australia. Es extraño y surrealista. Esto era un sueño que empezó con un premio que gané en un curso de correspondencia ”, cuenta con engañoso candor.

Parece que hay un alma inocente que se divierte con todo esto, como si fuera un juego al que mirar de lado, un premio. Sin embargo, tras el idilio inicial con ese curso de escritura la novela se estancó. “En el primer borrador teníamos a los personajes hablando y hablando. Era muy plano, con mucha información de segunda mano, mucho diálogo que no iba a ninguna parte. Fue entonces cuando incluí flashbacks”. Gracias a este recurso, la autora pudo también abordar otra de sus grandes obsesiones: el fardo que suponen nuestros errores pasados. “Antes creía que se podían superar, estaba segura. Ahora ya no tanto. Veo que aunque cambiemos mucho, aunque nuestra vida vaya a otro extremo, tendemos a volver sobre nuestros pasos”.

La novela tiene una fuerza, un tremendismo, del que la autora no fue consciente mientras escribía. “No tuve miedo de ser demasiado oscura, pero mirando hacia atrás sí me siento más emotiva al respecto, veo que es más triste. No la he vuelto a leer, aunque quizás debería hacerlo”, relata esta periodista con gusto por la escritura directa.

Harper tiene que partir, presionada por la agenda estajanovista que marca el mayor festival de novela negra Europa, pero tiene tiempo para añadir, sin sonrisas, una advertencia: “Si hay un sitio donde el cambio climático ya afecta a la vida de la gente, donde realmente ha cambiado ya y todo el mundo puede ver sus efectos ese es Australia”.



https://elpais.com/cultura/2017/10/31/elemental/1509427506_757989.html
 
Grace Kelly, una dura infancia y muchos amantes
Un nuevo libro revela la niñez de la actriz con un padre antisemita, una madre maltratadora y una hermana violenta, y su paso por Hollywood

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Grace Kelly, en una imagen de 1955. CORDON PRESS



EL PAÍS
Madrid 2 NOV 2017 - 13:58 CE


Grace Kelly fue y será un verdadero icono de elegancia. Representó el glamour en Hollywood, fue una de las actrices fetiche de Alfred Hitchcock. Tuvo una carrera corta, solo 11 largometrajes, pero lo suficientemente intensa como para que le diera tiempo a ganar un Oscar y a trabajar con maestros como John Ford. Y sin embargo, detrás de toda esa sofisticación se escondió una dura niñez. Una madre maltratadora, un padre antisemita y una hermana violenta. Todos estos detalles salen a la luz en un nuevo libro: Grace Kelly: Hollywood Dream Girl, de Jay Jorgensen y Manoah Bowman.

La actriz que nació en Filadelfia en 1929 conquistó Hollywood con su carisma y talento, aunque decidió abandonarlo todo y convertirse en realeza cuando se casó con el príncipe Rainiero de Mónaco. Aunque antes de dejarlo todo y según cuenta el libro, Kelly mantuvo intimidad con varios de sus compañeros de reparto e incluso se enamoró de más de uno, incluyendo al “rey de Hollywoood”, Clark Gable.

La publicación aborda distintas épocas de la vida de la actriz que nació en el seno de una familia adinerada. Según los autores, su padre John B. Kelly creó su fortuna gracias a un negocio de albañilería y más tarde ganó una medalla de oro en la disciplina de remo en los Juegos Olímpicos de 1920 celebrados en Bélgica. El libro lo pinta como un padre ausente, que rara vez se encontraba en casa, siempre absorbido por su negocio, el golf y la política. "Nunca alcanzó el estatus de una de las familias más ricas de Filadelfia por una fortuna heredada, porque había trabajado como obrero”, explican los autores.

Grace Kelly idolatraba a su padre, sin embargo, ganarse la aprobación de él le resultó casi imposible. El padre de la actriz le prestaba mucha más atención a Peggy, la hermana mayor de Grace. La falta de interés de su padre hizo que la intérprete se volviera más cercana a su madre, aun cuando ella era una mujer violenta.

Margaret Kelly, su madre, era excesivamente exigente con sus hijos. Ella creía en una educación basada en castigos y golpe. “Hoy ella sería arrestada por abuso infantil porque no supo medir la vara. Ella exigía obediencia”, confesó en alguna ocasión Lizanne, la hermana menor de Grace Kelly.

Lizanne, también ha admitido en el pasado, que de pequeña se comportaba muy mal con su hermana mayor. “Le quité su lugar y me convertí en la hija consentida”, señalaba. Además, confesó: “Solía golpearla, sí, ¡realmente lo hice! Yo era la hermana malcriada que le hacía la vida imposible, especialmente si estaba con sus novios”.

https://elpais.com/elpais/2017/11/02/gente/1509618016_058566.html



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