Libros, libros, libros

La belleza del Art Nouveau según Keiichi Tahara

VER GALERÍA 16.08.2017

Fue uno de los grandes fotógrafos de arquitectura de las últimas décadas y todo un especialista en el uso de luces y sombras. Desaparecido hace dos meses, la editorial Taschen edita 'Architecture Fin-de-Siècle', una completa monografía que reúne su asombroso trabajo sobre los edificios Art Nouveau europeos. KEIICHI TAHARA
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http://www.20minutos.es/fotos/cultura/la-belleza-del-art-nouveau-segun-keiichi-tahara-13312/
 
Post 1 a 1217......No me alcanzan los ojos para leer todo lo aquí vertido, el análisis que realzan de las obras, las recomendaciones , enfin, todo lo relacionado con los libros. Soy una lectora compulsiva, todo lo que llega a mis manos tengo que leerlo (he intentado contar cuántos libros tengo.... imposible hacerlo !!). Y es por ello que he quedado fascinada con la novela de Dolores Redondo "Todo esto te daré", Premio Planeta 2016. Una nueva forma de escribir y relatar los hechos cuasi reales con la fantasía. Excelente, en mi opinión. Felicitaciones por el foro. Es Estupendo !!!!!!!!
 
CRÓNICA
La desaparición que conmocionó a Reino Unido
Los 11 días perdidos de Agatha Christie
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Las publicaciones de la escritora británica fueron reconocidas a nivel internacional.



Chocó su coche adrede, se escondió tras el apellido de la amante de su esposo, tuvo a toda Inglaterra buscándola...

¿Pretendió la reina del crimen que fuese sospechoso de asesinato su marido?

Aquí la historia, mezcla de celos, amantes, depresión y arrepentimiento, que ha reconstruido su biógrafo

La historia que cuento en estas líneas podría ser perfectamente uno más de los 66 relatos que creó Agatha Christie. Todos sus personajes, los extraños giros de guión y el sorprendente final podrían pertenecer a cualquiera de las novelas salidas de la mente de su autora, pero no es el caso. Lo que van a leer a continuación es quizás el relato más intrigante de la Reina del Crimen. Haciendo cierta esa frase que dice que "la realidad puede superar con creces la ficción", Agatha Christie protagonizó uno de los sucesos más extraños y enigmáticos de la historia de las letras. Y eso no es poco decir para la que es considerada de forma unánime como la maestra absoluta de la literatura de misterio.

Pongámonos en situación. En 1926, Agatha Christie se esfumó de su casa durante 11 días, provocando una conmoción total en el Reino Unido y una de las búsquedas de desaparecidos más grandes que había visto jamás aquel país. Solo ahora, 91 años después, se sabe exactamente que sucedió durante aquellas casi dos semanas... o casi, porque todavía hay dos teorías abiertas. Pero vayamos por partes.

En 1926, la Inglaterra post-eduardiana está en su apogeo. El país británico, aún recuperándose de las heridas de la I Guerra Mundial, todavía es el líder indiscutible de Occidente, con un inmenso imperio colonial repartido por todo el globo y una enorme potencia industrial y cultural, aunque los primeros síntomas de su decadencia ya se asoman por el horizonte.

Ajenos a todo a esto, en Berkshire, un condado del sudeste del país, vive Agatha Christie con su marido, Archibald Christie. Él es un coronel del ejercito británico y ella se está revelando como una de las escritoras más talentosas de toda su generación. Sus primeros títulos se venden con rapidez y una legión de lectores crece a lo largo de todo el mundo deseando disfrutar de la siguiente aventura de misterio que salga de la cabeza de la señora Christie. Años antes de la aparición de los superventas masivos de nuestros días, Agatha Christie ya había alcanzado la categoría de estrella literaria por meritos propios. Su nombre era conocido en todas partes y gozaba de un status social y cultural elevado. Era, por decirlo en términos contemporáneos, lo suficientemente famosa para no pasar desapercibida.

Sangre en el coche
Y de repente, un día, desapareció. El 3 de diciembre de 1926, a eso de las 21:45, Agatha salió de su casa de Berkshire a bordo de su coche, un Morris Crowley, después de indicarle a su secretaria que se dirigía a Yorkshire a pasar la noche. Unas horas más tarde su vehículo aparecía abandonado en Newlands Corner, muy cerca de un lago, con restos de sangre en su interior, el abrigo y el carnet de conducir de la escritora, pero aparte de eso no había ni el menor rastro de ella. Era como si se hubiese evaporado.

La conmoción que produjo este suceso fue increíble. Sus cientos de miles de seguidores comenzaron a bombardear las redacciones de los periódicos con cartas (eran otros tiempos) exigiendo saber su paradero hasta tal extremo que un tabloide llegó a ofrecer 100 libras, una fortuna para la época, a cualquiera que pudiese dar una pista sobre el destino de la escritora.

La inquietud pública llegó a tal extremo que incluso el Ministro de Interior británico presionó a Scotland Yard para que intensificase la búsqueda. Durante 11 días se llevó a cabo en el Reino Unido la operación policial más grande que hasta entonces había visto el país. Mil agentes de policía, más de 15.000 voluntariosorganizados, varios aviones y una cantidad indeterminada de espontáneos se sumaron a la búsqueda infructuosa de Agatha Christie, peinando palmo por palmo el pequeño condado rural en el que se había esfumado, sin ningún resultado. Su foto estaba en carteles, pasquines y portadas de diarios, hasta el extremo que incluso el New York Times se hizo eco de la desaparición. A la búsqueda se sumó también otro escritor, Sir Arthur Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes que, desesperado por no encontrar ni un solo rastro de su colega de oficio, se agenció un guante de Agatha Christie para entregárselo a una medium y conseguir por vías sobrenaturales lo que forenses y Policía no podían lograr.

Pese a todos estos esfuerzos, el resultado era desolador. Como en una de sus novelas, el cuerpo de la víctima no aparecía y las pistas no parecían llevar a ninguna parte... hasta que de repente Agatha Christie reapareció.

El 14 de diciembre de 1926 fue identificada como una huésped del Swan Hydropathic Hotel en Harrogate, relativamente cerca del lugar en el que había dejado el coche, donde aparecía registrada como Nancy Neele. La escritora no sabía quién era ni por qué estaba allí y tampoco fue capaz de reconocer a su marido cuando este llegó a su encuentro.

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Cartel anunciando la desaparición de Agatha Christie.


Durante varias semanas recibió un tratamiento psiquiátrico hasta que recuperó la memoria, pero aún así no podía explicar qué había sucedido durante esos días, ni dónde había estado. Se dijo que había sufrido un episodio de fuga psicogénica una especie de crisis nerviosa, ocasionada por su propensión a la depresión agravada por la muerte de su madre a principios de año y las infidelidades de su marido. Según esta explicación, durante todo ese tiempo, la señora Christie habría estado tan ausente que incluso habría sido incapaz de reconocerse a si misma en los periódicos. Mientras tanto, la opinión pública reaccionó con furia contra ella, ya que muchos creyeron que había fingido su desaparición como truco publicitario.

La explicación oficial siempre ha dado lugar a muchas dudas, ya que hay demasiadas cosas sin explicar. Sin embargo, Agatha Christie mantuvo un obstinado silencio sobre este asunto toda su vida y la autora se llevó las respuestas a la tumba en 1976. Y de repente, cuando todo parecía condenado al olvido, aparece una posible solución al enigma.

Hace unas semanas su biógrafo más reconocido, Andrew Wilson, publicó una teoría casi definitiva sobre lo que sucedió durante esos 11 días, en una historia que mezcla celos, amantes, depresión y arrepentimiento. Pero, como haría Hércules Poirot, analicemos con calma los hechos para descubrir la verdad.

El día de su desaparición Agatha Christie acababa de tener una fuerte discusióncon su marido, Archibald. Se había enterado no solo de que él tenía una amante, sino que estaba pensando en dejarla para irse a vivir con ella. Archibald le había pedido el divorcio y ese mismo día pensaba irse con Nancy Neele -la amante- a pasar el fin de semana juntos. Esto fue un mazazo para Agatha. Según su biógrafo, "estaba deprimida. Sufría de insomnio, comía poco, se sentía confundida, sola y desesperadamente infeliz". Esto le llevó a dar un paso del que más tarde se arrepentiría: Agatha Christie intentó suicidarse.

Subida en su Morris Crowley comenzó a recorrer carreteras rurales inglesas sin un rumbo correcto, hasta que vio un árbol que le parecía adecuado para sus fines. Con un escalofrió de determinación, apretó el acelerador y sujetó con fuerza el volante, dispuesta a estrellarse y acabar con su vida... pero en el último segundo se arrepintió.

Nunca sabremos si fue por miedo, arrepentimiento o un simple fallo de cálculo, pero lo cierto es que no llegó a impactar contra el árbol. El Morris se salió de la calzada con un zigzagueo, apenas rozando el árbol lo suficiente como para dejar unas marcas en la carrocería, hasta detenerse en la zanja donde más tarde apareció. Agatha Christie salió del vehículo con un par de rasguños, magullada y sobre todo aterrorizada por lo que había estado a punto de hacer.

Mujer de fuertes convicciones católicas, el su***dio era un tabú moral para ella, algo absolutamente inasumible. Asomada al borde de su propio abismo interior e incapaz de ver el fondo, la autora tocó uno de los puntos más bajos de su vida. Si hacemos caso a la teoría de Andrew Wilson, podemos imaginarnos el aspecto de la mujer mientras se echaba a andar de madrugada, sin abrigo, alejándose del lugar del siniestro, arrasada por las lágrimas e incapaz de pensar con claridad. Sin duda caminó durante horas en medio de la noche helada, durante el tiempo suficiente para calmarse un poco y ser capaz de tomar al menos una decisión de urgencia: desaparecería por un tiempo hasta que se aclarasen sus ideas. Sin ser consciente de su propia fama y del tamaño de su figura pública, daba así pie a una cascada de acontecimientos que ni ella podía haber imaginado.

En una muestra de ironía británica -o de delicado resentimiento femenino- decidió inscribirse en el hotel como Nancy Neele... el nombre de la amante de su marido. Durante 11 días, mientras el huracán mediático se desataba a su alrededor, Agatha Christie vivía como una reclusa en el interior del hotel, seguramente sobrepasada por el aluvión de acontecimientos que sin pretenderlo, había desatado con su desaparición. Finalmente, sucedió lo inevitable: uno de los empleados del hotel la reconoció y avisó a la policía, que rápidamente convergió allí.

Según Wilson, jamás existió la pérdida de memoria esgrimida como causa oficial de la desaparición (El hecho de haberse registrado con el nombre de la amante de su marido lo delata, así como que el dato crucial de que la autora llevaba consigo su propia documentación). Ante la incómoda situación, Agatha Christie decidió fingir que había sufrido un ataque de amnesia, una postura que hoy sin duda nos parece ridícula pero que encajaba perfectamente en la mentalidad de la época, que consideraba todavía a las mujeres como seres mentalmente nerviosos e inestables. De esta manera se evitaba pasar la vergüenza pública de reconocer que había pasado 11 días escondida, sobrepasada por los acontecimientos y de rebote ponía en una incómoda situación a su marido, Archibald, que veía aireada su infidelidad. Un doble combo brillante por parte de una mente prodigiosa.

El plan de Christie
Y así acaba la historia... o quizás no. Otra teoría, que choca con la de Wilson, es mucho más sombría y rebuscada. Según los defensores de esta segunda tesis, lo que buscaba Agatha Christie desde el principio era conseguir que su marido fuese acusado de asesinato. Para ello habría urdido un plan que, como en la mejor de sus novelas, lo incluía todo. Por una parte, Archibald tenía suficientes motivos para desear la muerte de su esposa. Estar casado con Agatha suponía un serio impedimento para sus planes de futuro con Nancy. El militar sabía que el divorcio le supondría un escándalo social considerable, además de costarle una pequeña fortuna y, lo más importante, la posible pérdida de la custodia de la hija en común. Y además estaba un asunto que no era precisamente menor, la gestión de los derechos de autor que en ese momento ya generaba la marca Agatha Christie, y que le corresponderían a él como administrador legal de la menor en caso de que la escritora desapareciera. Por otra parte la oportunidad -un solitario viaje por carretera hasta Yorkshire- era perfecta para llevar a cabo el golpe. Si a usted lector/a todo esto le parece razonable, o al menos plausible, algo por el estilo debió pensar Agatha Christie -o al menos eso mantienen los defensores de esta segunda teoría-, cuando orquestó su desaparición con el objeto de que la Policía llegase a la misma conclusión y detuviesen a Archibald Christie.

Sea cierta una u otra de las teorías, lo único seguro es que la vida de la autora de Asesinato en el Orient Express o Diez negritos es sin duda lo suficientemente interesante como para escribir una novela. Menuda casualidad.


http://www.elmundo.es/cronica/2017/08/18/598e003546163f445c8b45be.html

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Gracias y buenos días, amiga @pilou12 como siempre oportuna y magnífica exposición.
Tu post me ha venido como "anillo al dedo", para que con tu permiso (por supuesto) incluya como complemento esta serie.

"Lorca, muerte de un poeta" (1987), Serie de seis episodios (TVE), con dirección de Juan Antonio Bardem; siendo intérpretes:
Nickolas Grace, Jesús Alcaide, Alexander Allerson, Ángel de Andrés López, Amparo Baró, Pilar Bardem, Simón Andreu, José Manuel Cervino, Fernando Chinarro, Nuria Espert, Rosalía Dans, Lola Gaos, Fernando López Veloso, Nikolas Lansky, Margarita Lozano, Diana Peñalver, María Luisa Ponte, Mireia Ros, Fernando Valverde (AKA Tito Valverde), Manuel Millán, Joaquín Notario, Mario Pardo, Fabiola Toledo.
Argumento:
Miniserie de TV de seis episodios. Federico García Lorca tenía 38 años cuando fue asesinado el 19 de agosto de 1936, un mes después de estallar la Guerra Civil. La serie pretende recrear con precisión la andadura maravillosa y terrible del poeta: desde el niño que oía cómo las hojas de los chopos mecidas por la brisa cantaban su nombre, al hombre que escucha aterrorizado cómo sus verdugos amartillan los fusiles que acabarán con su vida. (FILMAFFINITY)
 
ENTREVISTA
Ida Hegazi Høyer: “Literatura es poner magia en las palabras”
La escritora noruega ha publicado en España 'Perdón', una ficción epistolar sobre el amor tóxico y la mentira, que le valió en 2015 el Premio de Literatura de la Unión Europea

MARIBEL MARÍN
22 AGO 2017 - 17:09 CEST


La escritora noruega Ida Hegazi Høyer. PAAL AUDESTAD


"Ya no hay ni un tú ni un yo, me dijiste, y tuve la certeza de entender a qué te referías”.

Hay frases que dicen mucho y metáforas que cuentan aún más y que, de tan perturbadoras, son difíciles de olvidar. Con un magistral uso literario de un simple anillo de sedal, la escritora noruega Ida Hegazi Høyer (Oslo, 1981) ha construido una angustiosa alegoría sobre el amor tóxico, la violencia machista y la mentira en Perdón, una ficción epistolar sobre la malsana relación entre dos jóvenes que le valió el Premio de Literatura de la Unión Europea en 2015.

La protagonista y narradora de la novela tiene 20 años, trabaja en una guardería, es fácilmente impresionable y quiere con la intensidad con la que se quiere a esa edad; el destinatario de su larga misiva, Sebastián —¿o se llama Daniel?—, ya cumplió los 25, es —o eso parece— estudiante de filosofía, tiene un elaborado discurso intelectual y oculta un traumático pasado. Se conocen en la playa, se enamoran a primera vista, se comprometen de inmediato y se van a vivir juntos. Él le regala un anillo hecho de un resistente hilo de pescar. Consumida por el amor, ella solo siente una pequeña molestia. Eso al principio. Con el primer desencuentro, la sortija ya la oprime. Y luego llegan las decepciones, las mentiras, que le rasgan la piel y van penetrando en su carne. Su dedo anular se infecta, se hincha… Ella no hace nada: “No quería destruir tu anillo (…) Era
sagrado”.

Perdón es la tercera novela de una de las voces emergentes de las letras noruegas, que publicará en otoño su sexta ficción y que llegó a la literatura seducida por la naturaleza camaleónica del ser humano. Hija única de un egipcio y una mujer de origen danés que se conocieron en un night club de Oslo, Ida Hegazi Høyer se explica sentada a la mesa de una cafetería de la capital noruega con un excelente inglés por el que no dejará de excusarse a lo largo de toda la entrevista. “Cuando empecé a escribir no fue por la fascinación por la literatura, sino por mi fascinación por la vida humana”, confiesa. “Nunca puedes conocer del todo a alguien. Siempre hay un rincón del alma que no puedes alcanzar. No tenemos una identidad sólida, cambiamos, somos muy adaptables, capaces de todo. No somos de fiar y eso da miedo, pero resulta a la vez fascinante. En realidad, todos mis libros van sobre eso”.

Traducido por Cristina Gómez-Baggethun y publicado en España por Nórdica, Perdón es una profunda exploración del hombre desde la arriesgada primera escena que descubre al lector el final de la historia. Una historia con un lenguaje poético que duele físicamente y en la que nadie es lo que parece. Una historia que tiene la tensión de un thriller y la magia del absurdo. Una historia sobre el alcoholismo, el su***dio, la dependencia y la mentira como mecanismo de defensa. “Todos los personajes del libro son culpables, se están causando mucha miseria los unos a los otros, pero son también víctimas. La palabra que les falta pronunciar es ‘perdón’, por eso se titula así el libro”, explica la autora.

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Los inicios de Hegazi Høyer en la escritura hay que buscarlos a sus ocho años en el servicio de un apartamento de un distrito de clase obrera en el que vivió temporalmente con sus abuelos. No tenían baño privado, lo compartían con el vecindario. “Es ahí donde me recuerdo escribiendo por primera vez”, cuenta. “Ocultaba un lápiz bajo una pequeña alfombra y me encerraba a redactar pensamientos, pequeñas historias. Recuerdo a mi abuela preguntándome si estaba enferma porque pasaba allí mucho tiempo y, no sé realmente por qué, le mentía y le decía que sí, me resultaba embarazoso contarle que lo que hacía era escribir porque nadie en mi entorno…, no vengo de una familia que tuviera muchos libros en casa”.

La escritura era en ella tan natural que no fue hasta los 21 años cuando la contempló como salida profesional. “Me dije: ‘Lo hago todos los días, debería intentarlo”. Estaba harta de estudiar. Quería conocer mundo y probarse como escritora y durante años lo hizo. Viajó por Asia, Europa, Sudamérica, el norte de África y vivió de todo tipo de empleos alimentarios “no necesariamente estimulantes”. Con 27 años, cuando sus amigos ya habían abandonado la universidad, esta observadora nata se asentó de nuevo en su país para estudiar sociología. Descubrió a Michel Foucault y a Pierre Bourdieu. Descubrió también que la disciplina que había elegido la ayudaba “a sistematizar ideas y pensamientos”.

Su primer intento serio de plasmar su imaginario sobre el papel se saldó en un estrepitoso fracaso. Estaba bloqueada. Era incapaz de acabar la novela en la que había estado trabajando durante meses aislada en una cabaña. Así que se rindió.

“Cuando lo dejé se me abrió una puerta. Empecé a mirar los pequeños textos que había escrito durante aquel tiempo para divertirme. Y pensé: ‘Esto es una novela’. Y esa fue la primera, se la mande a cinco o seis editoriales y tres de ellas quisieron publicarla”.

Hegazi Høyer se levanta y escribe todos los días. Escribe en Nochebuena, en vacaciones… “Mucha gente me dice: ‘¿Por qué no te relajas?’. Y solo puedo contestarles: ‘Escribir es mi forma de relajarme”. Gran lectora de autores noruegos contemporáneos, trabaja a tiempo completo en literatura y se siente una privilegiada por ello. El rico Estado noruego, con un increíble sistema de protección del escritor y la industria del libro, le paga desde hace tres años un sueldo anual del equivalente en coronas a unos 25.000 euros que, junto con los ingresos que obtiene por el programa estatal de compra masiva de libros para las bibliotecas públicas, le permiten experimentar y probarse. Como novelista y también como poeta. Porque ella, ya puestos, aspira a explorar aún más poéticamente el alma humana: “Mi reto es publicar un libro de poesía, pero creo que no soy aún lo suficientemente buena. He estado trabajando en una colección de poemas durante 10 años y quizá en otros 10 esté terminada… Pero al menos estoy contenta de que haya cierta poética en mi prosa. ¿Que si la forma es tan importante como el lenguaje? Quizá más. Si el lenguaje es bueno puedes hacer interesante un trozo de pan. Tienes que poner algo de magia en las palabras. Literatura es poner magia en las palabras”.

https://elpais.com/cultura/2017/08/14/babelia/1502709482_079736.html?por=mosaico
 
Una vida con Sherlock Holmes
Los ensayos de Conan Doyle sobre literatura y escritura reflejan un cierto hartazgo de su propio detective

BERNA GONZÁLEZ HARBOUR
Madrid 21 AGO 2017 - 21:57 CEST
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El actor Basil Rathbone, en la piel de 'Sherlock Holmes'. THE GRANGER COLLECTION, NUEVA YORK

Sherlock Holmes se convirtió en una criatura tan real que los escolares franceses llegados a Londres querían ver su (inexistente) casa en Baker Street, y muchos lectores enviaban cartas a su creador para pedirle autógrafos de su detective. Cuando Arthur Conan Doyle anunció que Holmes se retiraba para dedicarse a la apicultura en South Downs, el escritor empezó a recibir misivas ofreciéndole ayuda para la tarea. “¿Necesitará el señor Holmes un ama de llaves para su casa de campo?”, se interesaba una de ellas. “Sé de alguien a quien le encanta la vida tranquila del campo, además de ser una mujer discreta como las de antes”. Y no era la única.

No importaban las excentricidades que se gastaba el detective en el 221 B de Baker Street con su propia casera y criada, la señora Hudson, ni el peligro en que ponía el inmueble virtual una y otra vez. Los candidatos a asistirle en su etapa como apicultor u otras eran reales, como reales eran las peticiones de ayuda que recibía el doctor Conan Doyle para que investigara misterios sin resolver.

El elegante sir británico (Edimburgo, 1859-Crowborough, 1930) dejó la huella de sus recuerdos en Mis libros, Ensayos sobre literatura y escritura, una sabrosa rareza para aficionados y curiosos que Páginas de Espuma ha traído a España en traducción de Jon Bilbao. Estará en las librerías a la vuelta del verano.

¿Es justo que la criatura adquiera más fama que el creador? ¿No es realmente digno de orgullo que Frankenstein, Sherlock, Dorian Gray, el Quijote o Sancho se conviertan en iconos y parte de nuestro imaginario sin que prestemos atención al autor? Conan Doyle se resiente un tanto de que su criatura le supere y lo narra divertido en sus ensayos, llenos de anécdotas sobre casos reales que reclamaban de él el planteamiento que hubiera hecho Holmes si hubiera vivido de verdad.


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Arthur Conan Doyle. KEYSTONE/GETTY


El escritor se atrevió a ello alguna vez. Y estos son los consejos que dejó para quien se atreva: lo primero es separar lo que es cierto de las conjeturas. Lo segundo, hacer deducciones. Lo tercero, preguntarse por qué: por qué el hombre en cuestión se fue de medianoche; por qué se cambió de ropa… Preguntas y ejercicios deductivos que chocan con aparatosidad con la realidad: cierta vez “que se produjo un robo en la posada del pueblo, el agente de policía local atrapó al culpable cuando yo no había llegado a nada más que deducir que se trataba de un zurdo calzado con botas de clavos”, narra Conan Doyle, plenamente consciente de sus limitaciones.

¡Ay! ese universo de huellas en el barro, de cabellos en el peine, de ropa abandonada y hojas blancas sometidas a pruebas químicas, cuando los crímenes no tenían el apoyo tecnológico de las redes, de los móviles o Internet. Holmes libraba sus batallas sin muchas más herramientas que su enorme inteligencia y su poder deductivo. Conan Doyle lo creó a partir del Dupin de Allan Poe, que actuaba a base de razonamientos, pero le dotó de una formación científica formidable para que fueran sus habilidades, y no su fortuna o la casualidad, las que merecieran la resolución del caso. “En esto fui un revolucionario y después muchos me han imitado”.

Pero los ensayos denotan hartazgo, miedo a aburrirse y a aburrir. “No quiero ser desagradecido con Holmes, a quien considero un gran amigo. Si alguna vez me he cansado un poco de él es porque es un personaje sin matices”, narra el escritor. “Es una máquina de calcular y cualquier cosa que añadas debilita esa impresión”. Lo mismo le pasa con Watson. “Para que un personaje sea verosímil hay que sacrificarlo todo a la coherencia”.

El autor intentó apartarse de Sherlock para promocionar otras obras (recalca que ha escrito “entre 20 y 30 obras de ficción, libros de historia sobre dos guerras, varios títulos de ciencia paranormal, tres de viajes, uno sobre literatura, varias obras de teatro, dos libros de criminología, dos panfletos políticos, tres poemarios, un libro sobre la infancia y una autobiografía”), pero sus intentos solían chocar con la demanda de más Holmes. Cierta vez alquiló un teatro con una obra suya que fracasó, y tuvo que improvisar una adaptación de Sherlock Holmes para no perder el dinero. Otra vez montó una consulta oftalmológica y se aburría tanto entre paciente y paciente que dedicó el tiempo a escribir relatos que publicaba en revistas… sobre Sherlock Holmes. Y le agradece el éxito, pero a la vez le reprocha que sus trabajos “más serios” no hayan tenido mayor reconocimiento.

Las aventuras de Sherlock Holmes, 1892) y aceptó otros seis (Memorias de Sherlock Holmes, 1893); le retiraba o le mataba creyendo que estaba agotado, pero al final acabó produciendo 56 relatos y cuatro novelas durante cuatro décadas que opacaron absolutamente el resto de su producción. Creía que “las buenas obras literarias son las que hacen que el lector sea alguien mejor, pero nadie puede mejorar por leer a Sherlock Holmes”, escribió, honesto. Frente a todos los que hoy defienden la conversión de la literatura criminal en un género en mayúsculas, Conan Doyle les arroja un jarro de agua fría desde la tumba: “No era mi intención hacer una obra mayor y ninguna historia de detectives podrá serlo nunca; todo lo relacionado con temas criminales no es más que una forma barata de despertar el interés del lector”. Y claro que no creó literatura en mayúsculas, pero sí un icono de la cultura popular británica que sigue originando películas, visitas a Baker Street –ahora sí existe un museo de su falso hogar- y nuevas ediciones. Porque, aunque no fuera su intención, el mundo fue mejor con Sherlock Holmes.

https://elpais.com/cultura/2017/08/21/actualidad/1503315459_069366.html

 
Una vida con Sherlock Holmes
Los ensayos de Conan Doyle sobre literatura y escritura reflejan un cierto hartazgo de su propio detective

BERNA GONZÁLEZ HARBOUR
Madrid 21 AGO 2017 - 21:57 CEST
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El actor Basil Rathbone, en la piel de 'Sherlock Holmes'. THE GRANGER COLLECTION, NUEVA YORK

Sherlock Holmes se convirtió en una criatura tan real que los escolares franceses llegados a Londres querían ver su (inexistente) casa en Baker Street, y muchos lectores enviaban cartas a su creador para pedirle autógrafos de su detective. Cuando Arthur Conan Doyle anunció que Holmes se retiraba para dedicarse a la apicultura en South Downs, el escritor empezó a recibir misivas ofreciéndole ayuda para la tarea. “¿Necesitará el señor Holmes un ama de llaves para su casa de campo?”, se interesaba una de ellas. “Sé de alguien a quien le encanta la vida tranquila del campo, además de ser una mujer discreta como las de antes”. Y no era la única.

No importaban las excentricidades que se gastaba el detective en el 221 B de Baker Street con su propia casera y criada, la señora Hudson, ni el peligro en que ponía el inmueble virtual una y otra vez. Los candidatos a asistirle en su etapa como apicultor u otras eran reales, como reales eran las peticiones de ayuda que recibía el doctor Conan Doyle para que investigara misterios sin resolver.

El elegante sir británico (Edimburgo, 1859-Crowborough, 1930) dejó la huella de sus recuerdos en Mis libros, Ensayos sobre literatura y escritura, una sabrosa rareza para aficionados y curiosos que Páginas de Espuma ha traído a España en traducción de Jon Bilbao. Estará en las librerías a la vuelta del verano.

¿Es justo que la criatura adquiera más fama que el creador? ¿No es realmente digno de orgullo que Frankenstein, Sherlock, Dorian Gray, el Quijote o Sancho se conviertan en iconos y parte de nuestro imaginario sin que prestemos atención al autor? Conan Doyle se resiente un tanto de que su criatura le supere y lo narra divertido en sus ensayos, llenos de anécdotas sobre casos reales que reclamaban de él el planteamiento que hubiera hecho Holmes si hubiera vivido de verdad.


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Arthur Conan Doyle. KEYSTONE/GETTY


El escritor se atrevió a ello alguna vez. Y estos son los consejos que dejó para quien se atreva: lo primero es separar lo que es cierto de las conjeturas. Lo segundo, hacer deducciones. Lo tercero, preguntarse por qué: por qué el hombre en cuestión se fue de medianoche; por qué se cambió de ropa… Preguntas y ejercicios deductivos que chocan con aparatosidad con la realidad: cierta vez “que se produjo un robo en la posada del pueblo, el agente de policía local atrapó al culpable cuando yo no había llegado a nada más que deducir que se trataba de un zurdo calzado con botas de clavos”, narra Conan Doyle, plenamente consciente de sus limitaciones.

¡Ay! ese universo de huellas en el barro, de cabellos en el peine, de ropa abandonada y hojas blancas sometidas a pruebas químicas, cuando los crímenes no tenían el apoyo tecnológico de las redes, de los móviles o Internet. Holmes libraba sus batallas sin muchas más herramientas que su enorme inteligencia y su poder deductivo. Conan Doyle lo creó a partir del Dupin de Allan Poe, que actuaba a base de razonamientos, pero le dotó de una formación científica formidable para que fueran sus habilidades, y no su fortuna o la casualidad, las que merecieran la resolución del caso. “En esto fui un revolucionario y después muchos me han imitado”.

Pero los ensayos denotan hartazgo, miedo a aburrirse y a aburrir. “No quiero ser desagradecido con Holmes, a quien considero un gran amigo. Si alguna vez me he cansado un poco de él es porque es un personaje sin matices”, narra el escritor. “Es una máquina de calcular y cualquier cosa que añadas debilita esa impresión”. Lo mismo le pasa con Watson. “Para que un personaje sea verosímil hay que sacrificarlo todo a la coherencia”.

El autor intentó apartarse de Sherlock para promocionar otras obras (recalca que ha escrito “entre 20 y 30 obras de ficción, libros de historia sobre dos guerras, varios títulos de ciencia paranormal, tres de viajes, uno sobre literatura, varias obras de teatro, dos libros de criminología, dos panfletos políticos, tres poemarios, un libro sobre la infancia y una autobiografía”), pero sus intentos solían chocar con la demanda de más Holmes. Cierta vez alquiló un teatro con una obra suya que fracasó, y tuvo que improvisar una adaptación de Sherlock Holmes para no perder el dinero. Otra vez montó una consulta oftalmológica y se aburría tanto entre paciente y paciente que dedicó el tiempo a escribir relatos que publicaba en revistas… sobre Sherlock Holmes. Y le agradece el éxito, pero a la vez le reprocha que sus trabajos “más serios” no hayan tenido mayor reconocimiento.

Las aventuras de Sherlock Holmes, 1892) y aceptó otros seis (Memorias de Sherlock Holmes, 1893); le retiraba o le mataba creyendo que estaba agotado, pero al final acabó produciendo 56 relatos y cuatro novelas durante cuatro décadas que opacaron absolutamente el resto de su producción. Creía que “las buenas obras literarias son las que hacen que el lector sea alguien mejor, pero nadie puede mejorar por leer a Sherlock Holmes”, escribió, honesto. Frente a todos los que hoy defienden la conversión de la literatura criminal en un género en mayúsculas, Conan Doyle les arroja un jarro de agua fría desde la tumba: “No era mi intención hacer una obra mayor y ninguna historia de detectives podrá serlo nunca; todo lo relacionado con temas criminales no es más que una forma barata de despertar el interés del lector”. Y claro que no creó literatura en mayúsculas, pero sí un icono de la cultura popular británica que sigue originando películas, visitas a Baker Street –ahora sí existe un museo de su falso hogar- y nuevas ediciones. Porque, aunque no fuera su intención, el mundo fue mejor con Sherlock Holmes.

https://elpais.com/cultura/2017/08/21/actualidad/1503315459_069366.html
Hola @pilou12 , ya en plena comida en la Ibérica Peninsula, con mi agradecimiento y con tu permiso, pretendo complementar este magnífico post con una pelìcula, terreno (y ya me conoces) en el que me muevo como "pez en el agua".

"Young Sherlock Holmes / El Secreto de la pirámide" (1985), Barry Levinson; con Nicholas Rowe, Alan Cox y Sophie Ward.
Cuando una oleada de extraños y horribles asesinatos mantienen en suspenso a Londres, el joven Sherlock Holmes y su nuevo amigo Watson se ven involucrados, casi sin advertirlo, en una oscura trama. Y el detective en ciernes se lanza a investigar y resolver el caso más sorprendente de su extraordinaria carrera. (FILMAFFINITY)





 
Una está leyendo los Episodios Nacionales, la primera y segunda series, estoy con la cuarta, porque la tercera, ni modo conseguirla, ni Casa del libro, ni Fnac, ni internet, no la encuentro por ningún sitio y me gustaría leerla como se escribió.

No sé si es novela negra, pero me ha gustado mucho, La verdad sobre el caso Harry Quebert de Jöel Dicker.

La trilogía de Cicerón de Robert Harris, también es interesante.
 
¿ Alguién por aquí está leyendo Pisa mi corazón de Elisa Beni para cambiar impresiones ?
 
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