Libros, libros, libros

De este verano, me han gustado todos:

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Ahora acabo de empezar La llama de Alejandría, de un novelista alemán.

Os lo recomiendo si os va la novela histórica y de aventuras.

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CRÓNICA
La desaparición que conmocionó a Reino Unido
Los 11 días perdidos de Agatha Christie
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Las publicaciones de la escritora británica fueron reconocidas a nivel internacional.



Chocó su coche adrede, se escondió tras el apellido de la amante de su esposo, tuvo a toda Inglaterra buscándola...

¿Pretendió la reina del crimen que fuese sospechoso de asesinato su marido?

Aquí la historia, mezcla de celos, amantes, depresión y arrepentimiento, que ha reconstruido su biógrafo

La historia que cuento en estas líneas podría ser perfectamente uno más de los 66 relatos que creó Agatha Christie. Todos sus personajes, los extraños giros de guión y el sorprendente final podrían pertenecer a cualquiera de las novelas salidas de la mente de su autora, pero no es el caso. Lo que van a leer a continuación es quizás el relato más intrigante de la Reina del Crimen. Haciendo cierta esa frase que dice que "la realidad puede superar con creces la ficción", Agatha Christie protagonizó uno de los sucesos más extraños y enigmáticos de la historia de las letras. Y eso no es poco decir para la que es considerada de forma unánime como la maestra absoluta de la literatura de misterio.

Pongámonos en situación. En 1926, Agatha Christie se esfumó de su casa durante 11 días, provocando una conmoción total en el Reino Unido y una de las búsquedas de desaparecidos más grandes que había visto jamás aquel país. Solo ahora, 91 años después, se sabe exactamente que sucedió durante aquellas casi dos semanas... o casi, porque todavía hay dos teorías abiertas. Pero vayamos por partes.

En 1926, la Inglaterra post-eduardiana está en su apogeo. El país británico, aún recuperándose de las heridas de la I Guerra Mundial, todavía es el líder indiscutible de Occidente, con un inmenso imperio colonial repartido por todo el globo y una enorme potencia industrial y cultural, aunque los primeros síntomas de su decadencia ya se asoman por el horizonte.

Ajenos a todo a esto, en Berkshire, un condado del sudeste del país, vive Agatha Christie con su marido, Archibald Christie. Él es un coronel del ejercito británico y ella se está revelando como una de las escritoras más talentosas de toda su generación. Sus primeros títulos se venden con rapidez y una legión de lectores crece a lo largo de todo el mundo deseando disfrutar de la siguiente aventura de misterio que salga de la cabeza de la señora Christie. Años antes de la aparición de los superventas masivos de nuestros días, Agatha Christie ya había alcanzado la categoría de estrella literaria por meritos propios. Su nombre era conocido en todas partes y gozaba de un status social y cultural elevado. Era, por decirlo en términos contemporáneos, lo suficientemente famosa para no pasar desapercibida.

Sangre en el coche
Y de repente, un día, desapareció. El 3 de diciembre de 1926, a eso de las 21:45, Agatha salió de su casa de Berkshire a bordo de su coche, un Morris Crowley, después de indicarle a su secretaria que se dirigía a Yorkshire a pasar la noche. Unas horas más tarde su vehículo aparecía abandonado en Newlands Corner, muy cerca de un lago, con restos de sangre en su interior, el abrigo y el carnet de conducir de la escritora, pero aparte de eso no había ni el menor rastro de ella. Era como si se hubiese evaporado.

La conmoción que produjo este suceso fue increíble. Sus cientos de miles de seguidores comenzaron a bombardear las redacciones de los periódicos con cartas (eran otros tiempos) exigiendo saber su paradero hasta tal extremo que un tabloide llegó a ofrecer 100 libras, una fortuna para la época, a cualquiera que pudiese dar una pista sobre el destino de la escritora.

La inquietud pública llegó a tal extremo que incluso el Ministro de Interior británico presionó a Scotland Yard para que intensificase la búsqueda. Durante 11 días se llevó a cabo en el Reino Unido la operación policial más grande que hasta entonces había visto el país. Mil agentes de policía, más de 15.000 voluntariosorganizados, varios aviones y una cantidad indeterminada de espontáneos se sumaron a la búsqueda infructuosa de Agatha Christie, peinando palmo por palmo el pequeño condado rural en el que se había esfumado, sin ningún resultado. Su foto estaba en carteles, pasquines y portadas de diarios, hasta el extremo que incluso el New York Times se hizo eco de la desaparición. A la búsqueda se sumó también otro escritor, Sir Arthur Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes que, desesperado por no encontrar ni un solo rastro de su colega de oficio, se agenció un guante de Agatha Christie para entregárselo a una medium y conseguir por vías sobrenaturales lo que forenses y Policía no podían lograr.

Pese a todos estos esfuerzos, el resultado era desolador. Como en una de sus novelas, el cuerpo de la víctima no aparecía y las pistas no parecían llevar a ninguna parte... hasta que de repente Agatha Christie reapareció.

El 14 de diciembre de 1926 fue identificada como una huésped del Swan Hydropathic Hotel en Harrogate, relativamente cerca del lugar en el que había dejado el coche, donde aparecía registrada como Nancy Neele. La escritora no sabía quién era ni por qué estaba allí y tampoco fue capaz de reconocer a su marido cuando este llegó a su encuentro.

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Cartel anunciando la desaparición de Agatha Christie.


Durante varias semanas recibió un tratamiento psiquiátrico hasta que recuperó la memoria, pero aún así no podía explicar qué había sucedido durante esos días, ni dónde había estado. Se dijo que había sufrido un episodio de fuga psicogénica una especie de crisis nerviosa, ocasionada por su propensión a la depresión agravada por la muerte de su madre a principios de año y las infidelidades de su marido. Según esta explicación, durante todo ese tiempo, la señora Christie habría estado tan ausente que incluso habría sido incapaz de reconocerse a si misma en los periódicos. Mientras tanto, la opinión pública reaccionó con furia contra ella, ya que muchos creyeron que había fingido su desaparición como truco publicitario.

La explicación oficial siempre ha dado lugar a muchas dudas, ya que hay demasiadas cosas sin explicar. Sin embargo, Agatha Christie mantuvo un obstinado silencio sobre este asunto toda su vida y la autora se llevó las respuestas a la tumba en 1976. Y de repente, cuando todo parecía condenado al olvido, aparece una posible solución al enigma.

Hace unas semanas su biógrafo más reconocido, Andrew Wilson, publicó una teoría casi definitiva sobre lo que sucedió durante esos 11 días, en una historia que mezcla celos, amantes, depresión y arrepentimiento. Pero, como haría Hércules Poirot, analicemos con calma los hechos para descubrir la verdad.

El día de su desaparición Agatha Christie acababa de tener una fuerte discusióncon su marido, Archibald. Se había enterado no solo de que él tenía una amante, sino que estaba pensando en dejarla para irse a vivir con ella. Archibald le había pedido el divorcio y ese mismo día pensaba irse con Nancy Neele -la amante- a pasar el fin de semana juntos. Esto fue un mazazo para Agatha. Según su biógrafo, "estaba deprimida. Sufría de insomnio, comía poco, se sentía confundida, sola y desesperadamente infeliz". Esto le llevó a dar un paso del que más tarde se arrepentiría: Agatha Christie intentó suicidarse.

Subida en su Morris Crowley comenzó a recorrer carreteras rurales inglesas sin un rumbo correcto, hasta que vio un árbol que le parecía adecuado para sus fines. Con un escalofrió de determinación, apretó el acelerador y sujetó con fuerza el volante, dispuesta a estrellarse y acabar con su vida... pero en el último segundo se arrepintió.

Nunca sabremos si fue por miedo, arrepentimiento o un simple fallo de cálculo, pero lo cierto es que no llegó a impactar contra el árbol. El Morris se salió de la calzada con un zigzagueo, apenas rozando el árbol lo suficiente como para dejar unas marcas en la carrocería, hasta detenerse en la zanja donde más tarde apareció. Agatha Christie salió del vehículo con un par de rasguños, magullada y sobre todo aterrorizada por lo que había estado a punto de hacer.

Mujer de fuertes convicciones católicas, el su***dio era un tabú moral para ella, algo absolutamente inasumible. Asomada al borde de su propio abismo interior e incapaz de ver el fondo, la autora tocó uno de los puntos más bajos de su vida. Si hacemos caso a la teoría de Andrew Wilson, podemos imaginarnos el aspecto de la mujer mientras se echaba a andar de madrugada, sin abrigo, alejándose del lugar del siniestro, arrasada por las lágrimas e incapaz de pensar con claridad. Sin duda caminó durante horas en medio de la noche helada, durante el tiempo suficiente para calmarse un poco y ser capaz de tomar al menos una decisión de urgencia: desaparecería por un tiempo hasta que se aclarasen sus ideas. Sin ser consciente de su propia fama y del tamaño de su figura pública, daba así pie a una cascada de acontecimientos que ni ella podía haber imaginado.

En una muestra de ironía británica -o de delicado resentimiento femenino- decidió inscribirse en el hotel como Nancy Neele... el nombre de la amante de su marido. Durante 11 días, mientras el huracán mediático se desataba a su alrededor, Agatha Christie vivía como una reclusa en el interior del hotel, seguramente sobrepasada por el aluvión de acontecimientos que sin pretenderlo, había desatado con su desaparición. Finalmente, sucedió lo inevitable: uno de los empleados del hotel la reconoció y avisó a la policía, que rápidamente convergió allí.

Según Wilson, jamás existió la pérdida de memoria esgrimida como causa oficial de la desaparición (El hecho de haberse registrado con el nombre de la amante de su marido lo delata, así como que el dato crucial de que la autora llevaba consigo su propia documentación). Ante la incómoda situación, Agatha Christie decidió fingir que había sufrido un ataque de amnesia, una postura que hoy sin duda nos parece ridícula pero que encajaba perfectamente en la mentalidad de la época, que consideraba todavía a las mujeres como seres mentalmente nerviosos e inestables. De esta manera se evitaba pasar la vergüenza pública de reconocer que había pasado 11 días escondida, sobrepasada por los acontecimientos y de rebote ponía en una incómoda situación a su marido, Archibald, que veía aireada su infidelidad. Un doble combo brillante por parte de una mente prodigiosa.

El plan de Christie
Y así acaba la historia... o quizás no. Otra teoría, que choca con la de Wilson, es mucho más sombría y rebuscada. Según los defensores de esta segunda tesis, lo que buscaba Agatha Christie desde el principio era conseguir que su marido fuese acusado de asesinato. Para ello habría urdido un plan que, como en la mejor de sus novelas, lo incluía todo. Por una parte, Archibald tenía suficientes motivos para desear la muerte de su esposa. Estar casado con Agatha suponía un serio impedimento para sus planes de futuro con Nancy. El militar sabía que el divorcio le supondría un escándalo social considerable, además de costarle una pequeña fortuna y, lo más importante, la posible pérdida de la custodia de la hija en común. Y además estaba un asunto que no era precisamente menor, la gestión de los derechos de autor que en ese momento ya generaba la marca Agatha Christie, y que le corresponderían a él como administrador legal de la menor en caso de que la escritora desapareciera. Por otra parte la oportunidad -un solitario viaje por carretera hasta Yorkshire- era perfecta para llevar a cabo el golpe. Si a usted lector/a todo esto le parece razonable, o al menos plausible, algo por el estilo debió pensar Agatha Christie -o al menos eso mantienen los defensores de esta segunda teoría-, cuando orquestó su desaparición con el objeto de que la Policía llegase a la misma conclusión y detuviesen a Archibald Christie.

Sea cierta una u otra de las teorías, lo único seguro es que la vida de la autora de Asesinato en el Orient Express o Diez negritos es sin duda lo suficientemente interesante como para escribir una novela. Menuda casualidad.


http://www.elmundo.es/cronica/2017/08/18/598e003546163f445c8b45be.html

Ver el archivo adjunto 562467
Dicen que fue para vengarse del marido, que la había abandonado, o una estrategia publicitaria (Acababa de publicar su nuevo libro).
 
Hola @pilou12 , ya en plena comida en la Ibérica Peninsula, con mi agradecimiento y con tu permiso, pretendo complementar este magnífico post con una pelìcula, terreno (y ya me conoces) en el que me muevo como "pez en el agua".

"Young Sherlock Holmes / El Secreto de la pirámide" (1985), Barry Levinson; con Nicholas Rowe, Alan Cox y Sophie Ward.
Cuando una oleada de extraños y horribles asesinatos mantienen en suspenso a Londres, el joven Sherlock Holmes y su nuevo amigo Watson se ven involucrados, casi sin advertirlo, en una oscura trama. Y el detective en ciernes se lanza a investigar y resolver el caso más sorprendente de su extraordinaria carrera. (FILMAFFINITY)






Es una de las películas favoritas de mi infancia, aunque no soy de los 80... :p
 
Ahora voy a empezar a leer "Pérez Galdós y la música" de Pedro Schleter. El escritor es canario pero de origen alemán.

¡Ya me enteraré qué relación pudo tener Pérz Galdós con la música!.
 

¿Cercad@ por adolescentes imposibles? 6 novelas para que maduren a librazos

Mira que hay momentos turbios en la vida de cada cual, pero el paso de la juventud a la madurez es uno de los tránsitos más escarpados, confusos, aterradores, excitantes y demoledores de la existencia humana.


(Taxi Driver, 1976 / Columbia Pictures)

Y es lógico, porque si lo pensamos con frialdad el proceso en sí es escalofriante, ya que durante un tiempo cohabitan dentro de cada cual dos seres antagónicos y en pie de guerra: el infante que se va y el proyecto de adulto que viene para quedarse, aunque no sabe muy bien cómo ni por qué. A la constante lucha interna le siguen ciertos periodos de paz, treguas pactadas en los que emerge un único ser con trazas de ambos y que se muestra ante el mundo entre ridículo, melancólico y desafiante.

Vivir ese brote psicótico efímero de epidermis para adentro y capearlo entre líneas como solemos hacer los bibliófagos es una cosa, pero observar la mutación desde la barrera y convivir en mayor o menor grado con esa criatura híbrida, obtusa, a ratos dulce e infantil y a ratos libertina, irreverente y chillona es, cuanto menos, desconcertante y casi siempre desquiciante.

Por eso cuando se adentran en mis confines padres, abuelos, tíos, padrinos e incluso hermanos en busca de una lectura que apacigüe, consuele e ilumine a “su bestia casera” me tintinea hasta el último pelo de mi pelucón. Hay muchas, muchísimas novelas de iniciación, aprendizaje o paso a la madurez firmadas por titanes de las letras que pueden llegar a ser el corcho al que la criaturita se puede aferrar en episodios de naufragios emocionales.

Yo tengo mi propia receta, mi selección de títulos imprescindibles para poder llegar a ser un ser humano de pro, y siempre que la Providencia Librera tiene a bien darme la ocasión yo prescribo mis seis títulos a discreción.

Y hoy ha sido uno de esos días. Una reginaexlibrislandiana asidua llegó pidiendo socorro:

Clienta: Regina, ¿qué tal? Verás, NECESITO ayuda.

Regina ExLibris: ¿qué te pasa?

Clienta: Me quedo con mi sobrino casi un mes y no hay quien lo tosa. Su madre tuvo que irse al extranjero, y como estoy de vacaciones me ofrecí a llevármelo y así pasar tiempo con él. Pero no llevo ni dos días Y NO PUEDO MÁS. ¡ES QUE NO PUEDO MÁS, REGINA!

Regina ExLibris: Pero, veamos, calma ¿qué edad tiene? ¿tiene algún problema?

Clienta: Va a cumplir 17. Y su problema es ese, que no sabe si mata o espanta. Está insoportable, nada le parece bien, a ratos está lloroso y otros me gruñe, es todo pose y no quiere saber nada del mundo más allá de su consola o su Smartphone. Se cierra en manda, en plan Werther, ya sabes.

Regina ExLibris: ¡Uffff, eso es un adolescente en todo su desquiciante esplendor!

Clienta: Sí, hija, sí. El caso es que nos vamos unos días a un lugar al que, prepárate, no puede llevarse la consola, no hay Internet y apenas hay cobertura… Imagínate el cuadro cuando se ha enterado: decir Guernica es suavizar mucho la escenita que me ha montado. Total, que he pensado que igual tienes en el pelucón alguna prescripción para estos casos extremos.

Regina ExLibris: ¡Ja, ja, ja! Sí, claro que la tengo. De hecho son seis las novelas que recomiendo para ataques de adolescencia extrema.

Así que ahora imagináis lo que viene, reginaexlibrislandianos de pro. Me saqué del pelucón 6 novelas para madurar a librazos que mi reginaexlibrislandiana se llevó proyectando en ellos todas sus esperanzas de materializar una convivencia pacífica con su sobrino en el retiro al que se dirigen.

¿Listos? Veámoslos:

1. Retrato del Artista Adolescente. James Joyce. Alianza. Stephen Dedalus es el alter ego de James Joyce en Retrato del artista adolescente, un fascinante viaje por el laberinto de emociones, anhelos y contradicciones de un joven dublinés en lucha contra la tradición católica y las convenciones burguesas bajo las que se siente anulado. Y mientras el sensible Dedalus trata de ser él mismo, arrastra al lector en su torrente de pensamientos en pleno desfiladero por la crisis de adolescencia, basculando entre la juventud y la madurez, con un espíritu artístico en ebullición y la dolorosa búsqueda de una voz propia con la que darle forma al mundo. Brillante.


Retrato del Artista Adolescente

2. Demian. Herman Hesse. Alianza. El genio alemán H. Hesse esboza en Demian la lucha interna de Emil Sinclair, un joven que se rebela contra el entorno luminoso y armónico de su niñez, al que él sabe que ya no pertenece, para emprender la búsqueda intuitiva y dolorosa de una identidad y un destino propios en la sordidez del mundo de los adultos. Su guía y referente a lo lardo del relato de su crecimiento físico y espiritual será el carismático Demian, un magnético muchacho que lleva el estigma de los capaces de ser ellos mismos. Maravillosa de principio a fin.


Demian



3. Canadá. Richard Ford. Anagrama. Con uno de los arranques de novela más poderosos y rotundos de las últimas décadas Ford noquea al lector con el detonante de la odisea a la madurez de un quinceañero norteamericano. Se llama Dell Parsons, a sus padres los han detenido después de que atracaran un banco y la existencia de él y de su hermana gemela ha estallado por los aires. Sin salida, Dell huye a Montana para luego cruzar la frontera canadiense, donde le aguarda un turbio americano enigmático y violento que se hará cargo de él. Y en ese nuevo entorno, Dell tratará de recoger los pedazos de sí mismo y de su inocencia perdida para tratar de recomponerlos y ver qué clase de hombre puede llegar a ser.


Canadá

4. La Metamorfosis. Kafka. Alianza. Un anodino viajante de comercio amanece convertido en un insecto repulsivo. Pero, paradójicamente, lo que Gregorio Samsa vive como una liberación de su identidad, más que como una mutación, provocará el rechazo implacable de su familia. La Metamorfosis es una aplastante alegoría de la extrañeza del hombre ante el mundo que condensa toda la intensidad de Kafka. Es uno de esos libros que todo el mundo debería leer al menos una vez en la vida. Tiene muchos contextos, infinitos matices, una vastedad de interpretaciones única y especial, y está dotado de una carga emocional tan fuerte y tan intensa que es imposible entrar en ese viaje kafkiano y no terminar absolutamente abrumado por la transformación de Gregorio Samsa y por la simbiosis con él. Y que quien jamás se haya sentido como una cucaracha en un plato de arroz, tire la primera manzana.


La Metamorfosis

5. El guardián entre el centeno. J.D. Salinger. Alianza. Holden Cauldfiel es un adolescente cercado por su fracaso escolar, la rigidez de su familia, la muerte de su hermano, el s*x* y las dudas, que decide pasar unos días solo en Manhattan antes de regresar a su casa para enfrentarse con su familia tras su expulsión del internado en el que residía. De esta forma y en ese estado de confusión, desconcierto y ansiedad Holden recorre la gélida Manhattan del invierno de 1949 con inolvidables escalas en el Edmont Hotel, el Greenwich Village, el Radio City Music Hall, la Grand Central Station, el Rockefeller Center, Central Park, el Museo de Historia Natural… y algún que otro tugurio cargado de humo, testosterona y alcohol. El guardián entre el centeno es su confesión a quemarropa y sin tapujos, la disección de su mente y alma adolescentes destiladas con su propio lenguaje, y la radiografía de Salinger de un muchacho devorado por las contradicciones que entrañan el cambio de piel de chico a hombre.


El guardian entre el centeno

6. La hoja plegada. William Maxwell. LIbros del Asteroide. En los suburbios del Chicago de los años veinte, dos chicos antagónicos inician una insólita amistad: Lymie Peters, un muchacho empollón, esmirriado y un poco patoso, y el recién llegado Spud Latham, un verdadero atleta y estudiante mediocre. Spud acepta la devoción de Lymie sin cuestionarla, pero al terminar el instituto y comenzar la universidad, aparecen las primeras tensiones entre ellos. Lymie es el primero en conocer a Sally Forbes, pero ella se enamorará de Spud; este hecho marcará el inicio del distanciamiento entre los dos amigos. Pero la ruptura es más de lo que Lymie podrá soportar. Y es con las vidas de ambos muchachos como Maxwell, legendario editor del New Yorker y uno de los gigantes de la literatura norteamericana del XX, hilvana un maravilloso, sutil, divertido y conmovedor relato sobre la amistad, la búsqueda de referentes y el paso de la juventud a la edad adulta.

https://blogs.20minutos.es/diariode...sibles-6-novelas-para-que-maduren-a-librazos/
 
¿FUE DERRIBADO POR AVIONES BRITÁNICOS?
La misteriosa muerte de Glenn Miller durante la Segunda Guerra Mundial
Durante décadas han proliferado las teorías que intentaban explicar la desaparición del músico en el Canal de la Mancha. Un nuevo libro da el carpetazo final a las elucubraciones
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Los restos del trombonista nunca fueron encontrados. (Cordon Press)
AUTOR
HÉCTOR G. BARNÉS
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30.08.2017 – 05:00 H. - ACTUALIZADO: 1 H.
El 15 de diciembre de 1944, el director de orquesta y trombonista Glenn Millerse subió a un UC-64 Norseman en el aeropuerto de Clapham, a las afueras de Bedford (Inglaterra). El futuro era prometedor. El final de la guerra no parecía tan lejano, así que su plan era volar a París para preparar el concierto de Navidad y elevar la moral de las tropas como llevaba haciendo desde un par de años antes, cuando finalmente logró alistarse para ayudar a su país durante la Segunda Guerra Mundial, tras ser rechazado varias veces por su edad. Sería su último viaje: poco después del despegue, cuando sobrevolaba el Canal de la Mancha, se perdió contacto con el aparato y nunca se volvió a saber de él. Nueve días después, fue declarado muerto.

La desaparición de una de las figuras capitales de la música popular de la primera mitad del siglo XX ha dado lugar a infinidad de especulaciones, ya durante los primeros días después de esfumarse en mitad del aire. Algunos afirmaban que había caído en manos nazis y que había sido torturado hasta la muerte; otros, que su presunta desaparición era un montaje ya que realmente sí había llegado a París, donde había fallecido en brazos de una prost*t*ta. La teoría conspiratoria más popular durante las últimas décadas es la que sugiere que Miller fue abatido por un escuadrón de la Real Fuerza Aérea Británica.

Durante décadas se ha especulado con la posibilidad de que el avión en el que viajaba el músico fuese derribado por 139 bombarderos

Esta última versión se popularizó en 2001 gracias a un documental inglés que presentaba el testimonio de Fred Shaw, que había pasado cinco décadas asegurando que su escuadrón había derribado el UC-64 de Miller, una conclusión a la que llegó después de ver 'Música y lágrimas', dirigida por Anthony Mann y James Stewart en el papel del músico. “Vi un pequeño monoplano, un Noorduyn Norseman”, aseguraba. Según su teoría, el avión de Miller fue derribado por los 139 bombarderos Lancaster que volvían de una expedición en Alemania y que dejaron caer sus bombas sobre el Canal de la Mancha.


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Glen Miller, actuando para el ejército americano en 1942. (The Granger Collection/Cordon Press)



Un nuevo libro titulado 'Declassified' (Potomac Books) intenta poner un poco de orden en esta telaraña de especulaciones y dejar que la sencilla verdad prevalezca. Según su autor, el piloto Dennis M. Spragg, que lleva casi 10 años investigando sobre la misteriosa desaparición de Miller, lo más probable es también lo más obvio: el autor de 'In the Mood' simplemente se estrelló en el agua, y en su muerte no hay espacio para las conspiraciones ni para la especulación. La conclusión, para el consultor de la fundación dedicada al músico, es clara: “La RAF no mató accidentalmente al mayor Glenn Miller”.

Las cosas no cuadran
Hay una razón concluyente para defender que el final del músico no fue propiciado por la fuerza área británica, y es que estos soltaron sus bombas 90 minutos antes de que el avión de Miller desapareciese. No es la única. Según el testimonio de Shaw, este vio al monoplaza del músico por debajo del escuadrón, pero los Lancaster vuelan, como muy bajo, a 5.000 pies sobre el suelo, y la altitud recomendada para el bombardeo es de 6.000. El avión de Miller probablemente estaría tan bajo que no sería visible desde la altura del escuadrón de Shaw.

Estaba volando demasiado bajo, a menos de 2.000 pies, y expuso al aeroplano a congelarse. El hielo provocó que el motor deje de funcionar

Para el piloto, no cabe ninguna duda de que no era Shaw, sino todos aquellos que le desacreditaron hace más de 30 años como un charlatán, los que tenían razón. Si, como explicaba, había visto un avión desorientado mientras atravesaban el Canal de la Mancha –el de Miller–, o si incluso lo habían derribado por error, debían haber avisado por radio. “Era la obligación de todos los aviadores reportar todo avión amigo perdido sobre el territorio aliado”, explica el autor. No solo no avisaron en el momento, es que tampoco lo hicieron después.

¿Por qué, por lo tanto, se ha aceptado de manera más o menos unánime la versión del accidente durante las últimas décadas? Según Spragg, porque la mayor parte de investigadores han pasado por alto (¿intencionadamente?) los datos que podían poner en duda dicha versión y dado más relevancia a aquellos que apoyaban su tesis; al fin y al cabo, la mayoría de ellos estaban al alcance de cualquiera que quisiera investigar en profundidad. Lo más probable es que el avión estuviese volando demasiado bajo a causa de la escasa visibilidad, y que el trágico desenlace se produjese a causa de la congelación del combustible.


El avión de Miller estaba conducido por un piloto con experiencia, pero probablemente el accidente fue ocasionado por un error humano, que convirtió en letal un fallo mecánico. “Estaba volando demasiado bajo, a menos de 2.000 pies, y expuso al aeroplano a congelarse”, desvela en 'The Guardian'. “El hielo provoca que el motor deje de funcionar adecuadamente”. Como recuerda Spragg, los informes de la fuerza aérea desvelan que la congelación de los motores en dichas condiciones era habitual. El margen de maniobra en dicho caso era muy escaso si, como sospecha el autor, el avión volaba bajo. Probablemente, menos de ocho segundos. Al estar construido con materiales ligeros, la avioneta se desintegró al impactar con el agua, lo que explicaría por qué no se han encontrado sus restos.

Todo en orden para la posteridad
La motivación de Spragg para averiguar qué ocurrió realmente con Miller no se debe ni a la curiosidad ni al interés personal, sino que se trata de una petición expresa de Steven Davis Miller, hijo del músico que falleció en 2012. “Steve estaba harto de haber tenido que escuchar toda su vida teorías de la conspiración”, recuerda el autor de 'Declassified'. “Y me dijo 'confío en ti para que saques esto adelante, y si quieres, estúdialo, ve donde tengas que ir, rebusca en los archivos que necesites, pides permisos, pero averigua qué ocurrió de verdad”.

Miller hablaba alemán en algunas participaciones de la radio como un acto de contrapropaganda para alcanzar al público germano

Así que, 70 años más tarde, este libro busca que de una vez por todas Miller descanse en paz, lejos de las teorías de nazis torturadores, prost*tutas rompecorazones o elucubraciones con que el trombonista fuese un espía, como han sugerido algunas versiones. Algo que Spragg también descarta; el hecho de que hablase en alemán en la radio como un acto de contrapropaganda no quiere decir que se internase en las líneas enemigas. Estas teorías no son más que la previsible especulación que suele rodear a las muertes de las grandes celebridades, especialmente si resultan truculentas. Y no cabe duda de que en 1944, Miller era uno de los estadounidenses más queridos, tanto por su música como por su voluntad de combatir el nazismo.

https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-08-30/misteriosa-muerte-glen-miller_1435383/
 
SE CUMPLEN 150 AÑOS
Afásico, sifilítico y maldito: así murió la bestia Baudelaire
El problema del prístino poeta en la actualidad es el de muchos otros iconos, que de tan importantes se han vuelto perfectos para enhebrar lemas
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Baudelaire
AUTOR
JORDI COROMINAS I JULIAN
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30.08.2017 – 18:33 H.

Charles Baudelaire murió el sábado 31 de agosto de 1867. La paradoja de su fallecimiento en el número uno de la parisina y anónima rue de Dome fue que un hombre tan locuaz exhalara su último suspiro sin poder hablar, víctima de afasia, una partícula más de la sífilis que le acompañó como mínimo desde 1860, cuando tras un ataque cerebral dijo sentir el roce de las alas de la imbecilidad.

Su vida puede estructurarse desde una serie de imágenes relevantes. La primera es de febrero de 1848, durante la Primavera de los Pueblos. Tiene veintisiete años, ha malgastado parte de la herencia paterna e incita a los sublevados de las barricadas a terminar con la vida del General Aupick, su padrastro. No creemos que le hicieran mucho caso. Esa fue la constancia de sus días, gritar y notar un profundo desdén de niño apartado del camino.


Cuatro años más tarde la situación política ha cambiado. Napoleón III ha fundado el Segundo Imperio y su todopoderoso prefecto Haussmann dilapida el presupuesto con la reforma de París. Las callecitas deben desaparecer para propiciar vías anchas que eviten la insalubridad y las revoluciones. En las memorias de Monsieur Claude hay un pasaje muy significativo. De la oscuridad se pasa a la luz de los bulevares. Una casa se asemeja a otra y lo mismo pasa con los hombres. Todo se repite al unísono para generar un tedio inmenso, el mismo que empuja al por entonces inédito poeta a pasear entre la multitud para sacudirse o reafirmarse, siempre su proverbial derecho a contradecirse, en el spleen.

Baudelaire caminaba desde una diferencia ignorada. Era un dandi y por lo tanto debía distinguirse por actitud y ropajes. En ese deambular por la novedad intuyó que lo efímero del presente bien podía llamarse modernidad. Reformuló y acuñó el término mientras recorría quilómetros a la búsqueda de una nada gloriosa, la del flâneur, sombra y detective de la inmediata contemporaneidad.

Baudelaire cruza la calle, una calesa lo empapa de barro, pierde la corona de laurel y sube al lupanar. La solemnidad ha sido arrasada

De repente las personas dejaron de saludarse. En el poema 'À une passante Baudelaire' comprende el cambio radical de la nueva ciudad, porque todo lo moderno debe ser urbano, donde no cabe loar vegetales ni falacias rurales. Cruza su mirada con una chica, intuye amor y dos segundos después constata con naturalidad la imposibilidad del reencuentro.

De estas pesquisas nació la esencia de su lírica. Otra anécdota, de tantas veces contada deformada hasta el paroxismo, nos lo presenta en los Campos Elíseos en plena construcción. Quiere ir al burdel, no sabemos si para ver a su amante, la coja y mulata Jeanne Duval. Cruza la calle, una calesa lo empapa de barro, pierde la corona de laurel y sube al lupanar. La solemnidad ha sido arrasada.

El fin del mundo
La dificultad de Baudelaire, que fue la de Manet y los demás revolucionarios burgueses de su generación, estribó en saber del fin de un mundo que negaba su propia desaparición. El Segundo Imperio fue la época de la fantasmagoría, una apoteosis de la apariencia renuente a aceptar un sol inédito amaneciendo con fuerza en el horizonte. Cuando en 1857 publicó 'Las flores del mal' la sociedad no podía aceptar esos versos, que tampoco rompían en la forma. Su quiebra era temática, con destellos transgresores y clarividentes. Al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo. Ese final dicta sentencia e implica rebasar umbrales para destrancar una puerta demasiado hermética.

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'Fleurs du mal' - Baudelaire


La aparición de su celebérrimo poemario fue un escándalo por voluntad judicial, la misma que le tocó en suerte a Gustave Flaubert con Madame Bovary. Si el misántropo normando dijo que él era su personaje, Baudelaire recibió los parabienes del morbo y la prohibición de editar seis poemas, que no volvieron a ver la luz de forma oficial hasta 1949, rehabilitados en la Corte de Casación. Hubiera sido peor de haber titulado, como anunció en más de un periódico, su monumento 'Las lesbianas'.

Es indudable que cultivó con ahínco su malditismo, pero al mismo tiempo lo evitó porque deseaba el éxito. Lo explica muy bien Jean-Paul Sartre en su ensayo sobre el poeta y lo ratifica el mismo Baudelaire con determinadas actitudes. En 1863 quiso ocupar una vacante en la Academia Francesa. Sainte-Beuve, crítico de críticos, lo consideró una mofa, casi un experimento sociológico, de un nombre inexistente para las más altas instancias.

El poeta cultivó con ahínco su malditismo, pero al mismo tiempo lo evitó porque deseaba el éxito

Y sin embargo, más allá de los paraísos artificiales, Baudelaire fue sin duda el escritor más prístino de su tiempo, un crítico que cumplía con su función sin dejarse condicionar porque su opinión se fundamentaba en sólidas amarras. Según Paul Valéry vio antes que nadie la trascendencia de Edgar Allan Poe, un lejano siamés que tradujo con solvencia, Eugène Delacroix, Honoré Daumier, Camille Corot, Richard Wagner, incluso antes de haberlo escuchado, Gustave Courbet y Édouard Manet.

El taller del artista
Los pensamientos sobre el arte pictórico son excepcionales. En 1856 apareció en 'El taller del artista', de Gustave Courbet. Está en una esquina, como si la cosa no fuera con él, pero su presencia en el lienzo teje una alianza de ruptura que el bardo de ocasional pelo verde había expresado un decenio atrás. ¿Por qué pintamos a tantos señores vestidos como griegos y romanos? ¿No podemos dotar al pincel de la pátina del presente?


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'El taller del artista' - Courbet (1856)


Quizá por eso aparece en 1861 en 'La música en las Tullerías', de Édouard Manet, el más fiel ejecutor de los postulados que escribió en 'El pintor de la vida moderna', ensayo donde el protagonista de sus proclamas era un gris ilustrador, Constantin Guys. Manet pinta una de esas jornadas semanales en el jardín imperial y sitúa en el lienzo a todos sus amigos y allegados con ropas actuales para su época, sombrero de copa y levita, barba y bastón. El rostro de Baudelaire es una mancha gris, como si su compañero de armas no pudiera retratarlo bien entre el gentío, como si su identidad fuera un auténtico misterio. Aún faltaban unos años para que el poeta le dijera en una carta esta mítica sentencia: no eres sino el primero en la decrepitud de tu arte.



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'La música en las Tullerías', de Manet (1861).
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Baudelaire (una sombra a la derecha) escondido en 'La música de las Tullerías'


Baudelaire la bestia que derriba un muro y propicia la pasarela hacia los paradigmas que marcaran la cultura occidental durante un siglo. Su problema en la actualidad es el de muchos otros íconos, que de tan importantes se han vuelto perfectos para enhebrar lemas en camisetas, descontextualizar sus frases en las redes sociales y parecer muy celebrados cuando en realidad han caído en la trampa querida de la banalización. Rimbaud, Joyce, Proust y muchos otros son muy mencionados y escasamente leídos. Sirven tanto para un roto y un descosido, y con ese uso totalmente tóxico su poder chamánico se anula en beneficio de una representatividad idónea para desactivarlos y convertirlos en otro escupitajo más de lo efímero.

Quizá así se complete la serie de paradojas del personaje. Juzgaba mediocre la fotografía, pero aun fue de los primeros tótems inmortalizados por la cámara de su colega Nadar. En esas instantáneas parece desquiciado, altivo y muy orgulloso. No tuvo ninguna culpa del malditismo, aunque su duende fue clave para propagarlo como un mito indestructible que ha dado muchos malos poetas y peores versos. Si se fijan los más grandes, de Mallarmé a Eliot, de Saint-John Perse a Gil de Biedma, le dieron la mano sin aceptar esa oferta envenenada. Quizá haya llegado la hora de leerlo con otros ojos y valorar las claves menos superficiales de su inmenso legado.

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Cioran y Dios, juntos en las librerías
Se publica la versión íntegra en español de ‘Lágrimas y santos’, el gran libro del escritor y pensador rumano sobre la religión

BORJA HERMOSO
Madrid 31 AGO 2017 - 21:00 CEST
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Emil Michel Cioran, retratado en 1977. RUE DES ARCHIVES/AGIP / CORDON PRESS

Hay que ser un clásico en vida para poder conservar de forma permanente e ilimitada el espíritu de la contradicción y, al tiempo, ser capaz de tejer una obra no solo de una profunda belleza, sino también de una perenne coherencia dentro del caos. Es, entre otros muchos rasgos, lo que enmarcó al personaje y la obra de Emil Cioran (Rășinari, Rumanía, 1911-París, 1995).

Un pensador tan atormentado como sarcástico y un escritor tan capaz de lo profundo como de lo aéreo: cuestión de fondo y forma, cuestión de sabiduría y de estilo en la aproximación a las cuestiones básicas de la existencia, incluido Dios ya sea como verdad, como duda o como mentira. La publicación por vez primera en español de la versión íntegra y directamente traducida del rumano de Lágrimas y santos (Hermida Editores), el gran libro religioso de Cioran, es una de las grandes noticias de este regreso al nuevo curso para los lectores en general y para los enemigos de las inamovibles certezas en particular.

La traducción de este libro incómodo y digamos no excesivamente fácil (ríspido de verdad en algunos tramos) corre a cargo del argentino afincado desde hace más de 30 años en España Christian Santacroce. Lo menos que puede decirse es que sabe de lo que habla. Hace ya muchos años que Santacroce leyó en la Universidad de Salamanca su tesis sobre la dimensión religiosa de la obra de Emil Cioran. El presidente de aquel tribunal calificador es la persona que más y mejor ha conocido e interpretado no solo los escritos del Cioran, sino al propio autor: Fernando Savater, que resume así en tres líneas el vaivén conceptual del escritor y la cuestión que aquí importa: “Cioran fue siempre un pensador religioso… lo que pasa es que es un religioso contrariado. Nunca le perdonó a Dios que no existiera”.

Savater aparca las correcciones de su artículo del fin de semana y regresa –eterno retorno- a Cioran con motivo de Lágrimas y santos, un abrumador ejercicio filosófico sobre lo trascendente y alrededores: “El tema de lo trascendente, de lo absoluto, etcétera, es su tema prioritario, sin duda. En un momento dado, Cioran se da cuenta de que ha perdido la vieja relación que tenía de joven con la religión, y ya no sabe cómo compensarlo. De joven fue alguien con una fe ciega en lo absoluto, y por eso se acercó no solo a Dios sino a movimientos que perseguían ese ideal absoluto como la Guardia de Hierro, primero, y los nazis después: porque tenía ese afán de algo definitivo, y porque fuera de eso todo le resultaba tambaleante, pútrido”.

En este libro, Cioran, hijo de un sacerdote ortodoxo rumano y lector compulsivo de Nietschze, de Schopenhauer y de Kant, da rienda suelta a sus devaneos a veces conmovedores y a veces terribles, en torno a Dios, Jesucristo, los santos y la experiencia mística (que dice haber probado en sus largas noches de insomnio). Cioran escribe Lágrimas y santos en rumano entre 1936 y 1937, mientras era profesor de Filosofía y Lógica en un instituto de la ciudad de Brasov, y publica el libro en 1937, año en el que abandonaría Rumanía para establecerse en París. Llevaba más de un año sumergido en la lectura de Shakespeare, de la vida de los santos –a quienes parece aborrecer- y de místicos como Santa Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz –a quienes confiesa adorar-. Tenía 25 años y era una pequeña celebridad, pues ya había publicado títulos que siguen siendo esenciales en su obra como En las cimas de la desesperación o El libro de las quimeras. La publicación del libro solo le trajo problemas personales: su familia se aparta de él, y uno de sus mejores amigos, el también escritor Mircea Eliade, le ataca con dureza.

“La vida no es sino una constante crisis religiosa, superficial en los creyentes, perturbadora en los que dudan”, escribe Cioran, que persigue en teoría el ideal de santidad (“¿llegaré algún día a ser tan puro que no pueda reflejarme sino en las lágrimas de los santos?”) pero que en la práctica no soporta a estos enviados especiales de Dios: “Todo habría sido mejor sin los santos. Nos habríamos ocupado cada quien de lo suyo y estaríamos contentos con nuestras imperfecciones. Su presencia, en cambio, provoca complejos de inferioridad, desprecio y envidias inútiles. El mundo de los santos es un veneno celestial”.

En opinión de Christian Santacroce, traductor de la obra, “la visión de Cioran de la existencia y todo lo que él expresa en torno a ella viene de un sentimiento religioso, aunque continuamente paradójico. Su sentimiento de la existencia está constantemente saltando de un polo a otro, de la negación a la afirmación… puede que fuera una persona religiosa a pesar de sí mismo”.

La edición de Lágrimas y santos que el próximo lunes llegará a las librerías rescata la versión original e íntegra de la obra. La versión en español que podía leerse hasta hoy se basaba en una traducción francesa realizada en los años 80 a partir de las numerosas amputaciones que el propio Cioran aplicó a su libro. “Cortó muchas cosas del escrito original, creo yo, por una especie de reparo hacia el público francés”, explica Santacroce, “no creía que el lector francés fuera a comprender bien ese desgarro de tipo religioso”.

En su opinión, el Cioran francés no es el rumano: “Se ha estilizado para poder presentarse a su nuevo público. Es un autor que utiliza mucho más la ironía y el sarcasmo, pero sobre todo con respecto a sí mismo. Y eso incluye sus reflexiones acerca de la religión. El Cioran rumano, el de juventud, es mucho más insolente y arrogante, y ese es precisamente el encanto de esa etapa de su obra”, argumenta el traductor. Y coincide en su visión de las cosas con Fernando Savater, que matiza: “Lo que diferencia a los libros de la primera época de Cioran, los de su etapa rumana, es que son más crudos, más desesperados y sin bromas alrededor”.

En Cioran, contradicciones y vaivenes conceptuales y filosóficos, todos. Bromas, en efecto, pocas. Sirva como demostración este martillazo hacia el mismo Dios que, pocas páginas antes, había adorado: “La creación del mundo no tiene otra explicación que el temor de Dios a la soledad. En otros términos, nuestro rol, el de las criaturas, no es otro que distraer al Creador. Pobres bufones del absoluto…”.

ESPAÑA Y EL OJO DEL CÍCLOPE DIOS


Algunos de los pasajes más desarmantes de este libro asombroso se refieren a los místicos españoles y a España en sí misma, país que fascinaba a Cioran. “La mística española es un momento divino en la historia de la humanidad”, escribe el autor, y añade: “¡Santa Teresa, a la edad de 52 años, célebre y admirada, encontrándose en Medina del Campo con un San Juan de la Cruz de 25. Anónimo y apasionado!”. Un Cioran que en cierta ocasión expresó así su embeleso ante la santa de Ávila: “Me fascina de ella el exceso, ese exceso procedente de esa locura particular e inconfundible propia de España”.

“Le fascinaban España y sus místicos… Él decía que, en el mundo, sólo España y Rusia se hacían sobre sí mismas las preguntas que los demás se hacen sobre Dios: ¿existe España?, ¿Me quiere España?, ¿Es buena o mala?...”. De hecho, en un momento dado escribe aquella célebre frase: ‘Si Dios fuera un cíclope, España sería su ojo”, rememora Fernando Savater recordando aquellas interminables charlas con Emil Cioran en su buhardilla de la Rue de l’Odéon de París.

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https://elpais.com/cultura/2017/08/31/actualidad/1504204824_150471.html
 
LITERATURA
Gabo en Bogotá; años de violencia y formación
    • JOSÉ FAJARDO
  • 31 AGO. 2017 09:13
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Gabriel García Márquez en la oficina de Prensa Latina HERNÁN DÍAZ

Pocas veces aparece la capital colombiana como uno de los escenarios relevantes en la vida de Gabriel García Márquez.Sin embargo, ni su vida ni su obra podrían entenderse sin los años que pasó como estudiante y como periodista en Bogotá, sin los amigos que hizo allí.

La figura de Gabriel García Márquez siempre se asocia al Caribe: Aracataca, Cartagena de Indias, Barranquilla... Sin embargo, hay una etapa esencial para comprender al autor de Cien años de soledad (del que este año se cumple su 50 aniversario) que apenas se conoce: son sus experiencias en Bogotá, la capital de Colombia, a donde llegó por primera vez en 1943 para terminar el Bachillerato y después regresaría en distintos momentos cruciales.

"Su relación con Bogotá es mucho más intensa de lo que la gente se imagina. Como hombre del Caribe, no le gustaban los Andes, pero sí valoraba su papel como punto de encuentro. En la capital se desarrolló como periodista e intelectual, alternó con poetas y participó en las tertulias de los cafés.

No se ha hecho justicia a este episodio que fue clave en su obra", dice Jaime Abello, director general y cofundador de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).

En el primer tomo de su autobiografía, Vivir para contarla, Gabo se refiere a esta ciudad, situada a 2.600 metros y con frecuentes lluvias, anclada en un otoño eterno, como un lugar oscuro y frío, habitado por cachacos (gente del interior). "En aquella época, Bogotá era una ciudad mucho más sombría de lo que es hoy. Según me contaba mi padre, cuando Gabo entraba a la redacción del diario El Espectador(donde trabajó entre 1954 y 1955), sorprendía a todos con sus camisas coloridas compradas en la costa. A él no le importaba un carajo lo que le dijeran", recuerda la periodista María Jimena Duzán, quien entablaría amistad con el escritor años después.

"Dicen que en Bogotá no ocurrió nada importante, que todo lo malo le pasó acá, es una etapa que se despacha de un plumazo. Es cierto que las ideas de la lluvia y la soledad bogotanas impregnan su obra, pero hay mucho más. Aquí a Gabo le pasó de todo y todo por primera vez; publicó sus primeros y últimos poemas, sus primeros cuentos y su primera novela (La hojarasca, en 1955); nació su primer hijo (el director de cine Rodrigo García Barcha, en 1959), escribió los reportajes que le dieron fama, hizo grandes amistades y se volvió crítico cinematográfico", argumenta Gustavo Adolfo Ramírez Ariza, un gabólogo reconocido que dirige la Fundación Palabrería y ha coordinado 15 exposiciones sobre García Márquez, entre ellas, una sobre el capítulo bogotano.

Cuando publicó su primer cuento (La tercera resignación) el 13 de septiembre de 1947, en El Espectador, Gabo no tenía los centavos para comprar el periódico, así que se sentó en un café para observar a la gente mientras lo leía, según cuenta María del Pilar Rodríguez Saumet, investigadora y guionista de la Ruta de Macondo Colombia. "En esos años Bogotá era considerada la Atenas sudamericana por su actividad intelectual", explica.

Las amistades de García Márquez en Bogotá eran de dos tipos: poetas y periodistas. Allá intimó con los reporteros Enrique Santos Calderón y con sus mentores en El Espectador (Guillermo Cano y José Salgar), con Roberto Pombo, María Jimena Duzán, el escritor Gonzalo Mallarino, el gestor cultural Álvaro Castaño, el intelectual y diplomático Plinio Apuleyo Mendoza... "Gabo se podía pasar noches enteras con ellos inventando poemas: cada uno decía una estrofa y el siguiente tenía que improvisar una nueva", recuerda Duzán.

La primera etapa de García Márquez lejos de su Caribe (nació en Aracataca, el 6 de marzo de 1927) la pasó en Zipaquirá, un municipio a 25 kilómetros de la capital, en la sabana, famoso por su catedral de sal bajo tierra. Allá estudió en el Liceo Nacional, un colegio público prestigioso, con numerosos profesores de izquierdas. Ese ambiente le impregnó de ideas nuevas, del arte y la música clásica. Hacía tanto frío, que se encerraba y leía. A Borges, a Conrad, a Mann. Su amiga, Cecilia González Pizano, se convirtió en su puerta de entrada a las tertulias. Según una leyenda imposible de comprobar, Gabo aprendió de memoria el Ulises.

En 1948 llegó a Bogotá para estudiar Derecho en la Universidad Nacional. El periodismo ya le había picado, sólo cursó un año, pero entró en contacto con círculos progresistas de todo el país e hizo amistades importantes como la de Camilo Torres, convencido marxista y cristiano, conocido como "el cura guerrillero". Gabo vivía en una pensión frecuentada por costeños, en la calle Florián, del centro de la ciudad. Allá le prestaron La metamorfosis, de Kafka. "Entonces entiende que en literatura se puede narrar lo insólito como lo hacía su abuela Mina (Tranquilina Iguarán), esa concepción desde la naturalidad de lo paranormal", explica María del Pilar Rodríguez.

El nueve de abril vivió en Bogotá un episodio que marca su obra y la historia de Colombia: el Bogotazo, el asesinato del candidato liberal a la presidencia, Jorge Eliecer Gaitán, que abrió la época conocida como La Violencia. Mientras la ciudad se abandonaba al caos, el escritor se trasladó a Cartagena de Indias. Volvió en 1954 para trabajar en El Espectador gracias a la gestión de sus amigos Álvaro Mutis y Álvaro Cepeda Samudio. Ahí despuntó como periodista y firmó su primer gran reportaje, por el que tuvo que abandonar el país.


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Habitantes de Bogotá durante el Bogotazo SADY GONZÁLEZBIBLIOTECA LUIS ÁNGEL ARANGO

La verdad sobre mi aventura, publicado en El Espectador en 14 entregas, es la historia del marinero Luis Alejandro Velasco, que más tarde se convirtió en el libro Relato de un náufrago. A la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla no le gustó la investigación de Gabo y su entorno le aconsejó salir de Colombia. Acabó en París y poco después, a principios de 1956, cerraron su diario. "Había razones para sacarlo de Colombia", dice María del Pilar Rodríguez. No fue la última vez que tendría que hacerlo por presiones externas.

Cuando Fidel Castro se hizo con el poder en Cuba, García Márquez fue contratado para llevar la oficina de Prensa Latina (ligada a la revolución cubana) en Bogotá, a donde regresó en 1959. Entonces entró en contacto con la izquierda en Latinoamérica.

"Su relación con el poder lo ha caricaturizado. Es cierto que le gustaba sentarse con presidentes, pero eso también le hizo mucho daño", dice María Jimena Duzán. "Gabo era un socialdemócrata, no era radical, siempre rechazó la lucha armada, pero era consciente de la desigualdad en su país. Participó de forma clandestina en todos los procesos de paz en Colombia. Si hoy la derecha acusa a los que firman la paz con las FARC de castro-chavistas, imagínese el escándalo en esa época".

En la revista Alternativa, de la cual fue responsable, entre 1974 y 1980 Gabo había desarrollado su obra política opinando sobre Cuba, Vietnam, Angola... Muchos frentes:el autor se enfrentó con el presidente Julio César Turbay, quien lo declaró persona non grata. Una llamada del Ejército le avisó de que iban a por él. Escapó en avión a México en 1981.

"Las élites bogotanas no aceptaron esa faceta suya. En los clubes y le molestaban, pero a él le divertía esa confrontación con el poder", dice María Jimena Duzán, quien recuerda una anécdota. "Fui a La Habana para encargarle un texto por un aniversario de El Espectador. Y él me contestó: '¿Estás loca? Yo no voy a escribir nada, éste es un país de mierda, cualquier cosa que diga sobre Colombia luego van y lo matan'. Al final estaba nostálgico y golpeado por ese choque con la oligarquía".

Sin embargo, Gabo seguiría regresando a Colombia. Alternaba su vida en el DF con Cartagena de Indias, además de paradas puntuales en la capital para ver a sus amigos. "A partir de los 70, en Bogotá tenía un apartamento en una zona buena, al norte, cerca del Parque del Chicó, con carro y chófer", cuenta Abello.

Existen rutas en la ciudad que siguen los pasos de García Márquez: por el Café El Automático, donde el poeta León de Grieff le enseñó a jugar al ajedrez; por el barrio Las Cruces, donde se iba a cantar boleros y beber chicha con sus amigos músicos; por la Colina de la Deshonra, donde se iba de parranda con el grupo de Barranquilla cuando iban a visitarle; por la emisora La Voz de la Víctor, donde bailaba los sábados...

"Se movía por el centro, más abajo de La Candelaria, en un perímetro no muy grande. Los domingos, como se aburría, subía al tranvía en la estación de la carrera Séptima con la Avenida Jiménez y daba vueltas observando a la gente. A veces se paraba en la calle 72 con la arrera Novena y su amigo Gonzalo Mallarino le invitaba a tomar pan, chocolate, queso y almojábanas [un dulce típico]", cuenta María del Pilar Rodríguez.

Bogotá, con las luces y las sombras, jugó en su existencia y en su obra un papel fundamental. "Él tenía la particularidad de contradecirse a sí mismo", dice María del Pilar Rodríguez, explicando esa doble faceta de hombre arquetípico del Caribe al que le marcó la fría Bogotá. "Esta ciudad le cambió la vida", sentencia Gustavo Adolfo Ramírez.


El 'Bogotazo'

El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, líder liberal colombiano, fue atribuido a Juan Roa Sierra, un personaje marginal y admirador del político.La turba linchó al sospechoso pero muchos han dudado de la autoría.Entre ellos, el propio Gabriel García Márquez.

http://www.elmundo.es/cultura/2017/08/31/59a6d4d1ca4741c51e8b45ab.html
 
LA GRAN NOVELA DEL CREADOR DE LA CONTRACULTURA
El 'Parpadeo' de Theodore Roszak: terror, religión y películas ocultas
Pálido Fuego publica la primera traducción al español de la obra de Theodore Roszak. Un 'thriller' obsesivo sobre el cine
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Detalle de la portada de 'Parpadeo' (Pálido Fuego)
AUTOR
AGUSTÍN RIVERA. MÁLAGA
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01.09.2017 – 05:00 H. - ACTUALIZADO: 2 H
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Una novela comercial y también literaria. Un ‘thriller’ que conjuga terror, religión y películas ocultas. Directores olvidados. Una atmósfera distinta. Un homenaje al cine clásico ambientado en Los Ángeles, con nombres reales y otros ficticios recogidos por un obseso, un amante compulsivo de las películas extranjeras, del ‘making of’ de la imagen, de la trastienda, lo que ni vemos ni percibimos.


Theodore Roszak, el autor que impulsó el término contracultura en un libro generacional de 1968 y reeditado en España por Kairós en 2005, escribió ‘Flicker’ en 1991. ‘Flicker’ la acaba de publicar la editorial malagueña ‘Pálido Fuego’ traducida como ‘Parpadeo’, la luz que muestra el proyector de cine. “Es un libro de aventuras de un tipo que tiene una relación con el cine muy particular. El arranque ya sitúa el tono de la novela y es muy atractivo”, señala a El Confidencial José Luis Amores, editor de Pálido Fuego y traductor él mismo de la novela del inglés al español. El 18 de septiembre sale a la venta. Se presentará en un acto organizado por el Festival de Cine de Málaga.

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Theodore Roszack


“Vi mi primer film de Max Castle en un sórdido sótano del oeste de Los Ángeles. Hoy, a nadie se le ocurriría proyectar películas en un tugurio semejante. Pero en su momento –a mediados de los cincuenta–, aquella era la modesta sede de la mejor sala de cine de repertorio al oeste de París”, escribe Roszak (Chicago,1933-Berkley, 2011) al principio de la historia, de 780 absorbentes páginas divididas en 32 capítulos.

Escrita en primera persona, se trata de una novela de iniciación en la que el narrador (Jonathan Gates) echa de menos el s*x*, la voluptuosidad de las actrices francesas (Jeanne Moreau y Brigitte Bardot, sobre todas las cosas) e italianas (Gina Lollobrigida por bandera) frente a la belleza formal, aquella pasión fría, “con un beso de labios secos” de las “vírgenes” Audrey Hepburn, Grace Kelly o Deborah Kerr. E incluso de Marilyn Monroe la define como “la aproximación fílmica más cercana a la cochinada” le parece “una muñeca de cuerda hecha en fibra de vidrio y diseñada para excitar en masa”.

El Classic. Así se llama el cine de repertorio, el cine-club/filmoteca que proyecta películas en versión original donde el autor ve obras maestras. Ahora ‘Hiroshima mon amour’ de Resnais (“demasiado profunda, aunque las escenas de amor me hechizaron”), otro día ‘Une partie de Campagne’, de Renoir o ‘Roma, ciudad abierta’, de Roberto Rosselini. ‘La Nouvelle Vague’ y el neorrealismo italiano dialogan con referencias populares como Walt Disney, los Hermanos Marx o Laurel y Hardy, junto a otros nombres inventados en los que el lector seguro recurrirá a ‘San Google’ para ver si existen o no.

El autor investiga a Max Castle, director de cine mudo de películas de serie B en la década de 1940

Los años de sólida formación cinematográfica a la par de educación erótica con Clarissa Swann, propietaria del Classic y que llegó a ser una de las más brillante críticas cinematográficas de Estados Unidos. Ven películas y más películas, las diseccionan. Swann le enseña a Gates del cine, de la vida… y del s*x*. Amantes furtivos en medio del viaje que traza el autor para investigar a Max Castle, director de cine mudo de películas de serie B en la década de 1940.

Los cameos son constantes en esta ficción donde aparecen Orson Welles (un capítulo entero para el genio de ‘Ciudadano Kane’), John Huston o Alfred Hitchcock. Una frase del director de ‘Vértigo’ estrena la novela: “Cuando más fuerte el mal, más fuerte la película”. ‘Publishers Weekly’ la definió como una “ácida sátira sobre Hollywood y lo que se hace pasar por vanguardia cultural de la época, un puzzle metafísico, una exploración del impacto psicológico de las películas y una parábola sobre el desierto espiritual del momento”.

Entontecimiento con la pantalla
El editor de ‘Parpadeo’ subraya la constante “manipulación de elementos” del autor, con un protagonista que intenta reunir y reconstruir la obra de Castle, trozos de celuloide perdidos, tomas falsas… “La novela no utiliza la banalidad y analiza el entontecimiento de la gente con la pantalla”, aporta Amores.

‘Parpadeo’ es el libro número 27 de la editorial Pálido Fuego creada hace cinco años. La primera obra que publicó fue ‘Conversaciones con David Foster Wallace’. Especializada en narrativa extranjera, apenas ha editado cuatro libros en español. Solo tres obras no ha traducido el propio José Luis Amores. Su mujer, Ana Alba, es el otro 50% de la editorial, con tendencia a editar “libros largos” como el de Roszak. “Yo quiero publicar libros de 100 páginas”, promete.

Amores seguirá traduciendo. “Si hubiéramos pagado las traducciones estaríamos en pérdidas y nos va bien. Lo importante de una traducción es que no se note que está traducido. Y para publicar que el libro me guste mucho, por supuesto”, remata el editor.

https://www.elconfidencial.com/cult...eo-palido-fuego-roszak-contracultura_1434534/
 
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