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Madre mía a ver si ibamos a estar con el mismo chaval, que al mio lo de estar en la calle tomando un refresco de marca blanca en vez de pedir un mísero café de 1,20 era el pan de cada día. Y daba igual que fuese verano o invierno, el chaval se iba al super más cercano, se compraba un nestea de marca blanca y unas patatas fritas y al parque que me llevaba a pasar la tarde aunque hubiese osos polares paseando por la calle.
Por no hablar de su afición hacia estar en mi casa, en la suya jamás se podía estar.
No creo, vamos, digo yo, este jamás subió a mi casa porque ya le dije que mis padres le tiene prohibida la entrada a gente que no sea de la familia o amigos muy íntimo.
Y conmigo no solía comprar patatas fritas... Se atiborraba de pepinillos, regalices, caramelos y otras tantas cosas más que pillaba en el kiosko. Lo más gracioso es que se gastaba más así que si nos hubiéramos metido a tomar un café. Y con todo lo que fuera, afortunadamente, cuando hacía frío nos metíamos en algún local, nunca me llevó a ningún parque.
Eso sí, la familia era un encanto. Siempre me trataron de maravilla.