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El edificio​

Ni Tono ni Mihura destacaban por su amor al trabajo. Y se turnaban para levantarse de la cama y abrir la ventana de la habitación​

11/03/2024Actualizada 10:05
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Miguel Mihura y Antonio de Lara «Tono» eran, además de íntimos amigos y colaboradores teatrales, dos genios del humor. Tono, siempre sonriente y Mihura, permanentemente malhumorado. Le molestaba ser bajito y que las mujeres no se fijaran en él. También colaboraban en La Codorniz con sus viñetas. El sentido del humor al servicio del sentido común. En un dibujo de Tono, un hombre acompañado de su hija se encuentra con un amigo. Una hija estupendona. Y presume de ella ante su amigo. «Aquí, donde la ves, estuvo a punto de casarse con un duque». «¿Y por qué no se casó?»; «porque no quiso el duque». Mihura dibuja una escena familiar. Una pareja rodeada de sus ocho hijos, todos jugando en el salón. Y ella le comenta a él: «Manolo, todavía no termino de comprender cómo podemos tener ocho hijos sin estar casados».
Pasaban una temporada de crisis económica. Y decidieron escribir una comedia. Sus comedias, casi siempre constituían un éxito de taquilla. Y fulminando sus ahorros, se instalaron en el Hotel Felipe II de El Escorial –ahora sede de la Universidad de Verano– para culminar su nueva obra. Ni Tono ni Mihura destacaban por su amor al trabajo. Y se turnaban para levantarse de la cama y abrir la ventana de la habitación. El primer turno le correspondió a Tono. Mihura alargaba su sueño cuando Tono abrió la ventana, con una vista esplendorosa del Monasterio.
Ilustración Ussía y Barca

Barca
–Oye, Miguel. No te puedes figurar qué edificio tan grande y bonito se ve desde aquí.
–¿Cómo es el edificio?
–Enorme. Y con unas torres de aúpa.
–Y ¿tiene jardín?
–Un jardín muy bien bien cuidado.
–Pues tiene que ser impresionante.

Perdieron varias horas hablando del edificio.
Al siguiente día le tocó el turno a Mihura.

–Oye, Tono, tenías toda la razón. ¡Qué edificio!
– Ayer no exageraba, Miguel. Uno de los edificios más impresionantes que he visto en mi vida.
–Pues de hoy no pasa. Nos damos un paseíto, y lo vemos más de cerca.
–Mejor pedimos un taxi, Miguel. Ni tú ni yo estamos para muchos trotes.
–De acuerdo, Tono. Cuando te levantes y desayunemos, pedimos un taxi y vamos a visitar el edificio.

Segundo día con la comedia sin empezar. A la semana, seguían hablando del edificio. A los diez días se quedaron sin dinero. Llamaron a Antonio Mingote.

–Antonio. Aquí estamos, en El Escorial, Miguel y yo, escribiendo una comedia.
–¡Cuánto me alegro!
–Tenemos un problema. Hemos descubierto un edificio que se sale de lo normal. Y no nos cansamos de admirarlo. Lo malo es que, de mirarlo tanto, nos hemos quedado sin blanca. ¿nos prestarías 5.000 pesetas?
–Contad con ellas. Os las llevo yo, que me habéis despertado la curiosidad y yo también quiero ver ese edificio.
–Si te parece bien, con ese dinero que nos prestas, te invitamos a comer y a ver el edificio desde nuestra habitación.
–Perfecto. Y ¿cómo va la comedia?
–Ya le hemos puesto el título. «Guerra, Paz y Pérez».
–¿Y de qué va?
–De una guerra, de una paz y de un tal Pérez.
–Cuando termine el dibujo de ABC, voy para allá.
–No tardes. Verás que pedazo de edificio.

Una semana más tarde, sin blanca, volvieron a Madrid. Tono llevaba una carpeta con la comedia. Hojas en blanco y una con el título. «Guerra, Paz y Pérez».

–Miguel, no hemos escrito casi nada. Pero ha merecido la pena. ¡Qué edificio hemos descubierto!
–Estoy que no salgo de mi asombro, Tono.
Aquellos tiempos de genios más sonrientes.

Más de Alfonso Ussía​

 

Los saltitos​

Cuando la manifestación se reúne en Cibeles, sus saltos, brincos y casi voltirinetas, superan con escándalo a los escorcitos de sus compañeras de pancarta, incluyendo a Marlasca, siempre discreto en segunda fila, y poco dado al esfuerzo de sus pantorrillas​

12/03/2024Actualizada 01:30
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He intentado averiguar entre mis conocidas femirrojas la relación existente entre la reivindicación feminista y el deporte de dar saltitos que practican las portadoras de la pancarta principal. Entre ellas destaca Begoña Gómez, que salta, brinca, bota, retoza y procede a ejecutar cabriolas con más desparpajo que el resto de sus compañeras. Ella sabrá el motivo de tanta alegría. A la pobre Cristina Almeida jamás la ubican en la cabecera de las manifestaciones del feminismo profesional, porque la prestigiosa letrada laboralista, como consecuencia del hambre que pasó durante el franquismo, carece de la fuerza pantorrillera que se precisa para elevarse una y otra vez mientras se corean las majaderías de siempre. Lo contrario que Yolanda Díaz, que ha demostrado estar en forma. Los esfuerzos físicos que protagonizó limpiando las playas de Galicia de pélets, fortalecieron sus jambas, embridaron sus músculos saltadores, y consiguió que los fotógrafos inmortalizaran sus brincos vestida de Caperucita Lila. Se podrá estar de acuerdo o no con las exigencias del feminismo que no ha condenado los asesinatos y torturas de los terroristas de Hamás contra las mujeres de Israel, pero nadie está capacitado moralmente para poner en duda sus dominios en las cabriolas, los volatines, las piruetas y retozos verticales de nuestras saltimbanquis. A pesar de los minutos de mi vida que invertí en advertir la presencia de cada una de las jóvenes saltadoras, no pude reconocer a Carmen Calvo, que el pasado año al aterrizar en el suelo después de un saltito de tres centímetros, fue duramente maltratada por un esguince de tobillo y aún se está recuperando. Pero me apasionó la agilidad, la desenvoltura y la felicidad contagiosa de Begoña Gómez, la más brincona de todas ellas. Se deduce, viéndola saltar, que le van muy bien las cosas, tanto en España como fuera de España, porque se trata de una empresaria internacional. Claro, que no todas las dirigentes políticas del feminismo de izquierdas puede entrenarse sobre las blancas arenas de Punta Cana.
La arena caribeña, en las horas de sol radiante, quema las plantas de los pies. Se recomienda que los saltitos de entrenamiento se efectúen con somero calzado deportivo. Y en tandas de diez saltitos como tope, con el fin de proceder a un descanso, o a un chapuzón en la orilla, para proseguir los entrenamientos. Los malpensados, los adversarios del progreso, los críticos con la amnistía a más de mil forajidos del nordeste español, desean saber el motivo de los numerosos vuelos de aviones oficiales a la República Dominicana. El Gobierno no ha aceptado los requerimientos. Y al fin, sin medios ni influencias por mi parte, he sabido la causa de tanto ajetreo a través de las nubes. Doña Begoña, cuando se acerca el día de la magna concentración feminista, viaja cada quince días a Santo Domingo con la exclusiva finalidad de entrenarse en las playas dominicanas para ofrecer, en Madrid, lo mejor de su agilidad saltarina. Y cuando la manifestación se reúne en Cibeles, sus saltos, brincos y casi voltirinetas, superan con escándalo a los escorcitos de sus compañeras de pancarta, incluyendo a Marlasca, siempre discreto en segunda fila, y poco dado al esfuerzo de sus pantorrillas. Lo que queda claro de este asunto, es que sin saltitos nadie se toma en serio sus reivindicaciones. Y que los entrenamientos, aunque molestos en un principio, consiguen su propósito. Que los saltos coreados de doña Begoña, recuerden al vuelo de las garzas comparados con las ridículas elevaciones de sus compañeras.
Y lo escribo para que los intrigantes e inventores de rumores y falsededes, atiendan de una vez a la lógica de los motivos y las necesidades. Ella, la Señora de, la gran feminista, la empresaria, la complutense, la directora de «masters», la Livingstone del siglo XXI, vuela a Santo Domingo a entrenar sus saltitos. Y nada más. Y el que piense lo contrario, o es un envidioso o un manipulador.
Es decir, que el firmante de este artículo es un envidioso y un manipulador.
¿Cabe más sinceridad?

Más de Alfonso Ussía​

 

Importancia relativa​

Trucar una fotografía intrascendente, no puede ser noticia de divulgación universal​

13/03/2024Actualizada 00:30
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Me ha sorprendido la importancia que han concedido los medios de comunicación españoles a la fotografía trucada de la Princesa de Gales. Que si la manga, que si las manos, que si la rodilla de la niña, que si patatín y que si patatán. Recuerdo el escándalo que se montó cuando los Reyes Juan Carlos y Sofía enviaron una felicitación navideña con los nietos a sus pies y bruscamente manipulada. A punto estuvo de caer la Monarquía Constitucional. Las tertulias cardíacas de los pedorros habituales montaron en cólera. Es cierto que el manipulador de aquella fotografía no estuvo acertado, como si el encargo de trucar la foto hubiera recaído en Koldo, pero en el fondo fue un asunto sin importancia alguna. Importancia relativa, creadora de chismes a falta de otras noticias más importantes.La Codorniz, la revista más audaz para el lector más inteligente, se divertía con estas tonterías, y de paso, nos solazaba a sus lectores. En plena guerra de Vietnam, una acción aérea americana lanzando bombas sobre una zona abarrotada de hochimines, causó centenares de víctimas, muchas de ellas civiles. Coincidió con una operación en el pie izquierdo del gran futbolista del Real Madrid José Martínez, «Pirri». La portada del diario vespertino
El Alcázar concedió mucha más importancia al pie de Pirri que al bombardeo.
Una semana más tarde,La Codornizse cachondeó de la importancia relativa de nuestro periodismo. Una noticia ocupaba un pequeño rincón de la página: «Terremoto en Lululandia. Diez mil lululandeses fallecidos». Y en grandes caracteres, la noticia del día, fundamental: «España gana a Trupinia en Canicas sobre Grava».
De bar en bar, de taberna en taberna, de hogar a hogar, corrió el cuento del niño que preguntaba a su padre la diferencia entre la importancia relativa y la importancia real. Tenía que hacer un trabajo al respecto entre sus deberes colegiales. Y el padre no sabía por donde empezar. Al fin, vio la luz. «Pregunta a tu madre y tu hermana si se acostarían con un hombre por 100.000 pesetas». Y el niño indagó en principio en la reacción de su madre. «Óyeme bien, hijo mío. Adoro a tu padre, pero como sabes, estamos pagando la hipoteca del piso y hemos comprado el 600 a plazos».
«Si fuera una vez, sólo una vez, sí aceptaría acostarme con otro hombre por 100.000 pesetas». Seguidamente, fue hasta su hermana. Su hermana no dio tantas explicaciones. La respuesta fue contundente. «Sí, por supuesto». Y el niño trasladó a su padre el resultado de sus pesquisas. «Pues ya sabes la diferencia entre lo relativo y lo real. Relativamente, tenemos 200.000 pesetas, cuando, en realidad, lo que tenemos es dos putones en casa».
Trucar una fotografía intrascendente, no puede ser noticia de divulgación universal. Que si la manga está trucada, que si la rodilla de la niña, que si los pantalones del niño de la izquierda, que si las manos de la Princesa, que si el cuello de la camisa del niño mayor… Páginas y páginas, crónicas y crónicas, horas y horas de encendidos debates en las tertulias pedorrianas. «Escándalo en la Monarquía británica». Para mí, que se trata de una pequeña torpeza de aficionada a la fotografía, con una importancia inexistente. A pesar de las calamidades, catástrofes y desastres que se acumulan sobre los españoles, lo más importante ha sido la manipulación de una fotografía que ni nos va ni nos viene. Y claro, se habla de ello, y se adelantan motivos y coincidencias, y se aventuran enfermedades incurables. Ignoro qué tiene que ver con la enfermedad de la Princesa de Gales, la manga alargada de su hija, el pantalón de uno de sus hijos y los brazos excesivamente largos de una madre.
Y claro, la importancia de la realidad se esconde, y la relativa estupidez resplandece. Y así nos va.

Más de Alfonso Ussía​

 

Al fin, la cultura​

Los perfiles de la eximia ponencia son garantía de éxito. No termino de entender la necesidad de tantas curadoras, pero por lógica, acepto el aprovechamiento de sus intervenciones en beneficio de los asistentes al taller descolonizador​

14/03/2024Actualizada 01:30
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Desde que llegó Urtasun, la política cultural se ha instalado en la inteligencia. Urtasun forma parte del partido que lidera Yolanda Díaz, es decir, que su impresionante quehacer anticolonialista surge de la fuente intelectual de la ilustre pensadora y política gallega. Lamentablemente, ha coincidido su advenimiento al arte y la cultura cuando me separan de mi Madrid del alma más de cuatrocientos kilómetros. Y no me informan de sus planes, de sus convocatorias y de sus imprescindibles actos culturales. Me entero de sus celebraciones a toro pasado, y me siento más lacerado que herido. El último acto que me he perdido no ha sido otro –lo he leído enABCen una extensa crónica firmada por la periodista Rebeca Agudo– que un taller de activismo trans identitario en el Museo de América. En resumen, un día de descolonización en el mencionado museo. La nómina de sus ponentes es fabulosa y merece la pena detenerse en sus características y alforjas vitales de cada uno de ellos. Un hombre y cinco mujeres, que escrito de esta manera, quizá caiga en la elementalidad, porque se trata de seis ponentes que son mucho más que un hombre y cinco mujeres. Todos ellos, eso sí, de prestigio internacional.
Don Alex Aguirre, terapeuta y creador o creadore transfeminista y antirracista, confundador o confundadore del Colectivo Migrantes Trangresores o Transgresorxs, y del Colectivo Ayllul, colectivo de gente migrante, amén de disidente sexual. Esto último da a entender la importancia del taller autorizado y propiciado por Urtasun en un museo nacional. La disidencia sexual sugiere que es global y no discrecional, absoluta y no selectiva, es decir, una disidencia de todos los sexos, lo cual supera cualquier impacto emocional previo.
Doña The Bonita Chola, creadora indígena, trabajadora sexual, líder sindical, ancestra en camino y activista feminista interseccional. Entiendo que resulta cautivadora la simultaneidad de trabajar sexualmente mientras se deambula por el camino ancestral con la interseccionalidad a cuestas.
Doña Frau Diamanda, travesti, artista audiovisual, DJ, traductor, curador independiente, actriz, drag performer y escritora. Han leído bien. Doña Frau Diamanda es, al mismo tiempo, traductor, curador independiente, actriz y escritora. Si se acude a ella en pos de una curación o una traducción, doña Frau es un tío con toda la barba, pero si se requieren sus servicios para interpretar un papel o escribir un texto, es una libélula rebosada de sensibilidad y feminidad.
Doña Pastora Filigrana, abogada laboralista, sindicalista, feminista, articulista, y activista por los derechos humanos y la inclusión.
Doña Johanna Palmero, museóloga, educadora, creadora y activista.
Y doña América López, educadora, creadora, activista y curadora independiente.
Los perfiles de la eximia ponencia son garantía de éxito. No termino de entender la necesidad de tantas curadoras, pero por lógica, acepto el aprovechamiento de sus intervenciones en beneficio de los asistentes al taller descolonizador. Tan sólo una pequeña y leve reprimenda, cariñosa, amable, «sostenible» y plenamente indigenista. Para el próximo taller no intuyo la necesidad de invadir un gran museo como es el de América.
Basta y sobra para celebrarlo, con una jaula de grillos.
¡Gracias, Urtasun, fenómeno!

Más de Alfonso Ussía​

 

Permiso​

Begoña Gómez es, simplemente, la mujer del presidente del Gobierno. Puede influir en el cambio de cortinas y tapicerías de la Moncloa, en el orden interior, en la organización doméstica y en el funcionamiento de su servicio, pero nada más​

15/03/2024Actualizada 01:30
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Leo en diferentes medios que la Guardia Civil aguarda la autorización para investigar los tejemanejes de Begoña Gómez. La espera promete ser larga y sin fruto. Begoña Gómez no está aforada. En España, la mujer del presidente del Gobierno, y si se diera el caso, el marido de la presidente, carecen de privilegios. Begoña Gómez no es más, ni menos, que Amparo Illana, Pilar Ibáñez-Martín, Carmen Romero, Ana Botella, Sonsoles Espinosa o Elvira Fernández Balboa. Dos de ellas hicieron pinitos en la política. Carmen Romero se presentó en unas elecciones generales y consiguió su escaño por Cádiz, y Ana Botella lo hizo en las municipales, y obtuvo su acta de concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Alberto Ruiz-Gallardón la designó vicealcaldesa, y tras la dimisión del alcalde, Ana Botella se convirtió en la primera alcaldesa de la capital del Reino. Previamente, una y otra se sometieron al veredicto de las urnas.
Pero Begoña Gómez es, simplemente, la mujer del presidente del Gobierno. Puede influir en el cambio de cortinas y tapicerías de la Moncloa, en el orden interior, en la organización doméstica y en el funcionamiento de su servicio, pero nada más. Si se diera el caso de que el presidente, su marido, decidiera adquirir un perro de compañía –o un gato, o un papagayo, o un cerdito vietnamita–, está constitucionalmente autorizada a elegir la raza del perro o el gato, el plumaje del papagayo o el ejemplar más gracioso de cerdito del Vietnam. Ahí terminan sus privilegios oficiales. Por supuesto, como esposa del presidente, está autorizada a acompañarle en sus viajes oficiales y recibir las atenciones protocolarias al uso de la diplomacia. Pero no entran en sus competencias el uso de los aviones oficiales si el presidente no viaja con ella, ni el abuso de sus desplazamientos aéreos en compañía de sus familiares y amigos a su libre elección y capricho. Y claro está, no puede intervenir en negocios, influencias mercantiles ni acuerdos empresariales desde su condición de esposa del presidente. Sus contactos con Air Europa y su contratación como directora de una cosa inventada para ella como el Africa Center del Instituto de Empresa, son suficientes motivos para poner en duda su sentido de la ejemplaridad. Más aún, si sus gestiones presentan un saldo tan positivo e inmediato.
Si la Guardia Civil no obtiene el permiso para investigar a quién está en boca de todos, la Guardia Civil podría iniciar esa investigación preguntando a los empresarios que confiaron en ella para abrir muros y horizontes de negocio. Don Javier Hidalgo podría aportar informaciones necesarias y precisas. Y también los altos representantes del Instituto de Empresa y el Africa Center, que mucho me temo haya reducido el espacio de sus negocios a un solo país, pasando a ser denominada la sociedad como «Morocco Center». Entre unos y otros aportarían a la Guardia Civil informaciones más precisas que las emergidas de los chismes y los avances periodísticos incompletos. Y si, con posterioridad a esas investigaciones, se deduce que ha abusado de su condición de 'mujer de' para influir en negocios no del todo cristalinos –y aunque fueran cristalinos, que a ella por su condición le están vedados y vetados–, el permiso sobra. En tal caso, sus nieblas tendrían que ser disueltas por la acción de la Justicia, que es el terror de Sánchez. Y lo entiendo, aunque no me mueva ni un centímetro hacia los espacios del consuelo.
En esta tarea muchos vamos a caer. Merecerá la pena nuestra caída si con ello España recupera, aunque lenta y parsimoniosamente, el lejano horizonte de la decencia perdida.

Más de Alfonso Ussía​

 

Las llaves del maletero​

Hay héroes en Cataluña, que resisten y se niegan a aceptar las imposiciones de los traidores. Pero menguan. La comodidad, la tranquilidad y los negocios imperan sobre los sentimientos​

16/03/2024Actualizada 01:30
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Estos sinvergüenzas y traidores han aprobado en el Congreso la ley de amnistía. Es de esperar que la obstaculice durante dos meses el PP en el Senado. Sesenta días son muchos para el Gobierno actual, acosado por todos los flancos de traiciones y corrupción. Se ha concedido la amnistía a una banda de forajidos que han agradecido el asalto a la Constitución y el Estado de Derecho advirtiendo que volverán a delinquir.
Para asegurar la abundancia en las despensas y neveras de sus casas, los diputados socialistas, han puesto el culo a capricho del monclovo y han retornado a sus hogares, lacerados y contentos. Los catalanes independentistas, esas gentes tan amables, anuncian que la ley de amnistía les servirá para alcanzar la independencia.
Nada de esto habría ocurrido si en su momento, hubiera sido detenido y puesto a disposición judicial el cobarde fugitivo, al que hemos mantenido los españoles con nuestros impuestos en su chalé de Waterloo.
A enemigo que huye, puente de plata. Una mamarrachada consentida por la indolencia de Rajoy y la tenedora de las llaves del maletero. Puigdemont estaba perfectamente localizado. Puigdemont fue el dirigente del movimiento terrorista que los cursis del independentismo denominan «tsunami». Europa mira hacia otro lado, porque Europa es así y no tiene cura. Fue entonces cuando desde el Gobierno de España, Puigdemont recibió la llave del maletero del coche de la fuga, y la Guardia Civil no pudo actuar por órdenes superiores. La llave del maletero –dicen, y yo me lo creo–, la tenía en su poder Soraya Sáenz de Santamaria, la auténtica presidente del Gobierno presidido en la metáfora por Mariano Rajoy.
Pero no sólo huyó en el maletero un delincuente al que no se quiso detener. Los políticos dejaron de representar a los ciudadanos, y fueron los jueces –no todos, claro, que también hay jueces que son más socialistas que jueces–, los que defendieron el Estado de Derecho. A mí, que existan los catalanes independentistas me la refanfinfla. Llevan siglos haciendo lo mismo. Lo que me hiere es que, además de despreciarnos al resto de los españoles, son incapaces de mostrar un gesto de gratitud y afecto hacia sus sometidos compatriotas. En ese saco de robos, derroches, groserías, desafectos, insultos y perdones no solicitados, no están metidos exclusivamente los aldeanos de la violencia. También los empresarios del 3 por ciento, los medios de comunicación vanguardistas, los altos y medianos burgueses que cambian de actitud y de opinión cuando cruzan el Ebro – el Íbero– de arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba. Lo que llevamos aguantando el resto de los españoles con las constantes vulgaridades y groserías de nuestros hermanos catalanes, resulta insoportable. Y hay héroes en Cataluña, que resisten y se niegan a aceptar las imposiciones de los traidores. Pero menguan. La comodidad, la tranquilidad y los negocios imperan sobre los sentimientos. Y diez años atrás había más héroes resistentes que en la actualidad, y a medida que pasan los días, las semanas y los meses, entre los catalanes constitucionalistas aumentan los cómodos amantes del silencio y la aceptación de la violencia separatista. Y hay que saber entenderlos. Se han visto perseguidos, humillados, acosados, amenazados, y al final, los que amenazan, los que acosan, los que humillan y los que persiguen, los nazis, comunistas y racistas –¿de qué racistas?–, son los beneficiados por el Gobierno traidor de España. ¿Para qué resistir más?
Todo empezó cuando el poder político impidió a la Guardia Civil que abriera un maletero. Se sabía que en ese maletero huía un ser semoviente. No se supo hasta más tarde que la llave del maletero se la ofreció quien, efectivamente, gobernaba en España.
Y aquello se ha perdido. Queda la esperanza del desmoronamiento del Gobierno traidor en los próximos meses. El PP tiene que bloquear la Ley en el Senado. Es la última esperanza. De lo contrario, España perderá a Cataluña. Y también observo y constato con mucha tristeza, que esa pérdida, a muchos españoles, empieza a importarles un bledo. Y eso es más grave, incluso, que la traición política.

Más de Alfonso Ussía​

 

La Repanocha​

Con un cóctel bautizado como Pasionaria Puerto de Valencia, es bastante probable que el negocio de Pablo Iglesias se resista a permanecer en lo alto. Me temo que se la va a pegar una vez más. Y van…​

17/03/2024Actualizada 01:30
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Madrid, la permanente sorpresa. En un par de días se abre un nuevo local tabernero y tabernario. La Taberna Garibaldi, en Lavapiés. «Solo para rojos». Mal empieza el negocio en una ciudad en la que ser rojo es sinónimo de esnobismo extravagante. Garibaldi fue un revolucionario, efectivamente. Pero no de izquierdas. También existen revolucionarios de derechas, como el sindicalista polaco Lech Walessa, que montó un lío a los comunistas de los gordos. Claro, que existió una «Brigada Garibaldi» integrada en las Brigadas Internacionales que lucharon con el rojerío en la Guerra Civil. Como en la marcha triunfal de Les Luthiers cuando entonaron aquel bellísimo final de «perdimos, perdimos otra vez». Garibaldi nació en Niza, cuando ésta ciudad costera todavía no era francesa. Pertenecía al Reino de Cerdeña. Y luchó por la unificación de Italia, lo contrario que el dueño de la nueva taberna, que es partidario de la partición y descomposición de España. Garibaldi, «Roma o muerte», fue un bravo capitán del Reino de Cerdeña, y tampoco se le puede calificar de republicano. Reconoció a Víctor Manuel de Saboya como Rey de Italia y terminó vendiendo espaguetis. Resulta curioso que un militar haya alcanzado la inmortalidad en el ramo de la hostelería. En España, en Italia, en Argentina, en México, y hasta en la Columbia Británica, en Canadá, existen establecimientos hoteleros con el nombre de Garibaldi. El último de ellos, el «Garibaldi Lake» canadiense con una ventaja sobre el resto de los garibaldis dispersos por el mundo. En un salón del hotel, por un dólar canadiense se puede mantener una conversación de tres minutos con los osos Yogui y Bubú que, para colmo, no eran de allí, sino del parque de Yellowstone. Aporto la idea. Un muñeco en la Tarberna Garibaldi de Pablo Iglesias, que represente a Santiago Carrillo. Es posible que el muñeco sea más interesante que la persona. En fin, ideas que se entremezclan cuando nos hallamos ante un gran acontecimiento hostelero.
No se trata de la constatación de un fracaso político. El grupete de Pablo Iglesias siempre fue muy de tabernas, discotecas y cuartos de baño en los locales nocturnos. El gran titán de Podemos lleva la taberna en la sangre. La política fue un paso que le sirvió de bastante poco, siempre que se considere «bastante poco» un chalé en Galapagar, un sueldo de vicepresidente, y una colocación de ministra para su chica. Me consta que su carrera política tuvo como único objetivo darse a conocer para entrar con todos los honores en el gremio de la hostelería. Y no lo ha hecho en soledad. Para triunfar en una taberna hay que ir de la mano de socios populares y universalmente conocidos, como el poeta argentino Sebastián Fiorilli y el célebre cantautor toledano Carlos Ávila. Fiorilli es el autor de un poema inmortal, superior o, al menos de pareja magnitud, que la elegía a Chávez de Juan Carlos Monedero. El poema de Fiorilli Marisma de mí, supera todas las expectativas, siempre en el supuesto de que haya tenido expectativas. Y el cantautor Toledo, que es un ejemplo de originalidad, ha escrito y musicado una canción Palestina Libre, que sin prudencia alguna recomiendo a los lectores de El Debate por su hondura y armonía.
No dejen de ir. Soliciten un salmorejo partisano, enchiladas Viva Zapata, y Carrilleras Garibaldi. Y entre los cócteles, el Fidel Mojito, el Ché Daiquiri, el Evita Martini, o el Pasionaria Puerto de Valencia. Nada hay de cursilería comunista en estas denominaciones tan acertadas.
Pero no se les ocurra solicitar un Cuba Libre, porque podría interpretarse como una provocación.
Por otra parte, como buen comunista, Pablo Iglesias tratará a los empleados de la Taberna Garibaldi, como lo hicieron con los suyos en la Bardemita los hermanos Bardem. Pagos sin retrasos, despidos generosamente remunerados, y a tomar vientos en el caso, muy probable, de cierre del negocio. Con un cóctel bautizado como Pasionaria Puerto de Valencia, es bastante probable que el negocio se resista a permanecer en lo alto.
En resumen. Que este imparable líder político metido a tabernero, es más cursi que una barbacoa azteca. Y no me pregunten en qué consiste la barbacoa azteca, porque lo ignoro en su totalidad.
Y a cerrar el local con el Bella Ciao cuando lo ordene Yolanda Díaz.
Me temo que se la va a pegar una vez más. Y van…
La repanocha.

Más de Alfonso Ussía​

 

La pista 5​

A pesar de que sus primas se reúnen todos los martes en Milford, nadie les hace caso. Pero él, por si las moscas, mantiene en su poder la linterna de Biarritz​

18/03/2024Actualizada 01:30
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Durante el día, la pista 5 del Real Club de Tenis de San Sebastián era una pista de tierra batida normal y corriente. En ella destacó el juego impetuoso, virtuoso y viril de aquella gran promesa del tenis español que no terminó de consagrar su juego. Muchas fueron las razones para quebrar la carrera deportiva de aquel superdotado tenista, que se retiró del deporte al cumplir los 20 años. Me refiero a mí, sin modestia alguna.
Como amante de lo antiguo, el joven tenista prometedor mejoraba la elegancia de las pistas con sus pantalones largos. Blancos y largos. Y su instrumento tenístico era una raqueta Dunlop, una «Maxply», como todas las de aquellos tiempos, de madera y con un arco de impacto, con una superficie de cordaje de medidas muy reducidas. Golpear bien a la bola era mucho más difícil que ahora.
Éramos diez hermanos, y de ellos, ocho varones. Uno de ellos me sustrajo el cinturón que sostenía mis preciosos pantalones blancos. No obstante, con los botones bien abrochados, los pantalones se sostenían sin dificultad. Jugaba en la pista 5 contra el aceptable tenista navarro Santiago Pineda Goizueta, que en un momento dado, aprovechando mi cercanía a la red, me respondió con un «lop» –un globo– muy bien ejecutado. Al intentar contrarrestar su globo con un mate –smash–, un par de botones se desabrocharon súbitamente, y mis pantalones cayeron sobre mis zapatillas. El público, malvado, celebró con una gran carcajada la visión del joven tenista con los muslos y canillas al aire y los pantalones por los suelos. Y a pesar de la oposición federativa y de los responsables del deporte español, me retiré del tenis. Retirada que no garantizaba mi despedida de la pista 5. Porque esa pista, cuando se celebraban las fiestas nocturnas en el Tenis de San Sebastián, se convertía en Sodoma y Gomorra, más bien Gomorra, que suena más a vascuence, y además, porque los afiliados a Sodoma no se atrevían todavía a salir del armario.
Ilustracion: barca

Barca
Una noche, el artista invitado –que cobraba un pastón– fue Johnny Halliday, un presuntuoso cantante francés que no contaba con mi simpatía por haberse casado sin mi permiso con mi gran amor de aquellos tiempos, la también cantante francesa Sylvie Vartan. Pero acudí al festejo. Y claro está, terminé en la pista 5, en un recogido banco, con mi acompañante, Coro Lagartizurri Zuloaga-Aundi, una belleza local. Ignoraba, mientras le prometía falso matrimonio y amor eterno, que su primo Javier Zuloaga-Aundi, primo de la interfecta, además de mi mejor amigo, era el encargado de velar por la honra de todas las mujeres de su familia. Llevaba a las fiestas del tenis una linterna poderosísima que había adquirido en los almacenes «Aux Dames de France» de Biarritz. Y nos enchufó con la linterna. A pesar de nuestra profunda amistad, me retó a duelo y recogí el guante. El escenario, la playa de Ondarreta, en la zona del malecón de Igueldo. Buscamos a nuestros padrinos y nos dirigimos, de rigurososmoking, al lugar del duelo. Según él, había mancillado el honor de su prima, y hay que reconocer que tenía más razón que un santo. El duelo era a tortazos con la mano abierta hasta que uno de los contendientes alzara la mano en signo de rendición. Un duelo ridículo porque nos dio la risa, lo cual alertó al vigilante nocturno de la playa que nos amenazó con llevarnos a la comisaría del barrio del Antiguo. Huimos rumbo al Tenis y allí, ante Benita, la encargada del guardarropa, y de Javier de Satrústegui Petit de Meurville, presidente del club, nos abrazamos en prueba de eterna reconciliación.
En vista de ello, pedí una copa y me retiré a la pista 5 con la encantadora Soledad Manso, que resultó ser también prima de Javier Zuloaga, y de nuevo nos enchufó con la linterna y nos retamos a duelo.
Fuimos expulsados de nuestro club por alborotadores, y Zuloaga-Aundi me persiguió por los jardines de Ondarreta blandiendo una rama de tamarindo de estimable grosor. Un primo pesadísimo y con una familia excesivamente ramificada.
Ya nada queda de aquel San Sebastián. Ni las olas rompen como antaño, ni mis pantalones blancos me han sido devueltos, ni existe la piscina de mis vuelos acrobáticos con el traje de baño color mandarina, ni las primas de Zuloaga-Aundi están para solazar a los tenistas de 20 años que se retiran por causas mayores. Eso sí, y a pesar de que sus primas se reúnen todos los martes en Milford, nadie les hace caso. Pero él, por si las moscas, mantiene en su poder la linterna de Biarritz.
Nostalgias de Gomorra, que suena a vascuence.

Más de Alfonso Ussía​

 

La Internacional​

En Sánchez se acumula el odio de 1918. Y seguimos en España con una fuerza conservadora, liberal y callada, que no reacciona​

19/03/2024Actualizada 01:30
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La Internacionales el himno comunista por excelencia. Comparte belleza musical y violencia en el texto. Recomiendo la versión del Coro del Ejército Rojo, dirigida por Boris Alexandrov. Se aprecia la música y la perfecta interpretación coral, pero al cantarla en ruso, sólo la entienden los rusos. La traducción al español –hay dos versiones– no está lograda. Puede molestar a la Memoria Histórica, pero elCara al Sol, del maestro Tellería, con letra –en su primera estrofa– de José Antonio Primo de Rivera, Luis Urquijo, y José María Alfaro –entre otros–, y la segunda estrofa exclusiva de Agustín de Foxá, es un himno que canta a la esperanza de una España en paz, en tanto que la Internacional es no sólo violenta, sino amenazadora. Y por supuesto, nada acorde con el comunismo español de la actualidad, que es un comunismo disfrazado de socialismo cuyo único fin –o el principal– es el enriquecimiento de los golfos que nos gobiernan.
Oír a Pedro Sánchez, con el puño en alto, cuando canta «¡Arriba los pobres del mundo/ en pie, famélica legión», da risa. A Illa, que es más soso que unas patatas guisadas con chorizo, pero sin chorizo,La Internacionalno le pega. A Sánchez sí, porque su condición de extremista de la izquierda, su discrepancia con España, su abrazo al separatismo y al terrorismo, y su inobjetable y creciente resentimiento, enLa Internacionalresume sus íntimas intenciones. El próximo himno a cantar por Sánchez con el puño en alto es la «Warsawianka», la Varsoviana, también traducida muy mal al español, y muy recomendable en dos versiones. La del Coro del Ejército Rojo de Alexandrov, y la del actual Coro del Ejército Ruso, que ha sumado a las voces masculinas, los extraordinarios trinos de las mujeres. Las voces rusas son maravillosas, y si no se entiende lo que cantan, mejor. Al menos en sus preocupantes himnos violentos.
En la transición, la entonación de La Internacional en las clausuras de los congresos de Comisiones Obreras era, como poco, desconcertante. El ala dura del comunismo se aferraba a la vieja letra, en tanto que el comunismo influido por el italiano Enrico Berlinguer, el llamado Eurocomunismo, finalmente aceptado por el responsable de los seis mil asesinatos de Paracuellos del Jarama, suavizó el texto convirtiendo a La Internacionalen «La Internacionalita». Como si el Mariachi Vargas de Tecalitlán –el mejor– entona el «Jalisco», y la mitad de sus componentes cumplen con la letra de la famosa ranchera, y la otra mitad prefieren entonar el «México Lindo» de Jorge Negrete. Un lío.
Sánchez es partidario de la versión dura, porque admira más a Stalin y Lenin que a Gorbachov. Cuando se llega al «y se alzan los pueblos ¡con valor!», al camarada Sánchez se le humedecen los ojos, y sueña con un campo de concentración en Pinto, con Isabel Ayuso famélica obligada a recomponer la línea ferroviaria, por la que transita un único tren. El que lleva desde la Moncloa hasta Doñana a su familia y amigos, como el de Strelnikov en el Doctor Zhivagode Pasternak, en su versión cinematográfica. Sánchez no canta bien. Es imposible que cante bien y con cadencia quien jamás ha leído ni escrito nada de nada. La música es un libro con notas en lugar de letras. El pobre Illa, que también se mueve en el ajo de las mascarillas de Koldo y Ábalos, no está sanguíneamente capacitado para cantar «La Internacional». Si acaso, a lo más que puede llegar, es a tatarear «tengo una muñeca vestida de azul, con su camisita y su canesú», en versión catalana, claro está, que no pretendo ofender a nadie.
Pero no. En Sánchez se acumula el odio de 1918. Y seguimos en España con una fuerza conservadora, liberal y callada, que no reacciona. Que se siente cohibida y acomplejada. Y lo malo es que, de seguir así, Sánchez va a pasar de cantar La Internacional a ejecutar su texto sin miramiento alguno. Y no estaremos en la España de 1936, sino en la Rusia de 1918.
¡VivaLa Internacional!

Más de Alfonso Ussía​

 

Todo limpio y culto​

Bautizar un cóctel como «Mandela Zulú» es igual que hacerlo como «Putin Zelenski», por muy bien que limpie los cubiertos el tabernero​

20/03/2024Actualizada 01:30
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Vuelvo al pájaro. He contemplado –lo suyo es la contemplación– unas imágenes deliciosas. Con un jersey oscuro en cuya zona pectoral luce la muy fea bandera republicana –su combinación cromática se muerde y abofetea a sí misma– el tabernero Iglesias limpia los cubiertos de su nuevo bar-restaurante. Lo hace bien. Y el ingenio popular le ayuda a encontrar razones sociales más acertadas que «Taberna Garibaldi». Me ha sorprendido la denominación de su nuevo cóctel, el «Mandela zulú». Una inocente bondad rebosada de desconocimiento. Le regalo esta vivencia.
Con anterioridad a la transición sudafricana, un grupo de periodistas y escritores fuimos invitados a visitar la República Sudafricana.
El jefe del Estado, el Adolfo Suárez sudafricano, era Frederik de Klerk, un «afrikaaner» de ascendencia holandesa que nos recibió en Ciudad del Cabo y nos regaló dos horas de su ajetreada vida. En el grupo estaban Luis Del Olmo, Antonio Burgos, José Oneto, Manu Leguineche, Miguel Ángel Gozalo, Jesús Cacho, Jacinto Hombravella, y Emilio Contreras, entre otros. Previamente habíamos visitado a los dirigentes del partido de Nelson Mandela, que ya se veían en el poder. También nos recibió el carota de Desmond Tutu –que en paz descanse– y en su palacio de Ulundi, Mangosothu Butelhezi, el príncipe zulú. Educado y formado en Inglaterra, culto y preciso. Iba vestido con un traje gris perla, una camisa gris perla, la corbata gris perla, los calcetines grises perla y los zapatos grises perla. Antonio Burgos me lo cuchicheó mientras nos hacíamos la foto de rigor. «En España no se atreve a ir vestido de esta manera ni Porrinas de Badajoz».
Butelhezi nos reunió en un gran salón de juntas con una enorme mesa redonda. «Ustedes, los europeos, no tienen ni idea de lo que sucede aquí. Cuando llegaron los portugueses, que fueron los primeros, al cabo de Buena Esperanza, en busca de la ruta de la seda, se encontraron con una pequeña colonia de bosquimanos. Desde ahí hasta Zululandia, hoy provincia de Natal, no había ni un solo ser humano. Y los ingleses y holandeses colonizaron esas inmensas tierras deshabitadas. Los ingleses con mejor educación que los holandeses. Y descubrieron las minas de oro y diamantes, los pastos interminables… Y un día, los ingleses llegaron hasta Zululandia, y en este valle donde estamos ahora, los zulú les vencimos en dos ocasiones. Y dejaron de molestarnos. Pero unos y otros se habían traído esclavos negros para explotar sus minas, y esos esclavos negros, los «hoshas», que no eran de aquí, se multiplicaron por mil. Pero ustedes no saben que excepto Zululandia, Sudáfrica es una nación de blancos. Y ahora, los descendientes de esos esclavos, nos quieren gobernar a los blancos y a los zulú. Y no lo vamos a consentir. Mandela es «hosha», y los suyos también. Y si pretenden entrar en Natal, les vamos a expulsar como hicimos con los ingleses. Un zulú prefiere tener a su lado a un blanco, por cruel que haya sido, que a un «hosha».
Y la verdad, es que aquello nos sorprendió.
De ahí que bautizar un cóctel como «Mandela Zulú» es igual que hacerlo como «Putin Zelenski», por muy bien que limpie los cubiertos el tabernero.
El ingenio popular y libre ha recomendado al tabernero de Vallecas afincado en Galapagar nuevos nombres para su desagradable local. Unidas Comemos, Chef Guevara, La Tacasta, Venecazuela, la Gastronaria, Fidel Gastro, GalapaBAR, Rataurante, No Pacharán, Burger King-Jon-Un, SUBAR, Máster Ché, La gulag del Norte, y en memoria de Carrillo, el gran ídolo del tabernero por su eficacia en la exterminación de «fascistas» –casi 30 niños entre ellos–, Bar Acuellos del Jarama. Creo que son razones sociales más acertadas que «Taberna Garibaldi», porque me temo que, en cuestiones de Garibaldi, el limpiador de cubiertos está tan pez o más, que con la relación entre Mandela y los zulú.
También le recomiendan que suprima la indicación de género en los cuartos de baño y lavabos. Simplemente con la indicación «Refrescos», basta y sobra.
Nos vamos a divertir con ese tabernero.

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El Coco​

Los entendedores afirman que el futuro del actual Gobierno se ha oscurecido por las actividades empresariales de tan distinguida dama, a la que denominan sus aduladores como «primera dama» de España​

21/03/2024Actualizada 01:30
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Los niños no son idiotas. Todos hemos sido niños. Y no conozco a ninguno que haya temblado de miedo con el Coco. «Si no te duermes, viene el Coco». Y el Coco no vino nunca, porque al Coco no le apetecía nada hacer el ridículo, como al pobre y desdichado Fantasma de Canterville de Oscar Wilde. Otra cosa era la amenaza del practicante. «Si no comes, llamo al practicante para que te ponga una inyección de Vitamina B». En algunas familias en las que la educación de los niños se encomendaba a una «mademoiselle» –lamadmua–, el Coco se convertía en Cocó, y los niños al ser advertidos de la llegada del «Cocó» se tronchaban de risa.
En Holanda y una parte de Flandes, la amenaza, el monstruo era el Duque de Alba. Y los niños se comían todo el queso de bola y se dormían después con dolores digestivos para no ser visitados por nuestro Duque. Ahora los niños sólo se asustan si, por cualquier motivo, los padres intimidan su desobediencia con quitarles el ordenador. Y en esas estamos y estábamos, cuando ha surgido un nuevo Coco que sí asusta. No a los niños, sino a los ministros del Gobierno, a los altos cargos socialistas, a los periodistas del gigantesco pesebre y a todos los que participan en el conglomerado del golpe de Estado. Y ese Coco tiene nombre y apellidos. Y Sánchez ha prohibido terminantemente su mención. El Coco que atemoriza al social-comunismo o comunismo-social, se llama Begoña Gómez Fernández.
Begoña Gómez Fernández es, sin duda, una mujer decidida. Administraba con exactitud y pericia los negocios de su padre, que tenía que ver con el ramo de las saunas y masajes, nada deshonroso por otra parte. Se trata de un negocio desconocido para mí. Jamás he acudido a una sauna, y los masajes, cuando la espalda me recuerda mi pasado de gran deportista, me los aplica un gran profesional, que fue boina verde en el Ejército. Un tronco de tío, que no domina los entresijos y las travesuras del masajito homosexual.
Su decisión llevó a Begoña Gómez Fernández por ambiciones más amplias. Y sin haber culminado ninguna licenciatura universitaria, la Universidad Complutense le concedió una cátedra, lo cual es prueba irrefutable –en catalánirrefutapla–, de su valía. Organiza cursos y «másters», y destaca por la claridad de sus conceptos y la docta verborrea de sus mensajes. Por otra parte, combina su cátedra con experiencias empresariales y contactos internacionales de alta influencia. El Africa Center del Instituto de Empresa, la coordinación del Gobierno con líneas aéreas en problemas económicos, y sus constantes viajes a la República Dominicana para descansar y otras cosas. Pero algo tiene que existir detrás o delante de sus actividades, cuando su nombre, sólo la mención de su nombre, produce escalofríos y temblores en el Gobierno de la exnación.
Los entendedores afirman que el futuro del actual Gobierno se ha oscurecido por las actividades empresariales de tan distinguida dama, a la que denominan sus aduladores como «primera dama» de España, título que jamás ha existido, y que, de existir, correspondería a la Reina. En la nación de la «primera dama», los Estados Unidos de América, no se entendería que la mujer del presidente interviniera en negocios, porque los ciudadanos podrían pensar que su condición de «first lady» y una actividad empresarial con dibujos comisionistas son incompatibles, en catalán incumpatiplas. (Los españoles estamos obligados a renunciar, al fin, a un modesto idioma que hablan seiscientos millones de habitantes del planeta Tierra, y adoptar como lengua común el que usan cinco millones de españoles, si bien la Comunidad Europea insiste en no reconocerlo como idioma oficial, lo cual resulta incomprensible, en catalán incumpransipla).
Y que de esa incompatibilidad pueden abrirse las grietas del muro. Que no está bien, en el fondo, hacer negocios y ser la mujer del presidente del Gobierno, porque juega con las cartas a su favor. De ahí los temblores que origina la pronunciación de su nombre y apellidos en el Congreso o en el Senado. Y de ahí también, la prohibición de mencionar su identidad por parte del Gobierno.
Nadie pone en duda su valía y decisión. Pero claro, hay cosas y detalles, que vaya por Dios, no terminan de favorecer al Gobierno y, menos aún, cuando Begoña Gómez Fernández no está aforada. Que lo estará, aunque todavía no se hayan atrevido a hacerlo con un decreto-ley.
Su nombre causa escalofríos. Más que el Coco.

Más de Alfonso Ussía​

 

Mingote y Madrid​

Madrid no pierde el tiempo ni el dinero en tonterías aldeanas y orgullos de campanario. A nadie pregunta de dónde viene ni hacia dónde va​

22/03/2024Actualizada 01:30
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Antonio Mingote era aragonés, de Daroca, aunque su lugar de nacimiento fue Sitges. Su padre, don Ángel, era el director de la Banda Municipal de aquella localidad costera. Pero su sitio era Madrid. «La única ventaja que tiene viajar, es la de volver a Madrid». Se conocía –y trataba con ellos– a todos los árboles de El Retiro. El alcalde Tierno Galván le nombró «Alcalde Perpetuo del Parque del Buen Retiro». Por prescripción facultativa, Antonio se paseaba Madrid todos los días. De su casa en la calle Samaria, en el barrio del Niño Jesús, hasta Alfonso XII atravesando el Retiro, y de ahí hasta la Plaza de Oriente, con el Palacio Real más importante y rico de Europa frente a su mirada, mientras tomaba su primer café del día con una ración de churros, que los tenía prohibidos. Y de vuelta a casa, la calle Mayor, la Puerta del Sol, Carrera de San Jerónimo y Alcalá. «Lo mejor de Madrid es su continua sorpresa. Todos los días descubro una maravilla nueva, inesperada, en sus calles». Era tímido, pero rotundo. En una entrevista en TVE, Soler Serrano le preguntó: «¿Qué ciudad le gusta más, Barcelona o Madrid?». Y respondió con un doble elogio: «Barcelona es como una mujer extraordinariamente guapa. Pero la guapeza es efímera. Madrid es una mujer maravillosamente atractiva, y el atractivo no se desvanece». Escribió y dibujó un gran libro,Historia de Madrid. En un dibujo reunió en una plazuela del Madrid de los Austria a los personajes que podrían haber coincidido en ella en los primeros años del siglo XVII.
El conde de Villamediana, El Greco, Góngora, Pacheco de Narváez, Quevedo, Juan de Mariana, Lope de Vega, Ruiz de Alarcón, Vicente Espinel, Tirso de Molina, Miguel de Cervantes, Vélez de Guevara, Agustín de Rojas… y llevado de la mano de una fámula estupenda y castiza, el niño Pedrito Calderón de la Barca. El oro de los Siglos de Oro, con el permiso de Urtasun. Y era un enamorado de Sevilla, sobre todo de la Sevilla estallada de primavera, no la invernal, con las buganvillas tristes, los jacarandas desnudos y el azahar lejano.
Cela, en uno de sus provocadores excesos, definió a Madrid como un poblachón manchego. Éramos amigos de Camilo, y una noche, el Nóbel se desdijo. «Aquello de que Madrid es un poblachón manchego lo escribí para molestar. Fue una tontería». Mingote, concentrado en el revuelto de criadillas de tierra que devoraba, alzó la mirada y le dio la razón a Cela: «Camilo, nadie está exento de escribir majaderías». Él me hablaba –me aventajaba en 30 años– del Madrid que vivió, de la gran ciudad en la que jamás se sintió sólo. «Todos sabíamos dónde estábamos a determinadas horas, y cada día elegías una tertulia, llegabas al lugar y te encontrabas con los amigos que buscabas. No teníamos un duro, pero cenábamos fuera de casa todas las noches». «Madrid tiene la educación de siglos de Corte. Y es la ciudad más cordial del mundo, y también la más peligrosa, porque aquí vive lo mejor y lo peor de España. El poder reúne a muchos hijoputas, y sabes que lo son, pero al menos, son educados y simpáticos». Hablaba en aquel presente.
La mujer maravillosamente atractiva se ha hecho más atractiva aún. Es el motor de España. El alegre motor de España. Vive alegre a pesar de albergar, por razones políticas, a infinidad de sinvergüenzas, pero no se siente afectada. Madrid es la capital de España, y ejerce de esa circunstancia. No pierde el tiempo ni el dinero en tonterías aldeanas y orgullos de campanario. A nadie pregunta de dónde viene ni hacia dónde va. En elOxford Economics, se ha publicado un estudio que Antonio habrá leído en sus azules infinitos. «Madrid es la única ciudad europea que rivaliza con Londres y París. Tiene una población cosmopolita y altamente educada».
Se agradece el elogio, con una pequeña corrección. Madrid es, en la actualidad, mucho más agradable para vivir que Londres y París, pruebas de ello son las inversiones que en Madrid se establecen y la cantidad de nuevos madrileños que han elegido vivir en Madrid para dejar de sufrir en las tiranías del comunismo de Hispanoamérica. Y escribo «nuevos madrileños», porque el que llega a Madrid y en Madrid se instala, ya es madrileño para siempre.
El atractivo no muere. Siempre con la razón a cuestas, Antonio.

Más de Alfonso Ussía​

 
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