Si la admiración de las abuelas fuera el patrón universalmente reconocido para medir la inteligencia de la especie, no cabría la menor duda: los seres humanos cada vez somos más brillantes. «Pero qué listos son. Tan pequeños, ya saben de todo y usan todos esos aparatos nuevos mucho mejor que nosotros...», no se cansan de repetir.
La cuestión es que los tests que miden nuestras aptitudes intelectuales -mucho más objetivos- apuntan a lo contrario: varios estudios recientes alertan de que, desde hace al menos tres décadas, el cociente intelectual (CI) de las nuevas generaciones en los países desarrollados cae de forma sostenida.
Y el uso de las nuevas tecnologías, que nos han vuelto perezosos a la hora de ejercitar la memoria o resolver operaciones sencillas, es una de las causas que algunos expertos barajan para explicar esa tendencia. ¿Somos cada vez más tontos o se han quedado anticuados esos instrumentos de la psicometría?
La cuestión es que los tests que miden nuestras aptitudes intelectuales -mucho más objetivos- apuntan a lo contrario: varios estudios recientes alertan de que, desde hace al menos tres décadas, el cociente intelectual (CI) de las nuevas generaciones en los países desarrollados cae de forma sostenida.
Y el uso de las nuevas tecnologías, que nos han vuelto perezosos a la hora de ejercitar la memoria o resolver operaciones sencillas, es una de las causas que algunos expertos barajan para explicar esa tendencia. ¿Somos cada vez más tontos o se han quedado anticuados esos instrumentos de la psicometría?