El Mundo Orbyt.
MI SEMANA
JAIME PEÑAFIEL
06/05/2023
CHSSS...
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Cierto es que el nuevo Rey, que ese día tenía 37 años (su hijo Felipe cuando fue investido, nueve más que su padre, exactamente 46), no se podía quejar. Acompañándole en tan importante trascendental momento de su vida, lo mejor y lo peor. Amigos y enemigos (incómodos). Uno de estos le amargó el día de la proclamación a Doña Sofía, como ya recuerdo en la historia de mis coronaciones publicada hoy en el periódico. Aunque en ese momento no me dijo quién, yo supe que había sido Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno para satisfacción de lo que llamaban entonces el búnker, o sea, el inmovilismo más rancio y recalcitrante que solo pretendía perpetuar el franquismo. Era el hombre que más odiaba a Don Juan Carlos, a quien calificaba de “niñato”. Pienso que ese sentimiento era mutuo.
Del día de la proclamación de los Reyes de España me ha quedado en la memoria la imagen de Doña Sofía con aquel elegantísimo traje largo color fucsia vibrante, “como el de los capotes de un torero pero al revés”, como escribía la compañeraPaula Matas. Fue realizado por las hermanas Molinero, María Antonia y Pilar, de sobra conocidas en la moda de la España de entonces. En vísperas de la proclamación recibieron el encargo más importante de su carrera: realizar “a toda pastilla” el vestido que la entonces Princesa iba a lucir en uno de los días más importantes de su vida con el que sería proclamada Reina Consorte y que pondría “un toque de color en una jornada marcada por el luto de la muerte de Franco”.
Pero después del recorrido en el Rolls-Royce descapotable desde el Palacio de las Cortes en la Carrera de San Jerónimo hasta el Palacio Real, conocido entonces por Palacio de Oriente, donde visitarían la capilla ardiente de Franco, yo que había seguido todo el recorrido caminando por la acera, con muy poco público, viendo constantemente el fucsia del vestido de la Reina al descender del coche, me llevé una gran sorpresa: Doña Sofía se había travestido de negro del cuello a los pies.
“¿Cuándo se produjo ese cambio?”, le pregunté en la primera oportunidad que tuve. Según me contó, que consciente de no poder entrar con el vestido fucsia de la ceremonia en la capilla ardiente de Franco decidieron, la noche anterior, hacer una especie de abrigo negro con ayuda de las Molinero, de su hermana Irene y de su cuñada Ana María. “Nos pasamos toda la noche cosiendo y lo llevé escondido durante el recorrido en el coche, a mis pies. Me lo puse sobre el vestido fucsia al entrar el Rolls en el Patio de la Armería”.
Que el día más feliz de tu vida, o uno de los más felices, te hayan impedido tener a tus padres contigo, no solo le sucedió a Doña Sofía. También a Máxima de los Países Bajos a quien el Gobierno holandés y la propia casa real prohibió que su padre, Jorge Zorreguieta, estuviera presente no solo en la boda de su hija con el príncipe heredero Guillermo, sino también en el día que se convertía en reina consorte cuando su marido era entronizado. ¿El motivo? Papá había sido ministro de Agricultura bajo el régimen del dictador Videla.
Si la Reina Sofía se dolió de que otro dictador como Arias Navarro le produjera uno de los dolores más grandes de su vida, Máxima, el día de su boda, rompió a llorar cuando oyó un bandoneón interpretando durante la ceremonia el tango preferido de su padre. Cuando se convirtió en reina consorte “me aguanté, tragándome las lágrimas”. Sus padres ausentes, al igual que Federica, pudieron desahogarse llorando ante el televisor. Hubiera sido tan importante para ellos ser testigos, con todo derecho, de ver a sus hijas, Sofía y Máxima, convertirse en reinas consortes. Porque reinas lo eran de sus respectivas vidas.
A la hora de posar los dos matrimonios antes de la cena de gala, algo sucedió que disgustó al anfitrión. Se le vio intentando llamar la atención a su esposa por algo que había hecho mal. (...) Sigue sin saber llevar el frac, como se vio en la cena de gala en honor del presidente colombiano. El chaleco de blanco piqué no debe aparecer por debajo de la negra levita. Aunque nada que ver con el cantinflesco aspecto durante la cena de gala en honor del presidente Martín Vizcarra de Perú. (...) En esta, sin la longitud de la anterior ocasión siguió llevando el chaleco excesivamente largo. Y cometió el gran error del corte de pantalón elegido, ajustado, tipo pitillo, del todo desaconsejado para un frac. Alguien debería aconsejarle a este hombre, no sabe estar. Convéncete, eres un cateto. (...) ¿Se imaginan ustedes que Felipe nos invitara a jurar lealtad a su persona como homenaje del pueblo? (...) Esta es la petición del arzobispo de Canterbury a los británicos: “Juro que prestaré verdadera lealtad a Su Majestad, a su heredero y sucesores con la ayuda de Dios”. (...) La mayoría de los ingleses lo consideran ofensivo. ¿También a Andrés y a Harry? (...) Me sorprendió la entrevista de la compañera con la hija de unos duques y grandes de España, como todos los que ostentan ese título, a los que acusa de haberla violado. (...) ¡Qué daño le hicieron obligándole a pedir perdón el 18 de abril de 2012! “Lo siento, me he equivocado y no volverá a ocurrir”.
MI SEMANA
JAIME PEÑAFIEL
06/05/2023
CHSSS...
ARIAS NAVARRO AMARGÓ EL DÍA A DOÑA SOFÍA
EL TRAVESTISMO DE DOÑA SOFÍA ESE DÍA
TAMBIÉN LE SUCEDIÓ A MÁXIMA DE HOLANDA
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Cierto es que el nuevo Rey, que ese día tenía 37 años (su hijo Felipe cuando fue investido, nueve más que su padre, exactamente 46), no se podía quejar. Acompañándole en tan importante trascendental momento de su vida, lo mejor y lo peor. Amigos y enemigos (incómodos). Uno de estos le amargó el día de la proclamación a Doña Sofía, como ya recuerdo en la historia de mis coronaciones publicada hoy en el periódico. Aunque en ese momento no me dijo quién, yo supe que había sido Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno para satisfacción de lo que llamaban entonces el búnker, o sea, el inmovilismo más rancio y recalcitrante que solo pretendía perpetuar el franquismo. Era el hombre que más odiaba a Don Juan Carlos, a quien calificaba de “niñato”. Pienso que ese sentimiento era mutuo.
Del día de la proclamación de los Reyes de España me ha quedado en la memoria la imagen de Doña Sofía con aquel elegantísimo traje largo color fucsia vibrante, “como el de los capotes de un torero pero al revés”, como escribía la compañeraPaula Matas. Fue realizado por las hermanas Molinero, María Antonia y Pilar, de sobra conocidas en la moda de la España de entonces. En vísperas de la proclamación recibieron el encargo más importante de su carrera: realizar “a toda pastilla” el vestido que la entonces Princesa iba a lucir en uno de los días más importantes de su vida con el que sería proclamada Reina Consorte y que pondría “un toque de color en una jornada marcada por el luto de la muerte de Franco”.
Pero después del recorrido en el Rolls-Royce descapotable desde el Palacio de las Cortes en la Carrera de San Jerónimo hasta el Palacio Real, conocido entonces por Palacio de Oriente, donde visitarían la capilla ardiente de Franco, yo que había seguido todo el recorrido caminando por la acera, con muy poco público, viendo constantemente el fucsia del vestido de la Reina al descender del coche, me llevé una gran sorpresa: Doña Sofía se había travestido de negro del cuello a los pies.
“¿Cuándo se produjo ese cambio?”, le pregunté en la primera oportunidad que tuve. Según me contó, que consciente de no poder entrar con el vestido fucsia de la ceremonia en la capilla ardiente de Franco decidieron, la noche anterior, hacer una especie de abrigo negro con ayuda de las Molinero, de su hermana Irene y de su cuñada Ana María. “Nos pasamos toda la noche cosiendo y lo llevé escondido durante el recorrido en el coche, a mis pies. Me lo puse sobre el vestido fucsia al entrar el Rolls en el Patio de la Armería”.
Que el día más feliz de tu vida, o uno de los más felices, te hayan impedido tener a tus padres contigo, no solo le sucedió a Doña Sofía. También a Máxima de los Países Bajos a quien el Gobierno holandés y la propia casa real prohibió que su padre, Jorge Zorreguieta, estuviera presente no solo en la boda de su hija con el príncipe heredero Guillermo, sino también en el día que se convertía en reina consorte cuando su marido era entronizado. ¿El motivo? Papá había sido ministro de Agricultura bajo el régimen del dictador Videla.
Si la Reina Sofía se dolió de que otro dictador como Arias Navarro le produjera uno de los dolores más grandes de su vida, Máxima, el día de su boda, rompió a llorar cuando oyó un bandoneón interpretando durante la ceremonia el tango preferido de su padre. Cuando se convirtió en reina consorte “me aguanté, tragándome las lágrimas”. Sus padres ausentes, al igual que Federica, pudieron desahogarse llorando ante el televisor. Hubiera sido tan importante para ellos ser testigos, con todo derecho, de ver a sus hijas, Sofía y Máxima, convertirse en reinas consortes. Porque reinas lo eran de sus respectivas vidas.
A la hora de posar los dos matrimonios antes de la cena de gala, algo sucedió que disgustó al anfitrión. Se le vio intentando llamar la atención a su esposa por algo que había hecho mal. (...) Sigue sin saber llevar el frac, como se vio en la cena de gala en honor del presidente colombiano. El chaleco de blanco piqué no debe aparecer por debajo de la negra levita. Aunque nada que ver con el cantinflesco aspecto durante la cena de gala en honor del presidente Martín Vizcarra de Perú. (...) En esta, sin la longitud de la anterior ocasión siguió llevando el chaleco excesivamente largo. Y cometió el gran error del corte de pantalón elegido, ajustado, tipo pitillo, del todo desaconsejado para un frac. Alguien debería aconsejarle a este hombre, no sabe estar. Convéncete, eres un cateto. (...) ¿Se imaginan ustedes que Felipe nos invitara a jurar lealtad a su persona como homenaje del pueblo? (...) Esta es la petición del arzobispo de Canterbury a los británicos: “Juro que prestaré verdadera lealtad a Su Majestad, a su heredero y sucesores con la ayuda de Dios”. (...) La mayoría de los ingleses lo consideran ofensivo. ¿También a Andrés y a Harry? (...) Me sorprendió la entrevista de la compañera con la hija de unos duques y grandes de España, como todos los que ostentan ese título, a los que acusa de haberla violado. (...) ¡Qué daño le hicieron obligándole a pedir perdón el 18 de abril de 2012! “Lo siento, me he equivocado y no volverá a ocurrir”.