El Mundo Orbyt.
MI SEMANA
JAIME PEÑAFIEL
16/12/2023
CHSSS...
Descubra Orbyt
Pero no había nada que justificara tal cantidad de corazones a la deriva que se negaban a aceptar la endogamia. La mayoría de ellos no estaba dispuestos a casarse con quienes debían, sino con quienes querían. A veces, el querer y el deber coincidían. Era difícil, aunque no imposible. Hoy, no serían asumibles ni aceptables los consejos que el conde de Barcelona daba a su nieto, el actual Rey Felipe VI, respecto a su futuro sentimental. Su lectura pone los pelos de punta porque el nieto ha hecho todo lo contrario de lo que su abuelo recomendaba. Lógico.
Primero: el príncipe no puede ser libre para elegir a su futura esposa porque esta será reina consorte de España. (Esto hoy resulta antiguo, medieval, cruel e injusto). Segundo: su libertad de elección está limitada. (Quizá en aquella época, ahora es imposible mantener esta norma). Tercero: el príncipe se casará con quien tenga que casarse. (Más bien no fue así, aunque tuvo varios intentos fallidos. El más serio, Isabel Sartorius, que llegó a entrar, incluso, en Zarzuela. Famosa la fotografía de ambos ante un retrato de Doña Sofía. A la Soberana no le agradaba mucho por los escándalos familiares de la madre, enganchada a la droga. Y Eva Sannum no fue posible, ya que el propio Rey intervino, exigiendo a mi paisano, Fernando Almansa, que interviniera para acabar con aquel noviazgo que a punto estuvo de anunciarse el compromiso y que se abortó por el atentado de las Torres Gemelas en Nueva York. La situación no estaba para hablar de bodas. Cierto es que Felipe estaba profundamente enamorado. No tuvo pudor en destacar, cuando anunció su ruptura, las cualidades de Eva: su fortaleza, dignidad, sensibilidad, capacidad de superación… y no sigo porque nunca dejaría de hablar). Cuarto: lo hará por encima de cualquier inclinación eventual. (Lo hizo por encima de la voluntad de su padre y Rey).
Quinto: no concibo que se pueda poner en peligro o desmoronar todo lo conseguido por una elección eventual (¡qué poco conocían al nieto!), irreflexiva y contraproducente. (Segundas partes nunca fueron buenas, sino peores). Sexto: lo siento mucho, pero si no se puede pasar de esta raya, no se pasa y si se le anima a pasarla hacen muy mal. (No solo traspasó la raya, sino que llegó a enfrentarse a su padre diciendo: “O lo tomáis o lo dejo todo”. “Te vas a cargar la monarquía”, le advirtió el Rey (?).
Séptimo: Los españoles que no creen en la monarquía son igual de exigentes, o más aún, que los monárquicos con determinadas cuestiones. (Esto se está comprobando hoy entre los republicanos e incluso entre los monárquicos juancarlistas).
Octavo: un español siempre encuentra un argumento para justificar un error personal del Rey pero es mucho menos generoso con los tropiezos o el pasado de la consorte.
Don Juan pensaba que su nieto, el Príncipe, no era igual que el resto de los jóvenes de su edad. Cierto es que su posición le deparaba muchas ventajas sobre ellos, pero esos privilegios estaban estrictamente sujetos al cumplimiento de una norma y un deber, el más importante: casarse con quien debía, teniendo muy presente que una reina, aunque sea consorte, no puede tener pasado. Sin embargo, en el momento en que los futuros reyes y reinas arrumbaron, felizmente para la institución, los matrimonios de Estado que atentaban de forma cruel al libre albedrío, para casarse por amor, como los pobres, comenzaron los problemas.
Cuando reyes, reinas, príncipes, princesas e infantas se casaban por esas razones de Estado a las que nos hemos referido, como no había nada a nivel sentimental que les mantuviesen casados, nada se rompía, y estos matrimonios duraban hasta que la muerte los separaba. Pero cuando estos reyes, reinas, príncipes, princesas e infantas decidieron casarse por amor, como cualquier ciudadano de la plebe, las monarquías dejaron de ser esa institución en la que sus miembros eran educados para no exteriorizar sus sentimientos y casarse mediante pacto de familias.
Analizando la historia de las mujeres de cuya boda fui testigo privilegiado, todas parecían tan felices casándose por amor. Pero, por lo que ha sucedido a casi todas ellas, llego a la conclusión de que los matrimonios por amor, desgraciadamente, no garantizan la felicidad ad aeternum. Los motivos de las tragedias matrimoniales de las familias reales que convierten a reinas, princesas e infantas en mujeres sufridoras, no difieren mucho de los de las parejas de alta y baja sociedad: el desamor, el desengaño, los adulterios, la convivencia que mata primero la pasión, que siempre tiene fecha de caducidad, luego el amor, el cariño y hasta la amistad. Al fin ¿qué queda?: un matrimonio sin amor, por un lado, o un amor sin matrimonio, por otro. Me imagino que para muchas de estas parejas reales a la deriva, (después de mi libro Bodas reales tuve que escribir Mis divorcios reales), el recuerdo del gozo de aquel día ya no es gozo, mientras que el recuerdo del dolor es todavía dolor. Los recuerdos de estas sufridoras esposas, como Doña Sofía y otras, no solo pueblan su soledad, sino que la hacen más profunda. El desamor todo se lo tragó. Y en sus vidas todo fue naufragio.
Con todo lo que está pasando, me acuerdo mucho de él porque donde las dan... las toman (...) Vergüenza daba ver a todo un gobierno en pleno en la presentación del folletín del presidente. ¡Qué vasallaje! (...) Me dolió sobre todo ver a Margarita, a quien estimo tanto. (...) Para reaparecer apadrinando el folletín del histriónico y ridículo autor, mejor haberte quedado donde estabas en bañador. (...) Como escribe Palmero en EL MUNDO, “utilizar a uno de los personajes más tóxicos y que encarna la telebasura para promocionar su folletón, no es casual”. (...) Nadie ha definido mejor al impresentable nuevo ministro de Transportes que el alcalde madrileño, calificándole de “macarra”. Tal cual. (...) Querida, la luz de tu nombre y mellada inteligencia te ha afectado hasta el extremo de considerarme “relamido y resentido escriba” por discriminar, según tú, a quien no tiene “sangre azul”. ¡Qué ridícula y cainita eres! (...) En España la ley prohíbe expresamente discriminar por razones de edad en materia laboral. (...) Telefónica, la empresa que preside ese ejecutivo a quien yo admiro tanto, ha reducido la cifra y ha decidido que ‘solo’ salgan de la compañía unos 4.000 empleados mayores de... ¡¡¡55 años!!!
MI SEMANA
JAIME PEÑAFIEL
16/12/2023
CHSSS...
LOS CONSEJOS DEL ABUELO A SU NIETO
EL ABUELO SE EQUIVOCÓ
EL AMOR NO GARANTIZA LA FELICIDAD... ETERNA
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Pero no había nada que justificara tal cantidad de corazones a la deriva que se negaban a aceptar la endogamia. La mayoría de ellos no estaba dispuestos a casarse con quienes debían, sino con quienes querían. A veces, el querer y el deber coincidían. Era difícil, aunque no imposible. Hoy, no serían asumibles ni aceptables los consejos que el conde de Barcelona daba a su nieto, el actual Rey Felipe VI, respecto a su futuro sentimental. Su lectura pone los pelos de punta porque el nieto ha hecho todo lo contrario de lo que su abuelo recomendaba. Lógico.
Primero: el príncipe no puede ser libre para elegir a su futura esposa porque esta será reina consorte de España. (Esto hoy resulta antiguo, medieval, cruel e injusto). Segundo: su libertad de elección está limitada. (Quizá en aquella época, ahora es imposible mantener esta norma). Tercero: el príncipe se casará con quien tenga que casarse. (Más bien no fue así, aunque tuvo varios intentos fallidos. El más serio, Isabel Sartorius, que llegó a entrar, incluso, en Zarzuela. Famosa la fotografía de ambos ante un retrato de Doña Sofía. A la Soberana no le agradaba mucho por los escándalos familiares de la madre, enganchada a la droga. Y Eva Sannum no fue posible, ya que el propio Rey intervino, exigiendo a mi paisano, Fernando Almansa, que interviniera para acabar con aquel noviazgo que a punto estuvo de anunciarse el compromiso y que se abortó por el atentado de las Torres Gemelas en Nueva York. La situación no estaba para hablar de bodas. Cierto es que Felipe estaba profundamente enamorado. No tuvo pudor en destacar, cuando anunció su ruptura, las cualidades de Eva: su fortaleza, dignidad, sensibilidad, capacidad de superación… y no sigo porque nunca dejaría de hablar). Cuarto: lo hará por encima de cualquier inclinación eventual. (Lo hizo por encima de la voluntad de su padre y Rey).
Quinto: no concibo que se pueda poner en peligro o desmoronar todo lo conseguido por una elección eventual (¡qué poco conocían al nieto!), irreflexiva y contraproducente. (Segundas partes nunca fueron buenas, sino peores). Sexto: lo siento mucho, pero si no se puede pasar de esta raya, no se pasa y si se le anima a pasarla hacen muy mal. (No solo traspasó la raya, sino que llegó a enfrentarse a su padre diciendo: “O lo tomáis o lo dejo todo”. “Te vas a cargar la monarquía”, le advirtió el Rey (?).
Séptimo: Los españoles que no creen en la monarquía son igual de exigentes, o más aún, que los monárquicos con determinadas cuestiones. (Esto se está comprobando hoy entre los republicanos e incluso entre los monárquicos juancarlistas).
Octavo: un español siempre encuentra un argumento para justificar un error personal del Rey pero es mucho menos generoso con los tropiezos o el pasado de la consorte.
Don Juan pensaba que su nieto, el Príncipe, no era igual que el resto de los jóvenes de su edad. Cierto es que su posición le deparaba muchas ventajas sobre ellos, pero esos privilegios estaban estrictamente sujetos al cumplimiento de una norma y un deber, el más importante: casarse con quien debía, teniendo muy presente que una reina, aunque sea consorte, no puede tener pasado. Sin embargo, en el momento en que los futuros reyes y reinas arrumbaron, felizmente para la institución, los matrimonios de Estado que atentaban de forma cruel al libre albedrío, para casarse por amor, como los pobres, comenzaron los problemas.
Cuando reyes, reinas, príncipes, princesas e infantas se casaban por esas razones de Estado a las que nos hemos referido, como no había nada a nivel sentimental que les mantuviesen casados, nada se rompía, y estos matrimonios duraban hasta que la muerte los separaba. Pero cuando estos reyes, reinas, príncipes, princesas e infantas decidieron casarse por amor, como cualquier ciudadano de la plebe, las monarquías dejaron de ser esa institución en la que sus miembros eran educados para no exteriorizar sus sentimientos y casarse mediante pacto de familias.
Analizando la historia de las mujeres de cuya boda fui testigo privilegiado, todas parecían tan felices casándose por amor. Pero, por lo que ha sucedido a casi todas ellas, llego a la conclusión de que los matrimonios por amor, desgraciadamente, no garantizan la felicidad ad aeternum. Los motivos de las tragedias matrimoniales de las familias reales que convierten a reinas, princesas e infantas en mujeres sufridoras, no difieren mucho de los de las parejas de alta y baja sociedad: el desamor, el desengaño, los adulterios, la convivencia que mata primero la pasión, que siempre tiene fecha de caducidad, luego el amor, el cariño y hasta la amistad. Al fin ¿qué queda?: un matrimonio sin amor, por un lado, o un amor sin matrimonio, por otro. Me imagino que para muchas de estas parejas reales a la deriva, (después de mi libro Bodas reales tuve que escribir Mis divorcios reales), el recuerdo del gozo de aquel día ya no es gozo, mientras que el recuerdo del dolor es todavía dolor. Los recuerdos de estas sufridoras esposas, como Doña Sofía y otras, no solo pueblan su soledad, sino que la hacen más profunda. El desamor todo se lo tragó. Y en sus vidas todo fue naufragio.
Con todo lo que está pasando, me acuerdo mucho de él porque donde las dan... las toman (...) Vergüenza daba ver a todo un gobierno en pleno en la presentación del folletín del presidente. ¡Qué vasallaje! (...) Me dolió sobre todo ver a Margarita, a quien estimo tanto. (...) Para reaparecer apadrinando el folletín del histriónico y ridículo autor, mejor haberte quedado donde estabas en bañador. (...) Como escribe Palmero en EL MUNDO, “utilizar a uno de los personajes más tóxicos y que encarna la telebasura para promocionar su folletón, no es casual”. (...) Nadie ha definido mejor al impresentable nuevo ministro de Transportes que el alcalde madrileño, calificándole de “macarra”. Tal cual. (...) Querida, la luz de tu nombre y mellada inteligencia te ha afectado hasta el extremo de considerarme “relamido y resentido escriba” por discriminar, según tú, a quien no tiene “sangre azul”. ¡Qué ridícula y cainita eres! (...) En España la ley prohíbe expresamente discriminar por razones de edad en materia laboral. (...) Telefónica, la empresa que preside ese ejecutivo a quien yo admiro tanto, ha reducido la cifra y ha decidido que ‘solo’ salgan de la compañía unos 4.000 empleados mayores de... ¡¡¡55 años!!!