El Mundo Orbyt.
MI SEMANA
JAIME PEÑAFIEL
06/01/2024
CHSSS...
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La reina Margarita sorprendió a los ciudadanos daneses pocas horas antes de las campanadas del Año Nuevo anunciando su abdicación cuando ella había reconocido que un rey o reina deben serlo hasta que se pudiera decir “la reina ha muerto, viva el rey”. En este caso, su primogénito el príncipe Federico, de 55 años, quien recientemente se vio involucrado en una historia en Madrid con la mexicana Genoveva Casanova. La ceremonia oficial de abdicación tendrá lugar el próximo 14 de este mes de enero.
El 14 de enero de 1972, yo era testigo de la aparición en la balconada del palacio de Christiansborg de Copenhague de una muchacha joven, enlutada, a quien acababa de morírsele su padre. Junto a ella el primer ministro, quien, con voz emocionada, pronunció la fórmula ritual que ella tanto había temido: “¡El rey Federico ha muerto!¡ Viva la reina!”. Desde ese momento Margarita se convertía en soberana de Dinamarca.
Hacía más de cinco siglos que una mujer había reinado, precisamente, con ese nombre en Escandinavia. En 1958 la primogénita había sido proclamada heredera del trono.
En aquellos años la heredera danesa era una más de las jóvenes de familias reales a las que se buscaba novio. Pero, con su metro ochenta de estatura, era la princesa más alta de Europa y difícil de encontrarle un marido a su altura.
Pero seis años antes del nacimiento de Margarita, concretamente el 11 de junio de 1934, nacía en Talence, sur de Francia, un niño que fue bautizado con el nombre de Henri. Sus padres, André Laborde de Monpezat y Renata Doursennot, no eran un matrimonio legal, sino una pareja que vivía amancebada, ya que ella seguía siendo la esposa legítima de un cura secularizado que se negaba a concederle el divorcio. Por lo que André Laborde tuvo que inscribir al niño como hijo suyo y de madre desconocida. En el año 1965 había cumplido ya 31 años y era secretario de la Embajada francesa en la capital británica. Margarita, que había cumplido 25, viajó a Londres para asistir a una recepción en su honor en la Embajada danesa. Allí le presentaron a Henri, tan alto como ella. A la heredera le pareció el hombre perfecto para su talla. Además era elegante, brillante, culto y muy guapo.
La boda de Margarita y Henri, el 10 de junio de 1967, se celebró en medio de un triste acontecimiento que impidió la presencia de su hermana Ana María, la reina consorte de Grecia. Aquellos días se había producido en el país griego el golpe militar de los coroneles que hizo perder el trono al rey Constantino.
Lo que Henri nunca olvidó fueron las palabras de su padre: “Tu sabrás lo que haces, hijo mío. Pero debes saber, aunque te cueste y te duela, que cuando te conviertas en consorte serás desollado el resto de tu vida”. Como así fue.
El 26 de mayo de 1968 nacía por primera vez en 69 años un heredero varón al trono de Dinamarca que fue bautizado con el nombre de su abuelo, Federico. La monarquía quedaba asegurada.
Entre la reina Margarita y su hijo Federico siempre hubo una guerra a causa de las numerosas aventuras sentimentales de este hasta que la soberana aceptó y aprobó el matrimonio de su hijo con la abogada australiana Mary Donaldson.
La boda, celebrada el 14 de mayo de 2004 en la catedral de Copenhague ante todas las casas reales y a la que yo asistí, supuso la presentación en las cortes europeas de Letizia, la prometida del Príncipe Felipe, con quien contraería matrimonio ocho días después, el 24 de ese mes y ese año, con aquel espectacular traje de Lorenzo Caprile, rojo fuego en crepé y tul de seda en el que prendió dos broches que le prestó la Reina Sofía, que también asistió junto con las Infantas Elena y Cristina con sus respectivos maridos.
El vestido de la novia Mary Donaldson, del diseñador danés Uffe Frank, discípulo de Armani, en satén color perla, era entallado y dejaba los hombros al descubierto. El velo de encaje era una pieza que lleva cien años en la familia real danesa, obra de monjas irlandesas. El novio, de uniforme de gala de la Armada. Por primera vez, fue el novio y no la novia quien derramaba las consabidas lágrimas, teniendo que ser consolado por ella. Y por primera vez también unos novios se besaban en la boca en el mismísimo altar mayor de la catedral ante el que se habían casado sin esperar a hacerlo en el balcón del palacio de Amalienborg, donde se besarían, no una, ni dos sino tres veces seguidas y en la boca, en un auténtico festival de besos. Era tal el entusiasmo de ambos que, una vez que se habían retirado volvieron a salir y volvieron a besarse y a abrazarse (Felipe y Letizia se besaron tímidamente en la mejilla en la balconada del Palacio Real).
“El único que en España sigue en su lugar es el Rey y Él, individualmente”, como puntualiza, curándose en salud, el compañero Arcadi Espada. (...) Cuando la ofensa es pública (a nivel mundial en este caso), la reparación debe ser pública. (...) Una separación, aunque fuera temporal, sería positiva para todo el mundo. (...) Responder con actitudes como si no pasara nada, habiendo pasado tanto, es puro teatro. (...) Carlos III reunió a toda la familia en la primera Misa de Navidad tras su coronación y Federico y Mary de Dinamarca asisten a la tradicional misa en la catedral de Aarhus. (...) Y aquí, en la católica monarquía de la católica España, ni un Christmas con alegoría navideña. (...) Aunque no me gusta debatir, el comentarista de ilustre apellido ha señalado incisivamente que de mi polémico libro solo leerá el título. (...) Sea cual sea la ontología, resultará tentador creer que debe tener una causa, un principio definido, un desarreglo mental. (...) Su escudera ha logrado rentabilizar sus permanentes risas, aplausos y saltitos para convertirse nada menos que en vicepresidenta. (...) Si ella fue tan ingenua con las informaciones que le facilitaba el periodista para lograr la famosa entrevista, “en mi matrimonio somos tres”, ¿qué culpa tiene él? (...) Tantas soflamas sobre feminismo, ecología y medio ambiente para, al final, lo que le prima es aparecer casi desnuda en la tele.
MI SEMANA
JAIME PEÑAFIEL
06/01/2024
CHSSS...
EUROPA SE QUEDA SIN REINAS
HIJO DE “MADRE DESCONOCIDA”
NO LE GUSTABA NINGUNA MUJER PARA SU HIJO
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La reina Margarita sorprendió a los ciudadanos daneses pocas horas antes de las campanadas del Año Nuevo anunciando su abdicación cuando ella había reconocido que un rey o reina deben serlo hasta que se pudiera decir “la reina ha muerto, viva el rey”. En este caso, su primogénito el príncipe Federico, de 55 años, quien recientemente se vio involucrado en una historia en Madrid con la mexicana Genoveva Casanova. La ceremonia oficial de abdicación tendrá lugar el próximo 14 de este mes de enero.
El 14 de enero de 1972, yo era testigo de la aparición en la balconada del palacio de Christiansborg de Copenhague de una muchacha joven, enlutada, a quien acababa de morírsele su padre. Junto a ella el primer ministro, quien, con voz emocionada, pronunció la fórmula ritual que ella tanto había temido: “¡El rey Federico ha muerto!¡ Viva la reina!”. Desde ese momento Margarita se convertía en soberana de Dinamarca.
Hacía más de cinco siglos que una mujer había reinado, precisamente, con ese nombre en Escandinavia. En 1958 la primogénita había sido proclamada heredera del trono.
En aquellos años la heredera danesa era una más de las jóvenes de familias reales a las que se buscaba novio. Pero, con su metro ochenta de estatura, era la princesa más alta de Europa y difícil de encontrarle un marido a su altura.
Pero seis años antes del nacimiento de Margarita, concretamente el 11 de junio de 1934, nacía en Talence, sur de Francia, un niño que fue bautizado con el nombre de Henri. Sus padres, André Laborde de Monpezat y Renata Doursennot, no eran un matrimonio legal, sino una pareja que vivía amancebada, ya que ella seguía siendo la esposa legítima de un cura secularizado que se negaba a concederle el divorcio. Por lo que André Laborde tuvo que inscribir al niño como hijo suyo y de madre desconocida. En el año 1965 había cumplido ya 31 años y era secretario de la Embajada francesa en la capital británica. Margarita, que había cumplido 25, viajó a Londres para asistir a una recepción en su honor en la Embajada danesa. Allí le presentaron a Henri, tan alto como ella. A la heredera le pareció el hombre perfecto para su talla. Además era elegante, brillante, culto y muy guapo.
La boda de Margarita y Henri, el 10 de junio de 1967, se celebró en medio de un triste acontecimiento que impidió la presencia de su hermana Ana María, la reina consorte de Grecia. Aquellos días se había producido en el país griego el golpe militar de los coroneles que hizo perder el trono al rey Constantino.
Lo que Henri nunca olvidó fueron las palabras de su padre: “Tu sabrás lo que haces, hijo mío. Pero debes saber, aunque te cueste y te duela, que cuando te conviertas en consorte serás desollado el resto de tu vida”. Como así fue.
El 26 de mayo de 1968 nacía por primera vez en 69 años un heredero varón al trono de Dinamarca que fue bautizado con el nombre de su abuelo, Federico. La monarquía quedaba asegurada.
Entre la reina Margarita y su hijo Federico siempre hubo una guerra a causa de las numerosas aventuras sentimentales de este hasta que la soberana aceptó y aprobó el matrimonio de su hijo con la abogada australiana Mary Donaldson.
La boda, celebrada el 14 de mayo de 2004 en la catedral de Copenhague ante todas las casas reales y a la que yo asistí, supuso la presentación en las cortes europeas de Letizia, la prometida del Príncipe Felipe, con quien contraería matrimonio ocho días después, el 24 de ese mes y ese año, con aquel espectacular traje de Lorenzo Caprile, rojo fuego en crepé y tul de seda en el que prendió dos broches que le prestó la Reina Sofía, que también asistió junto con las Infantas Elena y Cristina con sus respectivos maridos.
El vestido de la novia Mary Donaldson, del diseñador danés Uffe Frank, discípulo de Armani, en satén color perla, era entallado y dejaba los hombros al descubierto. El velo de encaje era una pieza que lleva cien años en la familia real danesa, obra de monjas irlandesas. El novio, de uniforme de gala de la Armada. Por primera vez, fue el novio y no la novia quien derramaba las consabidas lágrimas, teniendo que ser consolado por ella. Y por primera vez también unos novios se besaban en la boca en el mismísimo altar mayor de la catedral ante el que se habían casado sin esperar a hacerlo en el balcón del palacio de Amalienborg, donde se besarían, no una, ni dos sino tres veces seguidas y en la boca, en un auténtico festival de besos. Era tal el entusiasmo de ambos que, una vez que se habían retirado volvieron a salir y volvieron a besarse y a abrazarse (Felipe y Letizia se besaron tímidamente en la mejilla en la balconada del Palacio Real).
“El único que en España sigue en su lugar es el Rey y Él, individualmente”, como puntualiza, curándose en salud, el compañero Arcadi Espada. (...) Cuando la ofensa es pública (a nivel mundial en este caso), la reparación debe ser pública. (...) Una separación, aunque fuera temporal, sería positiva para todo el mundo. (...) Responder con actitudes como si no pasara nada, habiendo pasado tanto, es puro teatro. (...) Carlos III reunió a toda la familia en la primera Misa de Navidad tras su coronación y Federico y Mary de Dinamarca asisten a la tradicional misa en la catedral de Aarhus. (...) Y aquí, en la católica monarquía de la católica España, ni un Christmas con alegoría navideña. (...) Aunque no me gusta debatir, el comentarista de ilustre apellido ha señalado incisivamente que de mi polémico libro solo leerá el título. (...) Sea cual sea la ontología, resultará tentador creer que debe tener una causa, un principio definido, un desarreglo mental. (...) Su escudera ha logrado rentabilizar sus permanentes risas, aplausos y saltitos para convertirse nada menos que en vicepresidenta. (...) Si ella fue tan ingenua con las informaciones que le facilitaba el periodista para lograr la famosa entrevista, “en mi matrimonio somos tres”, ¿qué culpa tiene él? (...) Tantas soflamas sobre feminismo, ecología y medio ambiente para, al final, lo que le prima es aparecer casi desnuda en la tele.
