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Con los revolucionarios siempre pasa lo mismo: con el tiempo se convierten en una mera contradicción de sí mismos.
Lo sugería Burt Lancaster en aquel memorable western titulado Los profesionales. “¿La revolución? Cuando el tiroteo termina, los muertos se entierran y los políticos entran en acción; y el resultado es el mismo en todas las ocasiones: una causa perdida”.
Siempre ocurre igual, Irene. Quienes se erigen como reformistas rara vez cambian las cosas. En realidad, sólo modifican sus propias vidas.
Ahí está 'Dany el rojo', que abandonó el anarquismo por el ecologismo tras mayo del 68 y, casualidad, encontró un puesto eterno de Eurodiputado entre los verdes. Que no está mal pagado.
Agosto de 2020, Irene, tu viaje ha sido largo. Has pasado del 15-M a la Diez Minutos. De la reivindicación a la revista del corazón. Del “sí, se puede” al glamour del papel cuché. Como ocurre con los revolucionarios contemporáneos, revolviste el gallinero con palabras gruesas y mano blanda; y no has cambiado nada. Sólo 'lo tuyo'.
Es la política un terreno propicio para que se desarrollen los egos superlativos; y la entrevista que has concedido a esta publicación es un ejemplo perfecto. Quizá, vaya usted a saber, constituya un micromachismo el hecho de aparecer en revistas donde se habla del amor romántico, como el de Enrique Ponce por su nueva novia. O en el que se titula de la siguiente forma: ¿Julio Iglesias quiso ligar con Emma García?.
Hay un momento memorable en el que la aguerrida periodista pregunta: “¿Cuándo fue la última vez que salió a cenar a solas con Pablo?”. Y respondes: “No solemos salir porque nos gusta más estar en nuestra casa, con nuestros amigos, ya que al ser Pablo tan conocido, preferimos la intimidad de casa”. Irene, buscaba que lamentaras la falta de tiempo de la mujer que, a la vez, es madre y política. Pero respondiste con un poco de falsa humildad. En ese ministerio, quizá alguien podría decirte que tus palabras tenían un tufillo machista, pues, Irene, tú también eres famosa. No sólo lo es Pablo.
La mejor parte es aquella en la que afirmas que el edificio donde trabajas, el del Ministerio, pertenecía antes a los Botín. ¡Exprópiese! Eso resume perfectamente la filosofía del partido: celebrar como victorias las hazañas birriosas que en nada cambian la vida de los ciudadanos.
Ay, Irene, qué cosas tienes.
Lo sugería Burt Lancaster en aquel memorable western titulado Los profesionales. “¿La revolución? Cuando el tiroteo termina, los muertos se entierran y los políticos entran en acción; y el resultado es el mismo en todas las ocasiones: una causa perdida”.
Siempre ocurre igual, Irene. Quienes se erigen como reformistas rara vez cambian las cosas. En realidad, sólo modifican sus propias vidas.
Ahí está 'Dany el rojo', que abandonó el anarquismo por el ecologismo tras mayo del 68 y, casualidad, encontró un puesto eterno de Eurodiputado entre los verdes. Que no está mal pagado.
Agosto de 2020, Irene, tu viaje ha sido largo. Has pasado del 15-M a la Diez Minutos. De la reivindicación a la revista del corazón. Del “sí, se puede” al glamour del papel cuché. Como ocurre con los revolucionarios contemporáneos, revolviste el gallinero con palabras gruesas y mano blanda; y no has cambiado nada. Sólo 'lo tuyo'.
Es la política un terreno propicio para que se desarrollen los egos superlativos; y la entrevista que has concedido a esta publicación es un ejemplo perfecto. Quizá, vaya usted a saber, constituya un micromachismo el hecho de aparecer en revistas donde se habla del amor romántico, como el de Enrique Ponce por su nueva novia. O en el que se titula de la siguiente forma: ¿Julio Iglesias quiso ligar con Emma García?.
Hay un momento memorable en el que la aguerrida periodista pregunta: “¿Cuándo fue la última vez que salió a cenar a solas con Pablo?”. Y respondes: “No solemos salir porque nos gusta más estar en nuestra casa, con nuestros amigos, ya que al ser Pablo tan conocido, preferimos la intimidad de casa”. Irene, buscaba que lamentaras la falta de tiempo de la mujer que, a la vez, es madre y política. Pero respondiste con un poco de falsa humildad. En ese ministerio, quizá alguien podría decirte que tus palabras tenían un tufillo machista, pues, Irene, tú también eres famosa. No sólo lo es Pablo.
La mejor parte es aquella en la que afirmas que el edificio donde trabajas, el del Ministerio, pertenecía antes a los Botín. ¡Exprópiese! Eso resume perfectamente la filosofía del partido: celebrar como victorias las hazañas birriosas que en nada cambian la vida de los ciudadanos.
Ay, Irene, qué cosas tienes.
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