RECETAS DE COCINA

Gracias Sakuraa, qué palabras tan bellas me dedicas.
Armo los hilos con todo amor, pongo en ellos lo mejor de mi: mi alma.
He tenido la suerte de que mi muso me diera la inspiración para desarrollarlos, debo decir la verdad. A instancias de él los desarrollé.
Nada más bello que sentirse acompañado en el diario quehacer y en los intereses personales.
El tema es por demás amoroso: el arte.
Claro que tomo tu sugerencia. La verdad es que paré unos días pues viajes personales nos han complicado un poco la vida. Pero ahora ya normalizados mañana me pondré a "trabajar" en esto que tanto placer me da. Por supuesto irá dedicado a ti, amiga.
Identifiqué en tus aportes eso mismo que menioné de mi: pones el alma, y eso hace la absoluta diferencia.
La vida es una maravilla cuando nos involucramos de esa manera, hace que todo valga la pena.
Claro que el arte de la vida es hacer de cosas cotidianas un arte. Gran frase!!
Un gran saludo, que aunque virtual va lleno de afecto hacia esa alma que está visible en sus posts. Y cuánto se agradece!
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Los nenufares del jardin que Monet creo en jardín el en su casa de Giverny
Un bonito cuadro ,para una bella persona@Coti7495
 
Haz un arroz tres delicias en casa mucho mejor que el de un restaurante chino
Con esta receta ya no tendrás que pedir más a domicilio ni bajar al restaurante de tu calle. Un plato típico de la gastronomía china, fácil, rico y para todos los públicos
María Sainz


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El arroz tres delicias es un plato delicado en el sentido de que no es fácil encontrar uno bueno cuando comes fuera de casa, pero el casero es otro cantar. Además, es muy socorrido porque no se tarda nada en preparar y las variaciones son infinitas.

el jamón york o incluso las gambas, podéis usar pollo y cinta de lomo, que es otra de las variedades que existen y que le da un toque mucho más exquisito.


Tiempo de preparación: 30 minutos Dificultad: Fácil Coste: Medio Comensales: 2

Ingredientes
  • 250 g de arroz largo
  • 80 g de guisantes
  • 200 g de gambas peladas
  • 1 zanahoria
  • 2 huevos grandes
  • 3 lonchas de jamón york
  • Aceite de oliva
  • 1 y 1/2 cucharadas de salsa de soja

Elaboración

  1. Pon el arroz en una olla con agua y, siguiendo las instrucciones del fabricante, cuécelo. Apaga del fuego, retira y reserva para usarlo después.
  2. Por otro lado, pon agua con sal en otra olla y hierve los guisantes junto la zanahoria cortada en trozos. Déjalo cocer durante unos 10 minutos o hasta que la zanahoria esté tierna. Una vez cocido, escúrrelo y reserva.
  3. Bate un par de huevos con una pizca de sal para hacer una tortilla francesa. Échalos en una sartén, previamente untada con aceite de oliva. Deja que se haga por un lado y dobla la tortilla. Acaba de cocinarla por ambos lados hasta que esté ligeramente dorada. Retira del fuego, córtala en tiras y resérvala.
  4. En la misma sartén, pon un chorrito de aceite de oliva y echa las gambas añadiendo sal al gusto. Cocínalas a fuego medio hasta que estén doradas por ambos lados. Retira del fuego.
  5. En la misma sartén de nuevo, pon otro chorrito de aceite de oliva y añade el arroz. Sofríe un par de minutos y añade los guisantes, la zanahoria y las gambas. Ponle la salsa de soja y remueve bien. Prueba el sabor y ajusta la sal si fuese necesario, aunque con la salsa de soja no debería serlo.
  6. Sofríe durante 5 minutos y añade el jamón cortado en tiras y la tortilla justo antes de servir.
El truco final
Para que las gambas no se cuezan, ve retirando el agua que suelten con una cuchara mientras las cocinas.

https://www.alimente.elconfidencial.com/recetas/2018-05-13/arroz-tres-delicias_1554882/




 
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DESASTRES EN LA COCINA
NO LE DIGAS A MI MADRE QUE HE COMIDO ESO: LAS PEORES RECETAS HECHAS POR ESTUDIANTES

En tiempo de guerra cualquier agujero es trinchera y en un piso de estudiantes los fideos instantáneos con chorizo y garbanzos cuentan como cocido: bienvenidos al infierno gastronómico de los recién emancipados.

NOEMÍ LÓPEZ TRUJILLO 15/05/2018

La juventud combina con todo; como el negro, o como el pan. Es una grieta en el mundo convencional, una línea temporal donde no se niegan posibilidades, sino que todas ellas existen a la vez, potencialmente realizables. Teorizo sobre una época de mi vida que ya toca a su fin, un horizonte que cruzo de manera inminente y que me da la perspectiva y la legitimidad para preguntarme: “¿En qué mierda estabas pensando para cocinar eso?”. Si la vida pasa ante nuestros ojos en ese preludio de la muerte que apenas dura unos segundos, yo misma, a punto de poner un pie en el mundo adulto, he visto cómo pasaban a cámara rápida todas las infamias que mi cuerpo digirió y que ahora no sería capaz de tragar sin parecer un señor de 60 años que dice: “Algo me ha caído mal al estómago”.

Salí de casa con 21 años recién cumplidos y una maleta llena de ilusiones: esto es, queso y lomo embuchado. Dispuesta a comerme el mundo, esto es, todo lo que había en la maleta. Mi madre me compró una olla exprés que me ha acompañado en cada mudanza. La estrené junto a mi sensatez: hace unos meses. Pero lo importante de esta breve historia de humillación personal es cómo sobreviví a mis últimos años de universidad sin tener ni idea ni ganas de cocinar.

"El revueltillo"

Creo que así es cómo llamábamos otra compañera y yo a aquella pasta de cemento que nos inventamos un día para cenar. Consistía en cortar surimi (o palitos de cangrejo, como los seguimos llamando yo, un par de abuelas de 86 años y seguramente nadie más), abrir un par de latas de atún, revolverlo todo en una sartén durante unos minutos, y después mezclar los ingredientes con mayonesa hasta que la textura era similar a la pasta con la que te hacen un empaste dental. El toque final: servir en una rebanada de pan de molde tostado; ni plato hacía falta.

Este revueltillo fue mi máximo aliado en las épocas de trabajos finales y exámenes. Mi madre, que siempre ha tenido la costumbre de fiscalizar mi dieta diaria, me llamaba: “¿Qué has comido hoy?”. “Pescado”. ¿La verdad? Era revueltillo.

Ahora que se acerca el final de curso, he interrogado a algunos alumnos sobre sus mayores hazañas culinarias. Bucear entre sus confesiones ha sido como asomarse a las páginas web de alquiler de pisos: “Precioso piso interior en un entresuelo MUY LUMINOSO”. O sea: “Precioso plato de salchicha de paquete con tranchetes derretidos MUY SABROSO”. Sí, ya, claro. Aquí van algunas de las recetas de esta cocina de supervivencia.

El calzone bomba


La historia de Alberto López, de 25 años, doctorando en Ciencias Políticas, comienza así: “El contexto es un piso de estudiantes, bautizado como el ‘putipiso’, los tres gayerssolteros, entre ellos yo. Salíamos de la misma residencia -en la que había comedor- y ninguno de nosotros teníamos ni idea de cómo encender una hornilla (o una vitro, pero es que en este caso se trataba de una hornilla)”.


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Se confiesa con la legitimidad que otorga dejar un mal hábito atrás y me cuenta el primer invent de la cocina moderna: “Queríamos rendir homenaje a nuestro plato favorito, la pizza. Decidimos que el clásico calzone italiano necesitaba un poco de I+D+I. Nuestra contribución consistía en comprar dos pizzas Campofrío de las que vienen con salsa, poníamos una sobre la otra y en medio metíamos hamburguesas (también de súper) o, la mayoría de las veces, salchichas (mucho más cómodo porque no teníamos que cocinarlas antes). El toque personal era vaciar un bote de ketchup y otro de mayonesa en medio. Y queso, mucho queso. Lo que aparecía al abrir el horno era una bomba de sabor meloso en la boca, untuoso en su contacto con el paladar”.

La tortilla de patatas fritas de McDonald's


Otra contribución gastronómica de Alberto y sus compañeros nació de la casualidad, como tantos otros grandes descubrimientos de la Historia: “Teníamos unas ganas de tortilla indescriptibles y se nos habían acabado las patatas (sí, también las que tenían brotes del tamaño de un brazo). Ese mismo día habían sobrado patatas del McDonald's y las teníamos cogiendo frío en la encimera. Nos salió una tortilla la mar de buena. Como vivíamos justo encima de un Burger King y los viernes había oferta de patatas a euro, al final incorporamos las patatas fritas en revueltos y hasta en una ensaladilla rusa”.

Un clásico: las salchichas con tranchetes


La clave, además de “uno + uno = grasa”, es “no tener que limpiar luego”. De ahí que el plato “salchichas de paquete con tranchetes” sea un must en la cocina estudiantil. En su sencillez radica su belleza. Tomás, de 23 años y estudiante de Periodismo, nos desvela algunos de los secretos de tamaña receta: “Consiste en coger un paquete de salchichas, ponerles un tranchete encima y meterlas al microondas. Supongo que se hace así porque lo único que combina con el plástico es más plástico. En aras del buen gusto y de forma opcional, pueden hacerse varios cortes oblicuos con un cuchillo antes de meterlas al microondas, pero esta técnica supone limpiar el cuchillo después, por lo que no se recomienda”.


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El sandwich de cebolla


Ea. La generación más preparada de la historia, capaz de hacer esto: “Mira, yo una vez no tenía nada en el frigo y me hice un sándwich de cebolla. Pero con conocimiento de causa: antes la puse en agua fría para quitarle el azufre y luego la escurrí. Era eso o la inanición” ¿Pasarla por la sartén? Recordad: la clave es no ensuciar. Como bonus track, Tomás nos deleita con un postre de celebración de fin de exámenes: “Consiste en coger un bol (o un barreño, para el caso, porque es un postre grupal) y mezclar dentro una Comtessa a cachos y una caja entera de miguelitos de La Roda”.

La mezcla de todo


Mercedes, a la que todos conocen como Mertxeles -“me cambié un poco el nombre porque en mi pueblo ya había muchas Mercedes”, dice- tiene 18 años, estudia Periodismo y este curso ha sido el primero fuera de casa. Para ejemplificar que la cocina no es su fuerte recuerda esta anécdota: “Descongelé un filete de merluza, se me olvidó comérmelo y volví a meterlo en el congelador. Mi compi me dijo que no hay que cortar la cadena de frío o algo así, que me podía haber puesto mala”.

Ella, como tantos otros antes, también se ha visto ante la tesitura de tener que elaborar algo comestible con los ingredientes absolutamente random que te quedan en la despensa. Mezclarlos viene a ser el “con un 6 y un 4 te hago tu retrato” de la cocina. “No tenía pan pero tenía longaniza [fuet] de esa de un euro. Me quedaban galletas tostadas y dije: 'A tope'. Así que me lo comí junto, me daba pereza bajar a comprar. Otra vez me quedé sin leche y mezclé agua con leche condensada, pero daba demasiado asco”, cuenta Mertxeles.

La cocina fusión con sobrasada y miso


Gloria Molero tiene 22 años y estudia un máster en Comunicación y problemas socioculturales en Madrid: “Los primeros meses no salía de pechuguita de pollo a la plancha, verduras congeladas... Que no soy muy de comer guarrerías, cuando te independizas es muy fácil caer en lo precocinado y tampoco quería eso”. Pero lo que pasó a continuación te sorprenderá: “Mis padres me habían traído una sobrasada durísima que no sé para qué si yo no como sobrasada de normal. Era domingo a las cuatro de la tarde, tenía pasta pero no tenía salsa. Los supermercados estaban cerrados y como me acababa de mudar no sabía de ningún bazar 24 horas, así que decidí que algo saldría con lo que tenía en la nevera: ni confirmo ni desmiento que hubiese resaca implicada. Cogí la mitad de la barra de sobrasada y me puse a machacarla. Luego le eché agua caliente y también miso derretido, no sé por qué. Y me puse a removerlo todo. Creo que también le eché un poco de leche y miel para darle sabor. Probé la salsa... y al final me hice los tallarines con aceite y sal”. Una artista incomprendida en su época.

El salmorejo como salsa y la tortilla gris


Alberto López también llegó a elaborar nuevos platos gracias a comida comprada o cocinada por sus padres: “Los tápers que nos preparaban en casa se acababan pronto, había que racionarlos de alguna manera. El salmorejo de mi padre lo servíamos como salsa para pasta y arroz. Sobre todo arroz, y teníamos el morro de llamarlo arroz a la cubana solo porque tenía arroz y tomate. Lo peor de todo es que invitábamos a nuestros amigos y ligues para hacerles partícipes de nuestros hallazgos”.

Una excompañera de facultad, Diana, rememora la tortilla francesa gris de una amiga suya: “Causó sensación por su aspecto. ¿Qué será, qué llevará? Al probarla te dabas cuenta de que mordías tierra, como arenilla. Y es que llevaba café”.

La tortilla de Ruffles y el Yatekomo con cosas


Hay algunos platos que ni tan siquiera tienen dueño, sino que estaban en el piso de estudiantes antes que los propios estudiantes. Es una especie de sabiduría ancestral que se comparte y sobrevive a las diferentes generaciones. Es un poco “pues en mi casa lo hacían así”. No sabes cómo acabaste preparando aquel pseudococido con sopa del Yatekomo porque es que en tu piso ya lo hacían así. Nadie sabe quién fue el ingeniero que lo desarrolló ni por qué, tú solo has replicado la receta. Así nacen los dos últimos platos: la tortilla con patatas de bolsa y el Yatekomo con cosas (¡que junten los ingredientes pero que no lo llamen matrimonio!).

Carmen, de 31 años y licenciada en Arquitectura, no recuerda quién le habló por primera vez de la tortilla con patatas fritas. Al principio pensé que se refería a las que vienen congeladas en una bolsa, pero pronto me sacó de mi error: “No, de las fritas tipo Ruffles”. “¿Pero tiene que ser con esas, con las Ruffles, o puede ser cualquier marca, cualquier sabor?”, pregunto. “No, no cualquiera”, responde. Conservadora en lo de la tortilla española, liberal en lo de las patatas. Dice que la patata frita de bolsa en contacto con el huevo “se pone blandita”. La elaboración es sencilla: bates unos huevos (tres o cuatro), cortas a mano las patatas en cachitos, lo mezclas todo y a la sartén.

Pero son los fideos orientales de bote, conocidos sobre todo por la marca Yatekomo, los que triunfan entre el alumnado: crea la falsa ilusión de que comes un plato caliente, de cuchareo, y además es rápido de preparar y no hay que limpiar después, solo hervir agua. Alberto, el doctorando en Ciencias Políticas, lo explica así: “Estos botes súperbaratos y que 'están que te cagas', como diría un Alberto del pasado que ya no me representa, protagonizaron otra de nuestras grandes reinterpretaciones culinarias. El sabor de la sopa nos parecía ok, pero los fideos nos recordaban poco a los pucheros de nuestras abuelas. Comprábamos chorizo -del que venden troceado en rodajas para sándwiches- y garbanzos cocidos de bote y lo echábamos todo en el mismo plato sopero”.

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La patata en contacto con el huevo se pone blandita. CARMEN
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No lleva cebolla porque eso ya es alta cocina. CARMEN

El fin del paladar


Alejandro, otro doctorando en Ciencias Políticas de 25 años, no llega a este nivel de cocina deconstruida -por eso de que te deconstruyes la dignidad-, pero su compañero de piso por lo visto sí: “Cogió un bote de pasta oriental con sabor a pollo de Maggie. Calentó los fideos. Los echó en un bol. Abrió una lata de calamares en su tinta. Volcó la lata. Fin”. Fin de la receta, de su bienestar estomacal y de cualquier posible supervivencia del paladar. ¿Estoy hablando como una adulta ya? No sé, pero siento el irrefrenable impulso de preparar un puchero.

¿Has comido (o comes) guarreridas de piso de estudiantes? Comparte con el mundo tu experiencia en los comentarios.

https://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2018/05/10/articulo/1525952905_602455.html








 

Receta: salsa alioli de pera


POR
JIMENA ESPIGA
16 MAYO, 2018

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¿Alguien ha hecho alguna vez un alioli de pera? Si es tu primera vez, átate el delantal con nosotros y descubramos juntos qué sabor tiene esta mezcla de sabores. Vamos poniendo las rebanadas de pan sobre la mesa para ir preparando los aperitivos.


Ingredientes:

  • 1 huevo.
  • 2 peras pequeñas.
  • Aceite de oliva suave.
  • 1 rama de canela.
  • 1 trocito de cáscara de naranja.
  • 1 trocito de cáscara de limón.
  • 1 cucharada de azúcar.
  • Agua.
  • 1 diente de ajo pequeño.
Preparación:

Comenzamos cociendo las peras. Echamos agua en un cazo junto con las dos cáscaras de los cítricos, la rama de canela, el azúcar y, por supuesto, las peras bien peladas, y dejamos que todo cocine durante 15-20 minutos. Después retiraremos del fuego y dejaremos enfriar.

En el vaso de una batidora echamos el diente de ajo pelado, el huevo (sin cáscara), aceite y sal. Batimos sin mover el brazo y trascurridos unos minutos empezamos a mover el brazo de arriba abajo para que se incorpore todo el aceite y empiece a montar la salsa.

Para conseguir espesor en la salsa, tendremos que añadir aceite e ir batiendo.

Quitamos el corazón a las peras e incorporamos esta fruta a la batidora para que el alioli coja el sabor de esta fruta, y seguimos batiendo hasta que la textura quede homogénea.

http://tapasmagazine.es/receta-salsa-alioli-pera/?utm_source=20home&utm_medium=m2&utm_campaign=b3





 
MUCHO MÁS QUE UN FRÍO ARMARIO
Las claves para conservar bien los alimentos en el frigorífico y en el congelador
Te ofrecemos los mejores consejos para aprovechar bien el espacio en el electrodoméstico, optimizar su potencial y evitar el desperdicio de comida
Gonzalo de Diego Ramos



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Podemos vivir sin videoconsola, sin televisión y, a pesar de los tiempos que corren, sin internet, si es necesario, pero si hay un aparato que damos por descontado y del que no podemos prescindir, ese es quizás el frigorífico.

Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición del CSIC, la importancia de su mantenimiento diario: "Hay que estar atento a los tipos de comida que estamos conservando, verificar las fechas de caducidad, las rotaciones..."

"Cuantos menos grados haya, mejor va a ser la conservación. Entre 2 y 5 grados, es preferible dejar el frigorífico a 2"


Para sacarle todo el partido a esta tecnología cotidiana que tanto nos ha simplificado la vida, pero que desconocemos más de lo que pensamos, desde Alimente te indicamos las pautas indispensables para que tus comidas lleguen a tu mesa en el mejor estado.

El transporte hasta casa
La óptima preservación de los alimentos empieza ya desde el supermercado, con un instante, el del transporte hasta el hogar, que se vuelve especialmente delicado ante las mayores oscilaciones térmicas provocadas por la llegada del verano. Siempre que sea posible, se aconseja adquirir los refrigerados y los congelados en puntos próximos al domicilio, y acudir a los mismos con una bolsa térmica que ayude a mitigar las fluctuaciones de calor.


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Foto: iStock.

Jiménez Colmenero aconseja dejar los productos fríos de la lista de la compra para el final; proceso inverso al que se deberá llevar a cabo en casa, donde tendrán prioridad a la hora de ser almacenados. Si hemos decidido congelar algunos frescos, como la carne y el pescado, el experto del CSIC destaca la utilidad que tiene marcar la fecha en el contenedor: "Tenemos menos control visual sobre lo que metemos en el congelador. Por ese motivo, hay que tener algún truco que permita dar salida prioritaria a aquellos alimentos que hemos guardado con anterioridad".

Cuestión de grados
¿Hay que bajar las temperaturas del frigorífico y del congelador en época estival y subirlas en invierno como señalan algunas guías? Jiménez Colmenero subraya el error de esta premisa: "La temperatura debe ser la misma durante todo el año ya que lo relevante es que el producto se conserve siempre en los niveles apropiados. En general, cuantos menos grados haya, mejor va a ser la conservación. Si hay que elegir entre dos y cinco grados, es preferible dejar el frigorífico a dos. Cosa distinta es que por cuestiones de consumo y medio ambiente se opte por lo contrario".

Si el gasto es una cuestión que preocupa, un factor que no se debe obviar es el de la carga: "Hay que pensar que el frigorífico es un recinto con una capacidad limitada. Cuantos más alimentos se introduzcan en él, más calor tendrá que extraer el aparato. Abrir la puerta con regularidad lo pondrá más en contacto con el exterior, lo que también causará que trabaje más". Si vamos a guardar sobras, el experto recomienda no meterlas si aún están calientes ya que la temperatura aumentará en el interior afectando a otros productos, forzando al aparato a rendir también más. Para las conservas ya abiertas se aconseja cambiar el envase, así como separar crudos y cocinados para eliminar el riesgo de contaminación cruzada.

"En las baldas inferiores deben ir los productos más perecederos, mientras que en las superiores las conservas o los restos"


Por lo que se refiere al congelador, la cuestión se vuelve más peliaguda: "En el ámbito doméstico los productos se suelen congelar para periodos cortos y medios. Si se van a consumir, por ejemplo, en menos de una semana, una temperatura de -12 grados puede bastar. Para tiempos prolongados se puede optar por -18 o -24 grados, pero no hay que olvidar que el frío no aumenta la calidad de los alimentos; en el mejor de los casos, la mantiene. La pérdidas por congelación son acumulativas e irreversibles".

El orden en los estantes
Dejando de lado los compartimentos especiales (cajón para las frutas, huevos, etc.), el frigorífico es una caja cerrada donde el aire circula por convección. Este movimiento causa que el calor permanezca en la parte de arriba mientras que el frío es más acentuado en las zonas bajas: "En las baldas inferiores habría que colocar, por tanto, los productos más perecederos, como la carne y el pescado, mientras que las superiores son más adecuadas para las conservas o para los restos", señala el experto.


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Por lo que se refiere a las puertas, al ser la zona que está más en contacto con el exterior, lo mejor es destinarla a productos que tengan menos riesgos, como las bebidas, la mantequilla, el chocolate, etc. En el caso del congelador, como el acceso a su interior suele ser menos frecuente, la cuestión de los estantes no resulta tan relevante.

Descongelación y aspectos adicionales
A la hora de disponer de los alimentos, la cuestión de la descongelación es quizás la más delicada: "En este proceso, el control de la temperatura es mucho menor que en la congelación. Lo ideal es realizarlo poco a poco y efectuar un paso previo, colocando los alimentos durante un tiempo en la nevera".


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Foto: iStock.


El experto nos recuerda, por último, que no todos los comestibles tienen por qué guardarse en el frigorífico: "La mayoría de los de origen animal sí tienen que ir allí, pero la cosa cambia con los de origen vegetal, como las frutas tropicales, las patatas, los tomates, los plátanos, los ajos, las cebollas... A muchos no les conviene la conservación por este medio y su olor puede también impregnar otros alimentos".

https://www.alimente.elconfidencial...var-alimentos-frigorifico-congelador_1564536/









 
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PESCADO
SARDINAS EN ESCABECHE BLANCO SIN FRITANGA
Si te gusta el escabeche de sardinas pero te da pereza dejar la cocina oliendo a fritanga, prueba esta versión en la que el pescado se hornea en lugar de pasar por aceite: es sencillísimo y está igual de bueno.



MÒNICA ESCUDERO 16/05/2018


El escabeche ha pasado de ser una técnica de conservación a un lujo en la época de la inmediatez y las prisitas. Una preparación que gana con el tiempo y permite convertir un producto sencillo en una delicia, admite chiquicientas versiones -tanto en la materia prima como en el aderezo- es para hacerle la ola y hacerla cada vez que el tiempo nos lo permita, ¿no?

Uno de mis escabeches favoritos es el sardina, pero me tiraba un poco para atrás la parte de la fritanga (y su consecuente olor). Pero, después de ver en el mercado un pescado que me ponía ojitos, se me ocurrió la posibilidad de hacerlas al horno, una buenísima manera de cocinar sardinas que nos libra del pestuncio y las salpicaduras que acaban dejando la cocina hecha un ecce homo. Aunque me daba miedo que sin la amalgama de la harina se deshicieran, no fue así: quedaron tiernas, suaves y deliciosas.

Hay que asegurarse de que el escabeche y las sardinas estén calientes cuando las vayamos a mezclar. Si una de las dos partes se nos enfría, o la volvemos a calentar si es el escabeche o esperamos a que el escabeche se enfríe si son las sardinas: es importante que estén a la misma temperatura para que el pescado no fermente.

Sé que el tiempo de horneado es poco preciso, pero es imposible calcularlo al minuto sin saber el tamaño del pescado. Vigílalas a partir de los 12 minutos, y si son muy diferentes saca primero las más pequeñas. Lo de dorar las verduras en lugar de confitarlas en el aceite es una filia particular; me gusta el sabor que les da el dorado a fuego vivo, y también que conserven la textura resistente al mordisco. Si prefieres el sistema tradicional, adelante: la comida tiene que gustarle a quien se la vaya a zampar.


Dificultad

Es algo laborioso, pero lo más difícil es aguantar el reposo sin comérselo.


Ingredientes

Para 5-6 personas

Para las sardinas

  • 1 k de sardina o sardinilla
  • 250 ml de aceite de oliva virgen
  • 150 ml de vinagre de manzana
  • 100 ml de vino blanco seco
  • 4 zanahorias
  • 1 bulbo de hinojo
  • 6 dientes de ajo
  • 1 cebolla de buen tamaño
  • 1 cucharada rasa de semillas de mostaza
  • 1 cucharadita de semillas de hinojo
  • Unas 20 bolas de pimienta
  • 2 hojas de laurel y una ramita de tomillo o romero (o un bouquet garni)
  • Sal
Para servir (como sugerencia)

  • Una tostada por persona de buen pan de hogaza
  • Rúcula
  • Cebollino
Preparación

  1. Pelar y cortar en tiras las cebollas. Cortar también el hinojo perpendicular a la base en tiras de unos 3 mm de grosor, desechando la parte más gruesa de la base.
  2. Pelar los ajos y cortarlos por la mitad a lo largo. Frotar las zanahorias con un estropajo limpio y cortarlas en rodajas al bies.
  3. Asar las sardinas sin cabeza, escamas ni tripa en bandejas con un poco de sal -sin tocarse y sobre una silicona o papel sulfurizado- en el horno a 200 grados, entre 12 y 18 minutos, dependiendo del tamaño.
  4. Mientras, en una olla con un fondo de aceite, dorar las verduras crotadas a fuego alegre con un poco del aceite, dando vueltas frecuentemente hasta que cojan color. Cuando empiecen a oler bien añadir el vinagre, el resto del aceite, el vino, las semillas de mostaza e hinojo, el resto de hierbas aromáticas y un poco de sal. Dejar hervir a fuego alegre unos cinco minutos.
  5. Poner las sardinas en un recipiente donde quepan en una capa -con espacio para que el líquido llegue a la base-, y verter por encima el escabeche (con todo). Esperar a que esté a temperatura ambiente, cubrir con film de cocina o una tapa hermética y llevar a la nevera.
  6. Esperar al menos un día -mejor dos- para comerlas y hacerlo a temperatura ambiente. Nuestra sugerencia de presentación es en una tostada de buen pan de hogaza, sobre un lecho de rúcula y con un poco de las verduras del escabeche y cebollino picado por encima.

https://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2018/05/09/receta/1525856987_022043.html
 
Y EL MEJOR TRUCO PARA HACER HUEVOS ESCALFADOS ES...
Coladores, torbellinos, microondas... Internet ofrece varias técnicas milagrosas para no naufragar con los difíciles huevos poché. El Comidistest las pone a prueba y descubre cuáles funcionan de verdad


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VIDEO RECETA: https://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2018/05/14/receta/1526312751_794911.html


MIKEL LÓPEZ ITURRIAGA 23/05/2018

El huevo escalfado es quizá la prueba más dura de los Juegos del Hambre de la cocina. Gran parte de los que se enfrentan a ella mueren por el camino, y acaban comiéndose unas yemas cuajadas rodeadas por hilachos deslabazados de clara. Sólo unos pocos, muy pocos, logran el milagro de facturar en casa algo parecido a los huevos benedict de su restaurante cuqui de referencia. Por eso la Red está llena de fórmulas milagrosas que prometen unos huevos pochés -también se llamán así- perfectos aunque seas un zote integral.

¿Funcionan estos trucos para torpes? ¿O son puras falsedades creadas por cazadores de clics y visionados? Tras hacer la prueba del algodón a las recetas en taza al microondas, los trucos interneteros para afilar cuchillos o los artilugios culinarios de AliExpress, El Comidistest vuelve para comprobar si sirven para algo el colador, el torbellino, el microondas, el plástico transparente y otros recursos para los que necesitan desesperadamente un huevo escalfado pero no llegan ni a parvulitos de cocina. Si quieres saber cuáles son un sí cuáles un no y cuáles un bueeeeno, no tienes más que darle al play en el vídeo de arriba. Y si los haces y te quieres montar unos benedict que no se los salte un monje, aquí tienes la receta mágica de la salsa holandesa.

 
SENCILLOS Y ÚTILES REMEDIOS
Cómo arreglar un dulce o un postre si te has pasado o te has quedado corto con el azúcar

Equivocarse con las proporciones de esta blanca sustancia no implica que haya que desechar toda la preparación. Con los trucos que te facilitamos tendrás suficientes recursos para rescatarla

Gonzalo de Diego Ramos
CONTACTO
Jue, 24 May 2018


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Ni una pizca de más ni de menos. (iStock)


Si el mejor escribano echa a veces un buen borrón, el mejor cocinero se puede confundir, igualmente, con las cantidades de los ingredientes que utiliza. Ser un buen profesional no implica no cometer nunca fallos. Saber encubrirlos cuando ocurren y no desperdiciar materiales ni malgastar tiempo son también dos cualidades que denotan competencia: "Es corriente equivocarse con el azúcar. A mí, de hecho, me sucede”, confiesa Isabel Pérez, profesora de cocina y gerente del negocio y cafetería de repostería creativa Aliter Dulcia.

Contacto Cocina, invita a cambiar la manera de enfrentarse a las recetas y no esperar al resultado, como se ha hecho tradicionalmente: “Lo mejor es ir probando mientras se elaboran los postres. Hay que tender también a pecar por defecto con el azúcar en vez de por exceso, e ir añadiéndolo poco a poco a lo largo del proceso”. Isabel Pérez también tiene su fórmula: “Antes de ponerte a cocinar ten ya todos los ingredientes pesados y a la vista, de esta manera nunca te vendrá la duda de si los has echado o no”.

Añadir acidez, sabores amargos, hacer más cantidad o reutilizar el postre para otra receta son las principales estrategias

A pesar de estos útiles avisos, errar es de humanos, así que para enmendar las pequeñas desgracias culinarias que a todos nos han sucedido con el azúcar veamos los trucos que nos ofrecen los expertos para recuperar algunas de nuestras preparaciones dulces favoritas.

Bizcocho
Isabel Pérez lo tiene claro: hay que probar la masa en crudo antes de ponerla en el horno, ya que ese es el momento correcto para evaluar si se han medido bien las cantidades de azúcar. Si el bizcocho está ya listo, y la catástrofe perpetrada, existen varias posibilidades.

“El azúcar es el combustible de las masas”, sentencia la experta. Si el bizcocho lleva poca cantidad de la sustancia, quedará denso, apelmazado y sin sabor. Se puede entonces cortar en discos y elaborar una tarta de queso. Si, por el contrario, solo nos ha faltado una pizca de dulzor, podemos cubrirlo con mermelada o crema de chocolate para contrarrestar.


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Foto: iStock.



Cuando el problema es el exceso, es posible que el bizcocho acabe creciendo más de lo debido o incluso se rompa. En esos casos lo podemos desmigar reutilizándolo para otro tipo de postre, como un crumble. Si solo es necesario equilibrar el gusto, Centenera propone añadir, por ejemplo, unos frutos rojos: “El ácido de estas frutas suele ser muy socorrido para estos casos ya que casa muy bien con el dulce”, nos comenta.


Nata montada

Para no equivocarse con este dulce acompañamiento, Isabel Pérez es partidaria de batir solo la nata e ir añadiendo poco a poco el azúcar. Si aún así se nos ha ido la mano, podemos utilizar la nata para algún postre que tienda a ser amargo, donde esté presente, por ejemplo, un chocolate con un alto porcentaje de cacao.


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Foto: iStock.


Siguiendo el consejo de servirse de la acidez de las frutas, Centenera propone una fácil solución: utilizar la mezcla como acompañamiento para las fresas, un producto que, además, está de temporada.


Arroz con leche

Recuerda Centenera que esta es una típica receta que pasa de padres a hijos. Es común equivocarse en ella con las cantidades ya que se transmiten de generación en generación en forma de medidas poco precisas como "chorritos, pizcas, etc.".

Para evitar estos errores, se recomienda no esperar al resultado e ir probando las recetas según se elaboran


El arroz con leche es difícil de corregir una vez acabado aunque, según este experto, si queda demasiado dulce, se podría añadir la ralladura de un cítrico o rebajar el resultado con un poco de leche, si bien en este último caso, la textura y la consistencia se pueden deteriorar.


Natillas

La gerente de Aliter Dulcia asevera que con las cremas sucede lo mismo que con las masas, lo importante es ir probándolas durante la preparación.



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Foto: iStock.


Si te pasas de dulzor, el remedio de esta experta está en recurrir a una ganache que agregue una capa de chocolate amargo, de tal forma que al tomar la cucharada el sabor resulte más equilibrado por la mezcla de ingredientes.


Mousse

En el caso de la mousse, Pérez propone una nueva estrategia para solucionar el fallo que sirve tanto si nos hemos extralimitado con el azúcar como si no hemos puesto el suficiente: ampliar el contenido antes de que repose y adquiera consistencia, preparando otra segunda mousse, más o menos dulce, que ayude a equilibrarla.



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Foto: iStock.


Si nos hemos excedido, pero el fallo no ha sido excesivo, Centenera ofrece como recurso cubrir la mousse con unas pepitas de chocolate amargo. También podemos reformular el concepto y crear en los vasos o copas que sirvan como contenedor diferentes capas que incorporen acidez a través, por ejemplo, de un cremoso de naranja.


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De ahí te sale una ensalada, una crema, una salsa y lo que te rondaré, morena. MÒNICA ESCUDERO


ECONOMÍA DOMÉSTICA
COCINAR UNA TARDE PARA COMER TODA LA SEMANA


“Es que no tengo tiempo”, “es que paso muchas horas fuera”, “es que entre el trabajo, el gimnasio y la vida social, a ver quién se organiza” son tres de las chiquicientas excusas que pone la gente para comer cualquier cosa por ahí -cosas que, a veces, ni siquiera apetecen, pero cuando el hambre arrecia no manda el criterio- en lugar de preparar comida en casa.

No insinúo que estos dramas diarios no estén basados en hechos reales -quien más, quien menos, todos nos pasamos media vida corriendo como el conejo de Alicia-, pero con un poco de organización y dedicándole una tarde a la semana podemos comer rápido, bueno y barato el resto de los días. Aunque es algo que se viene haciendo desde que las mujeres, que históricamente han sido las encargadas de alimentar a las familias, se incorporaron al mercado laboral -”cocinar para la semana”, lo llamaban- ahora se ha convertido en tendencia. ¿Que cómo lo sé? Porque le han puesto un nombre en inglés: batch cooking, o "cocina en serie".

¿En qué nos beneficia pasarnos una tarde entera en la cocina? Tendremos muchísimo más tiempo durante la semana, ensuciaremos mucho menos -lo que vuelve a traducirse en más tiempo-, controlaremos el gasto y tendremos la nevera llena de la comida que realmente nos apetece, con lo que la tentación de pedir una guarripizza solo por no tener que cocinar disminuye notablemente. ¿Ya te seduce más? A continuación te contamos cómo ponerlo en práctica.

La organización

Lo primero que tenemos que hacer para que el experimento sea un éxito es sentarnos con un papel y un lápiz (o un excel para los profesionales de la administración hogareña). Contemos que la semana laboral tiene diez comidas y planifiquemos combinaciones para cada una de ellas. Tengamos en cuenta cuántas de ellas serán platos únicos -por ejemplo, guisos, platos combinados o de cuchara, perfectos para llevar cuando comes fuera por motivos laborales o estudiantiles- y cuántas constarán de primero y segundo.

Cuando vayas a hacer la lista de la compra, piensa primero en lo que ya tienes en la nevera para darle salida, chequea lo que hay en el congelador y asegúrate de que no compras nada que ya tengas. Ten en cuenta también que un solo ingrediente preparado de una manera -por ejemplo, unas zanahorias asadas- pueden servir para dos preparaciones diferentes: una guarnición y una crema de verduras.

Los aliados

¿Crees que es mucha comida para preparar en una sola tarde? Pues no es para tanto: para empezar, piensa en cuántos de esos platos pueden congelarse: si cocinas una vez albóndigas, estofado -sin patata- o platos de cuchara, prepara el triple y congela, siempre en las raciones en las que se vaya a consumir finalmente (para uno, para dos o para seis; el caso es no tener que descongelar lo que no nos vamos a comer). Tener una lista actualizada de las reservas con las fechas de congelación -por ejemplo, en una pizarra o un papel pegado con un imán en la nevera- nos permitirá saber siempre de qué disponemos, y tenerlo en cuenta a la hora de planificar el menú semanal.

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Guisazo de plato único. MIKEL LÓPEZ ITURRIAGA


El congelador también es muy importante para la organización temporal de los menús: deja los platos que congelen bien para los dos últimos días de la semana, y programa los que aguanten peor el paso del tiempo al principio de la misma. El pescado o pechugas crudos para la plancha, deberían estar en prioridad uno (si no, congélalos también y recuerda pasarlos a la nevera el día anterior a la cocción).

Fíjate también en cuántas de esas preparaciones pueden solucionarse simplemente encendiendo el horno durante un par de horas y ocupando todas las bandejas: tendremos zanahorias, cebollas, champiñones, alcachofas, calabacines, puerros, boniatos o patatas asadas para platos calientes, ensaladas o purés y cremas de verdura. También podemos asar pescado -siempre mejor en papillote y dejándolo un minuto menos de lo que tocaría, para que no se seque al volverlo a calentar-, pollo o carne.

El microondas y un robot de cocina también pueden ayudarnos en nuestras preparaciones semanales: con el primero podemos preparar todo tipo de verduras al vapor para usar como acompañamiento o convertir en plato único añadiendo un huevo, legumbres o una porción de las proteínas del párrafo anterior. Con el segundo podremos picar las verduras para los sofritos base, hacer salsas en un periquete o preparar los untables. No podemos olvidarnos de nuestro mejor aliado: los fogones. Los usaremos para hacer caldos, estofados, salsas, hervir cereales o pasta, saltear y para muchas otras cosas.

Para que toda esta organización sea posible, vas a necesitar una buena cantidad de recipientes de diferentes tamaños. ¿Significa eso que tienes que peregrinar en busca de chiquicientos táperes que pronto perderán sus tapas sumiendo tu cocina en el caos? Pues no: teniendo en cuenta que estamos hablando de organización intra-neveril y de raciones pequeñas, hay mil cosas que puedes usar en su lugar. Por ejemplo: tarros de cristal -uno de 400 ml es perfecto para una ración de sopa o crema-, los recipientes en los que traen la comida a domicilio o bolsas de zip o silicona reutilizables de uso alimentario. ¿Te da cosa reutilizar una bolsa por si quedan restos? Envuelve antes la comida en film de cocina.



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Verduras asadas multiusos. JAVIER MARCA


Los tiempos

Piensa que, además de la compra, vas a dedicar unas tres o cuatro horas de tu tiempo a cocinar, así que mejor que lo hagas durante tus días libres. Pongamos que el primero es sábado: previa elaboración del menú, toca hacer el recuento de lo que queda en la nevera y congelador y elaborar la lista de la compra. Recuerda que nuestro lema es cocinar ahora para no hacerlo después, así que piensa a lo grande y multiplica raciones de todo lo que se pueda congelar.

Al llegar, es el momento de lavar bien y secar las verduras de hoja que hayamos comprado, guardándolas una vez secas en boles cubiertos con paños de cocina o bolsas de zip (solo si están secas del todo, si no se pudrirán). Si durante la semana no te da la vida ni para eso, también puedes preparar algunos de tus desayunos y dejarlos ya organizados en una bandeja dentro de la nevera: cuando te levantes zombie y veas un yogur y unas fresas al lado, podrás comértelos sin tener ni que pensar.

Cuando vayas a empezar a cocinar corta primero las verduras que vayas a usar para cocinar y empieza la producción: las alarmas son una buenísima ayuda cuando estás cocinando varias cosas a la vez, así que no dudes en recurrir a ellas. También puedes dejar cortados para ensalada ingredientes como la zanahoria, el pepino o el pimiento: bien protegidos del aire, durarán dos o tres días en buenas condiciones.

Con las cacerolas, empieza siempre con el sofrito base: puedes hacer uno solo a base de cebolla, ajo y tomate y usarlo después en las diferentes preparaciones, tuneándolo con otras hortalizas si te apetece. A partir de aquí, divídelo en ollas y sartenes, añadiendo el resto de los ingredientes de la receta escogida. Cocina primero los estofados y platos que pidan una cocción más larga, e intenta poner esa olla en el fuego que tengas más alejado, así no tendrás que trastear con ella cada vez que quieras remover otra cosa. Pon un poco de aceite en la pasta, cuscús y cereales para que se conserven mejor: simplemente recuérdalo a la hora de aliñarlos y evitarás el exceso de grasa.

No dudes en usar las dos bandejas del horno: sube la temperatura 10 o 20 grados más -depende de la potencia de tu horno- para que el cartel de “lleno” no haga que la cocción vaya más lenta. Si no quieres estar muy pendiente de ir sacando las verduras a medida que estén hechas, puedes jugar con los tamaños de corte. Tritura las cremas en la misma olla en las que las hayas preparado: si lo haces con batidora americana, devuélvela toda al mismo recipiente para que tenga un sabor homogéneo (sobre todo si has dejado la verdura en trozos grandes). Si preparas verdura al vapor, ten a mano un bol con agua y hielo para parar la cocción: aguantarán perfectas unos cuantos días.

Deja enfriar siempre la comida hasta que alcance la temperatura ambiente antes de envasarla, en caso contrario podría fermentar (pero tampoco te vayas de parranda y te olvides de ella, sobre todo en los meses de calor en los que los patógenos campan a sus anchas). Es el momento de guardar todo en la nevera: recuerda hacerlo en el en la cantidad en las que se vaya a consumir, y ajustar el tamaño del envase a la misma: un muslo de pollo en un táper de dos litros de capacidad se secará antes, y además te ocupará media nevera.


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El ragú de calamares congela a la perfección. MÒNICA ESCUDERO


Etiquétalo todo usando un rotulador y cinta de carrocero: podrás quitarla sin ningún tipo de esfuerzo cuando cambies el contenido. Recoge la cocina y relájate: ya lo tienes todo listo para comer durante toda una semana sin tener que improvisar, pedir cualquier cosa para salir del paso o pasar por el ritual supermercado-indecisión-fogones: currárselo durante una tarde habrá valido la pena.


UN LISTADO PRÁCTICO
Si lo que digo te suena a chino y no sabes por dónde empezar, te proponemos esta guía práctica semanal para una persona, que evidentemente puedes toquetear según tus filias y fobias alimentarias (para omnívoros, adaptable a vegetarianos y veganos cambiando unas proteínas por otras):

  • 2 platos únicos a base de legumbres, como este guiso de sepia con garbanzos, este potaje de vigilia, los garbanzos con espinacas, pasas, piñones y butifarra o el guiso criollo exprés.
  • 2 platos únicos con base de pasta, cereales o arroz -mejor si son integrales-, como una buena ensalada de pasta, unos tagliatelle con hinojo y sardinillas, un gratinado con brócoli y piñones, esta completa ensalada de mijo con alcachofas, el arroz con rape y espinacas o éste con guisantes, menta y butifarra del perol.
  • 2 raciones de pescado al vapor, guisado o listo para poner en la plancha en el momento de consumir (podemos aprovechar para macerarlo con hierbas o especias).
  • 1 ración de pollo, por ejemplo un par de contramuslos asados, una pechuga (en este caso podemos hacer como con el pescado, tenerla lista para la plancha), muslos guisados o los restos de un pollo asado.
  • 2 raciones de huevos, como frittatas o tortillas -en este caso puedes tener listo el relleno de la tortilla, por ejemplo unas verduras salteadas o las patatas y la cebolla frita, listas para mezclar con el huevo y cuajar- o huevos duros para poner en ensaladas y otros platos.
  • 1 ración de carne, como estas albóndigas de cordero, un estofado, ternera rellena o una hamburguesa lista para la plancha.
  • 3 raciones de vinagreta para las verduras o ensaladas (duran dos semanas en un bote bien cerrado en la nevera).
  • 2 raciones -de tres o cuatro- cucharadas de salsa de tomate o sofrito con tus hortalizas favoritas (puede prepararse una vez al mes y congelarse en raciones individuales, usando film de cocina y vasitos o moldes de magdalena).
  • 6 porciones de legumbres, cereales integrales, puré de patata o boniato, quinoa, bulgur o cuscús para acompañar (esto no siempre es necesario cocinarlo, por ejemplo si vas a usar legumbres de bote, pero sí tenerlo en cuenta).
  • 2 cremas o sopas frías o calientes, según la temporada (tenéis un montón de ideas en el buscador que aparece en nuestra página principal: poned allí vuestro ingrediente favorito y, ale hop, aparecerán)
  • 3 platos de verdura o ensaladas (más o menos ligeros, tipo primer plato y pensando con qué segundo las vamos a combinar). Combina tus favoritas y usa las técnicas que proponemos en el siguiente apartado para cocinarlas todas de una sola vez y con el mínimo esfuerzo.
  • 2 porciones de paté o untable, como el babaganoush o el hummus en cualquiera de sus versiones: clásico, con zanahoria asada, de judías con setas o de remolacha. También podría funcionar una mantequilla tuneada, que serviría tanto como salsa para pasta como para rematar un segundo plato de carne o pescado.
  • 10 snacks que pueden servir como desayuno o merienda. Buenas noticias para los vagos: esto tampoco hay que cocinarlo si no quieres, pero si te apetece hornear una granola o un bizcocho seguro que nadie te dirá que no. Fruta, frutos secos, yogures naturales, queso, jamón, pan (puede congelarse en porciones individuales o rebanado y sacarlo cuando lo necesitemos). Contemos que cada picoteo llevará un par de unidades, a no ser que seas de esos estoicos que tiran solamente con una manzana, un yogur o 10 almendras.
https://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2018/05/17/articulo/1526560064_536479.html




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