Aquí hay un problema al que no se le presta la suficiente atención: el uso indiscriminado de mecanismos psicológicos que emplean cada vez más las cadenas de venta de artículos (sea online o presencial) para captar a sus clientes, con especial apoyo en las apps y demás medios de uso cotidiano. Si a eso le sumas la excelente presentación de muchos negocios online (preciosas fotografías, textos cuidados con mensajes sugerentes, etc.) pues ya tienes una incitación a la compra.
Para muchas personas el meterse en una app o en un centro comercial es la experiencia más excitante del día, literalmente. Y comprar es conseguir una gratificación instantánea que les aleja por unos momentos del sufrimiento diario y habitual. El posible descontrol no es sino una muestra más del descontrol de sus vidas, triste pero cierto. Y en el caso de las mujeres, la compradora compulsiva es un cliché muy antiguo ya, especialmente en lo relativo a la compra de accesorios, perfumes o simplemente trapitos...
Para muchas personas el meterse en una app o en un centro comercial es la experiencia más excitante del día, literalmente. Y comprar es conseguir una gratificación instantánea que les aleja por unos momentos del sufrimiento diario y habitual. El posible descontrol no es sino una muestra más del descontrol de sus vidas, triste pero cierto. Y en el caso de las mujeres, la compradora compulsiva es un cliché muy antiguo ya, especialmente en lo relativo a la compra de accesorios, perfumes o simplemente trapitos...