Libros, libros, libros

El ensayo general de las Cruzadas tuvo lugar en Barbastro
Un libro aborda el asalto y ocupación cristiana de la ciudad aragonesa en 1064 como el comienzo de la tensión medieval entre el islam y la cristiandad

MARC BASSETS
París 10 JUL 2018

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Ilustración de los Usatges de Barcelona del siglo XIV. THE PICTURE ART COLECTION / ALAMY STOCK PHOTO

Lo que sucedió en Barbastro en aquella primavera y verano de hace más de mil años cambió el Occidente medieval. Sus repercusiones históricas contrastan con la memoria escasa que quedó del acontecimiento. No es aventurado imaginar que el eco aún no se ha apagado.

Los historiadores Philippe Sénac y Carlos Laliena Corbera reconstruyen el episodio y el contexto en el panorámico 1064, Barbastro. Guerre sainte et djihad en Espagne (1064, Barbastro. Guerra santa y yihad en España), recién publicado por la editorial Gallimard. Los siglos de tensión entre el islam y la cristiandad en parte comenzaron con el sitio, la toma, la ocupación y la posterior retirada del ciudad aragonesa en 1064.



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La lucha contra el ‘otro’ comienza allí, en la primera ciudad musulmana tomada por los cristianos

"Es una fecha esencial: el momento en que, por primera vez, se ve una especie de connivencia de intereses entre el papado, los condes catalanes y los intereses del nuevo soberano aragonés", explica Sénac, uno de los coautores, en un despacho de la Universidad de la Sorbona. "Pero, sobre todo, es el momento que, por primera vez, vemos instalarse en España linajes caballerescos que vienen del norte, de Champaña, del sur de Francia, y que darán nacimiento a lo que algunos llamarán una pre Cruzada. Y es verdad que, si no es una cruzada avant la lettre, sin duda es un ensayo general de lo que se producirá treinta años después en Jerusalén. Y nunca —y esta fue mi gran sorpresa al recorrer las fuentes árabes, porque los cronistas no exageran— se desató tal violencia. No sé si es una guerra ideológica, si la conciencia de luchar contra el otro, el musulmán, se expresa por primera vez aquí. Pero, indiscutiblemente, desde 1050 hay una radicalización. La lucha contra el otro se expresa por primera vez en Barbastro, la primera ciudad musulmana tomada. A partir de entonces, el combate secular entre cristianos y musulmanes en España toma una connotación distinta. En este momento podemos hablar de una ideología de la guerra santa".

El libro de los medievalistas Sénac, profesor en al Sorbona, y Laliena Corbera, profesor en la Universidad de Zaragoza, aborda la historia siguiendo la vía que en los años setenta abrió George Duby con libros como El domingo de Bouvines. El ejercicio consiste en contar una época a partir de una fecha, en centrarse en la cronología y el acontecimiento —el relato— y a partir de ahí revelar los cambios profundos de la cultura y la sociedad.

batalla de las Navas de Tolosa en 1212 o la conquista de Granada en 1492. Pero un momento, también, anticipador del mundo que se gestaba.

Es entonces cuando se consolida el discurso ideológico para justificar la guerra. Ya no se trata sólo de combatir en busca de un botín o de una conquista territorial, sino que algo superior impulsa a los combatientes, como un dopaje espiritual. De ahí el papel el papa Alejandro II, que, según los autores, alentó la operación bélica en Barbastro, "una expedición de envergadura como jamás los musulmanes habían afrontado en estas regiones". La península Ibérica estaba partida en dos: al norte, los principados cristianos; al sur, las taifas musulmanas. Miles de guerreros participaron en la operación internacional: 10.000 según fuentes musulmanas, aunque Sénac y Laliena Corbera creen más razonable que fuesen la mitad, o un tercio, lo que ya era mucho. Era una auténtica coalition of the willing, como se diría más de un milenio más tarde para referirse a las coaliciones de voluntarios que lanzan operaciones bélicas en Próximo Oriente. Aquitanos, normandos, burguiñones, gascones, champañeses, catalanes...

Las informaciones circulaban de un territorio a otro, por conexiones familiares o por las comunidades monásticas. Una pequeña globalización en marcha. "Imaginar un mundo del siglo XI encerrando en sí mismo, es equivocarse totalmente", avisa Sénac. La construcción de la alianza internacional funcionó como un engranaje perfecto tras la muerte del rey Ramiro I de Aragón en el sitio de Graus. "Es muy rápido, y esto es lo más sorprende. Unos meses", resume el historiador de la Sorbona. "Desde el sur de Italia, contingentes normandos que están luchando ahí recorrerán más 2.000 kilómetros para llegar a Barcelona, y desde Barcelona, sin duda después de la Semana Santa, alcanzar Barbastro".

La ocupación cristiana fue salvaje, según los documentos citados en 1064, Barbastro. "A veces", escribe un cronista musulmán, "el musulmán entregaba el alma en medio de estas torturas, lo que realmente era una alegría para él, pues, si sobrevivía, debía sufrir dolores aún mayores, ya que los infieles, por un refinamiento de la crueldad, se deleitaban violando a las mujeres y las hijas de los prisioneros delante de los ojos de estos". Otro apunta: "Se dice que los vencedores eligieron a cinco mil musulmanas, vírgenes o jóvenes distinguidas por su belleza, y se las enviaron al emperador de Constantinopla". La ocupación de Barbastro supuso para muchos cristianos el descubrimiento de la civilización árabe-musulmana. Incluso hay un teoría según la cual la lírica de los trovadores tiene su origen en los poemas que las esclavas musulmanas cantaban en la corte de Aquitania, adonde las habían trasladado. ¿La poesía occidental nació en Barbastro? Los autores creen que las pruebas no son concluyentes.

Hubo autocrítica del lado musulmán. Algunos sabios atribuyeron la pérdida de Barbastro a la torpeza de sus élites: la idea de que "la corrupción, la codicia, la incapacidad para defender a una comunidad musulmana debilitada por nuevos impuestos [...] estuvieron en el origen de los éxitos de los cristianos", escriben Sénac y Laliena Corbera. "Sus pecados fueron para ellos como una enfermedad", se lee en un poema árabe de la época.

También los cristianos hicieron su autocrítica. Fueron los excesos, según el posterior relato cristiano, los que explican la breve duración de la ocupación de Barbastro. "Celoso de los buenos inicios para la fe cristiana, el diablo, armado con malevolencia y astucia, decidió meterse en medio y encender un fuego de amor en el corazón de los caballeros y estos, en vez de elevarse, cayeron", escribió el monje Amado de Montecassino. "El Cristo se irritó porque los caballeros se entregaron al amor de las mujeres. Así, por sus pecados, perdieron lo que habían conquistado y los sarracenos los expulsaron".

La batalla por Barbastro en 1064 es una historia con moraleja.


https://elpais.com/cultura/2018/07/10/actualidad/1531222434_688229.html
 
Leonardo Padura: "La novela policíaca es cada vez menos policíaca y más novela"
Es uno de los grandes de la literatura policial latinoamericana, y la capital de Cuba el escenario de sus intrigas. Gentleman habla con él de sus libros, los de otros y la vida en general


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Leonardo Padura en su casa de La Habana, ciudad en la que nació y donde se desarrollan las historias de su detective, Mario Conde. (Kike Palacio)


LOLA DELGADO
11/07/2018

Acaba de llegar de Ginebra, hace una breve parada de poco más de un día en Pamplona y se marcha inmediatamente a Grecia, donde sin duda se encontrará con su buen amigo Petros Márkaris, autor de otra exitosa serie de novelas policiacas. El caso es que, desde hace años, Leonardo Padura (La Habana, 1955) no para. Ni él ni Lucía, su mujer, de la que no se separa ni un instante y a la que ha dedicado –“Ya se sabe cómo y por qué”– 'La transparencia del tiempo', el último título de la serie protagonizada por el detective Mario Conde, un habanero escéptico de la generación de Padura y a cuyo través descubrimos los secretos de la capital cubana y la incertidumbre que la impregna desde la muerte de Fidel Castro y tras la elección de Donald Trump.


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Bodega Otazu, situada a ocho kilómetros de Pamplona, flanqueada por dos sierras de color verde intenso.



La cita tiene lugar en la Bodega Otazu, que acoge una cena previa a la celebración en la capital navarra del V Congreso Internacional de Arquitectura y Sociedad, en el que el escritor cubano es uno de los invitados estrella. Allí, frente a 110 hectáreas de viñedo enclavadas entre la Sierra del Perdón y la de Sarbiul y junto al río Arga, se desarrolla una conversación con aroma a tempranillo.

Ha sido un día caluroso, pero ahora cae el sol detrás de la ventana de la sala de arte donde nos encontramos, y Leonardo Padura comienza a hablar mientras firma de manera automática media docena de libros y alguna botella de vino, servidumbre en la que el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015 ha desarrollado con los años una práctica impecable.

Leonardo de la Caridad Padura…
Sí, lo de Caridad es porque mis padres eran devotos de la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba, y yo fui su primer hijo. En Cuba, Caridad es nombre masculino.


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Leonardo Padura en Bodega Otazu.


En este contexto de estudios sobre ciudades que ha venido a inaugurar, describa La Habana, donde usted nació, un lugar diferente a cualquier otro y omnipresente en su obra…
Alejo Carpentier dijo que La Habana era una ciudad que tenía la belleza y el estilo de las cosas que no tienen estilo. Es una ciudad completamente ecléctica, con un nivel grande de deterioro físico y espiritual, y hoy una parte de esa belleza de La Habana está oculta bajo muchas capas de churre, polvo y desidia.

Estudió Literatura Latinoamericana. ¿Qué descubrimientos autorales ha hecho en los últimos tiempos tanto allí como a este lado del Atlántico?

Siempre descubro escritores, porque uno no lee solo a los autores que conoce y ama –lo que no deja de ser un proceso gratificante pero rutinario en la lectura, y mucho más en la escritura–, pero la verdad es que nada me ha conmovido demasiado como propuesta nueva en los últimos años.

Ensayista, escritor, periodista, guionista, novelista… ¿Qué porcentaje hay de cada en Leonardo de la Caridad Padura?
Soy cien por cien cada una de esas cosas y haciendo cada una de esas actividades, aunque a mí lo que me gusta es escribir novelas. Pero el periodismo fue la profesión de la que viví durante 15 años.

Es usted uno de los grandes de la novela policial latinoamericana, con títulos como ‘Pasado perfecto’, ‘Vientos de cuaresma’, ‘La cola de la serpiente’ o ‘Adiós, Hemingway’. Ha sido traducido a muchos idiomas y tiene 24 premios en su haber. ¿Cuál aprecia especialmente?

Hace varios años me dieron el premio Puerta de Espejos, que otorgaba la Biblioteca Nacional de La Habana. Es un premio que dan los lectores a través del número de veces que piden el libro de un autor determinado, y durante varios años los míos habían sido los más solicitados en esa biblioteca.

¿Cómo está la isla desde que llegó Donald Trump? ¿Se ha parado la máquina transformadora del país?

No, 'Tromp' (así suena con acento cubano) no ha tenido la culpa de nada, porque la máquina transformadora de la isla es más lenta desde hace mucho tiempo. Lo que se ha notado con él, además de la retórica, que ha vuelto a tener los niveles habituales de agresividad, ha sido que ha disminuido el número de americanos que llegan a la isla y el de cubanos que van a Estados Unidos.

¿Pero en qué ha cambiado la sociedad cubana –que usted tan bien describe en su obra– en los últimos 20 años?

Aparentemente en Cuba no cambia nada, lo que pasa es que las connotaciones de los cambios dependen de cómo afecten a cada persona. Antes los cubanos no podían viajar al extranjero, no podían tener celular… Ahora los jóvenes cubanos, bien que con mucha dificultad, hasta están en Facebook.


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Detalle y vista de una de las calles de La Habana.



España está muy presente en su última novela. ¿Qué ciudad le resulta más vivible a alguien como usted: Madrid, que visita con mucha frecuencia, o La Habana, independientemente de sus obvias y enormes diferencias?
Madrid me encanta, pero los códigos de Madrid y la forma de vivir allí no son comparables a los de La Habana. Es como comparar un cohete con un destornillador.

¿En qué ciudad viviría que no fuera La Habana?

Cayo Hueso. Estás en el Caribe, en los Estados Unidos, pero fuera de Estados Unidos. Es un lugar donde se respira libertad. Puedes andar desnudo si te apetece, y la gente ni te mira. Las gallinas cruzan la calle y los automóviles se detienen para dejarlas pasar.

¿Hasta qué punto es importante el papel de la ciudad en su obra?

Es un personaje más de mis novelas, no solo en el ámbito físico, también en el espiritual. Por eso tiene categoría de personaje.

¿Es La Habana una ciudad paseable para usted?

No, entre otras cosas porque no hay transporte público. Pasear por el Malecón a las 12 del día es morirse de calor. Cada cual en cada momento ve las ciudades de una manera distinta, y yo no veo a La Habana nada paseable.

¿Cuál es su rincón favorito de La Habana?

Sin duda, mi casa, el lugar donde nací y donde he vivido mis 62 años, y que es por tanto un enorme almacén de recuerdos y de libros.

¿Y fuera de casa?

En la playa. La playa del Caribe es una experiencia inigualable. No hay nada como eso.

¿Su rincón favorito del mundo?

Creta nos encanta a mi esposa y a mi. Lombardía, La Toscana. Y en Andalucía me siento como en casa. Los andaluces hablan por los codos y los cubanos por los codos y las rodillas. Por eso me encuentro en mi ambiente.

¿Qué tiene ahora entre manos?

Estoy pensando, no escribiendo, una novela sobre la diáspora cubana. La diáspora de mi generación. Desde los años 80 para acá.

¿En qué estado ve la novela policiaca en estos tiempos que vivimos?

Creo que está pasando por uno de sus mejores momentos, porque es cada vez menos policiaca y cada vez más novela, y eso hace que tenga grandes niveles de penetración social. Este es un proceso que comenzó hace 30 años con autores como Vázquez Montalbán o Rubén Fonseca, y nosotros somos beneficiarios de la ruptura que lograron esos escritores, que por lo general pertenecían a la periferia.

https://www.gentleman.elconfidencia...escritor-libros-literatura-policiaca_1590402/
 

El erizo y el zorro


RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ

Siempre Montaigne: una visita a la torre donde nació el individuo moderno
Se le ha considerado el sabio por antonomasia, el hombre que supo aunar catolicismo y cultura grecorromana, el inventor de lo que se llama la 'subjetividad moderna' y el creador del género del ensayo
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La torre de Montaigne. (RGF)
RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ
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BIOGRAFÍA
ENSAYO


10/07/2018
Para llegar hasta allí habíamos tomado el tren en la estación de Saint Jean en Burdeos, bajado en Lamothe-Montravel y caminado durante casi una hora, con el sol en alto, entre los viñedos ―ordenados, inacabables― de Saint Émilion. Antes, habíamos comido entrecot y “axoa”, un guiso de carne y pimientos típico del País Vasco francés, con bastante vino de la región, por lo que es probable que sufriéramos alguna forma leve de insolación.

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Michel de Montaigne


Mientras preparábamos la excursión, temimos que nuestro destino fuera una especie de Disneylandia, como sucede con tantos sitios venerados porque en ellos vivió hace mucho tiempo alguien medianamente famoso. Pero al llegar, un poco aturdidos, nos dimos cuenta de que era muy sencillo, casi precario. No había allí más que un pequeño chamizo para la venta de entradas, recuerdos y vino que atendían dos jóvenes. Un pequeño grupo de turistas estadounidenses de avanzada edad se marchaba en autobús después de su visita, y tres o cuatro franceses con aspecto de profesores retirados nos acompañarían en la nuestra. Ahí estábamos: en la torre, anexa a su castillo, en la que Michel de Montaigne se pasó buena parte de la vida escribiendo, leyendo e intentando huir de sus responsabilidades como político, terrateniente y padre de familia.



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La torre de Montaigne. (RGF)


Montaigne ―cuyo apellido era Eyquem, pero que prefirió tomar el nombre del señorío comprado por su padre con la riqueza generada por antepasados comerciantes de vino, pescados en salazón y dulces― nació allí en 1533. Su padre le educó de manera excéntrica: quiso que su primera lengua fuera el latín y prohibió terminantemente al servicio de la casa que se dirigiera a él en francés. Más tarde aprendió griego, y solo después francés y gascón. A partir de los ocho años, recibió la mejor educación formal disponible, hasta convertirse en abogado y desempeñar distintos cargos entre la élite funcionarial de la región, y más tarde estar al servicio del rey Carlos IX. Era un hombre mundano, medianamente poderoso e influyente, casado ―casi seguro de manera concertada― con la heredera de una familia de mercaderes prósperos.

Tras la muerte de su padre en 1568, el mundo se le vino encima: heredó el castillo y empezó a detestar las cuentas


Pero tras la muerte de su padre en 1568, el mundo se le vino encima: heredó el castillo y empezó a detestar las cuentas, los contratos y las negociaciones que implicaban la gestión de su día a día. Y se cansó de la vida de corte. De modo que a los treinta y ocho años, se retiró a la torre aneja al castillo (que se conserva aún después de que en el siglo XIX un incendio arrasara el edificio principal; el actual es una reconstrucción), “disgustado desde mucho antes de la esclavitud de la corte y de los cargos públicos”, escribe, para dedicarse a su actividad preferida: la lectura de los clásicos, la reflexión sobre la conciencia y la experiencia de sí mismo. Y también la escritura de lo que más tarde se llamarían “ensayos”, textos breves, de carácter literario y filosófico, que recogían la sabiduría de los escritores griegos y latinos para intentar comprender y explicar la pequeñez y la necedad humanas, y tratar de encontrar la buena vida.

Un mundo en llamas
A su alrededor, el mundo ardía. Había guerras de religión entre católicos y protestantes ―Montaigne, católico, se horrorizó ante la violencia y medió con frecuencia entre las partes―; “toda mi insignificante prudencia en estas guerras civiles en que vivimos ―escribió―, va encaminada a que no interrumpan mi libertad de ir y venir”. De sus seis hijas, solo una había sobrevivido, aunque reconoció haber perdido la cuenta de las muertas. Nadie parecía entender que ese hombre se hubiera retirado a vivir en la torre menos noble de su castillo, apartado de todo, y ordenara escribir en las vigas de su sala de estudio frases de carácter filosófico que le recordaran que solo era un hombre, un tipo perdido como todos (aunque más rico), sujeto a debilidades (era un poco vanidoso) y caprichos (no se ocupó de su familia, pero fue un galán) y sin embargo empeñado en ser sabio.



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(RGF)


La torre en sí, tal como la vimos, es un monumento un poco torpe y pobretón: una cama que en realidad no era la suya, un busto de mala calidad, réplicas plastificadas de cuadros en los que aparece o remiten a su experiencia, paredes llenas de grafitis. Pero ahí estaba Montaigne. El hombre contradictorio, obsesionado con que le dejaran solo para encontrarse a sí mismo, pero en diálogo constante con los muertos; el que viajaba para alejarse de la familia y los negocios pero luego aceptaba ser, como lo fue su padre, alcalde de Burdeos.

Quizá suceda en diferente grado con otros escritores, pero tengo para mí que solo se puede disfrutar a Montaigne si uno comparte alguno de sus rasgos de carácter. Se ríe de todo, pero se sabe egocéntrico. Se preocupa por los grandes temas de la humanidad, pero es consciente de que la felicidad solo es posible si vas bien y regularmente al baño. Sufre la tentación simétrica de alejarse de todo y de acercarse a todo: la política, la vida literaria, las mujeres, el vino y la comida. Si no le gustan, deja los libros en las primeras páginas. Cita párrafos enteros de los clásicos latinos para explicar que es un ignorante. Reflexiona largamente sobre sus errores pasados, pero no se arrepiente: en ese momento hice lo que me pareció correcto, se dice; es absurdo intentar corregir lo que no se puede enmendar. Sabe que uno es la suma de su yo más las circunstancias que le han tocado vivir.



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(RGF)


Montaigne ha sido con frecuencia idealizado: se le ha considerado el sabio por antonomasia, el hombre que supo aunar catolicismo y cultura grecorromana, el inventor de lo que se llama la “subjetividad moderna” y el creador del género del ensayo; un ejemplo del hombre que sabe cultivar al mismo tiempo las virtudes privadas y, con renuencia, las públicas. Seguramente son exageraciones, aunque hay parte de verdad en todo ello. Lo pensaba mientras bajábamos los peldaños, muy desgastados, de la escalera de caracol de la torre, por la que se desplazaba de la capilla de la planta baja al dormitorio de la primera y al estudio de la segunda, donde se encuentran las célebres vigas inscritas. Montaigne era un hombre más sabio, y un mejor escritor ―aunque tenga páginas indeciblemente pesadas― que la mayoría, pero en su escritura, que decía que solo tenía por tema su yo, se supo mostrar con coquetería como cualquiera de nosotros. Un amasijo de debilidades, contradicciones e intuiciones brillantes.

El lema de Montaigne era “Que sais-je?”, que podría traducirse como “¿Qué sé yo?”, ¿qué puede llegar a saber un humano?


De vuelta en el chamizo de la entrada vimos los souvenirs. Eran encantadoramente toscos y no compramos nada, a pesar de que habíamos planeado hacernos con una botella del vino procedente de lo que en el pasado eran sus viñedos y bebérnosla por la noche; pensamos que sería mejor cualquiera de una vinatería de la ciudad. Regresamos hacia la estación con el sol un poco más bajo. Las uvas a ambos lados de la carretera rural, que me parecieron sauvignon blanc, aún necesitarían un par de meses para estar en su madurez. De vez en cuando, pasaba un coche a una velocidad alarmante para una vía tan estrecha, pero la reducía abruptamente al vernos cogidos de la mano, mientras nosotros nos apartábamos hacia el estrecho margen que había entre el asfalto y las viñas. Sentíamos una alegría muda. El lema de Montaigne era “Que sais-je?”, que podría traducirse como “¿Qué sé yo?” o, más libremente, ¿qué puede llegar a saber un humano en su mortalidad, en su pequeñez? Llegamos sudados a la estación. Como Montaigne, aunque disimulara, algunas cosas sabíamos.

Posdata: si el lector quiere acercarse a Montaigne, pero sin demasiado esfuerzo, es breve y hermosa ―también poco rigurosa para los estándares actuales― la biografía que le dedicó Stefan Zweig (está en la editorial Acantilado). Para aquellos con un poco más de paciencia, es extraordinario el libro de Sarah Blackwell 'Cómo vivir. Una vida con Montaigne' (en la editorial Ariel), una mezcla de biografía y glosa de sus escritos. Para quienes prefieran ir directamente a su obra ―su prosa del siglo XVI no siempre es ágil y algunos pasajes son ciertamente aburridos―, la antología de Gonzalo Torné en la editorial Penguin es estupenda y barata. Para los lectores muy dedicados, la edición de los ensayos completos en tapa dura de Acantilado es insuperable.

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https://blogs.elconfidencial.com/cu...10/montaigne-ensayos-excursion-sabio_1589938/
 
'Lola, espejo oscuro': la magnífica y sórdida novela perdida del franquismo
Firmada por el censor y delator Darío Fernández Flórez y hoy descatalogada, retrata la sordidez de la posguerra española desde el punto de vista de una prost*t*ta



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Portada del libro 'Lola, espejo oscuro'. (Reno, 1975)


ALBERTO OLMOS
NOVELA
FRANQUISMO
prostit*ción


11/07/2018

  • Se cumplen 30 años de la muerte de Jesús Fernández Santos, autor de 'Los bravos' y Extramuros', entre otras, pero aquí no vamos a hablar de él, salvo para introducir nuestra peripecia. Leí 'Extramuros' al hilo del aniversario fúnebre de este autor y acudí a la biblioteca en busca de otros libros suyos. Tenía intención de ser el primero en recordar la muerte de Fernández Santos, porque un artículo es una idea, y vale solo para quien la pone en práctica antes que los demás. Luego he visto que Manuel Vicent ha honrado a Fernández Santos con excelentes prosa y criterio, y a su artículo les remito.

    Pero no salgamos de la biblioteca. Anoten por favor que soy el único crítico de España que visita o habla siquiera de las bibliotecas públicas. En ella andaba buscando la signatura FER, por eso de encontrar más libros de Santos. Podría haberme ahorrado la pesquisa mirando en los ordenadores, donde me hubiera enterado de que no había en esa sede más libros suyos. Pero yo soy un usuario de biblioteca pública como Dios manda: hay que mirar los libros directamente en las estanterías, porque siempre te llevas el que no habías ido a buscar, y eso es la Cultura.

    FER. Anda que no hay escritores y muertos apellidados Fernández. Iba leyendo títulos vanos y fracasos sin cuenta, todos a cargo de Fernández y más Fernández, cuando di con uno que me interesó: 'Lola, espejo oscuro', de Darío Fernández Flórez. Había encontrado lectura; había encontrado, de hecho, artículo.

    Fachillas
    Yo no sé qué tiene el verano que siempre me lleva a leer fachillas. El fachilla es un escritor olvidado que además era de Franco. Darío Fernández Flórez fue censor, ganadero y escritor. No dejó un palo sin tocar.

    Cuenta en un artículo Ernesto Escapa que Darío Fernández Flórez fue quien denunció a Julián Marías, como revivía su propio hijo Javier en 'Tu rostro mañana', pero sin dar el nombre. DFF, por tanto, lo tiene todo para que nadie lo lea, para que su obra sea sepultada, para que su nombre reducido a las siglas ocupe una peana muy pequeña en el museo provincial del polvo. Que es un museo que yo visito con frecuencia.

    Me gusta leer a los antiguos y olvidados porque todos escriben mejor que yo, que tú, que cualquiera


    Me gusta leer a los antiguos y olvidados porque todos escriben mejor que yo, que tú, que cualquiera. Ha caído el tiempo sobre su prosa y es un gusto pasearse por ella, ver que tal mote o insulto o vocativo se decía ya hace 60 o 70 años, comprobar qué expresiones se han perdido, qué semántica se ofrecía a miles de lectores ahora muertos.

    “Morirse a chorros”, dice dos veces Darío Fernández Flórez en este libro.


    prost*t*ta de lujo
    Mi ejemplar de biblioteca es de 1973 y de Círculo de Lectores. La editorial avisaba entonces de que se trataba de una edición “no abreviada”. ¿Qué era lo que había que abreviar?

    'Lola, espejo oscuro' son las memorias de una prost*t*ta de lujo. “Ante todo, debo advertir que soy una chica muy mona. Muy mona y muy cara”. Durante 300 páginas, Lola nos cuenta su dedicación al oficio, desde su Andalucía natal hasta el promisorio Madrid, pero sin entrar nunca en carnalidades. Lo único erótico del libro es ver a Lola sacarle todo el dinero que puede a los hombres ricos.



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    Darío Fernández Flórez. (Enrique Segura, 1948)




    Adscrita a la nueva picaresca que se puso de moda en la posguerra, 'Lola, espejo oscuro' es una lectura magnífica. A la verosimitud de todos esos lances que hoy nos parecen increíbles se une una prosa vivaz, risueña y hasta poética. “Seguía teniendo, claro está, mis catorce años y me vi negra para no perderlos y llegar a Cádiz tan entera como salí de Ronda, aunque bien es verdad que algo más sobada porque pasé malos ratos por los puertos y la bahía, y hube de apagar un tanto los fuegos de mi fiereza”. Si uno se lee las 300 páginas de una novela de la que no va a poder hablar con nadie, indudablemente es que esa novela está muy bien.

    Franco, el cine, feminismo
    Luego están las lecturas transversales, esnobs, concienzudas. Vean la ironía, incluso la acrobacia, de ser censor y delator y escribir luego una novela que es capaz —siendo su asunto exclusivamente el intercambio de s*x* por dinero— de burlar la censura. Aquí Freud y Elia Kazan tendrían mucho que comentar.

    Además está Lola, obligada por la solemne pobreza en la que nace a malvivir y penar, pero que utiliza su cuerpo para enriquecerse y, mayormente, hacer sufrir a todos los hombres que se cruzan en su camino. Esta 'mala mujer' encontraría en nuestro tiempo comprensión y hasta aplauso, pues su caso puede razonarse desde el feminismo al punto de acabar convertido en heroico.

    ¿MeToo? Vean el cine español de los años cuarenta: “Hube de someterme a sus deseos para seguir caminando los rumbos del cine, porque, como dice Juan, muchas de nuestras películas se hacen en la cama, y así salen ellas”. Y más: “Seguí, pues, pagando portazgos con un director, un jefe de producción, un guionista, un galán nada galante (…) y hasta con un gerente de la casa Balbin Films; tan sólo, entre las altas jerarquías de aquel tinglado, escapé del operador, porque era extranjero y no le interesaban las mujeres”.

    Por eso los hombres dicen que soy muy mala y en el fondo me odian como se odia al amo que nos tiraniza


    Cabe preguntarse también cómo se leería esta frase en España en 1950: “Por eso los hombres dicen que soy muy mala y en el fondo me odian como se odia al amo que nos tiraniza”.

    Por si fuera poco, el libro desemboca en un epílogo donde un escritor llamado Darío manifiesta su desaliento ante el género de la novela, y como ya registraba Manuel Alberca en 'La máscara o la vida', considera que los españoles “somos anticonfesionales y todas nuestras confidencias resultan absolutamente falsas”.

    Autoficción franquista, lo que nos faltaba.

    https://blogs.elconfidencial.com/cu...-oscuro-jesus-dario-fernandez-flores_1590003/
 
El ensayo general de las Cruzadas tuvo lugar en Barbastro
Un libro aborda el asalto y ocupación cristiana de la ciudad aragonesa en 1064 como el comienzo de la tensión medieval entre el islam y la cristiandad

MARC BASSETS
París 10 JUL 2018

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Ilustración de los Usatges de Barcelona del siglo XIV. THE PICTURE ART COLECTION / ALAMY STOCK PHOTO

Lo que sucedió en Barbastro en aquella primavera y verano de hace más de mil años cambió el Occidente medieval. Sus repercusiones históricas contrastan con la memoria escasa que quedó del acontecimiento. No es aventurado imaginar que el eco aún no se ha apagado.

Los historiadores Philippe Sénac y Carlos Laliena Corbera reconstruyen el episodio y el contexto en el panorámico 1064, Barbastro. Guerre sainte et djihad en Espagne (1064, Barbastro. Guerra santa y yihad en España), recién publicado por la editorial Gallimard. Los siglos de tensión entre el islam y la cristiandad en parte comenzaron con el sitio, la toma, la ocupación y la posterior retirada del ciudad aragonesa en 1064.



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La lucha contra el ‘otro’ comienza allí, en la primera ciudad musulmana tomada por los cristianos

"Es una fecha esencial: el momento en que, por primera vez, se ve una especie de connivencia de intereses entre el papado, los condes catalanes y los intereses del nuevo soberano aragonés", explica Sénac, uno de los coautores, en un despacho de la Universidad de la Sorbona. "Pero, sobre todo, es el momento que, por primera vez, vemos instalarse en España linajes caballerescos que vienen del norte, de Champaña, del sur de Francia, y que darán nacimiento a lo que algunos llamarán una pre Cruzada. Y es verdad que, si no es una cruzada avant la lettre, sin duda es un ensayo general de lo que se producirá treinta años después en Jerusalén. Y nunca —y esta fue mi gran sorpresa al recorrer las fuentes árabes, porque los cronistas no exageran— se desató tal violencia. No sé si es una guerra ideológica, si la conciencia de luchar contra el otro, el musulmán, se expresa por primera vez aquí. Pero, indiscutiblemente, desde 1050 hay una radicalización. La lucha contra el otro se expresa por primera vez en Barbastro, la primera ciudad musulmana tomada. A partir de entonces, el combate secular entre cristianos y musulmanes en España toma una connotación distinta. En este momento podemos hablar de una ideología de la guerra santa".

El libro de los medievalistas Sénac, profesor en al Sorbona, y Laliena Corbera, profesor en la Universidad de Zaragoza, aborda la historia siguiendo la vía que en los años setenta abrió George Duby con libros como El domingo de Bouvines. El ejercicio consiste en contar una época a partir de una fecha, en centrarse en la cronología y el acontecimiento —el relato— y a partir de ahí revelar los cambios profundos de la cultura y la sociedad.

batalla de las Navas de Tolosa en 1212 o la conquista de Granada en 1492. Pero un momento, también, anticipador del mundo que se gestaba.

Es entonces cuando se consolida el discurso ideológico para justificar la guerra. Ya no se trata sólo de combatir en busca de un botín o de una conquista territorial, sino que algo superior impulsa a los combatientes, como un dopaje espiritual. De ahí el papel el papa Alejandro II, que, según los autores, alentó la operación bélica en Barbastro, "una expedición de envergadura como jamás los musulmanes habían afrontado en estas regiones". La península Ibérica estaba partida en dos: al norte, los principados cristianos; al sur, las taifas musulmanas. Miles de guerreros participaron en la operación internacional: 10.000 según fuentes musulmanas, aunque Sénac y Laliena Corbera creen más razonable que fuesen la mitad, o un tercio, lo que ya era mucho. Era una auténtica coalition of the willing, como se diría más de un milenio más tarde para referirse a las coaliciones de voluntarios que lanzan operaciones bélicas en Próximo Oriente. Aquitanos, normandos, burguiñones, gascones, champañeses, catalanes...

Las informaciones circulaban de un territorio a otro, por conexiones familiares o por las comunidades monásticas. Una pequeña globalización en marcha. "Imaginar un mundo del siglo XI encerrando en sí mismo, es equivocarse totalmente", avisa Sénac. La construcción de la alianza internacional funcionó como un engranaje perfecto tras la muerte del rey Ramiro I de Aragón en el sitio de Graus. "Es muy rápido, y esto es lo más sorprende. Unos meses", resume el historiador de la Sorbona. "Desde el sur de Italia, contingentes normandos que están luchando ahí recorrerán más 2.000 kilómetros para llegar a Barcelona, y desde Barcelona, sin duda después de la Semana Santa, alcanzar Barbastro".

La ocupación cristiana fue salvaje, según los documentos citados en 1064, Barbastro. "A veces", escribe un cronista musulmán, "el musulmán entregaba el alma en medio de estas torturas, lo que realmente era una alegría para él, pues, si sobrevivía, debía sufrir dolores aún mayores, ya que los infieles, por un refinamiento de la crueldad, se deleitaban violando a las mujeres y las hijas de los prisioneros delante de los ojos de estos". Otro apunta: "Se dice que los vencedores eligieron a cinco mil musulmanas, vírgenes o jóvenes distinguidas por su belleza, y se las enviaron al emperador de Constantinopla". La ocupación de Barbastro supuso para muchos cristianos el descubrimiento de la civilización árabe-musulmana. Incluso hay un teoría según la cual la lírica de los trovadores tiene su origen en los poemas que las esclavas musulmanas cantaban en la corte de Aquitania, adonde las habían trasladado. ¿La poesía occidental nació en Barbastro? Los autores creen que las pruebas no son concluyentes.

Hubo autocrítica del lado musulmán. Algunos sabios atribuyeron la pérdida de Barbastro a la torpeza de sus élites: la idea de que "la corrupción, la codicia, la incapacidad para defender a una comunidad musulmana debilitada por nuevos impuestos [...] estuvieron en el origen de los éxitos de los cristianos", escriben Sénac y Laliena Corbera. "Sus pecados fueron para ellos como una enfermedad", se lee en un poema árabe de la época.

También los cristianos hicieron su autocrítica. Fueron los excesos, según el posterior relato cristiano, los que explican la breve duración de la ocupación de Barbastro. "Celoso de los buenos inicios para la fe cristiana, el diablo, armado con malevolencia y astucia, decidió meterse en medio y encender un fuego de amor en el corazón de los caballeros y estos, en vez de elevarse, cayeron", escribió el monje Amado de Montecassino. "El Cristo se irritó porque los caballeros se entregaron al amor de las mujeres. Así, por sus pecados, perdieron lo que habían conquistado y los sarracenos los expulsaron".

La batalla por Barbastro en 1064 es una historia con moraleja.


https://elpais.com/cultura/2018/07/10/actualidad/1531222434_688229.html

Y yo que pensaba que los musulmanes se habian topado con Don Pelayo en la batalla de Covadonga primero y con Carlos Martel después en la batalla de Poitiers...
 
BIOGRAFÍA DEL DIRECTOR AUSTRÍACO
'Haneke por Haneke': retrato de la muerte de la Europa burguesa
Con dos Palmas de Oro de Cannes y un Oscar a Mejor película de habla no inglesa por 'amor', el austríaco es uno de los cineastas europeos que más fobias y filias despierta


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Una imagen de Michael Haneke en el Festival de Tribeca. (IMDB)
MARTA MEDINA
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17/07/2018

Cuando el 23 de marzo de 1942 Michael Haneke llegó al mundo en el Múnich de la Alemania nazi bajo el brazo no trajo un pan, sino un manual del perfecto burgués descreído. Haneke habla sobre la burguesía porque forma parte de ella y porque pertenece a esa especie de cineastas que ven con pudor erigirse en voz de lo ajeno, un acto que sólo puede derivar de la impostura o de la indulgencia. "No puedo hacer una película en torno a los inmigrantes; no conozco su vida a través de mi propia experiencia", justifica. "Pero sí puedo rodar una película acerca de nuestro autismo y de nuestra indiferencia ante cualquier sufrimiento". "Nuestra indiferencia". La de la vieja Europa acomodada y privilegiada, cuyo ombliguismo y soberbia le impide, como un Titanic, percatarse de su propio hundimiento. Esta Europa hastiada y decrépita es la que protagoniza 'Happy End', su última película, que se estrena en España este viernes 20 de julio y que pasó por Cannes en 2017 sin vencer ni convencer.

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Portada de 'Haneke por Haneke'

"Ya veremos si 'Happy End' es mi última película. Dejémonos sorprender...", desafía el propio Haneke en 'Haneke por Haneke' (El mono libre, 2018), una biografía al estilo de la siempre recomendada y recomendable 'El cine según Hitchcock' de Truffaut, en la que los analistas cinematográficos Michel Cieutat y Philippe Rouyer reconstruyen la vida y la obra del cineasta austríaco a partir de alrededor de cincuenta horas de "charlas escalonadas" salpicadas a lo largo de dos años, a veces en París, otras en Viena.

Haneke, junto a Von Trier, probablemente sea el 'autor' vivo más 'mainstream' del cine europeo. ¿Cuántas veces habrán escuchado las escuelas de cine de todo el mundo el deseo de convertirse en "el nuevo Michael Haneke"? Un imposible, porque las nuevas generaciones de cineastas, por muy aislados en la burbuja de clase de quienes pueden permitirse encomendar su salida laboral a algo tan 'práctico' como el cine, ya participan del velatorio de un sueño europeo que sólo han llegado a conocer en sus horas bajas.

Cieutat y Rouyer guían al director, de habitual críptico respecto a su biografía, a través de su infancia y su juventud hasta su primer largometraje para la gran pantalla, 'El séptimo continente' (1989) —estrenado cuando ya había cumplido cuarenta y siete años, una edad inusual para el debut—, para pasar más tarde a analizar en profundidad uno a uno sus doce films y sus once proyectos televisivos, hilvanando así un retrato de Haneke a través de sus obras, sus ideas, sus filias y fobias y su método de pensamiento, tan perfeccionista, inflexible y metódico como trasluce su filmografía. Eso sí, quienes esperen encontrar respuestas a las supuestas tesis sobre su cine, si las hubiera, que busquen en otro lado, porque Haneke "rehusó, con feroz determinación, dar una interpretación de sus películas". "Tengo una moral, pero no la impongo a nadie. En mis películas hablo de cosas desagradables sin ofrecer respuestas a las preguntas que planteo. Los que me tachan de moralista suelen ser aquellos que no quieren enfrentarse a este tipo de preguntas". Haneke nunca se defiende: siempre contraataca.


En mis películas hablo de cosas desagradables sin ofrecer respuestas a las preguntas que planteo


En el relato de su vida personal, el Haneke infantil parece una versión encogida del Haneke adulto: antes de sucumbir a la pulsión sensual de las mujeres quiso ser pastor protestante —"Primero fue Dios, y luego las chicas"— y a los diez años, extasiado por el descubrimiento de 'El Mesías' de Händel, se atrevió a componer su primera misa. Una infancia, según sus palabras, de lo más común: "Será una decepción para todos, porque no tuve una infancia triste. Soy una persona muy normal. Quizá cueste creerlo, pero es verdad".



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Haneke en el rodaje de 'Happy End'.


Su padre fue el actor germano Fritz Haneke y su madre la actriz austríaca Beatrix von Degenschild, aunque su tía materna fue quien se encargó de cuidarlo hasta la mayoría de edad. "Al acabar la guerra, mi padre, que era alemán, regresó directamente a su país y no volvió a Austria. Mi madre se casó de nuevo con un compositor judío, Alexander Steinbrecher, que se fue a Inglaterra huyendo del nazismo y se convirtió en 'Kappelmeister', o sea director musical, del Burgtheater", aclara Haneke. A su madre la visitaba muy a menudo en Viena hasta que "después de desmayarse dos veces en los escenarios no pudo seguir actuando y debió retirarse con cuarenta y pocos años. Siempre estaba tumbada, en la semioscuridad, perdida entre el humo de los cigarrillos".

Al acabar la guerra, mi padre, que era alemán, regresó directamente a su país y no volvió a Austria

"Crecí en casa de la hermana de mi madre, en el campo, en una finca muy grande. Estaba en Wiener Neustadt, una pequeña ciudad a cincuenta kilómetros al sur de Viena, donde situé la acción de la película 'Lemminge'", añade al respecto de una juventud, aunque sin figura paterna, bucólica e intelectual ."La finca familiar estaba en medio del campo, pero también teníamos una casa en la ciudad vecina, Wiener Neustadt, donde crecí y fui al colegio. De adolescente, me sentía frustrado viviendo en el campo porque no había nada que hacer. Sin embargo, nunca me aburrí. Siempre leía, escuchaba música". También practicó esgrima y esquí, mientras que admite que no frecuentó el cine de autor hasta bien entrada la universidad.

Haneke se retrata como un culo inquieto de la intelectualidad que probó suerte en el arte dramático, en la filosofía, en la poesía y en la música, pero que hubo de ponerse a trabajar de verdad cuando su primera mujer se quedó embarazada con poco más de veinte años. "Cuando salí de la Universidad me había casado y esperábamos un hijo. Empecé como obrero en una fábrica, luego arreglé calefacciones y más tarde fui cajero en Correos. A la vez también trabajaba para la radio y la prensa". Fue, sin embargo, su trabajo en la cadena de televisión Südwestfunk de Baden-Baden a finales de los sesenta el que le abrió las puertas de su carrera como cineasta.

Cuando salí de la Universidad me había casado y esperábamos un hijo [así que] empecé como obrero en una fábrica

En el cine de Haneke se transparenta su pasado como director de escena y realizador televisivo. Los paneos en su puesta en escena, los repartos corales, el exquisito cuidado de la escenografía, entre naturalista y teatral. Su firma se entrevé también en "la imposibilidad de los personajes de expresar sus sentimientos; la insistencia en objetos cotidianos; la fascinación por las imágenes fijas o animadas; el valor de la elipsis y del fuera de campo, y la inusual atención que presta a la banda sonora". Y también el humor: negro e intelectual.

'Haneke por Haneke' desvela episodios de la vida del director tan peculiares como su relación con Ulrike Meinhof, fundadora de la Baader-Meinhof, con quien coincidió en su etapa televisiva. "Era brillantísima, expresaba cómodamente sus opiniones sin dejar de ser encantadora, con mucho humor y riéndose de sí misma. La veíamos a menudo durante el periodo en que preparaba un guion en torno a unas chicas en un reformatorio. Se implicó mucho para apoyarlas. Intentó ayudarlas e incluso acogió a varias en su casa, pero se radicalizaba cada vez más. Con cada nueva visita a nuestra oficina, se mostraba algo más amargada, convencida de que nunca se conseguiría una buena reforma porque el sistema no lo permitiría. Y llegó el momento en que participó en la primera acción violenta con el grupo Fracción del Ejército Rojo. No pensábamos que daría el paso, tenía hijos, era una mujer muy culta y una auténtica estrella del periodismo. Pero debíamos haberlo previsto: su rigor moral y su intransigencia solo podían empujarla hacia métodos radicales". "Es el eterno problema que plantea cualquier ideología. Cuando una idea se transforma en ideología, se crean antagonismos y las relaciones personales se hacen rápidamente inhumanas. Es el tema de 'La cinta blanca'", sostiene.



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Un fotograma de 'La cinta blanca'.


También arroja luz sobre su reputación de director "déspota", forjada después del desastre de su segunda película para televisión, 'Sperrmüll' (1975), a la que considera "nula" y de cuyo fracaso culpa a su exceso de transigencia. "¡Les prohíbo que la vean! Por suerte, ya no queda ninguna copia", se consuela. "A partir de ahí fui muy exigente con la televisión. Siempre insistí en obtener todo lo que quería porque si algo no funciona, uno acaba siempre por pagar el pato".

Haneke, ya de vuelta de todo a sus 76 años, no se esconde a la hora de opinar sobre su tema fetiche: la decadencia de la Europa del siglo XX. "En el siglo XIX, la literatura se esforzaba en conformar a la burguesía en su posición social, incluso cuando la criticaba. Ya no es posible. Hoy en día nos vemos obligados a estar en la oposición, a denunciar constantemente lo que va mal, tanto en el fondo como en la forma". Tampoco respecto al arte: "las películas más vivas actualmente proceden de Asia y de África. Y no es algo reciente; la tendencia solo se ha acentuado con el tiempo. En Estados Unidos, en Francia y en Italia, donde es aún peor, a excepción de unos cuantos cineastas, no hay nada".

Nos encontramos en el umbral del racismo, en el que no me sitúo personalmente, desde luego


Más controvertido es aún su discurso sobre la inmigración: "Nos encontramos en el umbral del racismo, en el que no me sitúo personalmente, desde luego. Pero me irrita constatar el aumento del movimiento islamista y el comportamiento de los que nacen en su seno, que vienen aquí y no hacen el menor esfuerzo para adaptarse. Obviamente, no puede aplicarse a las personas inteligentes, que saben lo que signifca el respeto y la tolerancia hacia terceros. Pero los más pobres, los que han recibido menos educación, suelen tener como única referencia sus tradiciones. Al vivir en el extranjero se sienten rodeados de 'enemigos' y se agarran a su idioma, su cultura, creando una gran difcultad en el plano de la comunicación".

"Y a la inversa, es intolerable que la policía irrumpa en un colegio, como se ha visto recientemente en Austria por petición expresa del ministro del Interior, para detener a dos niños y expulsarlos del país", prosigue. "¿Cómo encontrar el punto correcto en todo esto? Reconozco que me siento un poco perdido. Naturalmente, estoy a favor de la tolerancia, pero ¿cómo seguir siendo tolerante ante algo que puede convertirse en difícil de aguantar? Y también nos sentimos culpables. No voy a decir que de ahora en adelante los africanos se queden en su casa. Pero también es muy ingenuo decir: '¡Acojámosles a todos!'. Hay un auténtico problema. Y será el mayor problema de Europa en este nuevo siglo".

Porque Haneke es un personaje más de sus películas que tampoco puede escapar a las contradicciones de su propia naturaleza. Y porque lo asume sabe que pocas veces hay un 'happy end'.

https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-07-17/haneke-biografia-director-cine_1593189/
 
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18 novelas negras para el verano
'Thrillers', clásicos contemporáneos o revisitados y alguna sorpresa: seleccionamos propuestas de todo tipo para disfrutar de las lecturas estivales


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JUAN CARLOS GALINDO
Madrid 19 JUL 2018



Es cierto que ha pasado una parte del verano, pero no lo es menos que muchos todavía tienen por delante las vacaciones y que los libros recomendados se pueden leer en cualquier momento del año. La selección nos lleva de paseo por algunos de los últimos thrillers que han llegado a las librerías, por algunos clásicos contemporáneos que, ay, ya se fueron y por alguna apuesta algo más particular. Habrá muchos más, es increíble lo que se está publicando cada semana, pero esto es, como siempre, lo que he leído y, en una u otra medida, disfrutado. La lista podría ser más larga, pero me he quemado las pestañas leyendo cosas que no valían en este hipersaturado mercado que sufrimos.

Pasen, lean, opinen y disfruten.

Cuatro thrillers playeros

La desaparición de Stephanie Mailer, Joel Dicker (Alfaguara traducción de M.T. Gallego y A.García). He dudado mucho en qué categoría poner este libro pero creo que aquí es donde mejor pega. En esta ocasión el autor de La verdad sobre el caso Harry Quebert o El libro de los Baltimore se despega de su personaje Marcus Goldman para elaborar una oda al policial clásico en el que se parte de la desaparición de una periodista que investigaba el asesinato del alcalde y toda su familia en una idílica localidad de los Hamptons para escarbar en las miserias de la condición humana a través de un complejo entramado de secretos, mentiras y envidias que va y viene en el tiempo con fluidez. Creo que es un thriller notable. No por haber tenido éxito deja de merecer la pena.

Hace poco tuve una interesante conversación con él que pueden consultar aquí.

El cuarto mono, (Destino, traducción de Julio Hermoso ). Hay veces que lo que apetece es leer sin descanso, atrapado por algo no muy exigente. Si ese es su caso, aquí tiene una buena opción. Una novela de psicópata pero con uno que cala y con un ritmo muy conseguido (pese a algunos golpes de efecto excesivos) en la que sabes que lo que está pasando no es exactamente lo que estás viendo, en la que te esperas un salto que al final viene pero por donde crees. Tiene dos partes, un procedimental bien llevado y unos diarios escritos por el malo y que, si al principio chirrían, después se convierten en lo más extraño y atractivo de la novela.

El triciclo rojo, V. Hauuy, (Grijalbo, traducción de Nuria Petit). Otra apuesta thriller playera- piscinera. En este caso nos encontramos con un policía machacado por un accidente y la muerte de su mujer mientras perseguía a un malo muy malo. Lo bueno es que este policía, retirado del servicio, es un freakobsesivo y con ciertas capacidades que no sabe si lo que ve es parte de su trauma o de sus virtudes. La trama va y viene con lo suficiente para quien no quiera muchas exigencias, la investigación está bien llevada y sin muchas trampas y la reflexión sobre la identidad es interesante.

No culpable, Viveca Sten (Maeva). En este caso he contado con la ayuda de Isabel Valdés, compañera y gran lectora, que dice: “Limpia, clara, cotidiana y brutal. Así es la tercera entrega de la serie negra que Viveca Sten (Estocolmo, 1959) comenzó con En aguas tranquilas (Maeva, 2016) y Círculos cerrados (las dos en Maeva) y que tiene como protagonistas a Thomas Andreasson y Nora Linde. Esta vez, la isla de Sandhamn, en el archipiélago de Estocolmo, es el escenario descarnado de dos historias separadas, pero pespunteadas, por un siglo. ¿Cómo desaparece alguien en un lugar diminuto que podría recorrer con los ojos cerrados? ¿Por qué? ¿Y qué tiene eso que ver con la historia de una familia que vivió más de cien años antes? No culpable es una narración separada de cualquier floritura, pelada y rellena de intrahistorias y detalles que arriman al lector a espacios conocidos con un fondo siempre abrupto, el invierno y la oscuridad nórdica. ¿El final? El final en este libro es de verdad el final, Sten logra no adelantar al culpable a mitad de la novela, y en esa dilatación para revelar la verdad se mueve el ansia de quien devora páginas para llegar hasta ella".

En esta categoría, Berna González Harbour nos recomendaba fervientemente La mujer en la ventana, de A.J Finn, que ha arrasado en medio mundo. La creadora de la comisaria Ruiz nos daba, sin embargo, argumentos más sólidos que ese.

'Thrillers' con algo, mucho, más
Infiltrada, D. B. John (Salamandra, traducción de Javier Guerrero). De principio a fin, el mejor thriller de este año. Una visión bestial y surrealista de la pesadilla norcoreana. Política, espionaje y acción en una novela en la que no falta de nada: ambición literaria, ritmo y un conocimiento extenso de lo que trata. No sé si me gustan más algunas de las estampas hilarantes que muestra o algunos de los personajes secundarios, tan bien trazados que cuando crecen porque la trama lo pide adquieren un sentido distinto.

Les dejo la entrevista que le hice al autor en la que desgrana algunas de las maldades de este régimen surrealista.

Hermana, R. Lupton (Principal de los libros, traducción de María Alberdi). Un libro que recurre al tema del ser querido desaparecido (han salido varios últimamente), pero que lo hace desde unos presupuestos interesantes y con un desarrollo sorprendente. La voz de la protagonista, que busca a su hermana –y no podemos decir más sin cargarnos las primeras 80 páginas– está en una valiente primera persona. Las apelaciones de la hermana a la desaparecida, a lo que las une, a lo que pensaría en caso de estar allí con ella, están hechas en segunda persona. Los tiempos se entremezclan sin que estén fijados como en una película, de manera sutil y eficaz. En contra, quizás, el hecho de que sea demasiado concienzudo, casi redundante, en algunos planteamientos.

Los Caín, Enrique Llamas (ADN). Si van al pueblo este verano, esta es su novela. Suponemos que su pueblo no es como este, que allí no hay un mal indeterminado inserto en la gente, que no se encuentran ciervos despanzurrados en la plaza del pueblo. Pero lean esta novela y verán algo de su España. Somino es un pueblo en mitad de Castilla en la década de los setenta, un sitio algo dejado de la mano de Dios en el que una mitad, los de El Teso, odian a la otra mitad, los de El Llano, y así llevan desde que los más viejos recuerdan. Violencia, silencios y desprecios gobiernan la vida de esta gente hasta que llega Héctor, el nuevo maestro, un chico del barrio de Salamanca de Madrid, el elemento disruptor. Prueben. Es una primera novela, pero no lo parece.

Si les interesa, aquí pueden leer la entrevista que hice con el jovencísimo autor.

Inclasificables

Una pizca de maldad, Ah Yi (Adriana Hidalgo Editora, traducción de Miguel Ángel Petrecca). La historia de un adolescente que se aburre y que no espera nada de la vida. Un tipo que se dedica a deambular, mas***barse y delinquir. Un libro distinto de verdad, contado desde la maldad, con un humor sucio. Para los que no quieran leer algo resultón en la playa.

Muerte contrarreloj, Jorge Zepeda Patterson (Destino). El escritor y periodista mexicano deja a un lado a Los Azules, aquel grupo de personajes a través de los que se veían las tripas de la miseria corrupta que asola México, para bucear en otras miserias y grandezas, las del ciclismo. Y lo hace con el pulso de sus novelas criminales, siempre tan bien llevadas, y el amor que tiene alguien por un deporte mítico y maltratado. Un cambio de registro que gustará a quienes busquen un buen misterio y a quienes hayan leído ya antes Los corruptores o Los usurpadores.

Aquí les dejo el excelente reportaje de mi compañero Carlos Arribas, que compartió con él varios días en el pelotón.

E inclasificable es sobre todo Fred Vargas. Si no han leído su última novela –Cuando sale la reclusa (Siruela, como todas las demás)– vayan corriendo a por ella. Si no la han leído nunca, empiecen por esta o por cualquier otra. Disfrutarán de una calidad literaria y una originalidad poco comunes.

Y extraño, conmovedor y divertido es Las gafas negras de Amparito Conejo (La Huerta Grande), por si les apetece un cómic o novela gráfica o como quieran llamarlo. Aquí les cuento más.

Dos despedidas por todo lo alto
Azul de Prusia, Philip Kerr (RBA, traducción de Eduardo Iriarte). Voy a hacer como mi compañero y admirado Jacinto Antón y me voy a dejar este penúltimo Kerr, que también sabemos que será el penúltimo Gunther, para el verano (me soplan que queda otro en la editorial en inglés). Pero lo puedo recomendar ya a todos los amantes del cínico y chandleriano detective, buscavidas, melancólico perpetuo. En este caso huye de la Stasi en 1956 mientras rememora otro caso de 1939.

Les dejo el obituario que le escribió el propio Antón y otra historia genial sobre algunas de sus novelas.

Y, de Yesterday, Sue Grafton (Tusquets, traducción de Victoria Ordóñez). Hace unos años me dijo esta mujer independiente, brillante y genial que era optimista y que terminaría sin problemas el alfabeto criminal. La vida juega pasadas muy sucias y esta lo fue y Grafton nos dejó antes de rematarlo. Esta última historia de Millhone tiene lo mejor de todas las anteriores: un procedimental perfecto, un gran personaje y humor. Me costó leerlo porque sabría que no habría más.

Esta es mi carta de amor a la autora en forma de obituario.

Clasicazos versión lujo
Relatos, Patricia Highsmith (Anagrama, traducción de Maribel de Juan). Alguien podrá decir que siempre que elaboro una lista incluyo a esta señora, pero no podrá darme una razón para que no lo haga. En esta ocasión, gracias a la colección Compendium de Anagrama –qué joyas están sacando– tenemos esta recopilación de cuentos de la gran maestra del crimen, del mal metido en lo cotidiano. Dice Grahame Greene en el prólogo que la literatura de Highsmith trata, sobre todo, de la aprehensión. No puedo estar más de acuerdo. Lean, si no, el primer cuento, El observador de caracoles. O cualquiera de Pequeños cuentos misóginos. Luego, miren a su alrededor y verán cómo ya no ven la realidad de la misma manera. Me he guardado algunos para seguir este verano. Pura literatura.

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Detalle de la portad de 'Relatos'

Pueden leer más sobre ella en este reportaje

La dama de blanco, Wilkie Collins (Navona, traducción de Miguel Martínez-Lage). La locura editorial de Pere Sureda le lleva a traernos ahora, tras el lujo de La piedra lunar, esta otra novela fundacional del género. Bien editada, con esa delicada cubierta en tela, y bien traducida. Novela epistolar publicada por Collins por entregas al más puro estilo Dickens, esta obra tiene la ambición, la originalidad y la calidad de las grandes novelas. Y Walter Hartright es inolvidable.

Coda: dos ensayos duros y necesarios
Porque no todo tiene que ser evasión en estas épocas, ofrecemos a quien quiera aprovechar para ahondar un poco más en las miserias contemporáneas, dos ensayos que, por diversas razones, merecen la pena.

El dolor de los demás, M. A. Hernández (Anagrama). En un país en el que la no ficción criminal está todavía en pañales, a pesar de algunos grandes ejemplos, encontrarse con este libro, tan duro como necesario, es una satisfacción. Se trata de la historia del propio escritor, ahí detrás están Carrere y otros, que vuelve a su pueblo de la huerta murciana para intentar entender, más que investigar, por qué su mejor amigo mató a su hermana una nochebuena de hace 20 años antes de suicidarse. Un libro que es una indagación personal, un ejercicio de estilo, un intento desesperado por comprender cosas que, igual, son incomprensibles. El estilo literario, la tensión que sabe imprimir Hernández al texto y la acertada mezcla de géneros hacen de este libro un ejemplo indispensable en el panorama negrocriminal español.

Lean la crítica que hizo para Babelia J. Ernesto Ayala- Dip

El proxeneta, Mabel Lozano (Alrevés). La historia de la prostit*ción en España como nunca había sido contada. Desde los chochales - el nombre lo dice todo- a los grandes burdeles; de los chulos a la trata, la voz detrás del personaje que nos ofrece esta descripción es la de un tipo que dominó el negocio de la prostit*ción en España durante décadas. “Había que darle la voz este tipo de gente. Se la hemos dado mil veces a las víctimas y no ha servido”, me contaba recientemente la autora. Hay que tener estómago para meterse en un libro que también apunta a los colaboradores indispensables (notarios corruptos, periodistas, médicos...etc) y, claro, a los clientes. Necesario.

https://elpais.com/cultura/2018/07/19/actualidad/1531985111_767992.html
 
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El erizo y el zorro


RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ

Siempre Montaigne: una visita a la torre donde nació el individuo moderno
Se le ha considerado el sabio por antonomasia, el hombre que supo aunar catolicismo y cultura grecorromana, el inventor de lo que se llama la 'subjetividad moderna' y el creador del género del ensayo
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La torre de Montaigne. (RGF)
RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ
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BIOGRAFÍA
ENSAYO


10/07/2018
Para llegar hasta allí habíamos tomado el tren en la estación de Saint Jean en Burdeos, bajado en Lamothe-Montravel y caminado durante casi una hora, con el sol en alto, entre los viñedos ―ordenados, inacabables― de Saint Émilion. Antes, habíamos comido entrecot y “axoa”, un guiso de carne y pimientos típico del País Vasco francés, con bastante vino de la región, por lo que es probable que sufriéramos alguna forma leve de insolación.

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Michel de Montaigne


Mientras preparábamos la excursión, temimos que nuestro destino fuera una especie de Disneylandia, como sucede con tantos sitios venerados porque en ellos vivió hace mucho tiempo alguien medianamente famoso. Pero al llegar, un poco aturdidos, nos dimos cuenta de que era muy sencillo, casi precario. No había allí más que un pequeño chamizo para la venta de entradas, recuerdos y vino que atendían dos jóvenes. Un pequeño grupo de turistas estadounidenses de avanzada edad se marchaba en autobús después de su visita, y tres o cuatro franceses con aspecto de profesores retirados nos acompañarían en la nuestra. Ahí estábamos: en la torre, anexa a su castillo, en la que Michel de Montaigne se pasó buena parte de la vida escribiendo, leyendo e intentando huir de sus responsabilidades como político, terrateniente y padre de familia.



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La torre de Montaigne. (RGF)


Montaigne ―cuyo apellido era Eyquem, pero que prefirió tomar el nombre del señorío comprado por su padre con la riqueza generada por antepasados comerciantes de vino, pescados en salazón y dulces― nació allí en 1533. Su padre le educó de manera excéntrica: quiso que su primera lengua fuera el latín y prohibió terminantemente al servicio de la casa que se dirigiera a él en francés. Más tarde aprendió griego, y solo después francés y gascón. A partir de los ocho años, recibió la mejor educación formal disponible, hasta convertirse en abogado y desempeñar distintos cargos entre la élite funcionarial de la región, y más tarde estar al servicio del rey Carlos IX. Era un hombre mundano, medianamente poderoso e influyente, casado ―casi seguro de manera concertada― con la heredera de una familia de mercaderes prósperos.

Tras la muerte de su padre en 1568, el mundo se le vino encima: heredó el castillo y empezó a detestar las cuentas


Pero tras la muerte de su padre en 1568, el mundo se le vino encima: heredó el castillo y empezó a detestar las cuentas, los contratos y las negociaciones que implicaban la gestión de su día a día. Y se cansó de la vida de corte. De modo que a los treinta y ocho años, se retiró a la torre aneja al castillo (que se conserva aún después de que en el siglo XIX un incendio arrasara el edificio principal; el actual es una reconstrucción), “disgustado desde mucho antes de la esclavitud de la corte y de los cargos públicos”, escribe, para dedicarse a su actividad preferida: la lectura de los clásicos, la reflexión sobre la conciencia y la experiencia de sí mismo. Y también la escritura de lo que más tarde se llamarían “ensayos”, textos breves, de carácter literario y filosófico, que recogían la sabiduría de los escritores griegos y latinos para intentar comprender y explicar la pequeñez y la necedad humanas, y tratar de encontrar la buena vida.

Un mundo en llamas
A su alrededor, el mundo ardía. Había guerras de religión entre católicos y protestantes ―Montaigne, católico, se horrorizó ante la violencia y medió con frecuencia entre las partes―; “toda mi insignificante prudencia en estas guerras civiles en que vivimos ―escribió―, va encaminada a que no interrumpan mi libertad de ir y venir”. De sus seis hijas, solo una había sobrevivido, aunque reconoció haber perdido la cuenta de las muertas. Nadie parecía entender que ese hombre se hubiera retirado a vivir en la torre menos noble de su castillo, apartado de todo, y ordenara escribir en las vigas de su sala de estudio frases de carácter filosófico que le recordaran que solo era un hombre, un tipo perdido como todos (aunque más rico), sujeto a debilidades (era un poco vanidoso) y caprichos (no se ocupó de su familia, pero fue un galán) y sin embargo empeñado en ser sabio.



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(RGF)


La torre en sí, tal como la vimos, es un monumento un poco torpe y pobretón: una cama que en realidad no era la suya, un busto de mala calidad, réplicas plastificadas de cuadros en los que aparece o remiten a su experiencia, paredes llenas de grafitis. Pero ahí estaba Montaigne. El hombre contradictorio, obsesionado con que le dejaran solo para encontrarse a sí mismo, pero en diálogo constante con los muertos; el que viajaba para alejarse de la familia y los negocios pero luego aceptaba ser, como lo fue su padre, alcalde de Burdeos.

Quizá suceda en diferente grado con otros escritores, pero tengo para mí que solo se puede disfrutar a Montaigne si uno comparte alguno de sus rasgos de carácter. Se ríe de todo, pero se sabe egocéntrico. Se preocupa por los grandes temas de la humanidad, pero es consciente de que la felicidad solo es posible si vas bien y regularmente al baño. Sufre la tentación simétrica de alejarse de todo y de acercarse a todo: la política, la vida literaria, las mujeres, el vino y la comida. Si no le gustan, deja los libros en las primeras páginas. Cita párrafos enteros de los clásicos latinos para explicar que es un ignorante. Reflexiona largamente sobre sus errores pasados, pero no se arrepiente: en ese momento hice lo que me pareció correcto, se dice; es absurdo intentar corregir lo que no se puede enmendar. Sabe que uno es la suma de su yo más las circunstancias que le han tocado vivir.



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(RGF)


Montaigne ha sido con frecuencia idealizado: se le ha considerado el sabio por antonomasia, el hombre que supo aunar catolicismo y cultura grecorromana, el inventor de lo que se llama la “subjetividad moderna” y el creador del género del ensayo; un ejemplo del hombre que sabe cultivar al mismo tiempo las virtudes privadas y, con renuencia, las públicas. Seguramente son exageraciones, aunque hay parte de verdad en todo ello. Lo pensaba mientras bajábamos los peldaños, muy desgastados, de la escalera de caracol de la torre, por la que se desplazaba de la capilla de la planta baja al dormitorio de la primera y al estudio de la segunda, donde se encuentran las célebres vigas inscritas. Montaigne era un hombre más sabio, y un mejor escritor ―aunque tenga páginas indeciblemente pesadas― que la mayoría, pero en su escritura, que decía que solo tenía por tema su yo, se supo mostrar con coquetería como cualquiera de nosotros. Un amasijo de debilidades, contradicciones e intuiciones brillantes.

El lema de Montaigne era “Que sais-je?”, que podría traducirse como “¿Qué sé yo?”, ¿qué puede llegar a saber un humano?


De vuelta en el chamizo de la entrada vimos los souvenirs. Eran encantadoramente toscos y no compramos nada, a pesar de que habíamos planeado hacernos con una botella del vino procedente de lo que en el pasado eran sus viñedos y bebérnosla por la noche; pensamos que sería mejor cualquiera de una vinatería de la ciudad. Regresamos hacia la estación con el sol un poco más bajo. Las uvas a ambos lados de la carretera rural, que me parecieron sauvignon blanc, aún necesitarían un par de meses para estar en su madurez. De vez en cuando, pasaba un coche a una velocidad alarmante para una vía tan estrecha, pero la reducía abruptamente al vernos cogidos de la mano, mientras nosotros nos apartábamos hacia el estrecho margen que había entre el asfalto y las viñas. Sentíamos una alegría muda. El lema de Montaigne era “Que sais-je?”, que podría traducirse como “¿Qué sé yo?” o, más libremente, ¿qué puede llegar a saber un humano en su mortalidad, en su pequeñez? Llegamos sudados a la estación. Como Montaigne, aunque disimulara, algunas cosas sabíamos.

Posdata: si el lector quiere acercarse a Montaigne, pero sin demasiado esfuerzo, es breve y hermosa ―también poco rigurosa para los estándares actuales― la biografía que le dedicó Stefan Zweig (está en la editorial Acantilado). Para aquellos con un poco más de paciencia, es extraordinario el libro de Sarah Blackwell 'Cómo vivir. Una vida con Montaigne' (en la editorial Ariel), una mezcla de biografía y glosa de sus escritos. Para quienes prefieran ir directamente a su obra ―su prosa del siglo XVI no siempre es ágil y algunos pasajes son ciertamente aburridos―, la antología de Gonzalo Torné en la editorial Penguin es estupenda y barata. Para los lectores muy dedicados, la edición de los ensayos completos en tapa dura de Acantilado es insuperable.

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https://blogs.elconfidencial.com/cu...10/montaigne-ensayos-excursion-sabio_1589938/

¡Que olvidado está Montaigne! Era maravilloso y la lectura de sus ensayos una gozada para la inteligencia.
 
El enigma sin resolver de lo que nos hace humanos
Las editoriales se vuelcan en la cuestión profunda de la naturaleza humana con nuevos títulos que van más allá de la filosofía y buscan respuestas en la biología evolutiva


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Pinturas rupestres en la cueva cántabra de El Castillo. PEDRO SAURA CORDON PRESS


JAVIER SAMPEDRO
20 JUL 2018


Con todas sus pendencias seculares, la filosofía y la ciencia comparten el objetivo central de entender el mundo y nuestra posición en él. Y, en nuestros tiempos, Kant nos conduce forzosamente a Darwin, porque si toda la filosofía cabe en las cuatro preguntas del pensador prusiano —qué puedo saber, qué debo hacer, qué me cabe esperar, qué es el ser humano— y las tres primeras se pueden reducir a la cuarta, como él mismo se apresuró a señalar, el problema central de la filosofía tiene un inconfundible aroma a biología evolutiva. Llámenlo cientificismo si quieren, pero las reclamaciones a Königsberg.

Las editoriales se están volcando sobre la cuestión profunda y vital de la naturaleza humana, con libros muy distintos sobre el pasado de la especie (Edward O. Wilson, Alice Roberts, Sang-Hee Lee) y sobre sus posibles futuros (Max Tegmark). Veremos todo esto más adelante, pero vamos a empezar por una obra más abarcadora y singular, en cierto modo más académica pero destinada, en cualquier caso, a todo tipo de estudiantes y al lector general: Trece teorías de la naturaleza humana, editada por el filósofo Leslie Stevenson y escrita en colaboración con otros tres autores, recién publicada por Cátedra.

La humanidad es resultado de una concatenación de sucesos contingentes de probabilidad ínfima



Cuando salió en inglés la primera edición de este libro, las teorías eran solo siete. La actual traducción española corresponde a la séptima edición en inglés. “El número de teorías consideradas asciende ahora a trece (¡no somos supersticiosos!)”, dice Stevenson en el prefacio. Aprendemos aquí, por ejemplo, que Confucio no era tan optimista como se presenta a veces, ya que dejó dicho: “Aunque todos los seres humanos son sabios en potencia, en realidad eso sucede raras veces. Casi todos los seres humanos existen en un estado lamentable”.

Confucio es solo el principio. La obra pasa luego, de forma sistemática pero incruenta, por el hinduismo upanisádico, que identificó (correctamente) la unidad profunda de todos los seres vivos, humanidad incluida; el budismo, que considera falso que una persona consista en un yo autónomo, inmutable y permanente; Platón, con su estructura tripartita del alma inmortal; Aristóteles, la Biblia, el islam, la Edad Media, Kant, Marx, Freud, Sartre y Darwin (por ese orden).

La mayor novedad es un capítulo de la filósofa Charlotte Witt sobre las teorías feministas de la naturaleza humana. Ya sabemos de los riesgos de juzgar el pasado con las gafas del presente, pero lo cierto es que todo repaso de una autora feminista a la historia del pensamiento revela a cualquier filósofo clásico como un ceporro cegado por sus incomprensibles prejuicios. Ahí está Rousseau considerando “demostrado que los hombres y las mujeres no son, ni deben ser, formados de manera semejante en temperamento y carácter” y defendiendo por tanto la segregación educativa. O Aristóteles con su ocurrencia de que las hembras son “machos deformes”, y que las mujeres no pueden alcanzar la plena realización de sus capacidades humanas.

“Dado este bagaje histórico”, concluye Witt, “es razonable plantearse si el concepto de naturaleza humana tiene algo que ofrecerle a la teoría feminista”. Es razonable, desde luego. Al menos mientras sigamos considerando a Aristóteles la autoridad en este tema. En realidad, este pseudoproblema filosófico empezó a resolverse, ya en vida de Rousseau, por la pensadora ilustrada y pionera del feminismo Mary Wollstonecraft. En su libro de 1792 Vindicación de los derechos de la mujer, refutó a Rousseau y presentó sus argumentos a favor de la naturaleza racional de la mujer, pese a su deficiente educación, y por la igualdad de educación y derechos políticos con los hombres. Los conservadores la empezaron a llamar “la hiena con faldas”. Su hija fue la creadora de Frankenstein, el monstruoso sueño de la razón que cumple ahora 200 años.

En nuestros tiempos hay toda una estirpe nueva de polímatas que provienen de la ciencia, pero tal vez el decano de todos ellos sea Edward O. Wilson (la O. es de Osborne, aunque eso no suele citarse). Cumplió 89 años el mes pasado, pero es obvio que sigue en buena forma. Nacido en Birmingham, Alabama, y referencia de la biología de Harvard durante casi toda su vida, Wilson se hizo famoso en círculos científicos en 1975, cuando publicó Sociobiología: la nueva síntesis,una nueva disciplina que investigaba la base genética del comportamiento humano.

Allí se proponía por primera vez que los principios biológicos esenciales en que se fundamentan las sociedades animales son extrapolables a los humanos. Eso no gustó nada al establishment académico, menos aún en la margen izquierda del espectro científico (Gould, Lewontin). Pero el tiempo y, sobre todo, la realidad le han dado la razón. La ideología sirve para alcanzar objetivos políticos, pero no para hacer ciencia. El mundo es como es, no como queremos que sea, y cerrar los ojos a la evidencia científica es la vía más segura hacia el fracaso de nuestros mejores ideales. Sin aceptar la realidad, nunca vamos a saber cómo arreglarla.

El último libro de Wilson, publicado en español el mismo año que en inglés, se llama Los orígenes de la creatividad humana (Crítica) y — puede que esto sorprenda a sus críticos— pone en igualdad de condiciones a las ciencias y a las humanidades para explorar y explicar el fenómeno. El genio de Alabama argumenta que la creatividad es elúnico rasgo biológico que separa a nuestra especie del resto de la biología, y lo aborda desde la ciencia, que se ocupa de todo lo que es posible, y las humanidades, que tratan de todo lo que resulta concebible para la mente humana.

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Allí se proponía por primera vez que los principios biológicos esenciales en que se fundamentan las sociedades animales son extrapolables a los humanos. Eso no gustó nada al establishment académico, menos aún en la margen izquierda del espectro científico (Gould, Lewontin). Pero el tiempo y, sobre todo, la realidad le han dado la razón. La ideología sirve para alcanzar objetivos políticos, pero no para hacer ciencia. El mundo es como es, no como queremos que sea, y cerrar los ojos a la evidencia científica es la vía más segura hacia el fracaso de nuestros mejores ideales. Sin aceptar la realidad, nunca vamos a saber cómo arreglarla.

El último libro de Wilson, publicado en español el mismo año que en inglés, se llama Los orígenes de la creatividad humana (Crítica) y — puede que esto sorprenda a sus críticos— pone en igualdad de condiciones a las ciencias y a las humanidades para explorar y explicar el fenómeno. El genio de Alabama argumenta que la creatividad es elúnico rasgo biológico que separa a nuestra especie del resto de la biología, y lo aborda desde la ciencia, que se ocupa de todo lo que es posible, y las humanidades, que tratan de todo lo que resulta concebible para la mente humana.

Puede que el lector esté pensando que las humanidades, entonces, ocupan un espacio intelectual infinitamente más amplio que las ciencias. Esto no es así. Uno de los pilares fundamentales de la física actual, la mecánica cuántica, va mucho, mucho más allá de lo que nuestra pobre mente es capaz de concebir. De hecho, es casi por definición inaprehensible para la intuición humana. Solo las matemáticas y la observación rigurosa del mundo nos han conducido allí, pese a todo lo cual la teoría funciona mejor que cualquier otra cosa que hayamos concebido, y es el fundamento de nuestro mundo de tecnología, computación y comunicaciones globales.

También hay que tener presente que, como dijo Milton, “una mente es su propio lugar, y por sí sola / puede hacer un cielo del infierno, y un infierno del cielo”. “Al coevolucionar con la estructura del cerebro”, dice Wilson, “el lenguaje liberó a la mente del animal para ser creativa, y por tanto para imaginar otros mundos infinitos en el tiempo y en el espacio, y para entrar en ellos”. El biólogo polímata también advierte, sin embargo, de que nuestra flamante creatividad humana se construyó sobre las mismas emociones exactas que experimentaban nuestros ancestros homínidos y primates, y que de esa combinación surge lo mejor y lo peor de nuestra especie paradójica.

Edward O. Wilson afirma que la creatividad se construyó sobre las emociones de los primates


Desde tiempos de Copérnico, la ciencia no hace más que expulsarnos cada vez más lejos del paraíso terrenal imaginado por los chamanes antiguos. A nuestra especie le ha encantado siempre considerarse el núcleo puntual de la creación, pero hoy sabemos que ni la Tierra está en el centro del sistema solar, ni este está en el centro de la Vía Láctea, ni la Vía Láctea es nada más que una vulgar galaxia entre la infinidad de las que vagan por el cosmos. Ni siquiera el cosmos parece ser único, sino tan solo una versión posible de un multiverso tal vez infinito. Todo esto no solo hace volar la cabeza, sino que constituye una indudable humillación para nuestra trascendencia, ya cósmica o metafísica.

Pero siempre queda un asidero, y a menudo consiste en percibir la improbabilidad de que hayamos evolucionado. Es la vía que ha elegido la anatomista y antropóloga británica Alice Roberts en La increíble improbabilidad del ser (Pasado & Presente). Para producir un ser humano se ha tenido que dar tal concatenación de sucesos contingentes que la probabilidad combinada de todos ellos es ínfima. Roberts repasa los más importantes con minuciosidad de anatomista.

“Quizá parezca una pregunta extraña”, escribe la autora, “pero ¿te has parado alguna vez a pensar por qué tienes una cabeza? (…) Parece que tener una cabeza es un prerrequisito si eres algún tipo de vertebrado: un pez, un anfibio, un reptil, un ave o un mamífero. También tienen cabeza muchos invertebrados, pero algunos no. Para responder a la pregunta ¿por qué tenemos cabeza?, nos resultará útil saber en qué momento nuestros antepasados desarrollaron este elemento anatómico”. He aquí de nuevo el enfoque evolucionista de las cuestiones filosóficas más elementales.


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El libro de Roberts está organizado como un recorrido por el cuerpo humano, que a la vez es un viaje en el tiempo, pues cada parte de nuestro cuerpo tiene un origen evolutivo, o en realidad varios, en acumulación uno detrás de otro hasta generar un resultado de exquisita improbabilidad. El origen del cráneo y de los sentidos; la forma en que un grupo de arcos branquiales se transformó en la laringe y las articulaciones maxilares que hoy nos permiten hablar; la organización segmentada del cuerpo (como se revela en las vértebras y las costillas) y nuestra relación profunda con las moscas y demás insectos y artrópodos; el pulmón y el corazón, el tubo digestivo, los genitales, las extremidades y todo lo demás.

Todo ello permeado por una sensación reconfortante de improbabilidad. “Da igual lo bien adaptado que estés si te cae un meteorito encima”, escribe Roberts en referencia al asteroide Chicxulub que cayó hace 66 millones de años sobre la península del Yucatán y causó la extinción de los dinosaurios, dejando de paso la vía libre para la diversificación de los hasta entonces marginales mamíferos primitivos. “Si Chicxulub no hubiera chocado con la Tierra, es muy poco probable que hubieran aparecido humanos en el planeta”. En todo caso, solo conocemos una historia de la vida en el universo, la de la Tierra, y en esas condiciones no hay manera de calcular la probabilidad de que haya ocurrido. Solo el tiempo dirá si la vida —y en particular la vida inteligente— es un suceso probable o si, como nos parece ahora, se trata casi de un milagro.

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Hasta aquí el pasado. Del futuro, o al menos de uno de los futuros posibles, se ocupa el físico del MIT (Massachusetts Institute of Technology) Max Tegmark en Vida 3.0. Ser humano en la era de la Inteligencia Artificial (Taurus). Cualquiera que haya leído un periódico en los últimos años se habrá preguntado por las implicaciones, tanto económicas y sociales como filosóficas, del acelerado avance de la inteligencia artificial, un conjunto de sistemas destinados no ya a sustituir a las personas en sus ámbitos intelectuales, sino a superarlas. Tegmark, director del Future of Life Institute y “una de las diez personas que podrían cambiar el mundo” según la revista Forbes, es un guía de ensueño para este viaje trascendental. Cualquiera de estos libros puede ser el último que escriba un humano. Léalos.


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FUTUROS POSIBLES

Lo que en la jerga ultramoderna se llama singularidad —un punto de no retorno en que las máquinas inteligentes toman el control— se remonta en realidad al matemático británico Irving Good, que escribió hace más de medio siglo: “Definamos una máquina ultrainteligente como aquella capaz de superar ampliamente todas las actividades intelectuales de cualquier hombre, por inteligente que este sea. Puesto que el diseño de máquinas es una de esas actividades intelectuales, una máquina ultrainteligente podría diseñar otras máquinas aún mejores; se produciría entonces indudablemente una ‘explosión de inteligencia”. Esa es la singularidad. “Así”, prosigue Good, “la primera máquina ultrainteligente sería lo último que el hombre necesitaría inventar, siempre que la máquina fuese lo bastante dócil para decirnos cómo mantenerla bajo nuestro control”. En esta sola frase del matemático se encierra un mundo de futurismo y mil de ciencia-ficción. Max Tegmark no cree fanáticamente en esa posibilidad, pero tampoco la descarta en absoluto. Su libro es un análisis de esos futuros posibles.

https://elpais.com/cultura/2018/07/20/babelia/1532099616_548898.html
 
CULTURA Y OCIO
Nueve libros para leer este verano en menos de tres horas
Una lista de lecturas que engloba clásicos, los más vendidos en España y los mejor valorados por usuarios de la plataforma Goodreads

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CARLOS DONCEL
Madrid 23 JUL 2018




Sol, sombrilla y un libro. Una combinación típica del verano, época en la que tenemos más tiempo libre para retomar esa obra que nunca terminamos o aquella que no llegamos a empezar. Y ya sea para el tren de ida, para la mañana de playa o mientras te tomas una cerveza en una terraza cualquiera, en EL PAÍS Escaparate hemos elaborado una lista en la que recomendamos nueve ensayos y novelas que podrás terminar en menos de tres horas.

Para calcular los minutos aproximados que hay que pasar con estas obras, hemos utilizado la herramienta web How Long To Read. Basta con escribir el nombre del libro en cuestión para que esta plataforma determine, de forma aproximada, el tiempo de lectura total. ¿Cómo lo calcula? Primero, analiza el número de palabras que tiene el libro en total y después lo divide por 300, que es el número de palabras que solemos leer en un minuto. Los resultados son aproximaciones, ya que el ritmo lector depende de cada persona, pero todos los ejemplares incluidos en esta selección tienen entre 64 y 224 páginas.

Hemos divido nuestra lista entre libros clásicos, los más vendidos en España este año y los mejor valorados por los usuarios. Estos dos últimos, siguiendo criterios objetivos basados en los datos de los más vendidos en librerías físicas y online, y en el ranking elaborado por la comunidad de lectores Goodreads, respectivamente.


CLÁSICOS DE LA LITERATURA UNIVERSAL

En la difícil tarea de elegir para esta lista solo tres obras que han pasado a la historia, es inevitable que intervenga la subjetividad. Hemos tratado de escoger libros con gran carga psicológica como El Extranjero, aquellos que apuestan por el realismo y la crítica social con Los Santos Inocentes y otros que son un todo un símbolo de la literatura universal como El Gran Gatsby.


El Extranjero

Tiempo de lectura: 56 minutos
Autor: Albert Camus
Editorial: Createspace
Sinopsis:
La ópera prima del premio Nobel francés Albert Camus se publicó en 1942. El protagonista de esta novela es Meursault, un hombre caracterizado por una visión apática y frívola de la vida que un buen día comete un crimen sin un motivo aparentemente claro. A partir de ahí, Camus utiliza esta situación para reflexionar con un estilo directo y conciso sobre la condición humana y los valores morales de una sociedad decadente.


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Los santos inocentes

Tiempo de lectura: 1 hora y 37 minutos
Autor: Miguel Delibes
Editorial: Santillana
Sinopsis:
“Milana bonita”. Estas dos palabras retumban en la mente del lector que se adentra en la familia de Paco, el Bajo, un humilde campesino en la Extremadura de los años 60. Una novela cruda, crítica con la soberbia y el abuso de poder de los terratenientes de mitad del siglo XX, representados en la obra en la figura del señorito Iván. El tono poético de Delibes va dibujando una estampa de esa España analfabeta y rural que sufre la represión de un sistema más propio del feudalismo.



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El Gran Gatsby

Tiempo de lectura: 2 horas y 36 minutos
Autor: Francis Scott Fitzgerald
Editorial: Debolsillo
Sinopsis:
En los felices años 20 estadounidenses, Jay Gatsby, un millonario neoyorkino, intenta aplacar su soledad con las múltiples fiestas que organiza en su lujosa mansión. En este derroche diario de disfrute, Gatsby solo tiene una obsesión en mente: reconquistar a Daisy Buchanan. Será en el camino cuando este enigmático personaje pase del cielo a tocar fondo —de héroe a perdedor—. Un símbolo de toda una década que conoció lo mejor y lo peor de la vida.


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LIBROS QUE ARRASAN EN ESPAÑA

El top 100 de ventas que elabora la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) trimestralmente y la lista de los bestsellers de 2018 en Internet en España que publicamos en Escaparate, han sido las referencias a seguir para hacer esta elección de forma objetiva. Todos deberíamos ser feministas, de Chimamanda Ngozi, ocupa la posición más alta en libros para leer en menos de una hora —puesto 48º del ranking de CEGAL—. De los que se leen de una a dos horas, está Gaudete et exsultate, del Papa Francisco, que es el segundo volumen más vendido en las librerías. En la categoría de dos a tres horas, el libro mejor clasificado que cumple este requisito es Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, que está situado en el sexto puesto de la lista de los más vendidos de 2018 por Internet en España en las grandes plataformas de comercio electrónico y quinto en la lista de CEGAL.


Todos deberíamos ser feministas

Tiempo de lectura: 54 minutos
Autor: Chimamanda Ngozi Adichie
Editorial: Random House
Sinopsis:
Chimamanda Ngozi Adichie, para quien aún no la conozca, es una escritora y activista por los derechos de la mujer de origen nigeriano. En 2012 Ngozi dio una charla TED acerca de la importancia del feminismo en el siglo XXI que tuvo como resultado este libro de 64 páginas. Una obra que supone una seria y profunda reflexión que se apoya tanto en la denuncia de micromachismos cotidianos, como en datos relevantes sobre el papel de la mujer en el mundo y en su propia experiencia como mujer en Nigeria.



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Gaudete et exsultate

Tiempo de lectura: 1 hora y 37 minutos
Autor: Papa Francisco
Editorial: San Pablo
Sinopsis:
Alegraos y regocijaos es el título de esta exhortación apostólica que el Papa Francisco hizo pública el pasado 9 de abril. En este texto que lleva por subtítulo “El llamado a la santidad en el mundo actual”, el Sumo Pontífice reflexiona sobre el significado y la trascendencia de seguir el ejemplo de los santos en la vida cristiana. Una idea que se ve reflejada en citas como: “Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada sólo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofrecimiento el propio testimonio (…)”.



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Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes

Tiempo de lectura: 3 horas y 10 minutos
Autor: Elena Favilli y Francesca Cavallo
Editorial: Planeta
Sinopsis:
Las escritoras italianas Elena Favilli y Francesca Cavallo han recopilado en este libro las vidas de 100 mujeres célebres de todas las épocas que resultan ser todo un ejemplo a seguir. Serena Williams, Frida Kahlo, Coco Chanel, Hipatia de Alejandría, Marie Curie o Margaret Thatcher, son solo algunos de los personajes históricos que aparecen. Pero también hay hueco para personas más desconocidas como Manal Al-Sharif, una joven de Arabia Saudí que se atrevió a conducir un coche –algo prohibido para las mujeres de su país hasta hace bien poco-. Este es el único ejemplar con el que tendrás que pasar solo unos minutos más de tres horas.


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MEJOR VALORADOS POR USUARIOS DE GOODREADS


Goodreads es la plataforma de reseñas de libros de referencia con unos 65 millones de usuarios registrados, según datos de Statista de septiembre de 2017. Esta comunidad online de lectores ofrece un ranking de los mejores librossiguiendo el número de votos emitidos por los usuarios registrados desde su lanzamiento en 2007, entre otros factores. Así, el libro de menos de una hora mejor posicionado es El Principito, en el puesto 38. De los que se leen de una a dos horas, el primero que encontramos es Alicia en el país de las maravillas, en decimoséptima posición de este ranking. Por último está Rebelión en la granja, la obra para leer de dos a tres horas que aparece antes en la lista de Goodreads –en octavo puesto-.



El Principito

Tiempo de lectura: 54 minutos
Autor: Antoine de Saint- Exupéry
Editorial: Salamandra
Sinopsis:
Clásico entre los clásicos. Una de las obras más vendidas de la historia. Tras sufrir una avería mientras volaba, un aviador se queda tirado en el desierto del Sáhara y es allí donde conoce al Principito. Un niño que dice ser del asteroide B612 y que, harto de la rosa que habita en su tierra, decide salir a explorar otros planetas y vivir aventuras increíbles. El Principito es, sin duda, uno de los libros más recomendados para niños de entre 8 y 12 años.


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Alicia en el país de las maravillas

Tiempo de lectura: 1 hora y 25 minutos
Autor: Lewis Carroll
Editorial: Createspace
Sinopsis:
La novela de Alicia en el país de las maravillas que escribió Carroll y adaptó al cine Walt Disney es bien conocida por niños y adultos. Su protagonista, Alicia, decide seguir a un conejo algo particular por una madriguera donde, tras tomar una poción para ser más pequeña, encuentra un mundo de fantasía con sorprendentes y extraños personajes. Carroll creó esta historia cuando Alice Liddel, una niña con quien compartía una cercana amistad, le pidió que le contara uno de sus cuentos.



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Rebelión en la granja

Tiempo de lectura: 2 horas y 2 minutos
Autor: George Orwell
Editorial: Debolsillo
Sinopsis:
En una época en la que la intelectualidad inglesa no destacaba por sus críticas al stalinismo, Orwell decidió escribir este libro cercano a la fábula a modo de sátira sobre este régimen. A lo largo de sus páginas, el conflicto entre humanos y animales representa la historia de la sociedad soviética desde el triunfo de la Revolución de Octubre a la toma de poder de Stalin. El mordaz escritor británico convierte la Granja Solariega en un Estado totalitario comandado por líderes muy peculiares.




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https://elpais.com/elpais/2018/07/19/escaparate/1532011420_537204.html
 
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