Juego literario

Con gusto:

Autor español, nacido y fallecido en el siglo pasado.

Miembro de la Real Academia Española.

Novelas de género realista cercano al naturalismo.


Me recuerda a Baroja en lo escueto de su prosa, hasta en su tono pesimista...podria ser también vasco, no sé, al azar ¿podria ser Zunzunegui? Ahora, la obra ni idea, no he leido apenas a este autor...
 
Guerra bacteriológica... pandemia... en Los Ángeles ha sobrevivido Robert Neville...: "Soy leyenda", de Richard Matheson.

Párrafo nuevo:
Acababan de dar las siete de la mañana cuando el señor Benito echó para arriba el cierre de su taberna. Era a finales de enero y la mañana empezaba a precisarse sobre la línea desigual de los tejados.

Pasaban por la plaza de Lavapiés algunos obreros y menestrales a su trabajo. La vieja de los buñuelos, porras y churros, armaba su volante puestecillo. La de los periódicos salmodiaba con intervalos: "La Corres... El Liberal... La Corres..."

Se metió dentro, y mientras uno de los chicos barría la tarima de detrás del mostrador y acicalaba vasos y bandejas, y el otro fregaba las mesas de mármol con jabón y lejía, y quitaba el polvo a las banquetas y a los muros empanelados, el señor Benito pasó a enfrascar.

Yacían cuatro corambres en los tableros, una de ellas ya fláccida. Empezó a trasegar el vino del pellejo a la cacharra. Cuando llenó la cacharra, que era de arroba, alineó en el suelo diez frascos. Eran de dos litros cortos, los frascos, de modo que la arroba ocupaba nueve frascos y medio. Aspiró por la goma y antes de que le llegase el vino a los labios la embutió en el primer frasco; cuando se llenó la pasó al segundo... y así rápidamente hasta el décimo.

Juan Antonio de Zunzunegui, "La vida como es"

Otro libro:

"1985
De cómo fui nombrado biógrafo del duque ante el rey de España con un chorizo de Cantimpalos en la mano


El 23 de abril de 1985, en la Universidad de Alcalá, el novelista Torrente Ballester acababa de pronunciar en el paraninfo el discurso de aceptación del Premio Cervantes, y después de la ceremonia, con la imposición de la inevitable medalla, se celebraba un vino español en el severo claustro renacentista alegrado con algunas flores y setos trasquilados. Bandejas de canapés y chorizos de Cantimpalos, cuya grasa brillaba de forma obscena bajo un sol de primavera, pasaban a ras del pecho de un centenar de invitados, gente de la cultura, escritores, políticos, editores, poetas."

Autor español contemporáneo. Biografía no autorizada de un arribista social.
 
Última edición:
Juan Antonio de Zunzunegui, "La vida como es"

Otro libro:

"1985
De cómo fui nombrado biógrafo del duque ante el rey de España con un chorizo de Cantimpalos en la mano


El 23 de abril de 1985, en la Universidad de Alcalá, el novelista Torrente Ballester acababa de pronunciar en el paraninfo el discurso de aceptación del Premio Cervantes, y después de la ceremonia, con la imposición de la inevitable medalla, se celebraba un vino español en el severo claustro renacentista alegrado con algunas flores y setos trasquilados. Bandejas de canapés y chorizos de Cantimpalos, cuya grasa brillaba de forma obscena bajo un sol de primavera, pasaban a ras del pecho de un centenar de invitados, gente de la cultura, escritores, políticos, editores, poetas."

Autor español contemporáneo. Biografía no autorizada de un arribista social.

:) :) :) Tiene que ser la biografía del clérigo volteriano devenido en aristócrata :) :) :)
 
:) :) :) Tiene que ser la biografía del clérigo volteriano devenido en aristócrata :) :) :)


Pues si nadie recoge el guante... contesto yo: "Aguirre el Magnífico", de Manuel Vicent.


Nuevo libro:

Estábamos en la sala de estudio cuando entró el director, seguido de un «novato» con atuendo pueblerino y de un celador cargado con un gran pupitre. Los que dormitaban se despertaron, y todos se fueron poniendo de pie como si los hubieran sorprendido en su trabajo.

El director nos hizo seña de que volviéramos a sentarnos; luego, dirigiéndose al prefecto de estudios, le dijo a media voz:

—Señor Roger, aquí tiene un alumno que le recomiendo, entra en quinto. Si por su aplicación y su conducta lo merece, pasará a la clase de los mayores, como corresponde a su edad.

El «novato», que se había quedado en la esquina, detrás de la puerta, de modo que apenas se le veía, era un mozo del campo, de unos quince años, y de una estatura mayor que cualquiera de nosotros. Llevaba el pelo cortado en flequillo como un sacristán de pueblo, y parecía formal y muy azorado. Aunque no era ancho de hombros, su chaqueta de paño verde con botones negros debía de molestarle en las sisas, y por la abertura de las bocamangas se le veían unas muñecas rojas de ir siempre remangado. Las piernas, embutidas en medias azules, salían de un pantalón amarillento muy estirado por los tirantes. Calzaba zapatones, no muy limpios, guarnecidos de clavos.

 
Pues si nadie recoge el guante... contesto yo: "Aguirre el Magnífico", de Manuel Vicent.


Nuevo libro:

Estábamos en la sala de estudio cuando entró el director, seguido de un «novato» con atuendo pueblerino y de un celador cargado con un gran pupitre. Los que dormitaban se despertaron, y todos se fueron poniendo de pie como si los hubieran sorprendido en su trabajo.

El director nos hizo seña de que volviéramos a sentarnos; luego, dirigiéndose al prefecto de estudios, le dijo a media voz:

—Señor Roger, aquí tiene un alumno que le recomiendo, entra en quinto. Si por su aplicación y su conducta lo merece, pasará a la clase de los mayores, como corresponde a su edad.

El «novato», que se había quedado en la esquina, detrás de la puerta, de modo que apenas se le veía, era un mozo del campo, de unos quince años, y de una estatura mayor que cualquiera de nosotros. Llevaba el pelo cortado en flequillo como un sacristán de pueblo, y parecía formal y muy azorado. Aunque no era ancho de hombros, su chaqueta de paño verde con botones negros debía de molestarle en las sisas, y por la abertura de las bocamangas se le veían unas muñecas rojas de ir siempre remangado. Las piernas, embutidas en medias azules, salían de un pantalón amarillento muy estirado por los tirantes. Calzaba zapatones, no muy limpios, guarnecidos de clavos.

Acertaste, claro.

"Nous étions à l’étude, quand le Proviseur entra, suivi d’un nouveau habillé en bourgeois et d’un garçon de classe qui portait un grand pupitre. Ceux qui dormaient se réveillèrent, et chacun se leva comme surpris dans son travail.
Le Proviseur nous fit signe de nous rasseoir ; puis, se tournant vers le maître d’études :
— Monsieur Roger, lui dit-il à demi-voix, voici un élève que je vous recommande, il entre en cinquième. Si son travail et sa conduite sont méritoires, il passera dans les grands, où l’appelle son âge.
Resté dans l’angle, derrière la porte, si bien qu’on l’apercevait à peine, le nouveau était un gars de la campagne, d’une quinzaine d’années environ, et plus haut de taille qu’aucun de nous tous. Il avait les cheveux coupés droit sur le front, comme un chantre de village, l’air raisonnable et fort embarrassé. Quoiqu’il ne fût pas large des épaules, son habit-veste de drap vert à boutons noirs devait le gêner aux entournures et laissait voir, par la fente des parements, des poignets rouges habitués à être nus. Ses jambes, en bas bleus, sortaient d’un pantalon jaunâtre très tiré par les bretelles. Il était chaussé de souliers forts, mal cirés, garnis de clous."

Me ha despistado un poco la traducción, un tanto pedestre. Es Madame Bovary, de Gustave Flaubert.
 
El hilo está un poco para abajo..... dejo este párrafo que es tán tán conocido que incluso anonimizando los personajes lo váis a descubrir a la primera!

Personaje 1.

¿Cuándo volvemos a vernos?

¿Bajo lluvia, rayo y trueno?

Personaje 2.

Cuando acaben brega y bronca

y haya derrota y victoria.

Personaje 3.

Antes de que el sol se ponga.

Personaje 1.

¿En qué lugar?

Personaje 2.

En el yermo.

Personaje 3.

A (fulanito) allí veremos.

Personaje 1.

¡Voy, (Menganito)!

Personaje 2.


Llama (blabla).

Personaje 3.


¡En seguida!

TODAS

Bello es feo y feo es bello.

Flota en bruma y aire espeso.

Salen.
 
El hilo está un poco para abajo..... dejo este párrafo que es tán tán conocido que incluso anonimizando los personajes lo váis a descubrir a la primera!

Personaje 1.

¿Cuándo volvemos a vernos?

¿Bajo lluvia, rayo y trueno?

Personaje 2.

Cuando acaben brega y bronca

y haya derrota y victoria.

Personaje 3.

Antes de que el sol se ponga.

Personaje 1.

¿En qué lugar?

Personaje 2.

En el yermo.

Personaje 3.

A (fulanito) allí veremos.

Personaje 1.

¡Voy, (Menganito)!

Personaje 2.


Llama (blabla).

Personaje 3.


¡En seguida!

TODAS

Bello es feo y feo es bello.

Flota en bruma y aire espeso.

Salen.

¿No le toca poner a @ConnieS? Ha sido la última en acertar.
 
El hilo está un poco para abajo..... dejo este párrafo que es tán tán conocido que incluso anonimizando los personajes lo váis a descubrir a la primera!

Personaje 1.

¿Cuándo volvemos a vernos?

¿Bajo lluvia, rayo y trueno?

Personaje 2.

Cuando acaben brega y bronca

y haya derrota y victoria.

Personaje 3.

Antes de que el sol se ponga.

Personaje 1.

¿En qué lugar?

Personaje 2.

En el yermo.

Personaje 3.

A (fulanito) allí veremos.

Personaje 1.

¡Voy, (Menganito)!

Personaje 2.


Llama (blabla).

Personaje 3.


¡En seguida!

TODAS

Bello es feo y feo es bello.

Flota en bruma y aire espeso.

Salen.

Ni idea. Pero, por el estilo, seguro que no lo he leido.

¿No le toca poner a @ConnieS? Ha sido la última en acertar.

Ahí va el fragmento de una autora, y periodista italiana, fallecida en 2006:

"En la oscuridad de la noche un cuervo graznó como un niño enloquecido. Me aparté al instante de la ventana. Por otra parte, poca cosa se veía desde los ventanales del Beach Luxury Hotel. Debía de estar el mar por allí cerca; pero ni siquiera se oía su rumor, porque la instalación de aire acondicionado dominaba todos los ruidos, excepto el graznido de los cuervos. Había en la ventana una tela metálica para impedir el acoso de las moscas. Más allá del tamiz enrejado se divisaba indefinido el jardín: con sus árboles iluminados por lucecitas amarillas, encamadas y azules; los europeos desplomados en butacones de mimbre, atentos a enjugarse el sudor del rostro con un pañuelo que adivinaba empapado. Desde la terraza que domina la entrada del Beach Luxury Hotel, construido hace cincuenta años por los ingleses en un pomposo estilo colonial, se veía perfectamente la calle, donde deslumbrantes automóviles evitaban con virajes furibundos a los camellos, y luego más allá aparecía una extensión pedregosa, y después un desierto arenoso, y finalmente una claridad mortecina que era el centro de Karachi a las diez de la noche.

Salí de la habitación y avancé por el corredor dispuesta a olvidar la turbación que produce un país donde nada te es familiar: ni el ambiente, ni los rostros, ni el cielo que al anochecer se pinta de oscurísimo esmalte y donde luce una luna agresiva como un cuchillo. Un servidor negro, de facciones huesudas, permanecía en cuclillas mientras clavaba en mí sus pacientes ojos inmóviles. Por la puerta entreabierta de su habitación llegaba hasta mí la melodía que silbaba Duilio. Estuve tentada de llamarle, pero cambié al instante de idea. Hacía un calor excesivo, estaba cansada, al día siguiente me esperaba una serie de citas fastidiosas: me iría a dormir.

Pero tal como siempre acaece cuando hueles en el ambiente algo que no sabes en realidad qué es, me sorprendí a mí misma bajando al jardín, arrellanándome como los demás en un butacón de mimbre y pidiendo un whisky. Y aquí fue donde, al levantar distraídamente la vista, la vi.

Desde luego no advertí en seguida que fuera una mujer, porque desde lejos ni siquiera parecía una mujer: quiero decir algo con un rostro, un cuerpo, dos brazos y dos piernas. Parecía un objeto sin vida, un bulto frágil y deforme que unos hombres vestidos de blanco llevaban hacia la salida con enorme cautela, como si temieran que se les quedara entre los dedos. El bulto estaba totalmente cubierto, como las estatuas que suelen inaugurarse en Occidente en una plaza pública, con una funda de tela, y la tela era roja: de un rojo agresivo y sanguinolento, cruzado por bordados de oro y plata que brillaban a la luz de las bombillas con destellos tétricos."
 
Ni idea. Pero, por el estilo, seguro que no lo he leido.



Ahí va el fragmento de una autora, y periodista italiana, fallecida en 2006:

"En la oscuridad de la noche un cuervo graznó como un niño enloquecido. Me aparté al instante de la ventana. Por otra parte, poca cosa se veía desde los ventanales del Beach Luxury Hotel. Debía de estar el mar por allí cerca; pero ni siquiera se oía su rumor, porque la instalación de aire acondicionado dominaba todos los ruidos, excepto el graznido de los cuervos. Había en la ventana una tela metálica para impedir el acoso de las moscas. Más allá del tamiz enrejado se divisaba indefinido el jardín: con sus árboles iluminados por lucecitas amarillas, encamadas y azules; los europeos desplomados en butacones de mimbre, atentos a enjugarse el sudor del rostro con un pañuelo que adivinaba empapado. Desde la terraza que domina la entrada del Beach Luxury Hotel, construido hace cincuenta años por los ingleses en un pomposo estilo colonial, se veía perfectamente la calle, donde deslumbrantes automóviles evitaban con virajes furibundos a los camellos, y luego más allá aparecía una extensión pedregosa, y después un desierto arenoso, y finalmente una claridad mortecina que era el centro de Karachi a las diez de la noche.

Salí de la habitación y avancé por el corredor dispuesta a olvidar la turbación que produce un país donde nada te es familiar: ni el ambiente, ni los rostros, ni el cielo que al anochecer se pinta de oscurísimo esmalte y donde luce una luna agresiva como un cuchillo. Un servidor negro, de facciones huesudas, permanecía en cuclillas mientras clavaba en mí sus pacientes ojos inmóviles. Por la puerta entreabierta de su habitación llegaba hasta mí la melodía que silbaba Duilio. Estuve tentada de llamarle, pero cambié al instante de idea. Hacía un calor excesivo, estaba cansada, al día siguiente me esperaba una serie de citas fastidiosas: me iría a dormir.

Pero tal como siempre acaece cuando hueles en el ambiente algo que no sabes en realidad qué es, me sorprendí a mí misma bajando al jardín, arrellanándome como los demás en un butacón de mimbre y pidiendo un whisky. Y aquí fue donde, al levantar distraídamente la vista, la vi.

Desde luego no advertí en seguida que fuera una mujer, porque desde lejos ni siquiera parecía una mujer: quiero decir algo con un rostro, un cuerpo, dos brazos y dos piernas. Parecía un objeto sin vida, un bulto frágil y deforme que unos hombres vestidos de blanco llevaban hacia la salida con enorme cautela, como si temieran que se les quedara entre los dedos. El bulto estaba totalmente cubierto, como las estatuas que suelen inaugurarse en Occidente en una plaza pública, con una funda de tela, y la tela era roja: de un rojo agresivo y sanguinolento, cruzado por bordados de oro y plata que brillaban a la luz de las bombillas con destellos tétricos."


La autora, periodista italiana, es Oriana Fallaci. Y el libro se titula "El s*x* inútil"

Nuevo libro:


Nací en una devota familia católica romana y pasé buena parte de mis diez primeros años entre benévolos frailes franciscanos. Mi padre era director de una escuela católica y un excelente organista, un joven activo e inteligente que, además, poseía la energía y el fervor necesarios para dirigir la milicia del distrito y participar en política. Él apoyaba el régimen autoritario y clerical del almirante Horthy y era un antifascista conservador que, alarmado por el acceso de Hitler al poder en Alemania, utilizó su influencia y autoridad para conseguir que se prohibieran los mítines del partido nazi húngaro. En 1935, cuando yo tenía dos años, fue asesinado a puñaladas por un nazi adolescente elegido para ese acto porque no podía ser ejecutado, por no tener todavía los dieciocho años. Después del funeral, mi madre, para sustraerse al horror de su pérdida, se trasladó a la ciudad más próxima, la primera ciudad milenaria de Hungría, con cuyo nombre no pienso atormentarles. Alquiló un apartamento espacioso y bien ventilado en el segundo piso de una casa situada en una de las calles más importantes de la ciudad —una calle estrecha, de iglesias barrocas y tiendas elegantes—, a poca distancia del convento franciscano que yo frecuentaba antes de alcanzar la edad escolar. Los servicios prestados a la Iglesia por mi padre, su trágica muerte en plena juventud y el que en ambas partes de nuestra familia hubiera varios curas, contribuyeron a que los frailes me miraran con simpatía.
 
¿Una pista?

El autor es húngaro, pero suele escribir en inglés. El libro que buscamos es una novela de las llamadas "de aprendizaje" o "de formación". Su primera edición fue en 1965.
 
La autora, periodista italiana, es Oriana Fallaci. Y el libro se titula "El s*x* inútil"

Nuevo libro:


Nací en una devota familia católica romana y pasé buena parte de mis diez primeros años entre benévolos frailes franciscanos. Mi padre era director de una escuela católica y un excelente organista, un joven activo e inteligente que, además, poseía la energía y el fervor necesarios para dirigir la milicia del distrito y participar en política. Él apoyaba el régimen autoritario y clerical del almirante Horthy y era un antifascista conservador que, alarmado por el acceso de Hitler al poder en Alemania, utilizó su influencia y autoridad para conseguir que se prohibieran los mítines del partido nazi húngaro. En 1935, cuando yo tenía dos años, fue asesinado a puñaladas por un nazi adolescente elegido para ese acto porque no podía ser ejecutado, por no tener todavía los dieciocho años. Después del funeral, mi madre, para sustraerse al horror de su pérdida, se trasladó a la ciudad más próxima, la primera ciudad milenaria de Hungría, con cuyo nombre no pienso atormentarles. Alquiló un apartamento espacioso y bien ventilado en el segundo piso de una casa situada en una de las calles más importantes de la ciudad —una calle estrecha, de iglesias barrocas y tiendas elegantes—, a poca distancia del convento franciscano que yo frecuentaba antes de alcanzar la edad escolar. Los servicios prestados a la Iglesia por mi padre, su trágica muerte en plena juventud y el que en ambas partes de nuestra familia hubiera varios curas, contribuyeron a que los frailes me miraran con simpatía.

Título "En Brazos de una mujer madura" de Stephen Vizinczey

OTRO:

7 de enero 1984

Empieza el año que da título al éxito de ventas de Orwell. Si bien su vaticinio no se ha cumplido, a cambio se ha impuesto la realidad diaria: el terror nuclear. Un corresponsal recuerda con nostalgia la época decimonónica, el llamado progreso pacífico. Llegué a este mundo en el umbral de esta centuria y, al pensar en la primera década de mi vida, cuando el siglo XIX todavía era una realidad, sólo recuerdo que la cotidianidad era indeciblemente más fatigadora, más primitiva, más insalubre que en este maldito siglo XX, en el que millones de personas han sido masacradas en guerras y revoluciones al tiempo que, para las masas, la existencia ha sido más humana que en cualquier época anterior. En ciento cincuenta años la esperanza de vida se ha duplicado. Década de 1810: el planeta albergaba aproximadamente mil millones de habitantes; para el albor del nuevo milenio con toda probabilidad la cifra rondará los seis mil millones. En el siglo XIX se proclamó con orgullo que era posible dar la vuelta al mundo en ochenta días; hoy basta con noventa minutos. Mi tío paterno falleció en 1849 «por una afección intestinal debida a las pésimas condiciones de nuestra patria»; hoy sólo los muy tontos mueren de apendicitis. ¿Fue mejor el siglo pasado? ¿Qué significa «mejor»? Es innegable que hoy vivimos más y más rápido.

Este autor nació en Hungría, en 1900, y se suicidó en 1989, en Estados Unidos.​
 
Título "En Brazos de una mujer madura" de Stephen Vizinczey

OTRO:

7 de enero 1984

Empieza el año que da título al éxito de ventas de Orwell. Si bien su vaticinio no se ha cumplido, a cambio se ha impuesto la realidad diaria: el terror nuclear. Un corresponsal recuerda con nostalgia la época decimonónica, el llamado progreso pacífico. Llegué a este mundo en el umbral de esta centuria y, al pensar en la primera década de mi vida, cuando el siglo XIX todavía era una realidad, sólo recuerdo que la cotidianidad era indeciblemente más fatigadora, más primitiva, más insalubre que en este maldito siglo XX, en el que millones de personas han sido masacradas en guerras y revoluciones al tiempo que, para las masas, la existencia ha sido más humana que en cualquier época anterior. En ciento cincuenta años la esperanza de vida se ha duplicado. Década de 1810: el planeta albergaba aproximadamente mil millones de habitantes; para el albor del nuevo milenio con toda probabilidad la cifra rondará los seis mil millones. En el siglo XIX se proclamó con orgullo que era posible dar la vuelta al mundo en ochenta días; hoy basta con noventa minutos. Mi tío paterno falleció en 1849 «por una afección intestinal debida a las pésimas condiciones de nuestra patria»; hoy sólo los muy tontos mueren de apendicitis. ¿Fue mejor el siglo pasado? ¿Qué significa «mejor»? Es innegable que hoy vivimos más y más rápido.

Este autor nació en Hungría, en 1900, y se suicidó en 1989, en Estados Unidos.​


¡Qué triste es el libro que citas, @ConnieS! "Diarios 1984-1989", de Sándor Márai.


Pongo párrafo nuevo:


En el Bois des Fausses-Reposes, al pie de la costa de Picardía, vivía un muy agraciado lobo adulto de negro pelaje y grandes ojos rojos. Se llamaba Denis, y su distracción favorita consistía en contemplar cómo se ponían a todo gas los coches procedentes de Ville-d'Avray, para acometer la lustrosa pendiente sobre la que un aguacero extiende, de vez en cuando, el oliváceo reflejo de los árboles majestuosos. También le gustaba, en las tardes de estío, merodear por las espesuras para sorprender a los impacientes enamorados en su lucha con el enredo de las cintas elásticas que, desgraciadamente, complican en la actualidad lo esencial de la lencería. Consideraba con filosofía el resultado de tales afanes, en ocasiones coronados por el éxito, y, meneando la cabeza, se alejaba púdicamente cuando ocurría que una víctima complaciente era pasada, como suele decirse, por la piedra. Descendiente de un antiguo linaje de lobos civilizados, Denis se alimentaba de hierba y de jacintos azules, dieta que reforzaba en otoño con algunos champiñones escogidos y, en invierno, muy a su pesar, con botellas de leche birladas al gran camión amarillo de la Central. La leche le producía náuseas, a causa de su sabor animal y, de noviembre a febrero, maldecía la inclemencia de una estación que le obligaba a estragarse de tal manera el estómago.

Autor francés del siglo pasado. Polímata él :)
 

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