Intrigas - Teorías conspirativas - Misterios

Las misteriosas muertes de los médicos que salvaron a Alexei Navalny, el archienemigo de Putin​

Trabajaban en el hospital de la ciudad de Omsk, donde fue atendido el disidente tras ser envenenado en un avión. Habían facilitado su traslado a Berlín​


Por
Gustavo Sierra
2 de Abril de 2021
Especial para Infobae America




Imagen publicada en Instagram del disidente ruso Alexei Navalny tomada en la cárcel de alta seguridad en la que se encuentra. @NAVALNY/Social Media via REUTERS
Imagen publicada en Instagram del disidente ruso Alexei Navalny tomada en la cárcel de alta seguridad en la que se encuentra. @NAVALNY/Social Media via REUTERS

El disidente ruso Alexei Navalny es la piedra más dura que Vladimir Putin tiene en sus zapatos. Los servicios de seguridad del Kremlin hicieron todo lo posible en los últimos meses para deshacerse de él sin ningún éxito. Lo envenenaron con el agente nervioso Novichok cuando estaba subiendo a un avión, la nave tuvo que aterrizar de emergencia para que le salvaran la vida, dos días más tarde los médicos del lugar lograron que lo trasladen a Berlín para realizar un tratamiento adecuado, sobrevivió después de dos meses en terapia intensiva, volvió a Moscú, lo arrestaron, fue a parar a una cárcel de máxima seguridad y ahora está en huelga de hambre porque no le dan las medicinas que necesita para su recuperación. Navalny parecería estar hecho de tungsteno, el metal más resistente que hay en la Tierra.

Ante la resiliencia de Navalny, pareciera que los esfuerzos para castigarlo fueron direccionados hacia los que lo ayudaron a sobrevivir. Algo de eso sospechan en Europa que sucedió con la súbita muerte de dos de los médicos que trataron al disidente en el Hospital de Urgencias nº 1 de Omsk, la ciudad siberiana donde hizo el aterrizaje de emergencia el avión tras el envenenamiento. El último caso ocurrió esta semana. Rustam Agishev, de 63 años, médico de la unidad de “envenenamiento agudo” falleció tras sufrir un derrame cerebral. En febrero, el jefe de la unidad de cuidados intensivos del mismo hospital, Sergei Maksimishin, de 55 años, había fallecido por un “repentino ataque al corazón”.

Una colega de ambos médicos, la doctora Maria Morozova, dijo a la prensa rusa que sus muertes fueron “muy inesperadas”. En Londres, varios informes de prensa indicaron que los médicos “fueron probablemente liquidados” para evitar que compartiera los detalles del intento de asesinato de Navalny. Y citan un post en la red Telegram bajo el nombre de “General SVR”, que en otras oportunidades dio información confidencial sobre la salud de Putin y otros jerarcas de su gobierno, que decía: “La cuestión no es si estuvo involucrado en el tratamiento de Alexei Navalny, sino que el motivo de su liquidación fue su disposición a compartir información sobre el tratamiento a la que tuvo acceso”.

El doctor Sergei Maksimishin, de 55 años, falleció de un “repentino ataque al corazón”. Había facilitado la salida de Navalny para ser tratado en un hospital alemán.


El doctor Sergei Maksimishin, de 55 años, falleció de un “repentino ataque al corazón”. Había facilitado la salida de Navalny para ser tratado en un hospital alemán.

En octubre, otro médico jefe adjunto del hospital, Anatoly Kalinichenko, renunció a su trabajo, diciendo que se había trasladado a una clínica privada por “su amor a la cirugía”. Cuando Navalny fue llevado de urgencia, Kalinichenko, fue inicialmente responsable de su atención médica. También habló con los medios de comunicación y con los médicos en Alemania, donde Navalny fue trasladado posteriormente. Pero fue inmediatamente desplazado y tomó su lugar el jefe del hospital, Aleksandr Murakhovsky, miembro del partido gobernante Rusia Unida, quien aseguró que el grave estado de salud de Navalny no estaba causado por ningún envenenamiento sino por un “trastorno metabólico”. Murakhovsky, que también retrasó el traslado de Navalny a Berlín durante dos días, fue nombrado posteriormente ministro de Sanidad de la región de Omsk.

El 20 de agosto del año pasado, Navalny, de 44 años, tomó un vuelo de la aerolínea S7 en la ciudad siberiana de Tomsk con destino a Moscú. En el aeropuerto bebió un té donde supuestamente le colocaron el veneno. Una media hora más tarde, ya en el aire, comenzó a sentirse mal y en diez minutos los dolores lo hacían retorcerse y gritar. Uno de ellos grabó la escena y la subió a las redes sociales. Cuando buscaron un médico a bordo, sólo encontraron una enfermera que le hizo los primeros auxilios. El piloto decidió hacer un aterrizaje de emergencia en la ciudad de Omsk. Allí lo esperaba una ambulancia que lo llevó al hospital de emergencias. Navalny entró en coma inducido y fue evacuado a Alemania, donde pasó cinco meses recuperándose del envenenamiento. Las pruebas realizadas en Europa determinaron que la toxina era de la familia Novichok de agentes nerviosos de la era soviética.

En enero, Navalny, regresó a Rusia. Fue detenido en el aeropuerto. Un tribunal de Moscú dictaminó que, mientras estaba en Alemania, Navalny había violado la libertad condicional de una sentencia de hacía varios años por una supuesta malversación de fondos. La sentencia fue de 2 años y medio de cárcel. Desde entonces se encuentra en la Colonia Correccional nº 2, a unos 100 kilómetros de Moscú, una de las cárceles más duras de Rusia.

Rustam Agishev, de 63 años, médico de la unidad que atendió a Navalny. Falleció tras sufrir un supuesto derrame cerebral.
Rustam Agishev, de 63 años, médico de la unidad que atendió a Navalny. Falleció tras sufrir un supuesto derrame cerebral.

La decisión del tribunal lanzó una serie de protestas en las principales ciudades rusas. Miles de personas salieron a las calles y prendieron velas. La represión fue brutal. Una de las más duras de las vividas en la Rusia de Putin. Cientos de personas fueron condenadas por resistencia a la autoridad. A principios de marzo la UE y Estados Unidos impusieron sanciones a Rusia por el envenenamiento y el encarcelamiento de Navalny. “La comunidad de inteligencia evalúa con alta confianza que oficiales del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) utilizaron un agente nervioso para envenenar al líder de la oposición rusa Alexi Navalny”, aseguró la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki. Aunque el presidente Joe Biden aún no determinó qué sanciones tomará contra el gobierno ruso.

La situación se agravó cuando los aliados de Navalny informaron el 24 de marzo que su salud se estaba deteriorando y no estaba recibiendo tratamiento médico. Las autoridades de la cárcel dijeron en un comunicado que Navalny se quejaba de dolor en una pierna y pidió ayuda para recibir inyecciones para tratarlo. El disidente respondió al día siguiente a través de una carta en las redes sociales que no le proporcionaron los medicamentos adecuados y se niegan a permitir que su médico lo visite. Desde que está en prisión perdió ocho kilos.

También se quejó en un segundo mensaje de que los controles nocturnos que le hace un guardia de la cárcel cada hora equivalen a una tortura por privación de sueño. La abogada de Navalny, Olga Mikhailova, dijo tras visitarlo en prisión que “su pierna derecha está en un estado terrible”. Y su esposa, Yulia, aseguró que todo era parte de la “venganza personal” de Putin. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, negó todo y dijo que el presidente no seguía “el día a día de los acontecimientos carcelarios”.

El presidente ruso Vladimir Putin es, de acuerdo a las organizaciones de derechos humanos de Europa y Estados Unidos el máximo responsable de la persecución al disidente Navalny. REUTERS/Alexander Zemlianichenko/
El presidente ruso Vladimir Putin es, de acuerdo a las organizaciones de derechos humanos de Europa y Estados Unidos el máximo responsable de la persecución al disidente Navalny. REUTERS/Alexander Zemlianichenko/

Putin se enfrenta a otros graves problemas al mismo tiempo. Desde que Rusia invadió Ucrania, los inversores privados y extranjeros perdieron su interés en el país. Con un crecimiento económico apenas por encima de cero, los ingresos reales cayeron un 10,6% desde 2014. El gobierno admitió una caída del PIB del 3,1% en 2020, pero en términos de rublos, y el rublo se debilita día a día. Medido en dólares, el PIB de Rusia en 2020 fue un 10% menor que en 2019. La única buena noticia que recibió Putin en los últimos tiempos fue la de que los laboratorios rusos habían desarrollado la vacuna Sputnik V contra el Covid. Esto le devolvió cierto prestigio a la ciencia rusa y lavó de alguna manera la imagen del presidente.

“Los economistas dicen que el rublo está infravalorado debido a ‘factores políticos’. Pero esos factores son obra del propio Kremlin. Es el rechazo absoluto de Putin, no solo a la democratización y la liberalización económica, sino a cualquier intento de modernización, lo que ha puesto a la economía de rodillas”, explicó Andrei Kolesnicov del Carnegie Moscow Center.

Y no es solo la economía la que está sufriendo. El sistema judicial no es creíble. Las universidades están perdiendo su vigor intelectual, a medida que los profesores son reprimidos y los activistas estudiantiles son expulsados. Incluso la burocracia estatal se está deteriorando. “El régimen de Putin se ha vuelto obsoleto, moral, política y tecnológicamente”, escribió Kolesnikov. Y puso como ejemplo del retroceso el hecho de que los retratos de Genrikh Yagoda, el director de la temida NKVD (la policía secreta de la Unión Soviética), volvieron a colgarse en los recintos policiales (uno de ellos fue visible durante uno de los juicios de Navalny). Y se está levantando una estatua de Lavrenti Beria, la figura más aterradora en la historia rusa del siglo XX después de Stalin, en sala de exposiciones de la Rosatom State Atomic Energy Corporation.
En este contexto es que Navalny permanece en huelga de hambre en la cárcel y en el que murieron los dos médicos que facilitaron su traslado a Alemania, la acción que fue definitoria para salvarle la vida al famoso disidente.

 

¿Vivió Hitler en la Argentina? Las más increíbles historias y teorías conspirativas sobre su muerte y la supuesta huida hacia la Patagonia

El 30 de abril, Adolf Hitler se suicidó en su búnker de Berlín. Eso dice la historia oficial. Sin embargo, para muchos, el Führer escapó de allí con vida y huyó. ¿Quién instaló esa versión y por qué?​

Por
Matías Bauso
7 de Abril de 2021





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Adolf Hitler. Shutterstock

En 1969, Albert Panka cumplió 80 años. Era un minero alemán que a esa altura llevaba varios años retirado. Un hombre hosco y reservado que en los últimos 25 años había sido detenido alrededor de trescientas veces. No era un delincuente ni tenía problemas con el alcohol. Su problema era de fisonomía. Su parecido con Hitler era tan grande que cada vez que aparecía en público, alguien lo denunciaba y era apresado e interrogado por las autoridades. Al cumplir 80 pidió públicamente que lo dejaran tranquilo y le permitieran transitar su vejez en paz.

Lo que sufrió Panka no fue solo por un bigote ceñido o el pelo cayendo sobre su frente. Se debió a la vocación de una buena parte de la población a creer que Hitler se fugó del bunker, que nunca se suicidó sino que escapó hacia algún destino lejano en el que envejeció oculto, en paz e impune.

La mayoría de los que están convencidos del escape del Führer sitúan sus serenos años finales en el sur argentino.
Es difícil saber con exactitud quién es el que pone en marcha una teoría conspirativa, quién es el primero en dar a conocer una versión verosímil pero falsa de un evento histórico. Sin embargo, en el caso de la muerte de Hitler se sabe con exactitud quién fue su iniciador: Joseph Stalin.

Supuestas muestras de restos de Hitler que habrían recogido los soviéticos.
Supuestas muestras de restos de Hitler que habrían recogido los soviéticos.

Los soviéticos se enteraron de la muerte de Hitler al día siguiente de su su***dio. El jefe del Estado Mayor del Ejército alemán, Hans Krebs, fue con una propuesta de paz a los soviéticos y les informó del su***dio del Führer. La reunión fracasó porque los soviéticos exigieron rendición incondicional (estaban en condiciones de hacerlo y, además, era lo acordado entre los aliados). Krebs, que siempre había sido leal a su jefe, se suicidó esa misma tarde. Y la mayor autoridad soviética en Berlín, el general Georgy Zhukov, ordenó poner la noticia de la muerte de Hitler en la primera plana del Red Star, el diario de sus tropas; quería que sus soldados conocieran lo antes posible sus logros, premiarlos con la noticia. También lo comunicó Karl Dönitz al pueblo alemán por radio. Pero tres semanas después Stalin le dijo a un enviado norteamericano que Hitler se había escapado. La información del destino se excedía en su vaguedad geográfica. Stalin dijo que estaba en España o Argentina. Mientras tanto, Zhukov en Alemania empezó a repetir la misma versión.

Se supone que la motivación de Stalin era sembrar la incertidumbre, que las demás naciones vencedoras carecieran de las certezas que él ya tenía. De paso dejaba a su gran enemigo como un cobarde, como alguien que ante el peligro, ante la posibilidad de caer en manos enemigas prefirió escapar antes que resistir hasta el final tal como él le pedía a su pueblo. Pero además, si Hitler estaba vivo, existía siempre la posibilidad de un regreso. Por lo tanto no había espacio para contemplaciones ni para medidas blandas. La sombra del Hitler fugado le permitía convencer a los demás de aplicar sanciones duras, de ser inflexibles con Alemania y con los restos del nazismo.

Los ingleses se preocuparon y enviaron a un agente del servicio secreto y al historiador Hugh Trevor-Roper a reconstruir los hechos y a obtener todos los testimonios y pruebas posibles. Trevor-Roper elaboró un informe que determinó el su***dio de Hitler que fue publicado como libro poco después (Los últimos días de Hitler) y que tuvo un gran éxito. El historiador inglés sin embargo no pudo contar con los testimonios de los colaboradores más cercanos de Hitler en los últimos días del Bunker porque estaban en manos de los soviéticos. Sin embargo cuando se desclasificaron esos informes y declaraciones fueron concordantes con las conclusiones del inglés.

Restos de Gustav Weler, un doble de Hitler, muerto en las cercanías del bunker
Restos de Gustav Weler, un doble de Hitler, muerto en las cercanías del bunker

Lo cierto es que la estrategia de Stalin fue efectiva. Sobre Alemania y los antiguos jerarcas nazis se actuó con firmeza. Pero además generó el desconcierto en las otras fuerzas vencedoras.

Un informe del FBI de los meses posteriores a la rendición nazi consignaba los múltiples destinos en los que se decía haber visto con vida a Hitler. El informe enumeraba posibilidades tan variadas como contradictorias. A la agencia habían llegado rumores de que había sido asesinado en el bunker; que había escapado de Berlín por aire, o desde Alemania en un submarino. Otros afirmaban que vivía en una isla alejada del Báltico, en una fortaleza en Renania, en un monasterio español, en un campo sudamericano. Hasta decían haberlo visto viviendo entre delincuentes en Albania. Un periodista suizo declaró que Hitler y Eva Braun residían en Bavaria. Y hasta la agencia de noticias soviética envió un cable afirmando que Hitler fue encontrado en Dublín travestido.

Otros destinos en los que dijeron haberlo visto en esos primeros meses de posguerra: un café austríaco, una congregación de monjes tibetanos, Arabia Saudita o una prisión secreta en los Urales a disposición de los soviéticos.

Pero con los años la versión que tomó más fuerza y que casi monopolizó las teorías conspirativas fue que Hitler logró fugarse del búnker y del asedio del Ejército Rojo y, junto a Eva Braun, llegar hasta Argentina. ¿Cómo logró escapar? No está claro. ¿Cuál fue el primer destino? Tampoco. Algunos sostienen que un helicóptero lo llevó hasta Austria, de ahí un avión lo acercó en Barcelona y luego sí pudo abordar el submarino que atravesó el Atlántico para depositarlo en la Patagonia. Otros suponen una travesía terrestre hasta España y hasta el submarino. Estas versiones no profundizan en cómo pudo atravesar media Europa en esos álgidos meses de 1945.

Argentina era el destino ideal para encontrarle residencia (real o ficticia) al Führer. Una tierra lejana, de gran extensión y más que amable receptora de nazis. Pero en este caso, Hitler no habría llegado como el resto de los criminales nazis a través de la Ruta de las Ratas sino en submarino.

[IMG alt="Los jardines afuera del bunker de Hitler en
Berlín en 1947 (ADN-ZB/Archiv)

"]https://www.infobae.com/new-resizer...fobae/TIKIGIOLDZBZ5HBH4UVRWDJGT4.jpg[/IMG]Los jardines afuera del bunker de Hitler en Berlín en 1947 (ADN-ZB/Archiv)

Pero pese a lo intrigante e interesante de este tipo de narraciones siempre la historia con sus datos fríos se impone y termina destruyendo versiones más entretenidas. Es cierto que dos submarinos alemanes llegaron a Argentina después de la guerra (el U-530 y U-977). Lo hicieron para no tener que entregarse a las fuerzas británicas. Pero en ninguno de ellos arribó ningún jerarca. Los que sostienen esta versión alternativa hablan de una flota de tres submarinos que desaparecieron en abril de 1945. Pero lo cierto no es que las naves se esfumaron sino que fueron hundidas por la flota aliada: el U-1235 fue alcanzado el 15 de abril por los torpedos enemigos, el U-880 fue hundido el 16 de abril, un día después, por un destructor americano y el 22 de abril sucedió lo mismo con el U-518. Es decir, los tres submarinos no desaparecieron para oficiar de ferrys privados del Führer sino porque los destruyeron los aliados. Otro tema con el submarino y su salida desde Barcelona: en caso de haber sido así tuvo que atravesar Gibraltar y eludir la guardia inglesa, hecho que parece poco probable.

El historiador Richard Evans ha publicado recientemente un libro que analiza varios mitos y teorías conspirativas alrededor del nazismo. Se llama The Hitler Conspiracies y en su último capítulo (el más extenso de todos) analiza las versiones sobre la fuga de Hitler y las demuele una a una con paciencia y precisión.

Una imagen del bùnker de Hitler- Robert Conrad/Lumabytes  163


Una imagen del bùnker de Hitler- Robert Conrad/Lumabytes 163

Evans, que además de sus sólidos trabajos sobre el nazismo ya se había ocupado en textos anteriores de los negacionistas y los revisionistas del Holocausto, muestra cómo si bien desde el fin de la guerra se tejen versiones sobre Hitler y su vida en Argentina, es en el siglo XXI cuando más obras se produjeron al respecto, cuando estos rumores o versiones alternativas encuentran mayor eco.

El mundo moderno es un lugar fértil para las teorías conspirativas. Cuanto más popular y lejano el hecho, más verosímil cualquier supuesto que cuente una versión paralela de la historia. Parte del público se muestra dispuesta a defender a capa y a espada la versión alternativa de grandes hechos políticos, de muertes y de alunizajes. Posiblemente uno de los terrenos en los que se reproducen con más facilidad es todo lo relacionado con el Tercer Reich. Pese al paso del tiempo el tema genera interés siempre renovado pero las revelaciones reales cada vez son más escasas.

Los argumentos que sostienen los que niegan el su***dio de Hitler en el bunker son similares y trabajan sobre los mismos resquicios. Eisenhower y Stalin en algún momento expresaron sus dudas, nadie presenció el su***dio, hubo informes del FBI con las versiones múltiples, existirían grandes extensiones de tierra en la Patagonia que eran propiedad de nazis, Argentina acogió a muchos nazis, algunos testigos vieron al Hitler anciano reposar en Argentina.

Las versiones alternativas más difundidas cuentan a grandes rasgos este recorrido: Hitler y Eva Braun se fugaron del bunker bajo las bombas soviéticas, de alguna manera imprecisa llegaron a España y abordaron un submarino que los depositó en la Patagonia, en donde vivieron tranquilos y felices sin ser molestados por nadie aunque sin quedarse quietos, porque viajaron por diversos lugares del continente, desde Mar del Plata hasta Colombia. Hasta sostienen que la pareja tuvo dos hijas, una de las cuales sospechan podría ser Angela Merkel.

Cena de Hitler y Goebbles en el búnker
Cena de Hitler y Goebbles en el búnker

Hasta hace unas décadas, el escape y el establecimiento de Hitler tenía mucho que ver con el accionar de Martin Bormann. Pero la influencia de Bormann se fue difuminando desde que se comprobó fehacientemente que nunca salió de Berlín y que murió en mayo de 1945. Bormann sirve como ejemplo para otro aspecto más. Los cazadores de nazis con Simon Wiesenthal al frente lo buscaron en Argentina hasta comienzos de los años setenta sin estar convencidos de su muerte. A la mayoría de los jerarcas nazis que lograron escapar los persiguieron sin descanso, los rastrearon por cada rincón del mundo, dando con varios de ellos. Sin embargo ni Wiesenthal ni el matrimonio Klasfeld ni ninguna otra organización que persiguió a nazis fugados buscó nunca seriamente a Hitler, ni en Argentina ni en ningún otro sitio.

Son varios los que dicen haberlos visto a la pareja de Hitler y Eva Braun. Pero la mayoría de los que citan a estos testigos lo hacen reservando su identidad o revelando su testimonio recién una vez que ellos murieron. Nadie aportó pruebas efectivas de alguna de estas afirmaciones (alguien hasta usó una foto que en realidad era una imagen modificada y envejecida del Bruno Ganz de La Caída, la película que muestra los días finales de Hitler).

El otro ataque que hacen los que sostienen estas versiones alternativas es el de intentar el desprestigio genérico de las investigaciones historiográficas más serias. Atacan aquello que llaman “Historia oficial”. Sin embargo, los historiadores serios que estudiaron el nazismo coinciden en las circunstancias de la muerte de Hitler. Se basan en los testimonios de los otros habitantes del bunker, en sus expresiones de los días previos a los otros jerarcas nazis, en el testamento dictado a su secretaria, en los archivos que los rusos desclasificaron después de la caída del comunismo que demuestran que Stalin quiso sembrar la incertidumbre en sus socios, y en el estudio forense realizado por especialistas franceses de las piezas dentales de Hitler que fueron encontradas en el lugar.

Equipo médico ruso que analizó los restos de Joseph Goebbels
Equipo médico ruso que analizó los restos de Joseph Goebbels

El cráneo es otra historia. Porque el fragmento de cráneo que los soviéticos dijeron que era de Hitler, según un ADN perteneció en realidad a una mujer.

Uno de los puntos flojos de los que sostienen que Hitler escapó es el estado de salud del Führer para esa época. Unánimemente los testigos hablan de un decaimiento evidente y de señales claras de un parkinson que avanzaba con celeridad. Difícil imaginar una gran sobrevida y en buenas condiciones de ese ser ya alienado, enfermo y frágil. La respuesta de la versión alternativa es que en realidad quien padecía los temblores y el mal estado no era Hitler, sino su doble. Lo extraño es que no lo haya notado ninguno de sus colaboradores más cercanos, aquellos que estuvieron dispuestos a dar la vida y a acompañarlo hasta el final -aun aquellos que mataron a sus hijos antes de suicidarse ellos como el matrimonio Goebbels-.

No importa quién haya ayudado a Hitler. Algunos sostienen que Allan Dulles, el director de la CIA, fue el que le pidió a Perón que lo cobije. Otros cargan todo a la cuenta de Odessa y su omnipresencia. A ninguno le parece extraño que tanta gente conociera un secreto de estas dimensiones y todos hayan guardado silencio. O que ninguno de los muchos criminales nazis que vivieron en Argentina lo haya contactado o hubiera hablado de la estadía de Hitler en Argentina. O que el plan para alojarlo no solo suponía que lo conociera Perón sino muchísima más gente. O que las supuestas hijas no hubieran aparecido nunca más.

[IMG alt="Hitler saluda a Eva Braun. Ambos murieron en el bunker Photo by Everett/Shutterstock (10293948a)
"]https://www.infobae.com/new-resizer...ae/42L6HTXW6BCS3CIYZ3UWENTWSU.jpg[/IMG]Hitler saluda a Eva Braun. Ambos murieron en el bunker Photo by Everett/Shutterstock (10293948a)

Muchos de los que publican estos trabajos, que generan un interés evidente y que suelen tener una interesante repercusión, cuentan en su trayectoria con trabajos negacionistas o son especialistas en teorías conspirativas.

Evans sostiene que esta “pseudohistoria ofrece un entretenimiento perverso en donde nada es lo que parece, y que convence al lector de que los académicos de la historia dominante ocultaron secretos terribles durante décadas”.

Evans en su libro afirma que los textos del argentino Ariel Basti carecen de pruebas documentales, que los testimonios son de segunda mano y que los testigos no proveen evidencia certera, solo dichos casi imposibles de corroborar.

Los que elaboran teorías conspirativas buscan percudir los estudios académicos y metodológicos. Ingresan, gracias a una narrativa ingeniosa y atractiva, en zonas en las que hacen dudar a su público, ávido por desconfiar (muchas veces con razón). “Si dañamos la credibilidad de los trabajos investigados adecuadamente se puede sustituir a la realidad por los mitos. Y si los historiadores serios se equivocan respecto a la muerte de Hitler pueden estar equivocados en todo lo demás, incluyendo el Holocausto y sus consecuencias”, afirma Evans.

Libros, películas, series y notas periodísticas difunden estas historias alternativas que muchas veces no deben molestarse en brindar pruebas ni siquiera en tensar los argumentos lógicos porque cuentan de antemano con la buena voluntad del lector, con una disposición previa para creer. Y según ese sesgo previo, el receptor puede creer que Hitler fue un traidor y un cobarde que puso a un doble en su lugar, que hizo morir por él a toda una nación, que escapó a un destino seguro y confortable (si Argentina lo fuera) mientras los demás sufrían. O alguien de una habilidad extraordinaria, que escapó pese a todo, que logró engañar a las mayores potencias, que no logró ser derrotado.

En la mayoría de las versiones esta es la línea que subyace: la supervivencia de Hitler marcaría su superioridad, la habilidad para no rendirse ante el enemigo, para seguir engañándolo, como una victoria, una especie de reivindicación postrera en la que Hitler se habría burlado de sus enemigos, de la justicia y de la muerte. Como si él pudiera reescribir la historia.

 

Brasileño confirma que asistió al sepelio de Hitler en Paraguay​

10 DE MARZO DE 2014

Fernando Nogueira de Araujo admitió al Correo Braziliense que participó de la ceremonia en que el líder nazi habría sido enterrado en Paraguay. Lea además el polémico capítulo del libro "Tras los pasos de Hitler", del argentino Abel Basti, con autorización del autor.​

El reportaje de Correio Braziliense en donde el ex sargento admite haber estado en el sepelio de Hitler en Paraguay. Foto: Gentileza

El reportaje de Correio Braziliense en donde el ex sargento admite haber estado en el sepelio de Hitler en Paraguay. Foto: Gentileza


Por Andrés Colmán Gutiérrez y Stefi Céspedes | @andrescolman - @betistef

"Enterré a Hitler" reza el título de un reportaje publicado en el diario brasileño Correo Braziliense, junto a una fotografía del sargento retirado Fernando Nogueira de Araujo, difundida por primera vez en la prensa.
En el material periodístico, el ex militar admite –a través de un vocero– que, efectivamente, participó de una ceremonia secreta realizada en el año 1973, en algún lugar del Paraguay, en donde el máximo jerarca nazi –que según la historia oficial se suicidó en Berlín, en 1945– habría sido sepultado en un bunker secreto, actualmente oculto en los sótanos de un establecimiento hotelero.
La versión, investigada por el reportero Diego Ponce de León, del prestigioso diario de Brasilia, confirma que el presunto testigo, citado por el escritor y periodista argentino Abel Basti, en su libro "Tras los pasos de Hitler", existe de verdad y actualmente tiene 70 años de edad.
Nogueira de Araujo no quiso dar una entrevista personal, pero aceptó responder a través de su amigo y eventual vocero, el periodista independiente Marcelo Netto, de Sao Paulo, el mismo que le cedió el dato a Basti, para que lo incluya en su polémico libro.
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Un informe del FBI sobre un testigo que dice haber saludado a Hitler en Argentina. Foto: Gentileza
La visita al Paraguay
Según sostiene Abel Basti en "Los pasos de Hitler", Fernando Nogueira de Araujo era sargento activo en el año 1973 y tenía 29 años de edad cuando recibió una invitación especial de su amigo Haroldo Ernest, hijo de un líder nazi brasileño, para viajar durante algunos días al Paraguay, con pasajes y estadías completamente pagados.
"Fernando cuenta que fue el único representante brasileño invitado a participar de ese evento increíble al que habrían asistido cerca de cuarenta personas seleccionadas, en su mayoría ancianos que habían conocido a Hitler", destaca Basti en el libro.
Nogueira de Araujo viajó al Paraguay con esposa, según el relato, aunque ella no pudo asistir a la ceremonia, porque las mujeres tenían vedado el acceso.
"Ya en el lugar, acreditadas sus identidades, fueron reunidos los cerca de cuarenta invitados –tal como se dijo, Fernando era el único brasilero– y ellos descendieron, en un ascensor, hasta los niveles más bajos del búnker. Allí había una puerta con una escalera que llevaba a una cripta, donde estaba ubicado el féretro de Hitler", sigue el relato.


"Cuando todo el grupo estuvo reunido, se anunció que se procedería al cierre de la entrada a la cripta, y una de las personas que se encontraban presente tomó un balde con cemento y una cuchara de albañil. Entonces, comenzó a pegar ladrillos para cerrar la estrecha entrada a la cripta del Führer, construyendo una pared que bloqueó el acceso al ataúd que guarda los despojos mortales de Hitler. Tras realizarse ese trabajo, con los honores de rigor, concluyó la ceremonia y los invitados ascendieron", concluye Basti.
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Una carta oficial enviada a nombre de Hitler a una mujer residente en Paraguay, en 1931. Foto: Gentileza
La confirmación del sargento brasileño
Ante lo fantasioso que sonaba la versión, el reportero Diego Ponce de León, del Correo Braziliense, buscó confirmar si al menos el tal sargento Fernando Nogueira de Araujo existe en la realidad.
No solo lo encontró, sino que Nogueira de Araujo le hizo llegar una fotografía suya actual, a los 70 años de edad, la primera que se da a conocer en la prensa.
"Como en el libro, Fernando prefirió dar las debidas declaraciones por medio del mismo periodista Marcelo Netto (el que también entregó los primeros datos sobre el tema a Abel Basti), que pasó, de cierta forma, a representarlo. Eso porque Netto trabaja desde 2007 en busca de la publicación de los resultados de la investigación sobre la presencia nazi en el Brasil, y Fernando es una pieza fundamental en las investigaciones de Netto", afirma Ponce de León, en un reportaje de una página publicado el último 6 de marzo, en el Correo Braziliense.
En el material periodístico, a través de Netto, el ex sargento Nogueira de Araujo le confirma plenamente al periodista brasileño que sí estuvo en Paraguay, en 1973, en la supuesta ceremonia de sepelio del líder nazi Adolfo Hitler.
"Cuando él (Fernando) fue invitado para participar de la ceremonia, no sabía de qué se trataba. Imaginaba apenas que iría encontrar a su amigo Haroldo (Ernest)", afirmó Netto, transmitiendo la versión del ex militar.
"La certeza de que era Hitler empezó a tomar forma durante la propia ceremonia", destaca la versión entregada al periodista.
En la ceremonia, que supuestamente ocurrió en un búnker, en los fondos de un terreno donde se construyó un hotel alemán, en un lugar no precisado del Paraguay, todos daban por hecho de que era el cadáver de Hitler.
"Cualquier duda fue disipada cuando él (el sargento Nogueira de Araujo) retornó al Brasil y encontró a otras dos personas, entre las 40 que habían participado del evento", asegura Netto, en la versión dada al Correo Braziliense.
Tanto Nogueira de Araujo, como Netto y Basti, se niegan a dar mayores precisiones sobre el lugar donde se encontraría la cripta, como el nombre del supuesto hotel alemán y su localización exacta.
¿Realidad o fantasía? Ante la ausencia de evidencias más concretas, las dudas continuarán. Pero, al menos, el testimonio indirecto del ex sargento brasileño constituye un elemento más, que permite reinstalar con mayor fuerza la versión ya instaurada anteriormente por otros autores, como el historiador paraguayo Mariano Llano, quien en la primera edición de su libro "Hitler y los nazis en el Paraguay", editado en 2004, ya sostuvo que Hitler murió en Paraguay, tema que ahora vuelve a cobrar resonancia mundial.
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Portada del libro "Tras los pasos de Hitler", de Abel Basti. Foto: Gentileza
Anexo: Hitler en Paraguay, por Abel Basti
(Lean a continuación
 

¿Falleció Hitler en Paraguay en 1971?​

En «El hombre que venció a la muerte», Abel Basti sostiene que el dictador no murió en Alemania y que tenía vínculos con el ocultismo.-​


no se suicidó en 1945 y mantenía intensos vínculos con el ocultismo. Esa es la tesis de « Hitler, el hombre que venció a la muerte», del escritor argentino Abel Basti, que sostiene que el dictador no murió en Alemania, sino en Paraguay, casi tres décadas después del final de la Segunda Guerra Mundial.

En este trabajo, que Basti define como novela histórica y que es la primera entrega de una serie, el periodista y escritor argentino se centra en la figura de Hitler cuando Alemania está a punto de perder la II Guerra Mundial y en su búsqueda de un plan de huida alternativo en caso de derrota.


«Un plan b», explica Basti en una entrevista con Efe, que «se realizó en el marco de un acuerdo militar con Estados Unidos» para facilitar la salida de Alemania de científicos al servicio del nazismo que terminarían «sobre todo en Estados Unidos», según el escritor, pero también en otros países, como Argentina.




A Sudamérica pasando por España​

Basti sostiene que Hitler no se suicidó en Alemania tras perder la guerra sino que se trasladó a España, en abril de 1945, y desde allí viajó a la Patagonia argentina junto a Eva Braun en un submarino con la protección del entonces presidente de facto, Edelmiro Farrell, y de Juan Domingo Perón, su ministro de Guerra, que llegaría después al poder.

Durante los dos primeros mandatos de Perón (1946-1955), Hitler habría vivido en una hacienda próxima a la sureña ciudad argentina de Bariloche bajo el nombre de Adolf Schütelmayor, de acuerdo con las investigaciones de Basti.

Habría sido enterrado en un búnker subterráneo
Tras su derrocamiento,
Tras su derrocamiento, en 1955, Perón le habría pedido al dictador paraguayo Alfredo Stroessner que acogiera a Hitler en Paraguay donde, según el autor, Hitler habría muerto en 1971 y sus restos habrían sido enterrados en la cripta de un búnker subterráneo bajo un edificio hoy ocupado por un hotel.

En su primera novela, Basti, afincado en Bariloche y con varios libros de no ficción publicados sobre el tema, subraya la relación de Hitler con el ocultismo y sus conexiones internacionales a través de círculos que habrían influido en los pasos a seguir durante la guerra.

Grupos como la sociedad Thule, fundada como un círculo de estudio de las raíces alemanas, volcada en la reivindicación de los orígenes de la raza aria, y que apoyó al Partido Obrero Alemán, luego transformado en el Partido Nacionalsocialista liderado por Hitler.

Una sociedad, a la que Hitler no perteneció formalmente pero sí varios de los altos mandos del nazismo y que, según Basti, «no tomaron la guerra como una contienda entre un bando y otro sino como un gran episodio de transmutación de la humanidad, como una era que terminaba y otra que comenzaba».

«Es histórica la pertenencia de dirigentes nazis a estos grupos esotéricos en el momento de entreguerras», continúa el escritor, «lo que la novela ficciona es que esos grupos continuaron sesionando durante la guerra», pese a que oficialmente la sociedad Thule se disolvió tras la llegada de Hitler al poder (1933).

Sobrevivió a muchos atentados. Algunos creían que tenía un pacto con el diablo
El escritor subraya la relación.
El escritor subraya la relación de este tipo de sociedades con el carácter de Hitler, su supervivencia a numerosos atentados y la creencia en algunos sectores de que tenía una suerte de «pacto con el diablo» para salvar su vida, de ahí el título de la novela, «el hombre que venció a la muerte».

Para Basti, que lleva años estudiando las huellas de Hitler en Argentina y Paraguay, el dictador nazi tenía una visión mesiánica de su papel en el mundo y lo plasmó en comentarios como el realizado en 1925 y con el que el escritor abre su libro: «La obra que Cristo emprendió, pero que no pudo acabar, yo -Adolf Hitler- la llevaré a su término».
 
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