Intrigas - Teorías conspirativas - Misterios

La historia del karateca cubano que enseñó a pelear a los agentes de la KGB rusa durante la Guerra Fría

En 1978 Raúl Rizo viajó a Moscú para enseñar su karate operativo a los servicios de seguridad rusos, cambiando para siempre la forma en que las artes marciales se impartían en la URSS​

Por Jorge Cantillo
22 de Noviembre de 2020



Domingo Rodríguez Oquendo, mejor conocido en el mundo de las artes marciales como Raúl Rizo, fue un maestro karateca cubano que entrenó a agentes rusos de la KBG en un estilo de combate cuerpo a cuerpo que desarrolló durante la Guerra Fria.


Domingo Rodríguez Oquendo, mejor conocido en el mundo de las artes marciales como Raúl Rizo, fue un maestro karateca cubano que entrenó a agentes rusos de la KBG en un estilo de combate cuerpo a cuerpo que desarrolló durante la Guerra Fria.


Corría noviembre de 1978 cuando el maestro Domingo Rodríguez Oquendo, mejor conocido en el mundo de las artes marciales como Raúl Riso, desembarcó en Moscú proveniente de Cuba. Su misión, era entrenar a media centena de agentes del servicio secreto soviético en una disciplina de combate que había desarrollado, el “karate operativo”, que adaptaba el arte marcial japonés al combate cuerpo a cuerpo y era practicado, en esos años de Guerra Fría, por la guardia personal de Fidel Castro.

Todo comenzó a principios de ese año, cuando Castro invitó al vicepresidente de la KGB, Vladimir Pirozhkov, a que presenciara en La Habana una sesión de entrenamiento de sus oficiales de seguridad. Pirozhkov estaba de visita oficial a Cuba como parte del intercambio de experiencias de la URSS con otros países socialistas.



Cuba era el gran aliado en Latinoamérica, el único bastión del socialismo en la región, en un tiempo donde el poder global se dividía entre los polos capitalistas, con Estados Unidos a la cabeza, y el mundo socialista comandado por la URSS.



Así el segundo hombre de la KGB, el servicio de inteligencia militar de la Unión Soviética, conocería al hombre responsable de cambiar para siempre la forma de combate cuerpo a cuerpo de sus espías secretos, Raúl Rizo.

Durante la década de los 60 este maestro karateka cubano, que llegó a ostentar el rango de Coronel del Ejército de Cuba, se dedicó a perfeccionar su arte del “karate operativo”, que consiste en una adaptación del estilo clásico de Okinawa de Jyoshinmon Shorin-Ryu el cual aprendió en Japón.

El estilo Shorin-Ryu fue desarrollado por Shoshinahan Hoshu Ikeda y se basa en una filosofía que enseña un “sendero de paz y armonía”, pues guarda relación con la filosofía Zen y las creencias de que para alcanzar el éxito, incluida la enseñanza del karate, se debe estar en armonía con la vida que nos rodea y con todo el universo.


Que este estilo de karate llegara a convertirse en la nueva forma de combate de los espías soviéticos fue la obra de Rizo, quien consideraba que el Jyoshinmon Shorin-Ryu solo podía ser practicado de manera individual sobre el tatami.

El maestro cubano desarrollaría entonces su propio estilo, cuya aplicación estaría enfocada en el combate sin armas y que encontraría un lugar en el entrenamiento de las unidades del servicio militar cubano, las fuerzas armadas y las fuerzas del orden público en general.


Para tal fin, el maestro cubano mantendría los movimientos más letales del karate para neutralizar al enemigo. Se centraba en los puntos más vulnerables del adversario y combinaba los puños y patadas con llaves de jiu jitsu para crear así el “karate operativo”.

Tan popular llegó a ser este estilo de pelea cuerpo a cuerpo entre los oficiales del Ejército de Cuba que durante la década del 70 en la isla existía el refrán: “El karate es un arma de la Revolución”.


Del Sambo al Karate cubano


A finales de la década del 70 en Rusia el karate no era muy bien visto. La postura oficial de lo que entonces se llamaba la URSS era considerar este deporte japonés algo propio del capitalismo.


Incluso, las autoridades soviéticas intentaron prohibirlo en varias oportunidades, aunque nunca llegó a existir una restricción legal para practicarlo.

Por esos años las fuerzas especiales del Ejército soviético y los agentes de la KGB eran entrenados en el Sambo, una forma de combate que se remonta al final de la revolución rusa de 1917 cuando Lenin se dio a la tarea de modernizar el ejército.


El combate cuerpo a cuerpo era uno de los pilares de esa modernización, por lo que se constituyó un comité denominado “Formación General de Militares” cuya tarea era estudiar las diferentes artes marciales propias o extranjeras y trazar un plan para que dichas técnicas fueran enseñadas en el Ejército Rojo.

Entre las disciplinas autóctonas están el Chidaoba georgiano, el Koch de Armenia, el Trîntǎ de Moldavia, el Khapsagay de Mongolia y el Kurash de Uzbekistan. Pero también exportó el Judo de Japón, gracias al maestro Vasili Sergéyevich Ochschépkov, creando así un estilo de combate único que sigue siendo usado en Rusia, practicado entre los deportes nacionales y del que incluso es experto su actual presidente Vladimir Putin.

Pero la visita a Cuba de Pirozhkov lo cambió todo pues el oficial soviético quedó fascinado con el estilo exhibido por Rizo y al regresar a Moscú presentó un informe al entonces jefe de la KGB, Yuri Andrópov, sobre la forma de karate cubano de la que había sido testigo. Dicho estilo, se lee en documentos rusos de la época, superaba en sus características prácticas a todas las disciplinas tradicionales del mundo oriental.

Así se dio el arribo del maestro Rizo a Moscú, acompañado de su ayudante y estudiante Ramiro Chirino, iniciando tres meses de intensos entrenamientos con jornadas de hasta 12 horas al día y que introdujeron un nuevo estilo de pelea en los agentes de la KGB.

Para febrero de 1979 el maestro karateca cubano había logrado graduar a 50 agentes de la KGB como instructores de “karate operativo”, para siempre cambiando la forma en que las artes marciales se impartían en la potencia de oriente.

Estos instructores llevarían el legado de Rizo a la enseñanza del Sambo y otras formas de artes marciales que aún subsisten en Rusia hasta el día de hoy.

El padre del Karate-do en Cuba

Cuando murió Raúl Rizo en 2011 varios medios cubanos recogieron su muerte, catalogándolo como el “padre del Karate-do” en la isla. Un reconocimiento que se ganó por una vida dedicada a la enseñanza de la diferentes disciplinas marciales en el país castrista.

Desde la temprana edad de 20 años Rizo empezó su camino en las artes marciales, primero practicando Kung Fu con el Maestro Rufino Alay, un cubano de ascendencia china que abriría la puerta a las disciplinas orientales en la isla.

Pero Raúl labraría su propio camino, viajando a Japón para graduarse como 6to. Dan Maestro Jyoshimon Shorin Ryu y 4to Dan Maestro en Kobudo.

Durante su formación en Japón el maestro Rizo trabajaba en la embajada cubana durante el día y estudiaba por las noches en la Escuela Tradicional de Artes Marciales Ikeda en Tokio. En 1976 regresaría a Cuba y empezaría a enseñar por su cuenta.

Raúl Rizo, creador del karate operativo.
Raúl Rizo, creador del karate operativo.

Duró dos años para graduar a sus primeros estudiantes, que recibieron por primera vez en la historia del karate cubano las categorías de 2do y 3er Dan, de instructores y entrenadores.

El maestro Rizo llegó a ser el presidente de la Federación de Karate de Cuba y de la Comisión de Defensa Personal.

Su estilo particular de combate cuerpo a cuerpo bautizado “karate operativo”, se enseñó en muchos países del mundo, como Angola, Mozambique y Nicaragua.

Tuvo muchos detractores, quienes lo acusaban de alejarse del espíritu del karate tradicional, pero también muchos adeptos que resaltaron siempre sus valores éticos y sus enseñanzas de vida usando las artes marciales.

En vida alcanzó a declarar que aunque enseñó en muchos lugares, nadie como los rusos a la hora de practicar el karate operativo.

Cuando murió Domingo Rodríguez Oquendo, conocido como Raúl Rizo, era una figura reconocida y admirada en Rusia, pero desconocida para la mayoría del pueblo cubano.


 

El espía que se ocultaba en un yacimiento arqueológico

Hugh Borthwick, el escocés que habitó y salvó del expolio la isla del Fraile, vigilaba en realidad a los barcos alemanes​


Vicente G. Olaya
Madrid - 11 ene 2021 - 20:42
Isla del Fraile (Águilas, Murcia), desde donde Hugh Borthwick vigilaba a los cargueros alemanes.
Isla del Fraile (Águilas, Murcia), desde donde Hugh Borthwick vigilaba a los cargueros alemanes.Juan de Dios Hernández

Llegaron a Águilas (Murcia) a finales del XIX en vagones de madera arrastrados por las máquinas de vapor de la compañía The Great Southern of Spain Railway Company Limited (GSSR). Eran los ingenieros británicos que iban a explotar las minas de hierro de la sierra de Filabres. Las traviesas de aquel tren minero acababan justo en el embarcadero de Hornillos, donde los barcos alemanes, ingleses y con bandera neutral llenaban sus bodegas con el precioso cargamento férrico que sería indispensable en la inminente Primera Guerra Mundial.

Frente al muelle, la pequeña isla del Fraile; y sobre el islote, el noble escocés Hugh Pakenham Borthwick, con sus sirvientes. Una de las mujeres que atendía su casa dejó grabada en cinta magnetofónica en los pasados años ochenta la vida cotidiana del aristócrata, que llegó en 1912 a la isla y la abandonó en 1920, poco después de terminar la Gran Guerra que destruyó Europa. Borthwich no prestó nunca atención al entorno arqueológico que pisaba, lo que permitió que el yacimiento se salvara del expolio. Y que, ahora, el Área de Arqueología de la Universidad de Murcia y el Museo Arqueológico de Águilas, con la colaboración del Ayuntamiento, excaven en busca de un auténtico tesoro: posibles restos de un edificio monumental, monedas, un asentamiento romano y una necrópolis islámica con un enterramiento infantil. A Borthwick nunca le interesó, porque estaba ocupado con su propio misterio. Solo miraba hacia un lugar: el muelle con los buques cargados de hierro. Iba apuntando el nombre de las naves y sus banderas.

María Abellán Ruiz, entonces de unos 12 años, su madre y su abuela eran tres de las asistentas que cuidaban la vivienda que Borthwick habitaba en la isla. José Asensio, profesor y colaborador de isabadell.cat, es el nieto de María. En 1983, grabó lo que, la ya anciana, recordaba de la vida del escocés. “No tenía relación con la colonia inglesa. Él era su periódico, su correspondencia… Siempre estaba leyendo. Recibía muchas cartas. Pero nunca las guardaba. Las destruía después de leerlas. Los periódicos sí que los guardaba. Se acostaba muy temprano, siempre con su revolver debajo de la almohada, pero no le tenía miedo a nada. Nunca nos explicó por qué tenía el arma…”.
Historiadores, testigos y archivos coinciden en que el espía avisaba a su enlace cuando un barco alemán o de un país neutral cargaba mineral de hierro. El operativo de alerta estaba bien diseñado porque, tras la advertencia, la nave carguera era hundida por los submarinos británicos. “Aunque las habladurías lo señalan”, aclara Asensio, “como desertor de la guerra, la verdad es que su misión era espiar a los alemanes desde su situación privilegiada en la isla del Fraile”.

En 1992 el escritor Juan Navarro, en su libro Huellas del pasado, recordó que “don Hugo, como le llamaban los aguileños, se instaló, además de en la isla, en la localidad, en dos viviendas que aún existen”.

La población británica en Águilas, a principios del XX, era muy importante y su manera de vivir había calado entre el vecindario. De hecho, los ingleses crearon el primer equipo de fútbol local (donde jugó Borthwick), introdujeron el rugby y el tenis y hasta condujeron el primer coche de motor por las calles del municipio. Trajeron también su propia arquitectura, su ingeniería y, por supuesto, su idioma. “En aquella época había vecinos en Águilas que no sabían escribir, pero que hablaban inglés por el contacto diario con los extranjeros”, explica Juan de Dios Hernández, arqueólogo municipal.

Hugh Pakenham Borthwick, en noviembre de 1911.
Hugh Pakenham Borthwick, en noviembre de 1911.

La isla ―a solo 100 metros de la costa― era propiedad del banquero escocés John Gray (Juan Gray), que se la vendió en 1910 al teniente coronel del Ejército británico Alexander Borthwick. Y este, con la excusa de la explotación de una cantera sobre ella, se la traspasó a su hijo Hugo.

El joven Borthwick, gracias a la fortuna de su familia, había estudiado en Oxford, donde fue reclutado por el servicio secreto británico. A los 25 años, y con la isla a su nombre, ya estaba en Águilas listo para cumplir su misión. La escritora holandesa Jacqueline Sorel, que está preparando una obra sobre él, recuerda que fue destinado como espía a Águilas cuando los alemanes descubrieron a su antecesor. “Hubo un incidente con un submarino alemán en Cartagena y el agente que le precedía fue descubierto. Digamos que ya no servía para nada y el servicio secreto tuvo que cambiar de hombre rápidamente”, explica por teléfono.

Según los testimonios de la época, recogidos por Asensio, “en una época donde la pobreza era extrema en Águilas, don Hugo representaba el estereotipo de joven atractivo. Alto y con ojos azules, fumaba en pipa y vestía siempre de negro, aunque algunas veces se le veía con un traje blanco impoluto y su sombrero. Su ropa era lavada y planchada cada día por su obsesión con la limpieza”,

Siempre se mostró muy amable con sus empleados ―contaba con guardaespaldas, chófer y criados― e intentó enseñar a leer y a escribir a sus sirvientes, incluso les dio nociones de inglés. Aunque apenas se relacionaba con sus compatriotas en público, sí recibía, en cambio, visitas de diferentes británicos. “Gente muy bien vestida, con joyas y sombreros, algo completamente inimaginable para los vecinos de Águilas de principios de siglo. Era un auténtico shock”, explica Juan de Dios Hernández.

“Fue un hombre bueno”, dejó grabado María Abellán en 1983. “Le daba mucha lástima la pobreza, amaba a los niños y les repartía importantes cantidades de dinero para la época. A veces les daba 15 pesetas, que era más de lo que ganaban algunos de sus sirvientes. Así, se corrió la voz de la humanidad de don Hugo y se acercaban muchos pobres a pedir”.
Borthwick desapareció como llegó: sin avisar. Se casó en Inglaterra y a su muerte, en 1950, su esposa visitó Águilas e intentó contactar con sus sirvientes, pero muchos ya habían fallecido o no conocieron su llegada.

“Don Hugo merece”, dice Asensio, “estar presente para siempre en el nomenclátor aguileño. Me gustaría que el mirador del Hornillo [el embarcadero al que el escocés no quitaba ojo y que va a ser restaurado en breve] lleve su nombre y que se rehabiliten las viviendas de la isla donde él residió y se cree, además, allí una exposición permanente”. Todo, para el hombre que vigilaba el muelle y que no expolió el tesoro arqueológico (restos de época romana e islámica) sobre el que habitaba, la isla del Fraile, que ahora causa la admiración de los arqueólogos.

 

La historia del verdugo “encantador”: amor, crímenes atroces y huida del nazi Otto Wächter

“Ruta de escape”, el nuevo libro de Philippe Sands, cuenta el derrotero del oficial de la SS. La Ratline estuvo a punto de sacarlo de Europa, pero mientras esperaba su viaje clandestino a América del Sur, murió en Roma. Responsable de la expulsión de judíos de Cracovia, el Gueto de Varsovia y 100.000 masacrados en Galitzia, fue también un marido enamorado y un padre inolvidable​

26 de Enero de 2021



Otto von Wächter, el nazi cuya historia de crímenes, amor y huida cuenta Ruta de escape, el libro de Philippe Sands (Horst Wächter)
Otto von Wächter, el nazi cuya historia de crímenes, amor y huida cuenta "Ruta de escape", el libro de Philippe Sands (Horst Wächter)

En 1949 dos monjes dejaron a un hombre enfermo en la puerta del Hospital Espíritu Santo, en Roma: se llamaba Alfredo Reinhardt, tenía 45 años, era soltero y de profesión, escritor, según sus documentos. El huésped del monasterio Vigna Pia se había sentido mal semanas atrás, pero las atenciones no lograron mejorarlo. Al contrario.


El hospital ingresó a Reinhardt sin saber que, en realidad, era el nazi fugitivo Otto Wächter, quien había pasado años escondido en los Alpes austríacos hasta que el obispo Alois Hudal, el más famoso de los pronazis del Vaticano, le ofreció protección para que esperase un pasaje a América del Sur gestionado por los agentes de la Ratline. La Línea de Ratas organizó el escape clandestino de —entre demasiados otros— Adolf Eichmann y Erich Priebke, quienes se instalaron en Argentina, o Klaus Barbie, que siguió hasta Bolivia, y Josef Menguele, que pasó por Paraguay antes de instalarse en Brasil. A Wächter, un barón que había dejado caer el von de su apellido por amor al nacional-socialismo, la magnífica Buenos Aires le parecía un destino adecuado.



Desde el triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, el brigadeführer Wächter era buscado por la expulsión de 68.000 judíos de Cracovia, el encierro de otros 15.000 en el Gueto de Varsovia y la muerte de casi todos, además de otros 100.000 masacrados en Galitzia, cuando fue gobernador de los territorios ocupados por los nazis en Polonia y lo que hoy es Ucrania.


Otto von Wächter (der.) fue acusado de expulsar a 68.000 judíos de Cracovia, encerrar —y matar a casi todos— 15.000 en el Gueto de Varsovia y masacrar a 100.000 en Galitzia (Horst Wächter)
Otto von Wächter (der.) fue acusado de expulsar a 68.000 judíos de Cracovia, encerrar —y matar a casi todos— 15.000 en el Gueto de Varsovia y masacrar a 100.000 en Galitzia (Horst Wächter)

En esa geografía móvil, precisamente, se halla la ciudad de Lemberg, que a medida que pasó del Imperio austrohúngaro a Rusia y a Polonia fue cambiando de nombres: Lviv, Lwöw, Lvov. Allí Wächter había actuado bajo las órdenes de Hans Frank, y entre sus acciones se cuentan la de haber masacrado a 80 miembros de la familia del prestigioso escritor y jurista Philippe Sands. Solo su abuelo, Leon Buchholz, había sobrevivido.


Sands contó la historia de su abuelo, y la de Frank, condenado a la horca en el juicio de Nuremberg, en Calle Este-Oeste, una novela de no ficción traducida a 26 idiomas. Ahora sale en castellano su nueva obra, Ruta de escape, que cuenta la de Wächter y de uno de sus hijos, el pequeño Horst, nacido en 1939 y así llamado por el himno nazi “Horst Wessel”, quien creció para idealizar delirantemente a su padre.

Ruta de escape trata de lo que ocurre cuando no se imparte justicia”, dijo Sands a El País. “En Calle Este-Oeste se hacía justicia con Hans Frank en Nuremberg. Otto Wächter, en cambio, escapa. La huida permitió a su familia retratar al padre como a un inocente. La teoría del libro diría que es que la vida no es así: solo porque escape de la justicia no significa que el individuo sea inocente, y esto no trae paz a la familia”.


De hecho, Horst Wächter nunca aceptó que su padre hubiera muerto por causas naturales en el Hospital Espíritu Santo: estaba convencido de que Josef Stalin había ordenado que lo envenenaran.

Philippe Sands, el autor de Calle Este-Oeste, traducido a 26 idiomas
Philippe Sands, el autor de "Calle Este-Oeste", traducido a 26 idiomas

En la cama 9 de la Sala Baglivi, diagnosticado con una atrofia hepática aguda complicada por una diabetes y una infección, Wächter recibió tres visitas: un obispo cercano al papa Pío XII, un médico que había trabajado en la embajada de la Alemania nazi en Roma y una mujer de origen prusiano casada con un italiano, posiblemente un miembro de enlace de la Ratline. Pero al cabo de diez días, el 14 de julio, Wächter murió sin que esas gestiones pudieran dejarlo a salvo y con otra identidad en un rincón distante del mundo.


“Es más importante entender al verdugo que a la víctima”: esa cita de Javier Cercas abre Ruta de escape. Pero decirlo es una cosa y lograrlo, otra muy diferente.

“Hubo que hacer mucho en Lemberg”, le escribió, por ejemplo, Wächter a su esposa Charlotte, a quien llamaba Lotte y amaba perdidamente. “Ahora se llevan a cabo grandes acciones judías. Mucho amor para los niños”. También: “Se deportan cada vez más judíos y es difícil conseguir polvo de ladrillo para la cancha de tenis”.


Wächter surge en la novela como un hombre seductor, “la antítesis del burócrata gris y de apariencia banal que se identifica con Eichmann o del nazi de película que lleva la maldad incrustada en el rostro”, describió Marc Bassets en el diario español. “Hay momentos de la huida —cuando pasa tres años sobreviviendo en la alta montaña o cuando más tarde llega a Roma a la espera del pasaje hacia América Latina— en los que el lector se sorprende a sí mismo deseando que las cosas le salgan bien al criminal, que no le pillen quienes imaginamos que son sus perseguidores, que se salga con la suya”.

Wächter surge en la novela como un hombre seductor, “la antítesis del burócrata gris y de apariencia banal que se identifica con Eichmann o del nazi de película que lleva la maldad incrustada en el rostro”, describió El País (Horst Wächter)
Wächter surge en la novela como un hombre seductor, “la antítesis del burócrata gris y de apariencia banal que se identifica con Eichmann o del nazi de película que lleva la maldad incrustada en el rostro”, describió El País (Horst Wächter)

Lotte también estaba enamoradísima de su esposo: “Con su abrigo negro de las SS con solapas blancas sobre el uniforme de las SS se veía espléndido”, escribió en la correspondencia que sirvió de base a Sands. Ella lo ayudó con mapas y alimentos mientras se escondió en los Alpes; se reunió con él en la clandestinidad en el verano de 1948, para que viera a sus hijos, y él se escabulló en Salzburgo esa Navidad para pasarla en familia.


Luego de la guerra, Lotte y sus hijos vivieron en el ostracismo; Horst debió preguntarse, al crecer, si su padre había sido el monstruo que todos describían. Su madre no lo pensaba. Él la amaba y fue quien la cuidó en sus años finales. Agobiadas por el peso de la historia, sus hermanas habían dejado Austria; él prefirió “dejar la normalidad”, como le dijo a Sands, y ver a su padre bajo una luz amable.

“Hizo una distinción: el padre como un individuo, como un mero engranaje en un sistema poderoso, parte de un grupo criminal más amplio. Horst no negaba los horrores de un holocausto, de millones de personas asesinadas. Había sucedido y estaba mal, punto. ‘Sé que el sistema era criminal, que mi padre era parte del sistema, pero no pienso que él haya sido un criminal’”, le dio voz Sands, también profesor de University College of London. Curiosamente, la mayor parte de las cartas y diarios que lo probaban, destacó, le fueron entregados por el propio Horst.


Sands también encontró tres documentos cruciales en el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, que lo inspiraron a elegir un segundo epígrafe para su libro sobre la existencia del mal: “Con sus arcos traspasarán a los jóvenes; no se apiadarán del fruto del vientre ni tendrán compasión de los hijos”, citó el Libro de Isaías.

Otto y Lotta Wächter en sus felices años nazis, con sus hijos menores
Otto y Lotta Wächter en sus felices años nazis, con sus hijos menores

Uno de los documentos, un memo que Wächter envió días antes de llegar a Lemberg, puso en marcha “la deportación de los judíos económicamente improductivos” de la ciudad. El segundo, de marzo de 1942, creó “límites estrictos para el trabajo que los judíos podían realizar en Galitzia”: quienes quedaran fuera, serían “transportados” al campo de exterminio de Belzec.

El tercer documento es una carta de Heinrich Himmler, quien visitó a Wächter en Lemberg en agosto de 1942, luego de una masacre de 40.000 personas, y le ofreció un cargo en Viena, cerca de su familia. Wächter lo rechazó. Es decir que el brigadeführer podría haber dejado de ensangrentar Galitzia, podría haberse reciclado detrás de un escritorio y acaso aspirar a reescribir su historia. Pero prefirió seguir allí.

Sands le cedió la palabra a Eli Rosenbaum, quien dedicó tres décadas de su vida en el Departamento de Justicia estadounidense en la búsqueda y imputación de criminales de guerra nazis: “El caso de Wächter es el único que he conocido en el que a alguien realmente le ofrecieron la oportunidad de trasladarse, de cesar su implicación en crímenes, y la rechazó”.

Ruta de escape reflexionó sobre el asunto: “¿Cómo explicamos que personas con alto nivel de educación, inteligencia y cultura puedan involucrarse en asesinatos de masas? En mi opinión, no es correcto etiquetarlos como monstruos, simplemente. Es mucho más complejo, y en estas cartas y diarios se tiene la sensación de que Otto von Wächter tenía una identidad doble. Por un lado fue alguien que participó en los crímenes más atroces, pero por otro lado fue un padre y un esposo increíblemente cariñoso”.

Philippe Sands publicó en Twitter una foto con la traducción al castellano de su libro
Philippe Sands publicó en Twitter una foto con la traducción al castellano de su libro

Una parte importante del libro sobre la vida, los crímenes, el romance y la muerte de Wächter, analiza eso desde la perspectiva del hijo. Como una subtrama, Ruta de escapae cuenta la extraña y gran relación que se creó entre Horst y Sands mientras el autor avanzaba en su investigación.

Se conocieron durante la escritura de Calle Este-Oeste, cuando Sands habló con el hijo del nazi Frank, Niklas, quien le dijo sobre el juicio de Nuremberg: “Estoy en contra de la pena de muerte, excepto en el caso de mi padre’”. Niklas Frank repudió los crímenes de su padre y escribió un libro, Der Vater, que fue un ajuste de cuentas con su memoria. Pero si Sands quería entender la aniquilación de los judíos en Galitzia tenía que estudiar también a Wächter, sugirió. Y se ofreció a presentarle al hijo. “Con una suave advertencia: a diferencia de él, que tenía una perspectiva negativa de su padre”, recordó Sands en el libro, “Horst se afirmaba a una mirada más positiva del suyo”. Luego los reuniría en el documental My Nazi Legacy.

Philippe Sands con Horst Wächter (izq) y Niklas Frank, dos hijos de nazis con perspectivas muy distintas sobre sus padres (The Ratline/ BBC)
Philippe Sands con Horst Wächter (izq) y Niklas Frank, dos hijos de nazis con perspectivas muy distintas sobre sus padres (The Ratline/ BBC)

Horst lo recibió en el castillo desvencijado del siglo XVII donde vive. Llevaba una camisa rosada y Birkenstocks. Le mostró fotos familiares, las cartas de amor entre sus padres y el diario de Lotte. “La responsabilidad histórica de su padre fue un asunto complejo”, escribió en Ruta de escape. “Otto estaba en contra de las teorías raciales, no veía a los alemanes como superhombres y a los demás como untermenschen. ‘Quería hacer algo bueno, quería que las cosas progresaran, quería encontrar una solución a los problemas de la Primera Guerra Mundial’”, insistió el hijo.

“Su padre era un hombre decente, un optimista que trató de hacer el bien pero terminó atrapado en los horrores que ocasionaron otros”, quiso convencerlo. En los correos electrónicos que intercambiaron luego, Horst le mandó fotos de “una marcha de hermosas niñas en honor de la división Galitzia de las SS que mi padre creó allí” y le propuso que escuchara unos audios que su madre había grabado antes de morir. “Yo era una nazi entusiasta”, la escuchó decir Sands.

Cada prueba era peor que la otra: una tarjeta de felicitación de Heinrich Himmler para su cumpleaños 43; un ejemplar firmado de Mein Kampf; una carta de Otto a Lotte sobre un concierto hermoso, en la que comentaba: “Mañana tengo que hacer ejecutar a otros 50 polacos”.

—”Tengo que” —destacó Horst—. Él no decidió matarlos. Fue algún juez de la Gestapo.

Otto Wächter (izq) con Heinrich Himmler (Horst Wachter)
Otto Wächter (izq) con Heinrich Himmler (Horst Wachter)

A pesar de todo, Sands pintó un perfil compasivo del hijo de Wächter. “Aunque discrepo de sus conclusiones sobre los hechos y su negación de los hechos, no es un negacionista del Holocausto, no es un antisemita, no es un racista”, dijo a El País. “Es una buena persona, los aprecio”.standartenführer

Así como Ruta de escape es, de algún modo, un spin-off de Calle Este-Oeste, tendrá a su vez su propia derivación, cuya salida se estima en 2024: en el monasterio Vigna Pia, donde Wächter pasó tres meses de paz e ilusión antes de caer enfermo —iba a nadar al Tíber, trabajó como extra en una película y escribió el manifiesto “Quo Vadis Germania?”—, coincidió con Walter Rauff, Standartenführer acusado de la muerte de medio millón de personas en Auschwitz. Rauff había sido detenido por los aliados pero se fugó del campo de Rimini en 1946, ayudado por un sacerdote. Sobre él y sobre su vida en América del Sur, donde trabajó al servicio del dictador chileno Augusto Pinochet, tratará el tercer volumen.

Luego de haber eliminado la h de su nombre Walther, Rauff vivió en el mundo de las sombras. En 1948 viajó a Siria como especialista en inteligencia contratado por Husni al-Za’im, jefe del Estado mayor del ejército de Siria. Allí trabajó para él y para el MI6, del Reino Unido, lo cual fue providencial cuando al-Za’im dio un golpe de estado solo para ser derrocado a los pocos meses: pasó al Líbano y de ahí regresó a Roma para entregarse a su destino sudamericano.

Horst Wächter en su castillo de Austria, donde abandonó la normalidad para seguir amando a su padre nazi (My Nazi Legacy)
Horst Wächter en su castillo de Austria, donde abandonó la normalidad para seguir amando a su padre nazi (My Nazi Legacy)

En 1949 llegó a la Argentina —el sueño incumplido de Wächter— y se quedó hasta el golpe de Estado de 1955 contra Juan Domingo Perón. Temeroso de cambios en su protección, pasó a Ecuador, donde trabajó en Mercedes Benz y —más trascendente— conoció a Pinochet. En 1958 se instaló en Chile, donde enseñó en la DINA mientras trabajaba como agente secreto de los alemanes. Cuatro años más tarde, Alemania Occidental pidió su extradición, pero la Corte Suprema chilena la negó, y aun durante el Gobierno del socialista Salvador Allende, Rauff siguió libre en Chile. Con el golpe de Estado de Pinochet se integró a los servicios secretos que realizaban interrogatorios bajo tortura.

Curiosamente, su historia también tiene algo de personal para Sands. Así como Calle Este-Oeste nació de la historia de su abuelo Leon, el cierre de la trilogía —que por ahora solo tiene el título de trabajo Pino Book, El libro de Pino— le toca de cerca porque el escritor y abogado participó en la acusación de Pinochet tras la detención ordenada por el juez español Baltasar Garzón.

Atrincherado en una clínica de Londres, el dictador chileno debió montar su defensa. Garzón lo procesaba por delitos de lesa humanidad y genocidio, los dos conceptos legales que Hersch Lauterpacht y Rafael Lemkin crearon para el juicio de Nuremberg, tal como cuenta Calle Este-Oeste. “Entonces, mi firma de abogados en Londres me llama para decirme que los de Pinochet quieren contratarme”, contó Sands a El País. Su esposa, hija y nieta de republicanos españoles, le dijo: ”Si actúas a favor de Pinochet, me divorcio”.

Sands participó, pero en contra, “Y el tercer libro de la serie será la historia del caso Pinochet en Madrid, en Londres y en Chile, y también la historia de Walter Rauff”, agregó en la entrevista.

Libros de Philippe Sands
Libros de Philippe Sands

 

‘Amerikabomber’, el plan de Hitler para bombardear Estados Unidos


Tercer Reich​


Alemania aspiró a desarrollar potentes bombarderos estratégicos de largo alcance para atacar el territorio continental de Estados Unidos​


Iván Giménez Chueca

26/01/2021 07:00Actualizado a 26/01/2021 08:47


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Hitler anuncia la declaración de guerra contra Estados Unidos en el Reichstag el 11 de diciembre de 1941.
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El 4 de abril de 1941, el ministro de Asuntos Exteriores del Imperio japonés Yosuke Matsuoka visitó Berlín, donde se reunió con Adolf Hitler para analizar las relaciones entre ambas potencias. En un momento de la conversación, el Führer reiteró su idea de apoyar al país asiático si este entraba en guerra con Estados Unidos. Incluso aseguró a su interlocutor que los U-boote y la Luftwaffe atacarían objetivos en suelo estadounidense.
¿Una bravuconada de Hitler? Puede parecer descabellado, pero detrás de las palabras del líder nazi estaba el trabajo de su industria aeronáutica para dotar a la Luftwaffe de un bombardero estratégico de largo alcance. La gran aspiración era atacar territorio continental de EE. UU. y arrasar objetivos emblemáticos, como Nueva York o los grandes centros industriales de la costa este.


La idea de contar con aviones con gran autonomía de vuelo era una idea de la Luftwaffe que comenzó a desarrollarse poco después de la llegada de los nazis al poder. El impulsor fue el jefe del Estado Mayor de la recién creada fuerza aérea alemana: Walther Wever. Bajo su dirección se empezó a trabajar en el proyecto “Ural bomber”. La iniciativa, pensada para una guerra futura con la URSS, estudiaba cómo atacar desde el aire sus industrias en los Urales.
Wever murió el 3 de junio de 1936, y los nuevos comandantes de la Luftwaffe apostaron por bombarderos más tácticos que actuaran en coordinación con las tropas de tierra para apoyarlas en sus campañas. Esta coordinación se convertiría en uno de los pilares de la guerra relámpago, o Blitzkrieg, fuente de los éxitos alemanes en los primeros años del conflicto que azotó el mundo entre 1939 y 1945.


Funeral de Walther Wever.

Funeral de Walther Wever.
Bundesarchiv, Bild 183-2006-1010-503 / CC-BY-SA 3.0

Aunque la Luftwaffe parecía dejar atrás sus planes para un gran bombardero, el sector aeronáutico alemán se demostró capaz de construir aviones transatlánticos. En noviembre de 1937, en una visita de Hitler a las factorías de Messerschmitt en Augsburgo, el fundador de la compañía, Willy Messerschmitt, enseñó al líder alemán un prototipo de bombardero cuatrimotor con un alcance teórico de 6.000 kilómetros y capacidad para llevar casi una tonelada de bombas.

Con ese radio de acción se podía plantear un ataque a Estados Unidos, pero hacía falta contar con bases en lugares como la costa francesa occidental o las Azores. De todos modos, el prototipo de Messerschmitt presentaba problemas con la potencia de los motores, con lo que no podía entrar aún en producción.

Si bien la idea de Messerschmitt gustó a Hitler, ante la insistencia de Hermann Göring prefirió optar por otros proyectos, como el Junkers Ju 88, un bombardero rápido bimotor que no sería tan costoso de producir ni en tiempo ni en materiales.

Otra muestra de las capacidades alemanas en este sentido tuvo lugar el 11 de agosto de 1938. Entonces, un avión de pasajeros, el Fw 200 Condor, completó un vuelo directo entre Berlín y Nueva York. El aparato era de la empresa Focke-Wulf, creadora de aviones de combate emblemáticos de la Segunda Guerra Mundial como el caza Fw 109.

Prototipo de Messerschmitt.

Prototipo de Messerschmitt.
Bundesarchiv, Bild 146-1995-042-37 / CC-BY-SA 3.0

La llegada del Fw 200 fue una hazaña destacada por la prensa de EE. UU. El ejército norteamericano también se fijó en esa gesta aeronáutica del Reich. Aunque el avión que había aterrizado en Nueva York era de pasajeros, pronto se desarrollaron variantes militares. Sin embargo, al tener que cargar con armas y otros equipos, perdían autonomía para cruzar el Atlántico (a más peso e igual potencia de motor, menos alcance).

La Luftwaffe enseña las costuras​

El inicio de la Segunda Guerra Mundial demostró las virtudes, pero también las debilidades de la Luftwaffe. La fuerza aérea alemana no pudo someter a Gran Bretaña durante la batalla de Inglaterra (julio-octubre de 1940). Este fracaso no solo respondió al valor de los pilotos británicos, sino también a la falta de aparatos germanos que pudieran atacar con garantías a escala estratégica.

La resistencia de la RAF británica fue solo un primer aviso, y los militares del Reich certificaron estas carencias durante la campaña contra la Unión Soviética. Allí vieron impotentes cómo quedaban fuera de su ámbito los grandes centros industriales que Stalin había ordenado trasladar a los Urales.

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Churchill visita la catedral de Coventry tras el bombardeo nazi
Terceros

Además de sus problemas con británicos y soviéticos, a Hitler cada vez le preocupaba más el papel de Estados Unidos. Tanto el Führer como sus generales sabían que un conflicto con la potencia norteamericana era cada vez más probable, y comenzaron a valorar la ocupación de algunos territorios estratégicos en el Atlántico, como las islas Canarias o las Azores.
El archipiélago portugués era especialmente interesante para Alemania. Desde allí, si lograban disponer de bombarderos de largo alcance, podrían atacar los puertos de la costa este estadounidense. Incluso la simple instalación de bases nazis en las Azores podría servir como disuasión para que el gigante americano no entrara en la guerra.

Se aceleran los planes​

El conflicto con EE. UU. estalló el 11 de diciembre de 1941, cuatro días después del ataque japonés a Pearl Harbor. Alemania declaró la guerra en una decisión personal de Hitler. En ese contexto, Willy Messerschmitt le dijo al Führer que su prototipo de bombardero estaba en fase avanzada. Tenía la designación de Me 264, y el ingeniero aseguraba que poseía una autonomía de 11.600 kilómetros, suficientes para un vuelo de ida y vuelta a Nueva York.

En la primavera de 1942, la Luftwaffe encargó al coronel Dietrich Schwenke, al frente de los vuelos de prueba, elaborar un informe sobre las posibilidades de contar con un aparato para atacar EE. UU. A partir de entonces, este proyecto se conoció como “Amerikabomber”. No se otorgó directamente a Messerschmitt, pese a su buena sintonía con Hitler.

Batalla de Inglaterra. Un bombardero sobrevuela el este de Londres al inicio de los ataques de la Luftwaffe el 7 de septiembre de 1940.

Batalla de Inglaterra. Un bombardero sobrevuela el este de Londres al inicio de los ataques de la Luftwaffe el 7 de septiembre de 1940.
Propias

El informe del coronel Schwenke estuvo finalizado el 27 de abril de 1942. Como alternativa a una hipotética ocupación de las Azores, se planteaba utilizar algún punto de la costa atlántica francesa, como Brest (a 5.500 km de Nueva York). Además del Me 264, se contemplaban otros modelos, como el mencionado Fw 200, el Heinkel He 277, el Junkers Ju 290 o el Blohm & Voss BV 222 Wiking. Se inició una carrera entre estos fabricantes por construir el “Amerikabomber”.
El plan de Schwenke también establecía una serie de objetivos. Con Nueva York a la cabeza, se pretendía atacar también centros industriales en Carolina del Norte, Tennessee o Pensilvania.

El Heinkel He 277 era el avión llamado a ser el principal competidor del Me 264 en aquella carrera. Era una evolución del He 177, el único bombardero de largo alcance en el arsenal del Reich. Con todo, pese a realizar importantes avances, solo se fabricaron algunas piezas. Las otras opciones, o bien eran modelos que necesitaban aumentar sus capacidades (como el Fw 200 o el BV 222) o fueron prototipos que quedaron en la mesa de diseño.

Ambiciones y realidades​

El Me 264 iba a tener un poco más de suerte que el He 277. Se llegaron a construir tres unidades, que realizaron varios vuelos de prueba. Estos comenzaron el 23 de diciembre de 1942. Se esperaba construir unos treinta aparatos, una cantidad escasa, si se compara con los casi 13.000 B-17 Flying Fortress (bombarderos estratégicos) que fabricó EE. UU. durante el conflicto.
Pero la idea de la Luftwaffe para los “Amerikabombers” no era lanzar raids masivos. Los nazis buscaban un impacto psicológico: atemorizar a la población estadounidense y obligar a Washington a destinar más recursos militares para defender la costa este. En definitiva, distraer la atención de los frentes europeos.

El golpe definitivo contra el proyecto llegó en julio de 1944, con la orden de Speer de priorizar la fabricación de cazas​

El proyecto “Amerikabomber” no progresaría mucho más. En 1943, las tornas de la guerra comenzaron a cambiar. Alemania veía que sus recursos se iban reduciendo y tenía que centrarse en la defensa del Reich. Además, el desembarco de Normandía en junio de 1944 arrebató a Hitler las bases en la costa francesa desde donde iban a despegar sus súper bombarderos.

Un golpe definitivo para el proyecto llegó el 8 de julio de 1944. El ministro de Armamento del Tercer Reich, Albert Speer, ordenó priorizar la fabricación de cazas por delante de los bombarderos. El Me 264 no entraría en producción. Además, las factorías de Messerschmitt sufrieron importantes ataques. Los prototipos del aparato fueron destruidos, así como importantes cantidades de componentes.

Albert Speer junto a Adolf Hitler en 1933.

Albert Speer (dcha.) junto a Adolf Hitler.
Bundesarchiv, Bild 146-1971-016-29 / CC-BY-SA 3.0

El proyecto “Amerikabomber” se mantuvo en el campo teórico y en los sueños de los nazis que esperaban un milagro en los compases finales de la guerra. Se habló del desarrollo de modelos aún más avanzados que el Me 264 y el He 277, como el bombardero a reacción Arado E.555 o el ala volante Ho H. XVIII diseñada por los hermanos Horten.

Otro de estos diseños novedosos fue el cohete bombardero Silbervogel (pájaro de plata) del ingeniero Eugen Sänger. Se trataba de avión suborbital que, en teoría, podía alcanzar una velocidad de más de 21.000 km/h en la estratosfera.
La guerra acabó para Alemania en mayo de 1945. Ningún prototipo de “Amerikabomber” llegó a producirse en masa.

 

La Matanza de San Valentín: siete muertos a quemarropa y la sangrienta sombra de Al Capone durante la Ley Seca​

El célebre mafioso fue sindicado como responsable de una de las peores masacres entre bandas que luchaban por quedarse con la venta ilegal de alcohol en los Estados Unidos. Cómo fue el ardid que el 14 de febrero de 1929 hizo sonar cien disparos y teñir de rojo un almacén de Chicago​


Por Adrián Pignatelli
14 de Febrero de 2021



Recreación de la matanza ocurrida en la mañana del 14 de febrero de  1929, en Chicago.
Recreación de la matanza ocurrida en la mañana del 14 de febrero de 1929, en Chicago.

Pocos recuerdan que un italiano borracho que violó a su esposa embarazada -fruto ello daría a luz a un niño con malformaciones muy parecido a Satán según algunos- sería el detonante en la lucha por derogar el consumo de alcohol en los Estados Unidos. Hacía tiempo que miembros de la iglesia, activistas, políticos y diversas organizaciones machacaban sobre que el alcohol sólo traía atraso y pobreza.

Entre quienes empuñaban esa bandera se encontraba el Movimiento por la Templanza, que incluía a miles de adeptos en Estados Unidos y en otros países anglosajones. Una de sus exponentes más radicales y fanáticas, Carrie Amelia Nation -una corpulenta afroamericana que pasaba el metro ochenta- solía irrumpir en los bares junto a otras mujeres y, mientras cantaban himnos religiosos, destrozaba con su hacha barriles de licor y todo el mobiliario. Su primer esposo había muerto debido al alcoholismo, sostenía que recibía órdenes divinas y así pasó su vida, rompiendo bares, mientras que las fianzas de sus 30 arrestos las pagó con el dinero que obtenía por la venta del modelo de hacha que usaba y por las contribuciones que recibía.

Carrie Amelia Nation fue la cara visible más radical del Movimiento por la Templanza. Hacha en mano irrumpía en bares y destruía barriles y mobiliario.
Carrie Amelia Nation fue la cara visible más radical del Movimiento por la Templanza. Hacha en mano irrumpía en bares y destruía barriles y mobiliario.

La mujer no vería los frutos de su cruzada, ya que falleció en 1911. En octubre de 1920 entró en vigencia la Ley Volstead, que prohibía vender, producir, importar o transportar alcohol en el país.


Lo que no previó era lo que vino después.

Surgió el comercio ilegal de producción y venta de alcohol. Y con él la proliferación de destilerías y bares ilegales. Todo manejado por bandas mafiosas que solían disputarse los espacios de poder a los tiros.

Uno de los protagonistas había nacido en Brooklyn en 1899, era hijo de inmigrantes napolitanos y ya a los 14 años ya había amenazado de muerte a su maestra. Su nombre era Alphonse Gabriel Capone y poco después conocería al calabrés John Donato Torrio, un mafioso de Manhattan.



Si bien intentó ocultar sus actividades delictivas como comprador y vendedor de muebles, enseguida fue escalando posiciones. Cuando estuvo a cargo del bar Harvard Inn, recibió cortes en su rostro con una navaja luego de piropear a una mujer. Le quedaría el mote de Scarface, Caracortada.

Alphonse Capone, el mafioso más importante de Chicago en los convulsionados años veinte en los Estados Unidos.
Alphonse Capone, el mafioso más importante de Chicago en los convulsionados años veinte en los Estados Unidos.

Se casó, tuvo un hijo y cuando se implantó la ley seca, su protector Torrio - que ya vivía en Chicago- lo tentó con las oportunidades que se ofrecían con el comercio clandestino del alcohol. Cuando Torrio sufrió un atentado que lo tuvo al borde de la muerte, y luego de purgar una condena por violar la prohibición, en 1925 se retiró a Europa y Capone se transformó en un jefe todopoderoso. Manejaba destilerías, salas de juegos, prostíbulos, hasta carreras de perros. A la par, ayudaba a los inmigrantes italianos que la pasaban mal. Entre sus rivales estaba George Clarence “Bugs” Moran.


Para la justicia -que lo había colocado en el primer lugar de una lista de enemigos públicos- fue difícil atraparlo. Es que tenía comprado a jueces, políticos y policías.

Cien disparos en San Valentín


Los que predicaban que el alcohol traía atraso y pobreza, no imaginaron lo que ocurriría el jueves 14 de febrero de 1929, Día de San Valentín, a las 10:30 AM. Siete integrantes de la North Side Gang, una banda de raíces irlandesas liderada por Bugs Moran, acudieron a un almacén situado en el 2122 de la calle North Clark, en el barrio Lincoln Park. Debían esperar un embarque de whisky canadiense proveniente de Detroit. Lo que ignoraban era que todo era un engaño de un miembro de la banda de Capone, que había pasado el dato el día anterior.

Bugs Moran, el rival de Capone. Se salvaría de morir en ese fatídico día de San Valentín.
Bugs Moran, el rival de Capone. Se salvaría de morir en ese fatídico día de San Valentín.

Los que aguardaban dentro del garage de la SMC Cartage Company eran James Clark (cuñado y mano derecha de Moran), Adam Heyer, John May, A. Weinshank, los hermanos Frank y Peter Gusenberg y Robert Schwimmer.


Les habrá parecido extraño cuando llegó una patrulla policial y un auto particular. El día anterior habían pagado la cuota mensual a la fuerza para poder trabajar con tranquilidad. Bugs Moran, que se había quedado dormido en la habitación que ocupaba en el Parkway Hotel, llegó tarde y vio a los policías de lejos. Decidió esperar en un bar cercano.

Los integrantes de la banda fueron puestos contra una pared. Pusieron sus manos en sus espaldas, esperando ser esposados. Ya habían sido registrados. Entonces las tres personas vestidas de policías y los dos hombres de civil los acribillaron usando ametralladoras Thompson, escopetas y pistolas calibre 45.


Los vecinos vieron salir a los hombres de civil desarmados y con las manos en alto, seguidos por los policías que los apuntaban, simulando un arresto. Subieron a la patrulla y abandonaron el lugar.

Las fotos de la matanza ocuparon las primeras planas de los diarios  de Chicago
Las fotos de la matanza ocuparon las primeras planas de los diarios de Chicago

Algunos creyeron reconocer entre los agresores a Jack Mc Gun, más conocido como “Machine Gun”, que habría aprovechado la oportunidad para vengar la muerte de su padre, pero él insistió que ese día había estado con su novia, Larise Rolfe, en la habitación de un hotel.

Cuando la policía llegó al lugar, uno aún vivía. Era Frank Gusemberg. Cuando le preguntaron quién le había disparado, respondió que nadie. Murió tres horas después en el hospital. Tenía 14 impactos de bala y aún así respetó el código de silencio.

Todas las miradas apuntaron hacia Capone. Se defendió diciendo que estaba en Miami. A Moran se le escuchó comentar que lo que había ocurrido en el garage era el estilo típico de Capone. Se tejieron varias teorías, una de ellas asegura que los asesinos eran realmente policías y que vengaron la muerte del hijo de uno de ellos.


El hecho -que sucedió hace 92 años- causó un fuerte impacto, que fue reflejados por los diarios.


El hecho -que sucedió hace 92 años- causó un fuerte impacto, que fue reflejados por los diarios.
Nadie pudo ser acusado de este crimen. Capone eludió dos llamados de la justicia,
pretextando que estaba enfermo, pero sus días estaban contados. Recién en octubre de 1931 fue condenado a pagar 80 mil dólares y a purgar una condena de 11 años de prisión por el delito de evasión fiscal. Como en la prisión de Atlanta vivía como un rey, fue trasladado a Alcatraz, donde sus privilegios se restringieron a tocar el banjo. Los inexorables efectos de la sífilis que había contraído en su juventud deterioraron su salud y su condena fue acortada a 6 años y cinco meses. Cuando fue puesto en libertad, era una sombra del Don todopoderoso de Chicago. Sufría demencia.

Frente del almacén donde ocurrió el sangriento hecho. Fue demolido en 1967.
Frente del almacén donde ocurrió el sangriento hecho. Fue demolido en 1967.

El inmueble donde ocurrió la matanza se transformó en 1949 en un negocio de venta de muebles antiguos. Pero sus dueños lo terminaron cerrando, porque acudían más turistas y curiosos que potenciales compradores. El alcalde local decidió demolerlo en 1967. Hoy. la numeración que tenía ese garage no existe.

Cuando salió de la cárcel, Capone se recluyó en su casa de Palm Beach, donde murió el 25 de enero de 1947, alejado de todo. Ya habían pasado catorce años de la derogación de la ley seca, que le había hecho decir en 1920 a Billy Sunday, un predicador que había dejado su exitosa carrera de beibolista de 500 dólares semanales por la iglesia, que “se cerraron para siempre las puertas del infierno”.

Lamentablemente, se habían abierto otras.

 

Cómo operan las redes de espías rusos en las embajadas del mundo que responden a Putin

Se presentan como agregados culturales o comerciales y tejen contactos en todos los niveles. Sin embargo, la misión de cada uno de ellos en los países a los que son enviados es sólo una: recolectar información e infiltrarse en las altas esferas gubernamentales​

20 de Febrero de 2021



Vladimir Putin tiene experiencia en el mundo del espionaje por su pasado en la KGB. Actualmente lo aplica en todo el mundo con el FSB y el GRU utilizando a sus embajadas como fachadas (Infobae)
Vladimir Putin tiene experiencia en el mundo del espionaje por su pasado en la KGB.

Actualmente lo aplica en todo el mundo con el FSB y el GRU utilizando a sus embajadas como fachadas (Infobae)
Difícilmente se dejen ver en cócteles públicos ordenando un Dry Martini y aclarando al bartender: “agitado, no revuelto”. Pero allí estarán, colectando información que llevarán a sus oficinas diplomáticas y enviarán en formato de cables al Kremlin. Se trata de los delegados que Moscú envía a sus embajadas en todo el mundo y que configura una verdadera red de espionaje, influencia, extorsión y negocios turbios.


La desconfianza por los “agregados” comerciales, militares y culturales, es cada vez mayor en las democracias del mundo. A diferencia de lo que ocurre en otras delegaciones con representatividad más democrática, los títulos que aparecen en sus tarjetas de presentación son sólo una fachada. La función principal de estos diplomáticos es frecuentar pasillos políticos, empresarios, periodísticos y culturales para poder conseguir información sensible. La red está armada desde tiempos en que la Unión Soviética depositaba el control de sus relaciones internacionales en los agentes de la KGB (Comité para la Seguridad del Estado, por sus siglas en ruso), verdaderos comisarios internacionales.



Tras el colapso del experimento soviético en Rusia, el lavado de imagen de la KGB entró en funcionamiento. Su heredera sólo cambiaría de nombre: pasó a llamarse FSB (Servicio Federal de Seguridad, por sus siglas en ruso), tras varias reestructuras en su organigrama. Depende del presidente Vladimir Putin, quien fuera espía durante los años finales de la Guerra Fría en Alemania Oriental. Opera en el mismo edificio que su antecesora y emplea alrededor de 300 mil agentes secretos. Un ejército.


El último incidente descubierto ocurrió hace pocas semanas, a finales de 2020. Entonces, las autoridades de los Países Bajos descubrieron que la red estaba operativa en el país. Fue por eso que ordenaron la inmediata expulsión de la sede rusa en La Haya de dos diplomáticos. Los acusaba de haber formado parte de un equipo dedicado a robar datos confidenciales tecnológicos. De acuerdo a la información en manos de los investigadores holandeses, los “agregados” se dedicaban a espiar empresas de alta tecnología y a una institución educativa. Ambos fueron declarados persona no gratas por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la nación europea.


Rusia, de la mano de su eterno canciller Serguéi Víktorovich Lavrov -cumple 17 años al frente de la diplomacia del Kremlin- sobreactuó indignación y reaccionó con reciprocidad: echaron a dos diplomáticos de los Países Bajos. “Este paso inamistoso y provocativo, así como una nueva ronda de histeria antirrusa organizada por La Haya con la ayuda de medios progubernamentales, demostró la falta de sentido común y de entendimiento en los círculos de poder holandesas de los problemas reales de la relación bilateral, y la tendencia a socavar más sus fundamentos”, señaló Moscú en un comunicado a mediados de enero.

El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov durante una reunión en Moscú el 18 de febrero pasado. Él es quien comanda todas las embajadas rusas alrededor del mundo (Reuters)
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov durante una reunión en Moscú el 18 de febrero pasado. Él es quien comanda todas las embajadas rusas alrededor del mundo (Reuters)

Sin embargo, pese a la queja rusa, el Servicio General de Inteligencia y Seguridad (AIVD, por sus siglas en neerlandés) dio datos precisos sobre la tarea clandestina que desarrollaba el agente y sus nexos dentro y fuera de la embajada en La Haya. Uno de los infiltrados rusos había tejido una compleja red de contactos -de alrededor de diez personas- que poseían acceso a información sensible. Incluso, los investigadores comprobaron que también pagaba por conseguir los datos que transmitía a Moscú. El otro “diplomático” tenía una función de apoyo y logística. Todo lo referente a información sobre inteligencia artificial (IA), nanotecnología, chips y semiconductores era de interés del funcionario encubierto y sus jefes a 2480 kilómetros de distancia.

Dos años antes, el equipo de espías de Rusia en Holanda también había intervenido en una operación que fue descubierta y desbaratada. Fue un ataque cibernético frustrado que tuvo lugar frente a la sede de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ). El objetivo de la misión era atacar a los sistemas informáticos del organismo. De acuerdo al gobierno holandés la operación -que constó de un vehículo super equipado y aparcado en un hotel continuo al edificio donde funciona el ente- fue coordinada por el Departamento Central de Inteligencia del ejército ruso, más conocido por su temible sigla: GRU.

El Kremlin tenía particular interés en conocer qué se hablaba en ese edificio. Por eso quiso interceptar sus comunicaciones a toda costa. Los expertos de la OPAQ investigaban las sustancias utilizadas en dos ataques con armas químicas: el ejecutado ese mismo mes contra la ciudad siria de Duma donde murieron 50 personas y 500 resultaron heridas, y el sufrido en marzo por el ruso Serguéi Skripal y su hija, Yulia en el Reino Unido. El dictador Bashar Al Assad es un aliado de Putin y el horrendo crimen cometido contra su población golpeaba la imagen de Moscú; Skripal había sido espía y desertado del FSB... era otra clase de problema.

La arriesgada misión de abril de 2018, interceptada a tiempo, redundó en la expulsión de cuatro diplomáticos rusos.

La historia, por reiterativa, no deja de sorprender por el lugar común que encuentra: las embajadas rusas desparramadas en todo el mundo. Lo mismo ocurrió en la República Checa y en Colombia. En la primera fue ese mismo año. La red, montada en una estructura similar a las demás, se dedicaba a sabotajes e infiltraciones cibernéticas. En aquel entonces, fue Michal Koudelka, el jefe del Servicio de Contraespionaje checo (BIS) quien dio la noticia: “La red estaba financiada desde Rusia y por la embajada rusa, y su objetivo era, a través de una red de servidores, atacar objetivos en la República Checa y de los socios internacionales checos”.

En diciembre de ese mismo año, otra vez. Ahora incluían en el cóctel de espías a agentes enviados desde Beijing. ¿El objetivo? Debilitar a la Unión Europea (UE) y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). “La Federación Rusa tiene en República Checa un número elevado de agentes que no han sido declarados. Se trata de personas protegidas con pasaportes diplomáticos. Desarrollan una serie de actividades como, por ejemplo, debilitar a la Unión Europea y a la OTAN”, dijo los últimos días de diciembre de 2018 Ladislav Šticha, portavoz del Servicio de Inteligencia checo.

Otro complot ingeniado en la embajada rusa en Praga tenía un objetivo más dramático. El blanco era el alcalde de la ciudad y la intención configura un clásico dentro del esquema de terror que impone el Kremlin a sus enemigos: envenenarlo. En mayo de 2020 se reveló que un importante dignatario asignado en la capital checa estuvo involucrado en una plan para suministrar ricina a Zdenek Hrib y dos funcionarios suyos.

Andrei Konchakov, diplomático ruso en República Checa, sospechado de haber participado de un complot para asesinar al alcalde de Praga (Medios)
Andrei Konchakov, diplomático ruso en República Checa, sospechado de haber participado de un complot para asesinar al alcalde de Praga (Medios)

El espía fue identificado como Andrei Konchakov, de 35 años. El “diplomático” llegó al aeropuerto de Praga el 14 de marzo con la toxina y luego de se dirigió a la embajada rusa en el país europeo. Su pasaporte le brindaba la inmunidad necesaria para que su equipaje no pasara por controles aduaneros corrientes. El ruso recogido por un conductor de la embajada, un hombre identificado en informes de inteligencia locales como Alexandr A., quien es sospechoso de ser un oficial del FSB y que tiene como misión cuidar al equipo diplomático y asegurase de que los documentos secretos u otros artículos que estos traigan consigo estén a resguardo.

Este tipo de contratados están en cada una de las delegaciones de Moscú en el mundo. Konchakov, en tanto, negó todas las acusaciones que salieron a la luz y dijo que no tenía autorización a hablar a menos de obtenerla de forma directa del gobierno de su país. Esa vía libre nunca llegó y sus secretos permanecerán a salvo.

El caso más reciente fue en América Latina. El pasado 8 de diciembre, Aleksandr Nikolayevich Belousov y Aleksandr Paristov, acreditados como secretarios terceros de la embajada rusa en Bogotá, abandonaron Colombia discretamente con sus familias. El día anterior, la Cancillería había citado al embajador de Rusia en el país, Serguey Koshkin, para solicitarle, de manera verbal la salida de los dos funcionarios, quienes, según la ministra de Relaciones Exteriores Claudia Blum estaban “desarrollando en el país actividades incompatibles con lo previsto en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas”. De haberse negado, ambos habrían perdido su inmunidad y abierto la posibilidad de ser procesados en el país por espionaje.

La expulsión de los dos diplomáticos rusos sólo se supo días después, dando origen a una aguda polémica. De acuerdo con versiones de prensa, la Dirección Nacional de Inteligencia Colombiana llevaba dos años siguiendo los movimientos de los ciudadanos rusos, como parte de lo que las autoridades denominaron Operación Enigma, ejecutada por agentes encubiertos.

Las alarmas se habrían disparado debido al inusual tamaño de la delegación rusa en Bogotá, que llegó a tener alrededor de 44 funcionarios, demasiados, concluyeron los organismos de seguridad, para el nivel de negocios que maneja la representación diplomática en tierra colombiana.

De acuerdo con las autoridades del país sudamericano, los supuestos “agregados” buscaban obtener información de inteligencia militar, tecnología e infraestructura, especialmente en lo relacionado con el sector energético del país, para lo cual, según los organismos de inteligencia, estarían pagando altas sumas de dinero a ciudadanos nacionales.

De acuerdo a medios locales, incluso un ejecutivo admitió que -en varias entregas y en sobres sellados- recibió alrededor de 10.000 dólares en efectivo de un ciudadano ruso que se presentó como asesor de negocios del gobierno de Moscú, el cual finalmente fue identificado como uno de los dos funcionarios expulsados.

El gobierno ruso convocó al embajador de Colombia en Moscú, Alfonso López Caballero, para manifestar el descontento del Kremlin por la expulsión de los dos diplomáticos acusados de espías. “Este paso no se corresponde con el espíritu de las relaciones tradicionalmente amistosas y de respeto mutuo entre Rusia y Colombia”, manifestó la cancillería rusa, poco antes de expulsar, a su vez, a dos funcionarios de la embajada colombiana en Moscú en reciprocidad.

De acuerdo con la senadora colombiana María Fernanda Cabal, acontecimientos como estos demuestran que existe la intención de desequilibrar a América Latina. “No es un secreto que en Venezuela se afincan intereses de rusos, de chinos y de iraníes”, aseguró la congresista por el partido Centro Democrático, quien agregó que Rusia sigue empeñada en ser un imperio y competir con los Estados Unidos. “Su economía está bastante destruida, pero eso no les impide querer controlar y destruir países”, concluyó.

La dirigente política del partido de gobierno sostuvo que, durante las protestas que afectaron a su país en octubre de 2019, las autoridades determinaron que buena parte de la información falsa que llegaba por las redes sociales venía de Rusia y de Venezuela. “Hay un interés por desestabilizar las democracias”, recalcó.

Finalmente, la diputada colombiana aseveró que es muy probable que se estén realizando actividades de espionaje en toda la región: “Esos países están acostumbrados a espiar: nos espían los chinos, nos espían los cubanos, ahora los venezolanos, que fueron completamente controlados por los cubanos, hacen lo mismo, y los rusos siempre lo han hecho; qué vulnerabilidad tan grande la nuestra que siempre han querido destruir la democracia”.

Las redes de Putin en todo el mundo están tendidas desde hace tiempo. Muchos de esos atildados diplomáticos podrán ser vistos en cócteles, repartiendo tarjetas de presentación. Ninguno pedirá un Dry Martini como el personaje de Ian Fleming. Prefieren el vodka puro y dibujar una sonrisa seductora a su interlocutor. Pronto podría rendir los frutos de su misión.

 
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