Intrigas - Teorías conspirativas - Misterios

“Ramera sí, pero espía jamás”: quién fue Mata Hari, la intrigante y sensual bailarina condenada a muerte​

El 24 de julio de 1917, un consejo de guerra en París la encontró culpable de espionaje para los alemanes durante la Primera Guerra Mundial. Para muchos historiadores, fue un chivo expiatorio condenado por la moral de aquella época; y su delito, estar en el lugar y el momento equivocado​


Por
Claudia Peiró
24 de Julio de 2021
cpeiro@infobae.com



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El nombre verdadero de Mata Hari era Margaretha Geertruida Zelle y había nacido en Holanda en 1876

El 24 de julio de 1917, en el Palacio de Justicia de París y a puertas cerradas, un consejo de guerra se dispone al debate. La Primera Guerra Mundial entraba en su último año y los jueces deben determinar si “la mujer Zelle MacLeod llamada Mata-Hari” es la agente H-21, culpable de “espionaje e inteligencia con el enemigo” alemán. Su defensor es uno de sus antiguos amantes, el abogado Clunet.

Nacida como Margaretha Geertruida Zelle, en Holanda, en 1876-, la bella bailarina recibirá la humillación de escuchar a otro ex amante, Vadim Maslov, declarar en calidad de testigo que ella era una “aventurera”. Un testigo a favor fue el diplomático Henri de Marguière, que asegura que la conoce desde hace tiempo y que puede garantizar su probidad.

Pero el destino le juega en contra a la bella. O la razón de Estado. Hay motines en el frente por los reveses militares y una opinión pública descontenta clama por culpables. Mata-Hari es la culpable ideal. Es esa clase de mujeres que los hombres aman frecuentar pero no precisamente en público. Y que las mujeres suelen detestar. La candidata perfecta para un buen escarmiento.

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Margaretha se casó muy joven con un capitán 19 años mayor que ella, y se mudó a la isla de Java, Indonesia, donde aprendió sus bailes exóticos.

Impávida, ella lanza lo que casi fue una declaración de principios: “¿Ramera? Lo admito. ¡Pero espía jamás! Siempre viví para el amor y el placer”

En tiempo récord -bastaron 40 minutos de deliberación- el tribunal la declara culpable y la envía ante el pelotón de fusilamiento. Las actas del juicio fueron desclasificadas en 2001, por lo que se conoce el expediente de unas 600 páginas.

Muchos sostienen hoy que a Mata Hari la perdió su imprudencia, que no era realmente una agente doble y que sirvió de perfecto chivo expiatorio por hallarse en el momento y en el sitio equivocados.

Lo cierto es que, agente o no, réproba o inocente, enfrentó el pelotón de fusilamiento con una calma y dignidad sorprendentes, según el testimonio del único reportero que lo presenció.

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De joven, Mata Hari fue expulsada de la escuela normal de Lieden al ser descubierto su affaire con el director del establecimiento.

Pero vayamos al comienzo de esta historia. Pese a ser holandesa, Mata Hari tenía una piel morena que llevaba a muchos a considerarla extranjera, exótica. La tomaban por euroasiática, lo que luego habilitó las fantasías que ella misma difundió y utilizó artísticamente sobre su verdadero origen.

Era hija de un comerciante de sombreros de la ciudad de Leeuwarden. En su Holanda natal, Margaretha hizo sus primeras y tempranas armas en el ejercicio de la seducción. Fue expulsada de la escuela normal de Lieden por enrollarse con el director, quien también pagó caro el pecado, ya que fue destituido del cargo.

Margaretha se casó muy joven con un capitán 19 años mayor que ella, y con quien se mudó a la isla de Java, Indonesia, por entonces colonia holandesa. Tuvo dos hijos, el varón murió prematuramente. Fue un matrimonio desgraciado, ya que Rudolph MacLeod era un alcohólico violento. Margaretha se refugia entonces en el estudio de la cultura javanesa y en especial del baile.

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La bailarina tuvo dos hijos: uno murió a poco de nacer, y la otra fue dado en custodia a su marido luego del divorcio en 1902.

De regreso a Holanda, se divorciaron en 1902 y él conservó la custodia de la única hija que les quedaba. Margaretha, que le había tomado el gusto a la vida exótica de las colonias, decidió instalarse en París.

Es allí donde nace de nuevo, reinventándose como Mata-Hari, el 13 de marzo de 1905, día de su debut con ese nombre como bailarina de cabaret. Actúa en una sala de espectáculos privada dentro del “Museo de Estudios Orientales”, disfrazada de princesa de Java, cubierta de oro y jade y con medias color carne… ¡y causa sensación!

Era una función para un público selecto, auspiciada por un mecenas, Émile Guimet, y consistía en escenas en las que el dios hindú Shiva -el de los seis brazos- recibía el homenaje de varias princesas, entre ellas, Mata Hari, nombre hindú que significa “sol” u “ojo de la aurora”.

De acuerdo con la célebre escritora francesa Colette, que asistió al debut -su presencia es signo del nivel del público, lo que se suele llamar el “tout Paris”- Mata Hari “no bailaba casi, pero sabía desvestirse progresivamente y mover su largo cuerpo moreno, delgado y orgulloso”.

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Margaretha se bautizó como Mata Hari, un nombre hindú que significa "Sol" u "Ojo de la Aurora".

Ese fue el gran arte de Mata Hari: el strip tease muy osado, muy sensual -muy cuidado se suele decir hoy- y un look sexy-exótico que le daba misterio a su atractivo.

Tras el éxito del espectáculo, vienen las giras de la troupe que integra Margaretha por toda Europa y un poco más allá: Madrid, Montecarlo, Berlín, Viena, La Haya y El Cairo se suceden una a otra, mientras la sensual artista va coleccionando “mecenas” en la high society de la época. Políticos, empresarios, militares, nobles. Entre sus conocidos, están el diplomático francés Jules Cambon y el Príncipe heredero de Alemania.

Se toma muy en serio su papel y asegura ser una princesa indonesia conocedora de los bailes tradicionales y otros rituales exóticos hindúes. Seduce no sólo con sus audaces performances sino también con las fotografías para las que le gustaba posar.
Pero el estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914, viene a embarullarlo todo.

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Los primeros que le ofrecieron a Mata Hari espiar para ellos fueron los franceses, lo que ella aceptó.

Margaretha, originaria de un país neutral, tiene la ventaja de poder viajar libremente por Europa pese al conflicto. Vive por entonces a todo lujo en el Grand Hôtel de París, donde se cruza permanentemente con uniformados de muchas charreteras. Su dominio de varios idiomas le abre puertas.

A fines de 1916, se enamora de un capitán ruso que está al servicio de Francia, Vadim Maslov, de apenas 21 años. Ella ya ronda los 40…

El joven resulta herido y es internado en un hospital de campaña en Vittel, en la disputada región de Lorena, por entonces en manos alemanas. Ella quiere visitarlo y para que le faciliten el viaje acepta espiar al Príncipe heredero alemán, a quien como se dijo conoce, para brindar información a los franceses.

El oficial de contrainteligencia capitán Ladoux ofició de reclutador de la novel espía, cuyos servicios fueron retribuidos con una considerable suma.

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Los alemanes conocían la calidad de espía francesa de Mata Hari, y la inundaban de falsa información. Por eso, los ingleses comenzaron a desconfiar de ella. (Photo by Hulton Archive/Getty Images)

Mata Hari debe hacer un gran rodeo para llegar a destino. Va primero a España, también neutra, donde tomará un barco hacia Holanda para desde allí ingresar a los territorios bajo dominio alemán.

En una escala en Falmouth, el servicio de inteligencia británico la interroga infructuosamente, ya que la encuentra sospechosa. Viendo que se complica la llegada a Alemania, Mata Hari vuelve a Madrid, donde seduce al agregado militar alemán, el mayor Arnold von Kalle. Aparentemente, los alemanes conocían la calidad de "espía francesa" de Mata-Hari y la intoxicaban con falsa información.

Pero en los cables que este oficial envía a Berlín informando sobre submarinos que van a Marruecos y otras informaciones sobre planes británicos, menciona a un “agente H-21” que “se habría vuelto útil”. Interceptados estos mensajes por los aliados, concluyen que H-21 bien puede ser Mata Hari, y que quizá fue una agente alemana desde el comienzo.

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Apenas regresó a París el 4 de enero de 1917 fue arrestada.

Ella, enterada del regreso de su joven amante herido, pero ajena a las elucubraciones sobre su posible involucramiento con los alemanes más allá de lo aceptable, decide volver a Francia. Su tendencia a inventarse un pasado y un origen misterioso, útil para la aventura amorosa y la seducción, se le va a volver en contra.

Regresa a París el 4 de enero de 1917, y es arrestada en el hotel Elysée Palace por el capitán Bouchardon. La leyenda dice que salió desnuda de la bañadera y, luego de vestirse, ofreció a los policías que venían a arrestarla unos chocolates dentro de un casco alemán…
Será interrogada por Bouchardon en la cárcel Saint-Lazare, hoy desaparecida. Ella admite haber recibido dinero de oficiales alemanes pero aclara que no fue por espionaje, sino por otro tipo de servicios… En su neceser, encuentran tinta simpática, invisible.

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Así se vistió el día en que fue arrestada tras regresar a París el 4 de enero de 1917.

Meses más tarde, el 24 de julio, el juicio y la condena. Tres martillazos en el estrado que la sentenciaron a muerte.

En la madrugada del 15 de octubre de 1917, Margaretha fue despertada para recibir la notificación de que sería fusilada ese mismo día, porque su último recurso, un pedido de clemencia presidencial, había sido rechazado. Recibió la noticia con notable serenidad.
Se levantó despacio de la cama y preguntó si podía escribir dos cartas, lo que hizo con rapidez. En cambio, se tomó todo su tiempo para vestirse. Medias de seda negras, zapatos de taco con cordones y, sin quitarse el kimono de seda con el cual dormía, se echó encima una larga capa negra de abrigo con capucha de piel y en la cabeza un gran sombrero de fieltro negro con lazo.

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El pelotón de fusilamiento frente a Mata Hari. No aceptó vendarse los ojos y envió un beso a los soldados que la iban a fusilar.

“Lentamente y con indiferencia, aparentemente, se calzó un par de guantes negros -escribió en su despacho para la agencia International News Service el reportero británico Henry Wales que cubrió la ejecución-. Entonces, dijo con calma: ‘Estoy lista’. Y la comitiva salió de la celda hacia el automóvil que esperaba”.

La acompañaban en el trance un sacerdote y dos monjas de caridad, además de su abogado y de Bouchardon, que cumplía su tarea hasta el final.

Mata Hari fue llevada a las barracas del regimiento de Vincennes, en las afueras de París donde ya estaba formado el pelotón de fusilamiento, integrado por doce soldados, que no sabían de qué fusiles saldrían las balas mortales. Se negó a ser vendada. Derecho concedido. Cuando estuvo frente al pelotón, lanzó un beso hacia los soldados, como el saludo final del espectáculo que fue su vida.
 
continùa...

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El final de Mata Hari. Cuatro balas en el pecho y un tiro de gracia.

"No se le movió un músculo", atestigua Wales, en el momento en que los oficiales se echaron el rifle al hombro esperando que el sable del comandante bajara dando la señal de disparar.

Apuntaron todos al pecho de la mujer; cuatro balas dieron en el blanco. “Ella pareció colapsar. Lentamente, inerte, se fue doblando sobre sus rodillas, la cabeza seguía erguida y sin el menor cambio de expresión en su rostro. (…) Entonces cayó, la cintura quebrada, las piernas dobladas (…) el rostro vuelto hacia el cielo”.

Un oficial se acercó, le apoyó la pistola en la nuca y le dio el tiro de gracia. Tenía 41 años.
Este trágico final le dio a Mata-Hari una fama póstuma mundial que seguramente la infeliz nunca imaginó. Convertida en mito, su mismo nombre se volvió sinónimo de cortesana espía, intrigante, femme fatale… No es nuevo el estereotipo de la mujer que se sirve de sus encantos para arrancarles a los hombres confidencias y secretos en la cama, pero Mata-Hari, justificadamente o no, lo encarnó como ninguna.

Ahora bien, ya muerta, su historia deparaba algo más. Como nadie reclamó su cuerpo, fue donado a la ciencia. A finales de la década del 50, su cabeza, que había sido embalsamada y se exhibía en el museo de ciencias de París, fue robada.

Fue su acto final. El último misterio.

 
Yo crei que sí que fue espia. Se dijo hace tiempo que era una doble espia, pero no sabia que la condenaron a muerte
 
Yo crei que sí que fue espia. Se dijo hace tiempo que era una doble espia, pero no sabia que la condenaron a muerte
Mata Hari era... en palabras de la infinitamente más peligrosa e inteligente, la siempre misteriosa FRÄUELEIN DOKTOR (Señorita Doctor) "un paquete"... una golfilla inofensiva, que fue utilizada por los servicios de inteligencia alemanes para ocultar a su verdadero agente, de modo que H-21 nunca fue una espía de verdad, sino una cabeza de turco para ocultar al verdadero espía, que jamás fue descubierto. La pobrecita fue utilizada como una falsa moneda, que de mano en mano va y ninguna se la queda....Me quedo por lo dicho por Frau Doktor... "un paquete".
 
Muy interesante este hilo.
Gracias a todos quienes han contribuido con sus comentarios y aportes muy especialmente a Franfei y a Coti7495
 

La secretaria de Hitler: el infierno del búnker, la huida con una pastilla de cianuro y una vida de remordimientos

Hace 20 años moría Traudl Junge. Ingresó trabajar con el Führer cuando tenía 22 años. La entrevista se la realizó el propio Hitler y ella le hizo trampa. Con era la relación entre ambos. Los días finales y la certeza que iba a morir. El escape. Su compañera violada por los soviéticos. La confesión final a los 81 años​

Por
Matías Bauso
10 de Febrero de 2022

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La secretaria de Hitler Traudl se casa con Hans Junge, un oficial nazi. El Führer los presentó y los instó a casarse. Hans murió poco después en combate (Photo by Pictorial Parade/Getty Images)

Compraba todos los libros sobre nazismo y las biografías de Hitler apenas salían. Pero sólo leía los capítulos finales. Nada del Putsch, ni del ascensor al poder, ni de la invasión a Polonia. Sólo el último tramo. Le gustaba comprobar cuando ajustados estaban a los hechos, descubrir cuál era la visión de los distintos historiadores. Y, también, ver qué papel le daban a ella, cómo la pintaban.

Traudl Junge había sido la secretaria de Hitler
, a la que él le dictó su testamento el día antes de suicidarse, la que convivió en el búnker esos meses finales. Traudl Junge había sido el último testigo. Tal vez la última esperanza de entender lo incomprensible.


La imagen que tenemos de ella es la del documental, la de su vejez. La cara delgada, el pelo blanco, los ojos claros. No hay inocencia en su mirada. En sus gestos elegantes no está la placidez de los ancianos. Hay algo duro en sus gestos que excede las raíces germanas. Es el pasado, la inquietud que la habita desde hace seis décadas.

Nació en Munich en marzo de 1920. Se llamaba Gertraud Humps. A la historia pasaría con su nombre abreviado y con el apellido de casada. Había querido ser bailarina pero no la aceptaron en la academia. Mientras estudiaba mecanografía se alistó, como tantos, en las juventudes hitlerianas. A los 22 años le ofrecieron un trabajo en la sede de gobierno. Cuando llegó a la cancillería se sorprendió: la entrevista se la tomó el mismo Führer. Le preguntó la edad y algunos antecedentes personales. Hizo un gesto de desagrado al enterarse que no estaba casada: “No suelo contratar chicas jóvenes solteras. Después se casan y se van”. Ella respondió rápido y con sumisión: “Mi Führer, ya viví 22 años sin un hombre. Eso no es un problema para mí”. Luego la tranquilizó y le dijo que todos cometían errores y que ella no iba a ser la excepción. Le pidió que pusiera una hoja en la máquina de escribir y empezó a dictar. Traudl estaba tan nerviosa que tipeaba cualquier letra, casi cada palabra contenía un error. Un edecán interrumpió el dictado; venían a buscar a Hitler para una consulta urgente. Ese episodio fortuito puede haber salvado el trabajo de Traudl y, al mismo tiempo, haberla condenado para el resto de su vida. La joven tuvo tiempo de corregir cada uno de sus errores y cuando Hitler volvió a entrar al salón, la hoja era prístina. Quedó contratada esa misma tarde.

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Traudl Junge nació en Munich en 1920. Quería ser bailarina pero no la aceptaron en la Academia. Estudió mecanografía
Lo de la soltería de la más joven de sus secretarias, Hitler lo solucionó de inmediato. Le presentó a un oficial que trabajaba allí, Hans Junge y los instó a casarse. Ambos obedecieron. A los pocos meses, Hans fue enviado al frente. Murió tiempo después en combate, en Normandía.

A partir de la derrota en Stalingrado, Hitler dejó de compartir sus comidas con oficiales y ministros. No querían que le hablaran de problemas, no quería escuchar la verdad. Así las cuatro comidas diarias las hacía con cada una de sus secretarias. Ellas le hablaban de las películas que veían en el cine, le transmitían chismes, lo adulaban.

Traudl Junge remarcaba que Hitler tenía dos personalidades y que tanto ella como el resto del círculo femenino que lo rodeaba, conocieron sólo su parte amable y encantadora. Ese entorno de mujeres lo integraban sus otras tres secretarias; Eva Braun; la esposa de su médico personal, Annie Brandt; Maria Von Below, mujer de uno de sus asesores militares y Margret, la esposa de Albert Speer.

“Lo tengo que admitir. Estaba fascinada con Hitler. Era un jefe amable y hasta una figura paternal. Deliberadamente ignore todas las señales y las voces de alerta que surgían dentro mío. Y disfruté a su lado casi hasta el final”, dijo Traudl. La secretaria de Hitler sostenía que su jefe tenía un poder de atracción único, hipnótico. Algo que sería insuficiente definirlo como carisma, algo más. Y que bajo ese influjo no sólo cayó ella por su juventud sino que a los generales y ministros les pasaba lo mismo y no podían contradecirlo. “No era lo que él decía; era la forma en cómo decía y hacía las cosas”, dijo.

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Traudl Jungle ingresó a trabajar con Hitler a los 22 años. Se convirtió en su secretaria más joven
Ellas, según Traudl, no conocían los enojos furibundos, los gestos enérgicos de desprecio, los gritos, las erres remarcadas y la voz que se aflautaba. Eso sólo aparecía cuando en medio del dictado de un discurso se compenetraba tanto que se enardecía y replicaba sus modos de orador público. Sí estaban habituadas, por supuesto, las frases sentenciosas y terminantes.

Traudl recordaba un día especialmente feliz. El 20 de julio de 1944. Ese día habían atentado contra Hitler. Las secretarias escucharon las noticias y fueron a su encuentro con temor. El aspecto de Hitler rozaba lo patético. Los pelos parados, despeinados, los ojos exaltados, la cara sucia, los pantalones hechos jirones. Pero no había preocupación en su cara. Estaba exultante. Creía que haber sobrevivido era la señal de que todo iría bien, que era la prueba de que estaba en el camino correcto, de que era indestructible. “El destino me ha protegido, es la señal de que debo llevar mi misión hasta el fin”, dijo. Esa tarde estaba programada una visita de Mussolini. No sólo no la suspendió, sino que, eufórico, llevó al Duce hasta el lugar del atentado para mostrarle cómo había salido con vida.

En enero de 1945 Traudl ingresó al bunker junto al Fúhrer. Ya no saldría hasta el final de la guerra.
El clima en el bunker era irreal. El aire viciado, la ilusión de una vida cotidiana normal, el encierro, la desconexión de la realidad. Los últimos días, para peor, todo sucedía con el sonido atronador de las bombas que caían sobre Berlín de fondo.

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Debajo de la cancillería estaba el bunker de Hitler. Traudl ingresó con él en enero de 1945 y se negó a irse cuando Hitler se lo ofreció el 22 de abril, cuando el resultado de la Guerra ya estaba definido (Photo by Hulton-Deutsch/Hulton-Deutsch Collection/Corbis via Getty Images)

El 22 de abril, después de una reunión con generales y sus hombres de confianza, por primera vez Hitler pareció aceptar la realidad. Al salir estaba abatido. Juntó a las mujeres y les dijo que estaban derrotados. Las conminó a escapar, que él, mientras tanto, se iba a pegar un tiro. Eva Braun se acercó a él y lo besó en la boca. Era la primera vez que eso sucedía en público. “Yo me quedo” dijo.
Traudl repitió lo mismo, casi sin pensar. Sin dolor, sin desesperación, sin saber por qué lo había dicho. Tal vez porque no se imaginaba a qué otro lugar podía dirigirse, no se imaginaba la vida sin guerra, sin Hitler. “Ojalá mis generales tuvieran la valentía de ustedes”, dijo el Führer.

Al día siguiente, Hitler repartió pastillas de cianuro entre los que quedaban con él bajo tierra.
A partir del casamiento con Eva Braun todo sucedía como en un mal sueño. Parecían escenas extraídas de una película fuera de sincro. Hubo un festejo, un brindis triste. Magda Goebbels paseaba como un espectro; la mujer rechazaba cada oferta que recibía de sacar de allí a sus hijos y ponerlos a salvo: “Prefiero que mueran acá antes de que sobrevivan en la indignidad de una Alemania derrotada”, decía. Luego envenenaría y mataría a los seis antes de suicidarse ella.

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Traudl Junge ya anciana reflexionando sobre su pasado en el documental "La Secretaria de Hitler" Photo by: dpa-Film Piffl/picture-alliance/dpa/AP Images

Durante esas horas, los hombres que nunca se habían animado ni siquiera a levantar la vista frente a Hitler, comentaban en voz alta lo que él decía y fumaban en su presencia. Como si él ya no estuviera presente. Hasta algunos se animaban a los chistes. “Cuando pasa el Führer hay que mantener la cabeza en alto. Mientras la tengamos”.

Traudl Junge describió el clima durante esos últimos días: “Ya no éramos capaces de tener sentimientos normales, sólo pensábamos en la muerte. Cuándo morirían Hitler y Eva, cuándo morirían, cuándo serían asesinados los seis niños que vivían con nosotros y, naturalmente, cuándo y cómo moriríamos nosotros”.

Hitler llamó a Traudl a su despacho. Le preguntó cómo se sentía, si necesitaba algo. “Le voy a dictar algo ¿Está en condiciones de tomar nota?”. Antes de que ella pudiera responder empezó a dictar. Solemne y sin mayores explicaciones dijo el título del escrito: “Mi Testamento”. La secretaria tardó unos segundos en empezar a golpear las teclas. Se quedó mirándolo. Luego siguió el ritmo de las palabras del Führer. Era menos frenético que de costumbre. Sólo había derrota en la voz opaca. Pero ni siquiera en los momentos finales recuperó sensatez: “En ese momento creí que sería la primera persona sobre la faz de la tierra que entendería por qué fue necesario todo aquello; que diría algo que lo explicaría, que lo justificara, que nos enseñaría algo. Pero, Dios mío, cuando empezó a dictar la lista de ministros que designaba para suceder a su gobierno de forma tan grotesca, pensé (sí, recuerdo que lo pensé en ese mismo instante) que toda la situación era muy indigna. Volvió a repetir las mismas frases, con su tono de siempre, con tranquilidad y, para finalizar, volvió a emplear aquellas terribles palabras para referirse a los judíos. Después de todo aquella desesperación, de todo el sufrimiento, no tuvo ni una sola palabra de compasión o de dolor”, recordó décadas después su secretaria, quien agregó: “Nos dejó sin nada, con la nada”.

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Un soldado aliado investiga en el búnker después del su***dio de Hitler y Eva Braun. Traudl escapó al día siguiente sólo con una pastilla de cianuro en su bolsillo (Photo by Haacker/Hulton Archive/Getty Images)

Después del su***dio de Hitler, Traudl salió del bunker acompañada por otros sobrevivientes. Por primera vez vio Berlín destruida. Las columnas de humo, los escombros, las calles y los edificios destruidos, el hedor a muerte, el hambre en cada esquina. Ni ella ni Hitler, ni nadie de su entorno, habían visto una ciudad demolida: “Viajábamos con las persianas bajas, en trenes especiales, a través de Alemania. Y cuando llegábamos a Berlín, de noche, el chofer buscaba las cuadras que estuvieran lo menos dañadas posible. Y los últimos cuatro meses los pasamos en el búnker”, contó Traudl ya anciana.

Caminaba como una zombie. Todo le parecía extraño, ajeno. Ancianos que lloraban, unos chicos corriendo o trepando sobre una montaña de restos de una casa, mujeres con la ropa desgarrada tiradas en una esquina, varios cadáveres por cuadra, brazos y piernas mutilados, la gente que había envejecido súbitamente. Ella caminaba hacia no sabía dónde. No tenía nada. Excepto una pastilla de cianuro en su bolsillo.

A otra de las secretarias la atraparon los soviéticos y la violaron durante varios días.
Traudl Junge escapó hacia el sector occidental, pero debió regresar y fue apresada por el Ejército Rojo. No contó qué sucedió en esos días de detención. Luego pasó a manos inglesas en donde fue interrogada exhaustivamente sobre su relación con Hitler y la vida en el búnker. Fue una de las fuentes directas que utilizó el historiador Hugh Trevor Roper para determinar que Hitler se había suicidado.
En 1947 la desnazificaron. Traudl evitaba decir cuál había sido su actividad durante la guerra. Volvió a trabajar como secretaria y después ingresó en una editorial. Dos veces quiso radicarse en Australia junto a su hermana. Pero las autoridades de ese país la rechazaron por su pasado nazi.

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Poco antes de su muerte, Traudl Junge publicó sus memorias y dio la entrevista que se convirtió en un muy difundido documental. Murió al día siguiente del estreno de la película

El resto de su vida fue un continuo de esconderse, de tratar de esquivar las acusaciones, de intentar entender cómo había actuado ella, de negar lo que había visto. Luchaba con sus propias contradicciones, con la historia, con el peso de haber convivido al lado de un monstruo y no haberlo visto.

En el año 2002 publicó Hasta el Último Momento, sus memorias. Ese mismo año se dio a conocer el documental Blind Spot. Hitler Secretary (La Secretaria de Hitler). Los directores optaron por no utilizar otros testimonios, ni recreaciones, voz en off o material de archivo. Sólo Traudl Junge frente a cámara y sus recuerdos. Esa desnudez le otorga mayor fuerza a lo que dice esta anciana que convive con el remordimiento, la culpa y el desconsuelo de no haber visto, de todavía no entender lo que había pasado.

El título original del documental hace referencia al punto ciego que ella dijo estar habitando en las cercanías de Hitler. Traudl afirmó que estaba tan cerca que se encontraba en un punto ciego, que ese era el mejor lugar para estar desinformado. Pero también puede entenderse, como suponen muchos historiadores, que esa ignorancia fue autoinflingida o de una amnesia posterior a los hechos y muy conveniente para sus intereses y para intentar tener una vida lo más normal posible después de la caída del nazismo.

En esos años finales de reflexión y de exposición pública, Traudl Junge dijo: “Me conformaba pensando que yo personalmente no tenía la culpa, y que tampoco sabía nada de las dimensiones de todo. Pero un día pasé por la placa conmemorativa de Sophie Scholl, vi que había nacido el mismo año que yo y que la habían ejecutado el mismo año en que yo me fui con Hitler. En ese momento sentí que ser joven no era una excusa”.

Murió de cáncer a los 81 años, el 10 de febrero de 2002, veinte años atrás. Al poco tiempo de la publicación de sus memorias y al día siguiente de la premiere mundial del documental en el Festival de Berlín. Lo había anunciado: “Ahora que conté mi historia, me puedo morir”.

 

La increíble historia de los diarios íntimos y secretos de Benito Mussolini: ¿auténticos o falsos?

El 10 de febrero de 2007, un senador acusado de mafioso y muy cercano a Silvio Berlusconi anunció el hallazgo de los diarios secretos de Il Duce, que los partisanos se habían llevado al capturarlo en abril de 1945 y cuyo rastro estaba perdido. El debate sobre su autenticidad, la opinión de los peritos y la existencia de los “otros” diarios del dictador italiano​


Por
Daniel Cecchini
10 de Febrero de 2022
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El dictador italiano Benito Mussolini llevaba diarios íntimos que desaparecieron luego de su ejecución (New York Times Co./Getty Images)

El senador italiano Marcello Dell’Utri estaba exultante la fría mañana romana del sábado 10 de febrero de 2007. Los periodistas que se habían acomodado en la sala donde se realizaría la conferencia de prensa lo vieron entrar sonriente con unos papeles en la mano. Los acomodó sobre el escritorio y anunció:
-Han aparecido los diarios de Benito Mussolini.

Espero qué se apagara el murmullo en la sala y explicó que se trataba de cinco cuadernos de la Cruz Roja donde Il Duce (no lo nombró así, sino por su apellido) había llevado un diario personal entre 1935 y el 30 de agosto de 1939, es decir un día antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Al llegar a este punto, el senador de Forza Italia, el partido derechista liderado por Silvio Berlusconi, tiró la primera bomba:
-Mussolini no quería la guerra. Su comportamiento frente a la guerra del año 1939 es negativo, escribe claramente que no la quería – dijo, y tomando una fotocopia que tenía sobre el escritorio, leyó-: “No podemos y no debemos tomar las armas, que de todas maneras no tenemos”.

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El senador italiano Marcelo Dell'Utri llamó a una conferencia de prensa para asegurar que se habían hallado los diarios secretos de Il Duce (Vittorio Zunino Celotto/Getty Images)

Durante los minutos siguientes, Dell’Utri repasó fragmentos de otras fotocopias. En uno de ellos, resaltó, Mussolini mostraba toda su humanidad con apenas una frase: “El Duce es el Duce y está en un pedestal y nadie lo puede criticar. Pero cuando baja del pedestal es uno como todos: simple y humano”.

También leyó anotaciones referidas al Papa Pio XI, a la Guerra Civil Española, a la guerra colonial de Etiopía y otros de carácter puramente personal.
Una vez repasado el contenido, Dell’Utri contó que había sabido de los diarios gracias a Maurizio Bianchi, hijo de Lorenzo Bianchi, uno de los partisanos que capturaron a Mussolini en Dongo el 27 de abril de 1945. Maurizio, relató, le mostró los cuadernos originales al empresario suizo Davide Taddei, quien a su vez se los mostró a Silvio Berlusconi.

-Il Cavaliere (Berlusconi) tiene interés en publicarlos en una de sus editoriales, porque es un documento histórico muy valioso, y me ha pedido ayuda para hacerlo – remató el senador.

La valija de Il Duce

Las versiones sobre la existencia de los diarios que Dell’Utri aseguraba haber encontrado eran conocidas desde hacía muchos años.

El 27 de abril de 1945, un comando de partisanos de la 52 Brigada Garibaldi, comandado por Pier Bellini delle Estelle, capturó a Mussolini en la localidad de Dondo, cuando Il Duce intentaba escapar de Italia. Lo fusilaron al día siguiente cerca del Lago Como y su cuerpo –junto al de su amante Claretta Petacci – fue colgado semidesnudo y cabeza debajo de un gancho de carnicero en la Plaza de Loreto, en la capital de Lombardía.

La historia contaba que en el momento de su detención, el dictador llevaba una valija con una serie de documentos, entre los cuales se encontraban su correspondencia privada con Winston Churchill antes de que Inglaterra entrara en la guerra, otros documentos y cinco cuadernos de la Cruz Roja en los que Mussolini había escrito su diario personal hasta 1939.
Estos diarios, siempre según la historia, iban desde 1935 hasta el 30 de agosto de 1939, el día anterior de la invasión de Adolf Hitler a Polonia. Uno de los partisanos se había quedado con ellos y desde entonces se les había perdido el rastro.

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28 de abril de 1945: el líder fascista italiano Benito Mussolini (1883 - 1945) y otros capturados con él, incluida su amante, Clara Petacci, cuelgan de los pies de una estación de servicio después de su ejecución en Giulino di Mezzegra, cerca del lago de Como, Italia (Hulton Archive/Getty Images)

Más de seis décadas después, el senador Dell’Utri no sólo aseguraba haber encontrado los diarios perdidos sino haber identificado al partisano anónimo: Lorenzo Bianchi, quien después de la guerra se había radicado en Lugano, Suiza, llevándose con él los diarios.

-Los originales están en Suiza, donde están siendo estudiados – les dijo el senador a los periodistas.
Además, para reforzar la idea de su autenticidad, Dell’Utri contó que años antes, en riguroso secreto, había mostrado una copia de los diarios al hijo de Mussolini, Romano –un reconocido pianista de jazz – y a su nieta Alessandra, y que ninguno de ellos había dudado en reconocer la letra de Il Duce.

El problema radicaba –y esto el senador no lo dijo en la conferencia de prensa– que Romano Mussolini había muerto y, por lo tanto, no podía confirmar ni desmentir nada, y que Alessandra no había conocido a su abuelito, de modo que su opinión no valía más que la de cualquier otro mortal.

La “industria” de los diarios íntimos

El anuncio del senador fue tomado con pinzas, aunque dividió fuertemente las aguas entre quienes no dudaban de la autenticidad de los diarios y quienes sospechaban que se podía tratar de un intento de fraude, ya fuera con fines políticos o bien económicos… o los dos.

Era imposible no asociar el hallazgo anunciado con la publicación en 1983, del supuesto diario privado –sesenta pequeños cuadernos- de Adolf Hitler en la revista alemana Stern. La noticia conmovió al mundo y el semanario se cansó de vender ejemplares hasta que se comprobó que se trataba de una falsificación realizada por el alemán Konrad Kujau en complicidad con el periodista de Stern Gerd Heidemann, que llevó los “diarios” a la revista. La “gran revelación periodística” había terminado con penas de 42 meses de cárcel para los dos, condenados por el delito de estafa.

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Los diarios de Hitler publicados por Stern resultaron un absoluto fraude

Por otra parte –aunque muchos lo hubieran olvidado– no era la primera vez que se anunciaba el hallazgo de los famosos “diarios” de Mussolini.

Se los había “descubierto” ya dos veces, en 1957 y en 1967, para venderlos a editoriales interesadas en publicarlos.
En las dos ocasiones, los editores habían tenido la precaución de hacerlos examinar por expertos, que rápidamente dictaminaron que se trataban de falsificaciones insostenibles.

Un “descubridor” sospechoso

Otros dos hechos hicieron que el anuncio de ese tercer “descubrimiento” fuera tomado con pinzas.
Uno de ellos eran los antecedentes del propio senador Marcello Dell’Utri, fundador con Berlusconi del partido derechista Forza Italia, cuyo pasado distaba de ser transparente. Se lo señalaba como hombre de negocios turbios y de tener vinculaciones con la mafia.

Además, en 1999 había sido condenado con sentencia firme a dos años y tres meses de reclusión por fraude fiscal y facturas falsas.

(Nota: en 2014, siete años después de anunciar que había descubierto los diarios de Mussolini, Dell’Utri fue condenado a siete años de prisión por asociación mafiosa, y fue procesado nuevamente en 2018, acusado de hacer de enlace entre Forza Italia y la mafia).

El otro hecho sospechoso era que, a pesar de asegurar que los originales estaban en manos de un notario de Bellinzona, Suiza, y que él no tenía interés económico en el tema, pronto se descubrió que Dell’Utri era el propietario de los derechos de publicación de los diarios.

También se supo que, a través de un tercero, el senador había intentado vender los “originales” por un millón de euros a la Biblioteca Cantonal de Lugano. “Desde un primer momento, esta historia me pareció muy extraña dado que sólo me presentaron fotocopias y no me permitieron realizar las pericias de rigor con los originales”, contó el bibliotecario Gerardo Rigozzi, que había rechazado la oferta.

Pericias en contra

La primera confirmación de que el tercer “hallazgo” de los diarios de Mussolini era tan falso como los dos anteriores llegó en tres pericias encargadas por el semanario italiano L’Espresso: una físico-química a la Universidad de Parma, una grafológica a la Escuela de Grafología de Bolonia y otra histórica al especialista del período Emilio Gentile. Las tres dictaminaron que no eran auténticos.

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El senador italiano aseguró que años antes, en riguroso secreto, había mostrado una copia de los diarios al hijo de Mussolini, Romano y a su nieta Alessandra, y que ninguno de ellos había dudado en reconocer la letra de Il Duce (Fox Photos/Getty Images)

Gentile, profesor de la Universidad de Sapienza, Roma, señaló en su dictamen: “Tienen nombres incorrectos, discrepancias cronológicas, inconsistencias e inexactitudes (…) Muchas partes parecen copiadas de crónicas periodísticas de la época, y también de otros diarios y memorias de protagonistas del régimen fascista, como los diarios de Galeazzo Ciano, Giuseppe Bottai y otros colaboradores del Duce, tanto en política interior como exterior”.

Además, “en estas agendas hubo una singular falta de notas sobre momentos, aspectos y figuras que ciertamente tuvieron un significado y un papel muy importante en la vida política de Mussolini.

Nunca se hace un recuento detallado o citas textuales de las numerosas conversaciones que Mussolini mantuvo con el rey, ni hay ninguna otra información que permita un conocimiento más amplio de las relaciones entre la monarquía y el régimen fascista, algunas consideraciones parten del problema de la ‘diarquía’, es decir, de la relación entre el rey y el Duce, que, sin embargo, nada añaden a lo que ya se sabe por otras fuentes, empezando por los escritos y declaraciones del propio Mussolini”, dictaminó.

Los verdaderos diarios

Por otra parte, salvo que Benito Mussolini tuviera la insólita costumbre de llevar dos diarios al mismo tiempo, los cinco cuadernos de la Cruz Roja “encontrados” en Suiza no correspondían con la descripción de los diarios que siempre se supo que había escrito.

“Los auténticos diarios del Duce eran 18 cuadernos encuadernados en cuero y con el símbolo del ‘fascio’ estampado en oro en la portada, no tiene nada que ver con cuadernos de la Cruz Roja”, explicó el historiador Marino Viganó al enterarse del anuncio de Dell’Utri.

Relató que esos diarios fueron sacados de Italia por el ministro de Cultura de Il Duce, quien a su vez se los dio al embajador japonés para que los enviara a Tokio. “Los originales desaparecieron, pero es altamente probable que una copia fotográfica se encuentre hoy en día en los archivos de la Biblioteca Vaticana, en Roma”, agregó.

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El líder del Partido Nacional Fascista, Benito Mussolini y su amante Claretta Petacci fueron capturados y luego fusilados por partisanos antifascistas italianos el 28 de abril de 1945 cerca del lago de Como. En la imagen, una lápida conmemorativa en el lugar de la ejecución (Pier Marco Tacca/Getty Images)

Con el correr de los meses, el senador Dell’Utri fue viendo como se acumulaban las pruebas en contra de su “hallazgo”. Una tras otra, las editoriales rechazaron la publicación de los diarios… pero el hombre no perdió las esperanzas.

Negocios son negocios

Para 2010 no quedaban dudas sobre la falsedad de los famosos cuadernos de la Cruz Roja. Sin embargo, otra novedad editorial dio lugar a nuevas posibilidades de publicarlos.

Ese año se publicó Mussolini Secreto – Los diarios de Claretta Petacci 1932-1938, cuya autenticidad nunca dejó dudas. Allí, la amante de Mussolini contó con pelos y señales las intimidades, cotidianidades y confesiones políticas del dictador italiano.

La vida de Il Duce volvía a estar en el foco del interés público y, por lo tanto, se podía hacer buenos negocios con ella, sin importar demasiado la verdad.

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El diario íntimo de la amante de Mussolini donde revela el s*x* salvaje y la vida junto al líder fascista
La editorial italiana Bompiani contactó entonces a Dell’Utri para conseguir los derechos de publicación de los falsos diarios de Mussolini.

Cuando un periodista del Corriere della Sera le preguntó a la editora Elisabetta Sgarbi por qué tenía interés en publicar esos diarios si se había comprobado que no eran auténticos, le respondió: “Sé que hay muchas discusiones sobre su autenticidad: algunos historiadores la niegan, pero sus herederos sostienen que en esas páginas hay temas particulares tan personales que un falsificador nunca podría habérselos imaginado. Como editores no queremos entrar en este campo”.

Por las dudas, también le explicó al periodista que el libro llevaría en su portada un subtítulo de decía: “Verdaderos o presuntos”.

A confesión de parte, relevo de pruebas. La verdad no importa si se trata de ganar buen dinero, los negocios son los negocios.

 

De “Volodia chico” a tener en vilo al mundo: cómo un gris agente de la KGB en la Alemania comunista se convirtió en Vladimir Putin

Cómo llegó a ser uno de los líderes contemporáneos más temidos. En la Rusia que gobierna con mano firme, quien pierde su favor, lo pierde todo: fortuna, empresas, prestigio, la libertad y a veces hasta la vida​


20 de Febrero de 2022

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Vladimir Putin con su ex esposa, Ludmila, y sus hijas, Masha y Katia, la más pequeña, que nació en la RDA mientras él estaba en misión del KGB en Dresde. (Russian Archives/Zuma Wire/Shutterstock)

El presidente ruso forjó su carácter en la aburrida ciudad de Dresde, en los últimos años de la RDA. Y, aunque le parecía un destino gris en proporción a sus ambiciones, no dejó por ello de hacer su trabajo: entre otras cosas, vincularse con los extremistas de todos los colores: desde el rojo de la banda terrorista Baader Meinhof hasta el negro de los uniformes de los nacientes grupos neonazis alemanes. Y no dudó en apelar a los servicios de un neonazi, como Rainer Sonntag, para expandir la red de agentes al servicio de la ya agonizante URSS.

Acaso se imaginaba una vida como la que retrató The Americans, el thriller sobre los espías del KGB que en pleno gobierno de Ronald Reagan simulan ser una familia estadounidense . En aquella época —los ’80s— la serie no existía pero el oficio de agente secreto sí, y era de los más glamorosos en la Unión Soviética. Los elegidos viajaban al extranjero y arriesgaban la vida por la patria; accedían, también, al lado sexy del capitalismo: bienes de consumo, comodidades, libertades.

Pero Vladimir Putin se graduó en la academia de espionaje de Moscú cuando ya sonaba bajito la cuenta regresiva hasta la caída del muro de Berlín. Tuvo tiempo apenas para una única misión en el extranjero.

Y tan sucio le jugó la suerte que ni siquiera fue al otro lado de la cortina de hierro. Le tocó —como se lo llamaba entonces— el campo socialista.

“Putin fue enviado a Alemania pero no a la Occidental, y ni siquiera a Berlín; lo destinaron a la ciudad industrial de Dresde”, escribió Masha Gessen en su biografía no autorizada (más bien, repudiada por él) del actual presidente ruso, El hombre sin rostro. A los 33 años, con su esposa Ludmila embarazada de Katia, que nacería en Dresde, y su hija mayor, Masha, de apenas un año, Putin se embarcó en su primera misión como espía un poco decepcionado.

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Putin soñaba con un destino al otro lado de la cortina de hierro, pero le tocó Alemania Oriental: Dresde, con sus filas hasta para tomar un helado. (BROKER/Shutterstock)

Al llegar, en agosto de 1985, se desilusionó aun más:

“En un sentido, la República Democrática Alemana (RDA) me abrió los ojos. Yo pensaba que iba a un país del este europeo, al centro de Europa”, dijo a los periodistas que escribieron su retrato oficial, En primera persona. “Y de pronto, al hablar con la gente del Ministerio de la Seguridad del Estado, comprendí que tanto ellos mismos como la RDA atravesaban algo que la URSS había atravesado muchos años antes. Era un país severamente totalitario, parecido a la URSS 30 años antes. Y la tragedia es que mucha gente creía sinceramente en todos esos ideales comunistas. Me preguntaba todo el tiempo: si comienzan algunos cambios en la URSS, ¿cómo afectará eso las vidas de estas personas?”

Es difícil creer que el agente joven y ambicioso que era Putin se hiciera cándidamente esa pregunta al llegar a Dresde. En primera persona es un libro dictado para la elección debut de Putin, en 2000: la implosión de la URSS y la reunificación de Alemania eran por entonces el pasado. Es más probable, en cambio, que pensara en ese primer destino como el paso inicial de una carrera. Haría bien su trabajo y lo enviarían a un lugar mejor.

No imaginó que ese estreno sería también su última función, que en Dresde vería cómo Moscú, camino al abismo, le entregaría la RDA al enemigo que le había encargado a él que vigilara.
Y a Putin, personalmente, Moscú lo abandonaría una noche de manifestaciones, cuando debió defender, solo, la oficina del KGB acosada por una turba.

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La casa de Angelikastrasse 4, en Dresde, fue la central local del KGB. La oficina de Putin estaba en la planta superior.

Quedaba en Angelikastrasse 4. A diferencia de la central del KGB en Karlshorst, Berlín —que también alojaba la sede local del ejército soviético y empleó a cientos de trabajadores durante la Guerra Fría—, era una casa de dos plantas con techo de tejas, al otro lado de los puentes que identifican el centro histórico de la ciudad donde ocurrió una de las peores masacres de civiles durante la Segunda Guerra Mundial.

“La oficia en Dresde era una pequeña dependencia de la intriga mundial de la agencia. La ciudad, sobre el río Elba, nunca tuvo más que seis u ocho agentes”, escribió Steven Lee Myers en El nuevo zar.

A esa mansión gris, en cuyo segundo piso compartió con un colega una oficina en esquina, Putin llegó como mayor y se fue como teniente coronel.

A pocas cuadras de Angelikastrasse 4, sobre Bautznerstrasse, había un enorme complejo: la Stasi, “la gente del Ministerio de la Seguridad” como la llamó Putin en su libro. Era la sede regional del ominoso aparato represivo de la RDA, una red de 91.000 empleados, con al menos 173.000 informantes, según se estimó al desmantelarla.

Los empleados de la Stasi y los del KGB compartían el barrio, que se organizaba alrededor de un bloque de apartamentos en Radebergenstrasse 101. Tenía una tienda donde vendían productos rusos, escuelas bilingües, un cine con producciones soviéticas y un baya, el sauna ruso. Tan cerca estaba la casa de la oficina que “desde la ventana de su oficina Volodia podía ver a la pequeña Katia en la guardería”, recordó Ludmila en el libro oficial, que encargó el millonario Boris Berezovsky cuando todavía no se había enemistado con Putin, ni se había mudado a Londres, ni había muerto en circunstancias sospechosas, sino cuando impulsaba al sucesor de Boris Yeltsin.

A ella le gustó la RDA. Putin se instaló primero y acondicionó para la familia un apartamento en el cuarto piso del edificio. “Cuando Ludmila llegó en el otoño de 1985, con Masha en brazos, encontró sobre la mesa de la cocina una cesta con bananas, por entonces una rareza en su país”, reconstruyó Myers. “Al comienzo sintió que se había despertado en un sueño: el barrio era encantador, las calles estaban limpias”.

Como el salario de Putin no era alto, porque estaba en un país socialista, ahorraban todo lo que podían además del bono completo en divisas, unos USD 100 que la URSS había empezado a pagar como estímulo a sus agentes en el extranjero poco antes. Aceptaron “convenciones de frugalidad” de otros soviéticos en la RDA, como “utilizar periódicos en lugar de cortinas para cubrir las ventanas”. Algo que no hacían los vecinos de la Stasi, que ganaban mejor.

Putin hacía vida de oficinista: regresaba un rato al mediodía a su casa, recordó la mujer que se divorció de él en 2014. “Algunas veces venían a nuestra casa por la noche amigos del trabajo, a veces otros alemanes. Hablábamos de esto y aquello, contábamos bromas y anécdotas. Volodia es muy bueno contando chistes”.

Sin embargo, él no tenía buen humor, según Gessen: “Todos los indicios apuntan a que estaba muy deprimido. Su esposa, que ha descrito sus primeros años juntos como armoniosos y alegres, se ha abstenido a conciencia de contar algo sobre su vida familiar tras la academia de espionaje”.

Ludmila habló en detalle sobre el automóvil Zhiguli que les había tocado —"se lo consideraba bastante bueno en la RDA, al menos en comparación con el Trabant"— y de los viajes en familia fines de semana: “Había muchos lugares hermosos en las afueras de Dresde. Sajonia estaba a sólo 20 o 30 minutos”. Pero nunca dijo nada sobre el tedio que consumía el ánimo de su marido. “Siempre ha existido un principio en el KGB: no compartas las cosas con tu esposa. Nos dijeron que habían sucedido incidentes en los que la franqueza excesiva había causado consecuencias desafortunadas”.

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El presidente ruso regresó a Dresden y recorrió algunos de los lugares donde solía ir durante su misión desde 1985 hasta la caída del muro. (AFP)

Como su misión no era clandestina, Putin podía vestir uniforme si lo deseaba. Pertenecía al Directorio S, “la unidad de recopilación de inteligencia ilegal (según la terminología del KGB, que aludía a agentes que utilizaban identidades y documentos falsos)”, describió Gessen. Su jurisdicción abarcaba cuatro distritos del sur de la RDA: Dresde, Leipzig (donde comenzaron las manifestaciones que llevaron a la caída del muro), Gera y Karl Marx Stadt (hoy Chemnitz).
Se aburría: además de la papelería, lo que le tocaba era salir con sus dos colegas y un policía de Dresde ya retirado a localizar “a estudiantes extranjeros inscriptos en la Universidad Tecnológica”, sobre todo “varios estudiantes latinoamericanos de los que el KGB esperaba que en un futuro pudiesen trabajar de forma encubierta en los Estados Unidos”. Pasaba meses tratando de ganarse su confianza.

Sus colegas lo apodaron “Volodia Chico”, ya que había otros dos Vladimires en la mansión de Angelikastrasse: un Volodia Grande y un Volodia Bigotes, según Myers. “El Grande, Vladimir Usoltsev, era un oficial del KGB gastado por la experiencia burocrática en otros destinos similares. Se burlaba de la obsesión del ‘Centro’ con las amenazas que él juzgaba imaginarias; decía que ‘el arma más peligrosa’ del los agentes del KGB en Dresde era el pinchapapeles con que se agujereaban las resmas de informes que se enviaban a Moscú”.

Putin celebraba esas bromas, pero en realidad se le estrujaba el corazón. “Volodia Putin llegó a la KGB por romanticismo heroico”, dijo Usoltev, “y en Dresde no podía haber, por definición, ningún romanticismo especial”.

El desmesurado apego al poder que exhibe hoy el dirigente ruso -recordemos que en el período en que no ejerció la presidencia dejó en su puesto a un delegado, y luego introdujo una enmienda constitucional para autorizarse la permanencia hasta 2036- permite apreciar mejor los motivos por los cuales se deprimía en Dresde: no podía allí desplegar su estilo absolutista de conducción política, ni destacarse, ni tampoco decidir sobre la libertad y la vida de otras personas, como lo hace en la actualidad, cuando hasta puede tener al mundo entero en vilo por sus preparativos para atacar a un país vecino.

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A los 16 años, Putin se acercó al KGB para saber cómo ingresar. (Russian Archives/Zuma Wire/Shutterstock)

Es posible que el padre de Putin haya estado en la reserva del temible Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, aquella policía secreta de Lavrenti Beria, el NKVD, antecesor del KGB. Lo cierto es que Putin tenía 16 años y estaba en el secundario cuando se presentó en las oficinas de la agencia en San Petersburgo y anunció que en el futuro le gustaría trabajar para la seguridad del estado. El hombre que lo recibió le explicó que no era así como funcionaba la cosa:

No tomamos voluntarios. Nosotros salimos a reclutar al personal.
—¿Dónde? —preguntó Putin.
—Las universidades, la carrera de Derecho, por ejemplo. O el ejército.
Putin se propuso entrar a la prestigiosa Universidad de Leningrado, donde por cada lugar había 40 aspirantes. Y lo logró.

Esperó, desesperando, durante cuatro años. Al fin alguien se le acercó. Luego de cinco encuentros el oficial concluyó que era un joven “no particularmente extrovertido, pero enérgico, flexible y valiente”, citó Gessen. Y lo más importante: “Era bueno para conectar rápidamente con la gente, una calidad clave para un agente del KGB, especialmente si piensa trabajar en inteligencia”.

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En 1983 Putin se casó con Ludmila, de quien se divorció en 2014. Es la madre de sus dos hijas y fue su compañera en la misión a la RDA. (Russian Archives/Zuma Wire/Shutterstock)

Al terminar la universidad pasó seis meses en contrainteligencia, los más aburridos de su carrera, pensó, porque no imaginaba lo que le reservaba Dresde. Lo mandaron entonces a un entrenamiento de un año en Moscú, pero cuando volvió, si bien pasó a inteligencia, sus rutinas no cambiaron demasiado.

Putin se aferró a la idea de que si esperaba, la ocasión se presentaría. A los cuatro años y medio, sucedió: volvió a Moscú, a la academia de espionaje.

“Allí, este comandante de 32 años hizo todo lo posible por demostrar cuánto necesitaba ese trabajo. Por ejemplo, llevaba un traje de tres piezas bajo un calor abrasador para mostrar respeto y disciplina", ilustró Gessen. "Resultó ser una estrategia inteligente; la academia de espionaje era, fundamentalmente, un servicio de colocación muy lento, complejo y trabajoso, y los profesores que harían recomendaciones sobre su futuro estudiaban meticulosamente a los alumnos”.
Mejoró su dominio del alemán hasta hablarlo con fluidez, aunque con acento fuerte. Al graduarse no tenía dudas: lo enviarían a Alemania. Él soñaba con que sería la Occidental. Y sin embargo, ahí estaba, en la mansión gris de Dresden, ocupando las tres cuartas partes de su tiempo en papelerío.

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En Alemania Oriental el joven Putin engordó más de 10 kilos. Según su biógrafa Masha Gessen, fue por depresión; según él, por la cerveza local. (Russian Archives/Zuma Wire/Shutterstock)

Engordó más de 10 kilos. Gessen lo atribuyó a la angustia; él, a la cerveza. “Solíamos ir a una pequeña ciudad, Radeberg, donde había una de las mejores cervecerías de Alemania Oriental.

Ordenaba un barril de 3,8 litros una vez por semana. Y mi trabajo estaba a dos pasos de mi casa, así que no quemaba las calorías extras”, dijo. Jugaba, sin embargo, al fútbol: un oficial de la Stasi que dijo haber sido agente doble, Klaus Zuchold, lo recordó a Putin en el parque Jäger, a las 7 de la mañana, desplegando “gran velocidad y habilidad técnica”.

Al menos se llevaba bien con el jefe de la estación de Dresde, el coronel Lazar Matveyev, un hombre de la vieja escuela, cuyos padres habían muerto en la guerra, como los de Putin, que habían sufrido los 872 días del sitio nazi alrededor de Leningrado (San Petersburgo), en el cual más de 1,2 millones de personas murieron de frío y hambre. Matveyev, según Myers, “puso al joven mayor bajo su ala, admirado por su ética de trabajo resuelta y su integridad”.

A Usoltsev le daba curiosidad su compañero, que avanzaba a pesar de no tener familiares encumbrados que pudieran empujar su carrera. Compartía con él, además de la oficina, la única línea telefónica que se dividía entre los dos escritorios y una caja de seguridad.

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Putin es el menor y único sobrevivientes de los hijos de María y Vladimir, quienes sufrieron el sitio de Leningrado que dejó 1,2 millones de muertos (Russian Archives/Zuma Wire/Shutterstock)

El trabajo consistía en recopilar información y reclutar personas con acceso a Alemania Occidental que pudieran hacer inteligencia en las bases militares de los Estados Unidos y la OTAN en Bad Tölz, Wildflecken y Celle. Pero mientras ellos buscaban acceso a los boinas verdes al otro lado de la frontera, Mijail Gorbachov trabajaba en reducir las tensiones de la Guerra Fría.

Comenzaba la separación entre el KGB y el Partido Comunista (PCUS), que culminaría con el golpe de agosto de 1991 que, si bien falló, comenzó el colapso de la URSS.

Pero en la pequeña oficina de Dresde se abrieron las mismas divisiones que en el Kremlin entre los conservadores y la nueva generación. Los informes de inteligencia se completaban con datos públicos, que se tomaban de publicaciones como Der Spiegel o Stern. Los agentes veían así otras perspectivas de hechos como, por ejemplo, el desastre en la planta nuclear de Chernobyl en Ucrania, en 1986.

Putin entendía que el suelo bajo sus pies se movía. Aunque a su jefe, Matveyev, no le gustaba lo que se cocinaba en Moscú con la glasnost y la perestroika, él se inclinaba por adaptarse. Llegar a la cima, a cómo dé lugar, era el objeto y motor de su vida. “Para nosotros estaba completamente claro que el poder soviético marchaba sin remedio hacia el abismo”, dijo Usoltsev. Putin, además, tenía una perspectiva pesimista sobre el estado de la nación: pensaba que la guerra en Afganistán se había convertido en algo “sin sentido” y en ocasiones hablaba con ironía sobre los militares.

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En 2001 los Putin —todavía casados— regresaron a Dresde; los recibieron el primer ministro de Sajonia, Kurt Biedenkopf, y su esposa Ingrid. (REUTERS/Arnd Wiegmann)

Así sus contactos comenzaron a cambiar. Si bien mantenía los clásicos, como los miembros de la Fracción del Ejército Rojo (la RAF, o Baader-Meinhof, una organización terrorista que causó 34 muertes, sin contar las 20 de su propio grupo, en atentados sangrientos entre 1970 y 1998), según Rusia y la extrema derecha occidental, de Anton Shekhovtsov, sumó a los nacientes neonazis.

Putin —argumentó ese libro— “colaboró con el neonazi Rainer Sonntag y lo utilizó para expandir la red de agentes con gente que Sonntag conocía, como miembros del movimiento neonazi”. Y a ambos lados de la frontera: “En 1987 obtuvo permiso para emigrar a Alemania Occidental, donde estableció relaciones estrechas con uno de los líderes del movimiento neonazi, Michael Kühnen”. Desde territorio capitalista, Sonntag mantuvo contacto con el KGB en Dresde, hasta su regreso, ya unificada Alemania, donde fundó la Resistencia Nacionalista de Dresde, que nunca preocupó mucho a la policía “probablemente debido a la protección que tenía”. Sonntag murió, baleado, en 1991.
 
continùa...

La RAF, contó Gessen, tenía gentilezas con Putin cuando, cada tanto, iban a Dresde para “recibir entrenamiento”. Citó a un antiguo miembro de la Baader-Meinhof sobre Putin: "Siempre quiso tener cosas. Les mencionó a varias personas cosas que deseaba de Occidente”. Ese entrevistado de la periodista dijo haberle regalado una radio de onda corta de último modelo, Grundig Satellit, y un radiocasete Blaupunkt para el automóvil.

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Entre los contactos de Putin durante su misión se encontraba la Facción del Ejército Rojo, RAF o Baader-Meinhof.

Mientras trabajaba en el que Gessen calificó con ironía como su “gran logro” —que consistió en una cadena de contactos hasta comprar un “manual militar no clasificado” de los Estados Unidos—, Putin atendía cuidadosamente las noticias de la URSS.

A finales de 1986, cuando Andrei Sajarov recuperó la liberad, manifestó su agrado, para mayor escándalo de Matveyev, que no ocultaba su indignación con Gorbachov. “Su ambivalencia era evidente. Percibía la necesidad del cambio político y económico, pero como Gorbachov y muchos otros rusos favorecía el gradualismo, no la reforma radical. Como muchos otros, nunca quiso que el estado colapsara”, dijo Usoltsev, el ex compañero de escritorio en Dresde.

Pero iba camino a colapsar.

Y —como bien evaluó el ya entonces teniente coronel Putin— el desplome comenzaría en la RDA. Donde él estaba. Donde él quedaría abandonado por el Kremlin, quemando documentos enloquecidamente durante días y noches, acosado por los manifestantes.


1645372803512.jpegMijaíl Gorbachov (izquierda) y Ronald Reagan (derecha) firmaron el Tratado INF. (The Ronald Reagan Library)

Ascendido a asistente principal de Matveyev, en la práctica era subjefe de la dependencia de Dresde. Con sus responsabilidades aumentaron sus contactos: en ocasiones se reunía con la dirigencia local, como Hosrt Böhm, jefe de la Stasi, famoso por su línea dura. Putin escuchó asombrado el discurso anacrónico que Böhm dio en un acto por el 70 aniversario de la revolución rusa, y se hubiera ido de la recepción de no haber sido porque le tocaba recibir una medalla de oro. A la misma hora, pero en otro canal, Gorbachov preparaba el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio que firmaría con Reagan.

A Putin no le parecía adecuada la testarudez de Erich Honecker, cuyo gobierno en la RDA perdía apoyo popular. En agosto de 1989, cuando Hungría abrió su frontera con Austria, comenzó la caía del marxista obstinado, y una ola política en todo el bloque del Este. Cuando Gorbachov llegó a Berlín Oriental para celebrar el 40 aniversario de la RDA, no logró torcer la opinión de Honecker.

Ese mismo día, 7 de octubre, el teniente coronel Putin cumplió 37 años. Fue su última celebración personal en la RDA.

Las protestas siguieron hasta la caída del muro, el 9 de noviembre, y más allá: todas las semanas, en todas las ciudades, hasta que hubo elecciones libres en marzo de 1990. En esos días de tumulto, el 15 de enero los habitantes de Dresde asaltaron el cuartel general de la Stasi, ubicado a metros de la sede de la KGB.

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Durante la misión del agente Putin en Alemania Oriental, la división con la Occidental se desmoronó. (AP)

—Se puede entender a la gente. Estaban cansados de ser vigilados por el Ministerio de la Seguridad del Estado, en especial porque la vigilancia era completamente invasiva —dijo en su historia oficial el hombre que hoy en el poder ejerce esa misma celosa vigilancia y no tolera manifestaciones opositoras—.

Aunque a continuación, algo más sincero, matizó su comprensión: “Sólo que la manera en que expresaron sus protestas fue terrible”.

Putin, que había mirado desde una ventana en Angelikastrasse cómo la multitud rodeaba el complejo de la Stasi, se aventuró a llegar hasta sus bordes para observar más de cerca. Estaba allí a las cinco de la tarde, cuando Böhm cedió y ordenó que se abrieran los portones.

Los manifestantes avanzaron y saquearon el lugar al que tanto habían temido.

Pero la Stasi, dijo Putin luego a sus biógrafos, “era parte de la sociedad: estaba infectada por la misma enfermedad”. Defendió a sus colegas y vecinos: “Había toda clase de personas trabajando allí, pero la gente que yo conocí era gente decente. Fui amigo de muchos de ellos y creo que el modo en que se los castiga ahora no es correcto. Es lo mismo que el sistema del ministerio le hizo a la sociedad civil de Alemania Oriental. Sí, probablemente hubo algunos agentes del ministerio que participaron en la persecución de las personas. Yo no lo vi. No quiero decir que no sucedió. Pero personalmente no lo vi”.

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Como agente declarado del KGB, Putin tuvo un carnet durante su misión en Dresden.

Lo que sí vio, ya de noche, tras haber regresado cabizbajo a la sede del KGB, fue un grupo que se desprendió de los que ocupaban la Stasi y parecía avanzar hacia Angelikastrasse.

El teniente general Vladimir Shirokov —quien había reemplazado a Matveyev— había salido a una cita. Putin era el oficial de mayor rango en ese momento en el edificio: en sus manos estaban los secretos del KGB.

Ordenó a los guardias que se preparasen para repeler un asalto y llamó al comando militar soviético vecino para pedir refuerzos. Lo atendió un oficial de guardia, que se negó a enviar ni una bala: “No hay órdenes de Moscú”, argumentó. Le prometió que iba a preguntar. Como el oficial no volvió a llamar, Putin lo hizo.

—Pregunté a Moscú —dijo el oficial—. Pero Moscú guarda silencio.

—¿Y qué hacemos?

—Por ahora, no hay nada que yo pueda hacer para ayudar.

“Sentí que el país ya no existía —recordó Putin años más tarde— que había desaparecido. Era evidente que la URSS estaba enferma. Era un mal mortal, incurable: parálisis de poder”.

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Ya como presidente de Rusia, Vladimir Putin regresó a Dresde en visita oficial. (AFP)

Si Moscú guardaba silencio, difícilmente saliera a apoyar a la RDA por la fuerza como había hecho en 1953, o en Hungría tres años más tarde, o en Checoslovaquia en 1968. Y él ni siquiera tenía poder de fuego real para esa noche.

Si algo le pasaba a los archivos del KGB, él enfrentaría un tribunal militar. Al mismo tiempo, nadie se molestaba en indicarle cómo protegerlos.

De pronto se le terminó la comprensión por los pobres alemanes cansados de ser vigilados. “Bueno, echaron abajo su propio ministerio. Era un asunto interno”, recordó en 2000. “Pero nosotros no éramos su asunto interno”. Salió decidido, con su uniforme, pero sin su arma. El pequeño grupo que lo miró cruzar la puerta de la mansión parecía más eufórico que inquietante. Les habló con calma:

—Esta casa está estrictamente protegida. Mis soldados tienen armas. Y les ordené que si alguien entra al complejo, deben disparar.

—¿Qué hay en este edificio? —la gente buscaba por todos lados cárceles con detenidos políticos, porque en el complejo de la Stasi, en efecto, había una.

—Una organización militar soviética.

—¿Entonces por qué tienen autos con licencias alemanas en el estacionamiento?

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La mayor de las hijas de Putin y Ludmila, Masha, nació en San Petersburgo poco antes de que la familia se instalara en la RDA. (Russian Archives/Zuma Wire/Shutterstock)

—Tenemos un acuerdo que nos permite usarlas.

¿Y tú quién eres? ¿Por qué hablas alemán?

—Soy un traductor.

Nadie le creyó. Probablemente todos entendieron. El aura aterradora del KGB hizo el resto. Regresaron, por la misma Angelikastrasse, al saqueo de la Stasi.

Dos horas más tarde, cuando Moscú rompió el silencio y dos blindados con soldados llegaron a la mansión, no tenían ya mucho que hacer, salvo comentar con Putin los rumores sobre la renuncia del comité de seguridad del partido comunista alemán y la detención de Honecker en Berlín, mientras quemaban kilos y kilos de documentos, al punto que uno de los hornos se rompió.

Nadie, nunca, le reconoció su comportamiento esa noche. Pronto ni siquiera habría quién pudiera reconocer o no el desempeño de funcionarios como él. Los cimientos de la URSS temblaban y su carrera había quedado obsoleta: "¿Qué sentido tenía escribir, reclutar y buscar información? En el Centro nadie leía nuestros informes”.

Al día siguiente el barrio tenía la atmósfera de un funeral.

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Radebergerstrasse 101: el bloque de apartamentos en Dresde donde convivían agentes de la Stasi y del KGB. Los Putin se alojaron en un cuarto piso desde agosto de 1985 hasta febrero de 1990. (AFP)

Sus vecinos de casi cinco años no sólo habían perdido sus empleos en la Stasi, sino que sus patrocinadores soviéticos se habían esfumado mientras los ciudadanos comenzaban a vengarse: era improbable que los recuperasen. La maestra de preescolar de Katia, que estaba en la nómina del ministerio, ya no podía trabajar con niños. Ludmila abrazaba una tras otra a las vecinas que “lloraban por sus ideales perdidos, por el colapso de todo aquello en lo que habían creído todas sus vidas”.

Aunque Putin ha repetido que “es imposible decir que yo estuve involucrado en alguna clase de operación secreta a espaldas de las agencias del gobierno o de seguridad de la RDA”, algunos de sus amigos descubrieron que el KGB también los había espiado a ellos, y le dieron la espalda, como Horst Jehmlich: “Nos engañó y nos mintió”, lo citó Myers.

Semanas más tarde, en febrero de 1990, mientras los Putin ponían sus pertenencias en cajas para regresar a la URSS, Böhm se suicidó.

En Angelikastrasse seguía la destrucción de documentos —que llegaría a 12 camiones de papeles— y el desmantelamiento de las redes de informantes. Putin sentía que su país y el KGB lo habían traicionado, lo seguían traicionando. “Dentro de la organización cada vez más gente se sentía traicionada, engañada y abandonada; sería correcto decir que ese era el espíritu corporativo del KGB en 1990”, evaluó Gessen.

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Camino a la disolución de la URSS, Moscú guardó silencio mientras Putin enfrentó un ataque popular a la mansión del KGB en Dresde.

Su última tarea antes de volver a la URSS fue establecer un contacto para las nuevas redes de espionaje que todavía no se sabía cómo iban a funcionar ni para qué: Klaus Zuchold, un desocupado de la Stasi a quien había conocido cuatro años antes. Se despidió de él con un brindis y le dejó de regalo para su hija un libro de historias de hadas ruso. Putin llevaba apenas meses en San Petersburgo cuando Zuchold aceptó una amnistía de la Alemania ya unificada y no sólo reveló su reclutamiento, sino también el de otros 15 agentes de la red de Dresde. Cuando la Stasi entregó sus archivos, Putin se desmoronó: eso era traicionar a personas que habían trabajado como informantes.

Un vecino le regaló una lavadora de ropa que tenía 20 años y duró otros cinco: eso y muy pocos marcos de ahorro fue todo lo que llevó de regreso. En realidad parte de sus ahorros se perdieron cuando alguien le robó un abrigo a Ludmila en el tren; con lo que quedó, compraron un auto, un Volga.

En la patria no había bananas, ni cerveza, ni casi nada. “Otra vez las mismas filas terribles, la libreta de racionamiento, los cupones, los estante vacíos”, recordó Ludmila. Durante meses Putin trabajó sin que el KGB le pagara su salario. En su retrato del inclasificable Eduard Limónov, Emmanuel Carrère escribió que quedó tan desamparado por el Estado que trabajó como taxista:

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Mapa de la antigua URSS.

“Los precios seguían aumentando sin que subieran los sueldos. A un ex oficial del KGB como el padre de Limónov apenas le alcanzaba la pensión para comprarse un kilo de salchichón. Un oficial de un rango más alto, que había empezado su carrera en los servicios de información en Dresde, en Alemania del Este, una vez repatriado de emergencia porque ya no existía Alemania oriental, se encontró sin empleo ni alojamiento pagado, y tuvo que trabajar de taxista sin licencia en su ciudad natal, Leningrado, maldiciendo a los ‘nuevos rusos’ con tanta crudeza como Limónov. Este oficial no es una abstracción estadística. Se llama Vladímir Putin, tiene cuarenta años, piensa como Limónov que el fin del imperio soviético es la catástrofe más grande del siglo XX”.

Y, en efecto, Putin sufría el fin de la URSS como el fin del mundo y todo su accionar en el poder apunta a reconstruir ese imperio en la medida de lo posible y más allá también, incluso arriesgando la paz mundial: “Quería que algo diferente se alzara en su lugar. Y no se propuso nada diferente. Eso es lo que me dolió. Simplemente dejaron todo y se fueron”, dijo.

Fue a pedirle consejo a su mentor, Matveyev, que trabajaba en la base militar de Yasenevo, cerca de Moscú. Le explicó que sentía que su identidad misma se deshacía. Matveyev le recomendó que se instalara en algún lugar familiar, y Leningrado lo era. Allí tenía el apartamento de sus padres, que se habían mudado.

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Luego de la misión en la RDA, Putin pasó un tiempo de inestabilidad, hasta que se reorientó en la política. (AP)

Aunque San Petersburgo también había cambiado mucho (“la misma gente que Putin y sus colegas controlaban y amedrentaban —los disidentes, los casi-disidentes, y los amigos de los amigos de los disidentes— ahora actuaban como si la ciudad les perteneciera”, describió Gessen), Putin hizo el esfuerzo de volver a empezar. Obtuvo un empleo como agente encubierto en la universidad pero le comentó a su amigo Sergei Roldugin que pensaba en dejar el KGB.

El dinero estaba en otro lugar en ese momento; fueron años de enorme crisis en los que nacieron enormes fortunas. “No hay tal cosa como un ex agente de inteligencia”, le dijo Roldugin.

Mientras Putin pensaba qué hacer, un carismático profesor de derecho, Anatoly Sobchak, entraba en la política. Necesitaba un enlace con las fuerzas de seguridad, alguien del KGB pero no de la vieja guardia. Con la anuencia de sus jefes, Putin obtuvo ese lugar.

Por fin sería doble agente, como había soñado. En realidad, comenzó así su camino en la política. Que probablemente excedió aquellas aspiraciones.

Hoy encarna un estilo de conducción que conecta con lo más ominoso del pasado ruso, combinando la autocracia de los zares con la obsesión estalinista por eliminar toda posible sombra o mínima amenaza a su poder y con un ingrediente adicional que evoca su pasado en el espionaje: de todos sus competidores u opositores, el que no fue a dar con sus huesos a una mazmorra murió de una forma sádica por los efectos de algún veneno misterioso y letal.

 

El misterio del submarino nazi en Mar del Plata: la sospecha de la fuga de Hitler y un bote abandonado

La sorpresiva aparición de un submarino alemán en Mar del Plata cuando Alemania se había rendido, reavivó las peores sospechas, que jerarcas nazis que eran buscados para ser juzgados por crímenes de guerra, fueran parte del pasaje. Hasta se evaluó la posibilidad de que el mismísimo Führer haya venido entonces para esconderse en un rincón de la Patagonia o en el sur de Chile​


Por
Adrián Pignatelli
10 de Julio de 2022




Un maltrecho submarino permanece amarrado en la base naval de Mar del Plata
Un maltrecho submarino permanece amarrado en la base naval de Mar del Plata

No trascendió el nombre del pescador. Grande fue su sorpresa cuando ese martes 10 de julio de 1945 -aún no había amanecido- divisó una torreta de submarino, que emergía y se dirigía hacia la base naval de Mar del Plata. Al día siguiente, los diarios titularon que un submarino alemán se había rendido ante las autoridades militares argentinas, enarbolando la bandera imperial alemana
Todas las alarmas se dispararon. El 7 de mayo Alemania se había rendido ante los aliados y fue un misterio el número de submarinos de ese país que navegaban en secreto, sin reportarse a ninguna de sus bases.


Era el U-530 y se supuso que era una de las cuatro naves que habían zarpado a mediados de febrero de Kiel, que estuvo en las costas noruegas y que enfiló hacia las costas norteamericanas. Y que cerca de Nueva York torpedeó a un convoy aliado, sin hacer puntería.
Ese martes 10 este submarino de porte mediano, de unas 700 toneladas, llegó a Mar del Plata cuando aún era de noche. Envió señales luminosas en morse, que fueron captadas por el acorazado Belgrano. Del buque enviaron dos lanchas.

La aparición de la nave tuvo amplia repercusión en los diarios. Las inmediaciones de la base naval se llenó de curiosos que pugnaban por ver al submarino.

A bordo iban 54 hombres, la mayoría muy jóvenes, solo uno de ellos pasaba los 40 años. Su capitán era el teniente de navío Otto Wermuth, de 25 años. A pesar de su juventud, ya tenía experiencia en navegación en submarinos. Había pertenecido al U-37 y desde enero de 1945 le habían dado la comandancia del U-530.

Lucía sus condecoraciones y entregó una maleta en la que guardaba la insignia de la nave. La tripulación quedó detenida en la base y enseguida fue informado el ministro de Marina, contraalmirante Alberto Teisaire quien, por vías reservadas, hacía semanas que sabía que había submarinos alemanes que tratarían de alcanzar las costas argentinas y chilenas.

Inmediatamente, viajaron hacia esa ciudad dos oficiales que hablaban alemán junto a efectivos de la Policía Federal, que estarían a cargo de la identificación de la tripulación. Rápidos de reflejos, también se dirigieron a Mar del Plata los agregados navales de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Otto Wermuth era el joven comandante del submarino. Se rindió luciendo la Cruz de Hierro
Otto Wermuth era el joven comandante del submarino. Se rindió luciendo la Cruz de Hierro

El ministro de Relaciones Exteriores César Ameghino, que le tocó declarar la guerra a Alemania y Japón, declaró que los marinos eran considerados prisioneros de guerra. “Es un asunto complejo”, declaró.

Muchas fueron las sospechas por la sorpresiva presencia de la nave. ¿Traía a jerarcas nazis? ¿Había sido el responsable del hundimiento del crucero brasileño Bahía, ocurrido el 4 de julio, donde solo unos pocos miembros de la tripulación lograron sobrevivir?

Las autoridades argentinas se apuraron a aclarar que a bordo no había ningún político ni militar de alto rango alemán. Sin embargo, faltaba el bote salvavidas.

Aparentemente, hubo otros avistajes de más submarinos a lo largo de la costa atlántica. Pero el gobierno a fin de julio suspendió los patrullajes.


Aparentemente, hubo otros avistajes de más submarinos a lo largo de la costa atlántica. Pero el gobierno a fin de julio suspendió los patrullajes.

El U-530 presentaba un visible deterioro por la acción del agua y según su capitán, habían navegado, procedentes de Suecia, durante 18 semanas sin tocar puerto. Medía 50 metros y transportaba una gran cantidad de conservas, azúcar, chocolates, alimentos sintéticos, ropa de abrigo y cigarrillos. Propulsado con dos motores diesel y dos eléctricos, contaba con seis tubos lanzatorpedos. Llevaba solo un proyectil, aparentemente averiado. Entre la tripulación no había médico, sí un enfermero. Todos gozaban de buena salud.

Ese día, los alemanes almorzaron a bordo del acorazado Belgrano.

Al realizar una inspección al submarino, habían inutilizado lo que los diarios describían como “equipos modernísimos de gran potencia”. Los alemanes informaron que mucho lo habían arrojado al mar, incluido un cañón de cinco mil kilos, aunque no aclararon cómo se las arreglaron para manipular un arma de semejante tamaño.

El submarino, luego de zarpar del norte de Europa, habría cumplido misiones cerca de la costa de los Estados Unidos. Se sospechó que fue responsable del hundimiento de un buque de guerra brasileño.


El submarino, luego de zarpar del norte de Europa, habría cumplido misiones cerca de la costa de los Estados Unidos. Se sospechó que fue responsable del hundimiento de un buque de guerra brasileño.
No se sabe qué ocurrió con la bitácora del capitán y con las cartas de navegación, si es cierto que los alemanes se deshicieron de ellas o quedaron en poder de las autoridades argentinas y que luego fueron entregados a los aliados.

El número de tripulantes de este tipo de submarinos es de 35 hombres; que hubiera 54 hizo suponer que trasbordaron de otras naves, y que arrojaron al mar todo lo posible para tener espacio.
Los alemanes fueron tratados con suma cordialidad, ellos mismos se sorprendían de la abundante comida, de los entretenimientos que les organizaban y de la confraternidad con sus pares argentinos; nunca se sintieron que fueran prisioneros de guerra.

El 12 se vio ondear la bandera argentina en el submarino. A las cuatro de la tarde de ese día el comandante firmó el acta de rendición -texto que se mantuvo entonces en secreto- ante el jefe de la base naval el capitán de fragata Julio C. Mallea.

Para entonces, una decena de empleados de la Policía Federal se habían encargado de la individualización de la tripulación, realizada a bordo del acorazado Belgrano. Ninguno de ellos llevaba documentos. Eran citados de a dos y muchos se presentaron haciendo el saludo nazi.

¿Es probable que Hitler y Eva Braun hayan viajado en ese submarino y desembarcado en algún punto del litoral atlántico? Muchos misterios y preguntas que aún esperan respuestas.


¿Es probable que Hitler y Eva Braun hayan viajado en ese submarino y desembarcado en algún punto del litoral atlántico? Muchos misterios y preguntas que aún esperan respuestas.

Todos se negaron a revelar detalles técnicos de la nave. Eran vigilados a prudencial distancia por infantes armados con fusiles y con bayoneta calada.

Las presiones políticas enseguida se hicieron sentir. De Estados Unidos sostuvieron que el comandante había violado las instrucciones de rendición, y que se arriesgaba a ser sometido a una corte marcial si cayera en poder de ese país o de Gran Bretaña. Los prisioneros argumentaron que por desperfectos de los aparatos de comunicación se desconoció la orden de Karl Dönitz -presidente de Alemania desde el su***dio de Adolf Hitler- de regresar al puerto de origen.

Se supo que hubo un debate entre la tripulación, si dirigirse a España o Argentina. Se inclinaron por éste último porque lo consideraban más amigable respecto a Alemania.

Admitieron haber navegado por el Atlántico Norte y cuando enfilaron al hemisferio sur lo hicieron sumergidos de día y por superficie de noche.
El domingo 15 fueron trasladados en dos micros a la ciudad de Buenos Aires y por la noche, desde los talleres navales de Dársena Norte fueron llevados a la isla Martín García, donde estuvieron ocho días.

Para entonces en el ministerio de Relaciones Exteriores estaba trabajando una comisión especial que debía elevar un dictamen a la presidencia sobre qué hacer con el submarino y con sus hombres. El 16 de julio recomendó entregarlos a Estados Unidos y Gran Bretaña, lo que el gobierno efectivizó a través del Decreto 16.162 al día siguiente.

Las alarmas volvieron a dispararse cuando cerca de la costa en Mar de Ajó hubo gente que sostuvo haber visto dos submarinos y el diario El Tribuno, de Dolores, hizo sonar sus sirenas comunicando la noticia. Hubo aviones de la policía que, en medio de la lluvia, sobrevolaron la zona, sin ver nada. El 21 el gobierno ordenó suspender los patrullajes.

A fin de julio llegaron al país dos aviones norteamericanos que llevaron a ese país a la tripulación. Los alemanes fueron objeto de calurosas despedidas, que incluyeron comidas, fotografías en conjunto e intercambio de presentes. Hasta una banda militar los despidió con la marcha alemana “Viejos camaradas”, que Alemania le había regalado al país en retribución por la Marcha San Lorenzo, que habíamos cedido a ese país.

En Estados Unidos fueron alojados en Fort Hunt, Virginia. Los consideraban sospechosos de encubrir una posible fuga de Adolf Hitler a la Argentina.

Por la atención recibida, el capitán Wermuth regaló a Mallea la bandera de guerra del submarino. Mallea dejó indicado a su familia que, a su fallecimiento, se le hiciera llegar al comandante, lo que ocurrió en 1960.

El 29 de julio la nave llegó a Río Santiago remolcada por el Rastreador Py. En septiembre fue llevada a Estados Unidos y en unos ejercicios militares realizados dos años después, fue hundida.
Al mes siguiente, Mar del Plata volvió a conmocionarse. El 17 de agosto apareció otro submarino alemán, el U-977. Conservaba la bitácora y toda la documentación. Corrió la misma suerte que el U-530 y terminó en Estados Unidos.

En las costas de Necochea, se halló un bote salvavidas. ¿Pudo ser posible que algún jerarca o el propio Hitler junto a Eva Braun haya desembarcado allí, como algunos suponen? Hasta arriesgan que el dictador nazi pisó tierra el 30 de junio. Muchas suposiciones y cabos sueltos.

El bote estaba vacío, aunque quedó lleno de misterios.

 

El misterioso resplandor rojo que captó un piloto mientras sobrevolaba el océano Atlántico

Las imágenes provocaron una gran cantidad de teorías y especulaciones en las redes sociales. Algunos, incluso, realizaron una curiosa comparación con la serie Stranger Things​

25 de Julio de 2022








Un piloto no identificado observó un misterioso resplandor rojo en el Océano Atlántico
Un misterioso resplandor fotografiado por un piloto, cuya identidad no fue revelada, mientras sobrevolaba el océano Atlántico generó un sinfín de teorías y comparaciones en las redes sociales.

Las imágenes, tomadas el pasado 22 de julio, fueron publicadas en la red social Reddit, con el propósito de encontrar una explicación a semejante resplandor. La publicación, incluso, estaba acompañada con un texto en el que el piloto aseguraba que “nunca había visto nada parecido”.


La divulgación de las imágenes, que muestran unas manchas de color rojo intenso, provocó un extenso ida y vuelta entre los usuarios de las redes sociales. Rápidamente muchas personas hicieron una curiosa comparación con la exitosa serie de Netflix, Stranger Things.

En la cuarta temporada de la serie se abre un portal en el Lago de los Enamorados de Hawkins. “Dustin está tratando de abrir un portal al revés, es literalmente una puerta de agua”, escribió un usuario de Reddit, refiriéndose a una de las escenas. Esa puerta de agua es un portal submarino al universo paralelo de pesadilla, el “Upside Down”.

Todavía no hay certezas sobre el misterioso resplandor rojo visto en el Océano Atlántico
Todavía no hay certezas sobre el misterioso resplandor rojo visto en el Océano Atlántico

También hubo quienes especularon que el resplandor rojo podría significar el fin de los días. “Son las fosas del infierno que te están mirando”, comentó un usuario.

Sin embargo, la teoría que más adeptos cosechó es la que indica que podría tratarse de un barco de pesca, que usualmente utilizan grandes paneles de luces LED rojas para atraer a los bancos de peces saurios.

Esos enormes pesqueros utilizan cientos de luces LED en los perímetros de la nave, lo que permite recoger fácilmente a los peces en las redes.
Si bien se ve con más frecuencia en el océano Pacífico, el saurio del Atlántico se encuentra desde el Golfo de San Lorenzo (Canadá) hasta las Bermudas.

A pesar de que este tipo de barcos suelen utilizar luces LED, debido a su mayor eficiencia y menor peso, algunos usan lo que se conoce como la descarga de alta intensidad (HID, por sus siglas en inglés). Su intenso brillo a través de las nubes sugiere el uso de HID, lo que explicaría el volumen de luz que se escapa hacia arriba en las fotos.

La identidad del piloto que captó las imágenes se desconoce hasta el momento
La identidad del piloto que captó las imágenes se desconoce hasta el momento

Los peces saurio se sienten atraídos por las luces brillantes y rojas. Por eso las naves de gran tamaño son capaces de atraer a miles de peces.

No obstante, sin una inspección más detallada, no se puede saber con certeza de qué se trata el misterioso resplandor rojo.

Según consigna Daily Mail, hasta el momento el piloto ha permanecido en el anonimato y no hay indicios de a qué altura volaba o en qué lugar del Atlántico vio la misteriosa escena.

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Algunos usuarios de Reddit compararon el resplandor rojo con una conocida escena de la serie Stranger Things
Algunos usuarios de Reddit compararon el resplandor rojo con una conocida escena de la serie Stranger Things

No es la primera vez que un piloto vive una experiencia semejante. El diario británico recuerda que en 2014 el piloto holandés JPC van Heijst contó que él y su copiloto volaron sobre nubes brillantes al sur de la península rusa de Kamchatka a las cinco horas de un vuelo de 10 horas, desde Hong Kong a Anchorage, Alaska, en un Boeing 747-8.

En ese entonces Van Heijst comentó que vieron un intenso destello de luz como un rayo, dirigido verticalmente hacia arriba, al que siguió un brillo rojo y naranja intenso 20 minutos después. La experiencia lo dejó perturbado porque no tenía ninguna explicación, ya que ese día no había tormentas en su ruta ni en el radar meteorológico, lo que sugería que el rayo no se había originado en una tormenta, y el resplandor posterior también era un misterio.

 

Alarma por un inmenso socavón en Chile: un experto explicó por qué la geometría de este agujero es “perfecta”

La aparición de este orificio puso en alerta a los vecinos de Tierra Amarilla, que temen por su integridad física; desde la Red Geocientífica chilena explicaron el aparente motivo detrás de este fenómeno​

3 de agosto de 202221:45LA NACION


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Un agujero apreció en Chile y crece la preocupación (Foto Twitter @SeremiSaludRM)




Un socavón de aproximadamente 32 metros de diámetro y 34 de profundidad, apareció en la localidad de Tierra Amarilla, al norte de Santiago de Chile, y mantiene en vilo a las autoridades del país vecino. Frente al desconcierto, ya se comenzaron las investigaciones correspondientes para determinar el origen de este orificio que se convirtió en un gran misterio. En este sentido, el titular de la Red Geocientífica nacional compartió un video en el que detalla qué hay detrás de este fenómeno que generó un enorme agujero en la tierra y por qué se dibujó un círculo perfecto.

La explotación minera es una de las actividades económicas más importantes de Chile. Por ello, la principal teoría sobre el origen de este fenómeno está relacionada a una consecuencia de esta actividad, en la que se movilizan las placas tectónicas del suelo, lo que podría haber provocado este agujero que se dio en las inmediaciones de la Mina Alcaparrosa. Sin embargo, aún no hay ninguna confirmación oficial de las causas que originaron el agujero y mientras se continúa investigando los ciudadanos de esta localidad están alarmados por la posibilidad de que se siga ampliando.


Cristóbal Zúñiga Alcalde

“Sigue activo, sigue en crecimiento y es algo que no se había visto en nuestra comunidad”, expresó el alcalde de la localidad, Cristóbal Zúñiga, en un comunicado. Asimismo, destacó que este suceso forma parte de los temores que desde hace años hay en la comunidad, respecto de la actividad minera que se desarrolla en la zona. “Nosotros solicitamos que se pueda esclarecer cuál es el motivo y por qué se produjo este evento, cuáles son las razones, si es que el derrumbe es producto de la actividad minera que trabaja por debajo o si es que se trata de otra naturaleza”, agregó la autoridad sobre el extraño fenómeno que apareció el pasado 30 de julio.

Asimismo, en su cuenta de Facebook, Zúñiga apuntó contra la minería por esta situación. ”Esta es responsabilidad de la minera, el uso de aguas subterráneas sin control, las fuertes tronaduras que destruyen el suelo y nuestras casas, han generado este riesgo y necesitamos seguridad como comuna de que esto no vaya a volver a ocurrir en otro lugar”, expresó y afirmó que trabajará para buscar la verdad sobre el asunto. Como así también, que se debe terminar con los abusos que hacen las empresas que trabajan en este rubro y que se debe terminar con “la contaminación desmedida de estas mineras”.


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El alcalde apuntó contra la actividad minera (Foto Facebook Cristóbal Zúñiga Alcalde)

Desde el Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile (Sernageomin) informaron a través de Twitter que se encuentran en el Tierra Amarilla para realizar trabajos de investigación. Los accesos a la mina del sitio están cerrados, como medida preventiva ante el fenómeno, y para no lamentar tanto pérdidas materiales como humanas, lo que por el momento no ha sucedido. Además, llevaron tranquilidad a los pobladores al anunciar que se están tomando medidas al respecto.

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Se está trabajando en el lugar (Foto Twitter @SeremiSaludRM)

Las primeras informaciones sobre este agujero determinaron que, en verdad, se trata de un socavón que es un hoyo que se genera, generalmente, por la erosión del agua en la tierra de un determinado lugar. Es por este motivo, que el alcalde apuntó contra la actividad minera, debido a los trabajos en el suelo que se realizan, que podrían haber causado este fenómeno.

En este sentido, el historiador y asesor de la municipalidad de Tierra Amarilla de Alejandro Aracena explicó en con el medio chileno 24 Horas: “Se llaman túneles de ventilación también. Chilinea la llama el minero chico y la hace porque por ahí salen los olores de los explosivos, y también tiene una entrada de aire para la mina, que es necesario”. En coincidencia con las palabras del alcalde, el profesional señaló que en este caso que generó alarma, pudo haberse desarrollado “por la lluvia y por las vibraciones de la explotación minera”.


Por qué la forma circular de socavón es “perfecta”​

Desde la aparición del socavón en Chile, además de generarse una gran preocupación por las consecuencias que podría tener en la población cercana, surgieron dudas sobre la forma que tiene el agujero: un círculo perfecto. Si bien algunas personas pusieron en duda que se hubiera generado por un comportamiento natural del suelo, la explicación científica avala que esto puede ser posible.
“Se debe al patrón radial del colapso. Se inicia de forma puntual como una pequeña grieta y se expande en todas direcciones por igual. En suelos con alta cohesión como suelos de arcillas, limo, suelos finos húmedos o rocosos se formarán paredes rectas en forma de cilindros”, explicó Cristóbal Muñoz director Red Geocientífica de Chile, sobre el surgimiento de este tipo de agujero y su geometría.


En esta línea, desde esta renombrada institución resaltaron que la forma del socavón depende de las características del suelo. En el caso de que esté compuesto principalmente por arena y gravas, la forma que se originará será de cono invertido. En cambio, como sucedió en Chile, si el sedimento tiene una composición de arcilla y limos, se genera una figura cilíndrica.
LA NACION

 
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