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Me cito a mi misma, para que veamos que hay gente que no da un palo al agua porque su naturaleza es así, vaga, y luego estamos los que dejamos de hacer cosas porque nos hartamos de ser marionetas.Hola! Voy a explicar mi caso:
En mi departamento éramos dos personas. Mi compañera que estaba a punto de jubilarse no tenía ganas de trabajar. Acumulaba muchísimo trabajo y como el trabajo tenía que salir adelante, me tocaba hacerlo a mi. A ella no la podían despedir porque llevaba 30 años en la empresa, así que a nadie le importaba que yo hiciera mucho más trabajo que ella.
Error garrafal: el departamento remontó y se dieron cuenta de que era capaz de sacar mucho trabajo y bien sacado.
Llegó un momento en el que me dieron tantísimo trabajo extra de mi departamento, y de tres departamentos más donde pasaba exactamente lo mismo. Encima si no salía el trabajo de los otros departamentos me carrañaban a mi, ya que eran de superiores distintos y ni sabían que los demas superiores también me mandaban tarea (se lo decía pero lo "olvidaban"). Por supuesto no vi ni un duro más, pese a pedirlo.
¿Solución? Empecé a perder tiempo en mi trabajo. Hacía trabajo y descansaba leyendo foros, libros en PDF e incluso mirándome convocatorias de oposiciones. Y diréis: que mal, no se qué. Pues sí, está mal no trabajar cuando te pagan por ello, pero igual de mal está quemar a una persona súper trabajadora y que te saca mucho trabajo adelante sin valorarla ni darle ninguna retribución. Por no poder no podía ni coger mis vacaciones cuando quería, así que no me arrepiento en absoluto.
Meses después, dejé el trabajo y me preparé una de las oposiciones que descubrí que existían cuando me informaba en mi ordenador del trabajo, no sin antes imprimir todo el temario en la fotocopiadora de la empresa. Si no me querian pagan más... lo acepto y me voy, pero algo de dinero por lo menos lo recuperé, y fueron miles de hojas impresas.
Como comprenderéis he aprendido la lección y va a volver a trabajar al 100% (o 200%) otra, porque yo desde luego no.
Ahí comprendí que mis compañeros, los que se escaqueaban, no eran unos vagos. Simplemente habían aprendido la lección y como tenían todos más de 55 años y a poco más podian optar, estaban aguantando y pasando "desapercibidos" hasta su jubilación.